CLASE OBRERA,

LUCHA ARMADA
PERONISMOS
Génesis desarrollo y crisis
del Peronismo Original

RAFAEL CULLEN
 Agradecimientos
Cullen, Rafael
Clase obrera, lucha armada y peronismos. - 1a ed. - La A todos los que aportaron para que este trabajo fuese posible. Gracias
Plata : De la Campana, 2009. A Yolanda, “Coca” Colom, porque el trabajo sobre Ezeiza que encara-
320 p. ; 15x23 cm. mos juntos fue el puntapié inicial para estas páginas, que había empe-
zado a corregir antes que el cáncer venciera sus ganas de vivir.
ISBN 978-987-9125-90-8 A Eduardo “Corbata” Corbalán, un verdadero “co–autor”que a través
de su historia de vida y sus reflexiones aportó a la “filosofía” de este
trabajo y semanas antes de decirle basta a la vida, preguntó para
1. Peronismo. 2. Clase Obrera. I. Título cuando iba a estar terminado.
CDD 324 A don Aníbal Villaflor que hace ya muchos años me dijo: “para enten-
der lo que es el peronismo para el pueblo hay que empezar de antes” y
me regaló su desvencijado ejemplar de “Los Vengadores de la Patago-
Fecha de catalogación: 04/03/2009 nia Trágica “de Osvaldo Bayer.
A Sebastián Borro siempre amable y agradecido por el interés en la
Imagen de tapa: historia de los “luchadores”.
Diseño de tapa: E. Claudio Avella A Raúl otro “co–autor” que venció su resistencia para hablar de lo que
Armado interior: Soledad Ramírez tenía muy presente y luego aportó con amplitud sus combativas re-
flexiones.
A Osvaldo Villaflor porque aportó su agudeza para el análisis, que no
pudo transformar en ganas de vivir.
950, Adrogué, provincia de Buenos Aires en de 2008.
A Jorge Vázquez, a Juan Carlos Cena, a Chiche Pecorino, que ante
cada consulta aportaron reflexiones y experiencias de sus vidas pre-
ñadas de historia.
A Beba Balvé, porque pese a nuestras diferencias siempre respondió
con calidez y precisión todas mis consultas
A Juan Romero que aportó su lucidez de clase con entusiasmo.
Todos los derechos reservados. Al negro Mario, al Negro ferroviario, al Chono, que no saben nada de
Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmi- este trabajo, pero hace años me enseñaron que la realidad es más com-
tida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio,
sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier pleja que algunos esquemas.
otro sin permiso previo por escrito de la editorial. A la barra de la villa, donde la política era una práctica cotidiana for-
madora de conductas.
A Delfina que se entusiasmó a medida que recordaba.
A la Gallega preocupada hasta hoy por la ética que debe tener una
política transformadora.
A Checha que participó de los inicios y se alegró por la continuidad
A los que no quisieron seguir hablando y a todos los que no quisieron
hablar, porque obligan a reflexionar sobre la eficacia del terror.
A Manuel que me alentó con su interés por el final.
A Ana que estuvo siempre presente en mi necesidad de explicar.
A Elvira que también estuvo presente en mi necesidad de explicar
A Abril y a Lautaro, solo porque existen.
A Viviana porque toleró con infinita paciencia mi analfabetismo infor-
mático, y porque todos los días con amor, sensatez e inteligencia me
compromete con la vida.

Rafael Cullen
A Lucía
Al Mostrenco
Ausencias siempre presentes
A los miles de ausentes de cuya indignación ca-
recemos
Introducción
El error del intelectual consiste en creer que se pue-
da saber sin comprender y, especialmente, sin sentir y
ser apasionado (no solo del saber en sí, sino del objeto
del saber), esto es, que el intelectual pueda ser tal (y no
un puro pedante) si se halla separado del pueblo–na-
ción, o sea, sin sentir las pasiones elementales del pue-
blo, comprendiéndolas y, por lo tanto, explicándolas y
justificándolas por la situación histórica determinada;
vinculándolas dialécticamente a las leyes de la historia,
a una superior concepción del mundo, científicamente
elaborada: el “saber”. No se hace política–historia sin
esta pasión, sin esta vinculación sentimental entre inte-
lectuales y pueblo–nación.
Antonio Gramsci

Este trabajo se inició como una investigación colectiva acerca de los

sucesos del 20 de junio de 1973 en Ezeiza. Las primeras conclusiones de
esa tarea nos llevaron a investigar acerca de las fuerzas políticas surgi-
das desde el peronismo posterior a 1955 que buscaron expresar los inte-
reses obreros y populares.
Ya como una tarea individual, pero dependiendo de múltiples testi-
monios y aportes (por ello el uso de la primera persona del plural en estas
páginas), encaramos el objetivo de avanzar sobre descripciones impreci-
sas y escasamente fundadas del peronismo tales como populismo o bona-
partismo. Así llegamos a indagar acerca de sus orígenes, de su contenido
social y político y de los elementos de continuidad y ruptura entre los
períodos 1945–1955 y 1955–1973.
La primera parte de este trabajo se inicia en 1930 cuando llega a su
fin el modelo nacional construido por la burguesía terrateniente agro–ex-
portadora. Analizamos cómo se producen las condiciones sociales y políti-
cas para la gestación del peronismo y de manera particular, cómo la clase
trabajadora y el movimiento obrero organizado sindicalmente llegan a
participar de este movimiento.
La segunda parte analiza las transformaciones de este movimiento
durante su proscripción hasta el 20 de junio de 1973, cuando tiene lugar

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el retorno definitivo de Juan Domingo Perón al país y se produce el ata-
que armado a la multitud que lo aguardaba.
Nos parece apropiado plantear someramente algunos de los concep-
tos básicos utilizados en las reflexiones que se presentan.
La nuestra es una sociedad donde están generalizadas las relaciones
sociales capitalistas; esto la divide en clases sociales. Los conflictos al
interior y entre las clases sociales son factores centrales en la explicación
del origen de las luchas económicas y políticas. Por lo tanto, estudiar los
procesos políticos que se producen en una formación social implica com-
prender la gestación y el desarrollo de sus clases sociales y de las diferen-
tes fracciones que las componen
Las clases sociales están constituidas por un conjunto de relaciones
sociales que no están cristalizadas sino en constante movimiento y trans-
formación. Así se producen transformaciones que llevan a confrontacio-
nes y a alianzas según el momento del desarrollo del capitalismo. Por
ejemplo, la burguesía nacional de 1945 no es la misma que la de 1973.
Lo mismo podemos decir de la clase obrera. Tampoco los sectores medios
o pequeña burguesía de 1945 y 1955 son los mismos que los de 1966. En
estos procesos de confrontaciones y alianzas aparecen, integrados en una
compleja interrelación, factores económicos, políticos e ideológicos que
generan diferentes grados de conciencia acerca de la realidad, traducidos
en una cultura de ideas, valores éticos, creencias, costumbres y expecta-
tivas respecto al futuro.
Precisar la preponderancia de cada uno de estos factores resultará
del análisis concreto de la realidad en cada momento histórico. Esto per-
mite trascender, sin negarla, la subjetividad de los actores políticos in-
dividualmente considerados. Así el análisis de esta subjetividad, de gran
importancia si se analizan proyectos políticos, puede realizarse en un
marco de procesos sociales, prácticas políticas e ideologías que han gene-
rado y generan esas conductas que inciden sobre la realidad.
Desde esta perspectiva, se podrá avanzar más allá de un relato des-
criptivo de los procesos políticos y, al mismo tiempo, superar una visión
abstracta de las clases sociales, donde estén ausentes los sujetos concre-
tos, colectivos e individuales, que las conforman.
Los hechos sociales son la “materia prima” de la historia; nadie se
vincula a ella ingenuamente y libre de supuestos, lo reconozca o no. El
conocimiento sobre la sociedad se construye desde el análisis y la inter-
pretación de esos hechos y de los procesos sociales en los cuales están
inscriptos. Las preguntas y las respuestas para conocer el pasado y su
conexión con el presente no surgen de manera natural y mecánica. La
realidad es interrogada desde hipótesis, que son el punto de partida plan-
teado por quien las formula solo por su fuerza militar y que comienza a perder legitimidad frente a
La hipótesis general con que se inició este trabajo es que la partici-
pación activa de la clase obrera resultó decisiva en la constitución de la
alianza social interclasista que se concretó políticamente como peronis-
mo y hemos denominado peronismo original. Sin embargo, el prota-
gonismo con que los trabajadores defendieron sus intereses en 1945, no
les resultó suficiente para impedir el violento desalojo del peronismo del
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gobierno en setiembre de 1955. A partir de entonces deberán enfrentar
solos la ofensiva del nuevo bloque de poder contra sus condiciones de vida
y de trabajo.
Esto nos llevó a analizar la relación entre las diferentes fracciones
sociales y políticas que formaron parte del peronismo y, principalmente,
cómo se integró y cómo participó la clase obrera en la alianza peronista.
Esto es lo que completa nuestra hipótesis para el período 1945–1955 y
servirá de guía para analizar el período siguiente. A partir de 1955 los
trabajadores son los únicos que se reconocen activamente en el peronis-
mo. Éste pierde su significado como expresión de una alianza de clases.
Pasa a ser la identidad política y social de los “cabecitas” o los “negros”
que resisten el avance del capital.
La proscripción de la fuerza política mayoritaria impide recomponer
la legitimidad del sistema político institucional para ejercer el poder en
nombre del conjunto social. Para mantener esta proscripción, el nuevo
bloque de poder precisa un nivel de violencia creciente. Frente a esta
realidad se evidencia la incapacidad de la dirigencia política y gremial
del peronismo original para encabezar la resistencia. Estos elementos
constituyen el punto de partida con el que muchos militantes van a resig-
nificar su visión del peronismo.
Así se irán conformando en el peronismo post–55 fuerzas políticas
que, a partir de su propia experiencia y con diferentes miradas sobre la
realidad nacional e internacional, construirán su propia visión de este
movimiento en un complejo y hasta contradictorio proceso de continuidad
y ruptura con el peronismo original.
Iniciada la década del 60, comienza a conformarse la denominada
Corriente o Tendencia Revolucionaria Peronista. Los militantes de esta
Corriente irán convergiendo con los provenientes de la peronización de
amplias fracciones de los sectores medios. De esta convergencia se cons-
tituyen fuerzas políticas que impulsan diferentes estrategias que se pro-
ponen la disputa del poder con la clase dominante.
En 1966, los intentos “integracionistas”han fracasado en resolver el
“problema peronista”. El sistema político institucional no era ya funcional
al desarrollo capitalista. Las reivindicaciones de los trabajadores movili-
zados y las demandas de amplios sectores de la pequeña burguesía, que
han sido sumados a la proscripción política y están amenazados por la
concentración económica, ya no podían ser resueltas institucionalmente.
El logro de mejores condiciones de vida y de trabajo para los asala-
riados, el fin de la proscripción del peronismo y reclamos democráticos
varios, comienzan a plantearse como un cambio en las relaciones de po-
der por fuera de las instituciones de un Estado cada vez más sustentado
cada vez más amplios sectores la sociedad civil. Los trabajadores ya no
están solos.
Así, en la coyuntura de 1968/69, el poder del Estado comienza a ser
puesto en cuestión. Esto significa un punto de inflexión producido por un
cambio en el “carácter” de las luchas de resistencia iniciadas en 1955.
Analizar en toda su complejidad y riqueza las luchas sociales y las
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propuestas políticas que estuvieron puestas en juego en nuestro pasado
reciente implica superar los obstáculos que se presentan desde diferentes
distancias éticas e intereses de clase.
Puede afirmarse que los protagonistas de las luchas populares no
han sintetizado todavía una interpretación del proceso donde insertaron
sus esfuerzos por una sociedad justa y humana. El dolor por los ausen-
tes y el respeto que merecen quienes no pueden analizar sus prácticas y
resignificarlas para hoy, están presentes y obligan a un análisis riguro-
so. Hay que realizar lo que Pilar Calveiro ha llamado “la necesidad de
escracharse”. Avanzar en un análisis político riguroso de las prácticas
de ese período que, simplificadamente, se conoce como “los 70”. Es nece-
sario también extraer conclusiones para el presente, de los límites que
evidenció el peronismo en 1955 y de su relación posterior con las luchas
obreras y populares. Superar el fetichismo (tanto en un sentido positivo
como negativo) del Líder popular y de los diferentes protagonistas. Hacer
emerger lo que pide una protagonista el debate político de fondo (Robles
p.156).
Las razones de esta carencia no son menores: el terrorismo de Estado
ha sido eficaz.“El terror que tan cuidadosamente ha diseminado el meca-
nismo concentratorio produce en la sociedad el mismo efecto anonadante
que el desaparecido en los campos (...) Este efecto del terror diferido (...) es
quizás uno de los mayores logros políticos del mecanismo concentratorio”.
(Calveiro, Pilar “Poder…p. 158). Este triunfo político del terror diferido
aparece en el proceso de construcción del conocimiento de diferentes ma-
neras. Entre quienes reivindican los objetivos de las luchas populares
prevalecen, en general, las narraciones testimoniales que destacan la éti-
ca de los militantes individuales o reivindicados generacionalmente. De
esta manera, en muchos casos, se atribuye su explicación sólo a la épica
o la voluntad individual y/ o grupal sin tener en cuenta los procesos so-
ciales y las prácticas políticas donde esas voluntades se integraron. Esto
dificulta el análisis sobre los proyectos políticos que confrontaron y per-
mite que la reivindicación sea utilizada por políticas alejadas de las que
impulsaron los reivindicados.
Solo pretendemos aportar a esta imprescindible resignificación –que
necesariamente deberá ser colectiva y será heterogénea– un conjunto
de reflexiones acerca de cómo fueron esas prácticas, su relación con el
presente y sus diferentes lecturas. En este sentido, hacemos nuestro lo
que ha escrito Gregorio Levenson, un protagonista de todo el período que
analizamos, rindiendo homenaje a sus familiares y compañeros ausen-
tes: “ningún reconocimiento sería completo si no nos esforzamos en una
profunda autocrítica que desentrañe los errores y ayude a encontrar el
camino que conduzca a nuestra Patria a la liberación que ellos anhelaron
y por la cual ofrendaron sus vidas.”(p.195)
A partir de 1970/71, se concretan las propuestas políticas más desa-
rrolladas, surgidas de la identidad peronista, que disputaron el poder del
Estado desde diferentes visiones del peronismo y de la sociedad. Estu-
vieron construidas en forma no exclusiva pero sí mayoritaria, dentro, en
la periferia o bajo la influencia de dos organizaciones político–militares.
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Proponemos para la discusión elementos parciales pero poco conocidos de
sus debates políticos y estratégicos a partir de testimonios de algunos de
sus protagonistas.
Nos acercamos a ambas propuestas indagando cómo su composición
social y política, su visión de la sociedad y del peronismo, sus debates
internos y principalmente su práctica, conformaron una concepción del
poder con la que se relacionaron con los trabajadores y el pueblo. Para
esto partimos de la hipótesis de que cada una de ellas encontró diferentes
límites que no pudieron resolver en la construcción de un movimiento de
masas que impulsara la transformación revolucionaria de nuestra orga-
nización social.
Pretendemos aportar al necesario análisis de las causas de esos lími-
tes y de las prácticas con que intentaron superarlos.
Partimos de la concepción de que la construcción de un poder contra–
hegemónico tiene lugar en el mismo proceso cotidiano de construcción de
los instrumentos políticos con que se disputa el poder instituido. Enton-
ces, las preguntas con las que interrogamos a las fuentes son: ¿cómo se
planteaba la cuestión del poder o, qué clase de poder construyeron esas
fuerzas políticas?.
Las fuentes primarias utilizadas en las dos partes del trabajo son
entrevistas a protagonistas directos (obtenidos por nosotros o de otras
investigaciones) y documentos internos y públicos de diferentes organiza-
ciones y agrupaciones. Toda fuente, sea cual fuere su carácter, refleja solo
aspectos parciales de la realidad. Las testimoniales se enfrentan con el
carácter selectivo (conciente o no) de la memoria. Las documentales nos
ofrecen las propuestas políticas tal como fueron elaboradas por diferentes
actores, generalmente colectivos, lo que no siempre coincide con como se
llevaron a la práctica.
Las reflexiones que aquí se presentan surgen de ambos tipos de fuen-
tes. Sin embargo hemos priorizado las testimoniales. De las entrevistas
realizadas, citamos aquellas que por su nivel de reflexión nos permiten
avanzar en el camino de nuestras hipótesis; queremos dar voz a prota-
gonistas cuyos testimonios han sido fundamentales para reconstruir las
prácticas que analizamos.
Algunas de las hipótesis y reflexiones que se presentan en estas pá-
ginas han sido publicadas en forma resumida, en los años 2000 y 2001,
en los Cuadernos de Debate del Taller de Historia desde Abajo, nuestro
espacio de investigación y debate sobre ciencias sociales.
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PRIMERA PARTE
Capítulo I
1930 – 1943
LAS RELACIONES DE FUERZA
PREVIAS AL PERONISMO

Durante la década del 30 y los primeros años de la del 40, las relacio-
nes de fuerzas al interior de nuestra sociedad, desarrolladas en el marco
de la lucha inter–imperialista que llevará a la Segunda Guerra Mundial
(1939/45), producen las condiciones para que surja la alianza social y po-
lítica que definimos como el peronismo original.
En el siglo XIX, la burguesía agraria construyó su nación, insertada
en la división internacional del trabajo del imperio Británico como pro-
veedora de alimentos y materias primas. Este modelo nacional llega a su
fin con la crisis capitalista mundial de 1929/30. Entonces, en la historia
argentina puede establecerse un corte alrededor de estos años.
Esta crisis plantea al conjunto del mundo capitalista la necesidad de
ajustarse a una nueva realidad: el “laissez faire” económico no resolvía
el derrumbe del comercio internacional. El proteccionismo de los países
centrales provoca, para la mayor parte de los países dependientes, la im-
posibilidad de continuar con su actividad económica.
En nuestro país, la crisis política, consecuencia de esta realidad in-
ternacional, se concreta con el golpe militar del 6 de setiembre de 1930.
La defensa del monopolio estatal en materia petrolera por parte de Yri-
goyen lo enfrentaba tanto con los grupos agro–exportadores como con los
intereses de Inglaterra y de Estados Unidos en la materia. Al mismo
tiempo, los compromisos con su base popular –por ambiguos y contradic-
torios que fuesen– no lo hacían confiable para contener la crisis general
del sistema.1

1 Inglaterra equilibraba, con la venta de carbón, el déficits comercial con la Argentina

por la compra de granos y carnes. El petróleo era el reemplazante insuperable de este
combustible que, además, se hacía imprescindible con el avance del tráfico automotor.
El autoabastecimiento de nuestro país en esta materia (sea por YPF o por la Standard
Oil) obligaría a los ingleses a disminuir sus compras de carnes y cereales o a buscar
otra forma más costosa de financiarlas. Al mismo tiempo, los intereses de los grupos
agro – exportadores se verían afectados en caso de una disminución de las compras de
la Gran Bretaña. Por su parte, a Estados Unidos le interesaba explotar los yacimien-
tos argentinos para proveer al mercado interno y exportar combustible y ganancias.
Aunque la rivalidad anglo–norteamericana en materia de combustibles apareció en la
década del ’20, ambas potencias y los intereses agro–exportadores locales coincidían
en su oposición a los objetivos del gobierno de Yrigoyen en esta materia. En los deba-
tes legislativos de 1927/28 sobre la nacionalización del petróleo, el futuro ministro de
Uriburu, Matías Sánchez Sorondo, se alarmaba con los proyectos de ley del yrigoyenis-
mo: “…Ayer fueron los alquileres, hoy es el petróleo, mañana será la propiedad rural,
amenazada con ser redistribuida. En el fondo la guerra es a la estructura social…” y

17
 al respecto, señala el historiador Alberto J. Plá: “El radicalismo ha-
biendo funcionado como válvula de contención social al ensamblarse con
el poder político estructurado por la oligarquía cuando asciende en 1916,
se muestra incapaz en 1929 de contener la crisis general del sistema, y
el ejército acompañado de un sector concentrado de la oligarquía sale a
‘poner orden’(..)” ( Plá p.143)
Con Uriburu, las fracciones más poderosas del capital local e inter-
nacional –las compañías petroleras y ferroviarias, el capital ligado a la
exportación agropecuaria y la burguesía terrateniente– recuperan el con-
trol directo del poder del Estado (cuatro ministros y el vicepresidente eran
directivos o abogados de esas empresas y socios de la Sociedad Rural).
Se inicia una restauración oligárquica en la que la puja entre los
diferentes intereses internacionales y locales se hará cada vez más incon-
trolable para los mismos que la impulsaron.
Uriburu triunfa pero este triunfo significa la politización de las fuer-
zas armadas. El ejército se constituye en una fuerza política asociada con
las fracciones políticas más poderosas de la burguesía: el “antipersona-
lismo” radical2 y los conservadores. Esto no significa que haya logrado su
homogeneidad interna. Su politización lo lleva a participar del fracciona-
miento que a partir de la crisis se produce en la burguesía local.
“El ejército interviene por primera vez para decidir el curso político. Y
decimos por primera vez desde que se ha convertido en ejército profesional
(...) En 1930 ya es un nuevo factor de poder, como no lo fuera nunca en la
historia Argentina. Pero ese ejército se ha formado, se ha estructurado du-
rante los años del siglo XX, ha crecido durante el gobierno radical. Alvear
ha sido un puntal para defender sus privilegios, y a través de su ministro
Agustín P. Justo ha conseguido compensar su falta de apoyo popular –
que sigue monopolizado por el ‘peludo’– por la tolerancia y convivencia
con la nueva fuerza que se estructura: el ejército (...) En 1930 el ejército
interviene con renuencia, se fracciona (…)” ( Plá p.143 ) Ejemplos de esto
son la represión desatada por Uriburu alcanzó a Mosconi (detenido e in-
comunicado junto con otros generales y altos oficiales) y en la primera
mitad de la década habrá varios intentos de militares yrigoyenistas para
recuperar el gobierno por medio de las armas.3 Pero, como veremos en el
calificaba a las propuestas como ”revolucionarias y anárquicas” (Puiggrós t.III p.235)
Aprobado en la Cámara de Diputados, el proyecto fue al Senado que nunca lo trató y
luego la Corte Suprema lo declaró inconstitucional.
2 En 1924 el radicalismo se había dividido entre los partidarios de Yrigoyen y de
Alvear. Estos últimos, desde entonces aliados de los conservadores en el parlamento,
toman el nombre de antipersonalistas en oposición al “personalismo” que criticaban
a Irigoyen.
3 En la primera mitad de la década, los intentos de los militares yrigoyenistas por
recuperar el gobierno por medio de las armas fueron protagonizados por: suboficiales
de Córdoba (noviembre de 1930); teniente coronel Gregorio Pomar (Corrientes, julio
de 1931); general Severo Toranzo Montero ( Tucumán, noviembre de 1931); hermanos
Kennedy (enero de 1932); teniente coronel Atilio Cattáneo, (uno de cuyos seguidores
fue fusilado) que en un comunicado denunciaba a Justo como “heredero de la nefasta
tiranía de Uriburu, nacida con el golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930, patro-
18
capítulo siguiente, esta fractura militar aparecerá con toda su fuerza en
1943, signada de manera decisiva por la Segunda Guerra Mundial, cuan-
do un sector industrialista y neutralista cumpla un papel decisivo en la
formación del naciente peronismo.
Con el control del gobierno nacional, Uriburu se siente seguro como
para llamar a elecciones provinciales y legitimar su poder con las urnas.
El 5 de abril de 1931 se realizan en la provincia de Buenos Aires. Los des-
pidos de más de 200.000 empleados públicos en la provincia, la drástica
reducción del gasto público, los fusilamientos y la feroz represión que no
se detenía en los militantes obreros comunistas y anarquistas, e incluía a
funcionarios y simpatizantes yrigoyenistas, se hicieron sentir: el triunfo
radical fue contundente. Quedaron descolocados los conservadores, los
socialistas y los antipersonalistas de todos los matices. El ejército apare-
cía con fuerza como el factor decisivo de poder pero no había logrado dotar
a su dominación coercitiva de una mínima apariencia de legitimidad y
Uriburu se ve forzado a llamar a elecciones presidenciales.
En noviembre de 1931, proscripta la fórmula radical encabezada por
Alvear, se inaugura el fraude a nivel nacional con la “competencia” elec-
toral entre la fórmula de la Concordancia (llamada por los proscriptos, del
“Contubernio”) encabezada por Agustín P. Justo y la formada por Lisan-
dro de la Torre y el socialista Repetto (que había calificado el “monopolio
a la criolla” del petróleo como “funesto error”). Queda entonces instalado
en la presidencia el general Agustín P. Justo (1932/38), ex ministro de
guerra de Alvear. A partir de ese momento, para ganar una elección, a
la oligarquía le queda sólo un camino: el fraude. Fracasada la grandilo-
cuencia clerical y patriotera de Uriburu, se pasa al fraude, reivindicado
públicamente como “patriótico” por algunos de sus protagonistas. Los
admiradores de las jerarquías aristocráticas e imitadores del Duce 4 en
nuestro país dependiente, deben dejar paso a los que van a dedicarse a la
compra de votos para intentar recomponer su sistema político.
Paralela a la impunidad en el fraude electoral y en los negociados
públicos y privados, se extiende la miseria; aparece la primera “Villa
cinado por el imperialismo petrolero norteamericano” (diciembre de 1932); el levanta-
miento de la Armada en Puerto Nuevo (1933) y el coronel Roberto Bosch (1933). Este
último, convertido en un movimiento cívico–militar, fue descalificado por Alvear como
“irreflexivo motín aislado”, en carta a Justo desde su confinamiento en la isla Martín
García.
4 Acerca de la discusión sobre el facismo: “Es necesario insistir que el fascismo solo
puede darse en un país metropolitano y nunca en un país dependiente. Es una conse-
cuencia de la alta concentración monopolística en las grandes metrópolis industria-
lizadas y surge en tanto y cuanto, en una situación de crisis generalizada la pequeña
burguesía, desmoralizada es arrastrada por el gran capital para enfrentar el peligro
de la “revolución social”. Es clásico el análisis de las situaciones de Alemania e Italia,
donde después de la primera guerra mundial la alternativa que se planteó fue o revo-
lución social o fascismo, (a partir del éxito del Partido Comunista en la U.R.S.S, como
última frontera de defensa del imperialismo (Plá p.144) No era esta la situación en la
Argentina en 1930: la crisis no se había producido por el avance de la clase obrera, era
solo la manifestación de la crisis capitalista mundial y la incapacidad de la burguesía
dependiente de resolverla a nivel local
19
Desocupación” en la costanera de Bs.As.; al grito de queremos comer, los
hambrientos saquean las Grandes Despensas Argentinas de Canning y
Paraguay. Esta política es respaldada por la represión legal e ilegal. Se
suceden las desapariciones, el crimen político y las deportaciones a la
Italia fascista.5 La Sección Especial de la Policía Federal, formada por
Uriburu para combatir el comunismo, continúa con la tortura de presos
políticos y gremiales y dirigentes de los sindicatos de panaderos, choferes
y lavadores de autos fueron procesados por “asociación ilícita”. Al mismo
tiempo, matones aliados y/o protegidos por los políticos conservadores,
como el célebre Ruggerito, participaban de la represión parapolicial y ma-
nejaban negocios como el juego y la prostitución.
La recordada –con justicia– como Década Infame mostraba sin tapu-
jos su verdadera cara. La lista de los negociados sería interminable; algu-
nos pintorescos como el de los niños cantores que cambiaron las bolillas
del premio mayor en 1940, o el de las tierras de El Palomar –destinadas
al Colegio Militar– que comprometió a jefes militares y legisladores en
1942, aportaron al “clima de época” que contribuyó para que en 1943 el
régimen no tuviese recambios que presentar; y es recordado en la memo-
ria popular por tangos como “Cambalache”, “Yira Yira” o “Al mundo le
falta un tornillo”. Pero los más importantes eran (como son hoy) negocios
que tuvieron beneficiarios precisos: las diferentes fracciones del capital
local y extranjero más poderoso.6
5 A los fusilamientos del obrero Joaquín Penina por redactar un volante anarquista
y de los anarquistas expropiadores Di Giovanni y Scarfó por Uriburu, le siguieron nu-
merosos crímenes políticos durante el gobierno de Justo. Los militantes anarquistas
Roscigna, Vázquez, Paredes y Malvicini, según señala Osvaldo Bayer, fueron entrega-
dos en secreto por la policía uruguaya a la argentina y nunca aparecieron, presumien-
do sus compañeros que fueron arrojados al Río de la Plata. Fue fusilado el cabo del
ejército L. Paz y asesinados: el mayor Regino Lezcano en 1932, el diputado socialista
cordobés José Guevara en 1933, el senador santafecino Enzo Bordabehere en 1935 (en
el recinto del Senado Nacional, en pleno debate de las denuncias de Lisandro de la
Torre sobre las maniobras monopólicas de los frigoríficos ingleses, cuando se habían
secuestrado los libros de contabilidad que estos pretendían sacar del país en cajas
rotuladas como “corned beef”) y el dirigente marítimo anarquista Antonio Morán, crí-
menes realizados por matones a sueldo y desconocidos. En 1937 se aplicó la ley de
Residencia y se deportó a la Italia fascista– donde fueron condenados a prisión– a los
dirigentes del gremio de la construcción: Guido Fioravanti, Emilio y Pedro Fabretti,
José Pierruccione y M. Pini. Las muertes también acompañaban a los comicios: en
el del 3 de noviembre de 1935 en Córdoba (donde se impuso A. Sabattini) hubo siete
policías y dos militantes radicales muertos y en las del 1º de marzo de 1936 hubo cinco
muertos y otros tantos heridos. (Iñigo Carrera pp. 43,50,111,149 y 154)
6 Repasemos brevemente los más importantes de estos negocios que impulsaron el pro-
ceso de concentración del capital desde el gobierno del Estado:
1) El de la Sociedad del Puerto de Rosario: en su concesión, el ministro Pinedo impulsa
una reliquidación, en contra del contrato que la otorgaba, por la cual el Estado en vez
de recibir seis millones de pesos, reconoce una deuda de 96 millones a favor del grupo
Bemberg con el que estaba vinculado el autor de la maniobra.
2) El del transporte de la ciudad de Bs.As. Se trataba de salvar a los tranvías ingleses
de la competencia con los colectivos en manos de propietarios individuales. El Estado
expropia los colectivos por la fuerza a cambio de promesa de acciones, y los aporta como
activo para una sociedad mixta “anglo–argentina” donde las tres cuartas partes queda-
20
Los trabajadores fueron los principales afectados en sus condiciones
de vida por estos negocios, pero no los únicos; también las fracciones más
débiles de la burguesía y las capas medias urbanas y rurales, amena-
zadas por la concentración económica, a partir de 1935, llevan adelante
diferentes reclamos contra los monopolios.7 Esta contraposición de inte-
reses no permite a los sectores más poderosos del capital contar con gru-
pos aliados con los cuales formar un bloque de poder para gobernar con
consenso. Sólo así hubieran podido presentar estos negocios sectoriales
ban en manos de accionistas ingleses. El 21 de setiembre de 1936 se produjo un paro
general llamado por la Comisión Intersindical contra el Monopolio de los Transportes
donde se participaban taximetristas y colectiveros expropiados. Contó con la adhesión
de varios sindicatos y una declaración de la CGT contra toda forma de monopolio. La
policía clausuró todos los locales adheridos y el paro concluyó.
3) El de la renovación de las concesiones eléctricas al consorcio: Compañía Hispano
Argentina de Electricidad – CHADE (luego “argentinizada” como CADE para evitar
impuestos) – SOFINA –CITRA fue el mayor negocio (ado) que requirió de la complicidad
del radicalismo luego de levantar su abstención electoral. En este grupo se reunían: el
Midland Bank de Inglaterra, el Deutsche Bank y AEG (filial de Krupp donde Goering y
Goebbels tenía sus representantes) de la Alemania nazi y Morgan y la General Electric
de Estados Unidos. En su directorio figuraban nobles ingleses, belgas, españoles (entre
ellos el duque de Alba, embajador de Franco en Londres), junto a Giuseppe Volpi miem-
bro del gran Consejo Fascista. Tres ministros de Justo tenían intereses en empresas del
grupo (Federico Pinedo asesor técnico y jurídico de la CADE, Carlos Saavedra Lamas
director de CITRA y Alberto Hueyo vicepresidente de la CADE). Los contratos vencían
el 31 de diciembre de 1957 y 1962 y preveían la incorporación a las tarifas de un 2%
anual de amortización para que a su vencimiento el patrimonio de las empresas pasara
a propiedad de la Municipalidad porteña. En 1936, cuando faltan 21 y 26 años para su
vencimiento, las concesiones son renovadas hasta 1997 y 2002 quedando los bienes, que
ya habían pagado los usuarios, en poder de las empresas. Ante la repercusión públi-
ca del escándalo en 1940 la Cámara de Diputados designó una comisión presidida por
el historiador radical Emilio Ravignani que no encontró irregularidades. El gobierno
surgido del golpe militar del 4 de junio de 1943 nombró otra Comisión presidida por el
coronel Matías Rodríguez Conde que realizó una exhaustiva investigación. Las empre-
sas eléctricas sobornaron a los concejales radicales y conservadores con $100.000 cada
uno. La UCR recibió $600.000 y los conservadores seis o siete veces más. El presidente
Justo intervino activamente y recibió y visitó a los directivos de CADE aunque no se le
comprobó cohecho. Alvear ordenó a los concejales radicales la aprobación del proyecto.
Cuando el joven diputado Arturo Frondizi le criticó la “donación” del consorcio, su res-
puesta fue: “¿Quién me va a dar la plata para la campaña, usted? La suma fue destinada
a la campaña radical de 1937 y a la construcción de la sede partidaria de la calle Tu-
cumán. Pinedo, por su parte, dijo a un concejal: “Hay que arreglar el problema porque
el gobierno necesita de la CHADE para arreglar sus problemas financieros” (Informe
Rodríguez Conde, Comisión Investigadora de Servicios Públicos de la ciudad de Bs.As.,
Imprenta del Congreso, 1959 pp.112,131 y 132); Galasso “De la Baring al…pp.150 a 156.
Puiggrós t. III pp. 252 a 262)
7 Expresión de estos reclamos de los pequeños y medianos ganaderos son las denun-
cias realizadas por el senador Lisandro de la Torre cuando se concreta la alianza entre
los frigoríficos ingleses y los ganaderos invernadores, que excluía los criadores del sur
de Santa Fé y otras zonas de los beneficios del Pacto Roca Runciman. También fraccio-
nes de pequeños productores rurales de las provincias Misiones, Chaco y sur de Santa
Fe se organizaron entre 1933 y 1936 contra los monopolios que controlaban el comer-
cio de los granos y el algodón. Estos movimientos agrarios fueron desarticulados por
medio de la represión policial. (Iñigo Carrera p.54) Ver llamada 17 de este capítulo.
21
como necesarios o útiles para el conjunto de la sociedad y, por lo tanto,
respetables.
Justo y Pinedo, ¿antecesores del peronismo?
El hecho de que, en la década del 30, la industria se convierta en el
elemento dinámico de la economía y las medidas anticrisis ha llevado a
algunos historiadores a presentar el gobierno de Justo como antecesor
de la política industrialista del peronismo.8 Habrá que analizar las ca-
racterísticas más importantes de la industrialización que se produce en
el período y las fracciones del capital que la impulsan para saber si son
los mismos sectores sociales beneficiados con la política del peronismo.
El intento de recomponer la situación anterior al crack capitalista
mundial se encontró con el proteccionismo de los países compradores de
productos agropecuarios. Esto provocó una caída del alrededor del 40%
de los precios con el consecuente deterioro de los términos de intercam-
bio para nuestro país. Para poder importar la misma cantidad de bienes
industriales, era necesario exportar alrededor de un 65% más en térmi-
nos físicos. Al mismo tiempo, se produce el cierre del aprovisionamiento
externo de bienes manufacturados lo que obliga a sustituir los productos
importados por la producción local. Esta necesidad es la que requiere de
una industria local que sustituya a las importaciones.
Esta industrialización sustitutiva se da en el marco de la puja en-
tre los capitales de Estados Unidos e Inglaterra por penetrar en nuestra
economía. Lucha iniciada en la década del 20, que se agudiza luego del
8 El conocido historiador Tulio Halperín Donghi, en un lenguaje elegante que finge
profundidad de pensamiento, ha afirmado: “El régimen de Justo fue el que armó el
sistema económico y financiero de que vivimos hasta hace poco. Incluso las reformas
peronistas fueron reformas que modificaron, en algo, lo que Justo había armado” (Pá-
gina 12 16/4/95 en Galasso N. de la Baring al FMI p.151). Para presentar la historia
como una continuidad sin conflictos a cargo de la clase dominante, en este caso, hay
que desconocer quiénes fueron los beneficiarios de la política de Justo y quiénes los
beneficiados por la política distribucionista del peronismo, cuyo desmantelamiento
implicó un largo proceso de disciplinamiento social (represivo, económico e ideológi-
co) entre 1955 y 1989, al que el mismo Halperin ha llamado “la larga agonía de la
Argentina peronista.”. Tampoco un análisis riguroso debería ignorar las transforma-
ciones cualitativas producidas en el desarrollo del capitalismo mundial a partir de la
década del 50 y en particular en nuestro país a partir de 1955 donde implicaron, como
veremos, el inicio del Terrorismo de Estado. Este análisis, si se limita a los aspectos
estructurales de la “macroeconomía”, podría, con cierta habilidad, eludir las luchas
sociales que, con vencedores y vencidos, fueron parte de esas transformaciones. Esto
parece ser el objetivo de este historiador. Pero, aún así, debería explicar por qué a
ninguno de los intereses beneficiados por Justo se le ocurrió llevar la distribución del
PBI a favor de los asalariados a niveles inéditos en nuestra historia, desarrollar la
industria siderúrgica, nacionalizar el Banco Central, el sistema de seguros, implantar
el monopolio estatal del comercio exterior para financiar la industria de origen local,
crear una flota mercante del Estado y nacionalizar los ferrocarriles por tomar solo los
principales ejemplos que demuestran la existencia de un modelo de acumulación con
diferentes beneficiarios.
22
paréntesis producido por la crisis.9
Desde agosto de 1933, el gobierno de Justo, ahora con Federico Pi-
nedo como ministro de economía, llevó adelante una política que apare-
cía como contradictoria porque oscilaba entre los diferentes intereses en
pugna, teniendo en cuenta los cambios que se estaban operando a nivel
mundial entre las potencias centrales: la declinación de Inglaterra como
potencia imperial y el surgimiento de EEUU como nuevo patrón de la
expansión imperialista.
Su primera medida fue firmar con Inglaterra el pacto Roca Runciman
que, en 1933, entrega el 85% de la exportación de carne a seis empresas
frigoríficas, en su mayoría inglesas. Este pacto recompone y fortalece la
alianza entre el capital británico y la fracción más poderosa de la burgue-
sía agraria: los ganaderos invernadores de la pampa húmeda que logran
garantizar su mercado amenazado por la preferencia imperial a sus colo-
nias y socios de la Comunidad Británica de Naciones.
El pacto no se limitaba al negocio de la carne. Todas las empresas
inglesas reciben subsidios, garantías de ganancias mínimas, exenciones
impositivas y franquicias aduaneras. Las navieras, el total monopolio del
transporte de la carne –que debía realizarse en buques de esa bandera– y
las ferroviarias, donaciones de miles de leguas de tierra. Además, nuestro
país contrae un empréstito de algo más de trece millones de libras esterli-
nas. Es un empréstito llamado de “desbloqueo”, destinado a liberar utili-
dades de empresas inglesas en la Argentina que no podían girarse por fal-
ta de divisas. Así las libras pasaban directamente de la Bolsa de Londres
a las arcas de las casas matrices de las empresas inglesas que operaban
en la Argentina y van a engrosar nuestra deuda pública. Con razón, el
vicepresidente y firmante del pacto Julio A.Roca (hijo del conquistador
del “desierto”) podía afirmar que la Argentina: “es, desde el punto de vista
económico, parte integrante del Imperio Británico” (J.A.Roca (h) “Discur-
sos y homenajes” Bs.As. 1943 p.55)
Se crea el Banco Central “mixto” quedando centralizado el manejo de
la banca, y el crédito controlado por los bancos privados extranjeros y se
organiza el “salvataje” de los bancos nacionales y extranjeros.10
9 La disputa entre los capitales norteamericanos e ingleses se inicia en la década del
20, por el control de la industria frigorífica. Su primera expresión en los años 30 será
la lucha por el transporte entre el camión y los ferrocarriles con su trasfondo petrolero.
En 1932 se aprueba la Ley de Vialidad que permitirá que los caminos alcancen pronto
la magnitud de la red ferroviaria, en trazados que compiten con ella en el acceso a los
principales puertos. Una pequeña muestra de que el capital norteamericano tampoco
se proponía modificar la estructura agro–exportadora.
10 El gobierno nombra una comisión formada por los representantes de los consorcios
financieros Baring Brothers, Leng Roberts, y Morgan para que, junto con abogados y
técnicos del país, elaboraran el proyecto del Banco Central. La ley que lo establecía fue
aprobada el 18 de enero de 1935, según un proyecto presentado por Sir Otto Niemeyer,
vicegobernador del Banco de Inglaterra. Los doce directores se elegían así: dos por los
bancos extranjeros, cuatro por decisión de la asamblea de bancos donde no participa
el Estado a pesar de su aporte de capital similar a los bancos; tres por los bancos pri-
vados “nacionales” (el Español del Río de la Plata, el Francés del Río de la Plata , el
de Italia y Río de la Plata y el de Galicia y Bs.As. eran considerados nacionales pero
23
 Se estableció un sistema de control de divisas de manera que per-
mitía orientar discrecionalmente el comercio exterior y una sustancial
devaluación que benefició a los exportadores de siempre y facilitó la pe-
netración del capital extranjero.11
Como medida anticrisis, a través de la creación de Juntas Regulado-
ras de la Producción, se establecieron limitaciones a la producción para
sostener los precios. Estas medidas regularon la actividad de diferentes
economías regionales favoreciendo la concentración económica favor de
empresas que, apuntaladas y salvadas de la quiebra por el Estado avan-
zaron en el control de la economía.12
Al mismo tiempo, la devaluación del peso disminuía el “costo laboral” y
proveía a estos capitales de mano de obra, abundante, barata y competente.
Esta primera etapa de la industrialización sustitutiva de bienes de
estaban controlados por el capital extranjero), uno por los bancos provinciales, uno
por el Banco de la Nación y uno por el poder ejecutivo. El presidente de la Cámara
de Diputados se enteró en Londres que Raúl Prebisch (consultor de la CADE y asesor
de Pinedo) iba a ser el gerente general del banco. (Rapoport p.252 y Galasso “de la
Baring…p.147 y sig.)
Con la crisis, la cartera crediticia de los bancos se carga de deudores morosos. Me-
diante la revaluación del oro que posee la Caja de Conversión, el ministro Pinedo crea
una masa financiera con la que el Estado adquiere los créditos incobrables. Luego se
otorgan amplias financiaciones a numerosas estancias hipotecadas. El programa de
“saneamiento del sistema bancario” resulta un antecedente de la estatización de la
deuda externa privada realizada por Domingo Cavallo décadas después.
11 La reforma consistió en un desdoblamiento del mercado cambiario con un mercado
oficial y otro libre. Se devaluó el peso en el mercado oficial un 20% y se estableció un
sistema de permisos para la compra de divisas. Quienes carecían de ellos estaban obli-
gados a comprarlas en el mercado a libre a precios mayores del oficial.
“Esto permitía reorientar discrecionalmente el comercio exterior” además del “(...)
poderoso estímulo que representaba para las inversiones extranjeras que podían liqui-
darse en el mercado libre a un precio mayor que el oficial. (…) en el mercado libre fue
del 65% lo que beneficiaba al capital extranjero el que era beneficiado en sus impor-
taciones de bienes de capital a la hora del otorgamiento de los permisos para obtener
divisas en el mercado oficial” (Rapoport p.247/8) La agro–exportación beneficiada por
esta política ya estaba concentrada en cuatro firmas: Bunge y Born, Luis Dreyfus, La
Plata Cereal y Luis de Ridder (Puiggrós p270)
12 Dos ejemplos: en Mendoza se derramó vino, se arrancaron y abandonaron viñedos y
se enterró uva para mantener los precios. En 1935, había 1515 bodegas pero la tercera
parte de la inversión correspondía a doce grandes bodegas. Desde 1929, estas se sos-
tenían gracias a un millonario crédito de bancos privados y el Banco Nación. La Junta
Reguladora del Vino se hizo cargo del crédito, salvó las inversiones y la quiebra de
las grandes bodegas cuando las caídas de los precios y la regulación de la producción
impuesta por el Estado llevaba a la quiebra a pequeños y medianos bodegueros sin
asistencia financiera.
En Tucumán la Compañía Azucarera Tucumana debía al banco Tornquist 40 millones
de pesos y este banco le debía al Banco de la Nación 60 millones. Cuando estaba a
punto de quebrar, el Estado, a través del Instituto Movilizador de Inversiones Banca-
rias (otra creación de Pinedo), se hizo cargo de este crédito incobrable. Así se financió
el proceso de concentración regional de la producción a favor de esta Compañía y el
banco Tornquist también evitó su posible quiebra. (Rapoport p.252 y Puiggrós t.III
p.509).
24
consumo estaba en consonancia con la acumulación de capital industrial
en Estados Unidos y de algunos países de Europa continental. Esta acu-
mulación hacía más rentable exportar equipos, capitales y técnicos que
el producto terminado. De esta manera, se da el avance de inversiones de
capital industrial, en su gran mayoría de origen norteamericano y euro-
peo continental, que va a tener gran incidencia en el desarrollo del mer-
cado interno de bienes de consumo. De esta época data la radicación de
grandes fábricas textiles (Sudamtex 1934, Anderson Clayton 1936, Du-
cilo 1937), de empresas dedicadas a la producción de electrodomésticos (
General Electric 1919, Philco 1931, RCA Víctor 1929, Philips 1935, Os-
ram 1934), alimentos y bebidas (Nestlé 1930, Suchard 1933, Bols 1933,
Quaker Oats 1936, Adams 1936), farmacéuticas y químicas (Abbot 1937,
Pond’s 1939, Coty y Lever hnos. 1933 Gillette 1942), de maquinarias y
neumáticos (Firestone 1931, Good Year 1931, Michelin, Pirelli 1930, Oli-
vetti, 1932) y muchas otras menos conocidas.
Hasta la crisis, para Inglaterra la forma de expandirse consistía en
la inversión en los sectores de materias primas, en infraestructura para
su comercialización y en las finanzas. La exportación de su capital hacia
estas áreas estaba organizada para dejar libres los recursos ingleses para
la producción industrial en su propio país. Su incapacidad estructural de
adaptación a nuevas oportunidades de inversión la coloca en desventaja
frente a EEUU cuyas inversiones industriales tendrán una importancia
cada vez mayor, lo mismo que las del capital europeo continental. Al res-
pecto, los datos del censo industrial de 1935 indican que la mitad más
concentrada de la inversión industrial en la Argentina es realizada por el
capital extranjero. En 1937, el 57,6% de la producción industrial se desa-
rrollaba en el 1,4% de los establecimientos, la casi totalidad de ellos ex-
tranjeros o asociados al capital extranjero (Peralta Ramos pp.69/71). En
este contexto, una industrialización limitada a la sustitución de importa-
ciones de productos manufacturados extranjeros y abastezca el mercado
interno sin modificar fundamentalmente la estructura económica es la
alternativa donde coinciden los diferentes sectores de la clase dominante
y el capital extranjero
En 1940, el “Plan de Reactivación Económica” –presentado ya bajo
la presidencia de Castillo por el nuevamente ministro de economía Fe-
derico Pinedo y su asesor Raúl Prebisch– es el intento de adecuarse la
nueva realidad internacional integrando al país bajo la órbita de Estados
Unidos. Su fracaso demuestra la incapacidad de la burguesía dependien-
te argentina de encarar un proceso de industrialización que modifique
estructuralmente la situación anterior a 1929. Esta incapacidad no es
producto de alguna tara congénita. El “acuerdo patriótico” que reque-
ría Pinedo a radicales y conservadores fue un fracaso político debido al
fraccionamiento interno de la burguesía argentina. Esto le impidió a las
diferentes fracciones del capital resolver la crisis de legitimidad, y sin un
bloque de poder que la impulse ninguna política económica es posible.13
13 Considerado por algunos un “New Deal” local, el Plan proponía una industrialización
limitada y el incremento de la demanda interna para reactivar el aparato productivo
y absorber los stocks de cereales que no tenían destino externo a causa de la guerra.
25
 No existió alianza de clases entre la burguesía terrateniente y la
burguesía industrial, sino que la crisis mundial impuso una política di-
versificada en lo económico. Junto a la alianza con Inglaterra los gobier-
nos conservadores deben permitir el desarrollo industrial limitado para
abastecer el mercado interno y evitar la crisis de la balanza comercial por
el drenaje de divisas por las importaciones. Entonces, en la industriali-
zación sustitutiva de importaciones de bienes de consumo no duradero
coinciden la fracción más poderosa de los terratenientes (ya garantizados
sus negocios con el Pacto Roca – Runciman) con los intereses de los in-
dustriales de la UIA ligados al capital extranjero, y del capital extranjero
en general y norteamericano en particular. Esta coincidencia permite la
instalación de industrias livianas que no signifiquen una transformación
radical del proceso productivo y aseguran una inversión lucrativa al capi-
tal extranjero radicado en el país. Esto demuestra que “la penetración del
capital extranjero permitiría explicar por qué la fracción más poderosa
de la burguesía industrial es incapaz de proponer un modelo de indus-
trialización que entre en contradicción con los intereses de la oligarquía
terrateniente (Peralta Ramos pp.63/73)
Al mismo tiempo; favorecido por la existencia de materia prima local,
mano de obra barata y un mercado interno de consumo en expansión;
surge un nuevo actor social decisivo en el surgimiento del peronismo: el
sector de pequeños y medianos industriales de origen local que adquieren
una gran importancia sobre todo en algunas ramas de la industria que
cuentan con materia prima local como la textil14 y de la metalúrgica livia-
na. Según el Censo Industrial de 1935, el 42,4% de la producción indus-
Proponía un control selectivo de las importaciones que resolviera el déficit de la balanza
comercial y al mismo tiempo ayudara al sector industrial. Para desarrollar el comercio
con Estados Unidos, ya de nuevo el principal acreedor de la Argentina, se proponían
medidas para impulsar las exportaciones hacia ese destino. A cambio se estimulaba
la penetración de productos norteamericanos y se trataba de financiar una parte de
esas importaciones con un crédito de ese país. La diplomacia inglesa consideró el plan
“resultado de fuerzas políticas irresponsables” y acusó a Pinedo de “ser más amigo de
Estados Unidos que del Reino Unido” El plan fue apoyado por la UIA que nucleaba a
las empresas más poderosas ligadas al capital extranjero (Luis Colombo su presidente
entre 1926 y 1946 estaba ligado al grupo inglés Lengs Roberts y había sido gerente de
la gran bodega Tomba ) y con alguna reticencia por la Sociedad Rural. Se opusieron las
organizaciones rurales del interior que representaban los ganaderos criadores, exclui-
dos del pacto Roca Runciman. El proyecto fue aprobado en el Senado por el apoyo de los
conservadores y en diputados no llegó a tratarse. (Foreign Office, A 1670/79;A 818/201/2
en Rapoport pp. 256/265)
14 Por ejemplo: el cultivo del algodón abasteció de materia prima a la industria textil
local que creció a una tasa anual del 11% ente 1929 y 1939. Lo mismo sucedió con di-
ferentes ramas de la producción alimenticia. En 1929, nuestro país importaba 39.000
toneladas de aceite comestible y producía 19.000 al iniciarse la guerra, en 1939 la
importación había descendido a 9.300 toneladas y la producción nacional llegaba a
85.000.
En otras ramas de la producción como la del cemento las cifras son también ilustrati-
vas. En 1930 se importaron 430.000 toneladas de cemento, mientras que en el país se
producían 260.000. En 1939, la importación había bajado a 20.000 toneladas y la pro-
ducción nacional había subido a 1.130.000 toneladas (Calello, Peronismo y... p.13).
26
trial era producida por el 98,6 % de los establecimientos de origen local.
Los establecimientos sin personal o con hasta 10 operarios constituían el
85% del total y los considerados como empresas pequeñas el 11%.15
Citar algunos de los más conocidos permite apreciar su importancia
en el desarrollo del mercado interno: Quaretta (Volcán), Di Tella (Siam),
Miranda –primer ministro de economía de Perón– (Talleres Metalúrgi-
cos Miranda), Campomar (textil), Pagani (Arcor), Fortabat (Loma Ne-
gra), Saccol (heladeras), Rocca (Techint), Madanes (FATE), Bachkellian,
(Gatic), Pescarmona ( Impsa), Vainer (Oro Azul), Cao Saravia (Emepa),
Minetti (cemento), Maroglio (aceite), Vasalli (cosechadoras) Protto (meta-
lúrgico), Roggio, (construcciones), Heynequen (calefones), Salvo (Eslabón
de Lujo), Podolsky (dentífrico)
Con el Banco Central controlado por la banca extranjera, y el cré-
dito orientado hacia los sectores agro–exportadores e industriales más
poderosos, este sector debe abrirse paso a empujones en una competencia
desigual con el capital extranjero. Para su subsistencia y desarrollo ne-
cesitará que las políticas estatales se modifiquen y lo protejan y aliarse
con quienes coincide en el desarrollo del mercado interno nacional: los
asalariados consumidores.
Sintetizando: interesa destacar que ya antes de la Segunda Guerra
Mundial, nos encontramos con una diferenciación entre los propietarios
del capital que llevan adelante la industrialización de bienes de consu-
mo. Este dato es central para analizar el surgimiento del peronismo
original, nos muestra dos sectores industriales con intereses diferencia-
dos que participan de este proceso: a) el capital extranjero, en particular
el norteamericano; b) los pequeños y medianos industriales locales cuya
subsistencia y desarrollo en esta etapa requiere de alianzas con otras
fracciones sociales.
Los trabajadores en la década del 30
En la búsqueda de elementos que aporten a la comprensión de la
situación de los trabajadores y el movimiento obrero en los años previos
al peronismo debemos tener en cuenta:
a) los cambios cualitativos y cuantitativos producidos en la composi-
ción de la clase obrera a partir de la crisis y cuáles eran sus condiciones
de vida y de trabajo.
b) la relación del movimiento obrero organizado sindicalmente con
el Estado.
c) la práctica de las organizaciones políticas y gremiales que se pro-
ponían representar los intereses obreros y populares.
Como dijimos, la industria se convierte en el factor dinámico de la
economía. Los datos censales nos indican que el crecimiento industrial
entre 1935 y 1937 iguala aproximadamente al logrado entre 1914 y 1935.
15 Cuando decimos empresas de origen local o nacional nos referimos al capital no a
la nacionalidad de sus dueños muchos de los cuales son inmigrantes o hijos de inmi-
grantes.
27
Tomados por quinquenio, los datos nos muestran cifras significativas de
crecimiento industrial en relación al PBI: entre 1930–34 crece un 6% y
entre 1935–39 un 25%.
En 1935 el 25% de los establecimientos industriales censados se ha-
bían fundado después de 1931 y la proporción era mayor aún en las ra-
mas del caucho y sus derivados (65%) y en textiles (34%). Esta última,
tenía 37.000 personas empleadas en 1932 y 63.000 en 1939.
Es un capitalismo con una organización poco compleja tecnológica-
mente que no requiere de grandes inversiones de capital. Crece incorpo-
rando mano de obra al proceso de trabajo; entre 1935 y 1946 los em-
pleos industriales pasaron de 396.303 a 899.032.
A lo largo de la década, este crecimiento cuantitativo se va a traducir
en un creciente protagonismo de una clase obrera de reciente incorpora-
ción al proceso de trabajo, lo que implica trascendentes cambios cualita-
tivos en su conformación. “...la clase obrera concluye un período formativo
y comienza una etapa de transición: de los obreros inmigrantes extranje-
ros se pasa a constituir un proletariado nativo cada vez más determinante
(...) se ha producido una migración campo–ciudad favorecida por la crisis
de 1929 (Plá.142/53).
Los sucesivos gobiernos de la década tuvieron una política restrictiva
de la inmigración europea que desde 1930 se reduce a cifras insignifi-
cantes y es reemplazada por las migraciones internas como proveedoras
de mano de obra obra industrial.16 Entre 1921 y 1930, llegaron 878.000
extranjeros. Entre 1931 y 1940, esta cifra descendió a 72.700, volviendo a
caer entre 1941 y 1946 a 33.000 inmigrantes.
La migración interna esta constituida por los peones rurales, arren-
datarios y pequeños propietarios expulsados del campo por los tradicio-
nales problemas derivados de la tenencia de la tierra, agudizados por la
crisis y el avance de la ganadería sobre la agricultura.
16 En diciembre de 1930, Uriburu establece que los inmigrantes debían pagar un
arancel de diez pesos oro, en sus lugares de origen, para lograr el visado de sus certi-
ficados de buena conducta y salud. En 1932, cuando un censo de desocupados arroja
un total de 333.997 personas en esa condición, Justo promulga un decreto llamado
“Defensa de los Trabajadores Argentinos”. Por él se ordenaba a los cónsules argen-
tinos en el extranjero la suspensión de los permisos de desembarco y de los visados
de documentos a los inmigrantes que no tuviesen ocupación garantizada. A partir de
1936, con el alza de los conflictos y una huelga general donde se produjeron fuertes
enfrentamientos con muertos y heridos, se producen cambios en los fundamentos de
las restricciones a la inmigración. Un decreto de octubre de ese año expresaba en sus
considerandos “que las circunstancias actuales exigen extremar las medidas de control
y vigilancia del movimiento de pasajeros con destino al país, tendientes a evitar infil-
traciones en el mismo de elementos que pueden constituir un peligro para la salud físi-
ca o moral de nuestra población o conspiren contra la estabilidad de las instituciones
creadas por la Constitución Nacional”.
En julio de 1938 bajo la presidencia de Roberto Ortiz se establecen restricciones aún
más fuertes. En un decreto se ordena “reprimir el ingreso clandestino de refugiados–
mayoritariamente judíos centroeuropeos– procedentes de la Europa nazi”. Se establece
un sistema de control policial y administrativo a la inmigración que está fundamenta-
do explícitamente en la desocupación y la caída de la producción agrícola.
28
Al mismo tiempo, la industria se encuentra en el momento del proce-
so de trabajo donde se produce el pasaje de las artesanías y las manufac-
turas a la producción en serie. Los trabajadores pierden el control del pro-
ceso de trabajo y no se requiere de mano de obra altamente especializada.
Así estos migrantes de origen rural se transforman con relativa facilidad
en obreros industriales lo que da lugar a una importante transformación
en la composición de la clase obrera.
Entre 1914 y 1947 (fechas de los censos de población realizados) los
extranjeros pasaron del 47% de la población al 22%. A su vez, el por-
centaje de nativos censados fuera de su lugar natal aumentó entre esos
años del 14 al 25%. Siendo la mayoría de esos migrantes, peones rurales,
chacareros arrendatarios, pequeños propietarios rurales y comerciantes
arruinados que van a formar parte del nuevo proletariado urbano.
Alrededor del 50 % de estos migrantes provenían de las zonas ce-
realeras (Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, La Pampa) y su
principal destino era la Capital Federal y su periferia que recibieron,
entre 1936 y 1943, un promedio de 85.00 nuevos habitantes por año. Este
conglomerado y la provincia de Bs. As. reunían, en 1935, el 59% de los
establecimientos industriales, con el 71% de los obreros ocupados, el 70%
de la fuerza motriz y el 65% de las inversiones (Del Campo p.35/37).
José Peter, dirigente comunista del gremio de la carne hasta 1945,
hablando de migración de su provincia natal, dice en sus memorias: “No
resultaba fácil alejarme de todo aquello que me era tan querido y entra-
ñable. Pero no había más remedio, el hambre y la pobreza son crueles y no
admiten términos medios: o se muere de hambre o se lucha contra él bus-
cando otros horizontes (…) harto de dormir bajo los talas, sobre la paja de
las trilladoras o sobre sucios cueros en las estancias (…) ya se había hecho
carne en mí, de incorporarme al trabajo del frigorífico”. Donde suponía:
“tendrían otros problemas (…) que el hambre y la miseria del campo en-
trerriano”. Al describir la situación de la población trabajadora rural dice:
“Las crisis del 20 y 30 fueron las más terribles y devastadoras. Nuestra
tierra se vio cubierta literalmente por legiones de desocupados, que vaga-
ban sin rumbo ni destino, no ya en busca de trabajo, que eso era quimérico
e imposible; esos miles y miles de hermanos y compañeros trashumantes
constituían una caravana interminable en constante movimiento porque
no tenían siquiera la posibilidad de habitar un lugar en forma duradera,
porque en ningún lado había qué comer (…)” El pasaje de peón rural a
obrero fue para él un “… gran acontecimiento. Estaba tan contento, dicho-
so quizá tal era la alegría que sentía. Ahora ya me consideraba un obrero
de los frigoríficos”. (Peter p. 20–24)
La alegría que trasmite Peter por su nuevo empleo, solo puede expli-
carse por la mejora comparativa que significaba en la vida de un peón ru-
ral. Las condiciones de vida de los asalariados industriales estaban lejos
de ser dignas. Los salarios nominales disminuyeron un 19% entre 1929 y
1932, en 1934 representaban un 77% del nivel de 1929, para comenzar a
subir en forma lenta y solo en 1942 superaron los niveles de 1929.
Hasta 1942, el salario real quedó siempre por debajo del de 1929.
Entre 1942 y 1944 subió un 17 %. En 1945, a la par de la confrontación
29
social y política, hubo una gran inflación y el salario se mantuvo gracias a
la introducción del aguinaldo para tener un leve aumento en 1946. Hacia
el final de la década cuando los salarios tendían a mejorar tuvieron esta
relación con el costo de la canasta básica:
1939–43: precios + 87 % ; salarios + 36 %; diferencia –51.
En los inicios del peronismo la relación es favorable al salario:
1943–46; precios + 13 % salarios + 19 %; diferencia + 6.
(Del Campo p.42)
La insuficiencia del salario para cubrir necesidades básicas era re-
conocida por organismos oficiales. Por ejemplo: en 1933 el Departamen-
to Nacional del Trabajo calculaba el presupuesto de una familia tipo en
130,15$ mientras el salario medio era de 119,89 $. En 1937 los mismos
rubros se estimaban en 164,19 $ y 127,26 $, respectivamente. Otras es-
timaciones amplían aún más la brecha: para la Revista de Economía Ar-
gentina en 1940, el 50% de los trabajadores ganaba menos de 100 $ y el
80 % menos de 150 $ (Del Campo pp. 41/45). El déficit del presupuesto
familiar básico era cubierto por el trabajo de las mujeres y los niños que
representaba el 21 % de la mano de obra industrial y un porcentaje aún
mayor en varias ramas de la industria (Dirección Gral. De Estadística y
Censo 1941 p.46/68).
Otro indicador que revela las condiciones de vida obreras es el alto
porcentaje del presupuesto destinado a alimentación –57%– y vivienda
–20%– en 1937. Si el rubro vivienda no es muy alto, se debe a que el 59
% de las familias obreras vivía ese año en una sola pieza de 16 a 20 m2,
sin otra abertura que la puerta. El 64% de las familias que ocupaban una
sola pieza estaba compuesta por más de cuatro personas, el 77% no tenía
baño exclusivo y el 46 % carecía de agua corriente. Solo un 30% de las
familias obreras ocupaba dos piezas.
En cuanto a las condiciones de salubridad y seguridad del trabajo en
la casi totalidad de los casos, eran fijados unilateralmente por la patro-
nal. Respecto a la jornada de trabajo: el censo de 1935 nos dice que más
de la mitad de los trabajadores cumplían 48 horas de trabajo semanal
reconocido. Este dato debe ubicarse en el contexto de lo que significaba
reconocer una situación de explotación a un censista del Estado de esa
década.
La firma de convenios colectivos comenzó a extenderse durante la
segunda mitad de la década. Entre 1936 y 1943, se firmaron 82 convenios
en la Capital Federal y 660 en la provincia de Buenos Aires; en su mayo-
ría, se trataba de convenios por empresa o de carácter local que abarca-
ban a escaso número de trabajadores. Aún en el caso de que existieran,
era escaso el cumplimiento por parte de las patronales lo mismo que la
leyes laborales.
Hasta 1943, la disposición del Estado para hacer cumplir las leyes
fue escasa. La Federación de Empleados de Comercio luchó para que en
30
el Código de Comercio se incluyera el derecho a indemnización por despi-
do y a licencia por enfermedad. Habiendo logrado su sanción parlamen-
taria, la ley fue vetada por Justo en 1932 y promulgada dos años después
finalmente como Ley 11.729. La reacción de la UIA consiguió que la Corte
Suprema declarara inconstitucional uno de sus artículos.
Sebastián Borro protagonista de la época, militante y dirigente sindi-
cal durante décadas, confirma esta realidad: “…allá por el año39, cuando
yo empecé a trabajar en un taller mecánico a aprender el oficio de tornero
(…) aparecía un afiliado al gremio y tenía miedo de mostrar el carnet
porque ese carnet significaba apaleo (…) yo me había afiliado en el año
41 (…) yo también escondía el carnet porque podía ir preso (…) Pero vie-
ne esa transformación ( se refiere al golpe de junio de 1943 que dispuso
la libre afiliación sindical) donde se comienza la afiliación en el orden
nacional (…) Alfredo Palacios dio a este país una ley la 11.729 donde se
garantizaban los derechos de los trabajadores. Esta ley no se cumplía, fue
aprobada en 1928 y no se cumplía en forma total porque, parcialmente,
algo se cumplía a través de ese movimiento que había tomado el poder
en 1943. Se amplía esa ley y se garantiza el derecho a las vacaciones, el
derecho a pago de enfermedad. Mi padre trabajaba conmigo en el taller;
después de haber trabajado desde la Semana Trágica de Vasena en el
año 19 y hasta esa época, el año43, 44, tenía 25 años trabajados y jamás
le habían dado un día de vacaciones y siempre que se enfermaba tenía
que ir a trabajar enfermo porque sino no percibía el jornal (…) (Centro de
Estudios J.C.Mariátegui …pp.73/77)
Los años entre 1930 y 1935 son de extrema debilidad para la clase
obrera. Su capacidad de resistencia para mejorar sus condiciones de vida
y de trabajo se ve duramente golpeada por la alta tasa de desocupación y
la represión del gobierno de Uriburu, continuada en forma selectiva por
Justo.
Como muestra el primero de los cuadros siguientes, las huelgas
se redujeron al mínimo en 1931 para llegar a sus más bajos niveles en
1933/34. Estas son las cifras de conflictos más bajas desde 1907, lo que
indica la situación de retroceso de la resistencia de los trabajadores. A
partir de 1934/35 el ritmo de la ocupación crece en forma sostenida. Con
esta recuperación del empleo, aumenta el número de huelgas que llega al
pico máximo de la década en 1935/36 y son más prolongadas como mues-
tra el cuadro siguiente. También en 1935 (debido en gran parte, al fin de
la abstención electoral del radicalismo y de los intentos de los militares
yrigoyenistas por recuperar el gobierno) se levanta una vez más el Estado
de Sitio y vemos un aumento de los trabajadores participantes en huelgas
y en reuniones sindicales.
Pero nos interesa destacar cuál fue el resultado de esa mayor con-
frontación con las patronales. Esto nos lo muestra el segundo cuadro.
31
 Cuadro 1 con las fuerzas policiales no llevaron a la formación de una fuerza de ma-
Cantidad de huelgas sas que articulara ese enfrentamiento con una propuesta política dirigida a
Número índice 1929 = 100 cuestionar radicalmente las relaciones sociales capitalistas Como indican las
Año Huelgas Huelguistas Días de huelga Reuniones sindicales cifras del cuadro anterior aumenta el porcentaje de las huelgas que aparecen
resueltas como “transigidas”. Esto supone la negociación con intervención
1930 111 104 153
de algún organismo estatal. Según los criterios del DNT (presentados en
1931 38 16 12 número índice: publicaciones anteriores a 1930), el concepto de “transigida” diferenciado del
1932 93 132 284 1935 = 100 de “perdida”, suponía la resolución del conflicto a través de la negociación,
1933 46 12 9 con intervención del organismo estatal y donde al menos una parte de las
demandas de los trabajadores habían sido obtenidas en esta negociación.
1934 37 92 162
Junto con esta alza de la resistencia obrera, desde 1933 se llevan a
1935 61 184 573 100 cabo conflictos impulsados por sectores sociales no asalariados, urbanos
1936 96 302 294 142 y rurales, afectados por las condiciones monopólicas17 que imponían los
1937 73 177 113 126 grandes capitales en el comercio o los servicios públicos.
La restauración oligárquica había reemplazado el deterioro de las
1938 39 31 50 129
mediaciones políticas partidarias, como garantes de la dominación; pri-
1939 43 70 53 125 mero sólo con la represión. En la segunda mitad de la década, cuando la
1940 47 45 49 109 resistencia obrera aumenta y confluyen con ella otras fracciones sociales,
(Fuentes Dirección Nacional del Trabajo, Investigaciones sociales frente al conflicto social surgen otras formas de participación estatal. Así
1939 pp. 49–50 y Dirección de Estadística Social Investigaciones sociales, aparece activamente la intermediación de un organismo estatal como la
1943–45 pp. 13 y 15 en Del Campo Hugo, p.48) Dirección Nacional del Trabajo (DNT). Esta repartición creada en 1912,
que hasta entonces se había dedicado a elaborar material estadístico am-
Cuadro 2 plía su acción. Inspirada en la necesidad de evitar la agudización de las
luchas sociales su participación en los conflictos se convierte en una prác-
Resultados obtenidos por los huelguistas sobre el total de tica cada vez más frecuente.18
obreros en huelga En 1935, con su intervención en una huelga del gremio de la confección,
Segunda mitad de la década (en porcentajes) logró por primera vez que patrones y trabajadores se comprometieran a
aceptar obligatoriamente su resolución arbitral. En el prolongado conflic-
Año Ganadas Perdidas Transigidas
17 Desde 1933 se desarrollaron luchas en que los trabajadores tuvieron como aliados
1934 2,41% 55,93% 41,66% a pequeños propietarios o arrendatarios rurales: en el sur de Santa Fe (1933 y 1935),
1935 55,81% 7,76% 36,18% Chaco (1934 y 1936), Misiones (1936), éstos organizaron Juntas de Defensa de la Pro-
ducción contra los monopolios que controlaban el comercio de granos y del algodón. En
1936 14,72% 11,15% 74,07% Chaco y Misiones hubo fuertes choques con la policía y las protestas fueron desarticu-
1937 8,23% 3,57% 88,20% ladas por la represión. El 21 de setiembre de 1936 se produjo un paro general decla-
rado por el Comité Intersindical contra el Monopolio del Transporte (impulsado por
1938 11,33% 13,81% 74,68% los comunistas) que tuvo la adhesión de los gremios de madereros, pintores, yeseros,
1939 18,39% 6,30% 75,31% albañiles, metalúrgicos, gastronómicos, Luz y Fuerza, expendedores de nafta y asocia-
ciones de pequeños propietarios afectados por las leyes que entregaban el transporte
al monopolio inglés; colectiveros y taxistas, que la declararon por tiempo indetermina-
(Fuente: Dirección Nacional del Trabajo, Estadísticas de las huel-
do. Los locales sindicales fueron clausurados por la policía. (Iñigo Carrera, p.54)
gas, 1940 p. 32 en Portantiero y Murmis opus cit.p. 89)
18 El jefe de la División de Estadística del Trabajo José Miguel Figuerola – antiguo
Desde 1935, con el aumento del empleo hay mayor cantidad de huel- funcionario de la dictadura de Primo de Rivera en España luego asesor técnico de
Perón en la organización de la Secretaría de Trabajo y Previsión – expone claramente
gas, de trabajadores participantes y de reuniones sindicales. Aumenta
la doctrina que guió a ese organismo: escribía el 18 de marzo de 1943: “De la dosis de
el número de huelgas y el nivel de enfrentamiento. En enero de 1936 justicia con que se equilibran las fuerzas que interviene en la producción, cambio y
se produce una gran huelga general de solidaridad con una prolongada consumo de riqueza depende el bienestar de los ciudadanos y la paz y el progreso de los
huelga de los obreros de la construcción iniciada a fines del 35 que lleva a pueblos(…) Si las reglas que garantizan los derechos y exigen el cumplimiento de las
violentos enfrentamientos con muertos heridos, y numerosos detenidos. obligaciones no son aceptadas de modo espontáneo, debe imponerse imperativamente
Sin embargo, la violencia callejera y la extensión de los enfrentamientos su acatamiento(…), la legislación del trabajo ha hecho menos agudas las luchas socia-
les encauzando las divergencias (...)” (Del Campo 52)

