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En este trabajo, dedicado al tema del tiempo como uno de los aspectos cruciales en los
procesos de orientación vocacional, no podemos desligarnos de la consideración
psicoanalítica del tiempo. Pero no para aplicarlas sin más sino para situar intersecciones
y diferencias.
El síntoma en el análisis se trata de una huella de algo que sólo será significado en el
futuro, aunque esa huella lo sea del pasado. Como dice Lacan:
"Lo que vemos bajo el retorno de lo reprimido es la señal borrosa de algo que sólo
adquirirá su valor en el futuro, a través de su realización simbólica, su integración en la
historia del sujeto. Literalmente, nunca será sino algo que, en un momento determinado
de realización, habrá sido"…
Vamos a trabajar distintos tópicos en los cuales aparece el problema del tiempo y sus
diferentes abordajes.
"Puedo, además, aseguraros que estáis en un error si creéis que aconsejar y guiar al
sujeto en las circunstancias de su vida forma parte de la influencia psicoanalítica. Por el
contrario, rechazamos siempre que nos es posible este papel de mentores, y nuestro solo
deseo es el de ver al enfermo adoptar por sí mismo sus decisiones. Así, pues, le exigimos
siempre que retrase hasta el final del tratamiento toda decisión importante sobre la
elección de una carrera, la iniciación de una empresa comercial, el casamiento o el
divorcio. Convenid que no es esto lo que pensabais. Sólo cuando nos hallamos ante
personas muy jóvenes o individuos muy desamparados o inestables nos resolvemos a
asociar a la misión del médico la del educador. Pero entonces, conscientes de nuestra
responsabilidad, actuamos con todas las precauciones necesarias.2"
En orientación vocacional, por el contrario, se trabaja para poder producir una decisión.
Si bien la categoría de decisión definitiva o para toda la vida debe dejarse de lado, no es
menos cierto que se trata de llegar a tomar decisiones comprometidas. Pese a ello es
claro que se trabaja en pos de ello. ¿Sólo los casos menos neuróticos podrán decidir?
¿Sólo las personas relativamente sanas podrán elegir? ¿Será necesario suspender la
elección profesional hasta tanto se produzcan algunos efectos debido a un tratamiento
analítico?
Si bien estas preguntas son de orden general, y como tales, implican respuestas también
generales, no es ocioso aclarar que habrá que situarse en cada caso singular. Sin
embargo, sigue siendo válido pensar que en muchos casos donde podría haber surgido
indicaciones tales como: suspenda toda decisión, comience un tratamiento analítico y
luego se verá, pueden llegar a ser contraproducentes. En muchos casos hay que evaluar
el costo que tiene para el sujeto suspender toda decisión. El poder emprender algo, aún a
riesgo de equivocarse, en muchos jóvenes los pone en marcha, y ese ponerse en marcha
es crucial para ellos.
Muchos jóvenes están angustiados frente a la tarea de elegir una carrera o de decidir su
futuro ocupacional. Es necesario analizar en cada caso lo que está comprometido en su
angustia.
En un caso de una joven de 19 años que claramente padecía una neurosis grave y que
esto obstaculizaba no sólo su decisión sino su puesta en marcha para la vida, se hacía
necesario indicar un tratamiento analítico. Sin embargo, por la situación en la que se
encontraba: inmigrante del interior, si no se decidía por estudiar debía volverse (con
mucha angustia y sin una clara elección) a su pueblo. Esta situación personal hacía
necesario trabajar para que pudiera organizarse en el sentido de encontrar alguna
carrera, estudio o trabajo que le permitiera sostenerse y no precipitarse en un derrumbe
psíquico, para lo cual el objetivo primero era seguir en ese proceso de orientación
vocacional. El tratamiento analítico podría venir luego.
Paradojas temporales.
Creo que en muchos casos hay desde los padres, desde el contexto, demandas de una
asistencia tal que se pudiera anular esta paradoja. Y muchos jóvenes demandan
asistencia para ello. Si alguien en el lugar de orientador o de analista decide indicar o
prescribir suspensión en acciones y decisiones debe tener en claro si no está intentando
poder anular esta paradoja. No nos referimos aquí a situaciones por demás frecuentes y
que podrían reunirse en la frase paradigmática: No sé lo que quiero, pero lo quiero ya.
