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La casa abierta

C ON V E RSAC I ON E S
C O N 2 5 P O E TA S

Sylvia Georgina Estrada


© Sylvia Georgina Estrada
© Gobierno del Estado de Coahuila de Zaragoza
© Secretaría de Cultura de Coahuila

EDICIÓN Y CORRECCIÓN : Alejandro Beltrán


DISEÑO E ILUSTRACIÓN : Estefanía Nicté Estrada

ISBN : 97 8 · 6 07 · 93 7 6 · 44 · 4
Saltillo, 2 01 6
A mi padre que me enseñó el oficio.
Para Allegra, como todas las cosas.
Sin llaves en la puerta

Yo conozco el poder de la palabra,


yo conozco su llamado poderoso.

Vladimir Maïakovski

S iempre me ha provocado curiosidad el lector que


sostiene en sus manos un libro de poesía, además
de algunas preguntas: ¿quién está dispuesto a leer las
cartas secretas que guarda la mente de un poeta?, ¿qué
busca el comprador de un libro firmado por T. S. Eliot,
Ted Hughes, e.e. Cummings o Sylvia Plath?, ¿por qué
alguien tomaría un texto cuyas líneas pueden trastor- 7
nar sus ideas, cambiar la forma de ver el mundo?
Durante los últimos diez años, en el ejercicio de
mi trabajo periodístico, he tenido la oportunidad de
entrevistar a escritores, músicos, bailarines, artistas
plásticos. Pero son los poetas quienes han llamado
mi atención de una forma particular. Además de mi
afinidad por este género literario, en las charlas con
ellos existe una suerte de complicidad, como si los in-
teresados en la poesía perteneciéramos a una cofradía
en donde se comparten los misterios de la palabra, los
autores de cabecera, las buenas traducciones.
“La poesía −escribió Octavio Paz en El arco y la
lira− transforma la vida.” Pero este cambio no se debe
a que los versos busquen “Embellecerla como piensan
los estetas y los literatos, ni hacerla más justa o buena,
como sueñan los moralistas. Mediante la palabra, la
poesía procura hacer sagrado al mundo.”
Paz, en el mismo libro, sostiene que “La poesía
revoluciona el lenguaje.” Imagino a Quevedo, a Gón-
gora, escribiendo sus versos con palabras nuevas o
apenas usadas para dar vida al castellano, ayudando
a esta lengua naciente a dar sus primeros pasos. Una
idea que planteo con frecuencia a los poetas que en-
trevisto.
También me interesa mucho ese primer encuen-
tro con la poesía. Para algunos escritores fue en la in-
fancia, en otros casos llegó en la primera juventud.
8 Pero una vez hechas las presentaciones, es imposible
dejar de pensarla. Alí Chumacero, quien escribió po-
cos poemas, nunca dejó de leerla, incluso de editarla.
“La poesía te escarba en el espíritu y la mente”, me
dijo en tono de advertencia juguetona cuando habla-
mos sobre los cincuenta años de Palabras en reposo,
uno de los tres libros de poesía que publicó en 92 años
de vida.
Las entrevistas que conforman este libro fue-
ron realizadas a lo largo de una década. La primera en
2006 y la última en julio de 2016. La mayoría se han
publicado en los periódicos Vanguardia y Zócalo Salti-
llo. Seleccionarlas no fue sencillo, pero me decidí por
aquellas en donde el poeta comparte su experiencia
con la escritura, sus lecturas, y en varios casos sus tra-
ducciones de otros poetas. También hubo un límite
generacional, por llamarlo de alguna manera: la vieja
guardia y los escritores maduros son los que aparecen
en estas páginas, el más longevo nació en 1918; el más
joven, en 1959. Cada uno de los textos está titulado
con un verso del autor entrevistado, relacionado con
las ideas y reflexiones que se abordaron en la conver-
sación.
La poesía abre de manera irrevocable nuestra
casa ―alma, espíritu, conciencia― a las sensaciones y
los sentidos. La utilidad de la poesía, apunta Czeslaw
Milosz en su bello poema “Ars poética”, es que “nos
recuerda cuán difícil es seguir siendo la misma per-
sona / pues nuestra casa está abierta, sin llaves en la 9
puerta, / e invisibles huéspedes entran y salen.” Es así
que recibimos las visitas de los autores que nos con-
mueven el corazón.
La poesía no puede salvar a una nación, a una
persona, afirma Milosz en su poema “Dedicatoria”
escrito en Varsovia, en 1945, ¿entonces por qué leer y
escribir poesía? Porque la necesitamos. Gracias a ella
nuestra lengua adquiere nuevos bríos y significados,
podemos palpar las emociones de una época, inter-
pretar las inquietudes estéticas del hombre, reflexio-
nar sobre la palabra y su llamado poderoso.
Ahí estamos pues los lectores y escrito-
res de poesía, buscándola para que nos ayu-
de con su belleza, rabia y generosidad a enten-
der al mundo, a los demás, a nosotros mismos.

Saltillo,
Centro Histórico
Julio de 2016

10
Hablo y en la palabra
permaneces

Alí Chumacero luce vital e imbatible. Ante su mira-


da avezada, robusta tras los gruesos cristales de sus
lentes, desfilaron la prosa y la poesía de los mayores
escritores mexicanos del siglo XX. Fue amigo de Xa-
vier Villaurrutia, Gilberto Owen y Octavio Paz. Este
último lo definió como “el mago perfecto de las letras
mexicanas.” Contemporáneo de Efraín Huerta, Juan
José Arreola y Juan Rulfo, el nayarita fue testigo de
uno de los periodos dorados, y difícilmente repeti-
bles, de la literatura mexicana. 15
Alí se mantiene incólume y combativo. Su men-
te ágil navega en los recuerdos, en la nostalgia, pero
no se pierde en las vastas aguas de la memoria, regresa
para encarar el futuro, dar consejos, alentar a los jó-
venes y seguir dedicándose al oficio que ha ejercido
durante más de medio siglo: hacer libros.
Su rostro muestra los signos del tiempo, los 88
años que lleva encima, pero con lucidez extrema ha-
bla de literatura, de su libro Palabras en reposo editado
por el Fondo de Cultura Económica y que este 2006
celebra el 50 aniversario de su publicación, así como
de su obra poética que cabe en unas cuantas páginas,
150 para ser exactos, y que lo tiene insatisfecho.
Sin embargo, el poeta se ha dedicado exclusiva-
mente a la literatura. Aunque hace varios años dejó
de escribir poesía, continúa trabajando entre la tinta
y el papel.
Es gracias a Octavio Paz que Alí irradia ese bri-
llo hechicero, pues fue el Nobel mexicano quien lo
describió como “explorador de las noches de México
y los confines de la madrugada; bebedor heroico; im-
placable corrector de pruebas; tipógrafo que hace de
la página un jardín de letras; crítico lúcido; interlocu-
tor irónico y tolerante; maestro de sus amigos.” Ese es
el tamaño literario del hombre que visita Saltillo.

16
¿Por qué decidió dedicarse al arte, la literatura, la
poesía?

La gente debe saber que el arte puede salvar su mi-


seria espiritual, su pobreza económica. La soledad,
la tristeza, el abandono, se pueden atacar con el arte.
La poesía te escarba en el espíritu y la mente, te da a
conocer la profundidad de un sentimiento, te otorga
un gusto por el mundo. Pero es mentira pensar que
el arte se puede hacer del aire, es un reflejo de la vida
mostrado por el artista, quien debe ser una especie de
mago, de prestidigitador.
El tiempo es un río caudaloso y el arte es un
depósito que recoge un poco de ese río y lo deja fijo, 17
como una estatua... el arte detiene el tiempo en forma
radical.

Ahora que toca el tema del arte, alguna vez mencio-


nó que primero quiso ser pintor, antes de que se le
atravesaran los libros.

Cuando era niño leí Pinocho del italiano Carlo Collo-


di, así como las aventuras de Buffalo Bill, que me im-
presionaron bastante. También leí a los autores rusos
y franceses, pero eso fue más tarde. Hubo un tiempo
en que me interesó mucho la pintura, pero nunca
tuve un maestro, así que mejor desistí. Era más fácil
con los libros, uno los podía conseguir en las librerías
de viejo.

¿Y cómo llegó la poesía?, ¿en qué momento decidió


escribir?

Mi primer poema lo escribí en 1935, a los 17 años, bajo


la influencia de Amado Nervo. Era un texto sencillo
y no muy bueno, porque la complicación de la poesía
mexicana comienza con López Velarde en 1920, luego
llegó Pellicer, quien inició la poesía contemporánea.
Después llegaron Villaurrutia y Cuesta que formaron
el grupo Los Contemporáneos. La poesía francesa fue
detonadora de buena parte de la literatura mexicana.
18 Aunque la poesía no lleva a ninguna parte, es
como una vela, se quema en sí misma.

¿Cómo concibe el oficio del escritor, en qué medida


se debe a la inspiración y el talento o, por el otro
lado, a la paciencia, la terquedad, la insistencia?

El poeta nace, el talento lo da Dios, pero la única for-


ma de desarrollar el talento es leer libros... Y es que
vale más un tonto que haya leído libros, que un inte-
ligentísimo que no lo haya hecho.
Además de la poesía, su nombre es un referente
cuando se habla de la edición de libros, usted estu-
vo atrás de la obra de Juan Rulfo, Octavio Paz, Juan
José Arreola, Carlos Fuentes.

En 1950 entré a trabajar al Fondo de Cultura Econó-


mica. Yo soy un corrector de pruebas, de estilo. No
soy un burgués, soy un obrero que ha vivido de los
libros.
He escrito muy poco porque lo que más me in-
teresa es hacer libros físicamente, y acercar a los jóve-
nes a la literatura y que no triunfen (ríe a carcajadas),
que el muchacho se convenza desde un principio que
la literatura no sirve para nada.

Pero usted escribió un poema que para muchos es


un referente de la poesía del siglo XX. 19

Fue en 1938 que escribí un poema que ha tenido suer-


te, y que publiqué hasta 1940, “Poema de Amorosa
Raíz”, que tiene imágenes que le gustan mucho a la
gente. He escrito poco, pero no me arrepiento.

¿Cómo ve, a cincuenta años de su publicación, los


textos que integran Palabras en reposo?
No estoy satisfecho con muchos de esos poemas, aun-
que hay varios que reescribí durante varios meses.
Soy un escritor meticuloso, por eso es que unos cuan-
tos me parecen buenos poemas.
Escribí un poema que sí me gusta mucho, que
es “Responso del Peregrino”, no es aburrido del todo
y lo escribí enamorado, no mucho, pero lo suficiente
como para casarme con la mujer a quien se lo escribí.
Y es que yo sigo la norma de Juan Rulfo: lo mejor del
matrimonio es la viudez aunque yo sea el muerto (ríe).
Ese fue un poema que terminé rápido, en tan
sólo cuatro meses, lo publiqué en Novedades. Tengo
claro que yo no escribo para las mayorías, de hecho
tengo muy pocos lectores, sino para personas afines
que me lean y comprendan.
Lo que escribo tiene que ver con la Biblia, con
20 la cultura griega, con referencias que en ocasiones el
lector común ni siquiera sospecha.

Pero es que usted ha tenido una vida de lecturas, de


letras, todo eso influye en su escritura.

Para llegar a la edad que tengo se necesita una vida


desordenada, que también es la forma como hay que
leer. Nunca tuve la entereza para leer un solo libro,
siempre leo tres o cuatro al mismo tiempo.
Yo elegí un oficio cuando tenía 12 años de edad.
A eso me he dedicado y lo voy a llevar hasta el final.
.
Dar y tomar la vida cada día

Dolores Castro toma la vida para transformarla en


palabras. La brevedad, la sencillez, el sortilegio que
ofrece la naturaleza, son algunas de las características
de la obra de la poeta nacida en Aguascalientes, pero
cuya vida ha transcurrido en la Ciudad de México, es-
pecíficamente en la colonia Lomas de Sotelo, en don-
de aún habita la casa que estrenó con su marido, el
también escritor Javier Peñalosa.
Gracias al Fondo de Cultura Económica, los lec-
tores tienen acceso a su obra reunida, que bajo el títu-
lo Viento quebrado presenta la trayectoria de una mujer 23
que ha entregado su vida al amor, a la familia, a las letras.
Madre de siete hijos, “todos independientes,
como los poemas”, y con más de 90 años, la escrito-
ra ofrece en Viento quebrado un libro inédito titulado
Asombraluz, que se suma a sus primeros poemas, fe-
chados en 1949. Una grata sorpresa para los lectores
de su poesía reunida.
“He querido decir / y no he podido tanto / como
quisiera”, dicen los primeros versos de Asombraluz.
Sin embargo, quien fuera amiga íntima de Rosario
Castellanos, integrante del grupo de los Ocho Poetas
24

Mexicanos, que vivió un matrimonio entrañable con


un colega de oficio, que enfrentó las carencias y el tra-
bajo duro, jamás abandonó la poesía, un género que,
afirma, “nos permite amar la vida.”
En el año 2015, la escritora ganó el Premio Na-
cional de Ciencias y Artes por su entrega a las letras, y
es desde esta trinchera que pide a los jóvenes acercar-
se a los versos, pues, si se mira con atención, “a veces
la poesía es un espejo en donde se reflejan problemas
graves de nuestro tiempo.”
El libro que reúne su obra poética se llama Viento
quebrado, un título que me remite justamente a lo
que puede significar para el poeta su escritura: es-
cuchar, como dicen sus versos: “la espiral, la señal”.
¿Qué significa para usted ser poeta?

Significa descubrir caminos por los que transita la


imaginación, la posibilidad de penetrar en la realidad
y mediante el sueño ascender, descubrir secretos de
este milagro que es la vida. Significa conocer y si es
posible amar a los seres humanos y, sobre todo, co-
nocerse, distinguir entre sueño y realidad y expresar
la época vital. Luchar por los valores como la justicia,
convivencia y aun amor. Tras todo esto poder expre- 25
sar, con las palabras necesarias, lo soñado y lo vivido.

Muchos de sus poemas abrevan de la naturaleza.


Leemos sobre el huizache, la yerba, “el canto de la
tierra”, “el sueño de las piedras y de las ramas”, en
este sentido, ¿cuáles temas son motivo de inspira-
ción en su obra? 

Desde luego un tema es la naturaleza en el orden clá-


sico: piedras, vegetales, árboles animales, y entre ellos
el hombre racional (el hombre sensible también).
Como escritora de poesía ¿Cuáles son sus preocupa-
ciones, u ocupaciones, al momento de enfrentar la
página en blanco?

Mi preocupación ante  la página en blanco se inicia


oscura al principio, y se va esclareciendo al escribir, al
quitar o agregar palabras. También mi preocupación
puede ser el no poder expresarme durante alguna eta-
pa de la poesía. A veces la poesía es un espejo en don-
de se reflejan problemas graves de nuestro tiempo y
no es fácil expresarlos bien.

Los especialistas señalan que las características de


su obra poética son la sencillez, la brevedad y la
precisión, ¿por qué siente esta predilección por la
poesía breve?
26
Cada forma de expresión en un poema tiene la ilumi-
nación y el relámpago necesario. No me gusta hablar
por hablar ni escribir sin decir nada. Amo la síntesis.
También tengo algunos poemas largos, pocos.

Viento quebrado tiene poemas publicados desde


1949 hasta el 2005, ¿qué significa para usted esta
obra que revisita gran parte de su trabajo? 
Significa mucho. Escribo para expresarme, pero si na-
die me leyera no tendría lugar esa segunda parte de
la poesía: la comunicación de ese milagro que es vi-
vir profundo e iluminado,  que debo entregar antes de
morir. Aunque sea en pequeñas partes.

En México han salido a la venta varias antologías re-


cientes que muestran el quehacer de los escritores
nacionales. Sin embargo, me parece que faltan más
lectores de poesía, ¿qué opina al respecto?

Sí, faltan lectores y no solamente de poesía, sin em-


bargo, y por las condiciones de la vida contemporá-
nea, muchos jóvenes sí tratan de escribir poesía, al
menos por desahogo sentimental, les faltaría leer.

27
Todos han venido
sin saberlo de otro sitio

Atrás de la mirada de  Tomás  Segovia  se desdoblan


poco a poco los años que ha pasado entre los versos,
las lecturas, las traducciones, los ensayos. En sus ma-
nos se intuye ese viejo oficio que aprendió a instan-
cias de su padre, el del impresor que hace sus propios
libros, o de quien se lanza a la tarea de construir una
casa en Tepoztlán.  
Con voz pausada y propensa a la risa, el espa-
ñol que adoptó a México como un segundo hogar se
encuentra en Saltillo, dispuesto a compartir su labor 31
poética que le ha valido premios como el Xavier Vi-
llaurrutia de Poesía y el Internacional de Poesía “Fe-
derico García Lorca”.
La fría tarde de diciembre muere a la distancia y
sentando en el jardín del hotel en donde se hospeda,
el poeta charla sobre sus escritos, el exilio, la condi-
ción de la vida humana y aquellos tópicos que lo in-
quietan y que hacen que su mente salte de la anécdota
a la carcajada, de la experiencia a la enseñanza.
Hace unos días, en la Feria Internacional del Libro
de Guadalajara, el español Antonio Gamoneda se-
ñaló que existen dos tipos de poetas: “Los que lo
son por capacidad cultural, por devoción a la poe-
sía, y los poetas de raza, que no pueden ser otra
cosa”, ¿qué opina de esta distinción?

Yo no veo la diferencia, no veo qué diferencia hay en-


tre un poeta que siente devoción, amor a la poesía y
un poeta de raza. Hay muchos tipos de poetas, pero yo
no diría que son diferentes los que aman la poesía y
los que son de raza, ser poeta de raza es amar la poesía
y amar la poesía es ser poeta de raza.
32
La poesía es entonces un llamado irresistible, que
no se puede evitar.

Hay esa famosa frase que Rainer María Rilke le diri-


ge a un joven poeta: “Si usted puede dejar de escri-
bir déjelo, si no puede, entonces usted es poeta.” Eso,
de muy jovencito, ya lo había vivido, leer a Rilke. Me
acuerdo que me decía un compañero de prepa, o qui-
zá era ya primer año de facultad: “Es que yo quisiera
saber si tengo talento, quiero que la gente entendida
lea mis cosas y me diga si vale la pena, porque si no
voy a ser un escritor importante, lo dejo”, y yo le decía:
“No te entiendo, para mí es como si me dijeras: ‘Yo
quiero que me digan si mi vida va a ser maravillosa,
porque si no, me muero’”.
Yo entendía que podía tratar, podía escribir
poesía, pero no pedir garantías. No puedo decir: “Si
no me garantizan ser un gran poeta, dejo de escribir;
si no me garantizan que voy a ser feliz, me suicido”.
No lo entiendo, me parece que son ideas fuera de toda
realidad, no tienen sentido.
A mí me ha pasado como a Rilke, si uno escribe
es porque no puede entender la vida de otra manera.
Ahora, todo eso hay que tomarlo como todo lo que es
lenguaje, nada es literal, la literalidad no existe.
En otra época de mi vida, por ejemplo, todas
las noches yo escribía en mi cuaderno, luego me iba a
acostar diciendo que la poesía era lo único que había 33
en la vida, que la poesía era lo único que importaba.
También hay que tener cuidado con eso, creer que
Dios me ha llamado, que tengo una misión, que soy
un elegido.
La noción de elegido es algo que he maneja-
do mucho cuando era joven, pero partiendo de que
todos somos elegidos. Mi idea es que un elegido es
quien acepta ser elegido. La mayoría de la gente des-
confía ser elegido, se aterra de ser elegido, pide prue-
bas. ¿Qué es ser elegido? Por ejemplo, ser elegido
como poeta. Ser elegido es simplemente decir acepto.
Es como ser amado, todos somos amados, lo que pasa
es que da mucho más miedo ser amado que amar. A
todos nos da terror ser amados porque hay que dar la
cara y ahí todos queremos esconder la cara. El amado
es quien acepta. Lo he escrito de mil maneras, no se
trata de decir “eres el amor mío”, sino “yo soy el amor
tuyo”, o sea, mi ser es que tú me ames.

A usted lo han llamado el poeta de las dos orillas.


Su familia dejó España para alejarse de la dictadura
franquista, así que a los 13 años usted llegó a Mé-
xico, como un hijo del exilio, ¿se ha reflejado esto
en su obra?

Claro, se tiene que reflejar. Pero para mí estas cosas


son las condiciones de una vida humana, condicio-
34 nes que siempre se comparten en alguna medida con
los demás, no es que lo pongan a uno completamente
aparte, cada uno tiene sus condiciones más o menos
diferentes.
Una cosa es aceptar las condiciones, bregar con
ellas, construir una vida teniéndolas en cuenta, y otra
cosa es convertirlas en un proyecto, en un programa,
que tampoco me parece mal, pero eso ya es política.
Por ejemplo, yo podría haber hecho de la condi-
ción de las dos orillas y del exilio una política, haber-
me convertido en líder de los desplazados, jefe de no
sé qué, portavoz de no sé cuánto. Yo no lo conside-
ré. Claro, lo acepto como acepto tener los ojos cafés
y ser heterosexual, cosas que yo no he escogido, me
han sido dadas y tengo que entendérmelas con ellas,
rechazando unas, aceptando otras.
Lo que no es mi cometido como poeta, incluso
como ciudadano, es dictaminar, juzgar eso y conver-
tirme en conductor en alguno de los sentidos de la pa-
labra. Es mi condición y se expresa en mi poesía.
Yo lo que trato a veces es entender mi destino,
arreglármelas con él, entender qué parte debo acep-
tar, tratar de cambiarlo o simplemente rechazarlo.
Lo de las dos orillas no tiene remedio, claro que
soy de las dos orillas, pero no voy a imponerlo. Yo lo
diría a la mexicana: soy de las dos orillas, ni modo.
Por otro lado, por ejemplo, siempre desaparezco
de los horizontes, de los panoramas. Como es natural, 35
cuando empiezan a hacer listas de algo, pues la hacen
sobre un criterio, no pueden hacer listas sobre un do-
ble criterio. En las listas no aparezco, mil veces estoy
olvidado, mil veces no se acuerdan de colocarme y lo
entiendo, seguramente a mí me pasa con otros, con
escritores turcos, de Alemania, que se me olvidan.

Hablando de clasificaciones, usted ha dicho en va-


rias ocasiones que un escritor, un poeta, es más de
su época que de su país.
Creo que entonces cité a Octavio Paz. Creo también
que no sólo un poeta, un ser humano pertenece, des-
de el punto de vista filosófico, primero al género hu-
mano y todas las épocas, luego pertenece a un grupo
humano y a una época específica. En los hechos es al
revés, uno nace en un grupo, en una época. Me parece
que el cometido del ser humano es precisamente am-
pliar eso, abrir su comunidad a la comunidad huma-
na, y abrir su época a todas las épocas.
Se habla mucho de etnocentrismo, de naciona-
lismo, de centrarse en la propia nación, en la propia
raza, yo digo que también hay un cronocentrismo
típicamente moderno. La modernidad establece que
todo partió de nosotros, y que todos los demás hom-
bres fueron estúpidos. A mí me parece que no es así.
Me parece que el hombre es herencia, eso se
36 puede ver desde muchos puntos de vista, pero uno es
la lengua. Es evidente que la lengua es heredada, na-
die nunca ha inventado una lengua, y los que la han
inventado no han hecho más que tonterías, claro. In-
ventar una lengua, si no es una monstruosidad, es una
estupidez.
Las lenguas siempre son heredadas, porque uno
de los problemas filosóficos al que yo le he dado mu-
chas vueltas es que no es posible pensar en una pri-
mera lengua, como no es posible pensar en un primer
hombre. Siempre un hombre es heredero de otro
hombre, y una significación es heredera de otra signi-
ficación, no se puede concebir el nacimiento por gene-
ración espontánea ni del hombre ni de la lengua. No
hay evolución en ese terreno; para decirlo en lenguaje
biológico, sería una mutación, pero no una evolución.

Hablando de cambios, ¿cómo ve las humanidades,


las artes en el siglo XXI?, se lo planteo porque a us-
ted le tocó vivir una época muy potente en términos
literarios.

Sobre mi época tengo una mirada más crítica. Claro,


hay muchas miradas más críticas que la mía, no es que
yo me destaque demasiado en eso. Todas las épocas
son chantajistas, pero la época moderna es más chan-
tajista que cualquier otra porque chantajea con la
época misma. El chantaje consiste en que el que no 37
sea moderno es marginal, es estúpido, es cobarde, no
se ha enterado. Rimbaud dijo: “Hay que ser absoluta-
mente moderno”, y desde entonces hay que serlo.
Cada época tiene que mirarse a sí misma dentro
de lo posible. En esta época a mí me parece más claro,
lo voy viendo poco a poco: hay una desviación muy
peligrosa, por un lado la libertad es peligrosa, es fácil
de descarriar.
La época moderna es heredera de un ideal de
libertad, de la ilustración, luego del primer romanti-
cismo. Esta época hereda ese ideal de libertad y fácil-
mente ese ideal se transforma, se dice que para hacer
un orden social hay que destruir todo otro orden.
También está el asunto de la migración, porque se ha
globalizado el capital, pero no así el trabajo, situación
que da origen a los desplazados, a la pobreza, a los
tiempos de inseguridad y violencia. Si no endereza-
mos un poco el rumbo, va a ser un desastre tremendo,
no tiene remedio es lo peor. Menos mal que hay poe-
sía y todavía podemos salvarnos.

Sobre esos temas, hay quienes se vuelcan en la poe-


sía social.

La poesía es social. La esencia, el meollo de la socie-


dad es el lenguaje, la sociedad humana es un conjunto
38 de seres que se comunican entre sí.
La poesía funciona en el nivel del lenguaje como
puro nexo humano. La poesía siempre será la garantía
de que seguimos siendo humanos por muchos gobier-
nos que haya.
A mí me parece que el grave peligro de la poesía
es que tranquiliza conciencias, por eso yo no escribo
poesía con esa intención. Cuando se trata de gobier-
nos, de políticas, uso otros escritos, voy a manifesta-
ciones, a votar, uso precisamente armas políticas.
El mundo es un lugar donde se siembra fácilmente
el pesimismo, pero gran parte de su obra poética
trata sobre el amor, la dicha, la esperanza.

A mí me maravilla casi todo. Me encanta estar vivo,


me encanta estar en el mundo. El mundo no tiene
nada malo por sí mismo, lo hacemos malo.

39
Todo me obliga a trabajar
con las palabras, con la sangre

La primera vez que Juan Gelman escuchó a la poesía


fue en voz de su hermano. Los versos de Aleksandr
Pushkin, el gran escritor ruso, intrigaron de inmedia-
to al niño de cinco años que nació en Argentina, el
primero de una familia que emigró de Ucrania. Años
más tarde, decidió escribir algunos poemas y “la cosa
siguió.” 
En los ojos luminosos del escritor se puede in-
tuir un pasado plagado de letras, pero también de
experiencias que marcaron con fuego su espíritu: el 43
exilio, el asesinato de su hijo y su nuera a manos de
la dictadura militar, la pérdida de su nieta –a quien
encontraría décadas después en Uruguay.
“La muerte me enseñó que no se muere de amor.
Se vive de amor”, escribió en las primeras páginas de
su antología personal En el hoy y mañana y ayer, pu-
blicada por la UNAM en el 2000, y que reúne poemas
escritos a lo largo de cuarenta años caminados “por el
filo de la pérdida.” “Amorar” es la palabra creada por
Gelman que marcó su vida, sus letras, y que ha con-
movido profundamente a sus lectores.
Hoy, con más de 80 años y con reconocimientos
como los premios Reina Sofía y el Cervantes, el autor
de Gotán se declara insatisfecho, esa es la razón por la
que sigue escribiendo poemas.

44
Aunque también se le conoce por su trabajo pe-
riodístico, sin duda es su obra poética la que más
seduce a los lectores, ¿cuándo inició su vocación
poética?

Yo soy de una familia de origen ucraniano que emigró


a la Argentina, y soy el único argentino en la familia.
Mi hermano mayor me recitaba a Pushkin en ruso,
yo tenía cinco o seis años y eso me introducía a un
mundo diferente a todos los que vivía en general, en
la calle, en la escuela, en la casa. Y yo acosaba a mi
hermano para que me siguiera recitando los poemas
de Pushkin, eso para mí era un transporte a otro lugar.
Creo que eso me marcó. 45
Esto lo pensé o lo supe muchos años después y,
desde luego, con la lectura. Claro, hay un momento
de la adolescencia en el que todos escribimos poe-
mas, porque si no, no seríamos adolescentes. Pero la
cosa siguió, tenía un compañero de la escuela que era
como un hermano para mí, que también escribía, en-
tonces empezamos a intercambiar poemas, a leernos,
y la cosa siguió, siguió creciendo... como hasta ahora.
Para muchos lectores, sus poemas son como un bál-
samo para el corazón, pero ese no siempre es el
caso del escritor.

En mi caso, porque no se puede generalizar, me mue-


ve la necesidad de escribir. Ayer me preguntaba un
poeta francés si yo me levantaba en las mañanas y es-
cribía. Pues no, yo creo que lo hizo irónicamente, por-
que es un gran poeta y sabe que no es así, que uno no
escribe cuando quiere, que uno escribe cuando quiere
la señora poesía.
Cuando se escribe salen cosas que uno mismo
no se da cuenta que las escribe, es decir, no hay una
predeterminación como puede ocurrir con otros gé-
neros literarios. A veces con la novela, me cuentan
novelistas, que de pronto se les escapan los persona-
46
jes y se convierten en otra cosa de lo que pensaban, o
en el teatro ocurre también, pero en poesía eso ocurre
de un modo absoluto.

Y de igual forma pasa con las palabras, en sus poe-


mas encontramos palabras nuevas o que se transfor-
man, pienso en “allora” o “amorar”.

Lo que ocurre es que el lenguaje tiene límites, a pe-


sar de que se viene creando hace muchos siglos. To-
davía no alcanzamos a nombrar, no definir siquiera,
a nombrar muchas cosas. Allá (señala una fuente
que se encuentra tras una ventana) está cayendo una
cascada de agua que hace un ruido muy particular,
no es el mismo ruido de la lluvia, entonces cómo se
nombra eso.
Los neologismos y todo aquello también han
surgido por necesidad, no es un juego, es para tratar de
buscar la mayor precisión posible para nombrar algo.

