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UNIVERSIDAD DEL ESTE

TICS Y EDUCACIÓN

Problemática del campo de estudio y objetivos del curso.

Profesor: Lic Jorge Mario Cerrigone Lloyd.

Introducción.

En la actualidad nos enfrentamos a vertiginosos cambios y desafíos en tanto

aparición de nuevas necesidades de trabajo –y desaparición de necesidades que

parecían establecidas de manera inamovible- y, por lo tanto, educativas. Nuevas

necesidades que también van conectadas a nuevas ofertas. La información que los

procesos de producción crecientemente incorporan en sus quehaceres y la

creciente aparición de elementos que mejoran en forma constante la productividad

del manejo de la misma, empuja una dinámica que acrecienta su velocidad en tanto

creación de nuevas formas de trabajo. Aparecen así nuevas soluciones para

antiguos problemas, a la par que nuevos problemas que demandan nuevas


soluciones, dado que los clásicos paliativos se transforman rápidamente en

alternativas obsoletas.

El proceso anteriormente mencionado es, de por sí, altamente desafiante para ser

acompañado en forma efectiva y permanente en lo concerniente a la indagación de

sus principales elementos de referencia. Lo que hoy puede ser una distinción

principal que arbitra las necesidades de un oferente y un demandante de trabajo,

mañana puede ser un elemento marginal. Lo que se ha dado en llamar la “era de

las tecnologías de la información y la comunicación” TICS, ha incrementado la

aparición de nuevas técnicas, soluciones, desafíos y necesidades no solo en los

procesos de trabajo material, sino en los procesos de trabajos “inmateriales” –por

llamarlo de alguna manera-, como en el sector de los servicios, y también en la

necesidad de cambios en el diseño curricular de planteamientos educativos. Ya

nada queda afuera de este proceso.

Con la intención de mejorar el marco analítico que pretendo establecer en la

presente argumentación, y para asegurar potencialmente la mejor propuesta de

marco de acción, es preciso entonces mostrar aquello que, desde mi perspectiva,

se distingue claramente como elemento aglutinante de estos cambios, para luego

dar paso al análisis institucional que acompañó los mismos, intentando definir

oportunidades de acción para el mejoramiento de ellos con la intención de valorizar

la estructura de relación formal entre educación, trabajo y acumulación, y con esto,

generar los mecanismos no solo para mejorar el entorno institucional educativo, sino

también el competitivo del trabajo y la calidad de protección de los alumnos y


trabajadores empujados a estas nuevas formas. Así, los primeros puntos que

pretendo abordar son; información, productividad, división y especialización de

tareas, productos y procesos y su relación con los cambios institucionales en la

oferta educativa.

*****

Si bien puede parecer desproporcionado el siguiente ejemplo que incorporaré

dentro del desarrollo del presente trabajo -cuanto que también ambicioso dado que

quienes lo desarrollamos no pertenecemos al mundo de la antropología-, es preciso

indicar que se trata de un punto de partida en tanto referencia a la relación mediante

la cual, el ser humano, se ha visto desafiado para su adecuación al entorno. A su

vez, en el ejemplo se intenta también establecer una mirada sobre el proceso

inverso; algunas fases distintivas de la dinámica con la cual –y en paralelo a su

proceso de adecuación-, ese mismo ser humano ha recreado mediante su acción,

y establecido, relaciones mercantiles materiales e inmateriales. Comenzaré

entonces planteando una especie de paradoja primaria, la cual no ha hecho otra

cosa que cobrar más y más complejidad desde que hemos dejado de pertenecer al

mundo animal, al menos en el sentido que comúnmente le damos a este tipo de

pertenencia –y si es que alguna vez hemos sido primates inferiores-.


Dando por descontado el litigio que puede suscitar tomar postura ante aquellas

determinaciones, indico que es claro y hay evidencia que lo comprueba, que el

estado primigenio del ser humano ha sido un estado de total y absoluto vacío de

elementos materiales a su disposición para su defensa de amenazas naturales

como el clima y la depredación en la cadena animal. También el vacío estuvo

constituido en la falta completa de elementos que permita producir más elementos

y mejorar su entorno material; el otrora “hombre de las cavernas” no era otra cosa

más que un homeless desposeído de todo tipo de artefactos y medios de protección.

En ese entorno aquel ser humano ponía en riesgo directo su vida tan solo por el

hecho de tener que conseguir su alimento. Así, el medio de su subsistencia se

dirimía entre cazar o ser cazado, y cada peregrinaje mediante el cual se emprendía

el seguimiento de una buena presa, solía ser un “pasaje de ida”, en donde, por caso,

un felino o un oso podía poner en una balanza de simetría quién era el más

poderoso en tanto necesidad y presa -podía establecer claramente quién cazaba a

quién-. De esta manera, el hombre parece haber formado las primeras comunidades

motivado por el trabajo colectivo ante la caza, que permitió asegurar en mayor

medida su alimento y minimizar los riesgos de perder la vida en la tarea, entre otras

cosas. Aquí comenzamos a trazar la construcción de una paradoja que nos

acompaña hasta nuestros días, y de seguro nos acompañará hasta nuestro fin; ¿en

este contexto, no son la lanza y una trampa con señuelo, elementos materiales

creados para minimizar los riesgos tornando la vida más segura, cómoda y sencilla?

¿no ha sido el golpeteo de dos piedras o la fricción de un trozo de rama en un tronco,

el inicio de un protocolo con el objetivo de crear la chispa adecuada que permitiría


dar vida a un fuego con el cual cobijarse de un frío amenazante? Dichos elementos

seguramente permitieron trabajar a distancia o a resguardo, en seguimiento o en

espera, a la vez que aseguraban la consecución final de la meta; no fenecer de frío

y adquirir una presa como nutriente.

Sin embargo, tales elementos representan mucho más que eso; contenían la

posibilidad de construir información para transmitir sus beneficios. La información y

su aplicación práctica se conjugan en un proceso que será la manifestación de la

consciencia, y así, la búsqueda por hacer más sencilla y práctica la vida, generó

elementos, nuevas situaciones y necesidad de artefactos qué, en tanto aplicación

práctica, comenzaron a tornarla crecientemente compleja. A medida que aparecían

elementos para hacernos más sencillas las tareas para la vida, y a la vez que la

aceptación confirmaba esas cualidades, se abrían nuevas perspectivas para nuevas

soluciones, tornando de mayor complejidad a futuro cada paso de sencillez

presente; el proceso podría sintetizarse indicando que en la medida que con nuestro

trabajo fuimos manipulando el entorno natural haciéndolo más sencillo y

hospitalario, no hemos hecho otra cosa que tornarlo más complejo e impredecible.

Podríamos indicar que dimos nacimiento a la complejidad de lo sencillo; he ahí una

paradoja.

Tanto la información, como también su manifestación práctica movida por la

búsqueda de paliar necesidades, poseen un sinnúmero de aristas que intentaré

abordar -al menos en una pequeña porción-, conscientes de ir montando

conocimientos y conclusiones previos, emanados de clásicas y titánicas tareas de


grandes pensadores e investigadores que a este respecto nos han adelantado. Y

en este sentido, parafraseando a Sir Isaac Newton, se debe establecer claramente

que este trabajo no es más que la pretensión de una mirada de enanos a hombros

de gigantes.

Confiando en que se ha interpretado la intención del desarrollo –el cual a primera

vista puede en demasía pretencioso-, continúo con el esbozo de las distinciones

que pretendo analizar.

Siguiendo con aquella paradoja entonces, podemos trazarnos algunas preguntas

para ir despuntando elementos de análisis; ¿qué significó y a qué nuevas

necesidades propendió la aparición de una lanza, un sistema de trampas, o un

protocolo para encender fuego independientemente de la motivación primaria para

la que fueron creados? Es indudable que la aparición de la primera lanza –sin entrar

en detalles que pueden indicar que existió una “proto-lanza” y demás aristas

específicas que manejan los especialistas-, generó la necesidad de su

perfeccionamiento y mejora, a la par de una especie de admiración. Un sistema de

trampas seguramente empujó la necesidad de explicarlo con una rudimentaria

forma de comunicación. Y un protocolo de encendido, es muy probable que haya

sido transmitido mediante un esforzado tesón que terminaba enseñando por medio

de la práctica, y cuya consecución era coronada con un fuego que se encendía –no

pocas manos se habrán quemado en tal proceso de enseñanza-aprendizaje.

