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A) Introducción
En este sentido, dice Cassagne, que “...lo que ha ocurrido con el dictado del decreto 2284/91
constituye un fenómeno inédito en la política desregulatoria nacional, ya que después de la
consolidación del intervencionismo, en la década del treinta, el Estado nunca había revisado in
totum las sucesivas leyes que establecieron restricciones al comercio, la industria y las profesiones
liberales ni, menos aún, sancionando la derogación, prácticamente en bloque, de una serie de
regulaciones que no responden al modelo del Estado Subsidiario”. Por lo tanto, “La desregulación
no es un fin en si misma, sino un punto de partida, tendiente a reinstaurar el principio de libertad y
la transparencia de los mercados, a partir del cual los particulares deben ajustar su actuación a la
práctica de las libertades, trabajar y bregar efectivamente por sus derechos, sin aguardarlo todo del
Estado, cuya función tiene que limitarse al papel de árbitro imparcial que actúa sobre los factores
económicos, cuando éstos entren en conflicto y su intervención sea absolutamente necesaria para
el bien de la comunidad”.
Por otro lado, Fagarosi dice que “la desregulación constituiría desde esa perspectiva un disvalor,
toda vez que serían las empresas del sector, y no el Estado, representante de los intereses de la
sociedad, quien determine las reglas de juego de este mercado.”
Aguiar dijo que “...es bien sabido que la desregulación puede entenderse desde dos puntos de vista
diferentes, el uno destructor de la economía, el otro constructor de sanas relaciones de mercado.
La mera desregulación de las actividades económicas, entendida como la eliminación de toda
norma que rija el operar de los agentes económicos, lleva a la competencia desleal de los más
grandes contra los más chicos, produce fenómenos de concentración anárquica, cartelización,
dumping y control monopólico final. No hay libertad económica sin regulación para la competencia,
con reglas que permitan la igualdad de oportunidades en el desarrollo de los agentes económicos,
con independencia de su tamaño o poderío. El monopolio es concebido, en las economías
modernas, como el peor de los retrocesos”.
Teniendo presente las controversias doctrinarias, es dable advertir que los procesos de
desregulación legislativa no han conducido necesariamente a la eliminación o reducción de normas.
Es frecuente que este tipo de política legislativa conduzca un esquema jurídico de doble vía. Así, por
un lado, pueden dejarse sin efecto ciertas normas, pero simultáneamente se dictan nuevos
instrumentos jurídicos para regular otros aspectos del mercado.
En resumen, el Estado Nacional dictó un conjunto de normas jurídicas, que son las que están
regulando el sector de las telecomunicaciones desde el 9 de noviembre de 2000; conformando con
ello un mercado abierto a la competencia.
B) Instructivo Presidencial
Mediante el Decreto 465/00 se dispone la plena desregulación del mercado a partir del 9 de
noviembre de 2000, para la prestación de servicios de telecomunicaciones sin restricción alguna, en
los términos de los tratados suscriptos por la República Argentina.
En ese contexto, se dicta una Instrucción Presidencial en la cual se expresa que el sistema
reglamentario del sector deberá conjugar los principios constitucionales de igualdad, libertad de
comercio y de industria en el mercado de las telecomunicaciones previniendo toda práctica
anticompetitiva, garantizando el libre acceso y puesta a disposición de la información técnica y
comercial pertinente, sin barreras para la incorporación de nuevos operadores, ni obstáculos a la
dinámica de los servicios e incorporación de nuevas tecnologías. Para llevar a la práctica estos
principios, se elaboran: Reglas de Licencias para Servicios de Telecomunicaciones; Reglas
Nacionales de Interconexión; Reglas del Servicio Universal, y Reglas de Administración, Gestión y
Control del Espectro Radioeléctrico.
El primer dictamen: (Carbonell, Sapag, Cantarero, Verna, del Piero, Garré y Pierri.) adhesión al
criterio seguido por el Poder Ejecutivo al dictar el Decreto 465/00, de otorgar carácter de política de
Estado a la propiciada para el mercado de las telecomunicaciones. recomendó al gobierno que
tomara los recaudos para que la flexibilidad del régimen de licencias se vea asegurada en forma
permanente, permitiendo con ello la entrada al sistema de telecomunicaciones de nuevos
prestadores, asegurando al mismo tiempo que no exista tratamiento discriminatorio en las
obligaciones de los prestadores existentes y los prestadores entrantes.
