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FACULTAD DE DERECHO DE BARCELONA

LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y CONCIENCIA

TÉCNICAS DE TRABAJO Y COMUNICACIÓN

Dr. Carmelo Gómez


Agustí Pou Pujolras
Jordi Ardanuy Baro

GRUPO T-1

Alumnos:
Óscar Iván Marín Godoy
Israel Messias Correia
Christian París Del Pozo
Alfred Prenyanosa Pérez

Barcelona, 29 de Diciembre del 2010


INDICE

Introducción…..……… …………………………………………….1

Tema 1. Concepción Histórica………………………………….……..…....2

1.1 El origen de la isegoría griega……………………………………2

1.2 La falta de libertad de expresión y de conciencia de un genio

llamado Galileo Galilei………………………………………......3

1.3 La libertad de expresión y conciencia según Mill………………..5

Tema 2. II República y Franquismo…………………….……………….…...9

2.1 II República………………………………………………………9

2.2 Franquismo………………………………………………………14

Tema 3. Transición y Constitución 1978……………………….……...…...18

3.1 Transición……………………………………………………......19

3.2 Constitución 1978……………………………………………......22

Tema 4. Jurisprudencia del TC sobre la libertad de expresión.………..…...29

Conclusión…………… ……………………………………………34

Bibliografía y Webgrafía……… …………………………………...36


Introducción

La libertad de expresión y conciencia es un derecho que está garantizado en los


principales tratados e instrumentos que protegen y defienden los derechos humanos,
tales como La Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 19:
"todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión", o el artículo 10
de la Convención Europea de Derechos Humanos: "Toda persona tiene el derecho a la
libertad de expresión. Dicho derecho incluye la libertad de opinión". En la Constitución
española tales libertades están recogidas en el artículo 20. Son derechos que permiten
los actos de hablar, opinar, escribir, recibir o comunicar informaciones e ideas,
independiente del medio utilizado. Asimismo, son derechos que reflejan una de las
mayores características de un estado democrático.

Sin embargo, hay que tomar nota que en el caso de España el Gobierno y la Justicia
están legitimados a limitar el uso de dichas libertades, sobre todo la libertad de
expresión, en determinadas situaciones en las cuales se promueve o incita el odio de
carácter xenófobo, homófobo, nacionalista, religioso, ofensivo a la minoría o a los
discapacitados, y cuando tales libertades se expresan en forma de calumnias que puedan
dañar a alguien. Así, el Código Penal español, que está estructurado de acuerdo con los
bienes jurídicos protegidos, define estos límites a través de sus respectivos artículos 18,
205, 491, 510, 525, 543 y 607.

En este trabajo lo que se pretende es hacer un análisis desde una perspectiva histórica y
contemporánea de la libertad de expresión y conciencia, empezando por explicar su
origen griego, por aquél entonces denominado como isegoría, detallando la situación
que llevó a Galileo Galilei a ser injustamente condenado por la Santa Inquisición debido
la total falta de estas libertades, desarrollando dichas libertades desde la perspectiva de
John Stuart Mill, describiendo ausencia la de éstas en los tiempos de Franco, hasta
llegar al desarrollo legal de las mismas a través de la Constitución de 1978, así como
también se han utilizado algunas sentencias para permitir un análisis más objetivo y
fluido de determinadas situaciones que hacen referencia a libertad de expresión y
conciencia.

1
1. Concepción histórica
1.1 El origen de la isegoría griega

En la antigua Grecia, tras un período convulsivo, de mucha inestabilidad y total falta de


libertades, allá por el año 508/7 a.C. se precedió las reformas de Clístenes, cuyas
reformas hicieron posible la primera democracia de la historia, que, a pesar de aún no
poseer el nombre de democracia, pero sí se utilizaba la palabra isonomía, cuyo
significado hacía referencia a la "igualdad de dignidad y de estatuto político de todos
los ciudadanos según la ley". Conjuntamente con el término de isonomía apareció el
término de isegoría, con un significado plenamente democrático y que puede traducirse
como la "libertad de expresión, derecho a defenderse en las asambleas" o "igualdad de
todos ante el derecho de la palabra", hecho que permitía una amplia participación en
los debates públicos de Atenas por aquel entonces. Fue a partir de ahí que se identificó
la democracia como el poder del pueblo, hecho que deslegitima el privilegio del
discurso preeminente, puesto que nadie puede utilizar ya las palabras con la única
intención de que sean oídas, asimiladas y sometidas a ellas. El derecho de expresarse,
utilizar las palabras, y que éstas puedan a su vez ser analizadas, criticadas y discutidas
desde la intensión personal de quien las pronunció, excluye el carácter abstruso,
calculador, opresor y manipulador de éstas.

Aunque el origen de la democracia de Atenas está íntimamente ligada con el carácter


urbano y homogéneo de su pueblo, reflejado como el universo en miniatura debido a su
carácter microcósmico, ésta sólo fue posible con las decisiones de Clístenes,
revolucionando la forma de gobierno de Atenas y acelerando el progreso social,
proporcionando a la sociedad de su época una amplia libertad de expresión. A lo largo
de la historia, la isegoría fue experimentando diversas mutaciones en el plano práctico,
pasando de su utilización en las asambleas griegas, hasta llegar al ápice de los tiempos
modernos a través de su utilización en los distintos medios de comunicación, ya sea
oralmente, a través de blogs, publicaciones, y otras tantas maneras de expresar aquellos
pensamientos compartidos o discordados.

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1.2 La falta de libertad de expresión y conciencia de un genio llamado Galileo
Galilei

Físico, astrónomo, matemático y filósofo, Galileo Galilei nació el 15 de febrero de


1564, más específicamente en la ciudad de Pisa, Italia. A los 17 años empezó la carrera
de Medicina, pero su interés por las Matemáticas y la Física hizo con que abandonará la
Medicina y optase por las experiencias más prácticas. Y desde entonces inició una serie
de invenciones, de las cuales se destacan la balanza hidrostática, una máquina elevadora
de agua, un termoscopio neumático (predecesor de nuestro termómetro) y el telescopio,
entre otros inventos.

Galileo siempre fue un crítico con la visión aristotélica dominante de la época sobre la
astronomía y la filosofía natural, la cual afirmaba que el mundo supralunar era
inmutable y su movimiento era eterno, todo lo contrario del mundo sublunar que según
Aristóteles estaba sometido a cambio y a transformación. Así que, a partir de 1589 (a
los 25 años de edad) empezaron sus discrepancias en oposición a la dinámica
aristotélica. Más adelante, en 1604, tras observar una Nueva Estrella (conocida como la
“la supernova”) Galileo presentó algunas conferencias públicas en las cuales aprovechó
para rebatir el dogma aristotélico imperante que defendía la inmutabilidad del cielo,
demostrando que existen transformaciones en todo el universo. Para Galileo la
Naturaleza era como una máquina (mecanicismo) en la cual todo se relacionaba con
todo (y cuanta razón tenía). Galileo consideró los resultados de sus observaciones como
una prueba de la teoría heliocéntrica de Copérnico (Heliocentrismo), en que el Sol
sustituye a la Tierra en el centro del Cosmos.

Galileo entendía que los principios de autoridad no tenían legitimación, puesto que para
él toda teoría debía ser demostrada con datos empíricos y demostraciones matemáticas.
Debido a sus afirmaciones éste empezó a ser visto como una amenaza para la
escolástica tradicional, y fue justamente a partir de ahí donde empezaron los primeros
pasos en lo que fue su lucha contra la falta de libertad de expresión y conciencia en una
época dominada por los pensamientos tradicionales y religiosos cristianos.

Para Galileo el copernicanismo representaba mucho más que un simple pasatiempo, y


por eso lo defendió con devoción, aportando el máximo de pruebas empíricas posibles.

