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FORMAR
ELCORAZÓN
ENESPERANZA
Propuestas para
la formación de sacerdotes
y consagrados/as
Fares, Diego
1. Religión. I. Título
todos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por
las Leyes 11.723 y 25.446.
Tu corazón sabe que no es lo mismo la vida sin Él; entonces eso que has
descubierto,
eso que te ayuda a vivir y que te da una esperanza, eso es lo que necesitas
comunicar a los otros.
(Evangelii Gaudium 121)
A Alfonso Villalba, SJ
PRÓLOGOALAPRIMERAEDICIÓN
Por lo pronto, comienza con la elección. La que hace el rey David de seguir
al Señor. Podríamos decir que el autor ha elegido, y ha elegido bien. Está
satisfecho con su elección. Las páginas de su libro no hacen más que
confirmar la tranquilidad y cierta serenidad con que las personas que han
elegido bien enfrentan los desafíos cotidianos. Digamos que trasuntan ese no
reprocharse nada por la elección hecha.
La imagen del rey David, incómodo con el traje de guerra de Saúl, nos dice
también que Diego es un hombre que se ha acostumbrado a pelear con armas
propias. Con sus propias armas. No hay arrogancia en el David que rechaza
las 5
Como educador, diría que este libro, que está orienta-do a aquellos que son
formadores de semanarios, religiosos y consagrados, puede ser útil para todo
educador que quiera ser formador de corazones. Está destinado a aquellos
que quieran formar el corazón de sus discípulos. De sus amigos. ¿Quizá de
sus alumnos?
Hugo Salaberry, SJ
Obispo de Azul
PRESENTACIÓN
INTRODUCCIÓN
ALAEDICIÓNITALIANA
ELPAPAFRANCISCO
YSUMODODE
“FORMARELCORAZÓN
E N E S P E R A N Z A”
La expectativa:
(…) Por tanto les recomiendo que aprendan a ser hombres de horizontes
amplios, hombres magnánimos; que se cuiden de los ‘males de clausura’ que
vuelven pusilánime nuestro corazón, apocan nuestras decisiones y nos hacen
sórdidos en las actitudes de hombres de Iglesia (…) Aprendan que la
magnanimidad del jesuita radica tanto en ‘no asustarse ante las 10
11
Argentina, tarea a la que se dedicaron con alma y vida, nos hizo —nos
hicieron— sentir que formar religiosos era la tarea más importante del
mundo, que apostaban todo a nosotros y que de esa formación saldrían
grandes frutos para la Iglesia. Recuerdo que al escuchar sus primeras
homilías, como provincial, a los siete novicios que éramos, pensaba:
En cuanto a los temas del libro, las mejores cosas son desarrollo de ideas
suyas, que compartimos a lo largo de los años de formación y, luego,
trabajando juntos en San Miguel y en Buenos Aires. El capítulo “Formar en
Esperanza”, tiene como antecedente un artículo suyo del año 1990: “Y
conforme a esta esperanza”. Recuerdo que me lo dio a corregir y me pidió
que le pusiera títulos, para que se destacara la estructura. Mi impresión
siempre fue que los títulos quedaron un poco “escolares” y que no hacen
justicia a la intuición de fondo, pero él los dejó igual. Su forma de trabajar
con otros siempre fue así, desprendida de toda auto-referencialidad: no le
molestaba que un escrito suyo “disminuyera” en calidad en algunos aspectos,
al hacerlo pasar por la mano de otro. Le importaba más lo que se ganaba: que
las cosas se hicieran, que aprendiéramos a 12
13
Transcribo este texto porque puede ayudar a comprender el tipo de orden que
tiene en mente Francisco, su dinamismo de “salida”, de trascendencia (hacia
Dios y hacia el prójimo) y que, a los que consideran que hay orden sólo
cuando todo está quieto, los preocupa y angustia.
ñero, maestro y padre”, lo tiene a él como modelo: “hay personas que tienen
la gracia de ser “padres adoptivos” de otros, a quienes engendran en la fe. En
ese altísimo sentido son padres el Papa, los obispos, los sacerdotes, los
‘padrinos’… y el padre espiritual” 4. La intuición de que el “formador” según
el Evangelio no está atado a ningún paradigma sólo humano y que puede
valerse o no de todas las ciencias actuales, porque encuentra gran libertad
espiritual para formar mirando a la Trinidad, viene de haber experimentado
siempre con agradecimiento y admiración esa capacidad de Bergoglio de ser,
al mismo tiempo y sin “división ni confusión”, como dice la fórmula
Cristológica, padre, maestro y compañero.
14
“El mal superior y su imagen” 5. Me hacía notar un amigo jesuita que en este
artículo que Jorge nos compartió como Rector en 1983, se encuentra una
reflexión fuerte sobre un problema central que hay en la formación desde
hace años y que es que pocos se animan a mandar y a formar. Los superiores
(padres, maestros, formadores, obispos…) no se animan a mandar ni a
formar. En un mundo donde los que se dedican a los negocios mandan, sin
contemplaciones, buscando el beneficio de sus empresas, los que tienen a su
cargo hacer rendir los talentos del reino temen mandar. Bergoglio, en aquella
plática ponía el acento no en la imagen del mercenario que se opone
clásicamente a la del buen pastor, sino la imagen del “hombre o la mujer que
venden la heredad que recibieron gratuitamente” (228). “Pa-ra Jesús, quien
vende su heredad, quien no pastorea a su pueblo con lealtad a las promesas
recibidas, es un “guía ciego” (229). Los prototipos bíblicos del que no
negocia ni vende la heredad son Nabot, Susana, la madre de los Macabeos,
las vírgenes prudentes, Esteban… Y la imagen de los que venden la heredad
son Sansón, Esaú, Ananías y Safira…
15
sus ovejas, de las que no se avergüenza y por las que peleará delante del
Señor”), del superior desmemoriado (que ha perdido la memoria de su
familia religiosa y la capacidad de discernir, por tanto, para el bien de su
heredad), y del superior falto de piedad (virtud que garantiza nuestra
pertenencia a una familia religiosa, al carisma fundacional y a las tradiciones
del Instituto). Bergoglio distingue, paradojalmente, este “ser ciego” del mal
superior, con el
“no ver” la plenitud de la heredad y ser capaz de “saludar las promesas desde
lejos”, con júbilo, propio del buen superior (238-239).
El formador es
superior a “la formación”
www.lagazeta.com.ar/hacienda_de_figueroa.htm.
16
con ejemplos cómo la realidad es superior a la idea y no basta con dictar una
Constitución ideal para que unifique a los pueblos. Decía Rosas:
“Si se me preguntase dónde está hoy ese lugar (para sede de la capital de la
nación) diré que no sé, y si alguno contesta-se que en Buenos Aires, yo diría
que tal elección sería el anuncio cierto del desenlace más desgraciado y
funesto a esta ciudad, y a toda la República. El tiempo, el tiempo solo, a la
sombra de la paz, y de la tranquilidad de los pueblos, es el que puede
proporcionarlo y señalarlo”.
yor su caída, porque nunca sucede ésta sino convirtiendo en escombros toda
la República”.
18
“Al comienzo fue una pregunta: ¿Rezo?, que se extendió luego: los
sacerdotes, los consagrados y consagrados de la Arquidiócesis ¿rezamos?,
¿rezamos lo suficiente, le necesario? Tuve que darme la respuesta sobre mí
mismo. Al ofrecerles ahora la pregunta mi deseo es que cada uno de ustedes
también pueda responderse desde el fondo del corazón”. Nos advertía
entonces contra el “pesimismo difuso” que nos “unge con una psicología de
derrotados”. Corremos el peligro de “llegar maltrechos al final del día y que
se nos filtre en el corazón un cierto pesimismo difuso que nos abroquela en
‘cuarteles de retirada’ y nos unge con una psicología de derrotados que nos
reduce a un repliegue defensivo” .
Y agrega:
zón fatigado en la oración. Así nos quiere Jesús que nos llamó. Que Él nos
conceda la gracia de comprender que nuestro trabajo apostólico, nuestras
dificultades, nuestras luchas no son cosas meramente humanas que
comienzan y terminan en nosotros. No se trata de una pelea nuestra sino que
es “guerra de Dios” (2 Cron. 20, 15); y esto nos mueva a dar diariamente más
tiempo a la oración”.
La profundidad histórica
del testimonio
Dejar los temas tal como fueron escritos en 2001, un poco como en medio
entre lo que nos enseñó Bergoglio durante los 30 años anteriores y lo que
ahora nos enseña Francisco, a partir del 2013, tiene el valor de dar “espesura
temporal” a la palabra. Contar la historia de una semilla que dio fruto ayuda a
poder saborearla íntegra en las distintas etapas de su crecimiento, ayuda a
confiar en la auten-ticidad de una doctrina y en la coherencia de un mensaje
que se encarnó y se hizo vida.
formador por sus formandos y también el hecho de formar de tal manera que
el discípulo también forme a otros, sin que esto quite nada, sino todo lo
contrario, a la figura del maestro. Cuentan que San Pedro Canisio (creo que
fue él y si no algún otro de los primeros jesuitas), que había hecho sus
Ejercicios con Pedro Fabro, había quedado muy impresionado de su persona
(Ignacio mismo decía que Fabro era el que mejor daba los Ejercicios). El
asunto es que Canisio tenía que ir a conocer a Ignacio y pensaba si se-ría
posible que fuera más “especial” (o grande o santo, no sé cómo decir) que
Fabro. Y que cuando lo vio y lo trató, Fabro le parecía un niño de escuela al
lado de Ignacio.
Mirar al futuro
Termino con una reflexión acerca de lo que nos pide el Papa Francisco con
ocasión del Año de la Vida Consagrada haciendo notar la sintonía con las
propuestas del libro, que quiere leer “La vida religiosa en clave de esperanza”
(36
Y más adelante nos propone como tercer objetivo para este año, “Abrazar el
futuro con esperanza”. Dice: 21
Las “cosas grandes” que el Espíritu Santo quiere hacer con nosotros, como
hizo con nuestra Señora, el Papa Francisco las sitúa no en un ámbito “elitista”
sino en medio del Pueblo Fiel. Como dice Evangelii Gaudium en un parágra-
fo muy original: “Todos somos discípulos misioneros”. Allí Francisco se
explaya en esa confianza suya en el Pueblo Fiel de Dios, que es infalible “in
credendo” y “cuando cree no se equivoca, aunque no encuentre palabras para
explicar su fe” (EG 119).
22
“Por supuesto, dice Francisco, que todos estamos llamados a crecer como
evangelizadores. Procuramos al mismo tiempo una mejor formación, una
profundización en nuestro amor y un testimonio más claro del Evangelio. En
este sentido, todos tenemos que dejar que los demás nos evangelicen
constantemente; pero eso no significa que debamos postergar la misión
evangelizadora, sino que encontremos el modo de comunicar a Jesús que
corresponda a la situación en que nos hallemos (…). Tu corazón sabe que no
es lo mismo la vida sin Él; entonces eso que has descubierto, eso que te
ayuda a vivir y que te da esperanza, eso es lo que necesitas comunicar a los
otros. Nuestra imperfección no deber ser una excusa. (…) Como san Pablo
decimos: ‘no es que lo tenga ya conseguido o que yo sea perfecto, sino que
continúo mi carrera (…) y me lanzo a lo que está por delante’ (Fil 3, 12-13)”.
23
INTRODUCCIÓN
“ELIGIÓDELTORRENTE
C I N C O C A N T O S D E P I E D R A …”
(1 Sm 17, 40)
para el combate,
(Sl 144, 1)
El ir rezando y trabajando esta imagen tan rica —en la que se juntan la guerra
y el viaje, símbolos de la vida y, por lo tanto, también de la vida religiosa—,
salió esta primera reflexión acerca de “las armas de Dios” para la formación,
que puede introducir el libro a manera de un prólogo largo.
Son temas un poco elegidos un poco “al azar”, a la manera como David eligió
como armas aquellos “cantos de piedra”. Pero el azar (o, mejor, la
providencia) está nada más en que se encuentre y se prefiera, en un momento
dado, es-te o aquel “canto de piedra”, en que las meditaciones sean hoy éstas
y tengan esta forma; pero no es casual la intención de fondo de buscar una
formación sólida, que permita recorrer el camino de seguimiento de Cristo, y
vencer a los enemigos que se van presentando a los largo de la vida.
26
Lo que todo formador busca es esa “Piedra” —desechada muchas veces por
los arquitectos— que es capaz de destruir el mal y ser cimiento sólido para
apoyar el pie y edificar en Dios.
La imagen de David
Pero vayamos a esa historia en la que encontramos esa imagen de David que
queremos contemplar.
El libro de Samuel nos cuenta cómo David fue envia-do por Jesé, su padre, al
campamento, para llevarles unos quesos a sus hermanos y enterarse de su
salud. Cuando, al acercarse al campamento, oye los gritos de Goliat, que
“injuria a las huestes del Dios vivo”, David se llena de in-dignación (algo de
esto suele haber en ese “jugarse entero”
Pero David no se achica; tiene claro que su batalla contra Goliat será “en
nombre de Yahveh Sebaot”. Por eso res-27
ponderá a las burlas del gigante dando testimonio de que, cuando lo mate,
toda la asamblea de Israel sabrá “que ni por la espada ni por la lanza salva
Yahveh, porque de Yahveh es esta guerra y Él te entrega en nuestras manos”
(1 Sm 17, 47).
Entonces se lo quitaron.
eligió del torrente cinco cantos de piedra lisos y los puso en su zurrón de
pastor,
se enfrentó al filisteo…
(1 Sm 17, 38-40)
28
—el demonio, el mundo y/o la carne, como dirían los antiguos—; a ese
Goliat que siembra el temor y el descon-29
cierto en el campamento de los amigos del Señor; a ese Goliat que provoca
divisiones internas y huidas que toman la forma de posturas temerosas o de
posturas bravuconas que terminan mal, no hay con que darle si no es con las
armas de Dios.
