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Según investigaciones aceptadas, aproximadamente por el año 3000 a.C. habían tres
grandes grupos étnicos que poblaban América del Sur: el de los andinos al oeste,
el de los aruakos al norte, y un tercer grupo, posiblemente más populoso, que se
ha denominado Tupí-Guaraní, con gran extensión territorial. Al parecer, los tupí-
guaraníes por esta época han venido emigrando lentamente desde América
Central, hacia el centro de América del Sur, donde se habrían establecido por
mucho tiempo, desarrollando un conjunto de lenguas muy bien estructurado,
conocido hoy como el tronco lingüístico tupí-guaraní.
Se estima que antes del inicio de la Era Cristiana se generó un nuevo movimiento
migratorio expansionista, que produjo una escisión de este grupo que nos interesa. Por
una parte, los tupíes iban hacia el este, hasta la costa atlántica, y hacia el norte, tomando
el curso del Amazonas y sus afluentes, desarrollando la lengua tupí. Por la otra parte, el
grupo de los guaraníes se movía hacia el oeste y sudoeste, tomando la cuenca del Río de
la Plata (ríos Paraná, Paraguay y Uruguay), hablando el avañe'ẽ.
Nadie duda hoy que el medio de comunicación de los tupí-guaraníes tenía la misma
base lingüística, pero la distancia entre las parcialidades étnicas hacía que esta lengua
primigenia haya adoptado diversas peculiaridades zonales y dialécticas. Como
resultado, se han generado así un centenar de lenguas de notable similitud unas con
otras, integrantes todas de la gran familia lingüística tupí-guaraní.
Por razones varias, entre las que se destaca la atroz persecución por parte de los
gobernantes portugueses, la lengua tupí ingresó a una paulatina decadencia, en lo que
hoy es el sur y este de Brasil, hasta desaparecer (excepto una rama, el ñe'ẽngatu del
Amazonia). Mientras que, curiosamente, la lengua guaraní adquirió una notable
fortaleza en lo que hoy es Paraguay y zonas colindantes de los países vecinos: nordeste
argentino, sur boliviano y sudeste brasileño.
Sin importar los motivos que les haya conducido a estudiar cada planta que veían,
estos conocimientos fueron transmitidos luego a los botánicos europeos, y como
resultado de ello, el guaraní ocupa hoy el tercer lugar en cuanto al origen etimológico de
los nombres científicos de las plantas, detrás del griego y del latín.
Este poema, considerado hoy día como una Enciclopedia de la vida guaraní, se
compone de 19 capítulos, como bien los diferenció Cadogan. Los primeros cuatro tratan
del Génesis, el origen de la Divinidad Suprema, de la Primera Tierra, de los Hombres, y
del Lenguaje Humano. Los siguientes cuatro capítulos tratan de la Paternidad, de la
Segunda Tierra, y del origen del Sol y la Luna. El noveno habla de la Buena Ciencia
contra los maleficios, el décimo de la Medicina y las Pasiones (sí, la atracción sexual
para ellos tenía categoría de ciencia), y los demás tratan del discernimiento entre bien y
el mal, con consejos y normas de conducta.
Al parecer, los guaraníes (o al menos, los mbya) daban a esta narración poética las
mismas cualidades que los cristianos damos a la Biblia. Como curiosidades,
mencionemos la importancia que allí se da al lenguaje hablado (como si fuera algo
divino), la existencia de siete paraísos, y que los animales y plantas también tienen
alma.
Tanta era la importancia que los guaraníes asignaban a la oralidad, que no existe
vestigio alguno que nos muestre algún intento de transmitir conocimientos por otro
medio. El guaraní fue siempre una lengua exclusivamente oral, y de gran expansión
territorial. Los historiadores concuerdan en decir que desde principios de la Era
Cristiana, las lenguas del grupo tupí-guaraní cumplían el mismo rol en América del Sur
que el latín en Europa: hasta los incas, y otros que procedían de otros troncos
lingüísticos, lo entendían.
Incluso hoy, en pleno siglo XXI, no es alocado pensar que un paraguayo corriente
que habla bien el avañe'ẽ (guaraní) pueda comunicarse oralmente de manera práctica,
ayudado tal vez con pocas señas faciales o manuales, con un indígena del Amazonia que
habla el ñe'ẽngatu (dialecto del tupí), aunque las grafías de ambas lenguas son
actualmente muy diferentes entre sí. Esto es así, por supuesto, porque ambas lenguas
proceden de la misma raíz.
