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Segundo parcial

 Materia: Economía Internacional.


 Carrera: Relaciones Internacionales
 Docentes: Ana María Liberali.
Javier Luchetti
 Alumnos: Acosta, Carolina.
 Fecha de entrega: 06/11/20

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América Latina y Gran Bretaña.
Cuando los países lograron su independencia política ya no estuvieron sometidos al
dominio de un imperio formal, pero, varios autores sostienen que en el siglo XIX la
región estuvo bajo el imperio informal de Gran Bretaña.
Según la definición empleada por Michael Doyle, el imperio informal entraña relaciones
de control político efectivo, aunque indirecto, de una sociedad dominante sobre la
soberanía externa e interna de una sociedad subordinada, aunque formalmente
independiente. Presupone la capacidad de la metrópoli de ejercer autoridad sobre la
política exterior y la política interior del país periférico.
En el imperio formal la metrópoli formula las leyes y hay un sistema de gobierno que
les asegura su eficacia en la periferia, en cambio, en el imperio informal, el control
directo está ausente y las reglas deben ser o inculcadas usando el poder blando del
ejemplo y del convencimiento o impuestas por medios coercitivos.
El rasgo del predominio internacional de Gran Bretaña era la inexistencia momentánea
de otras potencias en condiciones de rivalizar con el poderío británico. Pero la
supremacía británica era en cierto sentido una anomalía debido a su falta de factores
tangentes del desarrollo. A medida que nuevos rivales fuero industrializándose, el
liderazgo de Gran Bretaña comenzó a decaer. A partir de 1870 encontrado reducido su
espacio de maniobra, tuvo que reacomodar sus prioridades. Las más importantes eran la
consolidación y defensa del Imperio británico, y América Latina no era desde luego
parte de ese Imperio territorial. A medida su capacidad para proyectar su poder naval
por todo el mundo sin comprometer la defensa de las Islas Británicas fue declinando,
entre otros factores, su presencia estratégica en América Latina fue disminuyendo.
En el paso del siglo XVII al siglo XIX, la primera prioridad británica en el hemisferio
occidental era América del Norte, seguida del Caribe. La idea de incorporar nuevos
territorios de América Latina fue reevaluada luego de los dos intentos fracasados de
invadir Buenos Aires. Si bien era seductora la idea de adquirir más territorios para el
Imperio británico si la conquista fuese poco riesgosa y barata, pero esa no era la realidad
y se terminó por descartar cualquier ambición territorial en aquel continente y se
sostuvo que lo esencial era concentrarse en la apertura de los mercados
latinoamericanos para los productos británicos. Debido a la implementación de tal idea,
Gran Bretaña se convirtió en la potencia garante de la emancipación de las nuevas
naciones latinoamericanas contra el colonialismo ibérico y sus políticas mercantilistas
de monopolio comercial. En 1824, la decisión de reconocer la independencia de Gran
Colombia, México y Provincias Unidas del Río de la Plata marcó el sentido pragmático
de la orientación británica.
Reconocida su independencia, los países latinoamericanos estaban preparados para
acordar arreglos con las potencias. En la visión británica, el arreglo básico sería el
reconocimiento del principio de la autodeterminación nacional a cambio del
compromiso latinoamericano con los principios del libre mercado. Claramente era un
acuerdo que solo favorecía a Gran Bretaña, ya que la potencia predicaba el
librecambismo en América Latina mucho antes de adoptarlo. Estos tratados eran
instrumentos legales contraídos entre estados soberanos, pero, en su origen y contexto,
resultaban ser desiguales. Éste era el boleto de ingreso que los nuevos estados
latinoamericanos deberían pagar a fin de incorporarse a la “sociedad internacional”.

