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Módulo 4.

Principios Fundamentales Constitución de 1991

Introducción

Es en la Constitución en donde se pregonan los principios que van a regir al Estado, es la carta
de fines y de metas que se pretenden lograr. En la Constitución Política de 1991 encontramos
varios de estos principios, que se valoran más allá de las decisiones de autoridades que
temporalmente dirigen los destinos de nuestro país, entre ellos los que determinan que
Colombia sea un Estado Social de derecho, con soberanía popular y democracia participativa y
pluralista.

Objetivos:

1. Entender el papel que han tenido y tienen los principios en la construcción del modelo de
Estado.

2. Tener una visión clara de los principios que se establecen en la Constitución Colombiana, y
su relevancia tanto en nuestra vida de sociedad como en nuestra vida diaria.

Contenidos:

1. Principios fundamentales de la Constitución Política de 1991

1.1. Colombia es un Estado Social de Derecho


1.2. Colombia es una República unitaria, descentralizada y con autonomía de sus entidades
territoriales
1.3. Colombia es una república democrática, participativa y pluralista
1.4. Los fines esenciales del Estado Colombiano
1.5. La Soberanía Popular
1.6. La Constitución es norma de normas
1.7. Primacía de los derechos inalienables
1.8. Principio de responsabilidad
1.9. Diversidad étnica y cultural
1.10. Principio de protección de las riquezas naturales y culturales
1.11. Los idiomas oficiales
Módulo 4. Principios Fundamentales Constitución de 1991

1. Principios fundamentales de la Constitución Política de 1991

En el Título I de la Constitución se establecen los principios fundamentales de la nación


colombiana. Estos principios, compilados en los diez primeros artículos de la carta, hacen
referencia al Estado y a la función que este tiene en el cumplimiento de los derechos de los
colombianos.

Para iniciar sea señalar que existen una cantidad de propósitos enunciados desde el propio
preámbulo, el mismo que apenas si se estableció textualmente en el pasado capítulo. Pues bien,
esos propósitos, también llamados fines, los podemos referir como todas aquellas realidades que
el país anhela, todas aquellas realizaciones que deberá llegar a materializar. Así, el preámbulo
enumera los siguientes fines (metas a alcanzar) con la vigencia de la Constitución Política de
1991: Fortalecer la unidad de la Nación, asegurar a los integrantes de la nación colombiana los
bienes de la vida, la libertad, la convivencia, el trabajo la justicia, la igualdad, el conocimiento y
la paz. Para lograr tales loables propósitos creyó el constituyente que era menester establecer
una estructura adecuada para el efecto y para ello refiere que para alcanzarlos requería de un
marco jurídico, democrático y participativo, pues con él garantizaría que el nuevo orden fuese
política, económica y socialmente justo.

Otro de los fines, un poco diferente por su especificidad, es el compromiso de trabajo por la
unidad latinoamericana.

Los fines o metas a alcanzar, dijimos, se encaminan de acuerdo con el preámbulo, que en la
enumeración de fines por conseguir, podría servir como diagnóstico de la situación vivida por la
república y que la llevó, entre otras muchas causas, a realizar un cambio en la normativa
superior mediante la tentativa de refundación del Estado.

En el Título primero de la Carta Política de 1991 los fines antes mencionados se van a ver
reflejados a través de desarrollos importantes y van en forma de principios a sentar los
cimientos sobre los cuales se establecerá el Estado Colombiano. Este título consta de 10
artículos y sus contenidos deben informar en adelante toda la preceptiva constitucional. Al
respecto, la carta constitucional asegura:

• Colombia es un Estado social de derecho organizado en forma de República unitaria,


descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y
pluralista.
• Son fines esenciales del Estado: servir a la comunidad, promover la prosperidad general y
garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la
Constitución.
• La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público.
• La Constitución es norma de normas.
• El castellano es el idioma oficial de Colombia.
• El Estado reconoce, sin discriminación alguna, la primacía de los derechos inalienables de
la persona.
• Los particulares sólo son responsables ante las autoridades por infringir la Constitución y
las leyes.
• El Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la Nación colombiana.
• Es obligación del Estado y de las personas proteger las riquezas culturales y naturales de la
Nación.
• Las relaciones exteriores del Estado se fundamentan en la soberanía nacional y en el respeto
a la autodeterminación de los pueblos.

Analicemos cada uno de ellos:

1.1. Colombia es un Estado Social de Derecho

El artículo 1 de la Constitución Política de Colombia establece:

"Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de república unitaria,


descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y
pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las
personas que la integran y en la prevalencia del interés general".

