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Arte y simulacro

Francisco PEREÑA

((¿Qué es un fantasma?, preguntó Stephen. Un hombre


que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte,
por ausencia, por cambio de costumbres.))

James JOYCE

Hay un texto de FREUD poco cono­ «Zür Psychologie des Unheimlichen»


cido y que siempre ejerció sobre mí (1906) porque asimila este «concepto»
especial atracción. Es un artículo pu­ a la incertidumbre intelectual. Que la
blicado en 1919 en «Imago», tomo V, incertidumbre pueda darse como
.y que LOPEZ BALLESTEROS no incluye, efecto, no quiere decir que sea su
no sé por qué motivo, en su traduc­ auténtica realidad. No es un problema
ción. El texto en cuestión es «Das Un­ de mer~ equivocidad verbal el que se
heimliche» (Sigmund FREUD, Studie­ plantea sino una verdadera fisura en el
nausgaben, Fischer Verlag, tomo IV). interior Yo-discurso, es el propio lugar
«Unheimlich» es un término de difí­ de la representación eidética el que se
cil traducción ya que incorpora dos ve cuestionado, el principio mismo de
elementos contradictorios: una cosa la predicación y por tanto del juicio
familiar que, de pronto aparece como predicativo (que afirma y niega).
no familiar y por ello corno extraña e FREUD establece una estrecha rela­
inquietante, algo más, algo más de lo ción entre «Unheimlich» y castración,
predicable de la cosa anida en ella hasta el punto de que son intercam­
(<<Zum Neuen und Nichvertranten biables (<< ... ein Ersatz für die Kastra­
rnuss erts etwas hinzukommen, tionangst», pág. 254); ningún otro se­
was es zum Unheimlichen macht», creto más profundo, ninguna otra sig­
pág. 224) yeso es lo que la hace in­ nificación se esconde detrás (<< ... kein
quietante. tieferes Geheimnis und keine andere
Posteriormente FREUD lo define, si­ Bedeutung sind hinter der Kastratio­
guiendo a SCHELLING, como aquello nangst verberge», pág. 255).
que debiendo permanecerqculto, se­ Es la castración entonces lo que
creto, hace sin embargo su aparición aflora. La castración debe permanecer
(<< ... etwas, was im Verborgenen hatte oculta sosteniendo la falla o quiebra
bleiben sollem und hervorgetreten esencial a la palabra, pero quiebra que
ist», pág. 264). el discurso oculta, debe ocultar, para
¿Qué es ese extraño sentimiento? que la certeza acuda y la idea se
¿Qué es eso que debe permanecer muestre en su identidad. Cuando no
oculto y, sin embargo, de pronto apa­ es así, cuando la quiebra se pone de
rece? . manifiesto, se podría decir que la pala­
FREUD critica a JENTSCH, autor de bra se deshace, el discurso se desteje

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(Entbindung) y la angustia irrumpe en imagen de la castración y la muerte. El
el lugar de la predicación discursiva. Yo finito se dobla para reasegurar su
La palabra pierde su sustancia y su «inmortalidad». El Yo de por sí pere­
sabor se hace amargo; la amargura de cedero, pues depende del Otro, pasa
lo que de pronto se ha hecho extraño a hacer de lo Otro su propia infinitud.
y ajeno. Siendo, sin embargo, lo más El mito de la «inmortalidad del alma»
familiar, pues si algo nos es propio, es se podría entender como expresión de
la palabra; ella en el fondo no es más esta infinitud del Yo, que doblándose
que un simulacro, una pérdida y una asegura su propia subsistencia, su
sustitución. propia infinitud. Inmortalidad del alma
Por eso no sorprende que FREUD y resurrección de los cuerpos. San Pa­
vincule lo Unheimliche con el tema del blo nos dice que cuando la resurrec­
doble, cuestión ésta que alude a la ción acontezca ya no habrá diferencia
identificación. El doble cuestiona la de sexos, ni de clases, ni de genera­
identidad yoica. FREUD se refiere a él ciones. Borradas así todas las diferen­
con estos términos: redoblamiento cias, el Yo asegura su certeza infinita.
del Yo (Ich-Verdoplung), escisión del Pues lo que el sentido presupone y
Yo (Ich-Teilung), sustitución del Yo donde estalla -la muerte -, ha sido
Och-Vertanschung) y, finalmente, el eliminado para darse así como inmor.­
retorno del semejante (Gestandige tal. La muerte es mero episodio del
Widerkehr des Gleichen) y repetición. sentido, no su ruina. El cadáver es un
(Wiederholung) de las características, simulacro (los nyakyusa vinculan el
destino, etc. (pág. 257). cadáver con la suciedad) porque en­
Pero, ¿qué es el semejante del se­ gaña sobre su verdadera entidad ya
mejante sino la propia subversión de que no sólo perdura el alma sino que
la semejanza?' ¿Qué soy yo repetido él mismo está destinado a la inmortali­
fuera de mí mismo sino yo des-hecho? dad al final de los tiempos. Lo que PIE­
El doble (Doppelganger), sin embargo, RA AULAGNER llama el «yo diferido», o
encierra una doble vertiente: es un sea, el Yo futuro a advenir, refleja bien
aseguramiento contra la destrucción o esta idea. El proyecto temporal termi­
disolución del Yo (Versicherung ge­ na en el éxito de su intemporalidad, o
gen den Untergang des Ichs) contra sea, de su inmortalidad. Tanto el yo
su aniquilamiento (Vernichtung). como el sentido quedan así asegura­
«Vernichtung» es un término referido dos de una vez por todas. El culto a
al discurso, por lo que se puede decir los muertos es un intento de «semioti­
que el doble defiende al Yo de su ani­ zar» la muerte, de dar vida y sentido al
quilamiento discursivo, pues la reali­ muerto; hasta el punto de que si el rito
dad del Yo es una realidad discursiva, falta, surge el riesgo de la aparición. El
como ya vimos en otra ocasión, pre­ fantasma, el aparecido, produce páni­
sión semántica que asegura su identi­ co porque en vez de asegurar al Yo, lo
dad. Ahora bien, siendo su realidad amenaza; el individuo viviente esclavo
discursiva, nada más frágil, pues si la de un muerto.
palabra se revela en su insubsistencia, Dice FREUD que «estas representa­
el Yo entonces peligra y la angustia de ciones» surgieron con el narcisismo
castración (lo) inunda. Por eso el do­ primario. Pero ya hemos visto en otra
ble es también, y al mismo tiempo, ocasión que si el Yo supone un aleja­

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miento del narcisismo primario supo­ Doble posición también del objeto.
ne también la tendencia a su recon­ Sabido es que el objeto emerge desde
quista. Doble aspecto del Yo que vie­ el otro, de su ausencia; la angustia es
ne a dar su razón de ser al «Not des le­ su marco, su horizonte. La relación
bens», al afán de la vida (cf. «Intro­ del Yo y el objeto es, retomando la fi­
ducción al narcisismo», cap. 3). gura freudiana, geométrica, proyecti­
Y, por este motivo, el «doble», re­ va. Desde el punto geometral del Yo,
cuperado por el mito para reasegurar el objeto resalta sobre la sombra del
al Yo, no deja de ser también el «in­ fantasma; el fantasma viene a dar así
quietante mensajero de la muerte» un espesor al objeto, una plenitud
(<< ••• er zum Unheimlichen Verboten fantasmagórica que se convierte en
des Todes», pág. 258). amenaza cuando' el fantasma se des­
El concepto de pulsión nos enfrenta plaza de ese espacio óptico; el cuerpo
a la idea de una discontinuidad interna se dobla en el ectoplasma y el fantas­
al viviente humano, discontinuidad ma toma su genuina realidad de apa­
que es lo propio de la pulsión en opo­ recido, lo que debiendo permanecer
sición al instinto, y discontinuidad que oculto, «hervorgetreten ist». Debía
es fundamento o razón de ser del dua­ permanecer oculto, como sombra del
lismo pulsional (Eros y Tánatos, vida y objeto, en el espacio óptico del Yo,
muerte), dualismo en el propio seno pero se desplazó y apareció con reali­
de la pulsión. La pulsión es una duali­ dad propia y autónoma. Lo que era
dad interna, cuerpo dividido (cuerpo «Versicherung» (aseguramientos del
parlante, animal simbólico, cuerpo Yo y del objeto), aparece ahora, de
mortal), imposible unidad, la pulsión pronto, como Verdoplung, Vertaus­
carece por definición de su objeto, del chung, etc.
objeto adecuado. El «doble» es el in­ Cuestión ésta a tener en cuenta pa­
quietante mensajero de'la muerte por­ ra mejor entender lo que diremos
que esa dualidad o eterna discontinui­ acerca del «exceso de objeto» en la
dad revela nuestra condición mortal y obra de arte.
da a la vida su meta (das Ziel): la En cuanto a la palabra, ya es de por
muerte. La muerte está presente en el sí un doble juego, pues siempre es el
«doble» y ella es también la meta, por­ otro quien habla. La palabra, se dice
que en ella la pulsión coincide. «Do­ siempre, no es la cosa, la palabra su­
ble» es también doble posición, ase­ pone una pérdida y por eso es siempre
gura al Yo, lo dobla y es figura de in­ una sustitución. El sentido mantiene
mortalidad y es por eso mismo doble, siempre su identidad dentro del siste­
y lo que es doble no es uno, no es ma de la lengua. Pero la palabra impli­
idéntico a sí. Donde está mi seguridad ca al sujeto que habla, sujeto que ha­
acecha el peligro, pues sólo desde la bla y sujeto que recibe, pues uno al
muerte (lo que no tiene sentido) tiene menos ha de entender lo que dice.
sentido hablar de inmortalidad. En la Uno recibe así el mensaje del Otro. No
escena romántica el Doble representa­ hay palabra sin Otro. Ni tampoco, en
ba siempre la muerte. La meta estaba consecuencia, Yo. Uno es en el Otro,
ya al principio; la pulsión regresa, co­ y en ese paso al campo del Otro se
mo regresa, según veremos, el senti­ produce el sentido. En definitiva, yo
do en la obra de arte. soy desde el Otro y el Otro me garanti­