Los indígenas de Asunción, llamados carios, se mostraron mucho menos hostiles que
los de Buenos Aires, por lo que al principio concentraron sus hombres en Asunción. Los
españoles oían que los carios mencionaban a menudo el vocablo "guaraní" (realmente
era guarini, que significa guerra), por lo que al parecer creyeron que así se llamaba su
raza, o en todo caso, así lo denominaron.
Los guaraníes ofrecían sus hijas a los españoles, como prueba de amistad, y éstos,
que vinieron inicialmente sin mujeres de España, tomaron varias esposas cada uno. Así
nacieron los mestizos, productos del linaje cruzado. Cada uno de estos mestizos
aprendía el guaraní de su madre y el español de su padre. De esta manera, la lengua
guaraní empezó a cobrar importancia, para desesperación de los conquistadores, y los
guaraníes se hacían cada vez más sedentarios al ser la agricultura la principal actividad
económica, impulsada por los visitantes.
La lengua guaraní ganó luego otra batalla, cuando los españoles querían implantar su
religión, puesto que seguía siendo la lengua mayoritaria, aunque muchos indígenas
guaraníes ya hablaran español. La religión católica vino de Europa como otra
herramienta para conquistar, o "civilizar" a los nativos de estas tierras, con los
franciscanos primero, y los jesuitas después.
Más tarde (1776), se crea el Virreinato del Río de la Plata. La Provincia del Río de la
Plata pasó luego a ser la principal, al establecerse el Virrey en Buenos Aires. Este
virreinato gobernaba las provincias del Paraguay y del Río de la Plata. Paraguay dejó de
depender, entonces, del Virreinato del Perú, y pasó a depender del nuevo Virreinato.
Por fortuna, no todos los españoles hicieron lo posible para destrozar la cultura
autóctona de los guaraníes. Hubieron otros que trataron de aprender, y al mismo tiempo,
enseñar. Y parte de los conocimientos transmitidos hizo que sus estudios fueran
perennes: la escritura.
Empieza la escritura
Los mestizos se desenvolvían mejor en guaraní, ya que era la lengua nativa de sus
madres y de la mayor parte de su parentela, y utilizaban el español sólo en los actos
protocolares con sus jefes españoles.
Aunque no se podía decir que el guaraní ya tuviera una forma escrita sólo por estos
hechos, al menos el camino a eso ya se estaba señalando. Y Bolaños siguió transitando
ese sendero, por lo que se le reconoce como el que le dio la primera forma escrita a esta
lengua. Sus anotaciones gramaticales eran breves pero importantes para uso futuro.
La obra impresa de Montoya acerca del guaraní está compuesta de tres libros: Tesoro
de la lengua guaraní (diccionario guaraní-español), Arte y Vocabulario de la lengua
guaraní (compendio gramatical y diccionario español-guaraní), y Catecismo de la
lengua guaraní. Los dos primeros han sido pilares de referencia imprescindibles a
quien quería adentrarse al estudio de esta lengua, y lo sigue siendo incluso ahora, 360
años después.
Es muy probable que Montoya haya conocido los trabajos del también jesuita José de
Anchieta (1534-1597), un libro de gramática y diccionario de la lengua tupí, publicado
mucho antes, pero esto no le resta mérito alguno. Incluso hasta hoy uno puede consultar
a Montoya para resolver dudas de etimología, o quizás para desempolvar vocablos
arcaicos en vez de crear neologismos innecesarios.
Las misiones jesuíticas, con sus 30 pueblos, ocuparon lo que hoy es el sur de
Paraguay y Brasil, el noreste argentino, y el norte uruguayo. Ellos construyeron las
primeras imprentas del Río de la Plata, que funcionaban en Santa María la Mayor, San
Javier, y Loreto, donde imprimían libros religiosos en guaraní con ilustraciones de
artistas indígenas, y donde hasta los mismos indígenas editaban sus propios libros... en
guaraní, por supuesto.
En 1750, tras la firma del Tratado de Permuta (de límites entre los territorios de
España y Portugal), siete pueblos del margen izquierdo del río Uruguay (San Nicolás,
San Luis, San Lorenzo, San Juan, San Ángel, San Miguel y San Borja), pasaron a
formar parte del dominio portugués. Los guaraníes de estos pueblos, que se resistieron a
pertenecer a los portugueses, protagonizaron la llamada "Guerra Guaranítica" (1756), de
la que resultaron vencidos. Posteriormente, España recuperó estos pueblos con el
tratado de San Ildefonso.
