Sunteți pe pagina 1din 16

M A T

E R I A
E S C R
I T A
Del mundo
MATERIAL
al de las letras, los
textos
son una forma abstracta de moldear
NUESTRO CONTACTO,
a veces terrible, con el

mundo
En México 7 de cada 10 niños sufren algún tipo de Violencia* #NoEsNormal
Únete y ayúdanos a reducir este número a cero.

Visita agendacero.org

*Datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) 2017

CONTENIDOS DIRECTOR GENERAL MATERIA ES CRITA


Los solitarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 Jorge Orlando Correa Pérez Av. Juárez #398 B entre Juan José Siordia y Presa de la angostura. Chetumal,
Anomalía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Quintana Roo. CP 77013
Nuevo orden mundial. . . . . . . . . . . 8 EDICIÓN
Cansancio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 Anahí Chamlati Juárez /Materiaescrita
Final despedida. . . . . . . . . . . . . . . 11 materiaescrita01@gmail.com
Siempre pedazos. . . . . . . . . . . . . . 14 DISEÑO:
DES Integrados
desintegrados.mx
La presentación, disposición y demás características de esta obra son
propiedad de Materia Escrita bajo la licencia Creative Commons atribución
Esta revista contó con el apoyo de no comercial 2.5 México. Esta obra puede reproducirse o transmitirse total
o parcial, mediante cualquier sistema o método electrónico o mecánico de
Disculpe las molestias, ediciones recuperación y almacenamiento de información, citando la fuente.
L o s
s o lita ri o s

h
C A R L O S W I L F R E D O T R E J O

Para Adriana

ideo pasa el cepillo sobre la alfombra y lo frota con fuerza. Rocía un


poco de limpiador y frota de nuevo. Lo pasa por todo el suelo, por
encima de los muebles, en el baño. Las ventanas están abiertas, el
viento hace ondear las frágiles cortinas sin lograr que el olor desapa-
rezca. Hideo lleva arremangado el pantalón. Anda descalzo, con su
camisa de trabajo, con un pañuelo atado alrededor de la cabeza. El
único sonido dentro del departamento es el que produce el cepillo
al ser frotado contra la alfombra.
Cambia las sábanas y después tiende la diminuta cama. Con de-
licadeza pasa la palma de su mano por la superficie, para eliminar
cualquier arruga. En una caja guarda las fotografías que antes es-
tuvieron sobre las repisas; guarda revistas, cartas, recortes. No se
molesta en escoger o separar lo que va levantando. Todo entra en la
caja marcada con el letrero “pertenencias”.
La ropa la guarda en bolsas negras de plástico. No separa la lim-
pia de la sucia. Toda irá directo al incinerador. En ellas mete calce-
tines, calzones, camisetas con axilas amarillentas. Un saco llama su
atención. Se para frente al espejo y se lo prueba, se da la vuelta, le
gusta. Decide quedárselo.
Al final, desenrosca las bombillas de las lámparas, desconecta los
aparatos eléctricos, baja los fusibles y cierra con candado todas las
puertas. Tal y como lo dicta el manual.
La primera ocasión que tuvo que limpiar un departamento, quiso
renunciar. Aquella vez el sitio estaba lleno de cajas de pizza apiladas
en torres que crecían alrededor de las paredes. Cajas aún con restos
de comida. El olor a queso y podredumbre hizo que no quisiera vol-
ver a comer una pizza nunca más. Aquel departamento le tomó casi
una semana terminarlo de limpiar. Mientras lo hacía, tuvo miedo.

M AT E R I A E S C R I TA 3
No hay paga extra cuando limpia uno de estos depar- anterior. Es un lugar tranquilo. Se aprecia mucho el silen-
tamentos. cio. Si quiere quedarse, tenemos un sitio en el sótano que
El resto del tiempo su trabajo es tranquilo. Nadie se puede ocupar de inmediato.
mete con él, nadie le grita, nadie le exige que se apure. ¿Qué sucedió con la persona que ocupaba el puesto
A su ritmo, limpia los pasillos del edificio, las escaleras, antes que yo?
repara las fallas eléctricas, cuida que el agua siempre lle- Murió. De viejo. No se asuste.
gue a los tinacos. De vez en cuando aceita alguna puerta, Este era el único trabajo en el que un hombre con nin-
cambia alguna chapa. También le queda tiempo para leer guna educación, soltero, poco inteligente y sin futuro, po-
sus novelas pornográficas. día sentirse a gusto. Al menos así lo veía Hideo. No tendría
Duerme muy cerca de la caldera que proporciona ca- que pagar alojamiento, ni por el agua caliente con la que
lor y agua caliente a todo el edificio. Cuida que funcione, le gusta bañarse antes de dormir. La paga no es mucha,
que la presión sea la adecuada, que la temperatura esté pero tampoco tiene con quien repartirla.
correcta. Cada mes se encarga de que el recibo del gas se ¿Cuántos sitios como este existirán en la ciudad?
pague a tiempo. Su habitación nunca fue pensada como ¿Cuántos en todo el país? No puede concentrarse en la
una habitación, es más bien un sitio que la persona que lectura. Cierra su librito y se levanta al baño. De regreso,
estuvo antes, en su mismo puesto, encontró para vivir. No checa los medidores de presión de la caldera. Estira un
tiene ventanas, es oscuro y algo húmedo, pero cálido. Le poco las manos y se frota para darse calor. ¿Y si este es el
gusta. Por las noches enciende la lámpara junto al colchón único lugar así? A Hideo lo eligieron para el puesto sólo
y lee. Mientras lee, su mente se distrae, recuerda el día en porque de entre todos los aspirantes, él era el único que
que se enteró de este empleo. no tenía familia.
Las ofertas de trabajo en la sección de anuncios soli- Con calma, pasa la escoba por cada escalón, del supe-
citaban, en su mayoría, gente con estudios mínimos de rior hasta llegar al inferior. Barre las escaleras que llevan
liceo. Cajeros, vendedores, ayudantes de cocina, chofe- al tercer piso. No están muy sucias, las barrió el día de
res. Para todos necesitaba comprobantes de haber por lo ayer, pero si no limpia se aburre. Casi nadie utiliza estas
menos comenzado a estudiar el liceo. Hideo leía, cada vez escaleras, apenas unas pocas personas al día. Sabe que si
con más desilusión, los anuncios. Llevaba así varios días, no las barre hoy, ni mañana, ni pasado mañana, nadie lo
sin encontrar alguno que le gustara o para el cual cumplie- notaría. Nadie viene a supervisar su trabajo. En ocasiones
ra todos los requisitos. Electricistas, carpinteros, plomeros, ha sentido la curiosidad de no hacer nada, de dejar que
ayudantes de construcción. Oficios de los cuales sabía un la suciedad y los desperfectos se acumulen para averiguar
poco de todo pero en los cuales no era especialista de qué tanto son capaces de aguantar los inquilinos. ¿Quién
nada. Al final, decidió presentarse a uno en el que leyó: Se sería el primero en quejarse? ¿Sí, administración? Llamo
solicita ayudante general para cuidar y dar mantenimien- para decirle que el hombre encargado de la limpieza no
to a edificio con pocos inquilinos. Ningún requisito extra, está haciendo su trabajo, que debería despedirlo. ¿Cómo
ningún dato adicional. dice? ¿Qué tal vez no es su culpa sino que puede ser que
Debo decirle que a este edificio nadie viene a vivir. No ya esté muerto? Eso debió suceder con el empleado an-
hay niños. Desde hace mucho que no tenemos inquilinos terior, pero no lo sabe. No habla con nadie y no se ha
nuevos. El hombre con labio leporino, vestido con un tra- atrevido a preguntar.
je color café, se echó hacia adelante después de decir lo El hombre del traje color café viene a verlo una vez al