Podemos recordar aquí esa otra imagen tan linda de Jo-sué sacando las doce
piedras —que luego erigiría como memorial— de en medio del Jordán, cuyas
aguas separó el Señor para que entrara el Pueblo a la tierra prometida: Una
vez que pasó toda la nación,
30
“Caminen delante del Arca hasta el medio del Jordán y traigan de allí al
hombro una piedra por cada tribu.
pues cuando sus hijos les pregunten en el futuro qué significan para ustedes
estas piedras,
Cuando el Arca del Señor iba atravesando el Jordán las aguas se dividieron
ante ella.
(Jos 4, 1-7)
En el fondo, lo que queremos decir es que la vida religiosa es, a la vez, viaje
y guerra, y la formación debe abrir caminos y dar armas, para que la buena
semilla de la vocación —que crece por sí sola— madure y dé el ciento por
uno.
Los medios técnicos que tenemos a nuestro alcance pa-ra formar a otro nunca
han sido tantos y, sin embargo, pareciera que no logramos formar bien. Como
si no supiéramos qué hacer con las personas…
¿No será que, a la hora de formar, miramos más las “cosas” —lo accesorio—
que el corazón? Nos preguntamos por las técnicas que hay que usar, por los
medios que hay que disponer, por la casa ideal en la que hay que vivir, por la
31
inserción en la sociedad que debemos tener, por los recursos con los que
podemos contar…; pero ¿nos preguntamos si es eso lo que entusiasma a
alguien para entrar y perseverar en la vida religiosa?
¿No será que hacemos —como dice Crispino Valenzia-no— planes
pastorales y de formación “cosistas”, que se ocupan de las cosas y de las
necesidades, y no de las personas y de los carismas, planes que no
entusiasman, porque no “queman por dentro” ? 8
Es cierto que no todos los hombres son como David, capaces de rechazar las
armas inútiles y salir a combatir con las propias, confiados en el Señor.
Muchos se desilusionan ante cierto escepticismo de los mayores, parecido al
de Saúl, que de muchas maneras les hace sentir “no eres un hombre de
guerra”, y no se acercan a nuestras filas o salen malheridos a poco de haber
entrado a la vida religiosa.
Otros aceptan con gusto todas las armaduras que se les brindan y se revisten
de corazas defensivas, cosa que el mundo no los toque, cuando lo propio del
cristianismo es esa apertura al Dios Mayor que nos interpela en el diferente,
ese amor que acepta “la herida del otro”.
Pero, más allá de estos dos extremos —de los que no se acercan o se van y de
los que buscan asegurarse—, es bueno pensar en los jóvenes que, como
David, sienten amor a la Iglesia —a la “asamblea de Israel”—, les duelen en
el corazón las injurias del mundo y desean “irse en busca de la justicia, de la
fe y de la caridad” (2 Tm 2, 22), como le dice san Pablo a su hijo espiritual
Timoteo.
32
Allí tiene que apuntar toda tarea formativa: a ayudar a que tome forma y se
consolide esa gracia que el Señor suscita como semilla en los corazones de
todas las generaciones y que se llama vocación, contando con que es la
Sabiduría de Dios la que “renueva el universo; en toda las edades, y
entrando en las almas santas, forma en ellas amigos de Dios y profetas”
(Sab 7, 13).
No se trata de reírse de las armas de Saúl (con esas actitud burlona con que
algunos miran las costumbres y las modas de la vida religiosa preconciliar)
para reemplazarlas por otras más modernas. Son “armas”, al fin, ellas
también.
No vaya a ser que, a cambio de los escudos y las corazas antiguos (de tocas y
sotanas…), carguemos a nuestros jó-
venes con el peso de los escudos y las corazas modernos, y que, llenos de
teléfonos celulares y computadoras personales, en vez de guerreros que
combaten en esperanza las batallas de Señor nos salga un campamento de
refugiados…
No vaya a ser que, en vez de jóvenes que siguen los pasos de Jesús con
alegría y olvido de sí, formemos gente que se enrosca cada vez más en su
propio yo y termina siendo eternos clientes de psicoanalistas. No vaya a ser
que, en vez de evangelizadores que den testimonio ante la Asamblea del
poder del Señor, nos salgan entusiastas del e-mail o puros expertos en
márketing clerical, gestores eficientes de un 33
Está bien tomar conciencia del “modelo eclesial” que queremos —hoy en día,
se habla de un modelo eclesial de comunión ecuménica que deje atrás el
modelo de la contrarreforma—, pero recordemos que no fue un modelo lo
que seguían nuestros hermanos mayores, los santos, sino a Jesucristo
viviente, que los llenaba de fervor en el servicio y la evangelización de sus
hermanos. Es una fervorosa caridad la que justifica la vida religiosa, y no el
modelo desde el que se explica luego o en el que adquiere forma.
Detrás de muchos “prudentes”, que revisten a sus formandos con todas las
armas habidas y por haber, y los convierten en una especie de “caballeros de
armaduras oxidadas”, suele esconderse una mirada que, fascinada por el
enemigo, lo ve tan cruel y poderoso que todo el esfuerzo se les va en armarse,
y terminan encerrados en sus armaduras sin abrirse a la esperanza en el que
ha vencido al mundo.
34
“los desafíos del mundo moderno”. Son éstos los que quieren responder cada
una de sus bravuconadas reinventando hábitos y misiones como desde cero y
desbaratando la serenidad que requiere la formación al ritmo de los seudo-
desafios de moda.
Si la otra fascinación hacia ver a Goliat más fiero de lo que en realidad es,
este otro tipo de fascinación —más mun-dano y actualizado— parece negar
la maldad y la capacidad de dañar personas concretas que tiene el enemigo.
Este tipo de fascinación se puede ver en aquellos en los que to-do su
entusiasmo “se les va en papeles”: hacen planes es-tupendos mientras pierden
una a una las vocaciones concretas que el Señor les mandó.
Y hay una tercera fascinación que es del tipo paralizante. Tiene también
variadas formas; consiste en “no ver al enemigo”: de tanto miedo que
produce, se lo niega, no se lo ve. Pero la señal de que esto es una fascinación
se puede deducir de algunas actitudes de los fascinados: tienen gestos y
movimientos de “sitiados”. No ven al enemigo, pero no se alejan de su
campamento; no ven al enemigo, pero se disputan pequeños espacios de
poder —siempre dentro del campamento—; no ven al enemigo, pero
acumulan provisiones personales en vez de salir a sembrar; no ven al
enemigo, pero en su no salir a combatir para entrar en la tierra prometida se
esconde un rechazo a “tener hijos espirituales” que los sucedan. De eso, en
todo caso, se tendrá que ocupar Dios, si el posmodernismo lo deja.
35
Esperanza para el viaje, coraje para la batalla Por eso, las propuestas para
la formación que buscamos quieren ir por el lado de la esperanza y del coraje:
con David, tienen que surgir del corazón de todo formador un sí lleno de
esperanza a Dios nuestro Señor y un no repetido a cada forma de fascinación
y de huida.
Respecto del coraje, hay una imagen muy linda en el libro del Eclesiástico, en
la que el que habla es un verdadero formador. Es el que dice a su hijo: “Hijo,
si quieres acercarte a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba”
(Ecl 2, 1). El buen formador prepara a los suyos para una larga marcha y los
entrena para una lucha a muerte. No los ilusiona con aventuras fáciles ni los
arma para peleas de sacristía. El pasaje del Eclesiástico es muy hermoso y
puede ayudarnos releerlo entero:
36
¡Ay del corazón caído, que no tiene confianza! Por eso no será protegido.
¡Ay de ustedes, los que perdieron el aguante! ¿Qué van a hacer cuando el
Señor los visite? Los que temen al Señor no desobedecen sus palabras, los
que le aman guardan sus caminos. Los que temen al Señor buscan su agrado,
los que le aman quedan llenos de su Ley. Los que temen al Señor tienen
corazón dispuesto, y en su presencia se humillan. Caeremos en manos del
Señor y no en manos de los hombres pues, como es su grandeza, tal su
misericordia” (Ecl 2, 1-18).
37
“Que nadie se acobarde por ése. Tu siervo irá a combatir con ese filisteo
[…]. Cuando tu siervo estaba guardando el rebaño de su padre y venia el
león o el oso y se llevaba una oveja del rebaño, salía tras él, lo golpeaba y se
la arrancaba de sus fauces, y si se re-volvía contra mí, lo sujetaba por la
quijada y lo golpeaba hasta matarlo […]. Yahveh, que me ha librado de las
garras del león y del oso, me librará de la mano de ese filisteo” (1 Sm 32
ss.).
“Revístanse de las armas de Dios, para poder resistir a las a-cechanzas del
Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la 9 Cf. A. Grün, Nuestras propias
sombras, Madrid, 1991.
38
carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Po-testades, contra
los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que
están en las alturas. Por eso, tomen las armas de Dios, para que puedan
resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, mantenerse firmes”
(Ef 6, 11-13).
—en esos principados de las herejías de moda que no tienen autor que les
ponga su nombre pero que influyen en nuestra mentalidad y ejercen un
dominio mayor que el de cualquier persona—, es saludable recordar ese
lenguaje del Señor, que no tenía miedo de decirles a sus amigos: “‘¿No los he
elegido yo a ustedes, los Doce? Y uno de ustedes es un diablo’. Hablaba de
Judas, hijo de Simón Iscariote, porque éste le iba a entregar, uno de los
Doce” (Jn 6, 71).
Y, si esto asusta, recordar a David que se dejaba tirar piedras por Semeí
cuando huía de Jerusalén, subiendo la cuesta del Monte de los olivos (2 Sm
16, 6); recordar a Pedro, que también se dejó decir “Aléjate de mí, Satanás” ,
y ese “pie-drazo” de su Señor le sirvió para humildad, para discernimiento, y
para dejarse perdonar y conducir por su Amigo y Salvador Jesús, y ser
“Piedra” para la edificación de la Iglesia.
Esperamos que estas reflexiones ayuden a despejar el camino para que dentro
de la Iglesia nos formemos con la alegría de los amigos en el Señor y la
solidez de la esperanza puesta sólo en Cristo.
39
.I.
FORMAR
ENESPERANZA
de él viene mi esperanza;
mi ciudadela, no he de vacilar;
la roca de mi fuerza.
INTRODUCCIÓN.
ELESPÍRITUSANTO:
CUSTODIODELAESPERANZA
“El Espíritu Santo —dice Juan Pablo II— no deja de custodiar la esperanza
en el corazón del hombre: la esperanza de todas las criaturas humanas, y
especialmente de aqullas que
43
Es conmovedor ver cómo los que no creen ponen los ojos en la esperanza
cristiana. Ellos no se fijan tanto en nuestra fe —que pueden discutir—, ni en
nuestra caridad —cuyos gestos visibles comparten aunque no comprendan la
motivación profunda, el amor al prójimo por amor a Dios—, sino que ponen
los ojos en nuestra esperanza.
44
En el hermoso librito que escribieron Eco y Martini, En qué creen los que
creen, 11 el primer planteo que hace Eco es sobre la esperanza.
“Para que una reflexión sobre el fin estimule nuestra atención tanto hacia el
futuro como hacia el pasado, para considerarlo de manera crítica, es
necesario que este fin sea ‘un fin’, que tenga el carácter de un valor final
decisivo, capaz de iluminar los esfuerzos del presente, y dotarles de
significado. […] La experiencia nos demuestra que solamente nos
arrepentimos de aquello que presentimos poder hacer mejor” .
20-21 y 29-30.
45
No es sorprenderte
Que para no verme verdaderamente sería necesario que estas pobres gentes
fueran ciegas.
46
No es sorprenderte.
Esas pobres criaturas son tan desdichadas que, a menos de tener un corazón
de piedra, cómo no van a tener ninguna caridad unas con otras.
Cómo no se van a sacar el pan de la boca, el pan de cada día, para dárselo a
los pobres chicos que pasan.
Mi Hijo, su hermano.
A mí mismo.
Eso es sorprendente.
Que esos pobres niños vean todo lo que sucede y, sin embargo, crean que
mañana será mejor.
Que vean qué pasa hoy día y crean que todo será mejor mañana por la
mañana.
Inmortal.
Ella sola, llevando a las otras, que atravesará los mundos revolucionados.
47
Para esperar, hijo mío, hace falta ser muy afortunado, hace falta haber
obtenido, recibido una gracia muy grande.
Mis tres virtudes, dice Dios, no son otra cosa que hombres y mujeres en una
casa familiar.
48
Es que resulta difícil engañarse con ella. Más difícil que con las otras dos. La
esperanza no se puede fingir. Además, aun humanamente, es indestructible
pues siempre renace, pero esa indestructibilidad no tiene nada de armadura
externa: la esperanza renace siempre débil y pequeña como un niño recién
nacido. Su existencia en nuestro corazón se po-ne en juego cada día. Cada
mañana, nos despierta con una invitación, nos hace una propuesta. Y le
somos fieles o la traicionamos.
49
Lo que me toca es iluminar con su lucecita mis gestos, dejar que ella les
transmita su calidez.
No importa qué.
Eso no es lo importante.
En la consistencia de mi corazón.
¿Pueden mirar mis hijos —mis hermanos— a través de él (en mis ojos es
donde se nota), o vuelvo con los ojos velados?
50
LAVIDARELIGIOSA
E N C L AV E D E E S P E R A N Z A
Al comienzo de Vita consecrata, el Papa nos dice que “la vi-da consagrada
es un don a la Iglesia”, un don esencial, “porque está en el corazón mismo
de la Iglesia como elemento decisivo para su misión ya que indica la
naturaleza intima de la vocación cristiana y la aspiración de toda la Iglesia
hacia la unión con el Esposo (Lumen gentium 44) ” (VC 3).
En este sentido, creo que es una ventaja el que el mundo moderno haya hecho
entrar en crisis la vida religiosa en cuanto forma de vida culturalmente
aceptada. Lo propio de la vida religiosa es ser “contracultural”.
“Contracultural”, no por una cuestión de ascética o de rechazo del mundo.
Es-to suele ser una consecuencia.
