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ota
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relevancia especial. No se trata sólo de los primeros cien días de un régimen o
un presidente, sino de cien días fundamentales en la historia de México, lugar
común éste que, sin embargo, pocas veces tiene tanta vigencia.
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ITRODUCCIÓ
oviembre 30: las vísperas inquietas
Toda toma del poder es asunto de júbilo, resultado de un triunfo. La toma del
poder de Ernesto Zedillo Ponce de León, empero, veía opacada la alegría por
la fragilidad de las condiciones en que recibiría el mandato y el país el 1º de
diciembre de 1994.
La incertidumbre tenía muchos orígenes: tres asesinatos no aclarados (del
cardenal Posadas, del candidato priísta Luis Donaldo Colosio y del secretario
general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu), acusaciones de colusión entre
políticos y narcotraficantes, la reunión entre Girolamo Prigione, el pronuncio
apostólico, y los hermanos Arellano Félix, señalados como los principales
narcotraficantes de México y acusados del asesinato del cardenal; un difícil
proceso electoral, los asesinatos de casi trescientos militantes del PRD y de
numerosos periodistas; la creciente impunidad de los cuerpos policiacos (cuyo
paradigma en 1994 fue la muerte del ciudadano César Adolfo Ugalde a
consecuencia de los golpes que le propinó un grupo de policías por orinar en
la calle), la combatividad de numerosos grupos sociales con diversos agravios,
expresada en miles de marchas principalmente en el D.F.; la industria del
secuestro desatada en toda la república (destacándose el secuestro del
banquero Alfredo Harp Helú; las señales de una profunda pugna por el poder
en el interior del PRI, el levantamiento del EZLN en Chiapas, las acusaciones
del subprocurador Mario Ruiz Massieu a los líderes del PRI y al encargado de
la PGR de contubernio para obstaculizar las investigaciones del asesinato de
su hermano y la posterior renuncia del funcionario en un tono desusado en
México; el accionar político de Manuel Camacho Solís, la sorpresa y
confusión de la izquierda ante unas elecciones que simplemente no dieron los
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resultados esperados, los conflictos postelectorales en Chiapas, Veracruz y
Tabasco; el aumento de la pobreza y, como contrapunto, un pequeño grupo de
dueños de grandes fortunas que nos ubicó entre los países con más millonarios
del mundo y una creciente dependencia respecto del capital y los productos
extranjeros.
Incluso en el terreno económico, donde el salinismo buscaba fincar su
prestigio internacional, había “focos rojos”: crecientes tasas de desempleo
abierto y encubierto, una moneda debilitada, salarios contraídos, crisis de
carteras vencidas de la banca, altas tasas de interés, fraudes en instituciones
financieras, quiebras de pequeñas y medianas empresas, desequilibrio entre
exportaciones e importaciones, y la tendencia de los capitales nacionales y
extranjeros hacia la especulación antes que a la inversión productiva.
La situación se percibía como grave. Quizá por ello la esperanza era
mayor.
Ernesto Zedillo, además, cargaba con el lastre de no haber sido el primer
elegido, el sucesor favorito. El asesinato de Luis Donaldo Colosio ocurrió
cuando ya era demasiado tarde para las aspiraciones presidenciales de quienes
aún mantenían puestos en el gabinete, debido a la disposición constitucional
que exige que todo candidato se separe de cualquier puesto público seis meses
antes de la fecha de la elección, límite que había transcurrido más de un mes
antes del crimen. El único candidato viable era Ernesto Zedillo, pues es difícil
creer que se hayan considerado con seriedad las posibles candidaturas de
Fernando Gutiérrez Barrios o de Manuel Camacho Solís y más fácil suponer
que la designación de Zedillo como jefe de la campaña de Colosio lo señalaba
desde un principio como sustituto en caso de una eventualidad.
La segunda campaña priísta avanzó a gran velocidad para crear un
candidato que tenía a su favor ser un excelente economista neoliberal y
orígenes populares, pero no era un político. Publicistas, expertos en imagen,
actores que daban cursos intensivos de oratoria y presencia escénica, crearon
un triunfo que fuera creíble independientemente de los fraudes habituales en
el PRI.
Dos días antes de la toma de posesión, los dos mayores beneficiarios del
neoliberalismo, Carlos Slim y Emilio Azcárraga, casaban a sus empresas:
Teléfonos de México adquiría casi la mitad del paquete accionario de
Cablevisión. La empresa de Televisa así veía abiertas las puertas al mundo de
las telecomunicaciones. Al mismo tiempo, Clemente Serna vendía su exitoso
grupo Radio Red (creado por su padre como Radio Programas de México)
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para emprender un proyecto de televisión vía satélite que buscaba
precisamente competir contra Televisa.
Las posiciones se tomaban de forma apresurada.
Mientras, el ya casi expresidente Salinas daba a los corresponsales
extranjeros su visión del futuro de país declarando: “Viene la recuperación
económica, es tiempo de cosechar”. Respecto a su propia candidatura a la
OMC inauguraba su lema de campaña: “La candidatura no será un problema
de bloques, sino un asunto Norte-Sur”(EF). Entretanto, su futuro personal se
veía apoyado por un contrato como conferencista con la empresa Washington
Speakers, quien emitió un folleto para anunciarlo a un costo de 30 mil dólares
por conferencia (RE).
En los medios, los exaltadores del salinismo se apresuraban a convertirse
en entusiastas zedillistas. Los voceros eternamente leales al PRI se veían
ahora unidos a los viejos y nuevos voceros de la ultraderecha, que ayer fueran
antigobiernistas porque veían en el PRI una punta de lanza del comunismo
internacional y devinieron sus panegiristas cuando el PRI se volvió punta de
lanza del neoliberalismo internacional.
A nivel internacional, el Washington post señalaba que Estados Unidos
“no tiene nada más urgente o de más profunda consecuencia, en lo relativo a
su política exterior, que apoyar la transformación socioeconómica del vecino
país” y afirmaba: “la tarea principal de Zedillo, y de la que depende todo el
resto de su presidencia, es fortalecer y apoyar al pueblo e instituciones en su
país que promueven elecciones libres, mercados libres y la derrota de los
barones de la droga”. El Chicago tribune publicaba un reportaje bajo el titular
“La revolución de Salinas (economía ascendente pero débil democracia)”.
El gabinete de Ernesto Zedillo anunciado el 30 de noviembre no incluyó a
varios personajes esperados, como Pedro Aspe Armella, Jesús Silva Herzog y
Fernando Solana. A cambio se nombraba Procurador General de Justicia a
Antonio Lozano Gracia, militante del PAN, dos veces diputado federal,
licenciado en derecho por la UNAM y muy cercano al dirigente de su partido,
Carlos Castillo Peraza y al excandidato presidencial Diego Fernández de
Cevallos. En lo que se consideró una exoneración, se nombró Secretario de
Energía, Minas e Industria Paraestatal a José Ignacio Pichardo Pagaza,
experimentado político del grupo encabezado por Carlos Hank González y
quien había sido acusado por Mario Ruiz Massieu de entorpecer las
investigaciones del asesinato de su hermano.
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Algunos analistas señalaban la poca experiencia política de la mayor parte
de los nombrados, mayoritariamente economistas, y el hecho de que nueve de
ellos fueran muy allegados a Carlos Salinas. Pero el gabinete era bien recibido
por las organizaciones empresariales y los analistas de Wall Street como
garantía de continuidad, destacándose los elogios al nuevo secretario de
Hacienda, Jaime Serra Puche. Independientemente del entusiasmo en las
declaraciones, al momento de conocerse el gabinete, la Bolsa Mexicana de
Valores revirtió una tendencia alcista y empezó a bajar hasta cerrar con
pérdida del 0.19%.
Ernesto Zedillo, por su parte, decía al diario español El país que habría
preferido ser candidato seis años después y se definía hasta el día anterior
como “jefe del ala reformista radical del partido; hoy ya no porque soy el
presidente de México” y anunciaba que su sexenio sería de “democracia sin
paliativos”. Sobre el conflicto en Chiapas afirmaba: “No hay solución militar
al problema. Sólo deseo que tengamos verdaderos interlocutores entre los
zapatistas y que se avengan a negociar.” EZPL reconocía que muchas de las
reivindicaciones del EZLN estaban justificadas. “Es un problema que sólo se
resuelve con la transformación democrática de todo el país. No sólo de
Chiapas”, dijo y deslizó que había negociaciones “a medio camino de los
bastidores”, en palabras del entrevistador M.A. Bastenier.
El escenario estaba listo en muchos sentidos. Los asuntos pendientes
convertían la sucesión en un acertijo. El nuevo presidente puede igual fundar
la democracia que refundar el autoritarismo porfirista o diazordacista, llevar al
país a la paz o a la guerra, limpiar a la policía o dejarla libre para delinquir
impunemente, gobernar para todos o para las trescientas míticas familias
plurimillonarias, atender a los indígenas o a los caciques y latifundistas.
México, entretanto, se proyecta mayoritariamente al rito sexenal de la
esperanza. El presidente entrante es un billete de lotería en el cual todos
proyectan sus esperanzas. Las amas de casa esperan que “el Señor” baje el
precio de la carne. Los taxistas sueñan que controle la voracidad de los
extorsionadores de Servicios Públicos. Los científicos esperan que aumente el
presupuesto para la enseñanza e investigación. Los empresarios se ilusionan
con la desaparición de la Ley Federal del Trabajo. Estados Unidos sueña con
la privatización de Pemex. Los asalariados esperan aumento. Los
neoporfiristas esperan la reivindicación de la aristocracia. El nuevo presidente
mexicano es, el 1º de diciembre, una promesa sin fronteras. A lo largo de seis
años, empero, va demostrando que al igual que un billete de lotería sólo puede
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beneficiar a unos pocos elegidos y la esperanza se trocará en enojo y en
rechazo, sobre todo durante el último cuarto de siglo mexicano, cuando el
maleficio moderno del negro fin de sexenio se ha instalado de manera sólida
en la tradición política mexicana.
Hoy, salvo para los opositores extremadamente viscerales o demasiado
avisados, como toros muy placeados, Ernesto Zedillo es la promesa.
Generosamente, el país espera su asunción.
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PARTE UO
LAS CUETAS PEDIETES
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1. El primer día
El discurso
La ceremonia, quizá por serlo, no es memorable. Se repite puntualmente, con
matices pequeños, cada cambio de poderes.
Entre los comentarios, destacan los dirigidos al nuevo Secretario de
Relaciones Exteriores a José Ángel Gurría, autoproclamado citoyen du monde,
conocido entre sus críticos como "El ángel de la dependencia" y protagonista
de varios gaffes diplomáticos, de los que el más reciente seguramente
retumbaba en la memoria de uno de los expresidentes ahí sentados, cuando el
ahora Secretario de Relaciones Exteriores declaró en Estados Unidos que
México no volvería al "tercermundismo chiflado". Igualmente los
cuestionamientos hacia el nuevo regente de la Ciudad de México, ya que en su
actuación al frente de Nacional Financiera se autorizaron los créditos que
permitieron el fraude de Grupo Havre. Pero no hay grandes sorpresas en el
gabinete reunido por primera vez, gabinete de economistas y administradores
avalados mayoritariamente por estudios en universidades estadunidenses:
Yale, Harvard, Stanford...
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La sorpresa vendría acaso cuando el discurso del flamante Presidente
Zedillo se dirige a sus secretarios para prohibirles el lucimiento personal y el
amasamiento de riqueza, lo cual es enérgicamente aplaudido por los priístas
presentes, los ganaderos súbitos, los industriales que de la nada han forjado
fortunas orientales, los transportistas, los contratistas, los que se han
construido mansiones de lujo oriental para vengarse de su pobreza original,
los que al aplaudir sienten el peso de los Rolex King Midas en las muñecas y
el roce de las camisas de seda, los que saben que la palabra "comisión" es la
puerta del Edén. Su entusiasmo es inexplicable para el espectador. ¿Aplauden,
acaso, arrepentidos y decididos a devolver su fortuna con gesto de contrición,
o porque ya resuelto su problema económico colaborarán a moralizar a los
recién llegados? ¿O aplauden porque intuyen, saben después de muchos años
de ejercicio de la política, que las palabras no representan en realidad peligro
alguno?
El discurso de Ernesto Zedillo a ratos parece una glosa de las críticas de
los opositores al régimen salinista, atacados sin cesar por cuenta del príncipe
ahora desempleado. En boca del nuevo mandatario ya no es "irrelevante"
hablar de la defensa de los derechos de los mexicanos indocumentados en los
Estados Unidos (lo había sido para su antecesor cuando Cuauhtémoc Cárdenas
exigió que el tema fuera incluido en la agenda del Tratado de Libre Comercio
para América del Norte). El desempleo deja de ser un "mito genial" (frase de
alto costo para su creador, el ahora también cesante doctor Pedro Aspe
Armella) para convertirse en preocupación lícita. Señalar la pobreza de
millones de mexicanos deja de ser traición a la patria. Decir que la policía ha
alcanzado niveles de impunidad e ineficiencia sin precedentes ya no es -al
menos mientras dure el discurso- acusación gratuita de los opositores a todo.
Demandar sistemas electorales confiables y creíbles no es ya delirio de
obcecados, sino demanda que se convierte en deseo de "los mexicanos"
porque la pronuncia el nuevo Presidente.
Zedillo resume, hace cuentas de los logros macroeconómicos salinistas,
acaso esperando que con un golpe de cáunter en el último round, Salinas logre
quedar al frente de la Organización Mundial de Comercio, lejos de México.
Pero el resumen emprendido por el nuevo Presidente, sin ser siquiera radical,
deja claro que la repetida frase publicitaria salinista, "falta mucho por hacer",
se ha quedado corta, que falta casi todo por hacer, que estamos de vuelta al
principio.
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Ritualmente, el nuevo tlatoani, el señor de la voz, inmola a su antecesor
con suavidad y cortesía.
El país se ha detenido por completo, como cada sexenio. Debe ahora
reinciar su marcha. Se enciende el fuego nuevo, después de que todo lo que
había antes se ha quemado y olvidado. Se confía en la inmarcesible capacidad
del mexicano para la esperanza, para la paciencia, para los buenos deseos a
quienes están en el poder.
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2. Hacia la reforma judicial
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Circuito, un juez de Distrito, dos consejeros designados por el Senado y dos
más designados por el propio presidente de la república. Las críticas
señalaban, principalmente, que en lugar de que el presidencialismo cediera
espacios, se fortalecía al obtener legalmente injerencia directa en otro poder.
Finalmente, la lista de cuestionamientos se veía complementada con la
llamada de atención hacia una serie de omisiones que diversos individuos y
organizaciones consideraban que debían ser parte del esfuerzo por contar con
una justicia más confiable, eficaz y honesta. La propuesta de coordinar a los
diversos cuerpos policiacos, por ejemplo, omitía la urgencia de dar los pasos
necesarios para que los policías dejaran de ser con tanta frecuencia, el terror
de la población.
Pese a su nombre, la Policía Judicial es una dependencia del Ejecutivo,
encargada de hacer las investigaciones ordenadas por el fiscal de la nación, el
Procurador General. Y es en esa corporación y en el Ministerio Público en el
que comienza la cadena de horrores que con frecuencia es el sistema de
justicia.
A las críticas contra la reforma se añadían, de una parte, las posiciones que
consideraban a la reforma como un gran paso adelante aunque aún hubiera
mucho por hacer y, de otra, el aplauso previsible de muchos grupos
estrechamente ligados a la estructura mexicana del poder.
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Ernesto Zedillo escuchó gritos contra la reforma judicial, abucheos, chiflidos,
e incluso un grito de “¡Arriba el PRD!”
Quizá por esta misma reacción por parte del poder Judicial, y pese a que el
Presidente llamaba a recibir ideas para perfeccionar su proyecto de reformas,
la legislatura dominada por el PRI se negó a dar tiempo para la consulta y
emprendió la aprobación de la iniciativa presidencial en la mejor tradición de
la legislatura al vapor, sobre las rodillas y sin considerar las opiniones críticas.
Se aceptó hacer un foro de consulta con doce especialistas académicos,
empresariales y gubernamentales, pero sin escuchar a los representantes de
agrupaciones sociales independientes. El día 14, los senadores priístas de la
subcomisión dictaminadora de la iniciativa alegaban su independencia del
Ejecutivo para negar más consultas y declaraban que, sobre la materia,
“prácticamente se ha dicho todo”.
El sábado 16, a las protestas de los senadores del PRD en el sentido de que
era necesario conocer opiniones y propuestas más amplias, de otros sectores
de la población, respondió el senador priísta Eduardo Andrade desde la
tribuna: “¡Ya estuvo bien de consultas!” (EF). La iniciativa presidencial fue
aprobada, con tres decenas de cambios menores, por el voto unánime de los
senadores del PAN y del PRI.
Sólo cinco días después, sin una sola enmienda adicional, los diputados del
PRI y el PAN aprobaban (nuevamente en forma unánime) la minuta de la
Cámara de Senadores.
La aprobación de la reforma constitucional por los congresos de los
estados se daba como un hecho.
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3. Chiapas, presencia ineludible
Pasado el trámite del discurso inaugural, donde por primera vez se reconocía
desde la presidencia la justicia de las demandas de los indígenas chiapanecos
y se daba un nombre nuevo a los rebeldes armados (“los inconformes”),
parecía abrirse una esperanza de paz negociada y permanente en la entidad.
De inmediato, la primera decisión política de importancia del Presidente
Zedillo fue su asistencia a la toma de posesión de Eduardo Robledo Rincón
como Gobernador Constitucional de Chiapas.
La elección estatal, realizada el 21 de agosto, junto con las federales, fue
duramente impugnada en Chiapas. El problema postelectoral, más que ningún
otro elemento, contribuyó al acercamiento político del EZLN con el PRD,
partido que había ofrecido su emblema y apoyo a Amado Avendaño en su
candidatura para gobernador sin exigirle pertenecer al partido. El EZLN
también respaldó sin reservas la candidatura, campaña y protestas del
periodista independiente y luchador por los derechos indígenas.
Acaso la decisión del presidente Zedillo buscaba mostrar firmeza, fuerza,
capacidad política para tomar decisiones y sostenerlas. En parte eso se
respiraba ante el nuevo despliegue de seguridad en la capital de Chiapas con
el concurso del ejército, la Policía Judicial Federal y las fuerzas de Seguridad
Pública del Estado.
Un ambiente irrespirable
Apenas el día de la toma de posesión del nuevo gobierno, una noticia había
causado revuelo: un alto mando del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas
Armadas de Argentina que pedía el anonimato, confirmaba las versiones en el
sentido de que un grupo de expertos argentinos en contrainsurgencia estarían
asesorando al gobierno mexicano en la lucha contra el EZLN. El diario El
clarín, en nota recogida por las agencias AFP y EFE, desde marzo de 94 un
grupo de militares y policías mexicanos había ido a Buenos Aires para saber
más de los métodos de lucha contra la guerrilla argentina de los años 70.
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El Ministerio de Defensa argentino negó de inmediato su involucramiento
oficial, y el día 4 de diciembre la Secretaría de Inteligencia del Estado
Argentino, por voz del general Hugo Anzorregui, señaló que “en México
podrían estar actuando integrantes de la llamada mano de obra desocupada”,
indicando con ese circunloquio a elementos militares dados de baja de las
fuerzas argentinas por violaciones a los derechos humanos.
La alarma que desató la nota no se debía a que, en estricta lógica de
estado, el gobierno mexicano estaba buscando apoyo para fortalecer su
posición en el enfrentamiento, sino en la ínfima calidad humana y moral de
los mercenarios que, se sugería, había contratado México, expertos más en
tortura y desapariciones que en táctica militar, ahora pagados con los dineros
de los mexicanos.
Pero la tensión en Chiapas la evidenciaban no tanto las inexistentes
acciones del EZLN o del Ejército Mexicano, ni la guerra de papel, sino los
conflictos entre finqueros e indígenas.
El 1º de diciembre, Folke von Knoop, dueño de la finca Prusia, cumplió su
amenaza de desalojar con el uso de guardias blancas a los invasores de la
Unión Campesina Popular Francisco Villa. Al día siguiente, Von Knoop
(liberado pese a la anunciada intención de consignarlo) encabezó la defensa
cuando la UCPFV atacó de nuevo la finca Prusia con saldo de un muerto y
nueve heridos.
El día 3, en Motozintla, tres dirigentes campesinos chiapanecos miembros
del Consejo Estatal de Organizaciones Indígenas y Campesinas (CEOIC) eran
emboscados y muertos, y los dueños de la finca Lubeka atacaban con 30
hombres fuertemente armados, presuntamente de origen centroamericano, a
campesinos que tenían invadido el predio desde dos años atrás. Resultaron
heridos dos campesinos y un pistolero. La versión de los finqueros era que
habían ido a recoger la cosecha de café y los habían atacado los invasores
(EF).
Estos y otros acontecimientos violentos constantes entre los campesinos
indígenas y los ejércitos particulares de los finqueros, ganaderos y pequeños
propietarios reales o simulados, se sumaban a una guerra de palabras duras, de
amenazas de los finqueros y de presión política para conseguir que el gobierno
diera solución a los conflictos de Chiapas o los finqueros tomarían la ley en
sus manos.
Adicionalmente, la delincuencia aprovechaba el río revuelto para realizar
secuestros entre los miembros de la élite chiapaneca, aumentando la sensación
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de inseguridad generalizada. A fines de diciembre, un ganadero fue
brutalmente ejecutado por sus captores al no pagarse el rescate.
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Eduardo Robledo Rincón llegaba a la gubernatura desprestigiado por sus
relaciones con los gobiernos chiapanecos anteriores, identificados todos con
los intereses de los caciques, finqueros y latifundistas de la zona, la falta de
respeto a los derechos humanos (en especial de los indígenas), el uso
indiscriminado de la fuerza y la aplicación selectiva de las leyes.
Además de un discurso conciliatorio, Robledo Rincón decidió seguir el
ejemplo del Ejecutivo federal llamando a su gobierno a dos militantes panistas
para la secretaría de Salud y la contraloría y al perredista Eraclio Zepeda
como secretario general de Gobierno.
El nombramiento del cuentista, actor y funcionario cultural desató varias
tormentas. De una parte, la Constitución de Chiapas exigía que esta cartera
fuese ocupada por un licenciado en derecho, título que no tiene Zepeda, lo
cual hacía ilegal el nombramiento. Pero además estaba el hecho de que
Zepeda había estado al frente de la lucha postelectoral en favor de Amado
Avendaño, que pertenecía al PRD y que formaba parte de la Comisión
Nacional de Intermediación (CONAI) creada para encontrar una salida
negociada al conflicto. Muchas fuerzas consideraron el nombramiento como
un triunfo del PRI sobre la oposición.
Por lo demás, el gobernador electo aportaba una alternativa: renunciaría a
tomar el poder si el EZLN deponía las armas. En entrevista con el vocero
televisual indispensable del sistema, Jacobo Zabludovski, el gobernador electo
anunciaba, el 6 de diciembre, la presencia del presidente de la república en su
toma de posesión y aprovechaba para apropiarse de una frase de Eraclio
Zepeda. “Somos mucho pueblo para la derrota”, solía comentar Zepeda para
animar a sus compañeros en la lucha opositora. “Chiapas es mucho pueblo
para la derrota”, dijo Robledo Rincón ante las cámaras.
Antes de tomar posesión, Eduardo Robledo “renunciaba” temporalmente a
su militancia de el PRI, buscando dar una señal de pluralidad.
Tambores de guerra
El EZLN interpretó la decisión de sostener a Robledo Rincón como la
cancelación de la vía del diálogo. Sintomáticamente, el 5 de diciembre el
enviado personal del presidente Zedillo en sus diálogos con Marcos, Mario
Luis Fuentes, recibía un nombramiento en el DIF y por tanto dejaba de
atender el conflicto (RE). Un día después se dio a conocer un comunicado del
subcomandante Marcos según el cual, respecto de las ofertas de diálogo del
discurso inaugural del Presidente, “no podemos creerle”, y revelaba que EZPL
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había sugerido la realización de una negociación “secreta, a espaldas de la
nación”. Otros elementos de ese comunicado (que comenzaba con la frase
dirigida al Presidente: “Bienvenido a la pesadilla”) serían de importancia dos
meses después.
En un comunicado simultáneo, el CCRI-CG (Comité Clandestino
Revolucionario Indígena-Comandancia General del EZLN) informaba de sus
resoluciones, entre ellas “reconocer la toma de posesión del señor Eduardo
Robledo Rincón como la formalización de la ruptura del cese al fuego por
parte del gobierno federal” y que, por tanto, “el EZLN se considera libre de su
compromiso de mantener el cese al fuego unilateral decretado por la
Comandancia General el día 12 de enero de 1994 y ratificado el día 10 de
junio de 1994”.
Era obvio que el EZLN estaba apostando el capital político reunido
durante casi un año de impasse militar para poner un dique a Robledo. El
ultimátum ponía al gobierno en la encrucijada: Robledo o la guerra. Además,
la presión estadunidense incidía en la intensificación de la crisis política (LJ).
El 7 de diciembre, entrevistado por medios nacionales y extranjeros, el
subcomandante Marcos abundaba sobre el diálogo secreto: “Hace pocos días
mandaron a un propio para hacer esa propuesta de negociación directa, sin
mediación y secreta.”
Amado Avendaño, por su parte, con el apoyo del PRD y de diversos
grupos indígenas y sociales, tomaba la decisión de proclamarse “gobernador
paralelo en rebeldía.
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aeropuerto, el Presidente opinaba sobre la anunciada visita de Cuauhtémoc
Cárdenas a la zona del conflicto, señalando que esperaba que el líder opositor
llamara al EZLN a la vía política. “Por eso me da mucho gusto de que él entre
en contacto con ellos”, señaló. Cárdenas reaccionó señalando que seguiría
apoyando la paz pero no como mediador en el conflicto porque "no creo
contar con la confianza del gobierno ni el gobierno cuenta con mi confianza".
Inmediatamente después de la toma de posesión, la CONAI expulsó de sus
filas a Eraclio Zepeda y Cuauhtémoc Cárdenas pidió una sanción para el
nuevo funcionario en el seno del CEN perredista. Entretanto, el nuevo
secretario de Gobierno chiapaneco anunciaba que las fuerzas públicas del
estado excepto la judicial estatal pasaban a estar bajo su mando, y ofrecía
“absoluto respeto” al gobierno paralelo en rebeldía.
