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El infante como sujeto político en la escuela y la nación

Al hablar de estado-nación se entabla una relación directa con la idea de democracia, de

participación ciudadana, y con ésta de formación, dicho postulado no puede ser esquivo al

surgimiento de las naciones independientes de la América Latina en el siglo XIX; la

independencia trae consigo responsabilidades a los sujetos que participan en ella y también a

los que a futuro se verán afectados por este proceso, de este modo se hace necesario plantear

un proceso de formación que esté “más dirigido a la modernización política, a la formación

civil de ciudadanos, a la masificación de la educación, al respeto de las normas, el respeto

de la moral” (Zanabria, 2010. P,9) para la formación de un nuevo ciudadano y con ello

validar una etapa en la vida del ser humano, en este caso la infancia, así, se genera la

posibilidad de un individuo en desarrollo y con otras dinámicas propias de la edad, en un

momento histórico preciso, un sistema político nuevo para la época, como en su momento el

cambio de la dependencia a la corona española a un postulado de nación democrática. Este

proceso requiere personas capaces de entenderse dentro de un cambio, de este modo es como

se puede precisar al infante como la oportunidad para concretar un ciudadano consiente de la

nación a futuro, de allí la necesidad de pensar en su formación, pues es esta la base para

generar un estado compacto, con identidad centrada en la participación de sus individuos,

pero, para que esto sea posible, la idea de nación debe ser sólida al igual que sus procesos

pedagógicos, el saber hacia qué grupo va dirigido y con qué intención es fundamental para su

eficacia, es así como la infancia debe ser tomada como un espacio para la formación de un

sujeto político, por lo tanto, los niños y niñas, se entienden como personas delimitadas con

“la capacidad natural de ser formada” (Narodowsky,1994. P.7) y así, desde esta, generar las

bases para un estado.

El lugar del infante es pensado en la escuela para ser educado desde sus múltiples

posibilidades de ser en el momento y a futuro, pues si bien es un individuo en desarrollo, aún


en el inicio de este proceso ya es un sujeto enmarcado en dinámicas sociales, en el momento

de ruptura y cambio que se encuentra Latinoamérica en el siglo XIX , no es distinto dicho

proceso, de allí la necesidad de pensar en dinámicas educativas propias para un ciudadano

naciente, con sus límites, libre de conocimientos y condicionamientos que obedecen a la

historia de los territorios que se convierten en nuevas naciones.

El país y la infancia, nacen como procesos que se retroalimentan, pues si bien el niño es

un sujeto carente de experiencias y en proceso de desarrollo, el estado también surge como un

territorio en formación y para lograrlo debe pensar en la educación de sus ciudadanos, para

que estos sean sujetos que se entienden y se apropian de las dinámicas que conforman a la

república como conjunto, por esto es fundamental pensar en el ámbito escolar, plantear un

orden como lo manifiesta Narodowsky al citar a Comenius y su didáctica magna (1994), si

bien el infante es un ser que va cambiando, este cambio se ve guiado por diferentes

experiencias y se hace necesario controlar algunas de estas para así, poder llegar a un adulto

capaz de entenderse y participe de su contexto. Entonces, la escuela se vuelve una

aproximación al entorno desde un “Ejercicio de relaciones de poder en la medida en que la

configuración escolar implica un conjunto de reglas intrínsecas a la misma, ininteligibles

fuera de ella” (Narodowsky, 1994. P.19).

Si bien la escuela se puede pensar desde distintos momentos en la historia de la

humanidad, lo que hoy se conoce por este término es un concepto con un cambio

significativo a partir del siglo XIX, sobre todo en las naciones emergentes, pues el

distanciamiento que va tomando de la iglesia católica, ampliando la capacidad de enseñar

mas allá de la moral y buenas costumbres, entra en la posibilidad de verse respaldada por un

poder estatal que hace posible plantear un espacio para la lectura y la aritmética, con la

intención de generar en sus participantes un entendimiento de su contexto, desde la

apropiación de las letras y los números, pensando en la participación de ciudadanos más


activos y productivos, desde la línea de progreso propia de la nación, de este modo, el

ciudadano debe entrar en un proceso formativo, para ello se piensa en captarlo desde una

edad temprana, este debe ser tomado como un sujeto con posibilidades a futuro dentro de su

comunidad, sin embargo, se debe tener en cuenta que esta educación no es con fines

netamente altruistas y de empoderamiento, pues como lo plantean Alvarez y Varela en la

arqueología del saber (1992) su intención practica es adoctrinar al sujeto maleable y que este

se entienda parte de un conglomerado social, con funciones propias y ya establecidas.

