Sunteți pe pagina 1din 23

Seminario Segundas Marcas. Reunión 27/8. Invitado: Ernesto Sinatra.

“Marcas - adicciones.”

Jorge Faraoni: Ernesto Sinatra es analista, miembro de la AMP; y de la EOL. Fue director de la

EOL, durante el periodo 2010–2012, docente del ICdeBA, cofundador de la red de Toxicomanías

(TyA). Ha escrito los siguientes textos: “La racionalidad del psicoanálisis”, “Nosotros los hombres”,

“Sujeto goce y modernidad.” Su último libro ya a la venta: “Adixiones.” Este ultimo libro es un

campo abierto, mencionaré lo que me parece pertinente respecto de este espacio. El libro tiene

una apoyatura epistémica y clínica; la clínica aparece constantemente y de variadas formas. Me

gustaría leer algunos párrafos: “Con adixiones señalamos la versión post moderna de la

toxicomanía generalizada que se asienta en el valor adictivo, es decir, tóxico del goce en sí.

Interpretamos de este modo no sólo la producción de nuevas drogas para el consumo, sino que

mas allá del empleo de las sustancias señalamos las consecuencias del principio del que cada

acción humana es pasible de adquirir un valor adictivo. En adixiones, indicamos con la letra x, las

cadenas que fijan a los individuos en sus condiciones de satisfacción, ya que mas acá de las

pretensiones del mercado del consumo de imponer programar y diseñar sustancias y dispositivos

tecnológicos que transporten las mismas satisfacciones para todos, las marcas del goce de cada

uno, se repiten de un modo inalterable.”

Mas adelante dice: “La x de adixiones muestra la fijación de ese goce singular e inalterable que no

habrá podido ser borrado por más aplastado que fuere por la sedimentación de los múltiples

nombres que el mercado no cesa de diseñar para colocar sus productos tanto adictivos como anti

adictivos. En nuestro diseño, la x de adixiones muestra la marca singular del oscuro goce

sintomático de cada uno que se resiste a ser catalogado y que descompleta cada vez en cada

nuevo producto que lanza al mercado, la pretendida generalización del consumo que haría valer

para todos lo mismo”.

Me parece que estos pasajes del libro se articulan con nuestras preguntas acerca de las marcas
en la actualidad. El libro toma la cuestión del acto en su versión tanto de acting out como del

pasaje al acto, el ataque de pánico en la época actual, el circuito maníaco depresivo del consumo,

la porno manía como respuesta a la no relación sexual, la tecnología. Este libro tiene dos perlitas:

una cuando habla de las familias; otra es el caso de Maria Gadú. Ernesto la toma porque se trata

de una pareja homosexual que contrataría esperma de un hombre negro para preservar la raza.

Otra cuestión es que el autor confiesa su propio goce.

Ernesto Sinatra: Quiero hablar de las marcas para intentar ubicar algo de lo que en este llamado

campo de las adicciones, se pone en juego, especialmente a partir de la pregunta respecto de

como pensar aquí el tema de las marcas. Por eso me gustó empezar a partir de lo que decía

Jorge, situando desde una de mis adixiones, el titulo provisorio de esta presentación, lo que marca

las adixiones, y para eso nada mejor que situar una serie que se llama “Anne with an E”, que es

la manera con la que la protagonista tiende a presentarse. Lo que marca adixiones con una x,

porque la marca tiene un valor central, se trata de un trabajo respecto de mi práctica en la red de

TyA.

He seguido a la letra una comunicación de Jacques Alain Miller, que me ha parecido fundamental

para situar exactamente de lo que se trata en las adixiones, lo que marca. Se trata de una

referencia paródica literaria, porque la frase de Miller a la que quiero hacer referencia es la que ha

enmarcado la posibilidad de las adixiones con x, de esa marca de la x. Y es esta frase: “Se trata

de usar los significantes del Otro para hacerle escuchar lo que el Otro social, el que encarna

habitualmente el mercado, no quiere oír.” Ahí tenemos la clave del trabajo que Jacques Lacan ha

hecho en su enseñanza para intentar ceñir de la manera mas abarcativa posible el abismo, la

hiancia que hay, el agujero real que existe, entre la teoría del psicoanálisis y su práctica; es decir,

aquello que no termina nunca de pasar de la práctica a la teoría y viceversa, aquello que lo

simbólico no puede ceñir de lo real. Por eso la operación de enseñanza que ha realizado Jacques

Lacan tiene una marca muy precisa para nosotros, y es lo que intento aplicar con esta x; se trata

de dar lugar a la manera con que Lacan ha tratado a sus conceptos, sobre todo a los que ha
forjado, llamándolos matemas. Cuál es el uso de los significantes que ha hecho Lacan para poder

incorporar en la practica analítica una orientación más allá del otro psicoanálisis. Lo que Lacan

hacía con los significantes que recibió de Freud es, tomarlos primero, torcerlos después, deformar

esos conceptos ya existentes, hasta hacerles incluir aquello que ellos mismos rechazaban. Por

ejemplo, escribió sexuación para introducir y para indicar la traumática perturbación que el

lenguaje causa en la sexualidad humana; escribió lingüistería para perforar lo que hasta ese

momento era considerado la natural biunivocidad del lenguaje con el referente, para incluir allí el

fundamento de enunciación inconsciente de los enunciados. Escribió lalengua, para cifrar la

condición del lenguaje a causa del encuentro del significante del cuerpo viviente. Tomó el

concepto de pulsión freudiana, para localizar la fragmentación del instinto animal en la condición

humana. Se trata de un trabajo que quiero realizar a partir del término adixiones para, al modo de

la parodia literaria, intentar cuestionar el significante prét a porter que circula desde el Otro social

de las adicciones en su función generalizada; adicciones para todos, para todos los gustos. Las

adicciones toman un valor generalizado; por eso con esta orientación hemos aprendido los modos

de Jacques Lacan, de usar los significantes del Otro para intentar marcar y situar con ellos, lo que

el Otro rechaza, hasta poder acuñar otros significantes que nos encausen y que intentamos

encausar. Aplicando este principio al mercado de consumo, resulta crucial la consideración de los

significantes Amo que éste promueve -instinto, adicciones- para evaluar cuándo usarlos y sobre

todo cuándo dejar de hacerlo. Gracias a la aplicación del principio del divino detalle, hemos

intentado volver a leer la obra de Freud y la enseñanza de Lacan, su modo de emplear los

