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EL ADIESTRAMIENTO DE LA MENTE
Por estas consideraciones se verá que la esencia de todas las operaciones prácticas
es puramente mental. Y de ello se infiere claramente que en los poderes de la mente
es donde se encuentra la clave de todo el proceso. Sin embargo, aunque todo el
mundo posea una mente, no tienen de ninguna manera ni los medios ni el empleo
consciente de esos poderes, aunque existen más personas de lo que podría creerse
que los usan subconsciente o involuntariamente. Una gran parte de la preparación y
del adiestramiento del Iniciado consiste, por lo tanto, en el desenvolvimiento de
Suciedad ha sido definida como substancia colocada fuera de su sitio apropiado. Por
lo tanto, la purificación consiste en tornar a su debido lugar todo cuanto haya sido
desplazado, entremezclado o adulterado con aquello que es diferente. Así pues, si la
emoción se intrusa en cualquier proceso intelectual, contamina y adultera sus
resultados, porque los procesos intelectuales deben realizarse solamente en términos
de la razón, para que puedan alcanzar ultérrimamente la verdad. De ahí derivamos
que como acto preliminar a todo proceso mental debemos adquirir tal dominio de
las emociones que éstas no puedan funcionar involuntariamente. Ese dominio no se
obtiene por el expediente comparativamente simple de la represión, sino por el
proceso muchísimo más difícil de la sublimaci6n, de manera que la fuerza generada
por un estímulo externo, en vez de producir una reacción emotiva inmediata, que
puede surgir donde no convenga, es dirigida hacia una reacción mucho más remota,
descargándose inofensivamente en otro plano. De esta manera, una reacción
inmediata de resentimiento, se transmuta en compasión y tiene su manifestación en
forma de caridad.
Esta es la primera y más dura lección que el aspirante al Sendero tiene que
aprender, pero una vez que la ha dominado completamente, el poder así adquirido
puede aplicarse a vencer otras dificultades, porque el impulso del Sendero es
acumulativo.
Podría argüirse que una persona que esté concentrada así será desequilibrada. Esta
objeción es muy razonable y el iniciado supera esa dificultad mediante el uso del
principio del ritmo. Dice que aunque el arco debe estar bien tirante para lanzar la
flecha, si se mantiene siempre tirante pierde su elasticidad, de manera que tiene
buen cuidado de aflojar y dejar en descanso su arco cuando no lo necesita. Sin
embargo, el objeto del arco es ponerse en tensión y por lo tanto nunca abandona la
cuerda.
En los primeros días de su entrenamiento, el iniciado pasa por una disciplina muy
estricta, y cada vez que se aparta de la ley del Sendero, tropieza con un castigo
inmediato y severísimo. No hay más que una senda para él y esa senda es tan
estrecha como el filo de una espada y tan derecha como ese mismo filo. Ningún ser
humano le puede imponer jamás esta disciplina; su instructor, el Adepto bajo quien
trabaja y hace su aprendizaje, hace cuanto está en su poder, mediante el ejemplo y
el consejo, para evitar que cometa errores, pero no puede constreñirle como no
puede evitar las consecuencias de la violaci6n de una ley cósmica. La acción y la
reacción son iguales y opuestas en el Sendero como en todas las demás situaciones, y
el neófito tiene que recibir la reacción de las fuerzas que su propio pensamiento
ponga en acci6n. Estas fuerzas lo elevan o lo hunden, según sea el caso.
Una vez que se ha cruzado esta sección del Sendero, el camino se abre y el iniciado
puede entonces volver a tomar las cosas que había abandonado en el altar del
sacrificio que estaba ante la puerta misma y cuanto más pródigamente dotado esté,
tanto más tendrá que traer a sus tareas. Sin embargo, después de la disciplina del
camino angosto y derecho, nunca más volverá a apegarse a las cosas externas como
antes; siempre será el dueño de ellas, las usará cuando sea conveniente y jamás será
obcecado por ellas, de tal manera que estando libre de las cosas, podrá usarlas y
disfrutarlas, enriqueciendo su consciencia sin esclavitudes. Para ello es
indispensable la disciplina preliminar, el cautiverio de la libertad.
dirigir fuerzas c6smicas es cuando aparece como una varita mágica de poder o
como el cetro del mago.
Jamás se debe olvidar, al considerar estos asuntos, que esas fuerzas deben siempre
ser dirigidas en obediencia estricta con las Leyes Cósmicas, pues de lo contrario la
reacción retornará inmediatamente en círculo y destruirá al mago.
