Sunteți pe pagina 1din 12

1

Apuntes sobre la asistencia sicosocial a la población


desplazada por la violencia. Antecedentes e
Interrogantes1

Introducción

Las consideraciones que aquí presentamos surgen de la experiencia y de la


reflexión adelantada por un equipo de personas que atiende desde la Asociación
Solidarios por la vida (SOLIVIDA) desde hace diez años víctimas de la violencia y
del desplazamiento forzoso. El resultado son estas reflexiones que resultan de la
práctica de personas de la comunidad y de otras personas vinculadas a ellas más
a título vocacional que profesional.

El impacto del desplazamiento en la salud mental


Para establecer un marco de referencia que permita evaluar el impacto en la salud
mental y en la vida social de las personas desplazadas, proponemos considerar
los siguientes aspectos:

• Impacto social, económico, cultural y de salud que ha ya tenido el


desplazamiento.
• Impacto sobre las redes sociales de apoyo en el lugar de procedencia y en el
lugar de destino.
• Capacidad o dificultad que tengan las víctimas de dar sentido a lo que ha
ocurrido.

No pretendemos agotar con esto todos los aspectos dignos de consideración.


Esperamos que estos tres puntos sean suficientes para señalar que la tarea de
evaluar la salud mental de la población desplazada supone algo más que “listas de
chequeo” de diagnósticos psiquiátricos o sicológicos. Este procedimiento resulta
incompetente y lesivo. Afortunadamente la gente se defiende. Un hombre que
pasó por este trance comentó: “No lo escuchan a uno por andar “chuleando” una
lista de cosas. A mi no me gusta que me "planillen", a mi me gusta conversar y
que me escuchen. “El “paradigma medico” convierte el sufrimiento humano en
trauma y sustrae la mirada de las dimensiones históricas, sociales y colectivas que
tiene la experiencia de la guerra.

1
Presentado al II Seminario Internacional: Desplazamiento, Implicaciones y retos para la gobernabilidad, la
democracia y los derechos humanos, Bogotá, Septiembre 4 a 7 de 2002.
2

La situación de las familias desplazadas

Vamos a distinguir al menos tres componentes o dimensiones que convergen en


la situación de cualquier familia o comunidad desplazada por la violencia:

“Lo que trae consigo”.


Esta dimensión se refiere a todo lo que las personas traen consigo: condiciones
previas de vida, nivel educativo, conflictos familiares o sociales, cultura,
expectativas, enfermedades, parientes discapacitados, creatividad, capacidad de
adaptación y de respuesta a la adversidad.

A este respecto cabe recordar que las poblaciones desplazadas son pobres,
proceden en su gran mayoría del campo y arrastran consigo años de marginalidad
y exclusión social. No entendemos muy bien qué fundamento conceptual tiene la
distinción entre “pobres históricos” y desplazados cuando la verdad es que ambos
son históricamente pobres.

Tampoco debemos olvidar que la marginalidad y la exclusión han estimulado el


desarrollo de estrategias de supervivencia y de adaptación a las más difíciles
situaciones ecológicas y sociales. Estos recursos, nacidos de la necesidad y de la
pobreza, son también la riqueza – generalmente invisible - para los expertos en el
tema de la pobreza. Es lo que explica la supervivencia y el gozo de vivir cuando
las estadísticas y los pronósticos sentencian como única salida el aniquilamiento.
“Lo que se agrega”

Esta dimensión se refiere a todo lo que se agrega con el sufrimiento engendrado


por la violencia que han padecido (masacres, torturas, desalojo, destrucción de
sus bienes, amenazas, miedos, perdidas económicas, retenciones etc. ...) que va
asociado con los efectos económicos, sociales, culturales y emocionales
producidos por el desplazamiento

“Lo que se produce en el nuevo lugar”

Esta dimensión se refiere a lo que ocurre después del desplazamiento en la


comunidad que los recibe y en la relación con las instituciones y personas que
intervienen. Cabe señalar al menos tres ámbitos:

El ámbito de la convivencia entre desplazados forzosos y receptores forzosos

Es irreal plantear una política para desplazados que no tenga en cuenta que toda
familia desplazada ha sido recibida por alguien en alguna parte y que esto
conforma un nuevo vínculo y una nueva situación. El futuro de la familia
3

desplazada - también su futuro emocional - depende en buena parte de las


condiciones de este vinculo entre desplazados y receptores forzosos.

