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Era una noche Rosada, aquel salón inmenso era un mar de rosas y
papel crepé, sillas blancas, manteles ordenados, etiqueta, aroma a
lilas, todo perfectamente planeado para que juguetearan hadas entre
champañas y unicornios descansaran en la pista de baile, mas sin
embargo, en mi pequeño mundo color púrpura, una pieza faltaba, mi
rompecabezas estaba incompleto. Ya era mi turno, era justo para mi,
solo era una pieza lo que le pedía al universo bailar, pero al parecer
no seria este mi momento, ¿o si?, esperaría una vez mas sentada
entre abrigos a que alguien me sacara a bailar, o seria que por
despiste natural en mi no habrían colocado ese ingrediente que te
hace interesante?, hay tantas preguntas en mi cabeza, tanto por
saber y no se como empezar, bueno, primero necesitaba encontrar
una mesa donde sentarme, lo demás, de seguro seria igual que
siempre… ¿o no?
Hizo su entra da faltando un cuarto para las diez, entro con tanta
gracia y, pues, luego de abrir la puerta tan estruendosamente no fue
muy difícil percatarme de su presencia en el universo, luego, mis ojos
contemplaron a la criatura mas extraña del mundo, su rostro
angelicalmente divertido estaba rojo como un tomate, pero guardaba
la gracia de una diosa, con aquella sonrisa y esa mirada pudo en un
pestañear atraer la mirada de todos los que hasta en entonces habían
creído estar bailando en las nubes, tenia un vestido asquerosamente
rosado, pero en su fina silueta se veía armoniosamente en contraste
con las finas olas color caramelo de su cabello que le caían hasta los
hombros, era tan única, pues no era de el tipo de niñas que
acostumbras llevar de la mano como un trofeo, su mirada por el
contrario se hace un pedestal en el corazón. Caminaba con tanta
gracia, como flotando, indiferente de su belleza, ignorando todo el
alboroto que causaba su sonrisa, tan fuera de este mundo que por un
momento creí que por un agradable descuido en el cielo se había
abierto un agujero.
_ ¡Enserio!-dijo Lucy con los ojos brillantes como estrellas y con una
sonrisa fuera de orbita.
_No, solo quería ver la cara que ponías!!- dije entre risas- mentiras,
solo se que es algo importante… ¡anda!, no digas que te dije. Y Como
un rayo atravesó el océano color rositas desapareciendo por la puerta
que daba al jardín de aquel salón seguida de lo que parecía ser mi
hermano bien vestido.
Ahora solo me encontraba con las gemelas, con las cuales nunca me
he llevado muy bien, nos conocemos de toda la vida, nuestras
madres tienen un club de costura y muchas tarde de mi infancia me
la pase enredado sus largas trenzas color azabache, como ya se
imaginaran no me tienen en muy buen concepto, así que si no quería
que me echaran en cara todas las travesuras que les hice cuando
tenia siete años tendría que comportarme bien, como una dama, tal
como me pedía mamá.
_Clary, no vale la pena discutir con niños- Dijo Katia, al ver la reacción
en los gestos de su hermana- Mas bien arréglate que ahí vienen a
sacarnos a bailar. Y una mirada furtiva de autosuficiencia se clavó en
mis expresivos ojos a modo de daga envenenada.
Un balde de agua fría me cayó del cielo con ese comentario, ¿ahora
como aria para sacármela de encima, no quedar como mentiroso y
después poder sacar a bailar a la extraña chica de vestido rosado?
con un destello de suspicacia pude en menos de un pestañear
encontrar la manera mas idónea de arreglar todo el desastre que mi
mentira había formado, pues ni ayudo a mi tío en sus negocios, ni
mucho menos hablo danés.
Ella solo me miro con sus ojos verdes como esmeraldas, que en otro
momento me habrían parecido hermosos, pero comparados con
aquellos que descendieron del mismo cielo solo eran dos frías joyas,
cerca a su boca aparecieron un par de arruga debido al movimiento
de sus labios. ¿Seria este gesto auspicio de algo peor?