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Así que, tras haber conseguido gracias a sus observaciones, una gran cantidad de
evidencias (las cuales escribía en italiano para abarcar un mayor público) que favorecían
la teoría del Heliocentrismo, Galileo se expone definitivamente a la observación de la
inquisición que lo advierte prohibiéndolo difundir tales ideas heliocéntricas, al mismo
tiempo en que la Iglesia Católica censuraba todas las obras que defendían el modelo
Heliocéntrico. Una de las razones utilizadas por la Iglesia para amparar tal censura se
debía al hecho de que el Salmo 104:5 manifiesta lo siguiente: “Afirmaste la tierra
sobre sus cimientos: no se moverá jamás”. Una clara afirmación cristiana de que la
tierra no se mueve y es el centro del universo. Con todo, Galileo no acató a la
prohibición, puesto que para él los conocimientos obtenidos por los científicos a través
de sus respectivas observaciones y demostraciones no deberían ser ignoradas
simplemente por el hecho de no coincidir con las “certezas” dogmáticas de las “Santas
Escrituras”. Galileo defendía el hecho de que las experiencias y conclusiones aportadas
por los científicos transcendían la autoridad de los textos bíblicos, tal y como él mismo
afirmó: “Así las cosas, me parece que, al discutir los problemas naturales, no se
debería partir de la autoridad de los pasajes de la Escritura, sino de la experiencia de
los sentidos y de las demostraciones necesarias. Porque la Sagrada Escritura y la
naturaleza proceden igualmente del Verbo divino (…) y Dios no se revela de modo
menos excelente en los efectos de la naturaleza que en las palabras sagradas de las
Escrituras” – Cartas Copérnicas, Galileo Galilei, 1615.

En 1632 publica su gran obra “Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo:
ptolomaíco y copérnicano” en la cual Galileo evidenciaba como el sistema Copérnico
explicaba los fenómenos celestes, todo un desafío para la Iglesia. El Papa de entonces,
Maffeo Barberini, a pesar de tener un vinculo de amistad muy estrecho con él, debido
a circunstancias eclesiásticas y políticas, al ver que éste excedía a las instrucciones de
la Iglesia, la cual regulaba estrictamente el desarrollo de las teorías científicas, se vio
obligado a presentar el caso delante del Tribunal de la Inquisición, el cual cita la
presencia de Galileo en Roma. A continuación, y debido a la extrema falta de libertad
de expresión y conciencia de la época, Galileo fue juzgado y respectivamente
condenado por herejía en 1633, y obligado a repudiar y censurar todas sus creencias,
observaciones y conclusiones en relación a sus afirmaciones de que la Tierra no sólo no
era el centro del Universo, sino que tan poco era inmóvil. Asimismo, la sentencia le
condenó a arresto domiciliario en su residencia de Arcetri (en la región de la Toscana

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italiana) donde permaneció hasta su fallecimiento en la madrugada de del 8 al 9 de
enero de 1642, acompañado por dos de sus discípulos. También le fue prohibido el
contacto público y la publicación de nuevos libros, y sólo en 1822 sus obras fueron
retiradas del índice de libros prohibidos de la Iglesia Católica.

Sin lugar a dudas, se trata de uno de los episodios más injustos de la historia del
conflicto generado por la falta de libertad de expresión y conciencia, un daño que
incluso al día de hoy la Iglesia Católica no ha resarcido del todo. Un acto injusto y
profundamente cobarde, pero que si aún estuviese al alcance de la Iglesia, seguramente
ésta no dudaría en volver a reactivarlo para seguir reprimiendo todo tipo de postura que
contradiga su dogmatismo.

1.3 La libertad de expresión y conciencia según John Stuart Mill

John Stuart Mill nació en Londres en el año de 1806. Fue educado exclusivamente por
su padre, James Mill, un hombre partidario de la disciplina y de los autores clásicos para
influenciar en la educación de los jóvenes. Así que, entre la estricta educación recibida
de su padre, y el hecho de que John Stuart Mill era dotado de una inteligencia
extraordinaria, no es de extrañar que a los diez años dominase el latín, así como también
fuese capaz de leer a los principales autores griegos, tales como Platón, Demóstenes o
Aristóteles, entre otros. Entre los años de 1820 y 1821 residió en Francia, en la casa de
un hermano de Jeremy Bentham, el que fue uno de los grandes influyentes en el
pensamiento de Mill. Sus primeros escritos se publicaron en los periódicos The
Traveller y The Morning Chronicle, y en ellos daba todo el protagonismo a la defensa
de la libertad de expresión y conciencia. Postura que Mill siguió defendiendo durante
toda su vida, haciendo de estos temas uno de los pilares de su filosofía.

Según la concepción de John Stuart Mill, todos tenemos el derecho de libre conciencia y
expresión. Éste decía que impedir una opinión es lo mismo que como cometer “un robo
a la raza humana”, puesto que se estaría privando a los demás de conocerla.
Asimismo, si alguien se niega a escucharla simplemente por considerarla falsa, éste
estaría actuando como el dueño “de la verdad absoluta”, y por consiguiente,
posicionándose como “infalible”. Para Mill, la “presunción de infalibilidad “ es lo

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mismo que tomar las decisiones por “los demás” sin que éstos tengan la oportunidad
de conocer otros puntos de vistas. Hecho que, infelizmente, ocurre con gran constancia
en los países deficientes de una democracia estable, que imponen una religión y
determinadas costumbres, impendiendo que el pueblo desarrolle y aplique sus
propios criterios o consideraciones.

Es indudable que todo tipo de leyes o gobiernos que obligan a los individuos a dejar
guardado en su interiore sus principios personales y sus convencimientos no
hacen más que impedir el desarrollo de la propia raza humana, obstruyendo el
progreso del pensamiento. ¿O acaso sería posible imaginar el desarrollo de la
Ciencia si se censurasen las opiniones (con sus debidas argumentaciones) de los
científicos?, como vimos en el caso de Galileu. El ser humano tiene que seguir su
inteligencia y sus conclusiones, sin temor a los aciertos o errores, puesto que la
“esclavitud mental” reprime la capacidad intelectual de una sociedad. En palabras del
propio Mill, “quien sólo conozca un aspecto de la cuestión no conoce gran cosa de
ella”. Así que, hemos de tener el camino libre para opinar, y en el caso de que nos
equivoquemos, volver a reestructurar nuestros argumentos, hasta que aprendamos
por nosotros mismos. Eso sí, no debemos olvidarnos de que no siempre nuestra
verdad será la única, y cuando esto pase, nuestra mente ha de estar lo
suficientemente capacitada como para conocer y respetar las demás verdades, puesto
que en el mundo hay más de 6 mil millones de persona, y entre el negro y el blanco
hay una infinidad de matices de grises, con lo que nadie posee la verdad absoluta e
infalible. De ahí que, una de las claves de la cuestión para que vivamos y seamos
mejores entre nosotros está en el hecho de que sepamos respetar las
diferentes opiniones y creencias, aunque no las aceptemos.

Mill opinaba que es totalmente lícito que haya distintas opiniones y múltiples
verdades. En cambio, estaba totalmente en contra de las situaciones que obliga al
individuo a seguir las costumbres y las tradiciones impuestas por la presión social.
La libertad “del progreso individual y social” es, según Mill, “uno de los principales
elementos de la felicidad humana”. En efecto, la naturalidad que caracteriza a
cada uno de nosotros es lo que nos diferencia de los demás. Sin embargo, no siempre
resulta fácil poner en práctica “la espontaneidad individual”, puesto que la

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sociedad ya está moldeada por determinadas costumbres que creen ser las más
idóneas para la aplicación general.

El ser humano no desarrolla sus capacidades innatas por el simple hecho de pensar
como piensa la mayoría, o por instruirse en la ideología de un grupo dominante. Las
facultades y la capacidad de raciocinio que poseemos sólo pueden llegar a
desenvolverse plenamente cuando tenemos la oportunidad de desarrollar nuestras
conciencias de forma libre, así como poder expresar aquello en que estamos de acuerdo
o no. Hecho que no siempre es fácil de cumplirse, puesto que, en palabras del propio
Mill, “no es difícil mostrar mediante abundantes ejemplos que una de las más
universales de todas las propensiones humanas consiste en extender los límites de la
que puede ser llamada policía moral”.

En realidad, nadie puede verse obligado a actuar de una manera determinada, o hacer
las elecciones en base a lo que opina la sociedad, únicamente porque ésta cree que
una determinada conducta de pensamiento y creencia es la más adecuada para el
individuo. Este criterio, en todo caso, se puede utilizar como un instrumento de
persuasión, pero jamás como un instrumento de coacción. Al final, tal y como opinaba
Mill, “cuando hay más vida en las unidades hay también más en la masa”, y en base a
esta afirmación no nos cabe duda de que una sociedad deja de progresar en el
momento en que se reprime el desarrollo individual de cada ciudadano,
impidiendo así su libertad de expresión y conciencia. Así que, las personas con nuevos
pensamientos y nuevas perspectivas de la realidad siempre han de tener el
derecho de sentirlos y expresarlos. Para Mill, los únicos límites que pueda tener la
libertad de conciencia y expresión de cada individuo están marcados por los
inconvenientes, los prejuicios, los riesgos, o los males que uno pueda provocar a los
demás. Sin embargo, mientras uno no infrinja estos límites tiene todo el derecho de libre
pensamiento y expresión. Al final, con educación, buenas maneras y utilizando siempre
las palabras más adecuadas, uno puede creer y opinar en todo aquello que defiende.