La experiencia muestra que, a pocos meses del desplazamiento, surgen


necesidades y dificultades derivadas de esa convivencia forzosa y prolongada en
medio de la pobreza o de la miseria.

A modo de ejemplo señalamos algunas situaciones que generan malestar


emocional y conflicto entre los nuevos convivientes:

§ La familia desplazada llega empobrecida y afectada


§ La familia receptora reduce sus ingresos (arriendos por ejemplo) y aumenta
sus gastos (servicios públicos, alimentación)
§ La familia desplazada no puede fijar plazos a su permanencia (tiempo no
definido)
§ La extensión del conflicto a otras regiones aporta nuevos familiares
desplazados de suerte que la situación del pequeño núcleo familiar puede
empeorar en lugar de mejorar
§ El hacinamiento agrava los problemas de salud
§ Se crean condiciones para el incesto, la seducción, la infidelidad y conductas
anómicas que suscitan nuevos conflictos.
§ El hacinamiento aumenta los problemas de salud y produce conflictos entre los
convivientes
§ Es difícil llegar a un consenso entre unos y otros sobre las posibilidades y
beneficios de retornar o de permanecer.

En el ámbito comunitario la tarea es principalmente de las organizaciones


comunitarias y de las ONG vinculadas a la comunidad local. El acompañamiento
cotidiano y la solidaridad pesan tanto o más, que la prestación directa de servicios
aunque, por otra parte, es cierto que a una comunidad se le debe prestar un
servicio concreto como expresión de que se la acompaña. Este tipo de presencia
requiere de equipos que no están formalmente contemplados en la política ni en
las normas. De acuerdo con nuestra experiencia, dichos equipos favorecen las
relaciones dentro de la comunidad (desplazados/receptores) y la relación de la
población desplazada con las instituciones locales (justicia, salud, educación,
protección, policía por ejemplo).

Somos francamente pesimistas con respecto a las posibilidades del Estado y de


sus instituciones en el cumplimiento de esta tarea. Requiere continuidad,
permanencia, solidaridad, vínculos de confiabilidad que no suelen darse ni deben
esperarse de las relaciones institucionales. Con esto no pretendemos abanderar
una especie de comunitarismo anti-estatal, o de utopía socializante. Simplemente
queremos reconocer que la dimensión solidaria y comunitaria del acompañamiento
a la población desplazada y a la población receptora no puede sujetarse a las
reglas contractuales e institucionales que son inevitables y deseables en la acción
del Estado y sus instituciones.
4

El Estado cumple o cumpliría muy bien su función en este frente si pone a


disposición de la población local y de la población desplazada en particular,
servicios e instituciones accesibles y respuestas adecuadas en salud, educación,
vivienda, protección social y justicia. La equidad y la tolerancia se traducen en este
caso en oportunidad de acceder al ejercicio de los derechos ciudadanos y de
disfrutar de las prestaciones sociales y de los servicios que el Estado ofrece a los
ciudadanos así como de la infraestructura y de los equipamientos dispuestos para
la población local (centros comunales, parques, instituciones de cultura, espacio
público etc)

El ámbito de las relaciones sociales y culturales de la sociedad receptora.

La relación que establece la sociedad con la población desplazada es usualmente


ambigua. Esta ambigüedad puede extenderse también al ámbito de las relaciones
interpersonales. La ambigüedad esta marcada por una percepción que resulta
paradójica: por una parte se percibe a los desplazados como personas
vulnerables, necesitadas, dignas de compasión o de solidaridad. Por otra se les
percibe como gentes peligrosas, desconocidas, generadoras de incertidumbre o
de nuevos problemas. Por lo primero se les busca de determinada manera y por lo
segundo se les rechaza.

