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Clase 13

Literatura 6to 1era


Alumno:
Profesora: Irene Mora
Fecha de entrega: 14/11/2020

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Las formas de ruptura y experimentación:

Explicación:

Julio Cortázar dijo  de lo fantástico: “Ese sentimiento de lo fantástico (…) me acompaña a mí desde el comienzo de
mi vida, desde muy pequeño, antes, mucho antes de comenzar a escribir, me negué a aceptar la realidad tal como
pretendían imponérmela y explicármela mis padres y mis maestros. Yo vi siempre el mundo de una manera
distinta, sentí siempre, que entre dos cosas que parecen perfectamente delimitadas y separadas, hay intersticios
por los cuales, para mí al menos, pasaba, se colaba, un elemento, que no podía explicarse con leyes, que no podía
explicarse con lógica, que no podía explicarse con la inteligencia razonante” 
Ese sentimiento, podría ser calificado de ‘extrañamiento’. Hay como pequeños paréntesis en esa realidad y es por
ahí, donde una sensibilidad preparada para ese tipo de experiencias siente la presencia de algo diferente, siente,
en otras palabras, lo que podemos llamar ‘fantástico‘. Por lo que conseguimos deducir que a Cortázar no le
interesaban las leyes sino, las excepciones a las leyes.
Lo fantástico es el sentimiento de estar inmerso en un misterio continuo, del cual el mundo que estamos viviendo
en ese instante es solamente una parte, ese sentimiento no tiene nada de sobrenatural, ni nada de extraordinario,
precisamente cuando se lo acepta de la forma en que lo hizo el autor, con humildad y naturalidad. Está presente
en nosotros mismos; evidencia una capacidad propia del ser humano: la imaginación.

 Leer La noche boca arriba de Julio Cortázar


LA NOCHE BOCA ARRIBA DE JULIO CORTÁZAR (Final del juego, 1956)