conceptos, de llegar a deformarlos y acuñar uno nuevo. Hasta qué punto el término de adicciones

es generalizado a partir de desconocer la causa real de la clasificación que con el concepto de

adicciones, el Otro social promueve con sus clasificaciones infinitas. Con adixiones queremos

señalar la versión post moderna de la toxicomanía generalizada, que se asienta en el valor

adictivo es decir, tóxico del goce mismo como tal. Recordando el fundamento de nuestras

investigaciones en el TyA, a partir de un aserto conclusivo de Mauricio Tarrab, “el goce siempre es

tóxico”; basándonos en la toxicidad del goce comenzamos nuestra investigación y a partir de ahí
logramos acuñar el concepto de toxicomanía generalizada. Los ideólogos del mercado han

utilizado sin reconocer, el fundamento maníaco que hay en la intoxicación con el que realizan su

clasificación a diario en sus manuales de Salud mental; es decir esta toxicidad misma del goce.

Podemos pensar hasta qué punto el mercado ha logrado algo inquietante: se llega a concluir hoy

que las personas son tóxicas, lo que indica una cuestión sumamente compleja, porque al ubicar la

toxicidad en una persona, está claro que la toxicidad queda fuera de uno, en el otro. Y hay que ver

que ese concepto dicho de esa manera, es la mejor manera de promover la segregación. Es decir,

la localización del goce tóxico en el otro desresponsabiliza a cada quien de sus propias

condiciones de satisfacción. Está claro que el mercado ha logrado algo inquietante, produce

drogamercancias, es decir las mercancías en sí tienen un valor adictivo. Para ello según mi

hipótesis, se vale de la constitución lógica del sujeto, al que utiliza como lo que llamaré el

fundamento bipolar del consumo. Haré una referencia a las marcas mismas que causan el

consumo a partir de lo que se marca de una forma inaugural en la constitución misma de la

subjetividad. Podría situarlo a partir de la moral del consumidor, vamos a ver como esto ha sido

producido por los especialistas del mercado de consumo. Estos tiene la suposición de un

consumidor ideal, a partir de la puesta en función de un sistema de creencias, determinadas por

complejas articulaciones, entre deseos, ideales y satisfacciones, procesadas por precisas

fantasías inconscientes que son captadas y luego relanzadas en el mercado para generar

conductas muy precisas de consumo. Encontramos así, el fundamento con el que trabaja el

mercado; la moral del consumidor se halla precisamente encausada por los entrepreneurs del

mercado, junto a sus diseñadores, investigadores y comercializadores, para intentar entender qué

pasa por la cabeza de un consumidor en pos de anticipar sus conductas, para finalmente producir

objetos a su medida. Allí entran los gadget, esos objetos que nos prometen felicidad al comprarlos

y satisfacción al consumirlos. Vamos a proseguir a la lógica precisa en la que se sostienen por

insertarse en el punto exacto de la subjetividad, a partir de la cual vamos a despejar la moral del

consumidor y sobre todo el fundamento bipolar que encausa el consumo con sus marcas. Es

fundamental situar el punto donde la estructura de la subjetividad se cifra. Es el principio que


conocemos, determinado por Jacques Lacan como: no hay relación sexual, es decir que no hay

relación sexual quiere decir que no hay una complementariedad de goce entre el lado macho y el

lado femenino.

Se trata aquí de evidenciar la grieta misma de la sexualidad de los humanos a la que Jacques

Lacan denominó, decíamos, con un preciso significante -sexuación- para indicar exactamente la

marca de lo que no marcha en la sexualidad humana, por eso el neologismo de sexuación fija,

localiza, sitúa, esa desarmonía estructural de la subjetividad a partir de lo que no marcha, el

síntoma traumático mismo de la sexualidad. Lacan denomina sexuación, le da marca entonces

constitutiva de lo humano mismo, la subjetividad, “no hay relación”, pero en tanto que no hay

relación en su lugar hay un vacío, es decir un vacío que aparece marcado a partir de lo que hace

letra. Ese vacío nuevo es suturado, para posteriormente ser saturado, es decir colmado por los

objetos producidos por las tecnociencias desde el mercado de consumo. Estos objetos van en el

lugar de la relación que no hay, para hacer existir allí en esa marca de ese vacío que queda a

partir de la simple cifra que es suturada, la saturación con los objetos del mercado que viene a

intentar colmarla para hacer existir un goce a disposición de los consumidores.

Ahora vamos a ver las paradojas que de aquí se desprenden, en tanto estos objetos que vienen a

colmar para producir el goce complementario de los sexos que no existe ahí. Decimos que en su

lugar hay un vacío, ésta es la operación, ¡atención! producir un goce equivalente al goce

complementario de los sexos que no hay, en tanto que no hay esa relación sexual que daría la

medida adecuada del encuentro entre los sexos.

Subrayemos algo que destaca muy bien Jacques-Alain Miller en el curso de 2009 “Sutilezas

analíticas”, aquí lo que se sustituye como objeto de mercado no es un objeto, lo que se sustituye

es un goce, pero es un goce que no existe, ésta es la paradoja central, el goce del cual se busca

el equivalente para producir con el auxilio de las tecnociencias renegando ante la relación sexual,

no existe.
No existe ni la relación sexual ni el goce que se desprendería de ella, la relación sexual si

existiera, como escribía y afirmaba Jacques Lacan, tal es la paradoja inaugural que sostiene el

equívoco sobre el que se funda la producción de los gadgets, de los objetos tecnológicos lanzados

en producción seriada. Se ofrece al consumidor un goce equivalente que puede sustituir uno que

no existe, el de la relación sexual que no hay. Es el equívoco, no es que se intenta reproducir un

goce como el que ya hubo, éste es el paraíso perdido del objeto, tal cual como lo prometía Freud

dando cuenta del objeto perdido, no es que se intenta reproducir un goce como el que ya hubo,

sino que se intenta producir un goce como el que ya hubo, pero que en verdad realmente no hubo,

es decir no hay.

Vamos a intentar ahora localizar este proceso a partir de un artificio lógico matemático. Muy

rápidamente voy a hacerlo, para situar el fundamento mismo de la marca y la posibilidad de que

haya segundas marcas, vamos a hacer que el sendero constituya la marca de la inexistencia de

un goce universal y que el uno designe lo que va a ese lugar de un modo sintomático para suturar

el vacío del goce.