Al plantear competencias que derivan en una recompensa o en un castigo, se enseña para

la vida en sociedad, pues esta es un resultado del orden y la disciplina escolar, a su vez este es

resultado de un conjunto de saberes que son extraídos de la relación directa con el infante,

“Saberes relacionados con la disciplina y el orden en clases, el establecimiento de

niveles de contenido, la invención de nuevos métodos de enseñanza y, en suma,

conocimientos de lo que hoy se denomina organización escolar, didáctica, técnicas

de enseñanza y otras ciencias sutiles de carácter pedagógico” (Varela y Alvarez,

1992. P.34)

El lugar de la república como un espacio con dinámicas sociales propias se valida desde

la escolarización y su validador es el docente, quien hace que el espacio de escuela se

convierta en un lugar para la reproducción de conocimientos y regulaciones en función de la

sociedad, la escuela se convierte así en “un educador de voluntades” como lo denomina

Varela y Alvarez, que toma al infante como un ser a dominar y encasillar de manera que sea

útil y funcional a la sociedad en que se encuentre inmerso.

En el caso de los países en proceso de independencia en el siglo XIX, profundizando en el

territorio que tiempo después seria Colombia, la idea de educación como ente regulador, no

es ajena a los formadores de una patria nueva, de allí el interés de buscar formas de educar

prácticas y económicas que puedan llegar a distintos lugares del país, y allí se reproduzca la
misma idea de nación, es así como Bolívar trae desde Europa a Lancaster y su método de

educación mutua, tal como lo muestra Sanabria (2010), pues dicho método será necesario

para el proceso post-independencia, donde se piensa al individuo como un ser de

posibilidades para el país naciente, de allí la necesidad de tomar y formar al niño. De este

modo el concepto de infante se hace protagónico para generar en él un sujeto que participa en

la conformación de un estado, con bases morales y normas claras, siendo entendido como un

adulto incompleto y con múltiples capacidades, así pues, el interés del estado se encuentra en

formar ciudadanos funcionales al nuevo estatuto provisto por la nación, no a las dinámicas de

dominio propias del momento, como la iglesia y la corona; la democracia aparece como una

posibilidad para la política, a la vez que la infancia se plantea como la posibilidad de formar

sujetos que participen activamente en su comunidad.

La política pública de Santander que tiene lugar entre 1819 y 1844, como sitúa Sanabria

(2010), evidencia como la educación se vuelve una herramienta para brindar conocimiento de

deberes y derechos y la posibilidad de formar al sujeto en lectura y en matemáticas, como se

plantea en el método de educación mutua donde la figura del monitor es su principal

herramienta para la transmisión de conocimiento y el vinculo entre docente - alumno,

convirtiéndose en un puesto de interés para niños y adolecentes que buscan su desarrollo,

adaptándose a las bases del método, como es la emulación del maestro, la memorización, la

vigilancia, entre otros diversos aspectos que el monitor toma para sus propios intereses y los

interpreta desde las dinámicas de poder y de dominio del otro, esto deriva en el uso que da a

su autoridad pues “la utilizaban, ante todo, para divertirse, proteger la osocidad y encubrir

sus defectos, tal vez mediando el cohecho” (zuluaga,1998. Refiriéndose a Triana,1824), esto

se entiende al revisar como el monitor es un ente de control a la vez que es un niño en

formación, de esta manera la disciplina se vuelve un lugar para ejercer poder sobre sí mismo

y los demás y así se entiende en un rol social, donde el maestro es una autoridad moral que
representa los intereses propios de la nación, mientras el monitor es un infante con

posibilidades ejecutivas de dominio, que si bien no poseen la enseñanza completa, están por

encima de sus compañeros pares en edad o características, convirtiéndose así en sujetos

políticos consientes de su poder y siendo muestra para otros individuos de las posibilidades

de aprendizaje del modelo de educación mutua, no solo como un lugar de adoctrinamiento

normativo en el país, sino como la posibilidad de ser parte de un sistema jerárquico que da

participación a quien maneje un saber, de modo que el estudiante se entiende como un ser

validado en una sociedad que lo ve como una posibilidad de adulto y no como un sujeto en sí

mismo con participación activa, participación que bien nace en la escuela, pero se reproduce

en modelos sociales externos a está, donde quien tiene el conocimiento en cualquier ámbito

tiene un poder sobre el otro, por ello se podría considerar el interés del niño en ser monitor,

para sentirse parte de la comunidad como un sujeto activo.

Con los años y el cambio de intereses en la nación, el sistema educativo también tendría

cambios, como la apertura de los métodos de enseñanza, permitiendo que el modelo

Lancasteriano sea sólo una posibilidad de formación, pero no el único, sin embargo para

poder tener dicha variedad, era necesario tener un cuerpo docente capacitado para los

diversos espacios formativos, dando plazo al plan Ospina, en el que surge para el país la

posibilidad de pensar en la educación normal, donde los individuos se puedan formar para la

vida y para la docencia, así, se aprenderían y se tendrían “aptitudes necesarias para enseñar

con propiedad y exactitud los contenidos básicos, siempre y cuando estos se conocieran con

profundidad tanto como sus enlaces, dependencias y en especial, aplicaciones prácticas”