Concluyendo, es totalmente evidente que entre la época vivida por Galileo y la que
vivió Mill mucha agua había pasado por debajo del puente en lo que se refiere al
derecho de poder pensar, creer y expresar las opiniones, y que si Mill hubiese vivido y

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escrito su obra “Sobre la libertad” en los mismos años en que vivió Galileo,
seguramente también hubiera sido condenado por el Tribunal de la Santa Inquisición.
Aunque en pleno siglo XIX Mill seguía defendiendo estos derechos, cabe decir que por
entonces éstos ya habían tenido un gran desarrollo social si comparado con la época de
Galileo, y parte de este desarrollo fue gracias al Iluminismo del siglo XVIII, el cual
puso la luz sobre el oscurantismo absoluto de la época la Edad Media y de principios de
la Edad Moderna. Asimismo, también cabe apuntar que dicho Iluminismo tan poco
hubiera existido de no haber precedido un debilitamiento del poder de la Iglesia
Católica (la misma que condenó y castigó a Galileo), a causa de la reforma protestante
que dividió el mundo cristiano en católicos, protestantes y defensores del Humanismo.
Con todo, lo más importante a tener en cuenta fue la valentía de Galileo por sentir, creer
y expresar aquello en lo que creía, aunque ello significó el fin de su libertad social, así
como también hemos de valorar la actitud de Mill por haber defendido y difundido el
derecho de uno a poseer estas libertades, independiente de la postura en que se
encuentre en la sociedad, una valentía que hizo a estos dos hombres más grandes que
sus propias obras, verdaderos defensores de la libertad de expresión y conciencia.

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2 Segunda República y Franquismo

2.1 II República

Contexto histórico

España vivió desde 1923, hasta el año 1930 bajo el régimen de Dictadura Militar del
General Primo de Rivera que supuso el sometimiento pactado para la monarquía y el
abandono de los principios constitucionales de 1876.
El 28 de enero de 1930 el General Primo de Rivera perdía el apoyo de los altos cargos
militares del Ejército y la Marina y presentó su dimisión al Rey Alfonso XIII. Éste a su
vez encargó al General Berenguer que formase un gabinete que tuviese como fin básico
el retorno paulatino al régimen constitucional anterior a la Dictadura riverista. De este
modo quedaba definitivamente constituido el gobierno encargado de retornar el
constitucionalismo en España. “Sin embargo, persistió el régimen de Dictadura. La
subida al poder de Berenguer no significó la vuelta a la normalidad. Los derechos de
asociación y de reunión todavía permanecieron suspendidos o intervenidos de una
manera vejatoria, la prensa continuaría sometida a la previa censura y los códigos de
la Dictadura en vigor” - Aiguader, J: Cataluña y la Revolución, Madrid, 1932, págs.
58-59.

Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931.

Convocadas las elecciones municipales para el 12 de abril de 1931, el Gabinete del


Almirante Aznar aceptó la celebración de la totalidad del proceso electoral.
Comprobados los resultados de las elecciones, el futuro de la Monarquía se tambaleaba
inevitablemente. En la mañana del 14 de abril, la prensa monárquica reconocía el
fracaso de la Monarquía. Posteriormente sucedieron dos hechos, ambos de vital
transcendencia en la historia. El primero fue el discurso de Niceto Alcalá-Zamora al
pueblo español proclamando la república y el segundo fue la partida a Cartagena de la
familia del monarca Alfonso XIII junto con sus ayudantes más fieles durante los
gobiernos previos a la república.

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Principales cambios del gobierno republicano:

La amnistía del 15 de abril.

El Gobierno Provisional de la República, al decretar esta Amnistía tuvo presentes tres


delitos: políticos, sociales y de imprenta. Remitiéndonos al caso específico de la prensa,
la Amnistía alcanzó a numerosos procesos iniciados o ya fallados durante el gobierno de
la Monarquía. Dentro de estos procesos, los de más renombre serían:
-La liberación de Marcelino Domingo, acusado de escribir un libro titulado:
¿Qué espera el rey? Que según el gobierno monárquico contenía injurias contra la
monarquía.
-La liberación de Cayetano Redondo Aceña y Santiago Carillo, ambos acusados
por distintos artículos publicados en “El socialista” y en el periódico “El principio del
fin”.
-Manuel Azaña, por publicar un artículo titulado “Unas briosas cuartillas de don
Manuel Azaña”, en el que expresaba su pensamiento acerca del presente de España, con
el convencimiento de que desde diciembre de 1930, estaba virtualmente proclamada la
República, iniciada la revolución y, por lo tanto, de ningún modo se podría configurar
un gobierno colaborador con la monarquía.

El Bienio Reformista (1931-1933)

Tras aprobarse la Constitución, se inició un nuevo período con un gobierno presidido


por Manuel Azaña y formado por republicanos de izquierda y socialistas. En diciembre,
Niceto Alcalá Zamora fue elegido Presidente de la República.
El gobierno republicano-socialista emprendió un amplio programa de reformas en un
contexto económico desfavorable, marcado por el ascenso del paro. Estas fueron sus
principales medidas:
- Reformas laborales, iniciadas desde el Ministerio del Trabajo por el socialista
Largo Caballero, que favorecían la posición de los trabajadores y sindicatos y
encontraron la cerrada oposición de los empresarios.
- Reforma educativa:
o Amplio programa de construcción de escuelas y contratación de
maestros: 6750 escuelas y 7000 maestros con mejores salarios.

1
o Enseñanza mixta
o La Religión dejó de ser asignatura obligatoria lo que agudizó el
enfrentamiento con la Iglesia
- Reforma militar: Buscando garantizar la fidelidad del Ejército al nuevo régimen
republicano y propiciar la reducción del excesivo número de jefes y oficiales, se
exigió el juramento de fidelidad al nuevo régimen republicano, pudiendo optar
los que se negaran a ello al retiro voluntario con paga completa.
- Reforma agraria:
o Se aprobó en 1932 la Ley de Bases de la Reforma Agraria. Con ella se
buscaba el reasentamiento de campesinos sin tierra en latifundios
insuficientemente explotados.
o Su aplicación fue un fracaso y muy pocos campesinos se beneficiaron de
la ley. Esto provocó una decepción generalizada entre el campesinado en
un contexto económico de paro creciente.

La constitución de 1931:

Los principales rasgos de la nueva constitución aprobada en diciembre de 1931 se


caracterizaban por:
-Tener una soberanía popular (se declaraba al nuevo estado español como una
“República democrática de trabajadores de todas clases”)
- Sufragio universal masculino y femenino. Tras un largo y complejo debate en las
Cortes, las mujeres españolas obtuvieron el derecho de voto.

- Extensa declaración de derechos y libertades:

o Derechos civiles: divorcio, equiparación hijos legítimos e ilegítimos.


o Derecho a la educación.

-Por primera vez en nuestra historia, se establece el derecho de las regiones a establecer
Estatutos de Autonomía.

-En lo relativo a la “cuestión religiosa” se establece un estado laico:

1
o Separación iglesia-estado

o Desaparición del presupuesto de culto y clero

o Prohibición de ejercer la educación

o Libertad de conciencia y cultos.

El título de la Constitución de 1931 que más nos interesa es el tercero, pues habla sobre
los derechos y deberes de los españoles. Históricamente el origen de las libertades
públicas se encuentra en la Declaración Francesa de 1789. El capítulo primero del título
tercero, agrupa de forma conjunta e interrelacionada las garantías individuales y
políticas de los ciudadanos. En el art. 27, se consagra la libertad de conciencia
admitiendo la práctica de cualquier culto en el territorio nacional y suprimiendo la
obligación de declarar oficialmente las creencias religiosas particulares. Únicamente se
impone el requisito del respeto a la moral pública en dichas prácticas.
La libertad de circulación, residencia y domicilio, se recoge en el art.31. En virtud de
este precepto, el español podría recorrer cualquier territorio de la nación y hacer uso del
derecho a migrar dentro del terrotorio.
El art. 33 habla de la libertad de elección profesional en cualquiera de sus formas.
El art. 38 reconoce la libertad de reunión y manifestación, que junto con el art.39 se
amplía a la libertad de asociación y sindicación.
La libertad de cátedra está reconocida y garantizada en el párrafo tercero del art.48.
Una característica interesante de la mayoría de las libertades públicas que reconoce la
Ley republicana, es su extensión igualitaria entre todos los españoles. Nuevamente nos
remitimos a la Declaración Francesa de 1789 para encontrar los antecedentes de esta
concepción normativa. El texto francés dicta en el art.1º: “Los hombres nacen y
permanecen libre e iguales en derecho. Las distinciones sociales no pueden fundarse
más que en la utilidad común”.