Esta ambivalencia aparece tanto en el nivel macro de las relaciones institucionales


y de las políticas como en el nivel micro de las relaciones interpersonales. Para
ilustrar esto seria interesante comparar el comportamiento de las instituciones y de
la sociedad frente a un desastre como el terremoto del eje cafetero y el
comportamiento frente a los miles de desplazados por la violencia. Considerar y
comparar gestos, actitudes, acciones, pero también normas, presupuestos,
gestión de las políticas.

Con los desplazados ha ocurrido algo comparable a lo sucedido con los enfermos
mentales. La sociedad ha logrado ver a los discapacitados y a los “niños
diferentes” con cierta simpatía y solidaridad. Entretanto los enfermos mentales, los
“locos” siguen siendo – hoy como ayer – presencias más dignas de temor o
desprecio que de consideración y aprecio. Frecuentemente se habla de la
voluntad política o de la falta de voluntad política para ocuparse de las
necesidades de la población desplazada. Sería conveniente explorar también
estas ambivalencias y hacerlas explícitas para remover obstáculos eficaces e
invisibles que retrasan el compromiso del Estado y de la Sociedad en esta
materia.

La posibilidad de abordar el problema del desplazamiento pasa por la decisión


ética de considerar a las personas y poblaciones desplazadas como prójimos y
como ciudadanos que comparten destino por lo menos con todos los colombianos
que permanecemos en este país.
5

Las acciones en este frente requieren estrategias culturales para cambiar un modo
de relación y de percepción excluyente frente a la población desplazada y
proyectos concretos de reorientación de los servicios y de las instituciones con
miras a remover, hasta donde sea posible, hábitos, prácticas y sistemas
organizativos y burocráticos que favorecen la exclusión y la discriminación frente a
poblaciones que no manejan ni el mundo urbano, ni la cultura letrada, ni los
trámites.

Un campesino desplazado de la Costa Pacífica nos decía: “¡Uno en esta ciudad se


llena de papeles, y de viento!”. Se refería al polvero de su barrio y a los recibos del
agua y de la luz que le llegan cada mes y que hacen que el paso del tiempo se
convierta para él en una dimensión amenazante de su existencia.

El ámbito de los servicios y de las instituciones

Se refiere este ámbito a las prácticas y a las respuestas que el Estado y la


Sociedad ofrecen a la población desplazada para la atención de sus necesidades:
organizaciones de ayuda humanitaria, instituciones de salud, justicia, educación,
policía y protección social, red de solidaridad social, por ejemplo.

En este aspecto hay una enorme tarea que podría resumirse en la necesidad de
adecuar y reorientar los servicios del Estado y sus instituciones a las necesidades
y características de la población desplazada. Aplicar un poco el criterio de que “el
Sábado es para el hombre y no el hombre para el Sábado” Con demasiada
frecuencia ocurre que las instituciones y los servicios ponen a la población
vulnerable y necesitada – sin que medie en esto mala intención ni propósitos
inconfesables - a pagar el costo de sus dificultades para acceder a los servicios,
comprender los trámites, financiar los desplazamientos, y cumplir con toda clase
de requisitos. El costo humano y económico de este desgaste social no se evalúa
ni la población afectada suele reclamar por ello. A fin de cuentas ni ellos se viven a
si mismos ni son vistos con la lógica de “Time is money” que es la que motiva el
reclamo de clientes importantes cuando pierden su tiempo en trámites ineficientes.
Ejemplos sobran y todos los conocemos. Para citar uno solo el caso de un padre
de familia desplazado – afortunado en comparación con otros – que consiguió
cupo para su hija en una escuela oficial: Debió hacer siete viajes a una institución
para conseguir finalmente un documento que lo acreditaba como desplazado y
que era indispensable para la inscripción en el año escolar.

