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LUIS JAIME, el educador

“Soy docente, interesado en temas relacionados con mi diario trajín. No me


considero un experto. Admito que he aprendido a vivir la educación gracias a mi
contacto frecuente con maestros y estudiantes.”
Luis Jaime Cisneros

El jueves 20 la noticia de la muerte de Luis Jaime Cisneros corrió como pólvora de la


radio, a la TV, a la prensa escrita, a las revistas. Lamentable noticia no sólo para los
amigos y alumnos cercanos, sino para el país que perdía en la plena madurez a un
educador, antes que al lingüista, filólogo y médico con estudios concluidos.

Quisiera rescatar al Luis Jaime educador, pues sería mezquino no reconocer que llevaba
en su hacer y quehacer lo que otro pedagogo, perdido también, llamaba el arte de educar
en esencia.

Habrán crónicas sobre su producción especializada y testimonios de discípulos con quien


interactuó y recuerdan cómo mediante el diálogo iba haciendo que el interlocutor
descubra aquello que era motivo de consulta, de consejo, de curiosidad. No imponía, no
recomendaba. Daba pistas respetando al otro que tenía enfrente. Habrá testimonios
importantes y anecdotarios también que permitirán tener el perfil de la persona que marcó
con su enseñanza a más de una generación en la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos y en la Pontificia Universidad Católica del Perú, sin desconocer a otras
instituciones especializadas. Todo ello da la dimensión del educador perdido.

Luis Jaime se volvió el referente obligado tanto en política educativa como en el quehacer
de la educación en el estudio y en el desempeño en el aula. Desde ese ángulo es
necesario recordarlo pues a los maestros que fuimos sus alumnos y los demás que lo
conocieron no por sus sabias lecciones en la Universidad sino por los artículos
periodísticos que desde La Prensa, el Observador y estos últimos años en La República
llegaban a los confines del país. Existen maestros que esperaban el domingo para leer el
artículo y luego fotocopiarlo para distribuirlo en el sindicato, en la escuela. Comentarios tal
vez simples, no académicos, pero sentían que les escribía para ellos, los maestros que lo
conocieron por el periódico. No sé si alguna vez conoció Luis Jaime este detalle, pero lo
rescato pues dice bien de cómo su mensaje se volvía enseñanza y nutría a docentes que
sabían de su sapiencia y experiencia.

En estos últimos años hemos disfrutado desde 2008 hasta este último 16 de enero de su
columna dominical que llamaba Aula Precaria. ¿Por qué eligió ese nombre? No he
encontrado una respuesta, por ello supongo que nos quiso recordar dominicalmente que
el aula desde la que se dirigía era de escasa estabilidad, seguridad o duración. También
se referiría a que dicha aula carece de los recursos y medios económicos suficientes. Que
eso es la educación en el Perú. Y fina y sutilmente nos lo recordaba, antes de entregarnos
su preocupación central.

Veamos algunas reflexiones que seguirán repicando entre todos los peruanos y de
manera especial en quienes tienen el deber de dirigir al país por los cauces educativos en
donde el ser humano es el eje y la razón de ser del esfuerzo no sólo económico sino
intelectual.

Para quienes les gusta hablar de calidad de la educación –y ahora último hemos visto y
presenciamos a las autoridades y a quienes postulan en las elecciones-, Luis Jaime
dijo:“Una educación de calidad debe asegurarnos alumnos bien informados, conscientes
de lo que vale la moral y de lo que significan los valores; con sólida formación cívica y
enriquecidos con el saber. Una educación de calidad solamente puede ser ofrecida por
maestros de clara vocación, preparados para ejercer profesionalmente la docencia. “La
educación es fundamentalmente interacción de sujetos que aprenden (estudiantes) y
sujetos que enseñan (docentes)”. La razón de ser de los maestros y maestras es
“promover aprendizajes óptimos y pertinentes”. “Lo dice un documento del Consejo
Nacional de Educación. Esa calidad de formación docente la garantiza ahora la nueva
carrera pública magisterial. Una sociedad respaldada por una educación de calidad puede
confiar en que educa a una comunidad capaz de asegurar el progreso y caminar
rectamente hacia el porvenir. (Educación y calidad en el Perú. En La República, 31/05/2009).

