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EMPÉDOCLES

Nació en Agrigento en el 40 AC

Debió conocer el pitagorismo y el heraclitismo; debió encontrar a


Parménides y a Esquilo.

Al lado de las corrientes filosóficas que conoció Empédocles, hay que


hacer un lugar a parte a las grandes místicas y, en particular, al culto a
Dionisio. Éste había dado nacimiento a cierto número de místicos errantes
que exorcizaban a los enfermos, hablaban a la manera de los oráculos y
redactaban “Purificaciones”.

Posiblemente, estas tradiciones le proporcionaron a Empédocles elementos


que le permitieron modelar su propio personaje, puesto que se nos presenta
como taumaturgo y como profeta.
Mago que vive entre los mortales, él se dirige así a sus compatriotas al
principio de sus “Purificaciones”:

“Voy entre vosotros como un dios inmortal, no ya como un mortal,


Cargado de honores por todos, como conviene, coronado de cintas y
flores”.

Este mago, poseído por el dios, transmite a los hombres el mensaje que él
le inspira; tiene el poder de curar a los que sufren y de enseñar la vía a la
riqueza.

Su poema “De la Naturaleza” comienza con esta invocación que,


naturalmente, evoca el principio del Poema de Parménides:

“Pero, oh dioses, quitad de mi lengua


La locura de estos hombres
Y haced que brote fuente pura
De mis labios santificados.
Y también a ti, muy solicitada Musa,
Doncella de blancos brazos,
Te invoco, dame el saber
Que las leyes divinas permitan oír
A las efímeras criaturas entender.
Conduciendo un dócil carro
Proveniente del reino de la piedad”.

El mago revela, pues, una Verdad que proviene de la divinidad y así no es


sino el intermediario. Sin embargo, es preciso no olvidar que una tarea
semejante es de las más difíciles pues “no es posible poner a Dios cerca de
nuestros ojos, ni de cogerlo con nuestras manos, camino por el cual la más
amplia ruta de la Persuasión cae en el espíritu de los hombres”; además,
Empédocles se presenta como “un vagabundo, fugitivo de los dioses”, él
también forma parte de los que están condenados a errar durante muchos
años. Sin embargo, este exilio que conoce el filósofo está hecho de
reencarnaciones sucesivas y, durante sus diferentes transmigraciones, él ha
podido adquirir cierto conocimiento de todo el ciclo de los seres.
Pues Empédocles recuerda sus vidas anteriores: “Hasta ahora he sido un
muchacho, una muchacha, una planta, un pájaro y un pez mudo que saltaba
por debajo del mar”. Así pues, él ha caído al núcleo de esta mezcolanza de
donde nacen todas las cosas y ha comprendido al hombre mismo.
Durante estos pasajes, Empédocles ha llegado a asimilar el secreto de las
múltiples fuerzas que fabrican los elementos o los deshacen.
Esto es por lo que Empédocles se atribuye un poder sobrenatural que le
permite mandar incluso a la muerte; pues él mismo dice:

“Tú conocerás todos los medicamentos que existen como defensa de la


enfermedad y la vejez
Pues para ti sólo deseo realizar esto.
Tú detendrás el furor de los vientos infatigables que se precipitan en contra
de la tierra
Y que como trombas devastan los campos;
Y de nuevo, si lo deseas, volverás a traer las brisas bienhechoras.
Tras las lluvias sombrías creerás
Una sequía adecuada para los hombres
Y, de nuevo, tras la sequía del verano creerás los arroyos que alimentan los
árboles cuando caen del cielo.
Y traerás del Hades el alma de un hombre muerto”.

