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Algunas precisiones acerca de la responsabilidad civil de los medios de

TÍTULO:
prensa por la publicación de noticias falsas o inexactas
AUTOR/ES: Sobrino Reig, Jorge I.
PUBLICACIÓN: Compendio Jurídico
TOMO/BOLETÍN: 75
PÁGINA: 11
MES: Julio
AÑO: 2013

JORGE I. SOBRINO REIG

ALGUNAS PRECISIONES ACERCA DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL


DE LOS MEDIOS DE PRENSA POR LA PUBLICACIÓN DE NOTICIAS
FALSAS O INEXACTAS

I - INTRODUCCIÓN
El presente trabajo tiene por finalidad analizar ciertos perfiles de un tema que no pasa de moda: la
responsabilidad civil de los medios de prensa por la difusión de noticias falsas o inexactas.
A tal fin, habremos de analizar brevemente el marco conceptual del tema indagando acerca del derecho a
informar y su rol preponderante en nuestro esquema constitucional, y el enfrentamiento con derechos
personalísimos como el honor, la intimidad y la imagen enfocándonos especialmente en la evolución de esta
doctrina que tuvo su leading case en 1986 a través del caso “Campillay” (1) dictado por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación (CSJN).

II - PRESUPUESTOS DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL DE LOS MEDIOS


MASIVOS DE COMUNICACIÓN POR LA PUBLICACIÓN DE NOTICIAS
FALSAS O INEXACTAS
En términos generales, podemos señalar que para atribuir de responsabilidad civil a una persona se
requiere la concurrencia de varios presupuestos indispensables: a) el incumplimiento objetivo o material, que
consiste en la infracción de un deber jurídico, sea mediante el incumplimiento de la palabra empleada en un
contrato, sea a través de la violación al deber general de no dañar; b) un factor de atribución que puede ser
objetivo o subjetivo; c) el daño que consiste en la lesión a un derecho subjetivo o interés de la víctima del
incumplimiento jurídicamente atribuible, y d) una relación de causalidad entre el hecho y el daño (2).
De acuerdo con la postura mayoritaria, en el caso de la responsabilidad civil de los medios de
comunicación, podemos afirmar, siguiendo a Pizarro (3), que la antijuridicidad proviene de la aplicación del
principio rector en la materia -alterun non laedere- por toda transgresión al honor, intimidad e imagen de la
persona por los medios masivos de comunicación que debe ser reputada antijurídica, salvo que medie causa de
justificación.
No existe motivo valedero que permita apartarse del principio rector por el mero hecho de ser el dañador
un medio masivo de comunicación. Dichos medios no gozan de una situación privilegiada y deben ser alcanzados,
como cualquier otro sujeto público o privado, por los juicios de antijuridicidad cuando causen daños a terceros
derivados de su actividad. Salvo, claro está, que medie causa de justificación, como por ejemplo el ejercicio
legítimo y regular de su derecho de informar, siendo este el aspecto más controvertido de la materia, lo que
queda sujeto a un estándar elaborado por la jurisprudencia relativo al cumplimiento de ciertas reglas al
momento de difundir la noticia o información.
Como enseña Zavala de González(4), la cuestión no puede ser resuelta, evidentemente, sobre la base
simplista de que la difusión de las ideas por la prensa constituye un derecho de carácter constitucional. El
punto de partida es justamente el inverso: la consideración de que tal acto es ilícito hasta tanto el análisis
axiológico y sustancial del problema no demuestre que, a pesar de aquella violación, el acto guarda armonía
con los fines perseguidos por el ordenamiento jurídico y es por ello autorizado y aprobado por este.
En lo que atañe al factor de atribución, se han postulado varias teorías que, sin ánimo de realizar un
estudio pormenorizado de ellas, explicaremos sintéticamente a continuación.
- Responsabilidad subjetiva: la responsabilidad derivada de la difusión de noticias inexactas tiene
fundamento en la culpabilidad, de acuerdo con las exigencias de los artículos 1109 y 1067 del Código Civil
(CC), debiendo apreciar la culpa con el afinamiento que impone el artículo 902 del mismo ordenamiento
legal.
- Responsabilidad subjetiva en general, aunque en ciertas excepciones la responsabilidad de los medios de
prensa sería objetiva fundada en el abuso del derecho de informar como correlato del artículo 1071 del
CC.
- Responsabilidad objetiva de los medios de prensa fundada en el deber legal de garantía o el riesgo
producido por la actividad de sus dependientes u órganos (art. 1113, CC) evaluando la responsabilidad del
periodista con base subjetiva.
- Responsabilidad objetiva basada en la idea de riesgo creado por la actividad desarrollada por los medios
de prensa.
La CSJN, a través de “Campillay”, receptó el primero de los criterios esbozados, de modo tal que el factor
de atribución de responsabilidad radica en la culpa del medio de prensa que difunde una noticia o información
falsa o inexacta, lo que es mantenido por el Alto Tribunal en su actual integración. Según este criterio, ante
publicaciones con entidad para menoscabar la reputación de un sujeto, se aplican las reglas generales
establecidas en el CC, aunque la culpa se gradúa de manera distinta según la persona de que se trate.
En efecto, sostuvo el Tribunal Cimero que “…corresponde hacer una distinción según que se trate esta
última (la persona afectada) o bien de un funcionario o figura pública, o bien de un ciudadano privado. Cuando
se trata el afectado de una persona incluida en la primera categoría, el Tribunal ha entendido que solo se
puede asegurar un ejercicio fluido y vigoroso de la libertad de palabra, si se limitan los factores de imputación
-y la consiguiente responsabilidad civil de quienes hicieron la publicación como autores o medios- a aquellos
que puedan ser alcanzados por el concepto de ‘real malicia’ (dolo o grave e inexcusable negligencia), con
exclusión de otros tales como la responsabilidad objetiva, presunciones de culpa o incluso faltas leves del
deber de cuidado. Cuando, por el contrario, el sujeto afectado es un ciudadano privado, entonces la
responsabilidad ha de establecerse de acuerdo con las reglas generales establecidas en el CC”(5).
Finalmente, en lo que respecta al daño y a la relación de causalidad entre el hecho y el perjuicio, no hay
notas salientes que escapen a las reglas generales en materia de responsabilidad civil.
Sin embargo, debemos destacar que todas las personas gozan del derecho a obtener una indemnización
justa en caso de privación de sus bienes. En tal sentido, el artículo 21, inciso 2), del Pacto de San José de Costa
Rica establece: “…Ninguna persona puede ser privada de sus bienes, excepto mediante el pago de
indemnización justa, por razones de utilidad pública o de interés social y en los casos y según las formas
establecidas por la ley”.
Este derecho supranacional que tiene jerarquía constitucional [art. 75, inc. 22), CN] resulta relevante para
el afectado pues al momento de establecer la extensión del daño el juzgador deberá tener en cuenta este
principio fundamental, sin que quepa cercenarle infundadamente la justa indemnización a que tenga derecho el
reclamante.
A continuación, entraremos sin más en el estudio de los alcances del ya mencionado caso “Campillay” y su
posterior interpretación a través de distintos fallos dictados por la CSJN, que sin dudas lo han enriquecido, de modo
tal que nos permitan establecer su alcance actual.