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Eran muy favorables y optimistas las predicciones sobre los negocios y la penetración
económica británica en América Latina, pero las mismas no se cumplieron y la bonanza
tuvo corta duración. Varios países de la región fueron asolados por una ola de
inestabilidad política, caudillismo y desbarajuste financiero. La importancia relativa de
América Latina para la economía británica empezó a declinar y su participación en las
exportaciones de Gran Bretaña empezó a disminuir.
Durante dicho periodo de relativo estancamiento económico se verificó un paradójico
incremento de la actividad intervencionista de Gran Bretaña en América Latina. Si bien
la potencia seguía ejerciendo su poder de forma ostensiva, ejercer tal poder implicaba
un gran costo político y producía en muchos casos dudosos impactos comerciales.
Un ejemplo es el caso del conflicto con Brasil por el fin de la trata de esclavos también
es ilustrativo. Después de que el parlamento británico sancionó la Ley Aberdeen en
1845, cientos de navíos involucrados en la trata de esclavos serían capturados por la
marina real y juzgados en tribunales británicos. Las aguas territoriales brasileñas no
eran respetadas y existía entre las dos naciones un estado de guerra no declarada. Lo
cual muestra que Gran Bretaña era capaz de intervenir en el núcleo del sistema político
y económico de un país latinoamericano que rechazaba adecuarse, según el
entendimiento británico, a los nuevos patrones éticos y de mercado, y que también la
influencia británica, lejos de ser hegemónica, se topaba con límites reales.
A partir de 1840, se suma al complicado contexto para Gran Bretaña, la agresividad del
expansionismo de Estados Unidos y el aumento gradual de su influencia en los países
vecinos. Gran Bretaña no tuvo más opción que adaptarse a la ascensión irresistible de
esa nueva potencia regional.
No hay que negar que Gran Bretaña poseía los medios para influenciar fuertemente los
acontecimientos en América Latina pero no los podía manejar en cada una de las
subregiones del continente, pero no es correcto considerarla como potencia hegemónica
en toda la región durante el siglo XIX. Alrededor de 1850, su comercio con los países
latinoamericanos se encontraba estancado en buena medida, y su posición general en la
región estaba mucho más debilitada. La influencia británica, en vez de alcanzar los
fines a que aspiraba, enfrentaba dificultades y oscilaba entre la diplomacia y la
intimidación.
En la segunda mitad del siglo XIX, los países latinoamericanos se embarcaron en una
fase de integración más profunda en la economía mundial bajo gobiernos dominados
por grupos civiles, oligárquicos y tecnócratas, de índole liberal. Cada economía parecía
haber encontrado su lugar ideal en la división internacional del trabajo mediante la
exportación de materias primas. El modelo de crecimiento guiado por el comercio
exterior solía ser justificado por doctrinas de laissez-faire importadas de Europa, donde
las élites latinoamericanas también buscaban referencias culturales e inspiración para
copiar formas aristocráticas de comportamiento.
El cambio en el escenario económico de América Latina estimuló una nueva ola de
inversiones británicas. A partir de la década de 1870, hay tanto una recuperación del
comercio como una reactivación de los vínculos financieros. El capital extranjero ve
una oportunidad de lucro en la modernización de la infraestructura de los países
latinoamericanos y penetra en varias áreas de gran impacto económico
Gran Bretaña atravesaba por un periodo de intensa expansión ultramarina conocido
como el “nuevo imperialismo”. Con ese contexto, se comprende mejor la progresiva

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pérdida de importancia estratégica de América Latina para Gran Bretaña y el porqué de
la disminución de su ímpetu intervencionista en la región.
Desde América Latina, sostenían que no había una razón para rechazar la presencia
británica con tal de que las “reglas del juego” fuesen observadas por las dos partes. A
Gran Bretaña esa situación le convenía, pues, crecientemente envuelta en una nueva
carrera imperialista en Asia y África, no necesitaba preocuparse por darle mayor
atención a América Latina.
Al finalizar el siglo XIX, el bajo perfil político británico en América Latina era notable.
Claro está que las presiones económicas no dejaron de utilizarse como recurso de poder
cuando los intereses británicos así lo requerían. Gran Bretaña actuaba como un acreedor
maduro que forzaba a los países latinoamericanos a acomodarse a las reglas del juego
financiero y mantener al día el pago del servicio y los intereses de sus deudas. De
manera muchas veces independiente del gobierno, el sector privado tenía su agenda en
la búsqueda de ventajas y ganancias. En el ciclo dorado de expansión entre 1870 y
1914, se puede discutir hasta dónde el “imperialismo de los negocios” representó una
forma de control británico sobre la soberanía de los países de América Latina más allá
de lo económico.
Los imperios no están hechos sólo de coerción, fusiles y sangre. Los medios
persuasivos, ideológicos y hasta simbólicos pueden ser instrumentos de dominación
muy eficaces. Las intervenciones militares directas son el recurso más grave a que se
puede recurrir cuando todo lo demás ha fallado. Lo cierto es que la posibilidad de
empleo de medios violentos no dejó de estar presente en los tratos de Gran Bretaña con
la región por lo menos hasta principios del siglo XX. La política oficial de “no
intervencionismo” era percibida de modo muy distinto por los latinoamericanos.
La expedición europea contra Venezuela fue el último ejemplo importante de
imposición de reglas, con el uso de fuerzas militares y navales, en que participó Gran
Bretaña en el continente latinoamericano. Un ciclo se había cerrado.
El imperialismo británico no fue apolítico en el sentido de ausencia de intervenciones. Y
si la política británica fue a inconsistente, vacilante y errática ello revela más su
debilidad que su poder. Lejos de imponer una hegemonía incontestable durante todo el
siglo, la mano fuerte británica tenía un apretón muy flojo. Gran Bretaña no tenía
suficiente autoridad sobre el continente latinoamericano. Londres trataba de proyectar
su influencia en la región al máximo posible, pero no tenía un control sobre los países
latinoamericanos.
Historia de la globalización
Tanto el concepto de globalización como el de mundialización se refieren a la tierra en
la que habitamos. Pero la palabra mundialización sirve para poner de relieve que la
globalización, que es un fenómeno que ha beneficiado a todos los países que han
participado en él, el único defecto que tiene es precisamente que no es suficientemente
mundial. Es decir, que hay demasiados países del mundo, los llamados países
tercermundistas, que no participan de los beneficios de la globalización por no reunir
las condiciones políticas y económicas necesarias para acceder al libre mercado y
porque los países globalizados no siempre están dispuestos a abrirles las puertas de
entrada a la globalización.

