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enmienda de suelo
Suelo
El suelo desde un punto de vista físico, se puede considerar como una mezcla po-
rosa de partículas minerales, orgánicas, aire y agua con sustancias en disolución.
En él, las partículas minerales y orgánicas forman la matriz sólida del conjunto,
mientras que la solución y el aire ocupan los espacios huecos llamados poros que
se forman entre la porción sólida (Porta et al., 1994).
Textura y estructura del suelo y sus efectos sobre el desarrollo de las raíces
Los suelos han sido descritos por muchos años en términos de las proporciones
de partículas de diferentes tamaños que contiene. Dependiendo del tamaño, las
partículas son clasificadas como arena, limo y arcilla, y la textura corresponde a
una mezcla de estas partículas. Las distintas proporciones en que se encuentran
estas en los diferentes suelos ha generado lo que conocemos como clases textu-
rales. Así, un suelo de textura franca, es una mezcla de arena, limo y arcilla en
rangos de 30 a 50% de arena, 30 a 50% de limo y 7 a 27% de arcilla. Los suelos
francos son los de mayor valor para la agricultura debido a que poseen una com-
binación de partículas que se traduce en un reservorio adecuado de agua, aire y
nutrientes para el desarrollo de las plantas en cualquier situación ( Martín De S.O.,
et al., 1993).
La naturaleza física y química del suelo afecta directamente, tanto la tasa de cre-
cimiento como la masa radical. El crecimiento esta limitado por la porosidad del
suelo, el tamaño de los poros y la movilidad de las partículas del suelo, cada uno
de los cuales afecta la resistencia mecánica. Los extremos de las raíces pueden
ejercer una presión de 15 a 25 bar y deformar el suelo. Una fuerza aún mayor se
ejerce lateralmente por las raíces que desarrollan engrosamiento secundario (Ve-
negas, 1980).
Es importante señalar, que mientras la textura se puede considerar como una pro-
piedad constante en cada horizonte del suelo, la estructura puede experimentar
una gran variabilidad en función de cambios climáticos o manejos que se efectúen
en él. La estructura proporciona una armazón tridimensional ocupada por sólidos
que dejan numerosos espacios vacíos. Estos espacios vacíos o “poros” pueden
presentarse tanto dentro de los agregados como entre ellos, siendo por lo general
el tamaño de estos últimos considerablemente superior al de los primeros. Bullok y
Murphy (1980) definen la estructura como “ la disposición espacial de las partícu-
las primarias y poros, incluyendo el tamaño, forma y disposición de algunos agre-
gados y los poros entre agregados”. Así, el tamaño y la cantidad de poros presen-
tes esta influido en gran medida por la estructura.
Las fuerzas que unen las partículas primarias dentro de los agregados son de na-
turaleza débil, por lo cual son susceptibles de ser destruidos con relativa facilidad.
Entre los factores degradantes de la estructura, merecen destacarse la disminu-
ción de contenido de materia orgánica; el laboreo excesivo con implementos de
labranza, como arados de vertedera y discos, y rastras de discos que van degra-
dando el suelo al invertirlo; el impacto de las gotas de lluvia y escorrentía, que
provocan procesos erosivos; y la compactación por el empleo de maquinaria y
equipos agrícolas, la cual puede ser superficial o subsuperficial.
Por otra parte las arcillas con una alta proporción de iones calcio intercambiables
forman agregados metaestables, que son estables en agua si no son sometidas a
una fuerza lo suficientemente grande como para separarlos en sus partículas indi-
viduales; pero una vez que han sido separadas, muchos tipos de arcillas forman
una pasta dispersa que necesita una concentración de ión calcio de 10-3 mol/L pa-
ra la floculación.
Hay muchas pruebas de que la materia orgánica del suelo estabiliza los agrega-
dos y poros estructurales. Aunque sólo esta implicada una pequeña fracción de la
materia orgánica total, muchos estudios han demostrado buenas correlaciones en-
tre la materia orgánica y la estabilidad estructural del suelo.