32 33
to del gremio de la construcción y la violenta huelga general de enero de
1936 este organismo logra que las empresas –que se negaban a concertar
un convenio colectivo– aceptaran registrar sus ofertas salariales en un
Registro de Salarios Mínimos y a integrar una comisión que controlara el
cumplimientos de los acuerdo logrados.
La intervención del Estado en la “cuestión social”, no se limitaba a
negociar las huelgas. En 1937, por ejemplo, se proyectó un sistema nacio-
nal para la fijación de salarios mínimos y, aunque no llegó a concretarse
ese proyecto, dos años después se estableció por decreto que los salarios
fijados en los convenios colectivos debían ser considerados como los míni-
mos en las respectivas ramas. En 1939, la Comisión Nacional para Com-
batir la Desocupación proponía la creación de un ministerio de Trabajo y
Acción Social y, desde 1940, el gobierno comenzó a dictar leyes, decretos
y resoluciones ministeriales reglamentando las condiciones de trabajo en
diferentes actividades.
El gobernador de Buenos Aires Manuel Fresco (1936 –40)19 llevó
a la práctica esta tendencia intervencionista en forma decidida. En el
mensaje a la Legislatura acompañando un proyecto de reorganización,
el Departamento del Trabajo provincial exponía su visión de cómo en-
carar el conflicto social: “Los dos factores que concurren a la economía y
a la producción – el capital y el trabajo– no deben ser considerados como
fuerzas esencialmente contradictorias y en pugna permanente por fatali-
dad histórica, sino destinadas a la armonía y el equilibrio (…) El Estado
debe intervenir con sus instrumentos legales de autoridad toda vez que
el equilibrio sea roto(…) y toda vez que el abuso de alguna de las partes
amenace, o bien el sentido de justicia(…) o bien el sentido de nacionalidad
y el orden social”
En cuanto a las organizaciones sindicales, afirmaba el proyecto que
“el gobierno estaba lejos de ser enemigo de los trabajadores y su organiza-
ción en sindicatos”. La invitación al diálogo iba acompañada de amenazas
que ponían claros límites a los reclamos gremiales; en 1937, le decía a
una de las CGT que lo visitaba: “... mientras los trabajadores, como en
este caso (un reclamo de aumento salarial para los textiles) me presenten
situaciones de justicia, los apoyaré con toda resolución. Pero les preven-
go que mi gobierno no tolerará perturbaciones ni desórdenes de ninguna
especie. Las reprimiré con la misma energía con que apoyaré las causas
justas de los obreros. (El Día 26–2–37, en del Campo p.55)
Frente a esta combinación de represión y diálogo ante mo-
destos reclamos económicos que llevó adelante el gobierno con-
servador, ¿cómo respondió el movimiento obrero?
La respuesta a esta pregunta nos ubica en la real relación del movi-
miento obrero con el Estado en los inicios de la década del 40 y permite
desmentir las versiones de una súbita vinculación del sindicalismo con el
Estado a partir de 1943.
La declinación de las políticas obreras que impulsaban la confronta-
19 Fresco apoyó la candidatura presidencial de Perón en 1946 y Armando Spinelli,
jefe del Departamento provincial del Trabajo durante su gobierno, fue colaborador de
Perón en la Secretaría de Trabajo como Director General de Trabajo.
34
ción frontal y sin mediaciones con el Estado se inicia en 1919 y se profun-
diza a partir de 1930 y en 1936 –luego de la huelga general de solidaridad
con los obreros de la construcción – ya es definitiva.
Esto no significa que desaparezca la resistencia de los trabajadores
sino que el crecimiento cuantitativo de la clase obrera con un peso cre-
ciente en el proceso productivo se traduce –como señalan los datos de
huelgas negociadas– en una fuerte tendencia a resolver los conflictos ins-
titucionalmente. Aumenta la capacidad de negociación del movimiento
obrero lo que ubica a las organizaciones sindicales en un creciente prota-
gonismo frente a los poderes públicos.
Los dirigentes sindicales surgen como interlocutores de un
Estado que esta perdiendo a los sectores medios como su base
sustentación y se plantea atemperar el conflicto con una clase
obrera a la que el nuevo desarrollo del capital precisa como pro-
ductora y consumidora. La pérdida de legitimidad del sistema
político institucional y la escasa inserción de los trabajadores en
la vida político–electoral potenciaban ese rol sindical de interlo-
cutor privilegiado del poder estatal.
Para ubicarnos en la real relación de los trabajadores con el sistema
político–institucional, recordemos que Yrigoyen – el gobierno más popu-
lar hasta ese momento– había sido elegido con el 8% de los votos del total
de la población argentina.20 Teniendo en cuenta que la mayor parte de los
extranjeros no nacionalizados pertenecían a la clase obrera puede inferir-
se que la cantidad de trabajadores que lo habían votado era menor a ese
porcentaje. Por lo tanto que esta exclusión del sistema político institucio-
nal tenía un sesgo de clase definido.
Por otra parte, con los gobiernos radicales los dirigentes sindicales
habían aprendido que la más brutal de las represiones para unos–como
las matanzas masivas de la Semana de Enero (Trágica) de 1919, los fu-
silamientos de la Patagonia en 1921, las matanzas de peones indígenas
en el Chaco en 1924 y la represión en el campo bonaerense en la década
del 20–, podía ir acompañada de concesiones para otros, y comenzaban a
adecuarse a esa realidad.
Veinte días después del golpe de estado, el 27 de setiembre, se cons-
tituyó la CGT. Producto de gestiones de unidad iniciadas en 1928 entre
la Confederación Obrera Argentina (COA) donde confluían gremios diri-
gidos por independientes y por socialistas, y la Unión Sindical Argentina
(USA) de tendencia sindicalista; este grupo proponía la independencia
de los trabajadores de los partidos políticos, el sindicato como su herra-
mienta política y a la huelga como el mecanismo para desarrollar la con-
20 En las elecciones de 1928, no votaban los habitantes de los territorios naciona-
les, los menores de 18 años, las mujeres y los extranjeros. Sobre una población de
10.563.597 personas, votaron por la fórmula Hipólito Yrigoyen – Enrique Martínez
839.140 ciudadanos, lo que representa el 8%. A falta de censo de población en 1928,
el cálculo de la población de ese año fue realizado con los datos de los censos de 1914
y 1947, según la hipótesis de crecimiento geométrico a una tasa anual del 20.5%, por
la Dirección Nacional de Investigaciones Demológicas de Ministerio de Salud de la
Nación. Buenos Aires, marzo de 1951. (Documento archivo INDEC M.813)
35
ciencia obrera21.
Esta nueva CGT, dirigida por el sector sindicalista durante la pri-
mera mitad de la década, se comprometía en su acta fundacional a ser:
“independiente de todos los partidos políticos y agrupaciones ideológicas”
y plantea un programa mínimo que reclama, entre otros puntos: “1º) Re-
conocimiento de los sindicatos (…) serán considerados como instituciones
de bien público. 2º) Jornadas de trabajo y vacaciones. 8 horas de trabajo
para adultos en trabajos diurnos y 6 en trabajos nocturnos y en las in-
dustrias insalubres. (…) Vacaciones anuales con goce de sueldo. 3º) (…)
Salario mínimo fijado periódicamente por comisiones integradas por re-
presentantes de los sindicatos obreros y de organizaciones patronales de
industria o región. Establecimiento del seguro nacional sobre desocupa-
ción, enfermedad, vejez y maternidad. 4º) Intervención obrera. Interven-
ción y contralor de la organización obrera en diferentes organismos del
Estado. (…)” Otros puntos se referían a protección a la maternidad, la
participación sindical en las agencias de colocación. Carestía de la vida.
Estabilidad para los empleados públicos. Accidentes de trabajo y deroga-
ción de la ley 4144 de Residencia.
La modestia de los reclamos muestra la situación de debilidad en
que el movimiento obrero debió actuar durante esos primeros años de
21 La Federación Obrera de la Región Argentina (FORA), en su IX Congreso de 1915,
se había dividido entre los que se reivindicaban anarco –comunistas y niegan la in-
termediación del Estado en las relaciones obrero–patronales, y los que formarán el
anarco sindicalismo o sindicalistas. Esta tendencia del movimiento obrero nace como
un desprendimiento del Partido Socialista (PS) en 1906 con la consigna: “todo el poder
a los sindicatos”. Toma de George Sorel (1847–1922) – pensador y militante francés–
la idea del sindicato y la huelga como los medios para desarrollar la conciencia de la
clase obrera. Sus militantes llaman a los trabajadores a mantenerse lejos de los que
llaman los “intelectuales y los profesionales” de la política. Proclaman a la huelga
general como el método para lograr la “muerte momentánea del capitalismo” y renun-
cian a toda acción parlamentaria. De esta manera el sindicato se convierte en la única
organización capaz de representar a la clase obrera en su enfrentamiento con el Es-
tado. La “prescindencia política” que en la primera década del siglo les había servido
para combatir el parlamentarismo evolucionista del PS, a partir del primer gobierno
radical, se convierte en la explicación que justifica la negociación desde la estructura
sindical con los diferentes gobiernos del Estado. La herencia de esta práctica negocia-
dora, iniciada con el primer gobierno de Yrigoyen reaparecerá en las nuevas condicio-
nes del capitalismo que hemos reseñado. Esta tendencia disputa con los socialistas la
conducción de la CGT durante la década del 30, lo que lleva a la división de ésta en
1935. Como veremos, muchos militantes de esta filiación (Aníbal Villaflor, Luis Gay,
Cipriano Reyes) participarán desde la Unión Sindical Argentina (USA) en la organiza-
ción de las movilizaciones del 17 de octubre (Cuando la palabra sindicalista aparezca
en negrita en este trabajo se estará refiriendo a esta tendencia sindical). En 1915, la
fracción minoritaria se niega a abandonar la definición de anarco–comunismo que se
había adoptado en el V Congreso de 1905. Fuertes diferencias entre ambas aparecen
ya en la Semana de Enero de 1919. En la huelga general de enero de 1936 pretenden
“mantener condiciones sociales que ya no existen, las del predominio del oficio en la
producción y la relación directa entre obreros y patrones sin injerencia gubernamental
en las disputas por el precio de la fuerza de trabajo (...)” (Iñigo Carrera, p281) y perde-
rán todo peso en el movimiento obrero.
36
represión generalizada. Vemos además que el reconocimiento de los
sindicatos como instituciones de bien público y la participación
sindical en los organismos estatales aparece como una de las rei-
vindicaciones planteadas. Objetivo que sólo será logrado plenamente
a partir de 1945.
Ya con Justo “elegido” (noviembre de 1931), en enero de 1932, en el
primer número de su Boletín mensual informativo, la CGT hacía un resu-
men de la obra realizada y no se engañaba acerca de su tarea: señalando
los difíciles momentos en que se había desempeñado; decía textualmente ”
de ahí que ella no resulte en extremo abultada”. Sus principales logros ha-
bían sido obtener la libertad de 225 presos gremiales y lograr la conmuta-
ción de la pena de muerte para tres choferes del sindicato anarquista que
se habían tiroteado con la policía. Para lograr esta conmutación, reconoce
que “no se vaciló en prescindir de ciertos principios”. La nota impuesta
por Uriburu para acceder a la petición decía: La CGT,(…) convencida de
la obra de renovación administrativa del gobierno provisional y dispuesta
a apoyarlo como está en su obra de justicia institucional y social(…) Con-
vencida esta Confederación de que el gobierno provisional no mantiene en
vigencia la ley marcial sino para asegurar la tranquilidad pública y para
hacer respetar el prestigio y la autoridad del gobierno, aún más, enten-
diendo que los procedimientos y sentencias se han ajustado en absoluto
a los reglamentos militares promueve esta gestión invocando como única
razón que los condenados no registran antecedentes (Del Campo p.71)
Otro de los “triunfos” obtenidos era la anulación de la exigencia del
certificado de buena conducta para trabajar en el puerto. Infructuosa-
mente había solicitado la anulación del estado de sitio y había fracasado
en impedir que Uriburu se despidiera del gobierno, deportando a la Italia
fascista a 150 trabajadores.
El 15 de febrero de 1932, el segundo número de Boletín cegetista de-
cía: “El gobierno surgido del levantamiento del 6 de septiembre de 1930(…)
ha hecho caer sobre las espaldas de los trabajadores organizados, que no
tenían vínculo alguno con el depuesto (…), todo el peso de su fuerza coer-
citiva. Como consecuencia de las medidas adoptadas para asegurar el
“orden” el nivel de vida de los obreros ha descendido hasta el punto de ser
hoy limítrofe con el hambre” (…) Por millares se cuentan los que sin causa
real han desfilado por las cárceles del país; varios centenares de ellos per-
manecen aún detenidos o han sido confinados en el presidio de Ushuaia,
recluidos en desguarnecidos galpones de zinc, y suman numerosísimos
contingentes los que han sido desterrados del país. Y cuando por la proxi-
midad de la vuelta al régimen constitucional era lógico que la infinidad
de los trabajadores que llevan largos meses de detención esperaran ser
puestos en libertad (…) el gobierno, en una muestra de refinada e inútil
crueldad, ordena su expulsión del país para ser entregados a regímenes
condenados por la opinión libre del mundo.”(Del Campo pp.72/73)
La comprobación de que la brutalidad represiva de Uriburu estaba
dirigida principalmente contra los trabajadores, no solo hace a los diri-
gentes sindicalistas considerar al gobierno fraudulento y conservador
de Justo como “régimen constitucional”, sino también olvidar su rechazo
37
a los “profesionales de la política”. El 18 de junio de 1932 ante los ru-
mores de un golpe militar la CGT participa, por primera vez de
un acto en busca de alianzas políticas: un “mitín de la libertad” con-
vocado por el Partido Socialista y otros partidos. Uno de sus dirigentes
dijo en su discurso: “”la clase trabajadora que había observado con indi-
ferencia el golpe de Estado del 6 de septiembre, no permitiría en estas cir-
cunstancias la ejecución de un hecho igual o parecido”. ( del Campo p.73)
En diciembre, la FORA anarquista –aunque minoritaria– lanza una
huelga general que es apoyada por el Comité de Unidad Sindical Clasis-
ta, dirigido por los comunistas. La respuesta de Justo fue declarar nue-
vamente el estado de sitio. La central sindical se limitó a declarar que
esperaba que la medida no se prestara a la reacción patronal. Al mismo
tiempo participaba junto con la Dirección Nacional del Trabajo, la UIA, la
Sociedad Rural y otras organizaciones empresarias de una comisión para
estudiar la jornada de 40 horas semanales y la posibilidad del trabajo
diurno en las panaderías.
Esta moderación que les abría las puertas del despacho presidencial
llevó a muchos dirigentes sindicales no a presionar y negociar a favor de
sus representados sino a colaborar con las patronales y el Estado en el
freno de las protestas de los trabajadores. Por ejemplo: los ferroviarios, a
quienes su ubicación en la economía agro–exportadora había convertido
en el gremio con mayor capacidad de presión, habían obtenido en los go-
biernos de Yrigoyen aumentos de salarios importantes respecto de otros
gremios; y por decretos presidenciales, la licencia anual y la estabilidad
en sus puestos mediante escalafones y la obligación de negociaciones
para establecer el salario mínimo y condiciones de trabajo. Estas mejoras
quedaron sin efecto a partir del golpe de Estado.
El vicepresidente Roca, junto con el Pacto, trajo de Londres la con-
signa de “salvar de la ruina a las compañías inglesas”. Para esto, además
de entregarles el monopolio del transporte era necesaria una ofensiva
contra los salarios obreros. Las empresas amenazaron con el despido de
6.000 trabajadores y aplicaron prorrateos en los salarios aplicables según
las ganancias declaradas por ellas.
En este conflicto, el respaldo estatal a las empresas estuvo asentado
en la relación con los sindicatos y la represión. En una nota confidencial
del 9 de mayo de 1933, enviada a los gerentes por la Comisión Asesora
de los Ferrocarriles se informaba a las empresas: “(…) conceptuamos de
interés una vista general de la situación obrera en los FFCC y nos per-
mitimos ofrecer a Ud. los siguientes informes y consideraciones sobre el
particular:
En general las relaciones de las empresas con las sociedades referi-
das, individual y colectivamente, se han desarrollado normalmente.
En algunas empresas se produjeron conflictos locales, puramente sec-
cionales, al levantarse el estado de sitio decretado por el gobierno pro-
visional, pero esos movimientos no tuvieron mayor trascendencia. Poste-
riormente (…) el estado de sitio, que indudablemente es un obstáculo para
demostraciones injustificadas de carácter extremista, fue decretado por el
gobierno (…)” (Archivo RC).
38
En 1934 el presidente Justo arbitró, confirmando el prorrateo de los
salarios que debía ser reintegrado según las utilidades declaradas por las
empresas. Como éstas nunca reconocieron ganancias para repartir entre
sus accionistas, el prorrateo se convirtió en una rebaja permanente de los
salarios. El desarrollo normal de que habla la nota, llevó a la CGT, la UF
y La Fraternidad a aceptar el laudo y a colaborar en frenar la resisten-
cia de los trabajadores. Para esto, la UF debió intervenir las seccionales
Rosario y Buenos Aires del Ferrocarril Central Argentino que habían de-
nunciado en un volante las ganancias de las empresas y las diferencias de
salarios entre los empleados argentinos y los ingleses.
En diciembre de 1935, aprovechando el descontento de los ferrovia-
rios por la aceptación sindicalista del laudo de Justo, y acusándolos, con
sobrados motivos, de pasividad frente a la represión legal y la violencia
paramilitar22, un grupo de dirigentes ocupa el local de UF, donde funcio-
naba la CGT y expulsa a su conducción. Varios de los expulsados piden
la intervención de la Inspección General de Justicia y el secretario de la
presidencia de la nación cita a dos de los dirigentes para reconciliarlos
y manifiesta su preocupación por los posibles problemas en los servicios
ferroviarios.
Era la primera vez que un organismo del Estado intervenía
en los asuntos internos de una organización gremial y lo hacía a
pedido de una parte de sus miembros. Luego de una serie de mutuas
denuncias y expulsiones que tienen como el eje la puja facciosa por el
control de la UF, comienzan a funcionar dos CGT que se identifican por el
local donde fijaron su sede: una en la UF en la calle Independencia (donde
participan socialistas y algunos comunistas) y la minoritaria, en la calle
Catamarca sede de la FOET, dirigida por los sindicalistas.
Respecto a: la relación del movimiento obrero organizado con el Es-
tado, señala Hugo del Campo citando a dos investigadores: “En el Estado
anterior a 1943 –concluyen Gaudio y Pilone– ya se manifestaban formas
de intervencionismo social, algunas sorprendentemente afines con lo que
resultó típico en la década siguiente. La descripción y el análisis de tales
formas de intervención en la década del 30 muestran ya a un Estado que
comienza a desempeñar y a arrogarse como legítimamente propias fun-
ciones tales como la de intermediario en el conflicto social y la de norma-
lizador de relaciones hasta entonces consideradas “privadas”y, por consi-
guiente, pertenecientes a la esfera de la sociedad civil(...) la clase obrera
no fue ajena al proceso indicado. Por un lado, intentó beneficiarse con este
primer esbozo de política social emprendido desde el Estado y, en parte lo
logró; por el otro, lo estimuló y secundó con interés, de una manera que
22. En 1933 frente a medidas represivas estatales y de violencia política de la Legión
Cívica, y del asesinato de un diputado socialista en Córdoba, varios sindicatos diri-
gidos por socialistas reclamaron a la CGT una acción frente a lo que calificaban de
acción fascista. La Central sindicalista declara en noviembre que “salvo rarísimas y
no reiteradas excepciones los sindicatos que la integran no han sido molestados (…) No
se conoce el caso de militantes ni de miembros de los cuerpos centrales de la CGT que
hayan sido detenidos o perseguidos en virtud de la acción sindical.” En cuanto a los he-
chos de violencia política afirmaba que, además de no ser nuevos en el país, escapaban
del campo de acción gremial específico de la central.
39
no resultó contradictoria con las orientaciones dominantes en el seno del
movimiento obrero de la época. Tales hechos confirman la idea que en la
conciencia de los trabajadores estaban presentes de antemano los elemen-
tos que constituyeron los ejes principales sobre los que giró el peronismo
en materia laboral” ( del Campo p..56)
Comunistas y socialistas
Alrededor de los años 1935–37 se inicia una coyuntura política clave
para entender la relación de los trabajadores con los comunistas y socia-
listas y con el radicalismo en los años previos al nacimiento del peronis-
mo original.
Se producen cambios en la línea radical y cambio de línea del partido
Comunista y nuevas relaciones de fuerzas en la confrontación interimpe-
rialista que llevarán a la Segunda Guerra Mundial (1939–1945). El cam-
bio en la línea radical significa que se dejará la abstención electoral adop-
tada desde 1930 y el partido participará de las elecciones. La abstención
y la conspiración militar o cívico–militar habían sido, hasta entonces, las
armas del viejo radicalismo yrigoyenista.
Al asumir la jefatura Alvear, el cambio táctico significa el retorno
del partido a las filas de la oligarquía y el imperialismo y, como vimos,
a la participación en todos los negocios y negociados que lleva adelante
la alianza conservadora. El yrigoyenismo, el verdadero vencido en 1930,
queda reducido a algunos cenáculos provinciales y al grupo FORJA23 for-
mado por un grupo de militantes e intelectuales, la mayoría de los cuales
se integrarán individualmente al peronismo.
Por su parte, el Partido Comunista Argentino, se subordina a la polí-
tica internacional de la URSS y acompaña disciplinadamente el gran giro
trazado por la Internacional Comunista en 1935 que pasa de la consigna
de “clase contra clase” a la de los Frentes Populares contra el fascismo y el
nazismo.24 Así en 1931, el Partido Comunista Argentino decía oficialmen-
23 Un grupo de militantes radicales (Arturo Jauretche, Homero Manzi, Gabriel del
Mazo entre los más conocidos) a los que se suma Raúl Scalabrini Ortiz, forman en 1935
la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA); luego de sostener
con firmeza la neutralidad frente a la guerra se sumarán individualmente al peronis-
mo en 1945. Sobre ellos señala R. Puiggrós: “no comprendieron el papel revolucionario
del proletariado y lo indispensable de su hegemonía para triunfar en la guerra de la
emancipación nacional y (...) elaboraron una ideología antiimperialista sin respuestas
teóricas ni salidas prácticas (p417/9) Galasso (p.109) señala que Jauretche, más adelan-
te, rectificará esa posición que otorgaba a la burguesía nacional la cabeza de un frente
antiimperialista. Uno de ellos, Libertario Ferrari, desde la dirección de la CGT, decidirá
con su voto la aprobación de la huelga llamada para el 18 de octubre de 1945.
24 Luego de la profunda crisis producida en el interior del movimiento comunista por
el triunfo del nazismo y el aplastamiento físico del partido comunista en Alemania,
la Internacional Comunista abandona la línea establecida en 1928 con la consigna
de “clase contra clase”, que caracterizaba a las corrientes democráticas reformistas
y nacionalistas de cualquier signo, como enemigos fundamentales del proletariado e
impulsa la formación de amplios frentes de lucha contra el nazismo y el fascismo.
40
te: “ Si Uriburu representa a una dictadura militar con una base social
restringida y con algunos aspectos fascistas, el yrigoyenismo representa
un movimiento que tiene en su seno todos los elementos de un movimiento
fascista de masas” ( Plá p.149) En 1935, pasan de esta caracterización
del yrigoyenismo a considerar al radicalismo dirigido por Alvear como
un aliado democrático y antifascista. Para las elecciones fraudulentas de
1937, levantan la consigna de “el radicalismo al poder y Alvear a la pre-
sidencia”. Mediante un escandaloso fraude, Justo impone en la presiden-
cia a Roberto M. Ortiz, un ganadero y abogado de los ferrocarriles cuya
candidatura había sido proclamada en la Cámara de Comercio Británica.
Conciente de su falta de legitimidad el nuevo presidente se apresuró a
anunciar que las próximas elecciones serían “limpias y democráticas”.
Este anuncio bastó para que los comunistas lo apoyaran.
Sin embargo este cambio de política tendrá efectos positivos en su
práctica sindical. Saliendo del sectarismo, disuelven su Comité Sindical
de Unidad Clasista y los sindicatos controlados por comunistas iniciaron
gestiones para entrar a la CGT. De esta manera ampliaron su influencia
en el movimiento obrero que era fuerte en varios gremios de importancia
a pesar de la fuerte represión que sufrían.25
A fines de 1935 formaron el sindicato de Obreros Albañiles que uni-
ficó a los múltiples sindicatos por oficio (pintores, yeseros, albañiles, car-
pinteros etc) dirigidos hasta ese momento por anarquistas. Llevaron ade-
lante una huelga de 96 días en la que participaron alrededor de 60.000
obreros. Se formó un “Comité de Defensa y Solidaridad con los Obreros de
la Construcción” donde participaron 68 sindicatos. Marchas, petitorios y
asambleas masivas en el Luna Park culminaron en enero de 1936 en una
huelga general de solidaridad decretada sin consulta ni participación de
ambas CGT en la que se produjeron enfrentamientos en varios barrios
de la capital con muertos, heridos y cientos de detenidos (580 según la
policía y 2.000 según “La Vanguardia”). Luego formaron la Federación
de Obreros de la Construcción (FONC) que tuvo más de 58.000 afiliados,
solo superada por la Unión Ferroviaria (UF).
Así llegaron al momento más alto de su influencia en el movimiento
obrero y tuvieron 17 de los 45 cargos en el Comité Central de la CGT. Al
25 Pese a ser el blanco principal de la represión desde 1930, habían conducido las prin-
cipales huelgas del período. De esta manera ampliaron su influencia. En 1931, habían
organizado la Unión gremial de Obreros Petroleros de Comodoro Rivadavia, que en
1932 (el momento más agudo de la represión) llevó adelante una huelga en defensa
de seis trabajadores despedidos. Una fuerte represión a cargo de soldados, marineros
y policías fue necesario a para aplastar el movimiento, con centenares de detenidos
y deportados. En 1932, José Peter dirigió la creación de la Federación Obrera de la
Industria de la Carne que llevó adelante una huelga de los frigoríficos por aumentos
salariales y mejoras en las condiciones de trabajo que fue reprimida con alrededor de
600 detenciones, varias muertes y deportaciones. Dirigidos por los comunistas los tra-
bajadores de la construcción dirigieron una huelga de más de dos meses de duración
que culmina con una huelga general en enero de 1936 convocada por el “Comité de
Defensa y Solidaridad con los Obreros de la Construcción” sin consulta a ambas CGT.
También participan activamente en la formación de los sindicatos por rama de activi-
dad en industrias como la textil, la metalúrgica, la maderera y en los frigoríficos.
41
coincidir su política del Frente Popular con la ola antimonopólica produ-
cida por la concentración económica, ampliaron su influencia a otros sec-
tores sociales. Impulsaron los comités contra el monopolio del transporte
en el Gran Buenos Aires. Encabezaron la lucha de vecinos y pequeños
propietarios y arrendatarios rurales contra los monopolios comercializa-
dores de granos. Al mismo tiempo impulsaron la creación de una univer-
sidad obrera donde participaron destacados intelectuales y participaron
activamente en la ayuda a la España republicana.26
Luego de la violenta huelga general de enero de 1936 participan jun-
to a la CGT, el PS, la UCR y el PDP en un acto con claras consignas
democráticas: derogación de la ley de Residencia, el respeto a la libertad
sindical, por la elevación del nivel de vida, la condena al fraude y a la vio-
lencia política, la libertad de los presos políticos y gremiales y el control
del capital financiero internacional.
El cambio de política que les había permitido ampliar los alcances
de su influencia entre los trabajadores no era producto de una revisión
surgida del interior del partido sino de la subordinación vertical que los
unía con Moscú. Así durante la Segunda Guerra Mundial (1939–1945) la
política de los comunistas iba a sufrir una sucesión de drásticos vaivenes.
Iniciada la guerra todo el esfuerzo de la militancia obrera comunista fue
detrás de la pobreza teórica y el eurocentrismo analítico de su dirección.
Esto llevará a los comunistas argentinos a sucesivos y bruscos cambios y
a la alianza con los sectores más poderosos de la burguesía en 1945. En
1939, los comunistas caracterizaban a la guerra como interimperialista
y defendían con firmeza la neutralidad. En mayo de 1940 la Comisión
Administrativa de la CGT propone una declaración contra la expansión
nazi en Europa “repudiando enérgicamente la expansión totalitaria”. El
miembro comunista Pedro Chiaranti afirmaba “tanto Alemania, como
Francia, como Inglaterra, son responsables de lo que ocurre y no es posi-
ble, entonces, asumir una actitud que no condene la guerra por su carácter
imperialista y a la vez abogue a favor de la estricta neutralidad del país.”
No era una opinión personal. El “Obrero de la construcción” dirigido por
los comunistas llevaba una fuerte campaña contra los “belicistas” y “los
lacayos del imperialismo”. El 1–6–40 decía: “Es traición a la causa del
proletariado incitarlo a defender la causa de la “democracia” practicada
por los gobiernos del imperialismo aliado”. (del Campo pp.99/100).
El 22 de junio de 1941 los ejércitos nazis invadieron la URSS, enton-
ces para el PCA cambió radicalmente el carácter de la guerra. Renegó
drásticamente del neutralismo antiimperialista en momentos en que, se-
gún estimaciones del gobierno norteamericano, conformaba una agrupa-
26 La Universidad Obrera Argentina fue creada en 1938 con el objeto de “ser una es-
cuela obrera donde los obreros puedan adquirir a) una cultura general, b) perfeccionar-
se en sus oficios, c) capacitarse para sus reivindicaciones gremiales, d) educarse para
participar en el progreso cívico nacional”. Su primer directorio lo integraban entre
otros el socialista Sanchez Viamonte, el radical Arturo Frondizi y el comunista Aráoz
Alfaro. Entre sus docentes y conferencistas estuvieron entre otros: Rodolfo Puiggrós,
Manuel Sadovsky, Sergio Bagú, Juan A. Bramuglia, Jacinto Oddone, Adolfo Dorfman
y Mario Bunge.
42
ción con cerca de 20,000 afiliados y 50.000 simpatizantes.
Esta subordinación de su compromiso con los trabajadores a la po-
lítica internacional de la URSS tendrá consecuencias decisivas para su
relación con la clase obrera y en la política nacional. Como veremos en
el próximo capítulo, su influencia en el movimiento obrero se mantendrá
hasta 1944/45 cuando la política oficial soviética los lleve a la alianza con
los sectores más poderosos de la burguesía en la Unión Democrática.
El Partido Socialista realiza su primer congreso en 1896. Desde sus
orígenes, estuvo dirigido por profesionales de clase media. Desde la mi-
rada de un militante obrero, eran: “hombres del centro,….doctores, abo-
gados, médicos (…) si se le pedía ayudaban pero tenían su soberbia para
dirigirse al obrero, amables pero hablaban desde arriba. No iban a acep-
tar que un obrero mandase. (A. Villaflor, entrevista)
Participaban sin dudar de la polaridad entre “Civilización y Barba-
rie” propuesta por el liberalismo positivista que fue el sustento ideológico
del modelo económico y social agroexportador organizado por la burgue-
sía terrateniente.27 Refiriéndose a las guerras coloniales, Juan B Justo
escribía en 1947: “…esas guerras franquean a la civilización territorios
inmensos ¿puede reprocharse a los europeos su penetración en África por-
que se acompañe de crueldades?(…) Crimen hubiese sido una guerra entre
Argentina y Chile por el dominio político de algunos valles de los Andes,
cuya población y cultivo se harán lo mismo bajo uno u otro gobierno. Pero
¿vamos a reprocharnos el haber quitado a los caciques indios el dominio
de la pampa?
Desde esta posición no resulta incoherente el desprecio de los so-
cialistas por la “política criolla” que –identificándola con el atraso– les
permitió apoyar el golpe del 30 y beneficiarse electoralmente con la pros-
cripción del radicalismo yrigoyenista y ser, desde entonces, consecuentes
integrantes de toda coalición liberal–conservadora.
A pesar de las numerosas fracturas con que llega a fines de la década28,
27 El historiador socialista José Vazeilles dice que, para los socialistas argentinos, “en
la polaridad básica en que se desenvuelve la vida del mundo y del país, Civilización
–Barbarie; Progreso–Atraso, vencerán inevitable y pacíficamente la Civilización y el
Progreso” (fotocopia “Los Socialistas” p.36 archivo RC) Coherentes con esta visión,
en el Congreso de la 2ª Internacional en 1907, apoyan abiertamente la penetración
colonialista, con el argumento de que Marx consideraba positiva la destrucción de las
relaciones precapitalistas. Antes, en 1898, habían apoyado la invasión norteamerica-
na a Cuba con el mismo argumento del “progreso”
28 Estas son: 1) En 1898, la que surgió del Centro Socialista Revolucionario de Barra-
cas al Sud que se opuso a la exigencia de que lo extranjeros sacasen carta de ciudada-
nía para ingresar al Partido. Sus integrantes, entre los que estaba Leopoldo Lugones,
se titulaban “marxistas intransigentes”. 2) La de mayor incidencia en el movimiento
obrero, la sindicalista de 1906 cuyas posiciones hemos resumido en la llamada n° 20.
3) La de Alfredo Palacios en 1915 que tuvo como pretexto la prohibición del duelo, pero
su causa real –igual que la expulsión de Manuel Ugarte– era sostener una posición
antiimperialista para América Latina, en ese momento oponerse la política de EEUU
de dividir Colombia. 4) La que en 1918 formó el Partido Socialista Internacional lue-
go Partido Comunista. 5) La que en 1927 fundó el Partido Socialista Independiente
de donde surgieron Federico Pinedo, Raúl Presbich, Antonio Di Tomaso y otros que
participaron activamente del golpe del 30 y fueron ministros y funcionarios durante la
43
su influencia en la clase obrera se hacía sentir en los gremios beneficiados
por la estructura agroexportadora. Aquellos que su órgano de prensa “La
Vanguardia”, en su primer número, consideraba su base natural: “Veni-
mos a representar al proletariado inteligente y sensato”. Los ferroviarios,
los mercantiles, los municipales o sectores con alta calificación como los
gráficos. Los dirigentes sindicales socialistas de los principales gremios,
como el ferroviario Domenech o el mercantil Borlenghi, no integraron nun-
ca la conducción partidaria. Solo el municipal Perez Leirós llegó a un cargo
dirigente y a ser diputado nacional y uno de los pocos que permaneció en
el partido durante el peronismo. Esta excepción tiene su explicación. En
el gremio municipal se manejaban influencias políticas que al partido le
interesaba cultivar en función de su política electoral en la capital.
El primer Congreso Ordinario de la CGT, celebrado en 1939 poco
antes del inicio de la guerra, había sido unánime en la condena del na-
zi–fascismo y allí coinciden socialistas y comunistas. Luego, desde 1941,
vuelven a coincidir en considerar a cualquier sector oligárquico pro–alia-
do como democrático y a todo neutralista como fascista. Así recorrerán
ambos el camino que los lleva a la Unión Democrática.
Volveremos en el capítulo siguiente al análisis de la relación del co-
munismo y socialismo con los trabajadores; sólo interesa ahora señalar
que su incapacidad por avanzar en la construcción de una propuesta po-
lítica colectiva de la clase obrera es anterior a la política implementada
desde fines de 1943 por el entonces coronel Perón.
Sintetizando: A finales de la década del 30, en la coyuntura de la
guerra interimperialista encontramos a quienes formarán la alianza pe-
ronista:
a) la pequeña y mediana burguesía industrial local no vinculada con
el capital extranjero y precisada de alianzas y de apoyo estatal para su
subsistencia y desarrollo.
b) la clase obrera: con importantes transformaciones cualitativas y
cuantitativas en su composición y un creciente peso en el proceso produc-
tivo que le confiere un importante protagonismo, dado por su doble papel
de productora y consumidora. Esto que la perfilaba como posible prota-
gonista de un proyecto que trascendiese al fragmentado bloque social y
político gobernante, estaba acompañado por la ausencia de una identidad
política colectiva y una casi nula participación en el sistema político par-
tidario. Así, los dirigentes sindicales se convierten en interlocutores di-
rectos del Estado sin la necesidad de recurrir a los partidos políticos. Este
protagonismo obrero plantea al Estado la necesidad de cumplir funciones
de intermediario en el conflicto social. Funciones que no resultaban con-
tradictorias con la tendencia dominante en las diferentes fracciones del
movimiento obrero y en la conciencia del conjunto de los trabajadores.
Ambas, con intereses coincidentes en la coyuntura, podrán concretar
sus necesidades de alianza cuando un sector de ejército tome el gobierno
del Estado en 1943.
“Década Infame”. 6) La que en 1937 fundó el Partido Socialista Obrero de corta dura-
ción. 7) Ya durante el primer gobierno peronista la que formó el Partido Socialista de
la Revolución Nacional.
44
Capítulo II
Junio de 1943 – febrero de 1946
Nace el Peronismo Original
Un partido militar para la alianza peronista
Durante las presidencias de Ortiz y de Castillo (1939 – 1943), que su-
ceden a la de Justo (1932–38), la guerra mundial agudiza los problemas
en el abastecimiento de las importaciones de bienes industriales y abre
más posibilidades para el comercio exportador. Esta situación ubica a las
diferentes fracciones de la burguesía argentina en una misma posición de
neutralidad. Desde fines de 1941 (cuando asume Castillo la presidencia)
hasta junio de 1943 existió una curiosa coincidencia entre el presidente
conservador pro–británico y los militares que veían bloqueada su provi-
sión de armamento por las presiones de Estados Unidos.
La política de neutralidad es apoyada por las fracciones industria-
listas locales favorecidas por el cierre de las importaciones industriales
que crecen al amparo de la neutralidad y por los intereses agrarios, sim-
patizantes de la neutralidad para seguir las ventas a su “madre patria”.
Gran Bretaña apoyaba esta neutralidad necesitada de que no se afectara
el comercio que mantenía con nuestro país (las ventas argentinas repre-
sentaban el 40 % de las importaciones inglesas de esos productos).
En 1941, aprovechando el ataque de Japón a Pearl–Harbor, Estados
Unidos entra en la guerra. A partir de ese momento, comienzan intensas
presiones yankis sobre los países latinoamericanos para que se sumen al
bando aliado.
En enero de 1942, durante la Conferencia de Río de Janeiro, los
EEUU exigen que la conferencia declare la guerra al Eje. El gobierno
conservador de Castillo, apoyado por sectores del ejército, se opuso a que
las decisiones de una entidad supranacional tengan carácter obligatorio
y solo aceptó votar una recomendación. La respuesta norteamericana no
se hizo esperar: en marzo, el gobierno norteamericano prohibió la expor-
tación a nuestro país de equipos eléctricos, productos químicos y diversos
artículos industriales.
Estados Unidos se proyectaba como la gran potencia post–bélica y
era el único proveedor de armas del país; desde esta posición, sometía al
aislamiento a todo intento de política autónoma. En junio, se produce la
ruptura de las negociaciones en procura de armamentos que una misión
45
militar argentina mantenía en Washington. Mientras, la provisión de ar-
mas hacia Brasil, Chile y Uruguay continuaba. Así, en este marco, se dan
las condiciones para el surgimiento de variadas y contradictorias ten-
dencias nacionalistas defensivas en el seno del ejército. “...lo menos que
puede decirse es que la presión de Estados Unidos en el terreno diplomá-
tico–militar había creado las condiciones para que una parte del ejército
reaccionase, aferrándose a los términos de un neutralismo defensivo que
se sostenía a favor de las contradicciones interimperialistas. Muchas de
las simpatías pro germánicas que se habían despertado en las fuerzas ar-
madas tenían que ver con este hecho. Los oficiales nacionalistas, además
de identificarse con el anticomunismo de los regímenes fascistas (...–) ,juz-
gaban al Tercer Reich según el enfrentamiento de este con el imperialismo
yanqui”. (Calello Peronismo y... p.73)
Desde mediados de 1940 hasta junio de 1943, la presidencia de Cas-
tillo –un representante conservador de los ganaderos exportadores pro–
británicos, partidarios de la neutralidad para continuar los negocios con
su “madre patria”– estuvo sostenido por la coincidencia entre: a) un sec-
tor de oficiales del ejército que veían bloqueada la provisión de armamen-
tos e impulsaban una industria militar que requería del desarrollo de
la siderurgia, la minería y la petroquímica. b) los sectores industriales
locales que sin representación institucional alguna, crecían al amparo
de la neutralidad y de las posibilidades brindadas por el desarrollo de la
industria pesada estatal.
Desde este precario equilibrio se toman medidas que van en camino
de la autonomía industrial. En octubre de 1942, el general Savio orga-
nizaba la Dirección General de Fabricaciones Militares, destinada a la
fabricación de armamentos, la fabricación de artículos industriales y la
exploración y explotación de minerales. Al mismo tiempo se concluían los
planos y los estudios para construir los Altos Hornos Zapla como parte de
un programa para alcanzar la independencia siderúrgica. También se or-
ganizó la Flota Mercante del Estado, se nacionalizó el puerto de Rosario
y la compañía de gas de esa ciudad explotada por capitales franceses y se
creó el Instituto Geográfico Militar. en 1945 y luego Somisa en 1947). Son los pertenecientes a las armas de
A principios de 1943, el resultado de la guerra era previsible y las
presiones de Estados Unidos crecían agudizadas por el desarrollo en
nuestro país de una industria militar independiente. Mantener la neu-
tralidad e iniciar un desarrollo industrial autónomo, por limitado que
fuese, requería de otra fuerza política y social.
Para Castillo, era preferible volver a sus fuentes: el fraude “patrióti-
co” de la década del 30 y el alineamiento con los aliados. A principios de
año, anuncia como sus sucesores para las elecciones presidenciales al te-
rrateniente salteño Robustiano Patrón Costas, firme defensor de enrolar
al país con el bando de los aliados y a Manuel Iriondo un radical antiper-
sonalista. Dos personajes típicos de la “Década Infame”.
Los variados nacionalismos surgidos en el ejército no podían tolerar
ni la política pro–aliada, anunciada por el futuro presidente, ni el seguro
retorno al fraude electoral que ya había quitado toda base de legitimidad
política al régimen.
46
El 4 de junio, el día anterior a la proclamación de esa fórmula un
movimiento militar derroca a Castillo. Era la reacción de una parte del
ejército ante la evidencia de que la oligarquía carecía de fórmulas para
legitimar su poder. Tampoco los radicales, que al mismo tiempo que par-
ticipaban de la Concordancia conservadora gimoteaban por el fraude,
eran capaces de unificar sus diferentes fracciones y ofrecer una salida a
la crisis política.
Durante sus tres años (hasta junio de 1946 cuando asume la presi-
dencia Perón), el gobierno militar comienza a sentar las bases producti-
vas del futuro peronismo. Las principales medidas consistieron en
desmantelar los mecanismos del Pacto Roca Runciman de 1933
que daban al capital extranjero el control del sistema económico.
El Banco Central fue nacionalizado. Se disolvieron las Juntas Regula-
doras de la Producción y el Instituto Movilizador Bancario. Se continuó
con la organización de la Flota Mercante del Estado tendiente a lograr el
monopolio estatal del transporte marítimo de las exportaciones. Se esta-
tizaron la Corporación de Transportes de Buenos Aires en manos de ca-
pitales ingleses, los elevadores de granos, la Compañía Primitiva de Gas,
el tramo ferroviario Rosario – Mendoza y las empresas telefónicas del
interior dependientes del trust americano Electric Bond and Share. Se
formó una comisión investigadora presidida por un teniente coronel y se
abrieron investigaciones en los negociados en la CADE y en el monopolio
de la familia Bemberg (ver cap. 1 llamada 5). En sintonía con las necesi-
dades de los sectores industriales locales se crearon el Banco de Crédito
Industrial y una Secretaría de Industria con jerarquía ministerial. Se
revaluaron las tarifas aduaneras y con el declarado objetivo de ampliar
el mercado interno y aumentar la productividad agraria, se congelaron y
rebajaron los arrendamientos y alquileres agrarios.
Tomó nuevo impulso la Dirección Nacional de Fabricaciones Mili-
tares. Así se acelera un proceso de desarrollo industrial cuando oficiales
del ejército quedan al frente de las empresas siderúrgicas que se crean
en esos años (Acindar en 1942, Santa Rosa en 1943, Altos Hornos Zapla
ingeniería e infantería que coinciden, por origen social e intereses pro-
fesionales con la fracción industrial local. Están alejados de los sectores
tradicionales del arma, vinculados a las fracciones más poderosas de la
burguesía que, incapacitados para recomponer el ejército de Justo, se
han replegado. Pero la coincidencia objetiva de intereses entre militares
nacionalistas e industriales locales no era suficiente. Para avanzar más
allá de la coyuntura, esta alianza en gestación debía construir su poder
político.
Esta tarea la lleva adelante el núcleo impulsor de este sector militar:
el Grupo de Oficiales Unidos (GOU). Un grupo de coroneles y jóvenes
oficiales, organizado a fines de 1942 (dos meses después de la muerte de
Justo quien mantenía un débil equilibrio entre las diferentes facciones
militares) que se constituyó formalmente como logia dentro del ejército
bajo el lema de “salvar al ejército para que el ejército salve a la patria”
La proclama del movimiento del 4 de junio, redactada por los co-
47
roneles Montes y Perón, denunciaba “el sistema de venalidad, fraude,
peculado y corrupción” que había llevado al pueblo al “escepticismo y la
desmoralización”.
El escándalo frente a los negociados (que habían involucrado públi-
camente a altos jefes militares) y el temor a un vacío de poder que abrie-
se el paso al comunismo habían unido a liberales aliadófilos, a confesos
simpatizantes de las potencias del Eje y a heterogéneos representantes
del nacionalismo defensivo nacido de la coyuntura internacional. Los tres
días que duró la presidencia del aliadófilo general Arturo Rawson de-
mostraron que las diferencias entre los que pretendían remozar al viejo
régimen y los que estaban decididos a buscar nuevas fórmulas políticas
para resolver la crisis eran insalvables.
Para Perón y sus camaradas salvar a la nación significaba indepe-
dizarla tanto del dominio norteamericano que bloqueaba todo intento de
desarrollo autónomo, como del comunismo soviético al que veían expan-
dirse de la mano de los frentes populares.
Los oficiales del GOU comienzan a ensayar con audacia nuevos ca-
minos para este objetivo. De esta manera comienzan a cumplir las tareas
políticas de partido de la burguesía nacional “…en la medida en que el
proceso que se abre con la crisis de 1930 no presencia la formación de
una auténtica corriente política de la burguesía argentina (industrialista
o nacionalista) nos presentará al ejército desempeñando nuevamente un
papel en 1943.” (Plá p.143).
El primero de estos caminos se inicia el 30 de septiembre de 1943
con una reunión del General Farrell (en ese momento vice–presidente
y Ministro de Guerra) y los coroneles Perón y Mercante con alrededor
de setenta gremialistas, incluidos socialistas y comunistas, a los que se
les solicitó apoyo a cambio de la defensa de reivindicaciones obreras por
parte del nuevo gobierno (Puiggrós t.III p.445). Los dirigentes obreros no
tenían, en ese momento, motivos para confiar en las promesa de los jefes
militares y este primer contacto solo sirvió para un primer acercamiento.
El siguiente intento fue proponer al líder de la “intransigencia” radical
y ex–gobernador de Córdoba Amadeo Sabattini, garantizar elecciones
limpias a cambio de que la UCR lo tuviese como candidato y el futuro
gobierno garantizase la neutralidad. El momento culminante de estas
gestiones fue a mediados de 1944 cuando Perón le ofreció personalmente
todos los puestos de vicepresidente para abajo reservando la presidencia
para el Ejército. La defensa del monopolio estatal en materia petrolera
y de energía eléctrica que había llevado a cabo el político cordobés en su
gobernación, igual que su firme posición a favor de la neutralidad del
país frente a la guerra, eran puntos de coincidencia con el gobierno mi-
litar. Sin embargo, rechazó la oferta con el argumento formal de que el
candidato a presidente debía ser afiliado radical cerrando cualquier tipo
de negociación. Su base social, la pequeña burguesía agraria cordobesa,
por intereses objetivos y por mentalidad, demostró no estar dispuesta a
sumarse a un proceso de industrialización que, al afectar la renta agra-
ria, se enfrentase a la burguesía terrateniente agro–exportadora29. Solo
29 La ética del esfuerzo personal y la austeridad de sus políticos diferenciaban al
48
el grupo de militantes e intelectuales nucleados en el grupo FORJA re-
conoció en los militares nacionalistas la continuidad de las propuestas
yrigoyenistas. Arturo Jauretche desde su relación personal con Perón, in-
tentó influir para construir una corriente nacionalista con base popular.
Preocupado por el avance de los sectores nacionalistas más reaccionarios,
en los primeros meses de 1944 le advertía que “lo que se gana en el campo
social se pierde en el campo político”.30
Sabattinismo del régimen de la “Década Infame”. Pero esto no era suficiente para
tener una política diferente y sumarse a la que sería la causa de sus peones criollos.
Los chacareros de la “Pampa Gringa” como propietarios o arrendatarios, eran (son)
empresarios capitalistas que emplean mano de obra asalariada que pagan con moneda
nacional. Su trigo, su lino y su maíz (hoy su soja) eran (son) mercancías en el merca-
do nacional e internacional que cotizaban (cotizan) igual que las producidas por los
grandes terratenientes y el aumento de los precios de exportación los beneficiaba(a) a
ambos, lo mismo que los bajos salarios. Podían aspirar a ver subdivididos y arados por
ellos mismos los latifundios ganaderos del sur de Córdoba, pero la puja con los terra-
tenientes era un conflicto por la distribución de la renta agraria que podía resolverse
en el terreno de los comicios “limpios”.
En el terreno de la política, el pasaje del yrigoyenismo al contubernio alvearista du-
rante la década del 30 por parte de la “intransigencia” radical expresa la progresiva
integración al sistema agro–exportador de las clases medias rurales marginadas antes
por las políticas conservadoras. Luego de rechazar la propuesta de Perón, la “intransi-
gencia” radical dará a conocer en junio de 1945, la “Declaración de Avellaneda” donde
levanta un programa que proponía la nacionalización de los monopolios y los servicios
públicos y la reforma al régimen tierra. Con este programa quedaron unificados con el
sabattinismo cordobés: las clases medias rurales y urbanas y sectores ganaderos de la
provincia de Bs. As. de donde extraían su poder Ricardo Balbín y Crisólogo Larralde;
y los sectores universitarios, profesionales técnicos de la pequeña burguesía urbana
ligada al desarrollo industrial, algunos de ellos filomarxistas, deseosos más adelante
de un peronismo sin Perón y sin sindicatos como Arturo Frondizi y Moisés Lebenso-
hn. Así, estos sectores colocados discursivamente a la “izquierda” del peronismo, se
asociarán con los terratenientes, con los grandes industriales vinculados al capital
extranjero y le proporcionarán a la Unión Democrática su base social.
Como dijimos, la única excepción la constituyeron los militantes yrigoyenistas que for-
man FORJA en 1935 (ver llamada 23 del capítulo 1 y llamada 30 posterior en éste).
Como veremos más adelante, durante el gobierno peronista los intransigentes criti-
caron al IAPI por “ineficaz” y la nacionalización de los ferrocarriles por “insuficiente”.
Participaron del intento de golpe en 1951 y, en 1955 (Sabattini bregaba por la unidad
partidaria con estas palabras “porque debemos ofrendar al Ejército, la Marina y la
Aviación hechos gobierno, un partido homogéneo de desinterés patriótico”), luego de
rechazar de plano los intentos conciliatorios de Perón, su ética no les impidió hacer si-
lencio frente al asesinato masivo de civiles durante los bombardeos de junio. En 1956,
al reafirmar el apoyo a la dictadura luego de los fusilamientos (tras enviar un telegra-
ma “solicitando su cese”), Sabattini declaraba: “El obrero, quizás sea más responsable
de nuestra actual situación que los dirigentes políticos, de la tiranía que ha padecido
la República Argentina; padezca entonces sus consecuencias” (Ferrero t.2 pp. 198/99).
Demostración de que las abstractas “virtudes republicanas” en los momentos decisivos
pierden su eficacia para oscurecer los contenidos de clase de las posiciones políticas.
30 En un memorando de los primeros meses de 1944 y luego en una carta del 4 de
julio, Jauretche intenta dar batalla al nacionalismo reaccionario recomendando a Pe-
rón: “Se trata de ir en búsqueda del pueblo argentino haciendo actuar a la revolución
de junio no como una tutela o una imposición, sino como la expresión misma de la
voluntad popular. Hay que abrirle la revolución al pueblo argentino para que se haga
49
 Coincide con Jauretche el militante obrero Angel Perelman, uno de
los fundadores de la UOM, quien califica de “nacionalismo clerical” al
gobierno instalado el 4 de junio. Defiende su política económica nacio-
nalista encaminada a “echar las bases para una reorientación general
de la política económica. Cada paso político que el gobierno militar daba
en este último orden era invalidado por medidas simétricas anti-
populares en el plano del orden educacional, sindical y político.
No se planteaba la discusión sobre Sarmiento, se descolgaron los
cuadros de las escuelas. No se permitía una democratización en
los sindicatos regimentados por los socialistas y comunistas; se
los suprimía. No se alentaba la formación de partidos políticos
genuinamente nacionales: se los disolvía. Al gobierno que se propo-
nía modernizar industrialmente el país se lo coronaba con una teocracia
y los teólogos del garrote ejercían la policía intelectual con entusiasmado
rigor.”(Pérelman p.52)
A fines de 1943 el presidente Ramírez –volviendo detrás de la oli-
garquía liberal del siglo XIX– había establecido la enseñanza obligatoria
de la religión católica en las escuelas públicas. Además, implantado la
censura de prensa, disuelto los partidos políticos, allanados los locales
comunistas y encarcelado a numerosos militantes sindicales de esa ten-
dencia. La neutralidad y la industrialización autónoma eran impulsadas
por militares anticomunistas que dejaban la política educativa y cultural
en manos del nacionalismo católico aristocrático más reaccionario y oscu-
rantista31, lo que privaba de aliados al proyecto nacionalista.
dueño de ella. (…) No se trata de recambiar la actual política del Ministerio de Guerra
sino de expandir horizontalmente lo que ya se hace verticalmente desde la
Secretaría de Trabajo y Previsión. (…) El ministerio de Justicia e Instrucción
Pública es, a su vez, una máquina de fabricar enemigos de la revolución: No hay nota,
discurso o documento donde no se ofenda a aquellos a quienes va dirigido, sean estos
profesores, maestros o estudiantes (…) Ocurre que lo que se gana en el campo social,
a través de la Secretaría de Trabajo se pierde en el campo político”.(Galasso “Perón
….tomo I pp.216/19)
31 Este nacionalismo católico aspiraba a un orden jerárquico e inmutable. Admirador
de Primo de Rivera y de Franco, aborrecía al liberalismo revolucionario del siglo XVIII
y su “fruto demoníaco”, la revolución francesa y su doctrina sobre la soberanía popular
y la libertad de los individuos. Contaba entre sus fuentes al acuerdo de Letrán entre
Mussolini y Pío XI por el cual, a cambio del reconocimiento del Estado Vaticano, el
catolicismo era reconocido como religión oficial del estado italiano, y el Papa proclamó
las virtudes del fascismo en la encíclica “Quadragesimo Anno”. Uno de sus principales
voceros, Monseñor Franceschi en la revista “Criterio” denunciaba al “comunismo, el
espíritu judaico y la desorganización marxista” y presentaba a Mussolini como un
“organizador insigne” y ensalzaba a Franco. Desde el gobierno militar Ignacio Olmedo
interventor en el Consejo Nacional de Educación aconsejaba a los maestros cuidarse
de la libertad absoluta de pensar y les advertía que el estado tenía la facultad de prohi-
bir las doctrinas “erróneas y perversas”. En la Universidad del Litoral, su interventor
Jordán Bruno Genta proponía organizar una “aristocracia de la inteligencia” nutrida
de la “estirpe romana e hispánica”. Gustavo Martínez Zubiría (Hugo Wast ), un escri-
tor católico de ideas ultramontanas, ocupaba el Ministerio de Instrucción Pública con
el declarado objetivo de “cristianizar” el país y el general Luis Perlinger, designado
ministro del Interior, anunciaba su voluntad de “disciplinar a la masa ciudadana”.
50
Sabattini había calificado al gobierno militar como “una dictadura
jesuítica” y tenía sobrados motivos para ello. Pero al Sabattinismo y a
otros sectores medios liberales, las críticas legítimas al gobierno militar
les permitían ocultar el rechazo al protagonismo de un nuevo actor social
(“cabecitas” y sindicalistas) que los desplazaba del centro de la escena
política y les servía para justificar su alianza política con la oligarquía.
Así el alineamiento de estos sectores con el frente liberal oligárquico, uni-
do al anticomunismo del gobierno militar, impidió la formación de una
corriente nacional democrática que confluyera con los oficiales neutra-
listas. De esta manera, en la salida del régimen de la Década In-
fame el sentimiento antiimperialista expresado en el neutralismo
frente a la guerra fue ocupado por el nacionalismo reaccionario y
clerical. Esto tendrá una decisiva importancia en la conformación
del peronismo original al impedir la confluencia de fracciones de la
pequeña burguesía liberal con los trabajadores. A partir de 1945, la
disyuntiva entre “democracia y fascismo” es planteada por el fren-
te oligárquico al que se sumarán incondicionalmente comunistas y
socialistas. Esto legitima, en los planos ideológico y político, la es-
cisión entre las reivindicaciones democráticas y las reivindicacio-
nes sociales y económicas de los trabajadores. Al mismo tiempo, las
banderas democráticas y antifascistas se convirtieron en consignas
de los sectores más poderosos del capital contra los trabajadores.
En octubre de 1943, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, Pe-
rón inicia la construcción de su alianza con los trabajadores. El 1º de
mayo de 1944 hace la primera reseña de su actividad al frente del orga-
nismo: se habían firmado convenios con mejoras para los trabajadores del
vidrio, de la carne, textiles del mueble, del cartón, de la electricidad, de
la alimentación, de los astilleros, metalúrgicos, lancheros, portuarios, del
vestido, ceramistas, bancarios, Vialidad Nacional, obrajeros del Chaco
y petroleros. Estos convenios regulaban salarios, vacaciones pagas e in-
demnizaciones por accidentes o despidos. El beneficio del aguinaldo abar-
caba a cada vez más trabajadores y se establecía obligatorio para todos a
partir de diciembre de 1945. Los trabajadores de Obras Sanitarias de la
Nación y de los ferrocarriles del Estado recibieron aumentos y los de la
Corporación de Transportes un salario mínimo. El descanso dominical se
había implantado para más de 40.000 obreros de la carne lo mismo que
el derecho a vacaciones pagas para todos los trabajadores y el anuncio de
la creación de los Tribunales del Trabajo. También las trabajadoras del
servicio doméstico perdían su condición de “siervas” al establecerse su
derecho al aguinaldo, el descanso semanal y las vacaciones anuales.
A través del decreto 31665 se ampliaron estos beneficios práctica-
mente a todos los trabajadores y se hicieron efectivos para los de la indus-
tria y el comercio. Esto había sido aprobado por Irigoyen y derogado por
Alvear en 1925 por “razones de déficit presupuestario”.
El 13 de octubre de 1944 se sancionó el Estatuto del Peón Rural que
introdujo la legislación laboral en las estancias. Por medio de la Comisión
51
Nacional de Trabajo Rural, compuesta por representantes de los traba-
jadores y los patrones se dispuso la regulación de las vacaciones pagas,
jornadas de ocho horas, descanso dominical, sueldos mínimos, indemni-
zación por despido y diversas medidas de seguridad e higiene en las ta-
reas.
En el intento de concretar un Pacto Social, Perón intenta ganar para
su causa a los propietarios del capital. Ya avanzada su tarea, en un co-
nocido discurso del 25 de agosto de 1944, les ofrece su diagnóstico de la
realidad y cuál es la visión que orientará su política: “La República Ar-
gentina produce en estos momentos el doble de lo que consume, es decir,
la mitad sale al exterior. Yo me pregunto si cuando termine la guerra será
posible seguir colocando nuestros productos en Sudáfrica, Canadá, Cen-
tro o Sudamérica en competición con los Estado Unidos, Inglaterra, Fran-
cia, Rusia etc. cuando ya no sea posible exportar, si consumimos solo el 50
%. ¿Cuál será la situación de nuestra industria, de nuestra producción?
Habrá una paralización del 50 % y veremos a un millón de argentinos
desocupados que no tendrán en que trabajar ni con que vivir. No habrá
otro remedio que aumentar el consumo. Y el consumo en una circunstan-
cia tan extraordinaria como la que se nos va a presentar, solamente podrá
aumentarse elevando los sueldos y salarios para que cada uno pueda con-
sumir mucho más de lo que consume actualmente y permitiendo que cada
industrial, cada fabricante, cada comerciante, pueda a su vez producir
lo mismo que hoy sin verse obligado a parar las máquinas y despedir a
los obreros. Los organismos del estado se hallan abocados al estudio de
esas posibilidades” (Peralta Ramos p.80). En su último esfuerzo por ga-
nar la adhesión de los empresarios les señala: “…la masa más peligrosa
es la masa inorgánica. La experiencia moderna demuestra que las masas
obreras mejor organizadas son, sin duda, las que pueden ser dirigidas y
mejor conducidas en todos los órdenes. La falta de una política social bien
definida ha llevado a formar en nuestro país esa masa inorgánica. (…)
Las masas por sí no cuentan, cuentan por su dirigente, y yo llamo a la
reflexión a los señores que piensen en manos de quién estaban las masas
obreras argentinas y cual podía ser el porvenir de esa masa que, en un cre-
cido porcentaje se encontraba en manos de dirigentes comunistas, que no
tenían ni siquiera la virtud de ser comunistas argentinos, sino que eran
comunistas importados, sostenidos y pagados desde el exterior. Esas ma-
sas inorgánicas, abandonadas, sin una cultura general, eran un hermoso
caldo de cultivo para esos agitadores profesionales importados. (…) Hay
una sola forma de resolver el problema de la agitación de las masas, y ella
es la verdadera justicia social en la medida en que todo aquello que sea
posible a la riqueza del país y a su propia economía …Ir más allá es ir al
cataclismo económico; quedarse muy acá es marchar hacia un cataclismo
social....es mejor dar un 30 % a tiempo que perder todo a posteriori....Se
ha dicho, señores que soy enemigo de los capitales, y si observan lo que les
acabo de decir, no encontrarán ningún defensor, diríamos, más decidido
que yo, porque sé que la defensa de los hombres de negocio, de los indus-
triales, de los comerciantes, es la defensa misma del Estado.” Frente a la
posibilidad de no haberlos convencido no deja de formular una amenaza:
52
“Es indudable señores, que si seguimos jugando a los bandos terminare-
mos por pelear, y es indudable también que en esa pelea ninguno tendrá
que ganar sino que todos tendrán que perder, y es evidente que en este
momento se está jugando con fuego. Lo saben ustedes, lo sé yo y lo sabe
todo el país. Y nosotros somos hombres profesionales de la lucha, somos
hombres educados para luchar, y pueden tener la seguridad más absoluta
que si somos provocados a esa lucha, iremos a ella con la decisión de no
perderla.” (La Nación 3–9–44 en del Campo p.153)
No eran sólo palabras. Pocos días antes, el 16 de agosto, se habían
establecido por decreto las penalidades: “la falta de cumplimiento de los
convenios aludidos traerá aparejada para los patrones la aplicación de
las sanciones ( de intimación y multa, la cancelación de las respectivas
patentes y personerías), y para la organización obrera u obreros en des-
acato, además, la sanción de ilegalidad de la actitud asumida, la prohi-
bición de ser atendidos en el futuro en forma colectiva, así como también,
la imposibilidad de realizar todo acto que tienda a mantener, propagar o
difundir la actitud ilegal considerada ( decreto 21.877/44 art.4º).
Si Perón creyó que podía otorgarles “ciudadanía social” a los traba-
jadores sólo con imponer obligaciones a los empresarios y explicarles las
posibilidades y la necesidad de una alianza interclasista, hizo un mal
cálculo. Las medidas de la STP provocan de inmediato la reacción de las
entidades patronales, instituciones profesionales y partidos políticos, in-
cluidos los que pretendían la representación de los trabajadores.
Apenas conocida la creación de los Tribunales del Trabajo, la Aso-
ciación de Abogados separó a dos de sus miembros por aceptar designa-
ciones en ellos y la Corte Suprema se negó a recibirles juramento a sus
miembros, lo que debieron hacer frente al presidente de la Nación.
A fines de 1943, la Unión Industrial, que inicialmente había apoyado
la política proteccionista del gobierno, rompió públicamente con Perón al
criticar el decreto que establecía los aguinaldos como “demagógicos”. Y
expresar su alarma por “la indisciplina que necesariamente engendra en
los establecimientos el uso más generalizado de cierta terminología que
hace presentar a los patronos en actitud de prepotencia en y a cada arre-
glo, no como un acto de justicia, sino como una “conquista”.
Durante la segunda mitad de 1944 al mismo tiempo que recrudece
la resistencia patronal a la política de Perón, el gobierno norteamerica-
no aumentó la ofensiva sobre el gobierno argentino. En junio retiró su
embajador; en agosto, los activos argentinos en Estados Unidos fueron
congelados; en septiembre, la prohibición sobre las exportaciones a nues-
tro país se extendió a toda la maquinaria sobre el petróleo, los repuestos
para automóviles y ferrocarriles y la maquinaria para el papel. Al mismo
tiempo, arreciaban las denuncias de la Secretaría de Estado sobre el re-
fugio de criminales nazis en la Argentina.
A fin del año, Nelson Rockefeller, nuevo Subsecretario de Estado, ini-
ció una política de conciliación acompañada con entusiasmo por fabrican-
tes y exportadores norteamericanos interesados en el mercado argentino.
Los resultados se vieron pronto. En febrero de 1945, Argentina firmó el
Acta de Chapultepec que comprometía a todas las naciones americanas
53
en materia de defensa y comercio. En marzo, al declarar nuestro país la
guerra a Alemania y Japón, Estados Unidos otorgó pleno reconocimiento
al gobierno de Farrell.
Si embargo la luna de miel duró poco. En abril murió el presidente
Rooselvet, con cuya política del New Deal Perón se había identificado pú-
blicamente. El 7 de mayo Alemania se rindió incondicionalmente. Inme-
diatamente, los Estados Unidos iniciaron una agresiva política exterior
hacia Latinoamérica. Reestablecieron las sanciones comerciales a nues-
tro país y exigieron el inmediato llamado elecciones para levantarlas.
Acompañando a la ofensiva norteamericana, las entidades patrona-
les locales activaron su campaña contra las medidas de la STP. El 25
de abril, la Sociedad Rural se dirigió al presidente para manifestarle la
“honda preocupación en que se encuentra por acontecimientos que si no se
conjuran en su iniciación corren el riesgo de extenderse, creando situacio-
nes que serán en el futuro graves e irreparables.” Y aludiendo a la reciente
declaración de guerra al Eje, agregaba: “No dudamos que el presidente
trate de evitarle al país situaciones regresivas provocadas por fuerzas que
tratan de desviar con violencia el curso histórico y natural de los países
ansiosos de progreso efectivo. Afirma este criterio la política internacional
que acaba de adoptarse”. Insistía a continuación que las disposiciones
del Estatuto del Peón habían alterado las buenas relaciones existentes
tradicionalmente en el campo entre patrones y peones y “han dificultado
el desenvolvimiento de las actividades por la notoria indisciplina que han
provocado artificialmente”. (del Campo p.163)
Los terratenientes asociaban en forma sibilina a los derechos labora-
les de los peones rurales y su “indisciplina” con las “fuerzas regresivas”
del Eje Nazi –Fascista. Así, la causa de los aliados pasaba a ser la causa
de la disciplina laboral en las estancias. Dos días después de esta declara-
ción de los propietarios rurales, sesenta y tres entidades patronales enca-
bezadas por, la UIA, la Bolsa de Comercio y la Confederación Argentina
del Comercio la Industria y la Producción presentaban un memorial a la
presidencia rechazando un proyecto presentado por la Confederación de
Empleados de Comercio y respaldado por la STP, que proponía la implan-