4 M AT E R I A E S C R I TA
mes. Llega en su motoneta, se detiene junto a la puerta, quedaba dormido. Cuando creció, dejó de acompañarla.
toca el claxon dos veces y se quita el casco. Vaya calor Debes cuidar la casa, hay comida en el refrigerador, ya
que hace aquí, se limpia el sudor con el antebrazo, ¿cómo sabes calentarla. Y haces la tarea.
va todo? Bien. ¿No te han causado ningún problema los Hideo sólo terminó el quinto grado de primaria, nunca
inquilinos? Ninguno. Bueno, aquí está tu paga. Nos vemos fue muy bueno para concentrarse. Cuando mamá tenía
el próximo mes. un descanso del trabajo, él le preguntaba cosas: cómo se
En general, podría decirse que le gusta limpiar. Le hace una raíz cuadrada, en dónde quedan las islas Malvi-
recuerda a su casa, a los domingos, a su mamá. Porque nas, quién fue el quinto emperador. Pero mamá estaba
todos los domingos, el día de descanso de ambos, se le- muy cansada, se quitaba el pañuelo de la cabeza y cocina-
vantaban temprano, abrían las ventanas y se dedicaban a ba un poco. Lo abrazaba, no tengo idea de qué me estás
limpiar. Movían los muebles, barrían, limpiaban los crista- hablando, prometo ayudarte cuando pueda. Pero nunca
les, lavaban el baño. Lo hacían mientras escuchaban mú- lo hacía. Nunca tuvieron el suficiente tiempo.
sica que salía de las viejas bocinas de un pequeño radio. Un día mamá enfermó y Hideo tuvo que hacerse car-
Esos fueron los días felices. go de todo. Él comenzó a trabajar en lo único que sabía
Ayudando en casa fue como aprendió un poco de carpin- hacer. Aprendió a pintar paredes, a quitar el sarro de las
tería, un poco de plomería, un poco de electricidad. Comen- paredes del baño, a eliminar la grasa de las estufas. Mamá
zó haciendo las cosas sencillas: cambiar focos, reparar una se fue marchitando hasta que un día, hace no mucho, por
chapa, cambiar un enchufe, desazolvar un lavabo. Después fin se apagó.
aprendió cosas un poco más difíciles: reparar un calentador, No tengo familia, dijo cuando lo entrevistaron. Ni un
hacer una instalación de gas, construir una puerta. Tal vez hermano, ni tíos, ni parientes lejanos.
no sea el mejor en lo que hace, pero hasta ahora nadie se ha El inquilino termina de bajar las escaleras, jadea, y se
quejado de su trabajo. Mientras barre, piensa en su mamá. queda un rato pensando. ¿Cómo se llama?, le pregunta a
En lo mucho que le gustaría que ella aún estuviera junto a él. Hideo. Hideo contesta. ¿Es usted nuevo? Soy el encarga-
Uno de los inquilinos baja las escaleras. Hideo se abra- do de la limpieza. ¿Entonces siempre anda por aquí? Así
za al mango de la escoba y se hace a un lado. El inquilino es, señor. ¿Puedo pedirle un favor?, el anciano se mete
es un anciano que baja con lentitud los escalones. Baja de la mano temblorosa a los bolsillos, se toma su tiempo, y
espaldas, agarrado con fuerza al pasamano, siempre con saca un billete. Se lo ofrece a Hideo. ¿Podría ayudarme,
el mismo pie. Primero, Hideo piensa en ayudarlo, venga, de vez en cuando, con las compras? Estoy en el departa-
amigo, apóyese en mi brazo, yo lo ayudo. Pero pronto se mento 405 y como puede ver me cuesta trabajo bajar las
da cuenta que no ha pedido su ayuda. Tal vez porque no escaleras. Si pudiera, repararía el elevador. He llamado a
la necesita, tal vez porque el viejo aún conserva un poco los administradores para que hagan venir a los que saben
de dignidad. reparar elevadores, pero me dicen que no tenemos pre-
Mamá se dedicaba a limpiar casas ajenas. Sus manos supuesto para llamarlos por el momento. El anciano se
siempre estaban resecas y olían a detergente. Su cabello queda pensando otra vez, mueve un poco la mandíbula.
siempre recogido, su cara siempre lavada. Cuando Hideo De cualquier forma, casi nunca salgo del departamento,
era pequeño, ella lo llevaba al trabajo. Él se quedaba quie- no tengo mucho qué hacer afuera. ¿Podría usted ayudar-
to en una habitación y jugaba con sus juguetes o mira- me, de vez en cuando, con mis compras? Puedo darle una
ba televisión o iluminaba sus cuadernos de colorear o se buena propina.