Tal vez sea como escribió Octavio Paz, que la poesía


revoluciona el lenguaje.

En todo caso no es voluntario. Yo creo que la poesía


es lenguaje calcinado, pienso eso. Es decir, es el ex-
tracto de la lengua.

¿O podría ser, como usted ha dicho en otras ocasio-


nes, un efecto del oficio ardiente de la poesía? 47

Comprobé que lo que decía Dylan Thomas es verdad,


uno no insiste en este ardiente oficio de la poesía, si
no fuera por la esperanza de encontrar el milagro. ¿Y
cuál es el milagro de la poesía?, a mi juicio, la vivencia
en que busca expresarse sea por razones interiores o
de afuera, es interrogar con la imaginación.

¿Cómo se recorre una vida a través de los poemas


o, al momento de juntarlos todos, cómo ve su vida a
través de lo que ha escrito?
Los leo y digo que podría haber escrito mejor. La
insatisfacción es permanente, entonces de eso no
hablo porque hay quien me dice que mis poemas le
gustan mucho, y yo me siento no realizado todavía
en la poesía.
Tal vez por eso sigo escribiendo, para ver si aga-
rro a la señora por la cola y se quede conmigo un rato.
Siempre hay una insatisfacción con lo escrito.

¿Habrá algunas cuestiones que lo interesaron en al-


guna época, algunas preocupaciones? Ya sabe que a
los lectores nos gusta traducir al poeta.

Lo que tiene de bueno el lector de poesía es que hace


su propia lectura, en ese sentido vuelve a escribir el
libro.
48
¿Y la poesía amorosa es una constante en su obra?

Poemas amorosos he escrito a lo largo de toda mi vida


por una razón. Yo tenía que seleccionar unos poemas
de amor, que de hecho voy a leer esta noche en la Fe-
ria del Libro, y la directora del espectáculo se rió, y le
pregunté: “¿Por qué te ríes?, y me dijo: “Porque vas a
tener mucho trabajo”. Y sí, tuve muchísimo trabajo.
Yo creí que era un poeta revolucionario y resulta que
no, que soy un poeta del amor.
También están los poemas de Sidney West, que tie-
nen un tono muy distinto.

Sí, por supuesto. Mi hijo me dijo que era un libro có-


mico y me parece que sí. Yo creo que es muy difícil la
comicidad en arte porque creo que es la forma más
extrema de la tragedia, la comicidad, no la diversión.
Ese libro lo escribí porque, yo no sé, a mí me
ocurre que cada que se me acerca un decenio de edad
la idea de la muerte se hace muy presente. Y yo estaba
por cumplir 40 y bueno, fue una forma de sacar ade-
lante esa obsesión.

Los poemas son para escucharse, ahí está Neruda


con sus poemas musicales y varios lectores pensa-
mos lo mismo de su obra, que tiene un ritmo incon-
fundible. 49

El ritmo es esencial en cualquier arte. En la música ni


hablar, pero en la poesía también, en la pintura. Es la
ley de la economía en el arte y claro que uno cuando
escribe no es que trate, lo que pasa es que debe haber
una música y la música del poema tiene un significado
en sí que está íntimamente relacionado con el signifi-
cado de las palabras.
No se escribe sobre el furor con la misma música
de la palabra que sobre el amor, a menos que sea un
amor desgraciado, entonces uno se enoja un poco. No
son cosas mutarias, uno no puede decir: “Ahora voy
a escribir un poema terrible porque esta mujer no sé
qué”, no. Y el tema de la música, bueno, es una cues-
tión de oído, que uno no se da cuenta cuando escribe,
pero es así.

¿Cómo describiría el lugar que ocupan Argentina y


México en su corazón?

El problema lo tengo cuando juegan futbol Argentina


y México, pero yo no estuve exiliado en México, mi
decisión de vivir en México fue voluntaria.
A los exiliados que vivieron muchos años en
México, y que por cierto le tienen muchísimo cariño
a la gente, a las cosas, los llaman argenmex, pero yo
soy un mexargen, al revés. Yo acá me voy a quedar, no
50 creo que me toque tocar el violín en otro bar.

Hace poco le entregaron la Medalla Bellas Artes, una


presea que destaca el quehacer artístico hecho en
México.

Es un gesto de generosidad que México ha tenido


conmigo, como los tuvo con tantos exiliados de mu-
chos países que se refugiaron acá de dictaduras o de
regímenes autoritarios.
Tal vez en estos tiempos deberíamos buscar la poe-
sía con más entusiasmo, sobretodo en tiempos acia-
gos como los que vivimos ahora.

Los tiempos nunca le han impedido existir a la poesía.


Tiene cincuenta siglos de existencia conocida y en
esos cincuenta siglos ha pasado de todo, guerras, pes-
tes, inundaciones, en fin, desastres naturales y otros
provocados por el hombre y sin embargo la poesía si-
gue ahí existiendo. Como dijo Gullar, un gran poeta
brasileño, “la poesía es más que la vida.”

¿Y cómo serán los poemas del mañana?, se lo men-


ciono por el título de la antología que le publicó la
UNAM, En el hoy y mañana y ayer.

Yo creo que la poesía va a seguir en lo mismo, en lo de 51


siempre. Hay temas eternos, lo que pasa es que con la
época se abordan de otra manera, el desarrollo de la
lengua también, pero los temas del amor, la muerte y
todo lo demás vienen del fondo de los siglos.
El gran poeta japonés Basho, que le dio la forma
definitiva al haikú en el siglo XVI, decía que no hay
que imitar a los antiguos, hay que buscar lo que ellos
buscaron y qué buscaron, la poesía.
¿Qué sigue en su obra literaria, el Fondo de Cultura
Económica ya reunió su obra poética, pero tendrá
algún libro preparándose?

De hecho, después de la publicación de la obra reuni-


da acabo de terminar un libro y podría decir que estoy
en una depresión postparto. Lo terminé en estos días
y cuando termino un libro lo dejo dormir un poco, el
pobre tiene que descansar.
Además, repito, uno no escribe cuando quiere.
Me puedo pasar meses sin escribir, en una ocasión me
pasé cuatro años sin escribir y es inútil forzar eso, no
se puede. Se escribe cuando hace falta, cuando a uno
realmente le hace falta.
Siempre hay memoria, recuerdos y todo lo de-
más, pero no me paso el día revisando lo que hice,
52
porque ya tengo 82 años y me llevaría más de un día y
de una noche. Yo sigo adelante que es lo único que los
seres humanos podemos hacer.
No es tan fácil
volver la espalda al mundo

La tierra, la infancia, las raíces que se nutren en la fa-


milia, son algunos de los temas que han marcado la
obra de  Juan  Bañuelos. Nacido en Chiapas en 1932,
su voz es “una de las más poderosas de la poesía en
lengua castellana”, según apuntó Juan Gelman en un
texto homenaje que escribió para La Jornada en 2001.
El chiapaneco celebra la hierba, el árbol que
crece en la mano abierta de la tierra, las aguas de la
infancia en las que todavía se reflejan la belleza y la
esperanza. Y este festejo hace uso de palabras senci-
llas, las mismas que usa la gente todos los días, de ahí 55
que Bañuelos sea un poeta leído por muchos, desde
los niños de las escuelas de Tuxtla Gutiérrez, hasta los
poetas que se dan cita en festivales de poesía en Me-
dellín o Quebec.
“A través de las imágenes de la poesía se puede
conocer al prójimo”, asegura Bañuelos, cuya voz pau-
sada contrasta con sus ojos que siguen moviéndose
inquietos, con la misma curiosidad que lo empujó a
las letras, a los mitos del pasado, de la palabra indíge-
na que aún hoy nutre su obra poética.
¿Cuál fue el germen de su vocación poética?, ¿cómo
nació esta necesidad de explicarse la vida a través
de los versos?

Chiapas es una región de muchos poetas. Ahí lo pri-


mordial es la poesía. La gente habla en metáforas y es
una parte de la vida de los chiapanecos. Nosotros co-
menzamos desde muy niños, los maestros nos inician
en decir los poemas en voz alta para compartirlos con
la familia, en las reuniones hogareñas. Uno lo ve muy
natural, y los que vamos a seguir escribiendo poesía
pues escogemos una carrera.
Yo elegí Derecho y Ciencias Políticas y Sociales,
56 luego Filosofía y Letras, me eché tres carreritas, pero
la mera verdad terminé trabajando en la edición, fui
asesor de la editorial Novaro.
Seguí escribiendo, me buscaban para publi-
car, de tal manera que yo vi aquello muy natural, me
pedían poemas para revistas, para editoriales y lo vi
completamente lógico en mi vida y así he seguido es-
cribiendo. Luego fui conocido en otros países, viajo
mucho.
Mi vida se tradujo en una manera de ver la vida
a través de las metáforas.
Cuando  Juan  Gelman se refirió a su obra escribió
que “las palabras son hijas de la vida.” Con esta idea
en mente, ¿cómo ha sido su recorrido por las letras,
la escritura?, ¿cómo ha sido esta vida literaria que
le ha tocado experimentar en 80 años?

La edad de las personas no me interesa tanto, sino la


manera en que hayan concebido la vida, la idea que
tengan de la vida. Puedes ser un muchacho de 25 años,
o un hombre de 75 u 80 años, lo que importa es lo que
hayas asimilado de la vida, y esa es la proyección que
va a tener para la familia, o si eres un maestro para los
alumnos. Creo que así todo se ve muy natural. Yo he
tenido la oportunidad de tener buenos grupos, bue-
nos alumnos y sobre todo una cosa espléndida, que
ha sido viajar mucho.
57
Usted debe pensar: “¿Pues cuánto dinero tendrá
este escritor?”, pero no, son invitaciones que me lle-
gan gracias a que el nombre de uno va circulando en
los medios intelectuales y se llega a ser conocido. Para
mí ha sido natural, no es una cuestión de vanidad.

¿Cómo describiría su obra poética?, ¿cuáles temas


le han interesado a lo largo de los años?

El aspecto de la familia, de los hijos, de la esposa. Lo


más cercano que uno tiene en la provincia es la fami-
lia. Los primeros poemas van dedicados para ellos.
Y ya va uno extendiéndose en la comunidad,
en los ámbitos que hay en los pueblitos y comienza a
circular la verdad poética de uno. De pronto en una
escuela te invitan y los niños recitan tus poemas para
recibirte. En mi caso ha sido mucha naturalidad tanto
en la poesía como en la forma de vivir.

Hay poemas suyos que recuerdan a Chiapas, pero


también tiene poemas muy íntimos, que conectan
pronto con el lector.

Yo sigo la manera de hablar de las personas. Hay poe-


tas que de pronto escriben con mucha naturalidad y
de pronto se creen que son grandes, que pueden in-
novar la poesía, hacer poemas difíciles y la gente de a
pie no los entiende.
58 Yo creo que la naturalidad de la poesía es es-
cribir con las metáforas, con las imágenes que escu-
chamos del pueblo. Entonces el pueblo lo asimila y
lo hace suyo, al rato ya ni se acuerdan ni quién es el
autor de ese poema, lo hacen propio, lo hacen de la
familia. Eso es muy bonito.

Usted convivió con Rosario Castellanos, Octavio


Paz y muchas de las voces que marcaron la poesía
mexicana del siglo XX, ahora, ¿cómo ve a los nuevos
poetas nacionales?
Los jóvenes están trabajando bien, los grupos de
poetas en la Ciudad de México, en la provincia, en
el norte ya no se diga. Creo que la poesía nos da la
oportunidad de identificarnos, y hay una parte muy
bonita, que a través de la poesía la gente se hace bue-
na, la poesía detiene a muchas personas, evita actos
de maldad.
La poesía forma parte también de la humildad
que uno debe tener con los demás.

Juan Gelman sostenía que él debía esperar a la poe-


sía, la inspiración para escribir algunos versos, y de
ahí ya se ponía a trabajar en el texto, ¿cómo es su
trabajo al momento de escribir un poema?

Lo que usted dijo es muy cierto. La poesía llega sola,


uno no puede andar a la búsqueda de las imágenes, 59
como en la prosa, en el cuento o la novela, si no que
la poesía llega sola. A uno las imágenes lo ganan, lo
estructuran, lo cambian, y sacan la parte noble que se
tiene y que el lector o el que escucha el poema lo asi-
mila y lo hace suyo.

¿Sigue trabajando, escribiendo...?

No tengo otra. No tengo otra más que escribir poe-


sía, no todos los días, pero sí por etapas. La poesía nos
ayuda a encontrarnos a nosotros mismos, y así encon-
tramos la realidad con la familia, con los amigos. Uno
ve la vida de manera diferente, y sobre todo con un
aspecto de bondad, que es de los aspectos más hermo-
sos que tiene la poesía.
En los pueblos donde abunda la gente que escri-
be, que lee poesía, la gente no es mala, tiene una gran
nobleza y eso lo puede ver en los pueblitos del país.
La gente cuando hace una reunión, cuando tiene más
de una copita encima, termina con poesía, hacen poe-
mas, los improvisan. A través de las imágenes de la
poesía se puede conocer al prójimo, y conocer al pró-
jimo es conocer un pueblo.

60
Oro en el oro, el tigre

En medio del trajín incesante de la Feria Internacio-


nal del Libro de Guadalajara, una sala se erige como
oasis poético en el que resuena, vibrante y vital, la
poesía de Eduardo Lizalde.
Con 80 años de edad, el escritor mexicano se nie-
ga a renunciar al oficio que lo lleva a crear versos que
oscilan entre la crueldad y la ternura, entre la belleza y
la oscuridad, entre la vehemencia y el estoicismo.
El 2009 ha traído consigo homenajes y pre-
mios para el poeta, traductor, ensayista y barítono,
así como la reimpresión de una de sus obras de largo
aliento, Algaida, editada por la Dirección General de 63
Publicaciones del Conaculta.
La voz de El Tigre Lizalde desafía al paso del tiempo,
manteniéndose grave, diáfana, perturbadora, al igual que
el propio poeta, cuyo cuerpo parece contagiado de esa
aura vital que envuelve a su obra.
Después de firmar el último libro de sus lec-
tores, entre los cuales destaca un bullicioso grupo
de jóvenes, el escritor habla sobre el oficio poéti-
co, que lejos de la “veleidosa y a veces traicione-
ra” narrativa, se mantiene firme e insobornable.
Durante más de medio siglo ha publicado libros.
Desde la aparición de La mala hora, no han falta-
do los poemas, los ensayos, la prosa, ¿qué significa
para usted esta vida dedicada no sólo a las letras,
también a la música, al arte?

Comencé a leer poemas a los ocho años, diez años,


y después comencé a escribir algunos, pero con una
referencia infantil. Afortunadamente tuve la precau-
ción de quemar las cosas juveniles que eran impubli-
cables.
Mi obra está hecha de lo que logré hacer después
de los treinta años, fue un poco antes. Es una tarea de
64 la que no se sabe cómo va uno a salir, lo saben mis
amigos poetas, y pues es siempre una aventura cuya
finalidad sólo determinan los lectores. Ya lo  he  di-
cho: no existimos los escritores sin los lectores, esa es
la única posibilidad.
He escrito prosa, poesía, ensayo, la cantidad de
miles de páginas que nos preceden, no todas afor-
tunadas yo creo, son muchas, pero en eso seguimos
mientras no nos dé un cáncer. Buena parte de los ami-
gos de mi generación han desaparecido, algunos me-
nores que yo, lamentablemente.
Cuando habla de los lectores y de este impulso por
escribir poesía, de dedicarse a ella a pesar de que se
publica poco y se lee menos, pienso en uno de sus
poemas, incluido en su libro El tigre en la casa: “De
pronto se quiere escribir versos / que arranquen
trozos de piel / al que los lea”.

Ya sabemos que la poesía es, como decía uno de nues-


tros colegas, la muñeca fea de la literatura. Los edi-
tores no se animan a editar poesía, no es negocio la
poesía y lo dice también algún autor alemán de mi ge-
neración: la poesía no puede vender temas o estilos.
El narrador se ve obligado a repetir formas, persona-
jes, seguir con secuelas que ya han tenido algún éxito.
La poesía es insobornable y como decía, repito
siempre esa frase estupenda del poeta Dylan Thomas,
65
“como no da para mantener ni a un pececito, los poe-
tas vivimos siempre de otra cosa.”
Pero claro está, los poetas viejos, los de mi gene-
ración, empezamos a difundir libros y, naturalmente,
no tenemos tan pocos lectores como los que teníamos
a principios del siglo veinte. El libro se difunde y algu-
nos poetas viejos podemos vender unos cientos, y a
veces, con algo de suerte, miles de ejemplares.

Muchos conocen su nombre precisamente por los


poemas de El tigre en la casa, textos breves y que
han tenido un fuerte impacto entre los lectores,
pero el caso de Algaida es distinto, en el sentido de
que es un poema de largo aliento.

El tigre en la casa se publicó en los años setenta, hay


quien dice que marcó a una generación, lo cierto es
que es mi libro más leído, fue el que me dio celebridad.
Es un libro sobre la violencia, la decepción amorosa,
el desencanto social, que atrae mucho a los jóvenes.
Por otra parte, desde siempre ha sentido la ten-
tación de escribir demasiados versos a lo largo de la
vida. Aunque Algaida es el poema menos extenso de
los escritos que tengo de este tipo. El primero, que se
publicó hace más de cuarenta años y que fue escrito
hace cincuenta, se titula Cada cosa es Babel, tiene más
de mil versos y lo considero mi primer libro impor-
66
tante, aunque en su momento no tuvo una gran re-
cepción. Después vino Tercera Tenochtitlán, un poema
larguísimo sobre la ciudad, que también tiene más de
mil versos.

Territorio magnánimo, jardín de formas, de vida… La


naturaleza que explota en verdor, pero también en
podredumbre, son parte de las múltiples imágenes
que aparecen en este libro, ¿qué significa Algaida?

Sobre Algaida han compartido sus opiniones críticos


inteligentes y poetas como Evodio Escalante, Chris-
topher Domínguez Michael y Luis Vicente de Agui-
naga, pero quiero decir que este poema no es exac-
tamente una rememoración de la experiencia juvenil,
como han opinado algunos.
Debo aclarar dos cosas: Algaida es, en efecto, lo
que dice María Moliner en su diccionario, un bosque-
cillo aislado o no, pero este no es el sentido del libro,
no se refiere a un jardín. Algaida se refiere al otro sen-
tido de la palabra árabe, médanos, montículos de are-
na que el viento disuelve, como se disuelven nuestras
vidas, y que las recompone idénticas en otro punto.
Pero también es, en realidad, un canto a la
monstruosa realidad de la naturaleza que nos circun-
da, idea que obligatoriamente vivimos todos los poe-
tas. Es una celebración de la naturaleza, y también se
desfloran los infiernos de la miseria, de la pobreza, de
la infancia. A eso se refiere el epígrafe de Dante (situa- 67
do al inicio de la obra) al salir con Virgilio del infier-
no, que dice: “Logramos por fin salir del infierno y ver
nuevamente las estrellas.”

Y es en la puerta de entrada del infierno donde Dan-


te y Virgilio leen que al atravesar ese pasaje llegarán
a la ciudad del llanto, al dolor eterno, al lugar don-
de sufre la raza condenada.

El infierno es ese mundo paupérrimo y también el


paso del tiempo que nos hace ver esas colonias en las
que vivimos de niños, por las que hemos paseado ya
viejos y que encontramos destruidas. Finalmente es-
tamos afuera, salimos de ellas, y podemos encontrar
las maravillas de la naturaleza.

Además de esta visión del mundo natural, hay múl-


tiples alusiones a los obras de autores que sin duda
nos han legado una herencia literaria, ya mencionó
a Dante, pero también están Ovidio, Rimbaud, José
Gorostiza.

Hay referencias a todo lo que hemos leído, vivido,


buscado y algunas veces a lo que ni siquiera hemos
leído. Es una rememoración de todos los grandes poe-
tas que hemos leído y también una reflexión sobre la
propia existencia, y el propio trabajo poético.
68
Presentar un libro es una celebración, pero después
del festejo llega el tiempo de volver a escribir rabio-
samente, “destrozándose el alma contra el escrito-
rio”, como dice este poema suyo que cité antes.

Creo que todavía no estoy en el término de mi vida,


pero sé que me encuentro en los años finales. No son
los ochenta, años juveniles, pero pienso por supues-
to, sí lo logro, seguir escribiendo.
Hay una cazuela
en el fuego todo el tiempo

“No hace falta explicar nada. O conoces el lugar don-


de duele o no lo conoces”, sentencia el poema de Ha-
mutal Bar-Yosef (Tel Yosef, 1940) que da título a la
antología que recoge en español cuatro décadas de
obra poética de la escritora israelí, y que Vaso Roto
publicó en 2013.
Criada en un kibutz, en la obra de Hamutal hay
una fuerte voz femenina, que se traduce en versos alu-
sivos a la maternidad, la comida, al tiempo que se pasa
junto a la mesa de cocina rebanando vegetales, pre- 71
parando guisos, alimentando a los niños, a la familia.
Sin embargo, en sus textos también encontra-
mos una visión cruenta sobre el mundo, sobre la fra-
gilidad, sobre el delicado equilibrio cotidiano sazona-
do con nostalgias, con la memoria del daño y el dolor.
La poeta nos hace conscientes de esas áreas donde la
sombra gana espacio de una manera inquietante.
En El lugar donde duele nos topamos con una
poesía honesta, cercana, que vuelve al lector partíci-
pe de los miedos, los desafíos, las alegrías, las pérdi-
das y los sueños de su autora. Versos que también nos
confrontan con aquello que yace aletargado en nues-
tra alma, y que despierta para increparnos: “¿Cuánto?
72
¿Un año? ¿Diez? ¿Cien? ¿Mil?/ A mí me llevó treinta. /
La segunda vez sólo diez. / Después comencé a vivir,
/ a amar, a escuchar.”
La poesía hebrea tiene una larga tradición, basta
con pensar en los Salmos, en El Cantar de los canta-
res. Pasajes enteros de la Biblia tienen una voz lírica
que ha influido en la literatura de la humanidad.

Es una larga tradición porque los primeros poetas en


hebreo los encontramos en el Antiguo Testamento.
El principio de la literatura hebrea es el Viejo Testa-
mento, un libro que no sabemos quién lo escribió, o
quiénes lo escribieron, pero ahí están los Salmos, los
profetas y el Cantar de los cantares, incluso hay his-
torias enteras presentadas en forma poética, muy bien
escritas, textos realmente potentes. Hay bases muy
fuertes para la literatura hebrea. 73
La lengua hebrea produjo poesía cuando los ju-
díos todavía no estaban en su país, cuando andaban
errantes. En España, en el medioevo, hubo una época
dorada de poesía en hebreo influenciada por los mu-
sulmanes, por la poesía clásica árabe. También en Ita-
lia, durante los siglos XVI, XVII, los judíos escribie-
ron mucha poesía, en esta época se produjeron textos
que explicaban las escrituras, literatura real.
En el siglo XVIII en Alemania, Mendelssohn,
nieto de un filósofo (Moses Mendelssohn), y un gran
músico, señaló que ya era momento de que la lengua
hebrea viviera de nuevo, porque era como una lengua
muerta. Había literatura, libros escritos en esta lengua,
pero nadie la hablaba. Así que a finales del XVIII, prin-
cipios del XIX, se da el inicio de la nueva literatura.
La tradición literaria hebrea ya tenía una larga
historia, no en suelo israelí, pero después de la Segun-
da guerra mundial la literatura hebrea fue producida
en Israel. Están los poetas clásicos a finales del siglo
XIX, que produjeron grandes obras, que conocimos
en la escuela, pero después de la fundación de Israel,
en 1948, muchos poetas no nacidos en Israel emigra-
ron y siguieron escribiendo.

Ese es el caso de Yehuda Amijai, un poeta que es


muy leído en México y que incluso tradujo textos de
Octavio Paz al hebreo.
74
Yehuda Amijai fue un poeta de la escena literaria de
los años 50 del siglo XX. Es muy conocido porque fue
traducido ampliamente, porque es un escritor recien-
te, murió hace unos quince años, y su poesía es fácil
de traducir por lo que llegó a Estados Unidos, España,
México. El lenguaje que él utiliza es muy simple.

En ese sentido sus poemas también son muy direc-


tos, los lectores podemos encontrar afinidades de
inmediato por los temas que maneja: la maternidad,
el amor, el pasado.
Cuando empecé a publicar poemas fui la primera mu-
jer poeta, en Israel, que escribió sobre las experiencias
de la maternidad. Ahora es muy frecuente porque hay
más mujeres poetas, muchas son madres y vemos más
textos de este tipo.
Yo comencé en los años 70, no hace demasia-
do tiempo, entonces sólo yo escribía sobre ser ma-
dre, ama de casa, estar en la cocina. Muchos de mis
poemas traducidos al español son sobre la mesa de la
cocina, que para mí era un símbolo de estar juntos,
de tener una familia, de lo que significa ser madre, de
decepciones también.
Muchos de mis poemas están conectados con la
comida porque nací en un kibutz, entonces la cocina
era administrada por un colectivo. Cuando me con-
vertí en una mujer casada disfrutaba mucho cocinar y
alimentar a los niños, tener mi propia mesa de cocina. 75
La comida es una experiencia simbólica, uni-
versal. En hebreo publiqué un libro titulado Comida,
dividido en apartados titulados Vegetales, Frutas,
Sopas, Carnes, Pescados, Postres, y en cada sección
encuentras poemas conectados, en el sentido metafó-
rico, con cada tema. No soy única en eso, el vino es un
símbolo muy usado en las poesías española y hebrea,
no es una innovación usar la comida como metáfora,
pero creo que lo usé más que otros escritores.
Escribo sobre la soledad desde el humor. Otro
tema sobre el que escribí, y que me interesó durante
un tiempo, fue el de hacerse viejo, eso cuando llegué
a los 50 años, ahora tengo 73, así que no trato más ese
tema. Pero a esa edad era toda una experiencia, por un
lado estaban los sentimientos negativos de ser viejo, y
por el otro estaba la intención de revelar gradualmen-
te los beneficios de ser viejo, como la paz mental, ver
las cosas con perspectiva, estar en paz contigo mismo.
No soy una persona tranquila, así que sentirme cerca-
na a eso es un beneficio.

Tiene un poema titulado “A los Lectores”, ¿como


poeta piensa en que sus versos pueden convertirse
en una suerte de conversación con el lector?

En la antología traducida al español hay una sección


titulada precisamente así, “A los Lectores”. No es una
76 casualidad, esta sección, que a veces es llamada ars
poetica, tiene poemas acerca de la poesía, los escrito-
res, los lectores, un tema muy tradicional. La puse al
final porque no me gusta mucho ese tema, pero son
las creencias, los sentimientos de ser poeta.
Cuando escribo poemas es como cocinar y ali-
mentar. Si estoy cocinando algo, quiero compartirlo.
Cuando la gente lee tus poemas te dicen que son muy
lindos, que le gustaron mucho, etcétera, pero en el
fondo no estás seguro si les gustaron o no. Para mí,
que me estoy volviendo vieja, es más importante re-
cibir una respuesta auténtica. ¿A qué me refiero? Para
mí no son los premios, las reseñas, claro, están muy
bien, pero eso no es lo que me hace sentir bien, sentir
que mi vida no fue en vano. Lo que me da esa sensa-
ción es cuando alguien me telefonea, o me ve en la
calle, y me dice que leyó mi poema en un periódico o
una revista y que lo pegó en la puerta del refrigerador,
en su ventana. Eso es lo que me realmente me hace
muy feliz.

O que pongan sus versos en una superficie digital,


precisamente leí uno de sus poemas en un blog:
“Cuando me quedo sola”.

Es un poema acerca de qué te pasa cuando esperas


que venga alguien, y deseas que te elija, pero no pasa.
Es un poema sobre el temor de que tus padres, o tu es-
poso, no te sean fieles, en el sentido de que te quedes 77
demasiado tiempo sola. Es un sentimiento humorísti-
co y trágico.
Cuando era pequeña y estaba en el kibutz, y da-
ban las tres o las cuatro y media de la tarde, sentía que
mi madre o mi padre no llegarían, que nadie iría a re-
cogerme, que estaba sola en el mundo. Mucha gente
no sabe qué es un kibutz, pero sí ha tenido esa sen-
sación, en la infancia alguien ha experimentado esa
sensación. Me gusta mucho cuando alguien lee un
poema y piensa “este soy yo”.
“El poema se ofende cuando lo traduces”, dice el
primer verso de uno de sus textos, pero usted tam-
bién es traductora, ¿cómo es este trabajo de dar una
voz nueva, distinta, a un poeta?

Algunos dicen que traducir poesía es como besar a al-


guien a través de un vidrio, no es algo real, porque el
punto de escribir poemas es encontrar las palabras, el
sentimiento, las sensaciones precisas. Hay que poner
las emociones en las palabras exactas. Ese es el talento
de los poetas, que hacen que las palabras se deslicen
suavemente al corazón del lector.
Hacer eso en la traducción es muy difícil, no
siempre se puede tener éxito. Todo el poema se arrui-
na en la traducción si no se traduce de manera que el
lector pueda entender la emoción, la idea que trans-
78
mitió el poeta en un principio. No creo que el poema
sea una cuestión de estilo, de usar las palabras de una
o tal forma. Sí es importante escribir de una forma
precisa, usar las palabras en forma efectiva, pero la
efectividad no tiene que ver con la maestría del estilo.
La poesía nos dice algo importante, al menos
el poema debería hacerlo. Algo que espero del poeta
que me gusta es que sea brillante con el estilo, pero
también con lo que hay adentro del poema, las sen-
saciones, la capacidad de vernos reflejados ahí, en ese
montón de palabras.
Voy a participar en el movimiento
de las constelaciones

Los versos resplandecen cuando se les encuentra,


incluso cuando son extraídos de yacimientos que
algunos consideraban inexistentes. Así lo considera
José  Kozer, quien afirma que el ser humano cuen-
ta con una veta poética indiscutible, pues “la poesía
siempre está ahí.”
Para el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo
Neruda 2013, su vocación literaria surgió de la frus-
tración, cuando se dio cuenta de que a través de los
versos, y no de la narrativa, podía compartir con otros 81
las obsesiones que lo subyugan: la muerte, el lenguaje,
el erotismo.
Nacido en La Habana, Cuba, en 1940, pero radi-
cado en Estados Unidos desde 1960, Kozer siempre se
ha considerado un marginal, no sólo por su condición
de exiliado, sino por “ser demasiado transparente, de-
masiado bocón”.
Si bien su “vida ha sido solitaria”, sucede lo con-
trario con su trabajo literario, pues el cubano ha es-
crito medio centenar de libros que se han publicado
en varios idiomas. De hecho en Saltillo, donde vivió
un par de meses durante los años ochenta, escribió su
poema 9 mil 400.
“Y es que al final, señala el escritor, que las pa-
labras son el germen de un árbol cuyas ramas se mul-
tiplican y extienden, pues la poesía se encuentra en
todas las personas, incluso en quienes jamás han leí-
do un verso.”