En virtud de lo anterior, el Estado Social de Derecho es el principio medular de nuestra


organización política. El concepto de Estado Social de Derecho nació en Europa en la segunda
mitad del siglo XX, como una forma de organización estatal encaminada a “realizar la justicia
social y la dignidad humana mediante la sujeción de las autoridades públicas a los principios,
derechos y deberes sociales de orden constitucional” En esa medida, el presupuesto central
sobre el cual se construye este tipo de organización política es el de una íntima interrelación
entre las esferas del “Estado” y la “sociedad”, la cual se visualiza ya no como un ente
compuesto de sujetos libres e iguales en abstracto, sino como un conglomerado de personas y
grupos en condiciones de desigualdad real. El papel del Estado Social de Derecho consiste, así,
en crear los supuestos sociales de la misma libertad para todos, esto es, de suprimir la
desigualdad social.

De esta forma, el principio de Estado Social de Derecho contrasta con el Estado de Derecho
liberal en cuanto a sus fines: el Estado Social de Derecho ya no se limita solamente a asegurar la
vida, la propiedad y la libertad mediante la protección contra el fraude, el hurto, el
incumplimiento contractual o los daños ocasionados por terceros, funciones típicas del Estado
gendarme. Sus fines tienen mayor alcance e incluyen, entre otros, promover la prosperidad
general; garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la
Constitución; facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida
económica, política, administrativa y cultural de la Nación; y asegurar la vigencia de un orden
justo (art. 2° de la C.P.). Para ello, el Estado cuenta con facultades amplias de intervención en la
economía, las cuales han de estar orientadas a lograr los fines generales del Estado y los fines
especiales de la intervención económica enunciados principalmente en el artículo 334 de la
Constitución. Entre estos fines especiales se destacan el de “asegurar que todas las personas, en
particular las de menores ingresos, tengan acceso efectivo a los bienes y servicios básicos” (art.
334 de la C.P., inc. 2°).

El alcance del principio de Estado Social de Derecho respecto de la relación entre las
autoridades y la persona individualmente considerada es bastante amplio, y se ve reforzado por
los principios fundamentales de la dignidad humana, el trabajo, la solidaridad (art. 1° de la C.P.)
y la igualdad (art. 13 de la C.P.).

Bajo el primer principio fundamental, la dignidad humana, las autoridades públicas no pueden
tratar al ser humano como una cosa o mercancía, ni ser indiferentes frente a situaciones que
ponen en peligro el valor intrínseco de la vida humana, entendida ésta no ya como el derecho a
no ser físicamente eliminado sino como el derecho a realizar las capacidades humanas y a llevar
una existencia con sentido, en un ambiente libre de miedo frente a la carencia de lo
materialmente necesario e indispensable para subsistir dignamente.
El principio fundamental del trabajo sobre el que igualmente se funda el Estado Social de
derecho (art. 1° de la C.P.) justifica, entre otras, la intervención del Estado en la economía,
como ya se anotó, “para dar pleno empleo a los recursos humanos y asegurar que todas las
personas, en particular las de menores ingresos, tengan acceso efectivo a los bienes y servicios
básicos” (artículo 334 inciso 2 C.P.). De esta forma, el Estado Social, por medio de la política
económica y social adoptada por las autoridades competentes, pasa a ser agente de estímulo a la
creación de empleo en el mercado laboral, todo ello dentro del marco constitucional de
protección especial al trabajo (artículos 25 y 53 C.P.).

La solidaridad, como tercer pilar del Estado Social de Derecho, es un principio fundamental del
que se derivan múltiples principios –por ejemplo, los de equidad y progresividad tributaria
(artículo 363 C.P.)–, derechos –por ejemplo,. a la seguridad social (artículo 48)– o deberes –por
ejemplo, a obrar con acciones humanitarias ante situaciones que pongan en peligro la vida o la
salud de las personas–, todos ellos aplicables tanto al Estado como a los particulares.

El principio y derecho fundamental a la igualdad –en sus múltiples manifestaciones, incluyendo


la igualdad de oportunidades, la igualdad real y efectiva o las acciones afirmativas a favor de
grupos discriminados o marginados y de personas que por su condición económica, física o
mental, se encuentren en circunstancia de debilidad manifiesta (artículo 13, C.P.)–, representa la
garantía más tangible del Estado Social de derecho para el individuo o para grupos de personas
expuestos a sufrir un deterioro de sus condiciones de vida como sujetos de una sociedad
democrática –donde todas las personas merecen la misma consideración y respeto en cuanto
seres humanos. Es a partir precisamente del artículo 13, en concordancia con los artículos 1, 2,
11 y 85 de la Constitución que la jurisprudencia constitucional ha reconocido desde un principio
el derecho fundamental al mínimo vital, el cual adquiere especial relevancia en el contexto de la
intervención del Estado en la economía, en virtud del artículo 334 Superior.

