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Lo anterior –correspondiente a las sesiones impartidas por la profesora Beatriz Gallardo– fue
complementado por el profesor Carlos Hernández desde la perspectiva de la pragmática
intercultural, como forma de ampliar el enfoque hacia las dinámicas comunicativas más
relacionadas con la vida cotidiana, así como las relaciones entre lingüística y hechos de cultura,
además de los conflictos y propuestas existentes en torno a la llamada “diversidad cultural”.
Para una primera aproximación el tema, comenzamos por definir el concepto de cultura
realizando un breve repaso por algunas de las interpretaciones del mismo a lo largo de la historia
moderna y contemporánea. Así, comenzamos por la definición propuesta por Tylor en el siglo
XIX: cultura como el conjunto de los patrones de conducta, es decir, de las visiones de mundo
aprendidas en un contexto social. Con esta definición, Tylor enfrenta “cultura” a “biología”
(“herencia cultural” frente a “herencia social”). Esta visión encierra cierto determinismo
biológico de los hechos culturales, lo que nos obliga a plantearnos dónde se establece el límite
entre ambos campos.
Ante esto, el profesor Hernández propone definir el concepto de cultura como sistema de
interpretación de lo social humano. Se trataría entonces de una retórica de los hechos sociales,
de una serie de recursos que sirven para reinterpretar lo social.
También se trataría de un sistema para construir y proteger nuestra imagen social, entendiendo
esto como una manera de potenciar nuestro papel como sujetos sociales. Un ejemplo de esto
lo constituyen las reglas de cortesía (como podría ser el cambio de entonación cuando se acerca
el final de una conversación telefónica) que sirven para que veamos como las praxis
comunicativas van también asociadas a los hechos culturales. Podemos observar lo descrito al
principio del párrafo acerca de la protección de la imagen social en otros gestos cotidianos, como
por ejemplo las formas utilizadas normalmente para realizar una invitación (como preguntar a
la personas si tiene planes), o al negociar un saludo.
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- Prácticas o usos institucionales: Entendiendo las instituciones como aquello que
sustituye al instinto. Se trataría de una serie de pautas aprendidas para solventar de
manera práctica la relación social con el otro. Un ejemplo de esto lo constituyen los
sistemas de creencia, como la religión.
- Código mental subyacente: se trata de una manera de entender las relaciones sociales
La cultura no es algo que está fuera, en los discursos, sino en la “cabeza” de las personas.
Este estrato se corresponde con lo que podríamos interpretar como una manera
determinada de ver las cosas. Dentro de este estrato, podemos distinguir a la vez tres
niveles:
o Cosmovisión: esquemas culturales básicos con los que interpretamos el mundo,
la realidad (por ejemplo, el tiempo entendido como algo lineal).
o Ethos cultural: Lo que los norteamericanos podrían definir como “way of life”
(estilo de vida). Se trata de patrones mentales básicos de interacción social
(como veremos más adelante, un ejemplo de esto lo constituyen los principios
de armonía y competitividad).
o Ideología: entendida como el conjunto de patrones de representación del
mundo y de acción social. Este nivel encierra algo de cosmovisión y de ethos
cultural, aunque se diferencia de estos por su carácter competitivo con otras
ideologías. Se trataría entonces de un discurso, de un esquema mental
asimilado, que nos hace ver las cosas de una manera determinada, pero que no
define a una cultura de forma homogénea. Para ejemplificar esto, podríamos
decir que los rusos son rusos así vivieran bajo el régimen zarista o bajo el
comunismo.
Una vez definidos estos niveles, nos centraremos en el denominado como ethos cultural para
desarrollar algunos principios que lo constituyen o ejemplifican. Estableceremos dos columnas,
entendiendo que existen sociedades que se definen bajo un paraguas determinado que las
define y diferencia en uno u otro sentido:
Armonía Competitividad
No interferencia (entendida como
Solidaridad
respeto del espacio del otro)
Autenticidad Ceremonialidad
Afectividad Mostración pudorosa
(o Corporalidad exhibida) (o Corporalidad velada)
Exculpación Relación fiduciaria
Gestión social de lo individual Gestión individual de lo social
Ejemplos:
La forma de resolución del inestable equilibrio entre la estancia individual y la estancia social,
está relacionada con los principios de gestión individual de lo social frente a la gestión social de
lo individual. Un ejemplo de esto puede ser una boda, en el que están presentes tanto el
componente social como el individual, aunque podemos aplicarlo también a la religión, las
empresas, etc.
