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¿Creés que te merecés ser feliz?

  

Por Claudio María Domínguez  

Quizás  te  preguntan  por  algo  pendiente,  como  tu  propia  felicidad,  y 
preferís  no  responder  porque  no  hiciste  nada  al  respecto.  Es  tu 
obligación  trabajar  y  mover la doble o triple capacidad que tenés para 
estar bien. 
 

¿Creés  que  te  merecés  ser  feliz?  ¿Te  lo  merecés  en serio? Esta es una pregunta clave y la respuesta, 
lamentablemente,  no  es  obvia.  No  todos  podrán  contestar  afirmativamente.  La  mayoría  de  las 
personas  que  sienten  que  no  pueden  o  no  logran  ser  felices  viven  en  esa situación porque lo que en 
realidad  creen  es  que  no  merecen  ser  felices.  No  importa  cuántos  buenos  intentos  realicen,  No 
importa  cuántas  ganas  tengan.  No  logran  ser  felices  porque  están  atrapadas  en  esa  convicción  de 
muerte, en ese error que apenas les permite respirar. 

Y  no  se  trata  de  casos  aislados.  Todo  lo  contrario.  En  la  sociedad  en  que  vivimos,  nadie  ha  sido 
educado  para  ser  feliz.  Pensá  con  qué  mensajes  fuiste  educado.  Observá  cómo  aún  hoy se educa a 
los  niños  inculcándoles  que  tienen  que  ser  alguien  en  la  vida.  Ese  ser  alguien  se  relaciona  con  un 
título, con una profesión, con una posición social y económica. 
 
No  se  relaciona  con  la necesidad de ser feliz. Se relaciona con tener y no con ser. Con hacer y no con 
realizarse.  Nunca  nos  dicen  “tenés  que  entender  quién  sos,  tenés que descubrir para qué estás aquí, 
tenés que hacer lo que viniste a hacer, tenés que ser feliz”. 
 
Somos  seres  humanos,  somos  seres  divinos,  estamos  en  el  planeta  para  un  destino  de gloria. Pero, 
cuando  no  nos  explican  esto  –y  es  lo  que  sucede  habitualmente-  vivimos  con  la  autoestima  baja, 
vivimos  con  fobias  y  miedos,  deambulamos  patéticamente  como  una  hoja  sacudida  por  el  viento;  y 
creemos  que  si  hoy  nos  quieren  la  vida  tiene  sentido  y  si  mañana  dejan  de  querernos,  no  vale  la 
pena vivir. Y así, sos un eterno discapacitado emocional. 


Vivís  dependiendo  del  estímulo  externo;  necesitás  que  te  quieran,  que  te  acepten,  que  piensen  bien 
de  vos  para  que  tu  propia  vida  pueda  seguir  adelante.  Nadie  puede  ser  feliz  de  ese  modo.  Sólo 
cuando  logras  entender  definitivamente  quién  sos,  ese  tesoro,  como  lo  definió  Jesús:  “chispas 
divinas  creadas a imagen y semejanza del Padre”, podés comprender tu derecho a ser feliz. Sai Baba 
nos dice que la autoestima real, no es el orgullo, es la comprensión de quiénes somos. 
 
Cuando  logramos  asumir  que  somos  seres  divinos,  entonces  comprendemos  que  la  felicidad  es 
nuestro derecho, comprendemos que la felicidad es nuestra naturaleza y nuestro destino. 

CUENTO 
 
Una  tarde,  Rabiya  —una  famosa  mística  sufí—  estaba  buscando  algo  en  la  calle,  junto  a  su pequeña 
choza. Se estaba poniendo el sol y la oscuridad descendía poco a poco. La gente fue congregándose, 
y le preguntaron: 
—¿Qué haces? ¿Qué se te ha perdido? ¿Qué estás buscando? 
 
Ella contestó: 
—Se me ha perdido la aguja. 
 
La gente dijo: 
—Se está poniendo el sol y va a resultar muy difícil encontrar la aguja, pero vamos a ayudarte. ¿Dónde 
se  te  ha  caído  exactamente?  Porque  la  calle  es grande y la aguja pequeña. Si sabemos exactamente 
dónde se ha caído resultará más fácil encontrarla. 
 
Rabiya contestó: 
—Más vale que no me preguntéis eso, porque en realidad no se ha caído en la calle, sino en mi casa. 
 
La gente se echó a reír y dijo: 
—¡Ya  sabíamos  que  estabas  un  poco  loca!  Si  la  aguja  se  ha  caído  en  tu  casa,  ¿por  qué  la  estamos 
buscando en la calle? 
 


Rabiya replicó: 
—Por una razón tan sencilla como lógica: en la casa no hay luz y en la calle aún queda un poco de luz. 
 