El mismo 9 de diciembre, Zepeda pidió al PRD "la oportunidad de ser
escuchado", argumentando que su decisión había tenido por objeto “demostrar
que sí se puede avanzar en la pluralidad, particularmente en momentos en que
se requiere de la participación plural en Chiapas".
Pero el 16 de diciembre, en vez de comparecer, decidió separarse
"voluntaria y temporalmente" del PRD. Se había conjurado un enfrentamiento
mucho mas grave dentro del PRD, aunque la duda sobre el viejo luchador
permanecía.
Pero Eraclio Zepeda sería además un detonante de la inconformidad priísta
cuando, el día 15, el gobernador envió al congreso local su iniciativa para
reformar la Constitución del Estado de suerte que Eraclio Zepeda pudiera ser
Secretario General de Gobierno sin tener título de abogado. Por primera vez
en la historia de Chiapas, algunos legisladores priístas se opusieron a una
iniciativa del gobernador. Acaso eran las primeras gotas de la tormenta de la
rebeldía.
Entretanto, los informes que salían de la selva hablaban de fuertes
movimientos militares por cielo y tierra en Chiapas, retenes y medidas de
seguridad que indicaban de un estrechamiento del cerco al EZLN.
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se preparaba para que avanzaran sus unidades. El 11 de diciembre, el
presidente Zedillo señalaba que abría un canal "mas institucional para resolver
la situación en Chiapas” y volvía a llamar a Cuauhtémoc Cárdenas "un
político respetable, que cree en la política".
En territorio chiapaneco, los zapatistas ensayaban avances. El 11 de
diciembre, 64 comunidades se declaraban autónomas y reconocían al gobierno
de Avendaño. Un día después, el EZLN instituía en Guadalupe Tepeyac, sede
de “Aguascalientes” (donde se llevara a cabo la Convención Nacional
Democrática), el municipio zapatista San Pedro de Michoacán. El 17 de
diciembre, el EZLN fundaba dos nuevos municipios con diez mil habitantes
indígenas: el Che Guevara y el Sibacjá.
El discurso presidencial seguía siendo pacifista. El 13 de diciembre, ante la
Asamblea Legislativa del DF, el presidente Zedillo decía: "¡que quede claro:
en Chiapas no habrá guerra!", y anunció que esperaría 24 horas al día "todos
los días, todas las semanas, todos los meses que sean necesarios" para iniciar
el diálogo. Según Dolores Padierna, asambleísta del PRD en plática el
Presidente señaló en corto: "yo tengo la solución a todos los puntos que ellos
plantean".
El mismo día, a su regreso de la entrevista con el Subcomandante Marcos,
Cárdenas advertía de peligros "reales inminentes" de enfrentamientos. Al día
siguiente, el Presidente insistía: "hoy reitero que el diálogo es el único camino
para una solución perdurable y una paz digna para todos" y anunciaba su
propuesta de una Comisión por el Diálogo y la Mediación por la Paz con
carácter pluripartidista y formada por diputados y senadores nombrados por
sus partidos, la que llegaría a ser conocida solamente como la Comisión Plural
del Congreso de la Unión.
Pero la guerra seguía estando, sobre todo, en los medios. El 15 de
diciembre, la presidencia revelaba algunas de las cartas enviadas por el
presidente electo al EZLN y la respuesta del Subcomandante Marcos. En una
carta, Zedillo señalaba: "es innecesario, y sería profundamente doloroso, pasar
de nuevo por la violencia para hacer entonces volver a encontrar el camino de
la negociación. Hay que ir directamente a ésta. No dejemos para dentro de
nuevos años y después de mucho sufrimiento, lo que podemos iniciar desde
ahora. Mi convicción personal y el mandato recibido el 21 de agosto son por
la paz". La carta señalaba la importancia de llegar a la solución de los
problemas sociales y de injusticia en Chiapas y prometía: "todo esta sujeto a
análisis, discusión y negociación. No caben los prejuicios". Después hablaba
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de la seguridad que deberían tener los representantes del EZLN y sus
contactos con los enviados gubernamentales. En respuesta, el subcomandante
Marcos decía: "no podemos dejar de reconocer la voluntad que hay en usted
para tomar la iniciativa en esta comunicación, sin embargo las señales
gubernamentales y la situación nacional siguen hablando en sentido
contrario." Así, el gobierno respondía a la revelación de sobre la oferta de un
diálogo "en secreto".
De inmediato el EZLN respondió con un vídeo que mostraba cinco
misivas enviadas por Ernesto Zedillo antes de su toma de posesión, y el 18 de
diciembre el presidente Zedillo hizo públicas más cartas y las respuestas del
EZLN.
Al mismo tiempo, la Convención Nacional Indígena que reunió en Tlapa,
Guerrero, a 96 organizaciones indígenas de 16 estados, hacía suyos los 11
puntos del EZLN.
El frente de la guerra que no empezaba (parafraseando al enviado de
Reforma, Ciro Gómez Leyva) se cimbró cuando el 19 de diciembre las
columnas zapatistas tomaron posesión, sin violencia, de 38 municipios
chiapanecos. En palabras de Marcos: "toda la selva de Chiapas ya es
zapatista". Al mismo tiempo el CCRI-CG del EZLN rechazaba la propuesta
del Presidente para crear una comisión legislativa y planteaba tres condiciones
para restablecer la tregua: que se aceptara a la CONAI como instancia
mediadora, que renunciara el gobernador Robledo y que se reconociera como
gobernador a Amado Avendaño.
Las noticias del despliegue zapatista tuvieron una inmediata repercusión a
nivel mundial pese a que la Secretaría de Gobernación intentó convencer a los
medios que los retenes habían sido puestos por organizaciones campesinas no
zapatistas y las tomas de cabeceras municipales (en particular las de
Simojovel y San Andrés Larrainzar) habían sido acciones de bandoleros sin
relación con los rebeldes.
Era casi la guerra.
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4. Las señales de peligro
El legado de Salinas
Unos días antes de la toma de posesión de Ernesto Zedillo, los diarios
recogían opiniones que celebraban por adelantado un futuro color de rosa. El
Secretario de Hacienda saliente, Pedro Aspe, según Reforma, “señaló que el
abatimiento de la inflación y la estabilidad macroeconómica han permitido a
las empresas mexicanas accesar a mercados accionarios, nacionales y
extranjeros, como forma de obtener recursos adicionales para inversión en
tecnología, capacitación, expansión de su planta productiva y generación de
empleos permanentes”. Por su parte, Notimex informaba que según la
25
correduría Goldman & Sachs, la Bolsa Mexicana de Valores llegaba el 26 de
noviembre a ser la más rentable del mundo.
Como logro del sexenio recién concluido se anotaba la venta de 269
empresas paraestatales en N$75,300 millones, además de liquidar, fusionar y
extinguir otras, para un total de 418 (LJ) que ya no “drenaban” los recursos de
la federación, según la visión neoliberal. Logro también, menos celebrado
públicamente, era que el 10% de la población hubiera pasado de concentrar el
32.7% de la riqueza nacional en 1989 a tener el 38% (EX), noticia halagüeña
para quienes sostienen la teoría de que mientras más ricos hay en un país,
menos pobres se tienen. Sin embargo, ante esta escandalosa y súbita
concentración de la riqueza, el 50% de la población sólo tenía acceso al 15%
del total de sueldos y salarios de la economía formal.
En términos económicos, el peligro central que heredaba Carlos Salinas a
su sucesor era mucho más claro y no dependía de la valoración, de la
sensibilidad social o de la falta de ella: un déficit en cuenta corriente
frágilmente financiado con la inversión especulativa.
La traducción de estos términos se hace necesaria. México, en la dinámica
neoliberal del salinismo, requería importar (maquinaria, tecnología, materias
primas) con la expectativa de más adelante poder exportar y lograr así
convertirse en el Japón del siglo XXI. Sin embargo, las importaciones eran
por una cantidad superior a los dólares obtenidos por la vía de las
exportaciones, sin contar con que mucho del dinero que salía de México no lo
hacía como pago de maquinaria o tecnología para producir y exportar, sino
por la vía de artículos de consumo, franquicias y servicios. Evidentemente, la
economía como un todo necesitaba otra fuente de dólares reales para pagar
esas importaciones. Esta fuente era la inversión, pero ya que la inversión
productiva era reducida, se ofreció al capital la oportunidad de obtener
jugosas ganancias en la bolsa de valores y en instrumentos a corto plazo como
los Tesobonos. Eso permitía tener un flujo de dólares adicional para pagar las
importaciones.
La apuesta era a que la inversión especulativa siguiera creciendo el tiempo
suficiente para que México se convirtiera en un exportador al estilo de Hong
Kong. Por supuesto, la fragilidad del esquema no se desvanecía con las
constantes declaraciones del entonces presidente Salinas en el sentido de que
países como Japón habían soportado exitosamente durante largos años un
déficit en cuenta corriente hasta convertirse en una potencia.
26
Cualquier cosa podía asustar a los inversionistas especulativos. Acaso lo
asombroso fue que soportaran —al menos en parte— los acontecimientos de
los primeros once meses de 1994. La fuga de capitales no logró quebrar el
modelo antes de la transmisión de poderes, y se le maquilló usando las
reservas internacionales del país. Los miles de millones de dólares producto
del sacrificio económico y la venta de los bienes de la nación, que se suponía
eran la plataforma de lanzamiento del clamoroso éxito económico que estaba a
la vuelta de la esquina, se esfumaron pagando a los especuladores, que así y
todo retiraron más de 9 mil millones de dólares de la BMV en 1994.
En estas condiciones, en un desplegado que con el tiempo sería
involuntariamente acusador, la empresa Villacero pagaba el 3 de diciembre un
desplegado a plana entera en El Financiero que decía:
El huevo de la serpiente
El mismo 1º de diciembre el grupo financiero Serfín (que tres meses después
estaría al borde de la quiebra) señalaba que, ante la expectativa devaluatoria
(negada en todos los discursos oficiales), las empresas que cotizaban en la
BMV debieron haber reducido sus deudas en dólares (UU).
Las señales eran contradictorias. El presidente del Bank of America, David
Coulter, aseguraba que los inversionistas estadunidenses planeaban expandir
sus inversiones en México y anunciaba la próxima apertura de una subsidiaria
del banco y una arrendadora (EF). Las exportaciones de Estados Unidos a
México en 1994 llegaban a 50 mil millones de dólares contra 47 mil millones
de dólares de productos mexicanos importados por los vecinos (es decir, un
déficit de tres mil millones de dólares). Esto representaba un crecimiento de
21.7% en las ventas de Estados Unidos a México los primeros nueve meses de
vigencia del TLC. Todo esto se anunciaba el 6 de diciembre, al mismo tiempo
que la BMV registraba su tercer día con pérdidas.
En los días previos e inmediatamente posteriores al cambio de poderes en
Chiapas se hablaba de preocupación del capital europeo por Chiapas, el dólar
27
experimentaba una continua escalada que lo acercaba al máximo precio
permitido por el Banco de México, los principales líderes empresariales y sus
voceros en los medios pedían que en Chiapas se terminara con el esquema de
negociadores y que entrara el gobierno directamente a resolver el problema,
los analistas preveían para 1995 un déficit en cuenta corriente de dos mil
millones de dólares por encima de los 23MMD de 1994, el secretario de
hacienda Serra Puche prometía un futuro luminoso (para lo cual pedía al
Congreso autorización para contratar 5MMD de deuda en 1995), la caída de la
BMV se explicaba en función de la baja bursátil mundial y se anunciaban
mejores tasas de interés para los Tesobonos.
Más focos rojos.
La más clara señal de peligro aparecida en los diarios mexicanos la dio,
quizá, la empresa Nomura Securities, al señalar, el 12 de diciembre, que
México estaba gastando sus reservas “a pasos agigantados” (EF), mil millones
de dólares mensuales, y pronosticaba que se necesitarían 2,500 millones de
dólares al mes para financiar el déficit de cuenta corriente en 1995. Los
analistas coincidían en que el calentamiento de la situación en Chiapas y los
aumentos en tasas de interés en los Estados Unidos harían imposible que
México tuviera el ingreso de inversiones necesario para financiar el déficit.
Aún así, descartaban una crisis de deuda. Lo que parecía el problema grave
era el tipo de cambio. El peso, más que la bolsa, había resentido el asesinato
de Colosio, y a diferencia de la bolsa nunca se había recuperado.
A la incertidumbre por la situación en Chiapas, alimentada por las
tensiones resultado de la toma de posesión de Eduardo Robledo, se aunaban
muchos otros elementos. En palabras del Wall Street Journal, (que había
publicado los problemas que llevaron a la restructuración de Serfín, poniendo
de nuevo en duda la solidez del sistema financiero privado mexicano), las
tensiones en Chiapas eran “parte del motivo” de la caída del peso, “pero los
problemas parecen mucho más profundos”. Ese diario sugería ya el 14 de
diciembre la necesidad de aumentar la tasa diaria de devaluación (llamada en
México “deslizamiento”) y señalaba dificultades: la aparición de nuevos
mercados de dinero muy atractivos, la búsqueda de inversiones seguras, las
“bajas” tasas de los Tesobonos (de un máximo de 15.2%) que para ser
competitivas deberían llegar al 20% y el miedo a la devaluación por la caída
de la moneda después del asesinato de Colosio. Entonces se temía “una severa
presión” para mediados de 1995.
28
Para el 15 de diciembre, se hablaba abiertamente de devaluación. Ante la
perspectiva de que el 20 de diciembre aumentaran las tasas de interés en los
Estados Unidos, los analistas resaltaban los problemas del sistema financiero
mexicano (cartera vencida, problemas de Cremi-Unión, Havre, Banpaís,
Serfín) y el excesivo endeudamiento en dólares de las empresas mexicanas.
Ante la caída del peso y del índice de precios y cotizaciones (IPyC) de la
Bolsa Mexicana de Valores, el secretario de hacienda fue entrevistado por The
Wall Street Journal el 15 de diciembre. Sus declaraciones, publicadas el 16 en
Estados Unidos y el 17 en México, eran concluyentes: “el peso no será
devaluado”, dijo, y destacó que para el nuevo gobierno era prioritario proteger
la moneda y fomentar la inversión extranjera. En un artículo que acompañaba
a la entrevista, el diario señalaba: “Serra debe convencer a los mercados
financieros de que el peso se mantendrá estable y que las exportaciones
pueden crecer sin devaluación de la moneda.”
En este panorama intervino un informe del Grupo Interacciones, presidido
por Jorge Hank Rohn, hijo de Carlos Hank González, cabeza visible del
poderoso grupo político “Atlacomulco”, que cuestionaba al gobierno de
Zedillo.
Sin embargo, para el 18 de diciembre la BMV había caído al último sitio
en rendimiento mundial y el peso estaba en el límite de la banda de flotación.
“La situación en Chiapas no sería tan preocupante si todo lo demás estuviera
funcionando”, diría el analista Damian Frazer.
Pero nada parecía estar funcionando.
29
5. Posadas negras
30
presidente de Concamin), “no es ninguna sorpresa” (Jorge Salim, presidente
de la Asociación Mexicana de Casas de Cambio), permitiría “contrarrestar los
fenómenos especulativos” (Alberto Tiburcio, presidente del Instituto
Mexicano de Contadores Públicos) (EF). Por su parte, los legisladores del PRI
indicaban que “la devaluación no existe” y algunos analistas empezaban a
señalar, tímidamente, que la medida debió haberse tomado antes.
Correcta como quizás era, obligada ante las presiones financieras más que
ante las acciones publicitarias del EZLN, la medida se vio bajo ataque de
inmediato más por la forma en que se tomó. Según el WSJ, el nuevo gobierno
“manejó la devaluación de una manera ‘amateur’, así que el plan se inició con
el pie izquierdo” (EF). Según los inversionistas, “de haber sucedido bajo su
supervisión, Pedro Aspe habría llamado por teléfono a los principales
inversionistas a cualquier hora de la madrugada para explicar la devaluación.”
Los inversionistas estaban molestos. La torpeza de no tomar en cuenta al
capital internacional ya entretejido en toda decisión del gobierno mexicano,
siquiera avisarle por alguna vía privilegiada, fue un error de tal magnitud que
sólo los acontecimientos posteriores lo pondrían en su justa y brutal
perspectiva.
No se iba el dinero, se iba la confianza de los inversionistas extranjeros.
¿Por qué devaluación si el secretario Serra Puche la había descartado menos
de una semana antes? ¿Por qué el 15% si se consideraba al peso sobrevaluado
entre el 20 y el 40%? ¿Por qué en la madrugada?
Las preguntas en México eran otras. ¿Por qué no había devaluado Salinas
si la situación era crítica? ¿Dónde quedaban las expectativas que tres semanas
atrás eran la constante en la información? ¿Los éxitos macroeconómicos del
régimen salinista eran más propaganda que realidad?
El 21 de diciembre, las preguntas eran numerosas. Para dar las respuestas,
el Secretario de Hacienda Jaime Serra Puche viajó a Nueva York para reunirse
con un centenar de altos dirigentes de la comunidad financiera internacional.
Según algunos diarios mexicanos, logró inyectar tranquilidad y optimismo a
los presentes. Según otras versiones, el flamante Secretario de Hacienda fue
“reprobado” por sus invitados. Según el diario Reforma, los asistentes le
preguntaron a Serra Puche: “¿Por qué vamos a creer lo que dice hoy si cuatro
o cinco días antes de la devaluación negaba que pudiera darse?” Otro
entrevistado anónimo del mismo diario criticaba el estilo tradicional de la
política mexicana. “A veces parecía un diálogo de sordos. Se le preguntaba
una cosa y respondía lo que quería.” Mientras, El Financiero hablaba de la
31
molestia de los inversionistas estadunidenses, que consideraban que el país
“está en caos”.
Incluso el intento tardío de dar explicaciones fallaba, aunque los Estados
Unidos, a través de su secretario del Tesoro, Lloyd Bentsen, insistían en que
“los factores fundamentales de México permanecen sólidos”.
32
neoliberalismo radical no cejaban en su insistencia de acusar al EZLN y
desdeñar los demás aspectos de la crisis.
La caída de la bolsa mexicana y la devaluación del peso se convirtieron en
un detonador que afectó no sólo a los mercados latinoamericanos (el llamado
“efecto tequila”) sino en general a los mercados emergentes.
El 21 de diciembre, ni el aumento en las tasas de los Cetes, ni las
declaraciones múltiples en el sentido de que se mantendría la nueva banda de
flotación, ni el aumento en las tasas de interés bancario, lograban la ansiada
calma. En una nueva reunión de la Comisión de Seguimiento del Pacto, el
secretario Serra Puche anunciaba que las reservas habían caído hasta 6,500
MD, y alrededor de las once de la noche se tomaba la decisión de liberar al
peso para que su precio se fijara de acuerdo a las fuerzas del mercado.
Adicionalmente se acordaba una congelación de precios por 60 días (que
nunca fue respetada), la privatización de puertos aéreos y marítimos y otras
medidas que buscaban recuperar el control de la situación.
Los diarios del 22 de diciembre ofrecían, en contrapunto, las declaraciones
optimistas de varias personalidades durante el día 21 y el anuncio de la libre
flotación.
La crisis incontenible era para muchos la oportunidad de concluir el
sacrificio ritual del anterior tlatoani. El subsecretario de Hacienda Santiago
Levi aseguró que la crisis era una “herencia” ya que en 1994 “no se tomaron
las medidas profundas” para enfrentar el problema del déficit importante”
(EF). La inmolación del expresidente era urgente, pero le resultaba
inadmisible al Presidente Zedillo por motivos de lealtad.
Ante la devaluación, que mandaba al peso a más de cinco por dólar, la
disciplina priísta en la Cámara de Diputados apenas titubeó. Con toda
puntualidad, y en un mayoriteo apenas perturbado por dos diputados de
Sinaloa que votaron en contra, los diputados del PRI aprobaron un quimérico
Presupuesto de Egresos para 1995. Acaso esperaban que cumplida la magia de
la formalidad, la realidad se ajustara con lealtad, disciplina y respeto al
Partido.
Otra anécdota menor, pero igualmente reveladora, fue el anuncio de que
Televisa y Telmex, las dos empresas consentidas del salinismo, habían
“oportunamente” restructurado sus deudas en dólares, cambiando buena parte
de ellas por deuda en pesos. La duda que quedaba era si los dirigentes de
ambas empresas, Emilio Azcárraga y Carlos Slim, habían acudido a su aguda
visión empresarial para prevenirse de una devaluación (que públicamente
33
ambos negaban, sobre todo el primero a través de los noticieros de su
empresa) o si habían tenido acceso a información privilegiada que ocultaron.
En todo caso, ambas empresas salían menos raspadas que las demás.
Para el 23 de diciembre, el país que estaba por alcanzar el máximo “grado
de inversión” según los analistas internacionales era “país de alto riesgo” (EF)
y las expectativas de empleo, crecimiento y bienestar social se convertían en
negativas.
Los inversionistas estadunidenses habían perdido alrededor de diez mil
millones de dólares. El precio de 5.60 nuevos pesos por dólar se consideraba
exagerado e incomprensible.
34
presidente Zedillo, aunque se identificaba claramente con el proyecto
económico neoliberal del grupo salinista.
Desde el 22 de diciembre, el PRD pedía la renuncia de Serrra Puche, y le
hacían eco diversos analistas y medios. Pero también la desconfianza y el
enojo de los inversionistas de Wall Street ante el secretario hacían insostenible
su posición. La segunda devaluación era la puntilla a la credibilidad, según el
Wall Street Journal, y el problema no era ya la renuncia, sino la fecha.
Incluso los analistas económicos no partidistas señalaban ahora lo preciso
de al menos dos críticas fundamentales al TLC, que le atrajeron a quienes las
expresaron los más duros epítetos, incluidos los de “traidores a la patria”. La
primera señalaba el desequilibrio que resultaría de un tratado que miraba
como iguales a la poderosa economía estadunidense y a la tercermundista
economía mexicana, y levantaba la voz de alarma ante la falta de mecanismos
para compensar ese feroz desequilibrio. La segunda era que la apertura
acelerada de la economía mexicana, cuando todavía se estaba negociando el
tratado en cuestión, comprometía gravemente el futuro económico y dejaba a
México en posición sumamente frágil. ¿Cómo negociar un tratado para ofrecer
aquello que el país ya estaba dando sin más?
Las consecuencias del tratado promovido, negociado y firmado por Jaime
Serra Puche lo hacían el blanco ideal para el descontento.
Como parte del nuevo retrato de quien había aspirado a la presidencia, el
26 de diciembre Oscar Enrique Ornelas revelaba en El Financiero que el
fugaz Secretario de Hacienda Jaime Serra Puche no creía que hubiera
explotación de unas naciones por otras, y había tratado de demostrarlo frente a
un grupo de alumnos de sociología mediante complejas fórmulas matemáticas.
Ese acto de fe, que no sólo sostenía el secretario, sino que es consustancial
al neoliberalismo tecnocrático que considera a la soberanía un estorbo para la
economía, llevó a los funcionarios salinistas a identificar de manera total los
intereses de México con los de Estados Unidos, olvidándose que,
independientemente de su identidad ideológica con Reagan y Bush, defendían
(o debían defender) intereses nacionales distintos. Obnubilados por la
globalización, convencidos del fin de las ideologías, armados de complejas
teorías económicas, emprendieron la transformación de México que hizo crisis
el 19 de diciembre.
Ese mismo Serra Puche decía, en su carta de renuncia del 29 de diciembre:
“la estrategia gradual que propuse para enfrentar el elevado desequilibrio de la
cuenta corriente de nuestra economía no fue la correcta”. Se convertía así en
35
el secretario de estado con la gestión más breve en la historia del México
moderno.
Jaime Serra Puche fue sacrificado, y con él se ponía en entredicho el
proyecto de gobierno a largo plazo (al menos en su forma original). El relevo,
Guillermo Ortiz, traía como capital no sólo su habilidad como economista
neoliberal, puesta de relieve en su tarea al frente de la reprivatización de la
banca como subsecretario de Hacienda de CSG, sino la estrecha amistad que
lo uniera a Joseph Marie Cordoba. Había sido Ortiz quien lo presentara con
Carlos Salinas, de quien el economista francés sería superasesor años después.
Por su parte, el presidente Zedillo daba las primeras indicaciones de una
ruptura con el régimen anterior en un mensaje a la nación, el 29 de diciembre,
en el que señalaba: “Ahora puede apreciarse con claridad que el déficit en
cuenta corriente llegó a ser tan grande durante los últimos años que, dadas las
circunstancias internas y externas, era insostenible. Es preciso reconocer que
hubo una subestimación del problema y esa subestimación fue sumamente
grave.”
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PARTE DOS
EL PRIMER MUDO SE ALEJA
37
1. Por la paz, segunda llamada
Eso que a falta de mejor nombre se llama “la sociedad civil” había logrado, en
los primeros días de enero de 1994, poner coto a una guerra que ya había
comenzado, y desorientar tanto a los guerrilleros zapatistas como a los
estrategas político-militares del gobierno de Carlos Salinas.
De nuevo, ante el endurecimiento, amplios grupos de la sociedad civil se
movilizan para rechazar la salida militar al conflicto.
Los enfrentamientos armados que no se daban entre los zapatistas y el
Ejército Mexicano se daban por la vía civil, con las tomas de predios por parte
de organizaciones campesinas y la respuesta violenta de los ganaderos y los
funcionarios priístas. El 1º de enero, seguidores del alcalde de Oxchuc
golpeaban a integrantes de la organización Tres Nudos.
El 5 de enero, el diputado priísta Gonzalo López Camacho (también
presidente de la Unión Regional Ganadera del Centro) proponía al Congreso
local chiapaneco que solicitara la intervención del ejército para detener la
delincuencia, supuestamente amparada bajo las siglas del EZLN.
38
Ya a partir del 13 de diciembre, Guatemala había empezado a movilizar
unos 15 mil soldados (PR) para ayudar a México a bloquear la retaguardia del
EZLN. Al mismo tiempo, el Ejército Mexicano establecía un cerco a Chiapas
con tropas en Oaxaca, Tabasco, Veracruz y Campeche.
La contradicción formada por la movilización permanente de tropas,
ubicando a un alto porcentaje de todos los soldados de México del Istmo para
abajo (un soldado por cada 25 habitantes, denunciaba Amado Avendaño), y
los constantes llamados al diálogo del Presidente, generaba un clima de
tensión que trascendía a la entidad en conflicto. A cambio, más escasas (y
curiosamente menos publicitadas) eran las acciones de distensión, como el
reconocimiento del gobierno, el 23 de diciembre, a la Conai como instancia
mediadora en el diálogo propuesto con el EZLN.