El agua penetra en los suelos cuando la superficie se moja, ya sea por lluvia o por
riego. Si la cantidad de agua aplicada al suelo es poca, no se forman pozas de
agua en la superficie del mismo, es decir la velocidad de infiltración es superior a
la intensidad de lluvia o riego aplicado, pero cuando se aumenta la cantidad apli-
cada, llega un momento en que el terreno no es capaz de absorber toda el agua
que se le aporta y se forman empozamientos superficiales. Si se continúa aplican-
do agua, esta comienza a ocupar la totalidad de los poros del suelo, desplazando
al aire, pasando a un régimen de conducción saturado.
El ritmo de la absorción de agua en el suelo se puede evaluar indirectamente a
través de las medidas de velocidad de infiltración y conductividad hidráulica satu-
rada. Las medidas de la infiltración del agua en el suelo, que corresponde a la en-
trada del agua en el perfil, son preferibles para evaluar el efecto de los poros sobre
las propiedades hidráulicas del suelo (Wang et. al., 1996).
Como el agua sólo transita a través de los poros, el flujo que circula será propor-
cional al diámetro de los poros, disminuyendo conforme los diámetros de ellos se
reducen, pero esta disminución de velocidad, aparte del efecto geométrico, es aún
en mayor grado para los poros pequeños, debido a que la movilidad de las molé-
culas de agua unidas a las partículas sólidas, es muy baja por los efectos de ad-
sorción.
De esta forma, la cantidad de agua que entra en un suelo por unidad de tiempo,
depende no solo de la capacidad del suelo para almacenar agua, sino también de
la velocidad con que el exceso de esta se mueve a capas más profundas.
Los elementos químicos constituyentes del suelo pueden ocupar distintas posicio-
nes (Porta, López-Acevedo y Roquero, 1994).
En la fase sólida
Inmovilizados en estructuras minerales cristalinas y amorfas y en compuestos
orgánicos
En la interfase sólido-líquido
Localizados en la superficie de determinadas partículas y en su área de influen-
cia
En la fase líquida
Disueltos en la solución de suelo y como partículas en suspensión
Los elementos químicos de una red cristalina se encuentran allí desde el momento
en que se formó el mineral y hasta que los procesos de meteorización vayan per-
mitiendo su salida de la red. Finalmente, la red colapsa y el mineral se desintegra.
En la fase líquida, los iones disueltos precipitan al secarse el suelo y vuelven a di-
solverse cuando llueve o se riega. Los elementos de la fase líquida tienen una ele-
vada movilidad, pudiendo ser traslocados dentro del suelo o perdidos por lavado.
El comportamiento de un mismo elemento, su movilidad y
disponibilidad para las plantas serán totalmente distintos se-
gún la posición que ocupa en el suelo
La mayoría de las partículas del suelo tiene una débil carga eléctrica en su super-
ficie generada por sustitución isomórfica (carga permanente) o por deprotonación
de hidroxilos de los bordes de los cristales, de las superficies de los componentes
amorfos y de los grupos funcionales de la materia orgánica (carga variable). Exis-
ten cargas negativas y positivas, pero generalmente predomina la carga negativa.
La variación de las cargas con el pH está representado en la Fig. 1.
30
25
20
Carga (cmol+/kg)
15
10
5
0
-5
-10
-15
1,0 2,8 4,6 6,4 8,2 10,0
pH
Figura 1. Efecto del pH sobre las cargas de las partículas del suelo
Aunque las partículas del suelo tengan carga negativa no puede existir un desba-
lance eléctrico en el suelo, por lo tanto se produce una atracción de cationes de la
solución de suelo, formándose una doble capa de cargas que se denomina "doble
capa difusa". La capa interna es la carga negativa de la partícula del suelo; la capa
externa está formada por los cationes de la solución de suelo que son atraídos ha-
cia la superficie de la partícula en proporción a la carga negativa disponible (Fig.
