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TRABAJO FINAL:
MARCIA S. PEDACE
ELIZABETH SASLAVSKY
E.N.S. N° 7 - T.M. TRABAJO DOCENTE
(Seminario)
E. Saslavsky - M. Pedace Prof. Celeste Varela
1. INTRODUCCIÓN
Este trabajo pretende dar cuenta de los problemas que presenta la concepción del
docente como profesional de la enseñanza en el contexto latinoamericano. Para ello
tomaremos los planteos realizados por Alejandra Birgin, Gustavo Iaies y Alejandra De
Los Santos, Gabriela Diker y Flavia Terigi, y en el contexto español, el planteo de
Fernando Hernández y Juana Sancho.
2. DESARROLLO
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Ibíd. p.5.
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extrañamente detenida durante décadas por una infinidad de categorías del discurso
institucional y científico.”4
Asimismo, las mencionadas autoras señalan que existen diferentes concepciones
acerca de las funciones que desarrollan los maestros en la institución escolar: animador,
facilitador, formador, enseñante, asistente educacional y aún social; y aclaran, además,
que las propuestas formativas no siempre se corresponden con tales características. Por
otra parte, expresan que a pesar de las divergencias en los supuestos y las concepciones
sobre la docencia y la formación, distintos autores coinciden en destacar una serie de
rasgos característicos de la actividad docente:
la multiplicidad de tareas que supone su rol: cualquier listado mínimo de las
tareas que efectivamente realiza un docente rebasa rápidamente la definición
normativa de la docencia como enseñanza, es decir, los docentes hacen muchas otras
cosas además de enseñar.
la variedad de contextos: la tarea docente se desarrolla en escenarios
singulares, atravesados por el contexto. Las escuelas son diversas según rasgos
objetivos del contexto (dependencia oficial o privada; ubicación rural, urbana,
urbano-marginal, de frontera, hospitalaria, de prisión, etc.); según su organización
(extensión y distribución de la jornada de trabajo; alumnos agrupados en grados,
multigrados, comisiones, etc.) y también por sus historias.
la complejidad del acto pedagógico: la multiplicidad de dimensiones que
atraviesan la acción educativa. De la díada docente/alumno, se pasó a la tríada
docente/alumno/saber (Chevallard, 1991); pero Mialaret ha mostrado en su agudo
análisis que son tantas tríadas que es preferible pensar la educación como una
función de “n” variables, entre las que cabe considerar la sociedad y sus
características, el sistema escolar en su conjunto, los programas de enseñanza, los
métodos y técnicas en uso, la estructuración del espacio, el sistema de reclutamiento
y formación de docentes, la institución escolar, la comunidad inmediata y el equipo
docente.
la inmediatez del acto pedagógico: la simultaneidad con que tienen lugar las
situaciones en el aula crea condiciones de inmediatez para el accionar docente. Existe
una exigencia del aquí y el ahora. La premura de la vida en el aula, los signos
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Diker, G. y Terigi, F. “La identidad de la actividad docente”, en La formación de maestros y
profesores: hoja de ruta. Buenos Aires: Paidós, 2005, p. 94.
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fugaces y a veces ocultos en los que se basa el docente para determinar sus
actividades pedagógicas y para evaluar la eficacia de sus acciones, ponen en duda la
propiedad de emplear modelos convencionales de racionalidad para describir la
conducta del profesor en el aula.
la indeterminación de las situaciones que se presentan en el curso del
proceso de trabajo docente: esta práctica posee un alto grado de indeterminación
desde el punto de vista del control racional de las intervenciones y de los efectos, “lo
único previsible es la imprevisibilidad”.
la implicación personal y el posicionamiento ético que supone la tarea
docente: la tarea docente es una práctica en relación con valores lo que conlleva
altos niveles de implicación personal e incide de manera directa en la propuesta
pedagógica: “La adopción por el docente de una perspectiva axiológica, ideológica
(en el sentido de visiones del mundo), incide en las formas de vinculación con el
conocimiento cuya interiorización se propone y, por lo tanto, también tiene su
expresión en la construcción metodológica.” 5
Según manifiestan Iaies y De Los Santos, la identidad docente está vinculada a
las regulaciones que operan sobre la rutina laboral de los maestros, lo que explica, en
cierta medida, que las formas de organización laboral docente sean objeto de fuerte
debate. En tal sentido, dichos autores sostienen que el mantenimiento de las
regulaciones propias de las burocracias públicas, la pérdida de la “mística de
constitución de la Nación”, la crisis de los estados nacionales y del prestigio de sus
burocracias, y la falta de iniciativas que condujeran a una profesionalización del rol son
algunos de los elementos que permiten comprender la pérdida de prestigio social del rol
a finales de siglo. Asimismo, plantean:
“El argumento central es que el nuevo contexto social, una sociedad
recientemente diversificada y dinámica, requiere de los sistemas educativos
actores más autónomos y capaces de actuar en función de las circunstancias
dadas. Un apego estricto a la norma en los procesos de trabajo, la ausencia de
cambios en los modos de hacer la tarea y en la regulación de la misma, limitan el
margen de acción en detrimento de los resultados obtenidos.” 6
Antes el docente se auto-valoraba, sentía que su profesión y su trabajo eran
valiosos socialmente. En la década del 90 hubo una desvalorización desde el Estado que
5
Ibíd., pp. 96-100.