Esta comparación nos permitiría entender la generación de prejuicios acerca de una cultura
desde la mirada de la otra y cómo éstas se basan en su ethos cultural. Así, para la cultura oriental
la competitividad asociada a la cultura occidental es entendida como falta de armonía, como
agresividad. En sentido inverso, el principio de no interferencia puede ser entendido desde las
culturas basadas principalmente en el de solidaridad como falta de empatía o indiferencia. Lo
mismo sucedería con el par autenticidad/ceremonialidad. Tanto en un sentido como en el otro,
los “otros” serán definidos en base a los principios que priman en una sociedad: la autenticidad
como desfachatez o desparpajo, la ceremonialidad como excesiva rigidez.
Si observamos los dos ejes planteados, podemos observar como uno está más asociado a una
cierta retórica de la continuidad –que puede a su vez relacionarse con los países del llamado Sur
o periferia– y una retórica de la discontinuidad –más asociada a los países del Norte o centro–.
El eje Norte/Sur se revela de forma clara, así como las relaciones de este con el nivel ideológico
de lo cultural, mencionado antes.
En relación con esta parte del temario, se estableció un intercambio de opiniones a partir de la
lectura del texto “Mis vecinos los japoneses” (Imma Monsó). Se trata de un artículo publicado
por El País Semanal, en el que su autora comenta las diferencias entre la cultura occidental, con
la que ella se identifica, y la oriental. En este punto podemos observar cómo se crean
estereotipos y se asocia la cultura del otro (frente a un nosotros) a cierto exotismo, concepto
que a su vez tiene que ver con una mirada etnocéntrica hacia otras culturas.
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Los códigos culturales gestionan una realidad muchas veces irracional. Las diferencias
interculturales pasan a convertirse así, muchas veces, en motivo de conflicto: aunque se haga
un esfuerzo de racionalización hay siempre un reducto irracional (como por ejemplo, la
adscripción a la lengua materna o a un nombre).
Esto tiene que ver con una de las características de lo cultural mencionada más arriba: el
aprendizaje inconsciente de los códigos culturales. Se trata de recursos o elementos que no
pueden ser del todo objetivables, comparable con lo que Winnicott denomina entidades
transicionales en el ámbito de la psicología. Estas entidades transicionales son objetos (como
por ejemplo, un peluche) que se quedarían en el espacio entre lo subjetivo y lo objetivo en el
desarrollo social de un niño.
La lengua materna forma parte de este espacio transicional, así como también el cuerpo (que
constituye en determinado grado nuestra subjetividad y es al mismo tiempo objetivo).
Debemos, por tanto, asumir los límites que implica la actividad racionalizadora y esto pasa por
el respeto de la otredad asumiendo que existen elementos que no se pueden uniformar. La
convivencia no tiene por qué implicar, de esta forma, una explicación racional del otro.
Una vez cerradas estas primeras consideraciones acerca de lo cultural, pasamos a la lectura del
resumen del Informe mundial de la UNESCO, titulado Invertir en la diversidad cultural y el
diálogo intercultural. En el texto se definen conceptos tales como “diversidad cultural”,
“cultura”, “interculturalidad” y se observa el creciente interés y perspectivas en estas cuestiones
por parte de diversas instituciones de ámbito nacional e internacional. El texto permite
establecer un debate acerca de algunas perspectivas planteadas en el mismo, así como una
relación entre lo visto en clase y lo expuesto. Los autores del informe, comienzan su introducción
haciendo referencia a los significados asignados a la expresión “diversidad cultural”. Citando
parte del informe:
Es clara la relación de esta segunda consideración con lo planteado por Huntington acerca del
llamado “choque de civilizaciones” (The Clash of Civilization). Simplificando y resumiendo,
Huntington plantea que una vez acabada la Guerra Fría, los conflictos basados en las diferencias
ideológicas pasarán a ser sustituidos por conflictos que tienen su origen en diferencias
culturales. La referencia a Huntington suscita un debate acerca de la utilización de este
argumento en diferentes conflictos bélicos actuales, tales como el de la Guerra del Golfo o el
conflicto Israel/Palestina.
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A medida que avanzamos en el texto, encontramos diversas consideraciones acerca de la
protección de la diversidad cultural. La UNESCO considera, en consonancia con lo planteado por
Lévi-Strauss en un trabajo realizado para la institución en 1952, que la protección de la
diversidad no pasa por proteger la diversidad existente en un determinado momento y lugar (no
es una “foto fija”) sino por proteger los principios que hacen posible tal diversidad. Se trata, por
tanto, de reconocer y proteger la capacidad del ser humano de ser diverso culturalmente.
