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Proyecto de rescate del cine animado argentino (selección).

Andrés Levinson

Desde hace cierto tiempo venimos trabajando en el rescate, preservación y acceso de películas

animadas realizadas en Argentina durante el siglo XX. Algunas de ellas resultaron en su

momento más conocidas que otras, algunos autores lograron una obra relativamente extensa y

ocuparon un lugar destacado en el campo de la animación, mientras que otros realizaron pocos

films cuya circulación resultó acotada. Pero en cualquier caso hoy resultan, en su gran mayoría,

películas prácticamente olvidadas o desconocidas especialmente para las nuevas

generaciones. El ánimo de este proyecto ha sido el de traerlos nuevamente, como se dice, a la

vida, no porque estemos frente a obras maestras, aunque algunas merezcan esa categoría,

sino porque forman parte de la historia del cine argentino y creemos que siempre es bueno e

interesante conocer las obras que nos precedieron en el campo de trabajo que llevamos

adelante. Por otra parte y acaso sea este el único aspecto que verdaderamente importa, existe

un placer estético en cada una de ellas que hace que tenga sentido traerlas del fondo de los

depósitos donde estuvieron guardadas durante tantos años.

Los cortos seleccionados, salvo los films de Víctor Iturralde y de Luís Bras (cedidos por

Fernando M. Peña), forman parte del archivo del Museo del Cine de Buenos Aires. El orden

cronológico (que luego no se respetará) nos indica comenzar por Aventuras de Julián Centeya

el trabajo de Juan Oliva dibujante de origen catalán formado inicialmente por Quirino Cristiani.

Oliva, en los años treinta había trabajado como caricaturista en distintos medios gráficos, entre

ellos la revista Cine Argentino, de Antonio Ángel Díaz donde crea el personaje Pepito

Celuloide, historieta basada en temas de cine. Julián Centeya fue producido por el noticiero

Sucesos Argentinos perteneciente justamente a Díaz, para la serie “Filmoteca Argentina”. Su

estreno se produce en alguna fecha entre fines de 1940 y 1941 en los cines Astor y Porteño. La

banda sonora del film, de Leopoldo Sciamarella, lamentablemente se ha perdido.


Los tres cortometrajes de José Burone Bruché, dos de ellos dedicados a su personaje

Contreras y uno al payaso Pamplino, fueron rescatados recientemente en versiones digitales a

partir de copias en 16mm. Burone Bruché trabajó en los años treinta y cuarenta como ilustrador

para distintos medios gráficos como El hogar y La novela semanal mientras desarrollaba

historietas publicitarias. En 1942 es convocado por los estudios EMELCO para reemplazar a

Juan Oliva en la dirección del área de films animados de la empresa. Crea allí dos series

importantes; la primera, Los consejos del viejo Vizcacha, hoy perdida, donde adapta estrofas

del Martín Fierro de José Hernández, la segunda, Refranes animados, realizados en 1947,

fueron recuperados por el Museo del Cine para este proyecto.

En 1948 funda su propia productora América, con el apoyo de SINCCA films, junto a su equipo

de trabajo estable, Pablo J. Leiva, guionista y jefe técnico de filmación, y Francisco Blanco,

escenógrafo. Allí crean el film El descubrimiento de América, también perdido y una serie de

cortos, entre 1951 y 1952, con dos personajes de cierto éxito: Contreras, el hombre que

siempre lleva la contra y El payaso Pamplino. Si hubo un sujeto, como se dice, mal arriado, en

el cine nacional, ese fue Contreras. No hace falta extenderse en su característica principal ya

inscripta en el nombre, pero bien podemos decir que El contra, exitoso personaje para la

televisión creado por Juan Carlos Calabró en los años ochenta resultaría cándido si los

ponemos uno frente al otro.

El dibujo de Bruché, como el de Oliva, inicialmente es clásico y antropomorfista, en la línea

establecida por Walt Disney, que marcó un poco a toda esa generación de dibujantes. Sin

embargo ese clasicismo se va torciendo, a partir de personajes más revirados como Contreras,

hacia el campo de la tira cómica adulta, allí Bruché parece sentirse mucho más suelto e

inspirado que atado al convencionalismo que le pedían los personajes de los refranes

animados realizados para la productora CINEPA.