Así las cosas, entonces, y buscando paliar aquellas primigenias necesidades, una

comunidad primitiva comenzó a generar unas condiciones de vida, de entorno, de


artefactos materiales que no hicieron más que crear la necesidad de más

conocimientos y especializaciones alrededor de cada nuevo artefacto que nacía

para solazar las necesidades de los sentidos inmediatos y en el entorno de lo físico;

gusto, vista, tacto, olfato y oído. También, la admiración y atención que los nuevos

artefactos promovieron, generaron sin dudas la activación y el nacimiento de otro

sentido no siempre tan percibido, y que se monta en la consciencia; la razón.

De esta forma podemos ir avanzando qué, soluciones prácticas por un lado e

indagación y razonamiento por el otro –y sin entrar en extenuantes discusiones

filosóficas-, se transformaron en el motor que dio impulso al ser humano en tanto

ser. Y es por esta vía que tal dualidad, desde allí y hasta nuestros días, parece

contener el elemento aglutinante que conjuga las cualidades que hacen a las

diferencias entre sociedades modernas o primitivas, desarrolladas o en desarrollo,

ricas o pobres, especializadas o desarticuladas, en definitiva; libres o dependientes.

Las relaciones de poder entre unas y otras –y hacia el interior de cada una-, también

descansa en aquellos elementos aglutinantes; quienes más capacidad de

consciencia y razonamiento crearon en tanto practicidad de resultados, mayor

efectividad y eficacia de elementos para paliar sus propias problemáticas, a la vez

que más condiciones de poder y asimetría este proceso fue gestando.

Las principales características de diferenciación entre sociedades avanzadas y

sociedades primitivas, pueden evidenciarse mediante la disponibilidad de medios

para tornar armónicas y placenteras -cuanto que también menos tediosas y

expuestas a incertidumbres las circunstancias físicas de la vida, y todo ello para la


mayor cantidad posible de personas de cada sociedad. Es claro que las diferencias

entre una sociedad como Noruega y otra como Mozambique, si bien pueden

mostrarse mediante la medición de la cantidad de nacimientos, infraestructura

edilicia, sistema de salud o producto bruto per cápita, no serían más que meras

descripciones aparentes de lo que en realidad subyace. Y no es otra cosa que lo

mencionado al inicio del párrafo. Una sociedad se ha especializado no solo en

generar sus propios frutos, sino también en saber aprovechar el fruto generado por

otras, en tanto que otra sociedad no ha llegado ni a comenzar a saltar el umbral de

lo posible por la vía de sus propias necesidades y potencialidades, decantando en

un estacionario estado comunitario en el cual la escasez de todo lo posible –y que

parece eterna-, de alternativas y artefactos ante los problemas físicos de la vida,

son la norma y regla antes que la excepción.

¿No es acaso la necesidad de mejorar la profundidad de penetración en punta de

la lanza, cuanto que también su capacidad de impacto y geometría de vuelo lo que

gestó la aparición de nuevos trabajos en forma de artes rudimentarias de tallado de

puntas en piedras y torsiones de ramas? ¿Y qué decir de las nuevas tareas en las

artes de la indagación de conductas para la premeditación de comportamientos que

permitieron mejorar un sistema de trampas para cazar animales esquivos mediante

los primitivos artefactos? ¿El descubrimiento de la posibilidad de manipular el fuego

no ha sido el inicio de la creación de nuevos trabajos basados en la necesidad de

mejorar la capacidad calórica ante un nuevo invierno que se avecinaba?


Si bien, nuevamente, ante esas preguntas podemos repreguntar si efectivamente

se trató de procesos que aquí se observan –probablemente- en extremo

simplificados, y reiterando una vez más que lo que aquí se aborda no es una crítica

de la historia de la antropología moderna, sino una construcción de herramientas

para poder vislumbrar el estado del trabajo, la información y su transmisión en sus

diferentes formas –que finalmente atañen a la educación-. Reitero una vez más que

se trata de un avance en tanto indagación del trabajo en relación al estado

cualitativo actual, con ajuste a la vertiginosa carga de información que el proceso

hoy requiere y su correspondiente relación con la educación al servicio de éste.

La productividad del trabajo y la educación.

Si hay una palabra que ha sido relacionada directamente con el accionar de

cualquier proceso de trabajo, esta ha sido sin lugar a dudas la productividad. Si bien

podemos diferenciar la carga que este concepto en tanto conlleva como elemento

de indagación diferentes características si se lo utiliza para analizar un proceso de

trabajo artesanal, de uno industrial, hay que establecer que es, en estado puro, un

indicador clave para iluminar el estado de camino hacia la riqueza que una sociedad

puede emprender en tanto mejora de sus parámetros. Una sociedad que incrementa

su productividad –sea cuales fueren las características de sus procesos de trabajo-

es una sociedad encaminada a una mejora constante y permanente en tanto

mantenga esas cualidades. Una sociedad que no mejora sus ratios productivos
cuanto que los empuja al decrecimiento, es una sociedad condenada a problemas

estructurales ya sea en el corto, mediano o largo plazo.

A lo largo de la historia la productividad del trabajo indudablemente ha ido en

aumento, pero no siempre lo hizo con los mismos niveles de velocidad. Por

momentos las velocidades han sido ralentizadas por guerras, hambrunas y factores

climáticos, por otros, lo fueron por cualidades específicas de las formas que

tomaban los procesos de trabajo. Finalmente, hay también factores filosóficos,

políticos y religiosos que han interferido, en mayor o menor medida, en la posibilidad

de crecimiento de las estructuras de productividad de las comunidades. En este

sentido debemos al menos puntualizar dos formas diferenciadas de los procesos de

producción y que tienen relación con la productividad; el trabajo artesanal y el

trabajo industrial.

El trabajo artesanal es una forma de producción cuya característica distintiva es su

escasa o nula posibilidad de transformarse en un trabajo estandarizado, con lo cual

la transferencia de conocimientos e información al respecto de su protocolarización

–con el objetivo de una búsqueda de mejora constante en los aspectos cuantitativos

de su producción-, se torna prácticamente imposible; ¿Cómo establecer un

protocolo o un manual de procedimientos con el cual formar a un artesano? A lo

largo de la historia el saber artesano de los procesos de trabajo se estableció y

transmitió mediante ligas y ansas de obreros artesanales, los cuales transmitieron

de generación en generación conocimientos de muy difícil codificación. Desde esta


perspectiva, el trabajo es un arte manual antes que un engranaje de un mecanismo

mayor.

Con lo críptico de estos conocimientos, pareció ser escaso el universo de

posibilidades para mejorar la productividad del trabajo por la vía de la mejora de las

artes de la indagación. De esta forma, una especie de “monopolio” en el “saber

cómo” producir, encriptó durante mucho tiempo las posibilidades de expandir el

“qué”, dado que el espectro de alternativas pareció quedar sujeto a la repetición de

lo creado antes que a la creación de nuevas necesidades emanadas desde los

procesos de trabajo mismo –elemento clave para la mejora de un entorno

productivo-. De esta manera, toda nueva creación emanada desde los procesos de

trabajo en forma rudimentaria al principio y artesanal posteriormente, por largo

tiempo pareció descansar en las entrañas de la naturaleza inmediata, la cual iba

demandando con su insoslayable vehemencia, los artefactos esenciales para la vida

de aquellas comunidades; no se buscaba mejorar la cualidad geométrica de una

palanca de fuerza para movilizar mayor cantidad de elementos, sino buscar mayor

cantidad de músculos para movilizar mayor cantidad de pesos.