2). Esto significa que un catión divalente como calcio (Ca++) o magnesio (Mg++)
neutralizará dos cargas negativas de la superficie, mientras que los iones monova-
lentes como el potasio (K+), sodio (Na+) o hidrógeno (H+) neutralizarán una carga
negativa cada uno. En los suelos ácidos, el ión aluminio (Al+++), que puede estar
combinado con uno o dos grupos hidroxilos (Al(OH)++, Al(OH)2+), neutralizará tres,
dos o una carga negativa respectivamente. Puede haber muchos otros cationes
atraídos en pequeñas cantidades por las superficies coloidales. Algunos de ellos
son micronutrientes de gran importancia en el desarrollo de las plantas.
En los suelos en que el Na+ es un catión importante, las dobles capas difusas tie-
nen gran espesor y se produce un elevado traslape entre ellas, lo que origina fuer-
zas electrostáticas de repulsión que dispersa las partículas, especialmente si la
concentración salina de la solución suelo es baja, ya sea debido al riego con
aguas de baja salinidad o al recibir aguas de lluvias.
Por otra parte, los suelos en que el Ca+2 es un catión importante, tienen dobles
capas difusas de pequeño espesor, con escaso traslape, y las fuerzas de repulsión
tienen poco efecto. Esto se traduce en la floculación de las partículas que permite
la formación de agregados estables.
Los cationes que se encuentran en la doble capa pueden intercambiarse con los
cationes de la solución de suelo, por lo que se denominan cationes intercambia-
bles. Este intercambio se realiza en cantidades equivalentes de carga. Por ejem-
plo, un ión divalente (como Ca++) puede reemplazar a otro ión divalente (como
Mg++), o puede reemplazar a dos iones monovalente (como K+). Así se mantiene la
neutralidad eléctrica (Fig. 3).
Hasta este punto, se han considerado solamente los coloides que tienen carga
negativa neta debido a que generalmente es la condición dominante. Sin embargo,
el término "neta" implica que también están presente sitios cargados positivamen-
te, aunque en menor proporción. Ciertos suelos tropicales ácidos contienen coloi-
des con carga neta positiva, y estos coloides atraen e intercambian aniones solu-
bles tal como los coloides cargados negativamente atraen e intercambian cationes
solubles. Aniones solubles tales como nitrato (NO3-), cloruro (Cl-) y sulfato (SO4-2)
son adsorbidos e intercambiados sobre las superficies cargadas positivamente,
mientras que los cationes permanecen en la solución. El fosfato (H2PO4-) también
es atraído hacia estas superficies pero la unión es mucho más fuerte sobre las su-
perficies de minerales que contienen hierro, aluminio y calcio, debido a mecanis-
mos de adsorción específica que operan en los suelos cargados tanto positiva
como negativamente.
Además de la salinidad, otro problema que pueden presentar los suelos afectados
por sales es el de la sodicidad, es decir, un aumento en la proporción de sodio in-
tercambiable.
Originalmente, el diagnóstico de condiciones sódicas en suelos se basaba en los
valores del porcentaje de saturación de sodio intercambiable (PSI) y se había es-
tablecido el límite de 15% para separar los suelos sódicos de los no sódicos. Sin
embargo, debido a la estrecha relación que existe entre el PSI y la relación de ad-
sorción de sodio (RAS) para valores bajo 40 y a que las determinaciones tradicio-
nales del PSI están sujetas a numerosos errores potenciales, actualmente se re-
comienda usar el RAS del extracto de saturación para caracterizar la condición
sódica, definiéndose un valor de RAS de 13 como límite para dividir suelos sódi-
cos de suelos no sódicos (Soil Science Society of America, 1987; Soil Survey
Staff, 1999).
La Fig. 4 permite estimar los valores umbrales de RAS (~PSI) del suelo superficial
y conductividad eléctrica del agua de riego para mantener la permeabilidad del
suelo. Debido a las diferencias significativas que existen en la respuesta a la sali-
nidad-sodicidad entre los suelos, esta relación debe usarse solamente como una
guía aproximada. La reducción en la infiltración de agua bajo lluvia o riego por as-
persión puede ser mayor que la indicada en la Fig. 4, debido a que la dispersión
de las partículas y el rompimiento de agregados se favorece por la energía del
agua que cae.