La gente volvió a reírse y se dispersaron. Rabiya los llamó y dijo: 
—¡Escuchadme!  Eso  es  lo  que  hacéis  vosotros.  Yo  me  limitaba  a  seguir  vuestro  ejemplo.  Os 
empeñáis en buscar la dicha en el mundo exterior sin plantear la pregunta fundamental: 
 
«¿Dónde  la  has  perdido?».  Y  yo  os  digo  que  la habéis perdido dentro. La buscáis fuera por la sencilla 
y  lógica  razón  de  que  vuestros  sentidos  están  abiertos  hacia  el  exterior:  hay  un  poco  más  de  luz. 
Vuestros  ojos  miran  hacia  fuera,  vuestros  oídos  escuchan  hacia  fuera,  vuestras  manos  se  tienden 
hacia  fuera;  por  eso  estáis  buscando fuera. Por lo demás os aseguro que no la habéis perdido ahí, y 
lo  digo  por  experiencia  propia.  Yo  también  he buscado fuera durante muchas, muchas vidas, y el día 
que  miré  dentro  me  llevé  una  sorpresa.  No  hacía  falta  buscar  y  registrar;  siempre  había  estado 
dentro. 
 

Sacate la victima mental 


 
Todos somos imperfectos, falibles, carentes: algunos en bastante mayor medida que otros. 
Ante  semejante  realidad,  una  vez  más  la  ley  de  atracción  vibratoria,  que  obra  en  cada  paso que uno 
da a lo largo y ancho de sus días, se expone de manera explícita en la pareja. 
 
A  mí,  por  ejemplo,  me  resulta  inadmisible  –no  la  considero  siquiera  una  opción-  que  una  persona 
comparta  su  vida  con otra de valores, en esencia, contrapuestos. Uno no puede compartir la vida con 
alguien que posee una visión diferente de la existencia. 


Cuando  me  comentan:  “Mi  marido  es  un  tipo  deshonesto,  infiel  y  agresivo”  yo  suelo  contestar 
mediante  otra  pregunta:  “¿Y  vos,  cómo  sos?”.  Por lo general me contestan que no poseen ninguna 
de esas características. 

En  lo  personal  pienso  que  no  le  muestran  externamente  porque  prefieren  adoptar  el  rol  de 
víctimas  atraída  por  victimarios,  sin  considerar  que  fue  su  grado  de  adormecimiento  lo  que  las 
condujo a acompañar el distorsionado modo de conducirse de su pareja. 

Así  que  si  uno  viene  conformando  una  relación  con  particularidades  del  estilo,significa  que  su 
estado  de ignorancia así lo requirió, aceptando que hasta el momento ambos fueron hechos el uno 
para el otro. 

Ahora,  si  logra  cambiar  el  enfoque  y  salirse  del  encierro  mental,  habrá  evolucionado,  se  habrá 
embellecido,  y su estado le impedirá permanecer junto a una persona así. E incluso se dejaría guiar 
por  la  propia  luz:  escogería  un  nuevo  camino  a  transitar,  recargando  su  brújula interior e iniciando 
un flamante rumbo. 

Meditación para perdonar y liberarte del resentimiento  

 
Si tuviste un día complicado, esquivo,chivo, tenés que pensar que tu existencia es para disfrutar sin 
perder ni un segundo. Sentí la vida, disfrutala, viajala, sacate el rencor.  

Lo  primero  que  tenés  que  hacer  es convocar, en la “pantalla de tu mente”, a todos aquellas personas 


que sentís que te han dañado. 
Pueden estar o no encarnados. 
 

Durante unos minutos decí en voz baja o alta, como te sientas mejor: “Te perdono”. 
Decile a esa persona todo lo que sentís. Escribilo también si tenés ganas. 
La idea es liberar el dolor. 


 
Tratá  de  visualizar  a  una  persona  divina  que  vino  a  enseñarte  algo.  Ese  otro  que  te  dañó,  es  en 
realidad un maestro de vida. 
 
Perdoná  y  limpiá  tu  corazón  de  odio,  de venganzas, de resentimientos, rencores e iracundias. Cuesta 
un  poquito,  pero el resultado es maravilloso: un día te despertás y descubrís que esa pantalla mental 
está vacía. 

Por  eso,  te  repito,  vale  el  esfuerzo  de  tomarte unos minutos para perdonar a esos seres con los que 


estás en conflicto internamente. 
 
¿Perdonar a alguien significa seguir viendo a esa persona y olvidar lo que pasó? 
Perdonar no significa olvidar ni tener que seguir en un vínculo que no nos potencia. 
 
Uno nunca olvida. ¿Por qué uno no puede olvidar? Porque la mente va siempre hacia el pasado. 
La  idea  es  que recuerdes sin involucrarte emocionalmente. Cuando perdonás lo hacés en tu corazón. 
Perdonar  es  un  acto  de  humildad, de grandeza y de crecimiento interior. Se dice que el que ama tiene 
todos los perdones resueltos. 

Yo me siento el gobernante de mi propia historia 

 
Yo  vengo  de  un  hogar  peronista.  ¿Vieron  que  ahora  todos  son  peronistas?  Mi  abuela  fue  la  primera 
mujer  diputada  en  la  época  de  Eva  Perón.  Era  una  locura  que  no  pudiese  votar  la  mujer,  era  una 
costilla del hombre. Entonces mi hogar es un hogar de los huesos de Perón. 