Como consecuencia de lo anterior, las medidas adoptadas por las autoridades en el marco de un
Estado Social de Derecho han de consultar la realidad fáctica sobre la cual habrán de surtir
efectos, con miras a materializar la finalidad primordial adscrita por esta fórmula política a las
instituciones públicas: promover condiciones de vida dignas para la totalidad de la población.
Ello es especialmente predicable de las leyes en materia económica, y mucho más de las
disposiciones tributarias, según lo ha precisado la Corte Constitucional en varias oportunidades.
Así, por ejemplo, en la sentencia C-925 de 2000 se estableció que, en virtud de la existencia de
un deber constitucional general de las personas consistente en “contribuir al financiamiento de
los gastos e inversiones del Estado dentro de conceptos de justicia y equidad” (art. 95-9 C.P.).

La Corte también ha precisado, en relación con las medidas tributarias adoptadas por el
Legislador, que los principios de eficiencia, equidad y progresividad que, según el artículo 363
Superior, rigen el sistema tributario, se derivan directamente de la configuración de Colombia
como un Estado Social de Derecho, en el marco del cual la hacienda pública cumple un
propósito claramente redistributivo, “que se busca a través del diseño de instrumentos y
políticas que procuren una mejor redistribución de la renta global del país, y del logro de una
mejora relativa en los segmentos más pobres de la sociedad, a través del incremento cualitativo
y cuantitativo de los servicios públicos.” (Corte constitucional, Sentencia C-776 de 2003).

Otro de los pilares del Estado social de derecho se encuentra en el concepto de derecho
fundamental. Dos notas esenciales de este concepto lo demuestran. En primer lugar su
dimensión objetiva, esto es, su trascendencia del ámbito propio de los derechos individuales
hacia todo el aparato organizativo del Estado. Más aún, el aparato no tiene sentido si no se
entiende como mecanismo encaminado a la realización de los derechos. En segundo lugar, y en
correspondencia con lo primero, la existencia de la acción de tutela, la cual fue establecida
como mecanismo de protección inmediata de los derechos frente a todas las autoridades
públicas y con posibilidad de intervención de la Corte Constitucional para una eventual revisión
de las decisiones judiciales, que sirva para unificar criterios de interpretación.

Para que un derecho tenga la calidad de fundamental debe reunir unos requisitos esenciales.
Para la identificación de un derecho de tal naturaleza existen unos criterios que ponen en
evidencia los requisitos señalados y, de contera, el derecho fundamental mismo: 1) Conexión
directa con los principios constitucionales; 2) Eficacia directa y 3) Contenido esencial.

1.2. Colombia es una República unitaria, descentralizada y con autonomía de sus


entidades territoriales

Colombia como república está conformada por unidades menores sin capacidad legislativa,
fundamentalmente por departamentos y municipios. No obstante, existen otras figuras de
organización políticas administrativas, pero no del todo desarrolladas. Para resaltar, como
novedoso en este campo, el reconocimiento como entidades territoriales, homólogas a los
municipios, a las entidades territoriales indígenas, que aunque existían no eran valoradas y
distinguidas de manera positiva.

Que haya descentralización administrativa en Colombia significa que a las entidades


territoriales mencionadas (departamentos, municipios y ETI´S) el constituyente les ha otorgado
poderes, funciones, atribuciones, que les son propias, que no van a depender del gobierno
central. Es decir se vienen entregando responsabilidades a las entidades territoriales en materias
específicas, porque no es en todos los órdenes. Las autonomías existen para gobernarse,
administrar los asuntos de los territorios específicos, parcialmente en relación con los
impuestos, para la planeación y el desarrollo, para la participación en los ingresos corrientes de
la Nación y para el manejo de los asuntos de recursos naturales de la zona. No existe autonomía
legislativa, ni judicial, ni de organización armada, por ejemplo, éstas están en cabeza de la
autoridad central, entre otras muchas. Excepción manifiesta a lo anterior se aplica a las
entidades indígenas, si las hacemos coincidir con las comunidades indígenas, a las que la
Constitución les ha dado la facultad expresa de desarrollar su jurisdicción, y sin duda también la
legislación.

La descentralización se establece sobre las funciones del ejecutivo, que tiene entonces
representación popular en todos los niveles: nacional, departamental, municipal y hasta por
comunas y corregimientos, en la teoría. Existe descentralización de funciones cuando el
Gobernador delega a los Alcaldes funciones que le son propias para que las desarrollen en sus
municipios, previo el cumplimiento de ciertos requisitos. El gobierno, en sentido restringido, se
desarrolla descentralizadamente. No ocurre lo mismo, como se dijo, en el ejercicio de los demás
poderes del orden nacional, que no encuentran correspondencia en este sentido y que se
manejan con una idea de centralidad y de cierta jerarquización, por la cual para las entidades
territoriales se establecen delegaciones, unidades menores que dependen para muchas
cuestiones del centro, sobretodo de administración, aunque las funciones (competencias) deben
estar establecidas para cada organismo desde la misma ley, o en su defecto por los reglamentos
o manuales de funciones. Es que debe ser dicho, en concordancia con un principio de
responsabilidad, también con uno de separación de poderes y de funciones, se establece qué
pueden hacer o no las entidades y los funcionarios. Por delegación, las entidades territoriales
también pueden desarrollar funciones o competencias de la nación, pero bajo su estricta
vigilancia y con la posibilidad de retomarlas cuando lo estime conveniente.

