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ISBN: 978-9942-30-961-7
Las fotografías de este libro han sido tomadas del archivo de al zur-ich, de Tranvía Cero y
del Archivo del Ministerio de Cultura y Patrimonio, los autores de las mismas han sido los
miembros del colectivo Tranvía Cero (2004-2013) y del Equipo al zur-ich (2014-2018),
así como Patricio Estévez, Jean Paúl Estévez, Honorio Granja, Gonzalo Vargas, Roberto Calle,
Anthony Lozada,Víctor Silva, artistas participantes en los diferentes proyectos y vecinos de
los barrios donde se realizaron las diferentes ediciones del Encuentro.
Para este libro se han usado caracteres Fanwood, de libre uso, creados por
Barry Schwartz en 2011 y Gill Sans creados por Eric Gill (1882-1940).
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sobre la vida personal y colectiva. Sostengo que toda política cultural debe
intentar intervenir desde ambas definiciones. (Vich, 2014, p. 37)
En tal sentido, una serie de críticas surgidas desde finales de los años noventas,
han ido estableciendo las distintas condiciones de ser, saber y hacer en torno a las
múltiples formas de jerarquización y clasificación social del sujeto entrampado en
las paradojas de la modernidad. Para una serie de autores el mundo es un sistema
de complejas imbricaciones (Mignolo, 2008) que entretejen el poder, el conoci-
miento y la representación. Para Wallerstein, tal sistema se integra de una manera
tan eficiente (y simultáneamente perversa a nivel global) que la definió como un
sistema-mundo que se constituye a partir del capitalismo, «un sistema no equitativo
por definición» (Wallerstein, 1998, p. 92).
La cartografía crítica elaborada por una serie de debates en torno a la noción de
diferencia han puesto en evidencia en las últimas dos décadas la urgente necesidad
de apuntalar una praxis crítica frente a la Modernidad capitalista. La crítica en
perspectiva decolonial ha venido articulando, desde inicios de la década de los
noventas, una serie de debates centrados en cuestionar y revisar el lugar del sujeto
común frente a las estructuras del poder. Si bien el debate se centró, en sus primeras
fases, en incorporar y reinterpretar elementos de otros campos disciplinares como
la sociología, la antropología, la historia y la pedagogía, desde fines de la década de
1990 se ha extendido de manera significativa y potencial al campo de las estéticas.
Dos consideraciones centrales fueron articulando este importante giro en el debate
en torno a la poscolonialidad. Por un lado la redefinición de las estéticas, entendidas
como expresiones vitales y sensibles que responden a modos de estar en el mundo
negándose a toda forma de subordinación a clasificaciones del campo de las artes
más canónicas. Por otro lado el surgimiento de una noción de estéticas decoloniales,
en tanto formas prácticas y acciones que desafíen y desmonte la matriz colonial del
poder, abrirá el desafío simultáneamente en dos frentes: la crítica a la modernidad
occidental capitalista, en tanto una forma de crítica interseccional, y la consecuente
praxis que permitieran accionar formas otras de estar en el mundo.