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za. Curiosa individuación la humana se produzca. Trabajo de SISIFO. Repe­
que se lleva a cabo desde el Otro, des­ tir es intentar rehacer el tejido psíqui­
de Tuera, por así decir. Ha de consti­ co, intentar «ligar las masas de excita­
tuirse pues en un orden transindivi­ ciones afluyentes», como dice FREUD
dual donde uno no termina de ser por­ en «Más allá del principio del placen>,
que cuando es, es entonces otro. El ligar, ordenar, identificar. Pero la re­
rniedo al aparecido es propiamente petición es un trabajo de SISIFO por­
humano. Si toda identificación se rea­ que siempre es una vuelta a empezar,
liza conforme a la imagen del Otro o es un trabajo destinado al fracaso, un
del semejante, ¿qué es uno? Si los trabajo nunca acabado sino que ha de
hombres, como nos decía ALCMON DE repetirse una y otra vez, hablar y ha­
CROTONA, mueren porque no pueden blar. Cuando la repetición se desvela
anudar el principio con el fin, ¿cómo en ese estado de pura repetición sin
sostener el Yo su propia unidad? El sentido, surge el sentimiento de «Un­
sentimiento de lo «Unheimlich» siem­ heimliche». La calle que no parece lle­
pre acecha (son múltiples las expe­ var a ningún lado vuelve una y otra
riencias cotidianas), pues viene a vez para acentuar que uno está perdi­
cuestionar el principio de unidad y su do y no sólo perdido sino en manos de
correlato, el principio de predicación, un azar repetitivo que nos maneja co­
mostrando que la palabra no se agota mo si estuviésemos sometidos a una
en el sistema de la lengua. Algo en ella extraña voluntad, tal como le sucede
es enigmático e inquietante, algo que a Alicia en un país que lo es más de lo
tiene que ver con la pérdida del juicio, inquietante que de lo maravilloso. Esa
con esa facultad de afirmar y negar, o calle repetida a la que sin querer se
sea, de predicar. termina por volver, es la misma pero
El doble fractura al Yo, lo parte, lo no ya la idéntica pues ya no sabemos
escinde, rompiendo así su propia to­ a dónde conduce ni dónde está situa­
pología convergente. Ya no sabe da. Lo que se repite es lo mismo pero
quién es, pues se revela que no tiene no lo Idéntico, lo Mismo despojado de
lugar ni tiempo. Perdida la identidad identidad mundana. Lo Mismo no es,
se pierde el juicio; las cosas, lo coti­ por definición, lo Idéntico sino lo que
diano, lo más familiar (heimlich), se lo excluye, pues lo que le caracteriza
muestra extraño (unheimlich). Se pro­ es la transgresión de la ley de identi­
duce una regresión del sentido, se in­ dad. «Sólo el momento de la repeti­
vierte el proceso de ideación . Todo el ción involuntaria, nos dice FREUD, es
proceso de investimiento eidética del lo que hace aparecer como "unheim­
mundo regresa hacia el punto en el Iich" lo que en otras circunstancias
que todo era para el niño motivo de sería inofensivo, imponiéndonos así' la
asombro y sorpresa. Pero como eso idea de lo nefasto, de lo ineluc­
se produce sin que la capacidad del table ... » (pág. 60). En efecto, ese mo­
juicio haya sido eliminada, la sorpresa mento de repetición impide hablar de
se convierte en inquietud. causalidad o de azar (Zufall), la repeti­
Perdida la identidad ya no hay ción se muestra entonces como una
transformación o mediación sino des­ contraley por así decir, subvierte el or­
nuda repetición. Vuelta a empezar, den de la identidad y del sentido. Por
vuelta al circuito a fin de que el anclaje eso el impulso de repetición (Wieder­

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holungszwang) no es un mero acci­ ríamos inmortales según la máxima de
dente fortuito sino que «es inherente ALCMON DE CROTONA Y sólo habría un
a la propia naturaleza de la pulsión juicio, el Juicio Final, en el que todas
provisto de poderío suficiente para las diferencias son borradas. ¿Cómo
imponerse al principio de placer» juzgar entonces? Se nos propone un
(pág. 261) Y que da ese «carácter de­ juicio fuera del tiempo y de la identi­
moníaco» a ciertas manifestaciones dad siendo que la condición del juicio
de la vida psíquica. En la propia pul­ es la diferencia y la determinación
sión anida la muerte, la muerte del temporal.
sentido y del Yo, algo que la lengua FREUD nos dice que lo siniestro se
no consigue anudar o ligar, que le es da cuando se desvanecen los límites
esencial a la vida pero que la convierte entre la fantasía y la realidad (Wirk­
en mortal pues se ha de mostrar así in­ lichkeit), cuando lo que habíamos te­
capaz de anudar el principio con el fin. nido por fantástico aparece ehtre no­
La muerte aparece como una regre­ sotros como real (etwas rea!) ... » (pá­
sión, una curiosa regresión a lo inani­ gina 267). FREUD dice «Wirklichkeit» y
mado, como va a decirnos FREUD en no «Realitat», es decir, la realidad es
«Más allá del principio del placen>, el aquí concebida como mundo o lugár
estado de naturaleza que se descubre de la identidad mundana, donde hay
como mentís del narcisismo, pues esa discernimiento entre lo que es fantasía
regresión es una muerte. (Phantasie) y realidad (Wirklichkeit).
En ese momento de la repetición, Rota esa identidad y su discernimien­
en ese sentimiento de lo «siniestro» to aparece lo fantástico como «etwas
(unheimlich) todo el mundo se mues­ real» (algo real); el fantasma adquiere
tra en su realidad de simulacro, de fal­ así una realidad (Realitat) autónoma,
sa unidad, de falsa inmortalidad. Na­ la del aparecido. Es el Yo el que se di­
die ni nada es idéntico a sí mismo, el fumina incapaz de representarse el
escenario de la obra se ha transmuta­ mundo. No sabe qué lugar ocupa, no
do en tramoya y ya no sabemos quién sabe qué significa. Yo y mundo nacen
es el protagonista, el que hila la his­ a la vez y perecen al mismo tiempo. El
toria. carácter «unheimlich» de la locura
Nos resistimos a la idea de la muer­ (que en alemán se dice Wahnsinn,
te, nos repite FREUD aquí. La muerte que al pie de la letra sería algo así co­
por conocida no deja de sernos extra­ mo sentido ilusorio o vano, o si se pre­
ña, irrepresentable, siendo lo más fa­ fiere ilusión de sentido) es del mismo
miliar es lo más extraño (definición orden. Contemplar la falta de juicio o,
misma de lo «Unheimliche»). No es mejor dicho, su simulacro, provoca tal
pensable nuestra propia muerte pues desazón porque vemos a la palabra
supondría negar a la vida lo que le es escapar a identidad lingüística. El loco
propio: el pensamiento. La muerte no hace del sentido (Sinn) un mero simu­
es pues un mero accidente sino lo más lacro, convierte el sentido en un falso
pulsional que hay en la pulsión, lo por sentido, no porque yerra sino porque
definición excluido del pensamiento y carece de la atribución del error. Ena­
sustrato al mismo tiempo de la vida y jenación mental, se dice también y de
del pensamiento. Por eso mismo no la misma manera (Wahnsinn), una
es pensable, pues si la pensáramos se­ mente, un pensamiento que trastoca