Rastreando los orígenes del debate acerca de la gestión de la diversidad cultural en Europa,
podemos establecer como punto de origen la Conquista de América. El debate sobre los nativos
como seres con o sin alma, lo que justificaría el esclavismo o la evangelización propuesta por los
Misioneros Jesuitas, encierra un debate acerca de cómo gestionar la relación con una nueva
cultura y, por ende, con el “otro”. Más adelante, la Ilustración marcaría el inicio de un debate
que incluiría una crítica cultural, con personajes como Voltaire o Rousseau.
En la actualidad, nos encontramos frente a una toma de conciencia de la existencia del “otro”,
que tiene como origen la globalización. Así, la necesidad de proteger ciertas lenguas, la
preocupación por el diálogo intercultural o la educación en las llamadas “competencias
interculturales”, se convierten en motivo de investigación y de debate, generando distintos
enfoques. El enfoque crítico de estas cuestiones, señala el riesgo de que algunas de estas
políticas dedicadas a la protección de la diversidad, acaben por estandarizar excesivamente
ciertas expresiones culturales populares.
La última sesión estuvo dedicada a tratar el tema de la labor traductológica. Cuando se traduce
no sólo se traducen textos sino que también se realiza una operación de exportación de géneros
discursivos. La asignación de género constituye, por tanto, la operación previa para poder
descodificar y recodificar el contenido de un texto. La actividad traductológica consiste por tanto
en el tránsito de textos de una cultura a otra, asignándole a estos un género discursivo existente
en la cultura receptora o creando nuevos por medio de la incorporación del género de origen.
Cuando la cultura receptora no es capaz de exportar el género, pueden surgir entonces los
llamados “géneros mixtos”, ya que como postula Bajtin, los géneros discursivos tienen que ver
con prácticas sociales (relaciones sociales, contexto, etc.). La introducción de nuevos géneros
puede, por tanto, también introducir praxis sociales. Esto es lo que muchas veces motiva la
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censura y la adaptación. Las adaptaciones han sido una práctica común que ha permitido que
determinados textos, aunque pasados por muchos filtros, pasen de una cultura a otra.
Un ejemplo de esto es la primera publicación de Las mil y una noches, impresa en Francia en el
siglo XVIII. El paso de un código (oral) a otro (impreso) va también asociado a la actividad
traductológica. El traductor se convierte entonces en una especie de gatekeeper, si bien es cierto
que la mayor parte de las veces los filtros vienen impuestos por el marco socio-político, socio-
cultural o –incluso– por el mercado.
La traducción sirve también como protector de las diferencias, de la identidad, al mismo tiempo
que de la diversidad cultural. Podríamos decir que se trata de un elemento de equilibrio (aunque
inestable) entre la presión económica a la globalización y la presión psico-sociológica a la
identidad cultural. Este equilibrio, inestable pero necesario, acaba dando como resultado la
glocalización mencionada más arriba.
Como conclusión de las sesiones, se propuso un debate sobre diferentes textos que abordaban
el tratamiento de la diversidad cultural en diferentes medios de comunicación o expresiones
artísticas (cine, prensa y televisión). En el caso del cine, el texto plantea las relaciones entre
Norte y Sur, a través de la problemática de la representación del “otro” en la construcción de
redes transnacionales. El artículo se centra en una parcela concreta, constituida por los festivales
de cine latinoamericano en Francia, estudiado desde diferentes enfoques que abordan la mirada
del “otro”, el lugar de la enunciación y las relaciones Norte-Sur.
El debate sobre el texto, así como las diferentes consideraciones y miradas sobre el tema,
permitió determinar el marco desde el que se plantea la problemática en el artículo así como
referenciar conceptos vistos en las anteriores sesiones, tales como etnocentrismo, exotismo o
aculturación. Las consideraciones se vieron enriquecidas al participar en el debate personas con
diferentes miradas (América Latina, Europa), lo que permitió observar las relaciones
interculturales y el discurso sobre el “otro” desde diferentes marcos.
Las películas expuestas en clase, como Las cartas de Alou (Monxo Armendáriz, 1990) y One day
in Europe, colaboraron a ilustrar los diferentes puntos expuestos, clarificando conceptos y
uniéndolos a las sesiones impartidas por la profesora Beatriz Gallardo acerca del encuadre o
marco.
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