82
Entre sus primeras lecturas se encuentra Robinson
Crusoe de Daniel Defoe, así como otros autores re-
lacionados con la narrativa, algo bastante normal
en la infancia, pero, ¿cómo fue que después llegó la
poesía a su vida?

Por frustración. A diferencia de los novelistas que


siempre son primero poetas, yo fui primero novelis-
ta antes de ser poeta. Robinson Crusoe fue mi primera
lectura, fue el libro que me regaló mi madre cuando
yo tenía 10 años, y lo leí de cabo a rabo, y al terminarlo
volví a releerlo, porque no tenía otro libro. Ahí me
di cuenta de que mi vida tenía que ser para leer, pero
también me di cuenta de que si iba a leer, iba a escri- 83
bir. Hoy tengo 73 años y siempre digo que soy como
un niño, porque lo único que hago es leer y escribir,
como los niños.
Empiezo a escribir una novela, que me la traje
de Cuba y que tengo en mi casa, de la que escribí unas
35 páginas a mano y la titulé “Historia de la Prehis-
toria”, y estoy muy contento, muy encandilado con
esta novela y cae en mis manos otra novela, La Isla de
los Pingüinos de Anatole France, que era muy famosa
cuando yo era joven. Entonces me doy cuenta de que
La Isla de los Pingüinos narra lo que yo estoy narrando
y me entra una frustración terrible y me digo para qué
escribir si ya está escrito, cuál es mi opción, pues la
poesía. Y ahí nace la poesía en mi caso.

Hablamos de narrativa, ¿pero cuáles fueron los


poetas que llamaron su atención, los autores que se
metieron en sus primeros textos?

Todo escritor tiene lógicamente influencias, no veni-


mos del aire, no venimos de la nada. Tengo claro mi
trayectoria, que ha ido variando, cambiando con los
años.
A mí me ocurre un fenómeno muy curioso, qui-
zá porque salgo de Cuba muy joven e ingreso a la ciu-
dad de Nueva York al mundo anglosajón, y toda mi
vida se vuelve bilingüe. Hay etapas en donde sólo es-
84 toy hablando y leyendo en inglés, o lo contrario, mez-
clando los dos idiomas sin caer nunca en el spanglish.
Podría decirse que mi español y mi inglés son buenos
compañeros, buenos amigos.
Lo que ocurre es que como soy un lector voraz,
y no he parado de leer desde niño, el caso mío, dado
lo prolífico que soy como poeta, es imposible recono-
cer influencias a menos que el crítico tenga acceso a
los varios libros que había estado leyendo durante la
creación de ciertos poemas. Rastrear algo así es impo-
sible, y a mí me da mucho gusto porque nadie puede
decir en Kozer vemos esto o aquello.
En mi primera etapa no fue así. Te puedo decir
que cuando era jovencito leí a José Martí, más tarde
los poetas simbolistas franceses, también en Cuba, en
unas pésimas traducciones, en ediciones que parecían
pornográficas, estamos hablando de Baudelaire y Rim-
baud. Eso a mí me come el coco, me influye muchísimo.
Llego a Nueva York con 20 años de edad e ingre-
so de lleno en la poesía oriental, a través de Kenneth
Rexroth, que fue un antologador extraordinario y mi
primer contacto con el mundo de Japón, China, Co-
rea. En ese momento voy entrando a la poesía nortea-
mericana y mis primeras grandes lecturas son, junto
con lo que estoy leyendo en español, que es el Siglo de
Oro, Ezra Pound, T. S. Eliot, Wallace Stevens, H. D.,
gente de ese calibre.
Todo esto me va llevando por un camino total-
mente ajeno al mundo de la poesía latinoamericana o 85
lengua española, y ese ha sido mi calvario, ser ese poe-
ta un poco distinto, pero al mismo tiempo creo que
soy un poeta muy tradicional, nunca he abandonado
mis tradiciones.
Cuando a mí me dicen que yo rompo con todo
porque estoy en el neobarroco, les contesto que el
neobarroco viene del barroco, de la gran tradición es-
pañola, que es la única tradición que España le ense-
ña a Inglaterra. Tú no puedes explicar a John Donne
sin haber leído a Santa Teresa de Jesús o a San Juan
de la Cruz.
A veces todas estas etiquetas nos alejan del placer
de leer poesía.

Se ha creado esta especie de mito de que existe una


poesía difícil que practican o practicamos unos pocos,
y otra poesía más lineal, más transparente. Ni una ni
otra es más fácil o difícil. Espronceda era un poeta di-
ficilísimo que luego se asimiló.
Ahora yo puedo leer a un poeta que amo mu-
chísimo, López Velarde que es un poeta lineal, pero
me exige mucho. Yo estudio “Mi prima Águeda” de
López Velarde, con mis alumnos en Estados Unidos,
y es un estudio que me exige pensar mucho en ese
poema, pensar en cómo funciona el lenguaje. Debo
pensar cómo justifico ante el alumnado que para mí
ese es un poema perfecto, eso me lleva por vericuetos
86
o por caminos muy densos, muy complejos.
Viene toda esta división en poesía fácil o difícil,
poesía transparente y lineal, poesía neobarroca o aho-
ra le dicen de la dificultad, o del lenguaje. Cuidado
con todo esto.

Encontramos la poesía desde el origen de la lengua,


uno puede remontarse a La Ilíada, al Gilgamesh. Me
parece que la poesía está ahí, en nuestra conciencia
de humanidad, aunque de pronto olvidemos leerla.
Tienes tanta razón en lo que acabas de decir. Yo hago
un curso de verano desde hace cinco años con estu-
diantes latinoamericanos en su mayoría, también
norteamericanos que escriben en español, pero que
nunca han escrito un poema, y el desafío es pasarse
seis semanas con José Kozer haciendo su propia poe-
sía, y los resultados son espléndidos.
Yo les digo: “Voy a confiar en algo que creo a pie
juntillas, que en todo ser humano hay una pequeña
lucecita inexplorada, donde hay una cuenca poética,
vamos a meternos en ese yacimiento, en esa subcons-
ciencia y a ver qué sucede”. Les da miedo, pero los re-
sultados son magníficos. Es lo que tú acabas de decir,
la poesía siempre está ahí, sólo que tú no te enteras.

De ahí el valor de los encuentros de poesía, en don-


87
de no sólo se da un intercambio de impresiones en-
tre los escritores, también pueden llegar personas
que tal vez no han leído un verso en su vida.

Claro. Yo tuve una experiencia muy bonita en Madrid


hace unos años, leí mis poemas en un cafetín. Cuando
llega el momento de las preguntas y respuestas, una
señora cubana levantó la mano y dijo: “José, no en-
tendí ni una palabra de su poesía, yo nunca lo había
leído, yo no sé nada de poesía. Ahora, salgo de aquí
dispuesta, por primera vez en mi vida, a leer poesía y
se lo quiero agradecer.” Le respondí que yo era el agra-
decido, que sus palabras me habían hecho muy feliz.
Eso es el “quid pro quo”, el intercambio autén-
tico entre digamos el creador y la persona que siente
una necesidad, descubre que esa necesidad en este
caso concreto se llama poesía, y se dedica a la contem-
plación de esta nueva necesidad. Es enriquecedor y es
bueno políticamente, en el sentido de que es bueno
para la sociedad.

Ahora vivimos en un mundo en el que estamos pen-


dientes de los celulares, de las redes sociales, pero
de pronto leemos un verso que nos puede ayudar a
traducirnos a nosotros mismos, a encontrarnos, a
mirarnos en un espejo.

88 Siempre les pido a los estudiantes que en su soledad


hagan el siguiente ejercicio: sentarse quince minutos
y no hacer nada. Es durísimo para ellos, porque vie-
nen de este mundo donde constantemente hay movi-
mientos en falso, ese movimiento se puede reducir el
50 por ciento y dedicarlo a la lectura.
No podemos perder el hilo humano de la lectu-
ra, si lo perdemos nos hundimos como sociedad, nos
hundimos como países. 
Un país que no lee poesía se va a hundir, por
suerte en América Latina la poesía está vivísima y co-
leando, sobre todo entre los jóvenes. Tengo muchos
contactos entre los jóvenes de todo el continente y de
esto me percato día y noche. Qué fuerza traen, que
devoción traen los jóvenes, algunos desarrapados, sin
trabajo, pasándola fatal económicamente, pero escri-
biendo sus poemas.

Su obra poética, como comentó hace un momento,


no está encasillada en una definición o una temáti-
ca, ¿pero cuáles son las ideas o reflexiones recurren-
tes que ocupan su mente al momento de escribir?

Hay situaciones espirituales que saltan en mi poesía,


y una de ellas es sin duda la idea de la muerte. Es una
obsesión, pero no es una obsesión malsana o perver-
sa, se trata de mirar la muerte, enfrentarme con la
muerte, no la mía, que después de todo es una más.
Montaigne decía una cosa maravillosa: “¿Por qué nos 89
preocupamos tanto por la muerte si es algo que le
pasa a todo el mundo?”, pero ese tema a mí me pue-
de porque tiene un caudal de poesía contenido que
siempre hemos soslayado, lo hemos obviado porque
nos da miedo. 
A mí no me da miedo, estuve al borde de la
muerte. Estando en Buenos Aires sufrí un acciden-
te y por poco me muero, estoy vivo de milagro. Y mi
mujer Guadalupe me decía: “¿Tuviste miedo?” Le res-
pondí que no. Sé que estuve en la otra orilla y no pasa
nada. No tiene la mayor trascendencia.
Mi otra obsesión es el lenguaje, que es mi gran
tema, que es una cosa muy cubana porque somos un
país en donde estamos constantemente jaraneando y
jugando con el lenguaje, somos uno de los países de
los equívocos, de la broma y del chascarrillo erótico.
México es mucho más recatado en ese sentido con el
lenguaje, Cuba es más desfachatado. Creo que tam-
bién ese es otro de los grandes temas.
Y por último el del erotismo, mi eros. La pala-
bra que más aparece en mi poesía es Guadalupe, a la
cual yo he cantado a todo nivel, desde la amada, casi
a nivel de San Juan y misticismo, hasta la mujer en la
cama, la que pare a mis hijas, la que yo penetro y se
sabe penetrada, mi Malinche, mi diosa, mi Beatrice. 
Esa multiplicidad es la que a mí me interesa,
porque estoy vivo en un momento histórico don-
90 de la multiplicidad es la base de la vida, somos seres
múltiples, somos seres mestizos. Mis hijas no tie-
nen la menor noción racial, mi hija viniendo de un
país donde ha habido tanto conflicto a nivel racial
como Estados Unidos, no tiene el menor prejui-
cio racial porque nace en un mundo donde la piel
ya no tiene importancia, en su lugar lo que hay es
la preocupación por una realidad que se les escapa,
los desconcierta. Esto yo lo veo constantemente en
el mundo norteamericano y cada vez más es global.
¡Ah las preguntas celestes!
Las inmensas

La vocación secreta de Antonio Cisneros era la pin-


tura: un abuelo escultor, una tía pintora y un tío di-
bujante, así como un equipo numeroso de colores,
temperas y pasteles, parecía el bagaje ideal para que
el peruano se dedicara a la plástica. Pero la poesía se
impuso.
Durante cincuenta años se ha dedicado a la es-
critura. Sus poemas, recogidos en una veintena de li-
bros, han sido traducidos a 14 idiomas entre los que
se encuentran el inglés, el alemán, el ruso, el turco, 93
el japonés, convirtiéndolo en una suerte de profeta
cuya palabra se disemina por el mundo. No es casual,
el propio Cisneros es un viajero incansable que lo
mismo se encuentra en su natal Lima, que en Estados
Unidos, Francia o Gran Bretaña.
Precisamente estas andanzas lo han traído al
norte de México, para compartir sus experiencias con
los jóvenes escritores que desean seguir sus pasos. “El
viaje ha sido fundamental en mi vida”, declara Cisne-
ros cuando se apunta esta condición de poeta andan-
te. Una fortuna para quienes tienen la oportunidad de
charlar con él sobre su trabajo, cuyos poemas pueden
convertir a una mosca en mensajera de la desgracia, a
un perro negro en cosa de maravilla y rencor.
Pero no se puede hablar de un solo tema, no en
el caso de la obra de Cisneros, que lo mismo recurre
a la imagen de Drácula, que a Jonás y su ballena, a un
atardecer en Berkeley, o la serie televisiva “La casa de
la pradera”.

94
Usted comenzó a escribir muy joven. A los 19 años
ya había publicado Destierro, a los 22 obtuvo el
Premio Nacional de Poesía que entrega Perú con el
libro Comentarios reales y a los 26 ganó el Premio
Casa de las Américas gracias a Canto ceremonial
contra un oso hormiguero. ¿Cómo fue que la poesía
llegó en forma tan temprana a su vida?

Desde muy chiquito escribía textos para mis maes-


tros, para el Día de la Madre, para la Virgen María. Es-
cribía de todo. También me gustaba dibujar, era cosa
de familia porque mi abuelo era escultor, mi tía era
pintora y además había un tío dibujante.
Lo más probable es que nadie me tomó en serio 95
como pintor y sí me tomaron en serio como poeta y,
al fin y al cabo, poeta es aquel que los demás dicen que
es poeta.
La poesía te atrapa, hay una intensidad ahí que
no existe en otros géneros literarios. En la poesía tú
no te puedes esconder tras un personaje, como en
una novela o un cuento, porque el objeto y el sujeto
son el propio autor. Así de sencillo.
¿Entonces considera que es necesario escuchar esas
voces de las que hablaba Gonzalo Rojas, “un cente-
lleo, un parpadeo”, que den paso a los versos?, ¿la
inspiración es indispensable para el poeta?

Creo en una cosa que suena muy del siglo XIX, muy
romántica, que es lo que muchos llaman inspiración.
El poeta definitivamente nace, no se hace. Aho-
ra, ese talento de nacimiento tiene que desarrollarse,
tienes que leer, saber qué se ha escrito antes para no
inventar la pólvora de nuevo. Y ejercitar la palabra,
pero es a partir de que existe el talento de base, sino,
no hay nada qué hacer.

Usted es un escritor prolífico, tiene más de veinte


libros de poesía, por no mencionar sus trabajos en
96 prosa, ¿hay una disciplina atrás de su proceso como
poeta?

El poeta tampoco puede imponerse un horario como


los oficinistas, como los novelistas, como Mario Var-
gas Llosa que se levanta a las seis de la mañana y que
escribe hasta las nueve disciplinadamente. No, el poe-
ta depende muchísimo de la visita de la inspiración,
que tú no sabes cuándo viene y cuando lo hace es
poco a poco. No te das cuenta cómo ni por qué, pero
vas volviéndote inteligente, lúcido.
Las palabras llaman a las palabras. Pasado eso,
cuando tú relees lo que has hecho, te parece mentira
que tú hayas tenido aciertos y cosas tan inteligentes,
pero así como viene, se va. Ese momento durará un
par de semanas máximo y seguirás siendo el mismo
idiota de siempre.

Es considerado uno de los escritores más represen-


tativos de la Generación del 60, ¿ha cambiado la
poesía su forma de ver el mundo, de vivir?

La poesía es una forma de conocimiento, pero sobre


todo de conocimiento de ti mismo, pues escribir ver-
sos es mirarte dentro.
Después puede ser una forma de conocimiento
afectivo, no lógico, para el lector, si tiene algo en co-
mún como el poeta. Pero, en primer lugar, antes de 97
cualquier declaración, no debes olvidar que tú estás es-
cribiendo para ti, y después se verá si es para lo demás.

¿Qué opina sobre la tradición latinoamericana? La


mayoría de los lectores piensa en el boom de na-
rrativa, pero sin duda la poesía ha tenido una gran
presencia desde el siglo pasado.

En general, la narrativa cobró importancia tarde,


mientras que la tradición de la poesía latinoamericana
ya podía estar en un boom permanente, mucho antes
de que apareciera el boom de la novela.
A finales del siglo XIX, ya Rubén Darío viaja a
Madrid, da el discurso en el Ateneo, y a finales del
siglo XIX la poesía toma el comando del idioma en
todo el ámbito hispanoamericano, España incluida.
La poesía latinoamericana puede verse como un solo
cuerpo, con matices y variantes.

Tal vez esta apreciación se deba a que no se publica


mucha poesía, además de que tiene poca distribu-
ción, por lo que no abundan sus lectores.

Siempre ha sido igual, siempre será igual, no me pre-


ocupa. La poesía siempre ha sido para una minoría,
desde que nació, no nos hagamos ilusiones.
98 La poesía puede cambiar almas, cuerpos, vidas.
Tiene una razón de ser, existe hace tres mil años y si-
gue existiendo. En esa medida, la humanidad desecha
lo que no le sirve, si la poesía tiene tantos años de
existencia o vigencia, mayoritaria o minoritaria, eso
es lo de menos, es un término populista. Es importan-
te que exista para la humanidad.

Recientemente obtuvo el Premio Iberoamericano


de Poesía “Pablo Neruda” 2010, ¿se plantea qué li-
bro escribirá después de recibir este tipo de reco-
nocimientos?
No sé si seguiré escribiendo, eso lo sabrán los novelis-
tas, los periodistas, los poetas no saben. El afán deses-
perado de la juventud por escribir, por publicar, por-
que te conozcan, ese no lo tengo. Un nieto mío vale
más que toda la poesía que se ha publicado en el mun-
do en los últimos cinco siglos, eso sí te lo aseguro.

99
¿Qué se hace con la ropa
de los muertos?

“Déjame recordarte las gastadas palabras de siempre”,


dice uno de los poemas de Francisco Hernández. Y
así transcurre gran parte de la obra del veracruzano,
quien transforma a las palabras, materia prima del
lenguaje, en emociones, en imágenes que comparten
las historias de personajes como Emily Dickinson,
Robert Schumann, Robert Graves, Rembrandt van
Rijn, Juan Rulfo o Pina Bausch.
Para el autor de Mar de fondo, la poesía es “un
asidero” que permite traducir el mundo con las emo- 103
ciones que provocan el amor, la desolación, la enfer-
medad.
Francisco Hernández es un alquimista del len-
guaje capaz de crear no oro, sino la metáfora capaz de
estremecer a quien la escucha. Cada ingrediente que
el poeta de las múltiples voces toma de las historias,
de viajes que conducen a islas en las que se respira la
ausencia, de sentimientos que se agazapan oscuros en
el alma, es trabajado con precisión de orfebre.
La poesía “es una razón para vivir”, resume el
escritor, quien habla sobre su primer encuentro con
la literatura, sus temas de inspiración y su obra, que
le ha valido premios como el Aguascalientes, el Na-
cional de Ciencias y Artes, y recientemente el Premio
Internacional “Jaime Sabines-Gatien Lapointe”.

104
Su vocación poética nace en la adolescencia, ¿re-
cuerda cuáles fueron los primeros poemas que lo
inspiraron a escribir sus propios textos?

Eran los pocos libros que había en casa de mis padres,


que eran de Salvador Díaz Mirón, Rubén Darío, Gus-
tavo Adolfo Bécquer y Juan Ramón Jiménez. También
pienso que había un gran contacto con los soneros, o
sea, con los músicos que tocan y cantan sones jaro-
chos y que se me iban filtrando sin que yo me diera
cuenta, que me mostraron esa manera de componer y
de rimar, y también de no dejar afuera la música, que
es fundamental en la poesía.
105
En su obra, la poesía se convierte muchas veces en
diálogo, en reflexiones, incluso nos muestra la his-
toria de algún personaje. ¿Qué significa para usted
esta labor literaria, un trabajo solitario pero que
permite al lector, en muchas ocasiones, encontrarse
consigo mismo?

Sin esa simplicidad y sin esa ironía de lo poético me


siento vacío. Cuando la expresión poética se me nie-
ga siento como que algo me falta. Así estoy viviendo
desde noviembre, no he podido engancharme, aga-
rrarme a un tema para poderlo escribir. En ese senti-
do soy como los novelistas, como los narradores, que
me hace falta un pretexto para escribir, desarrollar un
tema y no esperar a que llegue la maravillosa inspira-
ción y escribir un texto aislado. Me gusta más que se
me aparezca un tema y entonces estudiarlo, meterme
a leer sobre él, así es como me gusta trabajar.

En ese sentido, me vienen a la mente títulos como


La isla de las breves ausencias o recientemente Mal
de Graves, en los que un tema o un personaje desa-
rrolla una historia a través del lenguaje poético.

Exactamente. En La isla de las breves ausencias se apa-


rece mi enfermedad, es decir las breves ausencias son
las desconexiones que hay del mundo real que te pro-
106 voca la epilepsia. No le puse así porque se me ocurrió
o porque suene muy bonito, realmente uno se siente
aislado en ese momento, no tiene uno ni siquiera con-
ciencia de sí mismo durante ese minuto y medio o dos
que duran esas ausencias breves.
En el caso de Mal de Graves, es una enfermedad
de mi esposa que empieza con problemas de tiroides y
que va afectando la vista y que fue descubierto por un
médico que se llama Robert Graves, y este doctor tie-
ne igual nombre que el poeta. Ahí constaté que podía
desarrollar el tema así, que hablaran tanto la mujer,
la enferma, como el doctor Robert Graves, como el
poeta Robert Graves, y meter un coro y voces como
una tragedia griega.

Hace unas semanas obtuvo el Premio Internacional


“Jaime Sabines-Gatien Lapointe”, y el jurado des-
cribió su trabajo como “poesía plena de preocupa-
ciones íntimas, sociales y amorosas sobre figuras de
la cultura alemana”, pero me parece que estas pre-
ocupaciones abarcan a varios personajes de otras
latitudes.

Sí, no nada más están Hölderlin, Schuman y Georg


Trakl, también escribí sobre Emily Dickinson, un li-
bro que casi no ha circulado y que trata sobre la “en-
fermedad” de Dickinson, de aislarse por completo del
mundo, vestirse de blanco y dedicarse a escribir sin 107
preocuparse por publicar. Creo que publicó cinco o
siete poemas en su vida y escribió más de tres mil.
Entonces todo eso me sirve para inventar una especie
de narración donde dos desequilibrados, uno de ellos
casi ciego, se enamoran de Emily Dickinson y rentan
una casa frente a la de ella, en Nueva Inglaterra, Esta-
dos Unidos, para matarla.
Todo transcurre entre los puntos de vista de es-
tos dos locos que están esperando el momento para
dispararle. El libro se llama Una forma escondida tras
la puerta, que es un verso de Emily, que dice que la
muerte es así, una forma escondida tras la puerta. Ese
es otro personaje que no tiene que ver con los alema-
nes, fue publicado por la Universidad de Querétaro y
una editorial de Tabasco que se llama Monte Carme-
lo, entonces está perdido en el mundo.

La poesía enfrenta este problema, que en muchas


ocasiones se publica en pequeñas editoriales con
poca o nula distribución. Aunque varios de sus
últimos libros han sido editados por Almadía y se
pueden encontrar en muchos sitios del país.

Esa es la suerte con Almadía, que tiene una buena


distribución y gracias a eso por ahí andan Mal de Gra-
ves y una reedición de otro libro que estaba perdido,
embodegado en Tuxtla Gutiérrez, que es Diario sin fe-
108
chas de Charles B. White, un fotógrafo norteamericano
que llega a México a finales del siglo XIX y se pone a
fotografiar muchas cosas de México, pero sobre todo
niñas, así como Lewis Carroll. Él fotografiaba niñas
menores de edad como forma de seducción, y empie-
za a llevar un diario a escondidas de su esposa.

¿Cómo es para usted apropiarse de estos personajes


y darles este sentido poético, de que escuchemos
su voz a través de versos, de metáforas e imágenes?
Voy a usar una palabra que he utilizado mucho para
hablar de esto, que es la palabra asidero. Yo me agarro
de ahí para poder contar una historia, pero desde el
punto de vista poético, es decir, lírico, y no estar espe-
rando a que se me ocurra por inspiración un texto, y
ya, no hay más.
Me gusta y me hace sentir que piso terreno fir-
me, aunque sea un pantano, escribir sobre personajes.
Ahora que no tengo un personaje sobre el cual escri-
bir, sólo he escrito tres textos desde noviembre por-
que me siento, como decía hace rato, vacío, no tengo
de que agarrarme.

¿Usted hace una labor de búsqueda o de pronto se


encuentra con estos personajes que dan vida a sus
versos?
109
Sí, se me aparecen, como que de eso se trata, de que
el personaje se me aparezca, no me pongo a buscarlo.
De pronto en alguna película, en un libro, en un disco
o en las artes plásticas me encuentro con estos perso-
najes.
Acabo de escribir un texto que va a salir en la
revista de la UNAM, que es sobre una película que se
llama Pina, de una bailarina. Me fascinó la cinta, bus-
qué algo de ella y salió un poema de dos páginas, pero
no un libro de Pina Bausch.
¿Entonces el trance de la inspiración existe?

Creo que a veces sí basta con voltear a la ventana y


ver que el sol está dorando las hojas y moviéndolas el
viento y decirlo al revés: “El viento dora las hojas sa-
cudidas por el sol”. Hay que apuntar esas sensaciones
y ver qué sale.

¿Puede existir un mundo sin poesía?

La poesía es una forma de respirar, de estar vivo, y


no podemos olvidarla aun en tiempos de zozobra. La
poesía está ahí y estará ahí aunque no se escriba, apa-
recerá donde la veas, donde la sueñes.

¿Es la poesía una carga o una situación gozosa para


110 el escritor?

Uno de los textos de mi libro Población de la máscara


es un “autorretrato” de Andy Warhol, con el que la
gente acaba riéndose mucho, es verdaderamente un
autorretrato gozoso, pero hay otros que son muy du-
ros, muy difíciles de hacer.
Hay un poema inédito sobre mi casa de allá, del
pueblo (San Andrés Tuxtla, Veracruz), que se vino
abajo, que ya no existen más que las ruinas. Eso fue
muy triste hacerlo y ahí tengo el texto, todavía inédi-
to, eso me causó dolor, pero también había que hacer-
lo. Quiero transmitir qué me estaba diciendo mi casa
cuando la vi caída, olvidada, entonces quien habla es
la casa a través de los versos.

Estos premios que ha recibido recientemente, el Na-


cional de Ciencias y Artes y el “Jaime Sabines-Ga-
tien Lapointe”, qué satisfacciones le dejan al ver
que su trabajo llega a los lectores, y que dan pie a
estos reconocimientos.

A mí me da mucho gusto, porque responde a una fra-


se de Hölderlin, que decía: “Para qué poetas en tiem-
pos de miseria,” Y es que podrá no haber poetas, pero
siempre habrá poesía, decía alguien que no recuerdo,
pero siempre habrá quienes estén ahí, captando esos
momentos y tratando de fijarlos, de hacer que no se
pierdan, a sabiendas de que siempre habrá primero un 111
editor, y luego un lector que los fije para que alguien
tenga también la misma experiencia que el poeta y
también la comparta. La poesía hace que uno mismo
tenga una razón para vivir.
El tren que parece
la cremallera de la noche

Desde muy temprano la poesía formó parte de la vida


del escritor Juan Manuel Roca. Sobrino de Luis Vi-
dales, quien en 1926 escribiera Suenan timbres, el pri-
mer libro de vanguardias en Colombia, no era extra-
ño que en su hogar se leyeran versos en voz alta en
forma natural.
Nacido en Medellín, Roca pasó parte de su
infancia en México y en París, pero regresó a su país
natal donde se dedicó de lleno a la escritura y al perio-
dismo. Pero sin duda es su obra poética la que acapara
115
miradas, ahí están los testimonios de autores como
Gonzalo Rojas, quien señaló que leerla era “un pla-
cer, un frescor, una cruza casi animal de imaginación
y coraje.”
Así, la obra del colombiano se ha multiplicado
de tal suerte que cuenta con más de treinta poema-
rios, además de libros de ensayo y narrativa, obras
que han sido traducidos al inglés, ruso, japonés, grie-
go, rumano, portugués, italiano, holandés y alemán.
Además, su trabajo ha sido reconocido con el Premio
Casa de las Américas de Poesía “José Lezama Lima” y
el Premio Nacional de Poesía Ministerio de Cultura.
En su familia, la literatura era moneda corriente,
su tío Luis Vidales es un referente de las letras
colombianas.

Yo tuve una aproximación muy temprana con la poe-


sía, precisamente por circunstancias de orden fami-
liar porque mi tío Luis Vidales escribió en el año 26
un libro, que fue el primero de las vanguardias en
Colombia, que se llamaba Suenan timbres. Ese vínculo
familiar con el hermano de mi madre produjo un in-
terés digamos no muy racional en la poesía, porque si
bien se leía poesía en voz alta en la casa, yo era muy
niño y no entendía muy bien esa especie de rito de la
116 palabra, del cual era parte.
Sin embargo, creo que los acentos, la melodía,
la eufonía, el sonido de las palabras desde el primer
momento me inquietaron, aunque no las entendiera.

Imagino que no faltaron entonces los libros de poe-


sía en su casa, que formaron parte de sus primeras
lecturas.