Todo esto supone capacitación de los funcionarios, revisión de los procedimientos


de atención, identificación de los criterios de evaluación y reorganización del
funcionamiento de ciertos servicios.
6

La responsabilidad de las instituciones: oportunidades y riesgos


de la ayuda

Enumeramos - sin la pretensión de jerarquizar - algunos asuntos, practicas,


criterios que hacen daño y que en este sentido agravan el sufrimiento de la
población desplazada. Algo así como una guía del que-no-hacer:

1 El abordaje “medicalizante” del sufrimiento humano

. Entendemos por “medicalizante” una concepción – caracterizada por:

§ Una noción simplista y linear de causalidad: a tal evento corresponde tal efecto
(enfermedad) y en consecuencia tal tratamiento
§ Una reducción del sufrimiento a “trauma psíquico” que desconoce que la
guerra y el sufrimiento son experiencias colectivas, históricas y sociales.
§ La consideración de la persona como individuo atomizado y no como sujeto de
relaciones
§ La fragmentación de las necesidades – que son muchas y complejas – y la
respuesta a ellas en forma de prestaciones parceladas (consulta, terapia de
apoyo, alimentación, vivienda etc).

El uso del término “medicalizante” es riesgoso y nos ha traído problemas porque


suena a descalificación de la tarea de los médicos y del personal en salud en
general. No se trata de eso. El sentido de esta crítica se refiere más a modelos o
concepciones del conocimiento y de la práctica que a determinadas profesiones.
Podríamos hablar también de un esquema positivista e individualista. Si hablamos
de “medicalización” es porque la medicina ha sido uno de los vehículos de
expresión de esta concepción y porque ha habido entre profesionales de la salud
mental críticos valiosos de su propio quehacer.

2 La expansión de los derechos sin el correspondiente cumplimiento de las


expectativas creadas por dichos derechos.

Hay iniciativas que se caracterizan por la difusión a la población desplazada de los


derechos a que son acreedores a partir de la promulgación de la ley y de sus
desarrollos. Esta respuesta es útil en la medida en que persiste – entre la
población desplazada - un desconocimiento de los derechos. Sin embargo cabe
observar que una estrategia de difusión de derechos, que no vaya acompañada
de propuestas que garanticen la satisfacción de las expectativas creadas por estos
derechos constituye, a mediano y a largo plazo, una fuente de resentimiento y de
malestar sicosocial. La difusión de los derechos debe ir más o menos al mismo
7

ritmo de la construcción de respuestas normativas, presupuestales, organizativas


técnicas y comunitarias.

Pero para completar – como dice la gente - hay más. La forma más efectiva de
“seguridad social” de los pobres es – y sigue siendo – la solidaridad de sus
familiares, de sus amigos y de sus redes de vecindario. Es lo que explica el que
ciertas familias desplazadas se mantengan vivas en las más duras condiciones de
existencia. Esas familias no sobreviven gracias al cabal cumplimiento de los
derechos a que son acreedores sino a formas de ayuda social más personales ,
accesibles y tradicionales que son las que otorga la amistad, el compadrazgo, el
paisanaje y la solidaridad. En muchas ocasiones la promoción de los derechos
no produce – como lo señalábamos antes – las respuestas y las ayudas
correspondientes pero sí puede destruir esas formas de protección tradicionales y
cercanas. Es lo que encierran ciertas expresiones como: “Esos desplazados
tienen derecho a todo, yo no les ayudo más. Nosotros que tampoco tenemos nada
no tenemos derecho a nada”. El resultado final trágico es personas que resultan
privadas en la práctica de los derechos que se les atribuyen y abandonadas
además de las redes sociales protectoras. Personas que además abandonan su
creatividad y su participación en espera de que el derecho a tener derechos las
salve.

No pretendemos con esto descalificar el discurso de la protección social fundada


en los derechos sino alertar contra intervenciones que pueden anular unas formas
de protección en nombre de otras. De lo que se trata es de multiplicar y sumar
todas las formas posibles de protección para las personas y poblaciones
vulnerables cosa que, como lo hemos observado arriba, no resulta tan fácil.