Muchas acciones extraordinarias se le atribuyeron a la sabiduría y al poder


de Empédocles:

a) Él reconoció que una epidemia que asolaba la ciudad de Selinonte,


provenía de las emanaciones malsanas de aguas próximas a la ciudad.
Pagó por su cuenta los trabajos para desviar los ríos vecinos para purificar
los lugares y arrastrar consigo las mismas pestilentes.
Por agradecimiento los habitantes de Selinonte lo honraron al igual que un
dios.
b) Se dice que modificó el clima de Agrigento al hacer tender pieles de
asno (BURRO) en un pasaje estrecho donde se precipitaban los vientos
etesios cuya violencia era una perpetua amenaza para las cosechas.

Pero las hazañas más extraordinarias de Empédocles se efectuaron en el


campo de la medicina.

a) Se narra que resucitó a una mujer que ya no respiraba desde hacia 30


días. Ésta había caído en un profundo letargo, pero Empédocles
descubrió un punto de calor en la superficie del cuerpo y llegó a
devolverle la vida a esa quien debió ser una histérica.
b) También se cuenta que, con la omnipotencia de la música, él era
capaz de tranquilizar las pasiones. Lo que hizo cuando al ver salir de
casa de su anfitrión a un joven furioso, que le achacaba a aquél haber
condenado a muerte a su padre, lo tranquilizó cantando los versos de
la Odisea en donde se alude a nepenthes, la droga que calma el dolor,
la cólera y cura todos los males.

El título de rey le fue propuesto, pero él lo rechazó. Muchas anécdotas nos


lo muestran atacando a quienes intentaban obtener un privilegio social.
Incluso una tradición afirma que él disolvió la asamblea de los Mil,
constituida por ciudadanos escogidos entre las familias más ricas, según un
sistema censatario de los más estrictos. Empédocles dio dote a numerosas
jóvenes de su ciudad y, por todas sus bondades, adquirió una gran
popularidad, la que, naturalmente, le atrajo celos y enemistades.

No se sabe de manera cierta como terminó su vida. La leyenda ha llegado a


reemplazar la historia. Unos pretenden que se ahogó, otros que murió a
consecuencia de una herida que se hizo al caer de su carro. Pero la leyenda
más grandiosa es la de se desaparición en el Etna.
Empédocles ofreció un sacrificio y sus amigos fueron convidados a un
festín. Cuando éste concluyó, cada uno se fue a reposar bajo los árboles
vecinos, pero Empédocles permaneció en el lugar que había ocupado
durante el banquete. A la madrugada, cuando los invitados se levantaron,
Empédocles había desaparecido. Un servidor contó que, en la noche, había
oído una voz poderosa que llamaba a Empédocles, mientras que aparecía
una luz en el cielo. Pausanias declaró a los invitados que toda búsqueda
sería inútil, pues Empédocles, hecho dios, debió ser raptado de la tierra
para ser conducido a los cielos.
Empédocles se habría lanzado al cráter del Etna a fin de purificarse en el
fuego, hundirse en el seno de la Tierra y volver al ciclo de los seres,
principio de la metempsicosis. Luego el Etna habría botado una de las
sandalias de bronce del filósofo.

Compuso poema “Sobre la Naturaleza” y un “Poema lústrico”

Según Empédocles (al igual que Parménides) son imposibles el nacer y el


perecer, entendidos como un provenir de la nada y un ir hacia la nada,
porque el ser es, y el no ser no es.

No existen pues nacimiento y muerte, y lo que los hombres han calificado


con esos nombres no son más que mezclas y disoluciones de determinadas
substancias, que permanecen eternamente iguales e indestructibles. Tales
substancias son el agua, el aire, la tierra y el fuego, que Empédocles llamó
“raíces de todas las cosas”.

Los jónicos habían elegido una u otra de estas realidades, en calidad de


principio, del cual se derivaban las demás substancias mediante un proceso
de transformación. La novedad de Empédocles consiste en haber
proclamado la inalterabilidad cualitativa y la intransformabilidad de esas 4
realidades.

Nace así la noción de “elemento”, como algo originario y “cualitativamente


inmutable”, que sólo es capaz de unirse y separarse espacial y
mecánicamente con respecto a los demás elementos.