30,0
RAS del suelo superficial
22,5
15,0
7,5
0
0,2 1,4 2,6 3,8 5,0
CE del agua de infiltración (dS/m)
Los cationes como calcio y magnesio son atraídos a la superficie de las arcillas
con una fuerza dos veces mayor que el sodio, lo que resulta muy positivo, ya que
de existir aumentos en los niveles de sodio, se podría mitigar su efecto con la adi-
ción de calcio. La adición de yeso (sulfato de Ca hidratado) a la superficie del sue-
lo o al agua de riego ayuda a evitar problemas de bajas velocidades de infiltración
y encostramientos. El yeso aumenta la concentración total de sales del agua de
riego y suministra Ca divalente para reemplazar el sodio.
La cantidad de yeso a aplicar como enmienda al suelo puede ser estimada sobre
la base del sodio que debe ser desplazado del perfil y de la eficiencia de cada
compuesto para este efecto. Aproximadamente 2,5 toneladas de yeso por ha son
capaces de reducir en un 10 % el sodio en los primeros 15 cm de un suelo de tex-
tura arenosa, mientras que en un suelo arcilloso solo alcanzaría al 3 %. En el
Cuadro 1 se indican los requerimientos de yeso o azufre con relación a la concen-
tración de sodio intercambiable.
Cuadro 1. Cantidades de yeso o azufre necesarias para sustituir las cantidades indica-
das de sodio intercambiable.
En conclusión, los suelos con altas concentraciones de sales y bajos valores rela-
tivos de sodio (PSI) pueden considerarse como indicadores de buenas propieda-
des físicas del suelo, mientras que bajas concentraciones de sales y proporciones
relativamente altas de sodio, afectan negativamente la permeabilidad de los sue-
los.
Compactación y sellamientos superficiales del suelo y sus efectos asocia-
dos al desarrollo de los vegetales
Estos fenómenos parecen ser simples, pero son difíciles de predecir, debido a la
gran variabilidad de tipos de suelos y de fuerzas naturales o aplicadas que actúan
sobre los suelos. Esta compactación y sellamiento superficial influyen en la mayo-
ría de los procesos físicos y biológicos que ocurren en el suelo.
Mediante este proceso, la estructura se disturba y las partículas del suelo se po-
nen más en contacto entre sí, lo que conlleva la expulsión del agua o el aire de los
poros. Esto produce a la larga una compactación del suelo, que provoca un au-
mento de la densidad aparente, y pérdida de la porosidad, llevando ello al deterio-
ro de la calidad del sitio para el crecimiento de los vegetales, tanto por la pérdida
del espacio poroso como por la resistencia al arraigamiento. En el Cuadro 2, se
presentan los valores de densidad aparente y porosidad de suelos para distintas
texturas no compactados.
Cuadro 2. Propiedades físicas de suelos con diferentes
texturas no compactados.
La presión que ejerce el peso sobre el suelo, dadas las condiciones expuestas,
produce un brusco cambio en la porosidad del suelo. La compresión reorienta las
partículas, y con ello un aplastamiento y ruptura de los agregados, transformándo
los macroporos en medianos y finos. Además, las partículas de suelo dispersas
por efecto del sodio, limitan severamente la infiltración del agua. El resultado es
una reducción en el intercambio gaseoso, disminución de la actividad biótica y de
la capacidad de almacenamiento de agua útil. Con esto, la proliferación de las raí-
ces se afecta debido al aumento de la resistencia a la penetración y disminución
de la aireación.
Para que las múltiples funciones del sistema radical como son absorción, trans-
porte de nutrientes, agua, anclaje, almacenamiento y síntesis de compuestos or-
gánicos, se lleven a cabo correctamente, el medio donde se desarrollan cumple un
rol fundamental. La cantidad de agua y nutrientes minerales disponibles para las
plantas esta determinada por el volumen de suelo con que sus raíces entran en
contacto.