A continuación vamos a comprobar que ese “cero” -que la marca del vacío- se instituye como

matriz donde se insertan los gadgets que sí hay. Es decir los gadgets que produce el mercado, los

objetos del mercado, cada uno, uno por uno, esa es la serie numérica que aparece encarnada en

la serie de los objetos producidos a escala serial por el mercado, marca uno a partir de ese cero

como cifra inaugural de la marca que hace uno se desprende acá que el cero designa a la vez dos

elementos : la marca del vacío en el parletre, pero también y esto es fundamental, la matriz de los

gadgets, es decir que ese vacío real se imaginariza rápidamente como falta y se duplica. Doble

falta: falta en el mercado y falta en el individuo.

Ustedes saben hasta qué punto es el mercado el que sabe hacer existir la falta del producto. El

discurso capitalista interviene en el mercado produciendo objetos para no imaginar que faltan para

saturar suturando, pero saturando con los tecno objetos, al mismo tiempo suturando ese vacío

central del goce imposible.


Su función es la de hacer existir un goce complementario de los sexos que no hay, esa es la

producción del mercado capitalista, debemos resaltar aquí que lo que se sustituye con los gadgets

no es un objeto, reiterémoslo, sino un goce y además un goce que no existe. Cada gadget, cada

objeto va a ese lugar, a ese vacío suturándolo, pero en tanto lo que sustituye ese objeto - gadget

es un goce que no hay, por lo que ningún objeto puede ajustarse allí adecuada y

permanentemente. Vertiginosa es la producción de los objetos y al mismo tiempo la condición de

su obsolescencia.

La iteración del goce, entonces causa el movimiento mismo de los objetos que se sustituye unos a

otros, en verdad uno por uno. Un gadget, decíamos, es la infinitización de los objetos que produce

el mercado, el que nunca llega a producir el objeto adecuado, aunque promete siempre satisfacer

al parletre haciéndolo finalmente existir. Además debemos incluir una sub serie en la secuencia

principal de este vacío central como marca inaugural, ya que un gadget puede no sustituirse por

otro gadget, sino por ejemplo por otro modelo del mismo gadget

¡Muy bien! está por salir el próximo IPhone por ejemplo -disculpen que hable de una primera

marca, no segunda- y ya en este preciso momento se está diciendo que con ese gadget, sí habrá

de tenerse el objeto que calce, que se adecue perfectamente en su satisfacción que produzca a la

medida de la realización final de ese objeto, lo que sabemos que es la nueva premisa, que es una

promesa que oculta una infinitización de los gadgets ¿Por qué? Nuevamente esperaremos con la

zanahoria delante del burro que cada uno es como consumidor, atrapar a ese objeto para que

finalmente ese si nos provoque, nos produzca la satisfacción exacta, adecuada y final. Ahí está lo

que fundamenta la moral misma del consumidor, que es nada más ni nada menos que la estafa de

la estructura misma, porque en tanto la marca de la no relación es inaugural, allí puede

depositarse lo que sea que nunca ha de ser adecuado, salvo para la satisfacción singular de cada

cual.

Y esto va contra la operación del mercado, que es la posibilidad que ofrece el psicoanálisis de que

cada cual pueda comenzado a desglosar como se dice la paja del trigo. Y vale la versión del goce
fálico, es decir, de lo que tiene que ver con el goce masturbatorio que hace al uso de los gadgets

para hacer saber que en esta desafectación de los objetos del mercado -como de los semblantes

con que cada uno se viste- está dada la posibilidad de un análisis para cada cual de localizar mas

allá de la cobertura del fantasma con el que cada cual intentó suturar su propia realidad. Armar su

propio marco de la realidad, llegar a ese punto que da la singularidad de la satisfacción de cada

cual, para de ella -aun en su oscuridad y en su sin sentido- cada cual hacerse responsable, allí

está el punto en el que el psicoanálisis no es un gadget ni puede serlo, y aquí está la dificultad

mayor para vender el psicoanálisis en el estado actual de la civilización, especialmente más allá

de la difusión que de él pueda hacerse.

No olvidemos quien quiere ya no de verdad, sino realmente enterarse, saber de verdad como se

dice, del goce que lo mueve; que lo conmueve; que lo encausa; que produce en cada uno

inhibiciones; síntomas; angustias. Luego de pasado el romance, el tiempo de oro el psicoanálisis

-de un análisis cuando la transferencia positiva orienta a cada cual- cada uno sabe lo difícil que es

soportar todo el tiempo de la repetición que se produce en el propio análisis, cuando por

momentos la desesperación o el aburrimiento marca el trayecto.

Hasta que de repente surgen verdades como uno esperaba que no son demasiado satisfactorias

para la imagen que cada uno había construido de sí. Allí la marca del goce singular perfora

habitualmente los semblantes que han configurado esa propia imagen con la que uno se ha unido

en nombre de su fantasma.

Por eso la posición del mercado lo que hace es validar el trámite de los fantasmas con los que

cada cual se viste, por lo pronto debemos saber que en última instancia el mercado amenaza ser

uno mismo.

Permítanme que lo diga hoy así: la verdadera subversión de política lacaniana me parece es

precisamente ir contra el mercado de uno mismo, contra la propia producción serial de los objetos

con los que uno se ha vestido en una orientación contraria al deseo de vivir de cada cual. Es decir

llevando hasta el extremo el fundamento que da la marca por la cual uno se analiza. El mercado
como el infierno está en uno mismo podríamos decir, y es uno mismo a partir de la propia imagen

de uno mismo que ha adquirido, que hemos comprado, con la cual hemos querido de la misma

manera que el mercado intenta hacerlo con sus leyes, hacer existir la creencia de una felicidad

procesada por artefactos que desconocen la singularidad de cada uno. Porque no solamente los

estados no pueden, singularmente lograr el bien de cada cual, sólo apuntan al bien común, pero el

bien de cada uno como saberlo, tal vez esa es la cuestión central: la singularidad de la

satisfacción articulada en el síntoma en lo que promete un análisis. Si un analizante llega a ese

lugar, lo cual implica un trayecto, un trabajo verdaderamente complejo ¿verdad?