Por su parte, el EZLN buscaba nuevas salidas políticas para no hacer
efectiva la ruptura de la tregua pero al mismo tiempo no mostrar debilidad.
Así, el 30 de diciembre decretaba un cese al fuego por una semana,
comprometiéndose a no realizar acciones ofensivas y estableciendo como
bases para una tregua definitiva y un diálogo tres puntos: solución a los
conflictos postelectorales de Veracruz, Tabasco y Chiapas; reconocimiento al
gobierno de Amado Avendaño, y reconocimiento a la Conai como instancia
mediadora. La acción alejaba el temor de que los guerrilleros aprovecharan
otro 1º de enero para lanzar una ofensiva.
En su III Declaración de la Selva Lacandona, emitida el 1º de enero, el
EZLN intentaba de nuevo la creación de un movimiento civil. La Convención
Nacional Democrática se había diluido en gran medida por las contradicciones
propias de la izquierda mexicana, sin lograr concentrar los esfuerzos de todas
las organizaciones democráticas, progresistas, críticas y ciudadanas. Ahora, el
EZLN proponía la formación de un Movimiento para la Liberación Nacional,
encabezado por la propia CND y por Cuauhtémoc Cárdenas, pero convocando
a más amplios sectores de la sociedad. Proponía la creación de un gobierno de
transición para acabar con el sistema de partido de estado, reformar la ley
electoral, convocar a un constituyente para redactar una nueva Carta Magna,
reconocer la autonomía de las comunidades indígenas y reorientara el
programa económico del país favoreciendo a los sectores más desposeídos.
De inmediato, la Secretaría de Gobernación emitió un comunicado de
prensa en el cual, aún no compartiendo “los juicios” expresados en esa
declaración, insistía en su vocación de paz y pedía a la Conai que interviniera
para que se estableciera de inmediato un diálogo.
39
El miembro más visible de la Conai, Samuel Ruiz, llevaba ya doce días de
ayuno. Por su parte, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad
sostenía otro ayuno en el Ángel de la Independencia, encabezado por la actriz
yucateca Ofelia Medina, demandando el retiro de los soldados a sus cuarteles,
reanudación del diálogo con una agenda aprobada y que se reconociera a la
Conai como mediadora en el conflicto.
Marchas, ayunos diversos y un clamor constante en los medios impresos
por la paz daban al EZLN la posibilidad de establecer una nueva tregua.
Tocaba al gobierno dar el siguiente paso.
El 3 de enero, Samuel Ruiz levantaba su ayuno al considerar que se
alejaba la dinámica de la guerra y se veían signos alentadores para una tregua
más amplia.
Era sintomático que la Comisión Legislativa de Diálogo y Conciliación o
Comisión Plural, formada a instancias del Presidente con legisladores de todos
los partidos, dijera el 5 de enero no sólo que instaba al diálogo “directo”, sino
que “las condiciones están maduras para una gran reforma política”.
El 6 de enero, el EZLN prorrogaba la tregua hasta el día 12 de enero, pese
a que denunciaban que continuaban los avances del ejército, vuelos
intimidatorios y detenciones de civiles. Además insistía en los tres puntos
mencionados en la tregua del 30 de diciembre, de los cuales sólo se había
cumplido el reconocimiento a la Conai como mediadora. De inmediato, la
Secretaría de Gobernación dio a conocer su beneplácito, señalando sin
embargo que el ejército no había realizado avances.
Las acciones de hostigamiento denunciadas por el EZLN se corroboraban
con las observaciones del Grupo Plural de Observación por la Paz en Chiapas,
que denunciaban cateos, interrogatorios y detenciones al amparo de la
campaña de obras de servicio social emprendida por el ejército en la zona.
Ante la nueva tregua y el anuncio de inminentes negociaciones, los 23
ayunantes del Ángel rompieron finalmente su ayuno el 7 de enero. Al día
siguiente, la Secretaría de la Defensa Nacional anunciaba el relevo de Miguel
Ángel Godínez, encargado de la Séptima Región Militar y por tanto al frente
de las acciones contra el EZLN desde el 1º de enero de 1994, por el general
Enrique Reta Castillejos, sobre cuya biografía se mantuvo una estricta reserva.
La otra guerra, la de las “guardias blancas” y las fuerzas de seguridad de
Chiapas contra las organizaciones campesinas y sociales, no cesaba. Las
tomas de alcaldías por parte de campesinos, organizaciones sociales y
militantes perredistas, así como la ocupación de tierras reclamadas como
40
propiedad comunal detentada por finqueros y ganaderos, resultaban en
violentos desalojos cotidianos y una escalada de enfrentamientos.
Así, el 10 de enero un grupo de perredistas intentó tomar el palacio
municipal en Chicomuselo, la policía abrió fuego y en el enfrentamiento
resultante murieron dos perredistas, dos civiles y dos policías. Mientras el
gobernador Eduardo Robledo y su secretario de Gobierno Eraclio Zepeda
negaban la existencia de grupos paramilitares formados y pagados por civiles
(las guardias de los ganaderos acusadas de haber mantenido el control de la
entidad durante décadas), el 11 de enero se daba a conocer la actuación en
Chicomuselo de la Alianza de Propietarios Rurales, comandada por Guillermo
Ruiz Macías y con unos 400 efectivos equipados con fusiles de uso exclusivo
del ejército e identificados con un listón rojo. La organización, formada por
ganaderos, declaraba a El universal que buscaba “proteger los intereses del
pueblo y de los mexicanos”. Esta organización actuaba en coordinación con la
Policía Judicial Estatal.
El mismo 11 de enero, el investigador de Amnistía Internacional Morris
Tidball aseguraba que en el enfrentamiento en Chicomuselo habían
participado guardias blancas identificados con un brazalete rojo (LJ).
Una nueva prolongación de la tregua del EZLN, del 12 al 18 de enero,
abría las puertas al diálogo.
De vuelta al diálogo
Los analistas coincidían desde el inicio del sexenio en que el nuevo secretario
de gobernación Esteban Moctezuma era políticamente demasiado inexperto
como para asumir la cartera dedicada precisamente a la gobernabilidad interna
del país. Antecedido por secretarios como Fernando Gutiérrez Barrios,
Gustavo Díaz Ordaz, Manuel Bartlett y Patrocinio González Blanco Garrido,
se le imaginaba presa fácil de cualquier trastorno político, por no decir de una
tempestad.
El 14 de enero, en un comunicado, el EZLN anunciaba el diálogo,
señalaba que no realizaría “tratos con el supremo gobierno a espaldas del
pueblo de México” y garantizaba la seguridad de los representantes
gubernamentales. La acción más audaz por parte del gobierno fue que el
propio secretario Moctezuma acudiera el 15 de enero a la cabeza de la
delegación. Y lo más notable sería el ambiente de confianza que logró
establecer, algo que antes sólo había conseguido el primer mediador, Manuel
41
Camacho Solís. Los comunicados resultantes del diálogo (uno de cada
instancia) eran tranquilizadoramente optimistas.
Durante cuatro horas dialogaron tres representantes de cada instancia
(Segob, Conai y EZLN). Era el primer encuentro del gobierno con el EZLN
desde el 3 de mayo de 1994. El único punto de la agenda era cómo lograr la
distensión y alejar el peligro de enfrentamientos, aunque se manejaría
extraoficialmente que se había hablado de investigar a los grupos armados de
los ganaderos, las “guardias blancas”.
Por su parte, la Secretaría de la Defensa anunciaba que mantendría el cese
unilateral del fuego.
Un día después, la Secretaría de Gobernación anunciaba los cinco
acuerdos de la reunión: retiro del ejército de Larráinzar y Simojovel,
restricción de patrullajes militares a carreteras, ratificación del cese unilateral
al fuego por parte del gobierno, autorización para que la Cruz Roja
Internacional siga actuando en la zona y ratificación de la Conai como
mediadora en el conflicto.
Por su parte, el EZLN se comprometía, según comunicado del 16 de enero,
a no atacar al ejército, no obstruir las vías de comunicación, desminar los
accesos a territorios zapatistas, no tomar edificios públicos, respetar a la
población civil que no simpatiza con los rebeldes, dar facilidades a la Cruz
Roja para sus acciones y aceptar la mediación de la Conai dándole garantías
para verificar el cumplimiento de esos puntos. Estas medidas tenían carácter
de indefinidas, lo que representaba una nueva tregua. En otro comunicado,
una frase esperanzadora. “El EZLN reconoce los esfuerzos serios y el ánimo
sincero de los representantes gubernamentales por encontrar caminos
verdaderos al diálogo y ala paz justa y digna”.
Era, así se consideraba incluso por algunos en el campo de la “mano dura”,
un triunfo para la conciliación promovida por Ernesto Zedillo por medio de
las cartas intercambiadas con el EZLN desde septiembre.
42
2. Del desencanto a la rebelión
La verdadera crisis
Más allá del golpeteo económico, de la cancelación de perspectivas a futuro;
más allá de que los críticos tuvieran o no razón, más allá de las
43
consideraciones financieras o políticas, el golpe de la devaluación en dos
etapas (el 19 y el 21 de diciembre) y el anuncio de que “no somos un país
rico” tuvieron un atroz efecto en el ánimo popular, sobre el presidente Zedillo
pesaban los seis años anteriores. La sensación generalizada era que el país
había sido víctima de un engaño colosal, y los mismos que en pláticas de
amigos hablaban de las bondades del salinismo pasaron al uso de epítetos
ofensivos para referirse al grupo en el poder.
Los grandes empresarios nacionales y extranjeros exigían la entrega
inmediata e incondicional del país (“¡Que se venda Pemex!”, exigían por boca
de sus voceros). Los políticos priístas encargados de las loas al salinismo le
dieron súbitamente la espalda y omitieron la defensa del expresidente cuando
el PRD emprendió una fuerte ofensiva en la tribuna de la Comisión
Permanente del Congreso. Algunos se comieron sus palabras y atacaron, como
el Gobernador del Estado de México, Emilio Chuayfett. La excepción de la
lealtad acrítica fue la presidenta del PRI, María de los Angeles Moreno, que
constante aunque discretamente defendió a Carlos Salinas. Los dirigentes
panistas se contradijeron alegremente: mientras algunos apoyaban las
demandas de un juicio político contra CSG, otros (como el presidente del
partido, Carlos Castillo Peraza) aseguraban que el juicio debía darlo la historia
y los más cautos señalaban que había que investigar a ver si procedía alguna
demanda. En el PRD se acentuaba el enfrentamiento entre quienes buscaban el
diálogo con el Presidente y quienes recelaban de él e insistían en la
inflexibilidad, exhibiendo sin cautela alguna las pugnas interiornas de su
partido.
Pero la falta de defensa del salinismo en el momento de la crisis redundó
paradójicamente en una merma de la credibilidad en el gobierno zedillista.
Evidentemente eran los mismos, los apellidos lo certificaban más allá de toda
duda. De ahí que en la defensa del nuevo régimen, el priísmo insistiera: “no es
momento de buscar culpables”. Era indispensable exonerar hacia atrás sin
repartir responsabilidades y hacer llamados a la unidad que, por lo mismo,
sonaban poco sustanciosos, como si quien los hiciera no creyera en ellos o,
vaya usted a saber, acabara de colgar el teléfono ordenándole a sus corredores
de bolsa la venta de todo su portafolio de inversiones en México.
Los errores políticos en el manejo de la crisis, desde la forma en que el
Secretario Serra Puche hizo el anuncio de la devaluación, se fueron
multiplicando, creando la sensación generalizada de que había un problema de
conducción del país. Una caricatura de Falcón (RE) mostraba al Presidente
44
Zedillo con el timón, pero sin barco. El avezado analista Raymundo
Rivapalacio hablaba de un “kindergarten” de bisoños políticos en Los Pinos,
asesores con altas calificaciones económicas pero cero experiencia en el
manejo del poder.
El costo político se presentaba alto. Más, quizá, que el costo económico.
Un acuerdo más
De pronto el país se veía de nuevo ante la necesidad de firmar un acuerdo
entre los sectores (empresarios, obreros y campesinos) para enfrentar la
emergencia económica.
El 2 de enero, los representantes de los sectores se reunieron con Santiago
Oñate, secretario del Trabajo, y Guillermo Ortiz, titular de Hacienda. Los
líderes empresariales llegaban indignados y, gracias a Salinas, más poderosos
que nunca, con sus filas reorganizadas y con una clara orientación respecto a
lo que le demandaban al gobierno, lo que hacía poco importante que su
representatividad real fuera mucho menor a la que se adjudicaban. Los
representantes de obreros y campesinos llegaban débiles y su cuestionable
representatividad era un lastre mayor en la negociación, pero estaban
indignados también porque habían esperado que la anunciada recuperación (la
que ya no vendría) los reivindicaría ante la historia y, quizá, ante sus propios
representados reales o supuestos. Habían aceptado sin protestar la demolición
del sindicalismo, la pulverización del sector popular y las reformas al artículo
27 constitucional que, para todo efecto, rompían toda liga entre el gobierno de
los economistas y la sospechosísima revolución mexicana. A cambio, además
de prebendas, se les había ofrecido que sus representados —pasado un
prudente tiempo de inevitables sacrificios— descubrirían en sus bolsillos y su
capacidad de consumo y acceso a bienes y servicios las maravillas del
esquema diseñado en Chicago.
Usando el procedimiento habitual, los representantes de obreros,
trabajadores y campesinos se reunieron en una sala, los empresariales en otra
y los representantes del gobierno, mediando, tendrían la responsabilidad de
presentar propuestas, escuchar contrapropuestas y llevarlas al otro salón, hasta
llegar a un consenso entre los dos grupos.
Las propuestas esenciales del documento presentado a los sectores por el
secretario de Hacienda Guillermo Ortiz eran mantener la flotación del peso,
aceptar aumentos de precios, no aumentar salarios y a cambio ofrecer un
sistema de “bonos por productividad”, disminución del gasto público,
45
aumento a los precios y tarifas del sector público, endeudamiento por 18
MMD, privatización de puertos aéreos y marítimos, ferrocarriles y servicios
públicos.
Las pláticas se prolongaron, revelando un desacuerdo sin precedentes. Si
antes el secretario del Trabajo, Arsenio Farell, llegaba con una propuesta que
se firmaba prácticamente a ciegas, ahora había discusión y reticencias. No
había enfrentamiento de posiciones encontradas, nadie criticaba a fondo el
modelo económico asumido, pero la implementación del acuerdo dentro de los
límites del neoliberalismo más ortodoxo ponía en peligro la posición política
de los representantes de los obreros y campesinos. En resumen, la contención
de salarios y los aumentos de precios indispensables para retirar pesos de la
circulación y hacer el ajuste monetario que —en teoría— salvaría la economía
del país, podría provocar la insubordinación de trabajadores, obreros y
campesinos. ¿Cómo justificar a la hora de las declaraciones la firma de un
acuerdo que afectaría sin discusión la economía, la forma de vida y las
expectativas de sus —de nuevo hipotéticos— representados?
La reunión comenzó a las 9 de la mañana y el secretario del Trabajo
Santiago Oñate Laborde esperaba tener el acuerdo firmado en dos horas y
media.
A las cinco de la tarde, Fidel Velázquez abandonó el recinto por un
malestar menor y declaró que “aún no había acuerdo”. Adentro, los dirigentes
obreros habían llegado a anunciar la inaudita decisión de no firmar hasta no
presentar el proyecto del AUSEE (Acuerdo de unidad para superar la
emergencia económica) al pleno del Congreso del Trabajo, para volver con
sus contrapropuestas al día siguiente. Esto ponía en riesgo los proyectos del
secretario de Hacienda de dar a conocer el acuerdo de inmediato para
tranquilizar a los inversionistas en Nueva York y Londres. Y además, les
recordaba el secretario Oñate, ya se había anunciado un mensaje presidencial
para las 19:00 horas, que se pospuso hasta ocho veces.
Fidel Velázquez, que había sido defensor incluso de la posible reelección
salinista, lo dijo abiertamente: “Nos engañaron, compañero”.
Sin Fidel, los representantes de los trabajadores se rebelaron aún más
firmemente, y los representantes campesinos descubrieron la posibilidad de
usar la voz para algo más que para apoyar al gobierno. Hubo cambios: el
documento se comprometía a no privatizar el Instituto Mexicano del Seguro
Social (IMSS), no mencionaba el tope salarial de 4% de aumento, sino que se
refería a complementar el magro 7% acordado en septiembre con “bonos e
46
incentivos de productividad” acordados de acuerdo a una nueva Comisión
Nacional de Productividad. Sólo el señalamiento del IMSS era trascendente.
Por lo demás, mientras los salarios quedaban congelados, los empresarios
quedaban en libertad de aumentar sus precios, haciendo “un esfuerzo
extraordinario” para no subirlos “injustificadamente”, sin especificar cómo se
medía la justificación. Además se acordaba privatizar los ferrocarriles y la
distribución de energía eléctrica, y abrir hasta el 100% la inversión extranjera
en bancos. Adicionalmente, el gobierno se comprometía a crear 700 mil becas
para capacitación de trabajadores desempleados, 200 mil más de las
originalmente planeadas.
Desgastados, hacia las cuatro de la madrugada del día 3, los representantes
de los trabajadores cedieron y firmaron, con excepción del líder del Sindicato
Mexicano de Electricistas, Pedro Castillo, que condicionó su firma a la
aceptación de la asamblea del sindicato (misma que rechazó el AUSEE el día
5).
Por fin, a las 14:30 del 3 de enero el Presidente dio su mensaje a la nación
como testigo de honor del AUSEE. Además de dar un disagnóstico sobre la
situación y repetir que la estrategia gradual para enfrentar el déficit de cuenta
corriente “no pudo sostenerse” (como lo había dicho Serra Puche asumiendo
la responsabilidad en su carta de renuncia), anunciaba sacrificios “para todos”,
reconocía “efectos dolorosos” y daba la puntilla al sueño salinista: “El
desarrollo de México exige reconocer, con todo realismo, que no constituimos
un país rico, sino una nación de graves necesidades y carencias”. Los “mitos
geniales” dejaban de serlo. La realidad llegaba de golpe, acaso más duramente
que en los días mismos de la devaluación, porque era la voz del presidente la
que negaba lo que su antecesor había afirmado. Además, consecuente con su
proyecto democratizador, convocaba a la coparticipación del Poder
Legislativo en el manejo de la crisis y llamaba “a todos los partidos políticos,
a sus dirigentes y militantes, a todos los actores sociales, incluso a quienes se
han inconformado apartándose de la vida institucional, para que de inmediato
iniciemos la discusión franca, abierta, respetuosa e intensa de todos los temas
que pueden contribuir a fincar la democracia que merecemos los mexicanos”.
El llamado a los opositores y al EZLN era insólito y abría nuevas
posibilidades de diálogo.
Sin embargo, los aspectos económicos del mensaje —que según Carlos
Ramírez (EF) fue redactado por José Córdoba Montoya— provocaron una
caída inmediata en la bolsa que se agudizaría en los días siguientes. Nadie
47
creía, al parecer, que el AUSEE lograría que se recuperara la estabilidad en un
plazo breve, con efectos mínimos de la inflación, como era el propósito
declarado del acuerdo. La influyente correduría Solomon Brothers reaccionó
aconsejando a sus clientes no invertir en México, mientras que Goldman
Sachs se negaba a hacer comentarios y los papeles mexicanos que cotizan en
la bolsa de valores de Nueva York se desplomaban. El AUSEE fue de
inmediato atacado por varios frentes, entre analistas locales y extranjeros. Para
algunos, cancelaba el futuro de los trabajadores y se excedía en sus
concesiones al capital. Para otros, en México y en Estados Unidos, era
insuficiente y debía incluir la privatización de Pemex y más concesiones al
capital.
Una vez más, nadie quedaba satisfecho. Una encuesta de Reforma entre
“114 especialistas financieros y empresarios” revelaba que sólo el 37% de los
encuestados consideraban que el plan propuesto por el gobierno era el
adecuado para enfrentar la crisis.
El 4 de enero, el secretario de Hacienda viajaba a Nueva York para
convencer a los inversionistas de volver y explicar el AUSEE. El 6 de enero
se anunciaban éxitos en sus reuniones, en algunas de las cuales estuvo
acompañado por el presidente de Telmex, Carlos Slim Helú (LJ).
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funcionario menor de su oficina, pese a que los envíos los había hecho la
Secretaría de Comercio a través de su oficina en Washington (EF).
Los mismos destinatarios del documento se inquietaban y se molestaban al
enterarse de que se les había enviado un texto que no correspondía con el que
se había firmado, lo que se interpretaba como una crisis informativa
sintomática de las dificultades de gobierno que trascendían los aspectos
meramente financieros. Como el 19 de diciembre, nadie les había explicado
por qué se posponía una y otra vez el mensaje presidencial previsto para las
siete y media de la noche.
49
Harvard, y exigio su renuncia por mentir firmar documentos con un título que
no tenía.
Acaso no era extraño que urgiera a muchos fingirse doctores, ya que los
grados inferiores no eran bastantes para aspirar a puestos públicos desde el
sexenio de Miguel de la Madrid. El sexenio de los doctores, el de Salinas,
había dejado claro ante la población que los altos grados académicos
obtenidos en las universidades favoritas del priísmo (Harvard, Yale, Stanford)
no eran garantía de capacidad. La mentira en aras del puesto (y no la falta
misma del doctorado) provocó una reacción creciente contra Fausto Alzati.
Ofensiva para muchos resultó la explicación que Fausto Alzati dio a La
jornada acerca de por qué no se había titulado como licenciado en derecho:
“Ya estaba trabajando y no tenía el tiempo suficiente para llevar un curso de
horas diarias de clases, además de que en ese entonces tuve una oportunidad
de trabajo espléndida. Me ofrecieron un buen nivel en la Secretaría de
Hacienda, que no estaba dispuesto a dejar, además de que para ese entonces
me casé”.
El 22 de enero, sin dar explicaciones, Fausto Alzati “renunciaba”,
disparando los primeros enroques del sexenio: Miguel Limón Rojas pasaba de
la Reforma Agraria a Educación, Arturo Warman pasaba de Agricultura a
Reforma Agraria y entraba a Agricultura Francisco Labastida.
50
3. La reforma apresurada
51
internas (rescoldos de los estilos más lamentables de la izquierda) se rehusó
siempre a entrar en componendas y “concertacesiones” para obtener
posiciones políticas, incluso de frente a la propuesta de la “política
incluyente”.
Esa presencia era, al menos en la foto, un triunfo de Ernesto Zedillo, su
primer triunfo político.
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los principios y desconfiar del gobierno al menos hasta que hubiera señales
claras de que habría una nueva actitud. Para la primera, el diálogo con Zedillo
era una reacción adecuada a la coyuntura si el resultado era una transición
ordenada y confiable hacia la democracia, y hasta una justificación a la
precarias condiciones en que el partido había dado la lucha. Para la segunda,
el diálogo con un gobierno priísta significaba por principio una claudicación
que abría el peligro de las concertacesiones al estilo panista y los intentos de
coptación por parte del régimen, e incluso una traición a quienes habían
pagado con la vida el delito de ser opositores al gobierno.
Ambas corrientes se sustentaban en buenas razones, pero sus roces
públicos ayudaron en poco a la imagen del PRD, sobre todo en un ambiente
político habituado a la unanimidad y a la falta absoluta de criterios propios
entre los integrantes de una corriente política. Así se revelaba cuando el
reconocimiento del senador perredista Cristóbal Arias al presidente Zedillo
por sus intentos de diálogo en la primera reunión de los senadores con el
Presidente le costó sufrir una serie de ataques, incluido el de la también
senadora perredista Irma Serrano, cuyo análisis de la actitud de su compañero
concluía que éste había dicho “una bola de sandeces”. En respuesta, Cristóbal
Arias se refrendaba como partidario del diálogo y explicaba la “honda crisis”
que veía entre los “confrontacionistas” y los “dialoguistas” (UU).
El descontrol fue mayor cuando el líder perredista en el Distrito Federal,
René Bejarano, anunciaba que el día 11 se realizaría un encuentro entre el
presidente Zedillo y el presidente del Consejo Nacional del PRD, Porfirio
Muñoz Ledo. Aunque las pláticas ya estaban avanzadas, tanto Gobernación
como el PRD se apresuraron a desmentir la versión, señalando sin embargo
que estaban abiertas las vías para la reunión.
Elemento clave en las pláticas para la reforma democrática eran sin duda
las negociaciones paralelas que buscaban desactivar los conflictos electorales
de Chiapas y Tabasco, pero al fin se logró el diálogo.
El 13 de enero, la mayor parte de la dirigencia perredista se reunió a puerta
cerrada con el Presidente. El presidente Zedillo se comprometió a no
desnacionalizar “nuestras industrias estratégicas en el campo energético”,
insistió en la necesidad de la reforma política y escuchó las demandas
perredistas respecto a los conflictos de Chiapas, Veracruz y Tabasco.
Satisfecho, el presidente del CEN perredista, Porfirio Muñoz Ledo, señaló
que se había inciado una relación madura entre su partido y el gobierno.
53
Ambas partes anunciaron nuevas reuniones que ya no se darían en los
primeros 101 días del gobierno de Zedillo.
54
moderación fue sólo rescatada del mar de hipèrbole por Carlos Monsiváis,
quien señaló: “Fue un acto importante y significativo. Si es o no histórico lo
sabremos cuando esté en construcción la verdadera confianza política y esté
en consenso esa democracia de que se habló.”
Había también de pronto la urgencia de negar la influencia de las fuerzas
de izquierda en la construcción de la democracia súbita, de reducir el acuerdo
a una graciosa concesión aprovechada por el PRD. Por ello, Octavio Paz
declaraba que a través del PRD “finalmente la izquierda mexicana ha
redescubierto la democracia” (EF). Es decir, la democracia no se empezaba a
configurar gracias a la exigencia permanente de libertades democráticas de
cada vez más amplios sectores de lo que solía llamarse izquierda, sino que, al
revés, era la izquierda la que de pronto, en su deambular azaroso, se tropezaba
de pronto con la democracia que siempre había estado allí, construida acaso
con la tinta y la saliva de los críticos light y tolerables como el propio Paz, y
no precipitada por quienes han enfrentado al sistema desde posiciones mucho
menos cómodas e impunes.
En todo caso, con distinta intensidad y desde posiciones encontradas, todo
mundo celebraba la posiblidad de la democracia por la vía del diálogo.
Después de todo, era precisamente la presencia del tan vituperado PRD la que
daba verdadero significado, esperanza acaso, al nuevo pacto.