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la convención del sentido revelando ¿Qué es lo que hace que un cuento
así su falsa consistencia. ¿Cómo reco­ como el de HAUFF (<<Historia de la ma­
nocernos en quien ha perdido el jui­ no cortada») produzca esa impresión
cio? Sin él no hay lugar alguno para el «unheimlich» que otros con caracte­
reconocimiento, no hay nada que en­ rísticas aparentemente similares (por
tender, no hay nada que hablar. La ejemplo, cuando Blanca Nieves abre
palabra se muestra en su más radical los ojos en el ataúd) no tienen nada de
realidad de simulacro. El discurso del «unheimlich»?
delirante, pese a su perfección grama­ Esto es, a nuestro entender, de ca­
tical y sintáctica, no deja de inquietar­ pital importancia pues nos coloca de
nos porque en él el juicio falta, pues nuevo ante la cuestión del arte, de la
falta la realidad (mundo) y la identidad relación que guardarían lo artístico
yoica. Es un discurso simulacro. con el mito y, en general, con la con­
dición humana. FREUD distingue entre
Por último, el carácter «unheimlich»
«das Unheimliche der Erlebens» (lo
del sexo femenino tiene que ver prin­
«siniestro» vivenciado, vivencialmen­
cipalmente, si hacemos caso a FREUD,
te experimentado) y lo «siniestro»
con el cuerpo materno. Lo más fami­
transmitido por la obra de arte (y daría
liar (heimlich), en efecto, pues allí es­
igual al respecto que fuese literaria,
tuve anidando, y lo más unheimlich,
pictórica, etc.).
pues me es lo prohibido, lo prohibido
que me permite ser yo y tener, en con­ En cuanto al primero se trataría del
secuencia, juicio. revivir de viejas, de primitivas convic­
ciones (<< Überzengu ngen») q.ue se
El sexo femenino es además, añadi­ creían ya superadas. Y por tal cosa
remos nosotros, extraño e inquietante nosotros entendemos esa especie de
y, sin embargo, familiar (o sea, «un­ saber subyacente (del que FREUD ha­
heimlich») porque es esa diferencia bla, por ejemplo, en «Moisés... ») de
irreductible al concepto que señala que el saber es frágil, de que la con­
una relación imposible, la relación se­ vención del saber puede de pronto y
xual. Es algo que no es pero ahí está en cualquier momento resquebrajar­
y, ¿cómo colmarlo?, ¿cómo hacerse se. Por eso no vamos a entrar en esa
con ello? Ni siquiera el amor lo reme­ más que difusa distinción freudiana
dia. Esa diferencia anatómica, segl~m entre los complejos infantiles y las
la expresión freudiana, o sea, real, convicciones de los pueblos primiti­
¿cómo borrarla?, ¿cómo relacionarme vos, pues sabido es que esos pueblos
con ella?, ¿cómo reconducirla al ser y primitivos no lo eran tanto en lo que al
al concepto?, ¿qué poderío real pensar y al ser se refiere. También pa­
- monárquico quiero decir - lo con­ ra ellos el Yo era discursivo y munda­
seguiría? Pero si no hay Dios tampoco no, es decir, que iba a la par de una
hay Rey. Si ni siquiera HEGEL lo consi­ organización predicativa del mundo.
guió, es que no hay forma. y la fragilidad estructural o esencial de
En el tercer apartado de su texto esa organización es lo que hace surgir
FREUD cuestiona que lo «Unheimli­ el sentimiento «unheimlich», cuando
che» pueda ser explicado por la repre­ el propio lugar de la predicación se ve
sión o sólo por ella. Aunque interven­ amenazado. Se podría decir que es
ga no lo explica. una genérica y oculta convicción de

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ateísmo, de que el sentido no nos es­ época histórica determinada. Y, sin
té garantizado y sea mero simulacro, embargo, el arte se separa del mito en
de que muerto Dios, el Yo y el mundo un punto fundamental. Tanto el mito
se disuelvan, pues sólo Dios es quien, como la obra de arte son ficciones,
en definitiva, garantiza nuestra identi­ pero mientras que la leyenda mitológi­
dad mundana. Sin El, como nos dice ca une lo diverso y sostiene el discer­
NIETZSCHE, Yo se disuelve en la serie nimiento o el juicio en la común ver­
de las múltiples posibilidades sin que dad de un origen mítico, uno y univer­
ninguna sea la propia. La muerte de sal, la obra de arte, por el contrario,
Dios es la muerte de la gramática. Así enfrenta lo imposible del origen, la im­
las cosas, ya nadie es idéntico a su se­ posible unidad pulsional. Carlos
mejante (identidad y semejanza son MARX, el pensador de la historia, se
correlativos). La repetición excluye to­ maravillaba del asombro y del entu­
da dialéctica y el simulacro emerge no siasmo que aún podía producirnos
como el tercero excluido sino como la una escultura griega. Curiosa eterni­
realidad más propia de lo que viene dad. La temporalidad es consustancial
dado como verdad. al sistema consciente. En el incons­
Esa vuelta de lo primitivo de la que ciente no existe el tiempo. El tiempo
nos habla FREUD no sería sino la regre­ es mundano, requiere y es requerido
sión del sentido. El sentido regresa por el juicio, por la lógica del sentido.
hasta desvanecerse, regresa hasta el La pulsión no tiene tiempo ni ori­
espanto. gen. La pulsión no es una sino doble,
Esto nos lleva al segundo punto: el discontinuidad orgánica, cuerpo divi­
«das Unheimliche der Fiktion», lo dido, parlanchín o mortal. El desintrin­
«Unheimliche» en la obra de arte, que camiento pulsional sólo consigue su
preferimos anotar nosotros, pues propósito con la muerte. La diferen­
aunque FREUD se limita a la obra lite­ cia, la insalvable distancia existente
raria, es de la obra de arte y de su pro­ entre el placer y la satisfacción, la
pia existencia, de lo que se trata. esencial insatisfacción que eso conlle­
Si la humanidad no ha podido re­ va, decía FREUD que es el motor del
nunciar al mito por la sencilla razón de progreso. La satisfacción, en efecto,
que "el mito es el sustrato del pensa­ no es un estado sino una tendencia,
miento, lo que establece el marco en una tendencia inscrita en una diferen­
el que el pensamiento se hace a la par cia tensional, diferencia de excitación
(a la par, o sea, no hay primero mito y regida por el principio del placer; si el
luego pensamiento) tampoco parece placer se traduce en goce, es decir, si
que haya podido renunciar a la obra el placer se realizara plena y definitiva­
de arte. Una extraña 'atracción y un mente, el principio del placer no regi­
extraño respeto suscita siempre la ría la economía psíquica. La obra de
obra de arte, esa ficción. Extraño, arte va más allá del principio del placer
porque el arte supone en el fon­ porque nos confronta con el goce,
do un cuestiona miento del mito. con ese imposible que anuda en nues­
El mito forma parte de la sociedad, él tro cuerpo, con lo más pulsional que
es su leyenda. También el arte parece hay en la pulsión, con nuestra meta: la
necesario a esa misma sociedad; no muerte. La «eternidad» de la que goza
parece que tenga o se limite a una la obra de arte es la de la muerte, lo

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único que permanece y que se repite. ensoñado atardecer, ese objeto es al­
La vida eterna es una ensoñación ima­ go más de lo que es, es decir, PROUTS
ginaria y eidética que poco tiene que no se limita a describir, el objeto se
ver con lo real, con la materia y el muestra en su exceso, un exceso que
cuerpo. Por eso la obra de arte no tie­ lo «des-realiza». Pero, ¿qué quiere sig­
ne propiamente materia prima, a no nificar PROUTS?, ¿podemos traducir­
ser que por ésta entendamos materia lo?, ¿podemos descodificarlo? Los
primera o primera materia o el deso­ sentidos de la obra de arte son tantos
cultarse (en términos heideggerianos) porque no tienen una topología deter­
de la tierra en el mundo. Que la tierra minada. El barroco mostró la no perti­
sea tierra y no mero mundo, quiere nencia de lo esencial y lo accidental en
decir que la cosa pierda su «Verlass­ el arte. No hay un sentido y muchos
lichkeit», el ser de confianza, su con­ sentidos viene a ser lo mismo que su
fiabilidad, la esencia del útil. La mate­ subversión y esa es su «eternidad».
ria se muestra así pura Forma, roca, Ese «exceso» es lo que la hace sin­
tela o grafo, el significante, pura for­ gular, única, intraducible y quizá tam­
ma, materia que se muestra en su bién incopiable. Un «exceso de obje­
acontecer no imaginario, no munda­ to» porque es un más allá del objeto,
no, para quien sólo en ella se confron­ donde el objeto pierde su «Verlass­
ta a la verdad: el ser cuya meta (das lichkeit», su biunivocidad, su equiva­
Ziel) es la muerte. El patético discurso lencia y semejanza; de ahí su singula­
de la verdad de Mañara (mecenas de ridad. Un cuadro renacentista va más
VALDES LEAL) repite: la verdad del allá de su época y de lo que su época
hombre es su mortaja; todo lo demás, representa, no es un mero documento
es ilusorio. de época. Más allá porque el sinsenti­
La obra de arte es singular, es un do aparece de pronto en el seno del
acontecer que si se puede decir que sentido, pues se da en algo -la
representa, es donde la representa­ obra - que está en el mundo. Sucede
ción se hace irrepresentable, donde lo algo así como con el sueño. Busque­
real se muestra en su radical imposibi­ mos SU sentido, hallaremos miles, me­
lidad. La obra de arte no significa, y jor dicho, hallaremos una paradójica
en esto LEVI-STRAUSS mostró quizá medida «infinita» donde sólo cabría
excesiva ingenuidad al pretender que expresar una determinación finita (el
la función significativa es esencial a la sentido propiamente dicho). Una obra
obra de arte. Pero, ¿qué quiere decir de arte es «eterna» e «infinita», es la
que representa y no significa? Está pérdida del juicio en una especie de
claro que representa, incluso se suele regresión sin comienzo ni fin pues
poner nombre a un cuadro, pero ¿qué tanto el tiempo como el espacio son la
es lo que significa? LEVI-STRAUSS ha­ condición de toda topología lógica del
blaba de un «exceso de objeto» para Yo y del sentido. No se trata por con­
referirse al arte de los pueblos primiti­ siguiente de múltiples sentidos con­
vos. Pero olvidémonos de ese cajón juntados (que forman un conjunto,
de sastre de los pueblos primitivos. La como diría un matemático), simultá­
expresión es elocuente: «exceso de neos y ordenables, sino que uno no se
objeto». Cuando PROUTS nos describe agota en el otro, es del todo y la parte,
el campanario de Martinville en ese es decir, lo no determinado y, por en­

