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CONCEPTO DE CIUDADANÍA EN LA ANTIGUA ROMA

Con el paso del tiempo y a lo largo del desarrollo de la historia de la República y


durante los primeros tiempos del Imperio, el concepto de la ciudadanía tomando
en cuenta sus variantes resulta de gran importancia para comprender muchos de
los factores que influyeron en la vida y evolución de la sociedad romana y los
grandes cambios que ésta sufrió a medida que la Urbe tomaba su control sobre el
Mediterráneo. Hay que partir de la base de que este concepto de ciudadano es
completamente distinto en el mundo romano que en otras culturas
contemporáneas. Por supuesto, nada tiene que ver con el mundo de las ciudades
orientales, pero también contiene profundas diferencias con otro ejemplo que,
habitualmente, suele comparársele: la ciudadanía griega.
El principio de ciudadanía se basa en el origen y en el domicilio. Es decir, que los
antiguos romanos tenían un conjunto de derechos y obligaciones tan solo por el
simple hecho de nacer en Roma. En la primera época el derecho a la civitas se
confunde con el derecho de los quirites, palabra muy antigua, cuya etimología
menciona la pertenencia a «curias» o mínimas demarcaciones ya existentes en
Roma.
Se trata de un estatuto unitario, que daba igualdad a todos los ciudadanos en
Derecho. Comprende, en ámbitos del derecho público y privado, un conjunto de
derechos en los que sobresalen: el derecho de libertad, el derecho de milicia, el de
sufragio o voto, el derecho a los honores o cargos públicos, el derecho a contraer
matrimonio con un romano, entre otros, los cuales se perdían en automático al
perder el de ciudadanía. En principio, sólo el ciudadano romano podía servir en las
legiones y sobre él pesó la carga del servicio militar, siendo, en muchas
ocasiones, la política de concesión de la ciudadanía un recurso para ampliar la
leva de soldados. Sólo el ciudadano gozaba del derecho de llevar una causa ante
los comicios (o asamblea del pueblo), por medio de los magistrados competentes.
Por otro lado, sólo al ciudadano le era permitido votar en específicas asambleas o
ser electo magistrado, así como apelar ante la asamblea popular de una decisión
del magistrado judicial, con lo cual quedaba momentáneamente inmovilizada la
acción jurídica.
La ciudadanía sería adquirida por nacimiento, concesión o manumisión. Así, todo
aquel hijo de un romano, que había nacido de un matrimonio legal, era romano.
También lo sería el individuo o la comunidad que recibían un privilegio siendo
donación del pueblo o del emperador. Así mismo, todo esclavo que fuera liberado
por un ciudadano iba a recibir en automático la ciudadanía romana. Italia fue
unificada jurídicamente, recibiendo el estatuto ciudadano, sólo después de una
enorme guerra (91-89 a.C.). Pero esta tendencia a la unificación no se generalizó
hasta César y Augusto, siendo entonces muchas las comunidades indígenas que
recibieron el derecho de ciudadanía en las provincias, llevando aparejado con ello
el régimen municipal romano. (Municipios romanos.)
Este movimiento terminó cuando, en 212 d.C., el emperador Caracalla otorgó
mediante una Constitución Imperial el derecho de obtener la ciudadanía a todos
los no romanos (peregrini) libres del Imperio. En Hispania, el edicto de Caracalla
fue precedido y preparado por la concesión del Derecho latino por Vespasiano, en
el año 71 d.C. La ciudadanía latina comportaba un estatuto equivalente al que
tuvieron las antiguas ciudades latinas y vino a ser una antecámara del Derecho
romano.
No obstante, los latinos que, por no ser romanos, sin estar censados en las listas
ciudadanas, se les prohibía asistir o apelar a las asambleas del pueblo romano,
tampoco servir en las legiones, solamente en los cuerpos auxiliares, y por un
tiempo mayor. De hecho, las ciudades latinas en las provincias gozaban de una
autonomía considerable, ya que la posibilidad de asistir a los comicios que se
celebraban en Roma era muy remota.
En cuanto a las ciudades, cuando poseían la ciudadanía romana se organizaban
según el régimen denominado municipal, al cual habían llegado a igualarse
también las colonias. Así pues, colonias y municipios de ciudadanos romanos o
latinos tenían su propio senado (denominado ordo decurionum o curia), sus
magistrados, que solían ser duunviros y ediles, y sus sacerdotes del culto oficial.
A grandes rasgos podemos resumir los estatutos de fundación y promoción de
comunidades por Roma en los modelos siguientes, exceptuando los propiamente
itálicos de civitas sine sufragio y otras de estatuto particular como Caere:
-Colonias romanas: Reciben población de ciudadanos romanos, son creadas ex
novo y organizadas a imagen y semejanza de la propia Roma.
-Municipios romanos: Estructura igual a la anterior, pero desarrollada sobre una
comunidad indígena cuyos habitantes reciben la ciudadanía romana, pudiendo
recibir la llegada de inmigrantes itálico-romanos o no.
-Colonias latinas: En un principio son nuevas creaciones que reciben el estatuto
latino, pero en la práctica muchas de ellas están creadas sobre una comunidad
indígena previa.
-Municipios latinos: Comunidades indígenas en la que la población libre recibe el
estatuto de ciudadanía latina.
Estos cuatro grupos son incluidos dentro de la denominación de comunidades
privilegiadas, y coexisten con otras comunidades de diferentes estatutos llamadas
peregrinas, y dentro de las cuales pueden diferenciarse las libres, las federadas o
las estipendiarias o dediticias, dependiendo de cómo se hayan establecido sus
relaciones con Roma. Esta realidad en apariencia simple fue mucho más
compleja, pues en ocasiones las diferencias entre colonia y municipio son
prácticamente inexistentes en la práctica. El devenir histórico modificó muchos de
los estatutos de las diversas comunidades, que pasaron de no ser privilegiadas a
serlo o viceversa, o incluso de ser municipios a ser colonias.
El concepto de ciudadanía en la Roma Antigua. (2016, 12 noviembre). Portal
Clasico. https://portalclasico.com/el-concepto-de-ciudadania-en-la-roma-antigua

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