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SUMARIO: I. Introducción II. Una cuestión previa: ¿cómo se producen los efectos traslativos
de la propiedad en la “venta de bien ajeno”? III. La “venta de bien ajeno”, ¿es jurídicamente
imposible? IV. La “venta de bien ajeno”, ¿es un acto contrario al orden público? V. La “venta
de bien ajeno”, ¿puede ser, al mismo tiempo, rescindible para el comprador, pero susceptible de
ser declarado nula a solicitud del propietario del bien? VI. Del reconocimiento legislativo al
desincentivo jurisprudencial de la “venta de bien ajeno”: entonces, ¿para qué sirve? VII. ¿Cómo
proteger al verdadero propietario y al adquirente que desconoce que efectivamente está
celebrando un contrato de “venta de bien ajeno”? VIII. Conclusión
MARCO NORMATIVO:
• Código Civil: arts. 948, 949, 1409, 1470, 1471, 1472 y 1537.
I. INTRODUCCIÓN
b) La venta de bien ajeno es un acto contrario al orden público, por transgredir un ilícito
penal (artículo 197, numeral 4, del Código Penal).
Esta solución jurisprudencial solo se puede justificar por estimarse que ella otorga una
mayor protección a los verdaderos propietarios de los bienes, e incluso a los adquirentes que no
son informados que el bien no pertenece al vendedor. Sin embargo, ¿realmente se les otorga una
protección adicional?
La “venta de bien ajeno” ha generado diversas y encontradas posiciones, desde que ciertos
sistemas jurídicos aceptan la posibilidad de celebrar válidamente contratos de venta de bienes
ajenos, mientras que otros proscriben su validez.
De acuerdo con la norma legal citada, la obligación que asume el “deudor” es la de obtener
que el “acreedor” adquiera la propiedad de un bien que ambos saben pertenece a un tercero y no
al “deudor”. Siendo así, debe anotarse que la obligación no es, precisamente, transmitir la
propiedad del bien(4). Por ello, la transferencia de la propiedad queda diferida al momento en
que se verifique la obtención del bien a favor del “acreedor”.
Si estas normas son concordadas con aquella que establece que el contrato tiene por objeto
crear, regular, modificar o extinguir obligaciones y luego con las que definen cada uno de los
llamados “contratos nominados”, que aluden únicamente a las obligaciones creadas por cada
contrato, se tendría que concluir que, en nuestro sistema, el contrato no tiene eficacia real, sino
meramente obligacional(5).
Resulta ilustrativo tener en cuenta la posición de la doctrina italiana, fuente del anotado
artículo 1537 del Código Civil. En ese sentido, Luigi Ferri, comentando el artículo 1478 del
Código Civil italiano de 1942(6), precisa que “en este caso [se refiere a la compraventa de bien
ajeno], el contrato no es inválido o incompleto desde su celebración; aquí el efecto traslativo del
derecho no se realiza en el momento de la celebración del contrato, sino que es reenviado a un
segundo momento que está representado, siempre en esta hipótesis, por la adquisición de la
propiedad de la cosa por parte del enajenante; este contrato es, pues, desde un inicio, un contrato
obligatorio, es decir, que tiene efectos meramente obligatorios, como resulta del artículo citado,
primer párrafo, en el que se establece que, en la venta de cosa ajena, el vendedor está obligado a
procurarle la adquisición al comprador. Ergo, si no hace todo lo necesario que está en su poder
para alcanzar este propósito, deberá considerarse no-cumplido, con todas las consecuencias que,
en los contratos con prestaciones recíprocas, se enlazan con el incumplimiento de una de las
partes (resolución del contrato, resarcimiento de los daños)”(7).
La ley establece que el objeto del contrato debe ser posible(8). Ello se tiene que entender en
el sentido de que la prestación o actividad que las partes se han obligado a desarrollar, debe ser
material o jurídicamente posibles. Ad impossibilia nemo tenetur; impossibilium nulla est
obligatio. Nadie puede obligarse a algo que es imposible. En ese sentido, es correcto que la
doctrina jurisprudencial afirme que “ningún sujeto puede vender el bien del cual no es
titular”(9).