En suelos profundos y bien aireados, las raíces pueden llegar a varios metros de
profundidad, aunque la mayor cantidad se concentra entre los 0,6-1,5 m. Cuando
el suelo presenta una cantidad de poros adecuados y de un diámetro tal, que las
raíces penetren sin mayor esfuerzo, estas crecen activas y vigorosas. Los pelos
radicales tienen un diámetro cercano a 10 µm, de manera que los poros con un
diámetro menor no permiten ser colonizados por ellos. Debido a esto, la magnitud
de la porosidad gruesa es esencial en el arraigamiento, pudiendo ser estos ex-
pandidos si la fuerza que une las partículas es menor que la presión provocada
por el crecimiento. A medida que las condiciones alrededor de la raíz se tornan
desfavorables, el sistema radical será menos ramificado, corto y más grueso, de
forma que en suelos compactos las raíces se desarrollaran en una estrata delgada
de suelo con severas restricciones de crecimiento (Venegas, 1990).
Aireación
Los efectos de la aireación en la parte aérea de las plantas también varía entre las
especies. Las vides por ejemplo, mueren con concentraciones de 5 %, el manzano
y el peral tienen crecimiento anormal por debajo del 7%, marchitándose por debajo
del 1% y muriendo después; el duraznero tiene crecimiento anormal bajo 7%, se
reduce al llegar la concentración al 5% y muere cuando alcanza el 2% (Venegas,
1990).
Es importante destacar que existe una interacción entre las necesidades de las
raíces, respecto al oxígeno y la temperatura del suelo, ya que la concentración del
oxígeno en la atmósfera del suelo debe ser tanto mayor cuanto más elevada es la
temperatura de este.
Esto quiere decir que las consecuencias funestas de una mala aireación, varían
según la época del año y estado fenológico de las plantas. En general, la toleran-
cia a la asfixia es mayor durante el período de receso en el caso de las especies
caducifolias, pero se hace crítica a medida que aumenta la temperatura y la tasa
de transpiración. Es por esto que pueden producirse accidentes causados por as-
fixia radical debido excesos de agua en épocas otoñales e invernales, favorecidos
por temperaturas cálidas en dichos períodos, que estimulan crecimiento de raíces.
Algunas bases fisiológicas del movimiento del agua en las plantas que afec-
tan al regadío
Por otro lado, desde hace bastante tiempo, se ha planteado que el movimiento del
agua dentro de las plantas estaría asociado a una diferencia de potencial, influido
por algunos de sus componentes, con fuerte énfasis en el potencial osmótico. Esta
diferencia de potencial se generaba entre el potencial del agua que se encuentra
dentro y fuera de las raíces a medida que diversos componentes interactuaban a
través de la planta hasta alcanzar el nivel de las hojas.
La evaporación del agua a nivel de las plantas se consideraba que estaba asocia-
do principalmente con la temperatura y la concentración de anhidrido carbónico,
factores que estarían controlando en forma importante la abertura y cierra de es-
tomas y que serían parte del sistema que controla la diferencia de potencial. Por
ello, se diseñaron sistemas y procedimientos para poder evaluar la necesidad de
agua de las plantas, en función de este parámetro, apareciendo la bandeja de
evaporación como sistema de evaluación, modificada por las necesidades de agua
de la planta representada por el factor Kc.
El agua presente en el suelo, con una muy baja concentración de iones, presenta
un potencial químico (capacidad de efectuar trabajo), muy alto, en cambio, en el
área de la cámara estomática, debido a la evaporación del agua, la concentración
de iones es alta y por lo tanto, su potencial químico es bajo. Como en la naturale-
za, los potenciales químicos tratan de igualarse, al existir dos zonas con diferentes
potenciales químicos interconectadas, estas tratan de igualarse y por lo tanto, es
la fuerza que mueve el agua desde la zona radical a la parte aérea (hojas) (Salis-
bury and Ross, 1992).
Calcio
Otros autores señalan que más importante que el calcio de intercambio sería el
porcentaje de saturación de calcio de la CIC. Aparentemente muchos cultivos res-
ponderían a aplicaciones de calcio cuando la saturación de Ca cae bajo el 25% de
la capacidad de intercambio de cationes (Haby, Russelle y Skogley, 1990).