Tal vez el primer poeta que a mí me emocionó cuan-


do empecé a leer y escribir con más disciplina y con
más entusiasmo fue César Vallejo, cuyas palabras me
inquietaron mucho, aunque el principio no lo enten-
día. Yo entré a la poesía por ese territorio pedregoso y
difícil de Vallejo.
Publiqué mi primer libro en el año 73, pero lo
primero que escribí fue en el 69, un libro que tuve el
valor de romper porque francamente era excesiva-
mente mimético con el lenguaje de César Vallejo. En
mi adolescencia yo quería ser César Vallejo, pero un
día me miré al espejo, y vi que yo no era un cholo pe-
ruano, no tenía el dolor de Vallejo, la raigambre andi-
na, y me conformé con no ser César Vallejo y ser Juan
Manuel Roca.

Me parece que Vallejo es una de las grandes influen-


cias latinoamericanas, en especial por su manejo
del leguaje.
117
Creo que fundamentalmente la poesía es lenguaje,
y que el gran maestro en nuestra lengua poética del
siglo XX fue César Vallejo. No encuentro un par en
toda nuestra lengua, y cuando hablo de nuestra co-
munidad lingüística me refiero a Sudamérica, a Méxi-
co, a España, en donde no encuentro un rango poéti-
co tan extraordinario a partir del lenguaje como el de
César Vallejo, tanto que resulta inimitable. Es decir,
hay poetas de un rango estético importante, que des-
de un carácter más o menos mimético se puede hacer
“nerudismo”, “borgesianismo”, pero “vallejismo” no,
porque es único, es una visión absolutamente perso-
nal, transformadora, revolucionaria del lenguaje.
Para mí César Vallejo fue el primer asombro real
de la poesía escrita, no de la poesía vivida que la vivi-
mos todos los niños de manera inconsciente. Yo soy
de Medellín, una pequeña ciudad, y en mi infancia
paseábamos mucho en tren y cuando pasábamos por
la estación de tren yo creía que era una casa donde
ocurrían paisajes, que si entrabas en esa casa empeza-
ban a pasar telégrafos, ríos, vacas, otros trenes, como
un cinematógrafo. Ese fue el primer asombro poético,
pensar que la estación de tren era una casa en don-
de se proyectaban paisajes. Visto en retrospectiva esa
idea, esa metáfora, me complace. Creo que la poesía
es eso, una casa donde ocurren esos paisajes.
118
La poesía tiene ese poder, aunque no comprenda-
mos todas las palabras que leemos, hay una co-
nexión que nos toca, esa idea del espejo que nos
presenta el poeta para reflejar nuestras propias
sensaciones.

Pienso mucho en una frase de Jean Cocteau, que dice


que los espejos harían bien en meditar antes de devol-
ver las imágenes.
Creo que la poesía piensa muy bien antes de de-
volver las imágenes tal cual son, ese naturalismo no le
interesa a la poesía, a ésta le interesa la mirada a través
del catalejo, lo que se esconde, lo que se oculta, lo que
está en los silencios.
En esa medida ese espejo tiene un sentido ma-
yor, no es el sentido reproductor que tiene el arte
naturalista, que tiene la fotografía por ejemplo, sino
que tiene un espectro en donde lo que cuenta es el
misterio.
Muchas veces lo que se deja de decir es más im-
portante de lo que se está diciendo en un poema, esos
silencios, ese carácter elusivo, me parece que es muy
significativo para la poesía, pero que tiene que ver sí,
con un territorio especular, con un territorio de los
espejos.
Yo no creo que el poema existe cuando uno lo
escribe, sino cuando habita en el otro.
119
El poeta tiene la tarea de encontrar esta veta donde
escarbar en busca de emociones como el amor, la
muerte, el dolor, el abandono. ¿Qué es lo que usted
busca para dar forma a sus versos?

Yo creo que no hay una dicotomía entre los poetas


solares y los poetas nocturnos, esas dicotomías son
falsas, pero a mí el mundo nocturno me atrae pode-
rosamente.
La noche es ese momento en que se desvanecen
las formas y todas se integran a un todo. El baúl deja
de ser baúl, la mesa deja de ser mesa, el perro deja de
ser perro, el umbral deja de ser umbral, se integran a
un todo. Sólo cuando llega la luz vuelven a tener una
individualidad los objetos y una individualidad los
animales.
Pienso que la poesía está muy ligada a eso, cómo
logra con un carácter orgánico totalizar el mundo y
hacer que todas las cosas se nutran unas de otras. Ese
tema de la noche me interesa mucho, como me inte-
resa el de la ceguera no precisamente la física, sino la
ceguera impuesta, que es la ceguera histórica.
No me regodeo en la noche de una manera
como ajena a la posibilidad de la luz, más bien creo,
como dice una frase de Van Gogh en las cartas a Teo,
que hay que ir por las tinieblas hacia la luz. Por eso el
título que más he frecuentado en mis antologías y en
120 mis libros es Luna de ciegos, porque creo que la poesía
es una luna de ciegos, es una forma de ver en la oscu-
ridad. Desde el medioevo hasta nuestros tiempos la
poesía ha sido una luna para los ciegos, nos ha ilumi-
nado en este tanteo que vivimos en el mundo.

Hay temas con los que todos pueden conectar, aun-


que no sean lectores de poesía.

Creo que la poesía auténtica parece nombrar por pri-


mera vez las cosas y vuelve a quitarle una costra, un
barniz a las palabras que han perdido sentido.
Rimbaud decía que había que reinventar el
amor, pero yo creo que más bien es la noción lingüís-
tica del amor. La palabra amor se fue desgastando
tanto, fue pronunciada por labios tan mentirosos,
que generalmente uno sospecha del lenguaje, lo cual
es muy saludable. La palabra libertad casi siempre está
en labios de carceleros.
En medio de una encrucijada como la que vive
el mundo, en una crisis como la que vive el ser huma-
no, parece que lo primero que entraría en crisis es la
palabra, porque dudamos de ella. Para mí, eso es be-
neficioso para la poesía, porque nos obliga a un habla
más justa, no al esteticismo, al adorno, a la pirotecnia
verbal. Si bien la poesía es lenguaje, también se debe
buscar un ascetismo de la lengua.
Pienso en mi otro gran maestro, Juan Rulfo, que
a mí me parece que la gran lección de Rulfo es que 121
nos está diciendo, sin decirlo, que no hay palabra de
mejor familia que el silencio.

Ahora que menciona a Rulfo, usted también ha es-


crito cuentos y una novela, ¿cómo funciona este ir y
venir entre la narrativa y la poesía?

En realidad escribí cuentos antes de escribir poesía,


pero de pronto cayeron los poemas en prosa en mis
manos, primero El gaspar de la noche de Aloysius Ber-
trand, que me parece el primer poeta en prosa, antes
de Baudelaire. Y mucho después encuentro dos na-
rradores mexicanos, que pueden ser poetas si se les
vende del lado de la poesía, que crean un lenguaje an-
fibio entre el contar y el cantar, que son Arreola y To-
rri. Cuando los leo veo que no hay una preocupación
privativamente por narrar ni por intuir o cantar, sino
que están en yunta.
Me di cuenta de que mis cuentos tenían una
cierta preocupación lírica dentro del lenguaje, asumí
que lo mejor era juntar el contar y el cantar, de mane-
ra que no hay un divorcio en eso.
Creo que se puede crear una teoría general de
las artes a partir de lo poético para decir que donde
no hay poesía, no hay arte, sea la narrativa, el cine, la
música, la plástica. Lo que no contempla una poética
difícilmente es arte.
122
Y Dios me hizo mujer

Hay dos temas que han marcado con fuego y tinta la


obra literaria de Gioconda Belli: la mujer y la revo-
lución.
No es casualidad, por supuesto. La escritora
nació en Nicaragua y vivió la dictadura del general
Anastasio Somoza. Así que mientras publicaba sus
primeros poemas, se unió a las filas del Frente San-
dinista de Liberación Nacional para el que sirvió de
correo, transportadora de armas y portavoz en el ex-
tranjero. Una experiencia que, admite, dejó una hue-
lla imborrable en su alma. 125
Pero la revolución que suscribe Belli tiene un
significado más amplio. Desde un inicio, sus tex-
tos causaron revuelo entre “las personas de buenas
costumbres” de su país. Las referencias al cuerpo, al
erotismo, al poder del espíritu femenino, provocaron
escozor entre algunos lectores de los años 70, pero
también le valieron premios y reconocimientos.
“Las mujeres tenemos que tomar conciencia de
nuestro propio poder”, sostiene. Es por ello que Gio-
conda no ha dudado en crear su mapa vital, en el que
es posible rastrear el amor, la maternidad, la pasión,
pero también cuestionamientos sobre la sociedad, la
política… el tiempo que le tocó vivir.
Desde hace varios años la nicaragüense es tam-
bién novelista y periodista, pero es en la poesía donde
sintió por primera vez eso que Vladimir Maiakovski
describió como “el poder de la palabra… Su llamado
poderoso.”

126
El universo femenino es un tema recurrente en su
obra literaria, y lo es en un sentido amplio. Desde la
publicación de su primer poemario, Sobre la grama,
hasta De la costilla de Eva y otros poemas, así como
las novelas La mujer habitada y El país de las muje-
res, por mencionar algunos. En sus textos vemos a la
mujer como una fuerza vital, creadora.

Para mí siempre ha habido una convicción de que las


mujeres tenemos una fuerza extraordinaria en noso-
tras mismas, que no necesitamos perder nuestra femi-
nidad. No sólo estamos dotadas estéticamente de un
cuerpo fantástico, de una capacidad extraordinaria
de amor, porque precisamente nuestra biología nos lo 127
demanda para seguir reproduciendo la especie, sino
que también tenemos un valor.
Las mujeres somos valientes, no tenemos que
falsificarnos en ser hombres para ser todo lo que po-
demos ser. Ha habido una tendencia, precisamente
porque el mundo de los hombres se ha cerrado tanto
al de la mujer, que las mujeres sienten que tienen que
masculinizarse.
Mi posición es que no, al contrario, tenemos
que explotar todo lo que es el ser mujer, tenemos que
asumir nuestra feminidad, amarla, celebrarla. Esa es la
entrada que tenemos en este mundo.
A partir de nuestra singularidad tenemos que
demostrar que precisamente esa diferencia es funda-
mental para que la totalidad de la humanidad sea más
fuerte y más completa.

También está presente en su obra, principalmente


en su poesía, el cuerpo femenino, territorio que
evoca el placer y el erotismo.

Yo no tuve ni prejuicios ni tabúes sobre el sexo, lo que


me sorprendió es que la gente se escandalizara, y lue-
go llamaron poesía erótica a lo que había escrito. Ade-
más tuve la suerte de que mi madre jamás me habló
del sexo como algo pecaminoso, y ella me dijo algo
128 muy importante, que la sexualidad es una relación
hermosa en donde la mujer tiene un poder especial.
Ahí es donde está nuestra capacidad de recibir y dar
vida, es un regalo maravilloso.
Así que fue muy natural que yo escribiera lo que
sentía en mis poemas, mostrar a la mujer como un su-
jeto de su sexualidad, no como un objeto. La sociedad
ha hecho que por años las mujeres nos sintamos mal
por nuestro cuerpo, por nuestra capacidad de sentir,
por esta relación sensual que establecemos con nues-
tra pareja, pero también con nosotras mismas.
También destaca tu papel como activista, especial-
mente durante el movimiento sandinista. Ahora vi-
vimos tiempos en los que la sociedad está inconfor-
me, que sale a las calles, y en tu obra esta cuestión
social está presente.

Estamos en un momento crítico de la humanidad, en


donde la gente joven tiene que pensar no sólo en su
propia sociedad y en los grandes problemas que hay
en este reordenamiento del mundo, en este papel que
nos han asignado a nosotros en este tercer mundo en
América Latina.
Está el problema de las drogas, que es tan serio.
Si no hubiera consumo en el norte (Estados Unidos)
no tendríamos estos problemas, no estaríamos pagan-
do el precio de un consumo de placer de un montón
129
de gente que tiene el dinero para hacerlo, de una so-
ciedad que ha perdido la noción de lo que eso significa
para nosotros. Estamos sufriendo esta proliferación
de este negocio de las drogas que nos está costando
un montón de muertos, corrupción, desorden, des-
trucción de un montón de instituciones de nuestra
sociedad.
También estamos enfrentando un problema de
culturas, de esta emergencia que provocan los fanáti-
cos del islamismo, por ejemplo. No es que el islamis-
mo sea malo en sí, sino que hay un sector intolerante
dentro del islam que no quiere que haya otras religio-
nes, que piensa que hay que hacer una guerra contra
lo que ellos llaman infieles. El mundo está angustiado,
con problemas de producción, de crisis económica.
La juventud de ahora tiene que sentarse a pen-
sar cómo debemos resolver estos problemas. Creo que
lo que está haciendo crisis es el modelo de desarrollo
que hemos tenido hasta ahora, no sólo en términos
macro sino en términos de la propia relación humana.
Por eso escribí la novela El país de las mujeres, porque
creo que si nosotros no abordamos los problemas más
pequeños, los de nuestro universo más inmediato,
cómo pretendemos arreglar los problemas del mundo.
Creo que sí hay una injusticia profunda que
es la injusticia contra las mujeres. No podemos pen-
sar que el mundo va a cambiar mientras no cambie
130 la situación de la mujer. Estoy convencida, porque
además las que vamos a cambiar el mundo somos las
mujeres.

De hecho varios poemas suyos, escritos durante la


Revolución Sandinista, podrían ser leídos en estos
momentos.

A mí me da un poquito de nostalgia sentir lo de la re-


volución, que pasó hace bastante tiempo. A veces me
presentan como guerrillera, como revolucionaria, y
pienso que fue hace mucho tiempo pero uno, de al-
guna manera, se convierte en símbolo de algo, y eso
tiene utilidad para otra gente.
Yo no puedo negar lo que viví ni lo importante
que fue para mí, yo no sería quien soy, sentada aquí
frente a vos, si no hubiera pasado por todo eso. Hay
que aceptarlo. Yo me siento muy feliz de que poemas
que escribí hace muchos años todavía tienen algo que
decirle a la gente, porque hay varias etapas.
En mi obra he tratado de hacer un camino de la
mujer, y dependiendo de en qué punto estás vos en
ese camino, vas a entender cierta poesía. Tengo poe-
mas de muy jovencita, también versos sobre si te estás
enamorando, si eres madre, si estás entrando a la ma-
durez, a la menopausia, a la vejez.
He tratado un poco de hacer el trazo por todo lo
que pasamos las mujeres al nivel más íntimo duran-
te nuestra vida. Y espero seguir haciéndolo durante 131
toda la vida.

El tema no es nuevo, pero ahora vivimos una época


en la que varias voces piden que los artistas se com-
prometan socialmente. Usted lo hizo, incluso polí-
ticamente, ¿cuál es su opinión sobre este debate?

Pienso que puede haber artistas muy buenos que no


estén comprometidos socialmente, pero el arte viene
de la vida. Siempre que me preguntan los jóvenes qué
hago para escribir, les contestó: “Vivir”.
Vivir es la primera obligación de un escritor o de
un artista, porque de ahí va a salir tu obra, un reflejo
de tu vida. Tengo esa filosofía, que no necesariamente
la tiene mucha gente, pero en mi filosofía sí creo que
es importante comprometerse y ser parte del tiempo
que uno vive. Hay otras personas que no creen eso
y las respeto. No hay una fórmula, cada uno tiene su
propia conciencia, y no critico.
Por ejemplo, soy una gran admiradora de Jorge
Luis Borges que tuvo hasta una posición un poco re-
accionaria, pero su obra es revolucionaria. Entonces
no me voy a decir que esta obra no sirve porque el
autor no se comprometió con su tiempo. Cada quien
tiene su forma de encontrarse a sí mismo y de dejar
una huella, a veces hay gente que nos ha dejado obras
que nos han conmovido por siglos y no tienen nada
132 que ver con un cambio en su tiempo, con una revolu-
ción. Al final es una decisión individual.
Mi voz siendo mi voz
es más canciones

Ricardo Yáñez llegó a la escritura gracias a la canción


ranchera. Primero lo cautivaron las piezas que escu-
chaba con su madre, atento a las estaciones de radio,
después fueron los versos, la rima, la métrica, lo que
llamó su atención.
“La verdad yo crecí como las gallinas en un co-
rral, sin mucha orientación”, confiesa entre risas. Y si
bien en un principio no sabía qué era exactamente lo
que lo inquietaba, cuando estaba pendiente de la pie-
za que programaría el locutor, sí estaba seguro de que 135
deseaba algo más, distinto al mundo que lo que lo ro-
deaba. Llegar a la escritura fue un destino inevitable.
El jalisciense no sólo se ha dedicado a los libros,
muchas generaciones de escritores pasaron por sus
talleres y cursos. En Coahuila son los veteranos quie-
nes cuentan las anécdotas del paso de Yáñez por sus
vidas, un hombre generoso que les mostró la valía del
soneto “para desarrollar el oído y soltar la mano”, pero
también la de beber un tequila con los amigos mien-
tras se escuchan las piezas de José Alfredo Jiménez.
Periodista y promotor cultural, sus múltiples
voces son las que nutren su trabajo literario, en donde
las canciones ocupan un sitio privilegiado.

136
¿Cuándo fue que lo sorprendió la poesía?, ¿qué lo
empujó a escribir sus primeros versos?

Hay varias versiones. La que me gusta más es recordar


que de niño me atropelló un camión. Tenía tres años
y medio, mi madre me hacía oír música ranchera para
entretenerme, música muy cercana a las auténticas
raíces campesinas, no al desorden, por decirlo así.
A esa edad ya sabía escribir y mi mamá me decía
que apuntara el nombre de las canciones que más me
gustaran porque, a lo mejor, con el tiempo, podríamos
comprar un programa. Creo que ella nunca pensó que
podríamos comprar un programa de verdad, pero me
entretenía. Ahí fue donde le encontré gusto al verso, 137
a la rima, al metro, pero claro, en ese entonces no lo
sabía.

¿Qué significa ver juntos los poemas de cuatro


décadas en su libro Desandar, que publicó el Fondo
de Cultura Económica en 2015?

Cuando me invitaron me entusiasmé. Después, cuan-


do me puse a la tarea, me asusté porque creí que no
lo merecía e hice algunas correcciones, pero traté que
no fueran muy notorias.
Sí vi mucho desorden, sentí que algunos poe-
mas jalaban para allá, otros para acá, y no me parecían
tan bien hechos, pero corrigiendo algunos se corrige
todo, es como sacar el tomate podrido de la caja y ya
los demás se quedan, se corrigen solos.
Desandar ha tenido buena respuesta. A mi espo-
sa le dejé disimuladamente una reseña que hicieron
sobre mi libro, porque no crea que ella me lee mucho
ni se interesa demasiado en lo que digan de mí. Al re-
gresar a casa le pregunto si leyó la reseña y me con-
testa que sí. Cuando le comento que hablan bien del
libro, me dice: “Ese libro es un árbol.” Es la definición
que más me ha gustado, porque los poemas son como
las ramas de un árbol.

En su obra encontramos varios poemas que abrevan


138 en la literatura clásica, pero hay otros que tienen
que ver justamente con la canción popular, ¿influye
el hecho de que nació en Jalisco?

En el libro aparece “Ceniza de Cuete” que de hecho


no es un poema, es la letra de una canción. La prime-
ra estrofa dice así: “Eres ceniza de cuete / zoquete /
dónde quedó tu tronido / aburrido / me tienes hasta
el copete / anda vete / te pasas de presumido.” Hacer
una canción es un trabajo poético, aunque el resulta-
do no sea un poema. En general procuré que los poe-
mas fueran poemas, pero que se puedan cantar.
¿Cómo se da en su escritura esta combinación de
los sonetos, las canciones simples y el tono popular?

Tengo la influencia de las formas que son las que más


me han enseñado. Yo le digo a los jóvenes que si quie-
ren ser poetas deben escribir sonetos, no es necesario
publicarlos, pero hay que hacerlos, y muchos, para
que aprendan a escribir.
A mí me preocupan mucho las formas porque
en el medio en que yo crecí las formas son importan-
tes, pero en un sentido un poco soñador. Mi gusto
por la forma nace de la necesidad de una cultura de la
que yo no vengo, yo vengo de barrios bajos y mis pa-
dres eran campesinos. Vengo de una cultura popular,
esa es mi tradición, de ahí nací, pero quise acceder a
una cultura que llaman la alta cultura, entre comillas,
139
porque la cultura es cultura, ya sea que hablemos de la
cultura huichola o de Mozart o Beethoven.
La verdad yo crecí como animalito, como decía
mi madre, sin mucha perspectiva de a dónde iba, ni
nada, casi casi como las gallinas en un corral, sin mu-
cha orientación. No es que supiera a dónde quería ir,
simplemente sabía que quería algo más y me fui por el
lado de la escritura.

Desandar ofrece la oportunidad de ver su obra com-


pleta, un hecho valioso en un mercado editorial en
el que la poesía se publica en editoriales pequeñas
con pocos tirajes.

Me da gusto que exista la posibilidad de que vean el


trabajo completo. Hay lectores que me conocen por
uno o dos libros, ahora sí me pueden conocer por to-
dos si se aventuran a hacerlo.

¿Cree que antologías y libros como Desandar permi-


ten un mayor acercamiento a la poesía, en especial
por parte de jóvenes lectores?

Creo que la gente no está muy atenta a la lectura de


nada, estamos todos muy distraídos, pero como dice
el dicho viejo: “A mí que no me den, que me pongan
donde hay.” Uno dice: “Te voy a arrimar el libro, y ya
140 es tu decisión si lo lees o no”, pero si no está el libro
cómo podemos acercarnos a la poesía.
Las antologías y libros que reúnen la obra com-
pleta de un poeta permiten que, de repente, alguien se
fije en un poema y lo comparta.
Todo poema comienza de mañana,
con el sol

Cuando era un niño, la obra de Álvaro de Campos,


uno de los heterónimos de Fernando Pessoa, llegó a
las manos de Nuno Júdice. A partir de ese momen-
to no sólo cambió su concepción de la poesía, tam-
bién de su propia escritura. Imposible ser ajeno a la
influencia de un autor que es capaz de arrancar “los
pedazos precisos del alma.”
“El poema me dice lo que nunca sabré / lo que
guarda entre su fin y su principio”, dicen un par de
versos escritos por Júdice. Y si bien las preguntas, la 143
búsqueda de las sensaciones y las palabras exactas
para darles forma, forman parte de sus escritos, para
él lo más importante es que el poeta logre “contami-
nar” a sus lectores.
Premio de Poesía Reina Sofía 2013, traductor y
editor de revistas literarias, es en su obra que el escri-
tor desnuda la voz de la poesía, la que “Estuvo aquí
– aquí dentro / de nosotros, como si siempre aquí /
hubiese estado.”
Su primera obra la publicó muy joven (Noção do
Poema, 1972), entonces su encuentro providencial
con la poesía ocurrió pronto.

La poesía es algo natural en nuestra cultura, en nues-


tra formación. Se oía mucha poesía en la radio, en
programas de televisión, también en los libros de es-
cuela, por eso la poesía entra de una forma natural en
la educación de los portugueses. La poesía siempre ha
sido parte de mi vida.

¿Entonces qué significa la poesía en su vida, no sólo


al momento de escribir su obra, sino al momento de
144 leerla?

Como mucha gente, empecé muy temprano escri-


biendo y encontré un camino personal. Al final de los
años 60 empecé a publicar, porque había esa posibili-
dad en Portugal, en revistas y periódicos, aunque mi
primer libro se publicó en 1972.
Como te decía, creo que para un portugués la
poesía es naturalmente una parte de su cultura y no
se puede hablar de literatura portuguesa sin hablar de
poesía.
Además está Fernando Pessoa, el principal referente
que tenemos de la poesía portuguesa.

Sí, para mí Pessoa fue muy importante. Empecé a leer-


lo adolescente, sobre todo Campos, su heterónimo
futurista, modernista y cambió mi manera de escribir.
Yo seguía formas muy académicas, muy del siglo XIX
y con Pessoa descubrí el verso libre, el escrito más co-
tidiano con palabras más sencillas y fui encontrando
mi camino, hasta que empecé a publicar a finales de
los años 60.
Después trabajé mucho sobre el modernismo,
sobre Pessoa y sus compañeros de generación, y es un
poeta que me sigue acompañado, sigo leyendo su poe-
sía y siempre aprendo algo cuando lo leo.

En su poesía encontramos una preocupación por la 145


palabra. Pienso en Octavio Paz, que afirmaba que la
poesía revoluciona el lenguaje.

Sí, porque también para mi generación fue muy im-


portante la teoría literaria, la lingüística y pensar lo
que es la palabra, lo que es escribir y sobre todo, a par-
tir de mi relación con Pessoa, saber quién es el ser que
está en el poema, y que no es necesariamente el poeta.
Por eso muchos de mis poemas son a veces teóricos,
otras veces son una forma de diálogo en el que partici-
pan las voces que están dentro de mí, pero que vienen
de otros sitios. Todo eso forma parte de mi poesía y
de mi trabajo.

¿Cuáles son sus obsesiones poéticas, sobre qué ne-


cesita escribir, además de esta cuestión estética de
las letras? También en su obra hay algo intimista, en
donde las emociones tienen un papel importante.

Cuando escribo lo que más me preocupa es la lógica


que el texto va creando, y al inicio muchas veces no
sé lo que seguirá, pero hay algo que empieza a adqui-
rir una forma, y el poema nace naturalmente a partir
de ese momento. Por otro lado, lo que es importante
para mí es que el poema transmita algo y esa comuni-
cación, ese diálogo, es un aspecto fundamental.
146 No me gusta mucho la poesía apenas formal,
donde se ve el “artesanato” poético, pero en la que no
hay sentimiento, no hay emoción. Para mí es necesario
también que la poesía permita que el lector sea conta-
minado por esa experiencia que el poema transmite.

Pessoa tuvo una fuerte influencia en su trabajo poé-


tico, y no sólo en la cuestión literaria, pues usted
dirigió la Casa de Poesía de Fernando Pessoa, difun-
diendo su obra.
Para mi generación Pessoa no era aún el gran poeta
que hoy es reconocido. Estábamos en el tiempo de la
dictadura y una parte de la obra de Pessoa era recupe-
rada por ese régimen, la parte más patriótica, con ese
tipo de mensajes. Por lo tanto, había un Pessoa que
nos gustaba, pero existía un Pessoa, el de Campos, el
de Alberto Caeiro, el de los heterónimos, que eran
más anticonvencionales, más revolucionarios; el otro
Pessoa no nos interesaba tanto.
Claro, con el tiempo eso fue cambiando y hoy
Pessoa es importante en todos sus componentes, pero
también ese tiempo fue un tiempo de descubrimien-
to de Pessoa, pues no toda su obra era accesible, era
necesario ir a bibliotecas, leer la parte más teórica del
Pessoa crítico, del Pessoa introspectivo. Esa fue la
convivencia con Pessoa, que hoy no tienen los jóve-
nes, para ellos Pessoa es un clásico, es un poeta del 147
cotidiano, de la actualidad.

Nosotros recuperamos su poesía a través de las tra-


ducciones al castellano, un trabajo que usted en-
tiende muy bien, pues se ha dedicado a traducir a
escritores como Emily Dickinson.

En la traducción siempre se pierde la música de la


lengua, y eso es una parte muy importante de toda
poesía, pero para mí también la poesía tiene que decir
algo, y cuando se traduce, esa parte sí pasa.
El mundo interior del poeta y su imagen del
mundo, todo eso no se pierde cuando se traduce. Por
tanto, la traducción logra que parte de esa poesía pue-
da pasar, otra no, pero es también muy bueno leer lo
que pasa.

Como dice, una parte de la poesía pasa a través de


las traducciones, de tal suerte que varios hemos te-
nido acceso a su obra, que se ha difundido aún más
gracias al Premio Reina Sofía, y que nos acerca a
la obra portuguesa, que si bien se clasifica como
iberoamericana, de pronto está algo alejada de los
lectores.

148 Sí, Portugal es un espacio que finalmente tiene la


misma cultura, la misma experiencia, una historia
también muy próxima, pero muchas veces estamos
alejados. Portugal está distante de España por razones
políticas, por miedo de ese grande vecino, pero hoy
con la Unión de Europa eso ya ha pasado y por eso
también hoy las dos culturas, las dos literaturas, están
más próximas y conectan mejor, incluyendo América
Latina.
Para mí lo que fue más importante en mi forma-
ción, en mi experiencia de lector, fueron muchos poe-
tas de América Latina, empezando con Borges, Oc-
tavio Paz, Álvaro Mutis o Pablo Neruda, que traduje
hace poco, y muchos otros. Fue un descubrimiento
también por el imaginario que no es europeo y descu-
brir ese mundo fue fascinante en los años 60, 70.

Precisamente usted ha hecho un trabajo destaca-


do como traductor, ¿cuál es la importancia de esta
labor para que los lectores conozcan a poetas de
otras lenguas?

Es fundamental para la literatura este intercambio in-


ternacional. Por ejemplo, en el caso de Pessoa, es muy
importante en los años 60 que Octavio Paz lo hubiese
traducido al español y que escribiese un ensayo fun-
damental en su libro Los signos en rotación. Fue uno de
los momentos fundamentales para el reconocimiento
de la importancia de la obra de Pessoa, y sobre todo el 149
hecho de los heterónimos, de publicar su poesía con
otros nombres que además tenían una biografía pro-
pia y que Octavio Paz definió como máscaras.
Y cuando yo traduzco, por un lado teatro, por
otro poesía, lo que busco es pasar a mi lengua lo que
significa el texto, decir no sólo el sentido, o la letra,
digamos, del poema, también la música; que el lector
portugués, leyendo ese poema, lo sienta como si estu-
viera en su lengua.
Traduje a varios poetas latinoamericanos como
Pablo Neruda, Juan Manuel Roca y algunos poetas
mexicanos. Cuando se traduce, es un poco como
apropiarse de otros poetas y también entender mucho
mejor lo que es el poema en su lengua original.

Tal vez por eso son importantes los encuentros y


festivales, porque justo reúnen esta variedad de vo-
ces poéticas. Además los autores comparten con el
público la capacidad que tiene la poesía de transmi-
tir sensaciones, experiencias.

