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POLÍTICA EDUCATIVA EN MÉXICO 1940-1958:ESCUELA DE LA

UNIDAD NACIONAL

Por Ariadna Sanchez

INTRODUCCIÓN

Respondiendo al nuevo orden mundial, producto de la Segunda Guerra


Mundial y al inicio de la Guerra Fría, el modelo educativo de 1945-52 tendió a
fortalecer la unidad nacional: se enfocó a la homogeneización espiritual de los
mexicanos. Mediante la educación se pretendía crear el tipo de hombre, de
trabajador y de técnico que exigía el desarrollo económico. El instrumento fue
la llamado escuela de la unidad nacional.

A partir de 1940, con el ascenso de Manuel Ávila Camacho a la Presidencia de


México, la política educativa se propuso disminuir la carga ideológica en los
planes de estudio, combatir la burocracia y el sindicalismo radical, unir al
magisterio e incrementar la participación de la educación privada. El medio
sería una reglamentación al artículo tercero constitucional y la instumentación
de una escuela a la que se denominó la escuela del amor. El propósito lo
constituía la construcción de una política de equilibrio social. La nueva
reglamentación volvió a establecer la educación unisexual. Aunque la
educación todavía era socialista, la reglamentación cambiaba su finalidad de un
instrumento transformador de la sociedad a una herramienta propiciadora de la
unidad de los mexicanos. A través de todo esto, se pretendía que la escuela
fuera el medio para borrar las desigualdades existentes mediante la enseñanza
amorosa, construyendo la homogeneización espiritual que uniera a los
mexicanos en una nación fuerte.

Más tarde, ya durante el sexenio de Migule Alemán Valdés (1946-52), además


de la unidad nacional, la escuela debía tender más a la práctica y a la
experimentación. Se creó la idea de la educación al servicio del desarrollo: la
educación debía ser la base en la construcción de la unidad nacional
ajustándose a los requerimientos del desarrollo económico y sobre todo
industrial. Una estructura educativa ajustada en cuerpo y objetivos a la industria
caracteriza a la administración de Miguel Alemán Valdés.

Ante todas estas políticas educativas, se encuentra un trasfondó o justificante


filosófico en el cual se cimienta la escuela de la unidad nacional, que aparte de
perseguir dicha unidad, pretendía la formación de trabajadores. Es por esto que
durante este periodo fue notoria la influencia de la pedagogía social de Paul
Natorp y de la pedagogía activa de Jorge Kerschensteiner, teorías educativas
introducidas en el país por Francisco Larroyo, además de la “escuela Dewey”.

El objetivo del presente trabajo es exponer las política educativas durante los
periodos de Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán Valdés, dentro de lo que
se conoce como la Escuela de la Unidad Nacional, además de brindar una
pequeña descripción y explicación de las escuelas pedagógicas que dieron
cuerpo ideológico a este periodo de la historia de la educación en México. La
idea que rige el desarrollo del trabajo es el presentar las principales acciones
de los Secretarios de Educación que, en viculación directa con las propuestas
presidenciales, se encargaron de dotar a la escuela mexicana de una doctrina
que legitmiara los programas políticos y económicos del régimen. La meta del
Gobierno era crear los obreros calificados que la industrialización requería,
haciendo uso de la retórica nacionalista y democrática.

LA ESCUELA DE LA UNIDAD NACIONAL

La Segunda Guerra Mundial fortaleció la doctrina de la unidad nacional. Ésta, junto


con la industrialización, fueron las metas del sexenio que se inciaba y para lograrlas
era necesario buscar una política de equilibrio que permitiera establecer un nuevo
modelo de desarrollo capitalista, capaz de asegurar el crecimiento económico del país
y al mismo tiempo de poner las bases que sostendrían las alternativas económico-
sociales de los siguientes gobiernos.En concordancia con todos estos factores, y
según la corrientes pedagógicas antes descritas, se estableció la Escuela de la Unidad
Nacional que caracterizó los periodos de Manuel Ávila Camacho (1940-46) y Miguel
Alemán Valdés (1946-52). Durante ese periodo cuatro personas ocuuparon el
ministerio de educación: Luis Sánchez Pontón, Octavio Véjar Vázquez, Jaime Torres
Bodet, y Manuel Gual Vidal.