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Iaies, G. y De Los Santos, A., op.cit., p. 5.
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culpó al docente por los fracasos de la educación. Eso le restó identidad a su valor
social. No se le reconoce autoridad y nadie puede tenerla si no se plantea que es un
necesario aporte a la transformación de la realidad, ese es el rol del docente. Esto va
atado a la forma autoritaria de cómo se impuso y se maltrató al docente y a todo el
sistema educativo en los últimos quince años. Hoy, el docente ya no es creíble. Ahí es
donde se pierde el deseo de enseñar, porque su palabra ya no es la autoridad. La gran
enfermedad del momento, es la pérdida del deseo de enseñar, porque el docente no es
más portador de una representación de prestigio.
Por su parte, Hernández y Sancho7 plantean el problema de la definición del
docente como profesional y los criterios que, aunque discutibles, parecen apropiados
para delimitar lo que diferencia a un trabajo profesional de otro que no lo es.
En principio, los mencionados autores señalan que, actualmente, aquellos que se
dedican a organizar la política educativa y las personas implicadas en la formación del
profesorado discuten sobre las dificultades y matizaciones de considerar al docente
como un profesional de la enseñanza.
Por otra parte, ellos destacan que, en términos generales, se suele llamar
profesional a aquella persona que es capaz de realizar un trabajo bien hecho.
Mencionan, además, que las profesiones tradicionalmente denominadas profesionales
han propuesto una serie de factores que parecen susceptibles de acotar su definición y
son, entre otros, los siguientes: a) el trabajo no ha de ser de tipo manual; b) tiene un área
de conocimiento definida; c) necesita una preparación especializada, normalmente
larga; d) exige, de entrada, cualificaciones reconocidas; e) se rige por un código ético; f)
hay un cuerpo de control que admite o rechaza; g) se considera un servicio público.
Según Hernández y Sancho, entonces, considerar las características arriba
mencionadas en el campo de la educación escolar presentaría algunas dificultades en su
aplicación, a saber: las cualificaciones requeridas de entrada no son de índole específica
para la función que han de realizar -enseñar- sino que se refieren al contenido de una
materia académica; si existe o no un área de conocimiento que sirva para definir la
actividad profesional (el objeto de la actividad docente no está delimitado por los
mismos enseñantes, sino por pedagogos o psicólogos y por la Administración educativa
que canaliza los intereses socio-económicos y culturales dominantes; de allí, el estrecho
7
Hernández, F. y Sancho, J. “El docente como profesional de la enseñanza”, en Para enseñar no basta
con saber la asignatura. Buenos Aires: Paidós, 1994, pp. 127-135.
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margen que le queda al profesorado para una actuación autónoma); el cuerpo de control
de admisión no está directamente en manos del profesorado como en los colegios
profesionales; y el carácter de vocación casi religiosa, de bien social y realización
personal, que tradicionalmente se le ha atribuido al trabajo docente.
Por último, dichos autores destacan que la concepción del docente como
profesional tiene, pues, como principal argumento en contra su falta de autonomía
general. Asimismo, agregan que en la actualidad, el cúmulo de decisiones que los
enseñantes tienen que tomar, sin una preparación y unas condiciones de trabajo
adecuadas (infraestructura, dedicación, remuneración), no están regidas por pautas o
condiciones de profesionalización, sino por un reclamo voluntarista o de desconfianza
hacia el profesorado.
En palabras de Birgin, hoy, la configuración de nuevas identidades docentes se
realiza sobre un terreno de fuertes y crecientes desigualdades sociales, atravesado tanto
por dinámicas fragmentadotas como por dinámicas centralizadoras. Muchas
investigaciones muestran que no hay un piso común de derechos y condiciones básicas
de producción que habiliten a lo plural, a partir de renovados núcleos comunes que den
identidad a la tarea. La impronta del ámbito de inserción sociocultural y la
fragmentación socioeconómica creciente marcan esas brechas. Si bien este fenómeno se
inscribe en circuitos educativos que ya existían y en los que había condiciones de
trabajo diferentes, no llegaban, como ahora, a afectar la identidad docente.
3. CIERRE
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4. BIBLIOGRAFÍA
Iaies, G. y De Los Santos, A. “Introducción”, en G. Iaies (coord.), Nuevas concepciones del rol
docente en América Latina [en línea]. Buenos Aires: Fundación CEPP, 2010, pp. 3-8.
Disponibilidad: http://www.fundacioncepp.org.ar/wp-content/uploads/2011/04/Nuevas-
concepciones-acerca-del-rol-docente-en-Am%C3%A9rica-Latina-preliminar.pdf.
consultado el 10-06-2011.
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