Estos encuentros son muy importantes para que los


poetas se encuentren, y muchas veces nos permiten
hacer descubrimientos de poetas que no conocíamos,
oírlos nos permite encontrar a esas voces que son fa-
miliares.
A mí me gusta tener contacto con poetas más
150 jóvenes, con poetas de otros países que no conocía,
pero lo más importante es escuchar a los propios au-
tores leyendo sus poemas, porque es ahí cuando se
entiende mejor la belleza de los versos, porque no so-
lamente está el sentido que encontramos cuando lee-
mos el libro en silencio. Oír el poema en voz alta, su
música, su ritmo, le da otra dimensión al poema que
recibimos.
Por otro lado, para mí la poesía no es solamente
el texto impreso, creo que la poesía sólo encuentra su
plenitud cuando la oímos y cuando sentimos, al mis-
mo tiempo, esa emoción, pero también la música de
las palabras.

¿Cuál fue su impresión al recibir el Premio Poetas


del Mundo Latino “Víctor Sandoval” 2014, junto
con el mexicano Francisco Hernández?

Es siempre importante recibir un premio, porque es


señal de que la poesía es leída y comprendida, sobre
todo cuando salimos del espacio portugués. Ser re-
conocido en América Latina, donde tengo muchos
amigos y donde hay muchos poetas que leí y que me
enseñaron muchas cosas, es muy importante.
Además, compartir el premio con Francisco
Hernández significa un doble reconocimiento, y para
mí es estar al lado de un gran poeta mexicano, me da
mucha alegría. 151
153
Hecho un dolor
bajo estos ciclos caídos

“¿Existe algo como la poesía?”, plantea Raúl Zurita


en un ensayo que escribió sobre la obra del peruano
César Vallejo. “Y si la poesía existe fue escrita por un
hombre desdichado”, me dice el chileno con voz sua-
ve, que contrasta con la fuerza de su obra literaria que
lo ha convertido en un referente de la literatura lati-
noamericana.
Al igual que el autor de Los Heraldos Negros, Zu-
rita escribe con las palabras nacidas en tierras donde
el dolor está incrustado “en las partículas mismas del 155
idioma que debíamos hablar”. Y como ejemplo pone a
Trilce donde “cada palabra se rompe con la otra mos-
trándonos su perpetua tortura.”
La primera vez que el chileno visitó Saltillo fue
en el año 2005, bajo una lluvia pertinaz que no des-
alentó a los lectores de poesía. La Sala Emilio Indio
Fernández fue el escenario para que el poeta recreara
la soledad de los desiertos azules de Atacama, donde
se pierden fácil los gritos de angustia.
Tuvo que pasar más de un lustro para que el
autor de Inri volviera a Saltillo, a reencontrarse con
los viejos amigos, a compartir la poesía, esa que lo ha
mantenido vivo a pesar de las dictaduras, del horror,
del mundo que se derrumba a pedazos.
Para Zurita, quien alguna vez quemó su propia
mejilla en señal de protesta, la poesía es una carga.
Más allá de la belleza de las palabras existe una infini-
ta tristeza que no lo abandona, laberinto de soledades
siempre presente en sus versos.

156
En 1979 publicó su libro Purgatorio, un título que
remite al tránsito entre la maravilla y el dolor, tal
vez una especie de augurio sobre lo que sería su
trabajo literario.

En la dictadura, a mí me tocó estar en un barco, el car-


guero Maipo, fue una experiencia infernal que yo viví
como tantos otros. Cuando salí de eso me di cuen-
ta de que ninguno de los lenguajes que conocía me
servía para describir lo que había pasado. Tuve que
aprender a hablar de nuevo, tuve que encontrar algo
que fuera tan contundente, o al menos que se acerca-
ra a ese dolor. Así surgió Purgatorio, en la parte más
oscura de la vida chilena, en el momento más deses- 157
perado de mi vida.

Al contrario de lo que sostuvo Adorno, que “Escri-


bir poesía después de Auschwitz es un acto de bar-
barie”, usted utilizó la poesía como una suerte de
testimonio del horror.

La poesía depende del lenguaje y por eso es el arte más


frágil, pero al mismo tiempo es el más fuerte porque
la poesía es la única que da cuenta de lo que está pa-
sando.
Para mí, el impulso poético es un enfrentamien-
to a lo que el mundo trata de imponerte. Por supuesto,
un poema no detendrá una dictadura pero con el poe-
ma podemos asumir, en toda su magnitud, el amor y
el hecho de que vamos a morir.

¿El poeta es un testigo de la infelicidad?

Los poemas son siempre sobre la infelicidad, ojalá


que no fuera así, que no hubiera que escribir, pero un
poeta es un hombre desdichado y seguirá siéndolo en
el futuro.
A la poesía le ha tocado tener distintos papeles
porque es fundamento de lo humano, siempre ha te-
nido que dar cuenta de la violencia, del daño que el
hombre hace a otros hombres, pero también es un re-
158 gistro de la compasión y el amor.

Usted vivió la represión y el encierro, ¿qué significa


el dolor en su escritura?

Lo que he buscado es expresar la intensidad de los


sentimientos. Uno refleja el mundo en el que ha vivi-
do. Uno llega al fondo de sí mismo desnudo, sin auto-
compasión, y si uno logra hacer esto es capaz de llegar
al fondo de todos los seres humanos. Todos somos
intérpretes de lo humano.
Juan Gelman me dijo alguna vez que “los tiempos
nunca le han impedido a la poesía existir”, ¿cuál es
su opinión sobre la poesía que se escribe ahora?

Me parece que se está apagando una forma de poesía


que tiene más de dos mil años, me refiero a la con-
cebida por Homero. Sin embargo, la poesía con “p”
mayúscula, sobrevivirá a todo, porque si desaparece,
esta humanidad perece a los cinco minutos.
La poesía morirá cuando muera el último ser hu-
mano, porque sin poesía la humanidad se extingue...
aunque este no es el mejor mundo para los poetas.

Ha visitado México en muchas ocasiones, ¿cuál es


su conexión con este país?

México es parte de mi infancia, yo crecí escuchando 159


música ranchera, que era muy popular en los barrios
chilenos. Es un país que amo profundamente porque
siempre abre sus brazos, sin importar sus tragedias.
Con su música, con su tradición cultural ma-
ravillosa, con su gente, este país es una ventana de
esperanza para América Latina. Sin México no nos
podríamos entender.
Ha comenzado a arder
el corazón del día

Cuando se leen los poemas de Efraín Bartolomé no es


difícil trasladarse a Chiapas, sentir la vida que corre
bajo la tierra, escuchar en el canto de las aves algo más
que una melodía. El escritor conoce su oficio, sabe
que los misterios de la naturaleza se hacen presentes a
través de los versos, que el ritmo del lenguaje traduce
las sensaciones, la belleza, las emociones que se em-
pozan en el alma.
En 1982 Bartolomé publicó su primer poema-
rio, Ojo de Jaguar, en donde se reveló el oficio del poe- 163
ta, del escriba que tiene una fe ciega e inamovible en
el poder de las palabras, capaces de contener “la luz, la
flama y la vida ardiendo.”
En la obra del chiapaneco el fuego es invoca-
do, pero no para consumir todo a su paso, sino a la
manera del fénix, criatura purificada por las llamas. El
poeta despliega entonces el poder de transformar las
palabras, de lograr que la lengua renazca a través de la
emoción que resplandece en lo versos.
El libro que reúne su obra poética de 1982 a 1997
se llama Oficio: Arder, un título que me remite jus-
tamente a lo que puede significar para el poeta su
escritura, esa llama que —parafraseando a San Juan
de la Cruz— hiere tiernamente el alma. ¿Qué signi-
fica para usted ser poeta?

Un poeta es una sensibilidad al servicio de su lengua.


Es una veta de oro escondida en el pecho de su gene-
ración. Es un servidor fiel de la Gran Madre, esa dio-
sa terrible que se alimenta de la inspiración y cabalga
sobre el escalofrío: cerda que come vidas, vaca que
muge estrellas, yegua que inunda de licor vaginal la
164 bóveda del alma. El poeta es también un artista que al
trabajar con aire —las palabras—, lo hace de tal modo
que logra que el aire se transforme en carne, carne que
danza ante los ojos impuros que se hacen agua: agua
que quema y arrastra. Es el pez de las profundidades
abisales que con su ojo admirable atrapa resplando-
res, rayos débiles, escasísimos vástagos de luz que lle-
gan hasta el fondo. Su ojo los concentra. Después da
leve luz al hondo abismo.
Cosas como esas he dicho a lo largo de mi traba-
jo al servicio de la poesía. Eso sigo creyendo. Ahí te-
nemos la luz, la flama y la vida ardiendo. Tu pregunta,
Sylvia Georgina, hizo que la memoria me trajera este
breve torrente. Aquí queda, esperando que hiera tier-
namente tu alma y la de algunos lectores de nuestra
entrevista.

Muchos de sus poemas abrevan en la naturaleza vi-


tal de su tierra natal: Chiapas. Me vienen a la mente
“Casa de los Monos”, “Jaguar”, “Cartas desde Bo-
nampak” o “Retorno al Chamenhá”, en este senti-
do, ¿cuáles temas son motivo de inspiración en su
obra?

La crítica ha dicho, y creo que ha acertado, que los tres


rostros con que la diosa suele revelárseme son natura-
leza, mujer y poesía. Hay razón: la diosa Deméter, ma-
dre de todas las cosas, mater admirabilis, tiene a su res-
guardo los misterios de la naturaleza. Estos misterios 165
encuentran su mejor expresión en la naturaleza feme-
nina. Y la diosa y la mujer sólo responden cuando son
invocadas con palabras de poeta. Cuando eso sucede,
los alacranes suben eléctricamente por la columna
vertebral del que escribe y del que lee. Se produce un
estremecimiento y hay conmoción de las almas que
se asoman a dichos misterios. Entonces se produce el
arco voltaico entre dos espíritus que se encuentran
independientemente del tiempo o del espacio.
Así pues, he escrito sobre la naturaleza, sobre la
mujer y sobre la poesía. La naturaleza está presente
en aquel libro que registra la recuperación de mi in-
fancia en el edén nativo, Ojo de jaguar. He dicho que
en ese libro recogí un poco de la húmeda tierra natal
y la amasé con sangre y luz hasta lograr una escultu-
ra donde, como lo quería mi maestro Salvador Díaz
Mirón, palpitaba una hermosura trágica. Los temas
del amor y la poesía aparecen en libros como Música
solar, Cantos para la joven concubina, El son y el viento,
Cuadernos contra el ángel y, con prístina claridad, en
Música lunar.
Siempre estoy alerta y receptivo a los misterios
que la vida va desplegando ante mis ojos y, si despier-
tan emociones que me parezcan dignas de ser com-
partidas con mi prójimo, inevitablemente escribo so-
bre ellas.

166 Al igual que los poemas de Jaime Sabines, considero


que sus textos son cercanos a quienes los leen, es fá-
cil vernos reflejados en el espejo de sus versos. ¿Le
parece que la poesía debe ser más próxima al lector,
en lugar de hermética o críptica?

La poesía será como tenga que ser, críptica, hermética


o transparente, según la materia que aborde y la capa-
cidad de quien la aborde. Pero su propósito es, a fin
de cuentas y como lo dije antes, dar leve luz al hon-
do abismo. Hay realidades límpidas, transparentes,
y algunas palabras felices son capaces de nombrarlas
cuando un poeta capaz hace el milagro. Hay realida-
des oscuras en el hondo abismo que apenas si pode-
mos entrever (como sucede con el amor, la muerte, las
pasiones), donde la labor del poeta será poner en el
lenguaje más claro posible esas realidades oscuras.
Hasta ahí vamos bien, pero ya sabemos, con
Nietzche, que “hay espíritus que enturbian sus aguas
con tal de hacerlas parecer profundas.” Eso es inocen-
cia, ignorancia, incapacidad o mala fe. Pasen las tres
primeras razones pero no le demos oportunidad a la
mala fe. Mi maestro Machado nos dejó esta magna
enseñanza: “Silenciar los nombres directos de las co-
sas cuando éstas tienen nombres directos ¡qué estu-
pidez!”

Como escritor de poesía, ¿cuáles son sus preocupa-


ciones, u ocupaciones, al momento de enfrentar la 167
página en blanco?

Hace 30 años no lo sabía pero poco a poco he apren-


dido a identificar ciertos estados emocionales y cor-
porales distintos, alteraciones espirituales y corpora-
les fuera de lo común que me dicen que algo se está
cociendo adentro y buscará salida: se está gestando
un poema. Todo gira alrededor de una sensación, de
una percepción, de una emoción que va tomando
forma y va buscando su continente artístico. Yo me
empeño en aguantarlo. Resisto el poema para que no
salga hasta que esté maduro, hasta que sea imposible
reprimirlo. Cuando ese momento llega no tengo más
preocupación que la de ser interrumpido antes de ter-
minar de escribirlo.

Ojo de Jaguar ya cumplió tres décadas, ¿qué signific�


có esta obra en su escritura?

Es mi primer libro y ha sido motivo de satisfacción y


orgullo. Está escrito con sangre y luz y fue definitorio
para mi vocación. El más sorprendido de que un libro
que yo suponía tan íntimo le dijera cosas a lectores
desconocidos y de ámbitos tan diversos resultó deter-
minante. Quizá por eso estemos conversando tú y yo.
Ha crecido con el paso del tiempo como una criatura
viva. Supo ganar lectores: se ha editado diez veces en
168 un país donde se dice que no se lee, y poesía menos.
Está traducido completo al inglés y sus poemas suel-
tos a muchos idiomas. Uno de esos poemas, “El agua
desdichada”, apareció en edición plurilingüe: espa-
ñol, gallego, portugués, inglés, francés y árabe. En Ga-
licia acababan de sufrir la catástrofe medioambiental
del Prestige, aquel barco petrolero que provocó una
marea negra y afectó dos mil kilómetros de la costa
española y francesa. Fue tan grave lo que sucedió que
se ha considerado entre los accidentes más costosos
de la historia junto a los accidentes espaciales del
Challenger y el Columbia, y el accidente nuclear de
Chernobyl. Bueno, pues durante la fase de reparación
de los daños, un grupo cultural descubrió mi poema
“El agua desdichada en internet”, lo tradujeron y lo
publicaron en las lenguas antes señaladas.
Celebramos los 30 años con un audiolibro edi-
tado por la Universidad de Ciencia y Tecnología Des-
cartes y el Sistema Chiapaneco de Radio, Televisión
y Cinematografía.

He visto que en México se publican decenas de libro


de poesía al año, además han salido a la venta varias
antologías recientes que muestran el quehacer de
los escritores nacionales (la Antología general de la
poesía mexicana hecha por Juan Domingo Argüe-
lles, Vientos de siglo de la UNAM, por ejemplo). Sin
embargo, me parece que faltan más lectores de poe-
sía, ¿qué opina al respecto? 169

Yo, al igual que tú, desearía que hubiera más lecto-


res en México y en el mundo. Y que las élites que se
acercan a la poesía, la más señorial de las artes (Ezra
Pound dixit) crecieran un poco más. Pero a nuestros
buenos deseos se oponen variables económicas, so-
ciales, educativas, culturales, psicológicas. ¿Te imagi-
nas a los sicarios y a los capos, a los líderes sindicales
y a los manifestantes de la CNTE, a los diputados y a
los senadores, al presidente de la república y a los pre-
sidentes municipales, a las masas en los estadios, a la
gente de la televisión, a los que ven telenovelas, a los
lectores de best-sellers, diciendo versos bien dichos
de Homero, Baudelaire, Darío, Machado, Pessoa? Sí,
creo que también a mí.

Me parece que la poesía ha marcado el devenir del


hombre a lo largo del tiempo. Obras cumbre de la
literatura son poderosos poemas: Enûma elish, La
Ilíada, La divina comedia. Tal vez deberíamos darle
mayores espacios a la poesía en escuelas, ferias de
libro o festivales, ¿no le parece?

Lo dijo Nizami: “Bajo la lengua del poeta se esconde


la llave del tesoro.”

170
Eterno Rolling Stone

Poeta, músico y compositor,  Alberto  Blanco  explo-


ra su placer melómano para dar forma a Paisajes en el
oído, un libro coeditado por Aldvs y la Universidad
Autónoma de Coahuila, dedicado a uno de los mayo-
res placeres del escritor: la música.
Rockero de hueso colorado, el escritor ofrece
un recorrido por el soundtrack de su vida, en el que
aparecen desde clásicos como The Beatles, Pink Flo-
yd, Bob Dylan o Eric Clapton, hasta las bandas que
han marcado las últimas dos décadas como Radio-
head o Coldplay. 173
Éste no es el primer libro que conecta al escritor
con Coahuila, muchos recuerdan la lectura que
ofreció el defeño en el Museo de las Aves, en el marco
del décimo quinto aniversario del recinto ubicado en
el antiguo colegio de San Juan. Y es que Blanco ha
sentido desde siempre una fascinación irresistible por
el vuelo, el canto y la belleza de las aves, razón por la
que se han convertido en personajes recurrentes en
su creación poética. Urracas, canarios, calandrias,
tórtolas, chupamirtos, águilas, papagayos y pájaros
carpinteros tienen un espacio asignado en sus versos.
“Los  pájaros  cantan  para no morir de asfixia, al
igual que los poetas”, sostiene el ingeniero químico de
profesión, pero cuyo espíritu siempre estuvo enclava-
do en las letras.
Ahora es un tipo distinto de melodía la que lo
ocupa, pero en el fondo está el milagro, como suele
calificar Blanco al poema. Sin embargo, y a sabiendas
de su carácter místico y huidizo, el escritor señala la
necesidad de estar atentos al llamado de la poesía, a
todo aquello que, de pronto, pide ser escrito.

174
Durante años su poesía ha abordado distintos tópicos,
están las aves, por supuesto, también el amor, el cuer-
po, los sentidos, el pasado prehispánico, por no men-
cionar los libros infantiles y de ensayos que ha escrito.
¿En dónde abreva su poesía?, ¿cuáles son las ideas, las
sensaciones, que lo atraen para escribir versos?

Para mí significa observar, estar alertar, ser capaz de


captar las variaciones que me rodean. No siempre es
sencillo, pues estas variaciones son como la realidad,
veloces la mayoría de las veces, pero también vertigi-
nosas, casi inasibles.
Yo sólo he escrito sobre lo que me pide ser es-
crito. Me refiero a que existe una especie de llamada,
175
como una visión sobre algo que me pide darle forma
en palabras. Por eso hay que poner atención, porque
de lo contrario se te escapa, no escuchas esa llamada.

Ahora es la música la que aparece en su obra, no es


un tema nuevo, pero me parece que ahora es trata-
do en forma más extensa.

Paisajes en el oído es una coedición de la Universidad


Autónoma de Coahuila y Aldvs, es un libro que reú-
ne poemas escritos a lo largo de muchísimos años, de
hecho de décadas.
Yo he sentido una pasión por la música de la
manera más natural, casi no podría imaginar un poeta
que no sintiera pasión por la música, puesto que en la
poesía la parte musical del lenguaje es absolutamente
fundamental.

La música tiene una cualidad entrañable, nos ayuda


a evocar, a trasladarnos al pasado, ¿cómo fue que
inició su relación con la música?

Mi relación con la música comenzó en la infancia,


pues mi madre tocaba música clásica en el piano, y en
la adolescencia, por supuesto.
Yo era un apasionado por el rock, me toca toda
la década de los años sesenta y precisamente, en 1969,
formo con mi grupo de amigos mi primera banda de
176 rock que se llamó “La Comuna”.

Su libro hace un amplio recorrido por algunas de las


letras de Led Zeppelin, Nick Cave, John Lennon, de
hecho podríamos citar decenas de nombres.

Es imposible estar al día con lo que se hace en el mun-


do del rock porque es inabarcable, aparte porque en
el rock, como en todas las artes, los géneros se han
difuminado.
Mi intento no ha sido, de ninguna manera, esta-
blecer un criterio enciclopédico, sería absurdo y ade-
más completamente contradictorio con el espíritu del
rock. Simple y sencillamente me propuse crear una
bitácora de las piezas, las bandas, los grupos, la músi-
ca que a mí me ha acompañado y que en un momento
dado me ha inspirado a escribir poemas.
Para decirlo con un poquito más de exactitud,
he escrito poemas que, me he dado cuenta, tienen que
ver con la estética o con la manera de ver, de oír, de
entender el mundo de ciertos compositores o ciertas
bandas. Eso estaría más cerca de la verdad.

De hecho hay quienes están entre la poesía y la mú-


sica, pienso en el caso de Leonard Cohen, quien in-
cluso es Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Dentro de ese espectro siento una inclinación muy


grande y muy particular por los letristas del rock, 177
algunos de los cuales pueden calificar por su propia
cuenta como poetas en toda forma, el caso de Leo-
nard Cohen y Bob Dylan, indudablemente.

Existen distintos registros en la poética de Paisajes


en el oído, una característica en común con otros
de sus libros.

Hay muchas formas de aproximarse al fenómeno del


poema. Es cierto, esto no sucede nada más en este li-
bro, ha sido una característica de todo mi trabajo.
Me interesan mucho las formas, todas las for-
mas posibles de aproximarse al fenómeno poético. En
este caso, en particular, podemos ver poemas que tie-
nen un carácter musical muy acentuado en formas in-
cluso tradicionales, utilizando una métrica regular o
rima, como en muchas canciones. En otros casos son
poemas en prosa, abiertos o experimentales.
También hay referencias al artista, pienso en el
poema dedicado a Janis Joplin, que relata el último día
de su vida; en otros casos tienen que ver con expe-
riencias que estos músicos cifraron en su propia mú-
sica, por ejemplo la famosa experiencia que tuvo Jim
Morrison con un chamán en el desierto de Sonora.

Paisajes en el oído es una coedición, una práctica


que se ha vuelto común en el mercado editorial. Me
178 parece que es benéfico, en especial para la poesía,
un género que siempre ha sido difícil de distribuir.

Yo empecé a publicar en la década de los setenta y


parece mentira que, hasta cierto punto, era más fácil
publicar poesía hace treinta años que ahora.
Ha habido una transformación tal, en buena
medida impulsada por la nueva tecnología y los me-
dios, así que la poesía no podía ser la excepción. Por
eso surgió el blog paisajeseneloido.blogspot.com,
donde circulan varios de los textos que están inclui-
dos en el libro.
Uno se interna en el poema
como un mecanismo oscuro

Eduardo Milán se declara fanático de John Cage y de


los poetas provenzales. Su mirada es aguda y cada pa-
labra que pronuncia parece estudiada con cuidado,
quizá porque el lenguaje es la materia prima de su ofi-
cio: escribir poesía.
Su figura menuda crece cuando evoca a los poe-
tas y narradores que han marcado su vida, ya sea en su
natal Uruguay o en México, el país que lo acogió en
el exilio. Aunque, afirma, “la escritura poética es una
forma de exilio de la escritura.” 181
De comentarios agudos y precisos, y dueño de
una conversación en la que no pueden faltar los refe-
rentes a las vanguardias literarias y los libros de cabe-
cera, el escritor reconoce sin pesimismo que la poesía
atrae a pocos lectores, y asegura que son muchos me-
nos los que logran entenderla.
Las grandes editoriales apuestan por la narrativa,
¿en su opinión a qué se debe esta primacía de la
novela sobre la poesía?

La poesía, en esa relación con la mercadotecnia y con


la capacidad de lectura, exige un tipo de lectura muy
diferente al de la narrativa, y es un tipo de lectura que
tiene que ver más que con el tiempo, con una noción
de profundidad que en general la narrativa no ofrece.
La gran narrativa del siglo pasado, del siglo XX,
es una narrativa sumamente compleja y poética, de
modo que para leer una página del Ulises de Joyce uno
puede tardarse cinco días. Ahora, cualquier novelista
182 que se lea actualmente tiene como característica que
en un día se lee la mitad de la novela. Hay un problema
de ahorro de tiempo ahí, y además la poesía necesi-
ta especialización, de lo contrario no se entiende, hay
códigos que están suficientemente establecidos y aun-
que han sido simplificados, continúan funcionando.
Hay pocos compradores de poesía en compara-
ción a los compradores de novela, yo diría qué bueno,
porque imagínese que algunos poetas entraran por el
aro de los grandes tirajes, alguien que no fuera Premio
Nobel, entonces terminaría como ese tipo de cantan-
te que agradece a Dios el deberse a su público, que es
lo peor que le puede pasar a un artista, terminaría re-
galando su arte con tal de tener compradores, audito-
res o lectores. No se trata de eso, es mejor permanecer
minoría que caer en esa especie de borregada.

También es cierto que existen numerosos poetas


que publican y varias editoriales que financian estos
libros. Sin embargo, hay pocos lectores de poesía,
¿a qué se debe esta paradoja?

Habría que preguntarse cómo son los poemas, porque


la mayoría de la gente cree que escribir poesía es más
fácil que escribir una novela, o por lo menos no da
tanto trabajo. Esto es muy simple, la gente cree que
como la poesía es breve, en dos líneas se puede expre-
sar algo. Es todo un malentendido porque la poesía es
un fenómeno de construcción, no es tanto un fenó- 183
meno de expresión.
La gente cree que porque revela un poco su in-
timidad o su amor por alguien, el paisaje, está escri-
biendo poesía. Pero no, la poesía es una construcción
lingüística muy precisa.

¿Es necesaria la inspiración para escribir poesía?

No, yo creo que la poesía es un fenómeno de reflexión,


no es un fenómeno tanto de inspiración. La inspira-
ción sí existe, es un momento y luego viene el trabajo
de reflexión, que es mucho más difícil que tener un
gran arrebato o una visión muy original.
En general, lo que sobreviene después es un gran
trabajo sobre lo que pudo haber sido inspiración o vi-
sión, que puede transformar y enriquecer lo que era
primero una especie de idea nublada o en tinieblas.
La mayoría de la gente que escribe y lee poesía
no sabe ni lo que escribe ni lo que lee, eso es un he-
cho. Ahora, ¿por qué lo hacen?, creo que es porque
hay una necesidad de expresión y porque lo conside-
ran fácil, creen que es más fácil escribir un poema que
una novela.

¿Entonces cómo ve la poesía, el acto de creación?

Lo que yo trato de hacer es no repetir demasiado lo


184 que hago. Estoy como en una posición antagónica a
esa gente que descubre algo y lo repite hasta el cansan-
cio y es una manera de ver la poesía que yo no tengo.
Yo tengo una manera de concebir el acto poé-
tico como un acto en permanente búsqueda de algo
que todavía no cuajó, por lo menos no cuajó para esa
formulación poética, habrá cuajado en otro lugar,
pero no ahí.

Tiene más de 30 años escribiendo. A lo largo de este


trayecto, ¿siente que su poesía ha madurado o se ha
transformado de alguna forma?
Sí, porque yo desarrollo o trabajo con variables, que
en su momento estuvieron latentes en un poema di-
gamos de hace 25 años y lo desarrollo ahora, voy va-
riando, no hago siempre los mismo.
Yo vengo de ciertos maestros, o de un cierto en-
foque poético proveniente de las vanguardias histó-
ricas que no privilegia ningún tema específico en la
poesía, cualquier tema puede ser un tema poético en
la medida que uno lo trabaje. De modo que incluso
son experiencias que están cercanas la atematicidad,
o sea la falta de temas. No hay por qué tener un tema
específico de algo que sea especialmente llamativo. A
veces uno tiene un sueño y lo escribe, a mí me pasó
una vez y en 30 años, de manera que son muchos años
para un sueño.

¿Cuál es su idea de la desdicha? 185

Creo que la desdicha es más frecuente que la felici-


dad, pero también es intempestiva, es esporádica. No
es permanente porque si es permanente uno se enfer-
ma y muere. La gente se puede morir de desdicha, se
puede morir de rabia, de tristeza, no únicamente de
un tiro. Son momentos que sirven para tomar con-
ciencia de lo que es verdaderamente la vida humana,
que no va en una sola dirección. No conozco a nadie
que no haya sido en un momento feliz y en varios mo-
mentos desdichado.
¿Cuáles son los poetas que admira?

César Vallejo, Ezra Pound, William Carlos Williams,


e.e. Cummings, los provenzales como Guillaume de
Poitiers, Arnaud Danel, Bernart de Ventadorn y el
chileno Nicanor Parra.

¿Y sus narradores favoritos?

Para no salir de la que en este momento es mi casa,


que es México, Juan Rulfo es el mayor escritor de Mé-
xico, hay que empezar por ahí, él escribió una cosa to-
talmente fuera de serie. Hay otro brasileño, a mí me
gusta mucho la literatura brasileña, soy hijo de madre
brasileña, Joa Guimaraes Rosa.

186 ¿Tiene libros de cabecera?

Sin duda no es la Biblia, tampoco es el Corán. Supon-


go que “El Cantar de los cantares” es uno; los Cantos
de Ezra Pound, Patterson de Willliam Carlos Williams,
The maximus letters de Charles Olson, Un golpe de da-
dos de Mallarmé, De la naturaleza de las cosas de Lu-
crecio, Los ensayos de Mongaigne, Hospital briánico del
argentino Héctor Viel Temperley.

¿Cree que en México hubo vanguardias literarias,


más allá del movimiento estridentista?
No conozco demasiado a los Estridentistas como
conozco a los Contemporáneos que serían, según la
norma establecida, una especie de modernidad casi
vanguardista en algunos casos, como los de Salvador
Novo y Gilberto Owen.
Los Contemporáneos se oponen justamente a
los Estridentistas porque representan una especie de
modernidad semi vanguardista refinada y los otros
son ese tipo de vanguardia como de barricada suma-
mente batalladora, de carácter muy nacionalista, un
carácter que tenían ciertas vanguardias en América
Latina que me provocan un tremendo desinterés. Lo
que hacían los Estridentistas yo lo veía en lo que ha-
cían otros movimientos en algunos lugares de Amé-
rica Latina, y cuando no hay una especificidad, uno
abandona porque se empiezan a parecer todos.
Los que no se parecen prácticamente nada a lo 187
que hay en Latinoamérica son los Contemporáneos,
pero no son estrictamente vanguardistas, serían poe-
tas modernos porque todavía se sienten atraídos por
el pasado y por una visión del futuro. La vanguardia
sólo está atraída por el futuro.

