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Los efectos principales de la energía nucleoeléctrica

sobre el medio ambiente global se deben a la descarga de

radionucleidos en la atmósfera. La importancia de los

efluentes de centrales nucleares pueden evaluarse comparándola con las de las descargas naturales y
con las de

las emisiones de otras fuentes antropogénicas, tales como

la producción y ensayo de armas nucleares o el ciclo del

combustible del carbón.

Realizar una comparación de este tipo es un enfoque

simplificado de la evaluación de las repercusiones ambientales, diferente del cálculo de las dosis
absorbidas en los

tejidos humanos y del concepto de compromiso de dosis

para las generaciones humanas que se supone sufrirán la

carga de las prácticas actuales "durante todos los años

venideros", es decir, hasta el final de los tiempos [1].

Estos últimos cálculos requieren muchas hipótesis arbitrarias y entrañan incertidumbres pues es muy
difícil estimar

las condiciones ecológicas, geológicas y demográficas de

la Tierra en los milenios futuros. De momento, estimar

la energía de las radiaciones emitidas al medio ambiente

procedentes de fuentes artificiales puede ser más útil que

dichas evaluaciones a largo plazo para conocer las repercusiones relativas.

En realidad, como resultado de las comparaciones que

se exponen en el presente artículo, parece que la descarga

de

222Rn procedente de las operaciones relacionadas con

la energía nucleoeléctrica pudiera tener mayores repercusiones sobre el medio ambiente global que las
que arrojarían los cálculos tradicionales de compromiso de dosis.

Parece, pues, razonable intensificar la investigación sobre

este nucleido, puesto que en los cálculos tradicionales se

ha concedido mayor importancia a las descargas de

14C,

por considerar que eran las que más contribuían a las

repercusiones de la energía nucleoeléctrica sobre el medio

ambiente. Ahora bien, la comparación que se va a realizar

en este artículo pone una vez más de relieve que las

repercusiones ambientales actuales de las aplicaciones no

militares de la energía nuclear suponen una fracción

pequeñísima del efecto debido a las fuentes naturales de

radiación.

También puede considerarse inadecuado limitar a las

poblaciones humanas las evaluaciones de las dosis de radiación absorbidas. Hoy día, los efectos de las
actividades

humanas han alcanzado dimensiones mundiales: cada

* Jefe del Departamento de Higiene Radiológica del Laboratorio

Central de Protección Radiológica, y miembro del Consejo Nacional

¡de Protección del Medio Ambiente, Varsovia (Polonia).

gota de lluvia, cada planta y animal de la tierra y del

mar, contienen indicios de sustancias radiactivas o estables

descargadas por los seres humanos en el medio ambiente.

En general, el hombre está expuesto a los efectos perjudiciales de estas descargas mucho menos que lo
están especies

que ocupan posiciones inferiores en la cadena ecológica de


la transferencia de alimentos y energía en la biosfera. La

hipótesis antropocéntrica de que cuando mantenemos la

dosis de radiación para los seres humanos en niveles seguros otras especies se encuentran
automáticamente a salvo

desatiende simplemente la carga impuesta a esas especies.

Esto era aceptable práctica y, quizás, éticamente en las

primeras etapas del desarrollo industrial. Pero, dado

que las repercusiones ambientales de este desarrollo alcanzan actualmente escala planetaria, nuestra
responsabilidad

—o, al menos, nuestras evaluaciones— deben abarcar todos

los componentes vivientes de la biosfera.

Para comparar las repercusiones ambientales de las

emisiones radiactivas de tres fuentes antropogénicas con

las naturales, he elegido, arbitrariamente, los radionucleidos

3H,

14C,

137Cs,

238U,

235U,

226Ra,

222Rn,

210Pb y

239Pu, que son los que más contribuyen a la dosis total

de radiación recibida por la población del mundo. En el

Cuadro 1 figuran las estimaciones de flujos anuales de

estos nucleidos.
La energía que puede transferirse al medio ambiente

a causa de una desintegración o a causa de una unidad de

actividad difiere en órdenes de magnitud según los diversos

nucleidos. Para estimar las repercusiones relativas es

interesante calcular el producto de la energía de la radiación de cada nucleido particular por el flujo de
su actividad que pasa a la atmósfera global. En el Cuadro 2 figuran

los valores de este producto, es decir, los flujos anuales de

energía de radiación calculados para diferentes fuentes

y nucleidos.

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