Sin embargo y como el artículo 1409, inciso 2 del Código Civil permite obligarse respecto a
los bienes ajenos, se comprueba que no existe transgresión de norma legal imperativa ni del
orden público(11); más aún, si la prestación o actividad del “deudor” no es transmitir la
propiedad del bien, sino obtener que el “acreedor” adquiera la propiedad de un bien que ambos
saben pertenece a un tercero. Por ello, admitir la validez de la “venta de bien ajeno” no implica
el aceptar que por efecto de un contrato las partes puedan afectar el patrimonio del tercero.
Un contrato no puede ser rescindible para una persona y nulo para otra, al mismo tiempo.
Esta afirmación es un contrasentido, toda vez que la nulidad tiene efectos erga omnes. Si el
contrato es nulo para el tercero propietario, es nulo también para el “acreedor”, para el “deudor”
y, en general, para cualquiera.
Siendo que el tercero propietario no participa del contrato de “venta de bien ajeno”, el
principio de relatividad de los contratos descarta su intervención y, por lo tanto, no puede
declararse la nulidad a solicitud de aquel. Concluyéndose, entonces, que la “venta de bien
ajeno” solo es rescindible a solicitud del comprador.
Debe destacarse que, cuando la ley señala que la “venta de bien ajeno” es rescindible a
solicitud del comprador, se reconoce implícitamente que se está ante un contrato válido. Vale
decir, no existen vicios que afecten su eficacia estructural; se está ante un problema de eficacia
funcional por el efecto real diferido.
Como queda dicho, el artículo 1539 del Código Civil otorga al comprador la posibilidad de
solicitar la rescisión del contrato de bien ajeno, en caso de que el vendedor no le haya
informado que el bien no le pertenece. Sin embargo y en estricto, cuestionándose el carácter
rescindible de la “venta de bien ajeno” toda vez que “el perjuicio del comprador se produce por
una situación sobrevenida y no contemporánea a la celebración del contrato”, se sostiene que
procede demandar la resolución del contrato por incumplimiento del vendedor(12).
La eficiencia generada por los contratos de venta de bien ajeno se aprecia también en la
posible indemnización a cargo del “deudor”. Así, si este en la “venta de bien ajeno” asume ante
el “acreedor” la obligación de indemnizarle en caso de que no logre obtener que este último
obtenga el bien materia de compraventa, es porque confía en lograrlo y tratará por todos los
medios posibles en hacerlo. Y es que, de no cumplir con lo prometido, se verá obligado a
indemnizarlo con un monto tal que lo ponga en la situación en la que estaría si es que se hubiera
cumplido el contrato; siendo esto, precisamente, lo que de-salienta suficientemente cualquier
compromiso, sin más, de “venta de bien ajeno”. Solo se celebrará este tipo de contratos cuando
la posibilidad de que se verifiquen los efectos traslativos sean altos. Siendo así, su celebración
no debe ser desincentivada.
Los verdaderos propietarios, a medida que son extraños –no obstante que les afectan
directamente la relación jurídica creada por el contrato de “venta de bien ajeno”, son terceros
civiles respecto a ese vínculo(13).
Por ello y frente al contrato de “venta de bien ajeno”, los terceros civiles tienen la elección
entre aceptar la estipulación o de rechazarla. Vale decir, tienen como primera alternativa utilizar
en su favor la actuación jurídica ajena(14). Ellos serán entonces los dueños de la situación.
Debe repararse que, el indicado conflicto de intereses entre las partes del contrato de “venta
de bien ajeno” y los terceros civiles, no afecta la validez del mencionado contrato. Este dato
tiene vital importancia, pues permite distinguir la inoponibilidad de otras figuras. Pero, aun
manteniendo la validez, se reducen o limitan sus efectos indirectos, eliminando la posibilidad de
afectar a la esfera jurídica ajena, creando en favor del tercero protegido por la norma la ficción
de que el acto no se ha producido. “El fundamento inmediato de la inoponibilidad consistirá, por
lo tanto, en evitar que sean perjudicados los legítimos derechos de los terceros que ostentan
derechos anteriores a la realización de una actuación ajena. Esa protección se materializa
mediante el otorgamiento al tercero de la facultad –que podrá o no utilizar, según su
conveniencia– de considerar aquel acto como no realizado”(16).