Educar para la democracia

Teresa Gonz�lez Luna Corvera*


La educaci�n para la democracia, gran desaf�o de todas las sociedades, trasciende las fronteras locales,
internacionales, y desdibuja asimismo las fronteras entre el aula y el mundo. El proceso educativo se prolong
escuela con experiencias de aprendizaje cotidianas y estableciendo v�nculos entre los contenidos escolare
pedag�gica de las personas.
La consolidaci�n y el desarrollo de la democracia dependen no s�lo del conocimiento de los valores demo
tambi�n y de manera decisiva del aprendizaje y puesta en pr�ctica de los mismos. Inculcar a la vez el idea
de la democracia, as� como revertir el desafecto creciente de los ciudadanos por los asuntos p�blicos, rep
desaf�o tanto para el sistema pol�tico como para el sistema educativo nacional.
Si bien este tema demanda la concurrencia de diversas disciplinas y su exploraci�n desde distintos �ngulo
vista, dada su amplitud y complejidad comprende dimensiones generales que se constituyen en f�rtiles pun
para tratar acerca de la educaci�n para la democracia. Entre estos ejes anal�ticos que animan la reflexi�
la perspectiva de g�nero, la educaci�n c�vica y las pol�ticas p�blicas.

La perspectiva de g�nero en la educaci�n

Educar para la democracia obliga a incluir la perspectiva de g�nero en la educaci�n y enfocar la mirada a
construcciones culturales, sociales e hist�ricas que, sobre el dato biol�gico del sexo, determinan normativa
masculino y lo femenino; es decir, las representaciones simb�licas de la diferencia sexual que aluden a las
sociales entre los sexos. Son las construcciones de g�nero que condicionan la existencia de una valoraci�
para varones y mujeres en las relaciones de poder que entre ellos se establecen y dan lugar a mecanismos
subordinaci�n y exclusi�n en perjuicio de la poblaci�n femenina. Desde este enfoque es posible desentra
relaci�n existente entre estas construcciones y el aprendizaje de los valores de la democracia por parte de
los hombres durante sus experiencias educativas.
El proceso de socializaci�n que tiene lugar en la escuela, cargado de poder de simbolizaci�n, est� condic
cruce de variables contextuales como son la pertenencia a un determinado grupo o clase social, raza y sexo
las condiciones geopol�ticas y el ciclo de vida en que se encuentran los individuos. Si bien puede resultar m
desenmascarar el mito de la igualdad en la educaci�n cuando se hace referencia a otras variables, como la
que al g�nero de los individuos, se impone en la educaci�n democr�tica la tarea de identificar y transform
pr�cticas institucionales y las actitudes que generan y legitiman comportamientos discriminatorios por razon
pertenencia al sexo femenino o masculino; m�s a�n cuando �stos se cristalizan en representaciones de l
social, en valoraciones y en la normatividad jur�dica y social que regula la convivencia humana.
La constataci�n de la brecha existente entre la igualdad de derechos y las condiciones de hecho que obsta
participaci�n plena de las mujeres en la sociedad, da cuenta clara de la discriminaci�n basada en el sexo
personas. El sexismo expresa aquellas pr�cticas y actitudes que introducen la desigualdad y la jerarquizaci
que reciben los individuos sobre la base de la diferenciaci�n sexual.
Para explicar estas diferencias entre hombres y mujeres, que trascienden la realidad biol�gica y determinan
en la reproducci�n humana, el vocablo sexo resulta insuficiente. De ah� que la categor�a de g�nero sur
ciencias sociales para dar cuenta del conjunto de s�mbolos, valores, representaciones y pr�cticas que cad
asocia con el hecho de ser hombre y mujer. Este concepto introduce una distinci�n entre el sexo biol�gico
nacemos, y el g�nero, que culturalmente se nos asigna y adquirimos; es decir, nacemos hembra y var�n (
biol�gicos), y la cultura nos transforma en mujer y hombre (g�neros sociales).
Por su car�cter mutilador, el sexismo comporta consecuencias negativas para todos los individuos, varones
porque limita las expectativas de comportamiento social y de ciudadan�a que existen para cada uno de ello
momento y lugar determinados. Sin embargo, es doblemente negativo para las mujeres, porque se deval�a