Tenemos que llegar a ser “hombres que esperan contra to-da esperanza”
(Rm 4, 18), como Abraham. Hombres que les pasan la antorcha a los jóvenes,
como Pablo a Timoteo, “por mandato de Jesús nuestra esperanza (1 Tm 1) .
Hombres que, co-mo pide Pedro, estén “siempre dispuestos a dar respuesta a
to-do aquel que nos pida razón de nuestra esperanza” (1 P 3, 15).
53
LAVOCACIÓN:
MEMORIAYESPERANZA
“atrae” a alguien y lo acerca su Hijo. En todo hombre o mujer que “se inclina
decididamente a consagrarse a Dios esta vocación nace en primera instancia
de una honda y raigal experiencia espiritual […] de que Dios es el Absoluto
[…].
Esta experiencia es sentida como evidencia interior, la que entraña una
atracción profunda hacia Dios, raíz del alma, casi irresistible”. 13 Es Jesús
mismo el que mira de manera especial a alguien y lo llama a su seguimiento;
es el Espíri-tu el que suscita los modos de seguir al Señor.
Por eso, la formación en sus etapas debe apuntar a lo esencial, debe ponerse
al servicio del ese don de Dios y nu-trirlo con alimentos de vida eterna. Y lo
esencial es ese ca-rácter absoluto del don, que debe recordarse siempre y
renovarse cada día. Alimentar la memoria del don recibido significa
reconocer que la vocación no es un entusiasmo humano sino un don de Padre:
“nadie viene a mí si mi Padre no lo atrae”.
13 Cf. F. Boasso, Fundados sobre piedra, Buenos Aires, 1999, pág. 29.
54
Importancia de la relación
55
“el fruto viviente” de nuestro modo de vida. Son modelos reales a donde los
jóvenes tienen que apuntar. Porque hay que ser realistas. Como dice la
Escritura “no soy [no seré]
mejor que mis padres” (1 R 19, 4). Un joven que entra en la vi-da religiosa
tiene que poder mirar a los ancianos y encontrar algunos, uno al menos, del
que pueda decir: “Yo, si lle-go a viejo, quisiera ser como ése”.
Como dice Pablo: “El que entregó a su propio Hijo por nosotros, ¿cómo no
nos dará con él graciosamente todas las [demás]
Como dice la Carta a los Hebreos: “la fe [en lo que Dios ha hecho] es el
fundamento, el argumento de las cosas que se esperan” (Hb 11, 1 ss.).
57
ja, el que vigila tiene como tarea mirar primero hacia atrás: en lo hondo de la
memoria.
La esperanza custodia nuestra memoria. Mira primero hacia atrás. Allí están
escondidas las maravillas que el Se-
ñor hizo con nosotros. Porque el espíritu ya sembró lo que nos promete para
adelante. Recordar con esperanza es la gracia del Espíritu.
¿Qué quiere decir esto? El que no tiene esperanza de ver algo nuevo en su
pasado es difícil que lo espere para adelante. Hacia adelante, humanamente,
las expectativas se acortan. “Si el Señor no me hizo santo a los veinte, difícil
que logre algo mucho mejor el año que viene”. Esta manera de pensar no es
cristiana. Lo primero que se hace al con-vertirse de veras es recuperar el
pasado. O como gracia o como pecados perdonados.
No hay santidad sin una valoración inmensa del pasado, que pasa a ser visto
como providente preparación de Dios.
59
Mirar más atrás, mirar hasta encontrar la última consolación que tuve, como
dice san Ignacio. Y, si no encuentro motivos, mirar más hondo…, hasta
encontrar al Señor.
Hasta encontrar las cosas sencillas que quizás desprecié al construir mi vida:
el agua pura del Bautismo, la fe que tenía en mi primera comunión, el cariño
de mis padres… Mirar más hondo, hasta encontrar al niño que fui y que
quizás abandoné. “Si no te haces como este niño” es una invitación a
recuperar la esperanza mirando al pasado.
60
Puede ayudar recordar aquí el pasaje de los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-
35) y releerlo en clave de esperanza, tomando algunos puntos para meditar.
CONVERSIÓNYSEGUIMIENTO
(DV 67).
“el que tenemos desde el comienzo” (2 Jn 1, 1-5); esto es lo que hace Pablo
con Timoteo, cuando lo exhorta: “conserva el buen depósito mediante el
Espíritu Santo que habita en nosotros” (2 Tm 1, 14).
Cuando Pedro le pregunta a Jesús “¿dices esto para nosotros o para todos?”
(Jesús estaba hablando de “estar como los que aguardan a su Señor”), el
Señor le responde con la parábola del administrador fiel y solícito: “al que
mucho se le confió, más se le exigirá” (Lc 12, 48). Esperarlo todo de Él,
esperarlo a Él —en Él sólo tener nuestra esperanza—, ésa es “la mejor
parte” .
63
Que el Espíritu sea el Señor
de nuestra esperanza
El Espíritu “no deja de ser el custodio de nuestra esperanza”, pero es también
tarea nuestra “dejarlo realizar bien su trabajo”. Y dejar que el Espíritu
custodie nuestra esperanza no es tarea fácil. Para un cristiano, pareciera que
la caridad se impone por su propia fuerza: “hacer el bien” es una ley que está
escrita en nuestro corazón, y basta acercarse un poco al que está necesitado,
al que sufre, para que se nos vuelva claro lo que tenemos que hacer.
reas y pide al Señor que las bendiga, con la esperanza de que sean semillas
que den fruto.
Que el Espíritu sea Señor de nuestra esperanza implica dejar en sus manos,
con alegría, el manejo de los tiempos.
Hay dos maneras pecaminosas de manejar el tiempo: la presunción y la
desesperación. La presunción es una forma de anticipación: uno anticipa el
gozo que se le prometía en esperanza y dispone de él a gusto o antes de
tiempo. Esta forma de desesperanza se esconde en lo profundo de todas
nuestras vanidades y concupiscencias.
Hace bien identificar las raíces de nuestros pecados, y ver allí, como raíz
principal, la falta de esperanza. Curiosamente, en el momento mismo en el
que uno confiesa al Señor 66
San Lucas nos muestra como el Señor entra primero en la familia de Pedro —
yendo a su casa y curando a su sue-gra—, luego en su trabajo —rogándole
que le preste su barca para predicar: “en tu palabra echaré las redes” (Lc 5,
5)—, y por fin en su corazón.
Así termina el Evangelio de Juan, con Pedro siguiendo a Jesús, sin mirar
atrás: “A ti que te importa, tú sígueme” (Jn 21, 22). La imagen definitiva de
Pedro es la del hombre que salta de la barca y sigue a Jesús, caminando sobre
las aguas (Mt 14, 28-31). Ha dejado toda seguridad para quedar a merced del
Señor, que lo toma consigo y lo lanza a la misión.
67
Pedro es formado en el dejarse lavar los pies (Jn 13, 6), en el dejarse tomar la
mano ( “Al punto Jesús, tendiendo la mano, asió de el” , Mt 14, 31), en el
dejarse mirar por Jesús ( “… y el Señor miró a Pedro” , Lc 22, 61). Los
Evangelios expresan esto con la frase “tomar consigo” . Jesús “toma consigo
a Pedro…” en la Transfiguración (Mt 17, 1) y en la Agonía en el huerto (Mt
26, 37).
Este “ser tomado” con Jesús ira suscitando en Pedro el deseo profundísimo
del seguimiento: “¿por qué no puedo se-guirte ahora?” (Jn 13, 37); que será
confirmado por el Señor con el “apacienta mis ovejas” (Jn 21, 15 ss.) y el
“tú sígueme”
(2 P 1, 1).
ALEGRÍAYPACIENCIA:
L A F O R M A D E F I N I T I VA
DELAESPERANZA
68
Esa forma definitiva, más que una conquista, es una entrega: es la confesión
de haber sido conquistado. Quizás la imagen más concreta y real de un
religioso que ha recibido esta forma definitiva —aparte de los mártires— la
dan esos ancianos pacientes y alegres que tanto bien nos hacen en nuestras
casas religiosas. Esos que “son buenos enfermos”, que todo lo soportan con
una sonrisa, derrochan alegría y buen humor, que se vuelven como niños y
que saben morir serenamente.
¿Por quién hago las cosas? ¿Para qué me he consagrado? Por Cristo, para Él,
respondemos. Pero puede ser que nuestra vida se vaya deslizando hacia el
cumplimiento, hacia la eficacia. ¿No será que, cuando decimos que todo lo
hacemos en definitiva “por” Él, le estamos ofreciendo nuestra eficacia,
cuando lo que Él quiere es nuestro corazón? Y no sólo que se lo ofrezcamos
—¡si ya es suyo!—, sino que lo compartamos.
En la meditación de los dos reyes, san Ignacio les hace decir, tanto al rey
temporal como al Rey eterno, “quien quisiera venir conmigo ha de ser
contento… de trabajar conmigo… porque, siguiéndome en la pena, también
me siga en la gloria” (EE 93-95). Esta triada conmigo-trabajos-
contento/gloria tiene que mantenerse unida en nuestra vida religiosa.
Voy a rezar “con Vos”, voy a celebrar la eucaristía con Vos, voy a trabajar
con Vos… Al fin y al cabo, ése es el primer fin del llamado y de la vida
religiosa entera. Como dice Marcos: “llamó a los que Él quiso… para que
estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar” (Mc 3, 13-14).
Esto es lo primero que “imitamos” de Cristo: su “estar con el Padre”. “En el
principio era la Palabra y la Palabra estaba con Dios” (Jn 1, 1). Por eso, el
Señor en su vida terrena vive como hombre ese estar con el Padre: “Yo nunca
estoy solo, el Padre está conmigo” . Él es el Emmanuel, el “Dios con
nosotros” prometido. Él es el que nos promete: “Yo estoy con ustedes todos
los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Él es el crucificado-resucitado a
quien se lo reconoce al partir 70
Alegría y paciencia
Pablo lo expresa así: “Con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras,
mantengamos la esperanza, y que el Dios de la paciencia y del consuelo les
conceda tener los unos para con los otros los mismos sentimientos según
Cristo Jesús” (Rm 15, 4-5).
San Ignacio —siguiendo a los Padres— habla de “las dos lecciones que el
Señor acostumbra dar o permitir. La una da, la otra permite; la que da es
consolación interior… Ésta nos muestra y abre el camino de lo que debemos
seguir, y huir de lo contrario; ésta no está siempre en nosotros, mas camina
siempre (a nuestro lado y Dios ordena sus tiempos); y todo esto para nuestro
provecho; pues quedando sin esta tal consolación, luego viene la otra lección
(la desolación que Dios permite)… contra la cual tenemos que ir sin tomar
resabio alguno, y esperar con paciencia la consolación del Señor , la cual
secará todas las turbaciones y tinieblas de fuera” (Carta 5, a Teresa
Rejadell).
Este aprender a “esperar con paciencia la consolación del Señor para que nos
muestre y abra el camino a seguir”
y “tomar fuerzas”.
En los consagrados, la contemplación y la acción —la fe que opera por la
caridad— adquieren su forma definitiva desde la esperanza. La espera
paciente de la consolación definitiva —el “Ven, Señor Jesús” del “Espíritu y
la Novia” —
El Papa imposta toda la primera parte de Vita consecrata sobre la base del
pasaje de la Transfiguración del Señor (Mt 17, 1-9). Ser “íconos de Cristo
transfigurado” es la propuesta (VC 14). “La transfiguración no es sólo
revelación de la Gloria de Cristo, sino preparación para afrontar la Cruz.
Ella implica un ‘subir al monte’ y un ‘bajar del monte’” (VC 14).
73
ñor le había ordenado. Los hijos de Israel veían entonces que el rostro de
Moisés irradiaba, y Moisés cubría de nuevo su rostro hasta que entraba a
hablar con el Señor” (Ex 34, 34-35).
En Redemptoris Mater, Juan Pablo II esboza una teología del ícono en torno
a María. Algunos pasajes pueden ayudarnos a comprender mejor que
significa eso de ser “íconos de Cristo transfigurado”.
que a algunos les puede gustar menos en cuanto expresión de un arte más
estático—, lo importante es considerarlo una expresión de la Palabra, que en
definitiva es lo que cuenta. Los íconos son imágenes a través de las cuales
Dios nos mira.
Mirando a María, nos sentimos mirados por el Dios trino y uno, y podemos
ser ventana para los demás. Ir transfigurándonos bajo la mirada del Señor
hasta llegar a ser co-mo Él nos ve, como Él nos soñó desde antes de la
creación del mundo.
75
.II.
ELDIRECTOR
ESPIRITUALCOMO
COMPAÑERO
MAESTROYPADRE
(1 Co 10, 4).
E ste capítulo fue escrito primero que los demás y tu vo como origen dos
cursos sobre la dirección espiritual, uno para sacerdotes y otro para
seminaristas.
agregar “madre”.
Esta charla fue dada a varones, y por eso el enfoque se fue por una sola
vertiente, así que la adaptación de lo que es común y lo que haría falta
diferenciar y agregar tienen que hacerla la lectora o el lector, espero que con
benevo-lencia. Para lo cual quizás ayude darnos cuenta de que lo que polariza
hacia arriba las tensiones que se dan en la dirección espiritual es,
precisamente, lo “espiritual”, al servi-79
Así como la conciencia psicológica tiene por objeto descubrir e interpretar las
mociones psicológicas, sobre todo las provenientes de fuerzas inconscientes,
y así como la conciencia moral tiene por objeto determinar el grado de
libertad y advertencia que hubo en una acción, la conciencia espiritual tiene
por objeto descubrir, sentir e interpretar lo que es de Dios en cuanto Otro que
nos ofrece su gracia co-mo don gratuito y sobrenatural.
CARÁCTERTRINITARIO
DELADIRECCIÓNESPIRITUAL
81
82
Por lo tanto, no puede entenderse en primer lugar co-mo si fuera un caso más
dentro del género universal “relación discípulo-maestro” o “paciente-
analista”. La relación que se establece en la conversación espiritual sólo se
entiende a la luz del Evangelio, desde la fe y desde la práctica de la Iglesia,
puesto que es una relación teológica y no meramente pedagógica, curativa o
de autorrealización.
minar una realidad y va siendo aceptada por todos o si es una verdad que ya
se da por supuesta en un medio cultural y de la cual se parte como de un
supuesto para iluminar otras cosas.