M AT E R I A E S C R I TA 5
Hideo acepta haciendo una reverencia. Toma el billete Quiero pedirle un favor, uno pequeño, que espero no
y lo mete en su bolsillo. Luego observa al anciano desapa- lo moleste.
recer por las escaleras que llevan al primer piso. Entonces Hideo asiente.
regresa a seguir barriendo. Tengo la costumbre de descorrer la cortina de mis ven-
Tira las bolsas de basura dentro del contenedor. Nunca tanas todos los días. Lo hago por la mañana. Antes de dor-
son muchas. Los inquilinos más ordenados suelen dejarla mir las cierro. Quiero pedirle, por favor, que si alguna vez
junto a la puerta. De ahí la recoge Hideo y la junta con la mira que no he abierto las cortinas por la mañana, o si no
demás. Se detiene a observar el día, caluroso, un poco las he cerrado por la noche, venga a ver si aún estoy bien.
húmedo, de mitad de año. Cierra los ojos y alza el rostro. Hideo se termina el calpis. Se toma unos momentos
Sabe que pronto llegará la época de frío, cuando más sue- antes de contestar. En todos los meses que lleva trabajan-
len morirse los ancianos. do en este edificio, nunca nadie le pidió un favor como
¿Le tiene miedo a la muerte? este. Los ancianos, personas que llegaron a vivir a este
¿A la mía o a la de otros? sitio hace treinta o cuarenta años, simplemente mueren
La de otros, desde luego… y también a la suya. sin avisarle a nadie. Y es hasta que la peste se vuelve inso-
No lo sé. Nunca he pensado en mi muerte, contestó portable que se dan cuenta que han muerto.
Hideo a la pregunta del hombre con el traje color café. ¿Por qué me pide esto?, dice Hideo.
De regreso al edificio, de camino al piso cuatro, es- El anciano se alza de hombros.
cucha una puerta que se abre. Se detiene. La cabeza de Hideo observa la gota blanca de calpis en el fondo del
un anciano se asoma. Hombre de la limpieza, venga. No vaso. Siente que es un compromiso decirle que sí. Más, de
hay duda que llama a Hideo, quien comienza a caminar cualquier forma, al final del día será él quien tenga que abrir
despacio. Buenas tardes, señor. Venga, venga. Dígame el departamento, encontrar el cuerpo sentado sobre un cojín
en qué puedo ayudarlo, ¿tiene alguna fuga? ¿Hay algún o en la cama o en el baño, llamar a la policía para que vengan
desperfecto? El anciano asoma la cabeza en una dirección a recogerlo, abrir las cortinas y ventanas, dejar que el viento
del pasillo y en otra, se fija que no haya nadie que pueda entre, y limpiar con un cepillo el suelo y las paredes, en un
escucharlos. Mi nombre es Yamagata y también quiero intento por desprender toda la peste que se queda impreg-
pedirle un favor. Hideo mueve la cabeza, asintiendo. En- nada. Al final, acepta con un movimiento de cabeza.
tre, no se quede en el pasillo. Pase, pase. Por la noche, Hideo se queda en silencio escuchando
El interior del departamento está ligeramente amue- el fuego de la caldera. Tiene la mirada fija en alguna par-
blado. Una mesa al centro de la sala, cojines, unas cuantas te de la habitación. Escucha pequeñas pisadas detrás de
fotografías en las paredes. La ventana que da a la calle las paredes, ratones, y sabe que el día de mañana tendrá
abierta, dejando correr el viento. La luz del sol bañando que hacerse cargo de la plaga antes de que se haga más
la habitación. grande. Pronto llegarán las épocas de frío, tiene que con-
¿Le puedo ofrecer algo? seguir cobijas más gruesas, tal vez tome algunas de los
Si tiene calpis, me gustaría un poco. departamentos desocupados, y arreglar el rechinido de
No le quiero quitar su tiempo, dice el anciano mientras los resortes de su cama. ¿Cuántas personas viven aún en
abre el refrigerador y saca una botella blanca de la que sir- este edificio? Ha visto a cinco o seis ancianos, pero está
ve un poco en un vaso. Vi que está ayudando a uno de los seguro que deben ser algunos cuantos más. ¿Qué suce-
vecinos. Yo también quiero pedirle un favor. Hace mucho derá el día que el último de ellos muera? ¿Qué sucederá
que ya casi no salgo, no tengo por qué hacerlo. Como ya con él? Hideo se siente cansado, pero al mismo tiempo
se habrá dado cuenta, nadie de los que vive en este edi- no puede conciliar el sueño. Tantas ideas dando vueltas
ficio tiene familiares que vengan a visitarnos. Por eso no en su cabeza, tantas decisiones, tantas preocupaciones.
voy a ninguna parte. Por eso y porque ya estoy muy viejo. Piensa en su madre, en su larga enfermedad, en lo frío de
Hideo toma el vaso y le da un trago. su mano cuando se despidió de ella. Piensa en su futuro.
El día en que muera, ¿quién vendrá a buscarlo?