Por lo tanto, puesto que los contratos solo obligan a las partes que los celebraron y teniendo
en cuenta que en la “venta de bien ajeno” ninguna participación ha tenido el verdadero
propietario, tales convenciones que se realizaron sin su intervención le son inoponibles.
Por ello, si el verdadero propietario se encontrara en posesión del bien vendido sin su
autorización y el pretendido comprador le exige la entrega, aquel le podrá fácilmente rechazar la
exigencia.
Sin embargo, la inoponibilidad no solo sobre la base del respeto a los derechos adquiridos
con anterioridad, que es el fundamento para el amparo al verdadero propietario del contrato de
“venta de bien ajeno”; sino, también, en la protección de la apariencia, situación en la que se
encontraría el “acreedor” que desconoce que efectivamente está celebrando una “venta de bien
ajeno”. En tal caso, la combinación de las normas de protección a la apariencia y las normas de
protección a la anterioridad determinan que se llegue a un resultado de inoponibilidad en favor
de los “acreedores” de buena fe que confían en la apariencia, en tanto no se produzca la
constancia pública o registral de aquel acto, o el conocimiento efectivo por parte del tercero,
“aunque la adquisición de los derechos por el tercero no sea anterior al acto jurídico ajeno”(17).
Esa situación se presenta cuando el verdadero propietario no tuviese la posesión del bien,
quien en principio podrá reivindicarlo de aquel que lo tuviera en su poder; aunque, no le será
fácil reclamarlo.
Así, si se trata de un bien mueble y salvo que hubiese sido adquirido con infracción de la ley
penal o si se trata de un bien perdido, como la posesión vale título en virtud de lo dispuesto por
el artículo 948 del Código Civil, quien lo hubiese comprado habría también adquirido la
propiedad del mismo, siempre y cuando hubiera actuado de buena fe. Inclusive, en tales
supuestos de excepción, si el bien hubiese sido vendido en una tienda o establecimiento
comercial, el comprador adquirirá la plena y segura propiedad del mismo, ya que dicho bien se
convertirá en irreivindicable, de acuerdo con el artículo 1542 del Código Civil. De tal modo
que, tratándose de bienes muebles, será muy difícil plantear la acción reivindicatoria de los
mismos y tener éxito en dicho proceso. Se debe exceptuar, no obstante, de esta generalización,
el caso de los bienes muebles registrados que, de haber estado debidamente inscritos a nombre
del verdadero propietario, cuya reivindicación será factible.
Para el caso de los bienes inmuebles, siempre y cuando estos hayan estado debidamente
inscritos a nombre del verdadero propietario en los Registros Públicos, también será factible la
reivindicación de los mismos; de lo contrario, de no haber tenido su inscripción en regla, se
derivarán los problemas relativos a la concurrencia de acreedores.
VIII. CONCLUSIÓN
De ello, también se infiere que, ni a los verdaderos propietarios ni a los adquirentes, que
desconocían que efectivamente celebraron un contrato de “venta de bien ajeno”, se les otorga
algún tipo de protección adicional con la declaración de nulidad; lo que parece, es lo que busca
la jurisprudencia de nuestra Corte Suprema de Justicia de la República.
NOTAS:
(3) No obstante, cabe anotar que un sector de la doctrina nacional entiende que la venta de
bien ajeno está regulada en los artículos 1539 a 1541 de nuestro Código Civil. Explica que si
bien parecería que los artículos 1537 y 1538 regulan también dicha institución, estos artículos
regulan en realidad lo que definen como una “promesa de hacer que otro adquiera”, que vendría
a ser una especie de la “promesa de hecho ajeno”, regulada por el artículo 1470 y siguientes del
Código Civil. Cfr. ESCOBAR ROZAS, Freddy. “Reflexiones en torno a la llamada venta de
bien ajeno”. En: Themis - Revista de Derecho. Segunda época. Nº 29. Lima, 1994. Pág. 155.