Pero ¿qué es el magisterio? Reflexionando sobre Enseñar en el Perú luego de


consideraciones muy importantes expresa: “El magisterio es una carrera profesional que
se vive con ardorosa pasión y decidido empuje. No es un empleo circunstancial que nos
distrae. Maestro que no esté concentrado en lo suyo está desmintiendo la imagen
magisterial. Si hablamos de una „carrera‟ hay que admitir que estamos aludiendo a una
continuidad, que supone etapas: ingreso, marcha (y ascensos progresivos en la marcha) y
cúspide. Esos ascensos están relacionados con el esfuerzo docente y los logros
estudiantiles, y no con la antigüedad en el magisterio. La antigüedad sólo es mérito
cuando va felizmente asociada a la calidad del aprendizaje, fruto de una enseñanza
calificada. Y para que los ascensos no estén librados a circunstancias ajenas a la vida
laboral, la ley previsoramente ha fijado los periodos en que el Estado debe convocar a
concursos, que deben ser preferentemente bianuales. Claro es que debemos entender
que, tratándose de una carrera, los deméritos conllevan medidas explicables en todo
sistema de evaluación”. (Enseñar en el Perú. En La República, 13.09.2009)

Muchas críticas sin duda tuvo esta opinión. Reflexionaba con claridad desde su ferviente
identidad de maestro, más allá de los intríngulis políticos que se han venido tejiendo. Su
autoridad académica y profesional lo ponía por sobre estas rencillas domésticas. Y estas
se daban tanto desde el Estado como desde la agremiación de docentes. Zanjaba de
manera inmediata las disquisiciones sobre el tema sin complejizarlo. Así decía “Si existe,
pues, una carrera magisterial, imprescindible es que nos preguntemos cuáles son los
requisitos para acceder a ella. ¿Solo buena voluntad y entusiasmo? Por lo pronto, no
basta haber terminado los estudios secundarios. Hay que tener conciencia clara de
nuestra condición de país pluricultural. Desde el inicio debe quedar establecido que hay
que merecer ser candidato a maestro. Un estudiante crecido en zonas costeras debe
estar preparado para enfrentarse (si el destino así lo determina) a sus compatriotas del
Ande o de la Selva. Debe, por tanto, estar vivamente interesado en compartir con ellos la
vibración espiritual que los identifica como peruanos. Como peruanos del siglo XXI,
necesitados de conocer las urgentes necesidades de los muchachos de estas
generaciones nuevas para que la enseñanza pueda ofrecerles el camino correcto que
conduce a la felicidad, la justicia y la verdad. ”. (Enseñar en el Perú. En La República, 13.09.2009)

Mirando a lontananza, Luis Jaime siempre se preocupó de lo que vendría, de los nuevos
retos. Sobre el presente siglo su reflexión fue: “Estamos desarrollando la primera década
del siglo XXI y nos apena comprobar que en muchos círculos todavía no se ha abierto
paso el nuevo concepto de las Humanidades. Hablar de un nuevo concepto del término
es, en realidad, un grave error. Lo que ha ocurrido es que las humanidades están
recobrando su real significación y están actualizando su valor inicial. Es en el mundo
universitario donde se advierte el problema con más eficacia, y es desde ese mundo de
donde debe partir nuestra llamada de alerta. A medida que el conocimiento se nos va
revelando como fruto del trabajo interdisciplinario, y de que hemos venido interesándonos
por el qué y el cómo como modos de la realidad, estamos volviendo a las viejas lecciones
de los griegos. Es el progreso tecnológico de los últimos 50 años el que ha devuelto al
mundo griego el ímpetu y el ancho dominio de las humanidades.”

“A la universidad correspondía trabajar, en el siglo pasado, en ese campo, y es por eso


por lo que cada vez que en las discusiones pedagógicas se tocaba el tema de las
“humanidades”, la esfera consultada era necesariamente la universitaria. Ahora se impone
reflexionar para adquirir una idea más clara del asunto. Desde la conferencia mundial
sobre Educación Superior, convocada por Unesco en 1998, se ha venido observando
cómo el fenómeno de la globalización y las exigencias de la sociedad de consumo han
terminado por generar en el mundo universitario, tanto como en el mundo escolar, una
conciencia clara del mundo cultural. La tajante división de las disciplinas, que fue fruto de
discusiones intensas de nuestra vida escolar y universitaria, se está reemplazando,
claramente, por una conciencia de la interdisciplinariedad.” (Pensar en el siglo XXI. 17.01.10)