6 M AT E R I A E S C R I TA
Anomalía

a
R O G E L I O S I L V A

nadie más que a él le extrañó la noticia: su mujer de 65 años estaba embaraza-


da. Él a sus 85 apenas podía deslizarse apoyado en su andadera, pero gozaba
de buena salud y todavía se comunicaba de forma asertiva. Lo consideraban
un líder exitoso, especialmente en los negocios, en los que era despiadado.
Apodado el tiburón blanco, el empresario que se comía a los peces pequeños.
Todos sabían de su afición al color blanco: lo vestía en sus prendas y lo escogía
en sus autos. Decoraba usando ese tono en cada rincón de su casa: con alca-
traces y dalias, con cuadros de ángeles pálidos, esculturas de porcelana y pa-
redes de mármol. Todas sus mascotas eran blancas por singularidad genética
o por naturaleza, como un perro husky siberiano de ojos grises, pavorreales y
venados albinos. Por eso su segunda esposa, después de enviudar de la prime-
ra, fue una mujer de cabellera tan rubia que destellaba como aluminio y poseía
unos ojos obnubilados por la ceguera. Sin quejas aceptaba la ropa que él le
mandaba comprar: toda blanca, toda fina y vestida así, al viejo se le transfigu-
raba como un ángel. Ella era quien estaba “milagrosamente preñada”, porque
el hombre creía en la divina providencia, en la blancura del plumaje del espíritu
santo y él mismo lo decía a los cuatro vientos: ¿quiénes más pulcros y puros
que nosotros para recibir un regalo divino?
El día que su mujer iba a parir, prepararon un espacio de la casa, donde
la claridad de la luz entraba por las ventanas. Cubrieron la cama con sábanas
impolutas, y adornaron la habitación con hortensias blancas. Los sirvientes con
uniforme blanco corrían de un lado a otro, poniendo a la mano lo necesario
para la intervención de los doctores. Las enfermeras con su traje del mismo
tono estaban listas, al igual que los doctores con sus batas impecables. Los fa-
miliares reunidos estaban impacientes, sonreían con una mueca forzada, pero
quienes sí dibujaban una emoción real en sus rostros eran los nietos, que pron-
to tendrían a un tío recién nacido. Las mujeres usaban coronas de margaritas
en la frente y los hombres diminutos ramos de flor nube en la solapa del traje.
Se escuchaba un coro de niños como música ambiental. Y había un sacerdote
de sotana deslumbrante, esperando para bautizarlo de inmediato en la capilla
privada de la finca. Cuando el bebé nació y su piel morena resaltó ante los ojos
desconcertados del viejo tiburón blanco, la música ambiental se detuvo. Los
familiares borraron la sonrisa estúpida de sus rostros. La madre, exhausta pero
emocionada al escuchar el llanto del niño, preguntó cómo estaba. Al no recibir
respuesta se angustió. Como no podía verlo creyó que su hijo había nacido con
algún tipo de anomalía.

M AT E R I A E S C R I TA 7
N u e v o
o r d e n
m u n d i a l

l
J U L I E T A A R E V A L O

a junta tuvo gran poder de convocatoria; el presidente les habló e insistió a


expandirse, a llegar lejos, hasta la cúspide, por más trabajo que les costara.
El resultado fue abrumador, los asistentes aplaudieron a su manera; estaban
motivados para alcanzar la meta. No iba a ser una tarea fácil, tendrían que ha-
cer un largo recorrido, sobrepasar obstáculos, sortear lluvias, deslaves, largas
distancias. Estaban motivados, así que se organizaron para nombrar a un jefe
de grupo, quien sería el encargado de dirigir y proponer estrategias, en caso
de peligros.
Durante varios días reunieron fuerzas, comieron todo lo que pudieron de
las cocinas e incluso de las calles, debían tener la suficiente energía para llegar
a la cima. Y lo lograron, celebraron la victoria. Estaban cansadas y sus cuer-
pos les pedían grasa y agua. Hicieron la lista de lugares: Starbucks y Cielitos;
Mc Donalds, Dominos; Oxxos, Seven Elevens, oficinas; comida rápida de los
centros comerciales (tendrían que dividirse, pues había demasiados, pero ellas
eran aún más).
Así fue como una noche de viernes aprovecharon que los oficinistas ha-
bían vaciado los edificios para irse a sus casas, se instalaron. Se olvidaron del
silencio, perdieron la compostura y comenzaron a invadir cada espacio de los
sitios que les habían asignado. Organizaron fiestas, incluso orgías, bebieron
extasiadas el lúpulo y el azúcar de los restos de cervezas que se encontraban
en los pisos de los bares y comieron hasta hartarse y quedar en medio del
suelo, paralizadas de tanto placer. Ocuparon sus nuevos espacios y durmieron
a pierna suelta.
El lunes había amanecido lluvioso. Juan no dejaba de bostezar, tenía que
vaciar en los refrigeradores varias cajas de refrescos y cervezas. Comenzó su

8 M AT E R I A E S C R I TA
trabajo, pero cuando sacó una de las cajas vio cómo su zaron a rondar las tiendas más exclusivas, se les veía en los
antebrazo se llenaba de ellas. Gritó, como cuando le pe- vestidores, entre los pantalones y las faldas, en los estan-
gaba su padrastro y abandonó aquel lugar por el cual tes, incluso en las cajas.
nunca sintió una verdadera estima. La zona fue declarada de emergencia. El silencio poco a
La cocina de aquel corporativo se llenó desde la 1:00 poco fue reinando cada rincón de los edificios, los emplea-
pm de empleados hambrientos, deseosos de ocupar sus dos trabajaron desde casa y otros más se quedaron sin tra-
dos horas de comida en charlas sin pretensiones. Sin em- bajo, los negocios permanecieron cerrados. Hasta que un día
bargo, todo cambió cuando al abrir el horno de microon- cayó la tromba. El cielo se transformó, las gotas se volvieron
das miles de ellas salieron, expandiendo sus dominios en- granizos que golpeaban las ventanas. El agua comenzaba a
tre sus sacos, sus gafetes y en las mesas. Los empleados invadir cada rincón, incluso donde ellas se encontraban. No
huyeron mientras ellas se adueñaban de sus guisados y había tiempo que perder, pese a que aguantaban hasta 40
dejaban limpios los tuppers. Lo mismo sucedió en los res- minutos bajo el agua debían marcharse. Algunas murieron
taurantes de lujo, donde en medio de acuerdos y choque ahogadas, otras más huyeron por las coladeras y otras más
de copas de altos empresarios, aparecían, como si tam- fueron lo suficientemente inteligentes como para adaptarse
bién ellas fueran imprescindibles en la toma de decisiones. a las lluvias (ya habría tiempo para reaparecer).
Estaban entusiasmadas con sus triunfos; llevaban va- Durante varios días Santa Fe se transformó en un gran
rios encuentros con la grasa pegada en diferentes superfi- lago. Cuentan que flotaban en medio del agua escritorios,
cies, con el aceite, con la mantequilla tirada en el piso, con computadoras e incluso una mujer y un perro labrador.
los migas de pan y la mermelada embarrada en las mesas. Los bomberos acudieron al sitio para comenzar con los
Lo único molesto era ver a los humanos gritar e intentar arreglos; los empresarios invirtieron una fortuna en la re-
pisotearlas. Las voces de aquellos seres eran molestas, sus cuperación de aquel lugar; se realizó una fuerte campaña
tonos disonantes les daban escalofríos en el caparazón; de publicidad con el objetivo de “volver a enamorarse de
todo en ellos era asqueroso, sus pisadas, su tamaño, sus la zona”. La delegación acordó que todos los centros co-
pies, sus zapatos de tacón, sus ruidos al ir a la cocina y merciales ampliaran un piso para que el área de comida
abrir los refrigeradores o la alacena. A leguas se notaba rápida estuviera en la cúspide, lo que le dio un nuevo ros-
que no eran seres de paz, decían ellas, en su extraño idio- tro; embellecieron las coladeras para tratar de olvidar lo
ma Ni siquiera eran objeto de deseo para sus banquetes, que en realidad eran, dándoles un toque arquitectónico
no había nada en ellos que valiera la pena, a menos claro, distintivo. Comenzaron a construir más edificios, más res-
que dejaran de respirar y comenzaran a descomponerse, taurantes, bares, salones de belleza y spas.
lo que les quitaba la condición de humanos. Los vidrios de los corporativos volvieron a brillar y a
La plaga volvió insostenible a Santa Fe. El área de co- reflejar las nubes (cuando había), el perfume de las seño-
mida rápida de los centros comerciales tuvo que cerrar, ras encopetadas regresó, los empleados de nuevo fueron
igual que los cafés, restaurantes y oficinas. Las pérdidas felices con sus dos horas para comer, volvieron a reunirse
fueron millonarias, los empresarios habían acudido a los en las cocinas remodeladas de las oficinas y en los lugares
exterminadores más eficaces, pero ni ellos lograban desa- de comida rápida cada vez que era quincena.
parecerlas completamente. Al parecer cada vez eran más Lo que sucedió en aquel sitio se tapó, igual que con
fuertes y se formaban nuevas “razas”. Surgió una nueva los viejos tiraderos de basura que yacían debajo de los
especie que devoraba telas, así que poco a poco comen- edificios de lujo.

