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Posorha

Texto para presentar en el CASE 2019 sobre el proyecto transdisciplinar


Posorha dirigido por Rubén Riera, y danza-performance a cargo de Carolina
Pepper.

La sensación no deja de ser placentera, al menos para quienes


editan/editamos los espacios, tiempos, gestos y sensaciones,
trabajamos con y desde el movimiento, y componemos con cuerpos: el
piélago de la creación siempre tiene un gusto a dioses, pero, eso sí,
da miedo. Abismo es tener a punto todos los insumos, pero no saber
cómo caer. También es cotidiano.
El proyecto contó desde su génesis con una partitura narrativa, que
aunque sabíamos podía servir de columna vertebral para el armado de
las demás partes, era un primer acercamiento y venía implícitamente
heredado de la leyenda de la princesa Posor-Já, vocablo que significa
Espuma de mar en lengua tsafiqui. El mar cuenta como un motivo en
sí mismo para el movimiento, con lo cual pude empezar mi
investigación física desde ahí.
En cuanto al lenguaje con el que debía corresponderse mi presencia
en escena, se entiende en el contexto de la historia, que debía ser
misterioso, de gestos ocultos y miradas atentas, sensibilidad fina
transmitida desde lo esencial. Lo que aprendí en el camino a
denominar foco interno, y que saben mis estudiantes, no es fácil poner
en común. Este requerimiento supone un profundo agrietamiento que
desemboca en un cuerpo plenamente delato a sí mismo.
“¿Usté quiere que le cuente? Aaaaay yo le voy a contá… Oiga, ese
día, el sol pegaba durísimo…”

Siguiendo con la leyenda, esta Princesa, hija por adopción del


cacique y su esposa, fue más bien una shamana a decir de quienes la
sitúan en contexto, es decir, justo en el umbral entre los dioses y los
humanos por sus poderes curatorios y adivinatorios. O una bruja, dicho
esto con todo el tenor reivindicativo que evoca a aquellas mujeres
señaladas y perseguidas por sus capacidades, que han resultado
histórica y reiteradamente en una ofensa para el poder de turno. De
aquí que este cuerpo en escena se mantuviera a salvo de
manierismos de realeza y más cercano al lugar que a una mujer le
representan la seguridad de sus decisiones, el empoderamiento, si se
quiere, como actitud materializada.
Luego estaba la presencia de la voz narrada, como un insumo más,
importantísimo y activo en la obra. También de mujer, y asimismo más
cercana a la tierra y a sus voces, hecho que es de destacar como un
acierto (y lo remarco a partir mis secuelas de productora radial y
locutora durante casi dos décadas).
“Ese envuelto era…era como de unas mantas tejidas, que tenían
bordados unos palitos, unas bolitas…unos símbolos muy bonitos. Y
cuando…cuando abrimos esas mantas ¡Oiga, a mí los ojos se me
abrieron todititos! ¡Uy, que yo los tengo así chinitos… se me hicieron
grandoootes!

Me es pertinente señalar el carácter del acercamiento entre el


componente sonoro, más específicamente el musical, en su relación
con lo expuesto escénicamente.
La danza, que no el baile por ejemplo, puede hacer uso o desligarse
de la compañía o imposición eventual del elemento música, la danza
puede hacer uso de la rítmica corporal particular, partiendo de la premisa
de que todo lo que hacemos con el cuerpo tiene un ritmo, su ritmo. De
modo que una danza puede ejecutarse, también, acompañada de un
absoluto silencio, o hacer uso puntual del mismo, sin que eso implique
pausas de movimiento, o más bien todo lo contrario. La famosa
referencia a la relatividad del silencio en el universo, que John Cage
demostró, no deja de ser parte de estas consideraciones.
Siendo entonces que la obra se accionaba a partir del diálogo entre
el espacio, la danza, el videoarte, los músicos y sus instrumentos,
percusión en vivo, la variedad de juguetes sonoros entregados al
público, los sensores de movimiento adaptados a la caña guadúa
colocada y activada en el cuarto segmento de la obra, las opciones
para la creación y ejecución del movimiento, amplísimas se veían
únicamente limitadas por las pautas de mi propio guión, por lo demás,
dejaba espacio a la composición instantánea.
Los registros no son nobles, es una obra para presenciar.

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