En las décadas posteriores se produce el surgimiento de una serie de realizadores que se

apartan deliberadamente del dibujo tradicional e incluso de la cámara como herramienta para la

animación. Frecuentemente asociados al notable cineasta Norman McClaren, lo cierto es que

Luís Bras y Víctor Iturralde Rúa experimentan la técnica del cine sin cámara o directo sin

conocer aún la obra del canadiense. Ambos desarrollan una serie de cortos sorprendentes a

partir del dibujo o rayado directamente sobre la superficie del material fílmico. El primero

expandió las fronteras de lo posible para formatos reducidos como el Súper 8, a tal punto que

no es fácil de explicar la tarea, cercana a la monomanía, que lleva a producir films como Toc-

Toc o El ladrón de colores, obras conceptuales, abstractas y hermosas. El segundo dibuja con

fluidez y precisión técnica una serie de paisajes luminosos y en ocasiones coloridos, que

parecen correr de fotograma a fotograma para construir pequeños mundos incesantes que se

construyen y desvanecen en cuestión de segundos. Perfectamente articulados pueden narrar

una historia o deshacerse de ella con la misma espontaneidad. De Bras veremos quizás su film

más celebrado, Bongo Rock (1969) rayado sobre película 35mm, mientras que de Iturralde

vamos a ver Petrolita (1958), también su obra más conocida y Duerme Liebrecita (1956) bella

fábula a color redescubierta hace poco tiempo por Fernando Peña. En esta misma línea de

trabajo incluimos La cumparsita del realizador tucumano Bernardo Vides Almonacid, notable

coreografía animada sobre el eterno tango de Rodriguez Matos.

Simón Feldman fue uno de los más importantes directores de la Generación del 60, como se

llama al grupo de jóvenes cineastas que renovaron el cine argentino a comienzos de esa

década. Los de la mesa diez (1960) fue su película más importante. A lo largo de su carrera se

dedicó con intermitencia pero sumo interés al cine animado ensayando distintos recursos. El

largometraje Los cuatro secretos (1976) y los cortometrajes, Happy end (1982), El zorro y los

presumidos (1975) y Caraballo mató un gallo (1983), comparten la técnica del dibujo recortado,

animado cuadro a cuadro. Tendremos la posibilidad de ver El zorro y los presumidos, film muy

poco conocido, llevado adelante gracias a la ayuda del Fondo Nacional de las Artes.
Dentro de la misma técnica y casi desconocidos son los cortos de Rodolfo de Luca que

parecen anticipar en algún punto al popular personaje Zamba difundido por la Televisión

Pública en años recientes. De Luca crea un personaje, Perico, que, al igual que Zamba,

participa de distintos episodios fundamentales de la historia argentina. En este caso acompaña

a Martín Miguel de Güemes en la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas,

resulta curioso, entre otras cosas, porque no es ese el aspecto más conocido en la carrera

militar de Güemes, y luego participa junto a José de San Martín en la campaña del Perú.

Por último, El día del caramelo (1976), de Héctor “Kalondi” Compaired, realizado también para

el Fondo Nacional de las Artes, es una de esas pequeñas obras maestras que se resisten, vaya

uno a saber porque, a la visibilidad. Kalondi fue un arquitecto, dibujante y humorista gráfico de

los muy buenos que hubo en Argentina en los años sesenta. Publicó en Primera Plana, 4 patas,

Tía Vicenta y Satiricón entre otras. Murió joven en 1998. El día del caramelo deja ver la

diversidad de técnicas de dibujo y animación, se trata de un verdadero collage visual, que

también muestra su humor ácido y refinado a la vez. Comparable al excelente corto de Catú

(Jorge Martín), Compacto Cupé, contemporáneo suyo, se aparta del absurdo para señalar con

precisión los desacoples del mundo que habitamos.

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