M AT E R I A E S C R I TA 9
Cansancio J O R G E O R L A N D O C O R R E A

d
Claro, señor, ya lo llevo.
Pedro, de lo que vayas a escuchar ahorita, ni una pa-
labra.
Por supuesto, señor, no se preocupe.

A las cuatro y cuarto de la madrugada de hoy sonó
mi teléfono. Era el señor pidiéndome que vaya a donde
él estaba. Me dio la dirección y me dijo que no tardara
que porque era urgente. Por cómo arrastraba las palabras,
supe que ya se encontraba con ciertos tragos encima.
Mi esposa se despertó mientras me ataba los zapatos y,
como de costumbre, me dijo: parece que te gusta ser el
oy un largo bostezo, como un aullido. pendejo de ese hombre.
Abotono mi camisa. La llanta de la camioneta de unos amigos del señor se
Cierro los ojos. había ponchado. Mientras ellos reían y hablaban, bebien-
Sacudiéndome la cabeza, despierto a la brevedad. do en plena vía pública, yo me encontraba ensuciándome
Ayer y antier y hace una semana y hace un mes y hace las manos, cambiando la llanta. Después de eso me tocó
un año y hace años que todo es lo mismo: de mi casa al llevarlos a un bar, donde esperé en la entrada, fumándo-
trabajo y del trabajo a mi casa. Soy el secretario particu- me unos cigarrillos que me dieron como si fuera propina.
lar de un diputado. Las tareas que tengo que realizar no Apestas a cigarro, me dijo mi esposa, dándome la
me demandan un esfuerzo físico, como a un albañil o un espalda, mientras que, sentado en el borde de la cama,
hombre de campo, pero eso : no implica que no terminen desataba mis zapatos. Si dormí una hora es decir mucho.
siendo agotadoras. Me mantuve, hasta que sonó el despertador, con los ojos
“El señor”, como le gusta que lo nombren, todos los cerrados, pero sin poder dormir.
días me da cualquier clase de órdenes; desde las que me
conciernen como secretario hasta las más absurdas. Mis Ahora estamos en camino a una junta que parece ser
servicios, cabe mencionar, están activos prácticamente las importante, el señor no deja de hablar por teléfono. Ya
veinticuatro horas. dormité un par de veces en los semáforos. Los parpados
me pesan. Me lagriman los ojos. Por momentos dejo de
Pedro, lleva estos papeles a municipio, habla con el escuchar la voz del señor, que sigue hablando por teléfo-
regidor. no. Algo me dice. Sí, sí, le contesto. Pedro, Pedro, Pedro,
Sí, señor. despierta. Sí, sí. Pedro. Pendejo, fíjate, Pedro.
Pedro, ándate por el desayuno, unos tacos de las In- Una enfermera junto al señor le revisa el suero. Yo
surgentes. también estoy canalizado a un suero. El señor tiene la ca-
Sí, señor. beza vendada. Duerme. Le pregunto a la enfermera que
Pedro, sírveles un poco de whisky a los señores. qué pasó. Dice que estaremos bien, a pesar que siento
Sí, señor, enseguida. una punzada en mi frente, sé que estoy a salvo; solo es
Pedro, hoy no quiero atender a nadie, dile al que ven- un golpe. Siento, también, relajamiento en mis hombros,
ga que estoy ocupado. espalda y piernas. Pareciera que es una nube y no un col-
Sí, claro, señor. chón de camastro sobre el que ahora reposo.
Pedro, ya llévame a mi casa. Me, me, siento ya borra- Inhalo, lento. Saco aire, en forma de suspiro.
chooo. Es probable que por fin, me encuentre sin empleo.