sistem�ticamente sus actitudes, comportamientos, juegos, aficiones y capacidades, lo que las lleva a interio
secundario y subordinado en la sociedad.
En M�xico, al igual que en otros pa�ses del mundo, los mecanismos de exclusi�n y/o discriminaci�n por
sexo en la educaci�n ya no se sit�an en el acceso al sistema ni en su estructura formal, al menos en lo qu
cobertura de la educaci�n b�sica que actualmente atiende de forma paritaria a ni�os y ni�as Ahora, el d
igualdad de derechos y oportunidades en la educaci�n se centra en la calidad y modalidades de la ense�a
en el curriculum formal de los programas y en el curriculum impl�cito de las pr�cticas educativas.
Tanto los contenidos de la educaci�n como la forma de transmitirlos, los cuales moldean la concepci�n qu
mujeres tienen de la realidad social, de sus normas de funcionamiento, de los valores y principios que organ
convivencia humana, est�n permeados por el sistema de g�nero. Este sistema, que norma, regula y jerarq
relaciones entre los sexos, determina la manera en que las personas se representan a s� mismas, el desar
motivaciones y las expectativas que tienen sobre su vida futura, en las que se incluye la ciudadan�a. As�,
Steven G. Smith, la distinci�n de g�nero se entromete en el proyecto democr�tico como una mancha osc
Desde este enfoque resulta pertinente identificar y analizar en el curriculum expl�cito y en el curriculum ocu
de la igualdad que ha llevado en todos los niveles educativos, de manera especial en la educaci�n b�sica,
generalizado del modelo masculino, que supone para las mujeres una posici�n secundaria. No se trata de d
diferencias biol�gicas, sino la interpretaci�n y el significado que culturalmente se ha dado a las mismas, pa
en el terreno de la educaci�n y en los procesos de socializaci�n que ah� tienen lugar.
Introducir la perspectiva de g�nero en el an�lisis y la transformaci�n de las acciones educativas, adem�
la estructura formal de los sistemas educativos y a los programas formales, conduce necesariamente a ident
desigualdades sociales entre hombres y mujeres que se expresan y se mantienen en una variedad de apren
tienen lugar en las interacciones que se producen cotidianamente en el espacio escolar. Son m�ltiples y co
elementos, las situaciones y los procesos que configuran las pr�cticas educativas, susceptibles de dar cuen
act�a el sistema de g�nero en ellos.
Integrar la categor�a relacional de g�nero en el an�lisis y la reflexi�n de las pr�cticas educativas signifi
adentrarse en la dimensi�n �tica de la educaci�n, es decir, en el terreno del aprendizaje y la construcci�
de una cultura democr�tica. Se impone, por un lado, revisar cr�ticamente la fundamentaci�n pedag�gica
funcionamiento de las instituciones educativas, para eliminar los sesgos sexistas que se filtran de diversas m
dimensiones cognitivas, afectivas y actitudinales que conforman los procesos educativos, en cuyo desarrollo
aprendizaje y la construcci�n de valores democr�ticos. De esta manera se podr� aportar al tr�nsito de la
formal a la igualdad real de hombres y mujeres en nuestra sociedad y a los procesos de democratizaci�n so
lado, es menester investigar c�mo la diferenciaci�n sexual de los individuos y las desigualdades que conlle
en la conceptualizaci�n, el desarrollo y la pr�ctica de cada uno de los valores, objetivos y finalidades de la
para la democracia.
El sexismo en la educaci�n es profundamente antidemocr�tico, tanto por lo que supone la discriminaci�n
individuos como por sus consecuencias en el conjunto de la sociedad. El predominio de los valores masculin
y menosprecio de los femeninos crean un fuerte desequilibrio e iniquidad en el desarrollo de las sociedades.
legislar cambios de conducta para lograr la igualdad; es necesario proceder desde la educaci�n, toda vez q
posible legislar cambios de actitud.
Eliminar el sexismo en la educaci�n supone preparar el campo y aportar para transformaciones sociales y c
profundas, puesto que implica la construcci�n de una democracia cotidiana vital, la apertura de los individuo
nuevas posibilidades y el cuestionamiento de las concepciones sobre todo lo social. Hombres y mujeres, ni�
trav�s del aprendizaje podr�n interiorizar nuevas maneras de percibir y de saber, construir nuevos valores
una ciudadan�a democr�tica.