También pensaba en la escuela y su rol en este nuevo siglo y el enfoque que debería
tener. No ajustaba su discurso a la política del gobierno de turno, todo lo contrario, daba
pistas para un reflexión mayor que diese contenido teórico a la propuesta que era
impulsada. Concerniente a la escuela en este siglo nos dijo: “La escuela no puede estar
ajena a esta realidad (se refiere a la descrita en el párrafo anterior). Desde ella, el alumno
debe estar preparado para saber que no hay respuestas definitivas para cada problema,
que debe ser abordado desde varias perspectivas, con espíritu crítico. Hay una manera
de que esto se entienda desde la esfera escolar. Basta con observar que tan importantes
para la formación son el arte y los deportes, como Antropología, Matemáticas, Lingüística
y Geografía. Quiere decir que antes de iniciar una especialización, el candidato debe
hallarse interdisciplinariamente preparado. Estas son las razones por las que los grandes
pensadores de la hora han hecho del tema su gran preocupación. Esa reflexión nos sirve,
por lo pronto, para no hacer de la interdisciplinariedad un “comodín metodológico”. En el
fondo, debemos reflexionar sobre el saber y sobre el conocimiento. Se trata de entender
que ya no es tan fácil comprender al hombre y a la sociedad desde una determinada
esquina del conocimiento. Por otro lado, para que el espíritu se vea beneficiado es
necesario devolverle a la reflexión y a la crítica sus viejos y permanentes valores. El
camino que nos conduce a esa nueva realidad está cruzado de disciplinas diversas. (Pensar
en el siglo XXI. 17.01.10)
Meses después se preocupa, por un tema que hemos venido planteando desde hace
tiempo: informar, dar cuenta de lo que se hace en el sector por parte del Ministro de
Educación y quienes comparten con él la responsabilidad de la educación nacional. Los
informes se reducen a quejas, señalamientos de culpables y nunca una autocrítica.
“Cuando hacemos frente a los informes que las autoridades y las instituciones
comprometidas hacen sobre lo conseguido hasta ahora en materia de educación,
comprobamos cuán desinformada está, en verdad, la ciudadanía sobre los proyectos
educativos en ejecución. Poco se sabe cuánto hemos avanzado del Proyecto Educativo
Nacional y cuánto queda pendiente”.

Nos preguntamos por qué las autoridades se preocupan del PEN, sólo cuando existen
reuniones protocolares. A la ciudadanía se le obvia, se le ignora. Sólo se da cuenta a
través de los medios de lo que es exitoso en el sector –que por lo general son
construcciones o textos- ¿y lo demás? Cisneros nos dice al respecto: “La duda principal
que todos deberíamos tener presente, y que es la clave del problema educativo: cómo
conseguimos que se logre un aprendizaje de calidad, y que ese aprendizaje esté
garantizado a lo largo de toda la república para todo tipo de estudiante. La calidad –es
cosa sabida– no tiene que ver con lo que se enseña y lo que se aprende, sino en cómo se
enseña y cómo se aprende. Es un asunto que concierne al método. Y el responsable, en
primer grado, es ciertamente el profesor. No lo entienden bien muchos padres de familia,
que creen que el método del profesor debe servir para todo el salón. El asunto está en
que el método del profesor se relaciona con el alumno: con su índole, con sus aptitudes,
con su capacidad y su inteligencia, con su aptitud para razonar y argumentar.

Si el profesor no conoce a los alumnos, no hay manera de que pueda ofrecer una
enseñanza de calidad, ni puede esperar que los muchachos logren un aprendizaje de
calidad. Los padres de familia deben comprender esta realidad. Un salón de clases
congrega a muchachos de aptitudes distintas. No han ido al colegio a recibir instrucción
determinada, como ocurre con los soldados en el cuartel. Han ido para recibir educación.
La tarea del profesor es trabajar para que el alumno descubra y organice sus aptitudes y
aprenda a ordenarlas con el objeto de organizarse como „persona‟, con sus personales
aciertos y errores. Enseñar a aprender y a argumentar son tareas que el profesor debe
cumplir para iniciar la búsqueda del conocimiento. Ese es el camino. (Hora de reformar la
escuela. 04.04.10)