84
Es cierto que pueden darse deformaciones que exageren este vínculo familiar:
actitud de paternalismo por parte del que dirige…, dependencia rígida de un
modelo por parte del dirigido…; pero esto tan malo como que no se dé
ningún tipo de vínculo “familiar”.
una ocasión propicia para que se dé una identificación con el otro, o se juegue
con una relación ambivalente. Cuando esto sucede, la relación de paternidad
espiritual queda dañada o rota.
director debe también estar atento a sus propias transferencias, que lo llevan
“buscar con interés” a algunos dirigidos y a rechazar a otros; debe hacerse
consciente de lo que el otro despierta en él, para enderezarlo al bien del
redirigido, y no proyectar en el dirigido sus propios problemas e intereses. 17
87
El maestro espiritual es el que sigue al Maestro interior, el cual ayuda al
discípulo a leer los acontecimientos presentes desde la memoria de su historia
de salvación, de mo-do que pueda dar un paso más en la misma dirección
salvífica, siempre integrado a la Iglesia. Para eso, el maestro, tiene que haber
vivido y acompañado la historia de su discípulo, o hacerse cargo de los
tramos en los que otro lo acompañó.
El Señor se iguala con sus amigos para hacerlos dejar la condición de siervos,
pero enseguida se baja él —como en el lavatorio de los pies— o los misiona a
ellos. El rostro del Padre está siempre presente en el rostro del Señor-amigo y
compañero. Su amistad no es intimista, excluyente, cerra-da, sino siempre
abierta —atrayendo hacia el Padre o mi-sionando hacia los hombres—,
fecunda, incluyente…
Ahora bien, lo común de los tres tipos de relación de que hablamos es que
son “espirituales”. “Espiritual” en griego es “pneumatikos” . Pablo lo define
en la primera carta a los Corintios, cuando dice que habla “no con palabras
aprendi-das de la sabiduría humana sino del Espíritu, expresando realidades
espirituales en términos espirituales. El hombre natural 88
(psychiko) no capta las cosas del Espíritu de Dios; son necedad para él… En
cambio, el hombre espiritual (pneumatiko) lo juzga todo; y a él, en cambio,
nadie puede jugarlo… Nosotros poseemos el pensamiento de Cristo” (1 Co
2, 14-16).
Para Juan, el hombre espiritual es “el que no se fía de cualquier espíritu sino
que examina… El que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios” (1
Jn 4, 1-2). A la vez, el espiritual es el que “ha recibido espíritu de hijo
adoptivo, que le hace exclamar ‘Abba’ Padre” (Rm 8, 15).
Es decir: espiritual es el que tiene y se guía por el Espíri-tu que procede del
Padre y del hijo, y que confiesa al Hijo venido en carne, muerto y resucitado
por nosotros para hacernos hijos adoptivos del Padre celestial.
89
JESUCRISTO:
AMIGOYCOMPAÑERO
ESPIRITUAL
to, sino que se muestra interesado por ilusiones (respecto de lo que esperaban
lo que les sucede a ellos (¿de qué conde él), su incredulidad y desconfianza
versáis mientras vais caminando con ai- (respecto de los anuncios de las
mujere entristecido?). Jesús los escucha sin in- res), su tristeza: “ellos se
detuvieron con tervenir, y algo en su actitud hace que aire entristecido y le
dijeron: “eres tú el ellos se confíen.
90
3. El Señor, que primero los deja ha-4. Los discípulos se sienten atraídos por
blar, luego habla él (no se da tanto un el Señor: lo han escuchado con gusto,
dialogo vivaz y con muchas preguntas y sin interrumpirlo porque se dan
cuenta respuestas, sino un dialogo con dos mo- de que no es una
conversación sobre te-mentos bien definidos). El Señor habla mas lo que
acontece, sino que es una ex-con fuerza y familiaridad (parresia), los
periencia espiritual: se les va enfervori-reta y exhorta (paraklesis) —los
conven- zando progresivamente el corazón (conce de pecado pero para
conversión—, de solación) a medida que el forastero les manera tal que les
quita la desolación: abre el sentido de las Escrituras. Esto lo los hace
reaccionar (se darán cuenta des- reflexionan luego, pero es lo que los ha-
pués). El tono de Jesús les cambia el áni- ce jugarse a invitar a pasar al
forastero.
mo. El Señor habla haciéndoles recor-
fervor interior.
Bastó que lo vieran pasar para que lo siguieran…, y apenas los invita a ir y
ver dónde vive, lo acompañan y per-manecen con el todo el día. Podemos
imaginar lo que sería la conversación de Jesús… Cómo les habría ido
“haciendo arder progresivamente el corazón” , como a los de Emaús (Lc 24,
32). Con sus discípulos, una vez que trabaron amistad, el Señor compartió
todo. Jesús nunca estuvo aislado: tanto en grupo como en soledad, siempre
vivió abierto a los demás.
Había algo en el Señor que hacía que la gente se le a-cercara. Basta que pase
no muy lejos por el camino para que el ciego Batirmeo lo reconozca, para que
la hemorroí-
sa se acerque —por detrás— a tocarle el manto, para que las madres le lleven
a sus niños para que los bendiga, para 92
Más importante que solucionar un problema, que puede ser archisabido para
el director, es establecer y fortalecer el clima de amistad y de encuentro, que
hace sentir al otro su importancia como persona, más allá del “caso” que trae
entre manos.
Cuando hay problemas serios, en los que uno se juega el todo por el todo, el
demonio tienta a la persona para que se aísle. Entonces, cualquier imagen de
irritabilidad, de apuro o de desinterés que haya dado el director espiritual se
convierte en un motivo poderosísimo para que el dirigido no se acerque.
93
Diálogo cordial:
gueme”, como le dijo a Mateo. Con otros, tiene largas charlas, donde utiliza
todos sus recursos, sin excluir el humor (con esa pizca de ironía divina que
lastima y cura sin da-
ñar), como cuando “lo carga” a Nicodemo, que es maestro en Israel y no sabe
que hay que nacer de nuevo, o cuando le pregunta a la Samaritana por sus
maridos…
sin que tenga que dar fatigosas explicaciones. San Ignacio decía que, más
importante que entender lo que el otro iba explicando, era darse cuenta del
estado fundamental del al-ma —si consolada o desolada— y discernir los
movimientos de espíritu que en ella se dan. Es importante saber ver el estado
de ánimo de la persona en pequeños gestos: mo-do de caminar, de gesticular,
brillo en los ojos…, etc.
Infundir confianza para dialogar supone que el dirigido se sienta ante “otro el
mismo” que es más sereno, bueno e imparcial que él mismo. Suele suceder
que, luego del “en-canto” de una entrevista, sobrevengan bronca y vergüen-
za ante el director que ahora conoce los secretos del dirigido… Esto se debe
advertir, y en el trato habitual no se debe notar que influye lo que el otro ha
contado.
Como vemos, la delicadez en este punto debe tener la misma seriedad que el
secreto de la confesión. ¡Ni qué hablar de los que comentan cosas de
conciencia o de dirección espiritual sin permiso del dirigido! O de los que las
utilizan para manipular. Cuando se dan estas situaciones, estamos en el
terreno, no del pecado o del error, sino de la corrupción moral y espiritual.
También es oficio suyo rezar por sus dirigidos, interceder por ellos.
95
La entrevista espiritual
como diálogo
La vida de la gracia es un dialogo ente el alma y Dios: el amor del Padre que
nos da la vida como a hijos predilectos se hace palabra en cada persona, una
palabra que se va clarificando en la medida en que el alma responde a los
llamados amorosos de Dios.
El diálogo se da entre los gemidos inefables del Espíritu y la Palabra
inteligente de la Sagrada Escritura. Y la tarea de la dirección espiritual es
ayudar a que ese dialogo se es-tablezca, se vuelva familiar y fructuoso, se
superen los obstáculos con que el mal espíritu interfiere, y el alma pueda
recibir claramente las invitaciones del Señor y elegir lo que Él elige para su
vida.
Hay que estar atento para discernir qué nivel de dialogo tiene el alma con
Dios.
—los que están dominados por alguna pasión o por alguna “falacia” o engaño
del enemigo—, el director ayudará a discernir la voz del mal espíritu que
utiliza esa pasión o mentira armada con apariencia de verdad, pa-ra que el
alma crea que no puede hablar con Dios. El Señor dialogaba con los
pecadores con más gusto que con los “fariseos”. El diálogo de misericordia,
de humil-96
98
ELESPÍRITU:
MAESTROINTERIOR
Es por esto por lo que, entre maestro y discípulo espirituales, no hay que
preocuparse, en primer lugar, porque se dé una “distancia” afectiva o una
postura “neutral”, tal co-mo se tiene que dar en otras relaciones duales (entre
un analista y su paciente, por ejemplo). A algunos (o algunas veces), esto
vendrá bien, y otras no. Depende de lo que el Señor quiera.
99
Pablo busca con toda su alma que sus discípulos aprendan “las normas de
conducta en Cristo”. Verdadero “pedagogo” espiritual sólo puede serlo el que
ha sido Padre.
No es autoritario ni manipulador.
De esta manera, amándolos a ustedes que- Es amable. No es frío ni distante:
su A-ríamos darles no sólo el Evangelio de Dios, fecto está lleno de ternura.
No tiene mie-sino incluso nuestro propio ser, porque han do a identificarse
con una madre. No es llegado a sernos muy queridos…
Como un padre a sus hijos, lo saben bien, rio del Evangelio: es mediador —
entre-a cada uno de ustedes los exhortamos y a- ga todo su ser—.
razón para ustedes; los de ustedes sí que lo Por eso puede ser mal pagado:
con ingra-están para nosotros.
No les escribo estas cosas para avergonzar- ro: no se exige sino luego que se
ha dalos, sino más bien para amonestarlos como do todo.
Pues aunque hayan tenido diez mil peda- gendra en la fe y nos da otros
“hijos” su-gogos en Cristo, no han tenido muchos pa- yos para que a su vez
nos hagan de padres. He sido yo quien, por el Evangelio, dres.
Cristo (1 Co 4, 14-17) .
101
Ignacio
Podríamos decir que el buen maestro espiritual es el que logra formular para
su dirigido “reglas” del tipo de las de Ignacio. ¿Cuál es la característica de
estas reglas? Nos dice monseñor Gil:
Podríamos decir que de la charla espiritual van surgien-do ciertas reglas que
son verdaderos “universales concretos”
para el discípulo. En las reglas de san Ignacio, se pueden distinguir tres
niveles en la ayuda al discípulo.
102
Niveles de ayuda
103
3. Ayudar a elegir espiritualmente: hay también indicaciones que apuntan a
establecer una verdadera escuela del bien elegir espiritualmente, conduciendo
a través de mi-crodecisiones hacia la macrodecisión que se está buscando. Lo
más importante del maestro espiritual en este nivel es saber manejar los
tiempos prudentemente: saber cuándo el discípulo tiene que esperar (rezar
más hasta ponerse indiferente) y cuándo hay que apurar. También es
importante saber cuándo hay que cambiar de modo de proceder (en tipos de
oración, practicas ascéticas, tiempos de descanso…).
Algunas características
104
3. Consolar al triste
5. Equilibrar al indiscreto
Con el discípulo que anda consolado y con mucho her-vor, el maestro debe
prevenirle que no haga propósitos inconsiderados (EE 14).
105
6. No dejarse llevar por los afectos desordenados del otro, sino saber
moverse poniendo todas sus fuerzas para hacer contra a la tentación
En general, el principio se puede formular así: “con el que tiene algún afecto
desordenado” y está inclinado mal hacia alguna cosa, el que le da los
ejercicios tiene que “moverse a sí mismo poniendo todas sus fuerzas” para
inclinar la balanza hacia el lado contrario de la tentación, de manera que el
que está tentado encuentre un punto de apoyo para equilibrarse.
8. Salvar la proposición del prójimo Tanto al que da como al que recibe los
ejercicios les ayudará y aprovechará “presuponer que todo buen cristiano ha
de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo que a condenarla; y, si
no la puede salvar, preguntar cómo la entiende, y si el otro entiende mal,
corríjale con amor, y si no basta, busque todos los medios convenientes para
que, bien entendiéndola, se salve” (EE 22).
106
El arte de sugerir con sencillez y eficacia Nos detenemos en este punto, que
es clave en la pedagogía del maestro espiritual. Jesucristo anuncia en el
Evangelio que el Espíritu Santo, cuando venga, actuará con un influjo a
manera de sugerencia o recuerdo: “Él les enseñara todo y les traerá a la
memoria cuanto les he dicho” (Jn 14, 26).
108
ELPADREESPIRITUAL
Como dice Pablo: “Pues aunque hayas tenido diez mil pedagogos en Cristo,
no habéis tenido muchos padres. He sido yo quien, por el Evangelio, os
engendré en Cristo Jesús” (1 Co 4, 17).
El criterio que usa Pablo para hablar de paternidad es el Evangelio (cf. Fil 2,
22). La buena nueva de que, en Cristo, somos hijos de Dios, hace que el que
anuncia e inculca esta verdad de manera definitiva y constante en el corazón
de otro participe de la paternidad del único Padre del Cielo.
“figurado”, sino que es la manera perfecta de cumplir con ese mandato del
Señor: haciendo notar que aquella persona que más nos influye
humanamente, engendrándonos a la fe, es padre porque participa de la
paternidad del único Padre celestial.
simo que tiene, llama “Padre” nuestro pueblo fiel). Quizás la imagen correcta
sea la de “padre adoptivo”. En el mismo sentido en que somos “hijos
adoptivos” de Dios, gracias a Jesucristo, podemos decir que hay algunos que
tienen la gracia de ser “padres adoptivos” de otros, a quienes engendran en la
fe. En ese altísimo sentido son padres el papa, los obispos, los sacerdotes, los
“padrinos”… y el padre espiritual.