tación de un salario mínimo vital y móvil, aumento general de salarios
y participación de los trabajadores en las ganancias. Señalaban que el
proyecto “afecta directamente principios consagrados en la Constitución
sobre el derecho de propiedad y el normal ejercicio de las facultades de
los poderes públicos. Trastorna fundamentalmente la estructura econó-
mica del país (...), introduce el germen de la indisciplina, destruye
el espíritu de empresa, a la aptitud creadora y subvierte todo el
espíritu de jerarquía” (del Campo p.164 destacado RC)
En el mismo mes de abril, la Corte Suprema de Justicia declaró in-
constitucionales tres decretos del presidente Farrell. El 20, el gobierno
denunció una conspiración de militares y afiliados conservadores y co-
munistas con la embajada norteamericana. Fueron detenidos un general,
varios coroneles y algunos afiliados al Partido Comunista. .
Las diferentes fracciones de la burguesía empiezan a convertir sus
reclamos corporativos y sectoriales en oposición política unificada. A
54
principios de junio se formó la “Junta de Coordinación Democrática” que
agrupaba a personajes provenientes de los sectores más poderosos de la
burguesía. El 16, 321 entidades empresarias encabezadas por la Bolsa de
Comercio, la Cámara Argentina de Comercio, la CACIP y la ANT publica-
ban un Manifiesto del Comercio y la Industria. El documento expresaba
la alarma que les provocaba el proyecto de salario mínimo, vital y móvil
presentado por el sindicato de Comercio y recogido favorablemente por
la STP. Se quejaban de que las objeciones presentadas por las entidades
patronales no habían tenido respuesta del gobierno y temían que fuese
aprobada en forma “inconsulta como había sucedido con las leyes de ju-
bilaciones” y con la fijación de precios. El 2 de junio frente al alza de pre-
cios, el gobierno, por decreto, había reducido los precios de los artículos
de primera necesidad a los niveles que tenían en la primera quincena de
diciembre de 1944 y los congelaba lo que para ellos, significaba “la supre-
sión de la libertad de comercio”.
En una versión anticipada del “pobres habrá siempre” de la década
de 1990, las entidades patronales decían no desconocer la existencia del
problema social “inseparable de la condición humana”. Se referían con
preocupación “ante el ambiente de agitación social que daña la disciplina
y el esfuerzo productivo de la colectividad. El clima de descontento se ori-
gina y es instigado desde las esferas oficiales (…) Contra lo que nos opone-
mos es contra la creación de un clima de sospecha, provocación y rebeldía,
que estimula el resentimiento”. Continuaban más adelante: “quiérese jus-
tificar en la necesidad de combatir y extirpar el comunismo, granjeando
al gobierno los presuntos méritos de una política social muy avanzada”.
(del Campo p.168)
Ese mismo día Perón respondió el manifiesto y expresó su satisfac-
ción por la ausencia entre los firmantes de los productores rurales y de
los industriales. Tres días después la SRA publicó una solicitada solida-
rizándose con el manifiesto y agregando quejas sectoriales. A su vez, el
22, Confederaciones Rurales Argentinas, en nombre de 102 sociedades
rurales adheridas, declaraba: “El Estatuto del Peón elimina la jerarquía
del patrón para dejarlo a merced de los peones o de cualquier agitador
profesional” y la Cámara Argentina de Grandes Tiendas se quejaba de la
rebaja y el congelamiento de los precios.(del Campo p.197)
Días más tarde lo hizo la UIA aclarando que si bien había disentido
en cuanto al momento de la publicación compartía en forma absoluta el
contenido del documento.
Quedaba claro que ninguno de los sectores patronales con represen-
tación corporativa estaba dispuesto a conciliar con la “demagogia” que
proponía el sector militar encabezado por Perón. Éste, en su respuesta
había señalado el carácter “netamente político” del Manifiesto y definido a
sus firmantes como “la eterna oligarquía económica que ha manejado a la
oligarquía política”. Afirmaba también que en el mundo actual existían
dos tipos de dictadura, la del proletariado y la del capital. “La nuestra
hasta ahora había sido una dictadura del capital y nosotros queremos dar
a esa estructura una nueva forma, creando una verdadera democracia en
el medio, donde ni el capital ni el proletariado actúen sobre las decisiones
55
de gobierno (…) El gobierno lo ejerce el Estado por su poder político y na-
die le sale al cruce para decir como tiene como gobernar”. Perón reiteraba
con firmeza su propuesta política: un Pacto Social donde el Estado media-
ra regulando el conflicto entre clases.
El camino propuesto por los propietarios del capital era bien dife-
rente. El documento empresario afirmaba además que: “durante 25 años,
desde aquella semana trágica de enero de 1919, el país ha vivido dentro
de una perfecta tranquilidad social. Y no es reavivando diferencias entre
patronos y obreros, sembrando odios y azuzando pasiones que culminaron
y terminaron hace 25 años, que habrá de propenderse con sinceridad al
propósito de trabajar por la unión de todos los argentinos”.(LN 24–6–45)
Frente a esto, Perón respondió sin ambigüedades: “respecto a una
teoría esbozada de que la Semana Trágica aseguró al país 25 años de
tranquilidad social, eso hace suponer que quisieran otra Semana Trágica.
Entendida así la tranquilidad social, no hay nada que conversar.
Si se trata de matar cinco o seis mil obreros para luego obligar a
trabajar como se quiera , con el objeto de asegurar así 25 años de
tranquilidad social, yo no me voy a prestar a eso”( del Campo 195/6)
El proyecto del gran capital tenía arraigo en la sociedad civil y la mayoría
de sus expresiones políticas y corporativas. El 28, la FUA declara un paro
de 48 horas exigiendo el retorno a “la normalidad institucional”. En los
días siguientes se pronuncian por el fin del gobierno militar el PS, el par-
tido Demócrata Nacional, la UCR, la Sociedad Argentina de Escritores y
el Consejo de Rectores Universitarios. El embajador Braden realiza una
gira por el interior y es recibido por una multitud a su regreso.
Frente al embate opositor, el gobierno toma medidas conciliadoras: anun-
cia que han sido que han sido liberados 375 presos políticos, la Casa Ra-
dical y la Casa del Pueblo son devueltas a sus propietarios, el PC fue re-
conocido legalmente y se permitió la reapertura de los sindicatos que diri-
gía: el SOA y FOIC; el decreto que había disuelto a la FUA fue derogado.
Entró en vigor un nuevo estatuto de partidos políticos; las modificaciones
al Código Penal y a la ley Saenz Peña, objetadas por la oposición, fueron
anuladas. El 6 de julio, Farell anunció que se convocaría a elecciones
antes de fin de año y el 6 de agosto se levantó el estado de sitio que regía
desde 1941. Varios radicales, pese a la resolución en contrario de su par-
tido, aceptaron cargos en el gobierno. Hortensio Quijano se hizo cargo del
ministerio del Interior, Armando Antille del de Hacienda y Juan Isaac
Cooke del de Relaciones Exteriores. Varias intendencias de la provincia
Bs.As. fueron ocupadas por radicales, merced a un acuerdo entre Balbín
y Borlenghi. Desde el mes de septiembre, comenzó a salir el diario “La
Epoca” dirigido por Eduardo Colom, que trataba de ligar la tradición yri-
goyenista con la política de Perón.
En la búsqueda de sustento para su política, a Perón no lo detuvieron
sus prevenciones con el comunismo. La URSS aparecía como un poten-
cial aliado para el futuro y en momentos en que Stalin se abrazaba con
Churchill y Roosevelt , las “barreras ideológicas” no ofrecían la fortaleza
de años atrás. El gobierno no se limitó a restituir la legalidad a los comu-
nistas argentinos, ofreció a la dirección del Partido discutir “soluciones
56
nacionales” en el más alto nivel de decisión, lo que fue rechazado de pla-
no. Al ser comunicado del fracaso de las negociaciones Perón comentó “no
pensé que los comunistas volaran tan bajo”. 32
Los comunistas utilizaron esta apertura legal para realizar, el 1° de
setiembre, un acto donde Rodolfo Ghioldi declaró: “Saludamos la reorga-
nización del Partido Conservador (...) que se apresta al abrazo de la unión
nacional (...) Era preciso la conservación de la amistad con Gran Bretaña,
(...) mejorarla radicalmente con Estados Unidos, partiendo de la línea de
buena vecindad, retomada ahora por el secretario Byrnes y ratificada con
tanto calor con Mr. Braden”.
En los primeros días de mayo, rodeado de la euforia por la caída
de Berlín ante las tropas aliadas había llegado el nuevo embajador nor-
teamericano Spruille Braden. Apenas instalado, en una entrevista con
Perón le manifestó el interés de su país por los bienes incautados a los
alemanes y a los japoneses así como la necesidad de las líneas aéreas
norteamericanas de ampliar en la Argentina sus itinerarios de vuelos. A
cambio de concesiones en estas cuestiones prometía una actitud amistosa
de su gobierno. La respuesta de Perón es conocida: “...en mi país al que
hace eso se lo llama hijo de puta...y nosotros no queremos pasar por hijos
de puta” Braden abandonó furioso la casa de gobierno y Perón difundió
las alternativas de la reunión. Era el 5 de julio de 1945 y los bandos esta-
ban claramente definidos.
Con la incorporación a sus filas del representante de la nueva “madre
patria” y las medidas conciliadoras del gobierno, el bloque opositor se gal-
vanizó y tomó nuevos bríos: la UCR expulsó a los dirigentes que habían
recibido cargos en el gobierno; los partidos repudiaron el nuevo estatuto y
se forma una representación sindical opositora. Sindicalistas socialistas
y comunistas forman la Unión Obrera Libre (UOL) y se reúnen con el
nuevo ministro del interior Hortensio Quijano para pedirle la reapertura
de los locales clausurados, garantías para el regreso de dirigentes sindi-
cales exiliados y autorización para realizar actos públicos. Estos dirigen-
tes sindicales “libres” recibían los elogios del presidente de la SRA José
María Bustillo: “Han pretendido hacernos aparecer como oponiéndonos
a las conquistas obreras (…) no lograron su propósito de enardecer a los
32 Pedro Chiaranti, dirigente de los obreros de la construcción y del Partido Comunis-
ta, había negociado con Perón en nombre de la FONC: la libertad de todos los presos
gremiales, la apertura de los locales sindicales clausurados y avanzaba en un pliego de
condiciones para un aumento de salarios en todas las categorías. Entre el 27 de abril y
el 11 de mayo la dirección comunista lo desautorizó y lo obligó a romper las gestiones
que llevaba con el coronel Mercante. El 30 de julio, el gobierno militar solicita al PC
una entrevista. Rodolfo Puiggrós y otro dirigente entrevistaron al ministro del inte-
rior Teisaire en la Casa de Gobierno. Según el relato el funcionario les expresó: “ el
gobierno está amenazado por un golpe dirigido desde el exterior, en el que participan
los partidos políticos de aquí. Queremos llegar a un acuerdo con el Partido Comunista
para aplastar ese golpe”. Ante la mención de Puiggrós de la existencia de numerosos
presos comunistas, aclaró: “No quedará un solo preso. Estamos dispuestos a discutir
con los comunistas las soluciones nacionales”. El Comité Ejecutivo del PC rechazó la
propuesta del gobierno. El secretario general G.Arnedo Alvarez declaró: “No queremos
ser víctimas de chantajes. Derrocaremos a la dictadura clerical–militar–fascista.” (Pui-
ggrós T.III p.468)
57
obreros, quienes están, por cierto, más instruidos de lo que se supone. Co-
nocen sus verdaderos dirigentes la esencia de las leyes económicas y no
ignoran la finalidad de esos procedimientos pueriles”.(LN 19–8–45)
Apenas levantado el estado de sitio, se realizó un acto el 9 de agosto
en homenaje a Saenz Peña y festejando la rendición de Japón. Las bom-
bas atómicas arrojadas tres días antes sobre la poblacion civil de Hiroshi-
ma y ese mismo día sobre la de Nagasaki no eran impedimento para que
socialistas, comunistas y radicales se encolumnaran junto a los conserva-
dores detrás de Spruille Braden, el nuevo embajador norteamericano que
se convirtió en la cabeza de la oposición.
Perón había rechazado la oferta de negocios del representante nor-
teamericano y la posibilidad de convertirse en el brazo represor de los
sectores patronales más poderosos. Sabattinistas y comunistas no sólo
habían rechazado formar parte del gobierno, eran parte activa del frente
liberal oligárquico.
Los bandos estaban definidos. Frente a la ofensiva imperial y patro-
nal a Perón y su grupo sólo les queda el apoyo directo de los beneficiarios
de sus medidas: los trabajadores que serán los que definan la relación
de fuerzas a favor de la naciente alianza interclasista que se constituirá
políticamente como peronismo.
La clase obrera y el Peronismo Original
¿Que ganaba la clase obrera con su participación en el pero-
nismo? ¿En que condiciones? o ¿Cómo participó?
Estas preguntas son centrales para avanzar en la comprensión de
la relación de la clase obrera con los diferentes sectores y la dirección de
la alianza peronista. También cuáles fueron los alcances y los límites y
la defensa de sus derechos desde 1945 y cómo resistieron y enfrentaron
luego la ofensiva de las clases dominantes entre 1955 y 1973/75.
Entre noviembre de 1943 y octubre de 1945 se concretan y/o toman
fuerza de ley reivindicaciones de los trabajadores que tienen décadas de
postergaciones y otras que no habían figurado en los objetivos del movi-
miento obrero desde su constitución a fines del siglo XIX. La breve sín-
tesis que hacemos en la página 51 pueden dar una idea de lo que signi-
ficaban en las condiciones de vida de la clase obrera los nuevos derechos
establecidos. Recordemos que por reivindicaciones más modestas habían
sido fusilados los peones rurales de la Patagonia durante el gobierno de
Hipólito Irigoyen y asesinados numerosos trabajadores durante gobier-
nos dirigidos por civiles y militares.
Quienes serán la “columna vertebral” del peronismo tenían abun-
dantes razones objetivas para confiar en el proceso que se abría. Lo dice,
sin negar sus reservas por la condición de militar de Perón, Aníbal Villa-
flor, dirigente sindical, militante de la USA e integrante de la Comisión
58
de Enlace Intersindical que organizó las movilizaciones del 17 de octubre
y primer Comisionado peronista de Avellaneda en 1945. “Perón en dos
años le había dado al obrero todo por lo que veníamos peleando y perdien-
do desde muy atrás, ... era muy difícil no ser peronista aunque no se
los viera bien a los militares. Aunque hubo varios que se portaron bien.
Además de lo conseguido era el respeto que empezaba a haber con el traba-
jador lo que a mucha gente la cambió.(...) el cambio era grande,...los días
pagos por enfermedad, vacaciones pagas, descanso el domingo, después
vino el aguinaldo, muchas cosas, para mí lo principal era que se termi-
naba el miedo de discutirle a los patrones... (habla sobre los tribunales
laborales) los tribunales para ir a pleitear con los patrones, eso a la gente
la agrandaba, le daba orgullo, y eso no se quita así nomás.(…) Pero…ade-
más nadie se iba con las manos vacías”. También, nos ilustra acerca de la
relación de los militantes obreros con el Estado de la que nos ocupamos
en el capítulo anterior: (...)la desconfianza con un gobierno de militares la
teníamos,...más los que veníamos de sindicatos luchadores, yo tenía años
en la USA, pero los que estaban en darle sin cuartel,… meta palo nomás,
estaban solos ya nadie los seguía,...y si a usted nadie lo sigue no consigue
nada y la policía se lo lleva sin problema....Además, a los ministerios para
arreglar problemas iban todos, radicales, socialistas, a los comunistas los
persiguieron pero también hacían sus tratos. Y está bien, si usted está en
un sindicato tiene que arreglar en beneficio del obrero, no para usted…
pero tiene que arreglar los beneficios que pueda conseguir”
Francisco Marino militante sindical y Secretario General de ATE
desde 1951 relataba: Trabajábamos por centavos, la enfermedad era des-
pido. El que enfermaba solo contaba con la colecta de los compañeros. Se
empezaba a hablar de aguinaldo y nadie sabía que era, no se lo conocía.
No se había pedido se hablaba de que iban a pagar unas semana de rega-
lo. Nadie lo podía creer. Más adelante con el aguinaldo y una quincena se
podía comprara una heladera. (…) Los inspectores de Trabajo y Previsión
iban a las empresas. Había cambiado todo para el trabajador (testimo-
nio).
Que el conjunto de los trabajadores tuviese motivos concretos para
confiar y tener expectativas en el titular de la STP, no significa que la
relación entre la clase obrera y el futuro líder peronista fuese lineal y
armónica.
Las numerosas reivindicaciones obtenidas por los trabajadores y los
contactos entre gremialistas y Perón no significaban que los aspectos re-
presivos del gobierno militar hubiesen desaparecido aunque se fueron
atenuando durante 1944 y 45. Apenas instalado, el gobierno militar clau-
suró la CGT nº 2 donde actuaban comunistas. Más de 30 dirigentes comu-
nistas fueron detenidos y trasladados a Neuquén y durante 1943 y 44 las
cárceles seguían alojando a militantes y gremialistas comunistas.
En marzo de 1944 fue allanada la FGB y hubo 150 detenidos. El 1°
de mayo fue declarado feriado por el gobierno militar como “fiesta de los
trabajadores”, pero los actos fueron prohibidos y una comisión de las tres
centrales sindicales existentes (donde estaban Borlenghi y Gay que tu-
vieron activa participación el 17 de octubre) no pudo hacer reveer la pro-
59
hibición. Los disturbios de ese día en Plaza Once dejaron varios heridos y
36 presos. El 20 de mayo, Perón declaraba ilegal la huelga que sostenían
los trabajadores de la fábrica Grafa y el 16 de junio la de los talleres na-
vales de Dock Sud.
Desde julio de 1944 –ya con Farrell en la presidencia–Perón se con-
vierte en el hombre fuerte del régimen al acumular los cargos de Vice-
presidente, Ministro de Guerra y Secretario de Trabajo y Previsión. La
política de contactos con dirigentes sindicales se acentuó a medida que la
ofensiva patronal y norteamericana se hizo más fuerte y no excluyeron
a los sindicalistas comunistas algunos de los cuales, con orden de captu-
ra, fueron recibidos clandestinamente en el Ministerio de Guerra. (Torre
p.64)
Angel Perelman, fundador de la UOM en 1942, define la situación
que se vivía: “en nuestro trabajo sindical, a partir de 1944, advertimos
cosas increíbles: que se hacían cumplir las leyes laborales incumplidas en
otra época(…) Las relaciones internas entre la patronal y el personal de
las fábricas había cambiado por completo de naturaleza(...) Los patrones
estaban tan desconcertados como asombrados y alegres los trabajadores.
La Secretaría de Trabajo y Previsión (…) No funcionaba como una regu-
lación estatal por encima de las clase en el orden sindical, actuaba como
un aliado estatal de la clase trabajadora.”
Aníbal Villaflor –una visión no complaciente del peronismo desde un
activo protagonista de sus orígenes– dice: “teníamos lo que pedíamos y
más,(…) nadie se iba con las manos vacías.” Ante la pregunta de qué pasó
en el 55 y los límites de la política de Perón, señala: “eso se vio después
seguro…. se vinieron con todo y no hubo quién les hiciera frente. Pero en
ese momento (1945) todo era ganancia para el obrero que sentía
al gobierno de su lado. No hagas teoría,… los problemas se empezaban
a arreglar, además Perón recibía a una delegación y tomaba el mismo
mate cocido que les ofrecía. Más de uno era eso lo que comentaba a la sa-
lida,… imaginate. Por eso te digo lo del respeto. Nunca habíamos tenido
al gobierno de nuestro lado. El hombre no arrugaba, a medida que lo
apretaban se apoyaba cada vez más en el obrero.”
También, testimonios claramente hostiles a Perón que califican de
fascista al gobierno deben reconocer que: “empezó a mediarse en los con-
flictos del trabajo inclinando sensiblemente la balanza en beneficio del
trabajador, tan favorablemente en este sentido como antes se había in-
clinado a favor del patrón o el empresario.” (Walter Beveraggi Allende,
del Campo 144). A regañadientes, el 6 de marzo de 1945, La Vanguardia
debía reconocer que: “En cuanto a su llamada obra de justicia social, esta-
mos en condiciones espirituales de reconocer que el coronel Perón ha cum-
plido una obra no exenta de interés(…) El señor Perón abrió las carpetas
parlamentarias, tomó las iniciativas socialistas, se apoderó de nuestros
proyectos sobre aprendizaje del joven y sobre tantos temas de legislación
del trabajo y cumplió así sin originalidad pero con fervor de neófito un
aspecto parcial y limitado de lo que se llama justicia social.”
Los ferroviarios, el gremio más poderoso durante el país agro–expor-
tador y no precisamente recién llegados a las luchas sindicales, temprana-
60
mente optaron por el apoyo a la alianza ofrecida desde el nuevo gobierno
del Estado. El 5 de febrero de 1944 se produce la primera concentración
de 2.000 ferroviarios frente a la STP para pedir por el reconocimiento
estatal de la Unión Ferroviaria (UF) intervenida junto con La Fraterni-
dad (LF). El 20 de marzo, ya unos 40.000 trabajadores se concentran en
Plaza de Mayo para presentar un memorial con sus reivindicaciones al
recién asumido presidente Farell, que les habló desde los balcones de la
Casa Rosada. Según el testimonio de Monzalvo, dirigente de la UF, antes
de esta concentración el coronel Mercante –su “estimado amigo”según El
Obrero Ferroviario (EOF)– les preguntaba con ansiedad si les era posible
reunir a 5.000 trabajadores. El éxito de la convocatoria indica que el apo-
yo al Secretario de Trabajo y Previsión no se trataba sólo de una cuestión
de dirigentes cooptados por el poder.
Los ferroviarios no eran los únicos. La Asociación de Obreros y Em-
pleados del Estado cuyo principal dirigente, José Vicente Tesorieri, lo
era desde 1935 y había estado encarcelado por el gobierno militar cinco
meses, realizó una importante concentración de apoyo a las medidas de
la STP el 17 de mayo.
El 2 de junio Farrell, Perón y Mercante concurrieron a la sede de
la Asociación de Personal de Hospitales y Sanatorios Particulares orga-
nizado para agradecerles las ocho horas de trabajo y la jubilación. Su
secretario general, el ex militante comunista Aureliano Hernández, les
dio la bienvenida “a esta modesta casa obrera que jamás fue torcida por el
influjo de ideologías foráneas”.
Poco después los sindicalistas ferroviarios demostraron que tenían
clara la relación entre la política internacional del gobierno y sus reivin-
dicaciones. El 5 de julio realizaron un paro de media hora con una concen-
tración frente a la Cancillería en apoyo a la política internacional del go-
bierno cuestionada agresivamente por una declaración del Departamento
de Estado. Dos días después, con la renuncia del coronel Perlinger, Perón
termina de resolver a su favor la interna militar.
El 26, el Departamento de Estado da a conocer una agresiva decla-
ración que decía que “elementos subversivos y simpatizantes del Eje”eran
responsables de la destitución del presidente Ramírez y afirmaba que
el “poder dominante en la Argentina estaba en manos de partidarios del
Eje”.
El 27 se realizó una nueva manifestación de apoyo al gobierno y apa-
reció una solicitada firmada por la CGT y numerosos gremios: ferrovia-
rios, municipales, estatales, cerveceros, vidrio, calzado, sanidad, priva-
dos, canillitas, comisión pro–unidad portuarios, sastres y costureras que
se pronunciaba a favor de: “1º– apoyo en todos sus aspectos de la po-
lítica internacional del gobierno. 2º– identificación con la defensa del
derecho de autodeterminación hecha por el PEN. 3º– que esta política
internacional del Estado no tiende sino a defender la independen-
cia económica y el libre albedrío de la República, con el mejora-
miento consiguiente de las condiciones de vida de su pueblo, por
lo que está plenamente identificada con un gobierno que, sin lesionar los
intereses de nadie ni avanzar sobre los derechos consagrados por la Cons-
61
titución Nacional, ha abierto las puertas a la justicia social y las perspec-
tivas de una existencia más digna y humana para todos los trabajadores”
4º –rechazo de la acusación de que esa política beneficiara al Eje”
(destacado RC) ( del Campo p.179)
Al día siguiente, otro grupo de sindicatos, emite una declaración que
reivindica el derecho a la “libre autodeterminación de los pueblos”, la
“igualdad jurídica entre los Estados y recalcaban su posición antifas-
cista, su adhesión a la libertad y la democracia y su apoyo a los
pueblos que luchaban por esos principios.” La suscribían dirigentes
cuyos mandatos se remontaban a los primeros años de la década del 30 y
tuvieron decisiva participación en la organización del 17 de octubre: USA
(Villaflor), Marítimos, Telefónicos (Gay), Comercio (Borlenghi), Gráficos,
Curtidores, Obreros del Tabaco.
Un tercer grupo no firma ninguna de las solicitadas pero adhiere al
acto convocado por los firmantes de la primera. Algunos estos son de re-
ciente formación como el Sindicato Autónomo de la Industria de la Carne
(Reyes), Luz y Fuerza y la Sociedad de Obreros Molineros.
El masivo acto realizado el 29 de julio en Plaza San Martín fue el pri-
mero en que el presidente Farell habló junto al titular de la CGT. Ante el
reiterado pedido de los trabajadores presentes, Farell concedió la palabra
a Perón quien, según las crónicas, fue ovacionado.
La Federación de Obreros y Empleados Telefónicos (FOET), núcleo
de la USA sindicalista, realiza un acto el 6 de octubre donde Perón res-
palda y reconoce como tales a los dirigentes telefónicos que habían sido
cesanteados. El principal, Luis Gay era secretario general del gremio des-
de 1928 y miembro del CC de la CGT desde 1931.
Borlenghi, secretario de los empleados de comercio y afiliado socia-
lista, realiza el 4 de diciembre de 1944 un acto para reafirmar la decisión
de su gremio de defender la ley de jubilaciones que tenía una fuerte resis-
tencia de las empresas y amenaza con una huelga general en caso de que
la nueva ley no sea sancionada.
Los gremios más antiguos, mejor organizados y con mejores salarios
y condiciones de trabajo donde participaban y confrontaban militantes
sindicalistas y socialistas estuvieron entre los primeros que apoyaron
la tarea del Secretario de Trabajo y Previsión. El Partido Socialista sufrió
el éxodo de la mayoría y de sus militantes sindicales. En sus inútiles es-
fuerzos por evitarlo, la conducción partidaria apeló primero al argumento
de la “prescindencia” política y luego prohibió a sus afiliados sindicalis-
tas toda relación con la STP. Solo los comunistas se mantuvieron disci-
plinados a la política de la URSS y su caracterización del gobierno. En
febrero de 1944, tres importantes dirigentes sindicales del Partido (Flo-
rindo Moretti encargado sindical en el Comité Ejecutivo, Rubén Iscaro y
René Strodeur secretario de la Federación Gráfica), en reunión con los
socialistas ya disidentes Borleghi y José M.Argaña, definen la posición
del PC como de unidad contra la dictadura “militar–fascista” y el “aban-
dono de las luchas por las reivindicaciones inmediatas y de los conflictos
parciales que distraían fuerzas y perjudicaban la formación de la Unión
Democrática”(Puiggrós tIIIp.450). Como afirmara Cooke: “el PCA había
62
hecho una clasificación y se atuvo a ella” al precio de enajenar su relación
con los trabajadores y perder valiosos militantes. “El PC con los conserva-
dores. Una mancha que no se pudo sacar el comunismo y la vida política
del país.” Así evaluaba la política de los comunistas argentinos Avelino
Fernández un protagonista de todas las etapas del peronismo.
Retomando lo planteado en el capítulo anterior, se puede afirmar que
la política reivindicativa llevada a cabo por Perón respondía a las expec-
tativas de todos los sectores de la clase obrera aún de los ubicados en una
posición crítica frente al Estado. Existen numerosas evidencias para des-
mentir las frecuentes afirmaciones de que fue la falta de experiencia sin-
dical y política los que llevó a las masas trabajadoras a apoyar a Perón.
Con frecuencia, se confunde las importantes modificaciones cuantitativas
y cualitativas en la composición de la clase obrera en los años anteriores
al peronismo, con la trayectoria y experiencia política y sindical de los
militantes y dirigentes obreros cuya participación fue decisiva en la con-
formación de esta fuerza política. Lo que cambia a fines de 1943 no es
la actitud del movimiento obrero respecto al poder político sino
la actitud de éste frente a sus demandas.
Los sindicatos “paralelos”
Se ha escrito y dicho mucho sobre los denominados “sindicatos pa-
ralelos” formados en los años previos a 1945. Este proceso tiene gran
importancia para precisar objetivamente cómo y desde dónde se vinculan
con la política de Perón. importantes sectores de la clase obrera y de la
militancia sindical. Analizaremos el origen de tres de las organizaciones
gremiales más importantes creadas en esa coyuntura: Sindicato Autóno-
mo de la Industria de la Carne, la Unión Obrera Metalúrgica y la Unión
Obrera de la Construcción.
En 1935, militantes comunistas fundaron la Federación Obrera de
la Alimentación, a la que pertenecía la Federación Obrera de la Carne
(FOIC) fundada en 1932 con seccionales en Berisso, Avellaneda y Rosa-
rio. Al producirse el golpe del 4 de junio, José Peter, Secretario General
de la seccional Berisso, es uno de los comunistas detenidos y enviados a
la cárcel de Neuquén. El 18, en el cine Edén de Dock Sud, una asamblea
de trabajadores de la carne decide ir a la huelga por un petitorio que re-
clamaba: aumento de 10 centavos por hora, jornada semanal máxima de
60 horas, reincorporación de despedidos y libertad de los detenidos. La
huelga se prolonga hasta los primeros días de octubre. El coronel Mer-
cante relata: “La huelga de los trabajadores de la carne resultaba una
carga muy pesada. Perón tomó la decisión de traer al dirigente comunista
José Peter al Ministerio de Guerra. Yo lo entrevisté apenas la policía lo
trajo desde Neuquén. En otro despacho, aguardaban media docena de
dirigentes que prometían levantar la huelga siempre que se liberara a
Peter y se concediera un aumento de 5 centavos por hora en los salarios.
(…) El acuerdo se produjo pero se estableció que era necesario realizar una
asamblea gremial en el Dock Sud”. Según su propio relato, debido a sus
63
gestiones con los trabajadores, Mercante fue acusado de comunista ante
el presidente por el general Sanguinetti, interventor en la provincia de
Buenos Aires. (Galasso Perón…p171; Puiggrós t.III p.362)
La asamblea se realizó el 3 de octubre en el club Sportivo Dock Sud.
Continúa Mercante: “A las tres de la tarde fui a presenciar la asamblea
(…) Cuando llegamos, nos sorprendió una multitud. Alrededor de seis
mil obreros vivaban a Peter, lo abrazaban, lo apretaban, lo llevaban en
andas. Una popularidad que después perdieron los comunistas y
que solo Perón supo heredar. Peter tuvo que dar varias vueltas por la
cancha para satisfacer las efusiones después habló y la huelga se levantó
allí mismo.(…) Yo caminé entre ellos vestido con mi uniforme y nadie me
molestó, pese a que me miraban con odio”.
Peter presidió la asamblea acompañado por Mercante, quien “leyó la
propuesta de la Secretaría de Trabajo” que establecía: “1) Volver al trabajo el
4 de octubre para facilitar la intervención del gobierno en la solución
del conflicto. 2) Pasar a cuarto intermedio para considerar la respuesta de
las empresas al gobierno y la FOIC. 3) Mantener constituidos los Comités
de Huelga de los distintos frigoríficos hasta que se soluciones el conflicto. 4)
Nombrar una amplia Comisión de los obreros de los distintos frigoríficos,
presidida por el compañero José Peter, para que intervenga en la conside-
ración de los petitorios de mejoras. 5) El Secretario de la Federación es-
taría junto al delegado de la Secretaría de Trabajo al día siguiente
a las cinco de la mañana, para garantizar el cumplimiento de la
resolución.” En uno de los considerandos de la resolución se afirma: “Que
el gobierno apoya nuestro movimiento, al reconocer el contenido justiciero de
nuestras reclamaciones” y se reconocía que el gobierno había cumplido “en
principio sus promesas al poner en libertad a nuestro secretario general, com-
pañero José Peter … resultó aprobada por unanimidad. Gran alborozo. Peter
cerró el acto con un discurso, manifestando también su acuerdo y asumiendo
el compromiso de estar al frente del secretariado en el local de la Federación
al día siguiente. Se disolvió la asamblea con cantares y vítores.”(Levenson
p.95) Sugestivamente la presencia de Mercante en la asamblea y el punto 5º
no aparecen en las memorias de Peter. En su testimonio, Gregorio Levenson,
observador de la asamblea en nombre del Comité Central del PC, agrega que
se exigió a las empresas la apertura de sus plantas a partir del día siguiente
iniciar el cumplimiento del pliego de condiciones y seguir negociando con
las Comisiones Internas que a partir de la fecha tendrán plena acción
legal. (…) La resolución se implementó a partir del día siguiente como esta-
ba establecido, pese a las airadas protestas de la Unión Industrial, la
Cámara de Comercio Británica y el sabotaje de los gerentes de cada
planta, quienes sostenían que se habían violado la imparcialidad
que históricamente había mantenido el gobierno y la libertad de
trabajo. Pero José Peter no apareció al día siguiente a la cita convenida (ni
nunca más). Pasó a la clandestinidad y se fue eclipsando como dirigente del
gremio en forma definitiva. Yo había sido designado por el Comité Central
del Partido como uno de los observadores de la asamblea. Al Comité le inte-
resaba, más que la asamblea en sí, conocer la posición de Peter, al que no le
tenía confianza. La posición del Partido Comunista era la de la vuelta
64
al trabajo sin discusiones, pues pensaba que lo contrario era hacerle
el juego al nazi–fascismo y poner en peligro todo el esfuerzo bélico.
Estaba preocupado de que una actitud más combativa en defensa de
los intereses de los obreros lo llevara a la ruptura con los personeros
de las embajadas aliadas (…) la ausencia de Peter (de las gestiones pos-
teriores a la asamblea) no significaba otra cosa que el desacuerdo del Partido
con lo convenido entre Peter–Perón–Mercante y lo que era más grave con la
decisión de las masas obreras.” (Levenson p95/6)
Por haber aceptado la propuesta de la Secretaría de Trabajo, apro-
bada en asamblea por los trabajadores, Peter es considerado claudicante
por sus camaradas, incluido Levenson.33 Sin embargo, nueve meses atrás
los comunistas habían festejado con la presencia de un funcionario del
gobierno de Castillo y la solidaridad del gobernador de Bs.As. y los emba-
jadores de Inglaterra y EEUU la obtención de mejoras para el gremio de
la carne.34 En ese momento para Peter: “Este hecho demuestra bien a las
claras el empuje que había tomado la FOIC y las seguras e importantes
conquistas que hubiera obtenido para los trabajadores de los frigoríficos
de no haberse producido el cuartelazo militar del 43.” Para los comunistas,
la solidaridad de las embajadas aliadas (que apoyaron a las patronales en
la serie de huelgas entre fines de 1943 y octubre de 1945) demostraba el
empuje del gremio y aceptar la intervención de un gobierno que respal-
daba los reclamos de los trabajadores frente a los poderosos frigoríficos
era claudicante. Era difícil que los trabajadores comprendiesen que esa
política pretendía defender sus reivindicaciones.
Recién entre noviembre y diciembre se pudo llegar a firmar un acuer-
do con los frigoríficos que establecía un aumento de 5 centavos por hora
hasta enero y otros 5 centavos a partir de ese mes.
Relata Reyes: “En Berisso continuábamos haciendo los paros inter-
nos en el Frigorífico ARMOUR, pues la empresa se resistía a la aplicación
del convenio firmado ante el Interventor Federal de la Provincia, general
Verdaguer.” En el marco de paros parciales, denuncias ante la Secretaría
de Trabajo y Previsión y la ausencia de Peter de la actividad sindical, se
produce a fines de 1943 la fundación del Sindicato Obrero Autónomo de
la Industria de la Carne de Berisso separado de la FOIC.
En junio de 1944, Reyes se entrevista con Mercante y logra a través
de un decreto de Farrell y Perón, extender las conquistas logradas por
las luchas de los trabajadores de Berisso, dirigidos por el SAIC a todo el
gremio de la carne. Sin dudas, este logro aumentó el prestigio de Reyes
33 El informe del Comité Ejecutivo del PC que consideró a Peter como claudicante
estuvo a cargo de Gregorio Arnedo Alvarez, quien en la década del 70 fundamentará el
apoyo comunista a Videla. “Escritos 1975–1980” Editorial Fundamentos Bs.As.1981
34 El 10 de enero de 1943, el periódico comunista “La Hora” daba cuenta de un “magní-
fico festival artístico en el Sportivo Dock Sud para celebrar la obtención de vacaciones
y otras mejoras para 40.000 obreros de los frigoríficos” que contó con la adhesión de los
embajadores de Inglaterra EEUU y Brasil, el gobernador de Bs.As. Rodolfo Moreno su
ministro de gobierno Vicente Solano Lima. En la foto que acompaña la crónica, junto a
Peter, aparecen el delegado regional del departamento provincial del trabajo, los dele-
gados de la CGT, artistas como O. Pugliese y otros miembros del FOIC.(Peter p.198)
65
y del nuevo sindicato en el conjunto de los trabajadores que ya tenían
razones objetivas para considerar a Perón y Mercante como aliados en su
lucha reivindicativa.
Poco después, Perón visita Berisso y más de 30.000 pobladores lo
aclaman cuando comparte la tribuna con Mercante, Reyes y otros diri-
gentes. Sin embargo, “No obstante la visita del coronel Perón, Mercante y
otras personalidades del gobierno a Berisso, a pesar de lo magnífico de la
concentración popular realizada, los convenios de trabajo establecidos, de
los decretos del Poder Ejecutivo Nacional, de las leyes laborales,(…) las
empresas frigoríficas continuaban cada vez con más persistencia resis-
tiendo y violando todo lo que fuera obligación y cumplimiento de su parte
(..) borraban con el codo lo que firmaban con la mano”(Reyes p.161/2).
En agosto de 1944 el gobierno había establecido mediante el decreto
nacional 21877/44, un nuevo principio jurídico relativo al carácter obli-
gatorio de los convenios colectivos de trabajo. Pero una disposición legal
de un gobierno con todavía escaso respaldo popular, no modifica las rela-
ciones de fuerza entre obreros y patrones. Por lo tanto, las empresas se
negaron en la práctica a cumplir el convenio establecido el año anterior.
Los paros reclamando por su cumplimiento, llevados adelante por el nue-
vo sindicato autónomo continuaron. Reyes al referirse a la continuidad
de los paros y tomas de establecimientos para vencer la resistencia em-
presaria, dice: “…provocaba continuos paros internos y las ‘tomas de fá-
bricas’ que nos hallábamos obligados a realizar, no solamente en defensa
de nuestros intereses y nuestras conquistas, sino también de la autoridad
y dignidad del gobierno al que le faltaba poder en sus decisiones para
hacerse considerar como tal ante el poder de ese otro Estado capitalista
internacional, representado por las empresas frigoríficas en nuestro país.
Entendíamos que para que el gobierno revolucionario nacio-
nal y popular, tuviera fuerza para cimentar las bases de su po-
der político, nosotros teníamos que consolidarlo con la acción y
la fuerza de nuestra lucha sindical y la firme unificación de las
inquietudes populares. De acuerdo a la reacción de las empresas fri-
goríficas y de las oligarquías nacionales e internacionales ante la lucha
emancipadora de los trabajadores de la liberación del pueblo argentino,
nos hallábamos obligados a sentir como propia esta revolución mi-
litar y nacional y defender al gobierno que la representaba para
poder defendernos nosotros mismos , pues si éste como decimos, no
cimentaba su poder apoyado por los trabajadores y las fuerzas po-
pulares el capitalismo y las oligarquías fraudulentas volverían a
hacer flamear sus banderas del oprobio sobre la cabeza del pueblo
sumergido. (destacado RC p.161/2)
Aparece la lucha antipatronal de los trabajadores apuntalando al
proceso político que se abre, entendido como la construcción de un poder
del Estado diferente al vigente. Sin embargo, las luchas de los obreros de
los frigoríficos desde fines de 1943 a octubre de 1945, nos muestran que
la gestación de la alianza interclasista entre los trabajadores y la fracción
militar nacionalista no fue un proceso exento de contradicciones. Tam-
bién desmienten la acusación de Peter acerca de la complicidad del nuevo
66
sindicato con las empresas.
A fines de 1943, en una asamblea rodeada por la policía montada y
la presencia de empleados de la Secretaría de Trabajo y policías de civil,
se declaró la huelga por tiempo indeterminado. Mercante exhorta a los
dirigentes a hacer lo posible “por dar la vuelta al trabajo”. Según Reyes,
cuando le comunican que “era de firme propósito el proseguir la huelga
hasta que las empresas cumplieran incluso con los propios decretos–leyes
laborales firmados por Farell y Perón”, Mercante “entendió perfectamen-
te estas razones, máxime que él formaba parte de este mismo gobierno.
Y nos retiramos con la convicción de que regresábamos a la lucha,
sin haber obtenido ninguna respuesta favorable. Tres días después
el coronel Perón, vicepresidente de la República, secretario de Guerra y
secretario de Trabajo y Previsión, declaró por medio de una alocución en
cadena por radiotelefonía, y de la prensa, la legalidad de nuestra huelga
basada en las indiscutibles razones de la demanda obrera que la promo-
vieron. (p.165)
Las crónicas periodísticas confirman el relato de Reyes acerca de
una fuerte represión policial, con numerosos detenidos y despedidos. Su
testimonio también da cuenta de las variaciones en la actitud de Perón
frente a los trabajadores: “Cuando llevábamos quince días de paro sin que
las empresas dieran señales de avenirse a ninguna solución, nuevamente
nos citó la Secretaría de Trabajo y Previsión. Pero esta vez para decirnos
que era necesario que suspendiéramos la huelga y diéramos la vuelta al
trabajo. Dicha intimación se basaba en el cumplimiento de los compromi-
sos internacionales de comercio, que el Estado argentino había contraído
con los países en guerra que estaban ‘salvando’ a la humanidad. De más
está decir que nos negamos a ello, exponiendo las poderosas razones
que todos conocíamos y porque, además, la vuelta al trabajo sin ninguna
otra razón valedera constituía una verdadera negación de los motivos y
una terminante derrota, no solamente para los trabajadores de
la carne de Berisso sino para todo el país. (…) Al otro día el mismo
coronel Perón, atento a nuestra ‘desobediencia’, por la misma prensa y la
misma cadena de radio oficial, nos declaró ilegal la huelga. Aquello su-
blevó el ánimo de la gente, pero nadie perdió el sentido sobre sus
derechos ni su responsabilidad en la lucha.”( destacado RC) (Reyes
pp. l65/6)
A fines enero de 1945, una concentración de obreros de la carne en
huelga, frente a la Secretaría de Trabajo y Previsión, reclamando por el
cumplimiento de los decretos leyes de 1943, fue reprimida por la policía
y hubo 100 detenidos. Al mismo tiempo una declaración de la Secretaría
los exhortaba a volver al trabajo y declaraba que no recibiría a ninguna
delegación hasta que esto no sucediese. (del Campo 165)
A principios de abril, coincidiendo con la escalada opositora, los frigo-
ríficos se proponían despedir a 12.000 trabajadores. La huelga decretada
por el nuevo sindicato llegó a involucrar a 60.000 obreros. La política de
Perón en este caso fue diferente, declaró: “los obreros tienen razón (…)
Hasta ahora los frigoríficos se habían avenido con nosotros muy bien: los
directores, los gerentes, todo el personal, todos habían andado perfecta-
67
mente bien. No sé por qué este capricho de ahora” (del Campo 165)
Las gestiones conciliatorias encaradas por Bramuglia –en ese mo-
mento interventor en la provincia de Buenos Aires– y por la Secretaría de
Trabajo fracasaron. Luego de 22 días de huelga y una intimación de Perón
como Secretario de Trabajo, el gobierno dictó un decreto imponiendo a las
empresas la reincorporación de los cesantes, el pago de los días de huelga
e intimándolas a cumplir con los convenios. La vuelta al trabajo fue con
festejos triunfales. Sin embargo, las empresas, en el marco del avance
opositor, no acataron en la práctica las resoluciones gubernamentales.
Sin duda alentados por el triunfo de los trabajadores, iniciaron un nuevo
paro inmediatamente. Luego de 96 días de huelga debieron levantarla
sin lograr que las empresas cumpliesen con lo impuesto por el gobierno y
sin haber sido escuchados por los sindicalistas que ya apoyaban a Perón.
Tampoco lograron ser recibidos por su futuro líder, a pesar de exigirlo a
los gritos, en un acto convocado por la Comisión de Unidad en apoyo a las
medidas de la STP y la normalización institucional.35
Luego del obligado retorno al trabajo, continuaron las asambleas que
llegaron a contar con más de 5.000 trabajadores. Aprovechando la pre-
sencia de una flota de 36 barcos ingleses que requerían ser cargados con
urgencia, en la primera quincena de setiembre se decide una vez más,
retomar la huelga.
Con el arbitraje del coronel Mercante, como director de Acción Social
de la STP, hubo prolongadas negociaciones. La delegación obrera esta-
ba compuesta exclusivamente por la Comisión Directiva del Sindicato
Obrero Autónomo de la Industria de la Carne. Según Reyes: “No porque
no hubiéramos deseado integrarlo con compañeros de otros sindicatos
del gremio, sino porque estábamos solos en la lucha.” (p.185). El reclamo
obrero seguía siendo el cumplimiento de los decretos–leyes de 1944 toda-
vía incumplidos por las empresas.
La representación empresaria estaba compuesta en su totalidad por
gerentes ingleses. Su principal argumento, además de la amenaza de cie-
rre, era que “al parar, los embarques de carne se colocan en contra de
un país amigo, que está sirviendo a sus propios intereses (…) los señores
dirigentes sabotean el esfuerzo de las naciones amigas que están con sus
ejércitos y sus pueblos asegurando, el bienestar, la democracia y la liber-
tad de los demás pueblos del mundo.”(Reyes p181)
El debate, además de las reivindicaciones acerca de las condiciones
de trabajo y los salarios, gira alrededor de la naturaleza de la guerra.
35 Reyes dice que debieron levantar la huelga el 2 de julio, 6 días después de un acto
convocado por la Comisión de Unidad Sindical donde no se le permitió el uso de la
palabra y tampoco los recibió Perón. Este acto fue el 12 de julio; no hemos detectado
ningún acto frente a la STP desde el 20 de junio hasta esta fecha. Por ello, conside-
ramos que se trató de un error de fechas en su relato. Convocado por la Comisión de
Unidad Sindical este acto se realizó en defensa de la política de la STP. Su desarrollo
lo tratamos en la página 72. (del Campo pp. 198/200). Según el testimonio de Francisco
Marino, delegado en un frigorífico en ese tiempo, Perón no quería que sacara la gente
a la calle, le dijo a Reyes “¿Porqué me sacaste la gente a la calle” En su recuerdo la
huelga se pierde. Aunque relataba que Inspectores de Trabajo y Previsión me pagaron
el salario en el Sindicato de la Carne.
68
La representación obrera caracteriza a la guerra en estos términos: “En
cuanto a la referencia de Mr.Williams sobre el problema de la guerra,
le podemos decir que los trabajadores argentinos ni los de ninguna otra
parte somos responsables de ella. Por el contrario estamos convencidos de
que todas las pequeñas o grandes guerras de la humanidad se han des-
atado por obra y gracia de los poderosos intereses, políticos o ideológicos,
dominios de mercado o afán de sometimiento de los pueblos a las grandes
potencias colonialistas. Por tales causas, le respondemos que llegan a este
pueblo y a esta tierra generosa, con la bandera de la democracia en una
mano y el látigo de la explotación en la otra. (Reyes p.183)
Finalmente, el 22 de setiembre se firmó para todos los trabajadores
de la carne del todo el país, el más importante convenio de toda la historia
de la industria. Establecía aumento de salarios, mejoras en las condicio-
nes de trabajo nunca vistas en los frigoríficos y la reincorporación total
de los cesantes, en su mayoría dirigentes y activistas sindicales. Se puede
comprender por qué los trabajadores de la carne de Berisso podían con-
siderar al gobierno como un aliado y un mes más tarde serían decisivos
para definir la relación de fuerzas a favor de la alianza peronista. Puede
sostenerse que la clase obrera europea tenía fundados motivos para de-
fender a la democracia liberal frente al fascismo y el nazismo. Esto no
significa que los trabajadores argentinos tuviesen motivos para compar-
tir la versión deformada de ese derecho que les ofrecían los comunistas
locales, que presentaba a sus despiadados enemigos cotidianos como los
representantes de la libertad.
La experiencia de los trabajadores metalúrgicos también desmiente
las versiones que atribuyen a su falta de conciencia política o a la ma-
nipulación del entonces coronel Perón la formación de los nuevos sindi-
catos. La creación de UOM es anterior no solo a la instalación de Perón
como Secretario de Trabajo sino también al 4 de junio de 1943. El relato
de Angel Perelman, uno de sus fundadores, militante obrero socialista
que había roto con su partido, desmiente la participación de Perón en la
formación de este sindicato. “Pero la carestía de la vida, junto con la in-
flación que comenzaba a manifestarse en el país como resultado del creci-
miento de la masa de consumidores formados por el nuevo proletariado y
también las maniobras de los especuladores intermediarios, presionó a la
clase obrera en busca de mejores condiciones de vida y de salarios. Así fue
como se lanzó la gran huelga metalúrgica de junio de 1942 de la cual par-
ticipamos. Yo trabajaba en Catita y tuve una participación intensa en el
movimiento. La dirección comunista del gremio frenó por todos los medios
el estallido de la huelga (…) Como el Partido Comunista era el principal
propagandista del ingreso argentino en la guerra mundial con el pretexto
de que la intervención de la Unión Soviética en la guerra cambiaba su
naturaleza histórica y dejaba de ser como lo había enseñado Lenin, una
guerra imperialista para convertirse en una guerra por la libertad y la
democracia, todos los movimiento huelguísticos argentinos eran frenados
por los comunistas con la argucia de que no había que “provocar dificul-
tades a la industria” de capitales anglo–yankis porque podían dificultar
‘el triunfo definitivo sobre el nazismo’. Esto, por supuesto, no lo enten-
69
dían los trabajadores que solamente deseaban trabajar lo suficiente
para mantener a sus hijos y que odiaban con toda la fuerza de su corazón
a los explotadores nacionales y extranjeros lo mismo que a la sangrienta
guerra imperialista.” (destacado RC) (p. 47)
Declarada la huelga, los trabajadores se enfrentan con patronales
antifascistas como Siam Di Tella. Presidida por Torcuato Di Tella, que
era secretario de la seccional metalúrgica de la Unión Industrial Argen-
tina y principal dirigente de “Italia Libre”, un importante sector de la
colectividad italiana antifascista. Otras firmas como CEMA, Thysen y
Klockner, según Perelman ”eran firmas nazis reconocidas”. (p.48)
La dirección comunista encabezada por Muzio Girardi ofrece la solu-
ción del conflicto “en aras de la lucha contra el nazismo” con la formación
de una comisión formada por Alfredo Palacios, monseñor De Andrea y el
ministro del Interior Miguel Culaciatti. Rechazada la mediación por las
patronales, los dirigentes comunistas convocaron a una asamblea general
del gremio que “dividieron en dos partes: una se celebró en la Federación
de Box en la Capital y otra en el cine Rivas de Avellaneda. Esas dos asam-
bleas se celebraron con tan solo una anticipación de 24 horas. Al mismo
tiempo el diario “La Hora” (órgano del PC) pedía el levantamiento de la
huelga ‘porque ya hemos triunfado’ Yo concurrí a la asamblea de Avella-
neda con los compañeros de Catita, el taller de 2.000 obreros en el cual
yo trabajaba. El orador comunista afirmó en nombre de la comisión que
‘entraremos a trabajar con la frente alta a pesar de no haber conseguido
nada de aumento. El Sr. Ministro laudará una vez que volvamos al traba-
jo. En caso contrario le haríamos el juego a los nazis’.” (destacado
RC). Ambas asambleas terminaron en bataholas con intervención policial
y de personas “ajenas al gremio metalúrgico.(…) El ministro Culaciatti
laudó el 10% sin retroactividad con básicos inferiores a los que ganába-
mos en ese momento (…) Tres mil delegados fueron a la calle entre el gran
Buenos Aires y la Capital Federal(…) Esto nos llevó a un grupo de compa-
ñeros y a mí a pensar seriamente en la necesidad de reorganizar el gremio
rompiendo directamente con el aparato del Partido Comunista. (pp.49/50)
(…) La traición de los comunistas a la gran huelga metalúrgica de 1942,
que en otras circunstancias habría originado una honda depresión en el
gremio, ejerció esta vez, por obra del ascenso general de la industria, un
efecto contrario [Efectivamente desde 1935 los índices de desocupación
comienzan a descender en forma continuada y también las huelgas y la
cantidad de huelguistas involucrados (Portantiero…p.87)]. A los pocos
meses de este fracaso me vinieron a ver varios compañeros mecánicos de
la fábrica Fontanares. Eran, como yo en esa época afiliados socialistas
disconformes con la orientación del partido y con la dirección co-
munista de nuestro gremio. Me propusieron la formación de un nuevo
sindicato metalúrgico.(…) La Unión Ferroviaria nos ofreció su sede de la
calle Independencia(…) Lo fundamos en abril de 1943 poco tiempo antes
de la revolución del 4 de junio. Yo fui su primer Secretario General (…) El
desprestigio de los comunistas era tan grande, que ningún obrero quería
oír hablar de ellos, ni en lo político, porque eran “rupturistas”, ni en lo gre-
mial porque eran traidores. Cuando se produce la revolución del 4 de
70
junio, el gobierno orientado en un sentido reaccionario, al prin-
cipio, clausura todos los sindicatos dirigidos por los comunistas;
pero esta medida, que los afectaba, no afectaba a la masa, que no
estaba afiliada a esos sindicatos.
(…) Perón iniciaba su acción en la Secretaría de Trabajo y Previsión.
Sin embargo, no concurrimos a verlo a Perón, como empezaban a
hacerlo numerosos sindicatos.
Fue recién a mediados de 1944 que en una reunión de la Comi-
sión de nuestro sindicato yo planteé la necesidad de entrevistarlo
al coronel y obtener su ayuda para lanzar un pedido general de
mejoras de salarios (…) siempre me había considerado un socialista
revolucionario y no estaba de acuerdo con la posición belicista del Partido
Socialista. En el orden gremial me parecía evidente que los metalúrgicos
debían aceptar el apoyo de quien se los brindase, viniera de donde vinie-
re. Sin embargo, mi proposición encontró gran resistencia entre los otros
miembros de la Comisión: De 15 asistentes, votaron en contra 13 y solo dos
a favor. Entonces decidimos con Clever, otro dirigente del sindicato, visi-
tar a Perón a título personal (..) Vencidas las resistencias de los otros di-
rigentes, acordamos con la Secretaría de Trabajo convocar a una reunión
donde hablaría Perón a los metalúrgicos.(…) calculamos que podríamos
llenar con 1000 metalúrgicos el salón de sesiones del Concejo Deliberante,
donde funcionaba la Secretaría de Trabajo y Previsión.
No tuvimos recursos ni posibilidades de hacer mucha propaganda
(…) Fue la gran sorpresa, pues a la hora del acto estaba totalmente repleto
el salón de actos y en la diagonal Roca estaba concentrada una enorme
multitud, de cerca de 20.000 metalúrgicos. Se distinguían sus talleres por
cartelones improvisados.” (Perelman pags. 54/55/56/)
El relato de Perelman, un activo protagonista y militante, sobre la
formación de la UOM, coincide en los hechos y las valoraciones generales,
con lo planteado por Puiggrós, Levenson y Torre. Sólo se puede relativi-
zar la exclusiva responsabilidad que le atribuye a los comunistas en la
derrota de la huelga. Los trabajadores metalúrgicos se enfrentaban con
una patronal poderosa, los empresarios de la industria contaban con una
de las vicepresidencias de la UIA y con 18 cargos en el consejo directivo.
Finalmente, la huelga terminó cuando la CGT apoyó la aceptación
del laudo ministerial por parte del sindicato.
La UOCRA fue fundada el 4 de setiembre de 1943 cuando Perón aún
no había iniciado su política hacia el movimiento obrero. La nueva orga-
nización ingresó rápidamente en la CGT y sus actividades eran amplia-
mente reflejadas en “La Vanguardia”. El 1 de mayo de 1945, este periódico
publicaba una declaración de la UOCRA donde “se expresa su desagrado
por la actitud de inercia de la STP hacia los obreros de la construcción”.
Aunque no haya sido inicialmente oficialista, la UOCRA seguramente se
benefició con la dura represión de que fue objeto la FONC dirigida por los
comunistas. En julio de 1945, ésta denunciaba que, desde el 4 de junio de
1943, 1.200 de sus militantes, entre ellos sus principales dirigentes, ha-
bían sido encarcelados y 130 de sus locales clausurados. A pesar de esta
represión, en enero de 1946, el nuevo sindicato seguía siendo minoritario
71
frente al dirigido por los comunistas. El coronel Mercante reconocía en
1969: “En cambio en la construcción no pudimos entrar nunca, era un
sindicato monolítico.” (del Campo p.184)
Parece entonces que, hasta acá, la adhesión a la política impulsada
por el coronel Perón tiene que ver con los intereses reivindicativos de los
trabajadores y que su rechazo o no a sus direcciones comunistas es pro-
ducto de las políticas de esas direcciones que priorizaron la alianza con
sus enemigos de clase antes que la defensa de sus compañeros.
La AOT es el sindicato “paralelo” que se parece más a la versión
difundida de “cooptación sustentada en inexperiencia política y corrup-
ción”. Socialistas y comunistas ya tenían sindicatos propios desde 1941.
El nuevo sindicato se funda en octubre de 1945 en oposición a ambos y en
expreso apoyo a la política de Perón.
El crecimiento del nuevo sindicato fue rápido. Cuenta quien fue su
secretario general: “En lo que hace al movimiento nacional éste recién
despertaba, y despertó con tanta fuerza que en menos de seis meses hizo
un sindicato de 80.000 afiliados, contra los 4.000 que tenían los socialis-
tas y 3.000 que tenían los comunistas.” Un dirigente del sindicato socia-
lista –L.Bonilla– dice: “Después de esa reunión de mayo (la celebración
del 25 de mayo de 1944) hubo otros actos políticos en los que nosotros nos
negábamos a intervenir. Iban los trabajadores nuestros porque ya
empezaban a afluir solos, sin que los mandaran” (del Campo p.186
destacado RC).
Pacto Social o represión– Nace el peronismo original
Los términos de la confrontación están claramente planteados. Por
un lado, entre un proyecto de participación de la clase obrera en las de-
cisiones de gobierno para lograr la institucionalización de sus reivindica-
ciones a través de los sindicatos y el sector militar a cargo del gobierno
del Estado, encabezado por Perón y Mercante, que le ofrece esa posibili-
dad y lo institucionaliza jurídicamente.36 Por el otro, la alianza encabe-
zada por el embajador de Estados Unidos, la totalidad de las entidades
patronales a las que se suman los partidos políticos, las asociaciones de
profesionales, la universidad, la casi totalidad de la prensa y unos pocos
sindicatos.
A diferencia de los sectores de la burguesía nacional que integrarán
el peronismo, la clase obrera llega a la alianza con Perón con la capacidad
de movilizarse activamente para la defensa de sus intereses inmediatos,
36 El 2 de octubre, a través del decreto–ley 23.852, el gobierno autoriza a los sindi-
catos a participar en política. La nueva norma legal estaba basada en proyectos de
legisladores socialistas. Su artículo 33, inciso 6 establecía como derecho de las or-
ganizaciones gremiales “el de participar circunstancialmente en actividades políticas
siempre que así lo resuelva una asamblea general o congreso” y en el artículo 42 que:
“En ningún caso el Estado podrá intervenir en la dirección o administración de una
sociedad profesional, tenga esta o no personería gremial”.
72
que será, al mismo tiempo, la defensa de su futuro líder. Esta moviliza-
ción se expresa el 12 de julio con un acto organizado por la Comisión de
Unidad Sindical, en defensa de la política de la STP. Las consignas con-
vocantes son: “contra la reacción capitalista; en defensa de las conquistas
obtenidas; por aumento de sueldos y ampliación de la jubilación para los
obreros industriales; en defensa de las libertades constitucionales y por la
pronta normalización institucional.”
En este acto reunió a unos 300.000 trabajadores, se corearon por pri-
mera vez la consignas: “Perón presidente;” “Un millón de votos” y una que
expresaba la definición doctrinaria del naciente movimiento “Ni nazis ni
fascistas peronistas”. (del Campo pp.198–200)
Durante su desarrollo, Telmo Luna –presidente de UF y miembro de
la CD desde 1935– sintetizó los objetivos del movimiento obrero: “Esta-
mos reunidos los trabajadores (…) para dos cosas fundamentales: reafir-
mar que defenderemos a cualquier precio las conquistas sociales que he-
mos logrado, y denunciar a la opinión pública de la nación la insolencia
de los sectores capitalistas que, en épocas de grandes ganancias , como se
ha documentado públicamente , juegan con los intereses de todo el pueblo
argentino especulando y encareciendo los productos indispensables para
la vida, y aún pretenden acumular sobre los trabajadores y consumidores
la responsabilidad de la crisis, atribuyéndola a los escasos aumentos de
sueldos concedidos a regañadientes, a la jubilación decretada para va-
rios gremios y a la concesión de vacaciones retribuidas (…) Es, pues, la
voz auténtica de los trabajadores la que denuncia a la opinión pública
de la nación y del extranjero la existencia de un plan preconcebido por
la oligarquía reaccionaria para reconquistar el poder y anular todas las
conquistas que impliquen una mejora en las condiciones de trabajo y sala-
rios, haciendo prevalecer los insultantes privilegios que han caracterizado
épocas en las cuales los problemas sociales los resolvía el capitalismo con
la presencia y acción de los piquetes policiales.” (EOF 1–8–45 p.199 del
Campo)
Por su parte, Borlenghi denunciaba con claridad los términos políti-
co–institucionales en que estaba planteada la confrontación: “Ahora se ha
dado en decir que los gobiernos ‘de facto’ no tienen facultades legislativas.
Y yo respondo: cuando en el año 30 se estableció un gobierno ‘de facto’ que
estaba entregado amorosamente en brazos de la oligarquía ¿han venido
acaso los constitucionalistas a decir que el gobierno no tenía facultades
legislativas? (…) A principios de la revolución del 4 de junio el gobierno
del general Ramírez tomó una serie de medidas reaccionarias, entre ellas
un decreto reglamentando los sindicatos que los convertía en organiza-
ciones fascistas. Y yo pregunto: ¿dónde estaban en ese momento nuestros
constitucionalistas, nuestros legalistas, y donde los editorialistas de los
grandes diarios? (…) En esta materia la clase trabajadora afirma que no
tiene por qué tener escrúpulos de carácter constitucional, muy dudosos,
respecto a las facultades del gobierno “de facto” para dar leyes a favor de
los trabajadores. (LN 13–7–45)
El sistema político institucional había perdido toda legitimidad para
enmascarar la realidad. Entonces, –más allá de las importantes limita-
73
ciones del grupo peroniano para sumar a los sectores medios liberales a
su causa– para el conjunto de los trabajadores quedaba claro que no se
trataba de una abstracta defensa de la “libertad y la democracia”, sino
de la defensa de sus derechos establecidos desde el gobierno del Estado y
cuestionados por el conjunto de las instituciones patronales y sus aliados
antes de ser efectivamente aplicados.
El discurso del tesorero de la CGT, Manuel Pichet demostraba que
el concepto de “ciudadanía social” tan debatido por cientistas sociales dé-
cadas después, estaba ya claro para sus beneficiarios: “No queremos los
trabajadores la vuelta a la democracia falseada que impuso la ley social y
la ley de residencia, y que llenaba las cárceles de obreros auténticos o ideo-
lógicos, pero también de militantes activos de los sindicatos. Esos tiempos
en que la Argentina era una jauja para la generalidad de los capitalistas
no deben volver. (…) Una democracia defendida por los capitalistas, no
la queremos. Una democracia que sea un simple retorno a la pasada oli-
garquía, no podemos auspiciarla” (…) se está viviendo un enfrentamiento
de la clase capitalista con la clase obrera, dispuesta aquella a arrebatar a
ésta las conquistas sociales logrados en los últimos tiempos, en una lucha
que no difiere un ápice de las que libran en todo el mundo ambas fuerzas
sociales”.
Perón se hacía cargo del carácter social que tenía el enfrentamiento y
definía su concepción de la democracia. En el mismo acto define sus ene-
migos como “tigres de peletería”. Días después, en diferentes actos frente
a obreros panaderos y ferroportuarios, definía a la STP como: “el puente
magnífico de la evolución de la burguesía al dominio de las masas. Termi-
naron hace dos siglos los gobernantes de la aristocracia, hace menos tiem-
po terminaron los gobiernos de la burguesía, y han de venir los gobiernos
populares, que son verdaderamente democráticos, en los cuales las masas
trabajadoras que son la médula espinal del pueblo, han de tener enorme
responsabilidad.”
Los dos bandos eran definidos por Perón en términos que perduraran
en el naciente movimiento: “De un lado está, claramente determinada, la
oligarquía que se había entronizado en el país durante tantos años, (…)
había llegado en sus extremos de explotación hasta explotar la miseria, la
ignorancia y la desgracia de nuestra clase trabajadora(…) Así como ex-
plotó la democracia en su provecho y en perjuicio de la clase trabajadora,
hoy pretende levantar la bandera de una democracia que no siente para
servir a sus futuros intereses políticos, que han de transformarse como
siempre en pesos y más pesos succionados a los pobres trabajadores que
son los que menos tienen, pero que son los más capacitados para trabajar,
para sufrir y para producir(…)”. Luego de denunciar el apoyo a este ban-
do de los grandes diarios, a los que define como “empresas financieras” no
“empresas de opinión”, se pregunta “¿Quién más los apoya ¿ Aquellos que
han estado a su servicio y al servicio del capitalismo extranjero o argen-
tino,(…)”
Frente a estos, con una imprecisa caracterización, ubica al pueblo:
“Para mí ‘pueblo’ es todo habitante de la república que se comporta de
acuerdo a las necesidades de la nación. La parte más importante es la
74
que trabaja y produce, la menos importante la que consume sin producir
(…) Cuando se dice pueblo se dice nosotros, y cuando se dice aristocracia,
capitalismo y otras cuantas calificaciones, son ellos.”(del Campo 205)
El fortalecimiento del frente liberal había alentado a las diferentes
fuerzas de la oposición sindical. Sindicalistas, comunistas y socialistas
se agrupaban en la Unión Obrera Libre (UOL). Esta propuesta de una
Central Obrera “libre de toda tutela o ingerencia de fuerzas extrañas a los
trabajadores” tiene el discutible mérito de recibir el apoyo entusiasta del
presidente de la SRA José María Bustillo, quién declara a La Nación el 8
de agosto que el gobierno no ha logrado “su propósito de enardecer a los
obreros, quienes están, por cierto, más instruidos, de lo que se supone”.
Los enfrentamientos se hacen cada vez más violentos. El 3 de sep-
tiembre una asamblea de trabajadores de la carne en Berisso terminó con
la muerte de un hermano de Cipriano Reyes. Una delegación de la FOIC
se entrevistó con el ministro Quijano para denunciar el “clima de violen-
cia” del que hacían responsable al gobierno. Sin embargo, la identidad del
muerto nos indica que los disparos también habrían sido efectuados por
los sindicalistas “libres”.
Los socialistas centraban sus ataques en sus afiliados “colaboracio-
nistas”. Borlenghi era representado por “La Vanguardia” como un felpu-
do y a Bramuglia le recordaban sus negociaciones con Irigoyen, Ortiz y
Castillo y sus intentos de apoyar la candidatura presidencial de Justo.
El argumento socialista para frenar el drenaje de sus afiliados hacia
el “colaboracionismo” era, curiosamente, la “prescindencia política”. La
respuesta de la CGT–que recién el 21 de septiembre pudo reconstituirse
después de la división de 1942– fue un claro manifiesto sindicalista.
En un documento de ese mes, titulado “La CGT frente al confusionismo
político”, dice: “Se arguye que la conducta de la CGT es de colaboración
con el gobierno de facto, haciendo una intencional confusión de partidos
políticos e instituciones obreras (…) los partidos son entidades de opinión
con referencia al desarrollo del ejercicio del poder gubernativo; coaliciones
destinadas especialmente a la toma del poder o, en su defecto, ejercer la
oposición o ser colaboradoras de quienes lo desempeñan y que las organi-
zaciones sindicales son coaliciones económicas fundadas en naturaleza de
clase, frente a las cuales todos los gobiernos son lo mismo, representantes
más o menos genuinos de la clase capitalista”. Luego define enfáticamente
su “absoluta independencia frente a los partidos políticos y los gobiernos.”
Al destacar la representación de más de “prácticamente medio millón de
obreros” se reivindica como “la fuerza más auténtica de una democra-
cia auténtica, y señala que no puede quedar indiferente ante la discusión
de problemas que afectan a la médula misma de la vida institucional
del país. Fue la nuestra la primera voz que se levantó contra el fascismo
interno y externo y contra los desmanes de las bandas desorbitadas en
suelo argentino, en perjuicio de la clase obrera, amparadas por toleran-
cias inexplicables”. (Portantiero p98/99) Los sindicalistas reivindican su
concepción de la “democracia auténtica” y de su representatividad social
al mismo tiempo que recuerdan a los partidos políticos su trayectoria y el
rol que habían cumplido durante la Década Infame.
75