Un hito importante en la idea de la descentralización administrativa en el país la constituyó la


elección popular de alcaldes y luego de gobernadores, que se instauró a partir de 1986, mediante
reforma a la Constitución entonces vigente.
1.3. Colombia es una república democrática, participativa y pluralista

Decir que la república es democrática, participativa y pluralista es en principio un gran


pleonasmo. Las definiciones son tautológicas y si las realizamos encontraremos que para definir
república tendremos que acudir a términos equivalentes y entre ellos estarán democracia,
participación, pluralidad. Para explicar estos mismos términos ocurrirá otro tanto. No obstante,
la aparente reiteración tiene algún sentido. Decir democrática entraña reconocer que la
soberanía reside en el pueblo (no en la Nación), es decir que el pueblo es el detentador de los
poderes, es el fundamento de los mismos. Se habla de democracia participativa con motivo de la
nueva Constitución. Se ha introducido un tercer tipo de democracia, pues tradicionalmente se
reconocían la directa y la representativa. La democracia participativa es una tentativa de
mediación entre las dos nombradas. La primera la directa, caracterizaba las democracias
antiguas (Grecia y Roma) y se distinguía por el ejercicio del poder por aquellos que eran
ciudadanos, los ciudadanos se ocupaban de las cuestiones del manejo de lo público, de la
ciudad, de la polis; era la libertad de los antiguos, se trataba de participar. La idea en la
modernidad es retomada por Rousseau y hoy es de nuevo importante.

Con la complejización de la vida social, y la estatal por contumacia, la democracia directa se ha


hecho imposible, a todas horas no pueden todos los ciudadanos estar tomando todas las
decisiones importantes del Estado donde viven, y de su ciudad, y de su departamento y de su
Estado, por ello se impone la necesidad de que profesionales de la política representen a los
demás. Pero en el decurso de la representación se ha visto la limitación de la figura,
fundamentalmente porque no existe un nexo de responsabilidad entre los representantes y los
representados, y por ello, aquellos se apartan de los intereses de estos y en últimas se desvirtúa
la idea de la democracia y también la de la soberanía popular. Surge la tercería: Continúa la
representación pero en casos importantes todo el pueblo puede entrar a tomar decisiones y para
el efecto se establecen mecanismos de participación popular. La idea ha sido constituida como
una de las variables, constantes, que recorren la expedición de toda la normatividad que surge
en el país. La participación se entiende de diversas formas y a ellas se les abren espacios.

Podría pensarse este segmento desde la perspectiva de la democracia como principio


fundamental y primordial. A su alrededor podía estructurarse toda la teoría de la Constitución.
La idea contemporánea de Constitución, de república, de Estado pluralista, etc., se establecen a
partir de la idea de la democracia. La democracia es en principio una forma de gobierno que
responde a la pregunta cuántos gobiernan, con la respuesta todos gobiernan, contra las
respuestas de pocos o de uno gobiernan. La idea se desarrolla a partir de la detentación del
poder e históricamente puede reconocerse así en el concepto de soberanía, aunque la discusión
data de la antigüedad.

1.4. Los fines esenciales del Estado Colombiano

En el artículo segundo de la Carta Política de 1991 aparece la referencia a los fines esenciales
del Estado. Dicha norma enumera una cantidad importante, que se reproducen a continuación:
servir a la comunidad, promover la prosperidad general, garantizar la efectividad de los
principios, derechos y deberes (que aparecen en la Carta), facilitar la participación de todos
los miembros de la comunidad colombiana en los asuntos que le competen (económicos,
políticos, administrativos y culturales), defender la independencia nacional, mantener su
integridad territorial, asegurar la convivencia pacífica y asegurar la vigencia de un orden
justo. Los enunciados mismos son demasiado contundentes y claros. No obstante aparecen otros
fines en toda la Carta que son integrables a las finalidades del Estado, tales los fines sociales y
los expresados en el preámbulo, y otros más que aparecen en el recorrido por la preceptiva
constitucional, v.g. el 334.
Esta disposición y las concordantes pueden presentarse de una manera bastante sugestiva, a
través de una pregunta, asumiendo la segunda parte del artículo que dice que las autoridades en
Colombia están para proteger a todos los residentes en el país en su vida, honra, bienes,
creencias y demás derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes
sociales. La pregunta podría ir transformándose para el efecto. Comenzaría por preguntarse
¿para qué son las autoridades?, pasaría a preguntarse ¿para qué es el Estado? Y terminaría
cuestionando ¿para qué es el poder en Colombia?. Bien, el poder en Colombia, el Estado, las
autoridades están para hacer cumplir y cumplir todos los fines del estado. Es interesante en
cuanto cuando se fórmula la pregunta por el poder la respuesta es pesimista, alterada, dado que
se comparte más bien una idea bien peyorativa, bien negativa del poder. Pues, bien, el poder en
esta nueva Colombia debe ser para cumplir esos enunciados que referimos como finalidades o
propósitos del poder, del Estado.