Esta ecuanimidad también la comparte la Constitución Republicana en el art. 2º, ya que,


brinda el tratamiento jurídico igualitario ante la ley para todos los españoles. La
desaparición de privilegios y el fomento de una sociedad democráticamente igualitaria,
tenía como fin prioritario alcanzar a todos los ciudadanos.

1
El Bienio Negro (1934-1936)
Contexto Histórico:

Las elecciones generales se celebraron el 18 de noviembre de 1933. Aunque la


abstención fue bastante alta, éstas fueron las primeras elecciones que, en aplicación de
la constitución de 1931, las mujeres pudieron ejercer el voto. Los partidos de izquierdas
se presentaron desunidos, todo lo contrario de los partidos de derechas, que se
presentaron unidos y organizados. El resultado fue el triunfo de los partidos de
centroderecha, hecho que inauguró los dos años de gobierno conservador, un período
que fue nombrado: Bienio Negro.

Plan de acción:

El nuevo gobierno presidido por Alejandro Lerroux inició su acción destruyendo las
reformas alcanzadas por el gobierno republicano del Bienio Reformista. Destacaremos
los siguientes cambios en las reformas:
-Paralizó gran parte de la reforma agraria, con la consiguiente expulsión de las tierras
que habían ocupado de miles de jornaleros.
-Intentó contrarrestar la reforma religiosa con la aprobación del presupuesto de culto y
clero. Lo que implicaba una reconciliación con la iglesia católica.
-Respecto al ejército se aprobó una amnistía para los que se habían sublevado
juntamente con Sanjurjo el año 1932 i para los colaboradores de la Dictadura del
general Primo de Rivera. Designando puestos clave de militares claramente
antirrepublicanos como Franco, Goded o Mola.
-En materia de educación, se produjo un parón en el programa de construcciones
escolares, se anuló la enseñanza mixta, se estableció un presupuesto que distaba mucho
del establecido en el gobierno anterior y se le permitió a la iglesia poder enseñar en sus
escuelas.
-En relación a la prensa y a la libertad de expresión y de culto seguía vigente la
constitución de 1931, con sus derechos y libertades, pero también se otorgaba un poder
excepcional a la autoridad y al poder judicial de manera que la garantía para la
protección de estas libertades ya no estaba tan garantizada como antaño.

1
2.2 Franquismo
Contexto Histórico:

El Régimen Franquista vino a ser el reverso de la moneda de la Segunda República, se


caracterizó por un férreo monismo ideológico que no admitía disidencia alguna y por
una confesionalidad doctrinal que únicamente permitió la mera tolerancia privada e
individual de otras creencias. No se puede halar, por tanto, durante este periodo de pleno
ejercicio de la libertad ni ideológica ni religiosa. Ninguna frase comprende de mejor
manera esta ideología como la empleada por el General Mola (uno de los principales
ideólogos del Régimen Franquista): “Hay que sembrar el terror, dejar sensación de
dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como
nosotros”.

Una de las primeras medidas adoptadas por el Régimen dictatorial fue la supresión del
sistema democrático representativo y la ilegalización de los partidos políticos. En pleno
estallido de la rebelión, los bandos de Guerra de 17 y de 28 de julio de 1936 declararon
abolido el sistema democrático representativo y el pluralismo político. Meses más tarde
la Junta de Defensa Nacional aprobaba el Decreto de 13 de septiembre de 1936 que
ilegalizaba los partidos políticos, a excepción de la Falange Española y de las JONS,
dejando sin valor alguno el art.39 de la Constitución en el que se reconocía es derecho
de asociación política y de sindicación, uno de los pilares básicos de cualquier
ordenamiento democrático.

Principales leyes redundantes a la libertad de expresión:

El estudio de las limitaciones de que fue objetiva la libertad de expresión durante el


periodo franquista se enmarca, como es obvio, en un contexto más amplio, determinado
por la vigencia de un régimen de ausencia de libertades que se corresponde, a su vez,
con la naturaleza autoritaria del tipo particular de Estado surgido de la guerra civil.
El nuevo régimen político adopta un modelo de configuración jurídica que, en el plano
constitucional, se caracteriza por la promulgación de una serie de Leyes Fundamentales
de las que no estará ausente el reconocimiento formal de un conjunto de derechos y
libertades, entre los que se encuentra la libertad de expresión junto a otros como el

1
derecho de reunión o la libertad de asociación. Sin embargo, estos derechos,
nuclearmente reconocidos en el Fuero de los Españoles de 1945, quedarán sujetos ya en
ese mismo nivel normativo a fuertes restricciones, cuyo alcance constrictivo se verá
además confirmado e incluso incrementando en las disposiciones normativas de rango
inferior, quedando aquellas libertades públicas reducidas en la práctica a la condición de
meros enunciados formales, a menudo de muy escaso valor como garantía jurídica del
reconocimiento y protección de las correspondientes esferas de libertad individual al
eventual ejercicio arbitrario del poder.

Por lo que respecta la legislación franquista en este ámbito encontramos tres leyes
fundamentales:

A) La Ley de Prensa de 1938


Esta ley, por sus características tanto como por el momento histórico en el que fue
aprobada, ha merecido generalizadamente la consideración doctrinal de auténtica ley de
guerra, y ello, junto con la significativa expresión de norma de orden en sentido estricto
con la que también ha sido definida, permite de entrada hacerse una idea del tipo de
regulación extraordinariamente restrictiva que trajo consigo. La Ley de 1938 confería a
la autoridad gubernativa amplísimas facultades de control y censura en materia de
comunicación pública, facultades que se presentaban formalmente legitimadas por la
premisa, que se hacía explícita en el Preámbulo, en el sentido de que uno de los viejos
conceptos que el nuevo estado había de someter más urgentemente a revisión era el de
la Prensa. Cuando en los campos de batalla se luchaba contra unos principios que
habían llevado a la Patria a un trance de agonía, no podía perdurar un sistema que
siguiese tolerando la existencia de ese “cuarto poder”. Por ese motivo, corresponden a
la Prensa “funciones tan esenciales como las de transmitir al Estado las voces de la
Nación y comunicar a ésta las órdenes y directrices del Estado y de su gobierno”.

Desde esta concepción de la prensa periódica como institución nacional en el contexto


del Estado totalitario, la actividad periodística dejará de ser una actividad liberal, para
pasar a formar parte en cierto modo del ámbito de la función pública en sentido amplio,
quedando obligados estos profesionales a inscribirse en un registro oficial cuya
principal finalidad radicaba en el control político de los periodistas de acuerdo con la
ideología del Régimen

1
B) La Ley de Prensa e Imprenta de 1966
Cuando en 1945 se produjo la aprobación del Fuero de los españoles, en el que el
reconocimiento de la libertad de expresión quedó supeditado a su estricta conformidad
con los llamados principios fundamentales del Estado, era ya aparente que, a menos que
tuviera lugar un importante cambio legislativo, esa subordinación doctrinal iba a dejar
un muy escaso margen al ejercicio de las libertades de expresión e información, pues la
Ley de Prensa entonces vigente, como se ha visto, confería a la Administración amplias
facultades de intervención, control y censura en este terreno.
Como se ha señalado, de hecho, ninguna de las importantes limitaciones a las libertades
de expresión e información que establecía la Ley de Prensa u otras disposiciones como
las que regulaban la censura cinematográfica, fueron suprimidas con ocasión de la
entrada en vigor del fuero de los Españoles, dando así a entender que, para el legislador,
dichas limitaciones seguían siendo aptas para delimitar ahora el ámbito de ejercicio del
derecho en función de la necesidad de proteger los principios fundamentales del Estado.