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de, lo «regresado». El destino de los Ed., n. o 224, pág. 107). Seguramente
afectos ha invertido el camino desin­ no se trata en verdad de un conoci­
vistiendo el mundo. Ya no hay ni ver­ miento del objeto, sino de aprehen­
dadero ni falso, pues no hay la deter­ sión, de ese pensamiento que según
minación (afirmación/negación) del ARTAUD provoca en nosotros la idea
juicio; <da risa, como decía KLOS­ de vacío; «el lenguaje claro, seguía di­
SOWSKI, estalla en el fondo de la total ciendo ARTAUD, que esquiva el vacío,
verdad». impide que la poesía surja en el pensa­
Ciertamente no es obligado que el miento». El artista si sabe es de lo que
artista pierda el juicio. Es más, es ne­ se sustrae al pensamiento, de lo que la
cesario que lo conserve para que la ciencia tiene por obligación descono­
obra tenga lugar, ya que cuando el jui­ cer. El imperativo de la forma toma así
cio se pierde se podría decir que la dis­ en la obra de arte su característica
tancia entre la conciencia y el incons­ propia: la de darse como púra Forma
ciente ha desaparecido, y entonces o primera materia, es decir, como la
basta la locura. De la misma manera realidad inconclusa de la forma, o si se
que en el psicoanálisis es necesaria la quiere como la representación (más
presencia del psicoanalista en su sano como «Darstellung» que como «Vors­
juicio para que el inconsciente se reve­ tellung», más como textualidad que
le, de igual modo es necesario en la como representación propiamente di­
obra de arte que el artista mantenga el cha) no coincidente con el concepto,
juicio para que la obra se produzca. Si forma en consecuencia sin texto origi­
el sujeto pasa a la locura (caso NIETZ­ nario y sin modelo auténtico. La obra
SCHE, por ejemplo) ya no hay obra. más auténtica será, paradójicamente,
Un neurótico no hace a un artista, la más espúrea, la menos coincidente
tampoco un psicótico. Se podría decir con la Idea verdadera, la que menos
que nadie más sometido a lo que se deja aprehender categorialmente.
GOMBROWICZ llamaba el «imperativo Por eso, GOMBROWICZ, autor de «Cos­
de la forma» que el artista, porque él mos», novela que pone en escena el
parece más necesitado que nadie de sentimiento de los «Unheimliche», po­
desarrollar la forma inconclusa; no día decir: «5610 sabrá lo que es la for­
quiere limitarse a lo ya aparentemente ma aquél que no se aleje un paso del
concluido, se apercibe siempre y en torbellino mismo de la vida en toda su
todo de lo inconcluso, de lo nunca intensidad» (<<Lo humano en busca de
acabado. Por eso FREUD lo considera­ lo humano», Ed. Siglo XXI, pág. 77).
ba su principal aliado «pues suelen Lo que separa la obra de arte del
(dice, refiriéndose a los poetas) cono­ «kitsch» sería de este orden. Según la
cer muchas cosas existentes entre el definición de Walther KILL Y, el «kits­
cielo y la tierra y que ni siquiera sospe­ ch» produce un efecto sentimental de
cha nuestra filosofía; en la Psicología, modo que lo ofrece ya provocado, co­
sobre todo, se hallan muy por encima dificado, y por así decir, comentado.
de nosotros, los hombres vulgares, De esa forma se ha sustraído toda
pues beben en fuentes que no hemos equivocidad y toda «extrañeza inquie­
logrado aún hacer accesibles a la cien­ tante» a la obra. El Yo no se cuestio­
cia» (<<El delirio y los suerlos en la na, el simulacro funciona maquínica­
"Gradiva", de W. Jensen», Alianza mente en el carrusel de esos objetos

23
empaquetados y acoplados a su efec­ de Millet») ha mostrado cómo una
to. La obra de arte, sin embargo, obra, aparentemente tan pobre y sim­
cuestiona precisamente el lugar, ellu­ ple, encerraba tal cantidad de turba­
gar de las identificaciones, pues si soy ción, tan enigmática e «inquietante
artificial, si yo soy identificado desde extrañeza». Es el único comentario
el Otro, ¿dónde buscar mi «Yo»?, se que conozco de un cuadro que mere­
preguntaba GOMBROWICZ. Cuestio­ ce la pena. Seguramente sólo desde el
nando ese lugar es como descubre el arte (pues el texto de DALI es en sí
simulacro y la imposible identidad de mismo una obra de arte) es posible
la forma; un imperativo, el de la for­ «hablar» de una obra de arte.
ma, que como el imperativo kantiano
resulta imposible de realizar. De ahí «Das Unheimliche» ha sido traduci­
que, entre otras cosas, no haya artista do al español por «lo siniestro», pero
de una sola obra, sino que repite un seguramente lo «siniestro» no da
interminable juego de sustituciones cuenta de lo más característico de
que no encuentra su acabado cumpli­ «das Unheimliche», el ser algo familiar
miento. El cuadro de la Gioconda lleva y al mismo tiempo inquietante, algo
al de Santa Ana en la cronología de que debiendo permanecer oculto
Leonardo. Lleva inútilmente, no sólo emerge, sin embargo, en el objeto. El
porque sea supuestamente inferior si­ objeto aparece así «des-idealizado»,
no porque el puro juego de sustitucio­ «des-realizado». Lo que LEVI­
nes no alcanza la sonrisa perdida yen­ STRAUSS llamaba «exceso de objeto»,
soñada de la madre. Repetir es no es su propia ruina, ya que lo propio de
conseguir, pues sólo se repite lo Mis­ la objetividad es la determinación infi­
mo, la misma imposibilidad. Más pro­ nita y cualquier «exceso» abre una di­
pio del arte es la repetición que la Dia­ ..mensión «infinita» (mortífera) y, por
léctica de la Idea. ende, inquietante en lo que sí es obje­
to es, por tanto, familiar. Si lo sinies­
Se sigue de todo esto que lo «Un­
tro es un «objeto» aún no concebido,
heimliche» se desprende de toda obra
no predicado, no identificado, lo in­
de arte y no sólo de lo que se entiende
quietante, por el contrario, (das hun­
por género fantástico o de terror. Si el
heimliche, lo familiar que se hace ex­
espanto que normalmente, según el
traño e inquietante) requiere la plena
mecanismo «kitsch», produce una
existencia del objeto en su familiari­
obra de terror, cuestiona nuestra enti­
dad de objeto. Es siempre, como in­
dad «yoica» (yen eso reside su goce),
siste DALI, un «deja vu»; por eso la
el asombro ante toda obra de arte
«Unheimliche» ha de ser a su vez fa­
puede, incluso, resultar más inquie­
miliar, un «ya conocido», un secreto
tante porque si en el primero lo apara­
inabordable.
toso del efecto se corresponde con
unas finales claves tranquilizadoras, Cualquier objeto puede, en conse­
en la segunda, la ausencia de claves cuencia, suscitar inquietud en la medi­
permite que el efecto surja sin solu­ da en que la representación reprimida
ción de continuidad y en consecuen­ venga a ligarse a él y sea así afectado
cia sin resolución final. por lo que FREUD llamaría la medida
Salvador DALI, en un texto excep­ traumática de afecto, rompiendo de
cional (<<El mito trágico del "Angelus" esta forma la propia condición del ob­