III - EL CASO “CAMPILLAY”


La CSJN dictó este trascendente fallo el 15/5/1986 en autos “Campillay, Julio C. c/La Razón y otros”.
Las actuaciones llegaron al Alto Tribunal luego del pronunciamiento de la Sala E de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil, confirmatorio del fallo de la instancia anterior que admitió la responsabilidad derivada
de la publicación de una noticia errónea que involucraba al actor en la perpetración de diversos delitos -de los
que fue sobreseído definitivamente en sede penal- y condenó a los demandados a abonar un resarcimiento en
concepto de daño moral.
El argumento defensivo de los diarios condenados (“La Razón” y “Diario Popular”) se basaba en que el
artículo periodístico cuestionado se circunscribía a la transcripción del comunicado Nº 65 de la Policía Federal
del 25/2/1980, y la exigencia que impuso la sentencia de verificar la veracidad de su contenido con carácter
previo a su difusión, y cuya omisión constituye la causa de atribución de responsabilidad, se traduce en una
indebida restricción a la libertad de prensa y de información, al imposibilitar de hecho el correcto cumplimiento de
la tarea periodística.
El Cimero Tribunal destacó que la libertad de expresión que emana de los artículos 14 y 32 de la Carta
Magna “…contiene, por lo tanto, la de dar y recibir información, y tal objeto ha sido especialmente señalado
por el artículo 13, inciso 1), de la Convención Americana de Derechos Humanos, llamada Pacto de San José de
Costa Rica, ratificada por la ley 23054, que, al contemplar el derecho de toda persona a la libertad de
pensamiento y de expresión, declara como comprensiva de aquella ‘la libertad de buscar, recibir y difundir
información e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma
impresa o artística o por cualquier otro procedimiento de su elección” (Consid. 4).
La visión desplegada por la CSJN tuvo especial importancia en la época pues no existía la cláusula
constitucional del actual artículo 75, inciso 22), que otorga a los tratados internacionales celebrados con los
países extranjeros jerarquía superior a las leyes, entre los cuales encontramos al aludido Pacto de San José de
Costa Rica.
Como sucede con todos los derechos, destacó el Alto Tribunal que el de la libre expresión e información no
es absoluto sino que está sujeto a las leyes que reglamenten su ejercicio, de modo tal que el legislador puede
determinar responsabilidades a raíz de los abusos producidos mediante su ejercicio, sea por la comisión de
delitos penales o actos ilícitos civiles, no sin poner de resalto que ese derecho tiene un lugar eminente que
obliga a particular cautela en cuanto se trata de deducir responsabilidades por su desenvolvimiento, pero ello
no implica que el propósito fuera asegurar la impunidad de la prensa. Con lo cual el derecho de informar no
puede extenderse en detrimento de la necesaria armonía con los restantes derechos constitucionales, entre los
que se encuentran el de la integridad moral y el del honor de las personas (arts. 14 y 33, CN).
Cabe aquí destacar también que el honor de las personas no solo puede verse afectado a través de los
delitos de injurias o calumnias cometidas por medio de la prensa (art. 113, CP), toda vez que puede existir
injustificada lesión a este derecho que resulte de un acto meramente culpable o aun del ejercicio abusivo del
derecho de informar, por lo que el propietario o editor del periódico que da a conocer las falsas imputaciones
no puede quedar exento de la responsabilidad civil emergente de tales actos (art. 1109, CC), ya que en ese
punto está en la misma situación que cualquier otro habitante de la Nación. Como dijimos con anterioridad, los
medios de comunicación no gozan de una situación privilegiada y deben, como cualquier otro sujeto, ser
alcanzados por las acciones judiciales cuando causen daños a terceros derivados de su actividad.
En el caso puntual la CSJN consideró que las noticias publicadas en torno a “Campillay” aparecían plagadas
de subjetividades e inexactitudes y calificaban al actor como integrante de una asociación delictiva dedicada al
robo y al tráfico de estupefacientes, que gastaba su botín en casinos, hipódromos y en diversiones con
mujeres. Concluyó que “…tal proceder de los diarios demandados implicó un ejercicio imprudente de su
derecho de informar, toda vez que un enfoque adecuado a la seriedad que debe privar en la misión de difundir
noticias que puedan rozar la reputación de las personas -admitida aun la imposibilidad práctica de verificar su
exactitud- imponía propalar la información atribuyendo directamente su contenido a la fuente pertinente,
utilizando un tiempo de verbo potencial o dejando en reserva la identidad de los implicados en el hecho
ilícito…” (Consid. 7). He aquí la regla del caso que marcó un antes y un después en el campo de la
responsabilidad civil por la publicación de noticias falsas o inexactas.
El Tribunal agregó que no basta con transcribir la información pues en el caso analizado las publicaciones
hicieron suyas las afirmaciones contenidas en el comunicado policial pese a que un prudente examen de tal
memorándum evidenciaba que la versión respectiva daba cuenta de que el actor no había sido oído ni juzgado
por la autoridad judicial interviniente.
De lo que llevamos dicho podemos concluir que los medios periodísticos, en ocasión de difundir noticias
que eventualmente pudieran afectar el honor o buen nombre de un individuo, deben observar las siguientes
reglas y seguir al menos una de ellas para eximirse de responder:
- Atribuir la información a la fuente pertinente. Se entiende por “fuentes de información”, de acuerdo con
sus dos acepciones, las “confidencias, declaraciones o documentos que sirven de base para la elaboración
de una noticia o reportaje periodístico” y las “personas que emiten esas declaraciones”(6).
- Utilizar un tiempo de verbo potencial, es decir, expresar la acción no como real, sino como posible, y que
el texto no resulte, por ello, asertivo. Por ejemplo, “el señor Campillay se encontraría vinculado a una
asociación ilícita”.
- Dejar en reserva la identidad de los implicados en el hecho objeto de la noticia o información. En
concreto, no especificar quiénes se encuentran involucrados en el hecho objeto de la información, sino
realizar una referencia genérica que no permita identificar al sujeto que podría verse dañado por la
publicación.
A continuación desarrollaremos en profundidad cada uno de estos requisitos de la doctrina “Campillay”, a
la luz de fallos posteriores de la CSJN y de la opinión de distintos juristas que vienen a enriquecer el análisis en
torno a la responsabilidad civil por la publicación de noticias o informaciones falsas o inexactas delineando y
definiendo el perfil de esta doctrina. Cabe acotar que los fallos que analizaremos seguidamente son aquellos
que han hecho un aporte trascendente a la interpretación de cada uno de los requisitos de “Campillay”, que
serán abordados individualmente dejando de lado otros que, si bien son muy interesantes en razón de los
hechos que ventilan, no trajeron consigo innovaciones significativas. Esta selección resulta imprescindible pues
es profusa la jurisprudencia del Alto Tribunal en la materia, por la sencilla razón de que el alcance de las
cláusulas constitucionales que garantizan la libertad de expresión encuadra en el artículo 14 de la ley 48
posibilitando así la apertura de la instancia extraordinaria.