Así las cosas, tras algunos intentos de modificar la Ley de 1938, que a la postre
resultaron estériles, se llegaría finalmente a la promulgación de la Ley de Prensa e
Imprenta de 1966, que aparentemente, a tenor de las aspiraciones declaradas en el
Preámbulo, participaba de una filosofía muy distinta a la que inspiró a su predecesora,
en la medida en la que proclamaba que “libertad de expresión, libertad de Empresa y
libre designación del Director son postulados fundamentales de esta Ley, que coordina
el reconocimiento de las facultades que tales principios confieren con una clara
fijación de la responsabilidad que el uso de las mismas lleva consigo, exigible, como
cauce jurídico adecuado, ante los Tribunales de Justicia”.

Sin embargo, como se ha hecho notar, pese a tales propósitos, ninguno de los tres
principios enunciados llegaría a tener una aplicación verdaderamente plena, debido a las
amplísimas facultades restrictivas de que fue dotada la Administración a partir de lo
dispuesto en su art. 2, una norma con la que la Administración podía imponer los límites
a la libertad de expresión del modo que ellos creyeran mas conveniente.

1
C) La Ley de libertad religiosa de 1967
La libertad de expresión en materia religiosa experimentó, durante el período franquista,
algunos cambios notables en su régimen jurídico ocasionados, entre otros aspectos, por
la decisiva influencia de los cambios que, a su vez, se produjeron en el seno de la
doctrina católica a raíz de la celebración del Concilio Vaticano II.

Inicialmente, como es sabido, el principio de la confesionalidad católica estatal quedará


formulado solemnemente en el art. 6 del Fuero de los Españoles, en los siguientes
términos: “la profesión y práctica de la religión Católica, que es la del Estado Español,
gozará de la protección oficial. Nadie será molestado por sus creencias religiosas o por
el ejercicio privado de su culto. No se permitirán otras ceremonias ni manifestaciones
externas que las de la religión católica”, un precepto que debe necesariamente ponerse
en relación con la afirmación del principio de la unidad espiritual de España como
límite al ejercicio de los derechos, establecido en el art. 33 del mismo texto
fundamental.

Quedaba así consagrada la falta de libertad religiosa y la existencia de un estatuto de


mera tolerancia en privado de los cultos de los disidentes y, consiguientemente, quedaba
de este modo limitada la libre expresión de las convicciones religiosas a aquéllas
relativas a la confesión oficial del Estado.

El principio de la confesionalidad católica trajo consigo la solemne proclamación, en los


Principios Fundamentales del Movimiento Nacional, del sometimiento de toda la
legislación estatal a los dictados de la doctrina católica, su fuente inspiradora, y, en este
sentido, hay que tener presente que esa doctrina, durante las primeras décadas de
vigencia del régimen, se mostraba conforme con el rechazo a las libertades públicas de
inspiración liberal, y específicamente con la condena de la libertad religiosa y de la
libertad de expresión.

1
3. Transición y Constitución de 1978

3.1 Transición

Si en el apartado primero se han tratado algunas de las mas celebres concepciones de la

libertad de expresión y de conciencia, en este trataremos de ver como se ha llevado a

cabo la inclusión de estos principios en nuestro ordenamiento, para posteriormente

analizar como han quedado reflejados en el texto constitucional. Asimismo lo que se

aduce en este apartado de forma lineal, son los intentos y medidas llevadas a cabo para

acabar con la opresión reflejada en el apartado anterior, estoy hablando como no podía

ser de otro modo del régimen franquista, al que se dio fin formalmente gracias a los

cambios que llevaron a un proceso constituyente, y digo formalmente porque

materialmente a mediados de los 70 ya se encontraba muy demacrado, al igual que su

promotor y que su base ideológica. Siguiendo con esa concepción lineal abordaremos

en primer lugar el periodo de transitoriedad española.

La transición Española fue un periodo clave y absolutamente necesario, como la gran

mayoría de cambios fue dificultoso y no exento de riesgos, una figura crítica fue la del

rey, ya que sin su apoyo el cambio de sistema habría sido mucho más inestable y

costoso. Tras la muerte de Franco se produjo un vacío de poder institucional, ante esta

situación acompañada del agotamiento del régimen autoritario y las presiones

internacionales había que adaptarse a los nuevos tiempos, lo que desembocó en una

transición hacia la democracia. Ante la muerte del dictador se presentaron diferentes

alternativas: Los partidos de la represión agrupados bajo la denominación de “búnker”

eran partidarios de la continuidad, el PCE partidario de la ruptura radical, y por último

una ruptura pactada defendida principalmente por el PSOE y UCD, esta última fue la

1
que triunfó. Empleando los procedimientos incluidos en las Leyes fundamentales del

Reino para su reforma y cumpliendo la recomendación del presidente de las cortes,

Torcuato Fernández Miranda de avanzar hacia la democracia “de ley a ley a través de

la ley” se produjo finalmente la “voladura controlada del Régimen”, Tras la aprobación

en Cortes de la Ley para la Reforma política y la legalización de los partidos, incluido

el PCE se procede a las primeras elecciones democráticas donde UCD obtiene la

victoria. A partir de este instante se inicia el proceso de construcción de una nueva

constitución que tras su aprobación por unanimidad de los partidos políticos

representados entre los constituyentes someterse el texto a referéndum quedara este

finalmente a probado en diciembre de 1978.

La libertad de expresión y de conciencia, y lo que de ellos se deriva en la concepción

más amplia de los términos, ha sido sin duda una de las mayores conquistas de la

transición democrática de nuestro país. Precisamente este era uno de los mayores focos

de animadversión y crítica de la dictadura del general Francisco Franco. Uno de los

puntos clave en este sentido fue la legalización de los distintos partidos políticos

reconocidos por el Real decreto-ley 12/1977, y el Real decreto-ley 24/1977 referente a

la libertad de expresión, el cual suprimía en parte el secuestro administrativo de

impresos gráficos y sonoros tan característico durante la dictadura, a pesar de que con la

entrada de Fraga en el ministerio fue más relajado. En cualquier caso el mencionado

decreto todavía mantiene la posibilidad de secuestro por parte de la administración a

una determinada publicación en los casos siguientes: Que sean contrarios a la unidad de

España, que constituyan demérito o menoscabo de la institución monárquica o de los

miembros de la familia real o que de cualquier forma atenten contra el prestigio

institucional y al respeto ante la opinión pública de las fuerzas armadas.

1
El ya mencionado Real decreto-ley 24/1977 establece en su artículo 21 que quedan

derogados el artículo segundo de la vigente ley de prensa e imprenta de 1966 que seguía

vigente a pesar de las numerosas críticas de los partidarios de la ruptura que exigían que

fuese substituida por otra nueva. En lugar de eso y en la línea de lo que se venía

haciendo se optó por una medida que tratase de contentar a todos, mediante el

anteriormente citado decreto-ley. El artículo segundo de la ley de prensa e imprenta de

1966 venía a decir que los derechos de libertad de expresión quedaban sometidos a los

principios del movimiento nacional.

No menos importante es lo que hace referencia a la libertad de conciencia o libertad de

culto, por lo que a este apartado respecta lo que se produjo en España hace ya más de 30

años fue una transición religiosa, lo cual no quiere decir una completa ruptura con la

iglesia.

Durante el régimen franquista resultaba palpable la hegemonía de la iglesia católica no

sólo en la vida pública sino especialmente en la privada. De hecho el periodo

comprendido entre 1936 y 1975 recibió sobre todo a partir de los años sesenta el

nombre de nacionalcatolicismo. Esta simbiosis Iglesia-Estado se ratifica con la

redacción en 1958 del siguiente precepto recogido en los principios del Movimiento

Nacional: “La Nación española se considera como timbre de honor al acatamiento a la

ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana,única

verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional que inspirará la legislación por la

gracia de Dios”. La libertad de culto era inexistente y si se ejercía conllevaba sobre

todo durante la primera etapa penas de cárcel. Resulta evidente que ante tal panorama si

se quería instaurar una democracia moderna algo había que hacer.

2
Efectivamente el constituyente español debía abordar la coyuntura social provocada en

parte, por esta más que conocida cuestión religiosa. Para esto los ponentes disponían de

no poco material en el que basarse o inspirarse, este material comprendía desde la Carta

Fundacional de las Naciones Unidas, pasando por la Convención Europea de derechos

humanos hasta la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU. Mención especial

merece en este aspecto el acuerdo firmado con la Iglesia Católica poco antes de la

investidura de Adolfo Suárez en 1976, por el cual España renunciaba a la presentación

de Obispos que tenia como privilegio y la iglesia a su vez al privilegio de fuero. Dicho

acuerdo recoge también la derogación del Concordato firmado con la Santa sede el 27

de agosto de 1953, por el cual se otorgaban numerosos privilegios a la Iglesia Católica

tanto en la esfera privada como publica del Estado Español.