Poco duraría el entusiasmo, tanto el cauto como el vibrante, expresados los
días 17 y 18 de enero.
55
4. Priístas en rebelión
56
exigiendo elecciones. La insistencia en una solución de principios más que de
componendas, no cuadraba en el concepto del poder del sistema.
El 27 de diciembre se acuerda que Santiago Creel y José Agustín Ortiz
Pinchetti, consejeros electorales ciudadanos, realizarían un estudio para
determinar si las denuncias de irregularidades de López Obrador estaban
fundamentadas.
57
interino que convocara a elecciones extraordinarias con mecanismos
electorales en Tabasco ciudadanizados para garantizar una elección limpia,
que López Obrador podría avalar aún si perdiera.
¿Acaso, como revelara el periodista Carlos Ramírez, en algún momento
previo a la firma de su renuncia, Roberto Madrazo realizó una visita a las
oficinas de Carlos Hank González y desde allí se fraguó la rebelión? ¿Fue la
presión sobre Madrazo para aceptar un acuerdo el gran argumento del
Presidente para conseguir la firma del PRD en el APN el día anterior?
En todo caso, Manuel López Obrador declaraba poco después que el
presidente Zedillo le había dicho personalmente, en la residencia de Los
Pinos, el 15 de enero, que se iban a respetar los compromisos sobre Tabasco
asumidos por el Secretario de Gobernación Esteban Moctezuma. Esos
acuerdos incluían la celebración de nuevas elecciones.
De inmediato, Roberto Madrazo partía a Tabasco para presentar su
“licencia” que se traducía en renuncia. A medio camino se le pidió volver, los
acontecimientos en Tabasco eran preocupantes y se había dado una
rectificación. Madrazo conservaría el cargo. Volvió a su estado fortalecido
ante “el centro” pero, claramente, rehén de los grupos de poder que le habían
permitido tomar posesión dos veces.
Tabasco bronco
Mientras se platicaba en Gobernación, la élite tabasqueña se movilizaba.
Desde el 9 de enero la Junta Coordinadora Empresarial de Tabasco emprendió
una ofensiva de desplegados protestando por las pláticas y exigiendo que la
solución no se diera “en el centro”, sino en Tabasco.
El ambiente se caldeó aún más cuando El sol de México, diario de Mario
Vázquez Raña, publicó el día 10 que Creel y Ortiz Pinchetti afirmaban que las
denuncias del PRD carecían de sustento y por tanto las elecciones eran
válidas. Mucho menos difusión recibió el desmentido de los consejeros el día
13.
Más desplegados, firmados por “La sociedad civil” y un fantasmal “Frente
amplio de ciudadanos”, que en el mismo tono de los “auténticos coletos” de
Chiapas, salían en defensa de las “buenas costumbres” tabasqueñas y contra el
PRD. Las frases sacadas de los manuales derechistas de los sesenta
evidenciaban el ánimo propagandístico: “¡Fuera comunistas!” (PR).
Proliferaban además las amenazas a periodistas y el 11 de enero un marino
58
disparó contra militantes del PRD que bloqueaban el puerto industrial de Dos
Bocas, asesinando a uno de ellos.
Mientras tanto, en la Ciudad de México, el líder perredista Porfirio Muñoz
Ledo daba indicaciones de que una de las condiciones para el diálogo
sostenido dos días antes con el presidente Zedillo tenía que ver con Tabasco.
“Mañana van a ocurrir cosas y pasado también”, declaraba el día 16 (LJ).
Ocurrieron cosas, pero no ciertamente las que esperaba el dirigente
perredista.
El día 16, la cúpula priísta tabasqueña y los empresarios de la entidad
empezaron a reunirse para establecer un plan de acción, y al día siguiente
emprendieron una ofensiva en las emisoras radiofónicas de Tabasco a nombre
de la “sociedad civil”. Por su parte, el Congreso Estatal dominado por el PRI
se declaraba en “sesión permanente” y elpresidente estattal del partido
anunciaba “el PRI vela armas y ha convocado a sus comités en los 17
municipios del estado para iniciar movilizaciones en contra de la anulación de
las elecciones” (EF). Para el día 17 la rebelión estaba lista para dispararse,
sólo requería de una orden. Los personeros del cacicazgo tabasqueño, que
habían apoyado al candidato impuesto (como siempre) desde “el centro”,
estaban dispuestos a jugársela contra el centralismo y en defensa de sus
privilegios.
Finalmente, el 18 de enero el coordinador regional del CEN del PRI,
Manuel Ramos Gurrión, filtró a los diputados locales información en el
sentido de que Madrazo renunciaría, relacionando la decisión con la firma del
APN y pidiéndoles su apoyo. Como reacción, los empresarios y priístas
emprendieron una ofensiva de declaraciones sin precedente en la historia del
país. Amenazaban con salirse del PRI y formar un partido estatal, amenazaban
con la violencia para impedir que se fuera “su” gobernador, pero sobre todo
amenazaban con escindir a Tabasco de la Federación. De inmediato
establecieron un bloqueo carretero.
La rebeldía llegó a su límite político con un lenguaje desusado, alcanzó
tintes preocupantes con el intento de linchamiento del senador perredista
Auldárico Hernández, se convirtió en casi sublevación con la suspensión de
las actividades en Villahermosa y estalló en violencia el día 19 a las 11:30 de
la mañana, cuando un contingente de jóvenes presuntamente priístas y
encabezados por dirigentes priístas atacaron a los simpatizantes de Manuel
López Obrador que mantenían el plantón en la Plaza de Armas. Al grito de
“¡De pacifismo y prudencia ya estamos hasta la madre!”, el exdiputado federal
59
Mario Ross, ebrio, según el subsecretario general de gobierno, Irving Orozco
(PR) lanzó a 200 individuos contra los perredistas. Para las 5:45 de la tarde ya
eran mil quinientos priístas los que, movidos por diputados locales, atacaban a
los perredistas, que optaron por sentarse en el suelo y no responder a la
agresión. Los líderes perredistas Auldárico Hernández, Darvin González y el
propio López Obrador (en un mensaje radiofónico desde México) decidieron
conminar a sus seguidores a retirarse para evitar un derramamiento de sangre.
Finalmente, los perredistas respondieron al ataque más intenso y
repelieron a pedradas a los priístas. Después, entre piedras, golpes de palos,
cocteles molotov y algún petardo lanzado desde los techos ocupados por las
fuerzas de seguridad, además de un ataque con gases lacrimógenos por parte
de la policía, los perredistas dejaron el lugar a los priístas, que robaron y
quemaron las pertenencias de los inconformes además de destrozar varios
automóviles mientras la Secretaría de Gobernación llamaba a evitar un
“enfrentamiento civil”.
Las fotografías mostraban que la mayoría de los “priístas indignados” eran
extremadamente jóvenes, todos urbanos, “priístas banda” valdríase decir.
Varias versiones señalaban que se trataba de pandilleros a sueldo que, luego
de desalojar la plaza, tuvieron arrestos para saquear los comercios aledaños a
la plaza de armas.
A las 8:40 de la noche, Roberto Madrazo Pintado entraba a Palacio (LJ).
La rebelión, acaso autogolpe había triunfado.
El 19 de enero, Roberto Madrazo declaraba al noticiero 24 horas que los
enfrentamientos se habían dado por culpa de los perredistas que habían
difundido el rumor de su renuncia. Nadie le preguntó cuándo se había afiliado
al PRD Manuel Ramos Gurrión.
¿Quién había autorizado tal movilización? ¿Con qué apoyo político del
más alto nivel contaba la poderosa oligarquía tabasqueña para emprender una
acción de tan graves consecuencias, retando sin precedentes a la autoridad
presidencial? ¿Tenía algo que ver la estrecha unión de los gobernantes y
magnates tabasqueños con el Grupo Atlacomulco o era ésta un delirio de los
opositores?
La rebelión en Tabasco no sólo consolidaba al gobernador priísta y al
grupo de poder que lo apoyaba, representaba una cuchillada mortal al
Acuerdo Político Nacional firmado dos días antes.
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La iniciativa privada, ganaderos y caciques de Chiapas, aprovecharon la
oportunidad para anunciar que harían lo mismo si se pedía la renuncia de
Robledo. Robledo aprovechó para declarar que no renunciaría.
Pensar en una reforma política de consenso con los partidos representaba
volver a empezar, ahora con la carga de desconfianza que dejaba el acuerdo
secreto incumplido.
Tabasco: en familia
Las redes de relaciones amistosas, de negocios y familiares entre priístas
destacados y empresarios beneficiados con contratos no son nada nuevo. El
estallido de la insubordinación priísta en Tabasco, sin embargo, permitió
revelar a la opinión pública el nivel de cohesión en el grupo dueño del poder
económico y político en la entidad, como un caso de estudio para luego
reanalizar las redes de poder en todos los estados y a nivel federal.
En un singular reportaje de Alvaro Delgado y Armando Guzmán, la revista
Proceso intentaba reconstruir las ligas entre unos y otros. Señalaba que
Alberto Banuet, quien fuera delegado de la SARH cuando su titular era Carlos
Hank González y coordinador regional de la campaña de Roberto Madrazo,
era también yerno del exgobernador de Tabasco Leandro Rovirosa Wade. El
presidente de la Coparmex-Tabasco, Carlos Madrazo Cadena, era primo del
nuevo gobernador, mientras Manuel Ordóñez Galán era primo tanto del nuevo
gobernador como del exmandatario estatal Manuel Gurría. Arcadio León era
al mismo tiempo senador por Tabasco, líder “histórico” de la Unión Ganadera
Regional, socio de Cabal Peniche, cuñado de un exgobernador de Quintana
Roo y dueño (en sociedad con el también diputado priísta Raúl Ojeda, quien
jugó algún papel en la rebelión tabasqueña) del hotel Hyatt de Villahermosa,
en tanto que que Gonzalo Quintana Giordano era socio del fugitivo banquero
Cabal Peniche y al mismo tiempo presidente de la Comisión Estatal Electoral
a cargo de darle el triunfo a Roberto Madrazo. Todos ellos, y otros, fundaban
el Frente Cívico Tabasqueño. La revista denunciaba además que
prácticamente todos tenían enormes deudas bancarias pendientes e incluso
denuncias penales por fraude.
Los funcionarios son al mismo tiempo dueños de diarios y estaciones de
radio que a nombre de la libertad de expresión defienden al PRI y al capital,
millonarios contratistas beneficiados por el gobierno federal y estatal que se
disfrazan de libremercadistas neoliberales, líderes del PRI dispuestos a
sacrificar el lenguaje en la retórica democrática, carne de presidio con férrea
61
indignación y parientes entre todos por la vía de matrimonios adecuados. Las
líneas se borran hasta conformar el retrato perfecto del cacicazgo mexicano,
puesto bajo los reflectores tímidamente por los acontecimientos de Chiapas y
exhibido en todo su esplendor por primera vez aún vivo en Tabasco. Si
muchas memorias de viejos políticos (como las de Gonzalo N. Santos) nos
pintaban cacicazgos ya añejos, la sublevación del 18-19 de enero contaba una
historia más viva, aunque estremecedoramente parecida, sobreviviente sólida
(y hasta beneficiaria) de la “modernización”.
62
5. La salvación viene del norte
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Para principios de enero era clara la debacle del aparato financiero levantado
durante el salinismo, en los numerosos edificios de vidrios reflejantes (el más
notable: el de la Bolsa Mexicana de Valores) donde despacharon los
caballeros de los espejos.
El 9 de enero, el presidente del Banco de Tokio decía aquello que en voz
de los mexicanos se consideraba no sólo crítica al neoliberalismo, sino franco
deseo de volver al echeverrismo: “El boom mexicano ha sido el gran
espejismo del mundo financiero de los Estados Unidos; el éxito de la
modernización mexicana depende del ahorro interno.” (PR) Era la crítica que
muchos economistas, desde la legisladora perredista Ifigenia Martínez hasta
no pocos empresarios y administradores libres de toda sospecha de
izquierdismo, habían hecho al salinismo.
Durante el mes de enero, los promotores del neoliberalismo insistieron en
un argumento: la crisis de 1995 no era comparable a la de 1982 porque la
economía mexicana era mucho más sólida. Así lo decía Luis Foncerrada,
director de Banco Alianza y que como funcionario en 1982 había sido
renegociador de la deuda junto con José Ángel Gurria. Así lo veía el
presidente estadunidense William Clinton, y lo repetían los articulistas
neoliberales que hablaban de problemas coyunturales. En palabras de uno de
los más tenaces voceros de los “chilango boys”, el economista Luis Rubio, el
1º de enero: “el problema no es qué hizo quién y dónde. Eso es coyuntural y,
en última instancia, irrelevante”, mientras profetizaba “una recuperación
extraordinaria”.
Pero en 1995 la realidad insistiría en no comportarse como lo deseaban los
números de los nuevos “científicos”.
Con las alforjas bien provistas de las ganancias de la especulación, en
puestos jugosos dentro del sistema financiero, ubicados en puestos de grave
decisión en el sistema político, los caballeros de los espejos se negaban a
despertar. Sus declaraciones revelaban una y otra vez no sólo falta de
sensibilidad política, sino sobre todo —y esto era lo verdaderamente grave—
la convicción de que la política era un lastre que debía desterrarse de la cosa
pública y la soberanía un obstáculo a la única verdad del nuevo dogma: el
libre mercado. La estructura de la economía mexicana no parecía
preocuparles: todo se resolvería aplicando las recetas monetarias, controlando
la cantidad de circulante.
Como los marxistas más furibundos de ayer, constreñidos por dogmas
indemostrados, pero con actitud religiosa, los neoliberales seguían asegurando
64
que la bonanza estaba a la vuelta de la esquina si México seguía sus recetas.
El libre mercado y el control de la moneda darían a los pobres riqueza y
educación luego de un período de ajuste (que, para esto, ya duraba más de una
década) para controlar la crisis (que, para esto, ya duraba casi dos décadas).
El espejismo de los caballeros de los espejos se resistía a desvanecerse. El
30 de enero, Proceso revelaba que las negociaciones entre México y los
Estados Unidos para contratar el paquete crediticio, y las relaciones bilaterales
en general, estaban siendo manejadas por “el equipo de Carlos Salinas de
Gortari y José Córdoba”, al grado de que Jorge Montaño, quien había sido
“presentado” como embajador ante los Estados Unidos por el propio
Joseph-Marie Cordoba, se había rehusado a entregar la embajada a Jesús Silva
Herzog mientras duraran las pláticas, según el propio Montaño por
instrucciones del presidente Zedillo. Otro hombre cercano al exsuperasesor
Cordoba que manejó las pláticas fue, según el mismo semanario, Juan
Rebolledo Gout (otro falso doctor), quien había estado a cargo de la campaña
de Salinas para la OMC.
65
El 17 de enero comenzó a discutirse en el Capitolio la Ley de
estabilización económica de México 1995, LEEM.
Cuarenta mil millones de dólares —consideraban los legisladores
republicanos— era un precio alto, aunque no fuera un préstamo sino sólo una
garantía, un aval, digamos, y deseaban tener voz y voto en lo que recibirían a
cambio. Las propuestas republicanas iban desde la venta de Pemex y una
modificación a la Constitución mexicana para que se eliminara toda referencia
al petróleo (la venta de Pemex, simplemente) hasta la cancelación de las
relaciones comercales con Cuba, la exigencia de que México asumiera la
obligación de impedir que los ilegales salieran de su territorio hacia los
Estados Unidos (haciéndose cargo efectivamente de la responsabilidad de la
Border patrol), que se aceptara un nuevo tratado de extradición para procesar
en Estados Unidos a mexicanos que han cometido delitos en México
(evitándose así los secuestros que la policía estadunidense consideró
indispensables en el pasado), o que México siguiera comprometido con el
monetarismo neoliberal. No pocos legisladores vieron la oportunidad de hacer
oír su voz respecto a sus peculiares preocupaciones, pidiendo desde la
prohibición del empleo a menores en México hasta posiciones encontradas
respecto a los topes salariales y de precios.
Al mismo tiempo, el presidente Clinton declaraba: “No estamos tratando
de micromanejar la economía mexicana ni infringir su soberanía, sino
apoyarla” (LJ).
Sin embargo, los legisladores estadunidenses no se conformaban con la
dorada oportunidad de dictar leyes para México. Algunos comenzaron a
cuestionar seriamente la conveniencia de hacer el préstamo, por razones
diversas. Unos se preguntaban por qué el gobierno de los Estados Unidos
debería arriesgar sus fondos para cubrir las ganancias especulativas de
inversionistas también estadunidenses, mientras que otros aseguraban que no
tenían obligación alguna de salvar a México.
Es decir, podían, al no legislar, provocar un desastre económico
gigantesco.
La sola espera se traducía en mayor inestabilidad, más bajas en la bolsa,
mayores precios para el dólar y más vestidos rasgados entre los empresarios
que, con todas sus convicciones libremercadistas y antigubernamentales
exigían que los salvara el gobierno.
El borrador de la LEEM, empero, contenía una provisión que marcaría
todo el resto de la negociación crediticia con los Estados Unidos, exigía “que
66
los ingresos por venta del petróleo mexicano a clientes fuera de México estén
disponibles en una cuenta en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York,
de manera satisfactoria para el Presidente, para asegurar el pago a Estados
Unidos de cualquier vencimiento de los bonos emitidos bajo esta garantía”
(PR). Y desde ese momento, el secretario Guillermo Ortiz insistió que ese
mecanismo ya había sido utilizado en otras crisis, mientras que el canciller
José Ángel Gurría repetía casi cotidianamente que el paquete estadunidense
no ponía en peligro la soberanía nacional.
Sin embargo, analistas como Jorge G. Castañeda señalaban que, en el
pasado, los ingresos por venta de petróleo que se habían usdo como garantía
de créditos, no se habían depositado jamás en una cuenta especial de los
Estados Unidos, sino en las cuentas de Pemex en diversos bancos.
Por su parte, la poderosa Confederación Patronal de la República
Mexicana (Coparmex) presentaba su propio programa de recuperación, que
involucraba simplificación fiscal y baja de impuestos a niveles
internacionales, restructuración de precios, privatizaciones con la condición
de que generaran empleos y decisión de que el AUSEE fuera un instrumento
de corto plazo. No esperaban, claro, que se aceptara su plan, pero dejaban
clara su posición so pretexto de aportar soluciones.
Mientras en su comparecencia ante la Cámara de Diputados el secretario
Ortiz reconocía que hubo excesos en el manejo de capitales especulativos,
José Ángel Gurría dedicaba varias horas de comparecencia a no responder si
la cancillería apoyaba la candidatura de Salinas para la OMC. Pero al día
siguiente, el jefe de la diplomacia mexicana arremetía: “Yo diría que el perfil
más típico de un funcionario público norteamericano no es necesariamente el
de una persona altamente consciente de los temas internacionales”. Estas
declaraciones no servirían para mejorar la disposición de los legisladores
estadunidenses para votar a favor del paquete.
En el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, que había servido en
años pasados como altar consagratorio de las políticas económicas salinistas,
el Secretario de Comercio, Herminio Blanco, cabildeaba a favor de México y
sumaba: “disponemos del paquete de apoyo por 18 mil millones de dólares
ofrecido originalmente por Estados Unidos y Canadá, los tres mil millones de
dólares de la banca comercial extranjera así como los siete mil seiscientos
millones del programa de ayuda del Fondo Monetario Internacional”.
Más de 28 MMD, y aún así se buscaban garantías por otros 40 MMD. Para
apretar más la crisis, el día 30 corrían en Estados Unidos rumores según los
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cuales las reservas mexicanas estaban por debajo de los 2 MMD. Ese día, la
bolsa bajó más de 3% y el dólar alcanzó un precio de 6.80 nuevos pesos.
Para el día 30 de enero era claro que el Congreso estadunidense no votaría
a favor del paquete de Clinton. No importaba que el colapso de México
significara mayor desempleo en los Estados Unidos, no importaba que una
moratoria de pagos afectara sobre todo a los inversionistas estadunidenses, no
importaba que al precipitarse el esquema financiero mexicano al vacío
arrastrara consigo a los demás “mercados emergentes” (países cuyas bolsas de
valores recientemente se han convertido en atractivos negocios, igual
Indonesia que Argentina o Brasil). Por diversas razones, era imposible
amarrar el número de votos necesario.
Entretanto, y quizá para que no se pudiera decir después que actuaba a
consecuencia del condicionamiento estadunidense, el gobierno mexicano
intensificaba los patrullajes en la frontera norte, para impedir que los
connacionales se colaran de ilegales a Estados Unidos.
Como en el TLC, México concedía antes de firmar.
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Además del sentir popular, intuición quizá a falta de datos sólidos, las
sugerencias de analistas, periodistas y políticos de emprender otra
aproximación a la crisis sólo encontraban un espacio en los medios, pero de
los funcionarios no recibían más atención que la descalificación apresurada.
Las propuestas de pagar los Tesobonos en pesos o en renovaciones a mediano
plazo (como lo sugirió la exmaestra del secretario de Hacienda, Ifigenia
Martínez), de aceptar niveles razonables de inflación con crecimiento (como
proponía Cuauhtémoc Cárdenas) de renovar al gabinete para limpiar las
sombras salinistas y cordobistas, de incrementar los impuestos a los más ricos
o de gravar la inversión especulativa caían en oídos sordos.
Para los tecnócratas mexicanos, esas soluciones simplemente “no
funcionaban”, atraerían mayor caos, inflación galopante y mayor retiro de los
capitales extranjeros especulativos (cuya presencia incontrolada había causado
el problema, en primer lugar).
A cambio, el gobierno mexicano ofrecía un programa ortodoxo para retirar
circulante, deprimir la demanda y no molestar para nada a los inversionistas
extranjeros. La cuenta de la crisis la pagarían los mexicanos. Y la advertencia
provenía de Warren Cristopher, el secretario de Estado de los Estados Unidos,
quien anunció ese mismo día “condiciones económicas fuertes, firmes, para
apoyar la integridad de los préstamos”. Es decir, se anunciaba que el dinero
estaba allí, listo, y sólo faltaba que México otorgara las garantías necesarias
para que se firmara y después se entregarían los fondos.
El discurso gubernamental también descalificaba como infundado el temor
de pérdida de la soberanía nacional, ya que las decisiones que complacían al
FMI eran “una condicionalidad que México se ha autoimpuesto en su
programa financiero”, decía el secretario Guillermo Ortiz.
Autoimpuesto, seguramente, era también que el 1º de febrero se anunciara
“mayor cooperación” de México con Estados Unidos en asuntos migratorios,
fundamentalmente en el patrullaje para impedir la salida de mexicanos hacia
el vecino país.
Al mismo tiempo, el 31 de enero, el Instituto de Relaciones
Europeo-Latinoamericanas decía llanamente ante el Parlamento Europeo:
“México tendrá que ceder parte de su soberanía” (PR).
Aunque aún faltaba unlargo trecho para concretar la entrega de los fondos
estadunidenses, el solo anuncio de su compromiso aflojó las presiones
financieras. La bolsa de valores recuperó 10% y el dólar bajó a un promedio
69
de 6 nuevos pesos. Nadie creía que México fuera a oponerse a las condiciones
de los vecinos.
Los adjetivos de júbilo se desgranaban por parte de los empresarios y
distintos funcionarios y gobernantes priístas mientras los economistas y
líderes políticos estadunidenses protestaban por diversas causas.
El anuncio presidencial transmitido la noche del 31 de enero a todo el país
señalaba: “Es importante subrayar que la utilización de estas líneas de crédito
no supondrá el aumento del endeudamiento del país, sino que, en su caso,
serían utilizadas para transformar lo que hoy es deuda de corto plazo y de alto
costo, por deuda de largo plazo y a un costo menor para el país”. Es decir, con
los créditos se pagarían los Tesobonos y otros papeles mexicanos.
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PARTE TRES
LO DURO Y LO TUPIDO
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1. Pasos de guerra
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Así, la acción lanzada por el gobierno el 9 de febrero resultaba no sólo
atemorizante, sino incomprensible.
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Berdegué (Vicente), Jorge Santiago Santiago y Silvia Fernández Hernández
(Gabriela). Para cumplir las órdenes, designaba al Ejército Mexicano como
coadyuvante de la PGR. El Presidente también ofrecía soluciones y servicios
para atender a la población chiapaneca y una nueva Ley de Amnistía.
Quedaba en suspenso la cuestión política, al menos en la forma.
El uso del ejército como “coadyuvante” de la PGR no lo creyó nadie. Era
difícil creerle al Presidente que cuatro días atrás había invitado al EZLN a
dedicarse abierta, expresa y resueltamente a reivindicar sus demandas por la
vía política pues la desconfianza “ya no es una excusa válida para retrasar el
diálogo”.
Parecía que las presiones de diversos sectores habían empujado a Zedillo a
decidirse por una solución de fuerza, acaso para apuntalar la credibilidad en su
gobierno, que parecía a la deriva. El día 11, El financiero publicaba que según
fuentes estadunidenses la decisión había sido precipitada por un “ultimátum”
de las fuerzas armadas mexicanas al presidente Zedillo.
Júbilo y preocupación
Los “halcones” descubrían lo sabido: Marcos y el EZLN estaban armados y
fuera de la ley. La orden de arresto era el amuleto con el cual, supuestamente,
todo cambiaba. No teniendo antecedentes penales de Rafael Sebastián Guillén
Vicente, los medios lo acusaron en cadena nacional de delitos inexistentes
pero emocionantes: estudió con jesuitas, es de izquierda, conoce a gente del
PRD y el PRI (podía atraer odio de todos los bandos), no es indígena
(sorpresa), estaba contaminado por las ideas exóticas que desvelaban a Díaz
Ordaz, ideas extranjeras, denunciaba indignada la televisión, en paradoja
singular.
El júbilo, se percibía, era por la guerra como solución. En los diarios
escribían verdades a medias y mentiras completas para ocultar que sus
numerosos suspiros de “¡Al fin!” revelaban el íntimo gozo de la violencia
como solución expedita, indicaban que no importaba la cantidad de muertos
para acabar con el problema, que clamaban venganza y sangre. Y la televisión
ofrecía, amable, los teléfonos particulares de los familiares de Marcos
(culpables por asociación, memoria del sippenhaft nazi que nunca consideraba
inocente a la familia) para que la población estuviera bien informada. En la
calle, la gente estaba desorientada al grado de que muchos creyeron que
Marcos ya había sido arrestado.