24
jeto: su biunivocidad, su identidad de­ tentará traducir, saber lo que JOYCE
terminada. dice; intento inútil, incluso, claro está,
En la obra de arte lo que se pone en para el propio JOYCE. Dice muchas
escena no se limita a ser algo que tie­ cosas se podrá decir, tantas que no
ne que ver sólo con la particularidad dice lo que dice, pues falta la lógica
personal del autor o del espectador o que organice «hipotácticamente»
lector; en ella la «perplejidad de la in­ (conforme al ingenuo propósito de
teligencia» alcanza a una experiencia GREIMA5, por ejemplo) el sentido. Ahí
más radical y genérica: que la palabra reside el goce y la inquietud que le
verdadera no tiene palabra, o si se acompaña, pues el juego de la obra se
prefiere que la «palabra plena» ignora juega en la Forma, una Forma plena
el juicio atributivo y conduce al silen­ pero a su vez inconclusa; plena pues
cio. El secreto de la obra de arte no es de lo que el psicoanálisis llama «pala­
privativo del autor sino que está en los bra plena» se trata; y a su vez incon­
intersticios de lo humano. clusa porque a la «palabra plena» co­
En «El Moisés», de Miguel Angel rresponde el no estar acabadamente
(texto de 1914), FREUD ya señala que determinada, el no ser finita. Por eso
lo que luego va a llamar «das Unheim­ no admite ser trasladada a otros «có­
Iiche» afecta a toda creación artística. digos» (<<Ulises» no puede ser pinta­
«Todo ésto ha orientado mi atención do, ni la «Gioconda» puede ser escri­
hacia el hecho, aparentemente para­ ta, etc.), por la sencilla razón de que
dógico de que precisamente algunas falta el código que permita las tra~la­
de las creaciones artísticas más aca­ ciones.
badas e impresionantes escapan a Carece, por tanto, de topología.
nuestra comprensión. Las admiramos En el sintagma del cu~dro o del
y nos sentimos subyugados por ellas, enunciado emerge algo no dimensio­
pero no sabemos qué és lo que repre­ nable, como si el significante se abrie­
sentan ... Semejante perplejidad (Ra­ ra al infinito. El juicio afirma, al mismo
tlosigkeit) de nuestra inteligencia tiempo, que niega, luego limita. Aún
comprensiva (es) una de las condicio­ dándose como la verdad, afirma su fi­
nes capitales de los más poderosos nitud. De ahí que se encuentre cogido
efectos que una obra de arte (Kuns­ entre dos fuegos: decir la verdad y de­
twerk) puede suscitar» (Alianza Edito­ limitarla, hacerla finita. Lo «infinito» ni
rial, n. o 224, pág. 76; Sigmund niega ni afirma. Es lo que hace el in­
FREUD: «Studienausgaben», Fischer consciente, afirmar sin negar, abrir el
Verlag, tomo X, pág. 197). sentido a una a-topología que impide
Nunca podemos saber qué es lo el sentido de los sentidos, es decir,
que una obra de arte representa, ni lo impide el juicio y en eso se descubre la
que significa, pues a su esencia co­ asimilación del juicio, su realidad de
rresponde ignorar la biunivocidad del compromiso, realidad que la propia
juicio. Fascina, asombra pero nuestra exigencia del juicio de razón, obliga a
inteligencia se muestra perpleja. No situar fuera, a dar como simulacro
existe el sentido que aglutine los sen­ precisamente lo que está fuera del
tidos de la obra. juicio.
Si leemos por ejemplo «Ulises» La obra de arte viene a expresar en
nuestra «inteligencia comprensiva» in­ el espacio finito esa imposible topolo­

25
gía del inconsciente. De ahí que, por modificaciones arbitrariedad alguna»,
utilizar la expresión de GREIMAS no pues el texto del sueño no es cerrado
sea (mormalizable» como el mismo por oculto que pueda verse. FREUD
GREIMAS pretendía; y no es «normali­ habla del ombligo del sueño (der Na­
zable» porque no existe la organiza­ bel der Traums), el punto por donde el
ción hipotáctica de sentido, no existe sueño se haya ligado a lo desconocido
el conjunto ordenado de su sentido. (Alianza Editorial, n. o 36, pág. 152;
La obra de arte «desrealiza» el objeto Sigmund FREUD: «Studienausgaben»,
haciéndolo así «unheimlich». Por eso Fischer Verlag, 11, pág. 503). El sueño,
además fascina e inquieta. El proyecto en consecuencia, no es del todo acce­
de unir el principio con el fin que hace sible, su sentido no es enteramente
a la obra «eterna» sólo encuentra su desvelado porque nunca nuestra inte­
propósito en la muerte. Imagen o letra ligencia consigue hacerse con el senti­
muerta, inmóvil, que uno contempla do unitario, sencillamente porque no
una y otra vez sin que el menor cam­ lo hay. En ese entramado, que no
bio acontezca. El goce de la obra resi­ conjunto del sueño, habla el deseo,
diría en ese imposible encuentro entre de modo que es el deseo el que, en úl­
medida infinita y medida finita de tima instancia, resulta desconocido.
afecto que la convierte en escenifi­ Si entendemos que lo «Unerkannt»
cación inquietante de la muerte o di­ tiene que ver con lo materno (el ombli­
solución de la identidad. go es la marca corporal de una ligazón
El significante que no consigue su rota, marca o pliegue corporal de un
sentido, pura promesa de sentido e in­ origen inencontrable) deberíamos
quietante porque ese vaciado del sen­ concluir que el ombligo del sueño va
tido lo ocupa lo real. La palabra que es ligado al propio deseo de dormir.
lo propio de nuestro conocer y de Ahora bien, el deseo de dormir es un
nuestra identidad, aparece así despro­ deseo de no deseo, si así puede ser di­
vista de sus características. No puede cho; o si se prefiere la realización defi­
menos que inquietar. nitiva del deseo, que supondría el final
Esta consideración de la obra de ar­ de todo deseo. Si sólo dormimos y no
te como promesa de un sentido infini­ soñamos no despertaríamos. Por eso
to o ilimitado en un espacio finito no el soñar es el modo de desear y no pe­
deja de plantear problemas y debe recer en el dormir, o lo que es lo mis­
ser tomada con alguna reserva. La mo, el sueño es la irrealización del de­
«Traumdeutung» puede servirnos de seo de dormir, puesto que si el deseo
ayuda. Dice FREUD que el recuerdo del se realizara acabaría el vivir. Eros se
sueño es siempre fragmentario e in­ sostiene sobre esa irrealización del de­
fiel. Fragmentario porque no hay un seo. El ombligo del sueño no es en­
sentido global del sueño. Infiel porque tonces ese núcleo o clave general de
nuestro relato o elaboración exige el los diversos sentidos del sueño, no es
sometimiento a la lógica del sentido su sentido oculto sino la razón de la
estableciendo un orden, una coheren­ dispersión del sentido. Detrás no está
cia interna ausente de la propia tex­ el sentido del sentido, sino lo que el
tualidad del sueño. Ahora bien, esa sentido presupone y no puede decir:
infidelidad o deformación forma parte la muerte, el goce. Por eso soñamos
también del sueño. «No hay en tales sin parar, por eso el dormir se acom­

26
paña del soñar; y el ombligo es un nu­ no actúa «a posteriori» sobre el senti­
do inextricable, una condensación, y do sino que estructura a éste, hasta el
como tal de sentido, de múltiples sen­ punto de que el levantamiento com­
tidos que coexisten, no yuxtapuestos, pleto de la represión supondría la pro­
sino en series irreductibles a unidad. pia supresión del sentido. Si la repre­
El ombligo no es, por tanto, la clave o sión fuese levantada ya no habría na­
unidad oculta sino lo imposible de su da que decir, ya no habría que decir,
unidad, yel punto donde el sueño to­ que hablar. De ahí que para FREUD la
ca con el deseo de dormir y se con­ duda, la resistencia, el lapsus, etc.,
vierte así en pesadilla. sean texto del sueño y no mero obs­
Pues bien, a partir de esto se debe táculo o error.
de matizar la noción de infinito. En Volvíendo ahora a nuestro asunto
propiedad no se puede hablar nunca debemos precisar que esa supuesta
de un sentido infinito. Las representa­ dimensión infinita de la obra debe ser
ciones inconscientes son finitas; tie­ entendida, tal como hemos dicho, co­
nen meta, dice FREUD (Zielvorste­ mo una puesta en cuestión de la iden­
lIung) (págs. 155-156; 505-506), y por­ tidad y no como una identidad supe­
que son finitas el trabajo de interpre­ rior, oculta o trascendente.
tación no es en balde, pues aunque Anteriormente, nos hemos referido
no sea una labor reflexiva (o doctrina­ a esa obra que tanto nos cautiva: el
ria) de desvelamiento del sentido to­ «Ulises», de JOVCE. Allí vernos cómo
tal, pone en marcha los enlaces aso­ se desarrolla el determinismo de las
ciativos (pág. 154; 504) de forma que palabras. Nada es gratuito, pero no
aunque no se alcance el núcleo se hay Dios que determine el sentido de
acentúa sobre él. Pero aunque diga­ la obra. Deberíamos hablar de librede­
mos que los sentidos del sueño son fi­ terminismo, un determinismo plural
nitos no por ello podemos afirmar su falto de un determinador divino, o
topología. La condensación no es asi­ sea, exterior a la propia determina­
milable por una lógica de la biunivo­ ción. JOVCE se burla del endiosado
cidad. Thomas MANN. Los significantes se
«La presión de la censura y no la su­ se deslizan libredeterminadamente y
presión (Aufhebung), de las represen­ el sentido no está en ninguna otra par­
taciones finales (Zielvorstellung), es lo te que en el mismo deslizamiento. Así
que constituye la base real (die richti­ es el determinismo freudiano en ver­
ge Begründung) de las asociaciones dad mucho más radical que el leibnit­
superficiales (oberflachtichen Asso­ ziano, pues ningún Dios lo rige. La
ciationen») (pág. 157; 507). La aso­ verdad se hace así «incomposible»
nancia, el equívoco, etc. (pág. 156; con el saber; y «das Uhheimliche der
506) no carecen de sentido pero como Fiktion», de la obra de arte, pone en
son el resultado de la represión su escena esa «incomposibilidad» de mo­
sentido no es objeto de saber, pero sí do que lo que puede ser llamado «in­
de análisis, de actuación. quietante» es la falta de verdad, no
Si son en consecuencia sustitucio­ como mero lugar de desconocimien­
nes, esto no quiere decir que exista la to, de no llegar a ella, sino como lugar
representación o más propiamente el de la verdad faltante que sólo como
sentido originario, porque la represión tal, en esa faita, habla. Por eso la obra

