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Historia de España. 2º BTO.

CJR
IES Pablo Neruda

TEMA 8.LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA. RESÚMEN.

La Segunda República es uno de los momentos clave de la historia contemporánea


española. El proyecto de democratización y modernización que se abre en 1931 y que
tantas esperanzas despertó concluyó con una cruenta guerra civil. El debate sobre las
razones de este fracaso sigue abierto. La proclamación de la República en abril de 1931
supone por primera vez el intento de instaurar en España un sistema democrático
moderno. La situación internacional no es favorable: desde el punto de vista económico
es una etapa de debilidad debido a las repercusiones de la crisis del 29, y desde el punto
de vista económico es una etapa de debilidad de los sistemas democráticos ante el
ascenso de los totalitarismos (comunismo y fascismo).

Cuando el 30 de enero Alfonso XIII aceptó la dimisión de Primo de Rivera


encargó al general Berenguer la formación de un nuevo gobierno.
La oposición se organizó en el Pacto de San Sebastián, allí se reunieron cuatro
fuerzas principales para forzar un cambio hacia la república: regionalistas, liberales,
republicanos y socialistas. De este importante pacto derivaron dos líneas de actuación,
una revolucionaria, que llevó al fracasado pronunciamiento militar de Jaca en 1930 y
otra política que, con una gran campaña de prensa lograría arruinar el ya delicado
prestigio de la monarquía. El acuerdo político del Pacto de San Sebastián implicó la
creación de un comité revolucionario compuesto entre otros por Alcalá-Zamora, Prieto
y Azaña.

En diciembre de 1930 se difundió un manifiesto firmado por los principales


dirigentes en el que se llamaba a la población a derribar a la monarquía. Mientras tanto,
para el gobierno de Berenguer, la “dictablanda”, el objetivo prioritario era organizar un
proceso electoral paulatino que culminase en unas Cortes. Ante la negativa de los
principales partidos de participar en el proceso, se intentó iniciarlo mediante elecciones
municipales que se celebraron el 12 de abril de 1931 en un clima de incertidumbre. Sin
embargo, acabaron convirtiéndose en un plebiscito sobre la monarquía. Aunque salieron
más concejales monárquicos que republicanos, la suerte estaba echada para el rey, ya
que estos últimos triunfaron en la España urbana, menos proclive a la actuación de los
caciques.
El triunfo de las candidaturas republicanas en las grandes ciudades precipitó el 14 de
abril de 1931 la proclamación de la República. Los firmantes del Pacto de San Sebastián
contra la monarquía que habían constituido un comité revolucionario serán los que
formen el Gobierno Provisional que preparará un nuevo marco político y estará
presidido por Niceto Alcalá Zamora y formado por republicanos de izquierda y derecha,
socialistas y nacionalistas. El gobierno debía dirigir el país hasta que unas nuevas
Cortes Constituyentes dieran forma al nuevo régimen. Este gobierno provisional
convocó elecciones por sufragio universal masculino de los mayores de 23 años para
cubrir las nuevas cortes que deberían redactar la nueva Constitución.
A estas elecciones se presentaron un gran número de partidos. La izquierda estaba
formada fundamentalmente por el PSOE, que contaba con los votos de la UGT y líderes
como Prieto o Largo Caballero; Izquierda Republicana, con Azaña; el PCE, un partido
minoritario y dentro de la izquierda nacionalista, Esquerra Republicana de Catalunya

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con Maciá o Companys. Los partidos de centro estaban compuestos por el Partido
Radical de Lerroux y el Partido Progresista de Alcalá Zamora. Los partidos de derecha
compuestos por monárquicos desorganizados, Acción Popular de corte católico con Gil
Robles (que más tarde organizaría la CEDA) y Falange Española de corte fascista, con
José Antonio Primo de Rivera y nacionalistas de derecha como el PNV.

El gobierno provisional tuvo que responder desde un principio al ansia general de


reformas, mientras se agudizaban los problemas con la Iglesia desde mayo de 1931.
Finalmente en junio de 1931 tuvieron lugar las elecciones en un ambiente de relativa
tranquilidad. Las urnas dieron una amplia mayoría de la coalición republicana socialista.
Las Cortes emprendieron la tarea de redactar una nueva Constitución, esta aprobada en
diciembre de 1931 se inspiró en la alemana de Weimar de 1919 y en la de México de
1917 y se caracterizaba por la soberanía popular, el sufragio universal, una extensa
declaración de derechos y libertades (divorcio, educación etc). El poder legislativo
quedó en manos de unas cortes unicamerales elegidas cada cuatro años, el poder
ejecutivo estaba formado por el Presidente de la república, mayor de 40 años, con
escasos poderes que era elegido mediante un complejo sistema para un período de 6
años y posibilidad de reelección tras un plazo, éste elegía a su vez al jefe de gobierno
que debía contar con el apoyo de las Cortes. El poder judicial quedó en manos de
tribunales de justicia y por primera vez se establece el derecho de las regiones a
establecer estatutos de autonomía. Finalmente, en lo relativo a la cuestión religiosa se
establecía un estado laico con libertad de cultos, la eliminación del presupuesto del culto
y la prohibición al clero de ejercer la educación.
Tras aprobarse la Constitución, se inició un período llamado Bienio Reformista
(1931-1933) con un gobierno presidido por Manuel Azaña y formado por republicanos
de izquierda y socialistas. Alcalá Zamora fue elegido Presidente de la República. El
gobierno emprendió un amplio programa de reformas en un contexto económico
desfavorable con un aumento del paro. Sus principales medidas estuvieron encaminadas
al problema religioso, la enseñanza, la cuestión militar y el problema regional, social y
agrario.

