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Historia y actualidad
Verónica Vega, PhD.i
Introducción:
En estas páginas me ocuparé de hacer una introducción histórica sobre
los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), cuestiones que afectan cada
vez a más adolescentes de nuestro país y cuya edad de inicio ha descendido
en los últimos años; no siendo ya privativa de las mujeres.
Me propongo este punto porque considero que es importante observar
cómo la ideología y las condiciones de cada momento histórico-socio-cultural
impregnan una cierta forma de atravesar las problemáticas que ocupan a los
adolescentes. De esta manera si bien es necesario decir que en rigor no existe
tal cosa como “la adolescencia” sino más bien las adolescencias; hay un zócalo
común resultante de los ideales sociales que se presentifican en los jóvenes.
Las adolescencias son una construcción histórico-social, y por lo tanto
atraviesan también a la estructura familiar, trastocando el hasta entonces
equilibrio logrado y cuando de TCA se trata, las condiciones sociales de
producción de subjetividad son particularmente importantes.
Una de las variables fundamentales de los trastornos de la conducta
alimentaria es el hecho de que, en general, se inician en la adolescencia y con
una fuerte prevalencia en mujeres (APA, 1995; Behar, 1998; Dio Bleichmar,
2000; Gandarillas y Febrel, 2000; Vega, 2004) por lo cual es usual hallar
bibliografía que se refiere directamente “a las pacientes” tal como se hacía en
los inicios del psicoanálisis con las pacientes histéricas.
Sin embargo, cabe destacar que en los últimos años, se viene
registrando un aumento de casos entre los varones. Es probable que en parte
ello se deba la asociación hallada entre identidad de género (femenina) y TCA,
cuestión reforzada por el hecho de que muchos de los casos masculinos
hallados al inicio eran pacientes que tendían a identificarse más con ideales
estéticos y roles de género femenino. Paralelamente, es sabido también que en
los últimos años ha habido cambios socioculturales en relación a las nuevas
identidades de género y a la posibilidad de la asunción de una posición
sexuada menos estereotipada. Es decir, que se produjeron por un lado
cambios en el modelo estético masculino y por el otro, una mayor apertura en
las manifestaciones de rol de género, de manera tal que muchos varones
heterosexuales se sienten también presionados socialmente con el ideal de
delgadez.
Tal como sucedió en los albores de los descubrimientos clínicos de los
TCA -cuando las tasas de prevalencia e incidencia crecían exageradamente-
cabe preguntarse: ¿es que verdaderamente hay más casos de TCA entre
varones o, tal vez, hay más consultas porque hay mayor aceptación social?
Además de la cuestión de género, otro de los mitos sobre los TCA radica
en considerar que éstos se limitaban a mujeres jóvenes, blancas,
pertenecientes a países ricos (Askevold 1982; Bruch, 1973; Gordon, 1990;
Theander 1970). Esta postura ha sido cuestionada por el creciente número de
casos de TCA en países en desarrollo y en diferentes etnias (Nasser 1994;
Negrao y Cordas, 1996). Nuestro país ubicado entre los primeros de la lista, es
una prueba de ello. Sin embargo, abe rescatar que un mayor grado de
urbanización parece aumentar la posibilidad de TCA, siendo la urbanización un
factor más vinculado a la bulimia que a la anorexia (Hoek, Bartelds, Bosveld,
van der Graaf, Limpens, Maiwald y Spaaij, 1995). La urbanización parecía ser
entonces la clave que llevaría a la joven a una mayor exposición del ideal de
delgadez, además de propiciar cambios en los hábitos alimentarios,
sedentarismo lo que deriva en sobrepeso u obesidad.
Ideal de delgadez
En la cultura occidental, ser delgado significa ser competente, atractivo
sexualmente, tener éxito y autocontrol (Rockett y Mc.Minn 1990; Stice,
Schupak-Neuberg, Shaw y Stein 1994). Las dietas restrictivas y cirugías
plásticas transmiten la ilusión de que el cuerpo es infinitamente maleable. Una
vez impuesto el ideal de delgadez, para muchas personas la imposibilidad
biológica las conduce a la insatisfacción corporal (Pinhas, Toner, Ali, Garfinkel,
Stuckless, 1999). Así, el contexto sociocultural y los factores que modulan su
impacto en cada individuo tiene un lugar en la génesis de los TCA (Stice,
Schupak-Neuberg et.al., 1994).
Numerosos estudios han concluido que el patrón de belleza
vehiculizado por los medios de comunicación y por el discurso social parece
ejercer un efecto marcante sobre las mujeres (Garner y Garfinkel 1980;
Silverstein, Peterson y Perdue 1986). Si bien, hemos dicho que también los
varones se encuentran actualmente frente a esta encrucijada; es sabido que
las mujeres son juzgadas por sus apariencias en mayor medida que los
hombres y eso las ha conducido a estar más preocupadas por la delgadez,
especialmente las más jóvenes (Sobal, 1994).
Según lo reportado por las investigadoras argentinas Facio y Batistuta
(2000) ¨en consonancia con el estereotipo tradicional, ambos géneros
atribuyeron mayor importancia al atractivo físico de las mujeres que al de los
varones¨ (p. 104).
Pertenecer a determinados grupos profesionales como atletas,
bailarinas, modelos y nutricionistas refuerza la idea de un cuerpo delgado y
aumenta el riesgo si las personas predispuestas a TCA tienden a elegir dichas
profesiones.
Gordon (1990) afirma que los TCA aumentan no solo por la creciente
oferta de comida de las sociedades industrializadas sino también por 1) el
cambiante rol de la mujer en el cual las mujeres se encuentran luchando por
encontrar un equilibrio entre los nuevos ideales del éxito y las expectativas
tradicionales de su rol femenino, 2) una preocupación por el aspecto y la
imagen corporal relacionados con la moda masiva y el consumo, 3) una
preocupación culturalmente generalizada por el control del peso y la obesidad.
La presión de los medios de comunicación occidentales y el peso de los
valores socioculturales del patriarcado sobre lo que se considera femenino ha
sido tema de varios ensayos feministas alrededor del tema del género (Bordo,
1993, 1999; Brumberg, 1988; Navarro, 1990). Paralelamente, se ha observado
cómo en otras culturas no occidentales sí se desencadena un trastorno de la
conducta alimentaria sin tener las preocupaciones occidentales sobre el peso y
la silueta (Ngai, Lee y Lee 2000), por lo cual se sugiere que las presiones
socioculturales hacia la delgadez no son suficientes para explicar la etiología
de los TCA.
En la actualidad es posible observar que la clínica de los TCA nos
muestra un cuadro que viene apareciendo disfrazado en numerosas
oportunidades de deseos de cambiar la dieta alimentaria “por otra más
saludable”. Lo que antes se conocía como ortorexia y que actualmente es
alimentación a conciencia, trajo un cambio en nuestras costumbres y en
nuestros pacientes, principalmente entre las adolescentes. En 2019 la
consultora Kantar Insights Division arrojó que sobre 44.500.000 habitantes de
nuestro país; 4.005.000 millones eligen dietas vegetarianas y veganas.
1
Dra en Psicología UBA. Investigadora y Docente UBA. Miembro APdeBA IPA y FEPAL
(verovega@live.com.ar)
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