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Laura Escudero Nacié en 1967, en la provincia de Cor- doba, Argentina. Es profesora de Nivel Inicial y psicdloga. Ademas de escribir para nifios y jévenes, trabaja en dife- rentes proyectos de promocidén de la lectura a través de la literatura en el ambito del cepitw, Centro de Investi- gacién y Difusién de Literatura Infantil y Juvenil. En 2005, result6 ganadora del premio “El Barco de Vapor”, por su novela Encuentro con Flo. En esta editorial tiene publicados también la serie Luna, para primeros lectores, y la novela juvenil E/ botin, n esta misma coleccion. Los parientes impostores LAURA ESCUDERO GRUPO EDITORIAL Barcelona, Bogota, Buenos Aires, Caracas, Guatemala, Lima, México, Miami, Panamé, Quito, San José, San Juan, San Salvador, Santiago de Chile, Santo Domingo www.norma.com Escudero Laura Los parientes impostores - 1a ed. ~ Buenos Aires Grupo Editorial Norma, 2008. 160 p. ; 21x14 cm. (Zona libre) ISBN 978-987-545-547-4 1. Literatura Infantil y Juvenil Argentina. |. Titulo CDD A865.928 2 A Susana, Cecilia, Caro y Mariano, porque se instalaron en mi vida y siguen por alli. © Laura Escudero, 2009 © Grupo Editorial Norma, 2009 San josé 851, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, Reservados todos los derechos Prohibida la reproduccién total o parcial de esta obra sin permiso escrito de la editorial Primera edicién: abril de 2009 Impreso en la Argentina - Printed in Argentina Edicién: Ana Lucia Salgado y Cecilia Espésito Armado de tapa: Hernan Vargas Diagramacién: Georgina Csome CC: 28001518 ISBN: 978-987-545-547-4 INDICE Capitulo | Capitulo II Capitulo III Capitulo IV Capitulo V Capitulo VI Capitulo VII Capitulo VIII Capitulo IX Capitulo X Capitulo XI Capitulo XII Capitulo XIII Capitulo XIV Capitulo XV Capitulo XVI Capitulo XVII af 15 19 23 27 33 39 45 59 67 79 81 87 a1 95 97 107 Capitulo XIX Capitulo XX Capitulo XX1 Capitulo XXII Capitulo XXIII Capitulo XXIV 1: 119 131 135 143 155 CAPITULOI Primero abri un ojo. Apenas, para no des- pertarme de golpe. Después el otro. Puse los parpados bajitos. Como ojos chinos los puse. Asi la luz entra més suave y no se siente tan fuerte. Asf no me encandila. Después, esti- ré los brazos por debajo de la almohada y saqué un suspiro pegajoso. Porque de ese modo me gusta despertarme. Muy despacio y desperezdndome como mi gato. Igual. Era un dia precioso. Tenia que serlo. Estaba justo donde queria y finalmente habia logra- do ser duefia de mi vida. No fue facil pero valid la pena, ahora podia notarlo. Recorri la habitacion abigarrada de objetos, todos mios, Laura Escudero y senti que me embargaba una placidez suave y tibia. Si, este iba a ser un gran dia. Como los que me gusta- ban. Si... de cabo a rabo. Miré el reloj sobre la mesa de luz, noté que marcaba las doce y cinco. Era mediodia, mi hora favorita para despertar. Le di cuerda, asi sonaba a las doce y siete y me quedé esperando para escucharlo. Me gusta oir el curioso golpeteo de la campana que tiene por sombre- ro. Porque mi reloj es viejo, muy viejo. Hace un ruido latoso. Y es por eso que no quiero despertarme con el clam-clam, entonces, le doy cuerda para que suene mds tarde y lo escucho sin sobresalto. Busqué a tientas las pantuflas, que no estaban al costado de la cama -nunca estaban-, y caminé en medias hasta el bafio. Eso también me encanta, digo, sentir el piso de madera con la planta de mis pies por- que las medias tienen la parte de abajo muy finita de viejas que son; y puedo sentir las ranuras y los huequi- tos. Caminar descalza no es lo mismo porque la piel se pega un poco, en cambio las medias se deslizan. Hice pis y me lavé los dientes. También la cara. Me sequé abanicdéndome con un libro de la biblioteca que tengo en el baho. No me peiné porque tengo muchi- simos rulos y el peine no me pasa. Solamente meti los dedos entre los racimos que caian sobre mis ojos, los llevé hacia atrdés y los detuve con cuatro hebillas. Me puse los anteojos. Inspeccioné el resultado. Musité una aprobacin indulgente. Estaba bien para mi. Con ese dnimo etéreo me deslicé hacia la cocina, puse la pava para hacer un café y separé tres naran- Los parientes impostores jas de la frutera. Aspiré profundo dejando escapar una sonrisa como homenaje a m{ misma. Sentf la espalda laxa, el cuerpo liviano y casi me parecié que levitaba, que flotaba sobre esa atmésfera confortable. Entonces, me servi cereales en una compotera y me senté a desa- yunar con la seguridad de que nada podria interrum- pir la armonia reciente de mi vida. Pero me equivocaba. Mucho me equivocaba. Litariaron a la puerta. Escuché clarito. Fueron golpes secos y enérgicos. Levanté la mirada con fastidio. No esperaba visitas. Ese dia era mio como todos los que vendrian y por el momento no tenia ganas de ver a nadie. A nadie en absoluto. Ademés, épor qué no usaron el timbre? Hay gente insdlita... (Qué se creen?, éque estd de adorno? No voy a abrir. Agarré la mitad de la naranja que que- _ daba sin estrujar y presioné el exprimidor. golpe poderoso embistié mi paciencia. que aclarar que, cuando recién me mi paciencia es flaquita y apenas Laura Escudero tolera un empujon. Tres asaltos a la puerta la aniquila- ron. El cuarto la pulverizo. Caminé arrastrando los pies hasta el pasillo. Me miré en el espejo de la entrada. La verdad, estaba hecha un adefesio: con el camisén destefiido, el pelo enma- rafiado y el dedo gordo del pie derecho que aparecia por el agujero de la media. “Ahora que se aguante la vision’, dije en voz alta. éA quién se le ocurre venir a madrugarme asi? Giré la llave, saqué la traba, bajé el picaporte y puse mi peor cara de malhumor. Entonces lo vi. A él no parecié importarle mi aspecto. Me dio un abrazo con revoleo de bolso y pasé para adentro. —Pero équién sos? —grité espantada—

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