Todos esos fines dan a la propuesta un cariz absolutamente humanista y respetuoso de la


dignidad de la persona humana pero de sentido de la integridad social. A su vez dan contenido a
la misión del Estado social y democrático de derecho, son correlativos a él.

1.5. La Soberanía Popular

El artículo 3 establece el principio de la Soberanía Popular. En correlación directa con el


preámbulo, el canon 3 de la Carta establece la legitimidad política histórica actual como
fundamento de la existencia del estado y su forma, la social y democrática. La pregunta que se
responde en este aparte es quién tiene el poder. Lo tiene el pueblo, la totalidad de los habitantes,
por lo menos en teoría, porque tratándose de un ente inorgánico, complejo, es difícil su
organización y por tanto el ejercicio del poder que posee. La idea de soberanía popular se
corresponde con la idea de la democracia, en principio ejercida de forma directa, pero
transformada en la democracia de corte representativo y lo que hemos venido llamando
democracia participativa.

La soberanía es un concepto equívoco, cuyo contenido ha venido llenándose por metonimia. En


principio el soberano era uno, el monarca. Cuando el monarca tiene que pactar o cae en
desgracia y son varios o muchos los que mandan, su calidad de poder, su soberanía (su poder
mismo) pasan a esos pocos o a todos. La calidad del soberano se representaba en la soberanía,
en su calidad de poderoso, que pasó considerando las formas de gobierno a esas otras diferentes
de ella.

El ejercicio de ese poder existente en Colombia, que le pertenece al pueblo, se desarrolla de


manera directa, de manera representativa y a través de la participación en los diferentes espacios
abiertos para el efecto. Los poderes públicos, a través de las distintas denominaciones que
reciben, representan el poder del pueblo. No obstante, la expresión más clara de esa soberanía es
el poder constituyente y su resultado: La Carta Política de 1991. Son ellas dos las expresiones
más caras, más importantes, que haya podido desarrollar el pueblo colombiano dentro de sus
limitaciones, referidas a su atraso político, económico y social en el mundo., es decir en
consideración a lo que como pueblo ha sido capaz de obtener en su condición de ente inorgánico
y desorganizado, en atención a su estado de ánimo. La Carta debe representar, como se
expresará más adelante, esa meta, ese ethos por construir necesario y que requiere ser
defendido, en tanto la propia sociedad sea capaz de depurarse y realizar una Carta mejor y una
mejor realidad.

1.6. La Constitución es norma de normas

Este principio se encuentra en el artículo cuarto, es el establecimiento de la Constitución como


norma de normas. Se trata de la supremacía constitucional. Establece ella que es la norma, como
norma, más alta entre todas aquellas que pueda haber en la República. Y no tendría por qué ser
de otra forma: se trata de la expresión directa del Constituyente, de su voluntad y mal podrían
hacer los poderes constituidos, delegados crear normas que estuvieran por encima; mal harían
las autoridades en tomar medidas, en realizar actuaciones no acordes con la Carta. Hacerlo sería
tanto como subvertir el régimen y entonces desconfigurar completamente el Estado social de
derecho y democrático. En la historia del constitucionalismo se presentó que la ley estuvo por
encima de la Constitución en lo que se conoce como El imperio de la ley, donde gracias a la
idea que se tenía del legislador como depositario de la soberanía popular la Constitución misma
sólo llegó a tener un criterio, un valor de validez de las demás normas jurídicas, habiendo
perdido todo su valor material. La historia misma nos ha hecho entender el error que significa y
significó haber confiado en los legislativos; sin duda, las constituciones modernas son más la
representación del querer popular que de los legisladores. Así pues las normas que se creen y las
actuaciones a realizar se establecen en orden al respeto de la preceptiva constitucional.

Con esta primera parte se ha fundado lo que se conoce como excepción de inconstitucionalidad
o excepción de inaplicabilidad, conforme a la cual cualquiera autoridad al momento de aplicar
una norma o desarrollar una actuación puede no hacerlo si encuentra que ellas son contrarias a
la preceptiva constitucional, superior.