No estamos hablando aquí de aquellos que no se toman tiempo para informarse y
pensar, el tiempo de un proceso de orientación vocacional, por ejemplo. Nos estamos
refiriendo a un cierta tendencia a tratar de encontrar las condiciones ideales para
producir una decisión.
El valor iniciático de las decisiones y acciones que tomen los jóvenes también es
producto de que se trata de un momento donde los cambios son continuos. Se trata de
un sujeto que está organizándose, constituyéndose. El valor de la experiencia es
fundamental porque justamente se trata de la experiencia como acto exogámico. Ya sean
experiencias amorosas, laborales, de estudio, de viajes, toman el valor de inaugurar
momentos de autonomía, de salida al mundo. Por lo tanto cada decisión que tomen, cada
experiencia que realicen irá construyendo en ellos nuevas herramientas y desarrollará
nuevos rasgos y gustos
"no olvidemos que sólo la propia y personal experiencia hace al hombre sabio".
El tiempo en la decisión.
Existe una concepción, que en filosofía viene de Aristóteles, a través de la cual se piensa
que la deliberación razonada es la que conduce a la acción. Se piensa que la forma
adecuada para llegar a una decisión es la de una secuencia perfectamente razonada y
conciente de todos sus pasos hasta la culminación en una conclusión correcta.
Esta razón ideal que podría calcular el momento adecuado para realizar una acción o
para tomar una decisión, supone también un sujeto ideal plenamente constituido que
tiene las herramientas para llevar a cabo esa deliberación y además, un mundo con cierta
consistencia estable en el sentido que conserva características de constancia y de
permanencia, por la cual, mientras estamos deliberando sobre algo que va a ocurrir las
variables de nuestra deliberación no se han transformado, porque sino, nos
encontraríamos con un problema no incluido en la deliberación. El paso del tiempo
transforma los materiales con que deliberamos y por lo tanto nunca se podría llegar al
momento adecuado, porque este se correría ad infinitum.
Por eso en una consulta de orientación vocacional no se puede eludir esta consideración
del problema. Si se trata de alcanzar las condiciones ideales para tomar la decisión
pensemos en que sólo ese momento llegaría con un sujeto adulto, casi un sabio. En
varios procesos de orientación vocacional los jóvenes llegan a un punto donde se les hace
evidente que su problema es ese. La pretensión de una deliberación eterna a través de la
cual pudieran informarse de todo, saber sobre todo, para poder llegar a una conclusión
óptima. Ellos mismos, mientras se analiza su situación, se dan cuenta de lo que les pasa.
Florencia dice en un momento: "Pero entonces tendría que hacer todas las carreras para
poder decidirme".
Sin embargo, los que consultan son adolescentes que lejos están no sólo de alguna
pretendida madurez, sino que están muy lejos de poder haber transitado experiencias,
albergar conocimientos como para que su deliberación sea amplia y total. Es que la vida
de cada sujeto se constituye a través de cada instancia, de cada proceso, de cada decisión
tomada. Y estas decisiones son siempre prematuras en cuanto no sólo se confirmará o no
su éxito o fracaso en el futuro sino que serán siempre prematuras porque el joven
necesita atravesarlas para poder constituirse. En ese sentido siempre una decisión estará
anticipando, en situación de avanzar y producir un acontecimiento que modificará la
línea de la historia (aunque sea vivida como retardada, demorada, apresurada). Creemos
que las decisiones no son calculables aunque sí el trabajo previo para poder llegar a ella.
Pero un orientador ni el que consulta pueden predecir exactamente cuándo se tomará la
decisión.
No estoy diciendo que se puede decidir desde la espontaneidad, sino que luego de un
proceso de trabajo, de análisis, de información, el momento de la decisión sobreviene, no
por consecuencia lógica, calculada sino como un acto que irrumpe y sorprende.
Cuando se dice que los jóvenes no están suficientemente preparados se trata de que no
están informados, de que no han sido formados convenientemente, que tienen que
reflexionar sobre su situación, pero no se puede entender con esto que se esté diciendo
que es posible esperar una preparación suficiente para que se eliminen estos problemas.
Es necesario el tiempo de la información. Es necesario que se tomen un tiempo para
pensar, para conocer y en ese conocimiento transformarse. La permeabilidad de esos
jóvenes es tal que cada información nueva (conocer alguna carrera, visitar la
universidad, una experiencia de trabajo) desmitifica otra, derriba un prejuicio. Ese
tiempo necesario para conocer no es como si se agregara elementos a un cuerpo sólido
sino que el joven se transforma y en una cadena de modificaciones que no pueden ser
predictible. Lo que sí se puede predecir es su ocurrencia, la necesidad de que esto ocurra
y promover acciones para que ocurra.