De esta forma, pareció ser escaso el aprovechamiento el potencial del trabajo vía la

mejora de la productividad. Así, el trabajo que podría haberse ahorrado con tales

mejoras para recrear nuevos trabajos, fue inexistente. Grandes obras

monumentales realizadas en decenas o cientos de años, y llevadas a cabo por

cientos de miles de personas, muestran que el trabajo no fue un bien de

aprovechamiento comunitario, sino un derroche que empobreció a sociedades que


movían su esfuerzo físico de pocas personas, como parece ser que sucedía en el

antiguo Egipto, por caso.

Debió recorrer el ser humano largos trechos, no sin sobresaltos y penurias, para

que el trabajo comience a desarrollar una metamorfosis que cobró vértigo en los

últimos 500 años, aunque más agudamente en los últimos 200.

Es en este punto que debemos establecer ciertas distinciones que tienen que ver

con el conocimiento. Si bien la historia nos indica que el trabajo fue acompañando

una cadencia institucional que reflejaba las relaciones de poder, y así se ha

vislumbrado el trío esclavitud, feudalismo y capitalismo para diferenciar las tres

clásicas concomitancias políticas mediante las cuales se establecieron las

relaciones entre quienes ofrecían trabajo y quienes lo requerían, hay un elemento

aglutinante en todo este proceso en relación a la productividad general que las

diferentes configuraciones sociales parecieron emanar; la ciencia.

Si bien con un período de cierto estancamiento y oscuridad, luego del siglo XVI

pareció ser el elemento que coadyuvó a mejorar los procesos de producción y,

concomitantemente, el trabajo. Desde su desarrollo comenzó, lentamente al

principio, y con mayor velocidad a medida de su avance, a cambiar la estructura

cualitativa del trabajo, a la vez que cuantitativa. Con ello, nació, creció y se

desarrolló, la estructura educativa institucionalizada. El mejoramiento y la creación

de nuevas formas de aprovechar la energía, recrearla y transformarla, en reemplazo

de los gastos en esfuerzos humanos, por un lado, y en mejora de los recursos

naturales disponibles por el otro, fueron generando la necesidad y, paralelamente,


la aparición de nuevos trabajos que no se apoyaron tan solo en el esfuerzo físico o

en la transferencia de conocimiento artesano por la vía de las ligas o instituciones.

Así, el elemento distintivo de la revolución industrial, con sus tejedoras funcionando

sin parar en la medida que la maquinaria a vapor las movilizaba, transformo la

producción a un ritmo vertiginoso. Con ello, se transformó también las formas en las

que se comienzan a transmitir los conocimientos. Nace la estructura de enseñanza

aprendizaje con currículas en forma de gradientes que calzan desde un grado

menor hasta un mayor grado de conocimientos. Y todo inicialmente apuntalado

institucionalmente en la toma de tiempos respecto de las edades del educando, al

cual inicialmente se estandarizará en ese sentido sobre la base de las necesidades

de producción.

Pero aquella dimensión productiva también transformó el espectro que configuró la

estructura del trabajo. Lentamente comenzaron a cobrar importancia las artes en la

indagación y el intelecto, como medios con los cuales producir; comenzaba en lento

desplazamiento desde la fuerza de los músculos hacia la sagacidad del saber y la

indagación. A partir de aquellos cambios, pareció no alcanzar con tener a

disposición un ejército de personas fornidas con cerebros ociosos para garantizar

la riqueza productiva, sino individuos sagaces con espíritu libre. Así, las nuevas

necesidades que fueron naciendo en paralelo a las nuevas creaciones, fueron

llamando al espíritu científico que era el verdadero “espíritu crítico” –que había ya

cortado el cepo de la divinidad para dar paso al campo fértil de la producción de

conocimiento útil-, a que tome las riendas de una mejora continua garantizada. Con

ello, la producción de más y más artefactos y elementos que se pondrían a


disposición de las comunidades. Más y mejores formas y mayor cantidad de

alternativas y caminos posibles para continuar un sendero de soluciones crecientes

mediante el trabajo equilibrado entre conocimiento registrado y esfuerzo físico. La

información comienza a dar sus primeros pasos en tanto elemento contenido

en los artefactos y las formas de producirlos.

La fortaleza que la ciencia probó dotar al hombre, si bien descansa finalmente en la

productividad de su esfuerzo -medida en la cantidad de soluciones y productos que

con él logra-, también nutrió de ventajas a quienes en mayor y mejor medida

pudieron aprovecharla y recrearla. Así, quienes poseían el conocimiento tácito en

los procesos de producción artesanal, vieron amenazada su ventaja en la medida

que el método científico mejoró su productividad en la medida que se expandía

hacia otras artes de su dominio. La ciencia de la administración permitió qué,

mediante su sistema de indagación, pudiese codificarse en estudios de tiempos y

movimientos, procesos de trabajo que hasta entonces no habían sido susceptible

de tamaña estandarización. El monopolio del conocimiento de los procesos de

trabajo –encriptado por el saber del artesanado-, pasó a ser susceptible de libre

disponibilidad mediante un manual de procedimientos. En la medida en que la

especialización de las tareas llamó a la necesidad de una programación científica

cabalmente diagramada sobre la base de la indagación profunda de los tiempos y

los movimientos, y en la medida que esas indagaciones fueron susceptibles de ser

codificadas en un libro como una especie de “receta”, la productividad del trabajo

queda a las puertas de su explosión dinámica por vez primera en la historia de la

humanidad.
Si Adam Smith indagó la especialización y la productividad del trabajo mediante su

ejemplo de la fábrica de alfileres, Fredric Taylor lleva a la práctica aquella indagación

mediante el manual de estudios de tiempos y movimientos. Inglaterra en un primer

momento genera la revolución industrial, Estados Unidos lleva esta revolución un

paso más allá y genera la revolución del mercado, la creación de la producción en

masa y, consecuentemente, el mercado de consumo. Y es aquí donde debemos

detenernos unas páginas para desarrollar lo que esto significó en tanto trabajo, dado

que aquí está el germen sobre lo cual este curso pretende aportar un conocimiento

fértil, si es que así podemos llamarlo.

Probablemente no nos equivocamos si indicamos que no hay quien no haya

escuchado -al menos en los ámbitos en donde el pensamiento político es la norma

y no la excepción-, conceptos como “american way of life” o más comúnmente en

su traducción local “el sueño americano”. Seguramente muchos coinciden en

sostener que tal apreciación no es más que un slogan del cual se han nutrido las

corrientes de pensamiento dominante para impulsar y establecer las reglas de juego

institucionales permeables a su conveniencia. ¿En qué consistió el proceso

mediante el cual se dio nacimiento a aquel concepto que ha llegado hasta nuestros

días de forma tan rauda?

En una primera aproximación podríamos argumentar que aquello fue una

emanación alegórica del espíritu de época, en el cual por vez primera en la historia

de la humanidad se mostró que personas que habían visto su vida iniciarse en la


más absoluta y paupérrima miseria, observaron terminarla bajo condiciones

altamente favorables, no solo para sí, sino también para sus sucesores, y para los

sucesores de sus sucesores. De esta manera, un padre veía mejorar las

condiciones de vida de sus hijos, y éstos, las condiciones de los suyos de manera

asegurada y creciente. El sueño americano no fue solo un slogan de clase, sino una

realidad concreta que se percibió por el grueso del mundo del trabajo y en el sistema

educativo en un determinado tiempo; ¿qué fue lo que ocurrió?

He mencionado ya que la ciencia se transformó en un insumo estratégico en los

procesos de producción, mejorando la relación de productividad del trabajo y

empujando a la mejora de su organización. En una sociedad en donde la

organización de incentivos quedó asegurada bajo la forma de premios y castigos

objetivos, en un momento en donde los frutos de las mejoras productivas estaban

llamados a ser rápidamente captados por la vía de la compra (que los adquiría

gracias a la oferta disponible, la cual a su vez aparecía por la vía de la búsqueda de

una ganancia concreta dinamizada por el “espíritu de empresa” que aquel contrato

social garantizaba), no podía sino generarse una sinergia que dinamizaba la

aparición creciente de nuevos artefactos. Algunos de estos elementos venían a

complementar las falencias que otros presentaban -para mejorar sus cualidades-,

otros aparecían para generar soluciones a nuevas necesidades, y finalmente otros

eran gestados a la luz de los emprendimientos individuales con el objetivo de

asegurar una tasa de retorno a quien los creaba. Una especie de nuevo “el dorado”,

que no surgía por la vía la aventura y el riesgo que decantaba en la extracción de

un recurso escaso y sujeto a adoración provisto por la naturaleza en forma metálica,


sino por la invención y la idea movida por la necesidad de creación, y todo ello

empujado por los beneficios que se alcanzaban de ser viables tales innovaciones.