La segunda parte del artículo se refiere a la obligación de todos los habitantes de la república,
nacionales o extranjeros de acatar en Colombia la normativa jurídica, partiendo desde la
Constitución, y además de obedecer y respetar a las autoridades legítimamente constituidas. Es
una obligación necesaria aceptando que un tipo de orden es justo y realiza los valores
apreciados por la comunidad. Por siempre las autoridades como correlato, estarán sujetas ellas
mismas a las normas y su ejercicio se circunscribirá a lo que les está permitido y es de su
competencia.

La idea de los mecanismos de supremacía constitucional se patentiza en otros artículos, que se


referirán adelante en el trabajo que se desarrolla, pero se anuncia que además de este cuarto
artículo, se trata del establecimiento obligatorio del estudio de la Constitución (artículo 41) y del
establecimiento del artículo 5, pues la primacía de los derechos se corresponde con el tipo de
Constitución que se tiene, si ellos tienen primacía la tiene también la Constitución, y del
establecimiento de órganos encargados de guardar esas supremacías de la constitución y de los
derechos. Sea citar entre otros los artículos 86, 239 a 245 de la Carta de 1991

1.7. Primacía de los derechos inalienables

El artículo 5 de la Constitución establece, como se dijo, la primacía de los derechos inalienables


de la persona, los reconoce, sin discriminación. Y ampara la familia como institución básica de
la existencia de la sociedad. Sea aclarar algunos pocos conceptos, toda vez que en el Título II de
la Carta se refieren de manera específica los derechos, con todas sus divisiones, y que allí
mismo se establecen los derechos de la familia y su status jurídico.

La concepción de derechos inalienables es una concepción de corte iusnaturalista, que reconoce


que los derechos son propiedades del ser humano, es decir, le son propios, están en él y por ello
deben protegerse. Además ha de decirse de una vez, los derechos son limitaciones al Estado, al
ejercicio de su poder (y de todas autoridades). Lo inalienable es inenajenable, no sujeto a
negocio. Las dos características se predican como anteriores al surgimiento del Estado.

Cuando se habla de personas se refiere una categorización no muy bien realizada, pero ya
tradicional y convencional en derecho, que proviene de antiguo. Me refiero a esa división entre
personas naturales y personas jurídicas. Por las primeras se entiende a los seres humanos; por
las segundas a aquellas creaciones de los seres humanos para el desarrollo de los fines o
propósitos que quiere desarrollar y por ficción se les otorga lo que se denomina personería
jurídica, dotando esos empeños de deberes y obligaciones. Así las entidades políticas (desde los
estados y sus divisiones) hasta el ejercicio del derecho de asociación en cualquiera de sus
formas (con ánimo de lucro o con fines no lucrativos, con fines científicos, culturales,
económicos, sindicales, etc., etc.), como los capitales destinados a un fin social (las
fundaciones) constituyen personas jurídicas. Los derechos de los seres humanos se deslizan, se
extienden a las personas (más amplio) y a los pueblos.

1.8. Principio de responsabilidad

El artículo sexto de la carta establece como principio la responsabilidad. Lo hace en dos


órdenes: frente a los particulares y frente a los servidores públicos.

Sirve este artículo de sustento de los tipos de responsabilidades que se desarrollan en las leyes:
de tipos penales, civiles, fiscales, disciplinarios, etc.

Se establece que los particulares responden por infringir la Constitución y las leyes, que los
servidores públicos responden por infringir la constitución, las leyes, por omisión en el ejercicio
de sus funciones o por extralimitación en ellas. Se ha dicho, siguiendo la tradición, que
conforme a estos principios la racionalidad que opera al interior permite pensar que los
particulares pueden hacer todo lo que no está expresamente prohibido y los servidores públicos
pueden hacer sólo aquello que les está expresamente autorizado. En la Constitución misma
existen fórmulas que lo expresan así directamente. No obstante la idea del estado social mengua
la severidad del postulado expresado para las autoridades y ello se hace cuando se admite la
existencia de competencias implícitas. De manera muy sintética, por competencias se entiende,
en el campo jurídico, el conjunto de funciones y atribuciones que una autoridad debe
desarrollar. Se trata de aquellas cuestiones para las que está alguna autoridad investida. Como
ejemplo de competencias sea mencionar que el Presidente de la República tiene la competencia
para nombrar y remover los Ministros de Despacho y los Jefes de Departamentos
Administrativos; también las de sancionar las leyes o las de objetar los proyectos de ley o de
actos legislativos, que es la manera como llamamos las reformas constitucionales. Del Congreso
es competencia hacer las leyes y reformar la Constitución y hacerlo conforme a derecho.