"Como de costumbre en Nueva York, todo se derriba antes que hayas tenido tiempo de
tomarle cariño".4
Se hace evidente que esta frase está separando dos tiempos. Uno el de la construcción y
destrucción de algo, en este caso se trata de una grúa demoliendo edificios. Otro tiempo
el del cariño, el del afecto. Y un desajuste entre ambos. Para tomarle cariño a algo es
necesario un tiempo mayor del que toma hacer y deshacer ese algo. El tiempo de los
afectos y el tiempo de las tecnologías están desajustados, mal sincronizados
Este desajuste, tiene como fondo, un imaginario a través del cual existe una percepción
compartida por la cual existiría un ajuste entre el tiempo subjetivo y el tiempo del Otro
(o el tiempo social, de la cultura), que hace a la ilusión de un mismo tiempo, un tiempo
homogéneo, compacto que compartimos todos. Se trata de una consistencia que el yo
construye sobre el tiempo y que no deja de tener consecuencias en la vida de las
personas.
Creemos, por el contrario, que siempre existe una inadecuación entre el tiempo
subjetivo, el tiempo tal cual es percibido por los sujetos y el tiempo Otro, aquel que, por
ejemplo, pautan los avances tecnológicos, los tiempos políticos, las guerras, las
economías, inclusive el tiempo cronológico (que también es una creación humana).
Obviamente hay diferencias entre estos desajustes. No quiere decir que el tiempo en los
sujetos corra por un carril paralelo a un tiempo social o biológico (estamos pensando el
tema del tiempo social). Se trata, a mi modo de ver que hay una cierta dislocación, una
inadecuación. Es precisamente por la percepción de esta inadecuación que se habla de
los tiempos vertiginosos de los cambios.
Sin embargo, cuando vamos a relatos históricos de otras épocas, en todas las
generaciones se pueden encontrar huellas de esta percepción de no poder absorber los
cambios vertiginosos que se produce. Las nuevas generaciones parecen más flexibles
(para las generaciones que las preceden) a 'adaptarse' a esos tiempos más acelerados.
Creemos que se trata de una sensibilidad ligada al transcurso de la vida por lo cual,
inevitablemente, las nuevas generaciones son las que producen lo novedoso, que, como
tal, ofrece resistencia a su incorporación y a su asimilación al tiempo de la subjetividad.
El vértigo supone una posición subjetiva clara de estar inadecuado a lo que ocurre entre
el sujeto (sumido en el vértigo) y el mundo que lo rodea. Es la expresión de ese desajuste
entre la propia gravedad y la gravedad externa. Algo así como los múltiples problemas
que se producen en un organismo expuesto a condiciones gravitatorias extrañas a las del
suelo terrestre.
Si estudiás tal carrera, en tal universidad, si hacés esto o lo otro, estarás de 'acuerdo' a los
"tiempos que corren". A mi modo de ver se trata de un engaño que, precisamente, para
aquellos que creen en esa versión, tiene como consecuencia un mayor desajuste,
conflicto y sufrimiento, porque corren detrás de algo que siempre se está corriendo, a su
vez.
Si bien esta dislocación respecto del tiempo no puede ser suturada, corregida, reparada,
en el sentido de su estructura, creemos que tendrá más recursos contra sus efectos
imaginarios y reales devastadores aquel que pueda, en alguna ocasión, soportar,
sobrevellar esa inadecuación, que aquel que alocadamente intente eliminarla.
Por lo tanto, este apremio de adecuarse a los 'tiempos que corren' no hace sino provocar
alocadas carrera que, en muchos casos, hacen entrar a los individuos en las divertidas
paradojas de Zenón de Elea que no son más que las contradicciones en las cuales se
hallaría quien intente sostener de modo obcecado la sucesión del tiempo como formados
por una sucesión de infinitos instantes consecutivos.
Es por la percepción de una inadecuación que no se termina de aceptar que existen las
innumerables actividades que intentan ajustar lo desajustado, la orientación vocacional
debe algo de su razón de ser en esa insistencia.