10 M AT E R I A E S C R I TA
F i n a l
despedida

c
J A V I E R Z Ú Ñ I G A

orrer tiempo finalizando espera todos cuatro ellos los cua-


tro allí último como siempre ocho buena hora temprano
allí tardanza espera tiempo inmemorial bien todo bien

boleto devolución fila espera media hora reembolso R


ausencia vacío solo muero solo viajar solo espera solo ya
desde inicio no acompañamiento mal va mal espacio no
arrepentimiento autobús ingreso soledad

salida empezar buenos momentos espero sol tenue


viento frío manos libro bolsillo equipaje único qué barba-
ridad qué barbaridad cuatro parejas solo cuatro ellos no
plática quién detrás de esto quién silencio aquí ahora

dolor espalda silencio gesto viaje continuación auto-


bús movimiento viaje cuatro acompañar deseo comuni-
cación no respuesta silencio soledad ya soledad sin R mal
inicio muy mal

no sueño no viene si no ser propia voluntad qué hacer


mientras tanto leer leer leer

aproximación curva destino terminal gente a un lado


otro ella no vino esperando llegada viaje express sin aviso
dar sorpresa ojos tras curva quién preguntar cuánto falta

tomar jugo pasar cuatro poder hablar también caricias


agotan dolor espalda hormigueo estira quién desayuno R
contestan sonrío calma posible digo por qué no dijiste an-
tes qué no ves hambruna volteo asiento vacío o el asiento
vacío ella de R

M AT E R I A E S C R I TA 11
labios amargo sabor saliva sudor manos sabor sudor bolsa agua sol puño cerrado duro estrías agua buena
saliva R falta dónde cuándo misterio silencio sin respuesta buena comparto bolsa K toma sin protesta agradecimien-
viaje qué hacer algo habrá consuelo pensamiento consue- to no se está bien digo calor silencio que apenas da inicio
lo único conformidad calor silencio inicio

puntos acercan alejan quiera verse nosotros acerca- acera pasos lento sombra siempre la sombra baja lago
mos sino qué lástima tiempo perdido bajar no frío yo tre- peces sentados orilla pausa peña casa sobre triciclos renta
menda chamarra a dónde hotel dicen acepto silencio no pregunto se puede no libre disposición a otro instante ca-
registrarme pienso camino tras ellos cuatro cuatro cuatro mino marcha sombra siempre la sombra

con R mundo volver a ser qué hoy mierda flotar deriva subida árboles águila no vuela observa colina autos
estanque podrido esperando ver quién engancha paso de interminables edificios entre maleza K sola solo sin estar
largo solo camino cerca K edificio pregunta facultad letras no
aquí villa deportiva pista carreras cuántas vueltas pregun-
cuántas noches quedar sólo una dos desocupa habi- ta toda la vida cansancio no sé qué es verde bajo el cielo
tación volvemos mientras caminar caminar de la mano
parejas ellos sólo ellos por supuesto vuelta sombra árboles colina abajo magnífico lugar
escribir aquí tardes dice P vivir aquí convencido tortuga
mesa son para cuatro seis ocho pares sólo pares qué lago flotando paz tranquilidad leve aroma salado K bajan-
hacer montar anexo arrastrar quinto rompe estética orde- do manos arbusto flores sombra K bajando miro escena
no como la mesa de cuatro pensada cuatro hecha cuatro desde lejos
ellos los cuatro mirar en mi desgracia su desgracia
D solo futbolistas pequeños tras balón K lejos cerca yo
manos bolsillos abrazar tomar con la palma gente igle- sol sudor manos juntos por acera C dice bueno ser pareja
sia zócalo pequeño sin chiste fuentes jardines ralos donde P mira K sonríe camino por recorrer subida calle angosto
foto única testigo cinco sin ser cinco somos uno y cuatro mano sobre mano D solo
cuatro y uno bajar escalones largos callejones noche no
aparece quizá no llegue a verla buscar tesoro tratar ganarle noche tiempo bueno dón-
de facultad letras costado edificio pri estatal dónde nadie
escuela enorme panza atraviesan patios salones ob- sabe micro rayas azules parada no se toma Jalapa grande
servo no reposo no en los muros letreros bailar sólo con pequeño muestra nada volver hotel dos en punto buena
dos piernas amar con dos dónde los otros cuatro dónde hora
R tiranía dejadez abandono qué conflicto qué conflicto
compartir miradas gran esfuerzo subida grupo fractu-
quitando pieza conjunto desbarata pierde equilibrio ra dos dos uno K conmigo P junto C distancia D solo no
armonía dónde perder equilibrio armonía allá al fondo K pregunto qué pasa qué pasa sudor calor cansancio espeso
sola conjunto no a la vista K sola K sola conjunto no a la
vista primer contacto hall hotel trío ausente habitación re-
conocimiento muebles cuero primer contacto K ojos mi-
patio sol aporreando costados golpes ruido movimien- rando temblor apretar manos tiempo estático ruido pasos
to baile miro adentro K observa recargado umbral junto bajando beso corto rápido bien dado bien dado primer
poste contacto

cuando acaricia viento torna cálido grandes momentos gran luz lampareo dos uno dos avanzando al final
no por siempre me temo no por siempre atrás conmigo K no importa sombra calor gran luz vuelta
centro dos uno dos nosotros ahora puedo decir buenos
momentos no por siempre me temo

12 M AT E R I A E S C R I TA
aparador reflejo pares pares aquí allá K mis manos C mano cintura amoldarse buscar ojos abiertos reflejo
ocupado P armonía mundo transcurre ignorante habrá fi- quiero besarte cobarde digo risas cobarde pienso con-
nal algún modo sonrío miro D solo hago bien pregunto vicción te demuestro corrección te demuestras dudo co-
pares aquí allá contestan reflejo aparador barde remarco abrazo beso labios humedad calma poca
autobús asiento compartir avance ya avance
librería estantes repletos tristeza no dinero T. S. Eliot a
la vista rostro mártir un préstamo no méritos dice P abrazo suavidad tacto pezón aumento piel estira con calma
préstamo sólo préstamo no tipo de mérito de P mira K con calma hay tiempo aire en el rostro ventana abierto
silencio expansión librería tanto a la vista Joyce paciencia aire pezón piel circunferencia dedos sobre ojos cerrar ven-
paciencia salir sonriente Eliot bajo el brazo préstamo sólo tana aire molesta niño señora sonrojo espía inmundo no
préstamo importa sonrojo pena continuar ventana cerrar