Cuando el gobierno acentúa su política conciliadora (derogando los
decretos de congelamiento de precios y el control policial sobre los mis-
mos) los opositores cobran nuevos bríos. El 28 de agosto, la UCR realiza
un acto opositor en Plaza Congreso. El 1º de setiembre, socialistas y co-
munistas llevan a cabo un multitudinario acto en el Luna Park. En la
tribuna están, entre otros, el ex senador Antonio Santamarina, el coronel
Gallo (en 1955 interventor del la UOM) y Rodolfo Ghioldi quien declaró:
“saludamos la reorganización del Partido Conservador operada bajo la
dictadura (..) que se apresta al abrazo de la unión nacional (…) Era pre-
ciso la conservación de la amistad con Gran Bretaña sin detrimento para
el desarrollo nacional, mejorarla radicalmente con los Estados Unidos,
partiendo de la línea de buena vecindad, retomada ahora por el secretario
Byrnes y ratificada con tanto calor por Mr. Braden.”
Rápidamente, los propietarios del capital demuestran que tienen cla-
ro los términos de la confrontación y se incorporan a la oleada opositora.
La UIA que, hasta fines de 1944, había apoyado las medidas proteccionis-
tas del gobierno, deja de preocuparse por el peligro comunista y modifica
radicalmente su posición. Su presidente, Luis Colombo, declara el 2 de
septiembre: “¿Quién nos habría de decir que ese expreso reconocimiento a
las nobles actividades de la industria argentina y de nuestra institución se
trocaría poco después en un injustificado ataque a nuestra entidad y a los
industriales? Con asombro tuvimos luego que contemplar la proliferación
del libelo torpe y ofensivo, del infundio procaz, del periódico denigrativo y
mercenario, los aviesos carteles murales y cuanto recurso innoble es utili-
zado para desvirtuar, calumniar y engañar.” Luego aparecían las causas
de tanta indignación patronal: “los inopinados aumentos de salarios”a los
que responsabilizaba de la carestía y el “sofístico decreto de jubilaciones
que, según los cálculos industriales, sería imposible de cumplir”. Concluía
denunciando el “despilfarro sin control” que “gravitará pesadamente so-
bre el proletariado y la nación”. (del Campo p.206).
La indignación del representante patronal tenía motivos concretos.
Además del aguinaldo obligatorio para todos los asalariados a fin del año,
las vacaciones pagas e indemnización por despido para las empleadas
domésticas y los numerosos convenios sobre condiciones de trabajo; el
salario real mostraba una tendencia a la suba desde 1939. Tomando como
base 1939=100, el salario real de los trabajadores calificados era en 1943,
109,50 y en 1944 y 1945, 120,89. El de los trabajadores no calificados
había subido aún más; con la misma base, en 1943, era 115,34; en 1944,
135,18 y en 1945, 134,82. nunca pudo concretarse.
En 1945, como hoy, en el capitalismo lo que tienen unos les falta a
otros. En otros términos, si hay ricos es porque, al mismo tiempo, hay
pobres. Para la institución patronal, una cosa era un desarrollo del mer-
cado interno acotado y otra bien distinta modificar la distribución del
excedente económico y que esto fuese reivindicado como una “conquista”
de los trabajadores por ellos y por Perón.
El 19 de septiembre, la oposición lleva a cabo la “Marcha de la Cons-
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titución y la Libertad” que reunió a miles de personas en las calles de la
capital. Días después, la Cámara de Apelaciones declaraba la inconstitu-
cionalidad de los Tribunales del Trabajo. Impedir la regulación estatal de
las relaciones laborales era parte de la lucha contra el “totalitarismo”.
En el frente militar, nacionalistas y liberales encuentran su unidad
en la oposición a la política de Perón a la que consideran “obrerista” y
“comunizante”. Les aporta unidad ideológica el cuestionamiento a la con-
vivencia sin matrimonio de Perón con Evita, hija “extra matrimonial” y,
para colmo, actriz. La mojigatería militar permite que el matrimonio se
complemente con el prostíbulo pero no tolera la convivencia sin sacra-
mento. Ya el 20 de abril, el gobierno había denunciado una conspiración
de militares junto con afiliados conservadores y comunistas, encabezado
por el comandante de la 2ª Región Militar que fue desbaratada por la
policía. Ese mismo mes, el general Benjamín Menéndez fue sancionado
con seis meses de detención por manifestar desde la revista “Cabildo” “su
oposición como hombre de orden a la subversión fomentada por el “Pri-
mer Trabajador”.
En septiembre, por presión militar Bramuglia, abogado asesor de la
UF, debe renunciar como interventor de la provincia de Buenos Aires.
Casi 30 marinos retirados piden un acto de “renunciamiento” del gobier-
no y en Córdoba se desbarataba un complot dirigido por Rawson luego de
participar en la marcha del 19.
Luego de este último intento golpista, el gobierno reestablece el es-
tado de sitio, detiene a numerosos opositores y clausura varias universi-
dades y se produce la muerte de un estudiante de la FUBA en un enfren-
tamiento con la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN). Se agudiza el
enfrentamiento entre gobierno y oposición hasta que finalmente, en octu-
bre, la ofensiva del bloque patronal liberal quiebra la precaria unidad del
gobierno militar que decide deshacerse de Perón y de Mercante.
La guarnición de Campo de Mayo reclama la renuncia de Perón. Sin
presentar resistencia, el hombre fuerte del movimiento del 4 de junio,
renuncia a todos sus cargos. Sin embargo, la renuncia y detención de
Perón no garantizaban la unidad política de la clase dominante, ni que
sus diferentes fracciones pudiesen encontrar una salida orgánica a la cri-
sis de poder. Por un lado, Sabattini y Avalos negociaban, o simplemente
conversaban, para formar un nuevo gabinete. El radicalismo, junto a so-
cialistas, comunistas y conservadores exigían la entrega del gobierno a
la Corte Suprema. El gabinete de “conciliación nacional” solicitado por
Farrell a Juan Alvarez, Procurador General de la Nación, se demoraba y
Como vimos en el capítulo anterior, al intervenir en política, el ejér-
cito participaba del fraccionamiento de la burguesía. Los militares libera-
les eran incapaces de sumar a su causa a la base del heterogéneo frente
oligárquico–liberal. La unidad del conglomerado antiperonista estaba
sustentada en un fuerte antimilitarismo. Inflamados al son de la Marse-
llesa y por la derrota del Eje a manos de los aliados, para los manifestan-
tes del 19 de septiembre toda salida encabezada por un militar era “nazi”.
El antimilitarismo los había unido contra la “demagogia” y, llegado el
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momento de la confrontación, no tenían alrededor de quién o quiénes ver-
tebrar sus fuerzas.
La resistencia que modificará la relación de fuerzas estará a cargo de
quienes ven peligrar derechos recientemente adquiridos.
El 17 de octubre: los trabajadores definen la relación de fuerzas
“Nos dijo: anden con mucho cuidado. ¿Qué es lo
que van a hacer? Orden no dio ninguna. Me parece que
no tenía ganas de seguir. Nosotros teníamos una res-
ponsabilidad, la de levantar a los gremios. La CGT, me
parece, muchas ganas no tenía de moverse.”
Aníbal Villaflor, relatando suentrevista con Perón
¿Qué fue el 17 de octubre? ¿Un paseo amparado por la policía adicta?
¿Un motín producto de la espontánea movilización popular? ¿El resultado
de las negociaciones de dirigentes de la CGT con el presidente Farrell?
El primer elemento a señalar es la unidad de la clase obrera y de la
mayoría de los dirigentes del movimiento obrero en la defensa de las me-
didas del ex Secretario de Trabajo. Solo un pequeño grupo de dirigentes
mantenía expectativas sobre las conversaciones con el sector militar que
había desplazado a Perón.
El segundo ya lo señalamos. Esta unidad de la gran mayoría del mo-
vimiento obrero coincide con la incapacidad de la clase dominante de lo-
grar una salida política a la crisis. El fraccionamiento estructural de la
burguesía argentina se expresaba políticamente en esta incapacidad.
El mismo 9, día de la obligada renuncia de Perón, se efectúa una
reunión de alrededor de setenta dirigente sindicales en el campo de de-
portes del Sindicato Cervecero en Quilmes. En ella, se decide formar una
comisión para entrevistar al ex Secretario de Trabajo. En ella están re-
presentadas todas las tendencias del movimiento obrero con la ausencia
de los miembros del consejo directivo de la CGT. La reunión se efectuó
el 10 al mediodía en el domicilio de Perón. Pedro Otero, del sindicato
de empleados municipales relata: “La noche de 9 de octubre lo vimos a
Perón. El nos explicó la situación pero, concluyó, en fin hagan ustedes lo
que quieran no nos dio ninguna orden de movilización.”Luis Gay dice al
respecto: “Fuimos a expresar nuestra solidaridad con un hombre que caía
injustamente y al que consideramos políticamente liquidado porque era el
ejército el que lo desplazaba. Perón estaba amargado y se sintió reconfor-
tado por nuestra visita. Le propusimos que se despidiera de los trabajado-
res en un acto público y el aceptó”. (Torre 149). Después de la entrevista,
en un acto convocado con sólo cinco horas de anticipación, unos setenta
mil trabajadores se concentran frente a la Secretaría de Trabajo. Esa
masividad que no parece haber sido producida por la movilización de la
CGT indica el estado de ánimo de los trabajadores. Según el relato de
Monsalvo: “se notaron ausencias entre los principales miembros de los
organismos directivos de los sindicatos”. Para muchos, los hechos eran
de “incumbencia exclusiva de las fuerzas armadas”. (Reyes p.215) Según
78
el testimonio de Reyes, Perón “proclamó el viejo concepto proletario, que
no olvidaran que la emancipación de los trabajadores era obra de los tra-
bajadores mismos.” En sus últimas palabras, en su mensaje trasmitido
por la cadena nacional de radiodifusión, Perón anuncia que dejó firmados
decretos que establecían: un aumento de salarios, la implantación del sa-
lario mínimo vital y móvil y el sueldo anual complementario (aguinaldo)
para todos los asalariados.
Se repiten las consignas del 12 de julio “Perón presidente” y “Un mi-
llón de votos”. Ante esto, dice Reyes: “En sus últimas palabras Perón no se
manifestó claramente respecto al camino a seguir para sostener la lucha
ni de que manera llegaríamos al triunfo. Por el contrario recalcó varias
veces que teníamos que conservar la calma y no movernos, nada más, que
“de casa al trabajo y del trabajo a casa’.”
Curiosamente, o no tanto, esta recomendación de Perón fue utilizada
por los gremios opuestos a la movilización y a la huelga general. En espe-
cial los ferroviarios, que hacían hincapié en la promesa del comandante
de Campo de Mayo y nuevo ministro de guerra –general Avalos– de que
no serían afectados los derechos de los trabajadores.
Esta promesa se vería rápidamente desmentida por Juan Fentanes,
el nuevo Secretario de Trabajo. El sábado 13 por la noche, este perio-
dista de la revista católica “Criterio,” declaró: “El progreso de las clases
trabajadoras debe seguir el mismo ritmo de la economía general del país.
No puede ser estancado por fuerzas regresivas ni acelerado por audaces
improvisaciones. A los patrones les anticipo que no se impondrán medi-
das que no se hayan estudiado ni remedios drásticos que desconozcan los
derechos legítimos de los que constituyen un factor ponderable de la pro-
ducción porque su espíritu de empresa es tan importante para el progreso
como lo es el esfuerzo del trabajador. El Estado no debe sustituir a las
fuerzas vivas en la dirección de la economía, tampoco está para imponer
normas de trabajo que las propias partes no hayan acordado. El Estado
no tiene por función azuzar odios ni pasiones, ni sustituir al trabajador en
la definición de sus reivindicaciones (…) La STP no será tampoco la sede
de actividad política personalista o partidaria”. (LN 14–10–45) Quedaba
claro para los trabajadores que ya no contaban con el respaldo estatal
para sus reivindicaciones. Y resultó un aliciente en la decisión de avan-
zar en la movilización. Luego de este discurso en presencia de dirigentes
sindicales, cuenta Villaflor que “Farrell se dio cuenta que el doctor no nos
convencía” y les propuso hablar con Perón. “… puso todos los medios para
transportarnos todos al Hospital Militar. Se portó bien Farrell”. Para Re-
yes también presente en la reunión: “Aquello era la voz de la vieja oligar-
quía que reasomaba desde el trasfondo de una conjura político–militar
reaccionaria, que pretendía confundir a los trabajadores y al pueblo que
ignoraban lo que estaba sucediendo. Pero nosotros sí lo comprendíamos,
por eso alcanzamos a ver que hora a hora, se hacía necesario apresurar
los acontecimientos (p.215).
No eran solo palabras de un funcionario. Los patrones se habían ne-
gado a pagar el feriado del día 12 y a reconocer el aumento de salarios de-
cretado por el gobierno el 9. “Vayan a cobrárselo a Perón” recuerda Angel
79
Perelman que les respondieron en su empresa ante el reclamo. Cuando
los delegados metalúrgicos fueron a reclamar el cumplimiento del decreto
a la STP no fueron recibidos por el nuevo titular.
Detenido Perón, se suceden las reuniones y movilizaciones. En Ave-
llaneda, dirigentes de diferentes sindicatos de la zona conformaron el
“Comité de Unidad Sindical” de la provincia de Buenos Aires, que con las
firmas de Manuel Pedrera del sindicato de vidrio como secretario general
y Aníbal Villaflor como tesorero, el día 14 decide declarar la huelga en
la provincia por tiempo indeterminado con los siguientes puntos: exigir
la libertad de Perón, de Mercante y Tesaire; respetar y ampliar todas
las conquistas obtenidas; solicitar permiso para realizar la marcha de
los trabajadores; repudiar a las fuerzas oligárquicas y políticas sin es-
crúpulos; exigir la firma del decreto de participación en las ganancias
anunciado por Perón; cumplimiento del decreto de asociaciones profesio-
nales; ( ley 23.852 firmado el 2 de octubre que reconoce a los sindicatos
la participación en política ) solicitar la firma del decreto de cúmplase de
la ley 11729 incluyendo al obrero de industrias; exigir amplias garantías
sindicales.
Si bien Villaflor no recordaba con simpatía a Reyes,37 porque se atri-
buye la dirección de la totalidad de la movilización, ambos testimonios
coinciden en la reticencia de los dirigentes de la CGT frente a la movili-
zación popular. Uno destaca el desgano (Reyes p.212) y otro que muchas
ganas no tenían de salir a la huelga (Villaflor) de la dirigencia cegetista.
Sus relatos demuestran la existencia de una movilización desde las bases
obreras independiente de las directivas de la CGT. Movilización que se
resolvía en asambleas en los propios lugares de trabajo como fue el caso
de los frigoríficos de Avellaneda y tenía un nivel, aunque fuese elemen-
tal, de coordinación entre sus diferentes núcleos impulsores. Núcleos que
operaron a partir de dirigentes y militantes de cuerpos de delegados y de
sindicatos de primer grado.
Aníbal Villaflor que participa de una reunión con el presidente Farrell
donde le entregan el manifiesto del Comité de Unidad Sindical de la provin-
cia de Bs.As. y luego en la entrevista de un grupo de sindicalistas con Perón,
en el Hospital Militar, dice de Perón: “cara de enfermo no tenía”(…) “ Nos
dijo: Anden con mucho cuidado ¿Qué es lo que van a hacer?”(Arrosagaray
p.162) “Orden no dio ninguna. Le dijimos que no levantábamos la huel-
37 Para el recuerdo de Villaflor, Reyes “Ese día (el 17) estuvo, se movió mucho; pero
antes (en los días previos) yo no lo vi…. Quién sabe porque era de La Plata. Andaba
siempre acompañado por “compadritos”. Se llevó volantes y los dejó sin pagar; se ha-
bían hecho con los pesos de los compañeros, para eso no se tocaba la plata del sindicato,
y está muy mal. Eso te muestra al hombre. Era un político, le gustaba dirigir y mostrar-
se. Y si alguien se muestra mucho desconfíale”. (entrevista RC).En el testimonio citado
por Arrosagaray (p.144) lo define como “político metido a sindicalista y arribista.”
Valoraciones donde está presente la estricta separación de don Aníbal entre sindicato
y “política”, coherente con su militancia sindicalista en la USA, y su rigor e inflexi-
bilidad respecto a conductas personales que no consideraba dignas de un dirigente
obrero. En su valoración, el solo hecho de no cumplir la promesa de pagar volantes que
había retirado y de titular su libro en primera persona del singular (“Yo hice el 17 de
octubre”) descalificaba totalmente a Reyes como dirigente.
80
ga hasta su libertad. Dijo que tuviésemos cuidado. Esto te lo digo para
vos;(…) bueno… si querés decilo …con todo lo que pasó; … me parece
que no tenía ganas de seguir.” (entrevista RC)
La valoración de Villaflor es clara al respecto de quienes tenían la
responsabilidad de tomar la iniciativa para definir la situación; dice:
“Cuando salimos al pasillo nos cruzamos con el teniente coronel Mercante,
también preso en el Hospital Militar. Otro al que vimos fue al capitán Rus-
so, que con el tiempo estuvo varias veces en mi casa. Charlamos unos minu-
tos con ellos. Nos preguntaron ellos también que íbamos a hacer.
Ellos me parece que por momentos parecían dudar. Como que
el destino no estaba en sus manos. Nosotros teníamos una respon-
sabilidad: la de levantar a los gremios. (Arrosagaray p.162)
Respecto a la “espontaneidad” del momento decisivo Villaflor relata:
“desde que empezaron las medidas de Perón fuimos creciendo (…) Nuestra
organización fue creciendo independiente de la CGT. Y a nosotros se nos
fueron acercando trabajadores sueltos o representando fábricas de otros
rubros y otras localidades. Hubo gente de Capital, de Mataderos…hasta
de Ranchos.(Arrosagaray p.125) “Se quedaba en reuniones, se discutía la
situación, los compañeros se acercaban de todos lados y así se fue forman-
do el movimiento, de la nada no sale nada .” (entrevista RC)
Mientras la CGT recibía y aceptaba de Avalos la seguridad de que
las conquistas obreras serían mantenidas, en diferentes partes del país
del gran Buenos Aires se sucedían las reuniones y comenzaban las movi-
lizaciones.38
La Comisión Administrativa de la CGT “aconseja” la declaración de
un paro general y convoca al CCC para que lo discuta el día 16. El debate
es conocido. Interesa destacar algunas posiciones. S.Pontieri –Secretario
general de la CGT y la UF– que presenta un informe positivo de las pro-
mesas de Avalos debe reconocer que: “Le dijimos (a Farrell) que algunos
gremios en forma total o parcial ya habían salido a la calle pidiendo su
inmediata libertad y que si no se accedía a ese reclamo podrían venir mo-
mentos muy difíciles para el país.” E insiste que “Para tranquilizar a los
trabajadores el gobierno piensa darán un comunicado de prensa en el que
en forma clara se dirá que el coronel Perón no está detenido.”(Torre138)
Otros dirigentes apelan al peligro de los infiltrados comunistas y del uso
que puede hacer la “oligarquía” para oponerse a la huelga. (Torre 140)
Todos estos dirigentes son coherentes con la trayectoria del gremio más
poderoso del país agro–exportador que, como vimos, tiene una larga expe-
riencia en negociar con los diferentes gobiernos del Estado aún a expen-
sas de sus representados.
Para otros dirigentes el ánimo de los trabajadores no admitía am-
38 En Tucumán el movimiento huelguístico se inició el día 15. Villaflor y Reyes coin-
ciden en que mientras los dirigentes de la FOTIA participaban de las reuniones en
Buenos Aires por teléfono les informaban que la “gente está saliendo sola”. Del Comité
de Unidad Sindical participaban representantes metalúrgicos del vidrio, de la made-
ra, de barraqueros, de laneros, gastronómicos, municipales, textiles, ferroviarios del
interior y de varias seccionales del gran Bs.As., de todos los frigoríficos de Avellaneda
y de uno de Rosario.
81
bigüedades. El representante del sindicato de la carne de Rosario decía:
“Si este cuerpo no resuelve la huelga general les puedo asegurar que se
producirá los mismo, por el estado emotivo de los trabajadores. Acabo
de tener un comunicado telefónico con carácter de urgente desde Rosario,
donde se me ha inquirido en forma enérgica cual es la posición de la cen-
tral obrera. Ustedes saben que nosotros ya hemos constituido un comité de
huelga y que la huelga está declarada, (…) Únicamente están esperando
las instrucciones de la CGT a los efectos de que el movimiento se haga en
forma coordinada. Pero les aseguro sin ánimo de presionarles, que si aquí
no se vota la huelga, en Rosario se irá al paro lo mismo.” El representan-
te de UTA reconocía sin ambages: “las masas obreras, para qué vamos
a negarlo, nos están arrollando en forma desordenada. (Torre 139). Li-
bertario Ferrari, militante de FORJA y representante de los empleados
estatales, fundamenta el paro en la necesidad y oportunidad política de
resolver la relación de fuerzas a favor de Perón como personificación de
las reivindicaciones obreras: “yo dije que la huelga sería hecha en defensa
de las conquistas obreras y contra la oligarquía que había ganado una
posición de privilegio en el gobierno, situación confesada por los propios
funcionarios. Los diarios entregados al capital y la oligarquía aplauden
las palabras del nuevo Secretario de Trabajo y Previsión y eso sólo ya es
un índice para nosotros, porque hasta hace muy pocos días esos mismos
diarios se caracterizaban por su violenta oposición a la obra que cumplía
la Secretaría de Trabajo y Previsión.(…) y ahora nuevamente se arguye
de que no hay razones, para declarar la huelga general y que no puede ser
motivo el pedido de libertad del coronel Perón. Yo pregunto, ¿y la negativa
de los patrones a pagar el 12 de octubre y a otorgar las vacaciones?¿ Y la
información que dan los diarios sobre los posibles integrantes del gabinete
nacional conspicuos miembros de la oligarquía todos ellos? ¿Y la prisión
del coronel Perón? Porque pese a todo lo que se diga, el coronel esta preso.
¿Y la detención del coronel Mercante? Dentro de poco seguiremos nosotros
el mismo camino (…) Tenemos que aprovechar este momento excepcional-
mente favorable para nosotros, pues si no habremos perdido la lucha por
muchos años” (Torre p.141)
Que la personificación de las reivindicaciones obreras era el Secreta-
rio de Trabajo estaba claro para los impulsores del 17 de octubre. Cuenta
Villaflor: “Alguna gente andaba con dudas cuando en los días previos
planteábamos el tema del paro general pero nosotros teníamos un argu-
mento ante el que nadie podía decir nada: lo tenemos que hacer por el
coronel y nada más. Así la gente paró.” (Arrosagaray p.170) “Unos por
una cosa, otros por otra.¿Cuáles? la jubilación, los aumentos, el domingo
franco, el respeto te dije, el respeto. Pero todos estaban por Perón en eso
no había discusión. Algunos tenían miedo pero les decías que era por la
libertad de Perón y se acababa la discusión.”.(entrevista RC.) El testimo-
nio de Francisco Marino coincide: No hay trabajo sin Perón si lo echan a
Perón se acaba el trabajo.
En el debate en la CGT, el secretario adjunto que votó a favor de la
huelga planteó una cuestión de principios. “Tenemos una gran deuda de
gratitud hacia él (…) pero proclamaríamos que la existencia de nuestro
82
movimiento está ligada a la suerte de un oficial del ejército.”
Ramón Tejada, un ferroviario que apoyó la convocatoria a la huelga
pero votó en contra por disciplina con su gremio, planteó con claridad los
alcances y los límites de los objetivos del sindicalismo en su confrontación
con el bloque liberal – oligárquico. Por mucho que demos vueltas al asunto,
si hemos de declarar la huelga general, ésta será por la libertad del coro-
nel Perón, porque reclamando su retorno al gobierno estamos defendiendo
nuestras conquistas,(…) Si la CGT pide y gestiona la libertad de Perón no
vulnerará los principios sindicales pues podemos decir ahora que Perón
es uno de los nuestros. Tenemos que vivir la realidad del movimiento al
que pertenecemos. Yo nunca pude comprender por qué los trabajadores no
se organizaban antes, porque eran descreídos y escépticos. Sin embargo,
bastó que las autoridades revolucionarias con el coronel Perón a la cabeza
empezaran a realizar su obra de justicia social, aumentando los salarios,
velando por el estricto cumplimiento de las leyes que protegen al trabajo,
para que los obreros despertaran de su letargo y acudieran en masa a los
sindicatos, desde los cuales los llamábamos nosotros desde hace muchos
años. Por eso existe hoy un sentimiento de malestar en el pueblo ante los
hechos producidos contra el hombre que posibilitó la creación de este mo-
vimiento de grandes masas que actualmente tenemos y no aquel raquítico
en el vegetábamos unos cuantos militantes.”
Ante la certeza de que corren peligro estas reivindicaciones y su pro-
tagonismo, la dirigencia sindical abandona sus luchas facciosas y –excep-
to la dirigencia ferroviaria–, se pronuncia por la huelga general para el
18. En la convocatoria aparece la defensa de los derechos sociales vincu-
lada a las reivindicaciones políticas democráticas. El punto 1) expresa el
punto de acuerdo de todos los dirigentes sindicales cegetistas y autóno-
mos: “Contra la entrega del gobierno a la Corte Suprema y contra todo el
gabinete de la oligarquía. 2) Formación de un gobierno que sea garantía
de democracia y libertad y que consulte la opinión de las organizaciones
sindicales. 3) Levantamiento del Estado de Sitio. Por la libertad de todos
los presos civiles y militares que se hayan distinguido por sus claras y
firmes convicciones de democráticas y por su identificación con la causa
obrera. 4) Mantenimiento de las conquistas sociales y ampliación de las
mismas. Aplicación de la reglamentación de las asociaciones profesiona-
les. 5) Que se termine de firmar de inmediato el decreto–ley sobre aumen-
tos de sueldos y jornales, salario mínimo vital y móvil, participación en
las ganancias, que se resuelva el problema agrario mediante el reparto de
la tierra al que trabaja, cumplimiento integral del Estatuto del Peón.”
Los reclamos políticos son de libertades democráticas básicas que
hubiesen podido suscribir, socialistas, comunistas, radicales o cualquier
demócrata liberal de buena fe. La institucionalización de la participación
sindical en las decisiones del gobierno es, como vimos, una antigua aspi-
ración del sindicalismo en todas sus expresiones políticas. Este reclamo
está unido al mantenimiento y concreción de las medidas tomadas por la
STP. Ambos modifican la distribución del PBI y, en consecuencia, son los
que enfrentan al embrionario peronismo con la alianza conducida por las
fracciones más poderosas de la burguesía.
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 El protagonismo creciente del movimiento obrero lo encuentra con-
vertido en el sostén social de una nueva alianza que le garantiza reivindi-
caciones económicas y políticas cuya concreción está directamente asocia-
da a la defensa de su aliado estatal, el Secretario de Trabajo y su grupo.
Las bases obreras, aunque no eran ajenas a esta declaración de huel-
ga general y muchos la reclamaban, no esperaron ni esta declaración ni
una orden de Perón que no existió. Lo cierto es que las comisiones in-
ternas, cuerpos de delegados, sindicatos de fábrica y agrupaciones obre-
ras de todo tipo fueron los impulsores de la movilización Por otra parte
varios de los protagonistas de esa organización previa (Villaflor, Reyes,
Gay etc.) participaron de las negociaciones con Farrell y sus altos fun-
cionarios. La UF, el único gremio cuya dirigencia se opuso en bloque a la
huelga fue superada por sus bases que adhirieron al paro y “cuando hizo
falta hicieron andar los trenes para que la gente pueda volver a su casa”
(Arrosagaray p.170).
¿La movilización fue un paseo amparado por la policía adicta? ¿La
represión militar la postergaron hasta 1955 simplemente porque quisie-
ron? Estas explicaciones sin interrogaciones todavía se escuchan y leen.
Trataremos de aportar elementos para el análisis de lo sucedido. El
15, Ávalos había designado a un coronel de su confianza como jefe de po-
licía. Entonces, ¿por qué el jefe de Campo de Mayo no reprimió en las pri-
meras horas del 17 cuando todavía era posible sin desatar una matanza?
Lo responde Villaflor: “Farrell se portó bien, había muchos militares con
Perón: Mercante, el capitán Russo,y otros,…además, viste, la policía si no
tiene las espaldas cubiertas no va a tirar a matar”(entrevista RC). Las “es-
paldas cubiertas” significan un poder unificado que responda por la repre-
sión. Lo mismo analiza Perelman (p.80): “¿Qué pasaba con la policía? Era
muy simple, y luego lo comprendimos. En primer lugar, los guardianes del
orden tienen una sensibilidad muy especial para distinguir donde está el
poder real y el orden establecido. A medida que transcurría la jornada al
cuerpo de tropa le resultó evidente, por estar en la calle, que no había fuerza
policial capaz de imponerse a una muchedumbre de mil cabezas que brota-
ba de todos los rincones de la ciudad.(…) La confusión reinante en las
cumbres del gobierno,(…), se reflejaba en los vigilantes.”
Sencillamente, fragmentación de la clase dominante y crisis de po-
der. Lo sintetiza Calello “Peronismo y … p.142) hablando de ciertos auto-
res que se preguntan sobre la ausencia de represión: “como si estuvieran
en presencia de un enigma clave.(…) no se interrogan sobre la pérdida de
hegemonía ideológica y de autoridad práctica sobre el aparato político–re-
presivo por parte de las antiguas clases dirigentes (…) como si la división
del ejército, agudizada por el antimilitarismo que rezumaba la táctica
oligárquica no hubiese desmoralizado a la mayoría de los cuadros antipe-
ronistas, enervando sus energías y capacidad de intervención”.
Algunos relatos de los habitantes de Berisso, Ensenada movilizados
dicen que la “movida” comenzó el 15 dentro de los frigoríficos y continua-
ba con reuniones en la calle Montevideo y en las puertas del sindicato. El
16 a las 9 de la noche, son dispersados los trabajadores y vecinos reunidos
en el sindicato. Ese mismo día se produce el abandono del trabajo en los
84
frigoríficos Swift y Armour; sin ningún apoyo ni orden sindical se forman
piquetes para evitar la entrada de todo tipo de personal. El 17 por la ma-
ñana se inicia la marcha hacia La Plata. Cortan el puente Roma ubicado
en Berisso dando vuelta tranvías. También detienen y dan vuelta tran-
vías donde viajaban “carneros” que iban a trabajar. Una vez dentro de la
ciudad apedrean el diario “El Día”, el Jockey Club, confiterías y tiendas
de moda que identifican como de la gente del “círculo burgués cerrado de
la ciudad”. También a la Universidad, aclarando los relatores que: “los
estudiantes eran gente de dinero no trabajadores como ahora que algunos
van a estudiar” Desparraman la basura que no había sido recogida desde
uno o dos días atrás. Se meten en las obras y las paran de “prepo”. Llega-
dos a Quilmes se repiten los ataques a tiendas y negocios de “categoría”.
(Curso de historia de movimiento obrero en ATE; relato de trabajadores
del Astillero Río Santiago de Ensenada 3/10/05). En el barrio de Mata-
deros, participantes de la movilización recordaban que la memoria de los
enfrentamientos se había “borrado” por el triunfo y la falta de decisión
represiva de la policía 39.
Mientras tanto, radicales, socialistas y comunistas coincidían en des-
calificar la capacidad de movilización de los trabajadores y sectores popu-
lares. El secretario de la mesa directiva del Comité Nacional de la UCR
declaraba el 25 que la “manifestación no fue espontánea. Fue preparada
por la Policía Federal y la oficina de la STP, convertida en una gran má-
quina de propaganda fascista” y denunciaba el intento de “desencadenar
una guerra civil bajo el disfraz de que existe una disputa de carácter so-
cial” (LN 25/10/45).
La Comisión Gremial del PS hablaba del desfile de “elementos pagados
al servicio de la reacción totalitaria que cometieron toda clase de desmanes
y atropellos en un remedo de la marcha sobre Roma.” A su pesar daba una
descripción correcta de la movilización; respecto de la zona de La Plata, ha-
bla despectivamente de “hombres de trabajo indefinido” y de “adolescentes
en su mayoría, de los distintos barrios donde se inició el movimiento”.
Los comunistas, por su parte, no se apartaban de su libreto: “El co-
ronel mostró su elenco de maleantes y hampones que ya tuvo oportunidad
de conocer el país los días 17 y 18. Lo más lamentable es que, junto a este
elenco, haya podido arrastrar, por el engaño, a algunos honestos elemen-
tos obreros sin experiencia ni perspicacia política.” (Orientación 25/10)
La declaración terminaba solicitando en nombre de la “opinión pública”
que: “esos hechos sean enérgicamente reprimidos por las autoridades.”
(LN 25/10) Juan José Real, uno de estos honestos elementos obreros,
militante comunista en ese año, reflexionaba en 1962: “Pero en la Marcha
(la del 19 de septiembre) de pronto me vi rodeado de figuras que me traían
el recuerdo del 6 de septiembre de 1930 de la década infame, del fraude.
39 Sebastián Borro comparaba la marcha hacia el acto en la cancha de Velez en la
campaña electoral de 1983 con el 17 de octubre de 1945 y algunos de sus compañeros le
recordaban los enfrentamientos a “cascotazos” con la policía que según ese recuerdo se
había “borrado porque ganamos”. Uno de ellos dijo: “esa vez pasamos porque la policía
estaba sin saber que hacer.”
85
Allí estaban presentes los más altos exponentes del conservadorismo, de la
banca extranjera, de la Sociedad Rural, no veía a mi clase, a los trabaja-
dores, sino en el escaso número de militantes comunistas.
El Barrio Norte nos aplaudía desde los balcones, mientras que desde
las puertas de servicio los domésticos nos miraban con rencor, con odio.
Abrumado le dije a un camarada: ‘Estos nos aplauden porque tienen mie-
do que Perón les quite las tierras. Lo dije espontáneamente, sin medir el
alcance de mis palabras.’ (Galasso Perón... T.I p.290) El alcance de sus
palabras fue la expulsión del partido poco después.
Con una ceguera que condujo a la esterilidad política a la izquier-
da, socialistas y comunistas no se preguntaban qué clase de nazismo era
éste, combatido por las fracciones más poderosas de la burguesía y la
mayor parte de la pequeña burguesía, y calificaban de “hampones” a lo
más activo del movimiento obrero. Sólo en una fuerza minoritaria con
influencia en algunos de los militantes obreros fundadores de la UOM,
aparece una visión que pretende aprehender el significado de la partici-
pación obrera en el peronismo. El periódico “Frente Obrero”, en su nº 2 de
octubre de 1945, así analizaba el momento: “Los acontecimientos de los
días 17 y 18 de octubre han dejado perplejos y confundidos a los estali-
nistas, a los socialistas y en general a toda la pequeña burguesía (…) La
ofensiva oligárquico–imperialista, que había logrado movilizar a grandes
sectores de la pequeña burguesía acomodada, estudiantes y profesionales,
se hizo sentir en el seno mismo de la oficialidad, que hasta entonces ha-
bía apoyado al Coronel. La estrategia peroniana de organizar a la clase
obrera para apuntalar su política nacionalista parecía haber fracasado.
La oficialidad de Campo de Mayo,(…) exigió la renuncia de Perón y sus
mas inmediatos colaboradores y ofreció a la oligarquía algunos ministe-
rios,(…) La clase obrera interpretó estos acontecimientos políticos como el
preludio de un inminente ataque a sus condiciones de vida: a pesar de las
promesas oficiales de conservar y aún acrecentar las conquistas obreras,
empezó a agitarse (…) salió a la calle para impedir que se estabilizara un
cambio político que conducía, inevitablemente, al poder de la burguesía
agropecuaria.” Refiriéndose a las posiciones de socialistas y comunistas
decía: “…comparan la huelga a favor de Perón con las movilizaciones de
Hitler y Mussolini,(…). Identificar al nacionalismo de un país semicolo-
nial con el de un país imperialista es una verdadera proeza “teórica” que
no merece siquiera ser tratada seriamente; señalemos sin embargo una
diferencia: los fascistas utilizaban las tropas de asalto, compuestas en su
mayoría por estudiantes, en contra del movimiento obrero;(…) La verdad
es que Perón, al igual que Yrigoyen, da una expresión débil, inestable y en
el fondo traicionera, pero expresión al fin, a los intereses nacionales del
pueblo argentino (…)
Al gritar ¡viva Perón! El proletariado expresa su repudio a los parti-
dos seudo–obreros cuyos principales esfuerzos en los últimos años estuvie-
ron orientados en el sentido de empujar al país a la carnicería imperia-
lista (…) Ve que los más abiertos y declarados enemigos del Coronel los
constituyen la cáfila de explotadores que quieren enriquecerse vendiéndole
al imperialismo anglo–yanqui junto con la carne de sus novillos la sangre
86
del pueblo argentino.(…)
Solo un cretino sin remedio puede creer que el proletariado se deje en-
gañar totalmente con las promesas de Perón o se deslumbre con los ador-
nos de su gorra militar. Solo quién desconoce en absoluto la situación del
proletariado en la sociedad capitalista puede pretender que un movimien-
to que surge desde lo profundo de las capas más explotadas tenga desde el
principio una expresión de clase correcta. (…) Tomemos un solo ejemplo:
la revolución de 1905 en Rusia fue encabezada en sus primeras etapas
por un cura, el pope Gapón: pocos meses después el mismo proletariado
que había marchado detrás de los íconos entonando los cánticos religiosos
designaba a León Trosky presidente del soviet de San Petersburgo. De
nosotros depende que el proletariado argentino que marchó el 17 y 18 de
octubre entonando el Himno Nacional y la Marcha de San Lorenzo y acla-
mando a un miembro de la clase explotadora encuentre las consignas que
corresponden al contenido revolucionario de su lucha (…) Por otra parte
a clase obrera le ha dado a los acontecimientos señalados el sentido de un
verdadero triunfo suyo. Por primera vez en muchos años ha salido a la
calle y ha influido de manera importante en el curso del país.. Casi todos
los obreros se dan cuenta de ello; los mas atrasados magnifican las pro-
porciones de su victoria y las ventajas que obtendrán los más concientes;
la interpretan como un simple episodio, el primero de una larga lucha…”
La movilización de los trabajadores, modifica las relaciones de fuerza.
Abre el camino hacia las elecciones de febrero de 1946 que se desarrollan
en medio de una gran agudización del conflicto social. El 20 de diciembre
aparece el decreto que Perón había anunciado en su despedida del 10 de
octubre, disponiendo el pago de los aguinaldos para todos los asalariados,
aumentos de sueldos del 5 al 25%, aumento de las indemnizaciones por
despido, extensión de las vacaciones pagas para todos los trabajadores y
la creación del Instituto Nacional de Remuneraciones encargado de estu-
diar y establecer el monto de salario mínimo vital y móvil. Al día siguien-
te las entidades empresarias aseguraban “su imposible cumplimiento”.
El 25, la UIA manifestaba “el estupor que la medida ha provocado en la
industria y la imposibilidad de su cumplimiento.”
Los sindicatos “libres” acompañaban estos reclamos patronales. La
UOL (formada por comunistas y socialistas) denunciaba, el 23 que los
aguinaldos, al no diferenciar entre grandes y pequeñas empresas “bene-
ficiaban a los monopolios”. El periódico del PC decía que “El decreto por
el que se crea el Instituto Nacional de Remuneraciones es de típico corte
nazi” (Orientación 2/1/46, del Campo 235).
Al mismo tiempo, la negativa patronal a pagar el aguinaldo y los au-
mentos desencadenaba una cantidad de paros, que eran desautorizados
por la CGT, en los frigoríficos, los ferrocarriles, el puerto, y en varias ciu-
dades del interior. En Tucumán la FOTIA, declaró la huelga general y los
trabajadores ocuparon los ingenios, mientras tanto varias grandes tien-
das eran ocupadas en Buenos Aires. En todas partes la prensa registró
incidentes con diferentes grados de violencia entre trabajadores patrones
y fuerzas de seguridad.
La Cámara Argentina de Grandes Tiendas respondió con el cierre
87
de los establecimientos por tiempo indeterminado desde el 11 de enero
de 1946 y luego la Asamblea de Entidades del Comercio Industria y Pro-
ducción resolvió el cierre de todos los establecimientos industriales y co-
merciales entre el 14 y el 16 de enero. La entidad patronal decía que “no
hacen los productores una cuestión de dinero” y denunciaba la “política
de intimación que descarta el raciocinio para reemplazarlo por la fuerza
(…) El cierre del comercio y la industria no es el resultado de una determi-
nación patronal en pro de sus derechos avasallados, sino la consecuencia
ineludible e inmediata de hechos que pongan en grave riesgo la vida, la
libertad, el trabajo o los bienes de obreros, empleados o patronos, huérfa-
nos hoy de las garantías inmediatas para el ejercicio de sus actividades
(LN 13/146)
El 15 La Nación celebraba: “La demostración de solidaridad tan elo-
cuente” que habían brindado las “fuerzas vivas del país”.
Para el PC el lock–out patronal “tuvo y tiene un contenido de lucha
contra el fascismo”.(Orientación 16/1/46).
Braden, el nuevo embajador de Estados Unidos, coincidía; el 19 de
enero, se lamentaba de la tardía declaración de guerra al Eje y calificaba
a Perón como “uno de los imitadores de Hitler y Goebbels que hay en este
hemisferio” (LN 20/1/46) Así Perón pudo denunciar en su proclamación
como candidato el pacto y amistad entre Braden y “conservadores, radi-
cales y socialistas, comunistas, demócratas progresistas y pro–nazis” y
denunciar “el contubernio oligárquico– comunista” (del Campo p.237)
Si alguna duda quedaba para la clase obrera acerca de qué es lo que
estaba en juego en la disputa electoral que se abría el 2 de enero, la Corte
Suprema declaraba la inconstitucionalidad de las regionales de la STP,
como antes lo había hecho con los tribunales del trabajo. Al mismo tiem-
po quedaba claro de qué lado estaban las patronales cuando se conoció
públicamente la existencia de un cheque con que la UIA contribuyó a la
campaña de la Unión Democrática.
Ante la ausencia de una propuesta política que pudiese ser reconocida
por el conjunto de los trabajadores como representativa de sus intereses,
los militantes sindicales de diferentes orígenes impulsan la formación de
una estructura política propia.
El Movimiento Obrero intenta su independencia política.
El Partido Laborista.
A la medianoche del 17 de octubre, Perón, en un encendido discurso
ante la Plaza de Mayo colmada de trabajadores, anuncia su solicitud de
retiro del ejército para “como simple ciudadano (…) mezclarme con esa
masa sufriente y sudorosa que elabora en el trabajo la grandeza del país”.
Interpreta al “movimiento colectivo” que se ha iniciado “como el rena-
cimiento de una conciencia de los trabajadores.” Finaliza solicitando la
desmovilización: “Sé que se han anunciado movimientos obreros: en este
momento ya no existe ninguna causa para ello. Por eso les pido, como un
hermano mayor, que retornen tranquilos a su trabajo”.
88
Ante la incapacidad de los opositores de lograr su unidad para res-
ponder a la movilización, Perón y su grupo imponen sus condiciones.
Asumen los nuevos ministros. El general Sosa Molina como ministro de
Guerra. El teniente coronel Mercante, hijo y hermano de ferroviarios, es
el nuevo Secretario de Trabajo y Previsión, una garantía para los sindi-
calistas de todas las tendencias. El gobierno anuncia elecciones y Perón
iniciaba su carrera hacia la presidencia.
La movilización activa de los trabajadores, entre junio y octubre, ha-
bía tenido como instrumento a las diferentes instancias de la estructura
sindical. Desde el nuevo gobierno del Estado los sindicatos eran reconoci-
dos como la representación política de la clase obrera (ver llamada 36)
Este protagonismo obrero desde los sindicatos había puesto un: “di-
que de contención a la reacción capitalista” (representante de trabajado-
res de la carne de Rosario, debate en la CGT del 16/10)
La etapa que se abría tenía por delante el desafío de disputar elec-
toralmente el gobierno del Estado con un enemigo poderoso. Para esto
los militantes obreros carecían por completo de una estructura política.
Todos los partidos preexistentes, incluidos los que decían representarlos
eran aliados de las patronales que intentaban eliminar los derechos ad-
quiridos.
“En ese momento no existía partido político alguno capaz de interpre-
tar con fidelidad los genuinos sentimientos masivos del pueblo argentino,
que se habían desarrollado a través de la obra realizada por el coronel
Perón desde la STP (Monzalvo en del Campo p.245)
El protagonismo obrero plantea, en esta nueva etapa, el problema de
la autonomía política. Esta significa la voluntad y capacidad de avanzar
hacia el logro de los objetivos propios, en el marco de una alianza con
otras fracciones sociales y políticas con las que se coincide en la coyun-
tura. Toda clase fundamental –la burguesía o la clase obrera– en algún
momento de su desarrollo político, precisa de alianzas.
Para empezar, hay que señalar algo que parece obvio: una alianza no
es una fusión. Si se reconocen intereses específicos de los trabajadores,
también los otros integrantes de la alianza tienen sus propios intereses,
que son o serán diferentes y/o antagónicos en diferente grado según el
momento. Esto plantea la cuestión de las relaciones de fuerzas entre es-
tos diferentes intereses.
Como marco conceptual utilizaremos el análisis de las relaciones de
fuerzas en una sociedad que propone Antonio Gramsci.40
40 Gramsci cuando analiza las relaciones de fuerza en una sociedad dice que hay que:
“distinguir diferentes momentos y grados (…): 1) Una relación de fuerzas sociales
estrechamente ligadas a la estructura objetiva, independiente de la voluntad
de los hombres…Sobre la base del grado de desarrollo de las fuerzas materiales de
producción se dan los grupos sociales, cada uno de los cuales representa una función
y tiene una posición determinada en la misma producción. Esta relación es lo que es,
una realidad rebelde: nadie puede modificar el número de las empresas y de sus em-
pleados, el número de las ciudades y de la población urbana, etc. Esta fundamental re-
lación de fuerzas permite estudiar si existen en la sociedad las condiciones necesarias
y suficientes para su transformación, o sea, permite controlar el grado de realismo y
las posibilidades de realización de las diversas ideologías que nacieron en ella misma,
89
 El primer momento de las relaciones sociales es el que corresponde
al desarrollo de las condiciones objetivas de esta etapa del capitalismo en
nuestro país. Como vimos en el capitulo anterior, estamos frente a un ca-
pitalismo que crece incorporando fuerza de trabajo al proceso productivo.
Así se dan las condiciones objetivas para la alianza de una clase obrera en
crecimiento con una fracción de la burguesía industrial local que realiza
su capital en el desarrollo del mercado interno de bienes de consumo.
Un segundo momento es el de las relaciones políticas, que estamos
analizando.
Frente al peligro que corrían las conquistas logradas nos encontra-
mos con el momento donde se logra la solidaridad de todos los trabajado-
res para reclamar al Estado la igualdad política–jurídica con los grupos
dominantes. El espacio de la autonomía sindical aparece como el instru-
mento de clase para lograr la participación en la legislación y en la admi-
nistración de Estado para modificar su orientación.
Pero lograda la participación a través de los sindicatos en el gobierno
del Estado, ¿cuál es el grado de conciencia de estos protagonistas
acerca de la autonomía política de clase necesaria para que la de-
fensa de conquistas, con las que se enfrentan intereses opuestos,
vaya más allá de una coyuntura favorable? ¿Hasta dónde la pro-
puesta del Partido Laborista puede ubicarse en una fase estric-
tamente política de esa voluntad de autonomía? Voluntad que no
es sólo producto de elementos subjetivos sino de las posibilidades
en el terreno de las contradicciones que generó durante su desarrollo. 2) Un momen-
to sucesivo es la relación de fuerzas políticas; es decir la valoración del grado
de homogeneidad, autoconciencia y organización alcanzado por los diferentes grupos
sociales. Este momento, a su vez, puede ser analizado y dividido en diferentes grados
que corresponden a los diferentes momentos de la conciencia colectiva, tal como
se manifestaron hasta ahora en la historia. El primero y más elemental es el econó-
mico corporativo: un comerciante siente que debe ser solidario con otro comerciante,
un fabricante con otro fabricante, etc., pero el comerciante no se siente aún solidario con
el fabricante; o sea, es sentida la unidad homogénea del grupo profesional y el deber de
organizarla pero no se siente aún la unidad con el grupo social más vasto. Un segundo
momento es aquél donde se logra la solidaridad de intereses entre todos los
miembros del grupo social, pero todavía en el campo meramente económico. Ya en
ese momento se plantea la cuestión del Estado, pero solo en el terreno de lograr
una igualdad político – jurídica con los grupos dominantes, ya que se reivindica
el derecho a participar en la legislación y en la administración y hasta de modificarla,
de reformarla, pero en los cuadros fundamentales existentes. Un tercer momento es
aquel donde se logra la conciencia de que los propios intereses corporativos en
su desarrollo actual y futuro, superan los límites de la corporación, de un gru-
po puramente económico y pueden y deben convertirse en los intereses de los
otros grupos subordinados. Esta es la fase más estrictamente política, que señala el
pasaje de la estructura a la esfera de las superestructuras complejas, es la fase en la cual
las ideologías ya existentes se transforman en ‘partido’ se confrontan y entran en lucha
hasta que una de ellas, o al menos una combinación de ellas tiende a prevalecer, a impo-
nerse a difundirse por toda el área social, determinando además de la unidad de los fines
económicos y políticos, la unidad intelectual y moral, planteando todas las cuestiones
en torno a las cuales hierve la lucha no sobre un plano corporativo sino sobre
un plano “universal” y creando así la hegemonía de un grupo social sobre una
serie de grupos subordinados”.( La Política y el Estado Moderno. pp.42/43)
90
que permite la disposición de fuerzas existente.
Esta es la cuestión central que va a definir el destino final del Partido
Laborista y es la misma que nos lleva a analizar la forma en que la clase
obrera participó en el peronismo y las relaciones entre las diferentes cla-
ses y fracciones de clase que lo conforman hasta 1955.
Para analizar estas relaciones políticas utilizaremos el concepto de
hegemonía. Entendemos por hegemonía la capacidad de guiar o liderar
un sistema de alianzas orientando sus objetivos, fijando los alcances y los
límites de esos objetivos. Es conducción ético–política pero es también
económica. En primer lugar, presupone tener en cuenta los intereses y
las tendencias de los grupos sobre los que se ejerce y se construye a través
de la lucha política: “…la hegemonía nunca se acepta de forma pasiva,
está sujeta a la lucha, a la confrontación, a toda una serie de ‘tironeos.
“Por eso, quien la ejerce debe todo el tiempo renovarla, recrearla, defen-
derla y modificarla intentando neutralizar a su adversario incorporando
sus reclamos pero desgajados de toda su peligrosidad” (Kohan, Néstor:
opus cit.)
Pese a la recomendación de Perón, de que “nunca nos mez-
cláramos en política porque esta era nociva para la unidad de
los trabajadores” (L. Monzalvo del Campo p.224) el 23 de octubre, en
una reunión con más de 200 participantes queda constituido el Comité
Central Nacional del Partido Laborista; está formado en su totalidad por
dirigentes sindicales. Como presidente fue designado Luis Gay, el más
importante dirigente de los sindicalistas, Cipriano Reyes como vicepre-
sidente y el ferroviario Luis Monzalvo, secretario general.
El 27 de octubre, frente al Comité Central, Perón expresa su desagra-
do por la formación del Partido y declina el ofrecimiento de ser el primer
afiliado cuando le es ofrecido por Cipriano Reyes, el futuro vicepresiden-
te. “Nada dijo que pudiera interpretarse como que estaba de acuerdo con
nuestra conducta (…) se desvió con habilidad del tema pero él declinó la
invitación (L.Monzalvo en del Campo p.227)
La variedad de orígenes y concepciones políticas de los fundadores
reflejaba cabalmente la heterogeneidad del movimiento obrero del mo-
mento: “los organizadores de los sindicatos de 1944 y 1945, procedíamos
en gran proporción de las viejas tendencias tradicionales del movimiento
obrero: entre nosotros había numerosos militantes sindicalistas, comu-
nistas, trotskistas, socialistas, forjistas (como Libertario Ferrari), que de
una manera y otra comprendimos muy bien el duelo que en ese momento
estaba jugándose en el país.” (Perelman p.70)
Los principales dirigentes del movimiento obrero llegan por muy di-
ferentes caminos a la necesidad de resolver la ausencia de un instru-
mento político y constituir un partido que los exprese. Unos habían in-
tentado entenderse con los partidos liberales preexistentes. Relata Gay:
“un poco cándidamente (…) los militantes no teníamos la experiencia de
los políticos (…) ni tampoco la falta de veracidad de ellos (…) decíamos
lo que pensábamos; nosotros buscamos un acercamiento con los radica-
les y los socialistas para entendernos en una acción común. Pero ellos
lo único que querían era que nosotros los acompañáramos con
91
el voto, pero nosotros queríamos algo más, pretendíamos tener
representación en esa nueva política que considerábamos debía
constituirse en el gobierno institucional que se formara, pero no
tuvimos éxito.( del Campo p.225) .
Muchos otros llegan desde la desilusión del Partido Socialista, sin
duda, el que sufrió mayor número de deserciones entre sus gremialis-
tas; dice el ex socialista Pedro Otero: “Cuando vimos que un montón de
compañeros, como el caso de Bramuglia, de Freyre, de infinidad de com-
pañeros de dirección del PS seguían eso, entonces, muy bien no estamos
equivocados(…)Puedo decir que el 80 % de los dirigentes han ingresado al
movimiento peronista.(…) En el primer Congreso Nacional, de la bancada
peronista cuarenta y pico de compañeros y diputados eran de las filas so-
cialistas y no eran nuevos, eran todos viejos compañeros.(…) La idea de la
formación del partido ya la teníamos de antes nosotros(…), entendíamos
que ya no teníamos partido para actuar, que de hecho nos habíamos sali-
do de todas partes y de todos los partidos, y comprendíamos que teníamos
que ir a una elección (...) Sin pensar en que podía hacer Perón. Ni nada de
eso, pensábamos en defender nuestros derechos.” (del Campo p.228)
No sólo los orígenes y experiencias son heterogéneos, también las
expectativas. La mayoría depositaba la conducción “estratégica” de la po-
lítica en Perón: “Cuando se fundó el Partido Laborista se hizo con un solo
objetivo, de llevar a Perón a la presidencia (…) Es decir, que primero no
nació el partido y después llegó Perón, el partido nació junto con Perón.
(Rafael Ginocchio) Otros, con mayor experiencia sindical y política, veían
el inicio de un proceso a largo plazo: “…el propósito nuestro era ir creando
las condiciones en los medios de los trabajadores de una mayor ilustración,
una mayor capacitación, y teníamos pensado crear universidades obreras
para que los dirigentes tuvieran una capacitación más mucho más amplia
y fuese capaces de conducir los movimientos de la clase obrera en todos los
órdenes (…) Ese era el primer propósito, y esto quedó sin realizar debido
a que los acontecimientos se desencadenaron con una velocidad tal que
nos obligó a incorporarnos inmediatamente a la lucha política sin haber
realizado la etapa previa que teníamos planeada. (Mateo Fossa, dirigente
del sindicato comunista de la madera, (del Campo p.245)
El 5 de noviembre un documento del Comité Directivo Central con
el título de “Como nació el Partido Laborista”, empezaba “La acción pre-
ponderante que en los últimos dos años y medio han adquirido los sin-
dicatos de trabajadores organizados, en sus relaciones con el Estado
y la necesidad de mantener las conquistas sociales alcanzadas, dán-
doles permanencia futura con las sanciones legales correspondientes
motivaron un detenido y reiterado cambio de opiniones entre dirigentes
gremiales de todo el país, con la colaboración de intelectuales, profesiona-
les y artistas, tendiente a obtener la coincidencia unánime de los mismos
en el sentido de crear una fuerza política nueva, con base esencial de
trabajadores de todos los oficios y profesiones que encauzara a la clase la-
boriosa argentina, en un amplio movimiento político propio encaminado
al logro inmediato de aquellas finalidades.”
En la proclama leída en la Plaza de la República el 14/12 dice que
92
entre los motivos de la formación del Partido está luchar para que “la
democracia no signifique la existencia de los derechos políticos dentro de
la minoría económica, que coacciona y denigra.” A esta minoría se la de-
fine compuesta por “todas las variedades del gran capitalismo nacional
y extranjero”. Su programa político para las elecciones del 24 de febrero
de 1946 en e1 primer punto dice: “Realización integral de la democracia
política con el saneamiento de las prácticas institucionales y adminis-
trativas actuales que la entorpecen, así como la aspiración a realizar la
democracia económica como mejor medio de hacer efectiva la primera.”
El Partido comienza por señalar la desigualdad que existe entre una
minoría económica y políticamente privilegiada y una mayoría popular
“la clase laboriosa” en una situación de injusticia con la que se propone
terminar. Entonces, en los objetivos y propuestas de los protagonistas
aparece la voluntad de lograr la igualdad de derechos sociales y políti-
cos ante la ley. Para esto es necesario instaurar una democracia social,
económica y política lograda a través de institucionalizar las conquistas
logradas en los últimos dos años y medio a través del protagonismo sin-
dical. Concretar “la democracia real”, que postulaba Perón el 12/2/46, al
proclamar su candidatura presidencial, con el espacio sindical como ins-
trumento.
Es el momento de la lucha política con el objetivo de lograr la igual-
dad político–jurídica frente al Estado. Pero ¿qué sucede cuando apa-
recen los “tironeos” por la hegemonía (conducción ético–política)
del Laborismo y de la alianza peronista, con las otras fracciones
y con el mismo Perón?. Así podremos ubicar la respuesta a nuestras
preguntas sobre el grado de conciencia de la autonomía de los militantes
obreros que formaron el PL.
La confrontación está planteada, desde 1946 a 1955, entre dos alian-
zas que expresan dos modelos de acumulación y participación en el go-
bierno del Estado diferentes. Uno,dependiente del capital extranjero y
que beneficia a las fracciones más poderosas de la burguesía industrial,
de la burguesía terrateniente y a este capital. Su contenido de clase apa-
rece en la oposición a las reivindicaciones obreras y logra su unidad po-
lítica en términos de “democracia o fascismo”. Otro,que se propone un
desarrollo independiente donde coinciden los intereses de la burguesía
industrial nacional y los de la clase obrera en su conjunto, que se concreta
políticamente como “peronismo”. En éste, aparecen a la par de su consti-
tución, los “tironeos” o la confrontación política por su hegemonía.
Después de las jornadas de octubre, a la alianza liderada por Perón
y su grupo se habían sumado sectores nacionalistas y radicales en su ma-
yoría de tendencia conservadora. El conglomerado de ex–radicales, que
incluía desde alvearistas como Quijano hasta forjistas como Jauretche y
sus compañeros, forma la UCR Junta Renovadora (JR) con quienes los
laboristas confrontarán hasta la disolución definitiva del Partido.
Los métodos democráticos asamblearios del movimiento obrero que
llevan a la práctica los sindicalistas agrupados en el Laborismo para to-
mar sus decisiones, son la principal diferencia. Las diferencias habían
aparecido desde su inicio y continúan hasta la disolución del Partido: “la
93
primera cuando Mercante me insinúa, en la primera asamblea del parti-
do, la necesidad que se designe, según el deseo de Perón, como presidente
del partido a Borlenghi; la segunda discrepancia (…) Perón quiere digitar
los senadores nacionales y yo sostengo que el partido no es patrimonio de
nadie. (Luis Gay en del Campo p.243)
El laborismo había consagrado la fórmula presidencial Perón–Mer-
cante. En virtud del acuerdo con la JR realiza la primera concesión y
acepta la fórmula integrada por Perón–Quijano. La primera contradic-
ción importante con Perón se produce en la provincia de Buenos Aires
en el proceso para consagrar los candidatos. El partido había consagrado
la fórmula Mercante –Machado para gobernador y vice. Perón intervino
tratando de reemplazarla por la de Leloir– Bramuglia. En este caso, los
laboristas hicieron respetar la decisión del partido argumentando que la
vida democrática de la organización no aceptaba la sustitución de los can-
didatos elegidos y concurrieron con listas propias con las que obtuvieron
el doble de votos que sus ocasionales aliados. En el caso de los candidatos
a senadores, fue elegido el contralmirante Teisaire que luego aceptó ser
candidato por Mendoza y fue reemplazado por Luis Gay. Sin embargo, en
el Colegio Electoral los radicales “renovadores” junto a un elector laboris-
ta votaron a Diego L.Molinari y al contralmirante Teisaire, desplazando
a Gay y desconociendo la voluntad de Partido Laborista. La respuesta fue
un documento de su Comité Central expulsando a su elector y repudiando
la conducta de Teisaire.
El 24 de febrero se realizaron las elecciones. Según el censo de pobla-
ción de 1946 nuestro país contaba con una población de 15.602.809 habi-
tantes. La fórmula Perón –Quijano sostenida por el Partido Laborista y
la Unión Cívica Radical– Junta Renovadora obtuvo 1.847.886. La Unión
Democrática (Unión Cívica Radical, Partido Socialista, Partido Demó-
crata Progresista y Partido Comunista) 1.207.080. El Partido Demócrata
Nacional (Conservador) 43.499.
Luego de las elecciones, para designar al presidente de la Cámara de
Diputados no se respetó la decisión partidaria. Luego de una reunión de
todos los diputados con Perón en la quinta de San Vicente se desconoció
al candidato laborista, ingeniero Eduardo Rumbo, y al que le correspon-
día según las normas de la Cámara, por ser el más votado por la Capital
Federal Ernesto Palacio, y fue designado el Dr. Guardo.
El 23 de mayo Perón ordenaba la disolución del partido y la unifica-
ción de todas las fuerzas que lo habían apoyado en una única estructu-
ra política. Las alianzas que los sectores mayoritarios y más activos del
movimiento obrero buscaron tenían como objetivo romper la proscripción
social y política de los trabajadores. Sin embargo, entre los punteros ra-
dicales de la JR y los sindicalistas laboristas poco o nada había en común
más allá del apoyo a Perón.
Las diferencias en los métodos demuestran ser la expresión de pro-
fundas diferencias políticas que aparecieron inmediatamente después del
triunfo electoral. La orden de Perón fue precedida de una campaña con-
tra Gay. Inmediatamente, los laboristas respondieron con un documento
“Verdaderos Fundamentos de Pleito Laborista”, que no dejaba dudas de
94
su posición: “la acción confusionista y de disolución, de que es víctima
el Partido Laborista, no es otra cosa que la ofensiva del capital interna-
cional monopolista contra los intereses de la Nación. El Partido Radical
Junta Renovadora es su instrumento visible como se dijo. Para ello se va-
len de secuaces de distintas categorías, tratan de sobornar a los hombres,
ocultando sus verdaderas intenciones, que no son otras que perpetuar la
dominación del capital imperialista. El Partido Radical Junta Renova-
dora está contra los intereses del pueblo; su falta de fuerza numérica y
doctrinaria, su ausencia total de ética política lo hace peligroso. Es un
conglomerado audaz y sin escrúpulos estimulado por fuerzas antisociales,
por fuerzas anti–proletarias. La unidad a palos” es un anuncio alarman-
te. Sería tremendo si ya se hubiesen sellado en privado compromisos que
consultan los intereses de la reacción capitalista – imperialista.”
En este sentido también es la valoración de Gay sobre la disolución
del partido. “Perón disuelve el partido sin ningún derecho, simplemente
para favorecer una maniobra que él ya está elaborando in mente en cola-
boración con los radicales renovadores y para evitar el contralor, el con-
tralor así como suena, que hubiera ejercido el PL(…) él se da cuenta que el
partido es difícil de manejar. Por otra parte en la CGT el sentido de inde-
pendencia se manifiesta de distintas formas (...) nadie pensó en retirarle el
apoyo a Perón siendo presidente, al contrario pensábamos apoyarlo pero
no incondicionalmente. Es decir nosotros sosteníamos la necesidad de la
independencia del movimiento obrero para decidir sus propias acciones
(del Campo 246)
Junto a esta firme caracterización de cómo visualizaban los términos
del enfrentamiento ¿Cuál es la respuesta frente a la voluntad de Perón
de disolver el partido? La fuerte reacción inmediata contra esta medida,
no significó la misma fortaleza para enfrentarla políticamente. El partido
era consecuencia y no instrumento de la movilización obrera que había
llevado a Perón al gobierno.
Como vimos, la iniciativa para fundar el partido nace a partir de la
acción de Perón en la STP. Sus objetivos estaban destinados a garan-
tizar institucionalmente los derechos adquiridos pero no garantizados.
Una vez logrado el acceso de su líder al gobierno, oponerse a su voluntad
como dice Pont “significaba oponerse al mismo movimiento obrero que
veía y sentía en la política del presidente una continuidad de las banderas
levantadas por el laborismo cuya desaparición y conversión en otras
fuerzas políticas no afectaba al movimiento sindical ni sus con-
quistas económicas y sociales” (p.53 destacado RC)
Las reivindicaciones del conjunto de la clase obrera no esta-
ban comprometidas en lo inmediato por la pérdida de autonomía
política. Además, como hemos visto, la tendencia a una alianza policla-
sista en el movimiento obrero que tenía como objetivo la institucionaliza-
ción de sus demandas tenía sus orígenes en la década anterior. La perso-
nificación de estas demandas, a partir de 1944, era Perón, el aliado que
las estaba concretando desde el gobierno del Estado y, al mismo tiempo,
demostraba, sin dudas, su voluntad de disolver al partido que le había
95
garantizado su acceso al gobierno.41 política social determinada o se convertía la central obrera en
Entonces la renuncia de la independencia política a favor de instrumento político en manos del gobierno. Los que estuvimos por
Perón, no aparece en la mayoría de los dirigentes como un retro- lo primero debimos irnos”.
ceso respecto a los objetivos originales. Este testimonio del dirigente que más resistió las maniobras contra
La voluntad de autonomía sindical aparece con más claridad que la el laborismo, y nunca se integró al PURN formado por Perón, sintetiza
conciencia de la necesidad de una organización que les confiera la posibi- la situación. El más alto nivel de autonomía que podían proponerse los
lidad de constituirse en conducción hegemónica popular. militantes sindicales es la defensa de la estructura sindical para apoyar
El espacio sindical fue el espacio donde se preserva la voluntad de una política cuya orientación no se pone en duda. Esta opción no se defi-
autonomía de los dirigentes sindicales. Luis Gay, dirigente de su gremio nía por cuestiones subjetivas de los dirigentes sino por las posibilidades
desde 1928, es elegido Secretario General de la CGT en noviembre de objetivas y expectativas subjetivas del conjunto de la clase obrera cuyos
1946. Según su testimonio: “La gente cree que fui designado porque era un intereses inmediatos coincidieron con los de una fracción de la burguesía
hombre muy conocido (…) otros en cambio suponían que el factor decisivo precisada de alianzas.
consistía en que había sido miembro del comité de huelga ( la del 18 de oc- Así se conformó el peronismo, alianza policlasista que garantizó al
tubre) en el orden nacional. (…) Pero la realidad de todo es que yo fui de- conjunto de la clase obrera reivindicaciones históricas al mismo tiempo
signado secretario general de la CGT, a mi juicio, porque el movimiento que ponía límites al desarrollo de su independencia política. Este límite
obrero quiso reivindicar al PL. Esa es mi impresión (…) el candidato en la voluntad y posibilidad de autonomía no significa que los trabaja-
de Perón que era Borlenghi. ( del Campo 247) . Esta elección demuestra la dores hayan renunciado a reconocer intereses propios en el marco de un
voluntad de los militantes obreros de mantener la autonomía dentro del gobierno que, con pleno derecho, consideraban suyo.
proyecto político peronista del que eran gestores activos.
Gay dice haberles advertido a sus compañeros que habría un”choque
con el gobierno inevitablemente: (…) “Ellos insistieron y yo fui secretario
general de la CGT ”. El choque se produjo a los pocos días de la elección
en la primera entrevista: “Perón me felicita por el triunfo obtenido en la
CGT y me dice que ahí en la presidencia hay un equipo que me va a decir
lo que tengo que hacer y las declaraciones que tengo que formular en cada
caso. Entonces, para no violentarlo, le digo: ‘Mire presidente, usted tiene
muchos problemas importantes que atender. Déjenos a nosotros, los hom-
bres que tenemos veinte y veinticinco años en el movimiento obrero, dirigir
la CGT.’ Él con toda prepotencia respondió: ‘Entonces a los autónomos los
dirijo yo.’ Bueno –le dije– ése es su problema suyo, señor presidente, y de
los autónomos, pero la CGT la dirigimos nosotros.”
En enero de 1947 la visita de sindicalistas norteamericanos, organi-
zada por Oscar Ivanissevich embajador en EEUU, fue utilizada por Pe-
rón para acusar a Gay de intentar quitar el apoyo de La CGT al gobierno
y vincularla con una central de ese país. Luego de una fuerte campaña de
la prensa peronista en su contra Gay renunció a la CGT el 26 de enero.
Su explicación de lo sucedido aporta para el análisis acerca de cuál era el
grado de autonomía que pretendían los laboristas. “Las causas de mi ale-
jamiento fueron originadas por principios que consideré fundamentales
en toda mi actuación y que fueron compartidos por directivos de la CGT
de ese momento, que en solidaridad conmigo, presentaron su renuncia: o
se mantenía la independencia sindical sin dejar de apoyar una

