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El desafío de narrar
1.1.- Introducción
Narrar en clave realista significa ante todo convencer, persuadir a los lectores de que
los hechos propuestos se mueven dentro de una realidad no solamente posible, si no lo
más parecida a cómo pudiese ser esa realidad en sí misma. El código realista de
narración es un código necesariamente camaleónico. Decimos camaleónico porque
adopta las formas y colores de eso que llamamos realidad concreta palpable y en
consonancia con las analogías que nos fabricamos de cómo funciona el mundo en que
vivimos. Para narrar en esta clave lo primero que debemos de tener en cuenta es la
calidad de la información que manejamos. Si por ejemplo escribimos una novela que
involucre una trama dentro de un submarino de la Segunda Guerra Mundial, debemos
de tener toda la información, lo más rigurosa posible, de cómo era precisamente la vida
dentro de un submarino en este preciso momento histórico en el cual hemos decidido
narrar y ubicar las acciones que dan razón de ser a nuestros personajes. Para ello es
conveniente que nos informemos a profundidad sobre el tema, pues lo mismo puede
leer nuestra obra alguien que no tenga la menor idea de cómo funcionaba un
submarino en aquella época, que podemos exponernos al riesgo de que un especialista
en el tema o un crítico literario informado a voluntad, eche por tierra nuestros
esfuerzos. Esto se aplica no solamente a los ambientes o los espacios que conviene
caracterizar, sino también al modo en que se comportan nuestros personajes, a la
consistencia que en ellos se observa de acuerdo a su psicología, como la manera en que
ven el mundo, su relación con otros personajes y la obligada coherencia que deben de
guardar en sus actuaciones de acuerdo con la lógica de comportamiento que los define.
1.1.- Desarrollo
1.2.- Con poco, lograr mucho
Dentro de este tema especial relevancia, casi siempre se corre el riesgo de extender
hasta el cansancio las descripciones y dentro de ella los detalles, pero en este sentido
debemos saber que la sobreabundancia de elementos en una escena o en la descripción
del comportamiento de un personaje puede convertirse en un elemento
contraproducente: no conviene extenderse más allá de lo que tal vez pueda permitirnos
la paciencia del lector.
Al narrar en clave realista tenemos por delante el gran reto de que lo narrado se parezca
en gran medida a la generalidad de lo que todos aceptamos por vida real. Si
describimos, por ejemplo, Nueva York o París, según el contexto epocal que hayamos
elegido, nuestra descripción de ambientes, núcleos urbanos, arquitectura, demografía,
medios de transporte y comunicación, debe guardar una estrecha relación con los
elementos presentes de forma estricta en el período temporal que abordamos, de igual
modo debemos tener en cuenta, tanto los grandes aspectos emblemáticos de dichas
ciudades, como los detalles que comúnmente otros autores no abordarían. Si
desarrollamos una trama en Nueva York, es casi de obligada referencia que aparezca,
por ejemplo, la Estatua de la Libertad, pero nuestro retrato de ese espacio sería
incompleto o banal si no somos capaces de centrar la atención del lector en elementos
de la vida ordinaria y hasta cotidianos que circundan el monumento mundialmente
conocido: resulta de gran interés narrativo la vida de un guía de turismo o un barquero
para quienes lo extraordinario ha pasado a ser un elemento de costumbre, cotidiano y
hasta vulgar.
Tal vez estas figuras caractericen mucho mejor la trama que ciertos elementos
relacionados con la forma, el color, y las dimensiones de la propia Estatua de la
Libertad en sí. Visto desde esta perspectiva, lo que está en los alrededores nos puede
servir para dar sentido y verdadera relevancia a aquello que todos conocen y que ya ha
sido mil veces descrito por otros autores.
también en atender a los reclamos de esas pequeñas sutilezas que hacen que una
realidad literaria funcione como una realidad autónoma y verosímil.
El realismo implica una cercanía a veces hiriente o brutal para con una realidad. Sus
contenidos no están editados por la moral, las buenas costumbres o ciertos tabúes que
nos impiden comprender a profundidad la realidad en la cual viven otros y la nuestra
propia. Lo aconsejable es combinar capacidad de observación y objetividad en el decir,
de modo que nuestra visión sea acertada, cercana, íntima, y de un significativo impacto
emocional para nuestros lectores.
Bibliografía:
Roth, P. (2011). El oficio: un escritor, sus colegas y sus obras. Madrid: Penguin
Random House