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En la sentencia T-454 de 2008 en la que señala que la derecha a la salud tiene una
naturaleza dual ya que por una parte es un servicio publico a cargo del Estado y por
otra es un derecho de carácter Constitucional, estas dos definiciones se complementan
y la corte constitucional precisa que la tutela es un medio de protección de este
derecho bajo determinadas condiciones. La jurisprudencia constitucional ha señalado,
de forma reiterada, que el derecho a la salud posee una naturaleza dual pues, por una
parte, es un derecho de carácter constitucional, en tanto que, desde otra perspectiva,
se trata de un servicio público esencial a cargo del estado. A partir de estas
perspectivas que, naturalmente, se complementan, la Corte ha precisado el alcance del
derecho, la viabilidad de su protección por vía de tutela bajo ciertas condiciones, y
algunos de los principios que rigen la actuación del Estado y sus delegados para la
prestación del servicio (Cordoba, 2007, 2008; Sierra, 2008b, 2011).
En todo caso, la Corte ha considerado que el juicio debe ser particularmente estricto
cuando la medida regresiva afecte los derechos sociales de personas o grupos de
personas especialmente protegidos por su condición de marginalidad o vulnerabilidad.
A este respecto la Corte ha señalado: “si en términos generales los retrocesos en
materia de protección de los derechos sociales están prohibidos, tal prohibición prima
facie se presenta con mayor intensidad cuando se desarrollan derechos sociales de los
cuales son titulares personas con especial protección constitucional”. Una medida se
entiende regresiva, al menos, en los siguientes eventos:
El Estado dispondrá, por los medios que la ley estime apropiados, los recursos
necesarios y suficientes para asegurar progresivamente el goce efectivo del derecho
fundamental a la salud, de conformidad con las normas constitucionales de
sostenibilidad fiscal.
j) Solidaridad. El sistema está basado en el mutuo apoyo entre las personas,
generaciones, los sectores económicos, las regiones y las comunidades;
k) Eficiencia. El sistema de salud debe procurar por la mejor utilización social y
económica de los recursos, servicios y tecnologías disponibles para garantizar el
derecho a la salud de toda la población;
l) Interculturalidad. Es el respeto por las diferencias culturales existentes en el país y en
el ámbito global, así como el esfuerzo deliberado por construir mecanismos que
integren tales diferencias en la salud, en las condiciones de vida y en los servicios de
atención integral de las enfermedades, a partir del reconocimiento de los saberes,
prácticas y medios tradicionales, alternativos y complementarios para la recuperación
de la salud en el ámbito global;
m) Protección a los pueblos indígenas. Para los pueblos indígenas el Estado reconoce
y garantiza el derecho fundamental a la salud integral, entendida según sus propias
cosmovisiones y conceptos, que se desarrolla en el Sistema Indígena de Salud Propio
e Intercultural (SISPI); n) Protección pueblos y comunidades indígenas, ROM y negras,
afrocolombianas, raizales y palenqueras.
La salud es un derecho fundamental y es, además, un servicio público así sea prestado
por particulares. Las entidades prestadoras de salud deben garantizarlo en todas sus
facetas – preventiva, reparadora y mitigadora y habrán de hacerlo de manera integral,
en lo que hace relación con los aspectos físico, funcional, psíquico, emocional y social.
Dentro de la garantía del derecho a la salud incluye varias facetas: una faceta
preventiva dirigida a evitar que se produzca la enfermedad, una faceta reparadora, que
tiene efectos curativos de la enfermedad y una faceta mitigadora orientada a
amortiguar los efectos negativos de la enfermedad(Calle, Sachica, Vargas & Sierra,
2011).
En este último caso, ya no se busca una recuperación pues ésta no se puede lograr.
Se trata, más bien, de atenuar, en lo posible, las dolencias físicas que ella produce y de
contribuir, también en la medida de lo factible, al bienestar psíquico, emocional y social
del afectado con la enfermedad. En este sentido la faceta mitigadora, cumple su
objetivo en la medida en que se pueda lograr amortiguar los efectos negativos de la
enfermedad, garantizando un beneficio para las personas tanto desde el punto de vista
físico, psíquico, social y emocional. Así las cosas, cuando las personas se encuentran
en una situación de riesgo se deben tomar todas las cautelas posibles de modo que se
evite provocar una afectación de la salud en alguno de esos aspectos(Calle, Maria
Victoria Correa. Sachica, Martha Victoria Mendez. Vargas & Sierra, 2011).