Y salían en ciertas épocas a cazar hasta las aceras, apenas demarcadas con bromas y seguridades. Su único
enemigos; le llamaban la guerra florida. por setos bajos. Quizá algo distraído, alivio fue oír la confirmación de que
A MITAD DEL largo zaguán del hotel pero corriendo por la derecha como había estado en su derecho al cruzar
pensó que debía ser tarde, y se apuró correspondía, se dejó llevar por la la esquina. Preguntó por la mujer,
a salir a la calle y sacar la motocicleta tersura, por la leve crispación de ese tratando de dominar la náusea que le
del rincón donde el portero de al día apenas empezado. Tal vez su ganaba la garganta. Mientras lo
lado le permitía guardarla. En la involuntario relajamiento le impidió llevaban boca arriba hasta una
joyería de la esquina vio que eran las prevenir el accidente. Cuando vio farmacia próxima, supo que la
nueve menos diez; llegaría con que la mujer parada en la esquina se causante del accidente no tenía más
tiempo sobrado adonde iba. El sol se lanzaba a la calzada a pesar de las que rasguños en las piernas. «Usted
filtraba entre los altos edificios del luces verdes, ya era tarde para las la agarró apenas, pero el golpe le
centro, y él —porque para sí mismo, soluciones fáciles. Frenó con el pié y hizo saltar la máquina de costado...»
para ir pensando, no tenía nombre— con la mano, desviándose a la Opiniones, recuerdos, despacio,
montó en la máquina saboreando el izquierda; oyó el grito de la mujer, y éntrenlo de espaldas, así va bien, y
paseo. La moto ronroneaba entre sus junto con el choque perdió la visión. alguien con guardapolvo dándole de
piernas, y un viento fresco le Fue como dormirse de golpe. Volvió beber un trago que lo alivió en la
chicoteaba los pantalones. bruscamente del desmayo. Cuatro o penumbra de una pequeña farmacia
Dejó pasar los ministerios (el rosa, el cinco hombres jóvenes lo estaban de barrio.
blanco) y la serie de comercios con sacando de debajo de la moto. Sentía La ambulancia policial llegó a los
brillantes vitrinas de la calle Central. gusto a sal y sangre, le dolía una cinco minutos, y lo subieron a una
Ahora entraba en la parte más rodilla, y cuando lo alzaron gritó, camilla blanda donde pudo tenderse
agradable del trayecto, el verdadero porque no podía soportar la presión a gusto. Con toda lucidez, pero
paseo: una calle larga, bordeada de en el brazo derecho. Voces que no sabiendo que estaba bajo los efectos
árboles, con poco tráfico y amplias parecían pertenecer a las caras de un shock terrible, dio sus señas al
villas que dejaban venir los jardines suspendidas sobre él, lo alentaban policía que lo acompañaba. El brazo
casi no le dolía; de una cortadura en la estrecha calzada que sólo ellos, los ojos, escuchando el diálogo de los
la ceja goteaba sangre por toda la motecas, conocían. Lo que más lo otros enfermos, respondiendo de
cara. Una o dos veces se lamió los torturaba era el olor, como si aun en cuando en cuando a alguna pregunta.
labios para beberla. Se sentía bien, la absoluta aceptación del sueño algo Vio llegar un carrito blanco que
era un accidente, mala suerte; unas se revelara contra eso que no era pusieron al lado de su cama, una
semanas quieto y nada más. El habitual, que hasta entonces no enfermera rubia le frotó con alcohol
vigilante le dijo que la motocicleta no había participado del juego. «Huele a la cara anterior del muslo y le clavó
parecía muy estropeada. «Natural», guerra», pensó, tocando una gruesa aguja conectada con un
dijo él. «Como que me la ligué instintivamente el puñal de piedra tubo que subía hasta un frasco lleno
encima...» Los dos rieron, y el atravesado en su ceñidor de lana de líquido opalino. Un médico joven
vigilante le dio la mano al llegar al tejida. Un sonido inesperado lo hizo vino con un aparato de metal y cuero
hospital y le deseó buena suerte. Ya agacharse y quedar inmóvil, que le ajustó al brazo sano para
la náusea volvía poco a poco; temblando. Tener miedo no era verificar alguna cosa. Caía la noche, y
mientras lo llevaban en una camilla extraño, en sus sueños abundaba el la fiebre lo iba arrastrando
de ruedas hasta un pabellón del miedo. Esperó, tapado por las ramas blandamente a un estado donde las
fondo, pasando bajo árboles llenos de un arbusto y la noche sin estrellas. cosas tenían un relieve como de
de pájaros, cerró los ojos y deseó Muy lejos, probablemente del otro gemelos de teatro, eran reales y
estar dormido o cloroformado. Pero lado del gran lago, debían estar dulces y a la vez ligeramente
lo tuvieron largo rato en una pieza ardiendo fuegos de vivac; un repugnantes; como estar viendo una