Por eso es necesario tomar en cuenta el tiempo del que consulta considerado desde su
posición subjetiva incluyendo el momento que está viviendo. En el caso de orientación
vocacional hay un tiempo que, si bien no puede ser apresurado, si es necesario tener en
cuenta la prisa de los plazos necesarios para tomar determinada decisión.
Desde esta misma perspectiva para pensar el tiempo es que es necesario considerar el
momento vital de aquel que consulta. No es lo mismo el desarrollo de un proceso de
orientación vocacional en el último año de la escuela secundaria al de después de haber
pasado por una experiencia de decisión. Una decisión fallida o conflictiva, o que pone en
juego la problematización de esa decisión, necesariamente va a ocurrir después de
efectuada. Antes es sólo una apuesta, una decisión que pone en juego ciertas variables
que hay que analizar, y luego sólo la apuesta. Pero una vez efectuada la apuesta, una vez
que se ha dado ese paso, se podrán incluir dentro del campo de la experiencia lo que
suceda, y ahí pueden surgir la sintomatización respecto de la diferencia entre lo esperado
y lo encontrado, o respecto de lo que efectivamente se tiene que poner en marcha. Es
aquí cuando surgen dudas, inquietudes, conflictos que problematizan la decisión
tomada, y es aquí cuando el trabajo se hace radicalmente de forma diferente. El sujeto ya
no es el mismo, y atravesado por la falla al mismo tiempo que puede estar en una
posición más sufriente, también puede ser una experiencia de análisis del conflicto con
mayor compromiso del que consulta. Ya pasó por una experiencia que lo ha marcado. Y
allí, las consecuencias tendrán diversas formas de inscribirse en la historia de ese sujeto.
Ya no se trata de la idea de lo que va a ser sino de lo efectivamente transitado. Y es allí
donde puede aparecer en forma más clara la sintomatología que surge en función de la
neurosis de cada uno por lo que se hizo.
Es muy diferente el trabajo que se puede realizar con alguien que todavía no pasó por la
experiencia de hacer una apuesta ligada a la exogamia, a su independencia, y el que ya
hizo alguna. Antes de tirar los dados están las ilusiones, promesas, expectativas. Lo que
vendrá es pura imaginación. Luego de la tirada de los dados están los resultados, la
decepción, la satisfacción, el análisis de lo que sucedió con la tirada. El sujeto no es ya el
mismo. Pasó por la experiencia.
Por eso es muy importante el momento vital en el que esté instalado el que consulta. No
pensamos aquí en algo esquemático como la edad cronológica. Sino la edad cronológica
ligada con la experiencia vital del sujeto.
Pero hay jóvenes que no hacen la escuela secundaria, hay jóvenes que ya han apostado,
que han trabajado, y eso tiene incidencia. Si se trata de alguien que está en uno de sus
primeras decisiones importantes o se trata de alguien que ya ha transitado por allí, o si se
trata de alguien que ni siquiera alcanza a percibir que se encuentra en ese punto.
Matías es un joven que pasó por varios intentos de carrera. Ninguna era lo que quería.
Está deprimido. Tiene un trabajo que es a la vez lo está formando en el área económica.
No le gusta. Nada de lo que hace le gusta. Lo que le gusta está lejos. Como promesa
inalcanzable.
El caso de Matías es ilustrativo de cómo se pone a cuenta del hallazgo del objeto de su
deseo todas las acciones del sujeto. Matías está ubicado en un tiempo por el cual el
objeto que él quiere siempre está en otro lugar y en otro tiempo del que él se encuentra.
Participa de un denominador que es común a varios jóvenes. Están a la espera que
aparezca lo que les gusta, porque entonces ahí sí podrán comenzar a vivir. Esta coartada
de que todavía no encontraron 'su' objeto lo deja a la espera de la aparición, hallazgo o
encuentro con lo que quieren hacer. Y esto dilata, frena y detiene la marcha en función
de poner a andar algo que los pueda confrontar con la falta. De qué, de que cuando
encuentren el objeto no va a ser lo que ellos suponen ahora. Y, en muchos casos, ese
objeto ya pasó por sus manos, pero no lo tomaron.
Es la promesa del encuentro con el objeto de su deseo lo que sintomatiza y hace deslizar
todo del lado de la espera a que ese acontecimiento se produzca. El sujeto está a la
espera5 y, por lo tanto, absolutamente pasivo, respecto de ese encuentro que ‘todavía ‘no
se produjo. Es efectivamente, el aspecto temporal, (en cada sujeto la lógica temporal se
estructura de acuerdo a su organización psiquica) para Matías, donde el pasado fue lo
mejor, pero siempre luego que ocurrió y el futuro es la promesa, pero cada vez más difícil
de sostener del encuentro con lo que a él le gusta.