¿Cuáles considera que son los poetas emblemáticos


de América Latina en el Siglo XX?

Para mí emblemáticos significa los poetas que son de


obligatoria lectura, sin ellos no se entiende la poesía
latinoamericana. El primero de todos es César Valle-
jo, luego está una parte de la obra de Neruda. Todo
mundo lee lo que en general no es la mejor parte de
Neruda, pero lo que él escribió en un momento inicial
de su poética es una poesía extraordinaria, oscura,
densa, que es la que está en tres libros que se llaman
Residencia en la Tierra. Después entró en una especie
de poesía populista que a mí personalmente nunca
me interesó. Están los chilenos Vicente Huidobro,
Nicanor Parra, también Gorostiza, Salvador Novo,
Owen, José Carlos Becerra, hay muchos otros.

¿Y Octavio Paz?

Octavio es un gran escritor, pero yo no sé si es un gran


poeta. Tiene un gran talento y es muy buen poeta, es
188 un hombre que tiene una tremenda fuerza y una gran
imaginación que se ve en Libertad bajo palabra o en
Ladera este. Pero no todo Octavio Paz es igual, y al fi-
nal él entra en una especie de conciliación con su pro-
pia poesía, hay gente que considera “Piedra de sol” y
“Pasado en claro”, que son los poemas más narrativos
de Octavio, como grandes poemas. Creo que son tan
grandes como algunos de Águila o sol, que es uno de
los primeros libros de Octavio.
Lo cierto es que él tiene una estructura total-
mente fuera de serie, es un súper dotado desde el
punto de vista lingüístico. Ahora, un poeta no es úni-
camente lenguaje, también es silencio.

¿Cómo ve el panorama de la poesía actual en


México?

La literatura mexicana siempre tuvo una particulari-


dad muy sobresaliente y fue que siempre protegió a
los poetas, ¿por qué?, tal vez porque Nezahualcóyotl
era poeta y arrancar con un rey ya te habilita como
obligación seguir una línea que sea coherente con pri-
vilegiar a los poetas.
Es curioso, México no es un pueblo fervoroso
lector de poesía, no se ve a la gente por la calle leyen-
do un libro de poemas y tropezar con los escalones.
La gente que lee es muy poca, y la gente que lee bien
mucho menos. Lo que pasa es que aquí se toma a los 189
poetas en consideración y en otros lugares no. Insisto,
para mí tiene que ver con la tradición prehispánica,
ningún país mete tanto dinero en poesía como Mé-
xico. No necesariamente mete dinero en poesía de
calidad y realmente no le interesa si es de cierto tipo,
le importa que sea poesía, y muchos libros y grandes
tirajes. Se tiran mil ejemplares de un primer libro,
cuando en Uruguay, por ejemplo, el primer tiraje es
de doscientos ejemplares y el autor se paga la obra.
¿La poesía es indispensable, es necesaria?

La poesía es necesaria primero porque tiene que ver


profundamente con una actividad humana que es la
imaginación y con otra actividad humana exclusiva
que es el lenguaje. Ahora, si la pregunta es ¿el hombre
puede sobrevivir sin poesía? Pienso que sí, el hombre
puede sobrevivir prácticamente sin nada, esa es nues-
tra cruda verdad.
Los seres humanos somos capaces de acabar
con todo, entonces no podemos caer en una especie
de ternurismo y enamorarnos nosotros como especie,
no somos una especie de confiar. La poesía sería im-
prescindible para una especie de confiar y nosotros,
aunque somos los que elaboramos la poesía, no so-
mos confiables.
190
Pero hay un poder en el acto poético.

Yo creo que la gran diferencia entre la poesía y el fut-


bol es que la poesía pretende, o cierta poesía, por lo
menos la que hago yo, generar conciencia, pero no
sólo conciencia política o social, conciencia de la pa-
labra, conciencia del mundo, conciencia del tiempo,
conciencia de la finitud, conciencia de una posible
trascendencia. El futbol no pretende, o por lo menos
no lo hace, más que generar dos o tres jugadas y que
la gente aplauda. El futbol es pura contingencia, hay
que ser genial para dejar en la memoria una jugada,
hay que ser Pelé, Platini o Zidane para hacer eso. Un
poeta, sin ser extraordinario, es capaz de inscribir un
verso en la memoria del que escucha.

191
Conjuro, mágicas palabras,
quiero verlas

“El lugar al que pertenezco es la escritura misma”, afir-


ma Pura López Colomé, quien después de tres décadas
de trabajo literario sostiene que gracias a la poesía no
se agota la capacidad de búsqueda. Ensayista, crítica y
traductora, la escritora hace un compendio de su obra
en Poemas Reunidos 1985-2012, editado por la Dirección
General de Publicaciones del Conaculta, como parte
de la colección “Práctica Mortal”.
Tras la muerte de su madre, cuando Pura conta-
ba con 12 años de edad, su familia decidió internarla 195
en un colegio católico en Dakota del Sur. A primera
vista parece un triste destino, pero fue ahí donde la
adolescente conoció la poesía y su mundo se convir-
tió en otro, muy distinto.
Ante la mirada de Pura desfilaron los versos de
W. B. Yeats, Emily Dickinson, Seamus Heaney. Fue
entre las monjas benedictinas que se forjó su voca-
ción de poeta, pero también de traductora.
¿Qué significa para usted reunir casi treinta años de
trabajo poético?, ¿tener la oportunidad de releerse,
de seguir ese camino que emprendió cuando escri-
bió sus primeros versos en los años ochenta?

La oportunidad de reunir la poesía de esta manera


tiene dos vertientes, primero que nada es una opor-
tunidad maravillosa porque muchos de esos libros ya
no existen pues fueron tirajes muy cortos, ediciones
marginales muy chicas. La identidad de reintegrarlos
es magnífica. Además, para uno, es ponerse ante el
espejo de lo que ha sido la vida. Por otro lado, es un
quehacer que hay que tomar con una enorme humil-
196 dad. Porque al ver tu trabajo joven, digamos que hay
muchas cosas que notas ahora y piensas: “¿Por qué
no me detuve antes de publicar tantos textos?”, pero
de haber tenido un espíritu más crítico entonces, a lo
mejor no hubieras logrado escribir todas esas cosas
por las que sí respondes todavía, y que te expresan de
manera total.
Fue un ejercicio espléndido: quité algunas co-
sas, modifiqué otras, no de manera total por supuesto,
ese no es el caso. Sin ninguna falsa imagen de que hay
que dejar todo, hay ciertas cosas que cambié pensan-
do en el lector, sin embargo, quería que se viera, como
tú dices, un camino.

Leer su libro es recorrer precisamente un largo ca-


mino, son más de 300 poemas los que están inclui-
dos en esta publicación.

Es un recorrido, una trayectoria de toda una vida.


Puedes ver cómo se ha ido modificando ese estilo
con el que comenzaste y también reencontrarte con
cosas que podías estar escribiendo hoy, sin ningún
pendiente.
Lo que abre el libro es un epígrafe de una poe-
ta norteamericana que yo he seguido a lo largo de los
años, y que he traducido, H. D. (Hilda Doolitle), dice:
“En alguna parte, / desde el centro de un inmenso /
sembradío, / un pájaro salvaje alzará el vuelo / con un 197
grito salvaje en la garganta, / y ese canto, al escucharse,
/ colmará esta nota de silencio.”
Es una postura filosófica importante para todo
poeta, su postura ante al silencio. Plantearte qué es el
silencio, si vas a dejar de hablar, si tu estilo se va a re-
concentrar o tenderá hacia la apertura de la prosa, ha-
cia dónde se irá. Es un momento importante en este
punto de mi vida.
Ahora que menciona la postura del poeta, ¿cómo ha
sido para usted enfrentarse a la página en blanco?

La inspiración puede venir por caminos insospecha-


dos, puede proceder de un sonido, de una palabra
cuya pluralidad significativa de pronto se abre para
ti; puede venir de un evento traumático, del sueño,
uno de los terrenos predilectos del poema, o de la vida
misma.
Hay miles de cosas que pueden detonar un
poema. En mi caso, la palabra misma ha sido de esos
acontecimientos privilegiados que han evolucionado
en un poema. La palabra es la clave aquí, no las emo-
ciones ni las grandes ideas ni la imaginación ni el he-
cho de vivir cosas muy intensas.
Me encantaría decir que todo poema es una
198
epifanía, pero muchas veces no ocurre así, puedes
comenzar a escribir algo que poco a poco te llevará a
algún sitio, el poema no está listo desde el inicio.
Ahora mismo estoy escribiendo un poema que
me da la impresión de que será un texto largo, que es
una roca o una piedra negra, y está basado en el hecho
de que así se llama un hospital en Dublín, en donde
fue internado alguien que quise mucho, que fue im-
portantísimo en mi vida y que murió ahí. El hospital
se llama Black rock. Estoy viendo en esa piedra a la
piedra filosofal, a la piedra del destino, que es negra
en este caso, para entrar al terreno evocador de la
poesía, al mismo tiempo que al terreno profético de la
poesía, nutriendo ese oráculo que es la poesía.

Además de la palabra, ¿presta especial atención al


ritmo, a la sonoridad del verso? En muchos de sus
poemas se nota que el oído del autor está involu-
crado.

El poema está hecho de palabras y la música del verso.


Toda mi poesía está hecha de pájaros. Hay un poema
en particular que recuerdo que se desencadenó por el
sonido que hace el pájaro carpintero, y eso originó el
ritmo de lo que yo quería expresar en ese momento.
Claro, el pájaro carpintero mismo está en el poema y
es un elemento crucial, pero ese sonido también.
La poesía sin música no se sostiene, y cuando 199
uno no es fiel a esa música, que hay que cuidar muchí-
simo, el poema mismo te lo cobra con desafinación.
Sí creo en la importancia de la música, porque
la música fija el poema en la mente. Una vez que lo
lees en voz alta y empiezas a sentir las bondades de ese
ritmo que va de acuerdo con lo que se está diciendo,
todavía se fija más en ti. Hay poemas que no cuesta
ningún trabajo memorizarlos porque la música es po-
derosísima. Yo soy una defensora de eso, aunque no
todos mis colegas opinan igual.
“El poema se termina de escribir en el lector”, escri-
bió Octavio Paz, ¿piensa en ese hipotético lector al
momento de escribir?

Escribir poesía sí tiene sentido, y más a estas alturas


con tanto libro publicado. Ha habido un instante de
alguien cuya visión se ha modificado por algo que a
mí me tocó escribir, y quizá, de no haber sido así, esta
persona no se habría movido, no se habría modificado
su realidad.
La poesía es capaz de hacer eso porque es pala-
bra hipercargada.

Tal vez precisamente ahí radique la importancia de


que la poesía se lea, que se lea en voz alta, que se
escuche su música como dice, compartirla.
200
En muy buena medida no se lee más porque la gente
que realmente ya sabe qué es la poesía, hasta miedo le
tiene. Se distancian de ella porque están viendo que
realmente es una aproximación al enigma de la vida,
a los grandísimos misterios, y cualquiera puede entrar
por ese camino.
No es el misterio, digamos, de los hoyos negros,
que son terrenos en los que cuesta mucho trabajo en-
trar, hay una parte de la ciencia que te hablan del ori-
gen de las cosas, pero que es difícil de entender. Aquí
no, porque la palabra tiene todo el mundo. Sin em-
bargo, el hecho de que la poesía se aproxime al mis-
terio del ser, al gran abismo interior de cada persona,
hace que la gente se distancie.

¿Cuáles son los retos, las búsquedas que ve frente a


usted después de trabajar en sus Poemas reunidos?

Me queda claro que no se puede salir de esta actitud


de búsqueda. La poesía, una vez que entras en ella,
siempre será una búsqueda permanente.
Quizá existan momentos en los que sientes que
llegaste a una respuesta, pero la única respuesta es que
siempre hay una pluralidad. Nunca sabes todas las
verdades que se pueden decir gracias a la poesía, pues
es como una piedra arrojada al estanque que provoca
ondas que se mueven en distintas direcciones.
Lo único que puedo decir es que no se agota la 201
capacidad de búsqueda gracias a la poesía, sigues en
ella. Aunque estés instalado en las oscuridades más
tremendas y en el dolor como eje de tu movimiento
poético, de todas maneras no puedes salir de ahí. Qui-
zá es que necesites el dolor para seguir vivo.

Hablemos de su trabajo como traductora, en espe-


cial de la obra de Seamus Heaney. Muchos hemos
leído los poemas del Nobel irlandés gracias al traba-
jo que ha desarrollado en este sentido.
Por caminos insospechados de la vida, en la escuela
en la que estuve en Estados Unidos me tocó estar bajo
la instrucción de una religiosa que era del norte de
Irlanda, a ella le interesaba mucho la poesía, como a
todo irlandés, porque ellos sí tienen una cultura enor-
me en ese sentido. Ella me dio los primeros textos de
Heaney que leí de su primer libro, que está por cum-
plir 50 años, Muerte de un Naturalista.

¿Cómo fue que se decidió a traducir a Heaney?

En 1981 Homero Aridjis organizó un festival de poesía


que reunió a Jorge Luis Borges, Günter Grass, Tomas
Tranströmer, Allen Ginsberg y Seamus Heaney. Es-
tamos hablando de escritores que después ganaron el
Premio Nobel de Literatura. Puros grandes. Yo fui a
202 intentar entrevistar a Ginsberg, que era como la sen-
sación del festival, por supuesto no pude. En una de
las lecturas, en la que estaba leyendo Seamus, Tomás
Segovia me dijo: “Ese es el poeta al que deberías tra-
ducir”.
A partir de ese momento lo empecé a leer más
en serio y cada vez que me metía a leerlo, más ganas
me daban de traducirlo. Es un deseo irrefrenable, lo
quieres leer en tu propia lengua, aunque sepas que la
música de la lengua original es intraducible. Es un ab-
surdo creer que uno puede replicar aquello.
Entonces yo escribía en “Sábado”, el suplemen-
to de Unomásuno y empecé a llevar mis primeras ver-
siones, a ver si las aceptaba Huberto Batiz, quien era
el director en ese momento y él me sugirió que las ro-
deara de un comentario, pues para el lector sería me-
jor tener un anclaje en la tradición que había en esa
poesía.
Mucho tiempo después me enteré que otra per-
sona le mandaba a Seamus Heaney, en su dirección de
Harvard, unas copias de esos suplementos. Él había
estado enterado de lo que yo había estado haciendo,
yo sin saberlo, y le había escrito a esta persona car-
tas en las que celebraba mis traducciones. Después yo
le escribí a Harvard, inmediatamente me contestó y
tuvimos una relación, epistolar primero, después per-
sonal, de amistad. De mi parte hacia él siempre fue a
voltear a ver un faro. 203

¿Qué es lo que puede encontrar el lector en Seamus


Heaney obra reunida, libro donde se encuentran to-
das las traducciones que ha hecho de la obra del
irlandés?

El libro parte de Isla de las Estaciones, sigue con Viendo


Visiones, luego viene El Nivel, La Luz de las Hojas, que
sólo se publicó en México, y luego vienen los Sonetos
y Cadena Humana.
Hay libros en los que se concentra más en cier-
tas cosas. Norte, por ejemplo, es un libro totalmente
concentrado en “the troubles”, los problemas secta-
rios que padeció Irlanda y el dolor que sufrió la so-
ciedad del norte y de la república en el conflicto que
tuvieron durante mucho tiempo.
Hay obras que están más centradas en el recuer-
do de la infancia tierna, de lo que fue su lugar de ori-
gen, donde creció, la relación con la naturaleza y la
vida familiar, que también es importantísima, o de las
primeras pérdidas, los primeros amores.
Creo que para un lector que quiere entrar al
mundo de Heaney, cualquier libro es bueno. En la úl-
tima de sus obras van a encontrar todo esto de lo que
hablamos otra vez: su relación con la naturaleza, des-
de luego, con el dolor del mundo en el poema titulado
204 “Cadena Humana”, que es muy corto, y que muestra
la reciprocidad de las lágrimas, el poder sufrir lo que
sufre el otro, su relación con la observancia católica,
con quien conserva la imagen de Jesús. Mientras que
Sonetos te lo va a dar todo, es un viaje por todos sus
libros a través de la forma del soneto.

Lo que me gusta además de esta edición son las


fotografías, muchas entrañables, y también que es
bilingüe.
Más allá de la satisfacción que significan estos traba-
jos de amor, y de devoción a una manera de ver las
cosas por vía poética, hay una cuestión de orden muy
práctica. Todos estos libros se publicaron antes, en
ediciones que se han agotado. Esta es una edición bi-
lingüe, que no tenían los otros libros, y me ofreció la
oportunidad inmejorable de revisar todas las versio-
nes, muchas de ellas son nuevas.
Recuerdo que le fascinó la primera edición de
Isla de las Estaciones, publicada por Francisco Toledo
en Oaxaca, después de eso vinieron las traducciones
de otros libros de él, no todos, porque fue un autor
muy prolífico, yo sólo he traducido seis libros. Pero
un día de estos lo haré con los demás.

¿Cómo fue la relación de Seamus Heaney con Mé-


xico, un país en el que tuvo grandes amigos y que 205
visitó con frecuencia?

Creo que Heaney veía en México muchas semejanzas


con su país, nuestra realidad católica insoslayable, de
país dominado por otro, insoslayable también. Irlan-
da es lo más cercano a México que uno encuentra en
Europa, la gente expresa a sus emociones de la misma
manera que lo hacemos aquí. Un irlandés es casi un
mexicano.
El Fondo de Cultura Económica publicó un li-
bro de ensayos de Heaney, que se titula Al buen enten-
dedor, donde nos regaló un epígrafe: “Para mis amigos
una dedicatoria. Para mis amigos en México que aten-
tos alientan la obra.”
Este será un país de gente que lee poco, pero la
gente que lee poesía está interesada en los centros de
producción de la misma, e Irlanda es uno de ellos. Es
una isla que tiene cuatro premios Nobeles, el último
es Heaney.

206
No es que vuelvas, palabra,
estás naciendo

Vicente Quirarte escribió por primera vez un poe-


ma impulsado por la misma razón que ha animado a
cientos de poetas a empuñar la pluma: el amor de una
mujer. Después del estupor inicial, y de que la alu-
dida rechazara al novel escritor, Quirarte renunció a
ese primer amor, pero no al arduo trabajo del poeta:
“liberar a otros a partir del conocimiento de la cárcel
propia.”
El autor de Cuaderno del Samurai sostiene que
el poeta, como escribió Robert Frost, es “un hombre 209
de proezas, igual que un atleta” y que la poesía nace
del trabajo del corazón. Aunque el escritor afirma que
no hay poeta feliz, explica que no existe placer más
grande que ver iluminada en la palabra, en la poesía,
la oscuridad caótica de la que procedía. 
“Ni el poema perfecto podrá pagar a la poesía la
extraña, insustituible, inexplicable forma de felicidad
que significa ser traspasado por el rayo y rendir testi-
monio de esa muerte.”
Quirarte, quien visitó Saltillo por primera vez
sólo para ver la escultura que Jesús E. Contreras hizo
como homenaje a Manuel Acuña, afirma que vivimos
tiempos oscuros, en los que priva la sinrazón y la agre-
sión. “La obligación para esa violencia es seguir en el
imperio de la razón, en el imperio de los sueños, en el
imperio del amor.”
Y es gracias al poeta, quien le otorga al len-
guaje un sentido irrepetible, que la belleza, la
emoción y la intensidad pueden hacerse presen-
tes en el mundo a través de un verso memorable. 

210
Estamos en el siglo XXI y es inevitable mirar al pasa-
do, en su opinión, ¿cuáles fueron los poetas que de-
finitivamente cambiaron la forma en que se escribía
poesía en México?

Mañana, 15 de junio, precisamente se cumplen los 120


años del nacimiento de Ramón López Velarde, como
lo llama Hugo Gutiérrez Vela, “el padre soltero de la
poesía mexicana.”
Creo que con Ramón López Velarde nace real-
mente la poesía moderna porque es el primer poeta
que muestra desconfianza frente a las palabras, que ha-
bla de México de una forma inédita, no con poesía pa-
triotera, sino con la poesía que redescubre el país, sus 211
entrañas, su lenguaje corporal, sus palabras sabrosas.
El poema “La suave patria” no es un poema para
declamarse, es un poema para decirse, por eso después
de más de 80 años de haber sido escrito es un poema
que sigue siendo perfectamente válido. Entonces un
poema que no ha envejecido demuestra que López
Velarde es un poeta que funda realmente la moderna
tradición. Dos años antes que él muere Amado Nervo,
un poeta que representaba el modernismo, que tam-
bién fue una gran corriente de renovación de las letras
mexicanas y latinoamericanas, pero es un poeta que
no tiene la fuerza, la vigencia, de un López Velarde.

Después llegarían los Contemporáneos.

Gracias a López Velarde vienen los Contemporáneos:


Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer, José Gorostiza,
Jorge Cuesta, Gilberto Owen. Y todos ellos vienen
también a demostrar que la literatura, que la poesía,
tiene una función crítica, sin esa concepción tan pro-
fesional de la escritura no hubiera nacido un Octavio
Paz, no hubiera nacido un Alí Chumacero, no hubie-
ra llegado un Jaime Sabines, un Eduardo Lizalde, un
Rubén Bonifaz Nuño, que son los poetas que fundan
la tradición mexicana.

212 Octavio Paz fue como el gran destello que iluminó


la poesía mexicana, pero para muchos también re-
presentó un freno, ¿qué piensa sobre la forma en
que Paz se convirtió, junto con otros poetas, en una
especie de rockstar de las letras nacionales?

Octavio Paz fue un hombre que tuvo un gran poder.


Y por eso menciono la frase de Rodolfo Hinostroza:
“Los imbéciles han renunciado al poder. Yo me con-
fieso imbécil.” El poder siempre es una tentación muy
grande para un poeta. Nos preguntamos qué hubiera
sucedido si López Velarde hubiera sobrevivido, a lo
mejor los Contemporáneos no lo dejan pasar, a lo me-
jor los Contemporáneos lo aplastan. Un poeta nece-
sita de su talento, pero también de estrategia. Yo sí lo
creo, pero eso no significa que su poesía sea superior
a la de otros.
Pienso en un gran autor como es Tomás Segovia, que
es un poeta que aunque nacido en España se ha hecho
en México, y es un autor que fue escribiendo su obra
al mismo tiempo que Octavio Paz, pero que no tenía
la preocupación, ni la tiene ahora, de ser una persona
influyente. Él es un hombre feliz escribiendo sus poe-
mas en el Café El Comercial de Madrid, porque ya se
regresó a vivir allá.
Ahí están dos actitudes, no digo que la una sea mejor
que la otra. A mí me gusta más la de Segovia, porque
creo que el poder siempre es muy peligroso, el poder
corrompe tarde o temprano, hace que el poeta no ten- 213
ga la libertad que le es inherente.

¿Le parece que en el presente sí existen poetas que


están destacando?

Claro, tan sólo aquí en Coahuila, en Saltillo, está Ju-


lián Herbert, que es un autor que no sólo tiene reso-
nancia en el estado, sino que es un poeta de resonan-
cia nacional. Su obligación finalmente como poeta es
también que resuene en todo el idioma español.
Usted menciona que el poeta tiene la obligación de
defender la poesía, ¿cómo lograr esa tarea?

Defendiéndose primero contra todas las tentaciones.


Yo evado en lo posible los programas de televisión
que tienen que ver con la poesía porque tarde o tem-
prano me hacen preguntas donde uno tiene que dar
respuestas pseudo inteligentes, que en el fondo son
humillantes, como: “¿Se puede vivir de lo que escri-
be?”, pues no, pero uno tiene que vivir para la poesía
y no vivir de la poesía. Pienso en Eugenio Montejo,
que era diplomático y periodista. (Nosotros) tenemos
una serie de tareas laterales, pero creo que hay un solo
fuego insobornable que es la poesía.
Uno puede de pronto no estar de acuerdo con
un autor por sus ideas políticas, por su filiación a cier-
214
tas doctrinas, pero su poesía está ahí. Es el caso de
Jaime Torres Bodet de los Contemporáneos, durante
mucho tiempo opacado por su labor política, por ha-
ber sido un encumbrado funcionario, sin embargo su
obra ahí está. Ya terminó su poder político, su poder
burocrático, pero ahí está el fuego incandescente de
su obra. Creo que ahí sí la literatura es un espejo en el
que no podemos traicionarnos.
En las manos
una vocación de fuego lento

Durante muchos años El pobrecito señor X fue para


muchos un manual de usuario, un libro que refleja
ese desconsuelo que estremece el corazón al sentirse
derrotado. Su autor, Ricardo Castillo, es un poeta que
no duda en dejar volar su mente para reflejar, por me-
dio de los versos, ese desamparo que acompaña a los
mirones, a los melodramáticos, a todos aquellos que
cronometran el aniquilamiento y enuncian con orgu-
llo agridulce: “valgo madre”.
Pero Ricardo Castillo también ofrece esta poé- 217
tica que busca en el lenguaje, en la reinterpretación y
creación, los signos adecuados para expresar las cavi-
laciones y experiencias humanas. Ejemplo de ello es
su libro Il re Lámpago, publicado por la editorial salti-
llense Atemporia, y en donde el poeta no tiene miedo
de crear nuevas palabras que enuncien un significado
casi mágico. Palabras enunciadas en un rito que da
vida a imágenes, ideas, sensaciones.
Para el autor tapatío esta tarea no es reciente,
desde hace años ha unido la poesía con el sonido, con
la música, con el movimiento, con la danza. Más que
una exploración, Castillo nos devuelve esta concien-
cia de la oralidad del poema, de tal suerte que este se
vuelve casi un ente orgánico, que muta constante-
mente.
Con aire desenfadado, que contrasta con la
fuerza que poseen sus versos, el escritor cavila sobre
esa necesidad oscura que mueve al poeta a participar
en el ritual de fecundidad de la palabra. Ceremonia
en la que el hombre contempla, por breves instantes,
el abismo que se abre para revelar el ancestral laberin-
to de la memoria humana.

218
¿En qué momento descubrió que la poesía era el
camino por donde deseaba transitar?

No sé qué oscuro influjo mande al poeta hacia la pa-


labra poética, yo creo que es finalmente esa atracción
por el vacío, un vacío que suspende la normalización
del lenguaje y vuelve a las palabras un tanto extraor-
dinarias en tanto son pensadas para hacer un poema.
Se pueden dar muchas razones por las que un
poeta escribe poesía, pero todas en el fondo van a fa-
llar en algo, porque fundamente la poesía es una ne-
cesidad un tanto oscura, que sólo al ejercerla puedes
conjurarla.
219
Octavio Paz sostenía que la poesía revoluciona el
lenguaje, pero en estos tiempos la narrativa se ha
convertido en el género más accesible para los lec-
tores, ¿qué opina sobre las posibilidades que tienen
tanto la poesía como la narrativa?

Creo que son dos actitudes completamente diferen-


tes, si acaso en el fondo complementarias. Un poema
es la condensación del lenguaje y creo que parte de lo
que la define es su capacidad de transfigurar el mismo
lenguaje, llevarnos a las sensaciones; mientras que un
narrador tiene que darle un respiro al lector, no puede
ser una novela de 350 páginas en la que se mantenga la
misma intensidad, se tiene que ir y venir, dar respira-
ción al texto.
Pienso que tiene mucho que ver con el tempera-
mento del escritor, si el escritor tiene esa inclinación
hacia las condensación se irá por la poesía, si le intere-
sa más contar historias tendrá que hacer una suerte de
malabar para narrar, pero tampoco está excluido de la
necesidad de la poesía. Creo que sobretodo la novela
contemporánea incluye en gran parte a la poesía.

La poesía difícilmente es un best-seller pero hay


muchos escritores que desean ser poetas, ¿a qué se
debe esta relación entre el número de poetas y el de
lectores?
220
Sí es un fenómeno muy interesante que a pesar de
que las editoriales han dado un paso decidido hacia
atrás, en cuanto a la publicación de poesía, no se ha
desalentado la producción de poemarios cada año.
Yo intuyo que los jóvenes son los que finalmen-
te mantienen esta tradición hasta cierto punto, si
existiera un panorama editorial más amplio podrían
seguir desarrollando y produciendo. Lamentable-
mente este gran magma de poetas que hay inicial-
mente termina por interrumpirse por la escasa políti-
ca editorial que existe en el país. Esto no sucede sólo
en Latinoamérica, yo veo que en los países de primer
mundo también pasa que la publicación de poesía da
un paso hacia atrás y casi no se publica.

Para muchos, su poesía es vivencial, irreverente,


pero también ha explorado otras disciplinas artísti-
cas como la música y la danza, ¿cómo describiría su
obra poética?

Yo he sido un escritor bastante heterogéneo, respeto


mucho el texto escrito como tal, pero siempre he teni-
do un ánimo experimental. Mi primer libro trataba de
reproducir en términos completamente metafóricos
un cómic, en el segundo, Oruga, también de manera
metafórica intento hacer una especie de rockópera
con cuatro secciones que aluden a los cuatro lados
de aquellos viejos discos de acetato; Concierto en vivo 221
trata de reproducir un concierto de rock; Como agua
regresar intenta ser una novela, pero más bien de corte
poético.

Además están sus poemas relacionados con la sono-


ridad y la música.

Es difícil para un escritor definirse a sí mismo, pero


creo que yo manejo un poco estas dos vertientes: por
un lado el respeto por lo escrito y por otro también lo
que se puede contar y cantar al mismo tiempo.
Últimamente me ha dado mucho por la poesía
como arte sonoro y su representación fuera de la
página escrita a través de la interpretación oral y es lo
que estoy haciendo en mi último libro, La máquina del
instante de formulación poética.

En México existió una fuerte corriente de movimien-


tos y grupos en torno a la poesía, también revistas
y publicaciones dedicadas al género, ¿cree que ac-
tualmente existan grupos literarios de esta índole?