41 Cipriano Reyes, con un grupo de sus compañeros, mantuvo el funcionamiento del

PL y se negó públicamente a disolverlo. En junio de 1947 su auto fue ametrallado y
murió su chofer, en agosto el periódico “Laborismo” fue clausurado, en enero de 1948
la justicia le quitó la personería al partido y, en septiembre, 15 dirigentes fueron de-
tenidos acusados de planear un atentado contra Perón. Reyes y Luis García Velloso
permanecieron en la cárcel hasta la caída de Perón.

96 97
Capítulo III
El gobierno del peronismo original

No pretendemos reseñar en toda su complejidad las transformaciones

producidas en nuestra sociedad entre 1946 y 1955. Sobre esta cuestión
existen abundantes y documentados trabajos, abordados desde diferen-
tes perspectivas teóricas y políticas. En primer lugar, solo repasaremos
someramente las líneas principales del modelo de acumulación que el pe-
ronismo original llevó adelante y sus consecuencias en las condiciones
de vida y de trabajo del pueblo para luego aproximarnos al análisis de su
relación con la clase obrera desde el gobierno del Estado.
La política económica del peronismo estuvo implementada a través
de ejes que son claves para comprender la estructuración de la alianza
que llega al gobierno del Estado y quiénes fueron las fuerzas opositoras.
1)La traslación de ingresos del sector agrícola al sector industrial.
Se financió el desarrollo industrial a través de la apropiación parcial de
la renta agraria diferencial. Esta política se llevó adelante a través del
monopolio estatal del comercio exterior; para esto se creó el Instituto Ar-
gentino para la Promoción del Intercambio (IAPI). A través de la fija-
ción de los precios de los productos primarios y de un riguroso control de
cambios, este organismo obtuvo importantes beneficios que se destinaron
a financiar planes de industrialización. Al mismo tiempo, cumplía una
acción reguladora de los precios de los “bienes–salario” exportables. Las
utilidades obtenidas fueron utilizadas para subvencionar los precios del
azúcar, la harina, el aceite comestible, etc.
El IAPI compraba a los productores a precios fijos, y revendía a pre-
cios internacionales. Esto les impidió a los productores agropecuarios be-
neficiarse con el aumento de los términos de intercambio, producto del au-
mento de la demanda mundial de productos primarios una vez terminada
la segunda guerra mundial. Por ejemplo: en 1948 se vendieron 200.000
toneladas de girasol a los Estados Unidos a $101,25; el precio fijado por
el gobierno fue de $ 14 la tonelada. (Peralta Ramos p.88) También es
cierto que hacia 1950, cuando la implementación del Plan Marshall pro-
dujo una gran caída de los de precios internacionales, debió pagar precios
mayores que produjeron importantes pérdidas. En otras oportunidades,
a través de créditos a países compradores, abrió y garantizó mercados a
los productores. (Novick opus cit.)
No fue éste el único punto de confrontación del gobierno peronista
con la burguesía terrateniente. También puso límites a su poder en las
relaciones sociales. Al promulgar el Estatuto del Peón Rural introdujo la
legislación laboral en las relaciones de producción agropecuarias. Desde
el bando de Oliden en 1815, que obligaba a todo habitante de la campa-
ña a tener su “papeleta de conchabo”, nunca se había legislado sobre el
trabajo rural.
La Comisión Nacional de Trabajo Rural compuesta por representan-