Hay pues 4 elementos, que al unirse dan origen a las cosas y al separarse
dan origen a la corrupción.
¿Cuáles son las fuerzas que los unen y los separan?
Empédocles introdujo las fuerzas cósmicas del amor o de la amistad
(philia) y el odio o de la discordia (neikos), que son causa respectivamente
de la unión y separación de los elementos.

Tales fuerzas, de un modo alterno, predomina una sobre la otra, y


viceversa, durante períodos de tiempo constantes, que han sido fijados por
el destino.

Cuando predomina el amor o la amistad, los elementos se juntan en una


unidad; en cambio, cuando predomina la discordia, se separan.

El cosmos no nace cuando prevalece el amor o la amistad, porque el


predominio total de esta fuerza hace que los elementos se junten para
formar una unidad compacta, que Empédocles denomina Uno o Esfera
(recuerda mucho la esfera de Parménides).

“Pero en todas partes igual, y por todas infinita, redonda esfera, que goza
de su envolvente soledad”.

En cambio cuando prevalece de modo absoluto el odio o la discordia, los


elementos se separan completamente, y tampoco en este caso existen las
cosas y el mundo.

El cosmos y las cosas del mundo surgen por lo contrario durante los dos
períodos que van desde el principio de la amistad hasta el de la discordia, y
luego desde el predominio de la discordia hasta el de la amistad.

En cada uno de estos lapsos se da un progresivo nacer y un progresivo


destruirse de un cosmos, lo cual supone la acción conjunta de ambas
fuerzas.

El momento de la perfección no reside en la constitución del cosmos, sino


en el de la esfera.

Las reflexiones de Empédocles acerca de la constitución de los organismos,


sus procesos vitales y sobre todo sus intentos de explicar los procesos
cognoscitivos resultan con gran interés. Desde las cosas y desde sus poros
se liberan efluvios que inciden sobre los órganos de los sentidos, de forma
que éstos conozcan las partes que les son semejantes, de aquellos efluvios
que provienen de las cosas: el fuego conoce al fuego, el agua conoce al
agua, y así sucesivamente (en cambio en la percepción visual se da el
proceso inverso y los efluvios parten de los ojos; sin embargo, sigue
vigente el principio de que lo semejante conoce lo semejante):

“Con la tierra percibimos la tierra, con el agua el agua, con el éter el divino
éter, con el fuego el fuego que derrite, con el amor el amor, con la
contienda la dolorosa contienda”.

El pensamiento, según esta arcaica visión del conocimiento, tiene su


vehículo en la sangre y reside en el corazón. Por lo tanto, el pensar no es
prerrogativa exclusiva del hombre.

En el “Poema lústrico” Empédocles se apropiaba y desarrollaba las


concepciones órficas, presentándose como profeta y mensajero de ellas. En
versos sugerentes, expresaba la noción de que el alma humana es un
demonio que ha sido expulsado del Olimpo debido a una culpa original, y
que para expiarla ha sido arrojada al ciclo de los nacimientos bajo todas las
forma vivientes.

Entre otras cosas escribió:

“También yo soy uno de ellos, fugitivo de los dioses y errante, porque


concedí fe a la furibunda contienda…
Porque fui en un tiempo niño y niña, arbusto y pájaro y mudo pez en el
mas…”

En el poema Empédocles mencionaba las reglas de vida que permitían


purificarse y liberarse del ciclo de reencarnaciones, y volver a estar entre
los dioses, “liberados, indemnes, inviolados por las aflicciones humanas”.

Física, mística y teología forman parte en el pensamiento de Empédocles


una compacta unidad. Para él las 4 raíces –agua, aire, tierra y fuego- son
divinas; también son divinas las fuerzas de la amistad y discordia; Dios es
la esfera; las almas son demonios que, como el resto de las cosas; están
constituidas por los elementos y las fuerzas cósmicas.

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