Se destaca especialmente el derecho de los usuarios, procurando que el servicio prestado tienda a
la igualdad de oportunidades de los habitantes. se recomendó al Poder Ejecutivo asegurar la
interconexión entre prestadores, pues ello es esencial para llegar en el menor tiempo posible a un
mercado competitivo y abierto.
En cuanto al Servicio Universal, se solicitó que se propicie una contribución económica, a la que
deberán aportar todos los operadores que integran el sistema.
Se estimó necesario aclarar de modo explícito que los reglamentos bajo análisis no serán de
aplicación al ámbito de la radiodifusión, que se encuentra regida por la Ley 22.285 y sus normas
modificatorias y complementarias.
Señalan que el modelo que finalmente se adopte debe ser el más eficiente para que los beneficios
proyectados alcancen a todos los habitantes del país, evitando ahondar aún más las desigualdades
reconocidas. Precisan que el sistema mixto propuesto por la Secretaría de Comunicaciones
(prestadores históricos y nuevos prestadores) no es el que más se aviene a las necesidades de
nuestro país, ya que sus efectos previsibles serán que disminuyan las tarifas y mejore la calidad del
servicio para los usuarios de alta demanda, sean de zonas geográficas o personas físicas, mientras
que esos beneficios no llegarán a las personas o zonas de baja demanda. En otro orden, alientan la
inserción en el mercado de plena competencia a las cooperativas de servicios existentes para evitar
que el nuevo régimen limite su capacidad de competir.
Por otra parte, propició la inclusión de normas referidas al régimen laboral, a efectos de evitar que
el nuevo régimen provoque despidos masivos y/o inequivalencias en el marco obligacional de las
empleadoras.
En orden a la desregulación, señaló que los nuevos marcos regulatorios deberán tomar como único
mercado a la Nación y a todos sus habitantes en conjunto.
D) Se Dispone la Desregulación
a) Introducción
En ese contexto, el Gobierno Nacional, asume la obligación de levantar las barreras de acceso
establecidas previamente; haciendo cesar privilegios explícitos o subyacentes derivados del
régimen de exclusividad; estableciendo la competencia sin más transiciones, impidiendo que se
mantengan situaciones derivadas de un régimen de monopolio o de competencia restringida.
El Estado, en esta nueva etapa, asume el compromiso de regular para la competencia, fundando
toda la regulación en el derecho de los usuarios, razón última legitimante de todo el nuevo marco
normativo.
Una de las críticas que se le efectuaron a este reglamento de licencias fue su filosofía permisiva, en
cuanto a las pocas exigencias económicas y de infraestructura requeridas a los futuros operadores.
Desde el Gobierno Nacional se respondió que la decisión de no imponer barreras de entrada fue
alentar la llegada al mercado de telecomunicaciones de empresas Pymes del sector; toda vez que
altas exigencias económicas y técnicas sólo podrían ser reunidas por las grandes corporaciones del
mercado.
El Reglamento General del Servicio Universal estableció que el propósito del Servicio Universal es
lograr que aquella parte de la población que no podría recibir los servicios esenciales de
telecomunicaciones en condiciones normales del mercado, tenga acceso a ellos.
El régimen del Servicio Universal establece las zonas de altos costos y deficitarias cuyos clientes son
elegibles a los fines de la percepción de los subsidios del Servicio Universal y define aquellos
clientes o grupos de clientes que, por sus características de consumo, son deficitarios a los efectos
de la prestación del servicio telefónico fijo, independientemente de su localización geográfica,
incluyéndose a aquellos clientes que, por sus impedimentos físicos, requieren una prestación más
onerosa del servicio y aquellos servicios de telecomunicaciones que, por razones de política
nacional, el Estado decide promover -fijando por ejemplo las tarifas- y generando con ello
condiciones de prestación ajenas a los estándares comerciales.