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¿Qué va a decir la gente?

Venzamos el temor a lo que piensan los demás


por Jorge Olivares

Hoy quiero hablarte del temor a los hombres y desafiarte a que nuestra vida sea
diferente. Te invito a leer Mateo 14.1-9. Herodes, el protagonista, no es un buen
modelo de vida sino todo lo contrario. De todos modos, en su vida encontramos
adicción a la aprobación y temor a la gente, dos cosas de las que debemos ser libres.
Herodes vivía y tomaba decisiones basado en lo que los otros pensaban. No decía
por sus convicciones, ni mucho menos por la voluntad de Dios. Sus decisiones se
basaban en el qué dirán.
Mateo 14.5 nos muestra que a veces Herodes era capaz de actuar bien por las
razones equivocadas. La historia cuenta que Juan el Bautista había denunciado a
Herodes y su mujer por adulterio, por que Herodes se divorció de su mujer y se caso
con la del hermano. Y Herodes y Herodías —su mujer— no soportaban que contaran su
secreto. “Y por eso Herodes quería matarlo, pero le daba miedo hacerlo porque el
pueblo consideraba que Juan era un profeta” (PDT).
Herodes querían matar a Juan el Bautista pero no lo hacía porque le daba miedo la
gente. Como el pueblo consideraba a Juan un profeta, Herodes sabía que todos iban a
hablar mal de él si lo mandaba matar. Y Herodes no quería quedar mal, así que hizo lo
correcto por las razones equivocadas. Pero en la vida no alcanza con la conducta
exterior; tiene que ir acompañada de las razones correctas.
A veces eso nos pasa en la iglesia: hacemos cosas para que nos vean y nos tengan
en cuenta y no por lo que significa lo que hacemos. Hay gente que viene al culto para
que vean que vino y le den algo que quiere. Eso no honra a Dios, ni les hace bien a
ellos ni bendice a otros. ¿Hay algún área en tu vida en la que estás haciendo las cosas
bien sólo por miedo al qué dirán? Eso es hipocresía y tenés que dejar de hacerlo.
En la historia de Herodes las cosas se pusieron peor porque el fue capaz de actuar
mal por las razones equivocadas. Hizo lo malo sólo porque no quería quedar mal
delante de las personas. Dice Mateo 14.9 (PDT): “El rey se puso triste, pero tenía que
cumplir su promesa y no quería quedar mal con sus invitados. Entonces dio la orden de
darle lo que ella quería.”
Juan el Bautista murió a causa de un rey que lo único que le importaba era la
opinión de los demás. Había prometido bajo juramento darle a su hijastra lo que
quisiera y le dio vergüenza negarse delante de los invitados. Él era el rey así que, si