Respecto al problema religioso una vez establecida la separación Iglesia-Estado se


crean más leyes para restringir el poder e influencia de la iglesia como la secularización
de los cementerios, el establecimiento del matrimonio civil o la disolución de los
jesuitas. Evidentemente estas medidas provocaron la sistemática oposición de la Iglesia.
En cuanto a la enseñanza, el analfabetismo y la no escolarización, el Gobierno hizo
muchos esfuerzos de inversión para crear nuevos colegios y pagar nuevos profesores,
pero la situación no cambió sustancialmente. Además se introdujo la enseñanza mixta
en las aulas. Para conseguir un ejército fiel a la República, Azaña, ministro de Guerra,
recurrió a la depuración pacífica de oficiales concediendo jubilaciones anticipadas y
retiros incentivados por la ley de retiro, además del cierre temporal de las academias
militares. Para solucionar la problemática regional, la Constitución de 1931 mencionó la
posibilidad de acceder a la autonomía. En el caso de Cataluña, tras un referéndum con
una aplastante mayoría favorable a la autonomía, se aprobó el Estatut en 1932 por el
cual la Generalitat tendrá facultades legislativas y ejecutivas en ciertas materias. Sin
embargo, el estatuto de autonomía del País Vasco no llegará hasta 1936, al igual que
Galicia, otras como Andalucía no llegaron a obtenerlo debido al estallido de la guerra
civil. En cuanto a la problemática social, la crisis del 29 afectará duramente a España

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provocando una coyuntura desfavorable. Es por ello que el Gobierno, siendo Largo
Caballero dirigente de la UGT ministro de Trabajo, elaboró leyes para proteger a los
trabajadores como el derecho a huelga, normas para contratar etc. A pesar de estas
normas, los anarquistas, seguían considerándolas insuficientes. Por último respecto al
problema agrario, el gobierno iniciará una Ley de Reforma Agraria basada en el
reasentamiento de campesinos sin tierra en latifundios insuficientemente explotados a
través del IRA. Sin embargo su aplicación fue un fracaso ya que muy pocos campesinos
se beneficiaron de la ley. Esto provocó una decepción generalizada entre el
campesinado especialmente entre los anarquistas.

La ineficacia de la Reforma Agraria dio lugar a levantamientos, especialmente


anarquistas. Los enfrentamientos entre huelguistas y la Guardia Civil fueron frecuentes
y a menudo violentos como en Castilblanco y Arnedo. Además de estos problemas de
orden social el debate en las Cortes del Estatuto de Cataluña y la Ley de Reforma
Agraria provocaron una oposición cerrada en las fuerzas de derecha. El general Sanjurjo
intentó un golpe de estado en 1932 pero fracasó. Pese a su fracaso el gobierno
republicano-socialista daba muestras de claro desgaste. En ese contexto, se produjeron
los graves incidentes de Casas Viejas. El escándalo consiguiente llevó al gobierno a la
decisión de convocar nuevas elecciones en noviembre de 1933. Para estas elecciones, la
derecha se había reorganizado incorporando la CEDA (Confederación Española de
Derechas Autónomas), dirigida por Gil Robles; Renovación Española con Calvo Sotelo
y Falange Española, versión española del fascismo, dirigida por José Antonio Primo de
Rivera. Mientras, la izquierda se presentó fragmentada y los anarquistas llamaron a la
abstención.

Las elecciones dieron el triunfo a la opción radical- cedista con Lerroux al frente de
un gobierno formado por miembros del Partido Radical, mientras la CEDA apoyaba al
gobierno en el Parlamento, la presión iniciada por Gil Robles propició una política de
“rectificación” de las reformas del bienio anterior. Esta nueva política se concretó en la
paralización de las reformas iniciadas anteriormente: la militar con la designación para
puestos clave de militares claramente antirrepublicanos como Franco o Mola, la
conciliación con la Iglesia Católica, la paralización de las reformas agrarias y educativas
y por último el enfrentamiento con la Generalitat y el freno al estatuto de autonomía
vasco. En un contexto de crisis económica internacional y de triunfo de los extremismos
en Europa, España se polarizó hacia los extremos políticos.