La ciencia no podía estar al margen de este proceso, de hecho, fue un insumo clave.

La capacidad de su método para codificar anomalías, indagar posibilidades, testear

respuestas, aproximar resultados y garantizar cualidad creciente, fue la piedra de

toque para que se aboque a su aplicación y uso toda una diferente clase de

personas, no solo científicos al más puro estilo académico, sino también

emprendedores y diletantes. La ciencia salió de sus claustros y su conocimiento se

puso al servicio de su mercantilización.

Así, en la medida que las olas migratorias llegaban a ese territorio nuevo -en ciernes

y con promesas de futuro-, comenzó a gestarse en el entramado de relaciones lo

que finalmente dio lugar a la aparición de los estudios científicos de los procesos de

trabajo.

El grueso de los migrantes que llegaban a Estados Unidos, lo hacían debido a la

escasa posibilidad de incorporarse a los procesos de producción del lugar que los

expulsaba. Una fría lógica utilitarista nos indica que quienes eran expulsados, en su

gran mayoría lo eran por no poseer las cualidades mínimas suficientes para que

sean susceptibles de aprovechamiento. Así, podemos pensar que esas masas que

desembarcaban no tendrían un mejor destino con el bagaje escaso que

presentaban. Sin embargo, Estados Unidos estaba preparado para hacer de ellos

un recurso fundamental para el crecimiento de la nación toda y, concomitantemente

y bajo una condición de inexorabilidad, también el de ellos.


Las ligas de artesanos eran quienes negociaban la oferta de trabajo disponible con

el grueso del empresariado, estos últimos, como he mencionado, observaban en

esa posición una asimetría de poder por el monopolio del conocimiento del trabajo

que aquellos detentaban. Los nuevos migrantes sin preparación que llegaban

también recibían un trato desconsiderado por parte de aquellas ligas. Cuando estas

personas intentaban inscribirse para un fondo de trabajo, eran prácticamente

rechazadas por no poseer conocimiento alguno -o el mínimo para ser considerado

miembro de un grupo de “artesanos”-. Cuando aparece la ciencia incorporando un

método sistemático del proceso de trabajo, aquella injusta asimetría social debe

reconfigurar necesariamente sus presupuestos. En efecto, ahora con un manual de

procedimiento que da protocolos a las formas de producir, estandarizando

movimientos, estudiando tiempos. Organizando los artefactos en formas seriadas e

idénticas y de alta escala de producción, nace el trabajo industrial en su forma

masificada. ¿Dónde se encuentra el beneficio para el mundo del trabajo? ¿Qué

relación hay entre todos estos cambios las TICS y la educación? Veremos que

prácticamente la relación es completa y vital.

El beneficio no es otro que la mejora constante de la paga en salario, por un lado, y

la posibilidad de que las personas de baja o nula calificación, tengan la oportunidad

de insertarse al mundo del trabajo con tan solo horas de preparación, o en su

defecto días o semanas. Tiempos totalmente acotados respecto de los distantes de

formación artesana, que se transmitían de generación en generación y sin

posibilidad de protocolos que puedan servir para des-encriptar ese saber y

transferirlo, en definitiva, socializarlo.


Así, quien hasta ese entonces viene sobrellevando una vida migrante y no absorbe

más que penurias de uno y otro lado, encuentra la posibilidad de ser tenido en

cuenta para formar parte de un proceso de trabajo cuya paga le permitirá programar

-por vez primera-, una forma de vida que hasta ese momento consideraba

inalcanzable.

El proceso también tuvo un trasfondo político. Las ligas de artesanos al ver perder

hegemonía en tanto poder de negociación sobre el proceso de trabajo industrial

comienzan a incentivar la afiliación de estos nuevos trabajadores industriales (los

que otrora desconsideraron). Estos nuevos trabajadores serán reacios a su

institucionalización, no solo por la discriminación anteriormente mencionada, sino

por el montante salarial que la liga le extrae sin contraprestación alguna, dado que

quien mejor garantizaba una buena paga de salarios, paradójicamente, comenzaba

a ser en ese contexto, el empresario industrial sin mediación, empujado por la

aplicación científica de las tareas, lo cual, en la medida que la productividad se

incrementaba, el salario acompañaba en igual forma. Un esquema de este proceso

he construido para clarificar la dinámica del mismo al final del capítulo.

Para desarrollar aquel proceso, me valdré de un ejemplo sencillo. Supongamos que

la tasa salarial del sector ocupado industrial equivale al 10% de la tasa completa de

ganancias de la industria y, que el producto de la industria por unidad tiene un precio

de 100$, al inicio del proceso sin incrementos de productividad, el asalariado recibe

un pago de 10$. Con lo cual, para poder consumir el producto que se crea, en parte,

con el esfuerzo de su trabajo, deberá trabajar al menos 10 meses sin poder


consumir nada del fruto de su paga, suponiendo que ahorra todo –entiendo lo

restrictivo y forzado del ejemplo, pero lo he acotado de esta forma para hacer más

sencillo el análisis-, podrá adquirir esos 100$ con 10 meses de su esfuerzo

canalizando todo a ese consumo.

Con una mejora notable en la productividad de las tareas a consecuencia de la

gestión científica de las mismas, el trabajo y su cambio organizacional, comienzan

a incrementar su output, llegando así a producir en el mes, supongamos, 10

unidades del mismo producto. Con lo cual, manteniendo constante la tasa

proporcional del pago de salario, tenemos al final del proceso que con el pago de

un mes, el trabajador ya puede consumir el producto que ha creado. Si comenzamos

a pensar que en aquellos momentos en aquella sociedad, las ramas industriales

más rápidamente que en forma lenta, absorbieron las formas de gestión científica

de la organización del trabajo, tenemos un contexto en donde el incremento

estructural general de la productividad industrial, empujó al crecimiento sin

precedentes en la cantidad de producción en todas las diferentes áreas, mejorando

así el nivel de ingresos general del poder de compra de la tasa de salarios. Al final

del proceso todo trabajador ocupado podría, en un año, no solo comprar el fruto de

su trabajo, sino el fruto del trabajo de trabajadores relacionados en otras industrias.

Para continuar con la sencillez del ejemplo, digamos que el primer mes comparaba

el auto que fabricaba, el segundo mes la cocina fabricada en otra industria, el tercer

mes una radio valvular domiciliaria, y así sucesivamente. La capacidad general de

la productividad industrial en continuo crecimiento no hizo más que hacer crecer de

manera inexorable el poder de compra de la masa asalariada. Y con ello, la cantidad


y cualidad de artefactos a disposición de la mayor cantidad de personas de esa

sociedad. Con ello, lógicamente, la cantidad y cualidad de los artefactos mediante

los cuales el sistema educativo se nutría y recreaba en su oferta de conocimientos.

Si bien soy consciente que hay trabajos que abordan la explotación y la tasa de

capitalización de la industria a costa del trabajo obrero, cuanto que también

innumerables trabajos que abordan el desarrollo histórico del sistema educativo en

relación a estos cambios, es necesario repetir, una vez más, que no es objetivo de

este escrito ahondar en dichas relaciones de poder, sino mostrar lo más claramente

posible cómo se va desarrollando la metamorfosis en las relaciones de producción

en la estructura del sistema en tanto formas de contratación y relación, y cómo estas

formas se van moldeando y adecuando con ajuste a la aparición de nuevas ramas,

artefactos e información que desde los mismos se va gestionando para la mejora

continua y todo en relación con la estructura del sistema formal de educación.

La estructura industrial en aquel contexto conservaba aún un grado de

segmentación y especialización en ciernes. La gran fábrica con miles de obreros en

su interior produciendo día tras día es la imagen característica de aquel entonces.