chamarra inútil dónde dejar K abrazo libro suelo hojas te gusta pregunta cuerpo calor chamarra inútil asenti-
viento juego cabello viento juego sonrisas viento juego miento cabeza voz me gusta cuerpo bondad pensar falta
tiempo nunca satisfecho K besa manos no quietud alegría
regreso próximo tiempo aún librería última vista tanto al fondo qué va a pasar calma con calma inicio mundo
ver tortura manos libres nuevos libros grandes importante quizá nunca sepa humanidad
localizar importante K memoria no presente libros ganar
atención avance tiempo demoledor oportunidad ocasión autobús parada soledad imprevista no tanta quietud
regreso próximo solos silencio caricia calma confianza nadie mirar paisaje
verde K ojos verde reflejo instinto abre camino eternidad
autobús caxa misterio pregunta dónde tomar dónde uno solo uno solo ahora puedo decir buenos momentos
vacío silencio caminando volver caminar caxa cerca por no por siempre me temo no por siempre
aquí o por allá misterio sol débil paciencia aún no hora
partir dos uno dos intentos leves D aproximación consien- calma dónde no lo sé fuego fuga cristal abierto ropa
to sin presión K conmigo camino caxa regreso cerca cinco suelo cobarde pienso bah no sé lo que digo cobarde posi-
salida buena hora buena hora caxa vista palpable bilidad no recuerdo R solo D seguro por qué pensar

fila boletos sólo yo programado solo R no vino conmi- reposo sueño no soñar cerrar vista realidad imposición
go solo R ausencia pago sorpresa atrás voz débil disposi- sentidos afectados embriaguez sentidos realidad
ción contigo a Puebla K miradas común acuerdo asiento
compartir no problema no problema felicidad desborda- tiempo conclusión capu presente finalizar noche pre-
miento sencia conocer oscuridad alrededor compartir asiento
abandono gracias chofer buenos momentos salir oscuro
entrada baño entrada autobús Puebla letrero visión qué esto despedida silencio rápido abandono gracias ol-
clara cristales D observa C abraza P ingreso asiento com- vidó decir qué importa camión arranque abandono fue-
partir yo ventana D solo tras doble cristal adiós nadie dice ron buenos momentos no por siempre sabía final como
qué despedida son buenos tiempos mejores inicio olvidar siempre final

diálogo palabras ahora necesarias R ignora D no saber vuelta casa teléfono R llamada que tal bien todo bien
nunca felicidad entonces acuerdo haber obligación silen- D ignorar Jalapa creo no sé lo que digo eran buenos mo-
cio prometer no importa cumplir promesa silencio falta mentos no sé lo que digo paciencia calor chamarra estor-
mucho accidente no avanzar carretera obstrucción mal- bo Eliot libro compañía al final nuevo libro Eliot ganancia
dita suerte pero contigo atenuante acuerdo marchar bien tristeza K pérdida tristeza perder tiempo no ganar Eliot
solamente dormir duda despertar volver despertar

M AT E R I A E S C R I TA 13
S i e m p r e
p e d a z o s S A U L O A G U I L A R B E R N É S

l I

a voz del GPS le advierte que está a diez minutos de llegar


al destino CASA, en ese momento reacciona y disminuye
la velocidad poco a poco hasta detener la camioneta a un
costado de la calle. Se lleva las manos a la cara para tallár-
sela como si necesitase despojarse de los lunares, de la
nariz, de los ojos, del cúmulo de vellos enmarañados por
toda la mandíbula y las mejillas. La voz del GPS repite el
mensaje, una flecha parpadea en medio de la pantalla del
tablero de la camioneta, grita que ya lo sabe y golpea la
pantalla con la mano derecha varias veces hasta que esta
se vuelve un revoltijo de colores oscuros.
Las manos al rostro de nuevo. Ahora es incapaz de re-
sistirse al llanto y termina por dar rienda suelta al caudal de
lágrimas, que en pocos segundos se ve acompañado por
otro de mocos. Dentro de su cabeza se pide tranquilidad,
se dice a sí mismo que está en la calle y que no deben verlo
así, pero no logra contenerse como si algo en su cuerpo le
exigiese excretar el malestar. La voz vuelve a sonar en las
bocinas recordándole la cercanía al destino. Alcanza a be-
rrear algo que ni siquiera trata de ser una frase.

14 M AT E R I A E S C R I TA
II III

Firmó su divorcio y acordó la pensión alimenticia de En los siguientes días no pudo dormir, se revolcaba de
sus hijos ante el juez. Ella lo solicitó, las razones: ya no lo lado a lado de la cama hasta que las sábanas le hacían
amaba; no podía amar a un hombre que nunca estaba prisionera una mano o una pierna y una pesadilla recu-
con ella, con el que no hablaba ni se veía, que siempre rrente lo obligaba a despertarse. En ella se miraba frente
llegaba de mal humor y no quería pasar tiempo con los ni- a un espejo y se veía a sí mismo desnudo, con la barba
ños. Él le llamó mal agradecida, argumentando que traba- larga, calvo, sucio, en los huesos como si fuera un vaga-
jó sin descanso durante años para darle una buena casa, bundo destinado a vivir de las monedas que otras perso-
para darles comodidad. Se comprometió a ir a terapia, nas proporcionaban. Despacio, contando cada paso con
a arreglar las cosas, pero ella no quiso. Tampoco quiso un intervalo de dos respiraciones profundas, se acercaba
quedarse con la casa aunque el juez la obligó por ser un hasta el espejo para verse mejor el rostro ennegrecido por
derecho de los menores. la mugre y las sombras y, para cuando se encontraba lo
A las afueras del juzgado confrontó a su exmujer, pre- suficientemente cerca como para asomarse a sí mismo, la
guntó por qué le hacía todo eso. Ella contestó que quería mano del personaje en el reflejo se materializaba fuera de
un compañero, por lo menos, no un cajero automático este y le tomaba del brazo con fuerza.
ni un expendedor de bienes con el que podía compartir Después pasaba la noche en vela, adelantando su tra-
la cama y el desayuno. Algo se anudó en su garganta, bajo, viendo partidos de fútbol hasta que el sol comenza-
sintió que las fuerzas del cuerpo abandonaban la nave en ba a clarear el día.
inminente hundimiento. Un líquido le hirvió dentro del
estómago, un reflujo producido por el exceso de café y IV
cigarros antes del almuerzo. Sintió las manos pegajosas
y cerró el puño, apretándolo de manera que sus venas se En el trabajo su cambio de humor se hizo notable.
manifestaron por todo el antebrazo. Luego la voz se le es- Pasó de ser el jefe bromista y de buen trato, a ser un capa-
capó del pecho entonando una mentada de madre hacia taz insufrible, de desplantes iracundos. El café nunca sabía
el cielo, se dio la vuelta y se fue profiriendo más oprobios a café, los informes nunca eran la información requerida,
contra sí mismo, contra su esposa, contra su trabajo, con- las cosas no eran lo que él pedía. Su secretaria fue quien
tra el mundo entero, hasta llegar a la camioneta. Una vez más tuvo que padecer estos humores. Sus gritos se convir-
dentro arrancó con un quemón de llantas que resonó por tieron en el pan de cada día y el miedo se hizo la política
toda la calle. laboral de la empresa. Pero todos los colegas lo justifica-
ban aun cuando las otras secretarias ya habían padecido
sus rabietas por el simple hecho de estar cerca o abogar
por una compañera sobajada.