La educaci�n c�vica: construir la ciudadan�a


La educaci�n para la democracia debe comenzar con un franco reconocimiento de las realidades: la democ
funcionando bien en la mayor�a de los pa�ses de Am�rica Latina, particularmente en M�xico, y todav�
sobre s�lidos cimientos de elementos culturales, eficacia y compromisos pol�ticos. El desaf�o se plantea
de reformar y reforzar las instituciones democr�ticas y cambiar la cultura subyacente.
Para lograr una democracia m�s profunda y eficaz se impone cambiar la cultura y educar a la poblaci�n pa
espere, exija y se movilice por un gobierno transparente, sistemas de justicias accesibles y cre�bles, la pro
de los derechos humanos, la equidad social entre los g�neros y el ejercicio pleno de la ciudadan�a.
A decir de Larry Diamond(2), la educaci�n c�vica tiene tres tareas generales para cultivar la ciudadan�a
a) generar la demanda democr�tica, toda vez que es necesario el entendimiento de la democracia, con sus
dimensiones, para su sostenimiento y mejora; b) desarrollar la capacidad de los ciudadanos de hacer que fu
democracia, profundizarla y vigorizarla, y c) fomentar la gobernabilidad, para lo cual se requiere cuidar los va
normas y las pr�cticas que hacen a la democracia gobernable, apoyan a las autoridades democr�ticas y c
intensidad del conflicto pol�tico. Estas tres tareas se tensionan y refuerzan entre s�; juntas, generan los va
caracterizan a la cultura democr�tica.
Corresponde a la educaci�n c�vica cultivar el conocimiento, los valores y las pr�cticas de la ciudadan�a
a trav�s de la pr�ctica (que es como mejor se aprende). El compromiso c�vico es un h�bito, una pr�ctic
de aptitudes y una forma de vida que se debe fomentar desde temprana edad. La democracia necesita capit
densas redes de asociaci�n, cooperaci�n y participaci�n activa en la vida social y pol�tica de la comunid
Desarrollar este capital social en todos los niveles de la ense�anza es un objetivo clave de la educaci�n c�
La base de la ciudadan�a democr�tica es la igualdad pol�tica, y el Estado por s� mismo no la puede ga
los ciudadanos, mediante la tolerancia mutua de sus diferencias y su respeto a la humanidad fundamental, p
una sociedad en la que todos los ciudadanos sean respetados. Hombres y mujeres tienen derecho a la ciuda
democr�tica, la cual abraza a cada ciudadano como miembro igual de la comunidad pol�tica. La ciudadan
democr�tica no surge espont�neamente, sino que se construye.
La educaci�n debe dar a cada persona la capacidad de participar activamente durante toda la vida en un pr
sociedad, de asumir su responsabilidad para con los dem�s de forma cotidiana. Desde su vida escolar, los
ni�as deben conocer sus derechos y obligaciones, desarrollar sus competencias sociales, trabajar en equip
otro(a) en contextos de igualdad y aceptar la diversidad. No se trata de una alfabetizaci�n pol�tica elemen
del aprendizaje del ejercicio de la funci�n social con arreglo a c�digos establecidos, sino de hacer de la es
modelo de pr�ctica democr�tica que permita a los alumnos(as) entender, a partir de problemas concretos,
y deberes.
El objetivo b�sico de la educaci�n democr�tica es el acceso pol�tico a todos los derechos pol�ticos. Se
brindar los medios para el ejercicio de una ciudadan�a consciente y activa, de transformar la diversidad en
entendimiento, de ayudar a construir el sistema de pensamiento y de valores de cada individuo con apertura
para que tenga la capacidad de interpretar los hechos m�s importantes relacionados con su destino person
Asimismo, los programas de educaci�n c�vica deben propiciar pr�cticas educativas que conduzcan a los
en cuenta otros puntos de vista y a debatir sobre dilemas morales o sobre casos que exijan decisiones de ca
La educaci�n c�vica no es neutra; por el contrario, plantea problemas de conciencia, por lo que supone el
una capacidad cr�tica que permita un pensamiento libre y una acci�n aut�noma. Resalta, a�n m�s, el p
educaci�n en el proceso de formaci�n del juicio, que comprende la adhesi�n a unos valores, la adquisici�
conocimientos y el aprendizaje de pr�cticas de participaci�n en la vida p�blica.
La construcci�n del orden social implica una formaci�n para la justicia, que es el n�cleo de la educaci�n
conciencias; se trata de preparar a una ciudadan�a activa en la que la responsabilidad de intervenci�n y p
sustituya a la simple ciudadan�a por delegaci�n. La asimilaci�n del sentido de la justicia abstracta (equid
de oportunidades, libertad responsable, respeto a los dem�s, defensa a los m�s d�biles, apreciaci�n de
entre otros) genera actitudes que predisponen a actuar de manera concreta en funci�n de la justicia social y
los valores democr�ticos.
No se puede silenciar la desigualdad del hombre y la mujer en la educaci�n. La finalidad de la educaci�n d
es el acceso pol�tico a todos los derechos pol�ticos, mientras que el principio de equidad impone un esfue
para suprimir las desigualdades entre los sexos en materia de educaci�n, puesto que constituyen la base d
inferioridades duraderas que pesan sobre las mujeres toda su vida. Toca a la educaci�n, en sus planos cog
y pr�ctico, inculcar a la vez el ideal y la pr�ctica de la democracia. En este sentido, la educaci�n para la d
debe ser una educaci�n para la pol�tica, que contrarreste el talante antipol�tico prevaleciente en nuestra
Incursionar en el terreno de la educaci�n c�vica desde la perspectiva de g�nero significa incidir en una di
espec�fica de la desigualdad social, que incluye la discusi�n sobre cuestiones como los derechos humano
decisiones, la cultura pol�tica democr�tica y la participaci�n en los asuntos p�blicos. Interesa especialm
de la educaci�n c�vica, concepto amplio que abarca diversas denominaciones como educaci�n ciudadan
�tica, y que se relaciona con la diversidad de contenidos (derechos humanos, educaci�n pol�tica, habilid
ciudadanas, instrucci�n electoral, etc.) en la construcci�n de la ciudadan�a de los hombres y las mujeres
La educaci�n, espacio de socializaci�n especializado en el aprendizaje de las normas de convivencia soci
de comportamientos, es a la vez un espacio privilegiado para la construcci�n de la ciudadan�a de los indiv
producci�n de nuevos sentidos sobre lo que significa ser hombre y ser mujer en los distintos escenarios p�
privados.

