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Agua dulce o salada, he ahí el dilema

Si introducimos un pez de mar en aguas dulces, morirá. Lo mismo sucede si un pez de río
va a parar a aguas saladas. En cambio, existen peces que viven en las desembocaduras de
los ríos, donde las aguas son salobres, y que, por lo tanto, pueden sobrevivir en ambos
ecosistemas. Incluso hay especies, como los salmones, que viven toda su vida en alta mar y
suben por los ríos para reproducirse. ¿Cómo es posible que se produzcan todas estas
opciones, en principio contradictorias? La respuesta hay que buscarla en la homeostasis,
que es la capacidad que tienen los seres vivos de mantener estable el equilibrio
químico interno al compensar los cambios en su entorno mediante el intercambio
regulado de materia y energía –lo que se conoce como metabolismo–.

Si los peces marinos no pueden vivir en agua dulce es porque su organismo no está
preparado para retener las sales que el cuerpo necesita. Dado que se han adaptado a vivir
con sal a su alrededor, su cuerpo se encarga simplemente de regular la entrada y salida
continua de esta substancia. En un pez de río sucede lo contrario: su medio interno retiene
las sales porque éstas no abundan en su medio externo, pero si su entorno de pronto se
vuelve salado, como ocurriría si nadara por el mar, el pez no podría regular el exceso de sal
que tendría su cuerpo y rápidamente moriría. Existen peces, no obstante, que han
desarrollado mecanismos para controlar con mayor versatilidad y eficacia la entrada y
retención de sal en su organismo, lo que les permite vivir en los estuarios e incluso
cambiar temporalmente de hábitat.

El caso del voraz tiburón toro

La homeostasis, que es la capacidad que tienen los seres vivos de mantener estable el
equilibrio químico interno al compensar los cambios en su entorno mediante el intercambio
regulado de materia y energía

Uno de los casos más conocidos de pez marino que frecuenta las corrientes de agua dulce
es el del tiburón toro (Carcharhinus leucas), un escualo muy agresivo que suele remontar
los grandes ríos decenas de kilómetros en busca de presas, desde el Ganges al
Amazonas, pasando por el Limpopo o el Mississippi. Algunos ejemplares viven incluso de
forma permanente en lagos interiores, como el Lago Nicaragua. Este tipo de tiburón tiene
la capacidad de adaptar sus procesos de osmoregulación gracias a una glándula
situada en el riñón y que ajusta tanto la concentración de urea y otros disolventes
biológicos en la sangre como la expulsión de sal a través de la orina. Gracias a este
mecanismo, el tiburón toro puede transitar de forma progresiva por el océano, las aguas
salobres y las corrientes de agua dulce, adaptando su metabolismo a grados de salinidad
muy variados.

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