El borrador sobre el que trabajó la ponencia fue recogido parcialmente por el periódico

la Vanguardia, En el artículo 3 del mismo se recoge: “El estado español no es

confesional”. Garantiza la libertad religiosa en los términos del artículo 17, el cual

garantizaba la libertad religiosa y de culto sin más limitación que el orden público. Esta

filtración salvo por los sectores continuistas no fue mal recibida por la opinión publica

que veía con buenos ojos esa independencia de Estado e Iglesia, conservando eso si (ya

que la mayoría de la población sigue siendo católica) su institución y libertad de acción

(aunque limitada por las leyes) y su autonomía. Un segundo borrador, publicado esta

vez de manera oficial por la ponencia, eliminaba el artículo 3 del anterior borrador y

modificaba el art.17 añadiendo tres preceptos nuevos, primero establecía la profesión

secreta de las creencias, el siguiente establecía que ninguna confesión tendría carácter

estatal y por ultimo reconocía la relevancia legislativa de las creencias religiosas de la

2
sociedad manteniendo las consiguientes relaciones de cooperación. Este segundo

borrador reflejaba ya la proyección social de la libertad de conciencia y culto.

3.2 Constitución 1978

La libertad es un principio básico e inalienable que debe gobernar todo el ordenamiento,

con el fin de evitar que pase a ser algo abstracto y, en definitiva que se quede

simplemente en eso, en principio, se ha concretado y se ha puesto especial atención en

las manifestaciones de esa libertad y se han incluido en el Titulo 1 Capítulo segundo

sección primera, la cual lleva por nombre: “De los derechos fundamentales y de las

libertades públicas”. Concretamente las que trataremos aquí serán la libertad de

expresión y de conciencia, incluida la libertad religiosa garantizada en los artículos 20 y

16 de la Constitución española.

Libertad de expresión

Un estado democrático de derecho como es el nuestro, y así lo establece la constitución

en su articulo 1.1 del título preliminar, su funcionamiento no puede fundamentarse en

otros principio que no sean los de libertad e igualdad, ya que aunque aparentemente la

libertad se encuentre limitada o enmarcada por la ley, lo cierto es que son estos

principios de libertad e igualdad fundamentalmente los que permiten la ponencia de los

derechos que se establecen en nuestro ordenamiento. Los derechos que aquí trataremos

son los pertenecientes al artículo 20 CE, Todas las constituciones de nuestro entorno

tienen recogidas estas garantías normativas, ya que se trata de derechos fundamentales y

así también los encontramos recogidos en los artículos 19 tanto en la declaración

universal de derechos Humanos, como en el Pacto internacional de derechos políticos y

civiles. Dicho artículo como no podría ser de otro modo engloba preceptos con notables

2
puntos en común pero también con bastantes diferencias en cuanto a su tratamiento y

carácter, el párrafo que encabeza este articulo, es el que garantiza la libertad de

expresión ya sea verbalmente por escrito o de cualquier otro modo, esta libertad de

expresión hace referencia a la libertad para comunicar pensamientos u opiniones por

cualquier medio de comunicación, también garantiza este precepto la libertad de recibir

y comunicar información. No es difícil confundir la libertad de expresión con la de

información, la realidad es que no se trata de cosas distintas, mas bien de la misma cosa,

es decir, a priori la libertad de expresión intenta proteger al sujeto que emite una idea u

opinión, que por otra parte no deja de ser información, se trata de un criterio subjetivo.

La libertad de información, en cambio, persigue un criterio objetivo, protege a los

informados, la libertad de información presupone que ha habido una expresión

adecuada, y esto sucede también cuando el informador intercala opiniones propias,

ahora bien hay que aclarar que el principio de libertad de información exige la veracidad

de lo que se transmite ya que de otro modo se podría incurrir en falta o delito. Pero se

trata de una verdad subjetiva, es decir requiere no que lo que se diga sea verdad

objetivamente, sino que el informante haya actuado con diligencia, haya contrastado lo

que se difunde de manera adecuada, a pesar de que casi todos o todos los medios de

comunicación, estén politizados, cargados de prejuicios, etc. y que por tanto la verdad

quede en tela de juicio, de exigirse una verdad objetiva se dificultaría en demasía la

propagación informativa, siempre es mejor un exceso de información bien administrada

que la falta de ella. Tanto la libertad de expresión como de información puede ser

ejercidas por cualquier persona, generalmente la segunda es propia de los medios de

comunicación, en este caso el apartado D del párrafo 1 del artículo 20 CE establece que

la ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el

2
ejercicio de estas libertades. Que por otro lado estarán limitadas en ciertos ámbitos tales

como los funcionarios públicos o los miembros del ejército.

Ésta ley a la que remite la constitución será la L.O. 2/1997 de 19 de junio. De la

cláusula de conciencia de los profesionales de la información, la cual contempla la

rescisión de un contrato cuando el medio de comunicación para el que trabaja el

profesional cambie sustancialmente su vertiente ideológica, o bien cuando se produzca

un cambio en su dirección que choque con la orientación del informador. Por lo que

compete al secreto profesional, cabe decir que no ha sido regulado aún, se trata de la

obligación de ciertos profesionales de no hacer público una información que hayan

recibido por parte de sus clientes, considero que es realmente importante la delimitación

del secreto profesional en el ordenamiento, ya que por ejemplo en un juicio a diferencia

de lo que sucede con otros acuerdos como el de confidencialidad, no existe obligación

por no estar regulado de exponer de donde procede cierta información lo que tiende a

que dicha información no se considere válida.

En cuanto a lo que confiere a los afectados de esa información, también se ha

desarrollado en forma de ley orgánica concretamente la L.O. 2/1984 de 26 de mayo lo

que se da en llamar derecho de rectificación, por el cual si una vez ejercido se le ha

dado la razón el informador deberá emitir una rectificación con semejante peso que la

que tuvo la información pleiteada, cosa que pocas veces sucede, cuando seduce. La

propia constitución establece los límites de estas libertades en el párrafo 4, tales como el

derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y la

infancia. Ya que son los ámbitos donde la libertad de expresión entra en colisión. La

jurisprudencia ha sentado las medidas a tomar en consideración en estos casos, ya que

2
no se pueden aplicar medidas legales generales de manera automática, lo más

conveniente es analizar las circunstancias concurrentes en cada caso.

Por lo que se refiere al artículo 20.3, sobre los medios de comunicación de titularidad

pública, existe el debate de si es necesario o si no, so hay que dejarlo en manos del

poder legislativo, etc. el Tribunal Constitucional se pronunció al respecto diciendo que

es algo sometido al poder legislativo en cada momento, por ejemplo en el caso de

RTVE la encargada es una comisión del Congreso de los diputados, y su organización y

funcionamiento se basa en lo establecido en el mencionado párrafo 3 del artículo 20.

Personalmente no me parece una medida adecuada, ya que con esto no sólo no se evita

la politización de los medios de comunicación, sino que se facilita, ya que decir poder

legislativo en la mayoría de casos es lo mismo que decir poder político o ejecutivo. En

cualquier caso el artículo 20.3 garantiza el acceso a estos medios de los grupos sociales

y/o políticos significativos.

La producción y creación literaria, artística, científica y técnica es amparado por este

mismo artículo 20, concretamente el 20.1 B. En el caso de la producción científica y

técnica existen las famosas patentes, las cuales garantizan la exclusiva producción y

aplicación de aquello creado. De tal modo que el creador pueda beneficiarse

exclusivamente hasta la que la patente caduque. Este mismo espectro se ha pretendido

ampliar, y de hecho en ello estamos a la producción literaria y artística con lo que se ha

denominado propiedad intelectual que corresponde al autor por el mero hecho de ser el

creador tal y como estipula el articulo 1 de la ley de propiedad intelectual, cuyo texto

fue aprobado por el real decreto legislativo 1/1996. Al igual que en el caso de la patente

lo que se persigue es monopolizar la explotación en manos del creador y de la editorial,

2
discográfica, etc. Lo que facilita bajo mi punto y de acuerdo con J.Habermas el

imparable desarrollo de un fenómeno ampliamente conocido, el de la literatura

comercial en detrimento de la literatura creadora de cultura, es decir, la riqueza léxica

del contenido, la semántica se degrada con el objetivo de vender el mayor número de

copias posibles. Algo similar sucede con las industrias farmacéuticas y con el negocio

del miedo.