74
La historia de Rafael Guillén, sin embargo, no añadía nada a la solución
del problema en Chiapas. Si era Marcos o no, si había hecho una tesis
marxista dos décadas atrás o si era maestro en filosofía, si con él militaban
fundadores de las FLN en 1969 (cuando Rafel Guillén tenía doce años) o si
Marcos había hecho trabajo voluntario en Nicaragua, sólo servían para
encender la animosidad contra todos los marxistas de veinte años atrás, contra
los universitarios (especialmente la UAM, que sufrió constantes acosos),
contra los exguerrilleros amnistiados en los setenta y contra los mexicanos
que habían hecho trabajo voluntario en Nicaragua.
El país podía partirse en dos con facilidad.
Si el Presidente había dicho que “esta decisión de ninguna manera
significa que el gobierno prefiere optar por la violencia para resolver el
conflicto en Chiapas”, la voz de la calle que la revista Time y el general
Ramón Arrieta en la zona de conflicto coincidían, refutando al Ejecutivo: “Es
la guerra”. Eso festinaban las cúpulas, los ideólogos proclives al fascismo y
los locutores, deseando un “hasta aquí” no sólo para los alzados, sino para
todos los opositores y críticos. Se alegraban de que el Ejército Mexicano
nuevamente haría el trabajo sucio.
La línea dura había convencido al presidente de que era posible descabezar
a la guerrilla zapatista con un golpe quirúrgico sin causar demasiadas bajas
entre la población civil, sin provocar alzamientos en otros puntos del país, sin
caer de lleno en la guerra estilo Nicaragua (o Bosnia) o en la guerra sucia
conosuriana, sin arruinar a la nación.
Aplaudían los empresarios (abusando de los plurales, el presidente de la
Coparmex avisaba que las acciones “tienen el respaldo de la sociedad”) y
aplaudía el PRI (su presidenta optaba por la fantasía y expresaba “de ninguna
manera se cierra con esto la posibilidad de diálogo”), aplaudía el PAN (con
mesura, la decisión le parecía sólo “adecuada”), aplaudía el excandidato
panista Fernández de Cevallos (que apoyaba la decisión irrestrictamente
“como hombre y como mexicano”), aplaudían los ganaderos (con su
inevitable metáfora de corte y confección: el presidente “se había fajado los
pantalones) y aplaudían los obispos (Genaro Alamilla aprovechaba para pedir
investigación “a nivel diplomático” de Samuel Ruiz). Los desplegados más
rápidos estuvieron a cargo de los gobernadores de Aguascalientes y
(curiosamente) de Tabasco, que aparecieron al día siguiente en diarios
nacionales.
75
Renacía el racismo: los indígenas eran títeres, niños, ignorantes arrastrados
a la aventura por un puñado de mestizos que piensan por ellos. Sin los
alborotadores, los indios serían dóciles como en las crónicas del mismo
Bartolomé de las Casas y no habría problema. Los indios no piensan, no se
enojan ante la injusticia, no se rebelan ante el despojo o el hambre. Es la
ideología ajena la que los mueve. Muerto el mestizo, se calmaba el indio,
quería suponerse.
El coordinador de la diputación priísta de Chiapas, Walter León, se
apresuraba a pedir suspensión de garantías en el estado, juicio a Samuel Ruiz
y desaforar a diputados perredistas (LJ)
En las escalofriantes palabras del casi centenario Fidel Velázquez:
“Aunque no se quiera, si hay que derramar sangre, que sea la de ellos y no la
de nosotros” (EU).
Las aprehensiones
Los acusados de “sedición, motín, rebelión, conspiración, terrorismo,
portación y transmisión de armas de fuego exclusivas del Ejército Mexicano”
se volvieron objeto de una búsqueda intensa.
Mientras tanto, ya había sido arrestada una veintena de presuntos
zapatistas, muchos sin orden de aprehensión, en los lugares donde se había
localizado el arsenal, cuyas “armas de alto poder” eran una metralleta Uzi y
seis rifles lanzagranadas, cuyas granadas de mano eran diez, cuyas cabezas de
mortero no aparecían y cuyos explosivos eran “hechos en casa”.
Lo exiguo de los arsenales no podía pasarse por alto. Cierto que eran
armas, y eso bastaba para preocupar a las autoridades y emprender acción
legal. Pero tampoco representaban un peligro tal que justificara arriesgarse a
la guerra.
Una de las detenidas sin orden de arresto desde el 7 de febrero, María
Gloria Benavides, presuntamente la subcomandante Elisa, había denunciado a
varios de los señalados por el Presidente, aunque luego rechazaría las
declaraciones señalando que había sido torturada. Su esposo, Javier Elorreaga,
y Jorge Santiago Santiago, detenidos al día siguiente, también negaban
públicamente su participación en el EZLN (LJ), aunque luego aparecerían
señales de que Elorreaga había sido el enlace entre el EZLN y el gobierno, por
lo que su participación no habría sido sorpresa para las autoridades. Las
declaraciones clave fueron las de Gloria Benavides y del misterioso Salvador
Morales Garibay, que igual involucraba a exguerrilleros, simples opositores,
76
miembros de Organizaciones no Gubernamentales (ONG) y al obispo Samuel
Ruiz.
Salvador Morales, “detenido” según informaban los diarios, había firmado
una amplia declaración de 15 hojas el 8 de febrero. Este personaje había
desaparecido desde el 2 de febrero y el martes 14 había llamado a su hermano
Sergio diciendo: “no crean nada de lo que ha dicho la prensa, estoy libre y
estoy afuera” (RE). El 18 de febrero, la Comisión Mexicana de Defensa y
Promoción de los Derechos Humanos solicitaba a la PGR su presentación, en
caso de estar detenido, pero ésta respondía, el 20, que Morales Garibay era
solamente “testigo” y estaba libre (EF). El michoacano de 34 años habría
militado en el EZLN como subcomandante Daniel y había estado un mes
insistiendo en rendir declaración. Aunque se autoincriminaba como miemrbo
del EZLN, había sido dejado libre “por falta de pruebas”.
¿Sólo con base en esa declaración se había armado el operativo? ¿Y dónde
estaba Morales Garibay que ni siquiera había acudido a ratificar la explosiva
declaración? ¿Era testigo, informante a sueldo o infiltrado?
¿No hay, acaso, motivos para suponer que las declaraciones precisas de
algunos de los detenidos habían sido preparadas con las declaraciones y
acusaciones de Salvador Morales, y aprovechadas para alguna que otra
venganza política? ¿No era extraño que las “confesiones” de los detenidos
involucraran de nuevo al sindicato de Ruta 100, que había tenido estrechas
ligas con Manuel Camacho Solís cuando éste fue regente de la ciudad, y que
refiriera de manera dudosa la participación del obispo Samuel Ruiz,
supuestamente apodado “Príncipe Maya”?
Con esas declaraciones de un presunto zapatista que no fue detenido y que
de inmediato desapareció, se armaba la lista de acusados.
Las detenciones en Yanga, Veracruz (que comenzaron con el allanamiento
de una casa “equivocada”, la de junto, con golpiza a su dueño), de siete
presuntos zapatistas, mostraron que allí no había una fábrica de morteros, y de
nuevo se denunció que las declaraciones habían sido obtenidas mediante
tortura. Además, en el estado se emprendieron detenciones y golpizas igual a
rocanroleros que a un tortero.
*Para el 20 de febrero, la CNDH reconocía que no se había contado con
orden de cateo para el operativo de Yanga, y que los detenidos habían sido
torturados, lo que había tratado de ocultar el propio perito médico de la PGR.
Un mes después, el 9 de marzo, el presidente de la CNDH denunció que
efectivamente esos presuntos zapatistas habían sido torturados, y sólo faltaba
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determinar si los culpables eran una corporación policiaca o el ejército. A
cambio, el diputado priísta por Veracruz, *, sugirió que los zapatistas se
habían “autotorturado” para incriminar a sus captores.
En una casa de seguridad de Cacalomacán, Estado de México, el 9 de
febrero la Policía Judicial fue recibida a tiros. Murió el agente policiaco José
Manuel Sánchez Hernández y se detuvo a diez adultos y cuatro menores de
edad. Los detenidos reconocerían después públicamente pertenecer al EZLN.
Para el día 10, los arsenales habían cambiado. Igual se acortaban los
metros de mecha para explosivos que aparecían más granadas y minas
antipersonales que no estaban el día anterior. El procurador también
presentaba, como parte de las “pruebas” de los delitos zapatistas, libros,
videos, diarios y revistas de circulación libre, que de pronto se veían señaladas
como “propaganda zapatista” y hacían crecer el temor de una guerra sucia,
junto con el allanamiento de las oficinas de Conpaz (Coordinadora de
organismos no gubernamentales por la paz) en San Cristóbal en busca de
armas.
Además se realizaban detenciones en Puebla, el puerto de Veracruz y
distintos puntos de Chiapas.
Pero en la selva no actuaba la policía, sino el ejército prácticamente solo.
Finalmente, un intento del procurador por ejecutar una orden de
aprehensión contra Samuel Ruiz en las oficinas mismas del presidente Zedillo
se había diluido con una orden presidencial. Samuel Ruiz, en todo caso, era
más útil para la paz que como rehén del enfrentamiento.
78
2. Jalisco, las facturas
El triunfo de la derrota
A los jaliscienses ni siquiera les importaba que el candidato panista, Alberto
Cárdenas Jiménez, fuera acusado de pertenecer a DHIAC (Desarrollo Humano
Integral, A.C.) una organización de extrema derecha, ni al ala más ultra del
PAN. Ni siquiera los excesos de sus seguidores, que pretendían ofender al
priísta llamándolo “judío” y “masón”. No les arredraba tampoco que César
Coll Carabias, candidato panista a la alcaldía de Guadalajara (sin duda uno de
los cinco municipios más importantes del país) fuera no sólo miembro
destacado de DHIAC, sino que abiertamente declarara que los homosexuales,
prostitutas y minusválidos “no son gente normal” (LJ).
De algo debe servir, empero, saber que las encuestas comisionadas por el
IFE daban, un mes antes de las elecciones, 39% del voto al PRI, 34% al PAN,
3% al PRD y 23% de indecisos, y el Colegio de Economistas hacía una
encuesta según la cual el priísta ganaría con 32% de los sufragios. Al mismo
79
tiempo, una encuesta independiente de la Unversidad de Guadalajara daba
50% al PAN, 34.5% al PRI y 8% de indecisos, mientras que las encuestas del
diario El occidental daban resultados aún más favorables al panista, cifras
todas ellas mucho más cercanas al resultado final que las manejadas por el
gobierno y sus allegados.
La maquinaria del PRI puso en marcha todos los procedimientos
tradicionales para desalentar el voto de la oposición, en este caso el PAN,
pues la presencia del PRD en la contienda era sumamente limitada. Aparición
súbita de membretes de organizaciones “ciudadanas” con mensajes de guerra
sucia, falsos volantes del PAN, la denuncia de la llegada a Guadalajara de un
equipo de “ingenieros electorales” o “mapaches” bajo el mando del secretario
general del comité directivo estatal del PRI, Enrique Ibarra Pedroza;
programas de “promoción del voto” que involucraban quitar a los ciudadanos
sus credenciales de elector y presionarlos para que voten por el PRI o anotar
sus datos para borrarlos de las listas nominales y así impedir que sufragaran
por la oposición pero, sobre todo, el gasto dispendioso en medios de
comunicación y en concentraciones con regalos y alimentos para los
asistentes, con frecuencia acarreados. Lo habitual, pues.
Para fines de enero, el dinero se derramaba sin control. Pese a la
recomendación de los consejeros ciudadanos para no repartir recursos de
Procampo, Pronasol y bonos sexenales antes de las elecciones, el PRI no
podía abandonar un hábito tan rentable. El día 25, la Sedesol entregaba
cheques por más de 12 millones de nuevos pesos a los municipios jaliscienses.
El día 27 se pagaba el bono sexenal a los trabajadores de la educación.
Entre acusaciones, fallidos pactos de civilidad y llamamientos a debates
que nunca se realizaron, llegó el día de las elecciones, el domingo 12 de
febrero, bajo la sombra de las acciones emprendidas por el gobierno contra el
EZLN. Todos los conteos tempranos realizados por Coparmex, el Colegio de
Profesionistas de Jalisco y la Universidad de Guadalajara daban al candidato
panista alrededor de un 54% del voto, con 37% para el PRI y 4% para el PRD.
El PRI aceptaba que las tendencias del voto le eran “desfavorables”.
Era la hora del júbilo para el PAN. No sólo triunfaba, sino que lo hacía
con una mayoría absoluta, abrumadora, en una votación en la que participó el
70% de los electores empadronados (sólo 13% menos de los que votaron en
las elecciones presidenciales) y donde hubo apenas incidentes menores.
Parecía que se había dado órdenes a los “ingenieros electorales” priístas de no
actuar, de no emprender acciones tradicionales (“operación tamal” o
80
invitación a desayunar coptando, “carrusel” de sufragantes priístas dotados de
varias credenciales, “ratón loco” mediante el rasurado del padrón electoral).
Elecciones razonablemente limpias, pues.
La fiesta no era sólo en el Hotel Aránzazu de Guadalajara, sino en todas
las oficinas panistas.
¿Reacción empresarial?
A sólo tres días de las elecciones que dieran el triunfo al PAN en la
gubernatura, la mayoría de los municipios de Jalisco y diputaciones locales, lo
que le daba el control del congreso, el Grupo Sidek, empresa relacionada con
diversos ramos (acero, banca, astilleros y turismo), anunciaba la suspensión de
pagos por una deuda de 19.5 millones de dólares contraída con inversionistas
extranjeros mediante pagarés negociables a corto plazo.
La empresa explicó que sí tenía los recursos necesarios para hacer el pago,
pero que en interés del grupo y de sus accionistas consideraba preferible
dedicar su efectivo a la operación de sus negocios. El mismo día, la BMV
cayó casi 7% (su segunda peor caída en el año) y el peso llegaba a 6.30 por
dólar.
Los analistas se alarmaron. Si una de las mayores empresas de México
tenía problemas de ese tamaño, las perspectivas para todos los acreedores
extranjeros eran negras.
Otras empresas mexicanas se apresuraron a confirmar que sí pagarían sus
obligaciones internacionales, pero la duda estaba sembrada.
En algunos sectores tanto de la iniciativa privada como políticos,
institucionales y opositores, el anuncio se tomó como parte de la rebeldía del
capital. Sidek le pasaba la factura al gobierno de EZPL por no haber impuesto
en la gubernatura al candidato Guillermo Ruiz Orozco, a cuyas campañas
(para el senado y la gubernatura, que costaron entre 30 y 50 millones de
pesos) el grupo industrial había aportado una cantidad indetermnada.
Los dueños del grupo habían perdido su inversión política junto con otra
larga lista de empresarios que incluía a Salvador Martínez Garza y a Juan José
Leaño, directivo de los Tecos de la UAG y presidente de la Federación
Mexicana de Futbol, que habían apostado al PRI.
Grupo Sidek, según revelaciones de Proceso, había sido consentido del
salinismo, pasando de ser una miniempresa con un hotel a controlar el 23% de
los cuartos de hotel disponibles en México y permitiendo a sus dueños, los
hermanos José y Jorge Martínez Güitrón, entrar a la lista de supermillonarios
81
de Forbes en 1994. El grupo tenía accionistas entre los políticos priístas
jaliscienses, mientras que otros hermanos de los dueños tienen otras industrias
y uno de ellos, Gustavo, es político priísta.
Sidek, además, había logrado sortear exitosamente el escándalo que surgió
cuando uno de sus ejecutivos, Juan José Bortoni, pagó un soborno al
funcionario de Pemex Roberto Keoseyán con dólares marcados que
presuntamente provenían del pago del rescate por la libertad de Alfredo Harp
Helú, presidente de Banamex y accionista de Sidek, cuyo secuestro en 1994
ayudó a crear el ambiente de inseguridad y sobresaltos de ese año.
Adicionalmente, en sociedad con Roberto Hernández, principal accionista
de Banamex y también socio de Sidek, Sidek estaba desarrollando un club
privado de gran lujo en la costa de Jalisco, sólo para 50 individuos que
pagaran 3.5 millones de dólares por un lote de 12 hectáreas en el cual podrían
construir su residencia vacacional. El Club Privado El Tamarindo tenía serios
problemas con los ecologistas y los conflictos de ese fraccionamiento eran
bandera del candidato panista a la alcaldía de Ciahuatlán, bajo cuya
jurisdicción queda El Tamarindo (PR).
Con el triunfo del PAN, Grupo Sidek perdía no sólo su inversión en la
campaña del PRI, sino que veía en riesgo este proyecto.
El Banco Nacional de México, encabezado por Harp Helú y Roberto
Hernández, tuvo que entrar a la salvación para impedir que la suspensión de
pagos de Sidek siguiera avivando las llamas de la desconfianza.
Mientras, Jorge Martínez Güitrón declaraba que estaban negociando el
pago de varias decenas más de millones de dólares en papeles de Sidek que
vencían en las siguientes semanas con sus acreedores, quienes estaban “muy
molestos y no alcanzan a comprender cómo el gobierno no ha podido
reordenar su economía” (PR).
Fuera la moratoria una decisión política o sencillamente una decisión
económica, en poco ayudaba a la economía del país mientras seguían, en
Washington, las pláticas para concretar el préstamo de 20 MMD ofrecidos por
Estados Unidos.
82
3. Por la paz, tercera llamada
Multitudes en marcha
El día 10 comenzaban las manifestaciones contra la decisión presidencial y a
favor de la paz. Una de la Asamblea de Barrios primero frente a Los Pinos y
luego en la PGR, además de un mitín de diversas organizaciones en el Ángel
de la Independencia y movilizaciones en Nuevo León, Querétaro y Jalisco.
83
Las manifestaciones en el DF llenarían el Zócalo en tres ocasiones: el
sábado 11 con una marcha de 90 mil personas de organizaciones populares, el
jueves 16 con 70 u 80 mil personas y el sábado 18 con cien mil (las cifras,
claro, varían de fuente a fuente, siendo las menores las manejadas por la
policía y los noticiarios de televisión, poco menos de la mitad de las aquí
recogidas).
La CND, por su parte, mantenía mítines en el Ángel de la Independencia y
denunciaban la falta de veracidad de la información de El universal y
Excélsior.
Además, se registraban movilizaciones en Juchitán, Mérida, Torreón y La
Paz el día 12. Un día después, la policía reprimía una manifestación por la paz
en Toluca con saldo de 20 lesionados. El 14 había cuatro marchas en el DF.
Luego vendrían movilizaciones en Nayarit, Acapulco, Mazatlán, Guadalajara,
Campeche, San Luis Potosí y otras ciudades. El 19, grupos religiosos hacen
un plantón frente a Televisa.
Como un año atrás, las manifestaciones se daban también en el extranjero:
Boston, Nueva York, París, Lyon, San Francisco, Filadelfia, Buenos Aires,
Madrid. La preocupación internacional se resumía en la carta de un grupo de
intelectuales italianos entre los que destacaban Pino Cacucci, Bernardo
Bertolucci, Gillo Pontecorvo, Gabriele Salvatora, Umberto Eco, Giani Mina,
Darío Fo, Laura Grimaldi y Marco Tropea (LJ), que hizo al procurador
Lozano declarar “ese tipo de manifestaciones sólo provocan confusión”. Unos
días después vendría otra carta, de Rigoberta Menchú, una de Greenpeace,
una de personalidades europeas de seis países y una más de intelectuales
catalanes encabezdos por Rafael Alberti, Nuria Espert, Antonio Gadés, Luis
Goytisolo, Juan Grijalbo, Adolfo Marsillach, Carlos Saura y Manuel Vázquez
Montalbán. Y otras de jesuitas, de iglesias evangélicas, etcétera.
Añádase a esto las cartas abiertas (una de ellas firmada por casi 900
intelectuales), los comentarios que levantaban la voz en favor de la paz, con
más fuerza que antes en tanto que la urgencia era mayor, abandonando incluso
el temor de que se les identificara como “simpatizantes” de la lucha armada
precisamente por pedir la paz, como había ocurrido un año atrás.
La guerra no comenzaba, pese a versiones nunca confirmadas de
enfrentamientos menores, de una o cinco bajas. El EZLN había optado por
disolverse en la selva y el ejército esperaba para tomar la decisión de
internarse en ella. En carta al presidente Zedillo el 10 de febrero, el EZLN
señalaba. “Queremos saber, señor Zedillo, si es su última palabra, hasta
84
ahorita nosotros tenemos la orden de replegarnos para evitar el choque con el
ejército de usted”. En otro comunicado del día 11 (ambos dados a conocer el
día 13) el Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI) hacía un
llamado -que no hacía falta- a todos los mexicanos para detener la guerra.
A nivel nacional e internacional, el golpe había fallado y el costo político
de la solución militar se veía impagable.
Pero la guerra que no comenzaba en la selva se daba en cambio con fuerza
en los medios de comunicación (entre articulistas y desplegados de
intelectuales) y con violencia en la vida cotidiana chiapaneca, movido sobre
todo por los “auténticos coletos”, el Frente Cívico Sancristobalense que
aglutina a ganaderos, funcionarios priístas, caciques y las escasas clases
medias de San Cristóbal de las Casas. El 19 de febrero realizaron
manifestaciones pidiendo la renuncia de Ruiz en Ocosingo, Tuxtla Gutiérrez y
San Cristóbal. En esta última ciudad, un grupo procedió a atacar la catedral y
a quienes formaban el “Cordón por la paz” alrededor del edificio. Piedras,
quema de mantas y golpes a simpatizantes del obispo, incluso mujeres, y a
varios reporteros de prensa y televisión.
Un simpatizante de Samuel Ruiz lanzó tres tiros al aire y los “auténticos
coletos” se alejaron. La policía llegó una hora después, cuando ya todo había
pasado.
Luego se sabría que desde el día anterior la diócesis había pedido al
secretario de Gobernación Esteban Moctezuma y al secretario de Gobierno en
Chiapas, Eraclio Zepeda, protección ante el peligro de un ataque en la
anunciada manifestación, sin recibir respuesta.
85
Ya desde el 20 de diciembre se hablaba de un plan militar para derrotar al
EZLN en un plazo de 24 horas. En nota publicada por El financiero se
hablaba de un plan que contemplaba 24 zapatistas muertos por cada soldado
en una operación conjunta de paracaidistas, blindados e infantería de marina.
Esta operación envolvente del Ejército tendría por objeto aniquilar a los mil
combatientes que calcubaban componen las fuerzas de élite del EZLN. El
mencionado plan indicaba que si Marcos preservara en la selva a sus tropas de
élite “el choque será más largo (más de 72 horas), lo cual es inconveniente”.
La columna “Templo mayor” del diario Reforma, firmada con el
seudónimo F. Bartolomé, publicaba el mismo 9 de febrero que existía un
“detallado reporte militar” sobre Chiapas que incluía “las acciones militares
necesarias para sofocar en cinco días la insurrección” del EZLN”, y que ese
mismo día el presidente Zedillo se reuniría con 140 hombres de negocios
estadunidenses.
Otras versiones (no confirmadas, como tantas otras) señalaban que había
sido un cercanísimo colaborador del Presidente quien había apresurado la
decisión informándole que se había descubierto una “fábrica de morteros” en
Veracruz, además de grandes arsenales que revelaban la preparación de un
segundo frente.
Acaso estas versiones explicaban, al menos en parte, los acontecimentos
del 9 al 14 de febrero.
En cinco días, el ejército no había establecido ningún enfrentamiento con
los zapatistas. En ese mismo lapso, se habían multiplicado las acusaciones de
violaciones a los derechos humanos no sólo de los detenidos (la mayoría de
los cuales no aparecían en la lista leída por el Presidente el 9 de febrero), sino
de numerosos indígenas en la zona del conflicto.
Igualmente había aparecido la versión de que se había intentado poner una
celada a Marcos el 9 de febrero en la tarde, buscando detenerlo antes de que el
Presidente diera su mensaje a la nación y utilizando los oficios de Epigmenio
Ibarra y Javier Elorreaga, quienes habían fungido de correos entre el gobierno
y los zapatistas y, según esta versión, igniraban todo acerca de la celada. Sin
embargo, el Ejército Mexicano había detenido a los correos, acusándolos de
zapatistas, y el mensaje de Marcos al secretario Moctezuma jamás llegó, y
cuando el Ejército Mexicano llegó a donde debía capturar a Marcos, el día 10,
éste ya se había internado en la selva (EF). Cabe señalar que Elorreaga negó
tanto ser correo como ser zapatista.
86
El día 13, EZPL decía a la Comisión Plural del Congreso que las acciones
anunciadas el 9 de febrero eran solamente “un paso intermedio en la
negociación”
El 14 de febrero, exactamente a los cinco días de la decisión, el presidente
Zedillo ordena detener la persecución y el avance del Ejército Mexicano. Las
órdenes de aprehensión seguían en pie, pero por parte del Presidente y del
secretario de Gobernación se renovaban los llamamientos al diálogo, por
imposible que éste fuera en las condiciones del momento. No importaba
tampoco que, desde un punto de vista legal, el Ejecutivo no tuviera autoridad
para detener el cumplimiento de una orden librada por un juez. La pGR y el
Ejército Mexicano se detuvieron en seco.
El Ejecutivo había recuperado los territorios en los que el EZLN se había
movido durante catorce meses, pero no había logrado su propósito de
descabezar al movimiento armado. Los detenidos por la PGR eran, en todo
caso, militantes o cuadros de bajo nivel (si es que todos eran zapatistas), no
altos dirigentes.
La paz se había mantenido.La orden de repliegue del EZLN, que resultó
tener tanto valor militar como político. El enfrentamiento se había evitado.
Pero lo sonado ese día fue la solicitud de licencia por once meses del
gobernador Eduardo Robledo, que no parecía sino un despido. En medio de
una sesión en la que su decisión fue enérgicamente impugnada por los
representantes de la línea dura chiapaneca (ganaderos, finqueros,
comerciantes), Robledo Rincón anunciaba su solicitud de licencia, pedía que
el obispo Samuel Ruiz también renunciara “a sus actividades” (refiriéndose al
parecer a su convicción de que el prelado era instigador de la violencia) y que
Amado Avendaño renunciara a la “gubernatura paralela” que había sido
aceptada por la Segob y a la cual el secretario de Gobierno, Eraclio Zepeda,
había prometido respeto.
La legislatura priísta aprobó, a regañadientes, la licencia del gobernador.
