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Nunca fuimos católicos

Epígrafe: Lacan “nosotros cristianos”


En el seminario de la Ética, Lacan hace un exhaustivo recorrido
por los planteamientos aristotélicos y kantianos, entre otros, con
el fin de discernir si se puede hablar de una ética en el campo de
la experiencia propia del psicoanálisis. En medio de esas
reflexiones nos encontramos con una cita que alude a la forma en
como el cristianismo barrió con el campo de los dioses, y es así
que Lacan se pregunta ¿qué se ha colocado en el lugar de éstos?
Quisiéramos detenernos en esta idea y plantearnos antes de seguir
a Lacan en su reflexión, algunas preguntas, realmente ¿se arrasó
con el campo de los dioses?, ¿qué implicaciones psíquicas
subjetivas tendría esto?, ¿cómo leer esto en el contexto de nuestra
práctica ubicada en América Latina y no en Francia?, ¿hasta qué
punto esta idea obturaría nuestra posibilidad de dar lugar a otras
espiritualidades y sus correlatos psíquicos subjetivos?
Señala Lacan prosigue:
Desde hace algún tiempo, descubrimos que los administradores son santos. ¿No podemos
invertir las cosas? Y decir que los santos son administradores, los administradores del
acceso al deseo, pues la operación de la cristiandad sobre el hombre se realiza a nivel
colectivo. Los dioses muertos en el corazón de los cristianos son acorralados en el mundo
por la misión cristiana. La imagen central de la divinidad cristiana absorbe todas las otras
imágenes del deseo en el hombre, con algunas consecuencias. Estamos quizá en la historia
al borde de esto, es lo que en el lenguaje administrador se designa en nuestra época con la
expresión de problemas culturales de los países subdesarrollados.

¿Por qué pensar que se trata de problemas culturales de los países


subdesarrollados? Y no, de otras formas, quizá más inmanentes y
menos atravesadas por la idea abstracta de dios.
Que América Latina es una invención, es algo que ya sabemos.
Nada se sostiene de ese sintagma: América, Latina…
Suramérica nunca fue completamente católica, a pesar de la
pretensión hegemónica de esta religión- que también se pretendió
verdadera- y que supuso la conquista espiritual de pueblos
originarios, algunos de ellos traídos en esclavitud.
Poco se habla de la colonialidad espiritual, incluso en autores
decoloniales: colonialidad del poder, del saber, del género se
privilegian dejando en un segundo plano una dimensión sin la
cual poco podría haberse “conquistado”: la colonización de los
espíritus1.
Incluso cuando se habla de evangelización, parecería que el
problema no fuera la evangelización en sí, sino el cómo se hizo:
es decir lo inhumano de sus métodos o de las suposiciones en que
se basó.
Varixs teóricos decoloniales provienen del campo católico-
aunque de una de sus ramas más progresistas, claro: la Teología
de la liberación. Pero es que sería posible no problematizar esa
nominación misma: Teología de la liberación. ¿De qué liberación
se trata?
Volviendo al sintagma América Latina, a su dimensión de
invención, veamos que señala Walter Mignolo en La idea de
América Latina:
“La Tierra no fue creada, dividida en cuatro continentes desde sus
inicios por un ser divino. América, el cuarto continente, se anexo
a los tres que la Cristiandad había imaginado y que San Agustin
señaló en La Ciudad de Dios.”
Y agrega:
“Desde Bartolome de Las Casas, en el siglo XVI, hasta Hegel, en
el siglo XIX, y desde Marx hasta Toynbee, en el siglo XX, los
textos que se han escrito y los mapas que se han trazado sobre el
lugar que ocupa América en el orden mundial no se apartan de
1
Incluso en la noción de colonialidad del ser, propuesta inicialmente por Walter Mignolo, se apunta más
a la relación del ser con el lenguaje.
una perspectiva europea que se presenta como universal. Es cierto
que los autores reconocen que hay un mundo y unos pueblos fuera
de Europa, pero también es cierto que ven a esos pueblos y a los
continentes en que habitan como «objetos», no como sujetos, y en
cierta medida, los dejan fuera de la historia. Dicho de otra forma,
se trata de sujetos cuyas perspectivas no cuentan.”
Cualquier asociación con “vidas vivibles” de Judith Butler quizás
no sea mera coincidencia.
Vidas “cuyas perspectivas no cuentan”. Me nos planteamos
planteo si no seguiremos haciendo lo mismo al sólo reconocer
como espiritualidad moduladora de la subjetividad occidental a la
religiosidad católica, desconociendo las múltiples otras espiritua-
lidades que siempre han estado aquí.
Me Nos gustaría parafrasear a Donna Haraway y su “nunca
hemos sido humanos” diciendo: “nunca hemos sido católicos”.
Ahora bien, al interior de nuestra práctica: la del psicoanálisis.
¿qué incidencias tendría comenzar a plantearnos seriamente otras
espiritualidades?, ¿podría esto incidir en nuestra manera de
escuchar y dar lugar a lo que de otras espiritualidades aparece en
los consultorios?
Por otro lado, bien sabemos que esta práctica tan atípica, no deja
de tener sus vínculos con el judeocristianismo2, no en tanto que se
suscriba a éste, sino más bien en tanto que entre las distintas
genealogias de la cosmovisión “occidental” dentro de la cual
surge el mismo psicoanálisis, se encuentra, indudablemente la
espiritualidad judeocristiana, la cual por solo citar un ejemplo,
retoma la idea del Uno, tan omnipresente incluso en el mismo
2
Al respecto, el libro de Sara Vasallo El deseo y la gracia lo pone en los siguientes términos: “La manera
en que Lacan ha planteado un dios cuya estructura repercute en la del sujeto, el cual, al modo de la
Verdad, dice “Yo”, sin que lo pueda detectar sino a través de una mentira constitutiva, o mediante
restos o blancos en el enunciado, instala una desproporción inicial, más aún, un corte imposible de
rellenar entre el enunciado y la enunciación.”
psicoanálisis.3 Entonces, lo que nos intriga es que si al considerar
o partir desde otras espiritualidades muy probablemente no
podremos también avisar avisorar en nuestro horizonte otras
consecuencias o relaciones diferentes a nivel psíquico subjetivo.

3
Si bien, quizá no sea el mismo Uno, la estructura es la misma.

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