El secuestro de publicaciones esta recogido también en la constitución, concretamente

en su articulo 20.5 CE, no son pocas las opiniones que han tachado de extremo e

ineficaz el secuestro administrativo de publicaciones. Hasta el punto de llegar a ser

contraproducente en muchos casos, tal y como sucedió con el secuestro ordenado por el

juez del Olmo al número 1573 de la revista Jueves, en la portada del citado número se

podía ver al príncipe Felipe y a la princesa Leticia desnudos practicando sexo, mientras

Felipe afirmaba: “¿Te das cuenta? Si te quedas preñada… esto va a ser lo mas

parecido a trabajar que he hecho en mi vida”. Este numero salió días después del

debate sobre el estado de la nación de Julio de 2007, donde el presidente José Luis

Rodríguez Zapatero anunció el famoso “cheque-bebé” el cual premiaba con 2500€ a las

familias por cada hijo nacido. La actuación judicial del juez del Olmo no consiguió más

que provocar una alarma social y situar bajo todas las miradas a la casa real, más, si

cabe. No entraremos a discutir si en este caso concreto la medida fue apropiada, cosa

que parece evidente. La cuestión es, que la libertad de expresión se halla limitada por el

ordenamiento jurídico, sobre todo cuando ésta alcanza a ciertas instituciones del estado

que a diferencia de sus homólogos europeos gozan aquí de ciertos privilegios en este

ámbito.

2
La libertad de cátedra, reconocida en el apartado c) del artículo 20.1 CE, cuya función

es defender el derecho a la libertad del profesor a difundir sus ideas, opiniones o

discernimientos en el ejercicio de su función, obviamente esta libertad no será

igualmente considerada si el docente forma parte de un centro público y por tanto sin

una ideología ideario, o privado, en el que se permitirá mayor libertad que en los centros

públicos siempre y cuando en éstos no se vulneren los principios de aconfesionalidad y

de neutralidad. Que también son los criterios que no permiten la presencia de crucifijos

ni de cualquier otra representación confesional en los aularios de institutos públicos,

algo tan obvio a priori que parece anacrónico que haya llegado a manos del Tribunal

Europeo de Derechos Humanos, una apelación sobre los crucifijos en las aulas

italianas en este caso.

Libertad de Conciencia

Se ha dicho que en la constitución Española de 1978 prima lo que se conoce como

indiferentismo ideológico, por eso ni el juramento a la constitución ni al resto del

ordenamiento conllevan adhesión ideológica de ningún tipo, al menos formalmente

cualquiera puede tener su propia visión de las cosas que le rodean, y manifestarlo

públicamente, sin mas limitación que la de no alterar el orden público, es decir hacerlo

de forma pacífica. La libertad religiosa, reconocida en el artículo 16.1 CE y

desarrollada mediante la Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio es una vertiente ideológica

extraordinariamente trascendental por su principio de comunidad y sus manifestaciones

exotéricas y rituales, según la cual se protegen derechos como el de cambiar de religión,

el de no ser obligado a practicar actos de culto, etc. Llama la atención poderosamente

como el derecho civil protege a los individuos ante cualquier acto de despotismo que

estas comunidades puedan ejercer sobre sus fieles. En el punto dos de este artículo se

2
establece una garantía adicional, la cual establece que nadie puede ser obligado a

declarar sobre su ideología, religión o creencias, ésto está especialmente protegido ya

que forma parte de otro derecho fundamental especialmente garantista que es el derecho

a la intimidad. De la ley Orgánica cabe destacar también que excluye de su radio de

acción a las organizaciones cuyo objeto de estudio o experimentación sea el de los

fenómenos psicológicos y parapsicológicos, la difusión de valores humanísticos o

espirituales o cualquier otro interés ajeno al religioso. Con lo cual parece primar a las

tres grandes religiones de Occidente, cerrando la puerta a nuevas concepciones,

vulnerando así, a mi modo de ver, un principio básico del legislador, y es que la ley

debe mirar hacia el futuro.

Cabe preguntarse donde están los límites de la libertad de Conciencia. O lo que en la

práctica seria hasta donde puede llegar la objeción de conciencia, es decir hasta que

punto puede negarse un individuo a cumplir lo establecido en nuestro ordenamiento por

razones ideológicas, religiosas, etc. Pues, la Objeción de conciencia no es admitida de

manera general sino en casos que el propio ordenamiento establece. La Constitución por

ejemplo la admite en el caso que vimos anteriormente, la cláusula de conciencia de los

profesionales de la información. El Tribunal Constitucional ha ampliado el espectro de

acción de la objeción de conciencia al campo de la medicina, mas concretamente a la

objeción del personal sanitario a realizar la interrupción voluntaria del embarazo, o a la

reproducción asistida.

2
4. Jurisprudencia del Tribunal Constitucional sobre la libertad de
expresión

La Jurisprudencia del Tribunal Constitucional (TC), acerca de la libertad de expresión


es abundante. Sin embargo, el propósito que se persigue en este apartado no es el de
reproducir las sentencias literalmente, ya que esto carecería de valor, pero tampoco es el
ahondar en los fundamentos jurídicos o discutir los fallos del TC, y esto no se debe a la
falta de interés, sino a la cautela con la que se deben abordar estos temas, teniendo en
cuenta que somos estudiantes noveles de Derecho. Entonces, nos dedicaremos a
comentar con prudencia, pero a la vez con el deseo de hacer constar nuestra opinión,
sirviéndonos de la experiencia obtenida en estos meses de aprendizaje, las sentencias
hechas por el TC sobre los derechos recogidos en el artículo 20.1 del texto
constitucional español.

En virtud del trabajo que nos ocupa, hemos seleccionado algunas sentencias que,
durante la búsqueda de información, aparecían reiteradamente y, después de la lectura
de algunas de ellas, se eligen aquí algunas que, a mi juicio, son las más sugestivas a
comentar.

En primer lugar tenemos la STC 107/1988, en donde se da lugar un recurso de amparo


interpuesto por parte del señor José Luis Navazo Gancedo, tras ser condenado por un
delito de injurias en contra de un órgano del Estado. Según la sentencia, las injurias
fueron cometidas en las declaraciones hechas por el objetor de conciencia José Luis
Navazo Gancedo durante una entrevista. El condenado elevo un recurso de casación al
Tribunal Supremo, este tribunal desestimó el recurso, argumentándose en las
declaraciones hechas por José:
“es increíble que a mí me metan siete meses y que castiguen con
un mes de arresto a un capitán de ilustre apellido que llamó
cerdo al Rey. Esto me confirma una idea que yo tenía arraigada:
hay una gran parte de los Jueces que son realmente
incorruptibles; nada, absolutamente nada, puede obligarles a
hacer justicia”. (Frag. STC 107/1988)

2
Según el Tribunal Supremo, estas declaraciones sobrepasan los límites de la crítica ya
que se les imputa a los jueces el propósito de no hacer justicia.

El Tribunal Constitucional, a efectos de resolver este recurso, se encuentra con un


conflicto entre lo que establecen los artículos 20.1 y 18.1. El primer precepto reconoce
la libertad de expresar y difundir ideas y opiniones, mientras que el segundo garantiza el
derecho al honor. Estamos pues, en un conflicto entre dos derechos fundamentales,
recogidos en el capítulo II del título I de la Constitución española. Para resolver el
conflicto entre los dos preceptos, el Tribunal afirma que, el órgano judicial que haya
apreciado perjuicio al derecho al honor, tendrá que hacer un juicio ponderativo, para
determinar si la conducta del individuo que realizó el perjuicio lo hizo en todo caso
justificado por el valor predominante de la libertad de expresión.

También es de rescatar una afirmación del TC, donde sostiene que: “la libertad de
expresión es más amplia que la libertad de información”, arguye el tribunal que en la
primera no hace falta demostrar la veracidad de lo expresado, debido a que se trata de
un juicio subjetivo, se realiza con el ánimo de expresar ideas, pensamientos y opiniones.
Mientras la segunda es de un carácter informativo (noticiario o periodístico), motivo por
el cual se debe contrastar la información con un mínimo de diligencia antes de
difundirla.