Con premura, el representante del gobierno chiapaneco ante el gobierno
Federal en el DF, Julio César Ruiz Ferro, fue trasladado en avión a Tuxtla
Gutiérrez y llevado a tomar posesión como interino, convirtiéndose en el
vigésimo cuarto gobernador de la entidad en dos décadas, el quinto en seis
años. El súbito gobernador tenía poca presencia política en su estado, con
antecedentes (además de la amistad con Robledo) como funcionario
administrativoen Secofi, Sedesol, Conasupo, la desaparecida Secretaría de
87
Programación y Presupuesto, y en los consejos de administración de algunos
bancos.
El robledista Sinar Corzo, que preguntaba “¿Quién es ese señor?” se
volvió a Ruiz Ferro y le preguntó si era chiapaneco (LJ). Tal era el
desconocimiento sobre el economista tapachulteco doctorado en Inglaterra
que asumía el mando político en Chiapas.
De inmediato, los líderes ganaderos le plantearon un ultimátum al nuevo
gobernador: solución en tres meses a los desalojos.
Pero la renuncia de Eduardo Robledo, que hubiera sido una carta fuerte de
Ernesto Zedillo seis días antes, era ahora políticamente poco útil, y ponía
contra el Presidente a los sectores más combativos del cacicazgo chiapaneco
sin colaborar en la distensión del conflicto político, de las demandas
campesinas ni de la rebelión.
Quedaba la opción de sumergirse en el optimismo y suponer que tanto el
Presidente como el Ejército Mexicano sabían, al lanzar la operación, que no
habría enfrentamientos ni detenciones y que todo había sido una magistral
jugada política para disminuir la presencia del EZLN y forzar negociaciones
más cómodas... pero no había indicios de que así hubiera sido. Parecía,
sencillamente, el fracaso de una opción que, en todo caso, dejaba más libertad
de acción al Presidente. La “mano dura” se abandonaba una vez más.
El PRI nacional, que se negaba la imposición “del centro” y aplaudía la
rebelión de Tabasco, se apresuraba a declarar su apoyo al Presidente y a
respetar la renuncia de Robledo como “una decisión estrictamente personal”.
88
4. Va el petróleo en prenda
89
empresario que Carlos Salinas considerara ejemplo de lo que el país
necesitaba. Al 20 de febrero, se sabía de un “quebranto” por 4,600 millones de
nuevos pesos, unos 1,500 MD cuando se hicieron los “fabulosos negocios”
que terminaron quebrando a no pocos empresarios tabasqueños.
90
comprometía a pagar las auditorías necesarias para demostrar la situación de
ventas de Pemex si la Reserva Federal de los Estados Unidos lo exigía.
Finalmente, lo que realmente parecía grave en términos de lo que el
articulista neoliberal Luis Rubio llamaba “malentendida soberanía” era
México aceptaba someterse a la jurisdicción de los tribunales de Nueva York
en caso de disputa, dejando de lado a las instancias internacionales y
renunciando a sus derechos como nación. Se le reducía a la calidad de simple
deudor, como cualquier particular o empresa.
Las condiciones revelaban la enorme desconfianza de la Reserva Federal
Estadunidense en las capacidades de la nueva administración mexicana.
El “contrato marco” que se iría conociendo en los siguientes días revelaba
también condicionamientos en política económica: si México no actuaba
conforme lo acordado, se suspenderían los préstamos, igual si no cumplía con
el programa económico al que se había comprometido con el FMI. Todo
cambio que el gobierno mexicano quisiera realizar en “política fiscal,
monetaria y de cambio estructural” debería ser consultada entre “las partes”
(RE).
Pese a este párrafo, el presidente Zedillo declaraba al día siguiente: “Se
equivocan quienes afirman que a cambio del respaldo financiero se ha
convenido la política económica del país”.
Al mismo tiempo que en Washington se pactaba lo que muchos
consideraron una inaceptable cesión de la soberanía y otros llamaban el
principio del fin de la crisis, el Banco de México anunciaba la creación del
contrato de futuros de divisas, buscando estabilizar el tipo de cambio.
También se adoptaba el “modelo chileno” que incluía la creación de una
“unidad de cuenta” cuyo valor se determinaría diariamente conforme a la
inflación. El cálculo de créditos y otras operaciones financieras en estas
unidades de cuenta serviría, supuestamente, para preservar el valor de los
rendimientos y promover el ahorro interno. La propuesta era crear, por así
decirlo, una segunda moneda sujeta a la inflación. Cien pesos serían cien
unidades de cuenta que, depositadas en un banco con inflación del 100%
anual, se convertirían en 200 pesos.
La salvación no había llegado, empero. La bolsa siguió en picada, el peso
no se recuperaba frente al dólar y los despidos se multiplicaban.
Nadie parecía creer, ni en México ni en ninguna otra parte, que los miles
de millones de dólares contratados por el nuevo Presidente en tan sólo dos
meses sirvieran para reactivar la economía mexicana. Era ya sabido que esos
91
recursos únicamente tenían por objeto que México pagara los Tesobonos y
otros instrumentos que había ofrecido con altísimas ganancias a los
especuladores, mayoritariamente estadunidenses. Ni un dólar estaba destinado
a infraestructura, adquisición de tecnología, promoción de la exportación,
creación de empleos. Todo tenía por objeto salvar a los especuladores, los
consentidos de Salinas porque con su confianza habían financiado el delirio
importador y la incapacidad exportadora de México.
La confianza no retornaba. Las duras condiciones del crédito, los
aumentos en las tasas de interés decretados por el Banco de México y la
quiebra, el 26 de febrero, del banco Barings Brothers *, tenedor de buena
parte de papel comercial latinoamericano, siguieron llevando a la bolsa de
valores a niveles cada vez más bajos. Sólo el 27 de febrero sufrió una caída
del 6.85%, la mayor del año, llegando a su más bajo nivel en los primeros 101
días del nuevo gobierno.
Ni siquiera los esfuerzos de los más leales aliados del sistema entre los
corresponsales extranjeros lograban aflojar la presión internacional, aun con
historias como la del “subcomandante Daniel”, supuesto desertor del EZLN
recluido en una cárcel “cerca de la Ciudad de México” según el cual los
alzados eran solamente unos 130 “profesionales” y 500 milicianos (TI). La
imaginación de la periodista estadunidense responsable de esta información y
el entusiasmo de los redactores por el triunfo del PAN en Jalisco no
alcanzaban para dar confianza a los estadunidenses.
92
5. La PGR en acción
Desde que se anunció su nombre, los análisis acerca del nuevo titular de la
PGR, Antonio Lozano Gracia, recorrieron su historial académico y político,
sus alianzas dentro de su partido (el PAN) y su actuación como líder de la
fracción panista en la Cámara de Diputados. Quienes veían en él a un
personero de los neopanistas se enfrentaban a quienes festejaban el
nombramiento porque, fuera quien fuera, el nuevo procurador no era priísta y
tenía una cierta obligación moral de cumplir. Quienes saboreaban el
bipartidismo por adelantado debían vérselas con los que señalaban que la
cercanía PRI-PAN hacía temer que el nuevo procurador serviría de tapadera
para el nuevo régimen priísta, en un quid pro quo de la concertacesión elevada
al rango de cultura política.
La exoneración brusca de María de los Angeles Moreno, Ignacio Pichardo
y Humberto Benítez, señalados por el exsubrprocurador Mario Ruiz Massieu
como encubridores de Manuel Muñoz Rocha y entorpecedores de la acción
judicial, parecía dar la razón a los que argumentaban la función de “tapadera”
del Procurador. El uso de la procuraduría para lanzar la fallida acción del 9 de
febrero contra el EZLN y las denuncias en el sentido de que la policía judicial
del panista seguía utilizando sin alteración sus viejos sistemas de
“investigación” (detenciones sin orden de aprehensión, secuestros, torturas,
amenazas) parecían reconfirmar la percepción.
Además, la gravedad del atentado contra el jefe de la Policía Judicial, Juan
Pablo de Tavira, se vio magnificada por el hecho de que se ocultó a la opinión
pública. Pese a que a mediados de enero ya corrían versiones acerca de un
atentado (LJ), fue hasta que el semanario Proceso publicó los datos del caso el
13 de febrero cuando empezó a fluir información. De Tavira era considerado
“carta fuerte” en el proceso de limpia de la Policía Judicial en dos años que el
procurador Lozano Gracia se había comprometido a lograr en dos años.
93
La PGR requería, como el resto de la administración, alcanzar alguna
medida de credibilidad. Esa sólo podría venir de algún avance real en las
investigaciones de los tres más sonados asesinatos de los últimos años.
Para investigar los tres casos, del Cardenal, el Candidato y el Presidente
del PRI, el nuevo procurador nombró a un sólo fiscal especial, Pablo Chapa
Bezanilla, de larga trayectoria en los cuerpos policiacos y quien el 11 de enero
anunció que empezaría “prácticamente desde cero” y dio a conocer que
retomaría todas las hipótesis, incluso las que habían sido desechadas por sus
antecesores.
Un asesino más
Para fines de enero, era evidente que la procuraduría estaba convencida de que
había un segundo tirador en el atentado a Luis Donaldo Colosio. La hipótesis
de que el candidato giró sobre su eje para que el mismo Aburto le disparara el
segundo tiro en el abdomen, para luego caer de bruces, era insostenible ya no
criminológicamente, sino desde el punto de vista de la física. Al mismo
tiempo, se filtraban a los medios constantes versiones acerca del
fortalecimiento de la nueva hipótesis: había otro tirador, había complot, había
que pensar en los guardianes del orden en el mitín de Colosio, había nuevos
datos.
Un segundo tirador convertía el atentado en un complot innegable.
El 24 de febrero, el procurador Lozano Gracia anunciaba la detención de
Othón Cortés Vázquez, exmiembro de la Dirección Federal de Seguridad de la
Secretaría de Gobernación, militante priísta, siempre ligado a la seguridad de
funcionarios priístas en Baja California y en ese momento empleado del
Departamento de Información de la delegación de la PGR en la entidad. Era,
según concluía la PGR, el “segundo gatillero” en el atentado contra Luis
Donaldo Colosio.
En su anuncio, Lozano Gracia demolía las conclusiones del anterior fiscal
especial del caso, Miguel Montes, en especial las teorías que justificaban la
afirmación de que Mario Aburto había realizado los dos disparos. El
Procurador retomó declaraciones desechadas por los anteriores investigadores,
reveló la existencia de un segundo video (que no se ha hecho público, como
no se han hecho públicos otros que se asegura existen) y criticó “las
irregularidades en la investigación policiaca”, además de admitir que la escena
del crimen fue “manipulada y arreglada”, en referencia a la bala (la “ojiva”)
94
encontrada después de los hechos en el charco de sangre dejado por el
candidato presidencial.
La nueva detención abría espacio para explicar contradicciones como la
planteada por las dos armas identificadas como la homicida. Una, la que tomó
momentos después del atentado Rafael López Merino, miembro del grupo
Omega, que Mario Aburto reconoció como suya a las 19:00 horas del día del
crimen. La segunda la tenía el teniente del Estado Mayor Presidencial Roberto
Merín Sandoval, y para llevarla del Hospital General donde falleció el
candidato a la delegación de la PGR pidió apoyo al Grupo Táctico Especial de
Tijuana dos horas después, a las 9 de la noche.
¿Por qué se desecharon los ocho testimonios que ahora esgrimía como
pruebas Lozano Gracia? ¿De dónde salió el segundo video y quién lo tenía?
¿Quién o quiénes manipularon la escena del crimen y con qué fin? Si había un
complot, ¿quién era el autor intelectual? Y, por supuesto, ¿cuál era el móvil de
un asesinato así, que había puesto en peligro a la nación entera?
El video mostrado en los medios (que parecía el mismo que se había
exhibido desde los primeros días de la investigación) dejaba ver que Othón
Cortés, (caminando a la izquierda de Colosio) miraba insistentemente hacia su
derecha, de pronto parecía afirmar secamente con la cabeza y la mano de
alguien (presuntamente Mario Aburto) salía de entre las cabezas para
apoyarse en la del candidato y disparar.
El Procurador indicó: “ésta es sólo la primera etapa”.
La segunda etapa recomenzaba una vez más.
De oreja a gatillero
Los responsables de diversas instancias de gobierno, fieles al hábito,
emprendieron un enérgico ejercicio de la dignidad ofendida, negando
apresuradamente toda relación con el nuevo acusado tan sólo para que la
realidad los contradijera en pocas horas.
Othón Cortés era, como principal oficio, informante, lo que la voz popular
llama oreja, además de sostener una larga relación de trabajo como
guardaespaldas y chofer de numerosos priístas y funcionarios del gobierno
bajacaliforniano. Días antes de ser detenido había sido nombrado informante
del Departamento de Información a Medios de los Estados de la Presidencia
de la República, lo cual fue de inmediato negado por el jefe del departamento,
Ricardo Torres Cota. La publicación del fax donde el mismo funcionario pide
a Cortés “se sirva auxiliarnos” enviando recortes de diarios bajacalifornianos
95
provocó que Torres Cota renunciara el 26, asumiendo lealmente toda
responsabilidad por haber pedido ayuda a Cortés.
La misma PGR negaba que Cortés trabajara “o hubiera trabajado” en la
corporación, pese a que éste se identificaba con una concha o charola
metálica de esa dependencia.
Al momento del asesinato, Cortés trabajaba bajo las órdenes de Fernando
de la Sota Rodalléguez en el grupo de seguridad Omega, que colaboraba con
el Estado Mayor Presidencial en la seguridad de las giras del candidato
Colosio. Omega había sido creada y era pagada por la Unión de Transportistas
de la República Mexicana para cumplir las tareas de orden y vallas en las
actividades del candidato Colosio. Roberto Alcántara Rojas, líder
transportista, principal accionista del Grupo Financiero Bancrecer y cercano al
grupo político de Hank González, había promovido al grupo (lo cual negó en
declaraciones a los diarios) y mantenía a De la Sota como jefe de seguridad de
la central camionera Poniente, de su propiedad. El grupo Omega estaba
formado por 160 personas, de las cuales sólo 17 estaban presentes en Lomas
Taurinas al momento del crimen.
Adicionalmente, Othón Cortés formaba una especie de eslabón perdido
entre varios funcionarios: Rodolfo Rivapalacio Tinajero, jefe del otro grupo
de seguridad “Tucan” (todos unidos contra Acción Nacional), Xicoténcatl
Leyva Mortera (exgobernador bajacaliforniano destituido cuando Colosio era
presidente del PRI y quien presuntamente le entregó 50 millones de nuevos
pesos a Rivapalacio el día del asesinato) y José Arturo Ochoa, señalado como
el funcionario que diera facilidades para que el gobernador de Sonora Manlio
Fabio Beltrones interrogara durante dos horas a Mario Aburto, según
testimonios nunca suficientemente desmentidos aunque nunca probados,
incluyendo los del propio asesino.
La información inicial, como siempre, era contradictoria. Se decía que
Othón Cortés tenía todas las confianzas del general Domiro García Reyes, el
encargado del Estado Mayor Presidencial de cuidar al candidato priísta y que
había conducido la ambulancia que llevó al aeropuerto los restos mortales de
Luis Donaldo Colosio (EF).
La reconstrucción de los hechos, la revisión de las declaraciones, el cotejo
de las contradicciones, las teorías sobre la bala encontrada en el charco de
sangre dejado por la víctima horas después del atentado, ocuparon
nuevamente el tiempo y la preocupación pública. Seguía faltando información
concreta... el rumor la sustituía, no había explicaciones claras... el sentido
96
común ocupaba sus espacios, la investigación policiaca seguía sin ser clara...
el periodismo se lanzaba a intentar la criminología. En los 101 días de Ernesto
Zedillo, aparecieron informes especiales sobre el caso Colosio en numerosos
diarios y revistas.
97
anterior fiscal especial Miguel Montes. No así por el jefe policiaco
bajacaliforniano, Fernando Benítez López, quien manejaba la hipótesis de que
Sánchez Ortega había sido el segundo tirador. Benítez murió emboscado antes
de dar a conocer los resultados de sus pesquisas. Sánchez Ortega se había
reincorporado a sus actividades como informador del Cisen en Baja California
y aseguraba que la prueba de radizonato de sodio podía haber salido positiva
porque había cargado personalmente gasolina en su auto (lo cual es
científicamente plausible, aunque no lo mencionó en sus primeras
declaraciones).
Además había un problema adicional: la bala encontrada en Lomas
Taurinas, según la descripción del primer dictamen de balística, era distinta de
la que conservaba la PGR. ¿Dos balas falsas? ¿Se cruzaron acaso los
encubridores? Porque para los días siguientes a la detención de Othón Cortés
el análisis de las pruebas no sólo revelaba un complot para el asesinato, sino
una enorme operación de encubrimiento. El lodo saltaba para todas partes, y
no había forma de saber qué imputaciones eran fundadas y cuáles no, qué
personajes (el gobernador de Sinaloa, los muchos expolicías presentes en
Lomas Taurinas, personajes políticos del estado y de la federación) eran
señalados por venganza política y cuáles realmente podían tener relación con
el caso.
¿Era creíble que la escolta de Colosio fuera un verdadero hospital? El
general García Reyes se vio rebasado por las multitudes debido a que padecía
gota, según dijo. Tranquilino Sánchez aseguró que no vio nada por una
catarata en un ojo. Othón Cortés al punto del coma diabético, *
En realidad, no se sabía nada nuevo, sólo que lo que se sabía desde antes
adquiría relevancia.
Ni siquiera había pruebas contundentes de que Othón Cortés fuera el
segundo tirador.
98
PARTE CUATRO
Los sobresaltos y los legados
99
1. Amargo despertar
100
La campaña feliz
Durante los primeros días posteriores a su entrega del poder, Salinas se dedicó
a recorrer el mundo buscando apoyo para su candidatura a la dirección de la
OMC. Igual estaba en Sudáfrica, Israel y la India que en Egipto, Brasil y
Kuwait, viajando en un jet privado de Taesa con costo de 1,900 dólares por
hora de vuelo (LJ) y hospedándose en lujosos hoteles.
Después del 19 de diciembre, mientras México se debatía en la crisis
económica y política más intensa de su historia moderna, el clamor popular
contra Carlos Salinas de Gortari creció, así como crecían las dudas acerca de
la conveniencia para el país de seguir apoyando y financiando la campaña de
quien se señalaba como corresponsable de la situación.
Sin embargo, el gobierno de Ernesto Zedillo continuaba el apoyo a la
campaña de Salinas, y Washington hacía lopropio con cierta regularidad, cada
vez que el rumor del escándalo crecía, aún cuando ya desde principios de
enero los analistas internacionales señalaban que las posibilidades de Salinas
de dirigir la OMC eran ya prácticamente nulas. Los embajadores que se
atrevían a declarar lo hacían inseguros y poco convencidos. Así, todavía el 19
de enero la representación mexicana ante la OMC organizó un cabildeo con
los 128 representantes de igual número de países que forman la organización,
que se reunieron por grupos con Carlos Salinas. Después de las reuniones, se
reunió con los reporteros, pero para hablar sólo de su candidatura y callar
sobre lo que acontecía en su país (PR).
Por si fuera poco, CSG aceptaba, el 18 de enero, un cargo en el consejo de
la empresa Dow Jones, editora de The Wall Street journal. El nombramiento
causó mala impresión ya que, por vez primera, un expresidente se convertía en
empleado de una firma extranjera, pero además una firma sin duda intereada
en los datos privilegiados sobre el país que podría tener el exmandatario.
Finalmente, un tiempo después vendría el rumor de que el expresidente había
adquirido el 35% de la empresa, lo cual justificaba su contratación.
En México todo mundo se preguntaba de dónde salían los fondos
necesarios para costear la campaña del expresidente, cuyos viajes al país
después de la devaluación eran cada vez menos publicitados hasta mediados
de enero, cuando regresó a México luego de cancelar su gira por los países de
Asia. Parecía que la campaña se desvanecía entre las pugnas de los tres
bloques (Estados Unidos, Asia y Europa) y el desastre económico mexicano,
sazonado con la demanda penal interpuesta por el PRD y apoyada por cada
vez más amplios sectores de la sociedad, incluyendo a priístas como los que
101
marcharon el 19 de enero en Ciudad Victoria y los panistas que protestaron en
Coyoacán el 22 de enero.
El expresidente apenas dio una breve entrevista condicionada al fiel
noticiario 24 horas, diciendo que había recogido “el deseo de cambio de los
mexicanos, introducirlo en áreas sociales y políticas, y darle sustento real”.
Pero para que el expresidente volviera a aparecer en público, era necesario
algo más.
Ese “algo más” lo adelantaba el periodista Carlos Ramírez el 13 de
febrero: “algunas pistas de la investigación del asesinato de José Francisco
Ruiz Massieu también podrían llevar hasta Raúl Salinas de Gortari” (EF).
102
A las tres de la tarde, después del arresto, Carlos Salinas llamaba al
noticiero de los Zabludovski y señalaba que se le estaba acusando de interferir
con las investigaciones del asesinato de Colosio (el día anterior, algunos
legisladores, incluso del PRI, habían exigido que se llamara a declarar al
expresidente). Hablando de las imputaciones e insinuaciones dijo: “Con toda
firmeza las rechazo y exijo de la autoridad competente una aclaración
stisfactoria.”
La exigencia no tenía precedentes. Pero la bomba vino cuando Salinas
pidió que se reconociera que la devaluación de diciembre fue producto de “un
error” (palabra que repitió cinco veces) de la actual administración y no de “la
administración que yo encabecé”. Advertía además que el exsecretario de
Hacienda Pedro Aspe iba a presentar un informe de lo realizado en el sexenio.
El locutor Abraham Zabludovski optó por no preguntarle al expresidente
acerca de la noticia que ya se conocía, el arresto de su hermano Raúl. Luego el
expresidente hizo imprimir y circular como boletín sus palabras a la
televisión.
Luego, CSG siguió hablando a los medios de información, insistiendo en
que no obstaculizó las investigaciones del caso Colosio (jamás se refirió a las
investigaciones del asesinato de Ruiz Massieu), pidiendo que la
administración de EZPL reconociera “el error de diciembre” y anunciando su
confianza en la inocencia de su hermano, tema del cual sí le preguntaron otros
comunicadores.
A las 17:30 horas, visiblemente nervioso, el fiscal Pablo Chapa Bezanilla
enlistaba los contactos telefónicos permanentes de Manuel Muñoz Rocha con
RSG en los días anteriores y poseriores al asesinato, el depósito del diputado
de 243 mil nuevos pesos en una caja de seguridad, presunta gratificación
entregada por Raúl Salinas dos días antes de la muerte de Ruiz Massieu. La
PGR señalaba además que la última vez que se vio a Muñoz Rocha se dirigía
al domicilio de RSG. En conclusión: “la PGR concluyó ejercitar acción penal
en contra de Raúl Salinas de Gortari como presunto autor intelectual y
probable responsable del delito de homicidio calificado” en contra de JFRM.
Además, anunciaba que Mario Ruiz Massieu (quien esa mañana había
presentado su libro Yo acuso con su versión de los hechos) también era sujeto
de proceso penal por “delitos conexos”, concretamente haber desviado la
investigación para no afectar a RSG.
Si bien no se habían exhibido pruebas contundentes de la acusación de
“autoría intelectual” en ese momento, sí se recordaban las múltiples
103
acusaciones emitidas por los medios de comunicación contra Raúl Salinas:
dueño de Taesa mediante prestanombres, comisionista de Mitsubishi en la
venta de una refinería, responsable de numerosas irregularidades en Diconsa
(cobro de comisiones a proveedores, venta de plazas), promotor de la
renovación de la concesión del Hipódromo de las Américas a cambio de una
finca de 170 hectáreas (LJ), importador ilegal de azúcar, leche y carne;
favorecedor de Roberto González Barrera en la construcción de una fábrica de
harina para Conasupo en Guerrero (fuente de un enfrentamiento con JFRM),
con participación en numerosos negocios y hasta beneficiario del dinero de la
droga (según la revista The Mexico report).
De hecho, desde días antes se habían filtrado informaciones que negaban
la versión de Raúl Salinas en el sentido de que hacía 20 años que no veía a
Manuel Muñoz Rocha, el cerebro (por decir algo) del asesinato de JFRM.
Muñoz Rocha había sido invitado a la tercera boda de RSG (EF) y de hecho le
debía su ascenso en la política, y las líneas que conectaban a estos dos
personajes y con ellos Hugo Andrés Araujo y Jaime de la Mora.
Todos ellos, con CSG, Rolando Cordera, Alberto Anaya y Oscar Levín,
habían pertenecido a un grupo maoísta de la corriente “línea de masas”, y
habían impulsado por igual el ejido de Batopilas, en La Laguna, y proyectos
de promoción social en Chiapas.
Como siempre, ante las acusaciones, RSG enviaba oportunamente un
desmentido señalando que todo lo que de él se decía era falso.
Los reporteros que estaban en el penal de Almoloya por la “presentación a
la prensa” de Othón Cortés Vázquez, atestiguaron cómo, a las 16:45, RSG
llegaba al penal de alta seguridad.
Al día siguiente, Sergio Salinas pediría licencia en sus funciones como
asesor del Gobernador de Morelos, el día 7 de marzo, Hugo Andrés Araujo
sería relevado al cabo de diez años de la CNC y lo sustituía la hasta entonces
subsecretaria de Gobernación Beatriz Paredes, que había jugado un papel
fundamental en el diálogo de Esteban Moctezuma con los zapatistas.
Afuera de la residencia del expresidente, sitiada por reporteros y algunos
ciudadanos, el 28 de febrero los autos que pasaban lanzaban mentadas con las
bocinas, la impotencia en cinco claxonazos.
CSG llamaba en la noche a otra cadena de televisión para asegurar: “tengo
plena confianza en la inocencia de mi hermano”.
104
Entretanto, se veía a lo lejos la estampida de docenas de empresarios y
políticos que declaraban, a una sola voz “yo ni conozco a ese señor”,
refiriéndose a Raúl Salinas.
105
hombres más ricos de México, Roberto González Barrera, presidente de
Maseca sumamente beneficiado por las políticas económicas salinistas. Y le
habían dado la habitación de los hijos de la señora Coronado, donde durmió
para, al día siguiente, lanzar sus denuncias vestido como para una
representación teatral, sin corbata, en mangas de camisa, sin rasurarse: “he
sido objeto de una campaña de hostigamientos y falsedades, se me ha querido
culpar de errores por mí no cometidos”. Anunciaba “se me ha pedido” (no
dijo quién) que pospusiera el ayuno. Entre periodistas y medio centenar de
vecinas que lo apoyaban, Salinas denunciaba presuntos hostigamientos a sus
excolaboradores y a las secretarías de Raúl Salinas y señalaba que actuaba por
“la verdad, el honor y la dignidad”. Mientras, en el DF, la PGR emitía un
comunicado diciendo que no tenía “elementos” para fincarle responsabilidad
al expresidente.
