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Su descripción varía, desde un monstruoso ser femenino cubierto de musgos, ramas y bejucos, de
ojos encendidos, hasta una mujer joven, hermosa, elegante y alta, vestida y coronada de ramajes y
plantas, o bien, una anciana huesuda de largas extremidades, vestida de hojas. Se aparece en
sitios pantanosos y zonas selváticas profundas cuando hay grandes tempestades, lanzando
grandes alaridos que se sobreponen a los truenos. Los campesinos colombianos atribuían la
turbiedad de ríos y quebradas a la Madremonte, que se bañaba en ellos durante las inundaciones
y borrascas.
Al igual que otros seres similares de las mitologías indígenas, la Madremonte era una guardiana de
la selva y los animales. Perseguía a cazadores, aserradores y pescadores, así como a los esposos
infieles y a los que peleaban por los límites de las propiedades, a quienes atraía con sus gritos
hacia las zonas boscosas. Perdía a las personas en las selvas y se llevaba a los niños, y era
responsable de transmitir enfermedades por medio del agua. Se le podía espantar
enfrentándosele cara a cara, azotándola con ramas de tabaco y sin demostrarle temor.