La creciente tensión entre estos dos polos culminó con la entrada de tres ministros de
la CEDA en el gobierno en octubre de 1934. Esta remodelación del gobierno fue
interpretada por la izquierda como el anuncio del triunfo inminente del fascismo en
nuestro país, por lo que llamó a una huelga general contra el gobierno. El movimiento
fracasó en Madrid y en Barcelona, en esta última adquirió tintes independentistas y el
gobierno de la Generalitat participó en la intentona, pero lo peor ocurrió en Asturias.
Aquí la huelga general triunfó y degeneró en una verdadera revolución organizada por
la UGT y la CNT cuya persistencia llevó al gobierno a optar por la represión más brutal:
la Legión dirigida por Francisco Franco. A pesar de que las consecuencias de la
Revolución de 1934 fueron desastrosas, numerosos muertos y detenidos, entre ellos
numerosos líderes políticos como Companys, Prieto o Largo Caballero, la reacción del

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gobierno fue endurecer aún más su política: se suspendió la Generalitat y se siguió con
la política de rechazar las reformas.
Sin embargo, las disensiones en el seno del gobierno eran evidentes, las diferencias
entre el Partido Radical y la cada vez más extremista CEDA eran cada vez más
importantes. La crisis definitiva vino con una serie de escándalos de corrupción, uno de
ellos el del Estraperlo, afectó a importantes cargos gubernamentales, el propio
presidente del gobierno, su dimisión supuso el final de la legislatura y dio lugar a la
convocatoria de nuevas elecciones a Cortes para febrero de 1936.
En un ambiente de creciente radicalización, se presentaron una serie de candidaturas,
el Frente Popular, tras un pacto electoral firmado en enero del mismo año agrupaba a
todas las izquierdas y recibió el apoyo tácito de los anarquistas al asegurar en su
programa una amplia amnistía. Las derechas no se presentaron tan bien organizadas, por
una parte se presentó una coalición de la CEDA y Renovación Española, pero otros
grupos concurrieron solos como Falange Española y el PNV.
La victoria fue para el Frente Popular. El nombramiento de Manuel Azaña como
presidente de la República y la negativa de los socialistas a formar parte del gobierno
hicieron que éste estuviera formado exclusivamente por republicanos de izquierda con
Casares Quiroga como jefe del mismo. El nuevo gobierno nacía así debilitado. Aún así
emprendió rápidamente una serie de medidas que se correspondían con su programa
electoral: amnistía para los represaliados políticos del 34, restablecimiento del Estatuto
de Cataluña así como la tramitación de nuevos estatutos de otras zonas como el País
Vasco o Galicia, la reanudación de la reforma agraria y el alejamiento de Madrid de los
generales más sospechosos de golpismo (Franco, Mola y Goded).

Mientras el ambiente social era cada vez más tenso. La izquierda obrera había optado
por una postura claramente revolucionaria y la derecha buscaba de forma evidente el fin
del sistema democrático. Se sucedieron enfrentamientos callejeros entre grupos de
falangistas y milicias socialistas, anarquistas y comunistas. La conspiración militar
contra el gobierno del Frente Popular avanzaba. Por un lado, había una trama política
conformada por los principales líderes de los partidos (Calvo Sotelo, Primo de Rivera),
y por el otro crecía el número de militares claramente golpistas: Mola en Pamplona se
convirtió en el jefe de la conspiración.

En julio era asesinado por extremistas de derecha un oficial de la Guardia de Asalto


vinculado a las milicias socialistas, el teniente Castillo. La respuesta llegó la siguiente
madrugada con el asesinato de Calvo Sotelo. El enfrentamiento era inevitable. El
gobierno de Casares Quiroga que no había decidido tomar medidas pese a las continuas
advertencias de las organizaciones obreras, vio como el 17 de julio de 1936 el ejército
de Marruecos iniciaba la rebelión contra el gobierno de la República. El triunfo parcial
del golpe desencadenó la guerra civil.

Concluyendo, la polarización de la vida española a lo largo del bienio radical-cedista, se


intensificó a partir del triunfo del Frente Popular. El centro político desaparece,
haciendo que la iniciativa de las derechas aspire a formar un gobierno de corte fascista,
mientras que las izquierdas esperan la consolidación de un gobierno de tipo soviético.
Las izquierdas esperaban la revancha tras su victoria en febrero de 1936 intensificando
las reformas del primer período, mientras las derechas buscaban la alianza con un sector
del ejército para preparar un golpe de Estado. De esta forma y al no triunfar en media

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España la conspiración militar, se inició en nuestro país una cruenta guerra civil que
dejará una profunda huella en la vida de los españoles. La alegría del 14 de abril de
1931 desapareció.

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