(4) De la Puente y Lavalle, coincide con lo expuesto y agrega que: “la obligación del
vendedor no puede ir más allá de comprometer su actividad para obtener el asentimiento del
verdadero dueño del bien para transferir la propiedad de éste al comprador”. Cfr. DE LA
PUENTE Y LAVALLE, Manuel. “Exposición de motivos y comentarios. Contrato de
compraventa”. En: Exposición de motivos y comentarios. Okura editores. Parte III. Volumen
VI. Lima, 1985. Pág. 209.
(5) Cfr. DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. “El contrato en general”. Tomo III.
Editorial PUCP. Lima, 2001. Pág. 443; ARIAS SCHEREIBER PEZET, Max. “Exégesis del
Código Civil peruano de 1984”. Tomo I. Studium Editores. Lima, 1987. Pág. 155;
MOSQUEIRA MEDINA, Edgardo. “La venta de bien ajeno”. Tesis para optar el grado de
bachiller en Derecho. PUCP, 1987. Página 87.
(6) El artículo 1478 del Código Civil italiano de 1942 señala: “Si en el momento del
contrato la cosa debida no era de propiedad del vendedor, este está obligado a procurar su
adquisición al comprador. El comprador se convierte en propietario en el momento en que el
vendedor adquiere la propiedad del titular de ella”.
(7) FERRI, Luigi. Lecciones sobre el contrato. “Curso de Derecho Civil”. Grijley. Lima,
2004. Págs. 283 y
sgtes.
(8) Al respecto, debe tenerse presente la existencia de diversas teorías acerca del objeto
del contrato. En nuestro medio, prevalece la orientación sobre el objeto del contrato como la
obligación. Sobre el particular, seguimos el criterio expuesto por TABOADA CÓRDOVA,
quien criticando esta posición, por cuanto la obligación no es sino la consecuencia o efecto
jurídico que nace del contrato, señala que el objeto de éste es la prestación. Cfr. TABOADA
CORDOVA, Lizardo. “Acto Jurídico, Negocio Jurídico y Contrato”. Grijley. Lima, 2002. Pág.
226.
(10) El artículo 1354 precisa que la libertad contractual tiene como límites las normas
legales de carácter imperativo. Al respecto, se explica que la ley imperativa limita la libertad
contractual de varios modos, que pueden resumirse así: 1. Puede proscribir un determinado tipo
contractual o prohibir que las partes le doten de un determinado contenido; 2. Puede dotar al
contrato que las partes libremente establezcan de un contenido imperativamente fijado. En
cambio, el orden público es la organización general de la comunidad o sus principios
fundamentales y rectores. Aun a falta de normas legales expresamente imperativas, las materias
relativas al orden público quedan sustraídas a la disponibilidad de los particulares. Pertenecen
en la actualidad al orden público las materias estrictamente situadas dentro del orden
constitucional (p. ej., la dignidad de la persona, sus libertades básicas, su derecho a la igualdad y
a la no discriminación) que no pueden quedar impedidas o menoscabadas por los pactos o
contratos de los particulares, aunque en ellos intervenga el mismo sujeto afectado. Cfr. DÍEZ-
PICAZO, Luis. Fundamentos de Derecho Civil Patrimonial. Volumen Primero. Editorial
Civitas. Madrid, 1996. Págs. 129-130.
(13) Es el concepto expuesto por CANO MARTÍNEZ DE VELASCO, José Ignacio. “La
exteriorización de los actos jurídicos. Su forma y la protección de su apariencia”. Bosch.
Barcelona, 1990. Pág. 67.
(18) De esta circunstancia, Castillo Freyre explica que existe una relación entre la
contratación sobre bienes ajenos y el saneamiento por evicción. Cfr. CASTILLO FREYRE,
Mario. “La relación existente entre la venta de bien ajeno y el saneamiento por evicción”. En:
Revista del magister en Derecho Civil. Vol. I. PUCP. Lima, 1997. Pág. 114.