con olor a hospital, llenando una resplandor rojizo teñía esa parte del película aburrida y pensar que sin
ficha, quitándole la ropa y vistiéndolo cielo. El sonido no se repitió. Había embargo en la calle es peor; y
con una camisa grisácea y dura. Le sido como una rama quebrada. Tal quedarse.
movían cuidadosamente el brazo, sin vez un animal que escapaba como él Vino una taza de maravilloso caldo de
que le doliera. Las enfermeras del olor de la guerra. Se enderezó oro oliendo a puerro, a apio, a perejil.
bromeaban todo el tiempo, y si no despacio, venteando. No se oía nada, Un trocito de pan, más precioso que
hubiera sido por las contracciones pero el miedo seguía allí como el todo un banquete, se fue
del estómago se habría sentido muy olor, ese incienso dulzón de la guerra desmigajando poco a poco. El brazo
bien, casi contento. Lo llevaron a la florida. Había que seguir, llegar al no le dolía nada y solamente en la
sala de radio, y veinte minutos corazón de la selva evitando las ceja, donde lo habían suturado,
después, con la placa todavía ciénagas. A tientas, agachándose a chirriaba a veces una punzada
húmeda puesta sobre el pecho como cada instante para tocar el suelo más caliente y rápida. Cuando los
una lápida negra, pasó a la sala de duro de la calzada, dio algunos pasos. ventanales de enfrente viraron a
operaciones. Alguien de blanco, alto Hubiera querido echar a correr, pero manchas de un azul oscuro, pensó
y delgado, se le acercó y se puso a los tembladerales palpitaban a su que no le iba a ser difícil dormirse. Un
mirar la radiografía. Manos de mujer lado. En el sendero en tinieblas, poco incómodo, de espaldas, pero al
le acomodaron la cabeza, sintió que buscó el rumbo. Entonces sintió una pasarse la lengua por los labios
lo pasaban de una camilla a otra. El bocanada horrible del olor que más resecos y calientes sintió el sabor del
hombre de blanco se le acercó otra temía, y saltó desesperado hacia caldo, y suspiró de felicidad,
vez, sonriendo, con algo que le adelante. abandonándose.
brillaba en la mano derecha. Le —Se va a caer de la cama —dijo el Primero fue una confusión, un atraer
palmeó la mejilla e hizo una seña a enfermo de al lado—. No brinque hacia sí todas las sensaciones por un
alguien parado atrás. tanto, amigazo. instante embotadas o confundidas.
Como sueño era curioso porque Abrió los ojos y era de tarde, con el Comprendía que estaba corriendo en
estaba lleno de olores y él nunca sol ya bajo en los ventanales de la plena oscuridad, aunque arriba el
soñaba olores. Primero un olor a larga sala. Mientras trataba de cielo cruzado de copas de árboles era
pantano, ya que a la izquierda de la sonreír a su vecino, se despegó casi menos negro que el resto. «La
calzada empezaban las marismas, los físicamente de la última visión de la calzada», pensó. «Me salí de la
tembladerales de donde no volvía pesadilla. El brazo, enyesado, colgaba calzada.» Sus pies se hundían en un
nadie. Pero el olor cesó, y en cambio de un aparato con pesas y poleas. colchón de hojas y barro, y ya no
vino una fragancia compuesta y Sintió sed, como si hubiera estado podía dar un paso sin que las ramas
oscura como la noche en que se corriendo kilómetros, pero no de los arbustos le azotaran el torso y
movía huyendo de los aztecas. Y todo querían darle mucha agua, apenas las piernas. Jadeante, sabiéndose
era tan natural, tenía que huir de los para mojarse los labios y hacer un acorralado a pesar de la oscuridad y
aztecas que andaban a caza de buche. La fiebre lo iba ganando el silencio, se agachó para escuchar.
hombre, y su única probabilidad era despacio y hubiera podido dormirse Tal vez la calzada estaba cerca, con la
la de esconderse en lo más denso de otra vez, pero saboreaba el placer de primera luz del día iba a verla otra
la selva, cuidando de no apartarse de quedarse despierto, entornados los vez. Nada podía ayudarlo ahora a
encontrarla. La mano que sin saberlo poleas que tan cómodamente se lo ganaba la espalda desnuda, las
él aferraba el mango del puñal, subió sostenían en el aire. Le habían puesto piernas. Con el mentón buscó
como el escorpión de los pantanos una botella de agua mineral en la torpemente el contacto con su
hasta su cuello, donde colgaba el mesa de noche. Bebió del gollete, amuleto, y supo que se lo habían
amuleto protector. Moviendo apenas golosamente. Distinguía ahora las arrancado. Ahora estaba perdido,
los labios musitó la plegaria del maíz formas de la sala, las treinta camas, ninguna plegaria podía salvarlo del