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Han ocurrido dos globalizaciones a la largo de la historia: la primer sucede entre 1850 y
1914 y se explica por la implementación de politicas de apertura llevadas a cabo por
varios países, las cuales causaron una importante reducción de las barreras arancelarias
y por la aparición de nuevas tecnologías que causaron una fuerte reducción del tiempo y
del coste del transporte. Esta primera globalización estuvo acompañada de la libertad de
movimientos de capital, lo cual se tradujo en un gran desarrollo del libre comercio y en
un gran movimiento migratorio, favorecido por la inexistencia de controles
gubernamentales a la inmigración.
Entre 1870 y 1913, el crecimiento del comercio mundial fue del 3,5% y superó
ampliamente al del producto real que fue de 2,7%, Además, entre 1850 y 1914, 60
millones de personas emigraron de Europa a América, de forma que la fuerza laboral en
el Nuevo Mundo mientras que en el Viejo Continente se redujo desencadenando una
escasez de mano de obra y una suba de los salarios. Para terminar, cabe recalcar que
desde un punto de vista social, la primera globalización produjo resultados
satisfactorios.
A partir de 1914 y hasta 1950, debido a las dos guerras mundiales, que causaron la
destrucción del sistema económico y financiero internacional; a la desaparición del
patrón oro: a la adopción de medidas proteccionista; y por la implantación de severas
restricciones a los flujos transfronterizos y a la libre circulación de personas la
globalización quedó frenada.
Pero desde 1950 hasta la actualidad, se acelera, como consecuencia de los nuevos
avances tecnológicos en el campo de la Comunicación y de la Informática, que
permitieron la apertura de nuevas vías para la organización de las empresas a escala
mundial, con mayor eficiencia e integración internacional.
En contra de lo que han planteado diversas teorías y autores no se ha podido demostrar
que la globalización sea la causa del aumento de desigualdad. Otra cuestión importante
es que equiparar desigualdad con pobreza supone un grado notable de confusión mental
y un desconocimiento de la historia económica. Lo verdaderamente importante es la
reducción de la pobreza, y la globalización y la economía de mercado, llevan la tarea
bastante bien. Lo que sí es un hecho, es que la pobreza está presente en los países
pertenecientes al Tercer Mundo, ¿Cuál es la solución planteada? Hacer entrar a estos en
la globalización. Para ello, los países desarrollados deben abrir las fronteras a las
primeras materias y productos elaborados de los países pobres, y que además todos los
países que quieran entrar a la globalización posean libertad económica.
The Heritage Foundation y The Wall Street Journal elaboraron un índice que permite
comprobar que los países con mayor libertad económica presentan tasas más altas de
crecimiento económico a largo plazo y tienen ingresos per cápita mayores que los países
con menos libertad. Esta investigación es la demostración que la distribución mundial
de la prosperidad y el nivel de vida dependen del grado de libertad económica.
En conclusión, los países pobres del mundo sólo lograrán alcanzar una prosperidad y
un crecimiento económico verdaderos cuando sus respectivos gobiernos brinden una
mayor libertad económica a los ciudadanos y descubran el poder imponente que ofrece
el mercado libre. Para lograr que esta mentalidad se extienda es necesario que las
empresas transnacionales, que son los agentes de la globalización, comprendan que si
cambian sus modelos de producción y distribución para adaptarlos a las características