M AT E R I A E S C R I TA 15
Todo el personal comentaba a sus espaldas sobre lo mía alguna amante conocida o desconocida. Bodega llena
insoportable que se había vuelto el ambiente en el traba- de utensilios electrónicos de la más alta línea sugeridos
jo, solo que los otros directivos callaban por cuestiones de por el diseñador de interiores. Un armario en donde des-
institucionalidad y las secretarias callaban por mantener el cansaban los trajes, camisas, zapatos y corbatas para toda
empleo. Al fin y al cabo nadie era capaz de ponerle trabas la semana. Casa se convirtió en un escondite, dónde la
al hombre al que le debían el salario, las prestaciones y cama se revolvía bajo su cuerpo hasta aprisionarlo por las
hasta los bolígrafos que gastaban a diario por decenas. noches. Casa era el hogar del espejo, el domicilio fiscal al
La situación se prolongó, así el paso de los días dio lu- que le llegaban las facturas, lo estados de cuenta de sus
gar al paso de los meses y aunque su comportamiento se tarjetas. Casa era el lugar al cual no llevaba a sus hijos
volvió menos voluble, no regresó a ser el de antes. cada dos fines de semana. Casa era habitación del hom-
Retomó a las bromas, pero bromas en un tono burles- bre que su profesión exigía, su rutina, el mundo. CASA era
co que desquitaba con quien tuviera cerca. A su secretaria una coordenada en el GPS de su camioneta nueva desde
le decía que tal falda no le asentaba al cuerpo, que tal hace un año completo, con sus días y sus horas.
corte no era lo suyo, que no se maquillara de ese modo,
siempre en un tono amable e incisivo que esta contestaba
con una sonrisa amarga que trataba de no ser mueca. VI
Con sus demás compañeros retomó los desayunos de los
lunes para hablar de las metas de cada área por semana Llegó al lugar tras haber estado estacionado cuaren-
y las salidas a los bares los viernes. Ahí platicaban sobre ta minutos. Era de noche, todo estaba oscuro. Al chas-
el fútbol, las inquietudes personales, las empresas rivales, quear los dedos se hizo la luz y una voz femenina dentro
los acontecimientos políticos. Ya desanudados de la cor- de una bocina le dio las buenas noches. Todo le pareció
bata, liberados del saco, se hacían albures los unos a los nuevo, inmaculado: un montaje realizado para un set de
otros que ninguno dejaba sin rebatir hasta que las risas filmación. Las manzanas grandes y rojas en el frutero al
estallaban haciéndose mirar por otros comensales. Las centro de la mesa de cristal, tres botellas de vino en una
meseras se acercaban a traer la ronda siguiente para irse cava pequeña al final de la cocineta, platos y sartenes sin
mamiteadas, miamoreadas, diminuteadas por el nombre estrenar, recipientes de unicel y cajas de pizza dentro del
que llevaban en el personalizador. refrigerador. Todo era un lugar común espantoso, una si-
Entonces, entrados ya en alcoholes, hablaban de sus mulación de vida.
amantes, todas menores que ellos, de sus encuentros oca- El brazo se le llenó de ansia, temblando. Arrojó las
sionales con mujeres que ofrecían placer a cambio de dine- manzanas de plástico contra la pared. El frutero lo estrelló
ro y después se quedaban en silencio como si las aceitunas en la mesa de cristal, luego estiró el brazo contra la cava
o los cacahuates se les hubiesen atorado en las gargantas. de los vinos lanzándolos hacia el suelo. Fue a la cocina,
Los demás bebían tres o cuatro güiskis, ginantonics y tomó un sartén y corrió hacia la sala para golpear la pan-
regresaban a sus casas, pero él era el último en quedarse, talla de la televisión lo más fuerte que pudo, cinco o seis
pues el único que no tenía por qué volver al hogar so pena veces. Recordó los trajes en el armario, fue hasta ahí y los
de una represalia. Le recomendaron dos o tres lugares, tomó todos para arrojarlos por la ventana de su habita-
pero no se animó a ir hasta que un día la típica salida de ción pero no pudo, algo dentro de él se lo impidió.
los viernes se convirtió en un recorrido solidario por todos Frío en la nuca, en las manos, en las plantas de los pies.
los tugurios de la zona, por las calles galopadas a tacona- ¿Qué sentido tenían todas esas cosas? Se preguntó entre
zos, en dónde el placer era otro consumible. sollozos y se hincó en el suelo.
Ese día, entre todos sus compañeros le financiaron una Tras un par de horas llorando se quedó dormido. La
mujer. pesadilla en dónde se miraba demacrado y barbón se hizo
presente. El susto lo despertó, obligándolo a incorporarse
V de un salto.
Después fue hasta el baño, caminó hasta el lavabo y
El paso de los días se convirtió en el paso de los años, se recargó en él. Se miró al espejo, tratando de reconocer
casa se convirtió en un departamento habitado por él y sus ojos pero no pudo.
nada más que por él mismo; lugar en donde a veces dor- Soltó un grito y luego reventó el espejo con su puño.

16 M AT E R I A E S C R I TA

S-ar putea să vă placă și