IV - ATRIBUCIÓN DE LA INFORMACIÓN A LA FUENTE PERTINENTE


El primero de los requisitos que fija el estándar “Campillay” es que la persona o el medio que transmiten
una noticia o información susceptible de afectar el honor de un sujeto indiquen la fuente en base a la cual se
elabora.
De este modo, la doctrina del Tribunal requiere la veracidad objetiva en la transcripción de la fuente
aunque la noticia, en sí misma, fuese falsa -en términos subjetivos de quien lo genera- o total o parcialmente
errónea. Es que la protección intensa que brinda al informador la doctrina que estudiamos se justifica solo en
la medida en que lo que este dice que el otro dijo haya sido dicho realmente. Contrariamente, cuando lo que se
afirma que X dijo no fue dicho realmente por X, no hay transparencia alguna: el único sujeto detrás de la
expresión es el informador que la ha producido (en el caso, con inexactitud). Por eso es justo que se lo prive
de la protección de “Campillay”: la expresión únicamente le puede ser atribuida a él (7).
Como bien apunta Gelly(8) esta regla, el Tribunal tuvo como fin equilibrar los intereses en conflicto: la
necesidad social de la circulación de las noticias relevantes o de interés público para que sobre ellas se oigan todas
las voces y la protección del honor de las personas. Cabe, no obstante, preguntarse si en algunas oportunidades el
citar la fuente no da más verosimilitud a la noticia que se transmite provocando con ello mayor afectación de la
honra del involucrado. Nótese que en el caso “Campillay” la noticia difundida por los periódicos fue tomada de
un comunicado policial. Para el lector común, el hecho de que se hubiera atribuido la información a fuente
policial, en un asunto de tráfico de drogas, ¿no le hubiera otorgado mayor credibilidad y, por lo tanto, no se
habría afectado en mayor medida la honra del involucrado?
De todos modos, la Corte Suprema se ocupó de enfatizar la utilidad de la doctrina que creaba en
precedentes posteriores que seguidamente pasaremos a examinar.
Tal es el caso “Granada”(9), en el cual el actor promovió demanda de daños y perjuicios contra una agencia
de noticias, “Diarios y Noticias SA” (DyN), con sustento en que un despacho de esta última habría sido
injurioso y lesivo de la dignidad y buena reputación del demandante y de su esposa e hijos.
En concreto, la demandada había emitido un despacho en el cual expresaba que según “una calificada
fuente gubernamental” las detenciones de varias personas -entre ellas Granada- ordenadas por el Poder
Ejecutivo Nacional en varios decretos eran la respuesta oficial a un vasto plan de desestabilización impulsado
desde el exterior por un militar prófugo y vinculado a la comisión de diversos delitos. En primera y segunda
instancia se hizo lugar a la pretensión otorgando una indemnización a favor del reclamante, con fundamento
en que DyN no había respetado la doctrina “Campillay” al no citar con precisión la fuente a la que se atribuía el
contenido de la información dada a conocer.
El Alto Tribunal, por el contrario, admitió el recurso extraordinario y dejó sin efecto la atribución de
responsabilidad civil a la agencia de noticias, por considerar que se había efectuado una interpretación
irrazonable de la doctrina del precedente “Campillay”, al desatender la finalidad que la inspira y optar por un
literalismo superficial que la desvirtúa, lo que según los magistrados provocó una confusión entre la fuente de
la noticia y su canal divulgador, con efectiva violación de la libertad de prensa que garantizan los artículos 14 y
32 de la Constitución Nacional (CN).
En términos generales, se señaló en ese precedente que, al citar la fuente, se transparenta “…el origen de
las informaciones y se permite a los lectores relacionarlas no con el medio a través del cual las han recibido,
sino con la específica causa que las ha generado. También los propios aludidos resultan beneficiados, en la
medida en que sus eventuales reclamos -si a ellos se creyeran con derecho- podrán ser dirigidos contra
aquellos de quienes las noticias realmente emanaron y no contra los que solo fueron sus canales de difusión”
(Consid. 6, último párr.).
Llevado a la solución en el caso concreto, señaló la Corte que los propósitos perseguidos por el fallo
“Campillay” quedaron efectivamente resguardados cuando al cuestionado despacho de DyN, atribuyendo la
noticia a una calificada fuente gubernamental, le siguió pocas horas después una conferencia de prensa del
Ministro del Interior en la que este alto funcionario efectuó un desarrollo que coincidió en líneas generales con
lo que había anticipado el despacho, que tuvo notoria difusión pública a través de todos los medios de
comunicación. Por lo tanto, para la CSJN la fuente a la que aludió el despacho pudo casi de inmediato ser
perfectamente identificada por cualquier habitante del país que, con una mínima diligencia, haya seguido los
acontecimientos de esos días, de modo tal que la transparencia de la fuente quedó debidamente garantizada.
El mismo día del fallo “Granada”, la CSJN se expidió en otro caso relevante sobre la materia, en los autos
“Triacca”(10).
Limitándonos a los hechos imprescindibles para la real comprensión del caso, diremos que la agencia DyN
difundió un despacho en el que se mencionaba la detención del ex diputado Imbelloni ocurrida en la República
del Paraguay. Según el comunicado, la detención se debía a un pedido de extradición formulado por la justicia
argentina por el homicidio de Raúl Cuervo, quien en esa época estaba relacionado con el reclamante (dirigente
sindical). Dicho comunicado, además, informaba que la causa fue iniciada por la viuda de Cuervo, quien afirmó
que el ex legislador hirió de bala a su marido, mientras este cargaba combustible en su automóvil, y que esto
se lo llegó a decir la propia víctima durante la convalecencia. También afirmó la denunciante que el motivo del
crimen estaría vinculado con el tráfico de cocaína y con el hecho de que Cuervo fue guardaespaldas de otros
dirigentes sindicales. Según las declaraciones de la mujer, en el momento del homicidio su esposo trasladaba
un cargamento de 5 kilogramos de la droga mencionada, que debían ser entregados a Triacca. La viuda explicó
que no denunció el caso durante 12 años debido a las “amenazas y recomendaciones” que recibió de un
hermano de Imbelloni y de Triacca, quien la indemnizó por la muerte de su marido con una suma de dinero
que le permitió adquirir un departamento de tres ambientes. Este comunicado fue transcripto parcialmente por
varios periódicos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, habiéndose demandado a dos de ellos (con uno
hubo acuerdo conciliatorio y se desistió del restante), solo quedaba pendiente la acción contra la aludida agencia
de noticias promovida por Triacca en el entendimiento que el comunicado en cuestión le imputaba falsamente
su participación en la muerte de Cuervo y en el tráfico de estupefacientes pretendiendo descalificar públicamente
su figura.
En primera instancia se rechazó la demanda incoada pero la Cámara de Apelaciones revocó dicho
pronunciamiento y condenó a DyN a indemnizar al reclamante. En lo que aquí importa, consideró que el calibre