Tal aproximación se inscribía en el hecho de que la modernidad dejaba de ser
leída como un simple periodo histórico del que se derivan una serie de aparentes
progresos, para ser interpretada como un proyecto civilizatorio encargado entre
otros de construir determinadas subjetividades. A nivel político la modernidad
implica la irrupción, consolidación y ejercicio de técnicas de gobierno que
establecen con claridad que el centro del poder es el Estado, quien ordena,
controla el territorio y a los sujetos que en él habitan. La lógica moderna implica
la imposición de los ámbitos racionales y, en última instancia, jurídicos en el tejido
social. Tal racionalidad jurídica desplaza hacia los bordes del Estado moderno
todas las prácticas diferentes. La racionalidad moderna apunta a la construcción
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Condiciones de posibilidad
En el mundo contemporáneo todo accionar es por oposición a las fuerzas que lo
configuran y determinan. Tal oposición puede operar desde lo sensible y, por lo
tanto, de modos sutiles. al zur-ich, el Encuentro de Arte Urbano que el colectivo
Tranvía Cero gestionó durante diez años y luego el Equipo al zur-ich por los
últimos cinco años, se ha centrado en convocar a creadores y gestores preocupados
por conocer los espacios y los vecinos de los barrios en los que desarrollarán sus
proyectos. En estos barrios el estado tiene aún enormes deudas infraestructurales
y los espacios y programas concebidos para sentir, pensar y vivir lo cultural (en
toda la dimensión de su existencia) son prácticamente inexistentes. Este vacío-
sensible2 constituye una mínima ventaja para los proyectos de al zur-ich y sus
condiciones de posibilidad para descentrar, entre otros, los espacios «oficiales» de
la cultura, las nociones de una autoría individual a favor de procesos colectivos, la
idea de una cultura como encargada de generar «obras» en cuya materialidad se
inscribe un determinado valor de cambio. Lo artístico se desmonta a favor de unos
«actos creativos en general y los que llamamos arte en particular,
cobran sentido político por cuanto se enfrentan a las estructuras de
desigualdad, confrontan todo tipo de asimetrías construidas por los
poderes.» (Albán, 2013, p. 4)
El campo del arte opera en la contemporaneidad a partir de la sacra-
lización de determinados espacios y actores. Así el taller o estudio, la
galería y el centro cultural, el museo y la feria son los lugares en los
que se asigna el valor de cambio de la obra de arte. En buena parte de
los proyectos elevados a la condición de emblemáticos para distintas
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los fenomenologistas, para quienes el cuerpo y el lugar son ineluctablemente
las bases de la existencia humana; por los antropólogos ecologistas, en su
discusión sobre los modelos basados-en-lugar de la naturaleza; y por un
número de luchas y movimientos sociales que, en mayor o menor medida,
toman el lugar y los modos de conciencia basados-en-lugar como el punto de
partida y meta de sus estrategias políticas. (Escobar, 2005, p. 173)
En tal sentido, Arturo Escobar destaca las estrategias subalternas de localización
elaboradas por comunidades y, particularmente, por movimientos sociales. «Estas
estrategias son de dos clases: estrategias basadas en lugar que dependen de su
vínculo con el territorio y la cultura, y estrategias glocales surgidas por el trabajo en
redes (meshworks) que les permite a los movimientos articularse en la producción
de una localidad al establecer una política de la escala desde abajo» (Escobar, 2005,
p. 182). Las distintas dinámicas que desarrolla y potencia la perspectiva crítica que
al zur-ich —con un gran poder para descolonizar distintas estructuras, discursos y
prácticas— ha desarrollado a lo largo de quince años, permite advertir en el proceso
enormes condiciones para formas-otras de pensar-nos. Las prácticas de creación
cumplen un rol cuasi-sanador. Una función potencial que deviene en un desafío
complejo. Para Adolfo Albán se trata de recordar que:
[…] el arte y/o las expresiones culturales del lugar, actuando como mecanismo
de auto-representación, de auto-resignificación y de construcción de nuevas
simbologías, visibiliza, pone en evidencia la pluralidad de existencias
que se encuentran y desencuentran en el escenario multicolor de la
contemporaneidad. El arte como acto de reflexión permanente —y no
solamente como el hecho de realizar objetos artísticos— debe contribuir
a ensanchar los escenarios de discusión en torno a la exclusión social, la
racialización, la violencia genocida, la reafirmación de los estereotipos y
el autoritarismo. De lo contrario —y quizá sea válido también— el arte se
convierte en un ejercicio narcisista que nos lleva a producir objetos para
la auto-satisfacción del campo del arte y todas las contingencias que lo
Notas:
1
Para Aníbal Quijano «el poder es un espacio y una malla de relaciones sociales de explotación/
dominación/conflicto articuladas, básicamente, en función y en torno de la disputa por el control de
[…] la subjetividad y sus productos, materiales e intersubjetivos, incluido el conocimiento» (Quijano,
2000, p. 345).