El padre misericordioso
La parábola del padre misericordioso nos revela el modelo de paternidad
espiritual en la figura del Padre que es capaz de seguir el proceso de cada
hijo, de darles el tiempo que necesitan para descubrir su amor. El padre es
con quien tenemos que identificarnos en esperanza: desear ser padres de
todos, sin condiciones, soportando todo, esperando todo…
El Padre quiere a sus hijos en casa. A ellos, tal como son, sin condicionar su
presencia a determinadas actitudes. Los quiere a ellos aun afuera, por eso sale
a buscarlos y los es-110
pera. Al alejamiento de los hijos responde con una fiesta, no con un reproche.
Lo entrega todo lleno de alegría, lo comprende todo, lo espera todo, todo lo
soporta, todo lo perdona. El padre es el que sabe vivir de esperanza: cada día
subía a la azotea a otear el horizonte esperando la vuelta de su hijo… El
padre es el que sabe vivir sin reproches, aun sabiendo que su hijo mayor está
resentido.
El padre es el que sabe curar a un hijo con otro. El padre es el que sabe
participar su herencia. Aunque los hijos la codicien mal, él la va dando con
generosidad. El padre es el que sabe hacer fiesta por las personas y no se
detiene en sus actitudes cambiantes (buenas y malas). Se mueve a un nivel
ontológico: he recuperado a mi hijo, todo lo mío es tuyo. Sabe hacer silencio
durante mucho tiempo, reparte sin hablar, convive con el mayor sin tocar el
tema, y luego responde al diálogo desde una profundidad mayor a la que
tienen los hijos: su planteo es superador de conflictos.
Hay que ver si es capaz de volver y dejarse tratar como hijo, o si viene a la
dirección espiritual como empleado. La falta de alegría ¿no se debe a que, por
sus pecados, no se de-ja tratar como hijo y sigue diciendo “trátame como uno
de tus jornaleros” ?
112
El Padre no compara los hijos, los ama a ambos con amor total. Contra el
resentimiento, puedes oponer la gratitud ante Aquel que es el único que sale a
buscarte, contra los otros hijos que se siente aun más “mayores” que el mayor
y no lo perdonarían.
Magnanimidad y confianza
Magnanimidad y confianza son dos virtudes propias del Padre misericordioso
y son, por lo tanto, modelos del padre espiritual.
114
Respetabilidad
Una señal de que un sacerdote ha madurado bien, de que puede ser padre
espiritual porque se ha convertido en
Respeto viene del latín “re-spicere” , mirar dos veces. Lo tomamos como
actitud de los demás ante el sacerdote, cuando “lo miran dos veces”; es decir,
cuando se nota su presencia, cuando se lo busca para pedir consejo, cuando se
lo imita; y también como actitud del propio sacerdote ante sí mismo, ante los
demás, ante las cosas y ante Dios.
El que respeta mira dos veces antes de hablar y de actuar, pondera, tolera…,
no se deja llevar por la emotividad.
El respeto es lo contrario de esa tentación de los ancianos que provocan un
sentimiento de menosprecio porque se los ve fundamentalmente “chochos”,
sumidos en su mundo, arrastrados por sus estados de ánimo cambiantes.
Son los que adoptan por cara una máscara de piedad en la liturgia y no son
buenos con las personas; los que mane-jan las propias avideces con
moderación, pero no por virtud sino por miedo a la muerte y por un
seguimiento hi-pocondríaco de los consejos médicos; los que subliman las
115
Existe en los jóvenes (se sobreentiende que hablamos de los jóvenes que
comienzan su seguimiento de Cristo y es-tán enamorados de su vocación, y
no del joven necio e indiscreto que desprecia a los ancianos virtuosos) una
especie de sexto sentido ante los mayores, que hace que a algunos se los
respete y se los sienta cercanos, se los trate con cari-
ño, se los busque y se les pida consejo, se les abra el corazón en confesión y
dé gusto sentarse a su mesa.
En cambio, a otros los jóvenes se les burlan o los igno-ran, ni se les pasa por
la cabeza acercarse espontáneamente, se los respeta sólo formalmente…
Aunque no lo formulen matizadamente, hay una tendencia a la cercanía o a
alejarse, que sale por los poros de la piel. Se “pesca” al que no quiere “soltar
la manija”, al que le interesa cuidar su imagen, al que no se juega ni muestra
el corazón cuando se da una 116
charla más personal, al que es egoísta, al que miente, al que dice a todos que
sí para no “quemarse” cuando, en realidad, está chamuscado por entero…
prójimos—, por encima de las cuales no existe ningún reino ideal de valores
que merezca nuestros afanes.
Por eso, cuando nos preguntamos por nuestra alegría ministerial, no tenemos
que hacer la pregunta en términos de eficacia ni de ascética ni de cantidades,
sino que tenemos que mirar las fuentes de la alegría que son los corazones. Y
las preguntas pueden ser ésas, las mismas dos: si estamos ya listos para “ser
derramados en libación” —si nos vamos convirtiendo en hostia pura
inmaculada y santa pa-ra entrar en nuestro Dios—, y si estamos cuidando
bien nuestra herencia —los hijos que nos han sido dados—, preparándolos
para recibir la antorcha.
ALGUNASPREGUNTAS
PARATRABAJARENGRUPO
OPERSONALMENTE
118
11. ¿Cómo se dialoga con diversos tipos de personas? ¿Que debo pretender
como fin al dialogar con niños, con personas enfermas psicológica o
moralmente, con personas que caminan hacia una mayor santidad y
perfección?
12. ¿Tiene un carácter eclesial la dirección espiritual?
13. ¿Cuáles son los dos estados fundamentales del alma pe-cadora,
representados en los dos hijos? (El tercer hijo se-ría Jesús, que es pródigo
pero para los demás y cumpli-dor sin rencores; ejemplo del alma formada a la
que hay que guiar a todo hijo espiritual).
119
120
.III.
LAFORMACIÓN
DELCORAZÓN
y yo sea su Dios”
123
FORMARELCORAZÓN
Antes que nada, quisiera compartir con ustedes el porqué de este título en el
que se menciona el corazón. ¿A qué hacemos alusión y de qué lo
distinguimos cuando hablamos de “formar un corazón”?
“Existen esas palabras originarias que sirven de conjuro, que recoge y une,
en las cuales —en cuanto le es posible a una criatura que ha de salir
continuamente a una pluralidad propiamente tal— en cierta manera se
recoge todo en uno y se “interioriza” . 22
Una de estas palabras originarias es “corazón”.
124
—en el rostro, en lo que dicen los labios, en lo que testimonian los actos—.
Y, así como puede manifestarse sin-ceramente, también tiene la posibilidad
de volverse doble.
125
Bajo la mirada de nuestra Madre Luego de hablar del corazón, quiero que
nos pongamos bajo la mirada de nuestra Madre, la Virgen, para solicitar su
ayuda y tenerla como primera formadora.
“Nunca veo que los filósofos actuales digan que el problema de nuestro
tiempo es pensar la educación… Es esencial debatir qué valores deben ser
transmitidos o cómo se enseña el pensamiento crítico” (diario Clarín, 12 de
diciembre de 1996, pág. 7 del suplemen-to Cultura y Nación).
siento cercano al padre Remigio, el que me bautizo y con quien tuve la dicha
de concelebrar una misa hace poco.
Espero que nuestro dialogo sea en ese espíritu. Que sientan que les habla un
padre que se siente muy hijo, here-dero de otros que le inculcaron su amor a
Jesús y a nuestro estilo de vía.
Por eso les digo que preocuparme por su formación no tiene nada de
“profesionalismo” —aunque tengamos que encarar las cosas lo más
seriamente posible—, y sí mucho (todo, más bien) de cuestión vital. Si no
hablara de estas cosas con ustedes, mis otras palabras —las palabras de toda
nuestra familia religiosa— no tendrían ningún sentido.
males de clausura. “No se trabaja sino es para los hijos” , dice Peguy.
predilectos de sus hijos y también nos pida el despojo de que su vida no pase
siempre por nuestras manos.
129
La herencia que deja cada religioso se cosecha más en las enfermerías que en
la vida “publica” de lo que opinamos unos de otros. Es personal y se
transmite personalmente, a veces en un gesto, al que hay que estar atento.
El formador tiene que ser un padre. Pero el Padre es uno solo, nuestro Padre
del Cielo. Por eso, les diría que lo que tienen que tienen que esperar de un
formador al cual les dan por padre espiritual es que trate de seguirle los pasos
a san José. Que sea un poco “la sombra del Padre” en sus vidas. Uno que los
pastoree como buen pastor, junto con muchos hermanos, junto con todo el
pueblo fiel de Dios.
130
con Jesús
Cuando los religiosos hablamos de “formación”, les tiene que quedar claro
que lo hacemos en términos evangé-
licos. El formador bien puede decir, como Pablo, que sufre “dolores de parto
hasta ver a Cristo formado” en cada uno de los hijos espirituales que son
puestos a su cargo en la vida religiosa (Ga 4, 19).
131
Como ven, esto ya nos está hablando de una formación que no tiene nada de
estático ni de estereotipado. Si Dios mismo puede vaciarse de su forma
divina, tomar forma de esclavo y, pasando por la muerte, adquirir una forma
nueva que lo recapitula todo en sí, no piensen en una formación que consista
en lograr un tipo de madurez meramente humana, que siempre hay que
procurar pero no siempre se da en la vida religiosa.
Esto les tiene que quedar claro desde el vamos. Porque, si no, se encontrarán
un buen día lamentándose de que no pudieron “realizarse como personas” en
la vida religiosa, que los usaron para “tapar agujeros” o que no se tuvieron en
cuenta todas sus capacidades…
y fórmulas precisas. Y, sin embargo, esa forma que se nos propone es simple
y clara. Un buen religioso o una buena religiosa se distinguen claramente. Y,
si son verdaderamente santos, su figura se va haciendo más y más nítida con
el tiempo.
La forma o figura que tienen que buscar va por el lado de un principio vital,
integrador de diversidades. Si la figura de Cristo es concreta y universal, si no
se la puede separar del proceso en el que se gestó y se reveló, entonces
formarse en Cristo implicará que participen de su vida, de su muerte y
resurrección.
Esto tiene que estar claro en sus corazones desde el primer momento y cada
día de su vida. Porque, y aquí viene el problema, a veces pareciera que el
Señor hace “trampas”.
Sería lo lógico que primero los dejara formarse bien, luego vinieran las
pruebas, y terminaran sus días en paz, con la bendición bíblica de ver su
familia religiosa floreciente y las obras en las que participaron creciendo
fecundamente…
El desafío consiste en que puedan leer todo lo que les pase a la luz del
Evangelio. Otro tipo de interpretaciones no hará más que desconcertarlos.
Configurarse con Cristo es la meta, ¡y felices de ustedes si no se desilusionan
de Él!
De aquí pueden salir tres grandes invitaciones o llamados para ustedes, que
desean emprender el camino de la formación (y mantenerse en él),
sintiéndolo como un proceso en Cristo: la invitación a que asimilen el
Evangelio, lo cual les implicará el trabajo de asumir todo lo humano, el
trabajo de madurar, de compartir, de aprender, de hacerse todo a todos…
(inculturación); la invitación a que participen en la locura de la Cruz, que les
va a requerir que acep-ten ser redimidos y perdonados, e incorporen en su
vida nueva de discípulos y apóstoles todo lo que es humillación y pobreza
para irse haciendo más parecidos a Jesús; y la invitación a que se gocen de la
gloria del Resucitado, lo cual implicará que aprendan a dejarse consolar por
Cristo resucitado y a dar testimonio de que la vida que viven en medio de este
mundo es una vida nueva que está “oculta con Cristo en Dios”.
134
Para ello, tendrán que aprender a conocer su corazón, dejar que el Señor se
adueñe de él y aprender a darlo. En la medida en que su corazón adquiera,
despliegue y se adueñe de su propia forma, se convertirá en un corazón capaz
de darse.
135
El modo que tiene cada familia religiosa de integrar y desarrollar las diversas
dimensiones del corazón constituye su espiritualidad. Nuestra espiritualidad,
como las otras, es un don del Espíritu, gratuito y misterioso, siempre refe-rido
a la caridad. Un don que se justifica desde el Espíritu mismo, y no desde los
criterios del mundo.
Por supuesto que todo se puede mejorar. Pero, antes de cambiar nada, tendrán
que pescar “en el estilo, al hombre”
Esto del estilo es importante; no es “nada más que una cuestión de estilo”,
como se dice a veces, para quitar importancia a algún cambio. Porque el que
da fecundidad —y de eso se trata en la vida religiosa, de fecundidad— es el
Espíritu. Y el Espíritu “sopla donde quiere”. Cuando dos 136
Y cada familia religiosa nació así: del acuerdo de dos o tres hombres o
mujeres que se juntaron y —en un mismo Espíritu— propusieron un estilo de
vida evangélico con rasgos propios que el Señor quiso bendecir. Quiero decir
que los bendijo enteros. Bendijo la esencia de esa familia y su modo de
proceder, su estilo.
Por eso es que, en cuestiones de estilo, tendrán que ser cuidadosos y discernir
el espíritu con que planteen las cosas. Al fin y al cabo, las cosas que los
fariseos le criticaban a Jesús comenzaron siendo cuestiones de estilo: les
molestaba ese modo de ser de Jesús que comía con publicanos y pecadores,
que sus discípulos no ayunaban o no se lavaban las manos, que curaba en
sábado…
Y el Señor, que era capaz de hacerse todo a todos, no transigía en nada con el
estilo de los fariseos… Al final, se descubrió lo que había en el fondo: los
fariseos veían, en el modo de obrar de Jesús, que “se hacía Hijo de Dios”, y
eso era lo que no aceptaban.
Como nuestro estilo de vida nació libremente, y dado que hay muchos y muy
variados en la Iglesia, uno tiene que examinar bien y probarse para ver si le
sienta. Y, si no, muy en paz, buscar otro en el cual pueda servir mejor al
Señor.