grave y acusador de delitos de las declaraciones de la señora de Cuervo hacía necesaria una especial prudencia
por parte de la comunicadora de la información, la cual, tratándose de la posible difamación o atribución de
diversas conductas penalmente reprimidas, debía cuidar al límite máximo sus precauciones antes de emitir el
cable informativo, lo que exigía, para cumplir con el deber de diligencia, que se resaltara la fecha de esas
denuncias y de dónde se habían tomado. Para la Cámara el comunicado se presentó como una publicidad
parcial, recortada, sin cumplir la integridad de la información y unilateralmente comunicada destacando además
que se silenciaron los otros elementos exculpatorios del agraviado, quien había desmentido públicamente la
declaración de la denunciante.
El Alto Tribunal, no sin antes recordar la vigencia de la doctrina “Campillay”, consideró que las exigencias
que el fallo impuso a la demanda para sustraerla de la protección que le otorgaban los artículos 14 y 32 de la
CN no estaban contenidas en la interpretación que dicho precedente hizo de esas normas.
En concreto, entendió que la precisión matemática en punto a la fecha de las declaraciones de la viuda de
Cuervo es un requisito creado por el a quo que en manera alguna encuentra su fundamento en “Campillay”. Según
la visión del Tribunal sentenciante, tampoco resulta ser una exigencia contenida en la citada doctrina la
pretensión de que una persona del perfil del reclamante hiciese necesario que DyN actuara con un deber
especial de diligencia al difundir noticias a su respecto, o que debiera efectuar una investigación con el objeto
de acreditar la veracidad de las declaraciones, a lo que añade que la interpretación válida es justamente la
contraria, pues la protección del honor de personalidades públicas debe ser atenuada cuando se discuten
temas de interés público, en comparación con la que se brinda a los simples particulares ya que las
personalidades públicas tienen un mayor acceso a los medios periodísticos para replicar las falsas imputaciones
y aquellas se han expuesto voluntariamente a un mayor riesgo de sufrir perjuicio por noticias difamatorias,
además de destacar que este criterio responde al prioritario valor constitucional, según el cual debe
resguardarse especialmente el más amplio debate respecto de las cuestiones que involucran a este tipo de
personas como garantía esencial del sistema republicano democrático.
Por otra parte, la CSJN señaló que tampoco surge de la doctrina “Campillay” que, junto con la publicación de la
declaración de la viuda de Cuervo, la agencia tuviera la obligación de reproducir las posteriores consideraciones
del actor respecto del asunto, pues el deber esencial es la fidelidad a la fuente y no el de difundir todas las
posibles repercusiones y desmentidas motivadas por aquella.
Como se ve claramente en “Triacca”, la exigencia de citar la fuente -no obstante la veracidad o falsedad de
la noticia- no puede extenderse a límites inciertos ni pueden pretenderse precisiones impropias de quien se limita
a atribuir a cierta fuente una información determinada. Por ello, se puede afirmar categóricamente que
“Campillay” requiere la veracidad objetiva en la transcripción de la fuente para que resulte plenamente aplicable
la protección intensa que brinda al informador, siempre que la cita sea transparente y sincera.
En un fallo posterior dictado en la causa “Ramos” (11), en el que se ratificó la doctrina sentada en
“Campillay”, la CSJN señaló que “debe resaltarse el carácter fuertemente tutelar de esta doctrina, según la
cual se permite al que suministra una información desinteresarse de la verdad o falsedad de ella y eximirse de
responsabilidad civil con la sola cita de la fuente. Parece justo, entonces, a efectos de garantizar un razonable
equilibrio entre la libertad de expresión y la protección del honor personal, exigir que el que propale la noticia
acredite judicialmente que ha invocado la fuente y que sus dichos coinciden sustancialmente con aquella ”
(Consid. 8).
Se vislumbra con nitidez el equilibrio que pretende alcanzar el Alto Tribunal colocando de un lado de la
balanza la posibilidad de quien difunde una noticia o información de desinteresarse de la verdad o falsedad de
aquella siempre que cite debidamente la fuente de la cual la obtuvo, y del otro la libertad de expresión y la
protección del honor del sujeto involucrado en la información, de modo tal que ninguno de tales derechos
personalísimos resulte vulnerado o afectado.
En otro orden de ideas, no podemos obviar las consideraciones vertidas por el Máximo Tribunal del país en
la causa “Bruno”(12), en la cual se expidió en torno a la exigencia de que la fuente a la que se le atribuye la
noticia no sea genérica o incierta sino clara y precisa.
En dicho caso, se publicó en un diario que un ex militar era sindicado como posible partícipe en el atentado
a la Embajada de Israel y se divulgaron aspectos de su vida privada, lo que motivó el reclamo de daños y
perjuicios por la afectación al honor y la intimidad del sujeto involucrado. Se atribuyó la información a fuentes
del Gobierno, al Ministerio del Interior y a fuentes militares.
Para la CSJN las alusiones a las fuentes del modo expuesto en el párrafo anterior “ …constituyen una
referencia genérica e incierta que no permite reconocer el emisor original de la noticia…” y, por lo tanto, no
cumple con el estándar previsto en la doctrina “Campillay”.
Introduciéndose de lleno en la cuestión, señaló el Máximo Tribunal que la exigencia de identificación de la
fuente no vulnera el secreto profesional de los periodistas, reconocido expresamente en el artículo 43 de la CN
reformada en el año 1994, pues a los fines de exonerar de responsabilidad al medio no puede desvirtuarse
mediante su ocultamiento al amparo de secreto de las fuentes de información, ya que bastaría su simple
invocación para conceder a los órganos de prensa una suerte de bill de indemnidad para propalar cualquier tipo
de noticias sin importar si son verdaderas o falsas o si han afectado el honor o la intimidad de los aludidos en
dicha información.
De todos modos, el Tribunal Cimero se encargó de dejar a salvo que la eventual colisión entre el derecho
de los periodistas de reservar la fuente con la exigencia de citarla para eximirse de responder civilmente por la
publicación de noticias que podrían afectar el honor o la intimidad de un sujeto se puede superar con facilidad,
ya que “…si el medio quiere preservar su confidencialidad y propalar igualmente una noticia con evidente
potencialidad calumniosa o difamatoria, se encuentra a su alcance -como eximente frente a cualquier
responsabilidad ulterior- apelar a cualquiera de las restantes directivas indicadas en el fallo ‘Campillay’, sea
tanto a la reserva de la identidad de los imputados como a la utilización del modo potencial en los verbos,
absteniéndose de ese modo de efectuar consideraciones de tipo asertivo…”.
Nuevamente surge con meridiana claridad la preocupación del Máximo Tribunal del país por equilibrar
derechos tan importantes como delicados para una sociedad democrática teniendo en miras evitar que la
vigencia de uno aniquile la existencia del otro.