Para atravesar la marca de goce de cada uno que los fantasmas han procesado y finalmente

desvestirse, para después vestirnos con otros semblantes, no se trata de esto quedar desnudos

frente a uno y frente al otro, pero si poder tomar realmente, es decir seriamente el valor de estos

semblantes determinados por la satisfacción de cada cual. Por eso quiero en este punto situar un

párrafo que me va a permitir dar unas consideraciones a partir de una viñeta muy breve para

intentar precisar la practica lacaniana. Se trata de una cita de Jacques-Alain Miller de una

conferencia en 2004 en Comandatuba que él llamó “Una fantasía.”

Está hablando del ascenso del objeto a en tanto el plus de gozar al cenit social y dice “…la

práctica lacaniana tiene que vérsela con lo consecuencia de este éxito sensacional,

consecuencias que son sentidas como del orden de la catástrofe, la dictadura del plus de gozar

desbasta la naturaleza hace estallar el matrimonio, dispersa a la familia y modifica los cuerpos, no

simplemente bajo los aspectos de la cirugía estética o de la dieta. No simplemente eso, puede ir

hasta la cirugía y una intervención sobre el cuerpo mucha más profunda.” Esta manera de decirlo

de Miller de 2004 anticipaba lo que habría de pasar con la posibilidad que ya estaba iniciándose

transformaciones quirúrgicas que podían intervenir para transformar los cuerpos, para que cada

cual se adecue de una manera más satisfactoria con el sexo al que pretende, y desde el cual

pretende ser nombrado mas allá de lo natural.


La frase de Miller “la dictadura del plus de gozar” ubica la cuestión del éxito de la droga muy

fácilmente, porque sabemos que la marca de la civilización está dada muy precisamente por el ser

elevado, la satisfacción autoerótica al cenit de la civilización, no solamente el ¡tú puedes!, sino el

¡todo es posible! es decir los modos de gozar a partir de sujetos de la civilización, por eso me

interesó cuando hablaba de la intervención sobre el cuerpo mucho más profunda. Vamos a ubicar

muy brevemente lo que quiero transmitirle de un circuito de consumo para un hombre, como

aparece situado en su lógica del cual vamos a poder extraer algunas conclusiones seguramente

en la conversación.

Son siete momentos que determinan a este consumo y haberlos aislados fue lo que permitió evitar

un pasaje al acto suicida. Luego de lograr reemplazar un circuito de goce bajo transferencia donde

eso fue localizado a partir de un detalle, y producido sólo a partir de una elaboración a partir de

adicionar el analista un octavo momento que vamos a intentar precisar. Estos momentos han sido

construidos con mucha dificultad en este tratamiento, se los ofrezco ya formalizados, les ahorro

todo el circuito precisamente de la producción.

Primer momento: Triunfo. Este sentimiento se producía siempre cuando a esta persona algo de

relevancia le había ocurrido según lo esperado, por ejemplo un éxito profesional. Esto que llama

triunfo es una conmoción corporal que comienza; que da lugar a un sentimiento extraño en el

cuerpo. Fíjense como se deconstruyen aquí los términos del lenguaje en su carácter general, lo

que uno podía decir triunfo y generalizar rápidamente, luego de un trabajo analítico, aparece en

una función muy precisa donde eso toca el cuerpo de una forma muy inquietante.

Éste sentimiento extraño lo denomina una respuesta rara que lo afecta y que después intenta

circunscribir en una frase que va a ser el tercer momento. Es decir este momento -este segundo

momento que es el sentimiento extraño- participa de lo que podríamos llamar lo inefable, que da

cuenta de la deconstrucción del primer sentimiento de triunfo. Ustedes entienden todo el trabajo

analítico realizado a partir de simples frases tiradas, donde no se entendía nada que le pasaba a
esta persona. Lo único que sí se podía precisar que un riesgo de pasaje al acto estaba en el

horizonte cada vez que este hombre venía en estas condiciones.

Logra en un tercer momento darle un nombre “puedo todo” decía. Y el lo llama euforia. Ustedes

ven las disidencias que se producen, que se van produciendo: el triunfo; el sentimiento extraño en

el cuerpo o la euforia, es un estado que él diferencia de la alegría. Presencia de una agitación

corporal irrefrenable, continua que para él subsume, lo extraño y la omnipotencia están

consignados en los dos momentos anteriores.

En el cuarto momento viene la resolución por vía autoerótica frente a una pantalla a partir de

determinadas condiciones precisas de satisfacción que, dado las condiciones de transmisión que

tenemos, no voy a entrar en detalle. Pero esta resolución por vía autoerótica con una pantalla de

por medio, con estas condiciones que digo, tienen un momento que denominó de erotización pero

que siempre da cuenta de un quinto momento que es el empuje al consumo.

Este consumo es realizado siempre en soledad circunscripto siempre por acciones temerarias

para conseguir la sustancia; todo este marco sostiene la erotización, y encauza la euforia. Ya

desencadenado el consumo de cocaína, en ocasiones combinado con el alcohol, no puede parar.

Es así que arribamos al desenganche subjetivo donde la degradación del Otro siempre adquiere

un papel central. Cifrando un doble movimiento que se ubica claramente en la anfibología del

término degradación del Otro. “A” como genitivo objetivo, es decir la degradación del Otro, es el

Otro que degrada. Lo que se llama el genitivo objetivo. “El monstruo que me consume las

entrañas”, lo llama. Llega siempre al borde del colapso físico y mental, atribulado por

alucinaciones, que se mezclan con pastillas en el punto en el cual necesariamente aparece el

padre muerto para acusarlo de sus pecados, lo que da lugar siempre a delirios desencadenados

por nimias situaciones del entorno que promueven en él signos inequívocos de la maldad

inescrutable siempre del Otro, que tiene habitualmente una marca paterna. En ellas él está seguro

de que será víctima de la figuración brutal y asesina del padre, al que acusa ahí de todos sus

males, con todas las injurias imaginables. Pero adviene entonces ahí, B, podemos llamarlo, la
forma genitiva subjetiva de la degradación del Otro, que lo empuja a la devastación. Ya que luego

de la furia inicial, es arrasado por una culpabilidad que lo deja varios días encerrado, llorando, sin

alimentarse y deseando su muerte, sin terminar a animarse a buscarla. Finalmente su frase “no lo

pido yo, es mi cuerpo”, orienta la salida, deja de consumir en un estado de perplejidad y de

desesperación.

Eso aconteció una vez a partir de la cual esta frase, digo, se permitió la elaboración de esa

secuencia, es decir, de este circuito. Pero debido a la iteración de este circuito, cada vez era más

reducida su capacidad de lograr esta salida. Un día –voy a hacer referencia al día que terminó de

ubicarse la posibilidad de una salida-, en plena degradación decidió con extrema dificultad

interrumpir su consumo.