Era inevitable pensar en la poca sensibilidad que había mostrado el
gobierno de Carlos Salinas de Gortari hacia los cientos, acaso miles, de
huelguistas de hambre que en su sexenio habían buscado oídos a sus
peticiones.
Más allá del escándalo político y de la evidente ruptura en el sistema, el
asunto era absurdo y movía a la risa, profundizaba la sensación de que en el
país se vivía una telenovela con guión de Kafka y escenografía de Escher. De
las monumentales puestas en escena de las Semanas Nacionales de
Solidaridad a este entremés polvoriento mediaba la distancia entre el poder y
el olvido.
16 horas después de llegar a San Bernabé, CSG salió en otro avión de
empresarios de Monterrey hacia el aeropuerto de Toluca. Al día siguiente, 4
de marzo, volvía a su refugio y allí recibiría al enviado del presidente Zedillo,
Arturo Warman. El escenario había mejorado: Ninfa Barrón, del PT, y otros
líderes habían organizado el imprescindible acarreo de vecinos, la manta
profesionalmente rotulada: “Por la verdad, el honor y la dignidad de México,
Carlos Salinas de Gortari”, y las agresiones de rigor contra los periodistas que
cubrían la nota. A las 16:50, Salinas salía para anunciar que el procurador
haría “en breves momentos” la declaración del apoyo de Salinas a a la
investigación del caso Colosio, y que quienes manejaron las finanzas en
diciembre presentarían con veracidad los hechos sucedidos. Ello implicaba
que se habían satisfecho sus condiciones y procedía a decir que no
respondería preguntas porque llevaba 44 horas sin comer. Afirmó que no
saldría del país (“No tengo por qué, yo tengo cosas que atender”), afirmó su
106
“respeto y lealtad a las instituciones”, recomendó “apoyar al Presidente” y
pasó a comerse un caldillo de res norteño.
Pero la comedia no acabaría allí.
107
Admitiendo tácitamente la gravedad del caso, la policía federal
estadunidense empezó a trasladar a Ruiz Massieu enfundado en un chaleco
antibalas, como suele hacerlo con los informantes de la Mafia, en prevención
de un atentado.
Pero el caso dio un giro el 6 de marzo, cuando se reveló que de marzo a
noviembre de 1994 Mario Ruiz Massieu había depositado casi 7 millones de
dólares en en Texas Commerce Bank, y se habló de una transferencia de otros
17 millones de dólares. Versiones fueron y vinieron, se congelaron cuentas del
exfuncionario en Estados Unidos y en México, y al final se hablaba de 9.4
millones de dólares. ¿De dónde provenía ese dinero? ¿Le pertenecía o lo
estaba resguardando? ¿Provenía de los negocios de MRM con la constructora
de su hermano Arturo, como sugirió el abogado Xavier Olea? De inmediato
surgieron rumores en el sentido de que se trataba de fondos del narcotráfico,
presuntamente usados para cohechar al funcionario, pero no había pruebas al
respecto y el acusado no daba declaraciones.
La PGR aportaba más pruebas de que MRM había “rasurado”
declaraciones para no imputar nada al hermano del presidente y se hablaba de
nuevo de las “denuncias cruzadas” entre JFRM y RSG cuando el primero
había sido gobernador de Guerrero.
108
2. El PRI a la deriva
109
se invitaba a entrar a los priístas “históricos” (los dinosaurios). Pero ésta se
veía también en peligro. Los adorados empresarios (como el yucateco Carlos
Cabal Peniche, que contratara el Auditorio Nacional y una transmisión vía
satélite en privado para celebrar que su Banco Unión se convertía en
institución a nivel nacional) se veían involucrados en asuntos turbios,
desmanes financieros, lavado de dinero proveniente del narcotráfico,
operaciones de dudosa ética, reclamaciones constantes en la Profeco (contra
Telmex, sobre todo) y estallamiento de la credibilidad hacia Televisa. Los
operadores (los caballeros de los espejos) educados en el extranjero
encontraban sus limitaciones: eran lo que Carlos Fuentes llamara “los chicos
del pizarrón”, profesionistas preparados para la academis y el cubículo, pero
absolutamente alejados de la realidad del país que pretendían, más que
gobernar, administrar. Y, más grave aún, desdeñaban el “colmillo político” de
los priístas del parque jurásico.
Peor aún, los medios hacían revelaciones y señalamientos con una
insolencia que en los “buenos tiempos” de la familia revolucionaria les
hubiera valido más censura, golpizas, despidos y amenazas a los
comunicadores (no que no los haya habido), y regaños y retiro de publicidad
oficial a las empresas ofensoras.
En pocas semanas, los priístas descubrieron que su estructura, obra
maestra para cantar a coro las loas ordenadas, era incapaz de funcionar
democráticamente y crear su propia partitura. El verticalismo de seis décadas
y media había producido una esclerosis múltiple, y los priístas se rehusaban
(acaso temiendo que todo fuera una emboscada para probar su lealtad) a
sostener una sola idea u opinión propia, ni a enfrentarse entre sí en un diálogo
nacional para darle rumbo al partido. Las excepciones, los legisladores que se
pronunciaban por el juicio a Salinas o los que se abstenían en el voto para
aprobar la ayuda económica estadunidense, acaso convencidos de que
efectivamente se estaba cediendo al soberanía, pero rebeldes al fin.
Quizá los problemas económicos que enfrentó el PRI desde diciembre de
1994 sean la mejor balanza para determinar la necesidad que tiene el partido
de contar con todo el apoyo del gobierno para seguir existiendo. Entre la toma
de posesión del presidente Zedillo y la primera semana de enero, el CEN del
PRI despidió a 1,900 de sus 2,000 empleados. De otra parte, la rebelión de los
gobernadores, dispuestos a no emprender acciones reales para establecer lo
que EZPL llamó “sana distancia” entre el PRI y el gobierno, tuvo momentos
verdaderamente preocupantes que hicieron crisis en el caso Tabasco.
110
Renovación, pero no mucha
El 31 de enero, 203 miembros del Consejo Político Nacional del PRI se
reunían en el auditorio Plutarco Elías Calles del PRI para discutir la
restructuración del partido de acuerdo a seis líneas: relación con los
gobiernos, relación con la sociedad, democracia interna, organización,
financiamiento, doctrina y respuesta ante la crisis.
En la preparación de esta reunión, la presidenta del partido, María de los
Angeles Moreno, había advertido que se renovaban para seguir ganando, que
se renovaban porque así lo querían y no por ningún reclamo de la oposición y
que, como partido, no iban a renunciar a los privilegios que les daba ser
mayoritarios.
La primera reunión tropezó con una invitación a la autocrítica por parte del
líder potosino Julio Hernández López, en un discurso en el que amenazaban
los nubarrones de la auténtica modernización y restructuración. Sus palabras
fueron muy aplaudidas pero de inmediato omitidas. El acto siguió por las
tranquilas veredas del homenaje autoinfligido, que alcanzó niveles de
entusiasmo cuando se habló de la movilización de Tabasco que había dejado
en mala posición (esto, claro, no se dijo) al presidente de la República, priísta,
por cierto.
Ni siquiera era novedosa la convocatoria para la selección “democrática”
de los candidatos a gobernadores en las elecciones para gobernador de 1995
(Guanajuato, Yucatán y Baja California). El sistema mismo se encargaría de
mantenerlas bajo control, como se vio poco después, cuando la “unidad” se
imponía par promover la reelección de Víctor Cervera Pacheco en Yucatán.
Al final del acto vendría el ejercicio de la disciplina como dogma de fe y
las manos tendidas al aire, esperando bajar “la línea”, ese ejercicio de dejar la
tarea de pensar a otros en mejor ubicación escalafonaria. La presidenta del
partido habló en plural para tirar la ansiada “línea”, aclaró lo que
“buscaremos”, precisó lo que “demandaremos”, destacó los compromisos que
“tenemos”, estableció lo confiados que “estamos” por el crédito recién
anunciado de 51 MMD y aclaró los principios que “mantenemos”. Después, el
colofón indispensable, el desplegado de apoyo a las políticas económicas del
Presidente y a sus medidas, la dosis necesaria del vocabulario desgastado
(firmeza, energía, nacionalismo, soberanía), el júbilo abajofirmante y las
planas completas al día siguiente en los diarios.
111
Los priístas, tranquilos, volvían a sus oficinas. Si así comenzaba el nuevo
PRI, se parecía lo suficiente al viejo como para disipar todas las inquietudes.
La confirmación vendría poco después, cuando el diario oficial del PRI, La
república, publicaba un artículo en el que Julio Zamora Batiz descalificaba y
atacaba a Hernández López.
El 66 aniversario
En el enfrentamiento entre Salinas y Zedillo el único hecho cierto era que
ambos, y prácticamente todos sus funcionarios, eran priístas. Si la culpa
individual del desastre era motivo de confrontaciones, la culpa colectiva era
clara, recaía en el partido, sus prácticas, su lealtad unánime, su disposición a
ser, ideológicamente, lo que quisiera el Señor. El priísta perfecto retratado en
la anécdota atribuida a un funcionario de primer nivel que, cuando el
presidente Ruiz Cortínez preguntó qué horas eran, repuso al instante: “Las que
usted ordene, señor Presidente”.
Las opciones para el PRI eran una genuina recomposición o un
enfrentamiento con el Ejecutivo, el pasado o el futuro. El encarcelamiento de
Raúl Salinas de Gortari, que representaba una profunda ruptura en un nivel,
sirvió sin embargo para volver parte de las aguas a su viejo nivel. El
Presidente necesitaba al partido y viceversa. La distensión era indispensable.
La oportunidad era el rito anual de autoexaltación del partido: su 66
aniversario, celebrado el 4 de marzo al tiempo que CSG levantaba su ayuno.
La seguridad en el edificio del partido era tal que no valían “influencias”,
lo cual llamaba al escándalo. El Presidente llegó al PRI por la puerta principal
mientras la presidenta del partido, María de los Angeles Moreno, lo esperaba
por otra. La confusión se superó y se escenificó el ritual. El Presidente
señalaba que la nueva democracia no pasaba por la destrucción del PRI,
recordaba y trataba de revivir el Acuerdo Político Nacional, reafirmaba su
militancia, invitaba a la reforma del partido, insistía en su decisión de no
intervenir en las decisiones y procesos internos del partido y decía a quienes
suponen que “todo avance democrático debe equivaler a una derrota del PRI”
que “están equivocados, no nos vencerán”.
La presidenta del PRI, por su parte, aclaraba que “fuerte, muy fuerte es el
gobierno que preside Ernesto Zedillo”, y le reiteraba el apoyo del PRI.
La autocelebración terminaba jubilosa y Gustavo Carvajal, expresidente
del PRI, daba a los periodistas una cristalina explicación de la dinámica
política del partido: “El partido está cohesionado y apoyando
112
indiscutiblemente al presidente Zedillo. En su momento estuvo con Salinas,
hoy no, hoy estamos con Ernesto Zedillo”.
Claridad meridiana: así es el sistema.
113
3. Chiapas en suspenso
114
de disuadir a los zapatistas de optar por las armas, con tan poca autoridad que
no lo logró.
La persecución contra Samuel Ruiz, empero, revelaba un hecho mayor:
entre las élites cualquier inclinación por las demandas de los más
desamparados, cualquier llamamiento a la democracia o a la justicia social
(como solía decir el PRI) era considerado complicidad en la insurrección. Un
síntoma más de que en el mundo del extremista no existen términos medios.
Guerra o política
El secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma, “se enteró por la
televisión, como cualquier persona” de la decisión del Presidente de
emprender la persecución de los zapatistas, y así lo hizo saber a la Comisión
Legislativa encargada del caso Chiapas.
Esta revelación la hizo el diputado perredista Ramón Sosamontes a la
revista Proceso y confirmaba varias versiones, entre ellas la de una discusión
entre el Presidente y su encargado del interior y la de que Javier Elorreaga era
el contacto entre la Segob y el EZLN.
No era la primera vez que el secretario quedaba sorprendido. Varias veces
había ofrecido disculpas a los legisladores porque los acontecimientos no se
correspondían a sus ofrecimientos para dar salidas políticas a diversos
conflictos.
Se gestionó una reunión entre la Comisión Legislativa y el Presidente para
la noche del día 13, en la que se acordó prácticamente todo cuanto Ernesto
Zedillo daría a conocer a la nación en su mensaje del día siguiente, incluida la
renuncia del gobernador Robledo y la apertura de la zona de conflicto a la
prensa y grupos de derechos humanos, que había sido prohibida por el ejército
desde el mismo día 9.
La opción política se imponía. Faltaba que fuera viable. Para ello requería
de la anuencia de la otra parte: los rebeldes.
Los comunicados del EZLN fechados el 20 de febrero parecían confirmar
la versión de una celada a Marcos, cuando éste escribía. “Guadalupe Tepeyac
no fue Chinameca” en referencia a la celda en la que el coronel Guajardo hizo
caer a Emiliano Zapata para asesinarlo. Igualmente, insistían, como
condiciones para el diálogo, en la salida del Ejército Mexicano y la PGR de la
selva, y en la anulación de las órdenes de aprehensión.
El EZLN aceptaba el diálogo, pero en el escenario de los territorios
recuperados por el Ejército se generaba otro conflicto, nacido de vicios graves
115
en la búsqueda de los alzados: cateos, destrucción de pertenencias de civiles
(al fin y al cabo sospechosos de simpatizar con los zapatistas), corte del
suministro de agua, golpes, maltratos, ofensas y humillaciones. El grano, los
animales y los pocos bienes de los pobladores desaparecían al llegar el
ejército, lo que no mejoraba la imagen militar ante los indígenas.
Numerosas comunidades decidieron abandonar sus poblados en masa y
arriesgar el hambre, la sed y las enfermedades en la montaña por temor a las
acciones de los soldados. Para fines de febrero se hablaba de más de 20 mil
desplazados.
Así ocurrió en el pueblo llamado desde siempre La Realidad (aunque los
tintes surrealistas del nombre hicieran que se pensara que había salido de la
vena literaria de Marcos). La huida de los indígenas de La Realidad fue
acompañada por la actriz y activista Ofeliz Medina, quien dio cuenta de los
sufrimientos a que se arriesgaban por el temor a la tropa.
El Ejército Mexicano ofrecía “servicio social” que, según numerosas
denuncias, se convertía en feroces interrogatorios y acusaciones y regalaba
despensas que no compensaban la destrucción. Los errores eran evidentes:
estos abusos no harían sino fortalecer la imagen del EZLN y aumentar sus
filas, aún cuando los excesos no hubiesen llegado a los niveles brutales de la
represión militar en otros países y circunstancias. En nada favorecían a la
salida política.
Tampoco lo hacía la destrucción del anfiteatro para cinco mil personas que
construyó el EZLN para la Convención Nacional Democrática,
Aguascalientes. Los troncos que formaron las graderías, el templete, la lona,
fueron quemados por el ejército. El agente del Ministerio Público presente
dijo que no había orden para hacerlo, “pero ya ve cómo son ellos” (LJ).
Al diálogo no ayudaba el secretario de Gobierno chiapaneco, Eraclio
Zepeda, que además de defender la acción militar acusaba a la prensa de hacer
una campaña “injusta” contra el gobernador Robledo y llamaba algo “irreal” a
las guardias blancas de que se ufanaban los mismos ganaderos.
Y no dejaba de llamar la atención que, en medio de una advertencia de que
el riesgo de un choque armado crecía “cada hora”, de negar que se pagara
dinero a los militantes del EZLN (como sugería una misteriosa “rendición”
realizada ante el nuevo gobernador) y de acusar nuevamente que el ejército
destruía las poblaciones civiles en su avance, el subcomandante Marcos
hiciera preguntas cuya importancia desde el punto de vista ideológico no
podía negarse: “¿Qué otra guerrilla ha apelado no al proletariado como
116
vanguardia histórica, sino a la sociedad civil que luvha por la democracia?
¿Qué otra guerrilla se ha hecho a un lado para no interferir en un proceso
electoral? ¿Qué otra guerrilla ha convocado a un movimiento nacional,
democrático, civil y pacífico para que haga inútil el recurso de la vía armada?
¿Qué otra guerrilla pregunta a sus bases de apoyo qué debe hacer antes de
hacerlo? ¿Qué otra guerrilla ha luchado por lograr un espacio democrático y
no por el poder?”
Era claro que en un ambiente de incredulidad nacional, grandes grupos
quisieran creer en el EZLN aún estando en contra de la lucha armada. El
rechazo implícito al dogma marxista del pasado invitaba a la reflexión. El
gran temor era, en todo caso, que el EZLN mintiera, que hubiera mentido
tanto tiempo. No era extraño que numerosos sectores desearan
fervorosamente, desde el 1º de enero de 1994, que no hubiera doblez ni
mentira en las posiciones de los alzados. Y no dejaba de haber cierta intuición
entre la sociedad civil en el sentido de que, después de la primera gran
movilización por la paz, podía de alguna manera dirigir las acciones del
EZLN e impedir un desastre nacional.
117
La Comisión Plural Legislativa para Chiapas, formada desde enero a
instancias del Presidente, había sido la encargada de su redacción, y mantuvo
constantes consultas con las fracciones y con el secretario de Gobernación
para llegar a la versión que se propuso al Senado y que incluía el retiro del
Ejército Mexicano, la apertura de espacios políticos al EZLN, garantías para
negociar, suspensión de las órdenes de aprehensión por períodos renovables
de 30 días y respuesta a las demandas zapatistas atendiendo a las causas que
originaron el conflicto.
Una vez presentada la ley, comenzaron las reacciones que buscaban
cambios antes de promulgarla: que se reconociera a la Conai como mediadora,
que se llamara al EZLN por su nombre (algo difícil por la oposición
comprensible del Ejército Mexicano), que se aclarara el asunto de las zonas
francas y los espacios para el diálogo.
Para el 7 de marzo se había acordado llamar a los rebeldes “EZLN” o
“organización de ciudadanos mexicanos predominantemente indígenas”, crear
“zonas de distensión” en vez de zonas francas, suspender las órdenes de
aprehensión indefinidamente en cuanto comiencen las pláticas y reconocer a
la Conai como mediadora autónoma. Se recogían así algunas de las propuestas
de los propios zapatistas.
El 8 de marzo, con diez importantes enmiendas, el Senado aprobaba la Ley
para el Diálogo, la Conciliación y la Paz Digna en Chiapas, con 115 votos a
favor y dos abstenciones del PRD (Félix Salgado y Auldárico Hernández).
Las discusiones habían sido tensas, especialmente en la tarea de no ofender al
Ejército Mexicano (representado por algunos generales que son igualmente
legisladores priístas) y de tratar de no antagonizar tampoco al EZLN.
La Cámara de Diputados aprobaría la ley el 9 de marzo, con sólo siete
votos perredistas en contra y dos abstenciones, y una declaración importante
del general y diputado Jesús Esquinca: “El empleo de las fuerzas armadas es
un error político del cual no son responsables ni el actual Presidente ni el
Congreso”.
Tocaba el turno al EZLN, que tendría que responder en condiciones
difíciles, cercado como nunca y rodeado de los resultados de la acción del
Ejército Mexicano.
Ése ya sería otro capítulo.
118
4. La economía frágil
119
países no firmantes del TLC. La política de apertura indiscriminada salinista
era insostenible. Según el Presidente, esto no representaba volver “a los vicios
del proteccionismo”.
Pero la bolsa y el peso iban a la baja, y no faltaba quien supusiera que esta
embestida financiera podría tener que ver con actividades del propio
expresidente Salinas y quienes se habían beneficiado en su sexenio.
Se pedía urgentemente un plan económico para apuntalar el rescate
crediticio y salvar a las grandes empresas y bancos.
Los suicidios iban en aumento entre los desempleados y pequeños
empresarios quebrados. Era otro costo de la crisis.
120
Más grave aún resultaba el compromiso del gobierno de entregar toda la
información contable y financiera de Pemex a los Estados Unidos, además de
depositar en la cuenta de la Reserva Federal todo el importe de sus ventas de
crudo, gasolinas, gas y demás productos del petróleo.
Además, el Congreso estadunidense había iniciado una ofensiva a
principios de marzo para bloquear el crédito a México y exigir todos los
documentos, públicos o confidenciales, firmados para el crédito. El apoyo del
gobierno estadunidense a México, que incluyó reiteradas afirmaciones de que
le había indicado a CSG su preocupación por el manejo de la economía desde
mediados de 1994, se le revertían a Clinton: ¿por qué no actuó a tiempo?,
¿qué tanto sabía acerca del peligro de la crisis? Sus congresistas querían saber.
Ante la incertidumbre económica, el PRI apretó en las cámaras. El nuevo
desconcierto vino por la actitud del PAN. Los diputados aprobaron el
proyecto de ley sin modificaciones con el voto en contra del PRD, PAN y PT,
en esencia un mayoriteo priísta en el estilo más tradicional. Pero en la
cámarqa de Senadores (que sólo esperaba a los diputados para proceder a su
voto), Acción Nacional se sumó al PRI y sólo el PRD votó contra la iniciativa.
La actitud del PAN, que pareció incongruente, había sido, empero, pactada en
una reunión de la dirigencia panista con el Presidente, comprometiendo sólo
el voto de sus senadores.
En vez de hacer cambios a la ley, lo que hubiera retrasado la aprobación,
los diputados hicieron cuatro recomendaciones al Presidente para que el
Congreso conociese los cambios en materia de deuda, operaciones de
Tesobonos y transacciones de moneda, así como para que se use el mínimo
del crédito en la emisión de bonos a largo plazo.
Más de lo mismo
Para el 9 de marzo, ninguna acción había logrado contener la caída de la bolsa
de valores ni la del peso, que llegaba a un máximo histórico de ocho por dólar.
Los intereses subían de manera alarmante y los precios se incrementaban sin
recordar ya el AUSEE.
El día anterior, ante una reunión de emergencia del Gabinete Económico
llevada a cabo la noche del día 7, habían corrido rumores angustiantes. Se
decía que México estaba por declarar la moratoria de pagos, y los
especuladores atacaron al peso. Se rumoraba un aumento de impuestos, y los
empresarios se rebelaron, anunciando su decisión de declararse en suspensión
de pagos de impuestos y de sus deudas con la banca, llegando incluso a hacer
121
una marcha y tomar el Palacio de Gobierno en Monterrey, mientras que el
embajador estadunidense James Jones, extralimitándose una vez más en su
pasión declaratoria, anunciaba que los términos del programa económico de
emergencia representaría “tremendos sacrificios”.
En los días anteriores se había llevado a cabo un intenso cabildeo para que
el nuevo programa económico fuera un pacto más, consensado entre obreros,
campesinos y empresarios. Pero ninguno estaba dispuesto a firmar el plan. Era
claro que su representatividad misma había quedado en entredicho con la
firma del AUSEE. El apretón de cinturón brutal, el plan de choque, debía ser
únicamente responsabilidad del gobierno, aunque posteriormente fuera
aceptado a regañadientes y casi como un sacrificio patriótico por parte de los
sectores. Terminaban los tiempos del “pacto” inaugurados ocho años atrás por
Miguel de la Madrid.
Todo a cambio de que el gobierno no aumentara el Impuesto Sobre la
Renta, ya de por sí uno de los más altos del mundo.
Por la noche, un nervioso secretario de Hacienda Guillermo Ortiz,
flanqueado por Miguel Mancera Aguayo, Herminio Blanco, Santiago Oñate y
Francisco Labastida Ochoa, todos con expresión propicia para un funeral,
anunciaba el nuevo plan económico del gobierno para 1995, que
esencialmente contemplaba aumentos en los bienes y servicios que ofrece el
gobierno (35% para gasolina y diesel, 20% para gas y electricidad), un
aumento del IVA al 15% (previa aprobación del Congreso), una reducción del
9.8% en el gasto público para 1995, propuestas para la renegociación de la
deuda de individuos y empresas por medio de las “unidades de cuenta” ya
antes anunciadas por el Banco de México, liberación de salarios con un
aumento del 10% al mínimo, planes para el fortalecimiento del sistema
financiero, desregulación para el establecimiento de pequeñas empresas
familiares, apoyos a trabajadores desempleados y conservación de los
subsidios a productos básicos. El programa esperaba una inflación del 42%
para 1995 y un descenso del 2% en el Producto Interno Bruto. Pero el
secretario de Hacienda aseguraba que los peores efectos se sentirían en los
primeros 90 días, y que para fines de año volvería a salr el sol.
Era evidente que se estaba ofreciendo, como medicina, lo mismo que había
causado la enfermedad, en una suerte de perversa homeopatía: medidas
monetaristas que deprimían el crecimiento, generaban desempleo y contenían
los salarios al tiempo que dejaban que los precios volaran libres.
122
Al daño se añadía la ofensa cuando, usando términos del más puro
tecnocrañol, el secretario de Hacienda llamaba “involuntariamente
desplazados” y “transitoriamente desplazados” a quienes serían despedidos a
resultas del programa.
Si en 1994 se habían creado 244 mil empleos (EF), insuficientes para
atender la demanda de una población creciente, la crisis se había encargado de
desvanecerlos en ochenta días. Y si las consecuencias del desastre de
diciembre habían provocado esos 250 mil despidos, para el día 10 de marzo el
secretario del Trabajo, Santiago Oñate, anunciaba que se esperaba que hubiera
medio millón de desempleados más en 95 como consecuencia del programa
económico. Sumando el cálculo de los ya desempleados y el millón de
jóvenes que en 1995 se integraría al mercado del trabajo (sin esperanzas de
conseguir empleo), la situación era angustiante: dos millones de nuevos
desempleados (o trabajadores involuntariamente desplazados) en 1995, con
una economía informal (ambulantaje, limpieza de parabrisas, taxis, etc.)
saturada por el desempleo creado en el salinismo.
La reacción al programa fue inmediata: prácticamente todos contra él. Pero
con un dejo de resignación más que signos de combatividad o interés
propositivo. Los organismos financieros internacionales y los Estados Unidos
aplauden las medidas. Fait accompli.
Reacciones últimas
El grupo neoliberal que se apoderó de la economía y la política mexicana
habría de enfrentar, además, la descalificación de sus propios mentores.