Para no fracasar en este empeño conviene mantener siempre presente que una
persona o una comunidad puede considerarse en la perspectiva de la ciudadanía
o en la perspectiva de la proximidad. Somos ciudadanos frente al Estado y en el
marco de ese contrato social establecemos derechos y obligaciones. Somos
prójimos frente a quienes se vinculan con nosotros en relaciones de solidaridad y
confiabilidad que no pueden sujetarse ni encerrarse en el marco de las relaciones
jurídicas de ciudadanía. Es tan importante asegurar que la población desplazada
acceda – como el resto de los colombianos – al pleno ejercicio de su ciudadanía
como proteger aquellos vínculos de solidaridad y confiabilidad que son anteriores
y trascendentes a los vínculos contractuales del derecho.

3 La demora en la respuesta a las necesidades más inmediatas, más elementales y


más graves.

Se ha establecido la noción de “asistencia humanitaria de emergencia” para


referirse a ciertas necesidades que - por su naturaleza - requieren atención
inmediata y completa.
8

“!Quieren ayudarlo a uno y se demoran tanto!”. Así nos comentaba un jefe de


familia la demora que caracteriza la respuesta humanitaria de emergencia para las
poblaciones desplazadas. La mayoría de la población no es atendida, la población
atendida no lo es oportunamente y la atención es incompleta. La prontitud y
solicitud - entendida no solo como eficacia burocrática sino como disposición
generosa - en esta atención, contribuye a la salud mental de la población. Una
prontitud que no lo es tanto para atender una “emergencia síquica” o prevenir las
secuelas prolongadas del trauma psicológico cuanto para resolver necesidades y
aliviar la angustia y la incertidumbre.

Una acción que – bien llevada – reduce el riesgo de que las personas se
establezcan en una situación vital de desconcierto, desesperanza, dependencia y
resentimiento pasivo muy difícil de abordar y de superar.

Las gestiones que se adelanten para apoyar la asistencia humanitaria, el acceso a


la alimentación, a la salud y a la educación, y la escucha de sus necesidades en
pié de igualdad, son todas acciones que producen o contribuyen a la salud mental.

En busca de alternativas

Un asunto ético

Lo primero es llamar la atención sobre una distinción que parece sutil pero es de
grandes consecuencias: las personas desplazadas por la violencia pueden ser
vistas y acogidas con el espíritu de quien ve en este reto inmenso, una
oportunidad, o con la mentalidad de quien considera en ellos solo un problema.
Una cosa es considerar los problemas acarreados y asociados con el
desplazamiento forzoso de la población y otra considerar a la población
desplazada como un problema.

No hay duda que el desplazamiento forzado de la población - como consecuencia


de hechos atroces de violencia o de intimidación - trae consigo numerosos
problemas para las víctimas y para la sociedad, para la vida urbana y para la vida
rural. Pero ese hecho no debe opacar una opción previa que consiste en ver en la
población desplazada una oportunidad de solidaridad, de acogimiento y de
creatividad en la búsqueda de soluciones en momentos en que todo invita a
contemplar –no sin una dosis de realismo– el desastre: desempleo, hacinamiento,
violencia y miseria.

Los asuntos relacionados con la población desplazada no son – además – los


problemas de un sector específico de la población colombiana. Es mejor
considerar que en ellos se resume, en síntesis apretada, el reto de todos los
colombianos como nación. Esta es una opción ética que debe preceder y
9

acompañar las decisiones que se tomen para mitigar, prevenir, o atender las
múltiples y urgentes necesidades de los desplazados.

La comunidad: el “experto” más importante

Es necesario reconocer que quienes se encargan en primera instancia - y en


mayor medida que ninguna institución y organización estatal o humanitaria – del
acogimiento y la asistencia a las familias desplazadas, son las familias y
comunidades receptoras. Estas suelen ser - allí cabe el término - “históricamente
pobres”, para no decir muy pobres. Esas comunidades contribuyen a resolver el
grave problema social y humanitario del desplazamiento y asumen, por su parte,
los costos de hacerse cargo de los emigrantes.