Yo  soy  el  único  no  muy  politizado  de  la  familia  aunque  con  la  idea  de  justicia  social  con  la  que  fui 
criado.  Trato  de  hablar  de  unión  y  respeto  dentro  de  la  diversidad.  No  me  enfoco  en  una  causa 
política  porque  obviamente  te  ganarías  la  envidia,  el  enojo  y  el  resentimiento  de  la  audiencia  que 
me sigue y es muy amplia. Yo me siento el gobernante de mi propia historia. 
 


Igual  sabemos  que  el  inconsciente  colectivo  del  argentino  vota,  a  quien  tiene  que  votar  y  por  eso 
estamos  viviendo  los  horrores  que  estamos  viviendo.  No  trato  de  hacer  de  la  política  una campaña. 
Estoy en C5N, donde jamás me presionan. Me dejan expresar con absoluta libertad y amor. 
 
Cuando  el  gobierno  impidió  una  y  otra  vez  que  se  abriera  una  cuenta  para  depositar  el dinero de los 
sueldos  de  los  empleados,  lo  que  perjudicaba  cruelmente  a  400  familias,  sí  me  expresé  en  mi  ciclo 
diciendo:  “Presidente  Macri  no  se  ganan  las  elecciones  cerrando  la  posibilidad  de  que  un  medio 
opositor, se exprese, se gana las elecciones con la economía”. 
 
Este  me  parece  un  gobierno  nefasto  y  espantoso  desde  lo  económico, pero eso jamás me generaría 
odio  y  rencor.  La  gente  debe  votar  por  sus  convicciones.  Si sienten que este gobierno los representa 
tienen  que  votarlo.  Si  no  los  representa  no  lo  voten, pero no se denigren permitiendo que la horrenda 
situación que vive la Argentina los destruya celularmente tan rápido. 

 
 

"¿Cargás mucho peso sobre tus espaldas?" 

 
El  maestro  nos  había  pedido  que  lleváramos  papas  y  una  bolsa  de  plástico;  nadie  sabía  lo  que 
íbamos  a  hacer  con  ellas,  sólo  nos  había  adelantado  que  el  tema  a  tratar  iba  a  ser “resentimiento y 
perdón”. 

Ya  en  clase  nos  hizo  elegir  una  papa  por  cada  persona  que  guardáramos  resentimiento;  luego  nos 
hizo  escribir  su  nombre  en  ella  y  guardarla  dentro  de  la  bolsa.  A  la  mayoría  nos  habían  quedado 
bolsas  realmente  pesadas.  El  ejercicio  consistía  en  que  durante  una  semana  lleváramos  con 
nosotros a todos lados esa bolsa de papas. 

Los  días  pasaban  y  la  condición  de  las  papas  se  iba  deteriorando;  además  era  muy  fastidioso 
acarrear  esa  bolsa  en  todo  momento,  tenía  que prestar atención siempre para no olvidarla en ningún 


lado, y por ocuparme tanto de ella, desatendía cosas que eran más importantes. 
 
Este  ejercicio  me  ayudó  a  darme  cuenta  el  peso  que  cargaba  a  diario,  mucho  dolor,  bronca  y 
negatividad. 
 
Me  di  cuenta  que  todos  tenemos  papas  pudriéndose  en  nuestra  mochila  y  no  nos  damos  cuenta,  o 
nos  damos  cuenta  cuando  ya  es  muy tarde. Perdonar a cada una de las personas y dejar esas papas 
de una vez, ya en el tacho de la basura, me llenó de paz y calma, alimentando y sanando mi alma. 
 
La  conclusión  en  clase  fue  que  la  falta  de  perdón  es  como  un  veneno  que  tomamos  a  diario,  de  a 
pocas  gotas,  pero  que  finalmente  nos termina envenenando. Muchas veces pensamos que el perdón 
es un regalo para el otro, sin darnos cuenta de que los únicos beneficiados somos nosotros mismos. 
 
Si hicieras el ejercicio ¿Cuántas papas deberías colocar en tu bolsa? ¿Cómo te sentirías llevando ese 
peso  cada  día  en  tu  espalda?  ¿Qué  harías,  a  partir  de  este  momento,  para  ir  alivianando  el  peso 
hasta no cargar con NADA? 
 
Confiá  que  podés,  animate  y tomá la decisión de ser LIBRE, de no cargar con mochilas cada día de tu 
vida, porque de ser así ¿Cuánto tiempo más podrás soportar esa carga que no te pertenece? 
 
No  permitas  que  las  papas  se  deterioren  y  se  pudran.  Actuá  ya  mismo,  es  hora  de  abandonar  todo 
resentimiento,  ser  sinceros  con  los  demás  y  con  nosotros, pedir perdón de todo corazón y comenzar 
a vivir una vida con libertad interior. 

Recordá que no hay tiempo, la vida es Ahora y hay que disfrutarla plenamente. 

 
 

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