A fines de enero, John Kenneth Galbraith, uno de los santones de la
economía y maestro emérito de Harvard, sentenciaba: “No debemos
presuponer nunca que porque la gente tiene dinero necesariamente es
inteligente.” Luego remataba, quizá sin tener claro que enjuiciaba al gobierno
mexicano de los últimos doce años: “Un gobierno estable, honesto y
confiable. Ése es el primer requisito para el desarrollo económico. El segundo
es un sistema impositivo que adjudique recursos a la educación.” En entrevista
con Rossana Fuentes-Berain de Reforma, Galbraith se pronunciaba por
mayores impuestos a los ricos, señalaba como problema de la crisis mexicana
el flujo de capital especulativo y daba su definición de credibilidad: “La
credibilidad quiere decir que un gobierno debe ser honesto, tener un programa
impositivo responsable y eficiente, y debe ser capaz de atender a sus
ciudadanos más pobres y no tenerlos alzados en armas.”
123
Rudiger Dornbusch, que contó entre sus alumnos a Pedro Aspe, todavía
creía que se podía corregir el rumbo el 22 de enero, pero para el 10 de marzo
concluía que la culpa del desastre era de Carlos Salinas, quien “sabía lo que
estaba haciendo” (LJ)
Sin embargo, los discípulos insistían en la ortodoxia neoliberal, aún a
riesgo de que se empeñara la soberanía nacional. Los viejos y nuevos ultras
del neoliberalismo económico, (en especial “Los Luises”, Pazos y Rubio),
pedían más desregulación, venta de todo el patrimonio nacional y cuanto fuera
necesario para resolver lo que el propio Rubio llamaba “lo primero”: la
economía.
124
5. LAS SOMBRAS ALREDEDOR
125
1. Los derechos humanos
126
Zedillo, sin pretender contar siquiera las denuncias relativas al conflicto en
Chiapas, hubo numerosos ejemplos de abuso: dos ancianos hermanos que se
encadenaron para no ser desalojados de su casa y un actuario, 15 civiles y dos
patrulleros de Ciudad Nezahualcóyotl incendiaron la vivienda (RE), o el
desalojo violento y sin orden judicial de 350 familias en Acapulco a instancias
del obispo Rafael Bello (LJ).
Ejemplos, solamente, pequeñas ventanas por las que se puede atisbar a un
monstruo policiaco que obtiene su impunidad en tanto es útil para el control
político y al que el ciudadano teme tanto que no suele denunciar los delitos de
que es víctima. Policías que infunden terror a la población, que nunca se sabe
para quién trabajan pero se intuye que no lo hacen para la ciudadanía, acaso
con alguna excepción.
Síntoma de ese miedo fue el rechazo de los vecinos de la Colonia Roma a
las oficinas de la Policía Judicial del DF en la calle de Alvaro Obregón. La
gran mayoría se atemorizó por la prepotencia y los antecedentes de los
judiciales. Unos pocos pidieron que se quedaran porque consideraban que
había bajado la delincuencia en la zona, pero los más preferían enfrentarse a
los delincuentes “libres” que a los policías. Cuando se anunció el traslado de
las oficinas al centro de la ciudad, ocurrió lo mismo: protestas de muchos
vecinos y unas pocas voces que aceptaban la presencia de la judicial
esperando que disminuyera la delincuencia.
En Chiapas estaban ya demostradas las ejecuciones sumarias de enero del
94. Así lo señalaban, el 15 de diciembre de 1994, los Médicos por los
Derechos Humanos y el Human Rights Watch-Americas (HRWA) y lo
confirmaba hasta el Departamento de Estado de EU el 1º de febrero de 95,
destacando que hasta fines de 94 “las autoridades no habían juzgado a nadie
por los abusos”.
Antes de las órdenes de aprehensión, el Gupo Plural afirmaba el 7 de enero
que en Chiapas “existe una suspensión de facto de las garantías
constitucionales, tales como la libertad de tránsito, libertad de expresión y de
manifestación, derecho de reunión e inviolabilidad del domicilio”. Y estaban
las “campañas de delación” de ganaderos y funcionarios del PRI, denunciadas
por Gestión Autónoma el 29 de enero.
Ejemplos de nuevo, nada más. Y las denuncias (y los ejemplos) se
multiplicaron con el avance del ejército sobre los zapatistas.
Lo más preocupante, después de las injusticias contra los indígenas, era
que el gobierno desenterrara relaciones, conocidos y acciones de diez o veinte
127
años atrás para buscar información. El acoso a la UAM (donde había dado
clases Rafael Guillén hasta 1984) y contra una mujer que había sido
compañera de Marcos en la UNAM, generaban inseguridad y temor. Todas la
gente que en su vida hubiera tenido Rafael Guillén eran ahora presa fácil de
venganzas. Así lo vio el economista Carlos Heredia, opositor al TLC que
había estudiado de la primaria a la preparatoria con el acusado y a quien no
veía desde 1974. Todos eran sospechosos.
128
2. Los periodistas
Con desesperante lentitud, las relaciones de los periodistas con el poder se han
ido transformando en el último cuarto de siglo, con la aparición de una prensa
notablemente más libre (aunque no siempre del todo confiable) y, sobre todo,
el surgimiento de generaciones de periodistas decididos a no entrar en
componendas con el poder.
Los antiguos “grandes” periodistas de cuya connivencia con el poder todo
se sabía, que usan autos “prestados” por alguna dependencia, que cobran
jugosos cheques o comisiones por publicidad, que presionan para obtener el
“chayote” en las giras, han dejado de ser respetables an cierta medida. Y en la
misma medida poco a poco dejan de ser útiles al poder. No por ello cedían en
su insistencia, día tras día, de pedirle al presidente Zedillo “un quinazo”, una
acción “firme”, una solución militar al conflicto de Chiapas.
Sin ambergo, las presiones siguen para que los periodistas sean maleables
a las necesidades del poder, y en los primeros 101 días de Ernesto Zedillo no
faltaron los despidos de reporteros, caricaturistas o articulistas bajo el
argumento (no se puede saber si real o falso) de que “se había molestado el
señor Presidente” con tal cartón o comentario. Igualmente volvieron las
amenazas a periodistas como Carlos Ramírez y el inexplicable tiroteo contra
la casa de José Emilio y Cristina Pacheco.
Por otra parte, ganaban fuerza los nuevos voceros del conservadurismo
monetarista, puente entre la derecha antigua y los tecnoyupis burocráticos.
Los ultras de los sesenta, con sus delirios complotistas, orígenes en el
pensamiento (por llamarle de algún modo) de Salvador Borrego, entusiasmo
por la insidia, propensión a la violencia desde tiempos del MURO e insalvable
temor de que el PRI sea -pese a todo- la carta secreta del comunismo
internacional, son amigos incómodos. En cambio, columnistas como Luis
Rubio (que el 27 de noviembre aseguraba que “los números” decían que no
venía ninguna crisis) o Ikram Antaki, (que en sus loas al salinismo llegara a
profetizar en radio: “el juicio de la historia será benévolo con Carlos Salinas
129
de Gortari”) son buenos neoliberales y por sus credenciales académicas y su
currículum visten más como aliados.
Los medios oficiales y oficiosos reafirmaron su dependencia, como lo
reveló el despido de un corresponsal de Notimex en Chiapas por ser amigo de
Amado Avendaño, aunque el propio periodista adjudicó el despido a sus notas
sobre muertes en enfrentamientos y violación a los derechos humanos en
Chiapas.
Aún no se ha establecido una relación sana entre el poder y los periodistas.
El crítico sigue siendo visto como enemigo o (peor aún) como alguien que “no
es amigo”. El que sí es “amigo” es cómplice y apoyador, candidato a
compadre. La personalización no permite aún institucionalizar relaciones en
las que se acepte plenamente que la única obligación del periodista es
informar. La lucha por llegar a tener una prensa confiable sigue dándose día a
día.
130
3. Los periódicos
Para febrero, la crisis económica y el aumento del papel habían dado cuenta
de quince diarios y revistas. En enero, Excélsior fusionó en una sus dos
ediciones vespertinas de Últimas noticias además de convertir en mensual a su
revista decana, Revista de revistas y desaparecer “temporalmente” Jueves de
Excélsior y Plural. Igualmente, se dejaban de publicar diversos diarios y
ediciones regionales: El fronterizo de Ciudad Juárez, Express de Nayarit, El
heraldo de Jiménez, El heraldo de Camargo y Última hora de Morelia. Los
periódicos sobrevivientes realizaban verdaderas carnicerías laborales. El
universal despidió de golpe a todos los reporteros de El universal gráfico y
recortó colaboradores y personal administrativo. Reforma recortó su plana
cultural y adelgazó su suplemento El ángel, La jornada finalmente convertiría
su revista La jornada semanal en suplemento y sustituiría a todos sus
colaboradores. La voz de Michoacán despedía a 20 trabajadores. En todos los
diarios desaparecían secciones y disminuía el número de sus páginas, ahora
ocupadas cada vez más por despachos internacionales. Los reporteros
sobrevivientes veían de pronto duplicada su carga de trabajo.
La desaparición más sonada fue la del diario Summa, propiedad de
Televisa y con Jacobo Zabludovski como director general, que había vivido
dos escándalos notables. El primero fue la persecución contra los sacerdotes
jesuitas desatada por el primer director de la publicación, José Antonio Pérez
Stuart y que le valió una demanda judicial de los jesuitas por la cual Pérez
Stuart se replegó a la TV. Desde ahí seguiría la campaña de desprestigio, que
alcanzó su máxima temperatura el 9 y 10 de febrero, cuando la televisión
difundió entusiasta que Rafael Sebastián Guillén Vicente, “Marcos”, había
estudiado con los jesuitas en el ITESO de Jalisco, y con ello suponían que se
demostraba algo. La televisión, fiel a sus principios morales, jamás se retractó
de esa falsa información.
El segundo escándalo se dio el día de toma de posesión, cuando Summa
publicó el titular “Decepcionó el gabinete”. El dueño del diario, Emilio
131
Azcárraga, dijo que el titular había molestado al presidente Zedillo y dio
indicaciones a la directora Isabel Arvide de cómo recuperar la confianza. Al
oponerse la directora, el magnate le pidió la renuncia. En respuesta, junto con
redactores leales, Arvide tomó durante dos días las instalaciones del diario,
exigiendo que se le despidiera en forma.
132
4. Semper fidelis
133
Estados Unidos que muchos presidentes juntos”, en palabras de su
corresponsal en Washington.
134
5. Los intelectuales
135
La esencia de la crítica de los intelectuales de las revistas más conocidas
(no por ello muy leídas) a los artistas y pensadores críticos se centraba en un
argumento telepático: los críticos piensan algo distinto de lo que dicen. Así,
los más beneficiados por la munificencia del estado, ponían en entredicho toda
actitud, toda observación de los adversarios ideológicos. Si alguien habla de
paz, sugieren, en realidad promueve la guerra. Convertidos en los únicos
capaces de desentrañar los oscuros motivos y de leer las mentes y corazones
de sus adversarios, advierten del complot: son los rojos armados disfrazados
de demócratas. El tamaño de la ofensa, lo innoble de la acusación y el hecho
de que no había pruebas para sustentarla, dejaban un tufillo de propaganda
nazi. Ya pueden los escritores y periodistas independientes hablar y escribir,
la respuesta es: mienten, son comunistas; fingen, son antidemócratas;
engañan, disfrutan la guerra.
Pero, en general, el país seguía ajeno a los intelectuales y sus pugnas.
136
6. El virus de saliva
137
7. El narco
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Que el problema del narcotráfico se lo ha endosado Estados Unidos a
México se demuestra acaso porque el vecino país jamás había puesto a un
narcotraficante en su lista de los diez delincuentes más buscados hasta el9 de
marzo, cuando anotan en esa lista a Juan García Abrego, estadunidense de
origen mexicano acusado durante años de encabezar uno de los más
importantes y despiadados cárteles del tráfico de estupefacientes. El problema
del consumo sigue siendo subvalorado por los Estados Unidos, y el problema
de la producción y distribución queda a cargo de los países más perjudicados
por la presencia de los nuevos padrinos: en particular México y Colombia.
Todo como siempre... Y nada pasa.
139
Día 101: Epílogos... preguntas
140
decisión de encontrar una salida política al conflicto en Chiapas? ¿Tolerará la
línea dura en el gobierno que el EZLN no se desarme durante un plazo
prudente? ¿Dónde está Salvador Morales Garibay cuyas declaraciones
bastaron para encarcelar a zapatistas y a varios presuntos inocentes? ¿Tiene
protección? ¿Es acaso el “subcomandante Daniel” que mencionó Time? ¿Por
qué no se dio a la prensa nacional acceso a esa información y sí a la
corresponsal de Time?
¿Se podrán establecer condiciones adecuadas para las elecciones próximas
en Chiapas y Michoacán? ¿Serán tan limpias como las de Jalisco si el PRD
tiene posibilidades de triunfo, o esa apertura se reserva al PAN?
¿Joseph-Marie Cordoba juega algún papel en el esquema actual de
gobierno o podría sometérsele a juicio político o penal? ¿Qué tanto ocultó
Carlos Salinas y qué tanto de ello sabían los actuales miembros del gobierno y
el propio Presidente? ¿Cuál es la fortuna acumulada por la familia Salinas de
Gortari en el sexenio de CSG?
¿Podrá el PRI sacudirse el lastre del presidencialismo y la antidemocracia
interna, los arreglos, las componendas y la grilla por encima de la política?
¿Existe alguna posibilidad de que deje de ser una agencia de colocaciones y
complicidades para trasnsformarse en un partido político? ¿No es la limpieza
del PRI tarea imposible?
¿Podrá el PAN seguir promoviendo a sus sectores más radicales y
fanáticos sin arriesgarse a perder a buena parte de su electorado? ¿Podrá pasar
de ser un partido electoral a un partido político? ¿Qué opciones tienen los
panistas más moderados en el nuevo esquema negociador con el gobierno?
¿Podrá el PRD consolidarse como una opción política en su convención
nacional en mayo o se empeñará en el divisionismo y en los vicios que lo han
amenazado? ¿Podrá convocar a más electores dentro de mayores grupos
sociales o se conformará con los politizados de ayer como base electoral?
¿Por qué nunca es tiempo de buscar culpables, excepto cuando los
sospechosos son críticos del sistema, en cuyo caso todo el peso de la ley se
juzga como poco y se complementa con la tortura y la fabricación de delitos?
¿Existe una real voluntad para acabar con la impunidad, los excesos y la
delincuencia de los grupos policiacos o es ya imposible retirarles la
impunidad? ¿Se logrará evitar algún día la fabricación de culpables, la
extorsión, la tortura, las investigaciones brutales que han llenado las cárceles
de inocentes? ¿Algún día podremos sentirnos protegidos y no amenazados por
las fuerzas de seguridad del estado?
141
¿Habrá una reacción de los grupos priístas perjudicados por las acciones
del gobierno en sus primeros 101 días o se impondrá la lealtad a toda prueba y
la esperanza de que todo cambia para quedar igual? ¿Podremos algún día
conocer las declaraciones de de bienes de los “servidores públicos” y pedirles
cuentas de su actuación?
Y, por último, ¿es o no el presidente Zedillo un democratizador, que
desconfía de los procedimientos tradicionales del PRI, que pretende realmente
acotar el poder presidencial (mediante el ejercicio del mismo, esto es claro),
que busca darle un juego real al Congreso y que, en medio de las
incertidumbres de sus primeros días, está conformando un proyecto político
propio? ¿O hay un engaño monumental como proyecto último de
supervivencia del autoritarismo mexicano hacia el siglo XXI? ¿A qué se han
debido los súbitos y frecuentes cambios de posición del Presidente respecto de
los conflictos más urgentes? ¿Será capaz el Presidente de abandonar (por la
presión de la sociedad o por decisión propia) un esquema económico oneroso
que pone el trabajo de los mexicanos al servicio de los especuladores
beneficiados por su predecesor? ¿Hay falta de dirección o solamente los
tropiezos propios de un principio en situación extraordinaria? ¿O existe un
proyecto reformista en lo político sin disposición a tocar lo económico y
social? ¿Puede convertirse el presidente Zedillo en aliado de las fuerzas
populares más golpeadas que empiezan a activarse ante la desesperación
producto de la crisis o cree que basta la libertad política para crearse espacios
de maniobra? ¿Está consciente el Presidente de que las decisiones económicas
firmes y las decisiones políticas a medias sólo refuerzan a sus opositores e
incrementan las presiones sociales que no aparecen en las fórmulas de la
economía de pizarrón y que ponen en peligro a la nación? ¿Tiene o está
empezando a hacer los amarres políticos que permitan verdaderos cambios
sociales y económicos o su proyecto neoliberal de apoyo a la minoría
económicamente poderosa es inamovible?
¿Podrán ponerse las bases para un país genuinamente democrático, justo,
legal, seguro, sólido, respetuoso de todos sus habitantes, con un esquema de
redistribución de la riqueza y un proyecto propio de promoción a la pequeña
empresa, a los campesinos, a los trabajadores, a la educación, salud y vivienda
que son la plataforma de despegue de las expectativas de todo país? ¿O
vivimos los prolegómenos del triunfo definitivo de los más extremistas
neoliberales, los que consideran a la soberanía un estorbo, suponen que la
142
pobreza es inevitable y expresan que la única función del Estado debe ser
poner las bases para que no afecte a los más ricos?
Y quedan muchas más preguntas pendientes...
México-Tenochtitlan
Diciembre de 1994-Marzo de 1995
143
DIARIO
DICIEMBRE
3 Zedillo se reúne con los mandos de las fuerzas armadas. Ma. de los
Angeles Moreno es designada presidenta del PRI. Manuel Muñoz
Rocha y Fernando Rodríguez González son expulsados del PRI.
Tres dirigentes campesinos asesinados en Chiapas. Se declara en
quiebra Astilleros Unidos de Veracruz, ex paraestatal privatizada en
el sexenio de CSG. Manuel Camacho Solís anuncia la creación de
Desarrollo y Democracia, A.C.
144
Judicial. Robledo Rincón pide “licencia” de seis años como priísta.
13 Entrevista Cárdenas-Marcos.
145
16 Eraclio Zepeda sale “voluntaria y temporalmente” del PRD. José
Pablo Chapa Bezanilla nombrado fiscal especial para investigar los
asesinatos de Posadas, Colosio y Ruiz Massieu.
146
víctima de un atentado que no se hace público sino hasta febrero.
25 Navidad.
EERO
147
1 El EZLN emite la III Declaración de la Selva Lacandona en el
(32) primer aniversario de su alzamiento. Se jubilan los magistrados de la
SCJN y el poder Judicial queda acéfalo.
148
del Banco de México. Cae la bolsa más del 6%. la Reserva Federal
de los Estados Unidos entra al rescate del peso. El gobierno anuncia
un plan de austeridad en su gasto.
11 La bolsa repunta. Estudiantes del IPN salen a las calles por primera
(42) vez en años para protestar por el alza al transporte. Se reinicia la
investigación por los asesinatos de Posadas, Colosio y Ruiz
Massieu.
149
Mexicano retirarse de Simojovel y San Andrés Larrainzar.
150
Se sabe que la revista Punto final de Chile afirma que los militares
chilenos asesoran al gobierno mexicano contra la guerrilla zapatista.
El Grupo San Ángel propone un “gobierno de concertación
nacional”. Comienza la “Semana de Labor Social” del Ejército
Mexicano en todo el país.
151
28 La Cámara de Diputados aprueba las reformas al 28 constitucional
(59) con el voto del PRI (menos dos abstenciones y dos votos en contra)
y el PAN. Una encuesta CNN-Time revela que el 73% de los
estadunidenses están contra el paquete de garantías.
30 El dólar llega a N$6.80 y la bolsa cae más de 3%. Por primera vez
(61) en círculos oficiales se habla de moratoria. El EZLN anuncia que
comenzará la consulta con las bases para definir la fecha de un
nuevo encuentro con el gobierno. Los expresidentes Carter, Bush y
Reagan firman una carta apoyando el paquete crediticio a México.
El subprocurador reconoce que el narco se ha infiltrado en la PGR.
Teodoro Palomino, fundador del PT, declara a El universal que ese
partido recibió financiamiento de ls hermanos Salinas de Gortari.
FEBRERO
152
un período extraordinario de sesiones del Congreso para aprobar las
condiciones del crédito a México. El FMI aprueba el crédito a
México por casi 18 MMD. Vicente Aguinaco electo presidente de la
SCJN. El presidente Zedillo anuncia su propósito de alejar al
Pronasol de actividades partidistas. El EZLN reinstala retenes en
Larráinzar.
5 (67) Nuevo llamamiento presidencial al EZLN para que opte por la vía
política o, junto con el Congreso, determinará un nuevo rumbo.
Concluye la III reunión de la CND en Querétaro con un
llamamiento a crear el Movimiento de Liberación Nacional que
Cárdenas se rehúsa a encabezar. Simpatizantes de Amado Avendaño
detienen a un soldado que ingresó a sus oficinas.
153
extranjeros para que operen en México. otro soldado detenido en las
oficinas del gobernador en rebeldía Avendaño.
154
suspende el reinicio de pláticas en Tabasco. El PRD declara roto el
Acuerdo Político Nacional.
155
el gobernador Eduardo Robledo y demanda la renuncia de Amado
Avendaño y de Samuel Ruiz. La SRE lleva a diplomáticos
acreditados en México a una visita por Chiapas. El Congreso
tabasqueño anuncia que no aceptaría una solicitud de licencia del
gobernador Madrazo. El embajador James Jones niega que Chiapas
haya sido parte de las negociaciones del crédito de 20 MMD.
Nuevas versiones de que se investiga a Raúl Salinas de Gortari en el
asesinato de JFRM. Difícil reunión del procurador Lozano con
diputados perredistas. El PRD abandona las negociaciones para la
reforma política en el DF. Un senador y varios diputados perredistas
golpeados por la policía en Oaxaca.
157
crisis. El general de brigada y senador José Alvaro Vallarta pide
“Vamos a darle oportunidad a la paz”. La Comisión Legislativa
recomienda crear zonas francas para el diálogo en Chiapas.
158
al gobierno de Chiapas un ultimátum para desalojar invasores de sus
tierras en 48 horas o actuar con sus guardias blancas. Versión de que
México compró armas a Sudáfrica en tiempos del apartheid.
MARZO
159
1 (91) El Congreso estadunidense demanda a Clinton todos los
documentos referentes al paquete crediticio a México. Las reservas
al 28 de febrero llegan a 8,978 MD CSG renuncia a su candidatura
para dirigir la OMC. Sergio Salinas de Gortari renuncia como asesor
del gobierno de Morelos. Raúl Salinas niega los cargos en su contra
y reitera no haber visto a Muñoz Rocha en 20 años. Jaime de la
Mora sale libre bajo fianza. Ernesto Zedillo y los 13 miembros de la
Comisión Plural firman el proyecto de ley para la paz en Chiapas. El
gabinete y el PRI cierran filas alrededor del Presidente. Se descubre
que el “virus Carpizo” no existió, era un simple comentario de un
experto sobre la vulnerabilidad del sistema.Toma posesión como
gobernador de jalisco el panista Alberto Cárdenas.
2 (92) CSG anuncia ayuno total para que se le exonere de la crisis y del
caso Colosio. La PGR dice que no hay imputaciones a CSG. Mario
Ruiz Massieu declara en la PGR y dice que no hay cargos contra él;
por la noche viaja a EU. Dimite Jaime de la Mora en Agricultura. Se
ordena el arresto de miembros del equipo de seguridad de Colosio.
La investigación del asesinato de Federico Benítez pasa a fuero
federal. EZPL presenta ante el senado la iniciativa de ley para el
diálogo, la conciliación y la paz dignas en Chiapas; los ganaderos
chiapanecos rechazan la ley. Más regresos de desplazados a
comunidades saqueadas y quemadas. Humberto Dávila electo nuevo
líder de los maestros. Nuevas agresiones a reporteros en Tabasco.
160
4 (94) 66 aniversario de la fundación del PRI, con presencia del presidente
Zedillo. Por primera vez un senador priísta señala que el control de
la inflación debe dejar de ser el eje de la política económica. Los
gobernadores (excepto el panista de Guanajuato) firman un
desplegado de apoyo al Presidente. Carlos Salinas triunfa en sus
demandas y rompe su breve ayuno. El EZLN advierte que crece el
riesgo del choque armado.
161
las negociaciones México-EU. La PGR dice tener grabaciones que
prueban delitos de MRM y añade el cargo de enriquecimiento
inexplicable. Versión de que el nuevo gobernador de Chiapas
pertenece al grupo político de RSG. La CNDH reconoce que
zapatistas capturados a principios de febrero habían sido torturados.
Marchan tres mil indígenas a favor de Samuel Ruiz en San
Cristóbal. En México, la Caravana por la Paz proveniente de
Palenque encabeza una manifestación que llena el Zócalo. En
Puebla, la policía destruye más de 800 locales comerciales de
ambulantes y desaparece a dos líderes. El Senado aprueba la Ley
para la Paz. Se da a conocer que Fausto Alzati obtuvo el día 6 su
licenciatura en derecho por la UNAM.
10 Notable baja del dólar, sube la bolsa y los intereses llegan a 90%.
(100) Oposición general al programa de choque en México, el FMI y
funcionarios de los Estados Unidos lo consideran un paso adelante,
la oposición adelanta que votará contra el aumento al IVA. El PRI
apoya las medidas, el PAN las critica, el PRD llama a la resistencia
civil. Los Estados Unidos entregan 3 MMD a México. El profesor
de varios funcionarios mexicanos, Rudiger Dornbusch, culpa de la
crisis a CSG. La PGR se desiste de la acusación contra Abraham
Rubio Canales como coautor del asesinato de José Francisco Ruiz
Massieu y el procurador afirma que el asesinato de Colosio tuvo
“móviles políticos”. Se adelanta que hubo “premeditación” en el
asesinato del cardenal Posadas y no “confusión”. El Congreso
chiapaneco aprueba una ley estatal para la conciliación, enviada por
el gobernador interino. El Grupo San Ángel confirma saqueos del
162
ejército en comunidades chiapanecas. Mariano Palacios Alcocer sale
del Frente Nacional de Organizaciones y Ciudadanos y va como
embajador a Portugal. El expresidente JLP internado por una
“pequeña embolia cerebral”.
163
Índice de precios y cotizaciones de la BMV,
de la 1ª a la 15ª semana de la administración de EZPL
2600
2500
2400
2300
2200
2100
2000
1900
1800
1700
1600
1500
1400
164