Ya en sesión, mientras pretendía explicar la satisfacción que le producía el consumo, produjo un

lapsus, es decir, una formación neológica, que tuvo el valor de tal. Cuando quería decir lo que le

provocaba realmente desde ese sentimiento de triunfo por lo realizado a la euforia por lo

evidenciado, con la sensación extraña en el cuerpo, en vez de decir “me encanta”, dijo “mercanta”.

Luego de marcar ese término que había producido, por mi parte, produce esa formación, la marco,

pasa de largo, vuelve sobre esa palabra, se sorprende, le gusta el término, lo adopta y sigue;

hasta que comienza un trabajo, a partir del “mercanta”, sobre el circuito de goce, para intentar a

partir de ahí, interrogar realmente, lo que él llama, a partir de ese momento, “la confrontación con

el vacío”.

“Cada vez que aparece esa marca, eso me traga, no tengo referente”, decía. Por el trabajo del

análisis hubo una herramienta que apareció, que le permitió acceder a una salida más acá de la

insuficiente respuesta del cuerpo, único límite con el que él contaba hasta entonces, cuerpo que

se hallaba, como se darán cuenta, seriamente comprometido por el abuso de la sustancia.

El caso continúa. La función de la cocaína habilitaba un lábil deseo sexual, no articulado

suficientemente con el goce fálico, y resuelto por la vía masturbatoria, vía determinante de la

resolución sexual, cifrando allí su fulgurante y paroxístico éxito. Función que fracasa en un
segundo momento por una nueva irrupción del padre real que vuelve a dejar las cosas en el

mismo lugar que estaban antes del consumo.

Debo decir, por eso es que me interesó particularmente este caso, el tratamiento que este hombre

hace a partir de ahí, porque hay que decir que la localización de este circuito del goce, posibilitó a

partir del “mercanta”, comenzar a poder emplear un instrumento para colocar un referente que

sirviera como marca para limitar, refrenar, el consumo, aún transitoriamente. Es notable el valor

neológico, pero al mismo tiempo sin-sentido del término acuñado y usado durante un tiempo,

básicamente, casi como un elemento automático que pudiera funcionar como marca límite que

cavara aunque sea un litoral posible, para que ese goce tóxico no lo tragara. Es a partir de ahí que

la función del vacío comienza a ser trabajada desde la marca que pudo dar la existencia del

“mercanta” como elemento.

Casi se podría decir como un poderoso medicamento, que le posibilitó comenzar a dejar la

cocaína, para después, por supuesto, seguir tratando con el contexto enunciativo, que no

podemos desplegar ahora por razones obvias de este espacio, pero que tienen que ver con la

importancia del tratamiento del vacío pero con la necesaria posición del analista de ofrecer un

elemento que tenga un valor de marca referencial que pueda oficiar cómo una brújula para

orientarse, alguien, en el desierto del goce que amenaza con tragarlo cada vez. Por eso, y ya para

finalizar en este punto, me gustaría simplemente ubicar desde lo que podemos llamar las

coordenadas actuales, a partir de la pandemia, que lamentablemente tenemos que atravesar,

algunas conclusiones que me parece que son verdaderamente las más complejas. Porque lo que

hablaba del fundamento bipolar del consumo, es decir, entre el menos y el más, entre el “no

relación” que da cuenta de aquella marca de la inexistencia y lo que se coloca en ese mismo lugar

que el mercado sabe procesar por sus gadgets, ese más de la satisfacción podemos decir que la

pandemia hoy, lo que hace es conmover el fundamento bipolar del consumo por un rato.

Por eso me parece que es interesante situar como ha explotado con el virus la euforia del

mercado, el vértigo maníaco de la producción de objetos de goce, a medida de la autosatisfacción.


Pero en el otro extremo, la depresión se presenta imparable, encauzada por el horror de las

muertes repetidas, incontables, fuera de toda estadística. Aunque siguen siendo marcas de

muertes singulares. Aunque los sujetos sean arrojados en fosas por la ineptitud de ciertos

gobernantes que consideran que la inmunidad de rebaño puede llevar a que queden los que

deberían quedar. Por eso: mas acá del horror.

Y como es habitual la grieta del goce se ha expandido entre los hombres, acusándose los unos a

los otros de ser la razón de las desgracias del Uno, mientras secreta y silenciosamente (a veces

inconsciente y a veces no) -y por más violencia con la que se vocifere- se vierte sobre el otro lo

que realmente no puede parar. La atribución de ser el otro el vecino mejor, pero cualquier otro si

da el caso, la causa del mal, el virus del mal.

Por eso simplemente, y conmovido como cada uno de nosotros, por las actuales circunstancias,

tuve algún arrebato al ver ciertas consecuencias de la pandemia, las marcas que producía no

solamente en cada uno, sino en el tejido social, y tuve un pensamiento: que la vacuna del virus no

existe ni puede existir, porque se trata de ubicar en esa causa que conmueve el fundamento

bipolar del consumo -el circuito maníaco-depresivo del consumo- la grieta del goce que afecta a

los humanos como tal. Y decir que la vacuna del virus no existe, de un virus que puede hacer

existir la buena marcha de la relación, lo que sí tiene la ocasión de expandirse, decía, es la

solidaridad, tal vez como único antídoto para intentar frenar las marcas actuales del efecto de

segregación globalizada que disemina este virus. Por eso me gustaba recordar que eso depende,

no del otro, sino de cada uno de nosotros. Me parece que las marcas de cada uno, del propio

análisis, son las que permiten intentar implementar, como sea posible para cada cual, lo que sea

para cada uno posible realizar, desde lo contrario de lo que habitualmente el mercado intenta

ofrecer: un bien asegurado para todos como remedio. En ese sentido creo que las marcas del

Otro en uno tienen la posibilidad de ser empleadas desde el uso fundamental que el psicoanálisis

enseña a cada cual, y en la posibilidad de un ejercicio solidario de la responsabilidad subjetiva. Tal


vez no era esto lo que pensaba transmitirles exactamente, pero sí lo que me ha gustado intentar

situar, para intentar leer algo de las Segundas Marcas a partir de las primeras.