Lo que expresa no debería ser novedad pues la fuente de su reflexión fue el Proyecto
Educativo Nacional. Decía “Todo eso estaba previsto en el Proyecto Educativo Nacional
(PEN). Por eso conviene analizar, a la luz de los objetivos que el PEN tuvo desde el
comienzo, qué se ha logrado y qué constituye todavía una esperanzadora expectativa.
Para empezar, el objetivo central del PEN es lograr la estructura del sistema educativo.
Cambiar radicalmente. Un cambio de estructuras tiene que lograr, por ejemplo, que los
alumnos de las escuelas urbanas reciban la misma educación que los que estudian en las
escuelas rurales. No cabe discriminación de esa naturaleza, y esa es la primera lección
que deben aprender los peruanos. Pero no basta haber logrado igualar los métodos en la
ciudad y en el campo. Hay que hacer que la educación esté a la altura de la que se ofrece
en las escuelas de otros países, que dedican a la educación una participación en el PBI
superior (muy superior) al 3%, que es una penosa muestra frente a lo que pueden ofrecer,
acá en América, países como México, que es del 8.2%. Para que podamos lograr un
cambio radical, la ciudadanía entera debe sentirse comprometida en el cambio y, por lo
tanto, en las operaciones que garantizan la radical nueva estructuración.”.(Hora de reformar la
escuela. 04.04.10)
Expresa luego cómo de manera pedagógica el Consejo Nacional de Educación induce a
través de preguntas lo que se requiere para asegurar los pasos que se vienen dando: “El
Consejo Nacional de Educación, en un documento de su presidente, formuló cinco
preguntas necesarias de plantearse para poder asegurar de verdad la reforma. No se
refieren concretamente ni al alumno ni al profesor. Se refieren a la responsabilidad que el
gobierno tiene que asumir (y con él la ciudadanía) para que el cambio sea efectivo.
Algunas de esas preguntas tendrían que ser memorizadas por la ciudadanía. Pongo, por
ejemplo, la que pregunta “cómo garantizamos a los niños, en especial a los más
pequeños y más pobres, todas las condiciones que les permitan un inicio auspicioso de su
escolarización”. Otra pregunta que la ciudadanía debería formularse como deber cívico:
“cómo reformamos la profesión docente de un modo que abra paso a prácticas más
efectivas de enseñanza en escuelas, a su vez, rediseñadas y fortalecidas”. Una de estas
preguntas apunta a un aspecto que la escuela no puede ignorar: cómo se alimentan
nuestros estudiantes en las zonas pobres, “en particular las rurales”. Estudiante mal
alimentado en el hogar será estudiante de bajo rendimiento en la escuela: no hay manera
de que se nos ofrezca un aprendizaje de calidad.

Maestros bien formados constituyen una garantía de buena enseñanza calificada.


Alumnos bien alimentados constituyen modelos en quienes se puede lograr buen
aprendizaje. Si constituimos de estos una preocupación necesaria y un signo claro de
peruanidad, es probable que estemos trabajando por la reforma de la educación“. (Hora de
reformar la escuela. 04.04.10).

A quien le cae el guante que se lo chante, dice el refrán popular. Cada uno saque su
conclusión. Cisneros fue claro, directo y enfático al emitir sus opiniones. La sapiencia fruto
del conocimiento, la experiencia y de haber dedicado tiempo para pensar el Perú, le da
autoridad para poner por escrito lo que debería servir como lineamientos generales que
puedan inspirar una política educativa centrada en el sujeto de la educación, en la
institución educativa, en los padres de familia, en la comunidad. Muchos de los que se
dicen sus discípulos y están en cargos públicos deben hacer de sus escritos lectura
obligada para un mejor ejercicio de la función educativa.

Nos dice que “Estamos insertos dentro de un proceso de cambios radicales, que aspira a
instaurar un nuevo tipo de sociedad. La educación ha sido afectada por este proceso, y se
orienta ahora a robustecer la relación hombre-trabajo. Participar en esta sociedad reclama
varias esferas del hombre. Acá se trata de participar en tanto que miembro del núcleo
familiar responsable. En el marco aludido, la familia se integra dentro de la comunidad, y
es la célula de todo este sistema social. Sin ella no tiene sentido el esquema. En la
estructura de la reforma social está consagrada la intangibilidad de la familia. Porque la
reforma educativa reconoce esto: los padres de familia son copartícipes y
corresponsables de la educación. Pero esta responsabilidad no se circunscribe a la
educación de nuestros hijos concretos: debe interesarse por el proceso de educación que
afecta a todos los estudiantes del Perú. Se trata, pues, de una responsabilidad social, por
la que puede pedirme cuentas la comunidad.” (Reflexiones sobre la escuela. 26.12.10)