“El mayor factor protector es la presencia de una comunidad que genere procesos
continuos, concretos y al alcance de la gente” (Cf. D.Summerhill, war and mental
health). Se ha mostrado hasta la saciedad el beneficio de las redes sociales para
la prevención de la enfermedad y la rehabilitación física y mental de los enfermos.
Lo mismo vale para el binomio que se establece entre familias desplazadas y
familias receptoras: la mayor o menor vulnerabilidad de las familias desplazadas
depende, en buena medida, de la situación de la comunidad receptora con la que
establecen relación.

Contra la presencia de estos procesos comunitarios “continuos, concretos y al


alcance de la gente” atentan la violencia y los expertos. La violencia porque rompe
las relaciones de confiabilidad y lleva a las comunidades a diálogos inculpadores
que rompe los vínculos de confianza. Rompen, en este sentido, el poder que
produce en una comunidad la capacidad de actuar en común. Los expertos
cuando, a cuenta de su condición de expertos, se sitúan por fuera y por encima
de procesos “continuos, concretos y accesibles”. Un riesgo al que es muy difícil
escapar. La experiencia del experto se prueba justamente en su capacidad de
identificar las fuentes disociadoras de la comunidad, de producir consenso y
comunión donde hay culpa y desconfianza y de dar la palabra. Algo más propio de
un guía espiritual o de un sabio que de un tecnócrata.

Los riesgos de las estrategias de alto riesgo

La propuesta de focalizar las acciones en grupos que se presumen más


vulnerables ha mostrado sus bondades especialmente en la atención de la
población materno infantil desde la perspectiva de la salud pública. Procura
mejorar la eficacia de las intervenciones y hacer mejor uso de los recursos. Es lo
que en salud pública se denomina “estrategia de alto riesgo”
10

Sin embargo, las estrategias de alto riesgo tienen también sus riesgos. Los grupos
de riesgo, nos dicen, incluyen: mujeres cabeza de hogar, menores de edad,
ancianos, personas discapacitadas. Con estos criterios habría que incluir a casi
toda la población con excepción de los hombres en edad productiva que no suelen
figurar entre los grupos de alto riesgo. Sin embargo, como lo muestran los datos y
los hechos, los hombres jóvenes y en edad productiva son el grupo de mayor
riesgo con respecto a la posibilidad de ser reclutados o de morir asesinados.
Los niños figuran, con razón, entre los grupos de mayor riesgo. Pero se olvida con
frecuencia que trabajar con los niños es trabajar con sus madres y con los adultos
mayores. Una tarea esencial con los niños consiste en identificar y apoyar a los
adultos que los acogen o que pueden acogerlos y atender sus necesidades. En
este aspecto los ancianos juegan un papel muy importante, generalmente
subestimado, por una mentalidad que mira los grupos de edad en función de su
productividad económica y no mira su capacidad de producción social, de
transmisión de valores y de generación de cohesión social2

Por otra parte es bueno saber que la población vulnerable no es la que – según
nuestras previsiones - debe ser vulnerable sino la que resulta siendo vulnerable.
Es bueno dejarle ese espacio a la realidad sobre el pensamiento. Hay dinámicas
protectoras que escapan a nuestro conocimiento y que le permiten a la gente
afrontar con éxito situaciones de máximo sufrimiento. Las capacidades
individuales, pero sobre todo los recursos sociales y culturales están posiblemente
en el origen de este fenómeno. Por eso decimos que es mejor confiar más en lo
que resulta ocurriendo que en lo que imaginamos debe ocurrir. A la hora de la
verdad la comunidad nos enseña quienes son las personas más afectadas.
“Nosotros todos estamos muy tristes – nos decía el mayor de los hermanos de una
familia numerosa desplazadas de las selvas del Micay – pero las que están más
malas son mi mamá y mi hermana. A mi mamá se le está cayendo el pelo y ya ni
come y mi hermana no hace más que llorar”.