Emilio Vaschetto: Muchas gracias Ernesto, gracias también por el esfuerzo de formalización. Voy a

decir un par de cosas que me quedaron de lo que comentaste, de lo que expusiste. Es

interesante, porque ¿cómo vender el psicoanálisis?, algo que mencionaste en tu presentación.

¿Cómo vender el psicoanálisis cuando el sujeto es su propio mercado?

Este es un asunto, es un problema. No sé si tenemos las soluciones. Me parecía importante situar

el problema. Estamos en un problema para el psicoanálisis. Y vos lo situaste también de entrada,

y está en tu libro, y me pareció lo más luminoso, lo más interesante: no estamos en una época

donde habría –voy a decirlo rápidamente- una admisión del inconsciente, sino más bien estamos

en una época del rechazo del inconsciente. Entonces ¿qué podría hacer un psicoanalista?

Sabemos, conocemos, en los Escritos, en el Seminario 11, la frase de Lacan “el psicoanalista

forma parte del concepto de inconsciente” Pero hoy en día lo que nos traes es “el psicoanalista

forma parte también del rechazo del inconsciente”. Y hay que tomar esos significantes que son

rechazados del Otro. Me pareció una muy buena observación que tomas de Jacques-Alain Miller

porque Lacan hizo del tema del rechazo toda una política: el objeto a es el objeto abyecto, el

objeto rechazado, y con eso es con lo que tenemos que vérnoslas; con lo que decías vos del

ascenso del objeto a al cenit de la civilización. Hay alguna respuesta que nos das en esta clínica

tan farragosa, tan compleja, de este sujeto, donde aparece, no cualquier cosa, sino un

neologismo, pero un neologismo no en su constante psicopatológica, sino como plomada en la red

del discurso, pero como invención. Es decir, algo que se corre, de lo que nosotros veníamos

utilizando el término “la coronalengua”. Hoy en día se habla la misma lengua en todo el mundo, es

decir, la lengua del virus: estamos todos hablando la misma tontería… y la vacuna, el virus, el

aislamiento, y todos repetimos lo mismo. Esto se corre de la coronalengua, de la lengua de uso

corriente, aparece una invención: el “mercanta”. ¿Qué es el “mercanta”? Es una marca, y ¿qué

sería esta marca? Sería una parte del sujeto en cuestión, y una parte del analista, ahí está la
marca del caso. Es la intervención analítica y la invención de este sujeto. No es una sin la otra.

Esto quiero decir. Entonces me parece muy interesante eso. Si uno pudiera rescatar algo, es esa

invención como marca. Bueno, tendría muchísimas cosas para decir pero me gustaría abrir la

conversación, y tenemos acá una audiencia, unos asistentes, que son muy entusiastas y nos

ayudan a ir avanzando un poco en las elaboraciones del seminario. Asi que le paso la palabra a

mis colegas.

Jorge Faraoni: Me parece interesante la cuestión de esa primera marca, cómo se inscribe en este

tiempo, si es tan fácil. El caso me parece que muestra la dificultad hasta de aceptar la marca. Me

parece que la marca de la sexuación que es la que nombró Ernesto al principio, es la que marca el

vacío y que en el caso por lo menos se le pone un borde a eso, desde donde puede empezar a

hacer algo, pero bueno dejemos abierto. Ya hay alguna pregunta escrita.

(A pedido de Ernesto Sinatra se hacen primero todas las preguntas.)

Mónica Laura Dayan: Mi pregunta, si la puedo articular es en relación al amor. En relación a cómo

pensar esto que vos decías de la política y la ética del analista sin caer en el furor curandis. O sea

entender que el cuidado del otro hoy es esencial, cómo para hacer frente a este avance del

discurso capitalista y la segregación.

Ricardo Gandolfo: Quería situar algo que me parece muy útil de tu trabajo, que es la idea de que

en el paciente de pronto habría algo que es novedoso y que es un consentimiento a la lengua, que

no es lo mismo que consentir al mercado o consentir a ser un consumidor. La lengua no es un

producto de consumo, creo yo, aunque puedan aparecer ciertas formas en las publicidades. Me

sorprendió eso, me parece que como decía Emilio hace un rato es una creación conjunta, tanto

del analista como del analizante, pero que afecta al analizante, el poder consentir a una invención

de la lengua, que no es lo mismo que consentir a la invención de un goce por la droga. Hay una

diferencia ahí. Me pareció muy sutil esa precisión.


Gloria Aksman: No quería dejar de sumar el comentario de Emilio sobre un dato que me parece

fundamental en relación a la posición del analista en este punto, porque me recordó una lectura

que estoy estudiando sobre Lacan, donde Lacan –que a lo largo de toda su enseñanza se sigue

preguntando acerca de la posición del analista-, vuelve a preguntarse en el Seminario 24 –es

antes de la clase sobre el significante nuevo, salió en la Lacaniana-, él vuelve a preguntarse sobre

la posición del analizante, y sobre todo dice “el analizante dialoga solo”. Es decir, en este dialogar

solo que implica el escuchar su propio mensaje en forma invertida, inmediatamente dice ahí algo

así como “entonces, y ¿qué hace el analista? ¿hay Otro? No, no hay Otro”, entonces a uno lo

convoca a pensar, ¿cuál es el lugar del analista, entonces?, que es lo que interrogaba recién

Emilio en relación a la problemática actual que nos traía Ernesto. Podemos traerlo y decir “con el

último Lacan, ¿cuál es la posición del analista?” Lacan va a ubicar ahí, cuando dice “no hay Otro”,

finalmente, y más allá que nos ha señalado el significante del Otro barrado, dice “el Otro está

roto”, ya no dice “barrado”, dice “roto”, ¿a ver si lo entendemos de una vez los analistas?

Me dio la pista el mercanta, a ver si los analistas entendemos que no hay Otro, ni barrado, pues si

está barrado puede aparecer, está roto, no hay. ¿Pero qué hay? Entonces cuál es el lugar del

analista. Ahí el mercanta que recorta Emilio desde el caso que nos trae Ernesto me ilustró

muchísimo para aclararme esto que Lacan dice ahí. No sé si estarás de acuerdo Ernesto pero me

aclaró ese párrafo del seminario 24 tan incisivo y tan provocador de Lacan.

Hernan Vilar: Hola Ernesto, muchísimas gracias por tu exposición, me pareció por un lado clara y

por otro muy provocadora. Me parece interesante la noción de “mercado en cada uno” que

planteaste, incluso situando la época; porque es interesante ubicar la política del psicoanálisis sin

caer en un deslizamiento hacia las ciencias sociales, pero sí pensar las características de la

época.