Sin embargo, para que aquello ocurriera de manera eficiente, había nacido otro tipo

de gestión del trabajo, no ya referenciado con el obrero industrial impostado con su

clásico mameluco, sino que comienza a entrar en escena un nuevo trabajador; el

operario de cuello blanco -más asimilado a la palabra “tecnócrata” que a la palabra

obrero-. Sin embargo, este descuido de asimilación se desprende de una mirada

acotada, dado que este nuevo operario de cuello blanco tendrá, dentro de la
estructura de producción, también el mismo rol de operario asalariado. La diferencia

ostensible entre uno y otro, entre muchos rasgos que podremos definir, es la

proximidad física y material al bien producido. En tanto el obrero industrial está cerca

físicamente del producto, labrando con sus manos la obra, amoldando con las

matrices sus formas, sellando sus vértices con las soldadoras, el operario de cuello

blanco está contabilizando las tareas desde la oficina, diagramando el lay-out de

planta con un tablero y un diagrama, contabilizando el stock con un manual,

desarrollando el diseño para que el obrero manual produzca más y mejor y

analizando el mercado para que lo producido tenga salida segura, entre otras cosas.

En la medida que la programación científica del proceso de trabajo asume el rol

central para la mejora continua –hecho que inexorablemente mejora

cualitativamente la remuneración del trabajo-, tanto más importante comienza a ser

el rol del técnico especialista y menor el del trabajador manual tradicional. El

conocimiento sistematizado inmaterial comienza a cobrar importancia dentro

de mundo de la producción material de la vida humana, y con ello, la

información y su capacidad de codificación. El conocimiento científico pasa

ahora por el tamiz de la especialización y la alta productividad.

Pero aquel cambio, también comienza a empujar –a velocidad vertiginosa-, otros

procesos que hoy representan un gran desafío para toda aquella pretensión por

abordar un análisis del mundo del trabajo en la actualidad. Reiterando; la

insoslayable perspectiva con relación a las nuevas tecnologías de la información

como influencias centrales para la metamorfosis del mundo de la producción,

incrementa los grados de complejidad y torna obsoletas algunas miradas que se


cimenten en categorías clásicas de relación entre trabajador y empresario. Hoy el

trabajador asalariado en su rutina clásica y estandarizada no solo está sufriendo

cambios abruptos en tanto su relación contractual sino que parece comenzar a

profundizarse un relativo descompromiso del capital de la necesidad de estas artes

manuales, otrora corazón de su acumulación. Y hoy el sistema educativo

tradicional sufre el mismo proceso de obsolescencia respecto de la

vertiginosidad con la cual los cambios dejan afuera a quienes no están

preparados para captar la complejidad artefactual circundante en relación con

la información disponible y la tecnología potencial para codificarla y recrearla.

**********

Como hemos visto, los cambios empujados por la programación científica de las

tareas engendraron un ejército de nuevos trabajadores, personas no ya

encorsetadas en ropajes protectores de las emanaciones de las artes manuales

industriales de planta, sino encumbradas en vestimentas de mayor calidad y

diferenciación. Nuevas artes en el mundo de la producción que -al igual que lo

comenzara a mostrar la estética de sus vestimentas-, requerirán nuevas artes en el

mundo de la educación. De esta forma el siglo XX pasa a transformarse en el

momento en la historia de la humanidad mediante el cual los anhelos de ascenso


social comienzan a ser valorizados por las titulaciones académicas y técnicas en

desmedro de títulos nobiliarios o cucardas representativas de hidalguía heroica en

gestas guerreras. La civilización que surge del mundo mercantil parece dar cuerpo

a nuevos símbolos que prometen dejar en el pasado ciertas reminiscencias de

barbarie. El intelecto y su culto prometen ser la llave del progreso, la información y

su manejo correcto, un instrumento para la liberación de las personas y de la

productividad social de bienes culturales y cognitivos, cuanto que también para la

mejora continua del mundo de las tareas y la producción de artefactos. Quién no

comprenda estos cambios, y por consiguiente no pueda organizar formas

nuevas de enseñanza aprendizaje signadas por este nuevo mundo artefactual

de tecnologías de la información, está condenado a un mero pasar y

condenará a las futuras generaciones al ostracismo repetitivo de lo por otros

creado.

Retomando, debemos aquí detenernos en la nueva fábrica –o parte departamental

importante dentro de la estructura de la antigua fábrica-, la que demanda no ya

insumos materiales como materias primas, maquinas herramientas y obreros

industriales, sino la que demanda cuadernos de contabilidad, tableros, reglas T,

máquinas de escribir e ingenieros, contadores, abogados y especialistas en análisis

de mercado para asegurar el correcto desempeño del proceso de producción más

allá de los muros tradicionales. Sin estas nuevas tareas, el mundo del trabajo

asalariado tradicional difícilmente podría haber asegurado su sostén constante en

un mundo de competencia creciente, en el cual quien no adopta las oportunidades

de superación disponibles, deja paso inexorablemente a la pérdida de


competitividad, decantando en el cierre de plantas por no alcanzar la rentabilidad

necesarias para sustentar, si quiera, una tasa de capitalización mínima que permita

no solo remunerar el trabajo, sino compensar la ganancias del empresario que lo ha

generado.

Pensemos por unos instantes en estas nuevas dependencias, el edificio de oficinas

pasa a ser la nueva fábrica sin chimeneas de la que tanto se ha hablado, no es otra

cosa que un lugar en donde el insumo clave parece ser la información y el

conocimiento, y la erogación concomitante no es sino un set de nuevas alternativas

de conocimiento que generan más información para el mundo de la producción. Así,

la oficina que ve llegar a un nuevo economista provee a éste de los elementos para

que desarrolle su ciencia y aporte un conocimiento fértil que pueda mejorar el

proceso de trabajo y capitalización del todo el grupo de producción. Paralelamente,

este nuevo trabajo requiere de nuevas formas de acompañamiento de artefactos

con los que nutrir su producción; si el obrero convive en la planta con un martillo

neumático, el economista será acompañado en la oficina de tablas de conteo,

trabajos y papers, análisis de resultado y gráficos de rendimiento.

Pero algo importante iba a dar comienzo a la vertiginosa productividad de esta

nueva forma de tareas, la aparición del transistor, y luego, el chip y finalmente

el microchip. Nace el mundo de las TICS, y con ello nace el fin, y el nuevo

comienzo de la necesidad de una nueva educación.

Es indudable que si hay algo que distingue y revolucionó al mundo de la producción

en su avance histórico, es el incremento de la productividad da las tereas. Aquí


nuevamente debemos reiterar qué, la aparición de este nuevo ejército en el mundo

de la producción también va a ser susceptible de ser organizado sobre tal búsqueda.

De la misma manera que una máquina acompaña la mejora del rendimiento obrero,

un artefacto lo suficientemente flexible para realizar con mayor rapidez y mejor

exactitud las contabilidades de información y el análisis de resultados, mejorará el

rendimiento del técnico de cuello blanco. Así, la aparición del transistor primero, el

chip y el microchip posteriormente, juegan un rol crucial para la creación de un

artefacto que será clave en la mejora cibernética de esta última serie de múltiples

tareas. La computadora inicia una revolución sin precedentes en el mundo del

trabajo, que no solo queda encapsulada exclusivamente al mundo de las tareas de

cuello blanco, sino también y, con el correr de los años, comienza a ser incorporada

en las plantas de producción manual mediante su adosamiento a la maquinaria,

creando nuevas líneas de producción con control numérico y programación

computarizada. El gigantesco libro de cálculos con sus duras tapas y su amarillento

papel comienza a dar paso a la computadora y sus tablas de programación. Pero

también, el martillo neumático y la fresadora dejan paso al robot programado para

realizar diferentes tareas en planta.