Los jesuitas hicieron un gran trabajo durante 160 años, logrando consolidar varios
dialectos en una sola lengua general. La enseñanza de las artes y las ciencias para los
guaraníes era dada en guaraní, siendo el latín y el español sólo materias más.
Pero tanta difusión del conocimiento por parte de los jesuitas, a más de promover la
resistencia de los pueblos guaraníes, no fue bien vista por la corona española, que veía
amenazados sus intereses económicos por el grado de culturización que adquirían los
indígenas. Entonces, fue ordenada la expulsión de los jesuitas de estas tierras. Hoy
diríamos que esa expulsión fue muy injusta, y las actuales Ruinas de sus fastuosas
construcciones edilicias todavía están para el recuerdo.
Si bien con la ida de los jesuitas el guaraní conoció la penumbra tras haberse casi
encandilado con sus propias luces, ya no había forma de dar marcha atrás. Los
guaraníes "conocieron el pescado", y también "aprendieron a pescar": el guaraní había
dejado de ser una lengua meramente oral.
Uno de los grandes gobernantes del Paraguay independiente fue Gaspar Rodríguez de
Francia, conocido como "El Supremo". Teólogo y abogado, este señor se hizo respetar
por su talento, justicia y honestidad. El Dr. Francia llevó al Paraguay a transitar por la
economía autosuficiente, apoyando a los campesinos y a los pobres. Abolió la
Encomienda y otros regímenes opresores a los indígenas, estableció la educación
escolar gratuita, igualitariamente para hombres y mujeres, aunque esta homogeneidad
educacional no fue muy practicada.
En lo que aquí nos concierne, sin embargo, al parecer Francia no aplicó bien su
talento, pues obligó a una población mayoritariamente guaranófona, a una educación
desarrollada exclusivamente en español. Y esto condujo a que nuevamente el guaraní se
mantenga en la oralidad.
Francisco Solano López, hijo del anterior y que llegó a Mariscal, fue el siguiente
presidente de Paraguay. Este señor, que estudió en Europa, reconoció al idioma guaraní
como patrimonio nacional, y lo utilizaba en todos sus discursos. Durante su presidencia,
el Paraguay tuvo que vivir una cruenta guerra, llamada "de la Triple Alianza" (1865-
1870), contra una coalición conformada por Argentina, Brasil y Uruguay.
Desde 1932 Paraguay sufre de nuevo otra guerra, esta vez contra Bolivia, antes de
recuperarse de la anterior. Conocida como la "Guerra del Chaco", ésta fue propiciada
por una compañía petrolera estadounidense ubicada en Bolivia, que quería evitar que
otra alemana explorara el territorio paraguayo en busca de petróleo. Apoyados por
aquélla, los bolivianos invadieron el chaco paraguayo.
Los paraguayos, al ver que estaban siendo sacrificados por intereses totalmente
ajenos, nuevamente se refugiaron en la lengua guaraní, y otro auge poético vio la luz,
donde el tema principal era el patriotismo y la defensa de la patria: para las canciones,
son las del grupo Chakore purahéi (canciones de lo del Chaco).
La guerra de nuevo se sirvió del guaraní para confundir al enemigo, y al terminar, con
50.000 paraguayos y 80.000 bolivianos de menos, Paraguay no recuperó todo su
territorio original, pero se quedó con una antología poética llena de relatos y esperanzas.
Y, una vez más, el gobierno paraguayo siguió luego ignorándolo en las escuelas y
universidades, por varias décadas más.
A mediados del siglo pasado, un cura español, Antonio Guasch, gran seguidor de
Anchieta y Montoya, publica sus propias investigaciones acerca del guaraní. Su obra
consta de una completísima gramática, El idioma guaraní, al que luego agregó una
antología de prosa y verso; y Diccionario castellano-guaraní y guaraní-castellano.
Guasch aportó varias ideas a la nomenclatura gramatical, que luego fueron oficialmente
adoptadas.
También por esa misma época, Anselmo Jover Peralta reúne el vocabulario guaraní y
las anotaciones de gramática guaraní dejados a su muerte por Tomás Osuna, los
enriquece, le agrega algunos apéndices, y publica el Diccionario guaraní-español y
español-guaraní. En el prefacio de esta obra, Peralta se quejaba de la triste suerte del
guaraní de esa época.