En los tiempos que vivimos es muy difícil que existan


estéticas garantizadas o movimientos coherentes de
un grupo de escritores, creo que actualmente no exis-
te tal cosa; sin embargo hay corrientes, “las autopistas
del aire” como decía Goytisolo, gente que sin siquiera
222 conocerse coincide.
Finalmente ser parte de la poesía mexicana es
importante y es un pacto, pero igual están los perua-
nos desde César Vallejo, Antonio Cisneros, y hay
una serie de poetas congregados en un movimiento
de los setentas que se llamó “Hora Cero” que tuve la
fortuna de conocer gracias a un poeta amigo, Mario
Santiago, que me los presentó y encontré muchas afi-
nidades.
Hablo del tiempo del El pobrecito señor X, en
donde el poeta no tenía que simular tener 40 años
para escribir poesía y podías hacerlo a cualquier edad
con tus problemas, tu concepto de la realidad que te-
nías y eso creo que sí me voló la mente. Fue un poco
una vacuna contra la tradición mexicana de poesía
que siempre hace que el poeta joven tienda a adoptar
una personalidad, inclusive una cultura que no tiene.

¿Es ahí donde están sus poetas de cabecera?

Yo mencionaría a César Vallejo, Fernando Pessoa,


Rimbaud, Baudelaire y Antonio Cisneros. También
la tradición mexicana de poesía, comenzando con Ra-
món López Velarde, los Contemporáneos Villaurru-
tia, Gorostiza y hasta el mismo Paz.

223
¿Quién abre y cierra las voces?

Para Marianne Toussaint la poesía es una revelación.


Y lo es un nivel personal, íntimo. Hija de Enriqueta
Ochoa, la infancia de la escritora estuvo marcada por
la literatura, los versos, las metáforas. También con
los encuentros con escritores como Efraín Huerta o
Emmanuel Carballo, a quienes conoció a través de los
diálogos de la niñez, en reuniones o paseos por el zoo-
lógico de la Ciudad de México.
Y si bien en algún momento pensó seguir otro
camino, al final fue más fuerte la vocación poética, un
oficio que no sólo la condujo a la escritura, también a 227
dirigir durante cuatro años el Encuentro Internacio-
nal de Poesía Manuel Acuña, el primero de su tipo en
Coahuila.
Marianne considera que existen los designios,
“un destino marcado”. Por eso nació, al igual que su
madre, bajo el sol de Torreón, por ello también, en
este punto de su vida, tiene la oportunidad de reu-
nir a la vieja guardia con los noveles poetas, de crear
puentes que sólo cobran vida por medio del lenguaje
literario.
Su mamá fue Enriqueta Ochoa, así que la literatura
se respiraba en su casa, ¿cómo fue nacer y crecer
en este ambiente, donde los primeros encuentros
con el lenguaje fueron también encuentros con la
poesía?

Mi encuentro, mi alejamiento voluntario, y luego mi


retorno a la poesía, es porque es mi lengua materna.
Suena muy petulante, pero no, al contrario. Fue muy
difícil encontrar la diferencia entre el habla cotidiano,
que tiene que ver más con un lenguaje lógico, donde
tú hablas para llegar a un punto, y el lenguaje poético
que suele ser figurado, donde haces una serie de aso-
228 ciaciones para que el otro llegue a una sensación, una
emoción, una idea. Son distintos caminos, pero todo
es lenguaje.
Para mí fue un esfuerzo. Imagino que debe ha-
ber sido difícil porque mi mamá era el único adulto
que en ese momento estaba a cargo de mí, estuvimos
mucho tiempo solas, y había que entender ese lengua-
je. Para un niño entender el lenguaje figurado es más
sencillo, de hecho los niños de manera natural con-
traen el lenguaje. Todos los niños comparan una cosa
con otra, para darte una tercera, porque tienen una
carencia de vocabulario, por eso usan las retóricas de
manera natural como el símil, la metáfora, la asocia-
ción. Después había que aprender el otro lenguaje.
Yo quería irme por el lado científico. No había
nada que yo admirara más que la gente que podía en-
tender la ciencia, a mí me hubiera gustado ser física,
bióloga. Cuando me di cuenta de que no tenía entre-
namiento para estar en el mundo científico, me regre-
sé a las humanidades.
El lenguaje poético es el lenguaje familiar. Siem-
pre se estaba hablando poesía en la casa, era cansado,
como debe serlo para cualquier niño que está en me-
dio del lenguaje de los adultos que lo están cuidando,
educando.

¿Qué significó para usted, ahora que ya puede ver


a la distancia las obras de su mamá, ser la hija de
Enriqueta Ochoa? Hablo en términos del regreso al 229
lenguaje poético, que decidieras adoptar la voca-
ción de poeta.

Pelee mucho, un buen rato. Escribía porque lo necesi-


taba, siempre fue eso. Cuando hay algo demasiado te-
lúrico en la vida tiendes a expresarlo en algo que pue-
de acercarse a algún tipo de arte, por lo menos lo in-
tentas. Creo en esta necesidad catártica, pero no creo
en el arte catártico. Y el arte es un vehículo, claro que
si lo tomas como tu psicoanalista o como una fuga, el
resultado puede resultar chabacano. No se logra lle-
gar ahí por ese camino, se debe tener muchos filtros,
tienes que refinar tus capacidades, tu armamento, re-
novarlo, estar al día. El artista puede estar al margen,
pero no puede ser inculto.
Me cuesta mucho trabajo no escribir, aunque
puedo tener libros sin publicar porque nunca termino
satisfecha. Terminas dando material porque hay una
demanda personal, porque ya basta de darle vueltas
a lo mismo, de tener tantas cosas guardadas. Ahorita
estoy en un regreso, tal vez por esta retroalimentación
tan fuerte que he tenido últimamente con poetas tan
disímbolos.
Creo que ser hija de Enriqueta Ochoa fue una
fortuna, un designio, un destino marcado, extraordi-
nario y difícil.
Cuando tienes a alguien tan entrañable conti-
230 go no te das cuenta, vives, no tienes de otra. Tú calas,
desde niños calas a la gente. Te digo que siempre ha-
bía mucha poesía en la casa, íbamos a muchas lectu-
ras, cosa que no aconsejo que los padres hagan con
sus hijos, que no los saturen. Pero no me llevaban
para educarme, sino porque no había con quién de-
jarme, era por una necesidad práctica. Así aprendí a
escuchar, pero sobre todo a calar. Había una suerte de
integrarte a las palabras, y eso lo viví muy chica. No
era importante si el poema era muy bueno o no, había
un detonador.
Recuerdo que el primer escritor que leí con avi-
dez fue Edgar Allan Poe, y lo leí no por lo que decía,
sino por la fotografía que venía en las primeras pági-
nas del libro. Esos ojos de desamparo me hablaban del
mío.
Y la poesía eran chispazos. Leí poesía cuando
era preadolescente y una de las lecturas que me fasci-
nó fue de Isabel Fraire, sentía que los versos eran ráfa-
gas. Después la seguí, la conocí, fui su amiga, fuimos
entrañables. Tengo, porque no le he entregado a su
viudo, pertenencias que me dio y debo regresar, dibu-
jos, cuadros. Había una relación importante con ella.
Luego leí a Lorca, Miguel Hernández, Neruda, al mis-
mo Paz, que fue más tarde, porque se necesitan otros
filtros para leer a Paz.
Durante mi infancia vivimos en Xalapa, en Mé-
xico, en el extranjero, aunque ahí no tuvimos mucho 231
contacto con los poetas. Aprendí a engancharme con
las palabras y creo que eso fue lo que definió mi regre-
so, decir yo me quiero ir por otro lado, pero esto es lo
que me engancha. Hay un gancho ahí que a lo mejor
no tuve la suficiente fuerza para desarmar.

Ahora que habla de las palabras, sus poemas tienen


una mecánica preciosista, da la impresión de que
ninguna pieza se dejó al azar, ¿cómo es su encuen-
tro con el acto poético, con la creación?
Sí cuido el terminado, me importa mucho, pero creo
más en la creación interna. Sí escribo como de arre-
bato, y tengo muchísimo pero hay que pasarlo por el
cedazo, hay mucha paja siempre, pero sí creo en el ar-
mado interior. Las palabras, como las termino acomo-
dando, son como empiezan a quedar adentro, las oigo
así, siento que es su lugar. Me peleo con los puentes,
con lo que engarza una cosa con otra, cuando no se
logra hacer una imagen como la quiero, que es una
imagen móvil.
A lo mejor ahora tengo otras preocupaciones
literarias, pero me sigue importando mucho la movi-
lidad de la imagen porque es la movilidad de la emo-
ción, si no se mueve y está estática, es muy difícil ha-
cerla tuya, entonces para el lector no será accesible.
Tal vez mis poemas parecen preciosistas, pero me
232 importa mucho que tengan movimiento los verbos,
que el acto verbal del lenguaje esté en activo, yendo y
viniendo de pasado, presente y futuro, para darle un
movimiento interior a lo que vas diciendo. A lo me-
jor no se nota, tal vez no lo logro, pero me preocupa
mucho el movimiento interno del poema, que da pie
a que un lector conecte y sienta algo.

Alguna vez platicamos que escribir poesía es un


proceso difícil, doloroso, que no se hace gratuita-
mente. Raúl Zurita piensa eso de la poesía, que tal
vez sería ideal no escribir nada porque se entrega
mucho en el proceso; por otro lado Juan Gelman
solía decir que había que esperar a que “La señora
poesía” se dignara a visitarlo, ¿para usted qué impli-
ca escribir poesía?

Creo en las dos cosas. También comparto con quien


conviví, Enriqueta Ochoa, la idea de que la poesía es
sumergirse en el inconsciente, sacar cosas del incons-
ciente. Siento que a veces sacas lo que necesitas, que
son brasas, y te quemas porque no las puedes sacar
con guantes anti fuego. Resulta que las depositas en
algún lugar de trabajo y lo incendia todo.
Yo sí le tengo verdadero respeto, y a veces un
poco de horror, a este acto, donde no sabes el tamaño
del fuego que hay en el inconsciente, de todo lo que
has ido acumulando, de cómo lo has alimentado. Lo
233
intuyes y por eso, entre más está lleno el inconsciente
de cosas que no salen a flote, piensas que es mejor no
moverlo, no vaya a ser que te quedes en el intento. De
pronto piensas: “Hay tantos poetas que saben decir
tan bien las cosas, no pasa nada si uno se queda ca-
llado”.
Pero la verdad es que sí trabajo, no puedo des-
prenderme de la poesía. No la publico, eso es otra
cosa, no la publico con la constancia que, esto es im-
portante, cada época requiere. Ahora es una época
con ciertas demandas, cada época ha sido diferente,
y la gente que siempre está produciendo se cree que
es más trabajadora que la que está escribiendo en si-
lencio. Como yo no creo en competencias, porque fui
hija única, no tengo necesidad de ocupar ningún si-
tio, pero si te dan un lugar lo agradeces muchísimo. A
lo mejor eso habla muy mal de mí y debería intentar
tener otra actitud.
Lo que sí creo es que sientes que llega el tiempo
y tienes la necesidad de sacar aquello que ya no pue-
des seguir guardando. Lo publicas o lo publicas, si es
malo, pues te dará mucha pena, pero ni modo, es lo
que has estado haciendo. Obviamente publicaré muy
poquito de todos los cuadernos y libretas que tengo.
Uno tiende, aunque no lo quiera, a ser repetiti-
vo u obsesivo. Uno está hecho de una geografía, no
puedes de pronto, porque quieres, parecerte a otra.
Puedes tener lapsus de hallazgos. Intelectualmente
234 puedes recrear otro lugar pero siempre, en el fondo
del personaje que recreas, está la esencia de lo que
eres tú. Es cierto que puedes tener injertos, como las
plantas, que van cambiando la estructura de la flor o
del fruto, puedes alimentarte, con las lecturas, la con-
vivencia, la vida. Sí creo en esta alquimia, por eso es
importante estar siempre abierto con lo que puedes
conectar. A veces las conexiones llegan de la manera
más inesperada.

Ahora que habla de conexiones, usted fue becaria


de la primera generación del FONCA, y también le
ha tocado trabajar con los escritores noveles, ¿cómo
ha sido este tránsito, de ser aquella joven que traba-
jaba con sus primeros poemas, a leer los textos de
las nuevas generaciones?

Tuve la fortuna de sacarme la primera emisión de las


becas del FONCA, entonces a las becas de los jóvenes
les decíamos “las del pantalón corto”. Para mí fue una
sorpresa, no me la creía.
Esa beca fue difícil porque la temática era en
torno a la figura masculina, la ausencia del varón en
la vida de una mujer, cómo la ausencia se vuelve la
presencia más fuerte. Recuerdo que en diciembre me
dicen que me dan la beca, y mi padre muere unos me-
ses después. Así que la beca toca esa brasa y me cos-
tó mucho trabajo, aunque la propuesta no era hablar
235
de mi papá, sino abordar el tema literariamente. Pero
también fue una experiencia muy fresca, eran las pri-
meras becas, había caldo, no sopa espesa, las cosas se
veían con esperanza, diáfanas. Recuerdo que estaban
Carmen Villoro, Carmen Leñero, Mauricio Molina,
Víctor Hugo Piña Williams, Ernesto Lumbreras. To-
dos estábamos sorprendidos con el otro.
Ahora que me acerco a los jóvenes lo hago con
mucha alegría, con curiosidad por el proceso que tie-
nen actualmente, porque sí hay una ruptura. Si va-
mos hacia atrás y vemos lo que fue la antología de la
ruptura, Poesía en movimiento de Octavio Paz y compa-
ñía, te das cuenta que la poesía no ha dejado de rom-
perse y creo que actualmente, en los últimos 20 años,
ha sido una de las rupturas más fuertes. Siento que la
poesía, no sólo en México, en el mundo, se partió en
dos o en tres, ya no sé cuántos pedazos. Son abismos,
cuesta trabajo hacer puentes de una ruptura a otra,
hay un trabajo de entrenamiento, no es fácil irse al
otro lado. El mundo cambió, no ha dejado de cambiar,
y los saltos son muy rápidos y muy bruscos, enton-
ces las distancias de lo que piensa una persona con
10 años de diferencia no son las mismas que pasamos
nosotros. Ahora 10 años son muchos en la literatura,
es una locura de tiempo. Acaba de publicar la Univer-
sidad veracruzana un libro de ensayos de Elsa Cross,
muchos son estudios de poesía, y al final ella habla de
esto, de que ni siquiera puedes detectar en qué radica
236 el cambio.
Es tan violento a veces el cambio, no solamente
a nivel de construcción, de estructura, sino a nivel au-
ditivo. Bachelar hablaba de la logosfera, estaba preo-
cupado por lo que producían las ondas de radio, ima-
gínate ahora. Tengo un ensayo, como muchas cosas,
que no he concluido, sobre el cambio que hubo en la
humanidad cuando se produjo la luz eléctrica. Empie-
za diciendo: “Comienzan los siglos de la luz, acaban
los siglos de la iluminación”.
Me obsesiona la temática de cómo algo exter-
no puede provocar un cambio tan vital. Hay cosas que
no adviertes y que están pasando, con tanto twitter,
con tanto mensaje, debe ser muy cansado para el cere-
bro hacer filtros para no enloquecer, y luego pasarlos
al arte. Antes un poeta escuchaba el sonido de una
carreta sobre una calle de piedras, eso ya no lo oye un
poeta actual. Para un poeta joven, citadino, puede re-
sultar bastante difícil entender un poema bucólico de
Juan Ramón Jiménez. Hay como un canon actual de
despojarse de muchas cosas, pero que nunca se logra-
ron hacer propias.

Hay distintas formas de aproximarse a la poesía,


de escribirla, pero en el fondo me parece que sigue
teniendo el poder de revelarnos ideas, emociones,
sensaciones. Pienso en los versos de un poema de
Czeslaw Milosz: “En la esencia de la poesía hay algo
indecente / brotan de nosotros cosas que no intuía- 237
mos tener…”

La estructura es distinta, pero en esencia seguimos sa-


cando lo mismo. No creo que la ruptura haya sido que
la gente dejó de sentir o que sienta distinto. Por muy
intelectual que seas, si alguien viene con una aguja y
te la entierra, como a todos, te va a doler.
Aunque suene decimonónico, sigo creyendo
que la poesía es una revelación. Hay algo que se te re-
vela de ti, de otros, de algo. Por eso creo que tiene un
lenguaje en común con los textos religiosos, esta am-
bigüedad, porque sobre el verso puedes hacer muchas
carreteras y puedes recorrerlas de forma distinta.
La poesía es la médula del lenguaje. Primero
surge en la poesía y después se pasa a otros géneros.
Cuando tú logras la revelación es porque lograste co-
nectarte con la médula del lenguaje primigenio, eso
no quiere decir que uses una estructura antigua, sino
que conectas y regresas a tu lugar, a tu sitio.
Aquí hay mucho juego, qué es lo quiere la gente
contemporánea, qué está tratando de trasladar, creo
que ahí está el meollo de cómo leer a los poetas. Al
final te das cuenta, como todas las épocas, que hay
mucha mierda, a toneladas, con una estructura nove-
dosa, pero hay muy poquito bueno que vale la pena
pescar.
La ruptura puede desconcertar y te vas con la
238 finta, requiere entrenamiento y malicia decir: “Aquí
hay mucha estructura novedosa, pero no hay nada, se
desinfla, se me olvida, no me importa”. Igual que en
todas las épocas, van a quedar unos cuantos, lo que
tiene esencia.
No sé cómo será para los jóvenes, yo los veo muy
seguros, algunos hasta petulantes, muy engreídos,
como si fueran la primera ruptura en la literatura. Da
un poco de ternura. Hay mucha arrogancia, hay un
exceso de soberbia, como si entre Paz y ellos hubiese
habido una gran burbuja de vacío, y por supuesto que
no, ni que fuera generación espontánea.
De hecho hay grandes poetas nacidos en el México
del siglo XX, ¿qué significó para usted conocerlos,
convivir con ellos?

Lo bueno es que conviví con ellos como con otros


más. Tengo recuerdos de Efraín Huerta, que era ado-
rable y se aburría con los jóvenes de entonces, que
también eran arrogantes, y se cansaba. Le decía a mi
mamá: “Enriqueta, la niña quiere salir, la voy a llevar
a dar una vuelta”. Yo feliz. Durante el paseo me decía:
“Tú no vayas a ser poeta por favor, tú sé normal, tú sé
feliz”. Íbamos al zoológico y hablábamos de los chan-
gos, de por qué me gustaban las martuchas.
Para mí eran seres humanos, claro, seguro se me
pegaron muchas cosas de cómo hablaban, de lo que
te decían. Para mí Efraín era importante porque me
239
llevaba al zoológico, ya después empatas a la persona
con el escritor. Mi vida ha sido empatar a la persona
con la obra.

¿Qué ha significado para usted el Encuentro Inter-


nacional de Poesía Manuel Acuña, por un lado es
una gran responsabilidad dirigirlo, pero por el otro
ofrece la oportunidad de reunir a poetas de todo el
mundo en Coahuila, su tierra natal?

Ha significado muchísimo aprendizaje. He tenido que


caminar velozmente para saber más o menos qué te-
rreno piso, quiénes están en la poesía. Hay muchas
cosas difíciles en el encuentro porque hay mucha gen-
te que he querido invitar y que no he podido. Guardo
un poco de sentimiento de malestar, no es fácil hacer
una curaduría.
Creo que no solamente hay que hacer un en-
cuentro para los que están escribiendo, también para
la gente de a pie, para los lectores. Tienes que hacer
como un pastel de hojaldre de muchas capas, y cada
capa empata porque es poesía, pero no es la misma,
por eso hay una separación entre capa y capa. Lo mis-
mo puede venir alguien con poesía de vanguardia,
con riesgos con el lenguaje, como alguien que conser-
va sus raíces, que está más apegado a la tradición.
Me importa mucho que vaya gente joven, pero
también gente adulta. En los encuentros siempre hay
240 vasos comunicantes, la oportunidad de descubrir lo
que está haciendo al otro, algo que enriquece a los
que están creando. Es un privilegio que un gobierno
te dé la oportunidad de traer poetas. Fue como un
momento que me tocó y lo agradezco, se dieron las
cosas bastante locas, fue un destino.
Es un momento muy interesante. En Coahuila
veo que hay muchísimo talento y no le digo patrio-
teramente ni porque yo haya nacido en Coahuila,
lo digo con distancia, sí se ha hecho un movimiento
muy interesante, hay una diferencia. La poesía nor-
teña marca una diferencia, va a la vanguardia, tiene
un sesgo diferente, como una quilla de barco que va
abriendo, se ve la senda, hay fuerza en los escritores
del norte, eso lo veo muy claro. Hay voces muy defini-
das de las cuales me siento orgullosa. El encuentro se
hace pensando en la gente de Coahuila.
Siento que el encuentro ha hecho patente eso
que está sucediendo. El encuentro quiere que la gen-
te joven que está creando tenga espejos, mirillas de
puertas, que vea lo que se está haciendo de otra ma-
nera, en otro lado.

241
El mundo ya no es digno
de la palabra

“Sobre tierras paganas fue un errante”, dice uno de


los versos del poema “Albert Peyriguere”, escrito por
Javier Sicilia. Con la misma convicción que el religio-
so francés, el escritor se ha dedicado a recorrer Méxi-
co, no para hablar del paraíso, sino del infierno que se
ha multiplicado por las calles de un país en donde los
asesinados, los desaparecidos, los desplazados, han
llegado a números que erizan la piel.
Tras el asesinato de su hijo, Juan Francisco Sicilia
Ortega de 24 años, en el 2011, Javier Sicilia se convirtió 245
en activista, en una figura política y social que convo-
ca multitudes. También decidió abandonar la poesía.
Usted ha declarado que su vida cambió de manera
total después del asesinato de su hijo, también la
forma en que ve el mundo.

Todas las certezas, como me había construido, como


veía al mundo, se desmoronaron. Tuve que repensar
mi propia existencia, mis propias significaciones y
sentidos del mundo a partir de una oscuridad y una
nada inmensas.
Creo que he tenido la fortuna de que ha habido
un profundo trabajo espiritual detrás de mi vida, só-
lidas bases espirituales y una gracia que me ha permi-
tido sostenerme y a partir de ahí empezar a rehacer el
246 sentido de mi vida… Pero uno queda mutilado.

Vestigio es su último libro de poemas, incluye ade-


más un texto que le dedicó a su hijo, un texto con el
que además se despidió de la poesía.

Es un tema complicado, sobre todo en un mundo en


el que se exalta demasiado la palabra. En un mundo
ruidoso, el silencio se ve como negativo. Es una forma
de la protesta. El último poema que escribí está dedi-
cado a él, con el que cierro mi último libro de poesía,
Vestigio. No veo que esta decisión, de dejar la poesía,
sea un daño, es una forma de protesta.
En un mundo demasiado hablante, donde nada
es más viejo que el twitter de hace cinco segundos,
en un mundo así, el silencio parece una negatividad.
Pero estos son tiempos en que el silencio tiene una
forma de decir algo.
La poesía vive de la lengua de su tiempo, un poe-
ta vive del lenguaje de su tiempo, pero una lengua que
no puede crear civilización, en la que se cometen los
crímenes que se están cometiendo, una lengua como
la de los políticos, es una lengua degradada, sin signi-
ficado y con esa lengua no se puede componer nada.
Es una situación extrema la que yo vivo, como
la que viven muchos padres y madres de este país, que
no tiene nombre, porque a la muerte de un hijo nunca
le hemos podido dar el nombre, ni siquiera hay una 247
palabra para definirlo, como sí la hay para los viudos y
los huérfanos. Uno ya tocó umbrales donde ya no es
posible decir nada, ¿qué se puede decir de una reali-
dad tan atroz?

Una realidad que además no está muy interesada en


la poesía. 

¿Cómo refundar sentido donde la palabra ya no cobra


sentido? Lo decía Fabio Morábito, nadie lee poesía, a
nadie le importa. En los discursos que yo hacía con los
encuentros con los poderes políticos o para los míti-
nes, empezaba mi discurso con unos versos, claves de
interpretación. Esos versos decían más de lo que es-
taba dicho en el discurso, pero a nadie le importaban,
nadie los citaba, nadie se preguntó por qué usé esos
versos. Seguramente en la mente compartimental que
vive este país, o en el mundo, pensaron “es poeta, por
eso empezó con unos versitos”. Frente a eso qué se
puede escribir, cómo se puede escribir.

¿Su autoexilio de la poesía es definitivo entonces?

A la poesía no volveré. Es complejo pero la mejor res-


puesta ante la barbarie, ante la destrucción del lengua-
je, ante la dignidad poética, es el silencio, que es una
248 respuesta también a esta sociedad que no permite flo-
recer a la poesía, que no se merece la palabra poética.
El silencio es una forma de concentrarla para que no
se pierda.
La poesía es la palabra sagrada. Todos los libros
sagrados están escritos en poesía.

En su primera novela, que recién se reeditó, apare-


ce San Juan Bautista, un personaje que representa
esta cuestión espiritual en medio de la violencia.
Leer sobre esta figura, justo en estos tiempos, pare-
ce muy pertinente, pues este ambiente de miedo y
horror, y a veces nos impide ver el otro.

Es de estos personajes que a mí siempre me han gus-


tado. San Juan Bautista es uno de estos personajes
que la tradición cristiana ha puesto como faros, pero
que también ha sido complicado para la Iglesia. Es un
hombre de frontera, un hombre extraño, de alguna
forma es la bisagra entre lo nuevo y lo viejo, y en ese
sentido convulsiona su momento histórico, los pode-
res de su tiempo, porque anuncia lo nuevo. Muere de-
solado, abandonado, ejecutado, después de que había
anunciado la llegada de Jesús de Nazaret.
Esos seres revelan la dimensión del ser humano
que hemos estado perdiendo, precisamente lo que es-
tamos viviendo en el país, el horror, el desprecio, lo
249
que usted define muy bien, Sylvia. Estos personajes
muestran esa falta de sentido espiritual en la vida, de
llenar de sentido espiritual la cotidianidad misma.

La novela se publicó originalmente en 1991 y vuel-


ve a circular en este contexto del que platicamos,
podría ser una oportunidad para que las nuevas ge-
neraciones se acerquen a estos personajes bíblicos.

Creo que es una novela que sigue diciendo cosas im-


portantes, más en esta época, que en el tiempo que la
publiqué por primera vez. Creo que si los chavos se
quitan el prejuicio religioso, que entiendo porque la
Iglesia está llena de moralismos y ha velado y ha las-
trado la profundidad espiritual, pueden descubrir a
este tipo de personajes. 
La novela está abordada desde el drama interior,
no desde un ángulo ideológico, sino desde un ángulo
interior que cada vez se acerca más a la sustancia de lo
humano, que es la sustancia de lo divino. Es un tipo de
novela que tampoco a la Iglesia le hace mucha gracia.
Creo que estos santos, y por eso son faros, son
seres como nosotros, pero que le apostaron a una di-
mensión mucho más profunda de la vida y se fueron
construyendo a partir de eso. Creo que puede tener
resonancias hoy, sobre todo en una época de vacío y
horror, de exaltación de la violencia, de exaltación de
250 la nada, de la muerte.

Esta lucha social que encabeza lo ha llevado a reco-


rrer prácticamente todo el país, ¿cómo ve a México?

México sigue igual y en algunos lugares peor.


Esta administración cambió el discurso, pero a
pesar de que asume la deuda de Estado frente a lo que
estamos pasando, cosa que no había hecho la admi-
nistración de Felipe Calderón, sigue la misma estrate-
gia y con algo mucho más terrible, nos quieren velar
el horror.
Con esta idea de que hay que cambiar la per-
cepción, empiezan a tratar de ocultar las víctimas, a
tratar de ocultar la tragedia humanitaria del país, la
emergencia nacional y eso es grave, porque pone a la
gente en estado de indefensión. La gente quiere creer,
se descuida y suceden más tragedias.
Yo veo muy mal al país, solamente hay que ver
la cifra que acaba de dar el procurador Jesús Murillo
Karam de los desaparecidos, que de los 27 mil que te-
nían en las listas de desaparecidos aparecieron 13 mil
500 muertos, más 600 y pico vivos. Y todavía no sabe-
mos qué pasó con más de 13 mil personas. Esto es de
la administración de Felipe Calderón, pero después el
secretario Osorio Chong dio una cifra más espeluz-
nante, habló de 8 mil desaparecidos más en lo que va
de este sexenio.
¿Cuál es la cifra de los muertos? Creo que ya 251
rebasa los 100 mil, la de los desplazados, que no ha
querido dar el gobierno, debe estar arriba del medio
millón, personas que viven en condiciones infrahu-
manas. Nosotros vimos y hemos acompañado despla-
zados que viven en condiciones terribles.

Desde hace varios años, miembros de la sociedad ci-


vil han tomado papeles destacados como líderes de
opinión en el tema de la inseguridad, ¿cree que son
los ciudadanos los que cambiarán el futuro del país?
Nosotros podemos visibilizar el problema, llenar el
problema de salidas políticas, como lo hicimos con el
Movimiento por la Paz, pero no podemos sustituir al
Estado. La deuda es del Estado, su vocación funda-
mental es cuidar la seguridad, la paz y la justicia de sus
ciudadanos. Y este Estado no está haciendo eso. Es un
Estado fracturado.
El que paguemos impuestos y sostengamos estas
instituciones, no quiere decir que tengamos Estado.
Los ciudadanos somos un puñado que salimos
y nos manifestamos, peleamos, pero somos pocos. No
tenemos capacidad de cohesión, estamos muy disper-
sos por el país. Después está el desgaste, uno no vive de
hacer activismo político, uno tiene su familia, su tra-
bajo. Es terrible que tengamos que estar sustituyendo
a un Estado, a unos gobiernos que supuestamente son
252 democráticos y que elegimos para hacer esa chamba.
Los ciudadanos tenemos que tomar el relevo. No sé
por qué seguimos soportando que se siga desaparecien-
do gente, que la asesinen, la sigan torturando, descuarti-
zando, no sé por qué los mexicanos seguimos soportan-
do esto. Habría que volver a hacer un llamado nacional,
con muchos liderazgos, para presionar al Estado en esa
parte fundamental que a todos nos pega: la seguridad.
Y de cuatro maneras
germinará lo plantado
 

“La palabra es el corazón de la literatura”, sostiene Mi-


nerva Margarita Villarreal. Su voz suena fuerte en el
interior de la Capilla Alfonsina, uno de los santuarios
de las letras más importantes en el norte de México,
guardián de la biblioteca personal de Alfonso Reyes.
Desde hace varios años la poeta regiomontana
dirige este recinto que, con el respaldo de la Univer-
sidad Autónoma de Nuevo León, no sólo difunde la
obra del célebre humanista, también sigue sus pasos
para ofrecer a los lectores una colección poética que 255
seguro haría sentir orgulloso al pensador mexicano.
“El Oro de los Tigres”, en honor al argentino
Jorge Luis Borges, es el título de una serie de ejempla-
res que gracias a la traducción de escritores iberoame-
ricanos ofrece textos de autores como Catulo, John
Donne, Cavafis o Czeslaw Milosz.
Con Minerva Margarita siempre hay material de
conversación. Por un lado está su labor editorial, por
el otro su oficio de promotora cultural y, por supuesto,
su vocación poética, que le ha valido premios como el
Alfonso Reyes, el Jaime Sabines o recientemente el
Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes.
Es su afinidad a la poesía la que nos sumerge en
largas conversaciones. A veces es la obra de Tomás
Segovia la que captura nuestra atención, lo mismo
que el encuentro con Adonis en la Ciudad de México.
También hablamos sobre el momento en que decidió
cambiar la sociología por la literatura, o de su relación
epistolar con Gabriel Zaid. Ahora, el contacto que
tuvo con Santa Teresa de Jesús es la experiencia que
relata con visible emoción.
 