La democracia, como ya lo hemos visto, no es nada más una forma de gobierno, sino un
estilo de vida. Una forma de vivir y comportarse a la que sólo se llega por un proceso de
maduración y autoconciencia. Implica un gran sentido de responsabilidad y una
decisión, constantemente renovada, de sacrificarse por el bien común. Y con ello un
gran valor para defender --aun con la vida misma-- la libertad y la justicia. Supone una
actitud de crítica y de inconformidad y una permanente lucha por el derecho, pero sin
violencias ni excesos. Lo que importa es la constancia. No quitar el dedo del renglón
cuando se trata de salvaguardar los derechos del pueblo, como lo hizo Gandhi en la
India.

Por estas razones, la democracia es un ideal difícil de alcanzar. Pero no una utopía
imposible. Si hay decisión firme de lograrlo y se aprovechan al máximo los recursos
humanos --de la mente, de la voluntad, del afecto, del esfuerzo cotidiano en el trabajo--,
puede muy bien realizarse. Hay que partir de una base innegable: la educación de la
población del país para que llegue a ser un auténtico pueblo. No un rebaño de borregos,
no un conglomerado de esclavos, no una masa amorfa sin capacidad de determinación y
decisión, sino un grupo de hombres libres, conscientes y responsables. Iluminados,
alertas y decididos. Ya lo había sostenido Platón en su gran diálogo de La República
(Politeia): para llegar a un óptimo régimen político hay que educar a los ciudadanos.
Sin educación, los hombres y mujeres de un país no pasan de ser eternos niños, sujetos
siempre a los mandatos despóticos de los gobernantes.

La educación para la democracia --que en el fondo es la educación para la libertad--


comienza desde la niñez. Hay que hacer ver al niño cuáles son las razones para que
actúe en determina:da forma. Hay que inculcarle que debe proceder por convicción y no
nada más por el miedo al castigo o el halago de la recompensa. Hay que hacerle sentir
su responsabilidad frente a los demás. Es imperativo que caiga en la cuenta que no debe
vivir nada más para sí mismo, para la satisfacción de su egoísmo, sino para el bien de
los que lo rodean. Tal vez al principio no se dé cuenta bien de esto, pero poco a poco se
le irá formando el hábito de ayudar, servir y encontrar gozo en hacer algo bueno por los
otros.