27
es ficción y por eso es inquietante; su donde el goce y la muerte acechan,
trabajo de «des-realización» recupera donde esta vida se revela efímera y de
la materialidad del significante, el mo­ rebote consigue así su «eternidad».
mento en el que la muerte entra en la Que aquí no se goza y entonces no va­
vida, en la desnuda repetición del sig­ le la pena, proclama la obra de arte, la
nificante. La palabra enfrentada a lo cual se hace así dolorosa y a la vez
que la hace posible y ella pretende fascinante, pues parece transportar­
desconocer: la muerte, lo real. La ma­ nos a otro lugar donde se guarde el
terialidad de la obra de arte reside así secreto. El secreto de su «eternidad»
en ser pura forma, hueco dejado por donde el tiempo no existe. Mas donde
la predicación. La Forma nos desliza el tiempo no rige tampoco la concien­
hacia el lugar de lo perdido (el goce) y cia, ni la individualización; ¿la locura?,
ese deslizamiento nos inquieta por­ ¿la muerte? Donde está el goce está el
que no termina de pasar ni de conse­ peligro decía HOLDER LEN . Lo secreto
guirse. siempre es peligroso.
El paraíso al que nos conduce la El lenguaje nos anunciaba ya PLA­
obra de arte es un paraíso de palabras, TON está del lado del puro devenir, es
de significantes, o lo que viene a ser lo la materia del simulacro. La palabra, la
mismo, un paraíso perdido. ley de la palabra, se instaura sobre esa
Se suele decir que el arte es siempre perversión del instinto que supone la
producto de un ansia profunda y ge­ pulsión, sin objeto adecuado, fuerza
neral de otra vida, de otro mundo. No constante que se repite pero que es
tendrá ningún entusiasta la obra de discontinua y parcial; grieta finita por
arte si nadie alentara en su interior el tanto. La ley posee similar «eternidad»
deseo de cambiar de vida. Pero la que la obra: la del límite. El límite es
obra es una ficción. Aliento cambiar condición de identidad pero él es en sí
de vida por no cambiar. Es como el mismo por donde la identidad se di­
deseo, deseo para no realizar, deseo suelve. No es que se expanda hacia el
lo imposible pues no otra cosa es de­ infinito; lo que sobrepasa los límites
sear la muerte. La obra es la ficción de del mundo es del orden de la muerte.
otra vida y ha de perdurar como fic­ Estamos obligados así a mantener una
ción, pues otra vida no es la vida eter­ deuda y una palabra dada a fin de que
na sino una vida otra, lo otro de la vi­ .Ia ley se nos sostenga y en el sentido
da, la muerte. nos reconozcamos. Si saldamos la
La obra de arte es una ficción y su deuda ya no hay ley y si no hay pala­
«eternidad» tiene que ver con ése. La bra que dar callamos. La obra de arte
ficción artística enfrenta la vida con lo está regida por el mandato de la ley.
que sostiene a ésta: la muerte. Eso se­ Esto no quiere decir que sea normati­
para radicalmente, como veremos lue­ va. La perfectibilidad hegeliana de la
go, a la obra de arte del objeto publici­ leyes la imagen inmóvil de lo perece­
tario. Mientras que éste se da retórica­ dero, la negatividad de las materias,
mente como sustitución del cuerpo una curiosa identidad consigo misma,
del que pretende borrar su falta (y, sin ya que es una identidad disoluta, una
embargo, fácil,es entender que sin esa identidad que no tiene otro contenido
falta no habría «objeto publicitario»), que el fenómeno. La perfectibilidad
aquella enfrenta el lugar del peligro: negativa de la materia, el que la mate­

28
ria subsista en el ser puesto (Gest­ descubrir a la obra de arte su propia
zsein, ser puesto o ser legal) de la transparencia. La materia subsumida
otra, consiguiendo así su perseverar, finalmente por la Idea que asume en la
conlleva que el ser puesto o la ley (das Dialéctica su interna materialidad. En­
Gesetz) no tenga otra permanencia cuentro imposible a nuestro entender
que lo efímero o lo pasajero. Si la ley y no otra cosa es la materia como real
es la verdad del fenómeno, esa verdad y no como mundana realidad u obje­
equivale a la separación del fenóme­ to. Se puede hablar, por ello, de obje­
no. El fenómeno no es ley pero en su to publicitario pero no de «objeto ar­
separación de la ley se fenomenaliza, tístico». La obra de arte no es objeto
se hace fenómeno. Y la ley, a su vez, (unidad eidética de sentido) sino eso,
no tiene otro contenido que el fenó­ obra, un quehacer, una práctica pro­
meno. piamente interminable. Lo Bello irre­
La obra de arte sería ese momento ductible a «Lagos». Si el objeto es por
privilegiado en el que la materia qui­ definición unidad, el lugar de la obra
siera hacerse con su propia perfectibi­ de arte es el lugar de la materia, de lo
lidad (la Belleza) la cual, en el momen­ múltiple, de lo alterante, el hueco de
to de apresarla, se le escapa. Por eso la mirada, el vacío del significante que
hemos hablado de Forma inconclusa. aplaza indeflectiblemente su realiza­
Forma porque no busca llenarse de ción en el significado.
ideas, de ideologías, sino que la mate­ . La obra de arte inquieta porque se
ria busca su propia formalidad terrá­ excede, excede al objeto como vimos.
quea, como si la tierra, por utilizar la Coloquialmente se dice para tranquili­
expresión heideggeriana, no se dejase zarnos del exceso, que se trata de una
dominar por el mundo (la materia por f¡cción. Es una ficción, no es verdad,
la idea, el significante por el significa­ no existe, tranquiliza la madre a su hi­
do). Pero inconclusa porque donde se jo asustado. Seguramente la ficción
manifiesta fracasa, ya que la materia hace tolerable la tragedia de SOFO­
es discontinua y excluyente, o sea, di­ ClES, y sin embargo, nos inquieta.
cho en términos hegelianos, porosa. ¿Se trata entonces de un exceso por
La porosidad de las materias hace que ficción o de un exceso de ficción?
la diferencia sea en última instancia in­ ¿Por qué habríamos de alimentarnos
diferenciada, de modo que su subsis­ de la ficción sino porque sea ficción
tencia reside en su ser efímero. Y la nos es propia? La palabra es siempre
ley (das Gesetz) no es otra cosa que la un exceso porque es un sustituto, un
«solución» de una aporía que adquiere simulacro. La obra de arte, esclava de
así carácter legal: la de subsistir una la Forma pues sin ella no existiría, si
en la otra, o mejor dicho el subsistir de nos da como un simulacro. «Hemos
la materia en la propia insubsistencia. eliminado el mundo verdadero, decía
Seguramente por esto HEGEL, que NIETZSCHE, ¿qué mundo ha qúe­
buscaba la idea absoluta o la unidad dado?, ¿acaso el aparente?.. ¡No!
del concepto y la realidad, concebía la ¡Al eliminar el verdadero hemos elimi­
obra de arte como lo absoluto que se nado también el aparente!». (<<Cómo
ignora como tal. La Belleza incons­ el "mundo verdadero" acabó convir­
ciente frente a la Belleza consciente tiéndose en una fábula», en «Cre­
(la Ciencia). Sólo I.a Ciencia podría púsculo de los ídolos»). La obra de ar­
29
te no es verdadera ni falsa, ni buena ni que existe el gozo. La obra es algo
mala pues todo eso sólo podría ser di­ perdido y hallado. Cuando Jesús es
cho del objeto mundano. perdido y hallado por sus padres en el
Liberaos de la Forma, incitaba GOM­ templo, les dice: «¿Por qué me buscá­
BROWIZC, el más obseso de ella. Por la bais? ¿No sabíais que es preciso que
Forma (finita) al punto geometral infi­ me ocupe en las cosas de mi Padre?»
nito, la mirada no nos alcanza. «Al (Lucas 2, 49). Una vez hallado es irre­
contemplarla, dice Fausto, uno no po­ mediablemente perdido, parece ha­
dría dejar de pensar en las palabras del berse encontrado y ahí mismo se pier­
poeta: su máscara revela un sentido de. El retorno de lo reprimido, o sea el
oculto». El sentido oculto del sentido síntoma, repite un imposible encuen­
es su falta de sentido. La obra de arte, tro, un curioso goce: el de la repeti­
esencialmente lingüística, «pone en ción. Allí nos parece encontrar un tro­
crisis» según Ja expresión de BART­ zo de verdad, que habrá que repetir
HES, la relación con el lenguaje, al para volver a perder. Allí se expande el
cuestionar su lógica predicativa. No narcisismo del Yo, se puede decir. Pe­
hay dialéctica de la Forma, como tam­ ro, ¿cómo? Estableciendo, como de­
poco es susceptible de diálogo; la Dia­ cía DELEUZE a propósito de otro asun­
léctica está siempre codificada y es to, el objeto, la pérdida del objeto y la
hoy día el más gastado de los códi­ ley de esta pérdida. En el juego del ca­
gos. La Forma se repite, es «a-social» rrete el niño es el amo: pone el objeto
y finalmente se burla de nosotros. Su (la madre), su pérdida y la ley de esa
«eternidad» no es más que simulacro. pérdida (<<Fort ... Da»). Ser el amo,
Vamos a ella con el propósito de aca­ forma invertida de la afirmación de es­
bar con la impostura y ella nos devuel­ clavitud. El imperativo de la Forma es
ve nuestra más propia realidad: la im­ nuestra esclavitud. Ser el amo, ser mi­
postura. La obra, como el inconscien­ rado por la Forma. Me la apropio en
te, se burla de nosotros, se burla de un lugar imposible, «des-subjetivi­
nuestra moralidad, de nuestros nobles zado» yo y ella, donde el narcisismo
ideales, de nuestra propia identidad, cubre y cierra todas las distancias, to­
de nuestra más bella filosofía, de dos los agujeros, porque donde sólo
nuestra palabra preñada de sentido. hay hueco no hay huecos. La mirada
Mientras más ensalzemos la Obra ma­ es hueca. De los «Jeroglíficos de
yor es la burla. «Cuando un Dios qui­ nuestras potsimerías», de Juan de
so ser el único Dios, todos los demás VALDES LEAL, el cuadro más lúgubre y
fueron presa de risa loca, hasta morir fascinante se llama «In ictu oculi», en
de risa» (KLOSSOWSKI). Tampoco ese instante de la mirada el mundo se
conviene reirse demasiado del único desvanece en muerte; tras la ilusión
Dios, no sea que muramos de risa. de la gloria mundana la verdad acecha
Hay que tomar la ración diaria de se­ y la mirada en un tris (<<in ictu oculi»)
riedad a fin de que la vida nos sosten­ se ve hueca. Vemos en el cuadro a la
ga. Tomarse en serio la obra de arte muerte representada por un esqueleto
contribuye también a engrosar esa ra­ en el momento de apagar la llama de
ción de esperanza que tanta seriedad la vida, las órbitas vacías, huecas,
exige. acentuada su oquedad por el brillo de
Y, sin embargo, no cabe duda de la osamenta; la mano esquelética que