Ana María Grellet: Gracias Ernesto. En esta última parte donde hablamos de los amos del tema

de la pandemia, sabemos que está instalada fuertemente la temática y es imposible no estar


atentos a las demandas en la clínica. Incluso yo al principio me negaba a verlo así, porque no era

tan así, pero fundamentalmente hay algo que ha ido cambiando el paradigma de las adicciones.

A propósito del tejido social decías que estamos inmersos en una bulimia de información, de

desinformación, de deformación y de una marcada segregación. No ha salido nada de esto que a

mí me gusto en la frase que dice “un ejercicio solidario de la responsabilidad subjetiva” me pareció

fantástico. Ojala fuese así, ojala aparecieran esas cuestiones que no sean la segregación.

Gustavo Gonzalez: Excelente la presentación, hay de todo para muchas de las cosas que esta

viendo cada uno en el seminario. Dos cosas quiero mencionar:

Retomaba la intervención de Emilio, el sentido mercanta como marca, marca del caso teniendo en

cuenta que en la marca del caso el analista es una marca que se escribe desde adentro, como

había dicho Emilio la vez pasada. Y el mercanta en el sentido del peso que tuvo en la exposición

sobre el mercado, el neologismo va perfecto, tiene algo de mercado.

Quería preguntarte si ¿usar como primera marca el cero, como conjunto vacío?, en esa ficción

matemática entre 0 y 1. Eso tiene que ver con un tema que venimos desarrollando en el

seminario. Pero vos agregas: es la marca como litoral, como punto litoral, como agujero; eso me

gustaría que lo desarrollaras un poquito más.

¿Dónde se engancharan los próximos significantes, en la etapa siguiente quizá?.

Leonardo Vera: Quiero referirme a Barnard Stiegler, fallecido recientemente, que es un filósofo de

la técnica que piensa la crítica de la economía política, porque me parece que sí podría hacerse

una diferencia entre el objeto, el gadget, y el sistema -análogamente a esta metáfora del cero y el

uno-, algo que no se atrapa.

Él es alguien que conoce a Lacan, que cita a Freud, que habla de la pulsión de muerte y que tiene

unos textos que son casi anticipatorios, como por ejemplo “La prueba de la impotencia:

nanomutaciones, hypomnemata, gramatización”. Stiegler ya en su primer libro “Pasar al acto”


presenta un personaje, mártir de alguna manera, que en este momento nos sirve para marcar la

diferencia de enunciación entre un filósofo y la de un analista frente a la misma cuestión. Ese valor

me parece interesante.

Esta generalización de lo adictivo no ya en la sustancia sino en los objetos y cuánto de estos

objetos están formados por estos sistemas tontos, de los que habla Stiegler, o inteligentes no

humanos que van por delante de lo que alguien puede anticipar.

¿No sé si se podía hacer esa diferencia o pensarse esto? Lo dejo como aporte y pregunta.

Jorge Faraoni: Ernesto quería preguntarte si se puede conceptualizar lo que hace que el paciente

haya sostenido el tratamiento hasta el mercanta, ¿qué era lo que lo mantenía? Pero no me

interesaría tanto por la cuestión del caso sino para ver si puede conceptualizarse ese gadget. Lo

que hacía que se pudiera mantener exactamente.

Ernesto Sinatra: Agradezco cada una de las intervenciones. Por supuesto que no voy a contestar

a todo por razones obvias. Primero porque no sé como responder a todas las preguntas; segundo

por el tiempo que disponemos; tercero porque sería un catálogo borgeano; cuarto porque me

gustan las preguntas y me encantaría desarrollar otras y estas mismas, pero con mucho más

tiempo.

Para responder el último punto, habría que comenzar nuevamente pero con otra disertación que

pudiera tener otra orientación -que tiene que ver tal vez con lo que seguramente ustedes tienen

como horizonte en el seminario- que es el lugar del analista en la política del síntoma. Porque la

cuestión central que está en juego en la que interviene es ¿qué lugar para el analista?, ¿cuál es la

función del analista respecto de las marcas del Otro en uno? Me parece que es una forma de

situar lo que trata un análisis. Por eso me pareció casi necesario traer una viñeta, como decía con

la disculpa sin complicaciones que tiene no poder disponer de estos espacios para avanzar

clínicamente en forma más detallada, pero sí con una orientación, con una marca.
Por eso voy a retomar la pregunta de alguna manera globalmente, perdiendo muchas de las

particularidades, pero analizando e intentando incorporar. Ubico como cuestión central la función

del analista, la presencia del analista como condición necesaria para que haya análisis, miren la

obviedad que hay que marcar para ubicar el fundamento de la respuesta a las marcas primarias y

secundarias. Porque lo que el analista hace en primer lugar es, no solamente tratar de colaborar

en que cada uno pueda hacer algo con las marcas del Otro en uno, sino sobre todo hacia el final y

desde el inicio ¿qué hace con las marcas del goce Uno? y ahí sí que no hay Otro. Empiezo por lo

que ubicaba Gloria Aksman cuando decía de una manera muy precisa “el Otro está roto” citando

allí a Lacan. El Otro está roto quiere decir que hacia el final de un análisis se espera que un

analista colabore para que cada uno haya sabido en el trayecto y frente a la propia satisfacción,

Hay una responsabilidad que tiene cada cual, que si el analista colaboró a que eso se produjera,

es decir que se decantara, se podría decir que el objetivo de análisis en principio está cumplido

-más allá de que Lacan diga que siempre que alguien sienta que el análisis ya está, si uno se

siente feliz pues dejar ahí al analista como partener-.

Pero lo que esperamos de un análisis conducido hasta el final de un analizado es que viva mejor,

¡qué manera compleja de decir! Que la marca que uno recibió del Otro, de lo que se llama un

fantasma -el fantasma siempre tiene una parte negra- y se trata de desprenderse de la creencia

en ese fantasma para poder hacerse cargo del síntoma de cada uno, es decir de la propia

satisfacción aunque no tenga ningún sentido y eso haya decidido la vida de cada cual. Y por eso

el Otro roto es lo que el analista en tanto presencia activa desde el inconsciente de cada cual,

como mencionaba antes y enfatizaba a partir de la operación de la producción del neologismo. Se

puede verdaderamente evidenciar hasta qué punto la producción del mercanta implica al analista

pero no como autor o como coautor sino como vamos a decirlo así, un término que se me ocurrió

ahora, empujante de la producción. Produzco yo mismo un neologismo aquí con el empujante,

que es lo que permite que esa producción se depure, surja y no se retroceda frente a eso.