que trae las lunas felices, y la súplica los armarios con vitrinas. Ya no debía final. Lejanamente, como filtrándose
a la Muy Alta, a la dispensadora de tener tanta fiebre, sentía fresca la entre las piedras del calabozo, oyó
los bienes motecas. Pero sentía al cara. La ceja le dolía apenas, como un los atabales de la fiesta. Lo habían
mismo tiempo que los tobillos se le recuerdo. Se vio otra vez saliendo del traído al teocalli, estaba en las
estaban hundiendo despacio en el hotel, sacando la moto. ¿Quién mazmorras del templo a la espera de
barro, y al la espera en la oscuridad hubiera pensado que la cosa iba a su turno. Oyó gritar, un grito ronco
del chaparral desconocido se le hacía acabar así? Trataba de fijar el que rebotaba en las paredes. Otro
insoportable. La guerra florida había momento del accidente, y le dio rabia grito, acabando en un quejido. Era él
empezado con la luna y llevaba ya advertir que había ahí como un que gritaba en las tinieblas, gritaba
tres días y tres noches. Si conseguía hueco, un vacío que no alcanzaba a porque estaba vivo, todo su cuerpo
refugiarse en lo profundo de la selva, rellenar. Entre el choque y el se defendía con el grito de lo que iba
abandonando la calzada mas allá de momento en que lo habían levantado a venir, del final inevitable. Pensó en
la región de las ciénagas, quizá los del suelo, un desmayo o lo que fuera sus compañeros que llenarían otras
guerreros no le siguieran el rastro. no le dejaba ver nada. Y al mismo mazmorras, y en los que ascendían
Pensó en los muchos prisioneros que tiempo tenía la sensación de que ese ya los peldaños del sacrificio. Gritó de
ya habrían hecho. Pero la cantidad no hueco, esa nada, había durado una nuevo sofocadamente, casi no podía
contaba, sino el tiempo sagrado. La eternidad. No, ni siquiera tiempo, abrir la boca, tenía las mandíbulas
caza continuaría hasta que los más bien como si en ese hueco él agarrotadas y a la vez como si fueran
sacerdotes dieran la señal del hubiera pasado a través de algo o de goma y se abrieran lentamente,
regreso. Todo tenía su número y su recorrido distancias inmensas. El con un esfuerzo interminable. El
fin, y él estaba dentro del tiempo choque, el golpe brutal contra el chirriar de los cerrojos lo sacudió
sagrado, del otro lado de los pavimento. De todas maneras, al salir como un látigo. Convulso,
cazadores. del pozo negro había sentido casi un retorciéndose, luchó por zafarse de
Oyó los gritos y se enderezó de un alivio mientras los hombres lo las cuerdas que se le hundían en la
salto, puñal en mano. Como si el cielo alzaban del suelo. Con el dolor del carne. Su brazo derecho, el más
se incendiara en el horizonte, vio brazo roto, la sangre de la ceja fuerte, tiraba hasta que el dolor se
antorchas moviéndose entre las partida, la contusión en la rodilla; con hizo intolerable y tuvo que ceder. Vio
ramas, muy cerca. El olor a guerra todo eso, un alivio al volver al día y abrirse la doble puerta, y el olor de
era insoportable, y cuando el primer sentirse sostenido y auxiliado. Y era las antorchas le llegó antes que la luz.
enemigo le saltó al cuello casi sintió raro. Le preguntaría alguna vez al Apenas ceñidos con el taparrabos de
placer en hundirle la hoja de piedra médico de la oficina. Ahora volvía a la ceremonia, los acólitos de los
en pleno pecho. Ya lo rodeaban las ganarlo el sueño, a tirarlo despacio sacerdotes se le acercaron mirándolo
luces, los gritos alegres. Alcanzó a hacia abajo. La almohada era tan con desprecio. Las luces se reflejaban
cortar el aire una o dos veces, y blanda, y en su garganta afiebrada la en los torsos sudados, en el pelo
entonces una soga lo atrapó desde frescura del agua mineral. Quizá negro lleno de plumas. Cedieron las
atrás. pudiera descansar de veras, sin las sogas, y en su lugar lo aferraron
—Es la fiebre —dijo el de la cama de malditas pesadillas. La luz violeta de manos calientes, duras como bronce;
al lado—. A mí me pasaba igual la lámpara en lo alto se iba apagando se sintió alzado, siempre boca arriba
cuando me operé del duodeno. Tome poco a poco. tironeado por los cuatro acólitos que
agua y va a ver que duerme bien. Al Como dormía de espaldas, no lo lo llevaban por el pasadizo. Los
lado de la noche de donde volvía, la sorprendió la posición en que volvía a portadores de antorchas iban
penumbra tibia de la sala le pareció reconocerse, pero en cambio el olor adelante, alumbrando vagamente el
deliciosa. Una lámpara violeta velaba a humedad, a piedra rezumante de corredor de paredes mojadas y techo
en lo alto de la pared del fondo como filtraciones, le cerró la garganta y lo tan bajo que los acólitos debían