La mentalidad del iniciado tiene que estar muy bien preparada y adiestrada en la
disciplina de la lógica y de la filosofía. Si carece de alguna de ellas, caerá en los más
graves errores, porque siempre tomará la apariencia por la realidad. Contemplados
metafísicamente, todos los planos de manifestación son diferentes tipos de
existencia, y los cuerpos del hombre, sin exceptuar al físico, son diferentes modos de
conciencia y diferentes tipos de organización de la energía. A menos que sepamos
exactamente lo que es la conciencia y cómo se produce la captación o aprehensión,
seremos incapaces de trasladar nuestra conciencia de un modo a otro. El proceso
puede compararse con la manera en que, en el arte musical, se transpone una pieza
de una clave a otra. El amateur que puede improvisar un poco, puede muy bien ser
capaz de realizar semejante transposición. El gran error en que puede caer el
psíquico es el de confundir los planos, pensando en términos de uno cuando en
realidad está funcionando en otro. Así es como obtenemos semejantes conceptos
antropomórficos de Dios o del Universo Invisible. Y para prevenirlo contra estos
errores está delineada la disciplina mental del iniciado.
Sin embargo, por más verdaderos y claros que puedan ser nuestros conceptos
metafísicos; por más claramente que reconozcamos el significado del cambio de
modo de conciencia entre los planos, a menos que tengamos un control perfecto de
nuestros pensamientos, no podremos impedir que una clase de conciencia fluya
dentro de la zona de otra; causando así confusión. Todos sabemos, por amarga
experiencia, qué difícil es mantener quietos y fijos nuestros pensamientos en la
iglesia o en clase, impidiendo su divagación. Suponiendo que estuviéramos
funcionando fuera de nuestro cuerpo, en el Mundo Astral y que nuestros
pensamientos divagaran, nuestra posición en el espacio cambiaría inmediatamente,
metafóricamente hablando. Si estuviéramos pensando en la Magia Egipcia y
nuestros pensamientos divagaran hacia la Magia Atlántea, veríamos que
inmediatamente habríamos cambiado tanto de continente como de centuria. A
menos de estar seguros de poder mantener un pensamiento firmemente en la
conciencia durante un tiempo considerable sin divagar, sería inútil para nosotros
tratar de llevar a cabo ninguna operación de ocultismo práctico.
El neófito tiene, pues, que seguir un curso graduado de ejercicios mentales que
tienen por objeto permitirle alcanzar un alto grado de concentración. Nadie es
capaz de meditaci6n oculta si no puede meditar en una estación de ferrocarril
mientras espera su tren. Esto implica dos cosas: el poder de absorberse
profundamente en la meditación, olvidándose por completo del medio físico
circundante, y el poder de mantener simultáneamente cuenta del tiempo y volver a
voluntad. Sin el segundo poder el primero es peligroso y desorganizado y es causa
de tantas incoordinaciones que se notan en algunos ocultistas.
debajo de él. Esto exige por supuesto, una concentración perfecta. Cuando el tren de
asociación de ideas entre los diferentes planos queda completamente cortado, como
cuando un actor se olvida súbitamente de su papel y se encuentra mudo en escena,
la conciencia queda libre para funcionar fuera del cuerpo sobre el plano que haya
elegido.
Cosmología Esotérica, porque tiene que trabajar y construir de acuerdo con las
leyes del Cosmos, ya que él mismo, al intentar ese trabajo, se ha unido a las filas de
los Arkones, Devas o Espíritus Constructores Solares, y la línea que separa a los
Beni-Elojím (Elohim) de los Ángeles Caídos es muy angosta.
Vemos, pues, que el equipo del Adepto es bastante extenso y que nadie sino aquellos
que comienzan con cierto grado de capacidad y aptitud naturales, que estén
acostumbrados a la disciplina y al régimen, y que, además, estén dispuestos a
trabajar y a trabajar para vivir, tienen probabilidades de lograr su objeto. En
cierta oportunidad nos dijo un Adepto, a cuyas órdenes tuvimos el privilegio de
trabajar, que a menos que el hombre trabaje en Ocultismo como trabaja cuando
quiere alcanzar las cimas de sus respectiva profesión, nunca alcanzará su objetivo.
Existe un libro, que, sobre todos los demás, recomendaríamos a todo aspirante a la
iniciación, y ese libro es el volumen pasado de moda y desdeñado del idealismo
victoriano: "Ayúdate a ti mismo", de Samuel Smiles. Allí veréis como todos los
grandes "pioneers" y precursores de la industria lucharon y trabajaron para lograr
sus propósitos. Allí leeréis acerca de Pallissy, el gran alfarero, que quemaba los
muebles de su casa para mantener encendido el horno, reduciéndose a la más
miserable pobreza para recuperar los perdidos secretos del vidriado. Y también
leeréis allí que muy pocos de esos seres humanos recibieron recompensa alguna en
su vida, sino que murieron pobres y olvidados. Su recompensa consistía en el
conocimiento de la obra bien realizada y en los secretos arrancados a la Naturaleza
para enriquecer a la humanidad. Como Prometeo, habían traído el fuego del cielo y
los buitres les comían el hígado por toda recompensa.
Y una vez que el estudiante haya meditado bien sobre todas estas cosas, entonces
puede poner sus pies en el Sendero que conduce al Adeptado.