99
tes patronales y obreros era la encargada de aplicar la legislación laboral
que por primera vez llegaba al campo. (ver capítulo 2). Simultáneamente
se congelaron los arrendamientos rurales y colonizaron algunas tierras
fiscales y una pequeña parte de latifundios no explotados. Sin embargo,
las grandes propiedades de la región pampeana, base principal del poder
económico de la fracción más poderosa de los dueños de la tierra no fueron
tocadas. Se debilitó su poder económico y se puso límites a la explotación
de sus asalariados, pero esta poderosa fracción de la burguesía mantuvo
en su poder la producción de las divisas necesarias para la importación de
bienes de capital, imprescindibles para un proceso de industrialización.
Esta relación de dependencia mutua entre exportaciones y las importa-
ciones es la principal limitación para el antagonismo entre la burguesía
industrial y la oligarquía terrateniente.
2) Control financiero del país por parte de Estado. El gobierno
de Perón llevó adelante una decidida política independiente en materia
financiera expresada en la nacionalización de importantes sectores de la
economía. La política de nacionalizaciones no sólo alcanzó a los servicios
públicos vinculados a la infraestructura económica (ferrocarriles ingleses
y franceses, la corporación norteamericana de telégrafos y teléfonos). Al
nacionalizar el Banco Central (dirigido, como vimos en el cap.1 por un
directorio controlado por los bancos extranjeros) y al centralizar el siste-
ma de seguros en un monopolio estatal, el Estado se garantizó el control
financiero del país, transformándose en el principal instrumento de cré-
dito. Así la fracción más poderosa de la burguesía industrial, vinculada
al capital extranjero pierde su monopolio sobre las fuentes de financia-
ción. Si bien puede considerarse que esta fracción de clase pudo benefi-
ciarse con las medidas tomadas para incentivar la producción industrial,
su fuerte oposición al peronismo surge de su vinculación estrecha con
el capital extranjero, capital que, no sólo perdió el monopolio sobre el
financiamiento, sino que también tuvo restricciones a las inversiones en
la industria y a las remesas de ganancias al exterior.
3) La redistribución del ingreso a favor de los asalariados.
La política económica peronista significó un mejoramiento inédito hasta
hoy en las condiciones de vida de la clase obrera y los sectores populares
que tuvo varios aspectos. Uno fue el que señalamos: la transferencia de
ingresos del sector agrícola al sector industrial que sostenía tanto el nivel
del salario real como las tasas de rentabilidad de los industriales.
Otra fue la redistribución del ingreso directamente desde el capital
al trabajo. Se realizó a través de la generalización del régimen de con-
venios colectivos de trabajo, el establecimiento de salarios mínimos, el
sueldo anual complementario y las vacaciones anuales pagas.
Veamos los salarios industriales reales del período 1946–1955;
tomando 1945 = 100 tenemos:
1946=106.3 1951=153,9
100
1947=134.6 1952=137.2
1948=166.7 1953=147.4
1949=172.7 1954=157.19
1950 =166.3 1955=156.0
Fuente: (Rapoport 403/4/6)
Estos aumentos beneficiaron principalmente a las categorías meno-
res como peones u operarios, lo que produjo una homogeneización de las
condiciones de vida obreras. Al mismo tiempo sectores de las capas me-
dias asalariadas, entre otros, los maestros, quienes vieron acercarse sus
ingresos a los de los trabajadores industriales. Por ejemplo: entre 1945
y 1948, los salarios reales de los empleados públicos subieron un 35%
y los de los obreros industriales más de un 50%. En términos compara-
tivos, los sectores medios resultaron menos beneficiados y encontraban
a los “cabecitas”, compitiendo en consumos que hasta entonces les eran
exclusivos y les permitían fantasear con pautas de vida similares a las
de la oligarquía. Además los que poseían ingresos provenientes de diver-
sas rentas resultaron perjudicados por esta política económica debido al
congelamiento de los alquileres. Esto explica el fuerte antiperonismo de
muchos de estos sectores y no solo la incapacidad o el desinterés del pero-
nismo por sumarlos a sus filas.
Sobre la participación del “sector” salario en el PBI, los distintos cál-
culos tienen diferencias porcentuales pero todos muestran una evolución
similar en la tendencia. A pesar de algunas oscilaciones coyunturales,
esta tendencia es creciente durante todo el período. Especialmente entre
1945 y 1949. Las estadísticas disponibles indican que en el primer quin-
quenio peronista los asalariados percibieron en 1949 entre 9 y 13 puntos
porcentuales más que en 1945. (Rapoport 404) La remuneración del tra-
bajo en la industria pasa del 44.8% del ingreso neto en 1944 al 58% en
1954. Al mismo tiempo las utilidades empresarias descienden del 55.2%
del ingreso neto en 1944 al 42 % en 1954. (P. Ramos p.93). En esa época,
como hoy, lo que les falta a unos lo tienen otros.
Junto a este aumento de la capacidad adquisitiva directa se deben su-
mar todos los beneficios que recibieron los sectores populares producto de
la política de nacionalizaciones. La nacionalización de varias compañías
de gas permitió extender la red y duplicar la cantidad de usuarios entre
1943 y 1949. La de los ferrocarriles tuvo como consecuencia un drástico
cambio en la política de tarifas que se mantuvieron por debajo del costo
de vida. Al mismo tiempo, la disolución de la Corporación de Transporte
de la Ciudad de Buenos Aires, uno de los emblemáticos negociados de la
década del 30, (Cap.1) dio lugar a la proliferación del transporte automo-
tor colectivo. Esto benefició directamente a los asalariados que pudieron
acceder a la construcción de viviendas en los loteos de la periferia del
gran Buenos Aires.
La nacionalización del Banco Central y de los depósitos bancarios
puso bajo control del Estado toda la creación de dinero del sistema finan-
ciero. El Estado controlaba y decidía el destino final de los créditos según
101
los objetivos de su política económica. Esto no solo benefició a propieta-
rios de capital con líneas de crédito para actividades productivas y comer-
ciales diversas. Los asalariados tuvieron acceso a créditos para viviendas
a través del Banco Hipotecario Nacional con tasas de interés negativas.
La Caja Nacional de Ahorro Postal captaba el pequeño ahorro y otorgaba
sobre todo préstamos para el consumo. (Rapoport 400)
El salario indirecto tuvo múltiples facetas. Planes de vivienda a pre-
cios ligados al ingreso familiar, colonias de vacaciones, aumento en cali-
dad y cantidad de la salud pública gratuita y planes de atención especia-
les para niños y ancianos. Se construyeron más de 300.000 viviendas. Las
cajas de jubilaciones que contaban en 1944 con 300.000 afiliados, pasaron
en 1949 a tener 3.500.000. En 1948, se estableció por ley un fondo espe-
cial, para otorgar pensiones a toda persona de escasos recursos, mayor de
60 años, no amparada por ningún régimen jubilatorio. (Rapoport 373)
La política de salud estuvo impulsada por el ministro del área Ramón
Carrillo, Premio Nacional de Ciencias en 1937. Entre 1946 y 1951: se du-
plicaron las camas hospitalarias, se construyeron e inauguraron 21 hospi-
tales con una capacidad aproximada de 2.000 camas y se crearon institutos
como los de Cirugía Toráxica, de Tuberculosis y de Hemoterapia. A través
de la Fundación Eva Perón se creó la Escuela de Enfermeras.
En este campo y en el de la vivienda, el movimiento obrero comple-
mentó activamente esta acción estatal. Apoyados por la política crediticia
oficial, muchos sindicatos construyeron sus propios policlínicos, colonias
de vacaciones y viviendas para sus afiliados. (Rapoport 376)
La acción asistencial hacia los más desprotegidos estuvo, a cargo de
la fundación creada y dirigida por Eva Perón. Su tarea fue múltiple; por
un lado, se dedicó a la atención de necesidades individuales y familiares
a través de la distribución de alimentos, medicinas, ropa, elementos para
el hogar y textos y equipos escolares. Por otro, se crearon diversas formas
de asistencia tales como comedores escolares, hogares – escuela y centros
de atención y hogares para los sectores desamparados. Se organizaron
todo tipo de actividades recreativas y deportivas como los Campeonatos
Deportivos Evita, que reunían anualmente alrededor de 100.000 niños.
En el terreno de la educación, la matrícula primaria se incrementó
un 34 %, la secundaria lo hizo en un 134 % y en las escuelas industriales
un 22%. La matrícula universitaria se triplicó y en 1949 se eliminaron
los aranceles. Se creó la Universidad Obrera Nacional (hoy Universidad
Tecnológica Nacional) y se construyeron edificios para las facultades de
Odontología, Medicina y Derecho. (Rapoport 374/6)
La Constitución aprobada en 1949 consagró jurídicamente los der-
chos de la ancianidad, de la familia y la niñez. Se establecieron una serie
de derechos para el trabajador entre los que no figuraba el derecho de
huelga. Su artículo 40 establecía la propiedad inalienable e imprescrip-
tible de la Nación sobre sus recursos naturales y el monopolio estatal del
comercio de importación y exportación. Otro artículo establecía la función
social de la propiedad.
102
Los “tironeos” por la hegemonía en el gobierno peronista
Como punto de partida para analizar la disputa por la dirección del
peronismo consideramos que la lectura política del antagonismo entre el
capital y el trabajo, en cualquier situación histórica, es igual al grado de
antagonismo con que se expresan los intereses de cada uno de ellos en
la esfera del poder político. Por lo visto hasta ahora, podemos ubicar las
relaciones de fuerzas políticas de los trabajadores al interior del gobierno
peronista en el momento en que el grupo o clase subordinado se propone
lograr la igualdad político – jurídica frente al Estado con los grupos domi-
nantes. (Cap. 2 llamada 40) Esto significa alterar a su favor las relaciones
de dominación existentes sin plantearse su superación.
Desde este marco conceptual analizaremos la relación entre los tra-
bajadores y el peronismo en el gobierno, entre 1946 y 1955.
Como vimos, la clase obrera participa de la alianza peronista con una
voluntad de autonomía que tiene su límite en el reconocimiento de Perón
como “conductor estratégico” de la política. Insistimos, esto no significa la
renuncia al reconocimiento de intereses propios en el marco de un gobier-
no en cuyo surgimiento ha tenido un rol decisivo.
A partir de las elecciones la participación de militantes obreros en los
diferentes cargos de gobierno ya no surge de decisiones tomadas por un
colectivo político como fue el Partido Laborista hasta las elecciones del 24
de febrero de 1946. Se hace a través de la integración individual decidida
por Perón, que inaugura la “verticalidad” que signará la práctica del mo-
vimiento peronista hasta su muerte.42
Se verifica lo que Antonio Gramsci caracteriza conceptualmente
como “cooptación molecular” o el pasaje individual del grupo dominado
al grupo dominador.
Si hablamos de cooptación nos enfrentamos con una pregunta cru-
cial. Había llegado al gobierno del Estado una alianza política que, por
primera vez en nuestra historia, impulsa un modelo de acumulación que
integraba las reivindicaciones inmediatas de la clase obrera.
Entonces, ¿era el Estado Peronista el de un grupo dominador? para
responderla desde la experiencia concreta que impulsó el peronismo en-
tre 1946/1955 podemos plantearla en estos términos: ¿Como se resuelve
en el peronismo la coexistencia de intereses estructuralmente contradic-
torios y coincidentes en la coyuntura? Con el acceso al gobierno comienza
la puja por la hegemonía o la conducción ético–política del peronismo. Los
puntos de coincidencia y contradicción entre sus integrantes van a tener
diferentes expresiones en el marco de esa lucha política.
42 Treinta y cuatro legisladores nacionales y numerosos provinciales provenientes del
movimiento obrero fueron elegidos en las listas del PL. En el 2º gobierno ya las listas
fueron elaboradas en el Partido Peronista intervenido por orden de Perón hasta 1955.
Dos sindicalistas fueron ministros en el primer gabinete. José María Freyre de Traba-
jo, era dirigente el gremio del vidrio. Miguel A. Borlenghi, ex secretario general de los
empleados de comercio, lo fue del Interior. Este ex–socialista fue el principal opositor
a la línea encabezada por Gay, que dentro del PL y la CGT intentó mayor autonomía
respecto del gobierno.
103
 Vimos que, la voluntad de Perón de disolver al Partido Laborista
indica la decisión de poner límite a la autonomía obrera desde sus ini-
cios. Sin embargo, esta temprana confrontación con la militancia que
buscaba ampliar la autonomía obrera no afectó las reivindicaciones
inmediatas del conjunto de los trabajadores ni su decisión de defen-
derlas. La vitalidad obrera que reconoce sus intereses de clase dentro del
peronismo se muestra en los conflictos que aparecen inmediatamente.
Los instrumentos para la defensa de esa autonomía son los sindicatos
de primer grado, las comisiones internas y los cuerpos de delegados. El
lugar del trabajo es el espacio de autonomía donde la clase obrera defien-
de el resultado de su victoria política. Allí no vacilará en hacer cumplir
y ampliar las condiciones laborales y las reformas sociales por las que se
ha movilizado
Los tres años posteriores a octubre de 1945 son los de mayor canti-
dad de huelgas hasta 1955. La mayoría de ellas fueron llevadas adelante
por sectores obreros que participaron de las movilizaciones de octubre
y se identificaron con la defensa del gobierno peronista. En 1946 se re-
gistraron 142 huelgas con un total de 333.929 huelguistas; en 1947, 64
huelgas y 541.377 huelguistas; en 1948, 103 huelgas y 278.179 huelguis-
tas; el número cae en 1949 a 36 huelgas con 29.164 huelguistas y conti-
nua disminuyendo hasta 1954 donde se registran 18 huelgas con 119.701
huelguistas. (Doyon p.260)
Los conflictos que reseñaremos rápidamente nos muestran que la
defensa de la autonomía obrera no estuvo circunscripta a un sector de
la clase y desmienten las versiones acerca de que fueron impulsados por
sectores recientemente organizados o dirigidos por militantes opuestos
políticamente al peronismo. Aparecen también las diferentes conductas
del gobierno frente a los trabajadores, antes y después de fines de 1948 y
según sea el sector de la industria en conflicto.
En la industria frigorífica y la azucarera se encuentran el mayor
número de huelgas importantes. Se trata de patronales poderosas, donde
están asociados el capital extranjero y poderosas fracciones de la burgue-
sía que forman parte de la clase dominante desde el siglo XIX. Opuestas
ambas a las medidas de control de precios internos y a la existencia del
IAPI y no solo a las reivindicaciones específicas de sus trabajadores. Los
límites del gobierno para respaldarlos aparecen claramente asociados a
sus límites en el enfrentamiento con estas fracciones del gran capital.
Sobre esto volveremos enseguida.
El 1ª de marzo de 1946, cuando todavía no estaban los resultados defi-
nitivos del escrutinio electoral, la Federación de Trabajadores de la Indus-
tria de la Carne declara la huelga. Reclama el pago del aguinaldo de 1945;
los aumentos previstos en el decreto que Perón había firmado el 9 de oc-
tubre; la reincorporación de los restantes 6.000 trabajadores de los 12.000
despedidos el año anterior que incluían un elevado número de militantes
sindicales y la designación de los representantes patronales a la Comisión
Paritaria. Las empresas aceptan pagar el aguinaldo. La STP reconoce la
legalidad del paro pero presiona para levantar el paro cuando los cesantes
han sido reincorporados parcialmente, lo que se concreta 2l de marzo.
104
Otra huelga de los trabajadores de la carne se realiza entre el 1º de
octubre y el 20 de noviembre y lleva a una directa confrontación con Pe-
rón. Las patronales se niegan a permitir que los trabajadores participen
en la elaboración de las condiciones de trabajo y en especial respecto a la
jornada laboral (garantía horaria). Desde la huelga anterior el sindicato
intenta resolverlo a través de la STP pero esta no atiende los reclamos. El
sindicato apela a la intervención personal de Perón. Cuando éste los remi-
te a la STP, el 15 de septiembre se declara una huelga de brazos caídos o
trabajo a desgano, que provocó una disminución del 75 % de la producción.
Las patronales comienzan con los despidos y el 1º de octubre se declara
una huelga general. El 2 de noviembre Perón ofrece su mediación, propone
un aumento a ser subsidiado por el Estado pero el gremio la rechaza. Una
nueva oferta que duplica la anterior es rechazada nuevamente.
El 11 de noviembre se firma un acuerdo que es rechazado por una
asamblea general de trabajadores porque no se les reconocía su participa-
ción en la elaboración de las condiciones de trabajo. El 13, las compañías
prometen pagar el aumento a todos los obreros que vuelvan al trabajo.
Menos del 5% aceptó la oferta. El 14, Perón declaraba: “Llama extraordi-
nariamente la atención que los trabajadores de los frigoríficos no hayan
retornado a su trabajo teniendo en cuanta los esfuerzos realizados por
la Presidencia (…) interpreto la situación como poco clara y me resisto a
creer que los hecho estén influenciados por factores extraños al conflicto,
si se tratase de un convenio puramente sindical me tendría a su total
disposición para colaborar en la realización de un acuerdo; sin embargo,
en el caso de que interviniesen factores extraños no contarían conmigo
para nada”.( Doyon p.252) Luego de estas declaraciones varios dirigentes
fueron encarcelados, se clausuraron varios sindicatos locales y la policía
impidió la realización de asambleas y controló el ingreso a las empresas
para garantizarlo a quienes retornaran a trabajar. El paro se mantuvo y
el 19 ante las presiones internacionales y las necesidades de exportación,
el gobierno impuso las demandas de los trabajadores por decreto.
La oligarquía azucarera tucumana es –en el período histórico que
trata este trabajo– uno de las fracciones más poderosa de la clase domi-
nante. Los trabajadores azucareros tenían una larga historia de luchas
duramente reprimidas. Después de 1935, los comunistas tratan de impul-
sar su organización sindical sin éxito. La Federación Obrera Tucumana
de la Industria Azucarera (FOTIA) fue fundada en 1944 y apoyó las polí-
ticas de Perón desde entonces. En enero de 1945, el gobierno impuso por
decreto aumento de salarios, un escalafón que establecía límites a cada
tipo de trabajo y la garantía de un mínimo de días de trabajo al mes.
Hasta septiembre de 1948, los conflictos fueron llevados adelante en
cada ingenio y destinados a que las empresas cumplan con las disposi-
ciones del gobierno. Recién a fines de 1948, la FOTIA impulsó la huelga
general de toda la industria. Era el momento que el gobierno ya no con-
cede los subsidios que venía otorgando a las empresas para ayudarlas a
financiar los aumentos salariales.
Otro sector industrial sensible al consumo popular era el de la pa-
nificación. Sus trabajadores tenían una larga experiencia de lucha y or-
105
ganización desde fines del siglo XIX. En 1944 un grupo de trabajadores
creó la Unión del Personal de Panaderías y Afines porque su antecesora
había sido controlada por los comunistas y se negaba a apoyar la acción
del gobierno. Esta organización fue la llevó adelante todos los conflictos
hasta que el gobierno le retiró la personería gremial. te una huelga de 24 días por aumentos salariales. Todas estas huelgas
Entre 1946 y 1948 hubo numerosas huelgas por aumentos salariales
y abolición del trabajo nocturno en Mar del Plata, Tucumán, Salta y el
Gran Buenos Aires. Fueron ganadas por los trabajadores; en un caso,
luego de seis meses de negociaciones y después que el gobierno otorgara
subsidios a las panaderías a para mantener el precio del producto que
fue considerado servicio público. El 1º de diciembre de 1948, el gremio
decretó la huelga general después que las patronales se negaran a con-
ceder nuevos aumentos salariales si los obreros no retornaban al traba-
jo nocturno y renunciaban a otras mejoras concedidas en los conflictos
anteriores. A la semana de iniciada la huelga, la STP la declaró ilegal y
quitó al sindicato la personería gremial. Luego de que fueron detenidos
numerosos dirigentes y clausurados los locales sindicales de todo el país,
la huelga se levantó el 21 de diciembre. Tres meses después los trabaja-
dores recibieron un aumento subsidiado por el gobierno y en los hechos se
dejó sin efecto la prohibición del trabajo nocturno.
En noviembre de 1949, ante los reclamos patronales, el gobierno
suspendió la mayoría de las conquistas de los trabajadores. El trabajo
nocturno se retornó definitivamente en forma total a mediados de 1950
luego de un lock–out patronal de dos semanas.
En otras industrias de la alimentación se registraron huelgas nacio-
nales de importancia, dirigidos por sindicatos fundados en 1944 y 1945
y que apoyaron la política de Perón. El sindicato de Obreros Fideeros y
Afines realizó una huelga de un mes en agosto de 1947 que fue negociada
favorablemente desde el gobierno.
El Sindicato Argentino de Trabajadores de la Industria Lechera, que
apoyaba con entusiasmo al gobierno, realizó una huelga nacional de dos
semanas en 1948 por aumentos salariales y mejores condiciones de tra-
bajo. La Unión Obrera Molinera, fundada en 1945 con el expreso objetivo
de apoyar la política de la STP, realizó una huelga nacional de diez días
en septiembre de 1947 por aumentos salariales. En estos dos últimos
casos el gobierno concedió subsidios a las empresas para que las mejoras
logradas por los trabajadores no fuesen trasladadas por las patronales a
los precios de sus productos. los aumentos salariales.
En industrias como la textil y la metalúrgica, en la mayoría de los ca-
sos, los trabajadores enfrentaban a patronales dependientes de la política
oficial de industrialización. El gobierno podía intervenir en los conflictos
favoreciendo a las empresas con medidas que coincidían con esa política
ya sea por vía de la protección arancelaria, o a través de acceso al crédito
o de permisos de importación.
En la industria textil el gremio mayoritario era la AOT, un sindicato
formado el 3 de octubre de 1945 en apoyo a la política de Perón por jóvenes
que contaban entre 22 y 27 años y sin experiencia sindical previa. Hubo
importantes huelgas, mencionaremos algunas de las más importantes.
106
En septiembre de 1946, 30.000 trabajadores estuvieron tres semanas de
huelga por aumentos salariales. En septiembre de 1947, 10.000 obreros
estuvieron quince días de paro para lograr una garantía de trabajo sema-
nal de 36 horas. Un año después la rama lana del gremio llevó adelan-
fueron ganadas por los trabajadores con la intervención del gobierno. En
octubre de 1947 se declaró una huelga en la rama algodón de la que par-
ticiparon 70.000 obreros que desbordó la conducción gremial. Se inició
porque los trabajadores de la rama, en asambleas y reuniones en los luga-
res de trabajo, organizaron un comité de huelga y rechazaron el convenio
colectivo que acababa de firmar el gremio. Se lo rechazó por sus cláusulas
salariales y por las que no garantizaban la organización sindical a nivel
de fábrica. La respuesta patronal fue el despido de militantes sindicales
en 250 fábricas. La dirigencia del gremio solicitó la intervención del go-
bierno. La STP se negó a reconocer la legalidad de la huelga e impulsó
la organización de un comité de huelga paralelo que ordenó el retorno al
trabajo. A los pocos días la mayoría de los trabajadores acató esta orden.
Inmediatamente la AOT fue intervenida por la CGT (Del Campo p186).
En la industria metalúrgica hubo una serie de huelgas todas ganadas
por los trabajadores con intervención del gobierno. En la ciudad de Cór-
doba, una por aumento de salarios que duró 45 días, a mediados de 1946.
Una de un mes en Rosario, en mayo de 1948, por aumentos y condiciones
de trabajo que fueron aceptadas por la empresa. Una de tres semanas, en
la ciudad de Tucumán, que culminó con una huelga general de dos días
que llevó al gobierno a imponer a la patronal las condiciones exigidas por
los trabajadores. Una huelga en noviembre de 1947 en el gran Buenos
Aires y la de los Talleres Matta en 1949 llevada a cabo durante 45 días.
En la industria petrolera privada hubo dos conflictos importantes en
estos años donde la actitud del gobierno fue distinta a los casos de textiles
y metalúrgicos.
El 11 de abril de 1947, la Unión Obrera Petrolera inició un movi-
miento de “brazos caídos” de alcance nacional, exigiendo aumentos sa-
lariales y reformas al estatuto laboral de la industria. El 30 de abril, las
empresas iniciaron un lock–out, al que el sindicato respondió declarando
la huelga general. El 10 de mayo bajo la fuerte presión del gobierno de
tomar medidas contra el sindicato, la Unión Obrera Petrolera ordenó el
retorno al trabajo sin conseguir las reformas al estatuto y parcialmente
Un segundo movimiento de “brazos caídos” se llevó adelante entre el
22 de enero y el 4 de febrero de 1948. Tenía como objetivo lograr las refor-
mas a las condiciones de escalafón no logradas en el movimiento anterior.
El 23 de enero, la Secretaría de Trabajo declaró ilegal el movimiento y el
ministro del área acusó a los dirigentes de “mantener una situación (…)
no solo de rebelión sino de perturbación y sabotaje al desarrollo de activi-
dades esenciales para la Nación, lesionando su economía”.(Doyon p.236)
El sector privado de la industria petrolera, como en el caso de los
frigoríficos, estaba en manos de poderosos capitales ingleses y norteame-
ricanos. Como ya dijimos, la capacidad del gobierno para actuar como
107
aliado de las reivindicaciones obreras estaba directamente relacionada
con su capacidad de enfrentar esos intereses.
En el sector público, los trabajadores petroleros llevaron adelante
sólo una huelga declarada por el Sindicato Único Petrolero del Estado.
Estaba dirigida a obtener un escalafón único para todos los trabajadores.
El mismo día que fue iniciada, 27 de julio de 1948, el gobierno la declaró
ilegal. Retiró la personería gremial al sindicato y arrestó a todo su comité
de huelga. Debido a la falta de combustible en el Gran Buenos Aires, el 4
de agosto, el gobierno debió conceder las reivindicaciones solicitadas.
Después de 1930, los trabajadores petroleros estatales habían co-
menzado a organizarse en la semiclandestinidad –debido a la política an-
tisindical de YPF– como ATE (Asociación de Trabajadores del Estado).
En 1945 rompen con ATE y forman el SUPE que desde sus inicios apoyó
la política de Perón en la STP. Su principal dirigente Carlos “Gringo”
Pierini fue asesinado por la triple A en 1974.
En el transporte automotor urbano, los trabajadores protagonizaron
una huelga de tres semanas en septiembre de 1945 para que las em-
presas cumplieran con las resoluciones de la STP. En 1946, hubo paros
en movimientos de “brazos caídos” o trabajo a “desgano”en Córdoba exi-
giendo el pago del aguinaldo de 1945, y en septiembre, por aumentos y
mejores condiciones de trabajo; esta última fue declarada ilegal y una vez
que los trabajadores retornaron al trabajo, el gobierno hizo cumplir sus
demandas e intervino la empresa. En La Plata, en enero, también para
exigir el pago del aguinaldo de 1945; el gobierno intervino a través de
un subsidio al transporte para luego intervenir la empresa. En Mar del
Plata, un paro a fines de 1946 fue declarado ilegal, lo que desató un paro
general de cinco días en toda la ciudad; el gobierno concedió el aumento
solicitado
El Sindicato Unido Portuarios Argentinos fue organizado en 1945 por
militantes sindicales que apoyaban la política de Perón en la STP. Diri-
gidos por él, los trabajadores portuarios llevaron adelante varias huelgas
en 1946. Las de mayor confrontación con las patronales y el gobierno su-
cedieron en enero de 1947 y 1948. La primera reclamaba el pago de agui-
naldo de 1946 además de aumento de salarios y el pago de las vacaciones
anuales. Logradas la mayor parte de las reivindicaciones económicas el
sindicato continuó reclamando un mecanismo de empleo bajo su control
para evitar que las empresas a cambio de conceder trabajo chantajearan
a los trabajadores y burlaran la legislación laboral.
El 19 de enero de 1948, el SUPA declaró una huelga general por estos
reclamos. El gobierno la declaró ilegal al día siguiente y el 24 de enero la
CGT intervino el sindicato que quedó en esa condición hasta 1949 y pasó
de 14.000 afiliados a menos de 3.000 en ese lapso.
Los bancarios son el único sector de trabajadores cuya dirección sin-
dical no apoyó la política de Perón en la STP desde sus inicios. La Aso-
ciación Bancaria fue fundada en 1924 por militantes socialistas. Un nue-
vo grupo, simpatizante del peronismo, tomó el control en 1947 e intentó
mantener las prerrogativas del gremio: reclamó reformas al escalafón y
aumentos salariales con una política conciliadora con el gobierno. Al fra-
108
casar en sus gestiones renunció el 18 de marzo de 1948 y el gremio fue
intervenido por la CGT. Los trabajadores iniciaron una serie de paros no
autorizados. El 30 de marzo declararon una huelga encabezada por los
dirigentes desplazados por los peronistas. El mismo día la STP declaró
ilegal la huelga con fuertes acusaciones: “intenciones de perturbación y
disgregación, tarea en que se hallan empeñados grupos que invocan a
partir de una pretendida comisión interbancaria, la representación de los
auténticos trabajadores y que intentan provocar problemas para ocultar
su fines específicamente políticos, convirtiéndose en instrumentos dóciles
de las oscuras fuerzas de la antipatria”
Sin perder tiempo los bancos despidieron a más de 300 trabajadores,
en su mayoría militantes sindicales, y el gobierno ordenó la detención de
los dirigentes del movimiento. El 4 de abril los bancarios aceptaron retor-
nar al trabajo con la condición de que fuesen reincorporados los cesantes
y que una comisión elegida por ellos negociara las demandas. El 2 de
junio recibieron un nuevo escalafón y aumentos salariales que contem-
plaban parcialmente sus aspiraciones.
Esta breve reseña de algunas de las huelgas producidas entre 1946
y 1948 nos permite afirmar que la decisión de los trabajadores fue deter-
minante para que las resoluciones de la Secretaría de Trabajo y Previ-
sión no quedaran en papel frente a la resistencia de las patronales. Los
sectores obreros que se movilizaron no sólo lo hicieron para asegurar las
medidas obtenidas entre 1943 y 1945. Los conflictos de los tres primeros
años del peronismo en el gobierno lograron escalafones definidos sobre
las diferentes categorías de trabajadores. Imponían controles sobre las
condiciones de trabajo y extendían la estructura sindical a nivel de los
lugares de trabajo a través de los cuerpos de delegados y las comisiones
internas. Esto último fue seguramente uno de los logros más importantes
pues implicaba el control obrero sobre los procesos de producción. Eran
expresión de la vitalidad de la clase obrera en la defensa de sus derechos
dentro del peronismo original.
El testimonio de Sebastián Borro nos habla del protagonismo de las
comisiones internas como instrumentos de autonomía de la clase obrera
que se mantendrá en conflictiva supervivencia con las tentativas de buro-
cratización. “Fui a trabajar a los Talleres Matta en el año 46. En 1949 yo
ya era delegado de esa empresa, Perón presidente; se estaba construyendo
un gasoducto que venía desde el sur hacia Buenos Aires, esa empresa (ha-
cía máquinas de construcción) tenía contratos con el gobierno para hacer
ese trayecto. ¿Qué pasó? No cumplía con los trabajadores y nosotros le
paramos 45 días. Perón era presidente pero yo era dirigente gremial y de-
fendía los intereses de los trabajadores. Y no porque yo quería, porque
si los trabajadores no nos acompañaban tampoco podíamos hacer
nada. Pero hay que hacerles conciencia a los trabajadores y no yo
solo, porque era una Comisión Interna que eran 6 compañeros y
había un secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica que se llamó
Hilario Salvo que comprendía que había derechos y había que hacerlos
cumplir y la única manera que los patrones cumplieran era el paro. Algu-
nos decían: “Yo no lucho, yo soy amigo de Perón”. Les dijimos: acá hay que
109
luchar y hemos ganado la huelga, tuvieron que pagar los 45 días. (…) Yo
hoy dije que afuera del sindicato, –cuando estuve en sindicatos–, daba la
vida por Perón, pero dentro del sindicato yo defendí los ideales de todos
los trabajadores, la defensa de los intereses de los trabajadores.” Discu-
tiendo con integrantes de un grupo de izquierda, reivindica la autonomía
obrera más allá de identidades políticas y al sindicato como el espacio de
esa autonomía. “…en el año 41. En el gremio metalúrgico teníamos unos
2.000 afiliados y el secretario general era un comunista Muzio Girardi (...)
Cuando nosotros creamos las 62 organizaciones (porque no las creó Perón
cosa que muchos ignoran) éramos dirigentes peronistas y comunistas.”
(cuaderno del Centro Mariátegui p.73)
La complejidad de la situación que enfrentan los militantes obreros
está planteada en el testimonio. Por un lado, la autonomía de clase frente
al patrón en el lugar de trabajo y por el otro, depositar la síntesis política
de sus reivindicaciones en Perón. El mismo que frente al aumento de
las huelgas, declaraba en agosto de 1947 : “se disfrazan de peronistas
para actuar de dirigentes sindicales y engañar a los obreros conducién-
dolos adonde no quieren ir. Lo que no debe hacerse es mezclarse en las
organizaciones y los sindicatos no comunistas para levantar reivindica-
ciones inoportunas, promover huelgas y fomentar el ausentismo… sin otra
finalidad que la de crear un clima de inquietud y descontento que lleve un
día a la necesidad de que las masas obreras se enfrenten con el gobierno”.
(Doyon p.261) Frente a demandas obreras aparece la autenticidad del pe-
ronismo de sus protagonistas puesta en cuestión por el mismo líder. Este
debate entre “auténticos” y “traidores” que será la expresión por décadas
de la lucha política en el peronismo está presente desde los orígenes en
el movimiento.
También los militantes obreros tenían conciencia de los peligros que
representaba el verticalismo peronista para que la defensa de sus reivin-
dicaciones fuese más allá de la coyuntura favorable y lo denunciaban. El
8 de junio de 1948, –cuando ya Cipriano Reyes había perdido el control
del gremio y tres meses antes de ser detenido– “El trabajador de la car-
ne”, órgano del gremio, decía en su editorial: “Los sindicatos apoyan al
gobierno revolucionario precisamente porque es revolucionario. Porque es
nuestro e interpreta las aspiraciones del proletariado. Sin duda que este
apoyo no puede limitarse al apoyo obsecuente, y menos podemos ponernos
incondicionalmente bajo las órdenes de ciertos funcionarios que come-
ten graves errores por su ignorancia absoluta de lo que es el movimiento
sindical, aunque sea con la mejor de las intenciones cuando tratan de
manejar los sindicatos en lugar de los obreros. El movimiento obrero no
necesita mensajero. Necesita (…) gente pensante que comprenda que la
revolución no puede parar un solo momento si no quiere caer, debilitada,
en las garras del enemigo (…) los objetivos del movimiento, que no son
exactamente de crear una burocracia frondosa, asustada de perder posi-
ciones personales que ha ganado precisamente debido a la inactividad de
los trabajadores que no han sabido ocupar el lugar que les corres-
ponde. En cambio lo han entregado a quienes no han peleado a
su lado y que están tratando de reemplazarlos en la dirección y
110
orientación del movimiento obrero echando a muchos dirigentes
invocando órdenes que estamos seguros nadie les ha dado (…) Si
por mala suerte el Líder un día desapareciera del escenario de la lucha ,
nosotros los trabajadores volveríamos automáticamente a la situación ante-
rior a la revolución, rodeados de enemigos y, lo que es peor, despojados del
espíritu de lucha porque estamos acostumbrados a que todo lo hagan por
nosotros(…) la adulación y la obsecuencia debilitan y no hacen fuertes a los
hombres de gobierno(…) Nosotros no imitamos a aquellos que escon-
den un pedido dentro de un ramo de flores. Eso no es ser leal. Es
ser desleal. (Slodky p.130 destacado RC).
Están presentes: la conciencia de clase frente a los patrones, la clari-
dad para percibir la burocratización como política de los enemigos del mo-
vimiento obrero y la “inactividad” de los trabajadores como responsable
de un posible retroceso. Esta conciencia se tradujo en la multiplicación de
comisiones internas y cuerpos de delegados. Eran expresión de la autono-
mía de clase que llegó a controlar y condicionar efectivamente los procesos
de trabajo. Sin embargo, estos militantes obreros no llegan a proponerse
como conducción hegemónica del conjunto de las fracciones populares.
La disputa por la conducción hegemónica dentro del peronismo tiene
dos aspectos. Por un lado, la puja por modificar las relaciones de fuerzas
dentro del sistema político entre el movimiento obrero organizado y las
fracciones no obreras. Por el otro, la disputa al interior del movimiento
obrero entre los intentos de autonomía desde la base y el control centra-
lizado desde las direcciones.
La organización de los sindicatos por ramas de producción se corres-
pondía con las características del desarrollo industrial de la etapa. Esto
facilitaba la centralización organizativa de los trabajadores. Desde la di-
rección del peronismo, existe un conciente esfuerzo por limitar la vita-
lidad obrera, institucionalizando los reclamos obreros dentro del marco
del proyecto de la “Comunidad Organizada”. Primero se establecen las
pautas legales para ello.
En marzo de 1944 la resolución 16/44 de la STP establecía el prin-
cipio de la conciliación obligatoria al disponer “que todos lo conflictos la-
borales deben ser canalizados por la Secretaría”. Además establecía que
mientras no se agotaran las “instancias de conciliación, no se podrán de-
clarar huelgas ni paralizaciones o denuncias, bajo pena de severas san-
ciones”. En el mes de agosto el decreto nacional 21.877/44 establecía las
penalidades para quienes no acataran las resoluciones de la STP. Para
los patrones, la aplicación de multas, cancelación de patentes y persone-
rías. Para la organización obrera, la ilegalidad del la conducta asumida,
la prohibición de ser atendidos en forma colectiva por el organismo.” A fi-
nes de 1945 el decreto–ley 23.852 de Asociaciones Profesionales establece
la figura de la “personería gremial” necesaria para actuar sindicalmente
y cuyo otorgamiento correspondía al organismo estatal. (Gaudio y Pilone
en Torre pp.83/90). De este marco legal queda fuera las Comisiones Inter-
nas. Esta ausencia es demostrativa de que fueron producto directo de la
autonomía de los trabajadores y los militantes sindicales. Las patronales
se opusieron tenazmente a su existencia hasta 1955 y solo aceptaron un
111
reconocimiento legal limitado en los convenios colectivos de 1947. Tam-
poco fueron incluidas en la ley de Convenios Colectivos de 1953 y fueron
duramente atacadas durante el Congreso de la Productividad en 1955
cuando la alianza peronista llegaba a su fin.
Este respaldo legal para acelerar la centralización sindical se acom-
paña de claras decisiones políticas. La CGT se convierte desde 1946 en el
instrumento para acotar las demandas obreras. Ya no se limitó a la co-
ordinación entre sus gremios adheridos como lo había hecho hasta 1943.
Desde el inicio del gobierno comenzó a convertirse en mediadora entre el
movimiento sindical y el nuevo gobierno del Estado.
Esto supuso el reemplazo de los dirigentes que habían impulsado
los mayores intentos de autonomía de clase. Como vimos en el capítulo
anterior, en noviembre de 1946, luego de una campaña en su contra, Luis
Gay es forzado a renunciar. La debilidad del movimiento obrero para en-
frentar su pérdida de autonomía sindical aparece en boca de uno de sus
protagonistas, el ferroviario Juan Rodríguez: “ Y alguien fue a decirle a
Perón que Gay quería reivindicar o promover nuevamente el PL desde la
CGT, y le pintó no sé cuantas macanas (…) Yo estaba en la reunión esa,
éramos como cincuenta dirigentes, en la que Perón hizo todos los cargos
a Gay, algunos injustamente(…) Lo que más me extrañó fue que Gay no
abrió la boca para decir esta boca es mía. Y éramos muchos los que estába-
mos esperando para defenderlo, incluso Bramuglia. (del Campo 248).
Lo cierto, frente acusaciones reconocidas como falsas, es que ni el
propio Gay – como vimos uno de los mayores defensores de la autonomía
obrera– está en condiciones de defenderse. Esto indica hasta dónde el
conjunto de la clase obrera estaba en condiciones de sostener un proyec-
to autónomo. Sobre esta realidad se inicia el proceso de centralización
del poder político. El 8 de febrero de 1947, asume el reemplazante de
Gay, el ex–comunista Aurelio Hernández, del gremio de la sanidad. Es
un dirigente de extensa trayectoria que había apoyado desde su inicio la
política de Perón y expresa todavía cierto grado de autonomía sindical.
En el primer aniversario de las elecciones, 24 de febrero de 1947, Perón
le entrega el Decálogo de los Derechos del Trabajador, a saber: a trabajar;
a una retribución digna; a la capacitación; a condiciones dignas de traba-
jo; a la preservación de la salud; al bienestar; a la seguridad social; a la
protección a la familia; al mejoramiento económico y a la defensa de los
intereses profesionales. Este reconocimiento a la defensa de los intereses
profesionales excluye el derecho de huelga.
En noviembre, la CGT realiza un Congreso Extraordinario pro–Plan
Quinquenal en el que se fijan normas para los estatutos sindicales y se
determina que todo sindicato adherido no podrá declarar la huelga sin
previa comunicación a la central.
El 3 de diciembre, con el pretexto de no haber impulsado una pro-
puesta para pedir el Premio Nobel de la Paz para Perón, el Comité Cen-
tral Confederal de la CGT le pide a Hernández la renuncia. Lo reemplaza
José Espejo, del gremio de la alimentación donde había comenzado a ac-
tuar en 1943. Es una elección que no guarda correspondencia con la dis-
tribución interna del poder entre lo gremios, y sí con las necesidades po-
112
líticas del gobierno. Así se inicia la etapa que culminará, en 1950, con la
incorporación de la CGT como tercera rama del Movimiento Peronista.
El “cuello de botella” en el modelo peronista
A fines de 1948 comienzan a aparecer los límites de la “edad de oro”
del peronismo original. El proceso de industrialización había permitido
sustituir importaciones de bienes de consumo e incluso de bienes de ca-
pital. Esto había significado un gran crecimiento de la importación de
insumos directos e indirectos y de bienes de capital. Por lo tanto, la pro-
ducción industrial continuaba atada a los ciclos de la economía capitalis-
ta mundial y, sobre todo, su crecimiento dependía en el mediano y largo
plazo de que las exportaciones agropecuarias generaran las divisas sufi-
cientes para financiar las importaciones de insumos y bienes de capital.
(Rapoport p.465 y sig.).
Una de las primeras dificultades que debe enfrentar el gobierno es la
inconvertibilidad de la libra esterlina decretada por Gran Bretaña el 20
de agosto de 1947. Hasta ese momento nuestro país compraba maquina-
rias y equipos, cuando le vendían, en Estados Unidos. Estas compras se
pagaban con las libras acumuladas en Gran Bretaña durante la guerra
y las producidas por las nuevas exportaciones a ese mercado. En base a
esto se mantenía un comercio triangular. Se podía comprar en Estados
Unidos u otros mercados con libras convertidas en dólares u oro. Cuando,
unilateralmente, Gran Bretaña decreta la inconvertibilidad de su mone-
da, las libras acumuladas en Inglaterra pierden todo su valor para ser
utilizadas en las importaciones necesarias para la industria argentina.
A esto se sumó la caída de los precios de las exportaciones agropecua-
rias en los mercados internacionales agudizado por el boicot norteameri-
cano a las exportaciones de nuestro país, a través de la exclusión del Plan
Marshall, lanzado a principios de 1948.
Ambas situaciones, privaron al Estado peronista de su principal
fuente de recursos.
Ya la apropiación parcial de la renta agropecuaria, a través del mo-
nopolio estatal del comercio exterior, no alcanzaba para financiar una
industrialización independiente y continuar con la redistribución del in-
greso.
Frente a esta situación, Perón mismo decía años después: “El primer
gobierno fue el del Primer Plan Quinquenal que era el plan de inversiones
(…) Había que invertir, había que modificar, reestructurar (…) Después
hubo que aplicar los frenos.(…) es cierto lo que dicen los otros, que es nece-
sario controlar las variables económicas” (Galasso p. 532/38 )
En enero de 1949 renuncia Miguel Miranda, el gestor de la política
económica, un genuino representante de la burguesía nacional que inte-
gró el peronismo. La política económica queda en manos de Roberto Ares
y Alfredo Gómez Morales. Años más tarde, este último hacía un diagnós-
tico de la situación que define con claridad la política que se siguió. “El
impacto producido en la balanza de pagos por una sobreexpansión del
113
crédito bancario y un aumento excesivo del consumo y las inver-
siones públicas motivaron un cambio de política” (destacado nues-
tro) (Galasso Perón…p.537)
Con este diagnóstico se inicia el proceso que llevará a 1955. Comen-
zaba a quebrarse la condición estructural sobre la que se había consti-
tuido la alianza entre quienes se beneficiaban directamente con las dos
políticas centrales del gobierno peronista a) la apropiación parcial de la
renta agropecuaria en beneficio de la industria nacional. b) la redistribu-
ción de ingresos a favor del conjunto de los asalariados.
En primer lugar, empiezan a ponerse de manifiesto los límites de
una industrialización sin una acumulación de capital propia, que no ha
roto la dependencia con la poderosa fracción terrateniente exportadora
proveedora de las divisas. En segundo lugar, la política distributiva de
ingresos lleva a una disminución de la tasa de ganancia del capital por el
incremento de la participación del trabajo en el producto bruto total. Se
abre el inicio de una nueva etapa de acumulación, etapa que, en el plano
político, llevará a la crisis de la alianza ente el capital y el trabajo.
Superar esta limitación estructural del capitalismo dependiente im-
plicaba, por parte del Estado, la expropiación de la fuente de divisas a la
burguesía terrateniente y la imposición de fuertes condiciones al capital
extranjero. Como muestran el diagnóstico anterior y las medidas poste-
riores, no fue ese el camino que tomó el gobierno peronista.
En diciembre de 1948 se realizan las elecciones para convencionales
constituyentes para reformar la Constitución liberal de 1853. Ese año la
población total del país era de 16.320.235 de habitantes. El Partido Pero-
nista obtiene 1.728.120 votos, el 61,38 % de los emitidos; la Unión Cívica
Radical 756.102, el 26,86%; el Partido Comunista 82.957, el 2,95%; el
Partido Conservador 18.933, el 0,67%. El Partido Socialista levanta la
consigna “Votar en blanco contra la reforma fascista” y el Partido De-
mócrata Progresista se pronuncia por la abstención; los votos blancos y
anulados llegan al 4,20%. Los radicales, la única fuerza opositora que
accede a la Convención Constituyente, se retiraron a poco de iniciada
dejando abierto el camino para su participación en las futuras conspira-
ciones golpistas43.
Las sesiones se inician el 24 de enero de 1949, al mismo tiempo que
Miranda y sus colaboradores abandonan sus funciones en el IAPI y en el
43 Los radicales demostraron que solo los unía la oposición a la nueva realidad política
y social del país. En los debates, el convencional Alcorta se había pronunciado contra
“la llamada nacionalización de los servicios públicos,(…) y (argumentado que) con el
monopolio de la importación y exportación se quita toda posibilidad de libre competen-
cia . Se limita el estímulo a la iniciativa privada limitando así los poderes del espíri-
tu…. Otro de sus correligionarios atacaba el concepto de función social de la propiedad
pues “pues no modificaba el régimen capitalista”y había considerado a los “Derechos
de Familia” como una medida inocua si no formaban parte de una reforma integral del
régimen de propiedad privada. Moisés Lebensohn, que al inicio de las sesiones había
comparado al régimen argentino con el de Mussolini , luego manifiesta su acuerdo
con las nacionalizaciones pero “con un Estado dirigido democráticamente”. Todos se
retiraron el 8 de marzo calificando de “farsa” a la Convención. (Diario de Sesiones de
la Convención Constituyente pp.122 /609/611en Slodky p.189)
114
Ministerio de Economía.
La Constitución aprobada reafirmó, en el plano jurídico – institucio-
nal, el rumbo nacionalista que había tomado la política del Estado. Los
debates principales estuvieron alrededor del artículo 40 que establecía la
propiedad imprescriptible e inalienable de la Nación sobre sus recursos
naturales, establecía el monopolio estatal sobre el comercio de importa-
ción y exportación y sobre los servicios públicos que no podrían ser ena-
jenados o vendidos bajo ningún concepto y los que estuviesen en manos
privadas deberían ser comprados o expropiados por el Estado mediante
ley nacional.
Además se daba base constitucional a la nacionalización del sistema
bancario al definir entre las atribuciones del Congreso la de “establecer y
reglamentar un Banco Nacional” agregando “En ningún caso los organis-
mos correspondientes podrán ser entidades mixtas o particulares”. Como
señaló Arturo Sampay, miembro informante de la mayoría en la Conven-
ción, “se nacionalizan en modo absoluto las instituciones bancarias oficia-
les incluyendo, claro está, el Banco Central; (…) porque queremos impedir
el retorno al Banco Central de sir Otto Niemeyer (…) ya que es sabido,
señor presidente, que un banco central en manos foráneas es el ápice del
edificio imperialista en todo el país.”
El sujeto social portador de esta propuesta de descolonizar el Esta-
do, era el surgido de la alianza peronista, concretado en la “Comunidad
Organizada”. Se institucionalizó una concepción del trabajo que partía de
un Pacto Social “concertado” entre los intereses de patrones y obreros con
el Estado como árbitro. Se buscaba lo que el miembro informante llamó
la “relación institucional” del trabajo. Éste informa en su intervención
que se buscaba reconocer “un cierto número de de derechos imprescripti-
bles; pero a partir de ese número coactivo, impregnado de motivos
sociales y enderezado a defender al obrero de la posible prepoten-
cia económica del patrono, conserva la autonomía del dador y
del prestador de trabajo, y deja una zona indefinida para la libre
determinación de los concertantes del negocio laboral.(destacado
nuestro) (Slodky p.161–171/73). Así una serie de derechos, de la familia,
la ancianidad, la niñez y de los trabajadores tuvieron rango constitucio-
nal y fueron considerados “imprescriptibles” para la “Nueva Argentina”.
El nuevo marco jurídico dio rango constitucional a medidas que habían
sido permanentemente cuestionadas a través de declaraciones de incons-
titucionalidad de diferentes tribunales contra medidas como la justicia
del trabajo, el aguinaldo, el salario mínimo, las contribuciones provisio-
nales, las vacaciones pagas y la potestad de la STP para arbitrar en los
conflictos.44
44 En 1944 la Corte Suprema declaró inconstitucional una ley de la provincia de Men-
doza que autorizaba al Departamento de Trabajo a aplicar multas a los patrones que
no pagaran las vacaciones. Como vimos en el Cap.1,el 22 de septiembre de 1945 una
Cámara de la Capital Federal había planteado la inconstitucionalidad de los Tribuna-
les del Trabajo, y considerado que las funciones de las Comisiones de Conciliación y
Arbitraje debían definirse como “sustracción de funciones judiciales” y que sus dispo-
siciones lejos de obligar a la reincorporación de delegados gremiales y/o aplicar sancio-
115
 Los patrones debían atenerse a este nuevo marco jurídico, planteado
por un Estado con una clara decisión de regular el conflicto social.
Los trabajadores también debían ubicar sus demandas dentro del
pacto social propuesto por su aliado estatal. De los derechos laborales
institucionalizados se excluyó expresamente el de huelga. Sampay, en
nombre de la mayoría y luego de hacer una serie de distinciones entre el
derecho de huelga natural y el positivo, concluía que “el derecho absoluto
de huelga, por tanto, no puede ser consagrado en una constitución”.
Los propios dirigentes sindicales que actuaban en la Constituyente
defendieron la exclusión del derecho de huelga del texto constitucional:
“Como dirigente obrero debo exponer porque la causa peroniana no quiere
el derecho de huelga (…) que trae la anarquía y sería dudar de nuestra
responsabilidad y de que en adelante nuestro país sea socialmente justo.
Consagrar el derecho de huelga es estar contra el avance la clase proleta-
ria en el campo de las mejoras sociales (…) Todos saben que los obreros
han realizado en tres años un avance formidable en materia de conquistas
sociales. Estas conquistas quedarían relegadas para el resto de la historia
si se acepta el derecho de huelga (convencional Salvo Diario de Sesiones
p. 486 en Slodky p.176)
Para el conjunto de los trabajadores los avances logrados desde 1945,
que consagraba el nuevo ordenamiento jurídico, eran mucho más impor-
tantes que los límites que este imponía. Esto no significa que los secto-
res más avanzados de la clase obrera los percibieran como una concesión
graciosa.
Los conflictos desatados entre 1946/48 no se limitaron a garantizar
que las conquistas logradas entre 1943/45 fuesen efectivamente aplica-
das. Los convenios logrados entre 1947 y 1948 eran acuerdos mucho más
amplios con escalafones rigurosos sobre las condiciones de trabajo. Mien-
tras el gobierno avanzaba en la centralización del movimiento sindical,
los trabajadores ejercían su control sobre los procesos de trabajo a través
de las Comisiones Internas y los cuerpos de delegados y fiscalizaban el
cumplimiento de los convenios colectivos y las leyes laborales en los luga-
res de trabajo. Estas Comisiones Internas comenzaron a ser incluidas en
los convenios colectivos a partir de 1947 pero nunca recibieron respaldo
legal; la definición de sus funciones no fue incluida en la Ley de Conve-
nios Colectivos de 1953. Su existencia y atribuciones fueron el resultado
de las relaciones de fuerza al interior de cada una de las fábricas y luga-
res de trabajo.
Los conflictos que se produjeron entre 1949 y 1951 incluyeron a tra-
bajadores de gremios donde existían fuerzas políticas opositoras al go-
bierno, como gráficos45, ferroviarios y bancarios, como a gremios cuyos
nes a la empresa “La Martona” solo podían tener “valor declarativo”.
La justicia laboral había sido creada en noviembre de 1944 y, como vimos en el cap.1,
la Corte Suprema se había negado a tomarle juramento a los jueces designados. A tres
semanas de las elecciones de febrero de 1946, este Tribunal declaró la inconstituciona-
lidad de las delegaciones de la STP.
45 La huelga gráfica de febrero de 1949 se inicia porque los directivos peronistas del
gremio recién elegidos deben renunciar al ser cuestionados por las bases por haber
116
trabajadores habían tenido decisiva participación en el surgimiento del
peronismo como los de la industria azucarera y frigorífica. Más allá de la
orientación política de los sindicalistas, en estos conflictos aparecen las
primeras manifestaciones de contradicciones importantes entre sectores
de la clase obrera y el gobierno expresados entre la vitalidad obrera en
los lugares de trabajo y la centralización gubernamental del movimiento
obrero a través de la CGT.
A fines de 1948 el gobierno anuncia el fin los subsidios a la industria
de alimentos. Frente a esto las patronales endurecieron sus posiciones
frente a las demandas obreras.
En la industria tucumana del azúcar, el fin de los subsidios esta-
tales y la caída de sus ganancias llevan a que el ingenio La Esperanza
se declare en quiebra y comience a despedir a sus 2.000 obreros. Otros
ingenios comienzan, a su vez, a reducir personal. A principios de 1949,
había más de 3.000 despedidos en la industria. Entre enero y marzo la
FOTIA intenta, sin resultados, resolver el problema. El gobierno nacional
se niega a asumir nuevas cargas financieras y otorgar subsidios. El sin-
dicato decreta una huelga que se desarrolla entre el 10 y el 24 de marzo
en forma masiva. El gobierno entonces impone por decreto a la empresa
la reincorporación de los despedidos.
En los seis meses siguientes, la FOTIA reclama un aumento del
100% para equiparar a sus trabajadores con el resto de los salarios pro-
vinciales. Al mantener el gobierno su negativa a conceder subsidios a la
industria, los trabajadores no logran más que el 18 %.
El 14 de octubre la FOTIA declara una huelga general. El 20 el go-
bierno declara ilegal la huelga y le retira la personería gremial al sindi-
cato. El prestigio del sindicato y su participación activa en el 17 octubre,
llevan al Ministro de Trabajo a sostener que la personería gremial no fue
cancelada por el gobierno sino que fue suspendida por pedido de la CGT.
El 29 de octubre, el interventor de la FOTIA ofreció un 30% de aumento
e inició una política conciliatoria “Exhorto a todos los trabajadores de la
industria azucarera a desistir toda actitud que implique trabar la buena
marcha de las conversaciones, adoptando una actitud patriótica.(…) La
CGT reconoce la buena disposición de los ex dirigentes…” (Doyon p.261).
Luego de estas exhortaciones el gobierno, durante el mes de noviem-
bre, clausuró los locales sindicales y el 24, sesenta dirigentes sindicales
fueron detenidos. El 28, la FOTIA debió levantar la huelga. El 1º de di-
ciembre, Perón anunció un aumento salarial del 60% y atacó duramente
a los dirigentes de la huelga: “…han llegado a mi conocimiento las gestio-
nes que desarrolla allí la CGT a fin de terminar con un conflicto que no te-
nía razón de existir sino hubiese sido provocado por la acción de los malos
firmado un convenio considerado insuficiente. Los obligados renunciantes atribuyen a
un “pequeño grupo desplazado” (los socialistas) la huelga. Sin embargo –ante el apoyo
masivo que tuvo el paro–deben admitir que: “Desgraciadamente algunos compañe-
ros auténtica y lealmente peronistas fueron arrastrados por esta acción espuria.”
(Doyon ….) Los gráficos, trabajadores calificados con salarios superiores a la media,
no aceptaban la pérdida de sus reivindicaciones, fuesen sus dirigentes peronistas o
socialistas.
117
dirigentes, por los comunistas infiltrados (…) El conflicto (…) que tenía
un fondo económico–social fue posteriormente desvirtuado y conducido a
un campo esencialmente político (…)” Luego acusaba a los dirigentes de
prescindir de la CGT y realizar gestiones ante las autoridades nacionales
por su cuenta y de utilizar a los trabajadores “como trampolín de sus as-
piraciones políticas”( La Gaceta de Tucumán en Doyon p.262)
Después de esta huelga la FOTIA estuvo intervenida hasta 1955 y se
separaron de la Federación los sindicatos de Salta, Jujuy y Santa Fe.
En la industria frigorífica, ante la disminución de las exportaciones,
las empresas iniciaron una ofensiva contra las reivindicaciones logradas
por los trabajadores. Sus reclamos al gobierno ponían el acento en “elimi-
nar las áreas de conflicto de autoridad”.
Aquellas, según las patronales, habían sido la principal causa de nu-
merosos paros en los lugares de trabajo. Atendiendo a las demandas, el
gobierno dictó, en septiembre de 1949, una resolución que, de acuerdo
a la Federación Gremial de Trabajadores de la Industria de la Carne,
“según estaba redactada esta resolución del ministro de Trabajo, podían
darse por perdidas un 80% de las conquistas del convenio de 1946” (Libro
de Actas de l a Comisión Directiva 14 de septiembre de 1949 en Doyon
p.262). La resolución ministerial modificaba condiciones y ritmos de tra-
bajo; al ponerla en práctica, las empresas produjeron alrededor de 2.000
despidos en toda la industria. La Federación decretó una serie de paros
entre el 19 de octubre y el 14 de noviembre que terminaron cuando el
gobierno prometió reconsiderar la resolución de septiembre. El gobierno
ordenó a las empresas que los futuros despidos fuesen sometidos a la
autorización del ministerio de Trabajo pero se negó a dejar sin efecto los
despidos producidos antes del 14 de noviembre. Por el cierre de plantas
se produjeron otros 3.000 despidos y continuaba el avance patronal sobre
los derechos adquiridos. El sindicato declaró una huelga general de la in-
dustria el 5 de mayo de 1950. El gobierno la declaró ilegal y varios de sus
dirigentes fueron encarcelados. El paro se levantó el 12 de mayo y días
después, el sindicato fue intervenido.
Así, dos de las fracciones obreras fundadoras del peronismo que man-
tenían su apoyo independiente al gobierno perdieron su autonomía sindi-
cal. En su enfrentamiento con una de las fracciones más poderosas de la
burguesía local aparecían los límites de su aliado estatal para defender
los derechos consagrados en el Pacto Social de 1946.
Igual que los bancarios, los trabajadores ferroviarios habían realiza-
do una serie de paros sin el apoyo de su sindicato entre 1946 y 1948. El
19 de noviembre de 1950 se declaró una huelga de peones, guardabarre-
ras y guarda trenes en la línea General Roca, en reclamo de aumentos
salariales. A los tres días la huelga se extendió a las otras tres líneas. A
fin de noviembre se obtuvo un aumento del salario básico de los peones.
Entre el 3 y el 8 de diciembre, los dirigentes de la Unión Ferroviaria recu-
rrieron a una práctica anterior a 1945 e intervinieron a ocho seccionales
que habían impulsado la huelga. El 11, el gobierno rescindió el acuerdo y
redujo los aumentos que había prometido al mismo tiempo que encarce-
laba y despedía a varios de los dirigentes huelguistas. El 16, el sindicato
118
nacional fue intervenido y continuaron los despidos. El 23 de enero de
1951, dirigida por una Comisión de Emergencia, se declaró una huelga
general en todas las líneas que a las demandas salariales sumó la de la
libertad y reincorporación de todos los detenidos. La propia Evita reco-
rrió los talleres ferroviarios tratando de mediar sin éxito. El 24 de enero,
Perón convocó a las Comisiones Directivas de los gremios adheridos a la
CGT. Atribuyó la huelga a “que en las últimas reuniones del Partido Co-
munista en Europa, se había establecido que había que accionar sobre los
transportes.” Y asoció el paro a huelgas producidas en los ferrocarriles de
Inglaterra, Estados Unidos, Chile y “varios países americanos”. Lo defi-
nió también como “producto de mil o dos mil agitadores y ciento cuarenta
y ocho mil indecisos”. A los integrantes de la Comisión de Emergencia los
caracterizó como “parte de un complot comunista puesto en marcha en
todas partes del mundo para destruir los gremios” y anunció el reemplazo
de ministro de Transporte porque “violando la Ley de Asociaciones Profe-
sionales que le imponía no tratar con una comisión de emergencia lo hizo”.
Al día siguiente de esta reunión en la CGT, la huelga fue declarada ilegal
y los trabajadores movilizados y sometidos a la jurisdicción de tribunales
militares. El decreto 1473, basado en la Ley 13.324 de organización de la
Nación en tiempos de guerra, estaba firmado por Perón, Sosa Molina, Lu-
cero y Borlenghi y en sus considerando decía: “Visto el conflicto provocado
en los ferrocarriles por ciertos elementos que persiguen fines puramente
políticos ajenos a los intereses del gremio y considerando que la huelga
ha sido declarada ilegal y es dirigida por personas que no representan
al gremio ferroviario y que por lo contrario la entidad tradicionalmente
representativa y que cuenta con personería gremial, la Unión Ferroviaria
la ha desautorizado y repudiado. Que la CGT auténtica central obrera
que representa a todos los sindicatos del país, inclusive al de los ferrovia-
rios, también ha desautorizado la huelga y denunciado que solo tiene fines
políticos y no carácter social o económico en beneficio de los trabajadores
afectados (…) (P.E.N. Anales de Legislación Argentina 1951 Tomo XI A.
pp.253/54 2ª edición Bs.As. 1958. Archivo RC)
Alrededor de 2.000 trabajadores fueron detenidos y la huelga finalizó
tres días después. Luego el gobierno concedió parcialmente los aumentos
solicitados.
La dureza de Perón contra los ferroviarios ha sido vinculada por al-
gunos autores (Galasso, Doyon) a la relación que podría haber existido
entre los dirigentes gremiales y la conspiración golpista organizada por
el general Menéndez, donde participaban activamente políticos radicales,
conservadores y socialistas. Lo cierto es que esa relación solo la hemos ve-
rificado en el testimonio de un dirigente del gremio minoritario de los ma-
quinistas46 que no fue donde se inició y desarrolló la huelga. Además, la
Unión Ferroviaria, donde estaban afiliados los iniciadores del movimien-
to, condenó la huelga desde su inicio. Aunque hayan existido dirigentes
46 Jesús Fernández presidente de La Fraternidad, dice “Frondizi nos vino a pedir que
desistiéramos porque los militares no iban a poder salir en ese momento. Pero ya era
tarde, las bombas que los chicos de la FUBA habían preparado en sus laboratorios de
química estaban a punto de estallar”(Galasso p.578)
119
que impulsaron la huelga motivados por su oposición política al gobierno,
debemos tener en cuenta los dichos de Sebastián Borro cuando habla de
la huelga que dirigió durante el peronismo: “si los trabajadores no nos
acompañaban tampoco podíamos hacer nada.” Además el testimonio de
uno de los integrantes de la comisión de huelguistas que rechazaron la
mediación de Evita revela que muchos de las más consecuentes activistas
de la huelga no veían afectada por ello su identidad política peronista.47
Estas exigencias al gobierno se dan en sectores de la clase obrera,
como los ferroviarios, con una larga experiencia sindical y con activa par-
ticipación en el acceso del peronismo al gobierno. A diferencia del mis-
mo Perón, el conjunto los trabajadores no concebían sus acciones
de fuerza como un complot contra el gobierno, ni por llevarlas
adelante modificaban su adhesión al movimiento y a su Líder.
Aparece ya la visión “leal” y “auténtica” del peronismo que se desa-
rrollará con fuerza a partir de 1955 como identidad política de los traba-
jadores y los sectores políticos más vinculados a sus luchas. En palabras
de Borro: “los trabajadores fueron siempre los verdaderos peronistas que
defendieron a Perón. Los paros no eran contra Perón, eran para defender
al auténtico peronismo que es el del pueblo trabajador y al mismo Perón
de los vivos y los traidores.” (destacado RC)
Frente a la proximidad de las elecciones, el Movimiento Obrero im-
pulsa la candidatura a vicepresidente de Eva Perón. Evita para los tra-
bajadores, la “Perona” para la oligarquía y sus aliados de los sectores
medios. Las alternativas de este proceso son conocidas.48 La CGT procla-
ma la candidatura y convoca a un “Cabildo Abierto” para el 22 de agosto:
más de un millón de personas se congregó en la avenida 9 de Julio. Luego
de evasivas y una actitud ambigua por parte de Perón Eva se despide di-
ciendo “yo haré lo que el pueblo diga”. El 28, el Partido Peronista y a CGT
proclaman la candidatura. El 31, por la Red Argentina de Radiodifusión,
Eva comunica su renuncia “irrevocable y definitiva” al “honor con que los
trabajadores y el pueblo de mi Patria quisieron honrarme”. La fecha del
22 de agosto ha sido y es recordada como la del “renunciamiento” y mu-
chas veces como un gesto de renuncia de Evita a los honores del poder y
un gesto militante. En realidad, representa un retroceso para los intentos
del movimiento obrero de modificar sus condiciones de participación en el
peronismo, colocando en la cima del poder ejecutivo, a quién personifica-
ba su expresión más plebeya y antioligárquica.49
47 “Cutiti” Díaz dirigente de la huelga en Córdoba y Tucumán e integrante del grupo
que rechazó la mediación de Evita, fue a partir de 1955 activo militante de la Resis-
tencia Peronista y hasta su muerte revindicó su condición de peronista. (testimonio de
Juan Carlos Cena).
Héctor “Toto” Romero otro ferroviario compañero de Díaz y activo militante de la Re-
sistencia en Tucumán nos dijo: “le hicimos la huelga a Perón porque quería que nos
apretásemos el cinturón y para que no se apagara la llamita peronista.”
48 Se puede consultar Galasso, Norberto. “Perón …” opus cit. pp. 567/76 con el tes-
timonio de Armando Cabo; Maceyra, Horacio. opus.cit pp.37/40.; Dos Santos, Estela
“Las mujeres peronistas” CEAL nº 23 pp.48/57
49 Eva Perón fue blanco de manera especial del odio de la oligarquía y sus aliados.
120
Perón cede al veto que la corporación militar hace a la candidatura
de Eva. Esta debilidad alienta los intentos golpistas. Agotadas las posibi-
lidades de sacar del gobierno al peronismo por la vía electoral los partidos
políticos liberales inician las reuniones con sectores militares.50 Todavía
las Fuerzas Armadas no habían logrado la unidad necesaria para consti-
tuirse en Partido Militar de la burguesía. Así al gobierno le bastó adver-
tirle a Lonardi que estaba al tanto de sus actividades para que desistiera.
El 28 de septiembre se pone en marcha la intentona golpista. En Campo
de Mayo, el movimiento tuvo el boicot activo de los suboficiales tanquis-
tas peronistas. Algunos de ellos desarmaron a los oficiales golpistas y uno
de ellos perdió la vida en el enfrentamiento.51 De ciento ochenta tanques
que debían salir hacia la capital, solo lo hicieron tres. Las convicciones
rebeldes de muchos jefes militares se disolvieron ante este rápido fracaso.
Los aviadores de la marina sobrevuelan Buenos Aires cargados de explo-
sivos. Al advertir el fracaso del ejército, “para evitar una masacre inútil”
(almirante Baroja) deciden exilarse en Montevideo. Cuatro años después
considerarían que la masacre era útil.
A horas de desatado el golpe, la CGT decretó un paro y llamó a la mo-
vilización de los trabajadores para cortar los accesos a la Capital y tratar
de impedir el movimiento de tropas. Esto provocó la sorpresa y la queja
del ministro de Guerra que calificó la medida de orden “absurda que no
supe quién había impartido.” Perón califica a los sublevados como “malos
argentinos y malos soldados que han envilecido ese sagrado uniforme, en-
frentarán a la ley y la ley ha de ser inflexible con ellos”. Aseguró que el país
estaba en “orden y tranquilidad” y llamó a la desmovilización insistiendo
que había que defender la Nación “desde nuestros puestos” (Galasso 580)
Pese al decreto que imponía el estado de guerra interno y la amenaza
de aplicar la pena de muerte, la conducta del gobierno hacia los golpistas
fue conciliadora. Fueron pasados a retiro alrededor de doscientos oficia-
les. Hubo ciento once arrestados, entre ellos, varios que tendrán activo
protagonismo a partir de 1955.52 Tiempo después, los sublevados fueron
condenados. Menéndez recibió quince años de prisión sin sufrir la degra-
dación. El resto, penas que iban de tres a seis años. Tampoco se avanzó
Pintadas de “viva el cáncer” al conocerse su enfermedad y el secuestro y vejación de
su cadáver hablan de ello. Había despreciado a las damas de beneficencia. Era hija
“natural”, artista y ejercía su poder para exigir aportes de las empresas para su fun-
dación sin titubear.
50 El general Lonardi organizador del golpe obtuvo promesas de apoyo del radical
Miguel A. Zabala Ortiz y del socialista Américo Ghioldi. Menéndez se había reunido
con Arturo Frondizi, Horacio Thedy y el conservador Reynaldo Pastor.
51 Galasso (p.579) cita al tanquista Marcelino Sánchez que se enfrentó a tiros con
un oficial golpista y relata la muerte del cabo mayor Miguel A. Farina baleado por la
espalda por un oficial (Chavez p.29) Juan Romero, en su testimonio menciona a un tío
suyo, suboficial tanquista ,que acompañado de otros suboficiales desarmó al oficial que
pretendía movilizarlos hacia la capital.
52 Entre los detenidos figuraban el capitán Lanusse (que facilitó la entrada de los
golpistas a Campo de Mayo), Labayrú, Osorio Arana, Julio Alsogaray, Sánchez de
Bustamente y el capitán de navío Manrique.
121
en la reestructuración del ejército ni se concretaron las reformas a favor
de los suboficiales que se habían anunciado. En cambio se insistió en
los intentos de adoctrinar a los oficiales en los principios de la “Doctrina
Justicialista” 53
Al mismo tiempo fueron detenidos dirigentes de los partidos políticos
implicados en reuniones con los complotados (conservadores, socialistas
y demócratas progresistas)
La actitud benevolente del gobierno hacia los golpistas contrastó
con la que tuvo Eva Perón desde su lecho de enferma. El 29 de septiem-
bre, citó en forma secreta a José Espejo, Isaías Santín y Florencio Soto,
miembros del secretariado de la CGT, y al nuevo comandante del ejército
Humberto Sosa Molina. En esa reunión ordenó la compra de cinco mil
pistolas automáticas y mil quinientas ametralladoras con los fondos de la
Fundación que dirigía. Según algunos testimonios, las armas llegaron al
país pero Perón ordenó que se archivaran en el arsenal Esteban de Luca
y se destinaran a la Gendarmería Nacional. ( Maceyra p.43)
El 11 de noviembre de 1951, se realizaron elecciones nacionales donde
votaron por primera vez las mujeres. Sobre una población, de 17.077.794
habitantes en 1950, la fórmula Perón – Quijano obtuvo 4.745.157 votos
(62 % de los emitidos), la Unión Cívica Radical cuyo candidato era Balbín
2.406.050 (32%), los conservadores, comunistas y socialistas sumaron en
conjunto 300.638 (4%).
El peronismo recibe 3.200.000 votos y 6 puntos porcentuales más que
en 1946. Esta contundente ratificación electoral se da en el momento en
que el gobierno se enfrenta con los límites de su política económica y al
mismo tiempo que los sectores más poderosos de la burguesía continua-
ban los tanteos para organizar su contraofensiva.54
Continuar el rumbo original implicaba reconstituir su poder sobre
nuevas bases, apoyándose en la única clase políticamente activa de la
alianza, la movilización organizada de sus bases e intentar ganar a secto-
res medios e intelectuales, grupo “auxiliar” imprescindible para la cons-
trucción de hegemonía popular. La mayoría de ellos eran opositores por
pura revancha clasista: los “negros” los habían desplazado del centro de
la escena política y competían en los consumos de todo tipo.55 Sin embar-
53 Hubo una serie de medidas tendientes a eliminar las diferencias más irritantes en
el ejército. En 1948 se concedió el voto a los suboficiales, ya que la ley Sáenz Peña los
asimilaba a los condenados y a los soldados y los excluía de la participación electoral.
Se les dio preferencia a sus familiares en los empleos públicos. Se estableció una ley
de becas para estudiar en liceos de oficiales a hijos de obreros y suboficiales ampliada
en 1952. En 1954 se discutió una ley que eliminaba las diferencias entre suboficiales
y oficiales que no llegó a tener vigencia. Por la orden general el 18 de abril de 1952,
llamada Control del Estado, se determinó que solo podrían tener mando de tropa en el
Gan Buenos Aires los oficiales de probada adhesión al Justicialismo.
54 En febrero de 1952 se descubre otro intento golpista con la participación de mi-
litares retirados y el apoyo de integrantes de diferentes partidos políticos que fue
rápidamente desbaratado.
55 Los “cabecitas” viajaban a Mar del Plata y ocupaban los restaurantes; las “sirvien-
tas” pedían aumento, día franco y se iban a trabajar a las fábricas o a estudiar para en-
122
go, no pocos estaban enfrentados políticamente por la megalomanía y
la torpe mediocridad de una burocracia obsecuente y, en muchos casos,
reaccionaria.
El 18 de febrero de 1952, en un mensaje difundido por la Red Argenti-
na de Radiodifusión, Perón convocó a un Plan Económico de Emergencia.
En él señaló: “en los últimos cinco años no hemos pedido al pueblo ningún
esfuerzo extraordinario y menos aún el menor sacrificio para realizar su
felicidad y consolidar la grandeza de la Patria” pero agregaba que había
llegado el momento de adoptar una política de “menor consumo y mayor
productividad” (Maceyra p.53)
Tras destacar los logros alcanzados en los años anteriores, el men-
saje llamaba a “la austeridad en el consumo eliminar el derroche, reducir
gastos innecesarios (…) y postergar lo que no sea imprescindible.”
Los objetivos explícitos eran aumentar las exportaciones y reducir las
importaciones y solucionar “el problema de las divisas que es el problema
de la inflación.”(Plan Económico 1952pp.14/15 archivo propio) Para el lo-
gro de estos objetivos se impusieron medidas económicas coherentes con
el cambio de rumbo insinuado en 1949.
Se establecieron tipos de cambio favorables a las exportaciones agro-
pecuarias y se restringieron las importaciones para superar el déficit de
la balanza comercial. Se compensó a los productores agropecuarios de la
caída de los precios internacionales de las sequías de 1950–1951. Para
esto, a través del IAPI se concedieron sobreprecios a las cosechas de maíz
y otros cereales y se distribuyeron semillas a precios subsidiados. Tam-
bién en 1951, se amplió el tratado de carnes firmado con Inglaterra en
1949, por el que se subsidiaba a los productores ganaderos al comprarles
sus productos a precios superiores a los del mercado británico. Simultá-
neamente, se restringió la faena de animales para el consumo interno
para incrementar la exportación de carne.
Para contener el proceso inflacionario, se tomó la decisión de poner
fin a la disputa por la distribución del ingreso nacional entre obreros y
capitalistas. Para esto se estableció un congelamiento de precios y sala-
rios y se prolongó la vigencia de los convenios colectivos de trabajo de uno
a dos años. Si bien la inflación redujo el salario real, en marzo de 1952 se
tomaron medidas de control de los precios y se mantuvieron los subsidios
a los alimentos que atenuaron esta caída. Como vimos, en 1951, los sa-
larios reales industriales eran un 54% superiores a 1945 y en 1952 solo
disminuyeron a 37 % por encima de 1945. Aún cuando estructuralmente
el gobierno peronista estaba desandando su camino original podía toda-
vía contar con sus aliados decisivos: los trabajadores.
fermeras. Los pintores pedían “cualquier cosa” por un trabajo. En los colegios secunda-
rios aparecían hijos de “fabriqueros” con las mismas “pretensiones” que “cualquiera”.
Todas estas y muchas otras eran expresiones de resentimiento clasista de los sectores
medios desplazados del centro de la escena política por el nuevo sujeto popular.
123
El cambio de rumbo: conciliación y “depuración” interna
La conducción peronista acompaña los cambios en la política eco-
nómica con un intento conciliador con sus tenaces enemigos de 1945/46:
las diferentes fracciones políticas de la burguesía y los sectores medios
liberales
El primer paso en estos intentos conciliadores se concretó el 1º de
febrero de 1952. El cofundador y dirigente del Partido Socialista, Enrique
Dickman, es recibido por Perón. Las gestiones para el encuentro fueron
realizadas por el ministro de interior y ex socialista, Ángel Borlenghi.
El comunicado oficial sobre la reunión difundido por Radio del Estado
decía:”…El Dr. Dickman solicitó al general Perón la libertad de los presos
políticos y sociales de filiación socialista que se encuentran en Villa Devoto
y la suspensión de la clausura de los talleres de la S.A. “La Vanguardia”.
Asimismo se conversó sobre la necesidad de una convivencia democrática
entre los ciudadanos, los partidos políticos y el gobierno. (…) El general
Perón manifestó que en mérito a la cordial gestión del Dr. Dickman acce-
día a la apertura de los talleres de la S.A. ‘La Vanguardia’ y que en cuanto
a los presos, como se encuentran procesados y a disposición de la justicia
procederá a indultarlos.”
A raíz de esta reunión, Enrique Dickman fue expulsado del partido
del que era cofundador. Cuando quiso explicar los motivos de su conducta
a la Dra. Alicia Moreau de Justo, ésta se negó a recibirlo y este veterano
dirigente socialista ahora denunció la conducta de su partido como “nazi
fascista”. Su hijo Emilio, también militante socialista, denunció el com-
promiso de su partido con la política conservadora.56 La expulsión de am-
bos fue votada por 4.105 afiliados socialistas contra 667, lo que nos indica
que no se trataba de una disputa entre un pequeño grupo de dirigentes.
Toda una fracción política, representativa de los sectores medios libera-
56 El 24 de marzo de 1952, a raíz de su expulsión, Enrique Dickman escribía : “Han
procedido como nazifascistas perfectos, como totalitarios absolutos Me han separado
de su seno a mí, que desde hace cincuenta años era miembro del Comité Ejecutivo”. En
agosto del mismo año se preguntaba; “¿Porqué los socialistas hemos tratado peor,
mucho peor, a este gobierno que al gobierno fraudulento del general Justo?
(…) Estamos viviendo una revolución nacional. Los socialistas hemos aplaudido a la
revolución mexicana y se ha pretendido condenar a la revolución nacional argentina
cuando esta resultó mucho más fecunda y menos cruenta que aquella (…) Debimos
haber tenido otra conducta, en vez de ser punta de lanza contra la revolución nacional,
llevarla más adelante, profundizarla y ensancharla más. (periódico “Argentina de hoy”
marzo y agosto de 1952 en Galasso Perón…p.596).
Emilio Dickman, hijo de Enrique, publicó un folleto titulado “La conducción política
del Partido Socialista”. En respuesta a artículos publicados en el órgano partidario
“Nuevas Bases” donde con la firma de Nicolás Repetto: “se publican artículos contra la
nacionalización de los servicios públicos, contra el crédito bancario del Estado, contra
el Estado comercializador de las cosechas, contra la elevación de la clase trabajadora;
se defiende al capitalismo privado, se llora por la expropiación legal de “La Prensa”
se defiende al latifundio y para qué seguir(…) han hecho de aquel glorioso partido la
punta de lanza del Partido Conservador” (Todo es Historia nº 143,abril 1979) Así, el
partido que decía ser “el porta estandarte de la clase obrera” retomaba su alianza con
los que serían los iniciadores del Terrorismo de Estado.
124
les, ya se disponía a reconstruir el frente liberal oligárquico de la década
del 30 que serviría de sostén político a los futuros intentos golpistas.
Al mismo tiempo la conducción peronista había dejado de lado a mili-
tantes políticos e intelectuales que hubiesen podido contribuir a retomar
su rumbo original.
Tempranamente, a fines de 1949, Manuel Ugarte –también expul-
sado del PS– renunció a su cargo de embajador en Méjico en desacuerdo
con el cambio de política exterior, al renunciar el canciller Bramuglia, y
denunciando en duros términos la burocratización del gobierno.57
En enero de 1950, Arturo Jauretche renuncia a su cargo de presi-
dente del Banco de la Provincia de Buenos Aires donde había sido de-
signado por Mercante quien, a partir de principios de 1952, cuando deja
la gobernación, sufre una fuerte campaña en su contra lo mismo que los
ex–forjistas que lo habían acompañado.58
También en 1950, Juan José Hernández Arregui fue denunciado
como izquierdista e infiltrado en la administración pública por la Alianza
Libertadora Nacionalista. A partir de entonces abandona toda participa-
ción política en el peronismo y se dedica a enseñar y a escribir.
John William Cooke, luego de haber sido uno de los diputados más
activos y destacados entre 1946 y 1952, no es reelegido ni tampoco desig-
nado en puesto alguno. Solo a mediados de 1955, cuando ya era inminen-
te el golpe, fue llamado como interventor del Partido. Cooke había criti-
cado –y lo siguió haciendo desde el llano– la afiliación obligatoria de los
empleados públicos al Partido Peronista y la designación con los nombres
del presidente y su esposa a provincias, ciudades y buques.
El 26 de julio de 1952 fallece Eva Perón. Mucho se ha discutido y
se discutirá sobre su rol en el peronismo. El “Evitismo” presente en las
corrientes más combativas del peronismo será objeto de múltiples inter-
pretaciones, para reivindicarlo o descalificarlo. Más allá de los debates,
puede afirmarse que la intuición de clase que le daba su origen social
y familiar le hizo identificarse con los sectores más desprotegidos de la
sociedad y los trabajadores sin poner en duda la verticalidad al Líder.
Prueba de esto último es que, frente a los conflictos obreros que ponían en
cuestión el marco del Pacto Social de la “Comunidad Organizada” –como
57 Denunciaba Ugarte el abandono de “la concepción continental” que sostenía Bra-
muglia y escribía: “Sigo creyendo que la Revolución resulta necesaria y benéfica en mu-
chos aspectos. Pero entiendo que el jefe no supo defenderse de la lisonja (…) En
torno a él florece hoy, en plano subalterno, la intriga de los incondicionales(…) Perón
está realizando una obra memorable, pero esta obra, como el fruto magnífico lleva en
sí gérmenes peligrosos: la excesiva aprobación cortesana, el núcleo cerrado que no deja
ver el horizonte, la intervención inexplicable en los asuntos de Estado de personas que
no recibieron mandato alguno.” (Maceyra p.64)
58 En 1952, al no poder ser reelecto, Mercante deja su puesto de gobernador al mayor
Carlos Aloé. Entonces, desde la Secretaría de Control del Estado, se inicia una fuerte
campaña en contra suya que culmina cuando el Consejo Superior del Partido Peronista
lo expulsa del Partido junto a varios de los que fueron sus colaboradores ex–forjistas.
Uno de ellos, ex–ministro de Educación es detenido, y otro ex–ministro de Finanzas
se va del país. Según Maceyra, la campaña en contra de Mercante y los ex–Forjistas
habría estado conducida por Cámpora y por Teisaire. (p.64) (Galasso 614/15)
125
el ferroviario de 1951–, intercedió en nombre de Perón para intentar re-
establecerlo.
A su muerte se produce una puja de poder en la dirección del movi-
miento obrero. Se fortalecen dirigentes que no contaban con su confianza
y el desplazamiento de otros cercanos a ella. En el acto de conmemora-
ción del 17 de octubre, que se realiza en Plaza de Mayo, con la presencia
de Perón, el discurso de Espejo es interrumpido varias veces e impedido
de continuarlo. Según un militante sindical participante de la concen-
tración: “la mayoría de la gente no chiflaba a Espejo, había propuesto a
Evita para vicepresidenta y eso era suficiente para que la mayoría lo viera
como ‘leal’. Algunos del gobierno lo querían desplazar por su ligazón con
Evita. La chifladura salía del sector de los metalúrgicos que luchaban por
el control de la CGT. Ahí estaban los que fueron vandoristas y los que fue-
ron antivandoristas como Abdala Baluch que le hizo paros a Perón. Esto
los vandoristas se lo recordaban cuando él los enfrentaba años después.
(Jorge Vazquez entrevista)
A raíz de esta disputa renuncia Espejo y con él todo el secretariado.59
Al frente de la CGT queda Eduardo Vucetich, dirigente de la Federación
de Trabajadores de Farmacia. Estos reacomodos se dan en el marco de los
cambios en la política económica que impulsa el gobierno y fortalecen aún
más la subordinación de la dirección del movimiento obrero organizado
con la conducción peronista.
Las medidas de coyuntura logran cumplir varios de los objetivos que
se habían propuesto. El PBI crece a partir de 1952 a un promedio anual
del 5,49%. En 1953 las exportaciones superan en un 60% a las de 1952. El
déficit fiscal y la inflación descienden. Esta última llega entre 1949–1952
al 33,03% y entre 1953–1955 solo alcanza el 6,70%. Esto se logra sin re-
ducir substancialmente el salario real que, como vimos, cae en 1952 pero
a partir del año siguiente inicia una firme recuperación.
La resolución de estos problemas coyunturales coloca en primer pla-
no a problemas no resueltos que colocan límites estructurales al proce-
so de industrialización. En primer lugar, la infraestructura energética
y las industrias básicas de bienes de capital (insumos, combustibles y
materias primas industriales) cuya demanda había sido ampliada por
la demanda interna de bienes de consumo. Para resolver estas carencias
se reafirma la misma línea que había llevado a las medidas de 1952. En
diciembre, Perón anuncia el Segundo Plan Quinquenal que entra en vi-
gencia durante 1953.
Para su financiación se establecía en su capítulo XXX que el aporte
principal saldría de la negociación de títulos de la deuda pública. Sin
embargo, aunque esto suponía que el Estado crearía los fondos para fi-
59 Senén González en “Breve Historia del Sindicalismo Argentino”, hace referencia a
la puja entre la que denomina “vieja guardia” con una nueva “generación” de dirigen-
tes metalúrgicos (Vandor, Paulino Niembro, Abdala Baluch) y textiles (Andrés Fra-
mini) que, en alianza con el ministro de Educación Méndez San Martín y con el apoyo
como fuerza de choque de la Alianza Libertadora Nacionalista, buscaban el control de
la CGT. (Maceyra p.70) Ante la renuncia colectiva Perón intenta retener a Armando
Cabo pero éste, pese al pedido del Líder, elige la solidaridad con su compañero.
126
nanciar el Plan, el texto incorporaba el concepto “de que podía atraerse al
capital privado, tanto interno como externo, para cooperar en la puesta en
marcha del Plan “. (Maceyra p.81). En esta dirección se aprobó en agosto
la ley 14.222 que establecía un régimen detallado para el ingreso de ca-
pital extranjero.60
Esto se da en el marco de nuevas relaciones de fuerza a nivel mun-
dial. La dirección peronista confiaba en que la guerra de Corea, al desatar
una Tercera Guerra Mundial, recrearía la demanda mundial de produc-
tos agropecuarios y permitiría un nuevo ciclo de ascenso de la economía
nacional. Se seguía pensando en la posibilidad de un nuevo avance del ca-
pitalismo argentino, a partir de condiciones internacionales favorables.
Estas previsiones optimistas no se cumplieron; nuestro país fue
cuidadosamente excluido del Plan Marshall. No obstante, el inicio de la
“guerra fría” con el bloque soviético impuso un cambio en la estrategia
geopolítica de los Estados Unidos hacia los países sudamericanos que
llevó a un acercamiento con los Estados Unidos. El nuevo gobierno de
Dwight Eisenhower consideró al gobierno argentino un posible aliado en
la lucha anticomunista, lo que coincidía con las necesidades de expansión
de las corporaciones norteamericanas.61
Esta nueva estrategia geopolítica del imperialismo norteamericano
potencia y, a su vez, se ve potenciada por la coincidencia objetiva de in-
tereses entre todas las fracciones de la burguesía industrial y el capital
extranjero. La necesidad del capitalismo local de reemplazar mano de
obra por bienes de capital requiere abastecerse de maquinarias materias,
primas e insumos que no se producían en el país. Esto es lo que suelda la
sociedad de los empresarios locales con el capital extranjero.
Para la alianza peronista aparecen límites para su política distribu-
tiva que coinciden con el recrudecimiento de la actividad opositora.
En marzo de 1953, la Federación de Trabajadores de Luz y Fuerza
convoca a un congreso para debatir un proyecto propio del movimiento
obrero para combatir el costo de vida. Inmediatamente, la Comisión Di-
rectiva de la CGT tildó a la iniciativa como parte de un complot comu-
nista. Perón, en cambio, en un discurso radial el 1º de abril, reconoce que
“se ha roto el nivel de vida que nos habíamos establecido desde marzo
pasado” y reconoce “que los compañeros de los sindicatos están un poco
indignados, con justicia, están un poco alborotados.(…) La CGT reclama
60 Los beneficios más importantes concedidos al capital extranjero consistían en la
posibilidad de remitir utilidades a partir del segundo año de su radicación, sin previa
autorización, por un equivalente del 8% anual del capital registrado y la repatriación
luego de diez años en cuotas del 10 o 20% anual. También el Poder Ejecutivo podía
eximir total o parcialmente del pago de derechos de aduana a maquinarias y equi-
pos industriales. Hasta 1955, cuando cesó, esta ley permitió la radicación de catorce
empresas extranjeras con una inversión de 12.200.000 dólares todas en la industria,
Kaiser y Fiat en Córdoba y reingresaron empresas alemanas que habían sido expro-
piadas durante la guerra. Con un convenio especial entre Fiat e Industrias Mecánicas
del Estado se originó el complejo Fiat–Concord. (Rapoport p.477)
61 En julio, llega al país Milton Eisenhower –hermano del presidente norteameri-
cano– junto a varios funcionarios del Departamento de Estado. El 14, fue enviado al
Congreso el proyecto de inversiones extranjeras que fue aprobado en agosto.
127
(…) porque se violan los precios, estando congelados los salarios.” Reco-
noce que: “Es la primera vez que la CGT me ha puesto el cuchillo en la
barriga, pero con verdad y justicia.” Respecto al desabastecimiento de
carne, amenaza a los ganaderos que no entreguen hacienda con traerlos
al mercado “junto con las vacas (…) voy a carnear en la Avenida General
Paz y voy a repartir carne gratis.”
Los reclamos sindicales por el costo de vida y el desabastecimiento
coincidieron con fuertes acusaciones de la oposición, que vinculaban a
maniobras de funcionarios con el desabastecimiento de carne y tuvieron
gran repercusión en la prensa.
El 8 de abril por radio, Perón denuncia al Congreso de la Federación
de Luz y Fuerza como formando parte de un complot opositor contra el
gobierno: “El gobierno se encuentra ante un plan de acción que no es nue-
vo (…) al nivel político nuestros opositores se reúnen. Pero además, simul-
táneamente se empiezan a mover algunos dirigentes sindicales y algunos
sindicatos comienzan a anunciar congresos sobre la carestía de la vida.
Hay demasiadas coincidencias para pensar que podría ser una cosa es-
pontánea. (Doyon 252). En el mismo discurso anunció una investigación
sobre el desabastecimiento de carne que culminó con el escándalo cono-
cido como “caso Duarte”62 que alimentó a la campaña opositora y tuvo un
alto costo para el gobierno.
Para contrarrestar esta campaña, la CGT convocó a un paro general
y una manifestación de apoyo al gobierno.
La concentración se realizó en Plaza de mayo el 15 de abril. A poco
de iniciado el discurso de Perón, estallaron varias bombas que dejaron en
total siete muertos y casi un centenar de heridos.63 Ante los gritos de in-
dignación que se escuchan pidiendo: “¡Leña!”. Perón responde: “Eso de la
leña ¿porqué no empiezan a darla ustedes?”. Algunos grupos de manifes-
tantes actuaron impulsados por la indignación contra los símbolos de los
responsables políticos del atentado. Esa noche son incendiados la Casa
del Pueblo, sede del Partido Socialista; la Casa Radical; la sede central
del Partido Demócrata y el Jockey Club. (Galasso 635)
Las fracciones políticas que respondían al gran capital demostraban
hasta dónde estaban dispuestos a llegar. Se envalentonaban ante el re-
troceso de la dirección peronista. Las encendidas amenazas verbales de
Perón no pasaban de eso. Frente al atentado, la primera reacción del
gobierno fue minimizar el hecho, lo que facilitó la tarea propagandística
62 Rumores periodísticos vinculaban a funcionarios cercanos al presidente como bene-
ficiados en el abastecimiento de carne. Perón ordenó una investigación que, realizada
por el general Bengoa, descubrió una maniobra en la que están involucrados Juan
Duarte –hermano de Eva y secretario privado de Perón,– su cuñado Orlando Bertolini
y otros funcionarios. El 6 de abril, día que se inició la investigación, los implicados
fueron separados de sus cargos y se les prohibió la entrada a sus oficinas. El 9, al día
siguiente del discurso de Perón, Juan Duarte apareció muerto en su despacho. La
investigación policial concluyó en que era un suicidio.
63 Entre los muertos había tres trabajadores del subterráneo, un peón de taxi, un diri-
gente del gremio de la madera y una obrera textil jubilada de 84 años. La composición
social del grupo terrorista y la de las víctimas mortales ilustra acerca del contenido de
clase del enfrentamiento. ( Chaves p. 49)
128
opositora de colocar en el centro de la atención la destrucción de locales y
hacer olvidar a los muertos.64 Luego fueron detenidos integrantes de los
partidos radical y conservador a los que pertenecían los implicados en el
hecho.65 Luego, durante el mes de mayo fueron detenidos algunos de los
principales dirigentes de los partidos de la oposición. En general, los que
habían mantenido reuniones con los golpistas de 1951.66
Percibiendo el nuevo rumbo que intenta el gobierno, los conservado-
res toman la iniciativa en una actitud conciliadora. A fines de junio, una
delegación del Partido Demócrata se entrevista con Borlenghi y le soli-
cita la libertad de los detenidos y el levantamiento del estado de guerra
interno declarado a raíz del intento golpista de 1951. Al mismo tiempo,
Federico Pinedo – desde la prisión y a través de una carta pública– pide
lo mismo y exhorta a la oposición que se abstenga de hacer críticas para
evitar choques. Tanto radicales como socialistas criticaron la propuesta
de los conservadores. Sin embargo, gracias a esta gestión los miembros de
esos partidos recuperaron progresivamente la libertad.
En el mes de septiembre, el Congreso votó una Ley de Amnistía. La
misma estableció un amplio perdón para los delitos políticos cometidos
por civiles con anterioridad a su sanción. Respecto de los militares, los
beneficios de la ley los establecería en cada caso el Poder Ejecutivo. En el
caso de las causas en el ámbito sindical, la norma favorecía ampliamente
a todos los hechos producidos antes del 17 de octubre y disponía el aná-
lisis de los posteriores a esa fecha. Tampoco se incluyó a los acusados de
“terrorismo político”. Cipriano Reyes, quien –más allá de sus méritos o
deméritos individuales– había sido protagonista activo del mayor intento
de autonomía obrera dentro del peronismo, fue excluido expresamente
por estar acusado de un complot contra Perón.
El intento de un nuevo Pacto Social
En la búsqueda de bases de sustentación para recomponer a la “Co-
munidad Organizada” Perón impulsa un nuevo Pacto Social.
En agosto de 1953 se constituye la CGE como la representación
corporativa de la burguesía nacional. La nueva central empresaria, fue
autorizada por el Poder Ejecutivo en diciembre de ese año y sus activi-
64 Hasta hoy la historia oficial ignora los muertos y recuerda la quema de locales
partidarios y del Jockey Club. Halperin Donghi escribiendo sobre el hecho dice: “El
discurso del presidente es interrumpido por el estallido de varias bombas, la respuesta
inmediata es el incendio oficioso de las sedes de los partidos opositores y la del Jockey
Club, a él siguen detenciones masivas de opositores.” “La democracia de Masas” Bs.As.
Paidós 1991 p. 77.
65 Por los hechos fue detenido Roque Carranza afiliado y militante radical. Luna cita
como responsables a jóvenes de “familias tradicionales…sin ideología específica” de
apellidos Alzaga, Lanusse, Elizalde y a Arturo Mathov y a jóvenes del ala unionista
del partido Radical. (Chavez p51) (Galasso p.635)
66 Los radicales Arturo Frondizi y Ricardo Balbín, los socialistas Nicolás Repetto y
Alfredo Palacios, y los conservadores Adolfo Vicchi y Reynaldo Pastor entre otros.
129
dades reglamentadas un año después. Su tardío y dificultoso proceso de
formación refleja los problemas internos y la debilidad de esta fracción de
la burguesía.
La creación de la CGE fue el resultado de: a) los intentos de los em-
presarios del interior en defensa de sus intereses frente a las fracciones
más poderosas de su clase; b) de los esfuerzos de Perón desde 1944 para
contar con una representación organizada de los empresarios.
La nueva entidad fue reconocida por el gobierno como la represen-
tante de todos los sectores empresarios y su presidente, José B.Gelbard,
participaba de las reuniones de gabinete. Pese a su estrecha relación
con el gobierno los reclamos de la nueva institución empresaria
no diferían demasiado de los que hacían desde 1945 consecuen-
tes opositores como la Bolsa de Comercio y la UIA. De la misma
manera, la CGE reclamaba la urgente derogación de los precios máximos,
exigía un aumento de las importaciones de materias primas, petróleo,
maquinarias y bienes de inversión, el otorgamiento más liberal de cré-
ditos, una reducción impositiva y sobre todo se quejaba de las excesivas
cargas sociales y en especial del sistema jubilatorio. Coincidía también
con los sectores más poderosos del capital en reclamar que las interven-
ciones estatales en la economía debían ser reducidas y nunca declaró su
oposición al avance del capital extranjero sobre la economía.
La CGE solo se diferenciaba cuando exhortaba al gobierno a conti-
nuar confiando trabajos a la pequeña y mediana empresa pero volvía a
coincidir con las otras fracciones patronales cuando instaba a los empre-
sarios a “racionalizar” sus métodos de trabajo.
Todos estos reclamos aparecen en el Congreso General de la Indus-
tria organizado por la Confederación de la Industria (núcleo central de la
CGE) que se realizó en mayo de 1953.
Este Congreso señala que debatirá los diversos problemas dentro de
las normas establecidas por el 2º Plan Quinquenal “Sabiendo que el Esta-
do está decidido a auspiciar la plena ocupación y el incremento de la
productividad(…) Hoy las fuerzas económicas están debidamente repre-
sentadas ante el gobierno en paridad con los trabajadores”. (destaca-
do RC) El reclamo de esta fracción del capital de discutir en “igualdad” de
condiciones frente a los trabajadores está en sintonía con su necesidad de
aumentar su peso político dentro del gobierno del Estado para reconver-
tir las relaciones de trabajo.
En sus resoluciones llamando la atención acerca de que el “Estado in-
dustrial ha aumentado paulatinamente su campo de acción”, el Congreso
resolvió al respecto: “1) Declara la necesidad de que el Estado se atenga los
principios proclamados en el Segundo Plan Quinquenal (…) 2) Que todas
aquellas industrias actualmente en poder del Estado, cuyo sector privado
pueda ofrecer a éste seguridad de que han de ser bien dirigidas y realizadas,
sean entregadas a la actividad privada. 3) Declarar que el Estado, en caso
de que compita con la industria privada debe hacerlo en igualdad de posi-
bilidades y sin aprovechar su situación de privilegio” (Bitrán pp.61/62)
Como vemos, esta nueva representación empresaria impulsada por
Perón aparece con propuestas que no tienen nada en común con el nacio-
130
nalismo económico que dio origen al peronismo. Por el contrario, propone
sin ambigüedades la entrega al capital privado de las empresas estatales
que sean rentables. Comparte con el capital extranjero sus prevenciones
sobre la “excesiva” participación del Estado en la economía. Aparece otra
cuestión que quedará sin resolver hasta 1955; la necesidad patronal de
“incrementar” la productividad del trabajo y vincular la distribución del
ingreso a este “incremento”. Las necesidades de la nueva etapa del capi-
talismo comienzan a homogeneizar a la burguesía.
En el intento de concertar el nuevo Pacto Social se inscribe la Ley
14.250, de Convenios Colectivos de Trabajo, sancionada en septiembre
de 1953. Dispone que los convenios colectivos se firmarían entre la en-
tidad sindical, su similar empresarial y tendrían carácter nacional. Al
uniformar con carácter obligatorio los salarios y condiciones de trabajo,
los convenios beneficiaban a los sectores y regiones más retrasadas en
remuneraciones y beneficios laborales. Establecía el principio de la situa-
ción más favorable para el trabajador, la cual no podía ser modificada por
ningún tipo de contrato individual ni por el mismo convenio colectivo o
uno anterior o posterior.
Fortalecía a la organización reconocida por rama de actividad al es-
tablecer que la convención colectiva “será obligatoria para todos los tra-
bajadores afiliados o no”. También era obligatoria para todos los empre-
sarios afiliados o no a la entidad firmante.
El Estado homologaría los convenios firmados otorgando fuerza de
ley a lo concertado entre las partes. Así, el gobierno pretendía ubicarse en
un papel de árbitro “neutral” alejado de los intereses “particulares”.
Los cambios en la política económica no produjeron modificaciones im-
portantes en las condiciones de vida del conjunto de los trabajadores en
comparación al período 1946 y 1952. Por lo tanto, la conducción peronista
tenía todavía margen político para organizar un nuevo Pacto que intentara
armonizar las contradicciones que surgían al interior del peronismo. Los
límites de este margen aparecen cuando llega el momento de la renovación
de los Convenios Colectivos de Trabajo a partir de marzo de 1954.
En febrero el gobierno convocó a las representaciones de trabajado-
res y empresarios a negociar la renovación de los convenios colectivos.
A fines de marzo, en un discurso frente a dirigentes de la CGT y la
CGE, Perón traza líneas para las negociaciones. Advierte que hay que
mantener el “equilibrio entre precios y salarios” ya que “los desequilibrios
de orden económico traen, generalmente, los desequilibrios de orden so-
cial.” Y propone “un salario vital” como “punto de partida” a partir del
cual negociar. Ya el 13 de enero, en al acto de clausura del Congreso de
la CGT, el presidente, luego de elogiar el alto grado de organización de
los trabajadores (que comparó con la debilidad de la representación em-
presaria) dijo: “desgraciadamente nuestro standard de vida no es el que
nosotros queremos tener, sino el que podemos alcanzar. Esto tiene un
límite; para poder repartir más hay que producir más y hay que
producir mejor”. ( destacado RC)
En estas condiciones, los intentos del gobierno de reestablecer el
“equilibrio” entre precios y salarios no significaban para el conjunto de
131
los trabajadores un retroceso en sus condiciones de vida. Perón establece
que “En ningún caso el gobierno participará en la fijación de los salarios
ya que el gobierno no puede analizar por sí mismo la situación económica
de cada empresa. Es esta una cuestión que debe surgir del acuerdo entre
empresarios y trabajadores (…) ha terminado el ciclo de imposición de los
salarios.” ( periódico de la CGT 27 de marzo de 1954).
La CGT cumplió con su rol de mediadora de las demandas obreras en
el nuevo Pacto Social. Desde 1952, su periódico comenzó a publicar leyen-
das en la parte superior de cada página, aconsejando el ahorro y la mayor
producción en el trabajo. Ya en 1954, en una editorial la central obrera
explicaba que los sindicatos debían asegurar que los trabajadores “que
han recibido la justicia lógica y necesaria, no se extralimiten en
sus demandas más allá de lo razonablemente justo”
El 2 de abril, el secretario general de la CGT reclama el estableci-
miento de un salario mínimo de 900 pesos y un aumento general del 20%.
Al mismo tiempo que reconoce la necesidad de incorporar a los convenios
cláusulas que impulsen una mayor productividad en el trabajo, advierte
que deben garantizar “condiciones de trabajo humanas”.
La discusión sobre los nuevos contratos laborales desata la disputa
acerca de lo “razonablemente justo” y de cuales son “las condiciones hu-
manas de trabajo”. Estas negociaciones eran el medio institucional de
los trabajadores para reclamar lo que consideraban “legítimo y justo” y
se constituyeron en el espacio de la confrontación entre el capital y el
trabajo. Los obreros peronistas utilizaron los espacios institucionales ga-
nados desde 1945. Estos fueron –además de las urnas– el espacio, dentro
del sistema político, donde ejercitaron la defensa de las condiciones con
que se incorporaron al peronismo, pero no se detuvieron en ellos cuando
peligraron sus derechos adquiridos. Utilizaron la huelga, no reconocida
institucionalmente como derecho, cuando debieron defenderse de los in-
tentos patronales ya sin el apoyo decidido de su aliado estatal.
Al analizar las luchas obreras, se ha discutido y discute acerca de
la pertenencia o adhesión de los trabajadores al peronismo; en algunos
casos para reivindicarlo acríticamente, en otros ubicarlo en “estrategias
reformistas o integracionistas”67. Lo que el conjunto de los trabajadores
67 Nicolás Iñigo Carrera. “La Estrategia…” Capítulo 16. Plantea la existencia de dos
estrategias diferentes de la clase obrera. Una, de confrontación contra el conjunto de
los patrones y el gobierno del Estado. Otra de “insertarse en el sistema institucional
afín a la estrategia de la burguesía” que “requiere de alianzas” y “comenzó a entrar en
crisis en 1955” para “dar lugar a otra estrategia a partir de 1969”. Sostenemos que se
trata de un solo proceso de lucha acumulativo donde deben analizarse los diferentes
alineamientos políticos y entonces aparece el plano institucional como un campo vá-
lido para descifrar la lucha entre clases y fracciones de clase. Aún en los momentos
de mayor confrontación con el sistema, junto con los componentes insurreccionales
están presentes reivindicaciones reclamadas a través de mecanismos institucionales
y participan diferentes fracciones sociales, no solo la clase obrera. Así sucedió en el
Cordobazo u otros “azos”. La preeminencia de unos u otros componentes estará dada
por la etapa del desarrollo del capitalismo, las condiciones del sistema de domina-
ción, las características de las demandas y la firmeza política con que se planteen.
Las posibilidades de institucionalizarlas o no, será lo que defina las repuestas de la
clase dominante, los niveles de la confrontación y las posibilidades de alianzas entre
132
considera “legítimo y justo” surge de la experiencia concreta acumula-
da como clase a través de luchas, con triunfos y derrotas, que permiten
visualizar las posibilidades objetivas de una acción. En 1954, los traba-
jadores argentinos no reniegan de las condiciones con las que están parti-
cipando del peronismo. Todo lo contrario, las reivindican y las defienden
cuando el capital intenta modificarlas a su favor. En el mismo momen-
to en que entra en crisis la alianza peronista la reivindican en su
contenido original. Comienzan a ser los peronistas “auténticos”
o “leales”. Esta será la base sobre la que se resignificará el peronismo a
partir de 1955. Resignificación que tendrá un contenido de clase que será
percibido con mayor o menor claridad por sus diferentes protagonistas.
La situación con que se inicia la discusión de los convenios colectivos
estaba lejos de ser crítica para el gobierno y para el conjunto de los traba-
jadores. El PBN continuaba creciendo, la inflación estaba controlada y el
salario real era el más alto desde 1951. 68
En el plano político, la conducción peronista recibe un fuerte respal-
do. En elecciones legislativas y para vicepresidente, realizadas el 25 de
abril, sin estar Perón como candidato, el peronismo logró el resultado
porcentual más alto de su toda su historia.69
Con la discusión de los Convenios Colectivos se desatan una serie de
conflictos que toman como punto de referencia los firmados en 1946/48.
Estos son la base del Pacto Social que formó al peronismo, lo que el Mo-
vimiento Obrero considera “justo” y base del “equilibrio” que propone el
gobierno.
A partir de mayo la forma de lucha por los nuevos convenios fue
el trabajo a reglamento. La minuciosa recopilación realizada por Louise
Doyon (p.253) en base a diarios provinciales registró los siguientes movi-
mientos de trabajo a reglamento durante 1954 en: 1) Petroleros privados
entre el 12 y el 22 de mayo. 2) Servicio interurbanos de transporte colec-
tivo entre el 29 de mayo y el 3 de junio; 3) En diferentes fábricas de las
industrias metalúrgicas, textiles, calzado, del vidrio, del cemento y del
caucho, entre el 3 y el 12 de mayo. Paros completos y huelgas de brazos
diferentes fracciones de clase. En todas las “estrategias” encontramos la presencia
de “grupos auxiliares” (Gramsci) o aliados no obreros. Puede verse: Carlos Marx “La
lucha de clases en Francia” o “ El 18 Brumario de Luis Bonaparte”. Retomamos este
análisis en la segunda parte.
68 La tasa de crecimiento del PBN había pasado de –5,9% en 1952 a 6,1% en 1953 y
al 5,0% en1954. La inflación bajó del 38,7% en 1952 al 4% en 1953 y al 4% en 1954. La
recuperación del salario real fue importante: con 1943=100; 1951 = 161; 1952= 143;
1953 = 154; 1954 = 165 Calculada por trienio la participación obrera en el PBN en el
período 1952/55 fue del 49,1% mayor que el 41,0% del periodo 1946/48 y aún superior
a la de 1949/51 que fue del 48,3%.
69 A principios de año el gobierno adelanta la convocatoria a elecciones legislativas,
cargos que vencían un año después, y para reemplazar al vicepresidente Quijano,
fallecido dos años antes. Los resultados fueron: Partido Peronista 4.979.415 (63,2%
de los votos emitidos); Unión Cívica Radical 2.489,824 (31,6%); Demócratas 105.557
(1,3%); Comunistas 89.436 (1,1 %) Demócratas Progresistas 54.527 (0,7%). En el pa-
drón femenino el peronismo obtuvo el 65 % y en provincias como Chaco y Formosa
casi el 80%.
133
caídos en: 1) Seguros del 12 de mayo al 14 de junio; 2) En la industria
láctea del 4 al 12 de mayo; 3) En los servicios de hospitales del 2 al 9 de
mayo; 4) En el puerto de Buenos Aires del 10 de mayo al 14 de junio. Las
huelgas generales por rama de industria se produjeron en la industria del
tabaco del 3 de mayo al 30 de julio y en la industria metalúrgica del 20
de mayo al 7 de junio.
Este último conflicto (motivo de múltiples polémicas) es una muestra
de lo que venimos señalando. La resistencia de los trabajadores no se
detiene en los marcos institucionales propuestos por la conducción pero-
nista y sus protagonistas no reniegan de su identidad política. Al mismo
tiempo que demuestra la crisis de las condiciones con que los trabajado-
res iniciaron su participación en el peronismo. Se inicia, a fines de marzo,
con el reclamo de la UOM, representación institucional de los trabajado-
res de la rama, de un reclamo salarial que varia según las fuentes entre
el 30 y el 50%.70 Los trabajadores tenían un salario que oscilaba entre los
700 y 800 pesos mensuales. La dirección de la UOM propone en las nego-
ciaciones con la patronal elevarlos a un promedio de entre 1.000 y 1.200.
La patronal responde con el rechazo a todo aumento retroactivo a la firma
del convenio, negativa a conceder aumentos a los trabajadores que ganen
más de 900 pesos por mes y de manera particular, afirmando que todo
aumento salarial debe ir acompañado de un incremento en la produc-
ción. En cuanto a los aumentos, la propuesta patronal rondaba entre el
5% al 15 % según las fuentes. El 22 de abril un congreso de delegados se
pronuncia por darle a la representación patronal una última advertencia
para que acceda a los reclamos antes de pasar de “los brazos caídos” a la
huelga. Abdala Baluch secretario general del sindicato, aconseja pospo-
ner las medidas de fuerza hasta después de las elecciones del 25. Según
nuestro testimonio: “había que entender la posición del sindicato porque
tenía que tratar con el gobierno pero el acuerdo trajo mucha bronca entre
los compañeros, pero la mayoría entendió que había que aceptar y seguir
después”. (Mario)
En la primera semana de mayo comienzan paros progresivos y sor-
presivos declarados por los cuerpos de delegados y algunas seccionales.
En Tucumán hay paros de una, dos y cuatro horas por turno y también
en Tandil. En Rosario y Santa Fe se trabaja a desgano en acuerdo con el
sindicato nacional. En Córdoba la seccional llama a normalizar las tareas
el 11 de mayo pues se han iniciado tratativas para un convenio.
Ese mismo día el secretario general de la CGT, Vuletich, en una re-
unión con secretarios generales de los principales gremios del país exige
el levantamiento de la huelga y, según versiones, invoca una reunión con
Perón de donde habría surgido el pedido o la orden. Al día siguiente, este
pedido es rechazado por los delegados de la Capital Federal. Se realizan
70 Para reconstruir este conflicto nos hemos valido del trabajo de Fabián Fernández
(opus cit.) y de las conversaciones con el Negro Mario (en 1974 y 1986) que participó
del conflicto como delegado de la fábrica Tamet, identificado con la conducción del
sindicato y luego como integrante del Comité de Huelga como “representante” (sus
palabras) del Cuerpo de Delegados. Solo contamos con apuntes de sus reflexiones y al
no contar con su autorización por no ubicarlo, reservamos su apellido.
134
asambleas en numerosas fábricas; en la mayoría, se decide la continui-
dad de los paros que comienzan a ser totales. El 21 de mayo, el sindicato
nacional declara la huelga general para toda la industria, lo que poten-
cia el conflicto que tiene una fuerte presencia en los lugares de trabajo.
La prensa comunista y los testimonios de militantes de esa tendencia
resaltan la importancia de los Comités de Huelga. El testimonio un dele-
gado peronista de Tamet, la principal fábrica de Avellaneda, reconoce la
participación activa de militantes comunistas opositores a la conducción
del sindicato pero identifica a los Comités de Huelga con los cuerpos de
delegados y las Comisiones Internas. “En la asamblea cuando se decide
parar los compañeros van al delegado a preguntar… para eso te eligieron.
También había muchachos que eran comunistas y no podían ser delega-
dos que hicieron mucho y empujaron para seguir. Pero la gente no quería
romper con el sindicato así porque sí”. Este testimonio coincide con otros
testimonios (Fernández p.47) en la unidad entre delegados y activistas de
distintas tendencias políticas. Sobre todo, coincide con la valoración que
ya citamos de Sebastián Borro. “Cuando la gente está convencida que es
justo, no hay nada que hacerle va para adelante y se fija si estás con ellos
no de que línea sos y al que empieza con boludeces lo dejan atrás. Hubo
unidad que siguió después, cuando la marina ocupó la fábrica al echar
a Perón. Ahí si la unidad fue total (Mario) El 1º de junio, la UOM y la
Federación Argentina de la Industria Metalúrgica firman un convenio
que tendría una duración de dos años. En él se establece un aumento que
según las fuentes que se tomen varía entre un 15% a un 25%. Todos los
testimonios coinciden en que está por debajo de lo solicitado. Sobre todo,
se establecen premios salariales por productividad y la potestad de la
patronal de ajustarlos si resultan “antieconómicos”. A su vez “la UOMRA
se compromete a que sus representantes en las diferentes fábricas, no
presentarán inconvenientes a los reajustes justificados de las ta-
rifas o bases de premios en aquellos casos en que dichas tarifas
resulten antieconómicas” ( art. 4º del convenio. James p.329) (desta-
cado RC). Además, el sindicato y la central patronal se comprometen a
“asegurar una mayor productividad y una mejor calidad de los artículos
manufacturados, en un todo de acuerdo con los objetivos del gobierno de
la Nación”. (art.10).
La reacción frente al convenio es dispar. En Tucumán, una asamblea
general de delegados lo aprueba. El mismo día, en Rosario, es rechazado
por un congreso de delegados que dos días después cambia su posición y
lo aprueba luego de que el sindicato informa que la mayoría de las seccio-
nales lo ha hecho. En Córdoba, también se aprueba el retorno al trabajo.
En Capital Federal, el 4 de junio se convoca a una asamblea de dele-
gados en la Federación de Box. Baluch plantea que el acuerdo alcanzado
es el único posible porque los patrones no están dispuestos a más y porque
no es posible romper el “equilibrio” entre precios y salarios que pretende
el gobierno. Una parte de los delegados apoya al sindicato otra se opone.
Se produce un enfrentamiento que produce varios heridos. La comisión
administrativa del sindicato se retira y en una improvisada asamblea
decide rechazar el convenio, continuar la huelga e ir en manifestación
135
a Plaza de Mayo. La manifestación llega hasta el Congreso y una co-
misión se entrevista con el Jefe de Policía. Esta Comisión se constituye
en Comisión Provisoria y convoca a una asamblea para el día siguiente
frente al sindicato. En esta reunión frente al sindicato se elige un Comité
de Huelga Central cuyo secretario general es un militante comunista.
En el recuerdo de Mario: “Yo estuve con varios muchachos comunistas.
El problema era que el arreglo que firmó el sindicato no conformaba a
nadie, pero tampoco era cuestión de tirarse contra el gremio que quería
encaminarse en lo que quería Perón del acuerdo con las empresas. Ellos
(los comunistas) querían hacer la suya contra Perón. Formar un sindicato
propio (…) Había muchos muchachos que dudaban por eso no se podía
ir con todo. Había gente de los dos lados: de ir con todo o parar y seguir
después. No hay que olvidar que la contra, todo el “gorilaje”, ya trabajaba
para tirar a Perón”
El Comité de Huelga toma la conducción de la huelga en la Capital
e impulsa asambleas y movilizaciones en Capital y el Gran Buenos Ai-
res. En Avellaneda, en las fábricas Tamet, Ferrum y Siam se producen
fuertes enfrentamientos entre trabajadores partidarios de continuar la
huelga y los identificados con la posición del sindicato.
El 7 de junio, luego de una asamblea en la Plaza Martín Fierro, se
organiza una movilización hacia Plaza de Mayo con el explícito propósito
de entrevistar a Perón para solicitar su intervención en el conflicto. El
mismo día, en la planta de la empresa La Cantábrica, se produce un en-
frentamiento donde mueren el secretario adjunto de la UOM nacional y
un trabajador no perteneciente a la fábrica.71
Al día siguiente de estos hechos, se inician detenciones de delegados
y activistas del gremio y del PC. Por parte del gobierno, las detenciones
buscan justificarse en “la infiltración comunista” en el conflicto. El 5 de
junio el secretario adjunto de la CGT, Di Pietro, declaraba que algunos
conflictos laborales han escapado al “control” de los dirigentes gremiales
debido a “un plan perfectamente preparado y desarrollado por el Partido
Comunista”. El día 9 –luego del episodio de la Cantábrica – el diario La
Prensa se refiere a un “plan perturbador descubierto en el gremio me-
talúrgico” organizado por el PC que tenía como “consignas” impedir la
aprobación del convenio metalúrgico. Ese mismo día la CGT “se dirige
a los trabajadores metalúrgicos a los efectos de poner en evidencia una
maniobra perfectamente definida y localizada de elementos perturbadores
que responde a directivas de ideas exóticas, repudiadas ampliamente por
el pueblo argentino”.
La Comisión Administrativa de la UOM, luego de anunciar que el
congreso de delegados del día 4 ha resuelto el retorno al trabajo a partir
71 El periódico Nuestra Palabra atribuye las muertes a los disparos del grupo de la
UOM.(Fernández p.63/64) Para Mario que conocía al dirigente muerto: “Los comunis-
tas no eran nenes de pecho traían gente de afuera para los piquetes– eso nos caía mal
a todos– y cuando tenían que tirar, tiraban con todo. Que los muchachos del sindicato
tiraban era seguro, pero el muerto (Ruiz) había sido delegado en esa fábrica no iba a
necesitar entrar a los tiros. También pasaba que el PC quería seguir la huelga a toda
costa aunque la gente dudara.”
136
del 7, previa aprobación del convenio, denuncia “los rumores y los hechos
provocados por elementos provocadores al servicio de ideas extrañas al
sentimiento argentino”.
El propio Perón se refiere a la huelga metalúrgica y a la movilización
a Plaza de Mayo que pedía su intervención. El 23, en un discurso en la
CGT afirma: ¿Ahora qué quieren los infiltrados? Ellos dicen que yo he
abandonado a los obreros y piden que yo intervenga, diciéndoles cuáles
deben ser los salarios de cada uno. Claro si yo hago eso ¿para qué ser-
virían los dirigentes?” Explicando lo que entiende por infiltrados en los
sindicatos recurre a sus acostumbradas metáforas organicistas. “Es una
cosa así como la infiltración, generalmente por contagio, de todo orden
de microbios en el organismo humano, al que siempre descomponen. (…)
Pero si uno se encuentra con una serpiente en el camino, no le va a hacer
frente caballerescamente. Se le pega un golpe en la cabeza y se termina el
problema”. (Fernández pp68/69)
El conflicto termina “transigido”: los trabajadores obtienen un au-
mento menor al exigido y se avalan los cambios en el proceso de trabajo
dirigidos a aumentar la productividad.
La huelga fue convocada por un sindicato formado en 1942 que apoyó
y participó activamente en el peronismo; fue sostenida e impulsada por
comisiones internas y cuerpos de delegados constituidos desde la expe-
riencia de los obreros en el peronismo y con la participación activa de
militantes comunistas. Se inicia en el marco institucional de las conven-
ciones paritarias convocadas por ley. El gremio rebasa al marco institu-
cional del Pacto Social al convocar a la huelga que no estaba reconocida
como derecho de los trabajadores. Una parte de los obreros la continúa, a
pesar de la adhesión del sindicato y la CGT a la propuesta del gobierno.
El conflicto demuestra que están desapareciendo rápidamente las
condiciones que hicieron posible la institucionalización de las reivindi-
caciones obreras en los inicios del peronismo. Los trabajadores no tienen
una opción política que supere los límites de su participación en el pero-
nismo pero demuestran que no están dispuestos a renunciar a las condi-
ciones en que se integraron.
Los intentos de recomponer la alianza continúan desde la conducción
peronista. Entre el 23 y el 30 de agosto, bajo los auspicios de la CGE, se
realiza el Congreso de Organizaciones y Relaciones del Trabajo donde se
solicita a la CGT que cumpla una tarea educadora y que “debía apoyar
toda medida que tienda a elevar la producción per cápita y combatir todo
intento de limitarla, detenerla o reducirla” (Bitrán p.71)
Estaba claro para las patronales que los Convenios firmados durante
1954 eran un impedimento para el avance del capital sobre los proce-
sos de trabajo. En ellos se establecían condiciones de trabajo y reivin-
dicaciones tales como: vacaciones, regímenes de ausencias justificadas,
indemnizaciones. Estas cláusulas significaban limitaciones concretas al
poder patronal en los lugares de trabajo. La ofensiva empresaria buscaba
establecer límites legales al poder obrero dentro de las fábricas que con-
tinuaba oponiendo resistencia a las nuevas “técnicas de racionalización”
137
del trabajo.72 En este punto, los Convenios dejaban indefinidas las atribu-
ciones de las Comisiones Internas y Cuerpos de delegados.
En su mensaje del año nuevo 1954, Perón planteó “que un deber de
solidaridad social nos impone alcanzar una mayor producción (…) Los
trabajadores argentinos, desde el día que la justicia social establecida
por nosotros puso el capital al servicio de la economía y esta al servicio
del bienestar social, saben positivamente que no trabajan para un capital
egoísta y explotador, sino para toda la comunidad de la que todos forma-
mos parte.” (Bitrán 76)
En este marco, la CGT propuso un evento nacional para debatir los
medios para lograr este fin. En el acto del 17 de octubre su Secretario
General, Eduardo Vuletich, dijo ante Perón: “Venimos a ofrecerle al se-
ñor presidente, mediante la realización de un próximo Congreso, nuestro
aporte sincero a la batalla de la producción.”
En noviembre se constituyó el comité organizador del Congreso Na-
cional de la Productividad con representantes de la CGT, la CGE y el
gobierno. Al mismo tiempo que Perón rechazaba la presidencia del Con-
greso y declaraba su “apoliticidad” y la “prescindencia” del Estado en
relación a las discusiones concretas entre ambas organizaciones, se desa-
rrolló una fuerte campaña para difundir sus objetivos.73
La ofensiva de los sectores capitalistas tenía como objetivo impugnar
y/o modificar diferentes cláusulas de los Convenios Colectivos firmados
durante 1954. Construir lo que José B.Gelbard llamó en su discurso la
“ética del esfuerzo” y de manera especial limitar el poder obrero dentro los
lugares de trabajo. Este dirigente sintetizó las aspiraciones de los repre-
sentantes del capital en los debates cuando sostuvo: “Cuando se dirige la
mirada hacia la posición que asumen las comisiones internas sindicales.
Que alteran el concepto de que es misión del obrero dar un día de trabajo
honesto por una paga justa, no resulta exagerado, dentro de los conceptos
que hoy prevalecen, pedir que ellos contribuyan a consolidar el desenvolvi-
miento normal y la marcha de la empresa. Tampoco es aceptable que, por
ningún motivo el delegado obrero toque un pito y la fábrica se paralice.”
(Cuaderno Clase Obrera y peronismo…1943–68 p.12)
La discusión se centró en el papel de las Comisiones Internas. Éstas
que comenzaron a funcionar en 1946, “impusieron limitaciones concretas
a la función dirigente de los capitalistas en el mismo proceso de produc-
ción” (Bitrán p.220) Los convenios no establecían sus poderes y atribucio-
nes. Su presencia y los límites que ponían a las patronales expresaban la
relación de fuerzas existente en cada lugar de trabajo.
72 D. James cita los casos de importantes empresas metalúrgicas como CEMAC y
SIAM. donde la resistencia de los trabajadores a nuevos ritmos de producción llevó a
conflictos y negociaciones permanentes.
73 Entre el 10 de enero y septiembre de 1955 se publicaron veintiún números de la
revista “Productividad y Bienestar Social” con notas de funcionarios, dirigentes de la
CGE y la CGT; análisis de cuestiones acerca de la “productividad” y sus problemas
“técnicos y científicos en países del mundo capitalista (EEUU, Gran Bretaña, Francia)
y de la URSS y países del bloque soviético. “La batalla de la productividad” apareció
también en la sección infantil de la revista “Mundo Peronista” (Bitrán cap.3)
138
También el concepto de lo “justo” para el movimiento obrero organi-
zado sindicalmente apareció en otro de los problemas que desvelaba a las
patronales: el “ausentismo”. En los debates, Vuletich sostuvo que “cuan-
do se comparen estadísticas actuales con las correspondientes a los años
de explotación oligárquica se sepa diferenciar el ausentismo culpable del
socialmente justo que resulta de la aplicación de las leyes obreras justicia-
listas: vacaciones, jornadas legales, licencias por enfermedad, casamiento,
fallecimiento de familiares, pre y post parto, etc.…y las que permiten el
más holgado estándar de vida que relevan de los esfuerzos inhumanos,
eliminados por la justicia social en la nueva Argentina de Perón.” (Bitrán
p.169)
Estaba claro que los límites que los dirigentes obreros, comprome-
tidos con la realización del Congreso, no estaban dispuestos a traspasar
eran las condiciones laborales y sociales implantadas a partir de 1945.
Las exigencias de los empresarios ante las nuevas necesidades del desa-
rrollo capitalista no se compadecían con el “equilibrio” entre el capital y
el trabajo que pretendía el peronismo.
En los debates sobre las modificaciones a los convenios colectivos, las
posiciones de patrones y representantes obreros fueron irreconciliables.
Muchos de los despachos de las comisiones fueron en disidencia. Final-
mente, “el consenso artificial se expresó en acuerdos caracterizados por su
propia indefinición”. (Bitrán p.200)
El Congreso sesionó hasta el 31 de marzo. En los seis meses trans-
curridos hasta el golpe de septiembre no se efectivizó ni un solo acuerdo
de productividad entre obreros y patrones al margen de los convenios
firmados durante 1954. El Instituto Nacional de la Productividad nunca
fue creado.
Las relaciones de fuerza entre los integrantes de la alianza popular
resultan en un “empate” entre el capital y el trabajo.
Así, el avance sobre las conquistas obreras requería, en primer lugar,
la ofensiva para desalojar a la alianza peronista del gobierno del Estado.
Alentados por la actitud conciliadora del gobierno frente al terrorismo,
las fracciones más poderosas del capital y sus grupos aliados la iniciarán
sin titubeos en 1955.
139
SEGUNDA PARTE
Capítulo IV
Fin del peronismo original
El bombardeo y las ametralladoras de los avio-
nes a reacción causaban centenares de muertos y
más de un millar de heridos. Es indudable que la
mayor indignación en el pueblo la causaron los
aviadores que huyeron a Montevideo una vez fra-
casado el movimiento. Descargaron las últimas
bombas y dispararon sus ametralladoras contra
objetivos no militares: el pueblo indefenso, sin
duda, caso único de barbarie entre hermanos.
General Franklin Lucero
en El Precio de la Lealtad