También nos dice que “Una sólida reforma educativa es asunto de generaciones. La
lograremos acá si el esfuerzo conjunto nos permite descubrir los resquicios por los que
ahora se cuelan malos vientos, Si es verdad que la orientación principista suele parecer
clara en las declaraciones, no es menos cierto que esa orientación todavía no se advierte
con eficacia en nuestra escuela secundaria. La orientación ideológica de nuestra
enseñanza tiene que ser rigurosamente humanista. Solo que esa calificación no dice, en
este siglo XXI, lo que decía cuando éramos estudiantes. Las investigaciones de Bohr son
avances logrados, como en la época de los griegos, por los retos del humanismo de su
época.” Hoy se trata de “… revitalizar al hombre. Pero debemos revitalizarlo en esta hora
concreta del mundo, donde los otros pueblos juegan su destino en medio de una gran
confusión. Un alumno debe egresar de la secundaria con una clara posición filosófica ante
la vida y ante los hombres, y ante la justicia y el poder. Todo eso implica ciertamente una
ideología. Si creemos que una determinada ideología puede ser perniciosa, y preferimos
la que nutrió nuestra propia educación, corremos el grave riesgo de malograr la educación
de nuestros hijos. Apenas lo afirmo, me asusto y me preocupa el alcance que pueda
darse a mis palabras. (Reflexiones sobre la escuela. 26.12.10)

Recomienda, como si fuera un asesor que monitorea el sistema educativo nacional, que
se debe “Procurar que los alumnos aprendan a observar y descubran que la experiencia
no solamente debe ser compañera indispensable del conocimiento, sino estímulo para
mejorarlo constantemente refleja una ideología. Si los estudiantes deben ir desechando el
prestigio de sus propias facultades creadoras, están recibiendo una ideología. Y si, en fin,
se educan con una constante preocupación por el hombre peruano necesitado de ir
afianzando su condición de tal en un medio duro, y aprenden a reconocer los diversos
oficios por los cuales este compatriota es capaz de construir el Perú, y a reconocer los
lugares en los que labra la felicidad de todos ellos, están recibiendo una ideología. Como
la reciben cuando leen los principios aristotélicos de la verdad. Lo que ocurre es que, a
nosotros, en una hora distinta, no nos preocupaban esas cosas”. (Reflexiones sobre la escuela.
26.12.10)

Para finalizar tres respuestas de Luis Jaime a preguntas realizadas por la revista Ideele
de marzo de 2010 que resumen lo que es su pensamiento y querer pedagógico: “Como
experto en educación, ¿qué medidas plantearías para mejorar la educación escolar,
especialmente la pública? Soy docente, interesado en temas relacionados con mi diario
trajín. No me considero un experto. Admito que he aprendido a vivir la educación gracias
a mi contacto frecuente con maestros y estudiantes. Una mesa redonda entre docentes
serviría para descubrir nuestras carencias en materia educativa. Pero, para empezar, no
hay una preocupación nacional por estos temas. Hace años, el Consejo Nacional de
Educación propuso un Plan Educativo, que está vigente en el papel. No dará sus frutos
hasta que nosotros, como ciudadanos, no sintamos que la educación es un tema personal
de cada uno. · (Entrevista por Ernesto De la Jara en la Revista IDEELE de Marzo del año pasado)

Una parte importante del país tiene como idioma original el quechua, el aimara o el
shipibo, pero desde que entran al colegio estudian en castellano. ¿Cómo afecta
esto al aprendizaje, la identidad, la autoestima? ¿Cómo debería ser? “Ése es el nudo
umbilical que explica las dificultades para desarrollar con éxito una plausible política
educativa. Todavía nos cuesta entender que somos un país pluricultural y, en
consecuencia, plurilingüe. Lo tuvo en cuenta Sendero Luminoso durante sus largos años
de terror. Y nunca le dieron al tema los gobiernos, la esperable atención. La política
cultural bilingüe, cuyas ventajas apreció debidamente el Gobierno de Velasco, no ha
alcanzado todavía sus frutos totales. Pero hay que convencerse: el niño debe iniciar su
vida escolar en el idioma adquirido en la casa. (Entrevista por Ernesto De la Jara en la Revista IDEELE
de Marzo del año pasado)
Que no sea olvidada la reflexión y el mensaje pedagógico de Luis Jaime Cisneros. Que su
recuerdo no se diluya con los calores del verano, sino abrigue el pensamiento creativo e
innovador de quienes tienen la gran responsabilidad de educar. Dijo al responder a la
pregunta ¿Algún error o arrepentimiento en tu trayectoria? “Vivo en constante actitud
crítica, y me es fácil reconocer errores. La docencia me ha acostumbrado a rectificarme
cuando es necesario. ¡Y me rectifico a menudo!” (Entrevista por Ernesto De la Jara en la Revista
IDEELE de Marzo del año pasado) . (29.01.11).

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