2
La idea de un vacío-sensible me sirve para pensar un arco que abarca desde las bases epistemológicas
(la concepción de una cultura blanca-eurocéntrica que desprecia otras formas de entender y celebrar
la vida (cultura popular, campesina, manifestaciones indígenas o afros, etc.) hasta las condiciones
materiales de la práctica cultural (plazas, teatros, cines, museos, centros culturales…)
3
Varios objetos culturales creados en distintos proyectos de al zur-ich operan ante todo como
detonadores de encuentros, casi como excusas para crear comunidades temporales.
4
Tal distinción es explicada así por Deleuze: «Hay una gran diferencia entre hacer filosofía y hacer
historia de la filosofía. En este último caso, se estudian las flechas o las herramientas de un gran
pensador, sus preseas y sus trofeos, los continentes que ha descubierto. En el otro, uno talla sus
propias flechas, o bien reúne aquellas que le parecen las mejores, pero para intentar enviarlas en
otras direcciones, incluso aunque la distancia que salvar sea pequeña y no astronómica. Se intenta
hablar en nombre propio, y se descubre que el nombre propio no puede designar más que el resultado
de un trabajo, es decir, los conceptos que se descubren a condición de haber sabido hacerlos vivir
y expresarlos mediante todas las posibilidades del lenguaje» G. Deleuze: «Prólogo a la edición
americana de Diferencia y repetición» en Dos regímenes de locos. Textos y entrevistas (1975-1995).
Valencia: Editorial Pre-Textos, 2007, p. 269.
5
Para Rodolfo Kusch «La cultura entonces surge de una indigencia del existir mismo, en tanto
requiere una forma de encontrar sentido en el existir.» (Kusch, 1978, p. 117)
Referencias:
Albán Achinte, Adolfo (2013). «Prácticas culturales basadas en lugar e investigadores locales».
En Territorios Sonoros de Colombia. Ministerio de Cultura de Colombia. [Disponible en: www.
territoriosonoro.org]
Anderson, Benedict (1983). Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of
Nationalism. Nueva York: Editorial Verso.
Escobar, Arturo (2005). Más allá del Tercer Mundo. Globalización y diferencia. Bogotá:
Instituto Colombiano de Antropología e Historia/Universidad del Cauca.
Deleuze, Gilles (2007). «Prólogo a la edición americana de Diferencia y repetición». En Dos
regímenes de locos. Textos y entrevistas (1975-1995). Valencia: Editorial Pre-Textos.
Hall, Stuart (2011). «El espectáculo del otro» y «El trabajo de la representación». En Sin
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Vich (eds.). Envión editores, IEP, Instituto Pensar, P. U. Javeriana, UASB.
Kusch, Rodolfo (2003). «Anotaciones para una estética de lo americano». En Revista
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Kenos, No. 1. Buenos Aires: Revista digital del portal cultural Temakel.
Kusch, Rodolfo (1978). Geocultura del hombre americano. Buenos Aires: Fernado García Gambeiro.
Mignolo, Walter (2008). «Geopolítica del conocimiento y diferencia colonial». En Geopolítica de la
animación. España: Universidad de Sevilla y Vigo. [Copia digital]
Quijano, Aníbal (2000). «Colonialidad del poder y clasificación social». En Cuestiones y horizontes:
de la dependencia histórico-estructural a la colonialidad/descolonialidad del poder. Buenos Aires,
CLACSO, 2014. [Disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20140506032333/eje1-7.
pdf]
Spivak, Gayatri Chackavorty (1988). «¿Puede hablar el subalterno?» Revista Colombiana de
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Vich, Víctor (2014) Desculturizar la cultura: la gestión cultural como forma de acción política. Buenos
Aires: Siglo XXI Editores.
Wallerstein, Immanuel (1995). Abrir las ciencias sociales. Informe de la comisión Gulbenkian.
México: Siglo XXI Editores.
Wallerstein, Immanuel (1998). Impensar las Ciencias Sociales. México: Siglo XXI Editores.