Sin dejar de pensar en lo planteado en los párrafos anteriores, es necesario ahora

intentar una mirada de conjunto y recorrer algunas de las consecuencias que estos

cambios conllevaron en el mercado, tanto desde el lado de la oferta, como desde la

demanda, dado que el mundo de la producción es paralelamente el mundo del

consumo; toda producción se intercambia con producción, no se puede consumir

producción sin previamente haber producido algo. En este sentido entonces, y


teniendo presente las diferentes cualidades de la producción que hasta aquí se ha

desarrollado, ello es; la producción física y la producción de información, ahora es

momento de preguntarse; ¿quiénes proveerán los insumos con los cuales este

nuevo mundo del trabajo se hace presente como soporte del mundo de trabajo

tradicional? Para plantear una respuesta clara, debemos indicar que comienzan a

aparecer nuevas empresas e industrias –y cobran vuelo las ya existentes en el

mundo de la consultoría- y que serán las encargadas de producir los insumos

artefactuales con los cuales el mundo de la información creará conocimiento. Así,

como ejemplo, podemos indicar que IBM, empresa que databa de 1911 en el mundo

del trabajo proveyendo información, comienza a mejorar su posicionamiento debido

al nuevo mundo de la información y su manejo en ciernes. Matsushita es otro

ejemplo similar para Asia.

Para no correr el riesgo de centrar el mundo del trabajo solo en la especificidad

computacional, es importante también indicar que el mundo de los artefactos y la

tecnología ya habían entablado nuevos roles en los procesos y nuevas formas de

tareas más allá de los obreros tradicionales y los operarios de cuello blanco. Así,

como ejemplo, no es ocioso mencionar el sector de los servicios, el cual verá

explotar en productividad de una manera vertiginosa. La transmisión de ondas

permite la aparición de la radio y la televisión. La proyección de la fotografía abre

paso al mundo del cine y los nuevos avances en las artes de la producción industrial

de artefactos de cocina y amoblamientos, dan paso a los restaurantes.

Seguramente el lector podrá preguntarse; ¿qué relación tiene esto con el mundo de

la información que se viene desarrollando, el sector obrero –en sus fases tradicional
y diferenciada- y los aspectos centrales de su sindicalización y la educación? Es

importante entonces no olvidar que la aparición de estas nuevas formas de

producción se desarrolla con nuevas formas de trabajo y nuevas formas de trabajo

son los desafíos para las nuevas generaciones que serán formadas en las

instituciones educativas. En los restaurantes se precisa de cocineros, mozos y

personal de limpieza. En las radios, de locutores, periodistas, operadores y personal

de mantenimiento. Y en cine, sin un ejército inconmensurable de técnicos diversos,

actores, proveedores de servicios, trabajadores de logística y otras tareas, no se

podrían cubrir las necesidades para llevar a pantalla aquél último eslabón de un

trabajo oculto, que solo se ve reflejado por los artistas representados en las

marquesinas. Si la pretensión es analizar el proceso educativo en cuanto alternativa

de inclusión para los excluidos en una sociedad que angustia desde su realidad en

los márgenes, es claro que la única forma de mejorar el sistema es generar inclusión

al mundo del trabajo y sus procesos. Entender por lo tanto su metamorfosis para

propender a nuevas formas de organización, no solo no es ocioso, sino crucial no

hacerlo. Intentar desgranar con la mayor aproximación posible los principales

aspectos de su diferenciación es el único camino posible que quien escribe estas

líneas sostiene como mirada fértil para analizar las TICS y comprender su

potencialidad al respecto de los procesos educativos que deberán inexorablemente

ser transformados por completo.

********
Recopilando, hacia finales del siglo XIX y principios del siglo XX se trazan las

condiciones de aparición de características que marcarán el ritmo del siglo XX y

sentarán las bases principales de los cambios vertiginosos que venimos

presenciando desde hace tres décadas aproximadamente, a saber; aparición del

obrero industrial en su fase masificada, con él, aparición del mercado de consumo

de masas vía mejora relativa de la remuneración del salario gracias a la gestión

científica del proceso de trabajo. De la mano de tal gestión, nace el operario de

cuello blanco, transformándose en un nuevo actor dentro del mercado de

producción y consumo, con él, la aparición de la información como uno de los

insumos clave de los procesos de producción –y por ende, del trabajo-. La sinergia

impulsada por estos cambios comienza a generar la gestación no ya de nuevos

procesos, sino de nuevas ramas de producción completas que a su vez

complementarán el nacimiento de nuevos procesos. Así, por tomar un ejemplo

puntual, montados sobre el mercado automotriz y gracias a la complementariedad

de necesidades que el automóvil presenta, comienza a desarrollarse el mercado del

turismo, primero de corto alcance y -cuando se perfecciona la técnica de traslado

aéreo a consecuencia de las condiciones mencionadas anteriormente-, tal mercado

se expande a nivel global. Debemos pensar aquí que las carreteras, los nuevos

alojamientos y los servicios concomitantes, no son sino generación de más y mejor

empleo en forma distribuida, sea en su forma física por geografía como en forma

social por necesidades de prestaciones. Aquí, y si bien el ejemplo mencionado es

solo una ínfima parte de lo que conllevó el proceso en general, podemos ir


adelantando que nuevas formas de trabajo, como las mencionadas, requieren

necesariamente nuevas gestiones y formas de asociación por la mantención relativa

de una buena posición de negociación en tanto derechos del trabajo.

El desarrollo de la información.

Tales cambios en la gestión del trabajo de la información impulsaron cambios y

nuevos esfuerzos en la gestión educativa y en la agenda de investigación en las

instituciones de enseñanza superior. Así, el esfuerzo que los estados comenzaron

a presentar en tanto asociación con las empresas y centros de investigación se

centró en la búsqueda de optimizar los recursos y crear los artefactos que en todo

el espectro de la producción podría generarse. Como he adelantado, no solo las

escuelas técnicas representaron el centro del esfuerzo educacional, sino los centros

de investigación práctica y aplicada en tecnologías de avanzada, en especial de

nuevos materiales y de la información y comunicación. Debemos recordar que la

información ya parece ser la columna vertebral del mundo de la producción.

La aparición del transistor primero -y el microchip posteriormente-, cambian

vertiginosamente el sistema vigente, principalmente en la capacidad de manejar

datos con mayor precisión por unidad de tiempo. No es ocioso recordar que el

transistor se desarrolla a partir de 1947 por la firma Bell y el microchip hace entrada

en escena como concepto creado a finales de la década del 50 por intermedio de la


empresa Texas Instruments y su función principal, en sus primeras pruebas, era

corroborar cuanta más información por unidad de tiempo podía almacenar y

transportar. Esto significó un avance proporcional al que significó la gestión

científica en el proceso de trabajo tradicional a finales del siglo XIX. La gestión de

la información en los procesos de trabajo inmateriales comienza a presentar

cambios vertiginosos que empujan a la optimización de plantas de manera tan

aguda como dolorosa. Un ejemplo podrá ponernos en autos sobre lo que intento

comunicar. Las primeras computadoras tienen registro de ser utilizadas en los

sistemas de información aplicados a la contabilidad en la década del 30 y del 40 del

siglo pasado, aunque no habían sido incorporadas masivamente en el sistema de

producción por ser muy costoso y elevado el mantenimiento, con la aparición del

transistor primero y el microchip posteriormente se desarrollan las computadoras

versátiles, de bajo costo y espacio, con alto rendimiento. Así, ya en los edificios que

montaban centenares de operarios profesionales de cuello blanco, comienza a

incorporarse un artefacto que podía ser capaz de realizar las tareas de decenas de

ellos, con una mente experta y un par de brazos rápidos para extraerles todo de

cuanto podrían entregar. Así, por caso, si un departamento contable requería de

decenas de contadores para llenar cuadros de doble entrada y trazar matrices de

cálculos complejas -elementos centrales para la vitalidad financiera de una

empresa-, con la aparición de estas nuevas máquinas un par de expertos contables

podrían reemplazar el trabajo de aquella decena de sofisticados contadores de la

generación anterior. Esto es fuerza de tareas que se libera para otros procesos, por

un lado, y en la medida que esa fuerza liberada no es incorporada en nuevos


procesos y estructuras de producción, es desocupación. Y aquí radica parte de las

diferencias de los países que impulsaron su desarrollo y países que vieron crecer