Las buenas maneras del Estado Liberal des-

aparecen frente a los auténticos cuestionamientos
históricos.
David Viñas en Indios, Ejércitos y Frontera

Inicio del Terrorismo de Estado

En 1955, las contradicciones que existían a nivel económico y político
desde comienzos de esa década aparecen con toda su fuerza. Entonces,
el peronismo demuestra sus límites para defender los objetivos que le
dieron origen y que eran cada vez más contradictorios con el desarrollo
capitalista en un país dependiente.
La coyuntura internacional plantea nuevas exigencias a los naciona-
lismos latinoamericanos surgidos en la coyuntura de la guerra interim-
perialista. En 1953, finalizada la guerra de Corea, EEUU emerge como la
potencia dominante en el mundo capitalista, en el contexto de la denomi-
nada Guerra Fría. En América Latina esto tiene expresiones concretas:
la X Conferencia Panamericana realizada en Caracas, en marzo de 1954,
para “La defensa del continente contra la subversión comunista”. En esa
ocasión, Foster Dulles –secretario de Relaciones Exteriores de EEUU–

143
exige a los gobiernos latinoamericanos que se sumen a la lucha contra el
“comunismo” abandonando la política de nacionalizaciones y ofreciendo
garantías al capital norteamericano. El gobierno peronista no se somete
a esa pretensión, mantiene su política de no alineamiento lo que lo ubica
en el centro de los ataques del bloque imperialista. 74
Esta ofensiva imperial es la expresión de la fase de agresiva expan-
sión que ha iniciado el capital extranjero en general y el norteamericano
en particular y coincide con los intereses de la burguesía industrial lo-
cal. Coincidencia que pasa por la necesidad de importar bienes de capital
y tecnologías avanzadas para la etapa del desarrollo capitalista que se
abre. Se transforman las condiciones estructurales sobre las que
nació el peronismo. Entonces en el plano político se iniciará un proce-
so– nada lineal por cierto– que llevará a la ruptura de la alianza entre
una fracción del capital y el trabajo.
Así están dadas las condiciones nacionales e internacionales para
la ofensiva contra la política distributiva que ponía límites a la tasa de
ganancia del capital industrial local y extranjero y de la burguesía agro–
exportadora. El frente antiperonista formado por la burguesía industrial,
el capital extranjero, la oligarquía terrateniente y la mayoría de los sec-
tores medios, iniciará su ofensiva definitiva.
En abril de 1954 el peronismo había demostrado una vez más que
era imbatible en el terreno electoral. Respetando su legitimidad institu-
cional no era posible expulsarlo del gobierno, condición necesaria para
modificar las políticas del Estado. Solo quedaba la conspiración que or-
ganizara la fuerza militar. Esta conspiración se fortalece y torna más
desafiante ayudada por la actitud del gobierno. Desde 1951, cuando Pe-
rón cede frente a la corporación militar y provoca el “renunciamiento” de
Evita, los opositores solo habían recibido duras respuestas verbales y no
se había concretado ninguna medida efectiva para frenar su avance. Por
el contrario, la dureza discursiva del presidente y la reacción popular
frente a los muertos provocados por el terrorismo, que llevó a la quema de
locales partidarios y del Jockey Club, en abril de 1953, les habían servido
para colocarse como víctimas frente a la “barbarie” y la “tiranía”.
Pero la tarea central de unificar al frente antiperonista estuvo a car-
go de una protagonista de peso. Ya desde 1950, el desarrollo de un Estado
de Bienestar independiente de su poder corporativo era intolerable para
la Iglesia Católica que abandona su apoyo inicial al peronismo. La fuerte
74 En la reunión de cancilleres de Caracas, con el voto en contra de Guatemala y la
abstención de Argentina y México, se aprueba la resolución 93 llamada ”Declaración
de solidaridad para la preservación del comunismo internacional” que, Doctrina Mon-
roe mediante, pretendía legitimar el derrocamiento del gobierno nacionalista de Gua-
temala. Del dicho al hecho, en junio es derrocado Jacobo Arbenz, luego del bombardeo
a la población civil por parte la aviación norteamericana. La embajada argentina en
Tegucigalpa recibió a más de 100 asilados, entre ellos al joven médico Ernesto Gueva-
ra que extrajo de esta experiencia sus reflexiones sobre el peronismo y otros naciona-
lismos similares. El gobierno argentino envió cinco aviones para recogerlos. Una vez
en Buenos Aires, por presiones del secretario asistente del Departamento de Estado
para que se los controle, veintinueve de ellos fueron detenidos y alojados en el penal
de Villa Devoto.
144
presencia de la Fundación Eva Perón en la asistencia social, organizada
bajo la premisa de que “donde hay una necesidad hay un derecho”, cues-
tionaba de raíz la filosofía que inspira la caridad cristiana. Esto y cues-
tiones como: la sanción de la ley de divorcio, la legalización de la pros-
titución, el reconocimiento de los hijos “naturales” como “legítimos”, la
pérdida de subsidios y ventajas impositivas, la lucha por el control de la
juventud, la llevan a una escalada de enfrentamientos con el peronismo.
Esta confrontación llega a su punto más alto cuando la CGT denuncia la
infiltración clerical en los sindicatos a fines de 1954 y luego cuando, el 1º
de mayo de 1955 pide la separación de la Iglesia del Estado75.
A través del activo protagonismo de sacerdotes y laicos, la Iglesia
Católica cumple con empeño la tarea de otorgar unidad ideológica al he-
terogéneo conglomerado opositor y crear el clima de agitación pública y
de inquietud colectiva, que el general Bengoa ponía como condición para
sumarse al complot.76 (Carbone p.36). Numerosos panfletos distribuidos
por jóvenes católicos muestran con claridad lo que estaba en juego a nivel
nacional e internacional. Su prédica unía la “defensa de la moral y las
buenas costumbres” con un virulento antisemitismo y con la denuncia
del peronismo como “paso previo de la implantación de la Dictadura Pro-
letaria”. Advertían que la Argentina, “va siendo comunizada en el plano
social por el peronismo” y hacían referencia expresa a la experiencia de
Guatemala y al “comunismo tipo Méjico o Bolivia”.
En la misma línea, otro clérigo demostraba claridad acerca de la op-
75 En octubre de 1950, Perón y Eva no habían concurrido al Congreso Eucarístico rea-
lizado en Rosario. A partir de 1953, la importancia de Unión de Estudiantes Secunda-
rios (UES), que le quitaba predicamento entre la juventud a la Acción Católica, lleva
una fuerte campaña en su contra por parte de la jerarquía eclesiástica. Además, se
suprimen numerosos subsidios a escuelas católicas, salvo las ubicadas en zonas donde
no existiesen escuelas públicas, y numerosos religiosos docentes son cesanteados y
dejan de percibir sus salarios como tales. El 1º de mayo de 1955, en una concentración
en Plaza de Mayo la CGT pide la separación de la Iglesia del Estado; el 19, la Cámara
baja aprueba el proyecto de reforma constitucional para ese fin y el 25, ningún miem-
bro del Poder Ejecutivo concurre al Tedeum en la Catedral. El Congreso establece
el fin de las exenciones impositivas a las instituciones religiosas y de la enseñanza
religiosa en las escuelas.
76 El nexo entre la Marina y el Ejército se hace a través del sacerdote Alberto Bauda-
ña y de un abogado hermano del sacerdote Mejía (director de la revista “Criterio”). A la
misma hora en que se bombardeaba Buenos Aires, se imprimía en L’Osservatore Ro-
mano el texto de la excomunión de Perón y sus principales colaboradores que fue publi-
cada al día siguiente en todo el mundo, excepto en nuestro país (Carbone pp.31/33/54).
La oposición católica crecía y se desarrollaba en el marco de la estrategia internacio-
nal del Vaticano que aspiraba a controlar el movimiento social en el contexto de la
denominada “Guerra Fría” contra el comunismo. En Italia, la Democracia Cristiana
había llegado al gobierno en 1949, con De Gasperi, y en Alemania Occidental con
Adenauer también estaba en el gobierno desde 1950. El 11 de julio de 1954, teniendo
como referencia estos modelos europeos, se fundó en Rosario el Partido Demócrata
Cristiano cuyos integrantes tuvieron una activa participación en las tareas golpistas.
En Córdoba, activistas de este Partido participaron activamente en los comandos civi-
les organizados por el arzobispo Fermín E. Lafitte quien luego fue designado al frente
del Vicariato Castrense, fundado en 1956. (Verbitsky, H, en Página 12 3/2/08)
145
ción que se le presentaba al peronismo y a su líder: “Por la fuerza de las
cosas su famoso justicialismo habría de convertirse en un verdadero mar-
xismo (…) La justicia social de Perón ha caído en el planteo y la dialéctica
marxista. No es hoy el general Perón –al parecer– quién domina y maneja
a los obreros, sino que es el obrerismo quién pareciera utilizar al general
Perón”77
El 11 de junio –con el pretexto de la festividad del Corpus–Christi– al
grito de “Cristo Vence” y bajo la enseña del Estado del Vaticano, izada en
la plaza del Congreso, marcharon socialistas, comunistas, radicales, con-
servadores, católicos y liberales de todos los matices junto a varios de los
pilotos que cinco días más tarde arrojarán sus bombas sobre la población
civil. La marcha termina frente a la Catedral donde dos obispos saludan
a los manifestantes y son ovacionados.
Al día siguiente se producen incidentes. Jóvenes católicos organizan
una guardia armada en el edificio del Jockey Club donde se producen
numerosos detenidos. Perón, en un discurso radial, denuncia a la “nueva
Unión Democrática clerical y oligárquica”. Declara “agotados los tiempos
de la paciencia” y que “los que siembran vientos recogerán tempestades” y
al mismo tiempo exhorta “al pueblo a tener calma” y recuerda la consigna
“de casa al trabajo y del trabajo a casa”. El 14, la CGT convoca a un paro
general y concentración en Plaza de Mayo. Luego del secretario adjunto
de la CGT, habla Perón: “Les pido a los trabajadores que en los asuntos
que se están suscitando en estos días, me dejen a mí para que juegue el
partido. (…) No ha llegado el momento de hacer nada todavía”.(des-
tacado RC) Estas últimas palabras del líder popular son exactas. Ningún
impulso a la movilización popular organizada para frenar la conspiración
aparecía en el horizonte político de la dirección peronista. La única me-
dida del gobierno consistió en deportar a los obispos golpistas a lo que el
Vaticano respondió con la excomunión de Perón.
El 16 se concreta el movimiento subversivo que estaba lejos de ser
una mera intervención militar local.78 Venía gestándose desde 1951. Mu-
77 Uno de los numerosos panfletos difundidos esos días tenía como título: ”El pe-
ronismo vehículo del auténtico comunismo soviético en la Argentina”. Se alarmaba
con los análisis de Puiggrós y Eduardo Astesano sobre el peronismo como “base de
principios del frente nacional de lucha contra el imperialismo”. Junto con abundantes
y casi cómicos denuestos contra los judeo–comunistas locales, los masones y la “línea
judaica internacional”, afirmaba que Rusia ante la imposibilidad de apoderarse de
la política de ningún país “debe conformarse o regocijarse con el cripto comunismo de
tipo peronista o justicialista”( Los panfletos, su aporte a la Revolución Libertadora
pp.158/60). El sacerdote Ludovico García de Loydi citaba el libro de Abelardo Ramos
“América Latina un país” donde este afirma que “el rechazo previo del imperialismo es
paso obligado y necesario para que luego el proletariado pueda, a su vez, liberarse de
la burguesía nacional”. (Galasso “Perón...” Tomo I p.682)
78 En marzo visitaron nuestro país Carl Espe (jefe del Servicio de Espionaje de EEUU),
el brigadier mayor Robert. W Douglas (presidente de la delegación de las Fuerzas Aé-
reas de EEUU ante el Consejo Interamericano de Defensa), el rompehielos norteame-
ricano ATKA que fue agasajado por la Marina Argentina y el Secretario de Marina de
EEUU, Spark Thomas. A partir del 6 de abril el New York Times comenzó a publicar
notas sobre nuestro país, en una de ellas se afirmaba se acerca el fin del peronismo. El
146
chos de los civiles y militares que participaron habían sido encarcelados
por el intento golpista de 1951 y liberados por la Ley de Amnistía de di-
ciembre de 1953. (Cichero p.27) Su jefatura política estaba compuesta por
un triunvirato formado por un radical, un conservador y un socialista.
Los aportes económicos provenían de los mismos que habían financiado
la Unión Democrática y enfrentado las medidas del entonces Secretario
de Trabajo79
La participación civil no se limitó a la conducción política y el finan-
ciamiento del movimiento. Los denominados “comandos civiles”, grupos
paramilitares formados por profesionales de origen burgués y pequeño
burgués, tuvieron una activa participación en la preparación y ejecución
del movimiento sedicioso. Varios de ellos, poco antes del bombardeo, se
ubicaron como francotiradores en las terrazas del Banco Nación y otras
vecinas.
Bajo el pretexto de matar a Perón, se produce el ataque militar indis-
criminado contra la población de Buenos Aires.
Consideramos al 16 junio de 1955 como el inicio del Terrorismo de
Estado en el siglo XX, en nuestro país. Hasta entonces, ningún quiebre
de su legalidad por parte de la clase dominante había requerido del terror
contra el conjunto de la población civil. Las represiones de la Semana
de Enero (Trágica) de 1919, los fusilamientos de los peones rurales en
la Patagonia en 1921, las matanzas de peones indígenas en el Chaco en
1924, y otras menos conocidas, no fueron ni menos sangrientas ni menos
inmorales pero estaban dirigidas a disciplinar a diferentes fracciones de
la clase obrera en lucha por sus reivindicaciones. Formaban parte de la
intervención represiva de un Estado capitalista pero no tenían como obje-
tivo modificar sus políticas económicas y sociales ni produjeron el quiebre
de la legitimidad del régimen político vigente.
Ahora se trataba de imponer un nuevo modelo de acumulación. Esto
precisaba demoler el Estado de Bienestar construido por el peronismo. El
primer paso era desalojar del gobierno del Estado a la alianza que sostenía
las reivindicaciones obreras y populares. En 1951, había fracasado un gol-
pe de estado incruento. El nuevo bloque de poder sabe que a su embestida
contra la “República Social” del peronismo no le alcanza con los mecanis-
mos institucionales de la “República Liberal”. Es el momento en que la
lucha de clases en nuestro país adquiere características de guerra civil.
La proscripción política de la alianza peronista significaba la pros-
16 de junio llegó al país un importante grupo de periodistas norteamericanos y el 18 el
New York Times se lamentaba del fracaso del golpe. La complicidad de la flota de mar
inglesa en el golpe fue probada con la denuncia del entonces diputado Oscar Alende
(Ver llamada 82 en este capítulo).
79 Miguel Angel Zabala Ortiz, Américo Ghioldi y el conservador Oscar Vichi integra-
ban la dirección y tenían preparados los decretos de intervención a los tres poderes y a
la CGT. Dos representantes del nacionalismo católico, Mario Amadeo y Luis María de
Pablo Pardo, oficiaban de enlace con las fuerzas armadas. Según denuncias posterio-
res de Perón y de Marta Lonardi, hija del primer jefe insurrecto, en su financiamiento
tuvieron activa participación los Bemberg, Gainza Paz y Raúl Lamuraglia, dirigente
de la Unión Industrial que en 1945 había financiado a la Unión Democrática e impul-
sado la negativa patronal a pagar el aguinaldo. (Lonardi Marta p.46/47)
147
cripción política y social de la clase obrera y los sectores populares que no
iban a consentir pasivamente el retroceso en sus condiciones de vida y de
trabajo. Por lo tanto, se precisaba del terror. Así lo reconoce Mario Ama-
deo, uno de los organizadores de la sedición: “Sin 16 de junio no hubiese
habido 16 de septiembre” (Chaves p.139).
No se atacaron objetivos militares. Fueron bombardeados y ametra-
llados la residencia presidencial, donde sabían los aviadores que ya no
estaba Perón, el Departamento Central de Policía, la CGT y el ministerio
de Obras Públicas, ubicado sobre la avenida 9 de Julio, lugar emblemáti-
co de las concentraciones peronistas, igual que Plaza de Mayo. Los vuelos
rasantes ametrallando las calles, el arrojar los tanques de combustible
sobre los manifestantes cuando ya los golpistas huían a Montevideo y la
utilización de bombas de fragmentación por parte de la aviación militar,
demuestran la decisión de provocar víctimas. “Efecto psicológico”, lo lla-
mó Néstor Noriega uno de los marinos ejecutores de la masacre (Chaves
p.22). “…lo único que hay que hacer es bombardear, porque con Perón no
cabe otro idioma“(Carbone p.30) lo decía sin eufemismos el capitán Aldo
L. Molinari, otro de los organizadores y ejecutores de la matanza, y de-
muestra la conciencia de sus intenciones. También tenían claridad acerca
de aquellos de quienes esperaban resistencia. No sólo tenían listo el de-
creto de intervención de la CGT. A las 13,45, una hora después iniciado el
bombardeo, un grupo de “comandos civiles” dirigido por un oficial naval
ocupa Radio Mitre y, al tiempo que emite una proclama, promete “la revo-
lución democrática ha prohibido que ningún patrón despida al personal
ni disminuya las retribuciones” ( www.lucheyvuelve.com.ar)
A las 13,10, la CGT llama por radio a los trabajadores a concurrir a
Plaza de Mayo en defensa del gobierno constitucional. (...) Todos los tra-
bajadores de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, deben concentrar-
se en los alrededores de la CGT. Todos los medios de movilidad deben
tomarse, a las buenas o a las malas ¡Compañeros! En los alrededores
les darán instrucciones.¡La CGT los llama para defender a nuestro líder!
¡Concentrarse inmediatamente pero sin violencias! (destacado RC)
La ambigüedad de esta convocatoria muestra rápidamente sus resulta-
dos. Las instrucciones prometidas quedan en las palabras. Los numero-
sos trabajadores que llegan a la central obrera buscando orientación para
la movilización se quedaron con las manos vacías. Avelino Fernández, ya
delegado del gremio textil, concurre con sus compañeros directamente a
buscar esas instrucciones y su testimonio es elocuente: ”fuimos a la CGT,
Vuletich se mandó mudar. Hacían turismo los aviones, no había ré-
plica. Yo estaba en la Plaza con varios muchachos del lado de Rivada-
via había tres bombas enterradas hasta la mitad, un loco las empezó a
golpear con un martillo de la bronca. Por la calentura que teníamos
nos animamos a ir hacia la Casa de Gobierno y empezaron a tirar
desde el Ministerio de Marina. Me puse debajo de un coche cuando pasó
el último avión (...) dicen que iba Zabala Ortiz. Les dije a los muchachos:
‘Estamos listos, bombardean la casa de gobierno. No hubo réplica,
un cañoncito solo....no reaccionaron, ahora se nos vienen los mili-
tares’.” ( video resaltado RC)
148
Los testimonios recogidos de quienes concurren a la Plaza de Mayo
son coincidentes. Todos responden a la convocatoria de la CGT y se mo-
vilizan sin ningún tipo de organización previa y sin medios materiales
de ningún tipo para efectivizar alguna defensa: “(...) uno decía: ‘vamos,
vamos’ y la gente se prendía e iba a la Plaza con palos y algún
chumbo. Vi varios que entraban a una armería; unos iban con chumbos
para Plaza de Mayo; otros agarraban una caña u otra cosa y se iban para
Retiro. Como fue después el peronismo: unos pelean y otros usufructúan.
No me lo contó nadie lo que pasó. Yo estaba en Corrientes y Paseo Colón
y pasó un avión rasante y ametrallando, yo me metí de cabeza en el hotel
‘Justin’ (o algo así), me llevé otra sorpresa, había alfombras en el baño.
Después que salí unos se volvían y otros seguían para Plaza de Mayo.
Eso fue en junio. En el barrio Evita de Caseros velamos a cuatro que eran
portuarios, los habían matado cerca de la Plaza.” (Corbata completo en
anexo).
“Trabajaba en un taller en Villa Crespo a la hora del almuerzo es-
cuché por la radio que Di Pietro llama a la plaza. El gobierno estaba en
peligro y me voy por el camino me trepo a un camión y lo vi todo. Am-
bulancias, sangre, cuerpos…” (Jorge Vazquez). Sergio en ese momento
estudiante secundario de la UES relata: “nos enteramos por la radio en el
colegio, de la UES éramos como cincuenta pero fuimos 3 o 4 nadie orga-
nizó nada fuimos y volvimos.”
La CGT es, simultáneamente, el referente de los trabajadores que
quieren movilizarse en defensa de su gobierno y el instrumento al que
apela la dirección peronista para frenar esa movilización popular. El ma-
yor Ignacio Cialcetta, sobrino de Perón, fue encomendado para que se
traslade a la CGT y recomiende “calma y serenidad” y su testimonio con-
firma que la orden de no armar a los trabajadores fue una decisión de la
jefatura peronista (Chaves pp.77 y 124). El general Franklin Lucero, jefe
de la represión, en sus memorias que llevan el sugestivo nombre de “El
precio de la Lealtad”, relata que entre la medidas que tomó: “ordené al
mayor Cialcetta, tomar enlace con la Confederación General del Trabajo
(CGT) y evitar la salida del pueblo a la calle” (p.85). Más adelante con
el subtítulo: “Reacción del pueblo en Plaza de Mayo” escribe: “El Mayor
Cialcetta no pudo evitar que el pueblo trabajador ganara la calle
y todos los esfuerzos que realizó para contenerlo fueron infructuo-
sos. Grupos numerosos de hombres y mujeres se mantuvieron en actitud
espectante (sic) (...) sin otras armas que el fervor de sus corazones.”
En su relato sobre la rendición del Ministerio de Marina dice: “ Millares
de personas a pesar de la torrencial lluvia que se desencadenó y el do-
loroso espectáculo que ofrecía la evacuación de cadáveres y heridos y de
la destrucción de tranvías, ómnibus, automóviles y edificios, permanecie-
ron acongojados, gritando a veces, como si con ello quisiesen quitarse la
angustia:¡Asesinos! (...) Hubo necesidad de formar un fuerte cordón con
los soldados del Ejército y hacer retirar al pueblo que amenazaba
hacerse justicia con sus propias manos” (pp. 98,100). Mientras, el
mayor Cialcetta pedía calma, los últimos aviones que huyen a Montevi-
deo ametrallan a grupos de trabajadores que en las cercanías de la CGT
149
blandían palos. (Corbata) Allí “cayó casi partido por la mitad el obrero
Héctor Passano: con un revólver en la mano pretendió derribar un Gloster
que venía vomitando fuego” (Chaves p.26 resaltado RC).
Según el testimonio de Perón, los marinos estaban aterrorizados. “El
almirante Olivieri,(...) pidió hablar por teléfono(...) Su voz era descono-
cida, por momentos imploraba: ‘Nos rendimos, pero evite que la mu-
chedumbre armada y enfurecida penetre en el edificio del Minis-
terio’. Estaban aterrorizados ante la idea de ser capturados por
los obreros que querían hacer justicia por sus propias manos. Ordené
al general Lucero evitar la masacre.” El relato de Olivieri coincide
con Perón. Los golpistas atrincherados en el ministerio de Marina solo
aceptaron rendirse cuando el presidente aceptó que los guerrilleros (sic)
serían retirados (Chaves p40/41resaltado RC).
Los trabajadores se movilizan para defender a su gobierno, pero su
indignación ante la masacre no podía convertirse mágicamente en orga-
nización. Sólo pudieron avanzar detrás de los tanques blandiendo palos o
enarbolando la bandera nacional. Los testimonios abundan; el mayor Pa-
blo Vicente relató: “Mujeres llegaron a mí pidiéndome armas para atacar
ellas también el Ministerio de Marina. Niños de 14 o 15 años auxiliaban
como sirvientes de las ametralladoras del Regimiento Motorizado Buenos
Aires que atacaba el ministerio. Hombres parapetados detrás de árboles
hacían fuego con escopetas contra los rebeldes, sin importarles mucho la
réplica que recibían de las ametralladoras desde ese edificio” (Gurucharri
p.30) Otro protagonista directo dice: “Yo vi hombres la mayoría y mujeres
avanzando atrás de los tanques y pidiendo armas a los soldados que les
decían que no.” (Jorge Vazquez). La ausencia de respuestas por parte
de la dirección peronista y de la CGT no puede buscarse en las defec-
ciones individuales. Expresa con claridad que la dirección al interior de
la alianza popular no estaba resuelta. Los que en 1945 habían volcado
la relación de fuerzas a favor del peronismo llegan, desarmados política
y militarmente, a la confrontación con un enemigo poderoso decidido a
vencer. Esto es lo que lleva a la impotencia peronista frente a la ofensiva
terrorista.
Ya no se puede confiar en la fractura del Ejército. A diferencia de
1945, la mayoría de la oficialidad del ejército y la totalidad de la Marina
está dispuesta a convertir a las Fuerzas Armadas en el partido de los sec-
tores más poderosas de la burguesía. Burguesía que se ha unido contra
las políticas que lesionan su tasa de ganancia.
La respuesta peronista y la ofensiva final deración General del Trabajo, (...) las iglesias del centro de Buenos Aires fueron incen-
El mismo 16 de junio, a las 17,15 horas, Perón habla por radio. Ex-
horta a la serenidad afirma que (...) les pido que estén tranquilos, que
cada uno vaya a su casa. La lucha debe ser entre soldados. El pueblo no es
el encargado de hacer justicia: debe confiar en mi palabra de soldado (...)
Esto será un triste recuerdo. (Galasso Perón... p. 695).
Sin embargo, aún dentro del marco de la “lucha entre soldados” no se
150
avanzó en la defensa del gobierno. La conducción peronista había ignorado,
en 1951, el boicot de los suboficiales al intento golpista. Este boicot se repi-
tió aisladamente en junio sin que se intentara estimularlo y organizarlo.80
Pese al llamado de Perón a la calma y la desmovilización, algunos
grupos demuestran que han identificado a quienes legitimaron con su
bendición los asesinatos. Por la noche son incendiadas varias iglesias ca-
tólicas en el Barrio Norte y el centro de la ciudad. Bien utilizado, esa mis-
ma noche y durante décadas, este episodio le permitió al antiperonismo
unirse en torno a la defensa de la civilización cristiana y presentarse como
víctima de la “barbarie”81. Al día siguiente, mientras se retacea y oculta
la información sobre las víctimas de la masacre, Perón la califica de “loca
aventura de irresponsable” y responsabiliza a los comunistas de los ata-
ques a las iglesias. “El gobierno deplora y condena enérgicamente los des-
manes que cometieron elementos comunistas en diversos sitos de la ciudad,
aprovechando las exigencias del combate con las tropas rebeldes y repudia
estos desmanes en los cuales no se ha respetado siquiera el recinto de los
templos religiosos,(...).Pido mucha cordura.” (Galasso Perón... p.696)
Igual que en 1945, frente al embate oligárquico, Perón ofrece alejar-
se de la confrontación. Lo hace el mismo 17 en una reunión de gabinete.
Relata Lucero (p.116/7): “nos planteó su propósito de alejarse del poder”.
Rechazada su renuncia por los ministros, Perón los exhortó a trabajar
todos “por la pacificación de la Patria.”
Esta voluntad conciliadora se lleva a la práctica inmediatamente. A
fines de junio, se levanta el estado de sitio y renuncian varios de los mi-
nistros, entre ellos, el de Educación, cuestionado por Iglesia Católica de-
bido a la creación de la UES. Durante el mes de julio, en sendos discursos
Perón avanza en sus intentos conciliadores. El 5, desliga a los partidos
políticos, como tales, de la masacre: “Los partidos políticos populares no
80 En Morón, los suboficiales aeronáuticos intentaron infructuosamente detener a los
golpistas cuando huían a Uruguay disparando con los cañones de aviones estacionados
en tierra y cruzando un camión con combustible en la pista. (Carbone77) Para el boicot
al intento golpista de 1951, en Campo de Mayo, y las medidas tendientes a beneficiar
a los suboficiales que no se concretaron, ver capítulo. II pág. 121/22.
81 Esa misma noche circularon panfletos con el discurso de Perón del 1º de mayo de
1953, después del incendio del Jockey Club, donde había dicho: “Cuando haya que que-
mar, voy a salir yo a la cabeza de ustedes; pero entonces si fuera necesario, la Historia
recordará la más grande hoguera que haya encendido la humanidad hasta nuestros
días.” (Carbone p.94) La historia oficial sigue aportando en el mismo sentido a través
de los años. Su máximo exponente, Tulio Halperin Donghi en su libro “La democra-
cia de masas”, publicado en 1991, habla del bombardeo y ametrallamiento aéreo del
centro de la Capital por los revolucionarios “(...) tras una concentración de la Confe-
diadas; no resulta difícil comprender que, luego de ver caer a su lado a las víctimas
del fuego rebelde, algunos de los manifestantes hayan visto en esos incendios una justa
venganza(...) la quema de la iglesias, ese acto de puro delirio, amedrentó sobre todo al
gobierno” (p.83). “Victimas” sin más precisiones. De la cantidad de muertos, mutilados
o cuerpos y restos no identificados, nada. Y la reacción frente a la masacre es un “puro
delirio”. Sí, Halperin deja claro que la quema de los sagrados recintos se lleva a cabo
después de una convocatoria de la CGT. Es cierto que el terror amedrentó al gobierno,
pero tampoco intenta explicar por qué.
151
son capaces de aceptar que se tire criminalmente contra el pueblo inde-
fenso.” Diez días después, frente a legisladores nacionales, reivindica no
haber utilizado nunca el terror. Lograda la independencia económica y la
reforma básica de la Constitución, da por “alcanzados los objetivos. (...)
no vamos a seguir peleando con las sombras ni con nadie.” Termina ca-
tegóricamente “(...) he dado por terminada la Revolución.” El 27, en
el salón de actos de la CGT, vuelve sobre los objetivos que habían llevado
al Congreso de la Productividad. “Nosotros hemos ya obtenido nuestros
objetivos (...) Queda mucho por hacer, pero eso debe hacerse a medi-
da que la República vaya alcanzando las distintas gradaciones
económicas que le permitan nuevas realizaciones en beneficio de
la clase obrera.(...) Después de doce años de lucha, he decidido dar
por terminado el período revolucionario.” (destacado RC) (Galasso
Perón...T.I p.700/01).
Pero la voluntad de paz no dependía de la decisión personal de Perón
ni de ninguno de los protagonistas. La alianza de las fracciones más po-
derosas de la burguesía local con el capital extranjero82, contando con el
sostén de la Iglesia Católica, era la que planteaba con toda la contunden-
cia de su violencia asesina los términos del enfrentamiento de clases.
Los partidos de la burguesía respondieron a la política conciliadora
de Perón demostrando que tenían claros sus objetivos. El 29 de junio,
con la firma de su presidente Arturo Frondizi y de Federico Monjardín,
el radicalismo rechaza toda posibilidad de conciliación. Responsabiliza
de los “cientos de muertos y heridos” a la “convocatoria oficial” al “teatro
de los sucesos”. Se erige en defensor de la soberanía nacional utilizando
el contrato con la petrolera norteamericana California que esperaba ser
convertido en ley por el Congreso.83 Rechaza la “conciliación nacional”
82 El diputado Oscar Alende denunció la presencia de naves extranjeras acompañan-
do a la flota de mar argentina en sus maniobras entre el 20 y el 30 de julio. Como Alen-
de quería probar que el gobierno peronista entregaba el petróleo y no custodiaba las
costas, los diputados peronistas se burlaron de la denuncia. Las pruebas grabadas que
logró Alende desaparecieron. Sin embargo, si en junio la flota estaba desmantelada de
pólvora y espoletas por Perón y en septiembre las había recuperado es que fue abaste-
cida en alta mar. El 18/6/57, Scalabrini Ortiz publicó en la revista Qué, el testimonio
de dos periodistas de Time y Life que conocen cómo se dio el apoyo de la flota inglesa
a la Armada Argentina y aseguran que las cintas grabadas desaparecidas están en
Washington (Alende opus. Cit. pp.129/150)
83 En abril de 1955 el ministro de Industria suscribió un contrato con la Compañía
California Argentina de Petróleo, de capital norteamericano. Luego de ser ratificado
por decreto el 6 de mayo, pasó al Congreso para su tratamiento. Por este preacuerdo
se le otorgaría a la empresa un área de 50.000km2 por un plazo de cuarenta años en la
provincia de Santa Cruz para “explorar, catear, extraer y explotar el petróleo.” Cooke
relata que, invitado por Perón a discutir el proyecto en el Consejo Superior Peronis-
ta, se opuso junto con otros integrantes. Amado Olmos, jefe del sector de diputados
obreros manifestó expresamente que no estaban dispuestos a apoyar ese proyecto y la
CGT dio instrucciones a los diputados obreros de oponerse a su aprobación.(Galasso
Perón...p.704) Aunque también se oponían los intereses importadores de petróleo, en
su mayoría británicos, preocupados por la penetración de los capitales norteamericanos
en la economía nacional, el contrato nunca se ratificó por la oposición dentro del bloque
peronista de diputados. Veremos que las condiciones para el capital extranjero eran bien
152
que como “en 1953 pretende ‘encubrir’ la ‘entrega espiritual y material
del país’.” Luego de exhortar a reestablecer la “democracia y la libertad”
hace un llamado al golpismo: “las instituciones armadas no deben inter-
venir en política, pero tampoco poner su fuerza al servicio de un
gobierno que suprime las libertades y entrega la soberanía del
país”. El documento radical concluye declarando que: 1) La responsa-
bilidad de los trágicos sucesos del 16 de junio de 1955, es enteramente
del gobierno. 2) El Radicalismo reitera su solidaridad con cuantos sufren
cárcel, persecución o destierro por defender las libertades argentinas. 3)
La Unión Cívica Radical continúa su lucha por el restablecimiento
de la moral y la democracia en la vida de la república. ( destacado
RC Chaves apéndice documental).
Los conservadores sin artilugios verbales son explícitos en el modelo
de nación que reivindican y en su propuesta de que las Fuerzas Armadas
resuelvan la situación expulsando al peronismo del gobierno del Estado.
El 9 de agosto, Vicente Solano Lima se dirige por radio al país: “Los con-
servadores han colaborado durante más de medio siglo (1880–1943
RC) desde el gobierno en la grandeza de las instituciones militares y
el país es testigo de que ellas han correspondido plenamente como
conjunto orgánico y como acuñadoras de soldados y estadistas notables.
(...) Si el Estado debilita el concepto de familia, si destruye el principio
de inviolabilidad de la propiedad privada, si ciega su libertad y ata-
ca la religión que profesa, ¿qué queda del hombre?” Expresaba su pre-
ocupación por las ideologías de “extrema izquierda” y por las “perspectivas
inciertas que tal estado espiritual ofrece a la defensa de la civilización
cristiana.” Terminaba con una exhortación sediciosa: “Para hacer efectiva
la pacificación verdadera, (...) es necesario algo más que un progra-
ma de rectificación.”(resaltado RC. Galasso Perón….T.I p.709).
Por su parte, en su discurso el Dr. Luciano Molinas dirigente del Par-
tido Demócrata Progresista, abandona toda retórica sobre la democracia
y la libertad. Sin eufemismos de ningún tipo critica la nacionalización del
Banco Central, de los depósitos bancarios y la existencia del IAPI.
El 10 de agosto, el Partido Socialista denuncia que a Alfredo Palacios
y Nicolás Repetto no se les ha permitido usar la radio. El 13, “La Prensa”
publica los discursos de los dirigentes socialistas que hablan del “totali-
tarismo, y la prepotencia e inmoralidad” del gobierno. Un colaborador de
Palacios reconoce que éste se enteró del ataque el 15: “Palacios, en cuya
casa estaba, me dijo con mucho pedido de secreto, que el ataque iba a
ser el día siguiente, jueves 16 de junio. Él no estaba de acuerdo, pues
sostenía que iban a morir muchos inocentes (resaltado RC Carbone
p.36). No queda claro a qué llamaba inmoralidad el Partido Socialista, si
ocultar una matanza conocida de antemano no lo era.
Las respuestas por parte del peronismo quedan en el terreno de las
declaraciones. José Alonso le recuerda a Solano Lima los negociados y
los salarios de hambre de la década del 30 y su “silencio cómplice frente
a la masacre del pueblo reunido en Plaza de Mayo”. Cooke le responde a
Molinas detallando los logros que la independencia económica había traí-
diferentes a la de los contratos posteriores a la caída del gobierno peronista.
153
do a favor de las “masas asalariadas”, y cómo los agricultores se habían
beneficiado con la política del IAPI.
El 30 de agosto, en una carta enviada al presidente del Partido Pero-
nista –Alejandro Leloir– y a la CGT, Perón ofrece su renuncia a la presi-
dencia de la Nación. La difusión de la noticia impacta inmediatamente.
La CGT declara un paro para el 31 y los trabajadores concurren en masa.
“El 31 de agosto se corre la bola de que Perón renuncia. Me meto en un
camión y voy a la Plaza de Mayo. Un paisano, bien paisano el hombre, te-
nía un palo en la mano y lloraba, me quedó que gritaba:’Es la oligarquía,
vuelve, vuelve la oligarquía’. Perón dijo, me acuerdo todavía:’Hablarán de
diferentes razones, de libertad, de justicia, de religión, son pretextos: hay
un solo motivo quieren retrotraer la situación a antes de 1943.’ “(Corbata)
En la Plaza de Mayo se convocó una multitud. “Se llenó la Plaza y estaba
comprimida, llena de verdad. A eso de las seis de la tarde apareció Perón.”
(Jorge Vazquez) Los testimonios coinciden con el texto del discurso de Pe-
rón y con las crónicas sobre la multitud reunida. Perón abandona verbal-
mente la actitud conciliadora. “Hizo un discurso del Che Guevara” relata
uno de los presentes (Jorge Vazquez). “No quieren la pacificación que les
hemos ofrecido (...) ¡A la violencia le hemos de contestar con una violencia
mayor (...)” Establece la consigna que atravesará las décadas hasta el
presente “(...) La consigna es contestar a una acción violenta con otra más
violenta. Y cuando uno de nosotros caiga caerán cinco de ellos (...) ellos sa-
ben que cuando nosotros nos decidimos a luchar ¡luchamos hasta el final!
84
(...) Después de hoy, han de venir acciones y no palabras.”
Jorge relata su experiencia en esa concentración: “Estábamos todos
contentos. Si Perón estaba, estaba todo bien. Yo era un pibe pero había
tipos grandes, todos laburantes, que lloraban de emoción porque había
salido Perón y no se iba. Nos fuimos cantando y no se rompió ni un vidrio.
La delegación en Perón era total. Leloir nos parecía un buen tipo. Du-
rante muchos años se siguió viendo todo como el problema entre
leales y traidores.”
Lo cierto es que las acciones prometidas por Perón no vinieron. El
7 de septiembre, el secretario general de la CGT le ofrece al ministro de
Ejército la formación de “reservas voluntarias” con trabajadores reclu-
tados por la Central Obrera. El general Lucero, Ministro de Guerra y
como tal jefe de la represión, afirma categóricamente en sus memorias:
“Nunca entregamos armas y jamás hubiéramos permitido armar mi-
licianos como lo han hecho los “usurpadores” del poder con los “co-
mandos civiles revolucionarios” que se transformaron en dueños y señores
sanguinarios de la propiedad privada, de la libertad y vida de hombres
y mujeres peronistas.” (p.126) y atribuye a una campaña de difamación
contra el gobierno peronista que haya circulado esa posibilidad. Para el
primer jefe militar después de Perón, los parapoliciales golpistas queda-
84 También esta amenaza vacía de Perón fue utilizada años después por otros asesi-
nos. Chaves relata que el 18 de junio de 1976 fueron secuestrados seis trabajadores del
Astillero Río Santiago en Ensenada y Berisso, provincia de Buenos Aires. Cinco fueron
asesinados y el sexto fue liberado con la frase: “Pibe, vos te salvaste, esto es cinco por
uno, andate a tu casa.” (opus.cit. epílogo)
154
ban igualados con los trabajadores que podrían armarse para defender
sus condiciones de vida y de trabajo. Al respecto, César Marcos señalaba
en 1956: “Lo que resulta incomprensible es cómo todavía hay boludos
para los cuales no existe ninguna diferencia entre el terror blanco
que proviene de los privilegiados, con la cólera reivindicativa del
pueblo. El terror blanco asesina sin piedad, con violencia perversa. Es
una mezcla de odio y temor, como puede comprobarse en los ojos de los
represores. Es el odio y el miedo mezclados el que produce esa morbosidad
sádica que es el terror blanco. Saben que a la larga (...) tienen el futuro en
contra. Por eso siempre destruyen sin sentido, estérilmente (...) destruyen”
(archivo y resaltado RC).
La política conciliadora con que la conducción peronista pretendía
enfrentar la situación significaba desconocer el carácter de la confronta-
ción. Lucero es una personificación clara de esta incapacidad de reconocer
la realidad, aún frente a informaciones concretas.85 Él mismo relata que
en los juicios trató de disminuir la responsabilidad “de todos, en parti-
cular del contralmirante Olivieri, a quien siempre dispensé una sincera
amistad.” (p.108). En sus memorias abundan los casos donde demuestra
su incredulidad frente a las “traiciones” a la “lealtad” y el “honor” de sus
camaradas militares.86
Los que sí tenían conciencia de la envergadura del enfrentamiento
eran los golpistas. Los testimonios que presentan las sólidas investigacio-
nes de Chaves y Cichero demuestran que todos ellos esperaban la pena
de muerte para los participantes de la matanza de junio por la simple
aplicación del Código de Justicia Militar. También lo descontaban los mi-
litares peronistas dispuestos a defender al gobierno, entre ellos, el propio
sobrino de Perón: “Suponíamos que se iba a enjuiciar a los responsables
de los bombardeos y se los iba a fusilar. Esa fue la razón por la que se sui-
cidó el contralmirante Benjamín Gargiulo en el Ministerio de Marina. Los
sublevados estaban absolutamente convencidos de que los iban a fusilar a
todos. Era tan espantoso el crimen que habían cometido, un atentado con-
tra todo sentido y respeto por el ser humano. Estaba totalmente convenci-
do de que se iban a tomar fuertes medidas contra los sublevados, Cialceta
también; la sorpresa fue cuando empezaron los discursos conciliadores
85 Alberte relata que recibió la información de un oficial destinado en Córdoba que
en pocos días estallaría el movimiento contra Perón. Comunicó de inmediato la infor-
mación a Lucero. Éste llamó por teléfono a Videla Balaguer y le preguntó si “había
movimientos sospechosos.” Éste le respondió con furia que “estaba todo tranquilo”.
Lucero hizo llamar a Bs.As. al oficial que había pasado la información. Mientras tanto
los golpistas le recordaron al informante de Alberte que su familia quedaba en Córdo-
ba. (Gurucharri p.34/5)
86 Entre los numerosos casos que “personifican la traición” , para Lucero podemos
mencionar a los generales Videla Balaguer que había recibido la “Medalla Peronista”
en 1951; Uranga que había ratificado su solidaridad con el presidente “con un fuerte
abrazo”; Lagos que le manifestó que no tenía “otra preocupación que la religiosa” y se
despidió “en franca y sincera armonía”; el contralmirante Rojas que había ratificado el
17 de junio su lealtad al gobierno y había calificado de “ ‘barbaridad’ lo hecho por los
aviadores navales”. Sobre éste se pregunta Lucero: “¿Como se transformó en “liberta-
dor” en tan corto tiempo?” ( pp. 96/127/30 )
155
de Perón, era inconcebible. Allí nos dimos cuenta que la suerte de Perón
estaba echada, porque no reaccionaba ante tamaña bestialidad, ante ese
verdadero genocidio perpetrado” (Carlos Elizagaray 87 en Chaves p.127)
Los golpistas interpretaron correctamente la política conciliadora de
Perón como debilidad. Las duras amenazas verbales del discurso del 31
de agosto no fueron acompañadas de ninguna medida concreta. Causaron
un efecto contrario al que se supone buscaban y quedó en evidencia que
la conducción peronista no estaba dispuesta a emplear las fuerzas de que
disponía para defender su permanencia en el gobierno. Aún dentro del
marco de la “lucha entre soldados”, no se planteó con decisión la perma-
nencia del peronismo en el gobierno del Estado. Nunca se concretaron las
medidas que se habían insinuado para reestructurar las Fuerzas Arma-
das a favor de los suboficiales.
El 16 de septiembre se produjo el previsto levantamiento militar que
se inició en Córdoba con la jefatura del general Lonardi y el coronel Osso-
rio Arana. Decimos previsto pues días antes fueron arrestados cincuenta
y cinco oficiales y maniobras de tiro realizadas en esa provincia se hicie-
ron con balas de fogueo por orden del ministro de Ejército. Ninguna otra
medida se tomó frente al conocimiento del golpe que se esperaba. En sus
memorias, Lucero habla del engaño que sufrió el jefe del Estado Mayor
“sin duda por exceso de confianza”. Él mismo se enteró de la sublevación
por Jorge Antonio que a su vez se había enterado por un colaborador suyo
de la firma Mercedes Benz. Hasta el 15 a la noche, sus informaciones “no
señalaban ninguna anormalidad en la situación” (p.133)
El primer paso de los cabecillas golpistas fue arrestar al director
de la Escuela de Artillería y a un gran número de suboficiales que se
negaban a unirse la sedición. Para ocupar la Escuela de Infantería que
resistía, no contaban con fuerzas suficientes, debió recurrir a comandos
civiles. Sólo luego de un fuerte combate, su director accedió a parlamen-
tar para evitar un “enfrentamiento fraticida”.
En Curuzú Cuatiá, asiento de la mayor unidad blindada del país,
la importante cantidad de suboficiales y su alto nivel técnico resolvió el
enfrentamiento a favor del gobierno.(Rouquié 118). El jefe golpista Aram-
buru huyó junto a otros. El testimonio de Lucero sobre lo sucedido en esta
unidad destaca la fuga del futuro fusilador y el abandono en que deja a
las tropas que había sublevado, pero no hace ninguna mención al rol de
los suboficiales en el resultado del combate (p.144). Para el ministro de
Perón, todo se resolvía en el plano de la “lealtad” y la “traición” al “honor”
militar entre oficiales. Todavía, después de lo sucedido en junio, se sor-
prende de “la falta de escrúpulos de los aviadores navales” que bombar-
dean ambulancias fácilmente reconocibles como tales (p.147).
La base de Río Santiago es recuperada por las fuerzas del gobierno
y en Córdoba Lonardi se encontraba cercado a punto de rendirse a las
87 Carlos Elizaragay militar retirado y abogado vinculado al Peronismo Auténtico en
la década del 70. Combatió por iniciativa propia el 16 de junio y el 19 de setiembre
hasta que se enteró que Perón estaba en el buque paraguayo. Uno de sus hijos, mili-
tante montonero fue asesinado en 1975 por los grupos parapoliciales. Su testimonio
completo en Chaves opus.cit.
156
tropas comandadas por el general Iñíguez. La Flota de Mar, –comandada
por el ex edecán de Evita que había calificado de barbaridad los asesina-
tos de junio– con apoyo de la Aviación Naval, bombardea la destilería de
petróleo de Mar del Plata provocando su destrozo y numerosas víctimas
(Walsh en Galasso Perón... p.720). Frente a la amenaza de bombardeo de
la destilería de La Plata, Dock Sud y la Capital Federal, Perón ofrece la
posibilidad de su renuncia y delega el poder en una junta de generales.
Así lo relata Lucero: cuando nada lo hacía prever, formuló un plan-
teamiento inesperado: anunció que hasta renunciaría al cargo Presiden-
cial, si ello fuere necesario para alcanzarla paz y la concordia nacionales
(...). Califica de “inesperada y patriótica” la decisión de Perón y continúa:
“la sorpresa que recibí cuando el General Perón, a pesar de haber escu-
chado las noticias nuestras acerca del cuadro favorable imperante.(...)
me concretó tal planteamiento (...) los revolucionarios al suspenderse las
operaciones ya se hallaban al borde del desastre inevitable.” (pp.156//60).
También recuerda la rebelión de Campo de Mayo dirigida por Avalos en
octubre de 1945 y cita a Perón cuando evoca ese episodio en su libro “La
fuerza es el derecho de las bestias”. Tanto Perón como Lucero reivindi-
can, en sus escritos, la decisión de no convocar a los trabajadores y al
pueblo en aquel momento.
Tampoco los oficiales como Iñíguez o Cogorno, dispuestos a la de-
fensa del gobierno en términos militares estrictamente convencionales,
reciben órdenes y medios para efectivizar su decisión. Por el contrario,
Iñiguez recibe la orden de cesar el combate cuando informa que le es favo-
rable y otros militares, cercanos a Perón, que exhortaron a la resistencia
no fueron escuchados88
También los trabajadores que habían intentado resistir se quedan
solos. Así, la flota de cuarenta camiones cargados de trabajadores para ir
a Córdoba que había organizado Armando Cabo junto a otros militantes
debe dispersarse, y los ferroviarios de Córdoba que pidieron armas a las
tropas “leales” se quedaron con las manos vacías.
Avelino Fernández sintetiza la opinión de muchos militantes pero-
nistas: “El 16 de septiembre, Perón esperó en la lancha para que haya otro
17 de octubre. Pero...la CGT eran unos traidores...otros dirigentes estaban
aburguesados.”(video). Sebastián Borro coincide con su compañero y ami-
go: “En el 55 no pudo hacerse otro 17 de octubre, el pueblo estaba cómodo.
Esperaba de Perón y la oligarquía estaba decidida a todo y los militares,
en especial la Marina también”. Otro militante lo llama: “la respuesta
ingenua al golpe, decíamos,’Perón los va a limpiar’(...) Pero mi padre,
ferroviario, luego militante de la Resistencia, se lamentó de Perón porque
no resistió y porque no dio los ‘fierros’.” (Juan Carlos Cena).
88 Según el testimonio del suboficial Andrés López, custodio de Perón, el 16 de sep-
tiembre hubo generales que le piden a Perón “continuar la lucha” a lo que éste
responde que “esta revolución se hace contra Juan Domingo Perón, no voy a llevar al
país a una guerra civil”. (Canal 7 29/06/05) El edecán aeronáutico, mayor Martorano,
exhortó a Perón a resistir en estos términos: “General, si usted se pone al frente
lo va a seguir la chusma como en las Cruzadas. Si sale aunque sea con dos
sargentos estos reculan”.(Gurucharri p.36 resaltado RC)
157
 La diferencia con la coyuntura del 17 de octubre era considerable. En
1945, el sistema institucional era una salida para la crisis de hegemonía
en el marco de la fractura de la clase dominante y del ejército. Los traba-
jadores se organizaron y movilizaron; el movimiento obrero organizado
sindicalmente formó un partido y la situación se resolvió electoralmente
a favor de la alianza que se conformó políticamente como peronismo. En
1955, el sistema institucional era un impedimento para el avance del ca-
pital. Entonces, hacía falta mucho más para evitar el retorno oligárquico.
Una fuerza social armada moral y materialmente que no existía. Esta ca-
rencia no se resolvía porque John William Cooke fuese designado al fren-
te del Partido Peronista de la Capital. Éste, diez años más tarde, plan-
teaba con lucidez que la decisión de armar a los trabajadores dependía
de cómo se resolviese la opción central que enfrentaba el peronismo. “En
septiembre del 55 no se podía armar a la clase trabajadora para
que defienda a su régimen y al otro día decirle: –Bueno m’ hijo,
devuelva las armas y vaya a producir plusvalía para el patrón.”
También escribía: “En el ’55 Perón ya no podía ser el jefe de un frente
poli clasista y no se decidía a ser el jefe del proletariado.”(Galasso
Cooke de...p.189 resaltado RC).
Otro protagonista lo analiza así: “No había lugar para la autonomía
de los laburantes no lo admitía ni Perón. (...) para todos, si estaba Perón
estaba todo bien (...) A los laburantes les iba mejor y no tenían nada ni
nadie para analizar lo que pasaba” (Jorge Vazquez). Frente a estas ca-
rencias, la alianza oligárquica demostró estar dispuesta a resolver a su
favor el “empate” del pleito entre el capital y el trabajo con que había
terminado el gobierno peronista y llevó adelante la tarea con plena con-
ciencia de sus intereses.
El peronismo post– 55
La caída del tirano Perón en Argentina es la mejor
reparación del orgullo británico y tiene tanta impor-
tancia como la victoria de la Segunda Guerra Mun-
dial y las fuerzas del Imperio Inglés no le darán tre-
gua cuartel ni descanso en vida ni tampoco después
de muerto.
Wiston Churchill ante la Cámara de los Lores
Septiembre 1955
Sepan ustedes que la Revolución Libertadora se
hizo para que en este país el hijo del barrendero mue-
ra barrendero.
Contralmirante Arturo Rial
a un grupo de sindicalistas el 25/9/55
El conventillo temblaba todo, parecía que iba a
caerse, cuando pasaban los tanques Sherman por la
158
puerta, se paraban en la esquina y hacían girar la
torre varias veces, después hacían lo mismo en otros
lados. Todas las madres tenían mucho miedo. No nos
dejaban salir a jugar en la vereda
José Paz.
Militante sindical y habitante de Avellaneda
El período histórico que se abre en junio – septiembre de1955 no sig-
nifica la paz al interior de la burguesía argentina. Comienza una intensa
puja entre sus diferentes fracciones por la dirección del nuevo bloque de
poder. Al enfrentamiento entre la burguesía industrial y la oligarquía
terrateniente, se suman los conflictos entre la gran burguesía industrial
y la pequeña y mediana industria producidos por la creciente concentra-
ción industrial.
Se inicia así, una crisis de hegemonía en el seno de la clase domi-
nante. No existe ninguna fracción de la burguesía que logre dirigir al
conjunto de su clase ni ésta logra avanzar en la conducción ético–política
de las clases subordinadas. Sin embargo, esto no significa que, en lo in-
mediato, esta crisis de hegemonía involucre al conjunto de la sociedad.
En su ofensiva inicial contra los derechos de los trabajadores y el Estado
de Bienestar, la fuerza social unida en torno al antiperonismo logra aglu-
tinar tras de sí a la mayoría a la mayor parte de la pequeña burguesía y
los partidos políticos. Cuando con el objetivo de mostrar cierta aparien-
cia institucional, Lonardi forma una Junta Consultiva, participan en ella
todos los partidos excepto el comunista y las manifestaciones a favor del
golpe de Estado convocan a la mayoría de los sectores medios en las prin-
cipales ciudades del país. Era evidente que la hipocresía de los liberales
que se ofrecían como máscara institucional al terror de Estado era posible
por el sustento social que tenía el movimiento sedicioso.
Además, las estructuras políticas y gremiales peronistas desarro-
lladas al calor de la protección estatal se derrumbaron sin resistencia
apenas expulsada del gobierno del Estado la alianza popular. La CGT
era la única referencia que quedaba a los trabajadores para movilizarse.
Sobre su conducta hay sobradas pruebas. Relata Lucero que, conocida
la decisión de Perón de abandonar el gobierno, convocó a una reunión al
vice–presidente Teisaire, al ministro del interior Albrieu y al secretario
general de la CGT Di Pietro: “Informé a los nombrados del documento y
recuerdo que el dirigente sindical se expresó más o menos en estos térmi-
nos: ‘...si esta es la resolución que ha tomado el General Perón, los trabaja-
dores siempre hemos hecho lo que Perón quiere...’.Acto seguido se despidió
de los presentes” (p.164). El 21 de septiembre, el mismo dirigente se dirige
al todo el país: “En momentos en que ha cesado el fuego entre hermanos y
por sobre todo se antepone la Patria, la Confederación General del Traba-
jo se dirige una vez más a los compañeros trabajadores para significar la
necesidad de mantener la más absoluta calma y continuar en sus tareas
recibiendo únicamente directivas de esta central obrera. Cada trabajador
en su puesto por el camino de la armonía para mostrar al mundo que hay
en los argentinos un pueblo de hombres de bien; que sólo en la paz de los
159
espíritus es posible promover la grandeza de la Nación, que es el modo de
afianzar las conquistas sociales” (Militancia...nº 14 p.29)
Los trabajadores quedan solos en la resistencia contra su proscrip-
ción política y social que es la resistencia frente al avance del capital sobre
sus condiciones de vida y de trabajo. Descubrirán en un largo y doloroso
camino que la nueva Nación que empezaba a gestar el antiperonismo no
incluía las conquistas sociales ganadas a partir de 1945. El peronismo y
la tarea del retorno a los días de la Nación Peronista comenzarán enton-
ces a ser solo identidad de “negros” y “cabecitas”. La clase obrera “será
la única clase que se reconocerá políticamente en este movimiento, que lo
reivindicará como experiencia de gobierno que permitió la satisfacción de
sus necesidades más elementales, y luchará consecuentemente desde el
golpe de 1955 para reeditar esa experiencia.” (P.Ramos p.191).
Aunque estuviese sola, una clase que había impedido a un gobierno
que con pleno derecho consideraba propio firmar acuerdos contra esas
conquistas, no aceptaría resignadamente la ofensiva que se iniciaba con-
tra ella.
La ofensiva del capital
Luego de aconsejar la calma, el 24 de septiembre los dirigentes nacio-
nales de la CGT, encabezados por Di Pietro, son recibidos al día siguiente
por el nuevo presidente. En la antesala de esa reunión es donde el con-
traalmirante Rial le dice a la delegación sindical la frase que citamos al
inicio del capítulo. La prepotencia y la sinceridad de objetivos que reve-
lan son posibles por el rápido triunfo militar de los golpistas. A pesar de
ello, el general Lonardi insiste en su política conciliatoria y promete a los
dirigentes sindicales que su gobierno no intervendrá la CGT. El 27, el
ministro de Trabajo advierte a los empresarios sobre “excesos” y el 1º de
octubre, el gobierno desmiente oficialmente que se pensara suprimir el
aguinaldo. ta con medidas a favor de los propietarios.89
Alentados por estas pequeñas señales, el 4, los dirigentes nacionales
de la CGT renuncian a sus cargos, considerando que esa decisión puede
favorecer un pacto con el nuevo gobierno. Se nombra una nueva comisión
provisoria compuesta por Luis Natalini de Luz y Fuerza, Andrés Framini
textil y Dante Viel de Trabajadores del Estado aunque este último no se
hizo cargo de sus funciones.
El 6, se firma un acuerdo en el que se fijaba un plazo de 120 días
para realizar elecciones en los gremios según la ley de Asociaciones Pro-
fesionales. En una nueva demostración de la escasa solidez de las adhe-
siones impulsadas desde el gobierno peronista, la CGT acepta eliminar
el preámbulo político de su estatuto. Éste, aprobado en abril de 1950 con-
vertía a la Central Obrera en la tercera rama del Movimiento Peronista
y expresaba: “....la Doctrina Peronista, magistralmente expuesta por su
creador el general Juan Perón, define y sintetiza las aspiraciones funda-
mentales de los trabajadores argentinos...” (Senen González p.9)
Tres semanas después, al no ver cumplido el Pacto, la CGT anuncia
160
una huelga general le fija fecha para el 2 de noviembre. Luego de gestio-
nes conciliadoras, Framini habla por radio el 1º a la noche pidiendo a los
trabajadores que concurran a trabajar.
Como los acuerdos siguen sin concretarse la nueva comisión convoca
a un paro general para el 14 de noviembre. El 12, Lonardi sostiene que:
“en ningún caso dividiré a la clase obrera para entregarla con defensas
debilitadas a las fluctuaciones de nuestra economía y nuestra política.”
(Senen Gonzáles p.11). El 13 es destituido y asume la presidencia Pedro
E. Aramburu. La huelga general convocada para el día 14 es declarada
ilegal.
Así termina el intento del sector “nacionalista” católico del golpismo
de llevar adelante una estrategia conciliadora con el movimiento obrero.
El intento de reestablecer la tasa de ganancia del capital sin incurrir en
“excesos” duró menos de dos meses. Sólo se trataba del fracaso de una
estrategia política para resolver el “problema peronista”. Todas las fac-
ciones golpistas de las Fuerzas Armadas coincidían en el objetivo central:
terminar con el modelo de acumulación impulsado por el peronismo. Ape-
nas llegado al gobierno, Lonardi dio los primeros pasos para ello. Convocó
a Raúl Prebisch quien con el diagnóstico de “la crisis más grave de la
historia argentina” y atribuyendo la inflación a “los aumentos masivos de
salarios y el dirigismo estatal” (Rouquié p.131) elabora su conocido Plan
que, como señala Rapoport, “apuntaba a una redistribución del ingreso
inversa a la del peronismo, privilegiando las transferencias de la ciudad
al campo y del trabajo al capital” (p.541). A partir de este diagnóstico, a
fines de octubre, el dólar pasó a costar 18 pesos contra los 5 a 7,5 anterio-
res y se estableció un mercado de cambios “libre” donde llegó a cotizarse
a 36 pesos. Se eliminaron los controles de cambios y las limitaciones pe-
ronistas a la entrada de capitales extranjeros.
El proceso inflacionario que desata esta fuerte devaluación es un me-
canismo de la redistribución del ingreso a favor del capital, en particular
de la fracción terrateniente que además es beneficiada en forma inmedia-
Como dijimos, se abre la puja entre esta fracción y la burguesía in-
dustrial que estará presente en todo el período que tratamos. Pero ambas
fracciones del capital tienen un enemigo común, el modelo distributivo
del peronismo.90
89 Un decreto del 30 de noviembre de 1955, hace ejecutables por parte de los propieta-
rios las rescisiones de los arrendamientos. Otro decreto del 27 de diciembre, anula la
prórroga automática de los arrendamientos que habían sido prorrogados varias veces
por el gobierno peronista. (Rouquié p. 131)
90 Sostiene Aldo Ferrer que la devaluación del peso es el principal mecanismo infla-
cionario en nuestro país. “Entre 1946 y 1949, en plena política expansiva del gasto
público, de dinero barato y de aumento generales de salarios, el costo de vida aumentó
en 98%. Entre 1958 y agosto de 1962, con una política de restricción del crédito al sector
privado, de reducción del déficit fiscal y de contención de las demandas de los traba-
jadores, el aumento del costo de vida ha sido de 323%.” Además los productos agro-
pecuarios exportados son los que se destinan al mercado interno para la demanda de
alimentos y para abastecer a la industria transformadora de productos rurales. Por lo
tanto el precio interno de esos productos estuvo (está) condicionado por los precios de
161
 El Plan Prebisch, adoptado por el gobierno presidido por el futuro
fusilador, ataca simultáneamente al “dirigismo estatal” y las prácticas
laborales “restrictivas” de algunos convenios colectivos de trabajo que
atentaban contra la “productividad”. Así se liquida el IAPI, se anuló el
Estatuto del Peón Rural, se deroga el régimen de nacionalización de los
depósitos bancarios que permitía el manejo del crédito, se eliminan las
restricciones para el giro de divisas al exterior y todos los controles de
precios. Mientras arrecia la represión, el gobierno solicita el ingreso de
la Argentina al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial y el
30 de agosto de 1956 se dispuso que se firmaran los acuerdos de Bretton
Woods, los que Perón siempre había denunciado como un engaño. Esto se
traduce en que, salvo ligeras fluctuaciones, los salarios reales permanecen
estancados desde 1950 y se inicia una tendencia netamente decreciente
en la participación de los asalariados en el PBI y ya no se alcanzarán los
niveles anteriores a 1955 (Peralta Ramos 119/120).
La ofensiva para eliminar el modelo de desarrollo peronista continúa
sin titubear. Tres días después de asumir el nuevo presidente es inter-
venida la CGT, y sus autoridades detenidas y se designó a un oficial de
marina como interventor. A fines de noviembre fueron disueltos el Parti-
do Peronista y la Confederación General Económica y se prorrogaron sin
fecha todas las convenciones colectivas de trabajo que vencían a fines de
febrero de 1956.
Los intentos de “desperonización” intentan borrar todo lo que re-
cuerde al Líder popular. Se demuele el Palacio Unzué, la residencia pre-
sidencial. Tampoco se detienen por el respeto a los “valores cristianos”
proclamados por los golpistas: el 26 de noviembre es secuestrado de la
sede de la CGT el cadáver de Eva Perón.
Esta campaña tiene su punto más alto cuando el 5 de marzo de 1956
se dicta el conocido decreto 4161 que pena toda mención al peronismo y
con la derogación por decreto de la Constitución de 1949 el 1º de mayo. 91
exportación. El tipo de cambio siempre influye en los precios internos de la producción
rural. Por esto la oligarquía terrateniente agroexportadora está siempre interesada en
un mercado de cambios “libre”. La devaluación sistemática que impulsa se enfrenta
con los intereses de la gran burguesía industrial que requiere de estabilidad cambia-
ria para planificar sus inversiones a largo plazo. La coexistencia entre los modelos de
desarrollo que impulsan estas dos fracciones de la burguesía se expresa en que parale-
lamente a las devaluaciones se propugna también una política “estabilizadora” de pre-
cios y de contención de la inflación. Los planes de “estabilización” del FMI desempeñan
un importante papel en la coexistencia de estas dos políticas. (P.Ramos p.107)
91 En sus considerandos, el decreto 4161 sostiene que habiendo sido engañada la
conciencia ciudadana es imprescindible borrar esa afrenta y se hace indispensable la
radical supresión de esos instrumentos que han servido al engaño. Establece penas
de cárcel que van de los 30 días a los 6 años, multas e inhabilitaciones por el doble de
tiempo del de la condena para ejercer cargos públicos, políticos y gremiales a quienes
infrinjan el decreto que prohíbe toda mención de personas o tenencia de fotografías
imágenes, símbolos, expresiones significativas, fechas, retratos, insignias, lemas, mar-
chas artículos u obras artísticas que recuerden al peronismo.
La fecha elegida para la derogación de la constitución peronista, el día de los trabaja-
dores festejado durante el peronismo como Fiesta del Trabajo, revela que los golpistas
tenían en cuenta los aspectos simbólicos de sus acciones.
162
Las firmas que refrendan estos decretos demuestran que, como en
1930, los dueños del capital han tomado el control directo del gobierno
del Estado y no quieren mediaciones políticas que atemperen o demoren
su ofensiva.92
Esta se da en el plano de las medidas económicas y llega a las fábri-
cas tratando de cumplir los objetivos que no había logrado el Congreso
de la Productividad. Al ser intervenida la CGT, el Ministerio de Trabajo
declaró disueltas todas las Comisiones Internas.
En febrero de 1956, mediante el decreto 2739, Aramburu establece
un aumento del 10 % de los salarios. Al mismo tiempo, se autoriza la
movilidad funcional de los trabajadores dentro de la fábrica si se conside-
raba “necesaria para la productividad”. También se autorizaba a firmar
acuerdos especiales en relación a los sistemas de producción al margen de
los vigentes en los convenios colectivos. El decreto prolongaba la vigencia
de todas las disposiciones referidas a las condiciones de trabajo “excep-
to las que directa o indirectamente atenten contra la necesidad nacional
de incrementar la productividad”. No eran solo declaraciones. Avelino
Fernández, de su experiencia como trabajador textil relata lo vivido a
partir de 1954 que se agudizó desde 1955: “acostumbrados a trabajar
con 6 telares nos daban 15 o 20 para atender” (video). En varias fábricas
de Avellaneda, los ritmos de las líneas de producción se aumentaban sin
aviso previo. En otros casos, se suprimió la provisión de ropa de trabajo
y equipos de protección para tareas insalubres como las máscaras protec-
toras para las cabinas de pintura o zapatos con punteras reforzadas en la
industria metalúrgica (Mario).
El interventor de la CGT, el capitán de navío Patrón Laplacette, ex-
presó sin ningún tipo de eufemismos que los objetivos eran los que no
había concretado el gobierno peronista. “El gobierno depuesto no hizo sino
ordenar al Congreso de la Productividad que llegara a conclusiones co-
nocidas y se limitó a anunciarlas sin tomar ninguna medida concreta al
respecto”(James p.91).
En abril por el decreto 7.107 se inhabilita a todo dirigente gremial o
político que haya actuado entre febrero de 1952 y septiembre de 1955 y
haya participado del congreso de 1949 donde la CGT aprobó los estatutos
que la proclamaban como “fiel depositaria de la doctrina peronista”. Así
quedan proscriptos alrededor de 62.000 dirigentes de todos los niveles.
Quedaba claro que las condiciones de la confrontación no las planteaban
los trabajadores.
92 El ministro de Comercio, Juan Llamazares, era asesor de la Bolsa de Comercio, el
de Industria Alvaro Alsogaray y el de Economía Eugenio Blanco eran miembros del
directorio de varias empresas locales y extranjeras. Los dos ministros de Lonardi que
siguieron en sus cargos, el de Interior Eduardo Busso y el de Agricultura, Alberto Mer-
cier eran fuertes terratenientes. El primero había sido directivo de la Sociedad Rural y
el segundo era presidente de Confederaciones Rurales Argentinas desde 1950.
163
La Resistencia
Aparece el debate acerca del carácter de la Resistencia. ¿Obrera o pero-
nista? Se preguntan algunos como si enfrentaran un dilema fundamental.
La ofensiva del capital es oligárquica y patronal. Como dijimos el
primer paso es desalojar del gobierno del Estado a la alianza que sostiene
las reivindicaciones obreras. Son dos aspectos inescindibles del mismo
objetivo. Los logros del modelo de desarrollo peronista y las rei-
vindicaciones obreras forman parte del mismo blanco.
La Resistencia, desarrollada a partir de septiembre de 1955, ha sido
definida por Juan Carlos Cena uno de sus protagonistas como “producto
de la iniciativa y vitalidad de la clase obrera que no se dejó atropellar. No
hubo ideólogo, intelectual o político que armara la Resistencia Peronis-
ta. El padre es el Movimiento Obrero que asume la identidad peronista.
Las conversaciones para organizar cómo resistir en la casa de mi
viejo empezaron después de la muerte de Evita.” En el mismo relato
aparece su participación en la Resistencia como parte constitutiva de su
condición de trabajador en los talleres ferroviarios de Córdoba, donde fue
protagonista y testigo de la organización de los comandos clandestinos.
Allí recibió de su padre, también militante, las instrucciones para reali-
zar sus tareas en forma clandestina, lo que desmiente la idea tan difun-
dida de la improvisación en la formación de los grupos.93
La cantidad de paros de 1956, comparados con los de 1955, confirma-
ban que los trabajadores estaban dispuestos a resistir.94 También la com-
posición de los Comandos clandestinos que inmediatamente comienzan a
organizarse y actuar nos demuestra quiénes eran los protagonistas de la
lucha que se iniciaba. Lo dice uno de sus integrantes: “En los Comandos
Coronel Perón eran todos gremialistas de 2ª línea. En el que yo estaba
eran: uno de ATE, otro de Luz y Fuerza, una maestra, delegados todos. El
núcleo se había formado entre los que se conocían en la Escuela
de Formación Sindical. La mayoría eran por lo menos delegados
en su trabajo. Yo me encontré con un maestro de la escuela fábrica donde
iba (…). En otros grupos era igual.” Igual que Juan Carlos, desmiente las
visiones acerca de la desorganización y improvisación. “Estaban coordi-
nados por César Marcos y Cooke. Yo por ser un pibe era el mensajero del
Comando.(…) había una compartimentación pero muchos nos conocía-
mos. Fui muchas veces a la casa del hermano de Cooke en Santa Fe y
Libertad y a la de Marcos cerca del Once a llevar y traer papeles que eran
las instrucciones.” (Jorge Vazquez) También Juan Vigo relata que, en las
93 Juan Carlos relata que para militar como enlace entre diferentes comandos de la
Resistencia debió dejar de concurrir al sindicato, abandonar el baile popular donde
iban sus compañeros ferroviarios y mentir afirmando que ya no le interesaba el sindi-
cato.(video “los Resistentes” y entrevista)
94 Según los datos del Ministerio de Trabajo, (que podemos estimar subvaluados pues no
todos los conflictos son denunciados ante el Estado) en 1956, sin contar los paros genera-
les, hubo sólo en la Capital Federal, 52 paros con 5.167.294 jornadas perdidas y de los que
participaron 853.994 trabajadores. En 1955, la misma fuente computa 21 paros, 144.120
jornadas perdidas y 11.900 trabajadores participantes. (Rouquié p.133 y Salas p.89).
164
reuniones para organizar los comandos en la zona de Barracas y Parque
Patricios en la Capital, los hombres y mujeres que participaban eran de-
legados de las fábricas de la zona con larga actuación (Salas La Resisten-
cia... p.91). Otro militante y dirigente sindical hasta década de 1990 dice:
“Se vino todo abajo, con quién nos íbamos a juntar? Con los compañeros
de trabajo que teníamos confianza, con algún vecino que sabíamos pero-
nista. Pero lo principal era en el trabajo. Ahí se sabía quién era cada uno.”
(Reinaldo Mena video “Los Resistentes”)
Otra militante e investigadora, Beba Balvé, define así a la Resisten-
cia: “a modo de síntesis. La Resistencia Peronista fue un producto social
cuya fuerza moral se la otorgó la insurrección de 1955.” Para hablar de in-
surrección relata lo que presenció en Rosario el 16 de septiembre, siendo
una joven socialista que suponía que conocía al pueblo y la clase obrera
y adhiere a la Revolución Libertadora, porque supone que garantiza la li-
bertad y, de repente y sin anunciarlo, se encuentra a metros de gigantescas
columnas que cubren la calzada y por decenas de cuadras, entrando por
las cinco vías que confluyen al centro. Los de la zona sur, donde se encuen-
tran los mataderos y el frigorífico Swift con 13.000 obreros, portuarios,
estibadores, metalúrgicos, etc. La encabezan hombres montando a pelo los
caballos percherones, con el torso desnudo y una camisa colgando de un
palo en demostración de los descamisados y en la otra mano, una botella
de kerosene o nafta. Los siguen las mujeres con el torso desnudo gritando
que dan la vida por Perón. Los acompañan hijos, padres, abuelos, perros
etc. Todos avanzan hacia el centro, quemando toda casa o negocio que
tenga la bandera argentina en tanto adhesión al golpe de estado. Sobre-
pasan a la policía, llegando al centro, quemando y destruyendo todo a su
paso. Vi matar a golpes a un muchacho rubio y trajeado: era el enemigo
de clase.
El ejército –infantería– fue desbordado y llegaron refuerzos al mando
del general Bengoa, con tanques y artillería pesada. Los tanques ame-
trallaron y aplastaron a cientos de personas, grandes y chicos. Los que
estaban cerca del Parque Independencia, se tiraban al lago para sortear
los tanques, pero los alcanzaba la metralla.” ( en otro relato Beba afirmó
que se habían comprobado alrededor de 500 muertos, muchos de ellos
ametrallados por la espalda al arrojarse al agua) “De noche el silbido
de las balas, de día, las masas se reorganizaban y avanzaban. Toque de
queda y ciudad sitiada por siete días, si bien es cierto, al final las masas
se replegaron a su territorio, ni el ejército ni los tanques pudieron entrar
a los barrios ni sacar las estatuas de Perón y Evita. Es decir no fueron de-
rrotados porque jamás perdieron el dominio de su territorio.”(Cena Juan
Carlos “El Cordobazo...p.282)
También en Rosario, el 19, los capataces del frigorífico Swift, intentan
desnudar a las trabajadoras que van a trabajar en “busca de armas”. Los
obreros ocupan el establecimiento y enfrentan con piedras a los tanques
que los desalojan. Ese mismo día los metalúrgicos decretan paros de 5 mi-
nutos por turno en repudio al golpe. Al mismo tiempo que el sub–delegado
de la CGT rosarina, Marcos Mendez, exhorta por Radio Nacional a vol-
ver al trabajo, lo que ocurrió parcialmente luego de un mes, la dictadura
165
buscó la forma de que Perón fuese al Paraguay sin pasar por el puerto de
Rosario (Beba Balvé).95
El 23 de septiembre el nuevo presidente proclamaba que “la victoria
no da derechos” y repetía la fórmula de Urquiza: “En esta lucha no hubo
ni vencedores ni vencidos.” Mientras tanto, en todo el país se sucedían las
ocupaciones de fábricas y de barrios obreros con asesinatos, detenciones y
requisas de viviendas y ocupaciones de locales gremiales por sindicalistas
“libres” apoyados por el ejército y la infantería de marina. Además se des-
truían pulmotores, frazadas y todos los bienes de hospitales y colonias de
vacaciones que tuviesen la inscripción de la Fundación Eva Perón.96
95 Recién el 2 de octubre Perón recibe autorización para marchar al exilio lo que se
concreta por vía aérea en un hidroavión. Hacerlo en el barco en que estaba refugiado
suponía remontar el río Paraná y pasar por el puerto de Rosario, en medio de la suble-
vación del proletariado peronista de la ciudad. (Galasso Perón....777) Con el relato de
Balvé sobre los hechos de Rosario coincide Daniel James (p.77/78), citando a Alberto
Belloni y al New York Times.
96 José Paz relata un enfrentamiento con el ejército en Quilmes que fue rápidamente
sofocado del que no tenemos detalles. Paz relata que mientras asumía Lonardi, Ave-
llaneda era recorrida por los tanques, lo que sucedió durante “varias semanas” y su
padre delegado de un frigorífico de Avellaneda y sus compañeros fueron detenidos y
luego de liberados varios de ellos despedidos “sin un peso”. Otros compañeros de su
padre en el gremio de la carne, contaban en su casa que sucedía lo mismo en Berisso,
Ensenada y Rosario. También, según el relato de Paz y el Negro Mario, mientras el
nuevo presidente hablaba al país, la fábrica Tamet de Avellaneda fue ocupada por la
infantería de Marina y la mayoría de los delegados detenidos y luego de liberados,
despedidos todos los integrantes del cuerpo de delegados. Tete y José nos han relatado
que en Villa Jardín, Valentín Alsina, al conocerse la noticia de que Perón estaba en
la cañonera, los vecinos cortaron el camino de la Ribera del Riachuelo y obligaban a
los que pasaban a vivar a Perón. En respuesta, el ejército cercó la villa y requisó con
violencia todas las viviendas, y se produjo el asesinato de por lo menos uno de sus
habitantes y las heridas de bala a varios de ellos; un soldado conscripto que se negó
a disparar contra sus propios vecinos fue severamente sancionado. En Villa Diaman-
te, los pobladores intentaron detener un tren para dirigirse a Plaza de Mayo. En el
intento fue atropellado y murió un vecino. Enfurecidos quemaron la Estación y luego
se dispersaron. En Córdoba grupos civiles armados recorrían las calles y detenían
personas a su antojo (Juan Carlos)
En Azul, sede de un regimiento cuyos oficiales apoyan el golpe, el 22 de septiembre
Manuel Chaves, secretario general de la CGT, fue asesinado cuando se dirigía a entre-
gar la sede gremial a los golpistas. Según el relato de su hija Amalia, le “cortaron las
piernas con bayonetas y fue hecho pedazos en el suelo” junto a su hijo Carlos, también
asesinado. Sobre la destrucción de bienes hay multitud de testimonios, por ejemplo:
en los talleres ferroviarios de Liniers fue destruida la Fabrica Argentina de Locomo-
toras y cortados con soplete los modelos ya construidos. Todos los ejemplares de los
nueve tomos de “Teoría del Hospital” del Dr. Ramón Carrillo fueron quemados. Como
muestra de lo sucedido en hospitales, hogares y colonias de vacaciones, es elocuente
el testimonio completo de Corbata. (anexo) En una colonia de vacaciones sindical en
Necochea, se quemaron y destruyeron ropa de cama, vajilla y juguetes. Los relatos
sobre estos hechos pueden multiplicarse y merecen investigaciones particulares cada
uno de ellos. Solo mencionamos algunos surgidos de los testimonios que recogimos sin
indagar especialmente y nos permiten, fortalecer nuestra caracterización de junio de
1955 como el inicio del terrorismo de Estado dirigido al conjunto de los trabajadores
y el pueblo peronista y el momento en que, como dijimos, la lucha de clases adquiere
características de guerra civil.
166
Es en el marco de la resistencia a esta ofensiva que numerosos mi-
litantes políticos y sindicales comenzarán a dar a nuevos contenidos a
su peronismo. La unidad entre las conquistas del Estado de Bienestar
Peronista y las reivindicaciones obreras gestará las condiciones para un
cambio en los contenidos de clase del nacionalismo peronista.
El nacionalismo surgido en la pos–guerra, sustento del país capita-
lista independiente, seguirá el curso de la fracción burguesa nacional.
Tendrá sus mismos límites en la confrontación con el imperialismo.97 La
nueva situación nacional e internacional producida por la ofensiva del
capital permitirá visualizar los contenidos de clase del imperialismo. Se
iniciará la incorporación contenidos antioligárquicos y antiimperialistas
en el nacionalismo de cada vez más amplios sectores de la militancia
gremial y política peronista. Contenidos que se construirán a partir de
complejas y, hasta contradictorias continuidades y rupturas con
los postulados del peronismo original.
Esta resignificación del peronismo tiene una base objetiva, indepen-
diente de la conciencia que los diferentes protagonistas tengan de ella.
Lo expresa un protagonista que personifica ese proceso: “éramos antioli-
gárquicos y clasistas sin saberlo” (Jorge Vazquez). En primer lugar, como
vimos, ya no existe la posibilidad de reproducir la alianza peronista en el
marco del desarrollo capitalista. En consecuencia, su reproducción como
fracción del capital impide a la burguesía peronista su desarrollo como
capital nacional. Debe abandonar la política distribucionista que susten-
ta su alianza con los asalariados para mantener y aumentar su tasa de
ganancia. Esta fractura de la alianza popular es lo que se expresa polí-
ticamente en la incapacidad de la dirección peronista para organizar la
resistencia frente al embate oligárquico.
Al desaparecer las condiciones estructurales que hicieron posible la
institucionalización de las demandas obreras y populares se modifican
los términos en que está planteada la confrontación de clases. Esto lle-
va al inédito nivel de violencia que la “República Liberal” debe utilizar
contra el conjunto de los trabajadores para avanzar sobre los logros de
la “República Social”. La clase dominante vulnera sin dudar su propia
legalidad. Esto hace ilegítimo el uso de la fuerza material por parte de
los nuevos ocupantes del gobierno del Estado. Para los trabajadores y el
conjunto del pueblo peronista, el sistema institucional pierde su efica-
97 El historiador Alberto Pla dice que: “se han dado en América Latina tres tipos de
nacionalismo. Hemos denominado como primer nacionalismo el que aparece a fines del
siglo XIX y que caracteriza básicamente por una actitud proteccionista en discrepancia
con la política liberal de la época, que abre las puertas a las inversiones masivas de
capital extranjero. Hemos identificado un segundo nacionalismo a partir de la crisis de
1930, en donde en la coyuntura mundial se da la posibilidad de que sectores naciona-
listas definan su posición dándole ya un contenido antiimperialista.(…) al rechazar al
imperialismo se lo hace en nombre de la defensa de un capitalismo nacional.(…) He-
mos señalado que posteriormente aparece otro, que denominamos tercer nacionalismo
en América Latina y que se puede caracterizar diciendo que del antiimperialismo se
evoluciona hacia una perspectiva no–capitalista, aunque todavía no declaradamente
socialista. La revolución cubana (1959) sería el proceso que marca el corte entre el se-
gundo y el tercer nacionalismo.”(Pla p.156)
167
cia como velo encubridor de la dominación de clase. “Con los fierros nos
echaron con los fierros íbamos a volver.” Es una expresión que aparece en
todos los testimonios de los militantes que participaron de la Resistencia
y la consigna “Perón o guerra” fue una de las primeras que pintaron mili-
tantes peronistas de la zona de Lanús.
La conciencia de que el peronismo se ha fracturado y de la incapa-
cidad de su dirección de enfrentar la proscripción no deberá esperar los
finales de la década del 60 para aparecer, cuando se produzca la conver-
gencia de nuevos sectores políticos y sociales con las luchas obreras en el
marco del movimiento popular. Está presente desde el inicio en muchos
de los primeros protagonistas de la Resistencia. Es el punto de partida
con que iniciarán un proceso de indagación de los contenidos y la expe-
riencia del peronismo original y de la figura del mismo Perón. verdadero programa para la revisión de los límites del peronismo evi-
Así lo dicen militantes de todas las etapas del peronismo: “Recién
después del 55 empezamos a tener elementos para entender lo que había-
mos vivido, lo que había sido y era el peronismo. Lo primero que yo leí y
circulaba entre los comandos de la Resistencia fue el trabajo de Jauret-
che sobre el Plan Prebisch.. No sabíamos nada. Antes no había voluntad
de formar cuadros, la Unidades Básicas eran para corte y confección y
alguna manualidad y mirar la televisión (había aparatos en muy pocas
casas). La misma necesidad que se nos vino encima nos llevó a buscar
elementos para entender lo que era una colonia. Pero era una gran mezcla
ideológica. Decíamos ‘ni yankis ni marxistas’ ni sabíamos lo que era el
marxismo pero empezábamos a entender lo que era la oligarquía y lo que
era una colonia. (Jorge Vazquez).
“La burguesía nacional quería predominar sobre los derechos de los
trabajadores. Veían el peligro para el capitalismo en el avance de los traba-
jadores que tenían universidad, escuelas técnicas, casa. Los de la CGT....
unos traidores (...) El ejército...dividido...bah...dividido, los nuestros, Sosa
Molina y esos no servían para un carajo.” (A. Fernández video).
“La mayoría de los dirigentes de primera línea se rajaron se disper-
saron. Ese era el ambiente generalizado en el 55”. (Carlos Elizagaray en
Chaves. P.129) El 24 de febrero de 1956, Cesar Marcos98 analizaba la
situación del peronismo en un extenso documento que reivindicaba el rol
del partido Peronista y planteaba: “El Partido Peronista (...), no abandona
ni rehuye el cumplimiento de su misión histórica. Pero la realidad argen-
tina de hoy le impone nuevas tareas y responsabilidades que no pueden
ser abarcadas ni sostenidas con la primitiva estructura orgáni-
ca, ni por sus antiguos cuadros partidarios hoy casi virtualmente
inexistentes(...) Entre estos cinco meses el Peronismo se ha purgado de
arribistas, logreros y de vacilantes. (...) La base del Partido ha superado
a los desviacionistas, ha arrojado de sus filas a los elementos espúreos y
98 César Marcos, suboficial retirado del ejército (decía: “es un sueldo seguro, jubilación
y poco trabajo”) y marxista autodidacta. Fue, junto a Cooke, dirigente de la Resisten-
cia. Cuando Cooke es detenido pasa a la clandestinidad y junto a Raúl Lagomarsino se
hace cargo de la situación y designan a la organización clandestina Comando Nacional
Peronista que coordinaba y orientaba políticamente a diferentes grupos de la Resis-
tencia (testimonios de Corbata y Jorge)
168
ha marcado con desprecio a los traidores.(...) El Comando Nacional
Peronista sostiene que la masa trabajadora, los de abajo, los que
hoy forman este movimiento de reconquista de la Patria jamás
fueron vencidos.(...)La traición y la incapacidad, la perfidia y la felonía
de los responsables de uno y otro bando cargaron fraudulentamente los
dados de este juego sangriento cuyas apuestas estamos pagando sin que
hayamos intervenido en nada. A nosotros no se nos dejó intervenir. Y
cuando quisimos acudir en defensa de Perón, ya todo estaba ter-
minado. Nos engañaron y traicionaron...” (Militancia...nº5)
El mayor Bernardo Alberte,99 en una carta a su Líder, el 25 de marzo
de 1957, utiliza sus críticas a propuestas y conductas puntuales de un
–designado por Perón– jefe de un comando regional, para proponerle un
denciados en 1955. “(…) Éste es solo un ejemplo, en el he que utilizado a
estos actores para poner de manifiesto una falla que siempre tuvo el
peronismo: colaboradores y funcionarios desprovistos de razona-
miento y conciencia propios, y tanto que ha fundamentado la crítica
de nuestros opositores de que el peronismo estaba plagado de ‘obsecuentes
y chupamedias’.” Cuestiona también la “creencia que pregonar todo lo
que Ud. dice es hacer ‘Peronismo’ y sin pensar que pudo estar errado
cuando lo emitió (…)” Criticando el cuestionamiento en bloque que se
hace a los militares, reivindica a los militares leales que participan del
intento de 9 de junio de 1956 y a los que atacaron a la Marina el 16 de
junio de 1955 y a “la masa del Ejercito que le permaneció leal hasta el
último día de su gobierno (…) que con la cooperación del pueblo, con la
que siempre se sintió estimulado , pudo haber vencido a los rebeldes
si se hubiera dispuesto enfrentar la guerra civil y sufrir los bom-
bardeos y destrucciones o algo similar que ahora, muy probable-
mente tengamos que aceptar como única solución para librar a la
Patria de los sátrapas que la quieren gobernar.”
Luego previene a Perón “¡Cuidado con esos “peronistas”, mi General!
Son respetables como personas (…) pero no son ‘peronistas’; han perso-
nalizado tanto el concepto que sólo piensan en lo que Ud. hace,
piensa, escribe, cuando se levanta o se acuesta, qué come, dónde vive y
cómo vive; pero no piensan ni les interesa todo eso del pueblo de Perón (sus
descamisados). (…) Por eso, ellos no son ‘peronistas’, salvo que crean que
ser amigos de Perón es suficiente para merecer ese título, que sólo corres-
ponde a los que sienten, viven y luchan por la causa de ese pueblo.”
Respecto a la decisión de no defender el gobierno en 1955, le recuer-
da a Perón cuando dijo: “Yo he sido durante 10 años la solución para el
país; ahora no lo soy más. Hay mucho odio en el pueblo. Alguien vendrá
99 Alberte como joven oficial estuvo junto a Perón desde 1945, fue su edecán hasta
1955. Participó de la Resistencia y fue nombrado delegado personal en el país en la
década del 60. Asumió las posiciones de la militancia peronista antiimperialista y
partidaria del socialismo. Dirigió el periódico “Con Todo” que asumía esas posiciones
y participó de la CGT de los Argentinos. Fue asesinado en su domicilio la madrugada
del 24 de marzo de 1976. Para su vida y trayectoria política puede verse “Un militar
entre obreros y guerrilleros” opus.cit.
169
a solucionar el problema”. Sin ningún tipo de eufemismo le plantea a
su líder: “El poco tiempo transcurrido demostró que Ud. no tenía
razón. Ni vino alguien que solucionara el problema, ni Ud. dejó de ser
la solución del problema. Luego le propone “planear la acción para solu-
cionar aquellos problemas que la oposición tan bien empleó para
combatirnos.”
Por último, lo exhorta con vehemencia a cambiar los hombres y le
pone el ejemplo de Brasil donde Vargas “volvió pero rodeado de la misma
gente. Y volvió a caer.” (Gurucharrri p.47/51 destacado RC)
Así, muchos de los mejores militantes surgidos desde el origen del
peronismo irán construyendo, a partir de su práctica, diferentes visiones
y propuestas políticas desde el mismo momento que inician su participa-
ción en la resistencia a la ofensiva oligárquica. En ese momento, cuando
cayó, el “peronismo era uno solo: defender lo que estábamos perdiendo,
creíamos que volviendo Perón se volvía a todo lo que habíamos tenido que
era lo que un trabajador debía tener. Después unos se quedaron, otros
fueron avanzando. Hubo diferentes caminos.” (José).
Esta búsqueda de diferentes caminos tendrá como sustento la noción
de lo “justo” que no es ni más ni menos que la reivindicación de las con-
diciones de vida y de trabajo logradas con el peronismo. En síntesis, las
condiciones en que se participó de la alianza popular. Lo decía Sebastián
Borro: “hasta volver a lo que estaba haciendo Perón hay que pelear. Eso es
el verdadero peronismo. Lo demás es traición.”
Así va a surgir la “lealtad” a los orígenes del “auténtico” peronismo
y a Perón, como la identidad política de la militancia que se propone la
resistencia.
Reiteramos, pues es un elemento central para comprender el pero-
nismo post–55: podemos caracterizar al imperialismo como un compor-
tamiento de clase de la fracción más poderosa de la burguesía local y
extranjera. Entonces, la reivindicación de los objetivos del peronismo
original –en las nuevas condiciones nacionales e internacionales– ubica
a quienes levantan esa reivindicación de manera diferente frente al im-
perialismo y a las clases locales. Al margen de cómo se lo formule políti-
camente, el antiimperialismo queda ubicado como un aspecto de la lucha
antioligárquica y ésta como parte de la lucha contra el capitalismo y las
patronales.
Este proceso se da en el marco del peronismo, en tanto alianza an-
tioligárquica enfrentada al antiperonismo, expresión de las clases y sec-
tores sociales vinculadas (económica y/o ideológicamente) al modelo de
desarrollo pro imperialista. Por lo tanto, la lucha de los trabajadores se
da al interior de la alianza peronista, por su dirección para garantizar la
defensa del modelo de desarrollo peronista donde están contenidas sus
reivindicaciones.
Insistimos una vez más, la lucha al interior del peronismo y la per-
tenencia a este movimiento frente a la ofensiva oligárquica son dos fren-
tes de una misma estrategia. El ataque contra el Estado de Bienestar
Peronista está dirigido contra las reivindicaciones obreras y su demoli-
ción afecta directamente la calidad de vida de los asalariados. Su defensa
170
transciende la lucha específicamente obrera pero no está al margen de las
clases.100 El peronismo, en tanto alianza social unifica las luchas contra
la proscripción política que significa para los trabajadores una doble pros-
cripción: social y política. Además, impide que las luchas específicamente
obreras se atomicen y aíslen ya que permite la convergencia con otras
fracciones sociales con reivindicaciones comunes. Es en este contexto de
resistencia de los trabajadores y de diferentes fracciones populares que se
dará la búsqueda de estrategias políticas.
En esta búsqueda se iniciará un largo y contradictorio camino que
implicará la progresiva descomposición de la alianza de clases que el pe-
ronismo contenía en su interior. Esto explica la complejidad de las luchas
políticas del período que llega hasta 1973/75.
Los resistentes buscan su camino
La primera acción organizada del peronismo para recuperar el go-
bierno del Estado se produce el 9 de junio de 1956 y está dirigida por
militares.
Walsh la califica como la “primera tentativa seria de retomar el poder
mediante un golpe militar con algún apoyo civil activo”. La proclama de
los militares constitucionalistas denunciaba que el país “vive una cruda
y despiadada tiranía” y la “monstruosidad totalitaria del decreto 4161;
se ha abolido la Constitución para liquidar el artículo 40 que impedía la
entrega al capitalismo internacional de los servicio públicos y las riquezas
naturales. Se pretende someter por hambre a los obreros a la voluntad
del capitalismo y retrotraer el país al más crudo coloniaje, mediante la
entrega al capitalismo internacional de los resortes fundamentales de su
economía.” Denunciaba el asalto a los sindicatos por parte de “elementos
reconocidos como agitadores al servicio de ideologías o intereses interna-
100 Daniel James dice que “La división del país en peronistas y antiperonistas tuvo por
efecto que un intenso conflicto de clases fuera absorbido por una polarización política
que, en definitiva, no se basaba en las clases. ‘Peronista’ y ‘antiperonista’ no eran nece-
sariamente sinónimos de posiciones de clase (…) la clase obrera comprendió claramen-
te que la Resistencia se presentaba como una lucha al margen de las clases.”(p.137/8).
Como ha explicado Beba Balvé: La lucha de clases se da en diferentes ámbitos 1)
entre burguesía y proletariado 2) entre el régimen de dominación política y el pueblo.
La composición del pueblo depende de lo que está en disputa y del momento en que
se plantea el conflicto. Incluye a todos los afectados (de diferentes maneras) por el
régimen (obreros, pequeña burguesía, y hasta fracciones de burguesía). Como hemos
dicho, el conflicto entre peronismo y antiperonismo expresa dos alianzas de clases
enfrentadas a partir de intereses opuestos. La resistencia de la clase obrera se da
en el marco de la alianza que sostiene sus reivindicaciones en una relación con-
tradictoria con los otros integrantes de la alianza afectados por el régimen, no
al margen de las clases. Estas confrontaciones de clase existen objetivamente
(tengan o no conciencia de ellas sus protagonistas). No pueden reducirse a los
aspectos subjetivos de una “estructura de sentimiento” o a cómo las formulen política-
mente sus protagonistas. Tratar de objetivar lo subjetivo, relacionando los procesos
sociales con las percepciones que de ellos tienen los sujetos involucrados, es el camino
que tratamos de hacer.
171
cionales.” Clara alusión a los comunistas y socialistas aunque la proclama
no incursionaba en los lugares comunes del anticomunismo castrense y
las invocaciones a las bondades de la civilización occidental y cristiana.
Como señala Walsh con lucidez, el movimiento proponía: “un retor-
no acrítico al peronismo y a Perón a través de medios transparentes;
elecciones en un plazo no mayor de 180 días con participación de todos
los partidos”. En lo económico el programa contradecía la crítica al ca-
pitalismo internacional al asegurar “plenas garantías para los capitales
foráneos invertidos o a invertirse” (p.87/8). Tampoco percibía que la trans-
parencia institucional que pretendía instalar era contradictoria con la
racionalidad de los capitales invertidos o a invertirse. haber sido quien rindió el Ministerio de Marina. Fue el primer paso en la
Este retorno acrítico al peronismo denunciaba con precisión los ma-
les que ya sufrían los trabajadores y la Nación Peronista. Al mismo tiem-
po, demostraba una singular incapacidad para precisar las causas de esos
males. tallaban motines en los barrios obreros, en “la época de Aramburu había
Es bien conocido cómo respondió el gobierno presidido por Aramburu
a este ingenuo intento de recomponer el orden institucional. El Estado
liberal volvió a mostrar su verdadero rostro cuando enfrenta situaciones
que lo ponen en cuestión. La infantería de marina hizo alrededor de mil
arrestos y, sin ninguna preocupación por organizar alguna formalidad
jurídica, fueron asesinados 27 civiles y militares en lo que Walsh ha lla-
mado: “siniestra corrupción de la justicia”.101 Todos los civiles asesina-
dos eran trabajadores. Y obreros fueron los que refugiaron a Valle en un
barrio de emergencia de Rosario.102 Datos que nos hablan del contenido
social de la Resistencia Quedó ratificado que la masacre de junio no ha-
bía sido un “exceso”. Walsh, en su investigación, pregunta: “Quiero que
se me diga qué diferencia hay entre esta concepción de la justicia y la que
produjo las cámaras de gas en el nazismo” y afirma “Las torturas y ase-
sinatos que precedieron y sucedieron a la masacre de 1956 son episodios
característicos, inevitables y no anecdóticos de la lucha de clases en la
Argentina.”
Los ejecutores de la matanza demostraron, una vez más, que tenían
claro lo que estaba en juego. Para Aramburu, el intento de Valle era grave
porque “esa sublevación implicaba una grave subversión de la jerarquía y
101 Sebastián Soler, uno de los más importantes juristas liberales, reconocido como
autoridad en la materia, dictaminó como procurador general de la Nación, el traslado
a la órbita militar de la causa iniciada por uno de los sobrevivientes. Su dictamen con-
tó con la complicidad de Corte Suprema de Justicia. Ver Walsh opus cit.
102 De los asesinados que menciona Walsh en su investigación, dos de ellos eran fe-
rroviarios. (Uno militante gremial ya prófugo, había sufrido el secuestro por la policía
durante unas horas de su hija de 11 años para interrogarla por su paradero.) Otro era
portuario, otro obrero de la empresa eléctrica estatal. Otro vendedor. Otros eran sub-
oficiales retirados del ejército, la gendarmería o la policía como Julio Troxler. Uno de
los sobrevivientes no identificado por Walsh, Reinaldo Mena, en ese momento un joven
obrero, fue luego activo miembro de la Resistencia y dirigente del gremio telefónico
hasta la década del 90. ( video Los Resistentes) Los obreros de la yerbatera Martín
refugiaron a Valle en una villa de Rosario hasta que, convencido por el cardenal Cag-
giano, se entregó para salvar la vida de sus compañeros. Luego el obispado de Rosario
debió ser protegido del repudio popular con una fuerte custodia militar. (Balvé)
172
el orden militares: era ante todo una rebelión de los suboficiales contra los
oficiales” (Rouquié p.137). El orden militar era el garante del orden del
gran capital. Ya obsoleto el sistema institucional, enfrentar al enemigo
que resistía requería de la unidad del partido que su clase estaba gestan-
do: las Fuerzas Armadas. El quiebre de la unidad del ejército era uno de
los factores que había permitido la emergencia de la alianza popular en
1945. Para el jefe fusilador, el principal peligro que presentaba el intento
de Valle era la ruptura de la unidad militar. El asesinato de militares no
fue solo la revancha clasista contra los suboficiales rebeldes, o contra Co-
gorno por haber combatido y resultado herido en junio, o contra Valle por
unidad del ejército en el camino de la Fuerzas Armadas para constituirse
en el Partido que fuese el reaseguro último de la clase dominante.
El intento de Valle y sus compañeros no era un intento aislado. Es-
‘candombe’ en cualquier lado a cualquier hora. (Corbata)103 El sabotaje a
la producción en diferentes industrias continuaba y aumentaba lo mismo
que los atentados explosivos que llegaban ya a instalaciones militares.
Quedaba claro que la Resistencia no era producto de reacciones espontá-
neas individuales o grupales de los trabajadores. Más allá de las inter-
minables controversias sobre cantidad y nivel de organización resultaba
evidente que la resistencia de los trabajadores no era una reacción episó-
dica. Ni solo producto de una adhesión emocional a Perón. En palabras de
un protagonista: “La resistencia no era una cuestión emocional con Perón
era la defensa de lo que nos querían sacar. Lógico que estaba la relación
emocional con Perón y todo lo que representaba el peronismo. Pero era
racional y estaba más allá de Perón como persona.” (Jorge Vazquez
resaltado RC).
El peronismo que “todavía era uno” (José), avanzó durante la segun-
da mitad de 1956 en la recuperación de numerosos cuerpos de delegados
y comisiones internas.
En octubre de 1956, la organización patronal de la industria del calza-
do se quejaba de la “de que en la mayoría todos los puestos representativos
han caído en manos de adherentes al régimen depuesto.” (James p.96)
La intransigencia patronal en las primeras discusiones salariales
hacía más difícil los intentos de “desperonización” del régimen militar.
Arreciaron los conflictos no solo por cuestiones salariales. En abril de
1956, los trabajadores del Frigorífico Lisandro de la Torre –interveni-
103 En el sur de Rosario continuaron los enfrentamientos cada vez que la policía o el
ejército pretendió ocupar los barrios. En Avellaneda relata José Paz: “el primer 1º de
mayo y 17 de octubre que no estuvo Perón, la Plaza Alsina fue una carnicería, se armó
un tole–tole bárbaro. El 17 ya se sabía que no podía hacerse el acto pero los peronistas
de verdad de primera generación iban igual. Rodearon la plaza con los cosacos de
a caballo. Para entrar a la plaza tiraban ladrillos, bolitas para hacer caer los caballos.
De la estación de servicio de Castelli y Mitre que es de Grondona el presidente de AFA,
sacaban baldes de querosén y se los tiraban a los tranvías. Quedaron como 25 tranvías
quemados entre el puente de Barracas y el de Crucecita que cruza por arriba de Av.
Mitre. De ahí sí les tiraban con tiros de revolver a los cosacos. Esos eran los pesados de
la resistencia. Nos cubrían a nosotros que éramos pibes y nos corrían.
173
do militarmente– llevaron adelante una huelga y movilización contra el
despido y arresto de tres delegados. Fue llevada adelante por delegados
de base y terminó con el triunfo de los trabajadores. “Debieron liberar a
los compañeros y traerlos de vuelta ellos” (Borro). En los frigoríficos de
Berisso y Rosario, organizaciones de base resistieron con éxito despidos.
En los últimos meses del año hubo huelgas en las industrias del calza-
do, construcción, gráfica, construcción naval y textil que fueron en su
mayoría declaradas ilegales y resueltas mediante el arbitraje obligatorio
establecido por el decreto 2739. La más importante de ellas fue la huel-
ga metalúrgica. Iniciada por el rechazo al ofrecimiento patronal del 20%
sobre los salarios básicos de 1954, duró más de un mes y medio; su eje
pasó del salario a ser la liberación de los trabajadores detenidos y la rein-
corporación de los miles de despedidos. La mayoría de las fábricas fueron
ocupadas por tropas de la infantería de marina y el ejército. El movimien-
to fue impulsado por delegados y activistas de base con participación de
vecinos y familiares de los trabajadores.
La solución del “problema peronista”, sólo a partir de la represión,
demostraba su fracaso. En el gobierno militar se impone la línea de
Aramburu que buscaba darle legitimidad institucional al régimen. Se
anunciaron elecciones presidenciales y la convocatoria a una Asamblea
Constituyente para darle formalidad jurídica a la derogación realizada
por decreto de la Constitución de 1949 y dictar una nueva.
Entre el 9 y el 12 de noviembre, la Convención Nacional del radica-
lismo eligió a Arturo Frondizi como candidato a presidente. Denunciando
maniobras, unionistas y sabattinistas no reconocen la elección. A princi-
pios de 1957 se formaliza la división de la UCR. Así se fractura el frente
antiperonista. Queda por un lado la UCRP, dirigida por Balbín y Zabala
Ortiz, como la única fuerza con peso electoral que apoya sin reservas al ré-
gimen militar. Por otro, la UCRI dirigida por Arturo Frondizi que ya desde
antes de la división de su partido había modificado su discurso público
presentándose como antiimperialista, llamando a la conciliación nacional
y busca sin escrúpulos un acercamiento con los peronistas. Así en febrero
declara Para ellos, lo que antes fue gauchaje, la chusma, el aluvión zoológi-
co, es hoy con el mismo sentido despectivo, la gleba electoral. Para nosotros
es, fue, y será el pueblo argentino (Clarín 10/02/57). En un acto realizado
por “Comité Obrero para la defensa y superación de las conquistas socia-
les” afirma que la única constitución vigente era la del 49. La posibilidad
de disputar espacios institucionales abre el debate en el peronismo, sobre
el voto en blanco, la abstención o la concurrencia. Hasta ese momento,
como dice Cooke, “la intransigencia absoluta ha servido como punto
de reunión: allí estaban los peronistas auténticos.” (Corresponden-
cia... T1 p.179) También previene a Perón de las “piruetas tácticas”. Y le
plantea por primera vez a su Líder las limitaciones de la política pendular,
señalándole que “Uno de los males más graves que afectan al Movimiento
es el exceso de directivas, a menudo contradictorias.” Además, le comuni-
ca que “Haciendo uso del poder de decisión que Ud. me ha acordado he
suspendido hoy la remisión de la última directiva (se trata de una direc-
tiva de Perón que había traído Eduardo Colom ordenando la abstención
174
cuando Cooke ya estaba trabajando para el voto en blanco) porque consi-
dero que nos causa mucho daño.” Más adelante señala que “aunque todos
coinciden en que el objetivo es la vuelta de Perón las diferencias
son inmensas en todo lo demás.” (T 1 192/5/9).
Mientras tanto, la mayoría de los gremios han vuelto a manos de pe-
ronistas. Como dice Cooke en su carta a Perón “como el ausentismo fue la
característica predominante en las elecciones, (gremiales RC) empleo la
clasificación de ‘peronista’ en un sentido muy amplio, porque en mu-
chos casos es un peronismo tímido y no químicamente puro”(Cooke
T. I p.150). Para el delegado de Perón, el peronismo “químicamente puro”
estaba asociado a la intransigencia frente al régimen y la lealtad al ob-
jetivo del retorno del Líder. Apenas surgida la primera iniciativa que se
propone darle una carátula institucional al régimen, queda evidenciado
que la unidad en torno a la reivindicación que significa el fin de la pros-
cripción electoral es el único punto de unidad en la alianza peronista.
Punto de unidad que no lleva a construcciones políticas comunes.
Frente a esta convocatoria, diferentes fracciones políticas “gubernis-
tas” (Cooke) y peronistas comienzan a elaborar sus estrategias.104
¿Cómo responden los trabajadores y el movimiento obrero
organizado sindicalmente?
Como vimos, desde las bases obreras la respuesta a la represión no
era la resignación. Las acciones de la Resistencia están estrechamen-
te ligadas a los conflictos, los paros generales, a las fechas obreras. “El
‘candombe’ seguía, estaba todo en el marco del retorno del Viejo. Los mu-
chachos salíamos para las fechas 1º de mayo, sobretodo el 17 de octubre,
apoyando los paros o íbamos al centro a pelearnos con los gorilas. Apoyá-
bamos todo lo que fuera para recuperar los gremios para el peronismo. El
paro de 70 y pico de días de los telefónicos se genera desde abajo. Estaba
en el marco de la Resistencia y no tuvo dirección en el peronismo. La
huelga la decreta una asamblea y los dirigentes la tienen que asumir.
Estaba la lista verde, los que venían de Gay. Yo no era telefónico. Mi her-
mana era delegada.(…) Hacíamos los piquetes y todos los quilombos que
nos pedían. Con la Resistencia no había en ese tiempo una división
que dijera: hasta acá somos tal cosa o hasta allá somos tal otra,
estaba todo en el marco del regreso de Perón. Los que estaban en
una lista para recuperar un sindicato, los que tiraban ‘miguelitos’ en un
paro o hacían otras cosas la mayoría éramos los mismos (…). Perón
venía que se yo… Había que hacer tal cosa y se hacía. La gente creía que
Perón volvía. Decían que venía el avión negro y había gente que se ponía a
104 Ante la posibilidad de una apertura institucional las diferentes facciones del
“sector” político del peronismo comienzan sus movimientos. Partidarios del general
Bengoa inician contactos con Bramuglia (que formó la Unión Popular) Leloir, Saadi
y representantes de Mercante. Le ofrecen entregarle la CGT a Coronel (Sanidad) y a
Framini quién informa a Cooke. Frondizi inicia contactos con dirigentes “peronistas”
(las comillas son de Cooke) como Sampay, Mercante y Leloir. Cooke lamenta que al
trabajo por la fórmula Y.P.F. (Irigoyen, Perón, Frondizi) se haya sumado Jauretche
Correspondencia…T1 p.108/09).
175
llorar creían de verdad que venía. Te decían: ‘Quédate tranquilo que viene
un día nublado se va a confundir porque es negro’. Ahora, cómo íbamos
a conseguir que eso pasara nadie sabía. Era más el deseo de la gen-
te que multiplicaba todo, si en Avellaneda habían quemado 25 tranvías
repercutía en Caseros y decían que habían quemado 40. Y eso empuja-
ba para que salieran a hacer ‘candombe’(…). ¿La Constituyente? No me
acuerdo mucho pero nadie le dio bola, me parece. Si no volvía el Viejo no
servía nada y después de la que se habían mandado con los fusilamientos
y todo lo demás no te lo iban a regalar. No estaba muy elaborado por lo
que me acuerdo iba a ser con una huelga general y algunos milicos que
salieran, aunque eso cada vez menos. Yo ya escuchaba comentarios de la
traición de los militares.” (Corbata)
Como relataba Corbata, el ‘candombe’ seguía. Sólo en Buenos Aires,
según cálculos oficiales, las empresas perdieron 3.300.000 días de trabajo.
La huelga telefónica se realizó entre el 27 de agosto y el 7 de noviembre y
contó con un fuerte apoyo de los comandos de la Resistencia conformados
en varios casos por los mismos trabajadores. Hubo numerosos detenidos
y cientos de despedidos que fueron reincorporados durante el gobierno de
Frondizi. Fue impulsada por delegados y activistas de base. Desde esa
huelga se formará la agrupación que se constituirá como lista Marrón
y agrupará a las diferentes vertientes del activismo combativo hasta la
década del 90.
En el norte del país continuaba su organización y su accionar el
C.I.P.O.N. (Comando Interseccional Peronista de Obreros del Norte) con
centro en los talleres ferroviarios de Tafí Viejo. Sus principales militantes
y organizadores eran todos obreros y empleados ferroviarios. En Jujuy,
se organizaron grupos en Altos Hornos Zapla, en la Minera Aguilar y en
Las Pirquitas cuyo principal dirigente era el minero Avelino Bazán. (Toto
Romero y Juan Carlos Cena video)
En Córdoba, la Resistencia se hace fuerte en la Fábrica Militar de
Aviones y en los talleres ferroviarios donde se fabrican los “caños” con el
asesoramiento técnico de anarquistas que habían participado en la Gue-
rra Civil Española.
Mientras “en todas las grandes concentraciones obreras” (Juan Car-
los Cena) continuaba la Resistencia, el Movimiento Obrero buscaba sus
formas organizativas.
A principios de 1957 algunos de los gremios normalizados crearon la
Comisión Intersindical con el objetivo de lograr la libertad de los presos
y espacios de legalidad para recuperar elecciones en todos los sindicatos.
Sus primeros impulsores fueron los comunistas pero ya en junio, como
señala el informe de Cooke a Perón, estaba controlada por los peronistas,
muchos de los cuales definía como “tibios y con mucha mezcla de nacio-
nalistas y frondicistas.” (p.150) Esta Comisión realiza, el 1º de mayo, el
primer acto permitido por el gobierno. En julio, se unen cuatro grupos y
forman la CGT Auténtica con Andrés Framini como secretario general.105
105 Framini dirigía el sindicato textil desde la década del 50. Después del golpe estuvo
prófugo y luego detenido. Cooke le reprocha haber llamado al trabajo el 17 de octubre
de 1956 y no se alegra por su designación.
176
Esta central, junto con la Comisión Intersindical, el 12 de julio, declara
un paro general por la libertad de los presos y la normalización sindical
que, según Cooke y la prensa tuvo alto acatamiento pese al boicot de so-
cialistas y comunistas.( T1 p.308)
El 28 de julio se realizan las elecciones para Constituyentes; resultan
ganadores los votos en blanco, en segundo lugar se ubican los radicales
del pueblo y en tercer lugar Frondizi106
Seguramente motivado por el resultado electoral y el éxito de la huel-
ga política del 12 de julio, el gobierno militar busca institucionalizar las
demandas obreras. El interventor de la CGT, el marino Patrón Lapla-
cette, convoca a un congreso normalizador. Para controlarlo confió en las
cifras de los afiliados de los gremios controlados por los socialistas y otros
grupos antiperonistas. En particular, los de empleados de comercio, ban-
carios, empleados públicos y los de aquellos donde listas antiperonistas
habían ganado las elecciones en 1956, gráficos, municipales, trabajado-
res del vestido y varias seccionales de la Unión Ferroviaria. Durante el
congreso, los 43 sindicatos dirigidos por peronistas se unieron con los
19 en manos de los comunistas y formaron las 62 Organizaciones Gre-
miales que logran la mayoría. Sebastián Borro, al relatar la formación
de esta agrupación reivindicaba la participación de los comunistas como
expresión de unidad de clase por encima de identidades políticas.107 Los
antiperonistas, encabezados por los socialistas, rompieron y formaron los
denominados 32 Gremios Democráticos.
Las 62 Organizaciones y la CGT Auténtica llevan adelante huelgas de
24 y 48 contra la política económica y social del gobierno, el 27 de septiem-
bre y el 22 y 23 de octubre. Según la prensa y el informe de Cooke a Perón,
tuvieron un alto acatamiento. Al poco tiempo los sindicatos comunistas se
alejaron de las 62 organizaciones por indicaciones de su partido.
Luego de las elecciones a Constituyentes, Cooke analiza la situación
política en un extenso informe a Perón (t 1 p259 y sig.)…
a) el peronismo sacó más de dos millones de votos en blanco (algo más
si se le computan los eliminados del padrón y los abstenidos); en cualquier
caso es fuerza minoritaria por sí sola.
b) El frente que apoya al gobierno tiene los dos millones de votos de la
UCR del Pueblo, más los votos Democristianos, Demoprogresistas, Socialistas,
Conservadores etc.; para equipararlo hay que unir los sufragios de Frondizi.
c) Estamos en presencia de dos frentes, el oligárquico y el popu-
lar de valor numérico casi equivalente; pero el primero de ellos tiene,
además, la fuerza de las armas; por lo tanto es ridículo, pensar en la
insurrección después de unos comicios que han fortalecido a la Tiranía
y le han dado aliento para llevar adelante su plan político.
106 En blanco 2.115.861, UCRP 2106.524, UCRI 1.847.603, P. Socialista 525.721, De-
mocracia Cristiana 420.606, P.Comunista 228.451.
107 En un debate, acusado por el ex dirigente de Sitrac–Sitram Gregorio Flores de es-
tar a favor del capitalismo y la burguesía por su condición de peronista, Borro reivin-
dicó su militancia junto a los comunistas en el sindicato metalúrgico en la década del
30, en las 62 organizaciones y en el frigorífico Lisandro de la Torre como una identidad
“de los luchadores” por sobre las “ideas políticas”.(Boletín Mariátegui)
177
 d) la gente votó en blanco con disciplina ejemplar porque estaba de por
medio una simple elección de constituyentes; pero quiere votar en febrero
porque de pasividad (sic) pueden resultar seis años de gobierno gorila.
Cooke también preveía que los argumentos de Frondizi tendrían
“gran atracción sobre la masa que deberá optar entre esta solución o un
gobierno de Balbín u otro peor.” Luego planteaba que no se podía pensar
en mantener la unidad mediante un nuevo voto en blanco ya que cerrado
el “camino insurreccional inmediato” había que buscar “una solución de
tipo político” (p260).
Este análisis no se deja encandilar con el triunfo electoral de los votos
en blanco y la abstención. Nos muestra una sociedad polarizada entre el
peronismo y el antiperonismo con una relación de fuerzas equivalente en
términos numéricos. Al análisis cuantitativo Cooke incorpora elementos
críticos sobre la situación del peronismo. Luego de un extenso análisis de
los defícits organizativos y de todas las facciones (“nacionalistas reaccio-
narios, frondicistas, neo peronistas”) existentes en el peronismo plantea:
“El acuerdo general en cuanto a la jefatura de Perón no impide
que la unidad se resienta en los hechos hay quienes ven al Movi-
miento como una variante progresista del Radicalismo; otros que creen
en los mitos del ultra nacionalismo primario de los años 30; están los que
quieren trasplantar izquierdismos en desacuerdo con la condicionalidad
histórica y geográfica .“(p.271)
Para analizar la situación del peronismo, Cooke se remite a los com-
ponentes de clase: “Mientras la clase obrera tomó conciencia inmediata
de los valores del peronismo como Movimiento Nacional Libertador Re-
volucionario, parte de la burguesía siguió operando con los viejos con-
ceptos del pasado político argentino.” Refiriéndose a la burguesía como
mentalidad afirma que la unidad durante diez años fue total pero que
en las “condiciones de semilegalidad presente, encuentran oportunidad
de expresarse merced a la anarquía reinante en nuestras fuerzas.” (p.274)
Con el subtítulo de “Encuadrar todo el Movimiento” le plantea a Perón
“Tenemos que ganar la calle y las plazas y salir de las catacumbas de la
clandestinidad. Sólo así encuadraremos todo el Movimiento en la acción
y le daremos la organización de que carece.” ( p.282)
Desde este análisis de las relaciones de fuerza a nivel nacional y de
la situación, dentro de la alianza popular, del “peronismo químicamente
puro”, Cooke participará de las negociaciones para el pacto con Frondizi
con el objetivo de que el peronismo pueda salir de las “catacumbas” para
lograr unidad de organización y de estrategia. Mientras tanto los militan-
tes obreros peronistas buscan su propio camino.
El movimiento obrero peronista le da programa a la Resistencia
En noviembre de 1957, la seccional Córdoba de la CGT Auténtica,
encabezada por Atilio López108 y la primera en ser normalizada, convoca
108 Militante obrero desde 1955 en la Resistencia, dirigente de su gremio UTA, las
62 Organizaciones y la CGT. Electo vicegobernador de su provincia el 11 de marzo de
1973. Fue derrocado en febrero de 1974 por el golpe policial conocido como “Navarrazo”
que fuera avalado por el gobierno nacional presidido por Perón. El 16 de septiembre de
178
un plenario de todas delegaciones regionales de la central obrera y de las
62 Organizaciones Gremiales Peronistas (definidas así luego del aleja-
miento de los sindicatos comunistas).
Allí se elaboró y aprobó por unanimidad el conocido Programa de La
Falda que en sus puntos más destacables proponía:
 En “el aspecto económico”: el monopolio estatal del comercio exte-
rior, la liquidación de los monopolios extranjeros, denuncia de todos los
pactos lesivos de nuestra independencia económica.
 En el “orden interno” : política de alto consumo, consolidación de
la industria pesada, nacionalización de de las fuentes naturales de ener-
gía, nacionalización de los frigoríficos extranjeros a fin de posibilitar la
eficacia del control del comercio exterior, mecanización del agro “tenden-
cia de la industria nacional”, expropiación del latifundio y extensión del
cooperativismo agrario.
 En el “aspecto social ”: control obrero de la producción y la distri-
bución de la riqueza nacional, participación de las organizaciones sindi-
cales en la elaboración y ejecución del plan económico general.
 En el “aspecto político” elaboración del gran “plan político–eco-
nómico–social” que reconozca la presencia del “movimiento obrero como
fuerza fundamental nacional, a través de sus participación hegemónica
en la confección y dirección del mismo. Fortalecimiento del estado nacio-
nal–popular, tendiente a lograr la destrucción de los sectores oligárquicos
antinacionales y sus aliados extranjeros, y teniendo presente que la clase
trabajadora es la única fuerza argentina que representa en sus intereses
los anhelos del país mismo.”
Ya no se trataba de un retorno acrítico al peronismo. El pro-
grama avanza sobre las propuestas y sobre las realizaciones del gobierno
peronista. El movimiento obrero peronista organizado sindicalmente pro-
pone a la clase trabajadora como el sujeto social capaz de llevar adelante
esas realizaciones que el peronismo original ha dejado truncas; como la
única que puede constituirse en expresión de “los anhelos nacionales”;
por lo tanto, en clase nacional que es decir clase hegemónica y así con-
frontar con los intereses monopólicos y oligárquicos.
No era solo un papel escrito. Interesa destacarlo frente a críticas de
este tenor que se han dicho, dicen y escriben. Estaba discutido y aprobado
por dirigentes obreros de todo el país, elegidos en severas condiciones de
represión y proscripción. Reflejaba ya para muchos un nivel de percep-
ción de su peronismo. Uno de los protagonistas dice “creíamos que decir
menos que eso era una traición al peronismo.” (Jorge Vazquez)
La resistencia de los trabajadores está sustentada en la reivindica-
ción de los objetivos originales del peronismo reconocidos como lo justo
y lo legítimo. Esto los enfrenta a un Estado que impulsa un modelo de
acumulación y distribución de la riqueza, opuesto al reivindicado. Recla-
marle al Estado la igualdad de derechos implica entonces, como punto de
partida, cuestionar la legitimidad de sus políticas. Este desacuerdo bási-
co acerca de la legitimidad de lo que se reconoce como justo lleva a que la
lucha por cuestiones reivindicativas implique objetivamente el cuestiona-
1974 fue asesinado por el grupo para policial–militar denominado Triple A.
179
miento al modelo de desarrollo impulsado desde el Estado.
Esto ubica a esta confrontación en los términos políticos del peronis-
mo–antiperonismo.
En esta confrontación la clase obrera ya es la única fuerza organiza-
da dentro del peronismo. Tiene un programa y unidad de organización a
nivel gremial, y una agrupación política sindical, las 62 Organizaciones.
Con estas herramientas resistirá la ofensiva del capital y disputará la
conducción de la alianza popular, en un proceso de coincidencias y contra-
dicciones con las fracciones burguesas del peronismo. Coincidencias que
están dadas por el reconocimiento de la jefatura política de Perón. Capítulo V
El Desarrollismo.”Frente Nacional”
Monopolios y tanques