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y posibilidades de estos pueblos los países pobres pueden convertirse en mercados
muy rentables, como por ejemplo en India y Suráfrica.
Lo importante es que las empresas transnacionales implanten negocios que creen
puestos de trabajo y generen salarios para los nacionales. Si se trata de la producción de
bienes destinados a la exportación, darán lugar al ingreso de divisas, mejorando la
balanza comercial del país, convirtiendo en un lugar atractivo para la inversión
extranjera permanente, por parte de las empresas que buscan oportunidades de
expansión.
En lugar de oponerse a la globalización porque está proporcionando beneficios sólo a
los países que participan en ella, incrementando la brecha entre los países globalizados y
los no globalizados, lo que hay que hacer es extender la globalización al mayor número
de países, desmontando el egoísmo de los países ricos e intentando que los países
pobres cambien sus modelos de organización sociopolítica.
En contraposición y como postura crítica en la actualidad encontramos un nuevo
movimiento social llamado Movimiento de Resistencia Global, o Movimiento
Antiglobalización. Ramonet, es uno de sus fundadores y uno de los pensadores que
puso la lupa en las peligrosas consecuencias para el mundo entero de la actual
globalización, es decir, de la nueva fase del capitalismo mundial.
El Movimiento de Resistencia Global se inscribe en un proceso histórico caracterizado
por tres fases: el análisis, la protesta, y las proposiciones positivas.
Ramonet explica que a partir de la caída del muro de Berlín en 1989 y de la implosión
de la Unión Soviética en 1991, se abrió un nuevo momento histórico que provoco un
adormecimiento momentáneo del pensamiento crítico. La hegemonía del
neoliberalismo y de su proyecto de globalización se hacía por primera vez en la
Historia, sin encontrar un enemigo al que combatir ni demasiada resistencia.
Hasta mediados de los años noventa, se propuso como concepto de identificación critico
el pensamiento único, en el que se sostuvo que los ultra liberales afirmaban que nos
hallábamos ante una pura realidad técnica y científica, mientras que otros veían
concretamente de lo que se trataba sencillamente la ideología de mercado. El mercado y
sus leyes como solución total a los problemas de la sociedad. Y como mecanismo
totalitario con vocación de sustituir al Estado y a todos los organismos colectivos.
En esta primera fase se identificaron los principales actores de la globalización y
responsables del gobierno oculto del mundo, el cual posee cuatro “ministerios”: el FMI,
el Banco Mundial, la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico y la
Organización Mundial del Comercio. Estos “ministerios” son los que definen las reglas
del juego que los Estados deben aplicar. Es la fase del escándalo ante los terribles
efectos de las políticas neoliberales: en 30 años, los recursos del 20% más rico se
multiplican 50 veces más que las del 20% más pobre. La mitad de la humanidad vive
con menos de dos dólares diarios, mientras que 225 personas poseen tanto como 2.500
millones.
Ante esta situación, en enero de 1994 comienza la insurrección zapatista, liderada por
el subcomandante Marcos. Enseguida vendrá una ola de grandes protestas en los países
desarrollados.
La fase de las proposiciones positivas, está situada por Ramonet en Porto Alegre, en
donde se celebra un Foro Social Mundial, en contraposición a Davos, que es la sede
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escogida por el neoliberalismo hace ya más de medio siglo para incubar su proyecto y
el símbolo del mundo rico.
En Porto Alegre se construyó un nuevo consenso, es un momento inaugural de una gran
trascendencia. A partir de dicho encuentro se empieza a expandir el firme pensamiento
de que es posible remplazar el consenso de Washington, por el consenso de Porto
Alegre, el cual, se revertiría la situación de desigualdad y los países tercermundistas
tendrían acceso al desarrollo, de una forma ecológica a diferencia del modelo del Norte,
para poder
Este movimiento una nueva percepción y asunción de la llamada cuestión mundial ya
que la globalización se ha convertido en la cuestión mundial de nuestro siglo.
Una última observación sobre estos movimientos, es que si bien son considerados de
izquierdas y de extrema izquierda, se buscan salvadores en instituciones que se ponen
al servicio de la humanidad.
También es importante destacar que desde el establishment también se alertó sobre las
consecuencias de no tratar adecuadamente el problema de la globalización.

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