La salud tiene dos facetas distintas, que se encuentran estrechamente ligadas: por una
parte, se trata de un servicio público vigilado por el Estado; mientras que, por la otra, se
configura en un derecho que ha sido reconocido por el legislador estatutario como
fundamental, de lo que se predica, entre otras, su carácter de irrenunciable. Además de
dicha condición, se desprende el acceso oportuno y de calidad a los servicios que se
requieran para alcanzar el mejor nivel de salud posible(Guerrero et al., 2015).
Tal necesidad no está determinada de manera apriorística, sino que se define a partir
de los consensos (dogmática del derecho constitucional) existentes sobre la naturaleza
funcionalmente necesaria de cierta prestación o abstención. La Corte Constitucional ha
fijado reglas claras relativas a su función dentro del sistema de protección de los
derechos fundamentales por vía de tutela.
Por su parte, en sentencia T-419 de 1992 señaló que “los derechos fundamentales son
los que corresponden al ser humano en cuanto tal, es decir, como poseedor de una
identidad inimitable caracterizada por su racionalidad que le permite ejercer sus deseos
y apetencias libremente. De ahí que se le reconozca una dignidad -la dignidad humana-
que lo colocan en situación de superior en el universo social en que se desenvuelve, y
por ello, es acreedor de derechos que le permiten desarrollar su personalidad humana
y sin los cuales ésta se vería discriminada, enervada y aún suprimida. Son los
derechos fundamentales que le protegen la vida, proscriben la tortura, aseguran su
igualdad frente a sus congéneres, amparan su derecho a la intimidad, garantizan su
libertad de conciencia, de cultos, de expresión y pensamiento; salvaguardan su honra,
le permiten circular libremente, le preservan el derecho al trabajo, a la educación y la
libertad de escogencia de una profesión u oficio, las libertades de enseñanza,
aprendizaje, investigación y cátedra; su juzgamiento debe respetar el debido proceso.
Dicha resolución fue modificada por la Resolución 839 de 2017 en cuanto a los tiempos
de retención, conservación y eliminación de Historias Clínicas.
De acuerdo con la jurisprudencia constitucional, “si bien, existe reserva legal para este
tipo de documentación, figura con la que se pretende proteger en principio el derecho a
la intimidad de los pacientes, dicha limitación al conocimiento de la información no
puede ser un obstáculo para el ejercicio de derechos de terceros cuando el paciente
fallece”(Araujo et al., 2005) Cuando “el paciente muere surgen derechos de orden
familiar que deben ser protegidos con fundamento en el derecho a obtener la verdad
sobre las causas y motivos de la muerte de un ser querido, y además con base en el
derecho a la intimidad de orden familiar(Cepeda, 2008).” En la sentencia T-158A de
2008, la Corte Constitucional estableció los siguientes parámetros para considerar que
un familiar tiene derecho a acceder a la historia clínica de una persona:
Lo anterior, implica que no es posible hacer circular los datos obtenidos y que éstos
solamente podrán ser utilizados para satisfacer las razones que motivaron la solicitud.
Acreditado el cumplimiento de estos requisitos, la institución prestadora de servicios de
salud o, de manera general, la autoridad médica que corresponda, estará en la
obligación de entregarle al familiar que lo solicita, copia de la historia clínica del difunto
sin que pueda oponerse para acceder a dicho documento el carácter reservado del
mismo” (Cepeda, 2008)
Este mismo criterio ha sido acogido por algunas legislaciones y Tribunales de otros
países, en los que se considera que la divulgación de información médica relativa al
estado de salud de una persona fallecida o, de manera general, la revelación de datos
íntimos y personales de un individuo que muere, puede comportar la vulneración del
derecho a la intimidad de su núcleo familiar.
En otras palabras, entre más cualificado deba ser el consentimiento informado, “la
competencia del paciente para decidir debe ser mayor y aparecer más clara”. Ello
evidencia que el ejercicio de la autonomía del paciente, lejos de ser un concepto
absoluto, “depende de la naturaleza misma de la intervención sanitaria”. Expuesto lo
anterior y frente a su primer interrogante, debe indicarse que el mismo no es muy
preciso, como quiera que una vez verificada la normativa y la jurisprudencia alusiva al
tema objeto de consulta, en esta no se hace alusión al término: “testigos en la práctica
médica”, razón por la que conceptualmente no es procedente establecerlo, toda vez
que un concepto no es más que la interpretación de una norma preexistente, tal y como
lo ha aclarado la Honorable Corte Constitucional, en la Sentencia C-542 de 200535 , en
donde, entre otros, señaló: (…) Los conceptos desempeñan una función orientadora y
didáctica que debe realizar la autoridad pública bajo el cumplimiento de los supuestos
exigidos por la Constitución y las leyes (Scharfstein & Gaurf, 2013).