El artículo 90 de la Carta habla de la responsabilidad del Estado y la posibilidad de repetición


contra el funcionario responsable, ayudando a completar el principio. El artículo 121 establece
que ninguna autoridad puede realizar funciones diferentes a aquellas que le atribuyen la
Constitución y la ley, y se debe complementar con el artículo 122 que habla de la existencia
legal del cargo y de la necesidad de que el mismo tenga siempre funciones asignadas. De este
modo se sienta el principio fundamental del Estado de Derecho de que el propio estado está
sujeto a responsabilidad y las autoridades que lo componen también.

1.9. Diversidad étnica y cultural

El artículo 7 de la Carta Política reconoce y protege la existencia de la diversidad étnica y


cultural de la Nación Colombiana. Se trata de una de las innovaciones constitucionales más
importantes. Quizás las etnias diferenciadas existentes en Colombia fueron los conglomerados o
grupos humanos que más ganaron con la expedición de esta Carta, particularmente los
indígenas.

Colombia es un país pluriétnico, es mestizo, blanco, negro, mulato e indígena, por lo que
presenta a lo largo y ancho de su territorio una gran diversidad cultural, que constituye en si
misma su riqueza y marca las características de su identidad nacional. Este amplísimo marco
cultural, que tiene sus raíces en las culturas precolombinas, es el entorno natural de la cultura
colombiana que ha sido determinada tanto por factores sociales, ambientales, climáticos como
por la configuración geográfica.
En cada región del país se arraigó un tipo humano con sus propias características; al norte, la
costa atlántica habita gente extrovertida y alegre y se ha conformado una región que incluye
además de negros, mulatos y blancos, tribus indígenas como los Wayuu de la Guajira, los Kogi
de la Sierra Nevada de Santa Marta y los Cuna del Golfo de Urabá. En la costa sobre el Océano
Pacífico se asentaron comunidades de raza negra, pueblos de pescadores y cazadores que
habitan a orillas del mar y en la selva húmeda de mayor diversidad del mundo, la del Chocó, y
que también es cuna de tribus indígenas como los Emberá y los Noanamá. Al sureste, la
exuberancia de la selva amazónica, cálida y húmeda ha sido durante siglos el hábitat natural de
numerosas agrupaciones, con sus mitos y leyendas, conformadas por grupos dedicados a la
caza, la pesca, con formas de vida comunitaria y a veces nómada como los Sibundoy, Makuna,
Tukano y Tikuna. Al este, en los llanos del Orinoco y los inmensos ríos de la gran sabana se han
desarrollado sociedades basadas en la agricultura y el pastoreo y asentamientos indígenas como
los Guahibo, que todavía habitan las orillas del río Vichada. En el centro, en la cordillera de los
Andes, dividida en tres ramales y densamente poblada, se albergaron sociedades con marcadas
diferencias culturales y grandes capacidades para la agricultura, la alfarería y el tejido y tribus
que hoy conservan tradiciones seculares como los Guambianos, los Pijaos y los Paeces.

Cada expresión regional tiene sus valores, su música, sus tradiciones y todas se funden en un
carácter único de colombianidad. Las manifestaciones de ese carácter muestran su diversidad.
La expresión musical, por ejemplo, mezcla ritmos e instrumentos europeos de tradición
histórica propia, con danzas y ritmos africanos como son los casos de la cumbia y el vallenato
en la costa Atlántica, el currulao y la jota en el pacífico, el bambuco o la guasca en el interior
andino y el joropo llanero, pasando por una gama enorme de ritmos y variaciones interpretados
con instrumentos propios tales como las gaitas fabricadas con cañas y cera de abejas, las
marimbas, tiples y bandolas o los más sofisticados y modernos instrumentos musicales.

1.10. Principio de protección de las riquezas naturales y culturales

En el artículo 8 de la Constitución de 1991 se establece como principio la obligación de


proteger las riquezas naturales y culturales de la Nación. Se funda en este espacio el principio
que luego se manifestará mediante la consagración del derecho al ambiente sano y de todas las
disposiciones que desarrollan lo que podemos denominar una concepción verde plasmada en la
Carta, por lo que se ha dicho que la Carta de 1991 es una carta verde, una constitución
ambiental o ecológica. Con motivo del capítulo de los derechos, se desarrolla de manera
especial este principio.

La UNESCO definió la Cultura como "el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y


materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan una sociedad, y que engloba, además de las
artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de
valores, las tradiciones y las creencias". (Declaración de Méjico).

La existencia de cultura es connatural a la existencia de toda sociedad humana. Hoy se discute


la posibilidad de la existencia de una cultura global, tentativa de occidente que es totalizante y
excluyente. No obstante a pesar de la globalización económica y de la creación de sistemas
globalizantes, del desarrollo hegemónico y colonizador de las grandes potencias,
fundamentalmente de Estados Unidos de Norteamérica, como contrapeso se presenta un
resurgimiento de la exigencia de reconocimiento y respeto de las culturas, de las nacionalidades
y de las etnias. El artículo anterior es buena muestra de esta tensión pulsional del mundo actual.