Sin embargo, algunos autores indican que los cultivos se desarrollan mejor cuando
la saturación de Ca alcanza el 65%, o cuando llega al 85%. De cualquier forma, no
está claro si los efectos mejoradores se deben a la mejoría de la nutrición de Ca o
a efectos indirectos derivados de una adecuada estructuración del suelo o la ate-
nuación de problemas derivados de toxicidad de aluminio.
Para que el Ca pueda ser absorbido por las plantas, primero debe ser liberado
desde el complejo de intercambio, luego pasar a la solución y finalmente penetrar
a través del flujo masal junto a otros iones. La fuerza motriz que produce el flujo se
origina gracias al fenómeno de transpiración en las hojas, que permite transportar
además otros nutrientes como el nitrógeno, fósforo y potasio (Yuri, 1995).
Deficiencias de Calcio
Azufre
Este elemento es reconocido como nutriente esencial desde 1804, aun cuando por
muchos siglos antes de esta fecha, se aplicaban al suelo compuestos en base a
azufre con resultados positivos sobre el crecimiento de las plantas, pero sin que
esta respuesta se atribuyera al azufre.
El azufre es absorbido por las plantas desde el suelo como anión sulfato divalente
(SO4-2), y parece ser metabolizado por las raíces en la medida que se necesita,
siendo la gran mayoría del sulfato translocado sin alteración hacia los brotes a tra-
vés del xilema.
Este elemento también puede ser absorbido directamente por las plantas a través
de los estomas en las hojas como anhídrido sulfuroso (SO2). El SO2 puede ser
convertido a anión bisulfito (HSO3-) cuando este reacciona con agua al interior de
las células, y en esta forma inhibe la fotosíntesis y causa destrucción de la clorofi-
la. El bisulfito puede ser oxidado a H2SO4. Este último compuesto ha sido culpable
de los efectos tóxicos de la llamada lluvia ácida ocurrida en algunas zonas de los
EEUU, Canadá, Escandinavia y Europa.
El azufre no se redistribuye fácilmente desde tejidos maduros hacia otros más jó-
venes en algunas especies, de manera que los síntomas de deficiencia se mani-
fiestan en hojas jóvenes. En otras especies, sin embargo, se produce una clorosis
generalizada en todas las hojas incluyendo los haces vasculares.
Cultivo S Ca
kg/t ms* kg/t ms
Trigo – grano 1,5 0,6
Trigo – paja 1,0 3,5
Remolacha – raíz 2,2 2,5
Remolacha – corona 4,0 9,0
Raps – semilla 10,0 4,0
Ballica – heno 1,2 4,0
Papa – tubérculo 1,5 0,9
Coles 6,0 20
*ms = materia seca
Los sulfatos y algunas sales de calcio presentes en el suelo son muy solubles y se
lavan fácil y rápidamente por las aguas de drenaje. Este problema se agudiza con
el aumento de las precipitaciones y en suelos de texturas más gruesas.
Un suelo cultivado puede perder por erosión entre 1 a 60 toneladas de suelo por
hectárea, dependiendo de la textura, residuos y pendiente del suelo. Desde el
punto de vista nutricional, estos valores significarían perder entre 1 a 30 kg de
azufre y entre 50 a 500 kg de calcio por hectárea al año.
Existen numerosos trabajos que demuestran las pérdidas de calcio, como conse-
cuencia del laboreo convencional de un suelo, con implementos que provocan in-
versión de éste. Moschler et. al.,(1973), encontraron bajos niveles de calcio en la
superficie del suelo manejado bajo un sistema de laboreo convencional, al compa-
rarlo con un sistema de cero labranza. Lal (1976), estableció que con el sistema
de laboreo convencional en diferentes cultivos, los niveles de calcio eran menores
a los alcanzados con el sistema de cero labranza en los mismos cultivos. Sin em-
bargo, Blevins et. al., (1983), encontraron en un suelo de pH ácido sembrado con
maíz por 10 años, que el calcio intercambiable era significativamente más bajo en
el sistema de cero labranza, para las profundidades 0-5 ; 5-15; y 15 –30 cm, al
compararlo con el laboreo convencional. Ellos señalan que el calcio intercambiable
se reduce al disminuir el pH del suelo, como consecuencia de la mayor aportación
de fertilizantes nitrogenados amoniacales (úrea, nitrato de amonio, fosfato diamó-
nico, entre otros). Agregan además, que cuando el Ca2+ es lixiviado por el agua de
lluvia o de riego, este es remplazado por los iones de hidrógeno (H+), el cual libera
Al3+ y Mn2+ de las arcillas. Las pérdidas de Ca2+ y el reemplazo por Al3+ y Mn2+, re-
ducen el pH del suelo, particularmente en la superficie bajo el sistema de cero la-
branza, donde se producirían las mayores pérdidas de Ca2+.