El ‘todavía’ implica la ilusión del hallazgo con el objeto, fantasía destinada a rechazar la
confrontación con la falta, en el cual el esfuerzo está destinado a detener eso que
amenaza con producirse todo el tiempo.
Aquí la castración sería el estatuto teórico de aquello que para Matías es, por ejemplo,
sucumbir a los efectos de que solamente podrá encontrar los objetos que están a su
alcance toda vez que mida las consecuencias de sus actos. Por ejemplo, la carrera no será
la mejor ni la más afortunada. El éxito dejará de ser un todo para, en todo caso, ser un
objetivo que le permite ir recorriendo un camino. La espera del encuentro de esa carrera
que le promete satisfacción porque le gusta, recompensa económica y no demasiado
esfuerzo, lo ubica en el ‘todavía’ esto puede llegar a producirse. Obviamente, el paso del
tiempo lo acerca cada vez más a la posibilidad de perder esta ilusión, y esto es lo que
hace volverse sobre sus pasos, y comenzar a reconocer cuanto de lo que estuvo
transitando valía la pena en el sentido de que era un camino que estaba haciendo.
Muchos jóvenes se ven confrontados con estas desilusiones, y el tiempo cronológico
logra tener sobre ellos el efecto de mostrar que están instalados en sostener una ilusión,
y que eso mismo les impide hacer algo en pos de lo que quieren.
En las demandas de orientación vocacional esa promesa, que de algún modo está
alimentada por el hecho de que se dice que es mejor estudiar o trabajar en lo que uno le
gusta, la promesa de encontrar o hallar lo que a uno le gusta, a veces es la coartada para
no pensar, analizar, reflexionar, elegir y decidir sobre el objeto, que ya no será ilusorio,
imaginario, como aquel encuentro mítico con el objeto perdido, sino el encuentro con
algo que desde lo simbólico, lo ponga a funcionar como sujeto que produce, desea y vive
tomando los objetos del mundo.
Esto ocurre porque, si efectivamente se pudo llegar a construir un espacio donde hablar
de sus dudas frente a la elección, y se pudo desarrollar y desplegar esa preocupación,
efectivamente, hay un momento, previo a la toma de la decisión, que aparece como
urgencia, como algo que no le pertenece a él. "Tiene" que decidir.
Por eso decimos, que en esos momentos, sobrevienen las situaciones más dificiles en
relación a la transferencia con el orientador. Necesariamente el orientador ahí cae como
aquel que podría asegurar o garantizar que la decisión no sea eso, una decisión singular.
Por eso nos parece que es muy interesante plantearlo esto en términos de los tiempos
lógicos de Lacan, no esperando más que el instrumento teórico que nos permita pensar
en esas situaciones difíciles, para sostener como orientadores. Por eso muchos pueden
concluir, cerrando el proceso de orientación, y otros no, se van antes, desaparecen. Y
esto, muchas veces es la expresión de esa inadecuación que comienza a gestarse cuando
se está incubando la urgencia de la decisión. Por eso, para el orientador también es muy
difícil este momento, porque tampoco se lo espera. Por tratarse de esto, de momentos
que sobrevienen de forma anticipada, o diríamos extemporáneamente a la sucesión
esperable, también el orientador muchas veces no puede prever ni esperar lo que va a
ocurrir. Por eso es tan difícil ocupar ese lugar, sin caer en los tecnicismos de algún tipo
de orientación vocacional, o sin intentar suturar, cerrar estos acontecimientos. Planificar
un deteminado número de sesiones sería un modo de controlar esto. Tal vez sirva para
trabajar con más tranquilidad, pero es probable que no pueda desplegarse dentro del
proceso mismo de orientación vocacional estas idas y vueltas que hacen a las condiciones
de la elección. Por supuesto que esto se despliega aunque la persona no consulte. No es
como en el análisis, que solamente puede producirse un análisis dentro del lugar mismo.
En este caso, las características generales de esta toma de decisión, por lo que hemos
visto, se conservan, porque hacen más a las condiciones para llegar a una toma de
decisión subjetiva, cuando el que decide y elige está realizando una apuesta en la que
quiere o intenta comprometer su deseo.