una desocupación estructural que aún hoy, no pueden paliar, y es aquí también

que resulta crucial y obligatorio el intento por comprender la estructura de

incentivos, potencialidades y necesidades que se irán recreando a partir de

estas nuevas formas de gestionar la información, la producción y el desarrollo

de nuestras vidas. La institución que está en el ojo de la tormenta en este

intento, es la institución educativa. Mientras en Estados Unidos ese proceso fue

doloroso en parte, hasta que la nueva generación de negocios comenzó a

reabsorber ese trabajo liberado, en Japón comienza a desarrollarse la nueva

estructura de producción montada en el paradigma microelectrónico y, por caso, ya

en la década del 60 y comienzos de la década del 70, en Argentina, este proceso

es en parte el causante de una desocupación crónica que hasta hoy parece

perdurar. Y el causante de una obsolescencia en el sistema educativo que lo torna

también responsable por la formación descalzada de las nuevas generaciones que

de él salen formados para la nueva vida que encontrarán al momento de desarrollar

las suyas propias. El trabajador –que anteriormente fue un niño y luego une

estudiante-, y su desconcierto ante el entorno cambiante en forma vertiginosa,

comienza a ser una víctima de un desasosiego signado por la falta de demanda de

su quehacer. Debido en parte a que sus conocimientos en tal entorno -y en la

medida que no se adecúen-, se va transformando en un saber obsoleto en tanto la

economía se abre a las formas de producción que el mercado mundial requiere

marcando sus ritmos y necesidades.


La tecnología de la información profundiza con su mejora la optimización de las

plantas de producción material. Así, si en el anterior paradigma las gigantescas y

pesadas fábricas marcaban la estética del escenario industrial, con sus ingentes

demandas energéticas y de recursos, comienzan a desarrollarse -gestionada por la

mejora de la productividad de la información que desde la operatividad de los

edificios de oficinas comienza a brindarse-, un achicamiento de sectores mediante

la racionalización de tareas. Así, desde los edificios de contables aparecen

decisiones que mostraban objetivamente la obsolescencia contable de mantener

muchos departamentos de diferentes tareas dentro de un entorno de producción de

planta. La diversificación dentro de una misma planta comienza a ser un pesado

carro para mantener la competitividad de producto. Por caso, podemos indicar que

ya no será viable mantener un departamento de mantenimiento, con todo lo que ello

implicaba, pudiendo contratar una empresa de mantenimiento especializada en tal

quehacer. ¿Por qué sucedió esto? Como he mencionado, la liberación de trabajo

que significó la productividad del trabajo inmaterial, genera las condiciones de

nuevos emprendimientos de ese nuevo grupo de trabajadores de cuello blanco,

muchos de los cuales comenzarán a utilizar la nueva tecnología de la información

creando sus propias empresas, al principio pequeñas, pero gracias a la flexibilidad

y la especialización que podrían generar -debido a la avocación de pocas tareas

específicas y a la utilización de nuevos artefactos-, serían más eficientes que los

propios departamentos internos de grandes empresas que debían dedicarse a

muchas tareas. Esto, si bien al principio fue doloroso en tanto la racionalización de


planta, fue un nuevo impulso de productividad con caída de precios de producción;

en tanto la fuerza de trabajo liberada en el sector profesional gestó las condiciones

de aparición de empresas de servicios especializadas para la gestión de planta, la

liberación de trabajo de la gestión de planta se transformó en la piedra de toque de

la desocupación estructural que marcará el ritmo de la segunda parte del siglo XX,

en especial en nuestro contexto. Todo este proceso de metamorfosis mencionado

ha tenido un impacto central en la estructura educativa en nuestro medio, no sin

mencionar las dolorosas penurias sufridas por aquellos que pretendieron defender

a capa y espada lo que quedaba de derechos adquiridos en tiempos pasados.

Con el correr del tiempo no solo el trabajador tradicional es víctima de este proceso,

sino también el trabajador profesional en la medida que no adecúe sus

conocimientos y mantenga su ritmo de actualización en paralelo al vértigo que estos

procesos han impulsado. Y aquí debo recordar una cruda frase tan mencionada;

desde finales de los 70 en adelante, todo aquello que sea susceptible de ser

digitalizado, lo será. Y esto tiene implicancias inconmensurables para lo que es hoy

la configuración actual de los procesos de trabajo, las currículas educativas y las

nuevas formas de relación de contratación entre trabajador y empresario, entre

educador y educando y, lo que es harto mencionado; el trabajador empresario y

el educador no ya como docente tradicional, sino como gestor del

conocimiento y la información dispersa. Como guía de la ya establecido para

acompañar un descubrimiento y no como líder de ordenamientos de saberes

tradicionales a los que se induce al educando a ser repetidos.


********

Para desarrollar este aspecto, nuevamente me valdré de un ejemplo apelando a no

perder de vista lo mencionado en los párrafos anteriores. Recopilemos algunos

puntos más; la tecnología de la información impulsa cambios profundos en la

productividad de las fábricas sin chimeneas y en la necesidad de nuevas currículas

educativas y nuevas formas del rol docente y sus correspondientes instituciones.

Este proceso libera trabajo profesional qué, en la medida que es absorbido por el

mercado en la forma de nuevas empresas flexibles, nuevas ofertas educativas

privadas en el sentido práctico de sus enseñanzas, y nuevas, pequeñas y

especializadas empresas, se gestan las condiciones de oferta competitiva de nichos

de tareas que antes se hacían en planta, pero que luego del proceso podrán ser

contratadas como servicio de terceros. En la estructura educativa institucional

tradicional, esto se refleja con nuevos formatos de construcción de saberes y

conocimientos a distancia, específicos y de especialización, los cuales comenzaron

como oferta de saberes complementarios profesionales, y ya están dando muestra

de ir hacia abajo en la escala de edad para transformarse en una seria amenaza del

sistema público de enseñanza ministerial, que ha quedado prácticamente obsoleto

en cuanto a los contenidos que de él emanan. Esto genera desocupación en el

sector tradicional del trabajo industrial, y desocupación en el sector público de

enseñanza, a la vez que también el proceso comienza a gestar la propia


competencia en el sector de trabajo especializado en la parte de conocimiento

complejo, como ingeniería, diseño, marketing, derecho laboral e investigación y

desarrollo. Dejo un nuevo ejemplo que continúe el recorrido de nuestro esquema.

Anteriormente he mencionado que la susceptibilidad de digitalización ya se

encuentra disponible a consecuencia de la aparición de estas nuevas tecnologías

de la información y la comunicación. Solo falta la mejora continua de la capacidad

de procesamiento de datos, para que este esquema comience a derramarse como

una mancha de aceite por todo el espectro de producción conocido. Y así sucedió.

La posibilidad abierta por el desarrollo de la computación en nuevos programas

mejoró el rendimiento de las tareas de técnicos, ingenieros y desarrolladores. En el

paradigma anterior una cantidad importante de ingenieros y técnicos desarrollaban

un producto, primero en sus tableros trazando líneas con sus reglas, compases y

escuadras, luego en sus maquetas desarrollando un prototipo, más adelante en un

entorno de pruebas creando las condiciones óptimas para el testeo. Todo ello

implicaba decenas de personas, entre personal abocado a preparar los prototipos,

personas preparando el entorno, ingenieros diseñando el producto y trazando el

proceso. Con la aparición de los sistemas cad-cam para diseño, todo esto quedó en

los anales del pasado. Una computadora pudo digitalizar todo el proceso sin

necesidad de hacer mayores testeos. El diseño ahora se traza dentro de un

procesador de datos, se testea con simulaciones de eventos que son cargadas con

los datos con que se alimentan los nuevos softwares de simulación, se recopilan los

resultados con mejores niveles de errores que en la práctica misma. Y tan solo lo
hace un puñado de personas. Y luego, una vez decidido, con solo apretar algunas

teclas un brazo robotizado se encarga de crear la estructura diseñada con una

exactitud increíble. Decenas de trabajadores han sido reemplazados por un mapa

de bits eficientemente manejado por manos expertas, de la misma manera que he

mencionado, con anterioridad, aquella decena de contadores que fueron

reemplazados por un sistema contable computacional, quedan afuera los trabajos

especializados en pruebas de calidad industrial. Nadie queda fuera de esta

amenaza. Los educadores sufren el mismo embate en la medida que la tecnofobia

los aborda y la negación a utilizar la tecnología los deja en una cualidad de

obsolescencia. En este último rol, reitero, un educador obsoleto captando un niño

cuya educación de él depende, es una condena al ostracismo para el infante que

estará condenado a deambular buscando las últimas alternativas posibles que le

serán ofrecidas afuera del sistema educativo para desarrollar su vida. Un educador

obsoleto es un educando sin alternativas de futuro. Un sistema de educación

obsoleto es una sociedad condenada a la pobreza inexorable.