Se estima que una vaca de 590 kg, que produce al año 6400 L. de leche, asimila
anualmente 11 kg de azufre y 27 kg de calcio, los cuales casi no se incorporan
nuevamente en las praderas.
En Chile, una de las primeras referencias sobre el empleo del yeso en la agricultu-
ra fue hecha por el connotado profesor del Instituto Agrícola de la Quinta Normal
René Le-Feuvre. En su articulo, describe las bondades del yeso para el desarrollo
de los cultivos. Se destaca que su uso es recomendable “en suelos areno arcillo-
sos y de media consistencia, ricos en materia orgánica azoada” En esa época ya
se recomendaban aplicaciones invernales de yeso en vides, a razón de 1000 a
2000 kg/ha.
Composición química
Fuentes de yeso
De acuerdo a la Norma Chilena Oficial 141 NCh.Of 1999 y 142.Of 1999, referentes
a la terminología del yeso y especificaciones del yeso crudo respectivamente,
donde se establecen las condiciones que debe cumplir el yeso crudo para uso
agrícola, definen a este producto como “sulfato de calcio natural, combinado
con dos moléculas de agua de cristalización, que corresponde a la formula
química CaSO4.2H2O”, con un contenido de al menos 80% en peso del mismo
compuesto. Existen otras fuentes de sulfato de calcio (CaSO4.2H2O) subproducto
de distintos procesos industriales, al que se le denomina yeso sintético.
• El efecto del yeso sobre la agregación de las partículas finas de suelo, permi-
te mejorar las tasa de infiltración del agua en el suelo, mejorando además la
conductividad hidráulica en el perfil. Esto contribuye a evitar los procesos
de erosión causado por el escurrimiento superficial del agua sobre el suelo,
especialmente cuando se aplican grandes volúmenes de agua.
• El yeso aporta el calcio necesario en las frutas para que estas tengan una
óptima calidad en cuanto a firmeza de pulpa y otros atributos. El Bitter pit,
es un desorden fisiológico característico de las manzanas, que se produce
por deficiencia de calcio.
• El yeso es una fuente de azufre importante para las plantas como nutriente,
especialmente en aquellas zonas donde el aporte de este elemento desde
la atmósfera se ha visto limitado por la restricción a las industrias que emi-
ten azufre como parte de sus desechos.
• El calcio del yeso permite disminuir las pérdidas por volatilización de nitróge-
no de los fertilizantes nitrogenados tales como nitrato de amonio, nitrato
amonio urea, urea, sulfato de amonio o cualquiera de los fosfatos de amo-
nio. Esto es posible ya que el calcio puede bajar el pH al disminuir el conte-
nido de carbonatos y formar sales complejas de calcio con hidróxido de
amonio.
Fertiyeso
Dentro de sus características importantes, destaca la de ser una sal neutra, lige-
ramente soluble en agua, y más aún en soluciones débilmente ácidas, como es la
solución del suelo. Su color es blanco grisáceo y su peso específico es 2,3 g/cm3 y
su solubilidad es 1,8 g/litro. Su composición química se presenta en el cuadro 8.
Composición %
Humedad % < 0,05
Agua combinada 18 - 19
Yeso (CaSO4.H2O) >90
Anhidrita (CaSO4) 2
Azufre total 16 – 18
Carbonato de calcio 9 - 10
Calcio (CaO) 32 - 34
Carbonato de magnesio < 0,1
Cloruro de sodio < 0,05
Oxidos de hierro y aluminio 0,5
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