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hubiera querido, podría haberse negado: «No te voy a dar eso. Es injusto». Pero no.
Herodes tenía miedo del que dirán. Por otro lado, pensando en lo que en algún
momento quiso matar a Juan el Bautista, podría haber actuado convencido y con una
excusa: “Yo no quería pero lo maté por cumplir una promesa.” Pero ahora, ¡hasta se
puso triste! No sabemos el motivo de su tristeza pero no actuó con gozo ni con
convicción al dar la orden de matar a Juan.
En muchas situaciones de nuestra vida hay presión para que hagamos algo malo o
perjudicial. Es como los que empiezan a fumar porque los amigos le dicen que lo haga,
o empiezan a tener sexo, o hacen trampa en el trabajo, o salen de trampa: la presión
de los que están alrededor les pesa tanto que hacen algo que no quieren sólo por
temor a lo que van a decir los demás.
La historia de Herodes en relación con la muerte de Juan el Bautista nos muestra un
problema común hoy en día: la adicción a la aprobación y el temor a la gente.
Hay mucha gente que no es feliz porque no está haciendo la voluntad de Dios ni lo
que quiere, porque le da miedo que a los demás no les guste. No está mal necesitar
reconocimiento de los demás. Es más, eso nos permite convivir con otras personas. El
problema es cuando no podés hacer o dejar de hacer nada sin pensar si a los demás
les va a gustar. Por ejemplo, el temor a la gente aparece cuando te morís de ganas de
vestirte de una manera y no lo hacés por lo que van a decir los que te vean. Aparece
cuando saludás a alguien que no tragás por lo que van a decir los que están en el
momento si pasás de largo. Aparece cuando decís que sí a algo que no querés hacer
sólo porque si decís que no la persona no te va a querer tanto como antes.
Este problema se muestra de dos maneras. Por un lado está la búsqueda de
aprobación de los demás. Joyce Meyer escribió un libro que se llama “Adicción a la
aprobación” (Casa Creación) donde habla de que las personas que han sufrido rechazo
en su vida o tienen baja autoestima buscan agradar a todos para sentirse bien. De
esta manera, derivan su sentido de valor basándose en la aceptación de los demás en
vez de la esencia de quienes son.
No está mal que quieras que te digan: «Gracias, lo hiciste bien» cuando hiciste algo
bien. El problema es cuando todo lo que hacés lo hacés para que alguien se fije y te de
un poquito de amor, más allá de si está bien o está mal. Por eso, no entiendas de este
mensaje que tenés que hacer lo que te da la gana y maltratar a los demás.
El otro aspecto de este problema es el temor a la gente. Ya no sólo buscas agradar
sino que te da miedo que te digan que no. A toda costa haces las cosas para que te
digan que sos bueno y estás actuando bien. Te produce pánico pensar que podría
llegar a pasar si alguna vez no haces lo que esperan que hagas. En ese punto no
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defendés lo correcto, toleras injusticias, soportas situaciones desagradables sólo por
una razón: temor a los hombres. Este temor también se basa en heridas, pero se
convierte en una atadura que te frena para que no puedas ser todo lo que Dios quiere
que seas.
Lo importante en esta situación es encontrar libertad para tu vida. Las heridas
causadas por el rechazo se sanan a través de la aceptación. Joyce Meyer escribe que :
“La libertad verdadera nunca llega hasta tanto nos damos cuenta por completo que no
tenemos la necesidad de luchar para conseguir del hombre lo que Dios nos da
gratuitamente: amor, aceptación, aprobación, seguridad, valor y apreciación.”
De esto habla Romanos 5.5: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”. La obra poderosa del Espíritu Santo
es ministrarnos el amor del Padre que nos sana y restaura por completo. Dejá que el
Espíritu que mora en vos haga la obra completa. Rendite y dejá que él te ministre.
Como ya hemos dicho muchas veces, la Biblia nos prohíbe vivir con temor. El
mandato más repetido es: “No temas”. Por ejemplo, mirá 1 Pedro 2.17. Pero la Biblia
también nos habla de que debemos temsólo a Dios. Temer a Dios es reconocer quién
es Él. No solo todo amor sino también juez, amo y Señor absoluto. Ante él debemos
movernos con respeto, conscientes de quién es y cuál su voluntad. La falta de temor
de Dios es grave, porque es la razón que hace que la gente diga cosas en nombre de
Dios que Dios no les dijo, que se atrevan a manipular espiritualmente y orar en contra
de otros y cosas semejantes a estas, como si no fueran a dar cuenta a Dios por sus
acciones. Un excelente libro sobre este tema es “El temor de Dios”, de John Bevere
(Casa Creación).
Vivir buscando la aprobación de la gente y con temor a desagradarlos es un freno
enorme para la obra de Dios en nuestra vida y a través nuestro. Hace unos años leí “El
hombre celestial”, escrito por el Hermano Yun (Editorial Unilit). Es el testimonio de un
cristiano chino en medio de un contexto de persecución. Uno se asombra de lo
maravilloso de Dios en la vida de los cristianos que se juegan y no son de la iglesia
oficial. Hay cosas documentadas que son extraordinarias: traslados al estilo Felipe
(muchos kilometros en segundos), escapes de prisión al estilo Pedro (las puertas se
abren sobrenaturalmente, sale y nadie lo detiene) y cosas así. Al final del libro, hay
una frase que me impacto tremendamente: “El mundo no le puede hacer nada a un
cristiano que no le teme al hombre.”
Wow! Esto dicho por un hombre que estuvo preso, fue golpeado y torturado en
prisión y perseguido por otros cristianos cuando huyó de China. Me hizo pensar mucho.

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¿Cuál es la clave para una vida extraordinaria? Entender quienes somos en Dios y
temerle.

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