La estrategia de alto riesgo debe ir de la mano con intervenciones que apuntan al


desarrollo local; intervenciones que se propongan mejorar las condiciones
materiales y sociales que afectan a toda la población. Una política de asistencia a
la población desplazada queda coja si no contempla el desarrollo humano local de
las comunidades y municipios receptores. Algo que resulta difícil para los
municipios en parte por la escasez de recursos y en parte por el temor – non
sancto y no confesable públicamente – de que estos proyectos aceleren el
proceso de desplazamiento.

2
Un reciente estudio del Banco Mundial sobre la situación colombiana ha mostrado, que los hogares con
ancianos, se encuentran en mejores condiciones que los hogares en similares circunstancias sin ancianos
11

Las prioridades de la intervención

Proteger, Fortalecer, Apoyar: Tres momentos y tres dimensiones de la


intervención sicosocial.

Proteger y no perturbar

Identificar las fortalezas y debilidades de la comunidad. Promover las capacidades


locales y cuidarse de perturbar con intervenciones que desarticulan las relaciones
sociales, las estructuras de la comunidad

Fortalecer la comunidad

Identificar en la comunidad los procesos de ruptura de la cohesión social que


tienden a reproducirse por dinámicas disolventes surgidas en la misma
comunidad. (Ejemplos: el terror que silencia, e incomunica. Culpas e inculpaciones
entre los miembros de la comunidad acerca de hechos que no podían impedir.
Pérdida de figuras significativas y cohesionantes) Esto agrava el deterioro de los
vínculos comunitarios.

Trabajar con la comunidad estos conflictos y estas dificultades – de acuerdo con lo


que dicte el buen sentido y la discreción –con miras a superarlos.

Apoyar a las personas y familias más afectadas

Apoyar a personas o familias cuyas necesidades no alcanzan a ser


suficientemente atendidas en el corto plazo aun si los esfuerzos anteriores tienen
éxito. Esto se presenta con más frecuencia en el caso de personas que ya
padecían alguna enfermedad (esquizofrenia, retardo mental, trastornos afectivos,
epilepsia por ejemplo) y que de todos modos necesitan – con o sin
desplazamiento – una atención y seguimiento permanentes.

EN SINTESIS

Las estrategias de la intervención

§ Deben dar respuestas articuladas en muchas direcciones pero con un


mismo propósito. Respuestas complejas a necesidades complejas.
§ Deben ser flexibles para adaptarse a la evolución de las necesidades de los
usuarios y de los cambios en el contexto comunitario e institucional
12

§ Deben contar con la participación activa de los beneficiarios (usuarios


directos y familiares) en todas las fases del proceso

Los objetivos y actividades del trabajo comunitario

♦ Identificar y visitar a las familias desplazadas en el menor tiempo posible


♦ Gestionar asistencia humanitaria en los tres primeros meses
♦ Gestionar la documentación necesaria:
♦ Evaluar necesidades y recursos de la estructura familiar
♦ Remitir a las instituciones y servicios competentes para atender estas
necesidades
♦ Mejorar la capacidad de la población desplazada para formular sus necesidades
ante la comunidad y las instituciones.
♦ Acompañar desde la comunidad le inserción en la vida urbana de la población
desplazada en sus diferentes dimensiones: choque cultural, relaciones sociales
“modernas”, búsqueda de alternativas de producción, vivienda y educación;
dificultades en el diálogo con los servicios y las instituciones locales, cambio de
roles y de relaciones en la estructura familiar por ejemplo.
♦ Sensibilizar a la comunidad y a las instituciones receptoras para reducir la
discriminación
♦ Diseñar un sistema de información que apoye estos procesos

POLA ELISA BUENAVENTURA G.


MARTIN VERGARA R.

ASOCIACION SOLIDARIOS POR LA VIDA (SOLIVIDA)3

3
Pola Elisa Buenaventura G Email: pola@norma.net ; Martín Vergara R Email:
marver@norma.net . Asociación Solidarios por la Vida (SOLIVIDA) Teléfono: 4223056 Cali
Colombia

S-ar putea să vă placă și