V - UTILIZACIÓN DE UN TIEMPO DE VERBO POTENCIAL


Este recaudo postula la utilización del modo potencial dejando de lado toda aseveración, no solo en
oraciones abstractas sino en el texto completo, de modo tal que al leer la noticia íntegramente el sentido sea
conjetural y no asertivo. En alguna medida esta forma de redacción pone en duda, sin explicitarlo, la veracidad de
la información, sea porque no pudo ser corroborada con fuentes idóneas, sea porque no quiere ponerse de
manifiesto la fuente consultada.
Un precedente relevante sobre el punto se dictó en la causa “Espinosa” (13). En apretada síntesis, podemos
decir que un matutino publicó una noticia parcialmente basada -aun cuando no lo indicaba- en un cable de la
agencia de noticias Télam. La nota daba cuenta de que el integrante de un grupo dedicado a la lucha libre por
televisión había sido detenido por la policía, la que constató que aquel tenía un arma de juguete con la que se
dedicaba a cometer asaltos y una chapa identificatoria como agente de la Policía Federal. El mencionado en la
nota promovió reclamo por los daños y perjuicios que aquella le había provocado, pretensión que fue acogida
en primera y segunda instancia.
La CSJN, más allá de abrir la queja, desestimó el recurso extraordinario y confirmó la condena de la
instancia anterior. Para así decidir, juzgó que la demandada no se ajustó a los requisitos establecidos por la
doctrina judicial elaborada a partir de “Campillay”. Ello así por cuanto reprodujo en forma asertiva y como
título de la noticia (“El súper pibe asaltaba con un arma de juguete”) lo que en el texto del cable fue difundido
-en modo potencial- como declaraciones del sujeto detenido (“...portando en su cintura una pistola de plástico
con la cual, según declararía, asaltó a varios transeúntes”). El Tribunal valoró que esa afirmación haya
significado una clara imputación delictiva, propia del medio gráfico, que no fue en modo alguno demostrada,
sin que surja de la prueba producida que al actor se le hubiera iniciado proceso penal por el delito que
correspondería a tal imputación. Finalmente, destacó el Alto Tribunal que sí se acreditó que el reclamante fue
absuelto por el delito de tenencia ilegítima de documento de identidad perteneciente a fuerzas de seguridad.
No obstante que el análisis más trascendente de este fallo tiene que ver con la publicación de una noticia en
forma asertiva, también debemos destacar que el Tribunal entendió que la demandada no satisfizo el restante
requisito establecido en “Campillay”, toda vez que la publicación en juego no hizo mención del cable invocado ni de
ninguna otra fuente. En razón de ello, la noticia fue propalada por el diario como propia y dio por inexcusablemente
cierto que el actor “asaltaba con un arma de juguete”, circunstancia esta última que no fue acreditada ni siquiera
mínimamente, por lo que la conducta del medio gráfico accionado fue claramente antijurídica.
En otro caso resuelto por el Alto Tribunal en los autos “B., F. A. c/Diario El Sol de Quilmes” (14), se ahondó
aún más en lo que atañe a la utilización del modo potencial para referirse a una información difundida por los
medios de prensa.
Los antecedentes de la causa se desprenden del dictamen del Procurador General de la Nación, del cual
surge que un medio gráfico sindicó como “uno de los cerebros” de una banda criminal a un conocido abogado
aseverando que este había sido procesado por la Justicia Penal y que se hallaba prófugo. El artículo periodístico
contenía afirmaciones tales como “Los hijos de un conocido juez de La Plata realizaban maniobras con
denuncias falsas para blanquear automóviles robados”, “La mafia ingresa a los tribunales platenses”, “F. B. (a)
He-man, abogado, hijo del juez, está prófugo y sería uno de los cerebros de la banda de autos mellizos”, “F. B.
otro hijo descarriado”, “Se apoderaron de mil automóviles aparte de haber incurrido en los siguientes delitos:
uso de documento falso en concurso ideal con violación de los deberes de funcionario público, falsedad
instrumental, hurto y robo reiterado de automotor”, a lo que se suma la exhibición de una toma fotográfica del
implicado.
El afectado, quien no estaba involucrado en la mentada causa penal como imputado sino que se
desempeñó como abogado defensor de uno de los sospechosos, promovió acción de daños y perjuicios contra
dicho medio de prensa, la que fue rechazada en todas las instancias provinciales, y fue denegado el recurso
extraordinario por lo que ocurrió en queja ante la Corte Suprema.
El Tribunal Cimero, al admitir la queja y habilitar la instancia extraordinaria, aprovechó la oportunidad para