Ahora bien, la determinación de lo que constituye la cultura de la Nación es una tarea


importante. El patrimonio ambiental del país parece estar más determinado. Existen en el
derecho una cantidad de disposiciones en uno y otro sentido capaces de dar cuenta de la
existencia de esos patrimonios cultural y ecológico y contribuir a su establecimiento y
preservación.
En consonancia con el principio de protección cultural, la propia Carta Constitucional establece
algunos preceptos de desarrollo. Así el artículo 70 es de capital importancia dentro de una
concepción antropologista de la nacionalidad. Dice la norma que la cultura es una de las
manifestaciones de la nacionalidad. El artículo 72 se refiere al patrimonio cultural de la Nación.
En el país es enorme este patrimonio y dentro de él el llamado patrimonio arqueológico, que
representa las manifestaciones y es parte de la historia no sólo nuestra sino principalmente de
esa porción indígena que pobló el continente y que aún susbsiste en el país.

Para ilustrar este principio podríamos pensar en cantidad de categorías y a través de su


establecimiento actualizar en nuestro imaginario todas esas riquezas de uno y otro tipo. Así
intentar definir los conceptos y establecer cuales figuras de esa índole se presentan en el país.
Por ejemplo, en materia ambiental definir los parques nacionales naturales (en general todo el
sistema de parques nacionales naturales), las especies animales endémicas existentes en el país,
el problema de aguas, el problema que se genera frente a la biopatentación, la biodiversidad y el
biochocó o biopacífico. Frente a lo cultural la definición de patrimonio arqueológico, la de
patrimonio nacional, la de patrimonio de la humanidad, la de museo, etc. Al respecto, en tanto
que formación cultural, la escuela (la universidad), debería proporcionar una formación para una
nueva cultura que fomentará los valores de la nacionalidad con base en el conocimiento de la
historia, la arquitectura, la biología, la geografía del Estado.

Todo estos esfuerzos han sido guiados a partir de 1997 por el Ministerio de Cultura, el cual se
constituyó en el organismo promotor de las políticas culturales del estado colombiano y que ha
basado su acción en la afirmación del multiculturalismo y la descentralización y se ha
fundamentado en principios de democracia y participación, tolerancia, libertad y generosidad,
para generar espacios de reflexión capaces de impulsar el desarrollo de la creatividad nacional y
establecer mecanismos para la preservación, la promoción y la difusión del patrimonio cultural,
contribuyendo a hacer de Colombia una nación más justa, más humana, más equitativa y más
feliz, en la que sea posible la cultura de la paz.

El Ministerio de Cultura es la máxima autoridad en distintas áreas como la de Patrimonio, Artes,


Cinematografía, Fomento y Desarrollo Regional, la Infancia y la Juventud, Etnocultura. Bajo su
jurisdicción se encuentran centros como el Museo Nacional, La Biblioteca Nacional y el
Instituto Colombiano de Antropología, así como el Programa de Estímulos a la Creación y la
Investigación, dentro del cual se contemplan las becas nacionales, becas de Fondos Mixtos
Departamentales, premios nacionales, homenajes nacionales eméritos y becas internacionales.

1.11. Los idiomas oficiales

Como principio fundamental los constituyentes establecieron lo relativo al idioma oficial. El


idioma hace parte de la cultura. El lenguaje determina muchos contenidos culturales. Colombia
es un país que tiene como lengua oficial el castellano aunque esta oficialidad no lo es para
algunas tribus indígenas que tienen sus propias lenguas. Así en los lugares donde hay idiomas
naturales se han tenido como idiomas cooficiales.

La existencia de las etnias indígenas significa entre otras cosas la existencia de


aproximadamente ochenta idiomas distintos, aunque muchos pueden pertenecer a las mismas
familias lingüísticas. En lo que hace a los negros parece que las negritudes del país no
conservan los idiomas de su procedencia y la cultura recoge expresiones, nombres, en fin,
segmentos de los idiomas de los lugares de origen africano. Quizás en los palenques más
tradicionales, fundamentalmente San Basilio, haya posibilidades de reconstrucción de algún
idioma especial.

Los raizales, pobladores nativos de San Andrés y Providencia, tienen por idioma el Inglés, pues
sus raíces e historia están muy unidas a la Centroamérica antillana, donde quedan ubicadas las
islas y allí los ingleses hicieron mucha historia. Por la ubicación de estos territorios y de algunos
cayos y de bancos de arena es que Colombia es un país también centroamericano, del Caribe,
antillano.
Bibliografía:

Vásquez Cárdenas, Ana Victoria, Manual de Derecho Constitucional, Universidad de


Antioquia, Medellín, 2005.

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