Entiende entonces el TC, que las afirmaciones hechas por el Sr. Navazo no constituyen
un delito de injurias, no sólo porque las afirmaciones que hizo sobre los jueces no iban
dirigidas a los jueces que llevaban su causa, sino que hacían referencia a un órgano, mas
no a personas, motivo suficiente para deducir que no hay una falta del derecho al honor
del que son titulares las personas. Finalmente, el TC concede el amparo al Sr. José Luis
Navazo Gancedo, anulando también las sentencias de la Sala Segunda del Tribunal
Supremo y la Audiencia Provincial de Madrid. Es para subrayar la afirmación del TC,
en la que hace una distinción entre las libertades que expresa el artículo 20.1a y el 20.1d
de la CE, otorgando a la primera un campo más amplio. Y esto no sólo protege la
libertad de expresar ideas y pensamientos, siempre que no se utilicen palabras
peyorativas o con el ánimo de faltar el honor de las personas. Además, porque se le pide
a los comunicadores, un mínimo de diligencia al difundir información de interés
público, para proteger así mismo ese derecho al honor de todos los individuos.

3
La segunda sentencia, la cual se hará referencia en este apartado, es la STC 5/1981. En
ésta se promueve, por parte de sesenta y cuatro senadores, un recurso de
inconstitucionalidad contra varios artículos de la Ley Orgánica 5/1980 de 19 de Junio,
la cual regula el Estatuto de Centros Escolares (LOECE). Los senadores presentaron por
medio de un escrito 5 motivos por los que éstos violaban varios preceptos
constitucionales. A continuación, se hará una breve exposición de las 5 causas que
motivaron el recurso de inconstitucionalidad:

1. Los artículos 15, 18 y 34 de la LOECE reconocen a los propietarios de centros


educativos el derecho de establecer un ideario pero no trazan los límites del
mismo, por lo que éste podría infringir lo estipulado en los artículos 16.1 y 2;
20.1b) y c), 27.1 y 27.7 de la CE.

2. Aquí se plantea la infracción por parte del precepto 34.2 y 3b y d de la LOECE


al artículo 27.3 de la CE, porque limitan el derecho a intervenir de los padres,
profesores y alumnos en el control y gestión económica de los centros públicos,
condicionando este derecho constitucional a la pertenencia a una junta
económica. En cuanto a los aspectos no económicos, se infringe la reserva de ley
que impone la constitución en su artículo 53 para la regulación de estos derechos
en Ley Orgánica.

3. Se plantea la violación del artículo 18.1 de la LOECE contra el artículo 22.1 de


la CE, ya que no sólo reconoce el derecho de asociarse, sino también el de no
asociarse. Y el precepto 18.1 de la LOECE obliga a los padres a pertenecer a una
Asociación de padres para que puedan ejercer su derecho a participar en los
asuntos del centro educativo, desentendiéndose así de los derechos reconocidos
en el artículo 27.5 y 7 de la CE.
4. Se sostiene aquí la violación al artículo 81 de la CE por la Disposición Adicional
número 3 de la LOECE, por permitir a ésta que una ley de una Asamblea
legislativa de una Comunidad Autónoma pueda dejar sin efecto una Ley
Orgánica.
5. Concluyen entonces que, varios de los artículos no son propios de una Ley
Orgánica, sino que pertenecen al ámbito de las Leyes Ordinarias. Además, tratan
temas cuya regulación no pertenece al Estado sino a las Comunidades
Autónomas de Cataluña y País Vasco.

3
Como varios de los argumentos presentados anteriormente, se salen del objetivo que
persigue este trabajo, nos centraremos entonces en el primer argumento. Éste sugiere
una inconstitucionalidad sobrevenida porque los artículos de la LOECE no establecen
límites al ideario que pueden fijar los titulares de los centros. En consecuencia, estarían
los artículos en desavenencia con los derechos que reconoce el artículo 20.1b y c de la
CE.

Delante de esta petición de inconstitucionalidad, el TC entiende que: “establecer un


ideario educativo propio dentro del respeto a los principios y declaraciones de la
Constitución forma parte de la libertad de creación de centros, en cuanto equivale a la
posibilidad de optar a éstos de un carácter u orientación propios”. Podemos entonces
inferir fácilmente, que el TC no ve vestigios de inconstitucionalidad en el otorgar a los
centros privados, la potestad de crear un ideario, éste hace parte del acto de creación del
centro y no constituye en sí, una violación a la CE. En un segundo aspecto, se
argumenta que el ideario limita la participación de los padres y alumnos, aquí sólo se
concebiría vicio de inconstitucionalidad, si estos centros privados estuvieran sostenidos
con fondos públicos. Asimismo, el TC entiende que si los padres, eligen libremente para
sus hijos, un centro con un ideario establecido, están sujetos a éste, no pueden pretender
que se realicen actividades contrarias al mismo.

Finalmente, el TC determinó que no había vicio de inconstitucionalidad en los artículos


15, 18 y 34, los cuales según el texto presentado por los senadores, iban en contra del
artículo 20.1b y c. Sin embargo, varios preceptos impugnados por los senadores, sí
estaban violando la Constitución, por lo que se determinó su inconstitucionalidad y
nulidad de algunos artículos de la Ley Orgánica 5/1980 de 19 de junio.

Entiende bien el TC, al otorgar el recurso de amparo al Sr. José Luis Navazo Gancedo.
Los comentarios que realizó el Sr. Navazo, no constituyen un delito de injurias, ya que
él sólo expresa su idea sobre la justicia que reparten los jueces, mas no utiliza adjetivos
peyorativos para referirse a los miembros del poder judicial, se limita entonces, a ejercer
el derecho que se le reconoce en el artículo 20.1b de la CE.

De igual manera, cuando se rechaza el recurso de inconstitucionalidad, impuesto sobre


los artículos de la LOECE que, supuestamente entraban en contradicción con los

3
preceptos 20.1b) y c) de la CE, entiende bien el TC, ya que la creación de un ideario no
restringe los derechos reconocidos en la CE. Los padres son libres de vincular a sus
hijos al centro educativo que sea de sus adeptos, no les constriñe ni a ellos, ni a sus
hijos, ni a los profesores del centro educativo. El ideario debe entenderse como la
libertad de los centros para impartir su doctrina, sin que esta constriña la libertad de
cátedra o a la creación científica.

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Conclusión

En definitiva, la libertad de expresión y conciencia es fundamental para los individuos


de una sociedad moderna y con deseo de un progreso constante, así como también es
esencial para el desarrollo de otras libertades y derechos, sin los cuales tampoco
tendremos libertad de prensa, ni el derecho para abrir debate político, ni libertad para
manifestar creencias religiosas, ni libertad de expresión en el arte, en la música, etc.

Las democracias han desarrollado estos derechos a través de los años, mientras que la
mayoría de los países gobernados por leyes islámicas o totalitarios, como países
totalitarios, como Venezuela, Cuba y China, entre otros tantos, tienen un déficit de
libertad de expresión y conciencia.

Afortunadamente, en el caso español la Constitución garantiza estos derechos. La


esencia del papel del Estado no se manifiesta en este sentido de una forma
intervencionista, sino que liberal: ha de limitarse a eliminar los obstáculos que se
opongan al libre ejercicio del derecho y a respetar la libertad del ciudadano dentro de
los límites constitucionales, derechos que, además, no se conceden, sino que se
reconocen como esenciales.

Sin embargo, un Estado democrático como el nuestro, especialmente por haber luchado
durante siglos contra gobiernos tiranos y dictaduras totalitarias (entre ellas la de Franco)
que dejaron cicatrices imborrables en la sociedad, debería, a través de sus ciudadanos y
gobiernos, apreciar de una manera más justa y coherente el significado de la libertad de
expresión y conciencia, así como también debería, en consecuencia, ser más celoso y
mejor guardián de dichas libertades.

Es evidente que si alguien pierde su derecho a la libertad de expresión y conciencia por


delitos que especifican el Código Penal, se hace automáticamente indigno de éstos, pero
quienes los pierden por una mala aplicación de las leyes, o porque en el ejercicio de
dichos derechos levantan la voz y exteriorizan sus pensamientos (aunque sean en contra
del orden social que les toca vivir) tienen todo el derecho del mundo a invocarlos y a
exigirlos. Asimismo, también hemos de tener garantizado el flujo de informaciones y

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opiniones diversas, plurales, alternas, actuales y en igualdad de condiciones. La garantía
de los medios para escuchar o leer la pluralidad y diversidad de las voces de todos, es
una de las garantías de hacer realidad la libertad de expresión y conciencia. En efecto,
son derechos irrenunciables, y de ahí que todos podemos hacer uso de estas libertades,
siempre y cuando, actuemos respetando los límites de las norma penales.

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Bibliografía

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