profundizar acerca de la finalidad e importancia de la doctrina “Campillay”, en general, y la utilización del modo
de verbo potencial, en particular. Con toda claridad, señaló en el considerando 4 que la verdadera finalidad de
utilizar el modo potencial en los verbos, absteniéndose de ese modo de efectuar consideraciones de tipo
asertivo, “…estriba en otorgar la protección de la doctrina a quien se ha referido solo a lo que puede (o no)
ser, descartando toda aseveración, o sea la acción de afirmar y dar por cierta alguna cosa. No consiste
solamente en la utilización de un determinado modo verbal -el potencial- sino en el sentido completo del
discurso, que debe ser conjetural y no asertivo. Si así no fuera, bastaría con el mecánico empleo del casi
mágico ‘sería...’ para poder atribuir a alguien cualquier cosa, aun la peor, sin tener que responder por ello…”.
Y, en el caso sometido a estudio y consideración de la CSJN, entendió la mayoría que ciertas expresiones
usadas en la publicación que dio origen al pleito importaron formular aserciones que no están incluidas en el
marco tutelar de la doctrina “Campillay”, sin que imponga una conclusión contraria el hecho de que se atenga al
uso, en otros párrafos, del modo potencial. Ello así porque debe atenderse al sentido completo de la noticia y
no a oraciones o párrafos aislados, de modo tal que el empleo de una aserción sobre un hecho no se compensa
o anula con la posterior utilización del modo potencial. Debe interpretarse la noticia o información en su
integridad para desentrañar su sentido.

VI - RESERVA DE LA IDENTIDAD DE LOS IMPLICADOS EN EL HECHO


OBJETO DE LA NOTICIA O INFORMACIÓN
Este último supuesto prevé la posibilidad de que el medio de prensa se exima de responder omitiendo
identificar a los que eventualmente podrían verse afectados por la información de que se trate.
Va de suyo que este recaudo no se limita a la omisión del nombre del sujeto sino a toda forma de
identificación, que deberá ser analizada según el caso concreto teniendo en cuenta que la finalidad es que el
receptor de la noticia no logre establecer quién se encuentra implicado. A modo de ejemplo, podemos decir
que una noticia referida a un hombre que fue el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos, ganó un mundial
y llegó a la final de otro fue director técnico de la selección argentina, debutó en Argentinos Juniors en 1976 y
jugó profesionalmente en Boca Juniors, Barcelona, Sevilla, Nápoli y Newell’s, pero no menciona a Diego A.
Maradona, no podrá aducir que reservó la identidad del sujeto, pues de todas formas resulta evidente de quien
se trata.
La razón de ser de este requisito fue explicitado por el Alto Tribunal en el citado caso “Granada”. De
manera escueta pero terminante, se indicó que el medio que difunde una noticia falsa o inexacta puede
eximirse de responsabilidad “…cuando omite la identidad de los implicados, puesto que estaría ausente la
afectación señalada (a la reputación de la persona)…”(15).
En definitiva, no es más que la aplicación de la teoría general de la responsabilidad civil que campea en
nuestro derecho y que prevé que uno de los requisitos imprescindibles para que exista responsabilidad civil es
la existencia de un daño cierto en quien reclama, tal como lo reseñamos al comienzo de este trabajo.
En lo que atañe específicamente al daño, nuestro derecho determina que existirá siempre que se causare a
otro algún perjuicio susceptible de apreciación pecuniaria o directamente en las cosas de su dominio o posesión,
o indirectamente por el mal hecho a su persona o a sus derechos o facultades (art. 1068, CC).
Para que el daño sea resarcible ha de ser cierto y no eventual o hipotético, esto es, real y efectivo. Debe
haber certidumbre en cuanto al daño actual o suficiente probabilidad, de acuerdo con el curso natural y
ordinario de los acontecimientos, de que aquel llegue a producirse como previsible prolongación o agravación de un
perjuicio en alguna medida ya existente; en el supuesto de daño futuro no es indemnizable el daño puramente
hipotético, que no puede dar lugar a indemnización sin riesgo de que esta represente un enriquecimiento sin
causa si en definitiva la eventualidad no tiene lugar(16).
Por ello, si quien propala una información o noticia que resulta falsa o inexacta omite identificar a la
persona que podría verse afectada en su honor o intimidad, esta última mal podría incoar un reclamo judicial,
pues en definitiva si el receptor de la información no tiene conocimiento de quién es el sujeto al que alude la
noticia, no habría daño alguno en detrimento de la persona que se ve involucrada.