Luego viene merca, marca, mercancía, me encanta. Todo eso va más allá de cualquiera de esas

significaciones. Tiene ese valor neológico una función de producción que permite un uso
instrumental para esta persona, que le permite contar con eso de un modo extraño, porque está

entre recuerdo y presencia viva en el cuerpo como sentimiento, como le explicaba después, que le

permita colocar un límite que haga de litoral y permite colocar un borde a ese goce intrusivo de

ese consumo que amenazaba expulsarlo del mundo de los vivos

Vaschetto: Es un punto de basta Ernesto no es un llamado a la significación infinita

Sinatra: Todo lo contrario

Vaschetto: Es más bien cernir un sinsentido con lo que él hace un instrumento, me parece

formidable.

Sinatra: Ese es el punto, él habla de eso como algo vivo, eso es lo curioso, mientras lo escuchaba

hablar dice “pero parece mi mascota”. No tiene mascotas, no le gustan los animales, no soportaría

una mascota, pero el punto es ubicar esa extraña presencia familiar íntima y exterior al mismo

tiempo. Esa producción es la marca no solo de un neologismo, no es solamente algo de un hecho

del lenguaje. Es algo que tiene el valor de un artefacto vivo que podemos oponer a los gadgets; no

se consigue en el mercado, no se espera que se produzca, no se hace cola para adquirirlo a la

madrugada cuando sale la última subespecie del teléfono. No. Es algo que cuando aparece se

sabe que se produjo, que se construyó y antes no se sabía; pero eso da una alegría que después

se pudo diferenciar de la euforia. Era el primer momento hipomaníaco que la exaltación empujaría

después hacia el acting del consumo y hacia un pasaje al acto a la salida del consumo. Donde lo

que hablaba del fundamento bipolar del consumo aquí tienen la marca del sufrimiento personal.

Por eso casi todos han resaltado de distintas maneras y de formas realmente muy precisas la

función del mercante. El lugar en el que lo ubica Jorge, que hay que construir aquí, que es el no

hay relación. Porqué la cuestión del vacío original, no es una metáfora hablar del cero y el uno,
sino es lo que se puede desde lo que llamó Lacan lo que podría ser una ciencia de lo real que es

la lógica y específicamente la lógica matemática lo que permite llegar hasta ese punto.

Doy alguna bibliografía. Encontré la publicación de un texto de Miller del año 81, se titula Matemas

y consta de dos textos. Uno es Sutura y está en “La lógica del significante.” Es un curso, al que

afortunadamente pude asistir, que dio Jacques-Alain Miller en Buenos Aires cuando vino a dar “La

lógica del significante”. Trabajó desde la lógica matemática la relación entre cero y uno. Tiene una

actualidad impresionante por el fundamento real de la subjetividad que ahí se pone en juego y que

justamente retoma en el último curso de los que da Miller sin citar ese texto que es lo que se llamó

primero “El ser y el uno” y luego circula como “El uno solo” -que seguramente están trabajando

porque es fundamental para el tema de las marcas-.

Me gustó mucho lo que decía Ana María Grellet recortando esa frase que cuando decía que la

vacuna no puede existir y que uno la espera realmente como si fueran los Reyes Magos que

aparecerían en esa cuestión infantil; yo creo que todos participamos de eso, por lo menos casi

todos, de esa esperanza. Pero si localizamos el fundamento real de la marca originaria de cada

cual con la grieta del goce que anhela en cada uno -con los efectos de devastación subjetiva que

da a la oposición que se juega en el plano de la segregación de los tejidos social, familiar- se sabe

que esa vacuna no existe ni va a existir nunca, pero que se pueden entretejer con la solidaridad y

un uso responsable de goce de cada cual intentando hacer existir otra cosa, un lazo, es decir un

lazo solidario con el semejante con el otro.

En ese punto el analista tiene alguna función responsable fundamental, donde la época no nos

ayuda, como marcaba con toda claridad Ricardo Gandolfo. Hay un consentimiento a la lengua en

el mercanta donde el analista, como bien marcabas Emilio, está presente, pero como empujante

-me gusta decir ahí- como el objeto de empuje a la producción. Por eso me gusta usar el término

objeto por la contrafunción del gadget.

Quería terminar con una consideración respecto a los gadgets, no tenemos que tomar algo que

-ya han hecho referencia Jorge y después Emilio- la cuestión del trabajo que una vez se ha hecho
sobre cínicos y canallas con los cuales trato de localizar la época y sobre todo cierta posición de

muchos gobernantes de Estado respecto a sus prácticas de política segregativa.

Y no dejo de lado el “tontos.” Hay que incorporarlo porque el “tontos” ubica la posición de aquellos

que llevados justamente por esos S1 que prometen o empujan de una manera no empujante,

como decía recién, sino anonadante, avasallante, desde la segregación, acompañando

tontamente -es decir de nuestra debilidad mental nadie está exento de ese rebaño, masa- y

acceder al Otro que no existe que está roto pero que sí se hace existir y hace que uno crea en su

existencia para que nos diga que es lo que tenemos que hacer cada vez. Por eso la cuestión de la

tontería de cada cual sin su patrimonio de la debilidad -lo que llamó Miller nuestra debilidad

mental, contra la que tenemos que ir y vamos e intentamos ir en cada análisis- es para intentar

romper al Otro. Esa me parece que es la cuestión central desde la que podemos partir y sobre

todo no podemos sacar una premisa tonta y antigadgets porque como para el padre me gusta

decir lo que se trata es de cómo usar los gadgets emplearlos sin ser aplastados por ellos.

Se trata de una premisa tonta, el gran progreso de la civilización, sabiendo que ese progreso tiene

una amenaza de retorno a lo mismo por iteración del goce y por la grieta misma de lo humano.

Sí, hay progreso de la tecnología que puede ser empleado, más allá de que siempre el mercado

promueve objetos de los cuales ya estamos advertidos -si tomamos la marca originaria- que han

de producir la promesa de la felicidad existente con el objeto adecuado.

Desgrabación: Ivone Guzmán, Elba Lauc, David Irigoyen, Soraya Merino Marcos.

Corrección: Bruno Masino

S-ar putea să vă placă și