(Zuluaga,1998) de esta manera se empieza a apropiar la pedagogía como un campo para la

investigación de formas de llegar con conocimiento a sus participantes, es así como el niño

empieza a tomar mayor protagonismo como un ser al que no solo se le enseña, sino es

necesario pensar como se le enseña, pues el docente debe están en capacidad de evaluar los
métodos de enseñanza y buscar estrategias de mejora, como lo resalta Zuluaga, convirtiendo

al docente como un ser irremplazable, pues este tenía la capacidad de formación necesaria

para relacionar el conocimiento con el infante, entiende a su vez que el niño era un ser

carente con necesidades y capacidades propias, dejando de lado la figura de monitor, y

empezando a dar luces a la creación de didácticas para la enseñanza y el aprendizaje, esto en

relación a la aplicación de los conocimientos en el contexto propio del infante, donde “el

reconocimiento de los sentimientos, las sensaciones, la imaginación, la memoria y la

voluntad del niño como punto de partida para alcanzar el desarrollo armónico de sus

facultades intelectuales” (Zuluaga, 1998), entendiéndolo como un sujeto con posibilidades

para aprender de distintas maneras y aplicar dicho conocimiento, de modo que los modelos

de enseñanza no sólo cambian por los intereses de la nación, donde el método Lancasteriano

se deja de lado para darle pie a la pedagógica Pestolozziana, también por el entendimiento de

las necesidades propias del infante, pues este no sólo aprende valores morales y lo necesario

para ser un ser adoctrinado, también empieza a manifestarse como un ser que comprende su

lugar en el mundo de diferentes maneras.

Una vez comprendida la necesidad de desarrollar las facultades propias del niño para dar

pie a un adulto con mayor participación social, se da la oportunidad de postular como desde

el momento en que se entiende el infante como parte de una comunidad, el mismo se apropia

de su contexto a partir de la escuela y esta, se empieza a transformar por el mismo proceso,

en el caso de la nación, al entender al niño o la niña, también se entiende al ciudadano que la

conforma, y de allí los diversos cambios que se van dando en los modelos de educación,

donde cada uno es un derivado del anterior, muestra de este postulado es Don Martin

Restrepo Mejía, quien es hijo de la escuela normal con acercamientos a las bases de la

pedagogía de Pestolazzi, y es él, quien evidencia, como el contexto es apropiado desde la

educación, desde su vida propia, hasta las propuestas expuestas en textos como Elementos de
pedagogía que va generando en relación al espacio educativo, donde “la pedagogía debía

estudiar las leyes del desarrollo humano para intervenirlo y perfeccionarlo” (Jimenez, 2018)

pues su experiencia en el campo, le permite entender las dinámicas de la enseñanza y al

infante como un ser pensante que aprende desde el juego y la generación de experiencias

sensibles, como posibilidad para su formación y desarrollo.

Durante los cien años desde que inició el proceso de independencia, hasta el punto en que la

nación se empieza a solidificar, se han establecido procesos de enseñanza, ya sean efectivos,

rentables, propositivos o por el contrario, no dieran los frutos requeridos, han cambiado a

partir de dos componentes, los interéses propios de la nación y la capacidad de entender al

sujeto que recibe la enseñanza, así pues, para poder pensar en el lugar del estado, es necesario

pensar en sus ciudadanos como sujetos políticos activos y para que esto sea posible, la

educación entendió cómo la infancia es de por si un espacio de aproximación a la

participación social y al manejo del poder a partir del conocimiento, siendo el niño o la niña

seres de poder con sus acercamientos propios, de manera que sus capacidades se verán

limitadas o ampliadas desde su relación con el saber y la manera en que este se les acerca

desde la escuela, donde los modelos educativos, generar particularidades en los individuos y

así maneras diversas de interacción social, pero a su vez, el modelo se ve transformado desde

el aula, no solo desde el profesor, sino desde las maneras en que el niño o la niña, entienden y

apropian dichas interacciones, tanto con sus pares, su entorno, el saber y la nación.

Jefersson David Manga Donoso.

COD: 20202484017
Referencias

JIMENEZ, B. Absalón. Historia del pensamiento pedagógico colombiano Bogotá D.C.


Universidad Distrital, 2018.

NARODOWSKI, Mariano. Infancia Poder. La conformación de la pedagogía moderna.


Buenos Aires, Aique, 1994.

Sanabria Munévar, F. (2010). Enseñando mutuamente: una aproximación al método


lancasteriano y a su apropiación en Colombia. Revista Historia De La Educación
Colombiana, 13(13), 49 - 75. Recuperado a partir de
https://revistas.udenar.edu.co/index.php/rhec/article/view/719

VARELA, Julia, y Álvarez Uria, Fernando, Arqueología de la escuela, La Piqueta, Madrid,


1992. (Capítulo 1)

Zuluaga, G. Olga Lucia. La educación pública en Colombia 1845 – 1875. Libertad de


enseñanza y adopción de Pestolazzi en Bogotá. Universidad de Antioquia, Medellín, 1998.

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