Una imagen evangélica que ayuda a pensar esto es la de Marta y María. ¿Se
han dado cuenta de que el reproche de Marta es que su hermana la deja con
“todo” el trabajo, y que Jesús le responde diciendo que María “eligió la
mejor parte”? En esta pequeña frase, se esconde un gran secreto de la vida
religiosa: elegir la mejor parte.
Elegir es cuestión del corazón. Y cuesta. Porque nuestra mente nos muestra el
todo: “todo lo que hay que hacer”, 137
“todas las otras posibilidades”, “todo lo que tendrían que hacer los demás”…
Pero, cuando uno elige con amor una pequeña parte, el Señor se hace cargo
del todo.
Pues bien, como vemos, lo que permite asimilar e integrar lo que uno recibe
en la formación va por el lado de la espiritualidad, de una espiritualidad
encarnada en tradiciones de familia, libremente recibidas y siempre
reformables, con tal que se conserve el mismo espíritu.
LOSÁMBITOS:
O R A C I Ó N , A P O S T O L A D O,
COMUNIDADYESTUDIO
Se suele decir que la meta de una buena formación es lograr que la persona
integre bien estas dimensiones de la vi-da religiosa. Nuestro interés aquí
consiste en encontrar algunos criterios que los ayuden a ustedes —y a
nosotros, los formadores— a discernir si esta integración se va dando, es
decir, si lo que se va formando es realmente su corazón, y no algún otro
aspecto más exterior de sus personas.
139
Oración y tiempo
140
Al decir que es lo más importante, quiero decir: más importante que las
técnicas de oración que puedan aprender, y hasta me animaría a decir que es
más importante que el contenido mismo de su oración. La experiencia
primaria en la oración es la de estar en presencia de Otro, del Dios misterioso
y cercano, en presencia del que nos está dando vida y es nuestro Padre…
logo con Dios, “el tiempo es superior al espacio”. Darle al Señor tiempo real,
es decir, tiempo en el que nos encontramos cara a cara con Él, como Señor de
nuestra historia, y lo amamos, lo adoramos, le damos gracias…, es más
importante que las ideas que entendamos o los planes que hagamos en la
oración.
141
Oración y realidad
Tomemos ahora un momento el otro principio, el que dice que “la realidad es
superior a la idea”. Antes de filo-sofar un poco, digamos de forma bien clara
que este principio significa que nuestra oración tiene que estar llena de
rostros, más que de ideas. De rostros, de nombres, de ani-versarios, del rostro
del santo del día, del nombre de los que bautizaremos, del amigo querido que
ya partió al Padre, de los rostros de la gente que vamos a encontrar durante el
día, con los que tendremos que trabajar y celebrar, sufrir y compartir…
142
“paradigma de moda”.
Oración y Palabra
Ahora bien, la realidad más viva a la que tenemos que mirar en primer lugar
en la oración es la realidad de Jesucristo, tal como nos viene al encuentro en
la Palabra de las Escrituras. Poner nuestro tiempo a disposición del Señor
significa, en concreto, dar tiempo a la “lectio divina” , dar tiempo a la
Palabra.
Cada escena del Evangelio contemplada con amor es una fuente siempre viva
que alimenta nuestra vida interior.
uno llega a contemplar, entendiendo por contemplación una oración que nos
hace salir de nosotros mismos. Pero un salir que es un entrar, un salir hacia el
Otro que habita en nuestro interior más profundo. Fue Agustín el que mejor
descubrió y formuló el misterio de que Dios esté en nuestro interior: toda
obra se centra en este Dios más íntimo que lo más íntimo nuestro.
Se darán cuenta de que han estado con el Señor y de que han contemplado
verdaderamente su vida cuando salgan de la oración con un corazón más
eclesial, en el que hay si-tio para todos los hombres, sus hermanos. El
encuentro con el Señor en la oración siempre es eclesial, nos remite al pró-
144
Se darán cuenta de que han estado con el Señor y han sido evangelizados por
Él en su oración cuando salgan llenos de alegría y deseosos de evangelizar.
Como decía Pablo VI en la Evangelii nuntiandi: “Evangelizar constituye la
dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda” (EN
14).
psicológico o de lo social, suele tener dificultades para estar con los demás y
para los pequeños servicios de cada día.
146
Apostolado y tiempo
El buen pastor sabe que ninguna planificación pastoral (ninguna idea) tiene
éxito instantáneo. Dios obra transfor-mando la realidad de los corazones a lo
largo del tiempo y quiere que el pastor acompañe fielmente a su pueblo,
aprendiendo y recibiendo de los mismos pobres, atendiendo sus reclamos,
desgastándose y deshilachándose en la tarea pastoral diaria. Por eso, el buen
pastor es el que se mete a caminar con su pueblo y apuesta el tiempo desde el
corazón.
148
Los conservadores quieren someter el presente a las leyes del pasado, y los
progresistas (paradójicamente) quieren someter el presente a las leyes del
“futuro” tal como ellos (o la sociología) prevén que será. En el fondo, lo que
quieren, o lo que logran de hecho, es someter por un tiempo la realidad a sus
ideas. Lo curioso es que ambos tipos de personas suelen ser igualmente
autoritarias, despóticas y dog-máticas en lo que se refiere al tiempo presente,
cuando tienen autoridad o cargos de gobierno en la Iglesia.
Pero ¿es pertinente hablarles de todo esto cuando la propuesta en este punto
era reflexionar sobre la dimensión apostólica de su corazón? ¿A qué viene
esta caricatura de los caricaturistas, esta condena de los que fomentan las
luchas internas? ¿Qué tiene que ver con la alegría de evangelizar, con el salir
a compartir nuestra vida, como hizo el Señor, 149
Es que la ambición de dominar espacios, es esa “raíz a-marga” que lleva a las
peleas internas en la Iglesia, y estas peleas atentan directa y fatalmente contra
la misión apostólica. Corroen la credibilidad del Evangelio, que el Señor
quiso ligar a nuestro amor fraterno.
Decir esto puede sonar un poco pretencioso. Equivale a reducir a una sola
causa todas las decisiones de la Iglesia.
gueme” (Jn 21, 22) del Señor a Pedro (cuando éste se tienta de mirar atrás y
detenerse a comentar con Jesús lo que se murmuraba acerca de Juan)—, la
exigencia del horizonte apostólico de un Jesús en camino impedirá que
arraigue cualquier conflicto que se dé entre ustedes.
La fórmula del Evangelio contra los defensores del espacio es: “en la ciudad
[que es espacio físico pero puede ser también un espacio ideológico] en que
entren y no los reciban…
150
Lo que les estoy diciendo es que, detrás de toda pelea intraeclesial, lo que
tienen que buscar no es quiénes son los malos y quiénes los buenos, quiénes
tiene razón y quiénes están equivocados, sino esa raíz más honda donde una
concepción apostólica en principio buena se volvió frente de conflictos por
privilegiar el espacio al tiempo, la idea a la realidad.
Por eso es que la dimensión apostólica del corazón, esa dimensión que
ensancha un corazón hasta abarcar todo el mundo y lo hace latir juntando en
un mismo amor el recuerdo del Señor que vino con la esperanza del Señor
que volverá, no se puede formar bien sino en medio del pueblo fiel de Dios.
las reales, las que están siempre en lucha. Esto no quita que puedan tener
diversas experiencias de corta duración y mayor intensidad.
Jesús nuestro Señor nos dio ejemplo de esta inserción prolongada durante
todo el tiempo de su vida oculta, antes de la vertiginosa y cambiante
actividad de sus cortos años de vida pública.
con un ímpetu interior que nadie ni nada sea capaz de ex-tinguir” (EN 80).
Vida comunitaria:
de san Marcos:
“No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su
palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Co-mo tú, Padre, en mí, y
yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que
tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean
perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has
amado a ellos como me has amado a mí” (Jn 17, 20-23).
Pero también en muchas otras partes, cuando se quedan solos, el Señor hace
reflexionar a los apóstoles para que descubran las virtudes que favorecen la
unidad: la humildad (“tomando un niño, lo puso en medio de ellos…”; Mc 9,
36), el servicio (“El que quiera ser grande entre ustedes 154
que sea su servidor”; Mt 20, 26), el perdón (“¿Cuántas veces tengo que
perdonar…?”; Mt 18, 21), el ponerse de acuerdo para pedir (“Si dos de
ustedes se ponen de acuerdo en la tierra…”; Mt 5, 47), el amor, en
definitiva.
Es que unidad es un fin, no es ningún medio para obtener otras cosas. Sólo
estando unidos podemos desarro-llarnos plenamente como personas. Y, en el
Evangelio, de la unidad dependen tanto la presencia del Señor (“cuando dos
o más están reunidos en mi nombre yo estoy en medio de ellos”; Mt 18, 29)
como la eficacia apostólica (“… para que el mundo crea…”).
Por lo dicho, ya deben ver claro que la unidad que es superior a los
conflictos no es cualquier unidad: no puede 155
Es una unidad profunda, que se da sólo entre personas, no entre sus ideas,
sus intereses o sus conveniencias, tomados aisladamente, sino entre personas
tomadas en su in-tegridad: con su historia y sus planes, con sus familiares y
sus amigos, con su vocación, sus trabajos, los dones y los carismas con que
el Señor las ha dotado, y también con sus defectos y sus pecados.
¡en torno a ella se centra nada menos que la fecundidad apostólica! Pero no
una fecundidad apostólica entendida co-mo algo posterior —como si
dijéramos: primero nos unimos y luego hacemos apostolado—, sino que el
estar unidos ya es en sí mismo apostólico, porque es testimonial: es el
mensaje de la primacía de la caridad vivido comunitariamente.
156
Ese aprendizaje tiene que ser progresivo. Por eso es que no queremos
introducirlos desde el comienzo en nuestras peleas de familia: ni en las de la
familia religiosa ni en las de la Iglesia. Ni mucho menos darles a ustedes, los
jóvenes, un rol protagónico en nuestras discusiones internas.
Una cosa es que discutan y peleen los que ya se han so-portado durante años
como miembros de una misma familia, y otra que lo hagan los que no tienen
lazos afectivos sólidos con la familia.
modamente en las luchas internas. Es decir: cuando vean o escuchen que hay
luchas internas, deberán insistir más en su vida espiritual y en su apostolado,
para que ayuden, desde abajo, a que los mayores superen los problemas.
Una familia religiosa dividida o no puede engendrar hijos —no tiene poder
de convocatoria— o engendra hijos enfermos. Esto último puede ser de dos
maneras: o porque convoca personas enfermas o porque las forma mal. Una
familia religiosa está sana cuando las distintas posturas internas se discuten
abiertamente, en los ámbitos apropiados, y los mayores saben relativizar sus
posturas en bien de la unidad del cuerpo, sin marginaciones ni exclusiones.
Una buena señal pueden verla en los que son capaces de resaltar ante
ustedes lo bueno de otro que no piensa co-mo ellos (lo malo suele saltar
sólo). Aunque mas no sea, siempre es posible resaltar que el otro ha
perseverado en su vocación, y un joven no tiene derecho a criticarlo sin tener
en cuenta esto, ya que él mismo no sabe si será capaz de perseverar.
“amigos en el Señor”. Con una amistad que sepa hacerlos leales con los
superiores y, al mismo tiempo, con sus compa-
ñeros, evitando las “patotas” —el mito de que los formandos son un grupo
que debe defenderse de los de arriba—
¡Dicen los que saben que el mundo cambiará más en los próximos veinte
años de lo que cambió en los últimos cien!
Lo que sí me parece que puede ayudarnos aquí es reto-mar los principios que
venimos viendo y usarlos para iluminar la vida intelectual.
En primer lugar, la cuestión del tiempo que tienen para dedicar al estudio.
Durante la formación, el estudio suele llevar mucho tiempo: ya sea el estudio
más formal para los que serán sacerdotes, ya sean los diversos estudios y
cursos de formación que en medida creciente ocupan, hoy más que nunca, a
todos los que están en la vida religiosa.
Pues bien, lo mismo diremos en lo que toca al estudio: dar tiempo al estudio
—que se haga el hábito de estudiar—
Gracias también porque, en ese trabajo con las ideas, su intelecto se irá
adueñando de su propia forma, y aprenderán a pensar de manera ordenada,
profunda y creativa.
161
Un corazón unificado
Utilizando las categorías de Hans Urs von Balthasar, pa-ra quien la
formación de la persona se va dando en la medida en que se unifican sus
actitudes estética, ética y teorética, 24
162
Cada época tiene lo suyo, y en esta cuestión de los acentos se van dando
“ciclos” que el Señor de la historia conduce misteriosamente: si una
generación privilegia lo intelectual, la siguiente pareciera que reclamara
más sentimiento y más vida práctica… Esto es bastante fácil de ver. Lo que
no resulta tan fácil es discernir de dónde proviene la desintegración en
nuestra época.
163
Pero un paradigma no es sólo una visión teórica del mundo, sino también
una visión encendida por el fuego de un fervor y empapada por el sudor de
un trabajo que hace real ese paradigma. Hoy pareciera que un paradigma es
despla-zado por otro “más abarcador y profundo” antes que uno haya
alcanzado a ponerse la camiseta —no digo a sudarla—.
; ¿Cuál es la relación entre lo que dicen que rezan (tiempo, entusiasmo por
los buenos deseos) y su mortificación y su entrega a los pobres (trabajos
humildes, disponibi-164
; Cuando hablan de su oración, ¿cuentan más bien las ideas que tuvieron o
saben detenerse en los sentimientos, y principalmente en las gracias y las
tentaciones que experimentaron? ¿Intelectualizan o buscan llegar a sentir y
gustar internamente las cosas (contemplación)?
Fervor apostólico
riza —“yo sólo trabajo con jóvenes” o “a mí lo que me gusta es sólo…, así
que no me den otras cosas…”—? ¿Saben unir la diversidad del pueblo de
Dios o sectorizan?
; ¿Saben trabajar con lo que tienen? ¿Saben presentar “sus cinco panes” al
Señor?