VII - EL SUPUESTO DE LOS FUNCIONARIOS PÚBLICOS, FIGURAS


PÚBLICAS O PARTICULARES INVOLUCRADOS EN ASUNTOS PÚBLICOS.
LA DOCTRINA DE LA REAL MALICIA
En oportunidad de referirnos a la antijuridicidad y al factor de atribución, siguiendo la postura sustentada
por la CSJN, decíamos que resulta pertinente hacer una distinción según la persona afectada sea un funcionario o
figura pública, o un ciudadano privado, pues en el segundo supuesto rigen las reglas generales de
responsabilidad civil basadas en la culpa, pero en los restantes se impone un estándar que asegure un ejercicio
fluido y vigoroso de la libertad de palabra limitando los factores de imputación a aquellos que puedan ser
alcanzados por el concepto de “real malicia” (dolo o grave e inexcusable negligencia).
Conforme a la doctrina de la real malicia, quien ejerce la libertad de expresión sobre temas de carácter
institucional o de relevante interés público, que agravian a un funcionario público, a una figura pública o a un
particular involucrado voluntariamente en ellos será responsable jurídicamente si el accionante prueba de
modo fehaciente: 1. el carácter agraviante de las expresiones vertidas y el daño que le ocasionaron; 2. la
inexactitud de las expresiones formuladas; 3. el dolo directo o eventual del emisor de las expresiones. Se debe
probar que conocía la falsedad del contenido de su expresión agraviante o su total despreocupación para
constatar, de modo elemental, su falsedad o acierto cuando existen circunstancias de hecho suficientes que le
permitirían, razonablemente, presumir que el contenido de las expresiones carecía de veracidad prescindiendo
de la verificación de ellos a pesar de encontrarse a su alcance de modo inmediato los elementos necesarios a
tal fin. Como se advierte, el emisor puede ser un funcionario gubernamental o un particular, y el destinatario
de la expresión un funcionario público, una figura pública o un particular involucrado voluntariamente en el tema
de debate que debe ser de carácter institucional o de relevante interés público (17).
El Alto Tribunal, en su actual composición, recordó que la doctrina de la real malicia se sustenta en los
lineamientos dados por “…la Corte Suprema de los Estados Unidos al fallar en el caso ‘Gertz’ (418 US 323), en
el cual recordó que la doctrina que exige ‘real malicia’ fue sentada en ‘New York Times v. Sullivan’ (376 US
254) y posteriormente extendidas en ‘Curtis Publishing Co. v. Butts’ (388 US 130) a demandas iniciadas por
personas que, sin ser funcionarios públicos, ‘estaban íntimamente involucradas en la resolución de importantes
cuestiones públicas o, por razón de su fama, tenían gran influencia en áreas que preocupan, importan o
interesan a toda la sociedad’ (418 US 323, 337)…”.
Tiene su razón de ser en la necesidad de evitar la autocensura de quienes toman la palabra en torno a
cuestiones públicas y en el entendimiento de que los funcionarios públicos o las figuras públicas normalmente
cuentan con un acceso significativamente mayor a los canales de comunicación y, por lo tanto, “tienen una
oportunidad más realista de contrarrestar las falsedades que las personas privadas”(18).
Con una visión más historicista, puede decirse que la función originaria de la libertad de prensa fue la
consolidación del Estado liberal, lo que permitió el amplio debate de las cuestiones públicas. Se trataba de
posibilitar la crítica política para evitar la opresión de los antiguos regímenes y, hoy en día, esa función se
mantiene inalterada pues hace a la esencia de la democracia y de la libertad. Entonces es lógico, desde la
óptica de la CSJN, otorgar un marco de protección mayor a los órganos de prensa cuando se debaten
cuestiones que hacen a la cosa pública que cuando la información se encarrila en aspectos que no la
involucran(19).
Por lo tanto, cuando la persona afectada sea funcionario público o figura pública deberá acreditarse que el
medio publicó la noticia o información a sabiendas de su falsedad o con total despreocupación acerca de esa
circunstancia.
En palabras del Alto Tribunal, aquel ha dicho reiteradamente que “...para obtener la reparación pecuniaria
por las publicaciones concernientes al ejercicio de su ministerio, los funcionarios públicos deben probar que la
información fue efectuada a sabiendas de su falsedad o con total despreocupación acerca de tal
circunstancia...; en cambio basta la ‘negligencia precipitada’ o ‘simple culpa’ en la propalación de una noticia
de carácter difamatorio de un particular para generar la condigna responsabilidad de los medios de
comunicación pertinentes...”(20).
En primer lugar, debe verificarse si se encuentran cumplidos los recaudos fijados en “Campillay”. En el
caso de no hallarse cumplidos tales recaudos, deberá examinarse si se hallan reunidos los presupuestos que ha
exigido la CSJN para la aplicación de la doctrina de la real malicia.
El principio de real malicia, a diferencia del test de veracidad, no opera en función de la verdad o falsedad
objetiva de las expresiones, pues entra en acción cuando ya está aceptado que se trata de manifestaciones
cuya verdad no ha podido ser acreditada o son erróneas o incluso falsas. Lo que es materia de discusión y
prueba, si de real malicia se trata, es el conocimiento que el periodista o medio periodístico tuvo (o debió tener) de
esa falsedad o posible falsedad. Esta es la primera diferencia importante. La segunda y no menos importante
particularidad radica en que no cabe dar por cierto el específico contenido del factor subjetivo al que alude el
concepto de real malicia -conocimiento de la falsedad o indiferencia negligente sobre la posible falsedad- mediante
una presunción, sino que debe ser materia de prueba por parte de quien entable la demanda contra el periodista
o medio periodístico(21).
Como colofón, destacamos que siempre que se cumpla con los requisitos previstos en “Campillay” el medio
de prensa podrá eximirse de responder civilmente por la publicación de noticias inexactas o falsas, pero el
incumplimiento de algunos de los mentados requisitos no implica per se la responsabilidad del demandado, pues en
caso de que se trate de funcionarios públicos, personas públicas o particulares involucrados en asuntos públicos,
deberá recurrirse a la teoría de la real malicia y el afectado deberá acreditar que se publicó la noticia o
información a sabiendas de su falsedad o con total despreocupación acerca de esa circunstancia.