256
Alguna vez me contó que estudió otra carrera, que
no está relacionada con la literatura, ¿cómo se dio
su encuentro con la poesía?

No había otra salida. Originalmente estudié socio-


logía porque pensaba que era una manera de ayudar
a solucionar los problemas sociales que me atribula-
ban. Cuando estaba estudiando tuve la fortuna de
ser asistente de un maestro argentino que había veni-
do a Monterrey por la dictadura, Luis María Gati, El
Mumo, que era antropólogo. Me especialicé con él en
sociología rural, o antropología social, y me enseñó a
trabajar el diario de campo, que aplicamos en ejidos
del sur de Nuevo León y de la zona citrícola. 257
Cuando estaba trabajando allá tuve que hacer
uso de dos diarios de campo. En uno intentaba plas-
mar la objetividad de los acontecimientos que veía, de
la gente con la que hablaba. En el otro diario escribía
todo lo que a mí me provocaba vivir eso. Tuve una
crisis y le dije al maestro: “Yo no puedo con esto, ten-
go que escribir, porque es más lo que me provoca las
situaciones de lo que veo, que el aparente análisis que
debo hacer. Me provoca algo que tiene que salir”. Él
se reía mucho y me dijo: “Tú no sabes lo que significa
escribir, crees que es muy fácil, pero es muy difícil,
son palabras mayores”.
Cuando me dieron el premio de la revista Plu-
ral, le llevé la revista. Él ya estaba enfermo y le dio
mucho gusto. Gati admiraba mucho lo que hacía mi
esposo, José Javier Villarreal, y pensaba que yo esta-
ba loqueando, pero con el tiempo ya se ha ido confir-
mando esta vocación por la poesía.
Cuando estaba en la prepa, una maestra nos pi-
dió un análisis de Macbeth de Shakespeare, y después
de leerlo me dijo: “Tú vas a ser escritora, tienes que
entrar a Letras”. Pero yo, como quería analizar a la so-
ciedad y solucionar los problemas cuando los tuviera
claros, entré a sociología. 

¿Entonces cómo fue que decidió que la poesía sí era


258 lo suyo?

Cuando estaba terminando la carrera me dieron una


beca de la OEA para estudiar en Israel. Cuando estu-
ve allá me pasó algo definitivo: oí una voz. Fue algo
impresionante. Yo estaba tomando una clase, con
quien recuerdo que fue el mejor maestro de los cursos
que tomé allá, y de pronto tuve como un instante pro-
longado de fuga. Escuché, al lado de la ventana por
donde estaba sentada, una voz que venía atrás de un
árbol y que me decía que me dedicara a la poesía, que
la poesía iba a ser mi vida.
Sentí que mi mundo se rompía, como si me
abriera por dentro. Batallé mucho cuando regresé
porque yo era socióloga, tenía una carrera, pero ya
no quería estar en eso. Lo bueno es que tuve gente
que me apoyó mucho, como Genaro Saúl Reyes, el
maestro Bernardo Flores, que luego fue director de
la facultad, Ricardo Villarreal Arambirre. Todos ellos
creyeron en mí, me empezaron a dar libros de poesía
para que me metiera en eso. Conocí a José Javier y me
metí completamente en esta cuestión.
Pienso que de otra manera no hubiera podido
sobrevivir, porque soy muy cuestionadora, tiendo a
estar inquiriendo, a desestabilizar el ambiente. Enton-
ces la poesía me vino muy en gracia, porque la poesía
es la gracia.  259

Uno de los versos del libro La raíz cuadrada del


verso, de Alberto Blanco, dice que la poesía va a
gran velocidad. Lo menciono porque me parece que
aplica muy bien a su trabajo literario, tiene varios
premios, libros que incluso están publicados en el
extranjero, edita, promueve la traducción, ¿cómo
han sido estas distintas tareas, en torno a las letras,
que le han impulsado a lo largo de los años?
Siempre me he sentido una ignorante. Como termina
el libro de Alberto Blanco: “En poesía no hay nada
escrito.” Yo siento que no sé nada y tengo esta inquie-
tud de aprender.
Soy una eterna aprendiz y por eso me gusta edi-
tar, apoyar la traducción, porque pienso que una ciu-
dad, un estado que no tiene contacto con otras cul-
turas desde lo esencial, que es la poesía, es un pueblo
que no tiene salidas.
La poesía te posibilita interpretar la realidad
que estás viviendo. Por lo menos en el orden de la
representación, del pensamiento, ubicar a los políti-
cos en el plano que deben estar, no sobrevalorarlos
o sentir que nos aplastan con sus diatribas y sus es-
tupideces. Todo esto se lo debo a esa visión de estar
siempre aprendiendo y de ubicar las cosas en donde
260 deben estar. 

En este sentido, también está su labor en la capilla


Alfonsina.

Yo empecé estudiando a los griegos, es una cosa que


me une con Alfonso Reyes, quizá por eso fui a dar a la
Capilla Alfonsina.
Cuando estaba chava me invitaron a dar un
taller de poesía a la Biblioteca Central, el primer ta-
ller que di fue sobre la lírica arcaica griega y trabajé
con libros que ha traducido y editado el gran maestro
español Carlos García Gual, a quien conocí mucho
tiempo después, hace poco, y de quien me volví una
gran amiga, a tal grado que le dediqué el libro Amor y
Furia. Epigramísticos.
Él fue mi maestro, sin que yo lo hubiera cono-
cido en aquella época. Para mí fue muy valioso que él
presentara mi libro de los epigramas en España, lo que
significa que me reconoce como su aprendiz.

Se podría decir que es heredera de la tradición.

Sí, heredera de la tradición clásica por supuesto, de


los griegos y de los latinos. Los griegos son menos in-
cisivos que los latinos.
El epigrama lírico arcaico griego es sobre todo
amoroso. Safo, Arquiloco de Paros, Simónides fue- 261
ron poetas que dejaron una marca. Los latinos reto-
man el epigrama y lo vuelven lapidario, un acto de
denostación pública, lo utilizan mucho en la época de
la república y el imperio.
En mi libro se combinan los dos tipos, pero hay
epigramas eróticos, amorosos, al estilo griego, pero
también al estilo latino. Lo que hice fue tratar de ubi-
car el “allá” y “entonces” latino y griego, sobre todo
latino, con el “aquí” y “ahora” de nuestra realidad
mexicana.
En 2015 se celebró el centenario del natalicio de San-
ta Teresa de Jesús, así que su reciente libro, Las ma-
neras del agua, aparece en un momento oportuno.

A principios del año pasado me pidió una amigo, el


poeta español José María Muñoz Quiroz, que le man-
dara un poema sobre Teresa de Jesús. Yo había tenido
una vivencia años antes, en el mundo entre el sueño
y la vigilia, en la que se me presentaba una monja y
me tocaba la cabeza. Realmente sentí que me tocaron
la cabeza y abrí los ojos, no sé si estos u otros, y la vi.
Me dije: “No es Sor Juana −que era mi única referen-
cia, porque estaba vestida de otro modo− es Teresa de
Jesús o Teresita de Jesús, la francesa”.  Esto fue hace
ocho años, pero el tiempo me fue ubicando, me han
pasado cosas sobrenaturales con Teresa de Jesús.
262
Tomé de El libro de la vida elementos a través de
los cuales construí Las maneras del agua. Ella nunca
vio publicado El libro de la vida, se lo quitaron y ella
pensó que lo habían quemado en la inquisición. Pero
María de San José, una de sus seguidoras, lo recuperó
en Flandes, en Amberes. Este libro se llamaba origi-
nalmente “La grande relación”, pero quien lo tituló El
Libro de la vida fue su editor, Fray Luis de León.
Entonces comencé a leer ese libro, me fui me-
tiendo y Las maneras del agua es una analogía con las
acciones que uno debe ofrecer a Dios. Ella dice que
el agua tiene cuatro maneras: agua del pozo, agua de
noria sin anegar el huerto, agua de río o del  arroyo.
Hasta que llega la lluvia del cielo, que es la que propi-
cia la mejor cosecha.
Santa Teresa dice que uno se debe poner en las
manos de Dios para que tu vida tenga acciones que sí
florezcan.

La importancia de la obra literaria de Santa Tere-


sa es indiscutible, pero me parece que se lee poco.
Sus escritos tienden a olvidarse, quizá opacados por
San Juan de la Cruz, el otro místico de la poesía
española.

Ella no quiere que la olvidemos. A mí se me apareció.


Ha sido muy impresionante la presencia de Teresa en
mi vida, no me refiero nada más a sus libros, sino a
su presencia. Teresa es materia viva, no la vemos pero 263
está entre nosotros y se manifiesta.

¿Qué significó ganar el Premio Aguascalientes con


Las maneras del agua?

Todavía no me la creo. Tengo tantos años en esto, la


poesía ha sido mi vida, y me sorprende cómo en las
presentaciones que he tenido ahora la gente subraya
que mi ficha debe decir ganadora del Premio Aguas-
calientes. Yo no sabía que era tan potente la valora-
ción del premio, pero ha sido muy padre.
Esto demuestra que fue una buena decisión abando-
nar la sociología.

Creo que nunca abandoné la sociología del todo.  En


Las manera del agua hay varios poemas que tienen que
ver con la sociedad, el entonces de Teresa y la forma
como se vinculan con el ahora. Hay imágenes que tie-
nen que ver con los autos de fe, los horrores que co-
metía el catolicismo contra los judíos.
Teresa era de origen judío, como San Juan de
la Cruz, la paradoja es cómo ellos tienen que retomar
otra cultura para sobrevivir. Eso me llegó de una ma-
nera profunda y cuando fui a Ávila y Toledo, en don-
de creció y vivió Teresa, los días me fueron llevando
por los pasos de ella, pude ver cosas que hicieron que
yo entrara en su mundo, en esa época, fue maravilloso.
264
¿Qué significa “El oro de los tigres”? Es una colec-
ción que traduce a poetas que es difícil leer en espa-
ñol y que está dirigida a los jóvenes universitarios.

Estamos trabajando desde el punto de vista de lo que


fue Alfonso Reyes, quien fue un mediador, un barque-
ro entre los países que él visitó y México. Como direc-
tora de la Capilla Alfonsina mi propósito es emular
la obra de Reyes y la tradición que él gestó. Creo que
nuestra patria se salva por su legado cultural.
Nosotros tenemos grandes artistas que nos per-
miten que espiritualmente no nos hundamos en este
laberinto de carne y de sangre que estamos padecien-
do por la corrupción y la política mal encaminada de
nuestros gobiernos. En este sentido me parece muy
importante que la Universidad Autónoma de Nuevo
León esté haciendo esta labor de emular a Reyes y de
resignificar su trabajo en el panorama mundial actual.
Aquí hay que detenernos a pensar qué significa
la literatura en este país, es una puerta a la configura-
ción de la identidad nuestra en relación con el mun-
do. No puede haber identidad nacional si no te ves en
otros espejos.
El trabajo que estamos haciendo los escritores
que nos avocamos a tratar de que México esté presen-
te en otros países, y que las voces de otras naciones
estén presentes en nuestro país, es un legado para los 265
jóvenes.
Hay esperanza, porque la palabra es el corazón
de la literatura y es la posibilidad de que se abra una
puerta permanente hacia lo que somos en relación
con la libertad.
Es tan grande la geografía

Al caminar bajo el imponente sol de Baja California,


que se funde en un cielo azul claro, sin nubes,  José  Ja-
vier  Villarreal  vislumbró las veredas de un poema lar-
go, narrativo, en donde las imágenes y metáforas se
desarrollaban sencillas ante su mirada.
El escritor no esperaba encontrarse así, de fren-
te, con su próximo libro en la tierra cálida de La Ru-
morosa. Pero gracias a ese viaje en 2008 surgió, casi
un lustro después, Campo Alaska. Precisamente esta
sensación del viajero, ya sea el que transita por las ca-
rreteras o el que se mueve por los caminos de la ima- 269
ginación, es una de las características esenciales de
la publicación editada por Almadía y que marca un
punto de inflexión en su obra literaria.
Fue en este lugar en donde el poeta vio toda la
realidad, “la que ves y la que no ves”, fue ahí donde
textos que ya tenía escritos desde el 2006 comenzaron
a tener sentido, como si se alinearan entre las presen-
cias y ausencias del sitio que fue un campamento mi-
litar durante la década de los veinte.
Poeta de larga trayectoria,  José  Javier  también
ha traducido la obra de Ezra Pound y Czeslaw Mlosz,
270

pero su corazón está con los poetas brasileños, a quie-


nes les ha dedicado largas horas de trabajo desde que
los leyó por primera vez en una universidad de El
Paso, Texas.
¿Qué significó su encuentro con Campo Alaska?
Evidentemente algo fuerte, porque ese lugar está en
Tecate, su ciudad natal, y además es el germen de su
libro homónimo.

Me di cuenta que Campo Alaska era las presencias y


las ausencias. Era toda la realidad, la que ves y la que
no ves, pero que es real porque te afecta, te vulnera,
te enternece.
Creo que es un libro muy abierto, muy expuesto
a la cuestión de la revelación o del accidente. Comen-
cé a escribirlo en 2006, acababa de terminar La Santa,
y yo sentía que iba a ser un libro hiperbarroco, donde
Góngora iba a ser borrado del mapa, con todo el ho- 271
nor que se merece.
Me parecía lo más natural, porque entonces yo
venía de “A mis Soledades Voy” de Lope de Vega, de
“Primero Sueño” de Sor Juana Inés de la Cruz.
Y nada, que empiezan a aparecer poemas bre-
ves, con pocas imágenes, pocas metáforas, con base
en comparaciones, que es una cuestión muy sencilla
en apariencia, muy primaria del lenguaje poético. Se
hizo muy presente la anécdota, incluso los recursos
del cuento, que era algo que me había rondado.
Hubo una reconciliación de lo narrativo, porque
creo que está desde nuestra tradición en las jarchas,
los sonetos, El cantar del Mío Cid, las fábulas, las epís-
tolas, donde el poema narra, te cuenta una historia y
tiene protagonistas. Hay una celebración y un canto.

Entonces, por esta cualidad revelatoria, este viaje


al lugar más alto de La Rumorosa fue providencial.

El libro está abierto a los accidentes epifánicos, a las


revelaciones, porque vi la estructura de la obra, y para
un poeta es muy importante ver ese panorama, donde
ya ves el libro con sus veredas y secciones.
El yo poético es quien se asume como lector y
protagonista, y va recorriendo todo el libro.

272 Es un libro al que dedicó, además, muchos años.

Fueron seis años y cinco versiones. Los tiempos de un


libro de poesía, me atrevo a decir, no son los tiempos
de un narrador o de un ensayista, no estoy diciendo
que sean mejores o peores, o más complejos o senci-
llos, sólo son diferentes.
Creo que hay que vivir con el poema. Tienes
que escuchar el poema, atender al poema, no puedes
imponerte a él porque lo que va a salir es algo mons-
truoso, tienes que dejar que fluya. Hay una arquitec-
tura, una convivencia. El poema te va diciendo qué te
sobra, qué te falta, cuál es la palabra exacta.

Eso que menciona me recuerda a la imagen de una


telaraña de hilos finísimos, una estructura compli-
cada, en la que cada segmento es único, vital.

Cada poema va dictándote un pequeño universo. Soy


más exagerado, cada línea se va conformando de una
manera que pide o exige su permanencia o su amis-
tad con la línea siguiente. Es un entramado donde el
autor se involucra, pero a la vez, cuando el poema se
termina, te expulsa.
Campo Alaska es una suma, una resultante en
la que están mis libros anteriores, quizá no está en
un tono que podría esperarse al leer en mis obras an-
teriores, pero sí hay preocupaciones, recursos, ecos, 273
atmósferas, adjetivos, respiraciones, acentos que se
involucran de los poemas anteriores.
Este es un libro añoso, que no se pudo haber es-
crito ni a los 30 ni a los 40 años. Hay una memoria,
hay una reflexión, hay un tono conversacional, con-
fesional, que eso sí es muy novedoso, quizás en Mar
del Norte hay atisbos, pero creo que lo que se impuso
finalmente fue la voluntad de narrar y celebrar.
Hace poco la Universidad Autónoma de México
publicó la antología Memoria poética, en la que se
incluyen algunos de sus poemas, ¿qué opina sobre
este tipo de obras, son útiles para reflexionar sobre
el quehacer poético nacional?

Esta antología que acaba de salir obedece a una se-


rie de antologías que han salido por generaciones, o
para mostrar la última poesía mexicana. Creo que lo
que se está haciendo es muy obvio y muy necesario,
que es la lectura de las nuevas generaciones de la tra-
dición poética mexicana. Pero esto es cíclico, en este
momento es una generación la que avista esto, pero
seguramente vendrá otra generación a poner un nue-
vo orden.
Creo que eso es muy sano porque aerea y dina-
274
miza la tradición mexicana. Hay poemas maravillosos,
autores geniales, pero tendemos, no sé, será por el tla-
toani o por lo que sea, a una especie de paternalismo
o gerontocracia donde hay poetas y poemas inamovi-
bles, incuestionables, y que se nos van borrando, se
nos van yendo a la distancia y ya no los leemos. Estas
antologías sirven para remover, para decir qué se está
leyendo y qué se está dejando de leer también.

Tiene un trabajo notable como traductor, en espe-


cial con poetas de lengua portuguesa, ¿cómo fue su
primer contacto con la poesía brasileña?, ¿dónde
está el germen de este interés que le ha llevado a
traducir autores como Lêdo Ivo?

Publiqué Mar del Norte en el 88 e incluye un epígrafe


que es de Carlos Drummond de Andrade, es un verso
que dice: “Provisionalmente no cantaremos al amor.”
Claro que sabía que el poeta era brasileño, pero no
había ningún nexo con la poesía brasileña, pero ahí
está el germen. 
“Había oído antes música brasileña. Si nosotros
en México tenemos muy bien dividido lo que es la
poesía popular y la culta, en Brasil la historia es di-
ferente, hay un intercambio muy vital, hay músicos
que le ponen música a los poemas, hay poetas que es-
criben ya pensando en que será musicalizado el poe-
275
ma. Está el caso de Caetano Veloso, hay quienes lo
consideran el ejemplo del poeta puro y es un músi-
co. Yo había oído música de Chico Buarque, Milton
Nascimento, pero tampoco había estado muy atento,
era como el sonido de las chicharras en el bosque.
Eso fue hasta que me mudé a El Paso, Texas.
En los 90 tomé un curso formal de portugués con un
maestro brasileño y el click fue inmediato, a la prime-
ra clase estaba fascinado con el ritmo, con la musi-
calidad. Ahí tenía la oportunidad de pedir libros de
poesía brasileña por medio de la biblioteca y me fui
haciendo de una biblioteca clandestina, porque iba a
sacar copias de los libros en Ciudad Juárez. Esa biblio-
teca me sirvió mucho al hacer la antología de Visor.

Otras de las particularidades de la poesía brasileña


son que tienen una historia y un idioma distinto al
del resto de Latinoamérica. Además tuvieron auto-
res, pienso en los poetas concretos, que apostaron
por una escritura muy experimental.

Has dicho dos cosas que son importantes, medulares,


en la poesía brasileña. Por un lado es esa necesidad de
ser modernos. Tú hablas de los poetas concretos de
los 50, pero igual te podría yo hablar de la generación
del 45 y más atrás de la poesía modernista del 22. Por
ejemplo en 1922 se está publicando Tierra Baldía en el
276 mundo anglosajón y en el mundo brasileño está la Se-
mana de Arte Moderno como la vanguardia brasileña.
Como que hay un patrón de que el poema tie-
ne que ser moderno a ultranza, es una tradición que
siempre tiende a la novedad y a la vanguardia. Eso
también hace una división muy fuerte con la poesía
hispanoamericana, en la que tenemos grandísimos
poetas vanguardistas, simplemente mencionemos
César Vallejo o Huidobro, pero hay muchos más. 
En Hispanoamericana, quizá por nuestra tradi-
ción española, hay un apego a la tradición, vamos y
venimos, nos despegamos, pero volvemos. Como que
tenemos una relación con España, que le llamamos
la Madre Patria, por ejemplo, mientras que para los
brasileños Portugal es un país pequeño al que tienen
que ayudar, es diferente la relación. El español como
que nos baila, nos emociona, en cambio los brasile-
ños marcan una diferencia, porque son realidades di-
ferentes. Portugal tiene una gran poesía, pero es una
poesía ensimismada, de memoria, de anécdota y la
poesía brasileña escapa a eso.

Entonces la poesía brasileña no es muy cercana a lo


que hacen autores españoles, mexicanos, argenti-
nos, chilenos.

Yo pensaría que la poesía brasileña está más cercana


a la poesía norteamericana en cuanto a lo coloquial, a
lo inmediato, a lo directo. Eso la hace muy diferente a 277
la hispanoamericana. 
Aquí en México, pero también en España, Chile
y Argentina, le tenemos un gran afecto y admiración
a Lêdo Ivo, un poeta brasileño de la generación del 45,
pero que marcó su pauta. Pero cuando llegué a Brasil
por primera vez me quedé muy sorprendido al ver que
no había obra suya en las librerías, sobre todo de que
lo consideraban un poeta académico.
Eso me chocó mucho porque mi generación de
poetas mexicanos, nacidos a finales de los 50, creci-
mos leyendo a Lêdo Ivo. Me di cuenta que Lêdo Ivo
tenía un registro de mayor competencia con la poe-
sía hispanoamericana, sobre la infancia, el pueblo, la
nostalgia de un amor; mientras que el canon brasile-
ño pretende ser objetivo, duro, tratan de no ser auto-
rreferenciales, como que están viendo hacia Estados
Unidos y Europa, pero también a la poesía francesa,
alemana.

¿Cómo fue el trabajo de seleccionar a los poetas y


los textos que integran la antología Poesía del Siglo
XX en Brasil?

Le propuse a Chus, el editor de Visor, hacer una anto-


logía de Ferreira Gullar, pero me dice: “Ya publiqué el
“Poema Sucio” y ahorita no quiero publicar a Gullar”.
Entonces me propone una antología de la poesía bra-
278 sileña del siglo XX y me dio carta abierta. 
Esa confianza de parte del editor fue un peso, así
que establecí criterios, el primero hacer una antología
para lectores no brasileños. No voy a ir a Brasil a de-
cirles cuál es su poesía, sería absurdo, la idea era ¿qué
debería conocer un lector extranjero?
Empecé a leer muchas antologías brasileñas y
me di cuenta de que el canon brasileño era muy só-
lido. Es decir, tú podrías encontrar una antología de
la poesía francesa del siglo XX, compararla con otras
tres y a lo mejor no se repetía ningún poeta entre una
y otra. Con la poesía brasileña siempre eran práctica-
mente los mismos, así que me puse a hacer mi lista,
que le mostré a muchos de mis amigos brasileños.
Con los textos tuve dos problemas: yo podía
enamorarme de un poema, pero el poema no pasaba
al español, no por el poema, sino por mi incapacidad
para pasarlo. Cuando hacía el borrador al español ni
me sonaba ni lo veía, así que tenía que optar por otro
poema que me sonara, que fuera más cómodo.

¿Cómo es el trabajo del traductor? Ya se ha dicho


muchas veces que un poema traducido es sólo una
versión del original.

Pasa lo siguiente: primero te vas enamorando del poe-


ma. Yo pienso que un poema es un acto de amor, pri-
mero porque el lenguaje se ha enamorado de aquello
que nombra, es la forma extraña o diferente de decir 279
algo, una forma diferente de ver, de contemplar.
Lo que sigue es enamorarte del poema, que el
poema se vaya convirtiendo en algo tuyo. Llegué al ci-
nismo, pero es un juego de decir que estos poetas tra-
ducidos por mí se habían convertido en heterónimos
míos, pero ellos no lo sabían. Como si José Javier Vi-
llarreal fuera el autor que usara otros nombres: Ma-
nuel Bandeira, Oswald de Andrade, Cecilia Meireles.
No es cierto, pero sí es cierto a la vez.
Es un trabajo muy paciente. Por ejemplo, la an-
tología fue un trabajo que se hizo rápido, en un año,
pero tenía mucho tiempo trabajándola, por lo menos
doce años que tenía mis autores, mis poemas. Como
te digo, todo había comenzado a principios de los no-
venta con esa biblioteca que fui haciendo de copias,
luego por fortuna llegó el internet y podía comprar
los libros en la librería cultura de Sao Paolo y llegaban
a mi casa. Hubo muchas facilidades en ese sentido.
Es un trabajo paciente y a mí se me confunde
con el trabajo de la creación. Sé que no son mis poe-
mas, pero no estoy tan seguro de ello.

¿Cuáles son los autores que les recomendaría a los


jóvenes que están comenzando a interesarse por la
lectura de poesía?

Tenemos grandes poetas que están en activo, como


280 Francisco Hernández. Recomendaría una revisitación
a poetas como Rubén Darío o Gabriel Zaid. Hace unos
años se dio un boom entre los jóvenes, que dijeron:
“Deniz es el bueno y vamos a pegarle a  José  Emilio
Pacheco”, creo que fue en la pasada generación. Pero
ahora que las aguas se están aquietando, a mí se me
haría necesario una relectura de José Emilio Pacheco
y de Gerardo Deniz” O tienes un poeta como Paz, que
comienza en un nivel y va subiendo.
Un descubrimiento que tengo es Alfonso Re-
yes, he descubierto que el joven Reyes, de los veinti-
tantos a los cuarenta años es un autor poderosísimo.
Muchos de los poemas que admiramos de Reyes, que
antologamos, son de un escritor joven. Por ejemplo
“Visión de Anáhuac” es de un autor de 26 años.
Yo pienso en Reyes y en Paz como dos árboles,
la primera mitad del siglo veinte es de Reyes, la segun-
da es de Paz. También los pienso como autores con-
trarios, mientras que Reyes comienza con una fuer-
za impresionante y quizá con el paso de los años va
llegando a una zona de confort, quizá de fatiga... Los
reyistas me van a matar, pero bueno. A Paz le pasa lo
contrario, comienza muy inseguro, imitando a Rafael
Alberti, que era su gran poeta, pero el Paz de la Esta-
ción violenta hacia arriba es impresionante.
Como decía Borges, creo que la relectura nos
espera. Hay que leer mucha poesía, también narrativa
obviamente, pero el ritmo, la respiración que te da un
poema, es algo único. 281
9 Sin llaves en la puerta
(P R E S E N TAC I ÓN )

15 Hablo y en la palabra permaneces


(A L Í C H U M AC E RO )

23 Dar y tomar la vida cada día


(D O L O R E S CAS T RO )

31 Todos han venido sin saberlo de otro sitio


(T OM ÁS S E G OV I A )

45 Todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre


(J UA N G E L M A N )

55 No es tan fácil volver la espalda al mundo


(J UA N BA Ñ U E L O S )

64 Oro en el oro, el tigre


(E D UA R D O L I Z A L D E )

71 Hay una cazuela en el fuego todo el tiempo


(H A M U TA L BA R-YO S E F )

81 Voy a participar en el movimiento de las constelaciones


(J O S É KO Z E R )
93 ¡Ah las preguntas celestes! Las inmensas
(A N T ON I O C I SN E RO S )

103 ¿Qué se hace con la ropa de los muertos)


(F R A N C I S C O H E R NÁ N D E Z )

115 El tren que parece la cremallera de la noche


(J UA N M A N U E L RO CA )

125 Y Dios me hizo mujer


(G I O C ON DA B E L L I )

135 Mi voz siendo mi voz es más canciones


(RI CA R D O YÁ Ñ E Z )

143 Todo poema comienza de mañana, con el sol


(N U N O J Ú D I C E )

155 Hecho un dolor bajo estos cielos caídos


(R AÚ L Z U R I TA )

163 Ha comenzado a arder el corazón del día


(E F R A Í N BA RT O L OM É )

173 Eterno Rolling Stone


(A L B E RT O B L A N C O )
181 Uno se interna en el poema
como un mecanismo oscuro
(E D UA R D O M I L Á N )

195 Conjuro, mágicas palabras, quiero verlas


(P U R A L Ó P E Z C O L OM É )

209 No es que vuelvas, palabra, estás naciendo


(V I C E N T E Q U I R A RT E )

217 En las manos una vocación de fuego lento


(R I CA R D O CAS T I L L O )

227 ¿Quién abre y cierra las voces?


M A R I A N N E T O U S SA I N T

245 El mundo ya no es digno de la palabra


(J AV I E R S I C I L I A )

255 Y de cuatro maneras germinará lo plantado


(M I N E RVA M A RG A R I TA V I L L A R R E A L )

269 Es tan grande la geografía


(J O S É J AV I E R V I L L A R R E A L )
La casa abierta
Conversación con 25 poetas
fue impreso en agosto de 2016
en Carmona Impresores.
El tiraje fue de 500 ejemplares.

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