Vida comunitaria
; ¿Van siendo personas que buscan la unidad cuando hay conflictos o ya son
de los que dividen con sus comenta-rios y sus actitudes?
166
; ¿Van integrando bien las tensiones que se dan en la relación con los
superiores y los compañeros?
; ¿Han sentido la tentación de pensar que la amistad con sus compañeros los
aparta de sus superiores?
; ¿Cuidan con cariño las cosas y los lugares comunes? ¿Sienten como suya
la casa que les tocó o están siempre con la esperanza de mudarse a otra
ideal?
ELCRITERIOÚLTIMO
El amor a Jesús
Si tomamos una imagen para meditar qué espera Jesús de los que lo
seguimos en la vida religiosa, si nos preguntamos qué es lo único que le
preocupa frente a uno que lo sigue, creo que su último diálogo con Pedro, en
el Evangelio de Juan, es de lo más revelador.
Están sentados frente al lago, unas brasas a un costado indican que han
comido. Uno de esos hombres es Pedro. El otro es Jesús. Jesús resucitado. Y
la conversación es la última que tendrán sobre esta tierra. El Señor está listo
para subir al Padre. He aquí el dialogo:
Después de comer, le dice Jesús a Simón Pedro: “ Simón , hijo de Juan, ¿me
amas más que estos?” Le dice él: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Le dice
Jesús: “Apacienta mis corderos”.
Vuelve a decirle por segunda vez: “ Simón , hijo de Juan, ¿me amas ?”. Le
dice él: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Le dice Jesús: “Apacienta mis
ovejas”.
168
Le dice por tercera vez: “ Simón , hijo de Juan ¿me quieres co-mo amigo ?”.
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez ¿me quieres como
amigo? y le dijo: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”. Le dice
Jesús: “Apacienta mis ovejas” (Jn 21, 15-17).
Pero no hay que apurar las cosas. No se trata de un “quiero darte una
misión, y por eso necesito saber si me amas”.
quiere que tome conciencia de su amor. Las respuestas de Pedro darían pie a
esta suposición porque Simón Pedro apela al “tú sabes”, al “tú lo sabes
todo”.
Pero Jesús insiste con sus preguntas. ¿Se puede decir que basta con “saber”
que otro nos ama? ¿Las preguntas que se hacen los que se aman son
retóricas? ¿O son el alimento del amor que necesita renovarse dando
testimonio de que está fresco y activo, que no se ha entibiado, que quiere
crecer? Responder una y otra vez a la pregunta ¿me amas? es esencial al
amor.
¿No es mejor pensar que Jesús “no quiere usar su saber para las cosas del
amor”, sino que quiere que Simón se lo exprese? Lo mismo pasa con la fe:
Jesús quiere que le digan si tienen fe en Él: “¿crees esto?”.
Pedro no se anima a decirle que lo ama más que los otros. Le responde
simplemente: “Tú sabes que te quiero”.
Quizás Pedro recién se dio cuenta de este más cuando, según la tradición, se
iba escapando de Roma y se encontró con Jesús, que venía en dirección
contraria, y le dijo:
“Voy a Roma, a morir de nuevo”. Quizás fue al í donde Pedro se dio cuenta
plenamente de que, si no iba él, Jesús no tenía otro. Que Jesús era tan pobre
que, si el que lo amaba más no lo seguía, tendría que empezar todo de nuevo.
171
172
Eso es lo que ama su amigo Jesús: que él, Simón, lo ame como amigo
entristecido por la negación y confiado en que el Señor ya lo sabía y había
rezado por él.
Pero, a medida que pasó el tiempo, pareciera que —en vez de “tenerlo
agarrado”— lo comenzó a soltar. “¿Ustedes también quieren dejarme?” es
una pregunta que le hace cuando Pedro ya lo ha dejado todo y se ha jugado
por él. ¡Lo dejará dudar, ser zarandeado, negarlo incluso!
dura la persona, cuanto más dueña se hace de sus afectos, el llamado, que
quizás al comienzo se sirvió de entusiasmos humanos, de la influencia del
entorno, de tantas cosas que se mezclan en una vocación, se hace más libre y
requiere que pongamos todo en juego.
Les digo esto porque hoy en día es común que la persona que sigue a Jesús
de joven, en un determinado momento de su vida, tome conciencia de las
motivaciones “humanas” que influyeron en su vocación y, en vez de ponerse
de nuevo ante Jesús, que le pregunta si lo ama “más” que otros, si lo ama
gratuitamente, con amor de caridad, si quiere ser su amigo…, comience a
mirar para atrás.
Miran si “lo amaron”, si “fueron totalmente maduros”, si lo siguieron “por
motivos puros”. En el preciso momento en que se adueñan con más realismo
de su propio corazón y ven sus limitaciones —cosa que “entristece”, como le
paso a Simón—, en el momento en que, gracias a la misma formación que
tuvieron, el Señor los ha vuelto más libres para amar, le responden a Jesús
con menos generosidad que cuando lo siguieron empujados por idealismo y
necesidades.
Una reflexión mía, que pueden seguir si los ayuda, y si no, no, es que el amor
de amistad tiene una característica muy particular y algo extraña. ¿Se han
fijado que uno pue-174
de ser amigo de alguien que piensa distinto, como muchas veces sucede entre
los que son amigos de la infancia?
El amor de amistad es algo tan simple y tan esencial que trasciende todo otro
tipo de relación. Es más, pareciera que se da mejor y de manera más pura
cuando no hay otra cosa que sostenga la relación (necesidad, interés,
gustos…), sino la pureza de la amistad por sí misma.
gape” —que es puro don gratuito—, el amor de amistad tiene una mezcla
especial de gratuidad y “construcción”
voluntaria. Quizás por eso el Señor estriba allí para fortalecer el amor de
Simón. Jesús, en este pasaje, privilegia el amor de amistad y nos marca un
camino para nuestra relación con Él.
El amor de amistad siempre mira con esperanza en el futuro. Más allá de que
se prevean circunstancias favorables o difíciles, los amigos sienten:
“contigo, me animo”. No hay lugar para la infecundidad ni para los
intereses mez-quinos —hablar sólo de “negocios”— en la visión de futuro
entre amigos.
poco tiempo… Los amigos son esos “hermanos que hemos podido elegir a
gusto” (¡que linda definición de Martín Descalzo!), y si uno no los eligió o
dejó pasar las situaciones gratuitas en las que se podía hermanar
gratuitamente, la amistad no se habrá dado.
Eso sí, el sabor amargo de no haber cultivado una amistad siempre queda en
el corazón. Si hasta un perrito entiende de amistad, no es digno de llamarse
hombre el que no es capaz de llorar todo lo que robó o mezquinó a la
Amistad en sus amigos. Y tanto más cuanto menos éstos se lo reprochen.
Muchos son, pues, los que dejan pasar la oportunidad de cultivar amistades
y se pueden llamar a sí mismos necios o cobardes. Pero, una vez que la
amistad se dio, se gustó y cultivó, el que deja que se eche a perder no puede
hacerse el que no supo (necio) o el que no pudo (cobarde): es simplemente
un traidor. La amistad es “lo de una vez”, como dice Peguy. De allí que
dejarse llamar “amigo” por el Se-
177
Si nos fijamos en los más amigos del Señor, vemos que la amistad entre el
Señor y Pedro le debe mucho a Juan —el único que perseveró como amigo
fiel al pie de la Cruz—.
ñor en la Pasión, se quedó cerca del lugar donde era juz-gado Jesús y pudo
alcanzarlo su mirada. Judas, en cambio, no había cultivado ninguna amistad
profunda, por lo que parece, y se quedó terriblemente solo con su traición.
Pero la amistad con el Señor no sólo nos abre a otros amigos, sino que, y
esto sobrepasa todo lo que podamos pensar o soñar, nos abre a la amistad
con el mismo Padre del Cielo.
El amor del Padre es un amor que pasa de manera exclusiva por Jesucristo.
Después de la venida de Jesús a nuestro mundo, el Padre ama a los que
aman a Jesús y cumplen sus andamientos. Su plan se ha vuelto concreto: uno
solo es el camino. Jesús nos lo ha revelado: “A ustedes los llamo amigos
porque todo lo que he oído a mi Padre se los he dado a conocer” (Jn 15, 15).
Y el que ha conocido a Jesucristo no puede regresar al Dios de antes, al Dios
cuya imagen se formó individualmente, a partir de sus experiencias
humanas.
El plan del Padre, que Jesús nos revela, nos hace mirar de otra manera
nuestro pasado, que se amplía gracias a la revelación: no crean que fueron
ustedes los que eligieron a 178
(Jn 15, 16). “No me han elegido ustedes a mí, sino que Yo los he elegido a
ustedes” (Jn 15, 16).
La revelación del plan del Padre les abre también un futuro inmenso: “La
gloria de mi Padre está en que ustedes den mucho fruto, así serán
discípulos” (Jn 15, 8). “Los he destinado para que vayan y den fruto, y un
fruto que permanezca, de modo que todo lo que pidan al Padre en mi nombre
se los conceda” (Jn 15, 16).
El criterio último en la vida religiosa es el amor del Padre que —como don
libre y gratuito de su misericordia—
Los fundadores y las fundadoras de las familias religiosas a las que ustedes
se quieren integrar, o se van integrando, son personas que han recibido una
gracia. Una de esas gracias que forman familia. Y lo propio de cada familia
—
si bien todas tienen cosas comunes— es ser únicas. Cada familia tiene sus
rasgos característicos, ese “aire familiar”
Formarse en una “forma” así tiene sus exigencias. Exigencias que, como el
amor, también son concretas/universales. Con el estado de vida religiosa se
les plantearán desafíos similares a los que se plantean en el estado de la vi-
da matrimonial. ¡¿Cómo formar para el matrimonio?!, nos preguntamos
todos. Es lo más común y a la vez lo más ú-
nico.
Tienen que formarse los propios interesados, los que se aman. ¿Cómo?
Abriendo su alma, dejándose conocer, probando su capacidad de vivir
unidos, proyectando y examinando sus gustos, sus sueños, su manera de
pensar…
Y, cuando vienen los hijos, al tener que educarlos, se hacen más claros (o
entran en colisión) los valores comunes de los padres. En la medida en que
—atentos a la persona de cada hijo— los padres les enseñen a descubrir y
amar progresivamente los valores, con cariño y firmeza, ellos mismos los
descubren más y los aprenden a amar mejor.
183
.VI.
LAFORMA
DEVIDAPOBRE,
PURAYOBEDIENTE,
DEJESÚS
Otra experiencia se podría formular así: uno quiere hacer el bien a los
demás y ve que el mayor bien que puede hacerles es acercarlos a Jesús. Más
que cualquier otro trabajo bueno, uno desea evangelizar y transmitir el amor
del Señor.
187
de Él, que quiere dar a los demás y comunicar, en primer lugar, sólo a
Jesucristo.
Así, vemos que es la persona del Señor lo que motiva en el fondo toda
consagración religiosa. De lo que se trata, pues, con los votos, es de hacer
presente al Señor en nuestra vida personal y comunitaria.
Por eso, en esta pequeña reflexión acerca de nuestros votos, elegiremos esa
perspectiva (no es la única, por supuesto) que nos hace recordar lo
siguiente: no se trata de dar testimonio de “mi” pobreza ni de “la” pobreza,
sino de la pobreza del Señor. Lo que tengo que hacer presente con mi
testimonio es a “Jesús pobre”, a “Jesús casto”, a “Jesús obediente”. Los
votos son para acercar al Señor a nuestra vida, y a la de la Iglesia y el
mundo.
En Vita consecrata, hablando de los votos, nos dice el Pa-pa: “Su forma de
vida [la de Jesús] , casta, pobre y obediente, aparece como el modo más
radical de vivir el Evangelio en es-ta tierra” (VC 18).
188
LOSTRESVOTOSCOMOMODO
DECOMPARTIR
MÁSPROFUNDAMENTELAVIDADECRISTO
Y lo mismo haremos con los otros votos, tratando de ver cómo son aspectos
de la relación personal del Señor con el Padre.
¿CÓMOERAPOBREELSEÑOR?
No llevaba ni un jarro para sacar agua de los pozos (por eso le tiene que
pedir a la Samaritana). Caminaba muchí-
Jesús era pobre “en agenda”. Tenía tiempo para irse a rezar solo, para estar
solo con su Padre. Claro que el tiempo se lo hacía, porque muchas veces
rezaba de madrugada o a la medianoche… Pero lo que quiero decir es que
tenía esa libertad interior para desprenderse de compromisos que no fueran
lo esencial.
(2 Co 8, 9).
Curiosamente, la pobreza del Señor, ese no tener nada entre las manos, no
sólo le permite darse sino también recibir. El Evangelio nos muestra a Jesús
como alguien muy accesible: la gente sencilla tenía acceso directo al Señor
(¡hasta se le tiraban encima!). En Jesús pobre, se da esa cercanía del que no
tiene nada entre las manos, tan distinta del que aleja con sólo verle el
portafolios.
Al estar con Jesús pobre —el Jesús real que está en los pobres a los que
servimos—, quizás lo más importante que nos sucede es que aprendemos de
ellos a recibir bien: con agradecimiento, con humildad, con alegría…
191
La actitud del Señor y de María son las de los que quieren tener una
“entrega total” y, por eso, lo van dando todo en vez de acaparar.
¿CÓMOERAPUROELSEÑOR?
“Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda hacerlo impuro. Lo
que sale del hombre, eso es lo que hace impuro al hombre” (Mc 7, 14-23).
pies” (Jn 13, 10). Como dice Pablo: “Todo es puro para los puros” (Tt 1,
15).
Jesús experimentó una seducción por Dios que llenó su vida y su alma, que le
absorbió radicalmente, que se apoderó de su corazón, haciéndole vitalmente
incapaz de compaginar la misión recibida de Dios, su relación tierna y
afectiva con su “Abba”, con otras dimensiones sanas y buenas de la vida. 26
¿CÓMOERAOBEDIENTE
ELSEÑOR?