Este revolucionario proceso de avance de las tecnologías de la información y la

comunicación, en la medida que se ha ido desarrollando en las últimas décadas, se

ha expandido a todo el espectro de producción y con ello ha puesto al sistema

educativo en la encrucijada que hoy vivimos. Si antes una empresa tenía su propio

departamento de diseño, ahora habrá empresas especializadas solo en diseñar,

que ofrecen su servicio para que sea contratado por las grandes empresas. Si antes

un ministerio era el único que tenía en su poder el manejo y la creación de las

currículas educativas, hoy hay cientos de ofertas de conocimiento al alcance de la


mano de quien lo necesite en formato específico, independientemente del tamiz de

rigor institucional ministerial. Si FIAT ya no posee departamentos propios del diseño

sino que encomienda los mismos a contratos de largo plazo con Ital Design, Los

ministerios ya no poseen la potestad de lo que surge de los pizarrones, porque los

pizarrones ahora son tabletas y smartphones individuales con los que se puede

programar el conocimiento en formatos domiciliarios, a medida y gusto de quien

sepa indagar la información dispersa que hoy está disponible a todos. Y así en todos

los órdenes de los quehaceres cotidianos, desde la construcción de los símbolos de

las industrias culturales, hasta la construcción de artefactos sofisticados. De la

misma manera que podemos indicar que hoy, un automóvil en sus partes posee

solo un pequeño porcentaje de pertenencia a la marca a la que indica representar,

y cientos de partes construidas por proveedores especializados que forman un

encadenamiento de centenares de empresas altamente específicas, también

podemos sostener, contrariamente, que hoy, un título certificado por un ministerio,

posee aún gran cantidad de contenidos de principio de siglo XX desconociendo

prácticamente todos los contenidos que un niño hoy alcanza autónomamente

mediante formatos diseñados por fuera de la institución. De la misma manera que

la tecnología de la información coordina los cambios en las producciones (con la

optimización en el procesamiento de datos que asegura eficiencia continua en

traslado, contratación, seguimiento y ensamble de un producto realizado en forma

global por cientos de miles de trabajadores que comienzan a ser crecientemente

autonomizados vía la especialización flexible y la alta calificación), la educación

asiste a su metamorfosis mediante nuevos formatos educativos para niños que


pueden cursar –por caso idiomas- contenidos educativos diferentes, en diferentes

puntos del globo, y a distancia. Y el problema se agrava porque los Ministerios

persisten en no avalar estos contenidos, aferrándose a lo arcaico, a lo obsoleto. Los

Ministerios de esta forma han quedado más parecidos a una piedra en el camino

del aprendizaje que a un empuje institucional para una apertura a nuevas formas de

saber. Y a la enseñanza de idiomas en formato global a la que hoy asistimos de

manera clara, seguirá la enseñanza específica curricular con un objetivo

determinado por y para las TICS.

Hoy, en Argentina, si bien aún no es constante el desarrollo de estos esquemas,

podemos indicar que uno de los problemas estructurales ha sido precisamente el

descalce que han sufrido los niveles educacionales de los trabajadores para

comprender este entorno cambiante y el significado que el mismo conlleva en tanto

lo esencial de sus tareas como instrumento para desarrollar sus vidas. Conviven los

viejos esquemas con los nuevos, a la vez qué, en lugar de complementarse,

nuevamente aparece la dicotomía y la puja; por un lado, muestra un incesante

enfrentamiento contra las nuevas formas educacionales y de trabajo y, por otro,

estas nuevas formas y su costoso nacimiento no alcanzan a derramar en nuevos

entornos que propendan a generar nuevos emprendimientos educativos y formatos

áulicos susceptibles de demandar el deseo de los educandos y luego más y mejor

trabajo cuando éstos sean mayores.

Esta encrucijada no puede ser revertida bajo los viejos esquemas verticales, en

donde el docente o la institución que lo aglutina proponen un esquema que debe


ser cumplido en sus estándares mediante un formato de evaluación que mide antes

la eficiencia en la repetición que la abundancia de la generación de nuevos

contenidos y matices en el entorno cambiante.

Hoy existe en nuestro país un número nada despreciable de trabajos nuevos que

no están siendo observados por las instituciones educativas, el motivo es cierta

mirada tradicional que impide profundizar el foco en las nuevas formas de trabajo y

la influencia de las TICS en los cambios potenciales. Las grandes cadenas de

comercialización tercerizan sus servicios informáticos a trabajadores autónomos

que venden su trabajo en forma de conocimientos, propendiendo a la acumulación

de aquellas sin tomar consciencia de su relación y potencia en el servicio, viéndose

a sí mismo como empresarios. Y el acervo de conocimientos acumulados y

acumulables ha generado tantos y nuevos artefactos que propenden a la aparición

de nuevas ofertas educativas y laborales, las que no alcanzan a ser captadas

completamente por la mirada tradicional. La tradición ve este proceso como una

excentricidad un tanto exótica y por lo tanto no alcanza aún a tener en cuenta más

que para formar algún nuevo emprendimiento voluntaristas y asistencialista como

el “plan conectar igualdad”. Una intención que solo se orientó a lo aparente, pero no

profundizó ni captó la esencia de las TICS, la muestra es que montaron una red de

entrega de artefactos computacionales para ser gestionados por educadores

tradicionales, en su mayor parte tecnófobos, que intentaron replicar con esos

nuevos equipos, el viejo esquema vertical de enseñanza-aprendizaje. El docente

hoy es tan solo un mediador horizontal de la información que se intercambiará libre

entre los alumnos. El rol docente ante el nuevo contexto requiere mucha más
expertice y preparación que en el pasado, principalmente porque debe tener muy

clara la cantidad y calidad de información que hay en ese nuevo entorno que ha

generado la interconectividad global; ¿qué tan buen docente puede ser un profesor

que no sabe que es una wiki? ¿Qué nivel de apertura al mundo del conocimiento

puede ofrecer a un niño ávido por la navegación en el mundo de la información si

este docente no conoce cuáles son sus puertas digitales? Ninguna. La gestión

educativa en el mundo de la información no solo debe tener en cuenta estos puntos,

sino se deben tener como primordiales a la hora de repensar la educación.

Hoy miles y miles de artefactos nutren cada vez más el entorno material de nuestras

vidas. Así aparecen nuevos roles desconocidos hace unos años, y aparecerán

nuevos en los próximos. Gestionar la educación sobre la base de comprender la

potencialidad TICS para reorientar el rol de las instituciones educativas más allá del

asistencialismo acostumbrado, es una necesidad de responsabilidad institucional

crucial. Dado que la inclusión futura de nuestras nuevas generaciones –a las cuales

les deberemos abrir las puertas a lo nuevo y no propender que repliquen lo antiguo-

depende centralmente de la capacidad de observar el cambio y gestionarlo tendrá

la educación.

El objetivo de TICS y educación es, precisamente, ofrecer una alternativa no

acostumbrada que propenda a quienes están en los diferentes lugares de la gestión

educativa, que permita conocer nuevas puertas que llevarán a nuevas fronteras en
el manejo de la información y el conocimiento. Y con ello, comprender los nuevos

desafíos que se han presentado en cuanto al rol de la institución educativa

tradicional y del docente en particular. Y con ello, comenzar a repensar el esquema

organizacional de la gestión de la educación en el nuevo entorno.

Jorge Cerrigone.

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