VIII - CONCLUSIÓN
La responsabilidad civil de los medios de prensa por la publicación de noticias o informaciones falsas o
inexactas se rige por las reglas generales del CC con un factor de imputación subjetivo, y los sindicados como
responsables para eximirse de responder deberán acreditar el cumplimiento de alguno de los tres recaudos
establecidos por la CSJN en el caso “Campillay”, esto es, citar la fuente de la que surge la información, utilizar
un modo de verbo potencial o reservar la identidad del sujeto implicado, con más las especificaciones que
detalló el Alto Tribunal en fallos posteriores.
En caso de que se trate de un funcionario público, persona pública o particulares involucrados en asuntos
públicos, deberá recurrirse a la teoría de la real malicia y el afectado deberá acreditar que se publicó la noticia o
información a sabiendas de su falsedad o con total despreocupación acerca de esa circunstancia. Caso
contrario, el medio de prensa quedará eximido de responder.
Notas

[1:] “Campillay, Julio C. c/La Razón y otros” - CSJN - 15/5/1986, Fallos: 308:789
[2:] Trigo Represas, Félix y López Mesa, Marcelo: “Tratado de la responsabilidad civil” - LL - Bs. As. - 2011 - T. I -
pág. 387
[3:] Pizarro, Ramón D.: “Responsabilidad civil de los medios masivos de comunicación. Daños por noticias inexactas o
agraviantes” - Ed. Hammurabi - Bs. As. - 1991 - págs. 152/3
[4:] Zavala de González, Matilde: “La libertad de prensa frente a la protección de la libertad espiritual de la persona” -
JA - 1982-II-783
[5:] “Melo, Leopoldo Felipe y otros c/Majul, Luis Miguel s/daños y perjuicios” - CSJN - 13/12/2011
[6:] Diccionario de la Real Academia Española - 22a ed. - www.rae.es
[7:] Bianchi, Enrique T.: “La doctrina ‘Campillay’ (o la noticia que reproduce lo expresado por otro)” - LL - 1997-B-
1283
[8:] Gelly, María A.: “Constitución de la Nación Argentina: comentada y concordada” - 3 a ed. - LL - Bs. As. - 2006 -
pág. 114
[9:] “Granada, Jorge Horacio c/Diarios y Noticias SA” - CSJN - 26/10/1993, Fallos: 316:2394
[10:] “Triacca, Alberto J. c/Diario La Razón y otros” - CSJN - 26/10/1993, Fallos: 316:2416
[11:] “Ramos, Juan J. c/LR3 Radio Belgrano y otros” - CSJN - 27/12/1996, Fallos: 319:3428
[12:] “Bruno, Arnaldo L. c/La Nación SA” - CSJN - 23/8/2001, Fallos: 324:2419
[13:] “Espinosa, Pedro Francisco c/Herrera de Noble, Ernestina y otros” - CSJN -27/10/1994, Fallos: 317:1448
[14:] “B., F. A. c/Diario El Sol de Quilmes” - CSJN - 18/2/2003, Fallos: 326:145
[15:] Consid. 6, segundo párr. Lo destacado me pertenece
[16:] Mosset Iturraspe, Jorge y Piedecasas, Miguel A. (Dirs.): “Código Civil. Doctrina, jurisprudencia, bibliografía.
Responsabilidad civil. Parte general. Artículos 1066 a 1136” - 1 a ed. - Rubinzal - Culzoni Editores - Santa Fe - 2003 -
pág. 34 y citas allí indicadas
[17:] Badeni, Gregorio: “Responsabilidad de los funcionarios públicos por el ejercicio de la libertad de expresión” -
DFyP - marzo/2012 - 211; LLO - marzo/2012 - 141
[18:] “Melo, Leopoldo Felipe y otros c/Majul, Luis Miguel s/daños y perjuicios” - CSJN - 13/12/2011, Consid. 14.
[19:] Peralta Mariscal, Leopoldo L.: “La protección del honor ante la difusión de informaciones: La doctrina ‘Campillay’”
en Alegría, Héctor (Dir.): Revista de Derecho Privado y Comunitario, “Honor, imagen e intimidad” - 1 a ed. - Rubinzal -
Culzoni Editores - Santa Fe - 2006-2 - pág. 238
[20:] “Costa, Héctor R. c/Municipalidad de la Capital y otros” - CSJN - 12/3/1987, Fallos: 310:508, reiterado
innumerables veces por el Alto Tribunal desde aquel entonces hasta la actualidad
[21:] “Patitó, José Ángel y otro c/Diario La Nación y otros” - CSJN - 24/6/2008, Fallos: 331:1530, Consid. 8

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