Los procesos judiciales deben ser públicos. Además, la Corte Constitucional revisa
eventualmente las acciones de tutela con el propósito esencial de unificar la doctrina
constitucional para de esa manera orientar la actividad de los distintos jueces en la
materia. La protección del sosiego familiar de la peticionaria no puede entonces llevar a
la prohibición de la publicación de la presente sentencia, o a la total reserva del
expediente, por cuanto se estarían afectando de manera desproporcionada el principio
de publicidad de los procesos y la propia función institucional de esta Corte
Constitucional. Es pues necesario armonizar la protección de la intimidad de la
peticionaria con los intereses generales de la justicia(Cifuentes et al., 1999).
Si los individuos son libres y agentes morales autónomos, es obvio que es a ellos a
quienes corresponde definir cómo entienden el cuidado de su salud, y por ende, los
tratamientos médicos deben contar con su autorización. En efecto, "la primera
consecuencia que se deriva de la autonomía, consiste en que es la propia persona (y
no nadie por ella) quien debe darle sentido a su existencia y, en armonía con él, un
rumbo". Por ello esta Corte ha señalado que del "principio general de libertad emana el
derecho específico de la autonomía del paciente que le permite tomar decisiones
relativas a su salud." Igualmente, si las personas son inviolables, sus cuerpos también
lo son, por lo cual no pueden ser intervenidos sin su permiso(Cifuentes et al., 1999).
Es importante aclarar que en aquellos casos en los que como consecuencia de una
afección grave en la salud de una persona, surgen de manera colateral otras dolencias
que pueden ser aliviadas o alteradas con la realización de un procedimiento médico
encaminado a solucionar esa enfermedad principal, todos los médicos especialistas
que por razones propias al estado de salud del paciente hayan tenido que rendir algún
concepto médico en alguna de las etapas de la evolución médica del paciente, o que
dada su especialidad puedan dar con mayor exactitud un concepto médico acerca de
las patologías que surgieron de manera colateral o como consecuencia de la
enfermedad principal(Araujo et al., 2005), deberán igualmente informar al paciente de
los efectos que aquel tratamiento pueda tener en su salud y en su vida, informándole
acerca de los verdaderos efectos que dicho procedimiento médico tendrá de manera
concreta en las patologías derivadas de esa enfermedad principal y en su salud en
general.
“La prestación de los servicios de salud como componente de la seguridad social, por
su naturaleza prestacional, es un derecho y un servicio público de amplia configuración
legal, pues corresponde a la ley definir los sistemas de acceso al sistema de salud, así
como el alcance de las prestaciones obligatorias en este campo (C.P. 48 y 49). La
salud no es entonces, en principio, un derecho fundamental, salvo en el caso de los
niños, no obstante lo cual puede adquirir ese carácter en situaciones concretas
debidamente analizadas por el juez constitucional (Araujo et al., 2005), cuando este
derecho se encuentre vinculado clara y directamente con la protección de un derecho
indudablemente fundamental. Así, el derecho a la salud se torna fundamental cuando
se ubica en conexidad con el derecho a la vida o el derecho a la integridad personal”
A pesar de que, en los últimos años, la asignación presupuestal del sector de la salud
ha tenido un notorio incremento, los recursos siguen siendo insuficientes para atender
todos los requerimientos de los ciudadanos, situación que no ha permitido la reducción
del uso de la acción de tutela. Pero poder decir que, para lograr la efectividad de la
norma, que aún hace falta mucho más compromiso estatal para que por fin se tenga un
verdadero Derecho a la Salud en Colombia, que responda con integridad a los
principios establecidos en la Ley Estatutaria, que permita una reducción de acciones de
tutela para velar el derecho a la vida, a la salud. La conexión directa con derechos
expresamente consagrados. Algunos derechos no aparecen considerados
expresamente como fundamentales.
Sin embargo, su conexión con otros derechos fundamentales es de tal naturaleza que,
sin la debida protección de aquellos, estos prácticamente desaparecerían o harían
imposible su eficaz protección. En ocasiones se requiere de una interpretación global
entre principios, valores, derechos fundamentales de aplicación inmediata y derechos
económicos sociales o culturales para poder apoyar razonablemente una decisión
judicial.
Referencias bibliográficas
Araujo, J. R., Beltran, A. S., & Cepeda, M. J. E. (2005). T-1229-05 Corte Constitucional
de Colombia. https://www.corteconstitucional.gov.co/.
https://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2005/T-1229-05.htm
Calle, Maria Victoria Correa. Sachica, Martha Victoria Mendez. Vargas, L. E., & Sierra,
H. A. (2011). T-548-11 Corte Constitucional de Colombia.
https://www.corteconstitucional.gov.co/.
https://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2011/t-548-11.htm