Al llegar a la adolescencia y a la juventud, el ser humano debe ir desarrollando un


profundo sentido social. Se le debe fomentar su conciencia crítica, su responsabilidad,
su compromiso frente a los valores individuales y sociales y su decisión de luchar
siempre por la justicia y el derecho. Con este espíritu debe pasar por la educación media
y preparatoria hasta llegar a la mayoría de edad. Es conveniente que en estos años de
formación física y espiritual el joven aprenda a participar en los organismos
estudiantiles representativos de los intereses colectivos: consejos, asambleas, sociedades
de alumnos. Y se entrene para exigir el cumplimiento de las normas legales y
estatutarias de la institución a que pertenece y con ello el respeto a su libertad de
elección y al ejercicio de sus derechos.

Siendo ya un ciudadano, por haber alcanzado la edad señalada en la ley fundamental del
país, el joven debe participar activamente en todos los procesos electorales. Debe
sentirse comprometido con el, bien público nacional y solidario con los demás
miembros de la comunidad en la lucha, por alcanzarlo. Y si siente con mayor intensidad
la vocación política, debe escoger el partido político que mejor responda a sus intereses
y represente sus ideales. Ha de estar siempre alerta para ejercitar tres actividades
básicas: ver, juzgar y decidir. Debe combatir la abulia, la apatía, la falta de interés, que
llevan al abstencionismo y ha de estar siempre dispuesto a combatir con valor civil
todas las circunstancias adversas de la vida política y los ataques contra el derecho, la
justicia y las libertades públicas.

La lucha cívica y política en la democracia tiene que ser permanente. No se agota con
los actos de un determinado proceso electoral. Ni se manifiesta, esporádicamente, cada
determinado número de años. Es una actitud de espíritu que acompaña al hombre en
todos los momentos de su vida cotidiana. Lo mismo cuando escribe una carta de
protesta para que se publique en un periódico que cuando manifiesta su disgusto, por las
vías legales, contra las tarifas excesivas de los servicios públicos o el alza indebida de
los artículos de primera necesidad. Hay múltiples formas de resistencia pasiva y activa.
Y todas ellas deben ser realistas y prácticas. No debe haber "ilusos ni desilusionados" en
la pugna democrática.

Los peores enemigos de la democracia no son los partidos totalitarios, sino los vicios y
defectos internos que corroen el espíritu cívico del hombre: la pereza, la cobardía, el
egoísmo, la codicia, la corrupción. La transmutación de los valores de la vida social: el
cambiar por valores pragmáticos y de conveniencia inmediata los valores morales y
jurídicos más profundos de la convivencia humana. Cuando esto sucede, nada hay que
pueda salvar a un país de la decadencia y de la dictadura. Entonces se podrá decir a los
ciudadanos lo que la madre del rey moro le dijo a la caída de Granada: "Llora como
mujer lo que no supiste defender como hombre".

Tales son las características de una educación para la democracia. Y con ellas las reglas
técnicas para obtener los mejores hombres en el gobierno. Hay que saber combinar las
dos facetas de la política: la política como arte y la política como técnica. Pero hay que
recordar que lo más valioso son las virtudes políticas de gobernantes y gobernados.

Cuando en México entremos por la senda de una verdadera educación democrática;


cuando los integrantes del pueblo mexicano sepamos ejercitar, madura y
responsablemente, nuestros derechos cívicos y políticos, cuando estemos dispuestos a
perderlo todo y aun a dar la vida por la defensa de la libertad, la justicia y los derechos
públicos, cuando sepamos utilizar todos los medios pacíficos y legítimos para luchar
contra las arbitrariedades y despotismos, cuando no dejemos pasar por alto ningún
abuso de poder, ni ningún intento por restringir las genuinas libertades populares;
entonces, sin duda alguna, habremos conquistado la democracia y sabremos
mantenernos en ella. Aunque sea una lucha de años. Seremos el pueblo democrático que
hemos querido ser desde el principio de nuestra vida independiente.

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