Todos bailaban, desde Clara hasta Lucy, pasando por todas las
jovencitas de la sociedad a la que mi familia pertenece, ese mundo
lleno de intrigas, de coronas usurpadas y bailes de salón. Un poco
paradójico para el avance de el siglo XXV, tanta guerra terminó por
devolvernos a las antiguas tradiciones medievales, tanto poder
convertido en miseria, tantas alternativas de solución y solo se les
ocurrió devolver el tiempo y hacer una sola forma de vida, tal vez la
cenicienta o la bella durmiente se sientan mejor en este clase de
cuento de hadas ( si es que alguna vez existieron) pero yo, Violeta
Shuank Viacolom no, me siento presa de las situaciones, cuanto
quisiera no tener que asistir a estos estúpidos bailes solo para
encontrar quien me acompañe a dirigir las tierras de mis padres,
como si sola no pudiera, ¿donde esta la liberación femenina?, ¿Donde
quedaron esos ideales?, sé que en otros lugares las mujeres son mas
libres, se dice que en las costas hasta se divorcian o son madres
solteras(aunque solo son mitos) y no es que aquí no lo seamos, solo
que aquí nada mas puedes pretender seguir manteniendo el buen
nombre de la familia. Soy hija del Barón de Shuank y la hija del duque
de Viacolom, nobleza Gitana y sangre muy próxima al azul real, de
ahí que soy como un hibrido social, ni del todo real ni del todo
Gitana, pero al fin de cuentas eso no importa a la hora de bailar, solo
se cuenta cuanta gracias tengas al caminar, un poco de suerte y ese
ingrediente que mi receta no tiene. Así que una vez mas me limitare
a ver como los hermosos vestidos de seda resplandecen bajo las
luces de la pista de baile, me limitare a imaginar con que un apuesto
caballero se fija de mi existencia en el mundo, a que me vea el duque
y no piense que la familia Shuank es descortés, si, tal vez lo salude y
pueda ir al balcón a saludar a la luna, fiel compañera de soledad.
¿Como salir de aquel épico dilema?, solo hasta cuando recordé las
palabras que mi padre mencionaba al besar a mamá tuve una
respuesta. Me atreví, no pude esperar a que descendieran del cielo
sus ojos vivaces y puse mi mano sobre la suya, mi mano, que sobre la
de ella, tan fina y delicada como esculpida con sumo cuidado por un
artista no era mas que una caricatura grotesca de algún aprendiz de
carpintero. Cuando sintió es áspero roce de mi mano sudorosa por los
nervios y poso su mirada de sol en la mía, cuando respondió a mi
sonrisa, cuando escuche su risa baja, cuando la luz lunar me permitió
contemplar sus delicados gestos y aquel rubor inocente cubrió sus
mejillas, justo en ese instante, en medio de ese balcón, aquella noche
de luna llena, supe que existía Dios, ¿pues quien mas crea criatura
con semejante belleza, con tanta finura y delicadeza?, esa noche
estaba de suerte, pude contemplar un ángel y sentir la grandeza del
infinito frente a mis ojos.
Ahora sin duda me debía confundir con alguna otra dama, ¿yo un
ángel?, quede atónita por un instante, no encontraba las palabras
adecuadas, no sabia como decirle que no era yo lo que el quería,
seme hizo un nudo en la garganta al ver la expresión en su rostro, de
seguro ya se percato que no era yo lo que el buscaba, una risa
nerviosa y baja se escapo de mi boca y fue el único sonido que puede
emitir. Sin duda en este momento debe estar buscando la mejor
manera de disculparse.
La apreté contra mi, sintiendo todo su ser pegado al mío, como uno
solo, mi corazón que antes se pasmo con su belleza ahora era un
tambor de nuevo a causa de su cercanía, la sentía tan cerca,
respiraba su olor, olor a lilas, a primavera, su olor dulce y ácido, su
olor a pasado, su olor a presente, su olor a futuro. Comenzamos a
movernos al compás de la lenta nana, en la completa armonía que
nuestros cuerpos formaban, como dos piezas de rompecabezas, que
parecen diferentes, pero al unirse forman una hermosa figura y ella
era la pieza que faltaba. Ahora me sentía completo y aunque no sabía
mucho de ella, con mirarla a los ojos me bastaba para saber que eso
no importaría, que solo serviría para que la amase con más devoción.
Ahora sin duda existía el cielo y yo con un ángel fugitivo bailaba sobre
sus nubes, como bailando sobre espuma marina, no me importaba
que me observaran tantos ojos a la vez, solo con los de violeta
mirándome el mundo estaba bien, no importaba lo mal que se
tornaran las cosas, su mirada podía llevarme al estado mas tranquilo.