30
apaga la llama señala al mismo tiempo El cuadro «Las Meninas» sigue aún
la leyenda: «In ictu oculi»; el instante fascinándonos seguramente porque
en el que el ojo se hace mirada, la hace de ese desdoblamiento de la mi­
mirada de la muerte que preside el rada su tema. Los reyes faltan, se per­
cuadro. ciben en espejo, y el propio pintor ha
El gozo lo busca el «voyeur» en la entrado a formar parte de la mirada. El
mirada. No es tanto el contenido de lo pintor mira la mirada y ésta es de
que ve como la mirada suspendida, fi­ quien es el Ojo, los reyes en este caso,
ja, inmóvil (el carácter mortífero de la figura del Dios paulina, a quien sólo
mirada o la fascinación, reside en esa «como en un espejo» puede el ojo te­
inmovilidad, parado el movimiento de rrestre contemplar. Exceso de mirada,
la vida), y lo propio de la mirada es desdoblamiento de la mirada, compo­
que sea inapresable. La imagen fija nentes .ambos de lo «unheimlich»; in­
rompe con la vida imaginaria (1). De quieta una mirada que se dobla para
ahí que el ojo nunca consiga ver lo aprehenderse, pero al doblarse se
que quiere ver, porque detrás de la ausenta, se hace faltante, falta el suje­
apariencia, de lo que aparece, no está to de la mirada, y por esa falta se pa­
la cosa en sí su desvelamiento, sino la tentiza. Es como si el pintor quisiese
mirada. La mirada me fascina, de la hacerse con el sujeto de la mirada,
de la mirada gozo, pues la mirada me pues no otro sería el objeto de la pul­
ve. «El ojo con el que vemos a Dios es sión escópica. Y no hay otro modo
el ojo con el que Dios nos ve», decía que por medio del desdoblamiento,
Angelus SILESIUS. Por eso siempre porque el sujeto de la mirada, como el
veo demasiado poco, falta lo que por de la enunciación, sólo se hace pre­
así decir hay que ver: la mirada, o la sente en el momento en que se borra
muerte. Dios se nos escapa y la pro­ en el enunciado. No es ajeno a esto
mesa del gozo eterno es, como nos que en el buen juego del «Fort-Da» el
dice San Pablo, la contemplación de niño descubra la palabra donde la ma­
Dios cara a cara, ideal acomodo entre dre emerge como objeto: en su ausen­
el ojo y la mirada, vida sin castración, cia. Pintar la ausencia tiene resonan­
vida eterna, vida sin anamorfia (sin cia psicótica pues transfiere hacia lo
distancia y ¡sin sombra!) (2). necesario (el puro destino inmutable)
lo que en el neurótico es deseo, pro­
(1) El cine desconoce algo esencial al yecto y representación verbal.
cuadro: la suspensión del movimiento. Por eso
su carácter imaginario y su éxito comercial.
Cuando Jan BRUEGHEL quiso pintar
(2) Anamorfia o anamorfosis es una parti­ la alegoría de la vista no encontró me­
cular modalidad de deformación que permite jor modo que reproducir los cuadros,
que la profundidad se haga presente en el cua­ las pinturas, de la época, llevándonos
dro. En la anamorfosis el objeto mantiene su así a contemplar en el cuadro, como
integridad pero un distorsionamiento especu­
lar lo hace inquietante. Piénsese, por ejemplo,
en nuestro cuerpo reflejado en un espejo cón­ La anamorfosis es el resultado de la lucha en­
cavo o en la calavera del cuadro «Los embaja­ tre lo visible, lo que se ve, y lo que se ve disi­
dores», de HOLBEIN. En la vida eterna, una vez mula. Y lo que se ve disimula precisamente lo
que pasamos de contemplar a Dios como en que lo convierte en objeto de la mirada, o sea
un espejo, a contemplarlo cara a cara, no hay la propia mirada. Mientras tanto, «videmus
lugar para la anamorfosis (lo malo es que tam­ nunc per especulum in aenigmate» (1, Corin­
poco para la visión, pero esto es ya otro tema). tios XIII, 12).