un ojo protector. Se oía toser, obligó a comprender. Inútil abrir los agachar la cabeza. Ahora lo llevaban,
respirar fuerte, a veces un diálogo en ojos y mirar en todas direcciones; lo lo llevaban, era el final. Boca arriba, a
voz baja. Todo era grato y seguro, sin envolvía una oscuridad absoluta. un metro del techo de roca viva que
ese acoso, sin... Pero no quería seguir Quiso enderezarse y sintió las sogas por momentos se iluminaba con un
pensando en la pesadilla. Había en las muñecas y los tobillos. Estaba reflejo de antorcha. Cuando en vez
tantas cosas en qué entretenerse. Se estaqueado en el suelo, en un piso de del techo nacieran las estrellas y se
puso a mirar el yeso del brazo, las lajas helado y húmedo. El frío le alzara frente él la escalinata
incendiada de gritos y danzas, sería el mantener los ojos abiertos, la norte. Con una última esperanza
fin. El pasadizo no acababa nunca, modorra era más fuerte que él. Hizo apretó los párpados, gimiendo por
pero ya iba a acabar, de repente un último esfuerzo, con la mano sana despertar. Durante un segundo creyó
olería el aire libre lleno de estrellas, esbozó un gesto hacia la botella de que lo lograría, porque otra vez
pero todavía no, andaban llevándolo agua; no llegó a tomarla, sus dedos estaba inmóvil en la cama, a salvo del
sin fin en la penumbra roja, se cerraron en un vacío otra vez balanceo cabeza abajo. Pero olía la
tironeándolo brutalmente, y él no negro, y el pasadizo seguía muerte, y cuando abrió los ojos vio la
quería, pero cómo impedirlo si le interminable, roca tras roca, con figura ensangrentada del sacrificador
habían arrancado el amuleto que era súbitas fulguraciones rojizas, y él que venía hacia él con el cuchillo de
su verdadero corazón, el centro de la boca arriba gimió apagadamente piedra en la mano. Alcanzó a cerrar
vida. Salió de un brinco a la noche del porque el techo iba a acabarse, subía, otra vez los párpados, aunque ahora
hospital, al alto cielo raso dulce, a la abriéndose como una boca de sabía que no iba a despertarse, que
sombra blanda que lo rodeaba. sombra, y los acólitos se estaba despierto, que el sueño
Pensó que debía haber gritado, pero enderezaban y de la altura una luna maravilloso había sido el otro,
sus vecinos dormían callados. En la menguante le cayó en la cara donde absurdo como todos los sueños; un
mesa de noche, la botella de agua los ojos no querían verla, sueño en el que había andado por
tenía algo de burbuja, de imagen desesperadamente se cerraban y extrañas avenidas de una ciudad
traslúcida contra la sombra azulada abrían buscando pasar al otro lado, asombrosa, con luces verdes y rojas
de los ventanales. Jadeó buscando el descubrir de nuevo el cielo raso que ardían sin llama ni humo, con un
alivio de los pulmones, el olvido de protector de la sala. Y cada vez que enorme insecto de metal que
esas imágenes que seguían pegadas a se abrían era la noche y la luna zumbaba bajo sus piernas. En la
sus párpados. Cada vez que cerraba mientras lo subían por la escalinata, mentira infinita de ese sueño
los ojos las veía formarse ahora con la cabeza colgando hacia también lo habían alzado del suelo,
instantáneamente, y se enderezaba abajo, y en lo alto estaban las también alguien se le había acercado
aterrado, pero gozando a la vez del hogueras, las rojas columnas de con un cuchillo en la mano, a él
saber que ahora estaba despierto, humo perfumado, y de golpe vio la tendido boca arriba, a él boca arriba
que la vigilia lo protegía, que pronto piedra roja, brillante de sangre que con los ojos cerrados entre las
iba a amanecer, con el buen sueño chorreaba, y el vaivén de los pies del hogueras.
profundo que se tiene a esa hora, sin sacrificado que arrastraban para
imágenes, sin nada... Le costaba tirarlo rodando por las escalinatas del

Resolver las siguientes actividades:


1-¿Qué tipo de cuento considera que es y por qué?
2-¿Por qué cree que el cuento se llama la noche boca arriba?
3-¿Qué consecuencias tuvo el choque para el motociclista?
4-¿El joven sueña al indio? ¿El indio sueña aljoven? ¿Se puede saber?
5-En este cuento conviven en un mismo individuo 2 momentos históricos diferentes, ¿cuáles son?
6-¿Cuál es la realidad y cuál es el sueño?
7-¿De qué manera se ve el pase de un tiempo a otro en el cortometraje?
8-Describa al personaje principal (ambas historias)
9-Cortázar instala dentro del texto la idea de "pasaje o intercambio” entre la realidad “real” y la soñada
¿Cuál es la realidad’ y cuál es el sueño?

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