La obediencia de Jesús al Padre es incondicional. “Aquí estoy, Señor, para
hacer tu voluntad” (Hb 10, 7). Jesús ama al Padre y se lo demuestra
haciendo lo que al Padre le complace. Si la pobreza y la castidad son más
bien pasivas —
194
195
.V.
CRITERIOS
DECONDUCCIÓN
ESPIRITUALENEL
DEUTERONOMIO
Más bien pareciera que lo que hay que buscar es una pastoral de grupos,
más que de individuos, y que la urgencia obliga a poner el acento en lo
social antes que en lo espiritual.
va reflexionando “lo que Yahveh dijo”, “lo que el pueblo hizo”, lo que él les
dijo…, va discerniendo lo que siente Yahveh, lo que siente el pueblo y lo que
él mismo siente que debe decir y hacer.
Una cosa que resultó inspiradora fue descubrir cierto paralelismo entre el
momento en que fue escrito (y luego redescubierto) el Deuteronomio y
nuestra situación actual en América Latina. El problema que enfrentaba el
pueblo de Israel, dominado por los asirios, era el del sincretismo religioso,
fomentado por el Imperio como forma de do-minación.
201
pués, en la época del rey Josías y del profeta Jeremías, fue descubierto el
libro y sirvió para la reforma religiosa que trataba de conservar la identidad
el pueblo ante la amenaza inminente del destierro.
Puede ser útil recordar, como dice el cardenal Martini, que, si Moisés fue el
hombre de las multitudes —siempre ocupado con gran cantidad de personas
respecto de tareas que involucraban a todo el pueblo—, Jesús es el hombre
de los encuentros personales, que tiene tiempo para el diá-
logo íntimo con los apóstoles, con la Samaritana, con Nicodemo… y tantos
otros. Y de ambas figuras debemos sacar enseñanza.
202
CRITERIOSTEMPORALES
¿Cómo sabemos, pues, si Dios nos habla? Podríamos decir que son palabra
de Dios aquellas que, cuando les damos tiempo en nuestra oración, nos
ayudan a integrar estas dimensiones de la historia de la salvación. Otras
palabras, en cambio, desintegran la historia.
203
Lectura de Deuteronomio 1
1 Éstas son las palabras que dijo Moisés a todo Israel al otro la-do del
Jordán en el desierto, en la Arabá, frente a Suf, entre Paran y Tófel, Labán,
Joserot y di Zahab. 2 Once son las jorna-das desde el Horeb, por el camino
del monte Seír, hasta Cadés Barnea. 3 El año cuarenta, el día uno del
undécimo mes, habló Moisés a los israelitas exponiendo todo cuanto Yahveh
le había mandado respecto a ellos. 4 Después de batir a Sijón, rey de los
amorreos, que moraba en Jesbón, y a Og, rey de Basán, que moraba en
Astarot y en Edrei, 5 al otro lado del Jordán, en el país de Moab, decidió
Moisés promulgar esta Ley. Dijo: 6 “Yahveh, nuestro Dios, nos habló así en
el Horeb: “Ya habéis estado bastante tiempo en esta montaña. 7¡En
marcha!, partid y entrad en la montaña de los amorreos, y donde todos sus
veci-nos de la Arabá, la Montaña, la Tierra Baja, el Négueb y la costa del
mar; en la tierra de Canaán y el Líbano, hasta el río grande, el río Éufrates.
8 Mirad: Yo he puesto esa tierra ante vosotros; id a tomar posesión de la
tierra que Yahveh juró dar a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, y a su
descendencia después de ellos”. 9 Yo os hablé entonces y os dije: “No puedo
cargar con todos vosotros yo solo. 10 Yahveh, vuestro Dios, os ha multi-204
plicado y sois ahora tan numerosos como las estrellas del cielo.
Por ejemplo, cuando se dan ejercicios espirituales de mes para elegir estado
de vida, una de las cosas principales a las que debe estar atento el que da los
ejercicios es a cuándo tiene que hacer su elección el ejercitante. Hay un
momento especial en el que el ejercitante recibe la gracia de la in-diferencia
y el que da los ejercicios le dice: Haz tu elección ahora.
207
en el que el Señor dispone especialmente el alma para que pueda elegir bien.
Dejarlo pasar supone a veces un “volver a dar vueltas en el desierto”, y
otras, una pérdida para siempre (como en el caso del joven rico).
El cómo suele parecer (y ser) imposible para los hombres, pero “nada es
imposible para Dios” (Lc 1, 37). El cardenal Martini, en su hermoso libro
sobre Moisés, compone un pequeño “midrash” , a la manera de los rabinos,
en el que recrea la discusión que debió darse en la tienda de Moisés la noche
del cruce del mar Rojo.
En varios pasajes, Moisés habla del castigo que recibirá por culpa del
pueblo. No podrá entrar a la tierra prometida: “Por culpa vuestra Yahveh se
irritó contra mí y juró que yo no pasaría el Jordán ni entraría en la tierra
buena que Yahveh 28 Cf. C. M. Martini, Vida de Moisés, Madrid, 1986, págs.
59-73.
208
Más allá de cuál haya sido el problema, vemos que Moisés, como buen
padre, sufre para que la otra generación reciba el fruto de sus esfuerzos.
209
CRITERIOSESPACIALES
Lectura de Deuteronomio 2
1 Luego nos volvimos y partimos hacia el desierto, por el camino del mar de
Suf, como Yahveh me había mandado. Durante muchos días anduvimos
rodeando la montaña de Seír. 2 Yahveh me habló y me dijo: 3“Ya habéis
dado bastantes rodeos a esta montaña: dirigíos hacia el norte” . 4 Y da al
pueblo esta orden:
“Vais a pasar por el territorio de vuestros hermanos, los hijos de Esaú, que
habitan en Seír. Ellos os temen; pero vosotros tened mucho cuidado, 5no los
ataquéis, porque yo no os daré nada de su país, ni siquiera la medida de la
planta del pie , ya que el monte Seír se lo he dado en posesión a Esaú. 6 La
comida que comáis se la compraréis por dinero, y por dinero les compraréis
también el agua que bebáis. 7 Pues Yahveh tu Dios te ha bende-cido en todas
tus obras: ha protegido tu marcha por este gran desierto, y hace ya cuarenta
años que Yahveh tu Dios está contigo sin que te haya faltado nada”. 8
Pasamos, pues, al lado de nuestros hermanos, los hijos de Esaú que habitan
en Seír, por el camino de la Arabá, de Elat y de Esyón Guéber; después,
cambiando de rumbo, tomamos el camino del desierto de Moab. 9 Yahveh me
dijo: “ No ataques a Moab, no lo provoques al combate pues yo no te daré
nada de su país , ya que Ar se la he dado en posesión a los hijos de Lot. 10
(Antiguamente habitaban allí los emitas, pueblo grande, numeroso y
corpulento como los anaquitas. 11 Tanto a ellos como a los anaquitas se los
tenía por re-faítas, pero los moabitas los llamaban emitas. 12 Igualmente en
Seír habitaron antiguamente los joritas, pero los hijos de Esaú los
desalojaron, los exterminaron y se establecieron en su lugar, como ha hecho
Israel con la tierra de su posesión, la que Yahveh les dio). 13 Y ahora
levantaos y pasad el torrente Zered”. Y pasa-210
23 Y también a los avitas, que habitan en los campos hasta Ga-za; los
kaftoritas, venidos de Kaftor, los exterminaron y se establecieron en su
lugar). 24Levantaos, partid y pasad el torrente Arnón. Mira, yo pongo en tus
manos a Sijón, el amorreo, rey de Jesbón, y todo su país. Comienza la
conquista; provócale al combate. 25Desde hoy comienzo a infundir terror y
miedo de ti entre todos los pueblos que hay debajo del cielo: al tener noticia
de tu llegada, temblarán todos y se estremecerán” . 26 Del desierto de
Quedemot envié mensajeros a Sijón, rey de Jesbón, con estas palabras de
paz: 27 “Voy a pasar por tu país; seguiré el camino sin desviarme a derecha
ni a izquierda. 28 La comida que como véndemela por dinero, el agua que
beba dá-
mela por dinero; sólo deseo pasar a pie, 29 como me han dejado los hijos de
Esaú que habitan en Seír y los moabitas que habitan en Ar, hasta cruzar el
Jordán para ir hacia la tierra que nos 211
El Señor pone a algunos enemigos en manos de Israel y a otros no. A los que
Yahveh entrega hay que exterminar-212
los, sin negociación ninguna. A los otros se los respeta por el momento.
¿Hay que ganar espacio apostólico aunque no se cuente con medios para
mantenerlo o se debe conservar lo que se tiene?
El espacio común:
primero lo de todos
Lectura de Deuteronomio 3
1 Luego nos volvimos y subimos por el camino de Basán. Og, rey de Basán,
salió a nuestro encuentro con todo su pueblo y nos presentó batalla en Edreí.
2 Yahveh me dijo: “No le temas, porque yo le he entregado en tus manos con
todo su pueblo y su país. Haras con él lo que hiciste con Sijón, el rey
amorreo que habitaba en Jesbón”. 3 Yahveh nuestro Dios entregó en
nuestras manos también a Og, rey de Basán, con todo su pueblo. Le batimos
hasta no dejarle ni un superviviente. 4 Nos apoderamos entonces de todas
sus ciudades; no hubo ciudad que no les tomáramos: sesenta ciudades, toda
la confederación de Argob, reino de Og en Ba-sán, 5 plazas fuertes todas
ellas, con altas murallas, puertas y ce-rrojos; sin contar las ciudades de los
perizitas, en gran número.
213
ños; 7 aunque guardamos como botín todo el ganado y los despojos de estas
ciudades. 8 Así tomamos entonces, de mano de los dos reyes amorreos, el
país de Transjordania, desde el torrente Ar-nón hasta el monte Hermón 9
(los sidonios llaman al Hermón Siryón, y los amorreos lo llaman Senir): 10
todas las ciudades de la Altiplanicie, todo Galaad y todo Basán hasta Salka y
Edreí, ciudades del reino de Og en Basán 11 (Og, rey de Basán, era el último
superviviente de los refaítas: su lecho es el lecho de hie-rro que se halla en
Rabba de los ammonitas, de nueve codos de largo por cuatro de ancho, en
codos corrientes). 12 De este país tomamos posesión entonces: desde Aroer,
a orillas del torrente Ar-nón, la mitad de la montaña de Gallad con sus
ciudades se la di a los rubenitas y a los gaditas. 13 A la media tribu de
Manasés le di el resto de Galaad y todo Basán, reino de Og: toda la
confederación de Argob. (A todo este Basán es a lo que se llama el país de
los refaiítas.) 14 Yaír, hijo de Manasés, se quedó con toda la confederación
de Argob, hasta la frontera de los guesuritas y de los maakatitas, y dio a
Basán su nombre que aún conserva: Aduares de Yaír. 15 A Makir le di
Galaad. 16 A los rubenitas y a los gaditas les di desde Galaad hasta el
torrente Arnón —la mitad del torrente marcaba la frontera— y hasta el
torrente Yab-boq, frontera de los ammonitas. 17 La Araba y el Jordán hacían
de frontera, desde Kinneret hasta el mar de la Araba (el mar de la Sal), al
pie de las laderas del Pisga, al oriente. 18 Yo os ordené entonces: “Yahveh,
vuestro Dios, os ha dado esta tierra en posesión. Vosotros pasaréis armados
al frente de vuestros hermanos los israelitas, todos hombres de armas.
19Sólo vuestras mujeres, vuestros hijos y vuestros rebaños (pues sé que
tenéis rebaños numeroso) quedarán en las ciudades que yo os he dado,
20hasta que Yahveh conceda reposo a vuestros hermanos, como vosotros, y
ellos también hayan tomado posesión de la tierra que Yahveh vuestro Dios
les ha dado al otro lado del Jordán; entonces volveréis cada uno a la
heredad que yo os he dado” .
214
ELTIEMPOYELESPACIO
DEDIOSSECONCENTRAN
ENLALEY
este estado de vida, este orden que cumplo)? ¿No habrán sido fruto de mi
inmadurez?
Y se olvida que la ley de Dios, aun siendo racional, es una ley fruto de la
libertad de dos que se aman y, por ese amor, se propusieron guardar unos
mandamientos (y consejos). Muchas cosas que se fueron convirtiendo en ley
pueden perder sentido si se pierde la memoria de la historia vivida.
217
El que guía espiritualmente a otros debe estar atento a las tentaciones que se
dan en tiempo de paz, advirtiendo contra la tentación de olvidar a Dios y de
atribuirse a sí mismo las gestas liberadoras. Estas tentaciones se manifiestan
en una suerte de “estado de disconformidad”, que no permite “gozar
totalmente de las gracias recibidas”; en una especie de tristeza que se
muestra en un “cierto espíritu que-jumbroso” que atenta contra “el
seguimiento consolador, paciente y aguantador del Señor en toda la vida
cotidiana”. 29
Hoy, un pastor, en la porción de pueblo fiel que le toca conducir, tiene gente
que está esclavizada como Israel en 29 Para este tema de fidelidad en
tiempos de paz a la luz del Deuteronomio, cf. J.
218
Egipto —sus salarios son de hambre o está desocupada—; tiene gente que ha
sido desterrada de su tierra y sufre una fuerte desintegración cultural; tiene
también gente que es-tá bien instalada y que corre el riesgo de olvidar a
Dios…
¡Para conducir hoy nuestro pueblo, se requeriría ser no sólo Moisés, sino
David y los profetas!… O quizás no pretender imponer un solo criterio sino
buscar primero la u-nión de los pastores, al estilo de la primera Iglesia que,
ante los malentendidos entre Pedro y Pablo, se reúne en conci-lio y resuelve
las cosas afirmando la unidad de la fe en la diversidad de culturas.
ÍNDICE
Presentación ......................................................................................... 7
Introducción ..................................................................................... 25
I.
FORMAR EN ESPERANZA ........................................................ 41
de la esperanza ................................................................................. 43
y ancianos ...................................................................................... 55
en su memoria ............................................................................. 57
de la esperanza ................................................................................ 68