31
en un espejo, un universo de cuadros. te no es, ni más ni menos, que la «ver­
«Per speculum in aenigmate» o la mi­ dad», lo auténtico o lo «real», algo im­
rada que no se ve a sí misma sino en la pasable e imparable, al no tener nada
inversión del espejo. No hay un mejor que decir, o sea ninguna otra cosa
lugar para esconderse que el espejo. que no sea decir. Pura Forma. Simula­
¿Qué pinta BRUEGHEL?, un cuadro de cro de eternidad. Gozo teñido de
cuadros, y que según él es la alegría muerte, inquietante fascinación. La
del sentido de la vista. Su enigma es obra de arte repite su realidad de fic­
de espejos. Invierto para que así la mi­ ción, nuestra realidad de ficción. Toda
rada se me devuelva como objeto pro­ repetición termina por ser vacua y, sin
pio. Sigue siendo fugitiva. embargo, como sucede en el síntoma,
LEONARDO DA VINCI estudió las le­ en ese curioso efecto de repetición es
yes de la trasposición de la naturaleza donde lo real y el goce se anudan de
a la ventana cuadro (que es una su­ sorprendente manera. Nos hace daño
perficie plana) y descubrió así que la pero nada podría sustituirlo. Un trozo
proyección no es una mera trasposi­ de simulacro más querido que la vi"da
ción mecánica sino una nueva figura­ eterna.
ción de la propia realidad a fin de que El punto geometral en el que el cua­
éste pueda ser aprehendida como tal. dro se anticipa, se estremece por el
La perspectiva y los puntos de fuga sentimiento que descubre detrás de lo
constituyen una operación geométri­ imaginario al Amo real, el «Amo abso­
ca, artificial, que deforma las cosas a luto», hegelianamente hablando, la
fin de que éstas puedan aparecer. Es muerte. No otra cosa sería el sen­
el propio espacio óptico el que LEO­ timiento dicho por FREUD «un­
NARDO quiso representar. Se abría el heimlich». «En efecto, esta con­
camino de la Geometría proyectiva y ciencia se ha sentido angustiada no
de la concepción no euclidiana del es­ por esto o por aquéllo, no por este o
pacio. La realidad no estaba dada aquel instante sino por su esencia en­
a la percepción sino como «ilusión tera, pues ha sentido el miedo a la
óptica», como deformación producida muerte, es decir, al señor absoluto.»
por espacios no homogéneos. Los (<<Fenomenología del Espíritu, capítu­
puntos de fuga dan razón de la propia lo IV). Señor, Amo absoluto, «Signar»
hondura del cuadro. Por donde se fu­ olvidado (cfr. la relación que FREUD
ga la mirada emerge el objeto, la ilu­ descubre en Signor-elli, Her­
sión óptica. El pintor se convierte en zegovina, Her = muerte y sexualidad,
artífice, artífice del artificio que da, sin en «Psicopatología de la vida cotidia­
embargo, cuenta del objeto. Pero no na», cap. 1). El cuadro «In ictu oculi»,
pinto el objeto sino el emerger del ob­ de VALDES LEAL es un recordatorio, el
jeto, su exceso o su carencia. «memento mori», el recordatorio del
El goce de la obra reside en la repe­ amo absoluto. Toda la serie holbeinia­
tición, en la vuelta del circuito que la na de la «Danza Macabra» condensa­
convierte en «eterna» o más propia­ da en un solo momento-recuerdo
mente quizá en interminable. La obra (<<memento mori») y en un solo cua­
de arte no tiene fin, porque en verdad dro (<<In ictu oculi»).
no tiene nada que decir, por eso dice La verdad se olvida, decía el último
sin parar o sea repite, y lo que se repi­ LACAN. El síntoma no es propiamente

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un recuerdo pues proviene de lo real, necería y toda obra sería curnplida,
de su insistencia. No es un recuerdo sobraría el artificio del arte. El síntoma
pues carece de tiempo. Es un despla­ es un trozo de real que se resiste a la
zamiento que repite, para así hacer­ simbolización, pero que no tiene otra
nos ver que ese trozo de supuesto sin­ realidad que esa resistencia, un trozo
sentido vale más que todo el edificio pulsional. Donde está el gozo está el
ideológico o eidéico construido a su sufrimiento; «alH donde está el peligro
costa. La obra de arte es también un crece lo que salva», contaba HOLDER­
acontecimiento, un síntoma que se re­ L1M; donde el gozo acontece, aconte­
pite (trozo material de goce y muerte) ce su imposibilidad.
y un malestar en la cultura. La obra es No existe un arte idealista, todo él
singular, única y el Uno demostró trata del cuerpo (no de lo eidéico),
FREGE que no admite plural. No es lo pues es justamente de lo que está pro­
mismo unidad que Uno, sino todo lo hibido hablar. j« ... etwas was in Ver­
contrario. LEONARDO DA VINel decía borgenen hütte bleiben sallen und
ser «más digna cosa imitar las obras hervorgetreten ist». En la obra (tam­
de la naturaleza, verdaderas semejan­ bién en la psicosis) el amo absoluto
zas en acto, que imitar con palabras toma la palabra. El simulacro nada
los hechos y dichos de los hombres; y oculta porque es de por sí pura simu­
si tú, poeta, quieres describir las obras lación. Por dentro está vacío. Al me­
de la naturaleza con tu simple oficio, nos en la obra el goce balbucea, hasta
fingiendo lugares distintos y las for­ en algunos casos (como el «Ulises»)
mas de cosas varias, serás sobrepasa­ estallar de risa, bla-bla-bla, ja-ja-ja! No
do por el poder infinitamente despro­ paramos de decir, de ligar (zu binden)
porcionado del pintor... Por la pintura algo, que por su eterna discontinui­
tómanse los amantes hacia los simula­ dad es imposible de decir definitiva­
cros de la cosa amada y hablan con mente. En la repetición venía a decir
las pinturas que le representan» (<<Tra­ FREUD se anuda esa imposible unidad
tado de Pintura», Editora Nacional, de la vida y la muerte. El tiempo es ilu­
pág. 50). sorio.
El cuadro es tan perfecto simulacro
que engaña al amante. Imitar a la na­ Madrid, marzo 1982
turaleza es pintar una «naturaleza
muerta». Lo real no es lo natural, no
es el encuentro con la necesidad * * *
(Not); por eso es un acto, una repeti­
ción. Todos los caminos están toma­
dos por el Amo absolut<;>. El goce de la Algo hay en la obra de arte por lo
obra radica en su condición de sínto­ cual es siempre el llamado hombre su
ma, y si el síntoma puede ser atribuido autor, su indagador. Algo en conse­
a un defecto de simbo-lización, no cuencia vincula la obra con lo femeni­
consigue, sin embargo, desembara­ no. La mitología nos acostumbró a re­
zarse de la palabra (por eso el psico­ ferirnos a la «madre tierra» y a la con­
análisis no tiene otro modo de interve­ sideración de lo femenino como lo
nir sobre él que por la palabra), pues si cercano o significante de la naturale­
así no fuera nuestro cuerpo nos perte­ za. La tierra que no el mundo. La tie­

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rra que guarda celosamente su miste­ Y, sin embargo, como decíamos al
rio. El cuerpo que esconde el misterio principio la comunidad social se
del goce. La mujer significante de la muestra en grado sumo respetuosa
tierra y de la muerte. La mitología nos con la obra de arte. Ella garantiza el
coloca en el camino de comprender nombre del artista al ensalzar la Obra y
que eso que se sustrae al saber, que crea la cohorte de sacerdotes encar­
esa incompatibilidad entre lo escópico gados de velarla; velarla de velar­
y la palabra, termina por conducir al custodiar y velar-ocultar, pues oculta,
hombre a una senda sin salida. El vela, dándole un lugar preciso; la cali­
hombre, como el explorador vernea­ fica y así se asegura. Sorprende, in­
no, atraído por los misterios de la tie­ cluso, que los más aguerridos revolu­
rra, viaja a través de ella en todas di­ cionarios hayan retrocedido ante la
recciones, como un obseso, como el Obra de arte, cuidadosos de dejar cla­
obsesivo, para quien siempre queda ro que la revolución es sumamente
algo pendiente, algo que saldar, una respetuosa con el arte. ¿Cómo no to­
deuda, una duda (1). márselo en serio?, ¿cómo aceptar el
Traza líneas, escribe líneas, rima lí­ reto de su risa? Respeto al pasado.
neas, etc., obrero de la Forma, nunca Convertida la obra de arte en pasado
terminan de saldar su deuda con la (tal como quería HEGEL, para quien el
Forma. Siempre las hay mejores. Las arte es «figura del pasado»), en monu­
crearé yo misnw, dice el artista con mento histórico, asegura una genea­
gesto insolente, y comienza su inter­ logía social, un territorio genealógico
minable trabajo, de hurgar y hurgar, que nadie se atreve a cortar por páni­
de trazar líneas, de construir líneas, ¿y co a una catástrofe. Mientras ella -la
si yo fuese mujer y si yo fuese la mira­ obra - exista, nuestra identidad está
da?, se pregunta. La cosa termina mal asegurada. Ironía de la obra de arte,
pues la mujer no existe y nadie puede su único pasado es la muerte y, sin
serlo por su cuenta. El obsesivo artista embargo, conserva nuestra identidad.
comienza a sufrir y ya no sabe distin­ Incita a romper la topología imaginaria
guir entre dolor y goce, tan entronca­ V mira por donde se ve convertida en
dos van uno con el otro. El sexo le su cómplice.
duele tanto que proclama: «Mi herida No hay revolución verdadera que
existía antes que yo, yo nací para en­ no trasgreda hasta el final, que no
carnarla» (Joe BOUSQUET). «La vida destruya los museos y pase del arte al
es, sin duda, un proceso de quebran­ acto. Revolución según parece impo­
tamiento» (Scozt FITZGERALD). sible. Estamos presos del pasado «co­
mo muertos de antemano», según di­
* * * ría DALI, para añadir, «más claro una
tumba». (<<El mito trágico... », pá­
(1) Jaime SZPILKA ha escrito sugestivas
ginas 146-147).
páginas sobre la neurosis obsesiva o «ser hom­
bre», en «La realización imposible». Ed. Trie!.
Buenos Aires, 1979). Madrid, junio 1982

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