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¿Pueden pensar las máquinas?

Al preguntarse si las máquinas serían capaces de pensar Russel Stuart propone un término
interesante: aI débil. Este término propone dos afirmaciones que complicarán un poco el trabajo
de los científicos para los próximos años. Russel afirma que, “hay cosas que las computadoras no
pueden hacer, independientemente de cómo se les programe”, y “ciertas formas de diseñar
programas inteligentes están condenadas al fracaso tarde o temprano”. Teniendo en
consideración estas afirmaciones, la idea más acertada sería pensar que nunca se va a lograr que
las máquinas tengan un pensamiento al menos similar al humano.

Alan Turing, reconocido científico del área propone en su más famoso escrito Computing
Machinery and Intelligence que no hay que preguntarse si las máquinas pueden pensar, si no que
si serían capaces de pasar una prueba conductual. Lo que luego se llamó la Prueba de Turing,
proponía que una máquina fuera capaz de conversar ante un interrogatorio por cinco minutos
para el año 2000; y de hecho, en parte se logró. Se concluye entonces, que las máquinas en
realidad sí puedan pensar, aunque nunca podrán tener sentido del humor, enamorarse, aprender
de la experiencia, saber distinguir lo bueno de lo malo y otras actitudes propias del humano
Inteligencia Artificial: Un Enfoque Moderno dedica su último capítulo a preguntarse qué sucedería
si se concibieran máquinas capaces de pensar. Nos damos cuenta que preguntas tales como
“¿Deberían tener las máquinas sus propios derechos?” o “¿Cómo interaccionarían las máquinas
inteligentes con los seres humanos?” o “¿Qué sucedería si las máquinas inteligentes deciden
trabajar en contra de los intereses de los seres humanos?” salen a flote y deben ser tenidas en
cuenta.

Entonces es cuando nos preguntamos si es conveniente seguir con este proyecto, arriesgarse y
seguir hacia un camino desconocido y creer que lo que puede llegar a suceder no será negativo.

Russel y Norvig ven a este mundo desconocido como algo un poco más optimista. Ellos opinan que
las máquinas inteligentes son capaces de “mejorar las circunstancias materiales en las que se
desenvuelve la vida humana” y que de ninguna manera podrán afectar nuestra calidad de vida de
manera negativa.

Siempre cabe la posibilidad de que esto se desarrolle de manera positiva o que las máquinas
afecten el crecimiento de los niños, y generen más estrés en los adultos. El resto, opinan los
autores, “no parece ser tan terriblemente negativo”.

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