El 23 de febrero de 1958 se realizan elecciones presidenciales. Con

el aporte de los votos peronistas la fórmula Arturo Frondizi – Alejandro
Gomez obtiene 4.070.398 votos; la UCR 2.415.750. Las variantes “neope-
ronistas”: Unión Popular 80.712 y el Partido Laborista 20.358 (doc. Indec
M. 813). Los votos en blanco (que no figuran en este documento oficial)
ocuparon el tercer lugar con 769.337 votos.
La importante diferencia lograda por Frondizi es producto de su
acuerdo con Perón. Este establecía por parte del peronismo como princi-
pal compromiso: “a) declarará que los partidos neoperonistas que deseen
pertenecer al movimiento deben retirar sus candidatos b) ordenará a los
peronistas que hayan aceptado candidaturas que las renuncien, quedan-
do, en caso contrario separados del movimiento (…).”
Frondizi se comprometía a: “1) revisión de todas las medidas de ca-
rácter económico adoptadas desde el 16 de setiembre de 1955, lesivas a la
soberanía nacional, y de aquellas que determinaron un empeoramiento de
las condiciones de vida del pueblo (…).” Entre las más urgentes el texto
menciona: la reforma bancaria de 1946, una política de ocupación plena,
estímulo a la producción nacional y afianzamiento de los regímenes pro-
visionales. En sus puntos 2, 3, 4 y 5 establecía el fin de todas las medidas
de persecución política y el levantamiento de todas las interdicciones y la
devolución de los bienes de la Fundación Eva Perón. El punto 6 decía: “le-
vantamiento de las inhabilitaciones gremiales y normalización
de los sindicatos y la CGT en un plazo máximo de 120 días. El 7,
“reconocimiento de la personería del Partido Peronista, devolución de sus
bienes y levantamiento de las inhabilitaciones políticas.” El 8 planteaba
el reemplazo de la Corte Suprema de Justicia y de todos los jueces que
hubiesen participado en actos de persecución política. El punto 9 se com-
prometía en un “plazo máximo de dos años se convocará a una Conven-
ción Constituyente para la reforma total de la Constitución que declarará
la caducidad de todas las autoridades y llamará a elecciones generales.”
El acto debía permanecer en secreto hasta agosto de 1958 y solo podría
ser divulgado de común acuerdo salvo incumplimiento de alguna de las
partes. Además de Perón y Frondizi, lo suscribieron Cooke y Frigerio.
(Galasso Perón…p.852) Como vemos, los compromisos por parte del pe-

180 181
ronismo tendían a garantizar, en primer lugar, la unidad del peronismo
bajo la conducción de su Líder. Para Cooke, significaba salir de las “ca-
tacumbas” e iniciar la organización del peronismo como fuerza nacional–
revolucionaria bajo el liderazgo de Perón. mo, que restableció el sindicato único por rama industrial y el sistema
Con la concreción del pacto y su acceso al gobierno del Estado, Fron-
dizi inicia su estrategia para resolver el “problema peronista”. Con ella
intentará recomponer una alianza similar a la llevada a cabo por el pero-
nismo y que – en la concepción desarrollista– irá de la mano con las pro-
fundas transformaciones que se producirán en el capitalismo de nuestro
país.
Muchos de los casi 800.000 peronistas que votaron en blanco solo
podían resistir la orden del Líder negando su veracidad. “Yo a Frondizi
no lo voté los que peleaban no lo votaron. Estaba la orden…decían todos
los viejos de la Resistencia decían que era mentira la orden. Esta gente no
podía creer que estuviera el Pacto, no lo podían creer que Perón le diera la
manija a un radical.(…) En mi barrio estaba Izzeta el municipal, cuando
cayó Perón se rajó a Montevideo. Vino cuando ganó Frondizi. Era un trai-
dor. Reaparecen muchos con Frondizi pero eran repudiados por la gente
vieja del peronismo. Cuando cayó Perón un muchacho de la carne de mi
barrio fue con otros al sindicato a pedir armas e instrucciones. Un compa-
ñero lo llamó aparte y le dijo: ‘tómense el olivo que estos son más gorilas
que los que están en el gobierno’. Esos de la carne aparecieron todos de
vuelta con Frondizi. Los peronistas de verdad leales al sentimiento
peronista no votaron a Frondizi.” (José Paz).
No todos tuvieron que negar la orden del Líder para no acatarla.
Parte de la militancia de la Resistencia cuestionó explícitamente el in-
tento de recomponer una alianza popular con Frondizi. César Marcos y
Raúl Lagomarsino no aceptaron lo que consideran una claudicación. Lue-
go fueron expulsados por los mismos comandos que habían contribuido a
organizar y coordinar. El padre Hernán Benitez, apoyado por Puiggrós,
denunció que Borlenghi y Cooke tramaban la entrega del peronismo a
Frondizi y desde su periódico “Rebeldía” impulsó el voto en blanco. Al
respecto, decía Corbata: “En el barrio Evita de Caseros se dio mucho la
discusión, muchos votaron por Frondizi por la confianza en Perón. Yo en
las discusiones escuchaba ‘el Viejo sabrá porque lo hace o , hay que
tener los sindicatos, sino nos van a pasar por arriba’. Pero hacían
la cola para votar y cuando veían un conocido se apretaban la nariz. Por
el mal olor y por la nariz de Frondizi.”
Para muchos la lealtad al “auténtico” peronismo era identidad de clase.
“El movimiento éramos los laburantes, los únicos que luchaban por
Perón” (Paz). “La verdad, los únicos que seguimos perucas de verdad fui-
mos los negros, los de abajo”. (Corbata) “El obrero fue el único que siguió
con Perón, más después que apareció Frondizi” (Villaflor). “Los únicos de
verdad leales que lo seguían a Perón eran los trabajadores.” (Borro).
A pesar de las denuncias de los militantes más comprometidos con la
resistencia, el gobierno del Estado en manos de Frondizi no era lo mismo
que los “fusiladores”. Abría las posibilidades de utilizar la legalidad para
el logro de reivindicaciones laborales y políticas. Durante 1958 se dictó
182
una ley de amnistía y se derogó el decreto 4161. Cesó la intervención en
los sindicatos y fueron reincorporados los cesantes telefónicos. Se aprobó
la Ley 14.455 de Asociaciones Profesionales semejante a la del peronis-
que otorgaba a la lista ganadora todo el control del sindicato eliminando
a las minorías de la conducción. La integración de los trabajadores en el
pacto social del proyecto frondicista requería de la institucionalización de
sus demandas. Para esto era condición necesaria contar con un “factor de
poder” sindical centralizado y con capacidad negociadora.
Según la interpretación desarrollista, el aumento de la productivi-
dad derivado de las inversiones de capital en las industrias más diná-
micas (metalmecánicas, electrónicas, petroquímicas, etc.) permitiría la
mejora de los salarios reales y el aumento del empleo. Esta versión de la
“teoría del derrame” (algo más sofisticada que la actual), le asignaba a los
sindicatos, como “factores de poder”, un rol decisivo en la integración de
los trabajadores a un orden capitalista pujante y expansivo.
Este proyecto colocaba en las inversiones del capital monopólico la
posibilidad de un desarrollo capitalista, que sustentara un nuevo pac-
to social. La estrategia de desarrollo impulsada por Frondizi y su mano
derecha Rogelio Frigerio partía del diagnóstico de que la Argentina es
un país “subdesarrollado” porque “está incapacitado para financiar el
desarrollo sostenido de sus fuerzas productivas con el producto de su co-
mercio exterior.” Esto lleva a un crónico desequilibrio de la balanza de
pagos entre las exportaciones de productos primarios y las importaciones
industriales. En la concepción desarrollista, este déficit estructural se
resolvería impulsando la sustitución de importaciones gracias al ingreso
masivo de capital extranjero privado.109 Esto supone garantizar a estos
capitales tanto altas tasas de ganancia como un mercado de divisas libre
de restricciones para su remisión.
Para sostener este proyecto, Frondizi debía archivar las tesis nacio-
nalistas de su libro “Petróleo y Política” y su discurso público reivindican-
do la Constitución de 1949; lo hizo rápidamente. A mediados de junio se
procedió a la devolución del grupo DINIE. Con el declarado objetivo de
lograr el autoabastecimiento en materia petrolera, se anunció pomposa-
109 “El desarrollismo pretende encontrar la manifestación esencial de la dependencia
en las relaciones de intercambio comercial. (…) Los países ‘subdesarrollados no pueden
mantener los precios de dichos productos (bienes primarios), por cuanto no se da en
ellos un desarrollo dinámico en otras ramas de la economía’(…) La solución consiste
(…) en exportar hacia los grandes centros industriales y avanzar en ‘la sustitución de
importaciones’ cualquiera sea el origen del capital que ‘coopere’ en esta salida.(…) en la
concepción desarrollista la dependencia se ubica en la esfera de circulación : la oferta
de bienes primarios excede su demanda y los precios caen. No se analiza globalmente
al sistema capitalista: el papel de la explotación de capital pasa desapercibido. La
reproducción ampliada del capital a nivel internacional y las relaciones de producción
a ella vinculada no se toman en cuenta. Se cae así en la idea de que el imperialismo es
un factor ‘externo’ a las economías dependientes. Por consiguiente, se confunde ‘subde-
sarrollo’ con dependencia, por cuanto se afirma que se logra superar el ‘subdesarrollo’
cambiando la composición del comercio exterior.( Cimillo p.168)
183
mente la “batalla del petróleo.110 Con ese fin el 24 de julio se avanzó en
las tratativas con empresas petroleras norteamericanas. Cerca de fin de
año, el gobierno dictó la Ley 14.780 de Radicación de Capitales que abrió
incondicionalmente el ingreso a una oleada de inversiones de capital ex-
tranjero, en particular el norteamericano.
Esta ley, a diferencia de la 14.222 dictada en 1953, no establecía
ningún límite respecto del movimiento de capitales.111 Posteriormente,
se declararon “industrias promovidas “y liberadas de recargos aduaneros
ramas como siderurgia, petroquímica y celulosa, en su mayoría domina-
das por los sectores más poderosos del capital local y extranjero. Desde
esta política, Frondizi intentó estructurar una estrategia que articulara
simultáneamente los beneficios que imponía la radicación del capital ex-
tranjero, los ingresos del sector agrario y que mantuviera cierto grado de
protección al capital nacional.112
La primera respuesta de los trabajadores a la propuesta desarrollis-
ta apareció en un área clave para el modelo: la industria petrolera.
El 30 de octubre la seccional Mendoza del SUPE declaró una huel-
ga en oposición a los contratos anunciados por el gobierno. Tuvo como
antecedente al paro iniciado el 15 de febrero, en el marco de las eleccio-
110 Según R. Frigerio, el Estado carecía del capital suficiente e YPF de la organización
empresaria necesaria para dicha tarea, rol que supliría el capital privado extranjero.
Hacia 1962, se logró el esperado autoabastecimiento, pasando de producir 5,3 millones
de m3 por año en 1957, a 17 millones en 1962, con lo cual la importación de combusti-
ble por parte de YPF descendió del 65% al 16%. (Scodeller opus. cit.)
111 Dice James (p.151/4): “El segundo plan quinquenal del peronismo, prefiguraba en
gran medida el programa económico preconizado por Frondizi en 1957”. Es importante
poner en discusión esta afirmación general (que se escucha y lee hasta hoy) y precisar
la diferente relación del peronismo original y del desarrollismo con el capital extran-
jero. El objetivo de ambas leyes era “fomentar el desarrollo de las industrias básicas
y economizadoras de divisas que operen con tecnología avanzada. (Cimillo p75). Para
ello se establecen ventajas para la radicación de maquinarias, equipos etc. Dentro
de este objetivo general existen dos modelos de desarrollo capitalista diferentes con
diferentes grados de antagonismo entre el capital y el trabajo y, por lo tanto,
con distintas consecuencias para la clase obrera. La ley peronista controlaba la
radicación efectiva de capital extranjero, imponiendo restricciones al giro de remesas
al exterior. Los capitales registrados como inversionistas recién al cabo de dos años po-
día remitir utilidades al exterior siempre que no superaran el 8% del capital invertido
originariamente. La ley frondicista no establece ningún límite para la remisión de ca-
pital. Otro aspecto central es que la ley de 1953 establece específica y reiteradamente
la sujeción de los inversionistas extranjeros a las leyes del país y la de 1958 solo habla
de las garantías y derechos del inversionista extranjero. Analizando los resultados de
las inversiones Cimillo y otros concluyen que la ley peronista “no fue totalmente del
agrado del capital monopolista internacional” (p.71). Un análisis minucioso y exhaus-
tivo puede verse en ese trabajo.
112 En junio de 1958 el gobierno rehabilitó la personería gremial a la Confederación
General Económica (CGE) (formada por Perón en 1953) que podía asumir la repre-
sentación de intereses industriales, comerciales y agrarios. En respuesta la Unión
Industrial Argentina (UIA), la Sociedad Rural la Cámara de Comercio y la Bolsa de
Comercio constituyeron una entidad de cuarto grado: Acción Coordinadora de Entida-
des Empresarias Libres (ACIEL). (Asborno p.71)
184
nes nacionales, que los trabajadores petroleros habían llevado adelante
por reclamos salariales durante 24 días en todo el país, aunque ya se
preanunciaba el gran conflicto de octubre cuando declaraban “lucharán
contra quienes quieren entregar nuestro petróleo al extranjero” (diario Los
Andes 21–02–58 en Scodeller). Éste fue declarado ilegal por el gobierno
militar y los trabajadores movilizados bajo amenaza de juicio militar.
El paro iniciado en octubre no presenta reivindicaciones laborales;
tiene un definido objetivo político: la anulación de los contratos petroleros
anunciados por el gobierno por considerarlos lesivos a nuestra soberanía
y la participación obrera en el directorio de YPF a la que reivindican como
empresa nacional.
Esta huelga tuvo una duración de 20 días. En ella se perdieron
45.600 días de trabajo y participaron más de 3.000 obreros. Al mismo
tiempo, los trabajadores de Gas del Estado llevaron adelante una huelga
de solidaridad entre el 2 y el 19 de noviembre. Las acciones y formas de
lucha que los petroleros llevaron adelante fueron comunicados, petito-
rios, elaboración de informes sobre la cuestión petrolera por una comisión
de estudio, reuniones con funcionarios, huelgas parciales en solidaridad
en el gremio, guardias obreras en los yacimientos113, atentados y un pre-
sunto sabotaje.
Las instancias organizativas que aparecen a lo largo del conflicto
son: las asambleas (de las que participan entre 2300 y 3000 obreros), el
Cuerpo de Delegados, el Comité de Huelga que tuvo un papel central a
lo largo del conflicto, la Comisión Directiva Gremial, y la Federación Na-
cional. El 9 de noviembre, el gobierno declaró ilegal la huelga otorgando
un plazo de dos días para reincorporarse, ofreció incentivos económicos
para quienes se reintegrasen a sus tareas (se les pagarían los días no
trabajados y un plus por eficiencia). Sin embargo, esto no hizo variar el
alto acatamiento a la medida de fuerza. El mismo día, Frondizi la definió
como una “huelga insurreccional” y el 11, declaró el estado de sitio a nivel
nacional debido a que habían surgido en diferentes seccionales del SUPE
paros de solidaridad. Fueron numerosos los detenidos puestos disposición
del Poder Ejecutivo.
Al iniciarse el conflicto, el flamante Consejo Coordinador y Super-
visor del Peronismo (CCSP)114 denunció “el carácter político de la
huelga declarada en YPF”, mientras se solidarizaba con los trabaja-
113 En un primer momento del conflicto, se designaron guardias rotativas y por turno
en cada lugar de trabajo para evitar problemas y resguardar los bienes de YPF. De
hecho, los agentes de la Policía Provincial y de Gendarmería Nacional durante los
primeros días del conflicto se instalaron en el exterior de los campamentos, ya que
dentro funcionaban las guardias obreras, sin embargo, éstas se retiraron a partir del
día 3. (Scodeller op. cit)
114 Este nuevo organismo de “conducción táctica” del Movimiento Peronista había
sido designado en setiembre tenía la función de “organización de las fuerzas políticas”;
Perón dejaba fuera de sus funciones a “la organización de las fuerzas sindicales” que
quedaba “como hasta ahora en manos exclusivas de los dirigentes gremiales de las 62
y la CGT .” Cooke, formalmente, quedó como “delegado del Consejo Superior” lo que
en los hechos significó quitarle el aval de Perón para las tareas de organización y el
primer paso para su desplazamiento definitivo.
185
dores peronistas agrupados en la Junta de Petroleros ‘13 de Diciembre’
quienes repudiaban las medidas de fuerza y recomendaba “a todos
los peronistas de YPF que acaten tan solo las directivas de los
dirigentes peronistas”. Pero ya para el día 7 de noviembre, sus po-
siciones y declaraciones se habían modificado totalmente. Acon-
sejaba “a los compañeros en función gremial una acción decidida y
enérgica de repudio a los contratos petroleros celebrados por el
PE con empresas extranjeras, empleando los medios de lucha que
estimen conveniente hasta impedir la consumación de la entre-
ga de nuestro patrimonio energético.” El cambio de posición tenía
una explicación. Perón había denunciado el incumplimiento del Pacto por
parte de Frondizi. Sin embargo, las instrucciones a favor o en contra
del paro por parte de la nueva “conducción táctica” peronista
no modificaron la adhesión de los trabajadores a la huelga. Antes
de este cambio del Consejo peronista, la Federación SUPE realiza su IX
Congreso en Buenos Aires. Allí no se puede fijar una posición frente al
conflicto por las diferentes posturas de las distintas seccionales. Al modi-
ficarse la política del flamante organismo peronista, la Federación SUPE
acompaña el cambio del CCSP y el día 8 emplaza al gobierno para que “en
el plazo de 72 horas modifique los contratos petroleros amenazando con
una huelga de 48 horas en caso contrario.”
En Mendoza existían dos CGT; cuando el peronismo a través del
CCSP llamó a solidarizarse con los obreros del SUPE, en Mendoza la CGT
Mitre, alineada con las 62 Organizaciones, nunca se posicionó a favor del
conflicto ni verbal ni materialmente. Dice que las posiciones deben surgir
de un análisis honesto y desapasionado, “y no obedeciendo a normas y
corrientes ideológicas ajenas al espíritu de la Nación y ajenas también a
la nacionalidad, asentadas sobre intereses partidistas y obedeciendo a ex-
trañas consignas”. Sabiendo que en la otra CGT participaban comunistas
junto a peronistas, denunciaba a los “liberales marxistas y comunizantes
que siembran el desconcierto en las masas trabajadoras preparando el
camino hacia un futuro golpe de estado”
Tanto la Federación SUPE como las 62 organizaciones dejan en sus-
penso el paro anunciado. Resolución que no es acatada en Mendoza. Tres
días después, el 17, SUPE Mendoza llama a una asamblea donde partici-
pan casi 2.500 trabajadores y 34 oradores; luego de 6 horas de debates se
levanta el paro. Se escucharon insultos a dirigentes nacionales presentes
y calificativos de “traición” a su conducta. Estos argumentaban para poner
fin a la huelga, los peligros de un golpe de Estado por los planteos militares
que se hacían al gobierno con público apoyo político.115 El paro se levantó
como “una medida táctica, para proceder al agrupamiento de fuerzas y en
compañía de otros gremios y de sectores del pueblo en general, volver a la
115 No era una fantasía la posibilidad de un golpe. Los militares contaban con el pú-
blico apoyo la UCRP para ello. El 8 de julio, Zabala Ortiz declaraba a “La Nación”: El
frondicismo se vuelve más peronista en lugar de hacerse el peronismo más democrático.
El 12, Balbín en el mismo diario era mucho más directo: La aventura electoral sirve
para llegar, pero no alcanza mucho para quedarse.
186
lucha contra los documentos lesivos a la soberanía nacional.”116
En síntesis, si observamos al interior del colectivo de los trabajado-
res petroleros podemos afirmar que cada una de las instancias organi-
zativas que aparecen a lo largo del conflicto (asambleas, Comisión Di-
rectiva SUPE, Federación y centrales locales), estaban atravesadas por
una complejidad de posturas en disputa, que no sólo se expresaban de
manera vertical, sino horizontalmente, mostrando cómo la lucha política
e ideológica se expresa al interior de la clase obrera misma y en los dis-
tintos nucleamientos sindicales. También aparece en los agrupamientos
del movimiento peronista. Con el conflicto se inicia el desplazamiento de
Cooke como “conducción táctica” del peronismo y el flamante CCSP, pri-
mero descalifica el conflicto y luego acompaña los vaivenes de la política
pendular de Perón.
Más que la expresión de un proceso de burocratización gremial, don-
de las conducciones gremiales se alejarían paulatinamente de sus bases,
para nosotros este conflicto expresó principalmente la lucha hacia el in-
terior de la clase obrera, por imprimirle direccionalidad política al mo-
vimiento de resistencia al capital.117 Así, las simpatías del –definido por
Cooke– “peronismo tibio” con el desarrollismo no pueden verse simplifi-
cadamente como relación entre base y burocracia sino que forma parte de
los diferentes niveles de conciencia y desarrollo político de las distintas
fracciones o capas de la clase obrera. Estamos en un momento en que el
movimiento obrero organizado sindicalmente aún mantiene sus expecta-
tivas con Frondizi; y en un contexto en que se abrieron “distintas pers-
pectivas de participación dentro de márgenes legales para el movimiento
obrero, lo que a su vez favorece disputas entre fracciones y alineamientos
políticos, por erigirse en interlocutor válido.” (Scodeller).
Pronto se demuestra que las radicaciones de capital extranjero no
garantizan el equilibrio de la balanza de pagos. Cuando aparece el primer
estrangulamiento de este balance el desarrollismo la afronta con nuevas
concesiones a los exportadores. El 31 de diciembre el gobierno anunció
el Plan de Estabilización impuesto por el FMI. Sus principales medidas
fueron: devaluación y establecimiento de un mercado libre de cambios;
abolición de todo control de precios; eliminación de los subsidios a los
productores; abolición de los controles directos al comercio exterior. Todo
esto con sus conocidas consecuencias para el salario.
A pocos días de anunciado el Plan, las 62 Organizaciones emiten un
duro comunicado denunciando la amenaza para la industria nacional del
ingreso de productos extranjeros. Decían: “Cuando el Estado se descargue
de los miles de agentes como se asegura, los mismos se volcarán sobre la
industria privada produciendo la desocupación y el caos. La consecuencia
de ello será que los desocupados se verán obligados a ofrecer su traba-
jo por salarios menores a los fijados por convenio: que los movimientos
116 Según el semanario frigerista “Que” (citado por James p. 149), Vandor fue el en-
cargado de convencer a Perón de la sensatez del acuerdo de los dirigentes de las 62
con Frondizi.
117 Aquí seguimos la tesis de la investigación de G. Scodeller en su análisis de las
luchas sociales en Mendoza opus.cit.
187
vindicatorios de los sindicatos estarán continuamente amenazados por
los desocupados, con lo cual la incomprensión patronal y la explotación
se descargarán contra quienes pretendan mantener las conquistas
logradas hasta septiembre de 1955.” El documento termina con una
seria advertencia al gobierno: “corresponden a él los graves riesgos que
se avecinan para la República dejando definitivamente expresado las 62
Organizaciones que no descartarán ningún medio para luchar para lo-
grar la liberación económica, la soberanía política y la justicia social.”
(destacado RC). La unidad política del movimiento obrero está dada por
la defensa de las conquistas sociales logradas en el peronismo original.
Un día después de publicada esta declaración el Poder Ejecutivo en-
vió al Congreso el proyecto de Ley de Carnes que implicaba la priva-
tización del frigorífico municipal Lisandro de la Torre. La ley otorgaba
prioridad de compra a la CAP que se había normalizado luego de estar
intervenida desde 1943. Era una medida destinada a sumar a la burgue-
sía agroganadera al proyecto desarrollista. Frondizi quería concretar la
fórmula de su campaña electoral: carne + petróleo = acero.
Para llevar adelante este objetivo debía enfrentar a un sector de la
clase obrera en el que, en 1948, se habían unido peronistas y comunistas
para defender la autonomía de su organización de base, la Comisión In-
terna, frente al sindicato oficial. Para esto habían enfrentado la represión
del gobierno de Perón cantando la marcha peronista. (Salas La Resisten-
cia p.114) Además, en 1956, habían enfrentado con un paro al gobierno
fusilador frente a la detención de algunos de sus delegados.
Luego del conflicto de 1948, la representación de obreros y empleados
del frigorífico estaba a cargo de un sindicato autónomo que, luego de las
elecciones celebradas en diciembre de 1958, estaba dirigido por Sebastián
Borro que venía de pasar los primeros 6 meses de 1957 en una prisión
en el sur del país. Aunque podía suponerse que la privatización vendría
acompañada de pérdida de conquistas, ningún reclamo reivindicati-
vo está presente en el movimiento. Se inicia con el objetivo polí-
tico de evitar “la entrega del patrimonio nacional”.
El día del tratamiento de la ley en el Congreso Nacional, concurren
alrededor de 2.000 trabajadores. Los dirigentes dejan en cada una de las
bancas un documento que propone un detallado plan para la reactivación
integral del frigorífico que desbarata los argumentos “eficientistas” del
gobierno. En él proponen una explotación integral de todos los productos
y subproductos que puedan extraerse de la res. Uno de los dirigentes de-
claraba: solo no pudimos lograr una forma de industrializar el mugido.
Con los mismos argumentos de la necesidad de la reactivación del esta-
blecimiento, el Poder Ejecutivo propone la privatización. Conciente del
conflicto que se avecinaba, el diputado informante por la UCRI decía en
el debate: “muchas veces debemos contradecir las aspiraciones de como-
didad u holganza que puedan tener sectores del pueblo argentino. Pero en
esta obra debemos sacrificarnos todos, y hemos de sacrificar nuestra popu-
laridad con tal de hacer la gran revolución transformadora que requiere
el pueblo…”(Salas 169/195 La Resistencia...).
Antes de la aprobación de la ley se hace el último intento “ integracio-
188
nista”. El presidente de la CAP intenta sobornar, con dinero y participa-
ción en las acciones de la futura empresa, a los dirigentes obreros.
El 14 de enero, los obreros se enteran de la aprobación de la ley. El
sindicato, que no ha sido recibido por el presidente, convoca a una asam-
blea ese mismo día. Ésta recibe la adhesión de las 62 organizaciones por
intermedio de Avelino Fernández que concurre personalmente. Allí se
hace mención a la movilización militar que habían sufrido los obreros
ferroviarios en noviembre del año anterior por reclamos de falta y atraso
en los pagos. 118 También adhieren la FUBA, la Asociación de Propieta-
rios de Carnicerías, las Cooperativas Rurales de la Provincia de Buenos
Aires entre otras. La asamblea termina sin tomar una decisión. Al día
siguiente los dirigentes, acompañados de integrantes de las 62 Organiza-
ciones son recibidos por Frondizi quien es destinatario de los reproches
de Jorge Di Pascuale119 por no haber cumplido con el programa que lo
llevó al gobierno. Confirmada la decisión del gobierno de llevar adelante
la privatización, se realiza una asamblea donde participan alrededor de
8.000 de los 9.000 obreros y empleados y hablan 40 oradores; se decide:
a) tomar el establecimiento b) el paro por tiempo indeterminado c) pe-
dir a las 62 Organizaciones, a los 32 Gremios Democráticos y al MUCS
(gremios comunistas) que realicen un paro nacional en solidaridad. La
ocupación se realiza organizando guardias para evitar la destrucción o
daño a las instalaciones e instrumentos de trabajo. También se organiza
un grupo para darle de comer y beber a los animales.
El 16 de enero, al segundo día de la ocupación se realiza una reunión
entre los dirigentes y, en representación del gobierno, el jefe de la Policía
Federal, quien les reprochó que en las asambleas solo debían hablar y
118 El decreto 1473 con que Frondizi sustentó la movilización de los trabajadores fe-
rroviarios fue dictado por Perón con motivo de la huelga ferroviaria de 1951, con estos
fundamentos: 25 de enero Decreto nª 1473 Visto el conflicto provocado en los ferrocarri-
les por ciertos elementos que persiguen fines puramente políticos ajenos a los intereses
del gremio y considerando que la huelga ha sido declarada y es dirigida por personas
que no representan al gremio ferroviario y que por el contrario la entidad tradicional-
mente representativa y que cuenta con personería gremial, la Unión Ferroviaria, la
ha desautorizado y repudiado. Que la CGT, auténtica central obrera que representa a
todos los sindicatos del país, inclusive al de los ferroviarios, también ha desautorizado
la huelga y denunciado que solo tiene fines políticos y no de carácter social o económico
en beneficio de los trabajadores afectados.: lo que motivó que la huelga sea declarada
ilegal por el Ministerio de Trabajo Previsión(…).Colocaba a los trabajadores bajo la
Ley 13.324 de organización general de la Nación para tiempos de guerra y sometidos
a las disposiciones del Código de Justicia Militar Firman: Perón, Sosa Molina Lucero
Borlenghi. (Poder ejecutivo Nac. Anales de Legislación arg. 1951 tomo XI A pp. 253–
254 2ª edición Buenos Aires 1958). Perón el 24 de enero en un discurso frente a las
Comisiones Directivas de los Gremios en la CGT calificó a la huelga como el producto
de mil o dos mil agitadores y ciento cuarenta y ocho mil indecisos y anunciado la sepa-
ración del ministro de Transporte por haber negociado con la Comisión que dirigía la
huelga y según el presidente no representaba a nadie. (archivo RC)
119 Jorge Di Pascuale fue militante de la Resistencia Peronista, integrante de las 62
Organizaciones, desde su inicio en su carácter de secretario general del Sindicato de
Empleados de Farmacia, luego militante y dirigente del Peronismo de Base. Fue se-
cuestrado por la dictadura genocida iniciada en 1976 y permanece desaparecido.
189
disponer los directivos, que no debían permitir la participación de los
comunistas. Borro, siempre relataba con orgullo, que respondió que ha-
blaría todo trabajador y afiliado al gremio que quisiese hacer uso de la
palabra. Luego de la reunión, el sindicato emite un comunicado: “(…) el
gremio ha decretado una huelga en una asamblea, y nosotros, que somos
los representantes del gremio, la haremos cumplir hasta que sea derogada
la ley que dispone el traspaso del frigorífico.”
Así se va a iniciar la ofensiva represiva del gobierno que es precedida
por la solidaridad del gran capital. Dos días antes, el frigorífico Swift de
Berisso despide a mil trabajadores lo mismo que el Armour. En ambos
se declara un paro total de actividades. El viernes a la medianoche, el
ministro de Trabajo declara ilegal al paro. En la madrugada del sábado
17 de enero; una fuerza de 2.000 policías ocupando 22 colectivos, carros
de asalto, camiones de bomberos y patrulleros, tomó por asalto el sindi-
cato. Luego, reforzada por cuatro tanques Sherman y jeeps con soldados
armados con ametralladoras, al mando de teniente coronel Alejandro Ca-
céres Monié, se dirigió al frigorífico Los tanques destruyeron el portón
de ingreso y detrás de ellos entró la fuerza represiva. El desalojo se logró
con gases lacrimógenos, simulacros de fusilamiento luego de 4 horas de
lucha. Resultaron detenidos 95 obreros, 4 con heridas y 7 lesionados. Los
vecinos, muchos de ellos familiares de los obreros, libraron después del
desalojo, durante cinco días una batalla con la policía que abarcó a todo
Mataderos y se extendió a Villa Lugano, el bajo Flores, Villa Luro y parte
de Floresta. En Mataderos, se levantaron los adoquines para evitar el
paso de los vehículos policiales y a estos se los enfrentó a pedradas. Mien-
tras arrecian los atentados, la prensa informaba del estallido de bombas
en la casa de Rogelio Frigerio, en el Comité de la UCRI, en el Servicio
Informativo y Cultural de los Estados Unidos y en más de 10 sitios dife-
rentes en la Capital y La Plata (Salas p.189)
La huelga del frigorífico nunca fue levantada por el sindicato. Sebas-
tián Borro y varios de los miembros de la Directiva fueron detenidos el
20 de febrero.
Por un lado, el Estado responde con una feroz represión y, por el otro,
existe la posibilidad de un margen de legalidad. Como en la lucha de los
petroleros mendocinos, esto produce al interior del movimiento obrero
sindical diferentes alineamientos políticos respecto a la manera de resis-
tir la ofensiva del capital. El miércoles 20, las 62 con posiciones encontra-
das levanta el paro de solidaridad (antes lo habían hecho el MUCS y los
32 “Gremios Democráticos”). El 23 de enero, Avelino Fernández (quien no
puede ser asimilado al anticomunismo o los compromisos con el gobierno)
aludía a la posibilidad de un golpe de Estado.120 Por esto estas posiciones
(como en el caso de los trabajadores petroleros) no pueden simplificarse y
verse como la oposición entre los trabajadores en lucha sin tregua y una
120 Como ya vimos en su testimonio Fernández consideraba: “.. la alianza del Partido
Comunista con los conservadores una mancha que no se pudo sacar ni el comunismo ni
la vida política del país.” Tampoco a lo largo de su militancia (toda su vida) tuvo nin-
gún compromiso con empresas o gobierno alguno. Se jubiló como obrero en la fábrica
Volcán donde había iniciado su militancia como delegado metalúrgico.
190
dirección claudicante.
Cuando aún estaban detenidos los dirigentes del frigorífico, un ple-
nario de las 62 Organizaciones nombró una nueva mesa de conducción.
Estaba compuesta por dirigentes de los gremios Molineros, Aguas
Gaseosas, Caucho, Fideeros, Telefónicos, Aceiteros y tres regionales del
interior: San Martín, Santiago del Estero y Chaco. “Éramos los dirigentes
que pasamos a formar la línea dura y ortodoxa del peronismo” (Miguel
Gazzera en Salas La Resistencia... p.197). Casi todos eran dirigentes de
ramas industriales que poco tenían que esperar del despegue capitalista
prometido por el desarrollismo.
Como en la lucha de los petroleros mendocinos, la lucha de los tra-
bajadores del frigorífico produce al interior del movimiento obrero sin-
dical diferentes alineamientos políticos respecto a la manera de resistir
la ofensiva del capital. Tampoco como en aquel conflicto y el de los
telefónicos de 1957, existe dirección desde el peronismo.
El Consejo Coordinador y Supervisor de Peronismo se posiciona en
contra de la lucha de los trabajadores e, igual que el gobierno, centra sus
ataques en Cooke. El 29 de enero, en un comunicado dice: “lo sucedido en
el Frigorífico Lisandro de la Torre respondió a una alianza de un sector
del peronismo con el comunismo.”
Este comunicado provoca una indignada protesta de Cooke a Perón.
El 5 de febrero, le dice, entre otras cosas: “Esto indigna a nuestro Movi-
miento, que reivindica el honor de haber promovido y mantenido la re-
belión popular. (…)” Protesta enérgicamente contra “las puñaladas por
la espalda, dadas desde el propio Movimiento al amparo de posiciones
otorgadas por Ud”. Señala como cobardes al “sr. Albrieu y sus amigos”.
Denuncia algunos delegados del Consejo Coordinador nombrado por Pe-
rón como “notorios neoperonistas y, en algunos casos, partícipes pasivos
de la revolución de setiembre de 1955”. (Correspondencia t.II p.140).
Las expresiones políticas de la fractura de la alianza peronis-
ta aparecen cuando los trabajadores resisten el avance del gran
capital. Que la lucha por sus derechos esté unida a la defensa de
las realizaciones del gobierno popular (YPF y frigorífico estata-
les), es decir fiel a la ortodoxia peronista, no impide que sean acu-
sados de comunistas por el “sector político” de su Movimiento.
Durante 1959, la huelga de los trabajadores del frigorífico Lisandro
de la Torre no fue la única. El único paro exitoso con repercusiones nacio-
nales fue el de los trabajadores de la caña en Tucumán que llevaron ade-
lante una huelga entre el 23 de julio y el 12 de agosto, donde participaron
80.000 trabajadores en el campo y 25.000 en los ingenios. Desafiaron la
amenaza del quite de personería a la FOTIA. La CGT y las 62 Organiza-
ciones decretaron un paro nacional de apoyo a sus demandas cumplido
con alto acatamiento. Luego de que fueran asesinados por la represión
dos trabajadores, el paro terminó con la aceptación de las demandas por
parte de los propietarios de los ingenios. (Salas Uturuncos….p.59)
Los trabajadores bancarios, desde fines de abril hasta fines de junio,
llevaron adelante una huelga nacional. El gobierno los movilizó y sometió
a juicio bajo tribunales militares. Los metalúrgicos realizaron también
191
un paro nacional entre fines de agosto y mediados de octubre, en busca de
un nuevo convenio laboral y salarial. Con las mismas demandas, el sindi-
cato textil inició el 23 de setiembre una huelga por tiempo indeterminado
que duró hasta el 9 de noviembre.
Las consecuencias de estos conflictos para el conjunto de los traba-
jadores no pueden minimizarse. El “Lisandro”, al reabrirse luego de la
huelga y el “porteñazo” que lo acompañó solo retomó a 4.500 de los 9.000
trabajadores. Fue privatizado y se impusieron las nuevas condiciones de
productividad exigidas por la CAP y la pérdida de la insalubridad. Los
bancarios, luego de una huelga de 59 días se enfrentaron con tribunales
militares y sufrieron 5.000 cesantías.121 Los textiles, que habían resuelto
un paro por tiempo indeterminado en asambleas con miles de trabajado-
res y decenas de oradores, debieron firmar un convenio que significaba
un retroceso para sus condiciones de trabajo. Lo mismo les sucedió a los
metalúrgicos, luego de una huelga donde fueron detenidos alrededor de
800 delegados, la mayoría de los cuales luego fueron despedidos.
Entre noviembre de 1959 y enero de 1960 se dio, en el marco de la
lucha de los trabajadores tucumanos, el precario intento guerrillero de
los Uturuncos. La vinculación entre ambas luchas se dio en la solidaridad
concreta frente a la represión. Pero no se produjo la convergencia en una
política común entre los guerrilleros y este sector de la clase obrera que
ya había enfrentado a la oligarquía azucarera y sufrido la represión del
gobierno popular en 1949122
Un importante intento de la Resistencia produce un punto de in-
flexión en muchos militantes. En noviembre de 1960, el denominado
Comando de Operaciones Revolucionarias (COR) dirigido por el general
Iñiguez, intenta la toma del Regimiento 3 de Infantería de Rosario. Par-
ticipan militantes que hasta 1973 participarán de todas las tendencias,
diferentes y antagónicas del peronismo. En otros puntos del país grupos
de peronistas esperaron participar de un movimiento nacional que culmi-
121 La huelga bancaria se inicia en el Banco de Córdoba; al ser reprimidos los trabaja-
dores, los del Banco Nación, que estaba enfrente, salen a la calle y luego se extiende la
medida. Los últimos cesantes fueron reincorporados en 1989 junto con otros cesantes
de otra huelga de 1974. Esto se hizo efectivo por una ley del Congreso Nacional que
debió ser votada dos veces para superar el veto del entonces presidente Alfonsín, luego
de su primera aprobación. (Pancho)
122 Puede caracterizarse como precario el intento Uturunco por su nivel de organiza-
ción, por las características del reclutamiento de sus militantes y por su nivel político
que no le permite a su principal organizador diferenciar entre la expropiación a un
banco o robarles el dinero a dos camioneros. Dice José Luis Rojas: “…habíamos que-
dado en que nos teníamos que distinguir por la honradez, por lo justiciero, todos esos
principios morales (se ríe) pequeño burgueses.(…) Al principio no queríamos entrar a
un banco porque era una inmoralidad; al final dijimos no si ahí…la plata que tiene el
banco es plata del pueblo, esa es plata nuestra(…) Juan Carlos (…)encuentra durmien-
do a un par de camioneros(…)le ha sacado toda la guita a los camioneros(…) nosotros
en un principio lo criticamos: Pero después dijimos ‘el camino es la expropiación en
beneficio de la revolución’ era un prejuicio eso de no robar un banco. Y… Juan Carlos
les había choreado la guita a los camioneros.(Salas Uturunco…p.86).Tal vez no sea
casual que años más tarde Juan Carlos Díaz haya sido, según algunos de sus viejos
compañeros, colaborador de la última dictadura (Salas p.119).
192
nara con la vuelta del Líder123. Algunos fervorosos anticomunistas
y otros que ya se preguntaban por qué Perón era huésped de los
peores dictadores de América Latina. Estaba lo que después fue la
extrema derecha y la izquierda del peronismo. Para muchos ya fue el fin
de las esperanzas en los militares golpistas. Que hasta ese momento eran
una opción para muchos de la resistencia. Muchos se quedaron en el
55, con la vuelta de Perón sin más explicaciones. Otros buscaron
explicaciones y otros caminos. (José).
El peronismo seguía “siendo uno” y la Resistencia continuaba; entre
el 1º de mayo de 1958 y junio de 1961, se colocaron 1022 cargas explosi-
vas, se produjeron 104 incendios y 440 actos de sabotaje diverso. (Bas-
chetti p.46).
Frente a la tozudez de los peronistas, el “Proyecto Nacional” de los
monopolios mostraba su verdadero rostro para quienes querían volver a
las condiciones de vida del “régimen depuesto”.
El Plan de Conmoción Interna del Estado (CONINTES) fue estable-
cido por el decreto 9880 del 24 de noviembre de 1958. Daba el sustento
jurídico para declarar zona militarizada a cualquier zona del país. Se
aplicó con los petroleros, los ferroviarios, los bancarios y todo militante
que resistiera. Más de 2.000 personas fueron juzgadas por tribunales mi-
litares durante su vigencia. A mediados de 1960 fue extendido a todo el
país. Fue derogado el 2 de agosto de 1961 y puesto nuevamente en vigen-
cia por unos meses en 1962.
Al mismo tiempo, seguían en pie las promesas desarrollistas para la
institucionalización de las demandas obreras en un nuevo pacto social.
Promesas que se correspondían con una etapa imperialista caracterizada
por la preeminencia de la exportación de tecnología (bienes de capital,
servicios técnicos, regalías, patentes etc.) orientada al desarrollo del sec-
tor industrial. Esta etapa es consecuencia del alto nivel de acumulación
de capital en los países capitalistas más desarrollados, en particular Es-
tados Unidos. Esto los lleva a la necesidad de mantener y desarrollar su
tasa de ganancia por medio de la exportación de capitales. “Entre 1955 y
123 Según el relato de José Cravero, integrante del grupo, en Rosario participaron
alrededor de 40 hombres que habían estado haciendo prácticas de tiro en las islas del
Paraná los días domingos desde casi 30 meses atrás. Luego de un fuerte tiroteo (donde
muere el coronel Julio A.Barredo integrante del grupo) ocupan el Regimiento que fue
rodeado por la gendarmería al mando de Agustín Feeced. Los ocupantes preguntaban
“¿Por qué no sacábamos los tanques? A las 4,30 de la madrugada Iñiguez dijo: “Esta-
mos solos” y desocuparon el regimiento 48. Muchos de los Resistentes fueron detenidos
luego en sus domicilios. Iñiguez consigue fugarse.(Carlos del Frade Crónica de una
pasión pág. web). En el intento participó Armando Cabo y Amado Olmos estuvo dete-
nido pero no sabemos si efectivamente participó. En Lanús bajo el puente del arroyo
Millán, 20 peronistas esperaron inútilmente durante toda una noche las armas que
no llegaron. Los referentes del COR en la zona advertían a sus jóvenes compañeros
que no se vayan mucho a la izquierda, mientras estos reivindicaban su solidaridad
desinteresada frente a las necesidades económicas de sus compañeros y a la represión.
Para Juan Carlos Cena, el intento de Iñiguez formó parte de las tareas de los servicios
de inteligencia militares para desarmar la Resistencia. También cita el caso del comi-
sario Gordillo que en Córdoba participando de grupos de la Resistencia delató e hizo
encarcelar a muchos militantes. Si no te dejan crecer la barba no te la pueden cortar.
193
1964 las ventas de las empresas norteamericanas (o sus filiales), situadas
en el extranjero aumentaron en un 170%, mientras que el crecimiento den-
tro del territorio norteamericano fue del 50%. “(Peralta Ramos p.19).
Así, partir de 1959 se produjo en nuestro país, una ola sin prece-
dentes de inversiones extranjeras directas dirigidas a los sectores que
habían presentado los mayores niveles de importaciones hasta ese mo-
mento y claves para el modelo desarrollista.124 Ya vimos que el proceso
de industrialización desarrollado en nuestro país hasta 1955, basado en
la incorporación de mano de obra (capital variable) al proceso de traba-
jo, produjo una importante homogeneidad en la situación salarial de los
trabajadores.
Esta nueva etapa se realiza reemplazando mano de obra por capital.
Esto lleva a un proceso de progresiva diferenciación salarial dentro de la
clase obrera a favor de aquellos que trabajan en las ramas industriales
de mayor inversión de tecnología (capital fijo). Esto lo confirman los da-
tos del período 1956–1966. Las ramas industriales de mayor desarrollo
tecnológico (mayor composición orgánica del capital) muestran el mayor
incremento anual acumulativo de los salarios medios industriales. Las de
menor desarrollo tecnológico tienen una tasa negativa.125
A esta diferenciación salarial por rama industrial debemos sumarle
la que existe entre los salarios que reciben los trabajadores de las empre-
sas altamente concentradas (más de 100 personas), las poco concentradas
(entre 26 y 99 personas) y las nada concentradas (menos de 26 personas).
Este es un proceso que se acentuará acompañando el proceso de concen-
tración económica durante todo el período que tratamos.126
Esto se daba en un contexto social donde, sin velos discursivos, las
consecuencias de la propuesta desarrollista para la clase obrera apare-
cían con toda su crudeza. Entre 1956 y 1959 los salarios reales des-
cendieron un 31,3%, en especial, por el impacto del plan de ajuste de
1959. (Rapoport p.577). El gasto público social cayó alrededor del 10% res-
pecto a los niveles alcanzados hasta 1955. Además este salario indirecto
tuvo otros destinos en detrimento de la salud pública.(Rapoport 580). Las
tarifas ferroviarias fueron aumentadas entre el 50 y 60 %, las de subte-
124 Entre 1959/1962 las radicaciones de capital autorizadas según rama industrial en
millones u$ y porcentajes fueron: Química y Petroquímica 202.4 millones u$ –41.7%;
Producto Metálicos 138.6 u$ millones 28.5%; Material de Transporte 118.5 u$ millo-
nes 24.4%.Completan el 100% alimentos, textiles, cueros, caucho celulosa, con menos
del 2% cada uno. (Asborno p.70)
125 Datos de algunas de las principales ramas industriales entre 1956 y 1966. Deri-
vados del petróleo +5.79; caucho +3.91; productos químicos +2.61; maquinaria y vehí-
culos +2,54; maquinaria y aparatos eléctricos +2.18; alimentos y bebidas –1.30; textil
–1.45; confección y calzado –3.20; muebles –1.75. ( Cuadro completo desde 1950 de
todas las industrias en Peralta Ramos p.52)
126 Según datos del censo industrial de 1963 (para tomar un momento medio del
período 1955–68/69), los salarios anuales per cápita en miles de pesos eran en el total
de la industria, tomando solo los extremos de la concentración: empresas con + de
500 obreros 191,7; entre 26 y 49 obreros 141.5, menos de 26 obreros 120 y 10 o menos
obreros 77,7.(Cuadro completo en Peralta Ramos p.124)
194
rráneos el 100%, las de electricidad el 50%. Las obras públicas, incluso
las que estaban en ejecución fueron paralizadas. Fueron congeladas las
vacantes del Estado y durante el año 1959 el personal fue reducido en
alrededor de 40.000 agentes. La inflación alcanzó niveles hasta entonces
desconocidos en el país: 113,69 %. (Salas La Resistencia... 151/2).
Estos datos, aunque esquemáticamente señalados, nos muestran un
panorama de fragmentación salarial en un marco de inflación que permi-
ten verificar que el “derrame” prometido por el desarrollismo era diferen-
te para unos y para otros.
El testimonio de un obrero y ex delegado metalúrgico confirma esta
realidad y nos dice cuál era la percepción del conjunto de los trabajadores
acerca de ella. “La lucha después de las huelgas con Frondizi tomó otro
camino. Aumentaba todo, si daban aumento se aceptaba que te apretaran
con la producción…Y sí los muchachos del sindicato lo firmaban. Pero… y
¿Qué iban a hacer? además si comparabas ganabas más que los demás gre-
mios. ¿Donde ibas a ir si te rajaban? ¿Al frigorífico? ¿A la cámara de frío?
¿a una barraca… lavabas cueros en medio del ácido y te pagaban chirolas?
O a una changa de la construcción. En el barrio (Valentín Alsina RC) ha-
bía muchachos que para volear ladrillos unos días hacían cola y tenían
oficio. Los ‘meta’ (metalúrgicos RC) dentro de todo éramos privilegiados.
Siendo medio oficial ganabas igual o más que una empleada de hospital.
Ni comparar con los textiles (…) A mí me rajaron de Tamet…tuve suerte
los muchachos del sindicato me consiguieron otra cosa pero otros que es-
tuvieron conmigo no tuvieron esa suerte se pasaron años changueando. No
iba a volver a Tamet ni entrar en Gurmendi, pero en los boliches te podían
conseguir algo (…). Si te habían fichado chau…se pasaban los nombres de
una empresa a otra. Ya después ya no hice más nada” (Mario). Se percibía
en los barrios la eficacia, para las patronales, de las listas negras y de los
despidos selectivos para lograr la ruptura entre la militancia de base y el
conjunto de los trabajadores. La realidad cada vez más difícil hacía valorar
el trabajo a quien lo tenía. Otro elemento – nada menor – surge en este
testimonio: quien tiene al sindicato como referencia y no se ha en-
frentado con su dirección puede conseguir trabajo.
No puede negarse que esta realidad aportaba para que la década
se iniciara con una situación de repliegue por parte del conjunto de los
trabajadores.
Las condiciones del capital para el Pacto Social Desarrollista
Durante el gobierno de Frondizi, se produce –y continúa hasta 1976–
la tentativa más exitosa de romper las relaciones de trabajo con las que
la clase obrera se había constituido en la “columna vertebral” del peronis-
mo. Los más de diez millones de días de huelga y los numerosos actos de
sabotaje (solo 106 en una huelga general en Buenos Aires) durante 1959
no impidieron la firma de convenios que implicaban un retroceso respecto
de las condiciones laborales establecidas en los convenios de 1946/48.
La condiciones que exigía el capital extranjero y local para participar
195
del proyecto desarrollista era modificar las relaciones de poder al interior
de los lugares de trabajo.
Detrás de la fuerza del Estado que apoya sin titubeos la intransigen-
cia patronal con el Plan CONINTES está una burguesía que se ha forta-
lecido y lo sigue haciendo con las inversiones extranjeras. Es un Estado
cuyas decisiones centrales en las políticas económicas están tomadas por
los representantes de los grupos industriales y financieros más concen-
trados.127.
También las Fuerzas Armadas, luego de demostrar que podían ase-
sinar a sus propios camaradas, respaldaban sin hesitar esta escalada
patronal. Simultáneamente a su participación activa en la represión, se
integraban en los negocios de los sectores más poderosos de la burguesía
local y extranjera128
Solo de la mano de los tanques, los tribunales militares y la concen-
tración económica, podía llevarse a la práctica lo que había anunciado
sin eufemismos el capitán de navío Patrón Laplacette, interventor de la
CGT en 1955, cuando afirmaba “el gobierno tiene el propósito de llevar a
la práctica las conclusiones a las cuales arribó el Congreso de la Produc-
tividad, las que el gobierno se limitó a enunciar sin tomar las medidas
apropiadas para asegurar su realización.” (La Nación 20/02/56).
El punto de partida para concretar este propósito era modificar las
relaciones de fuerzas con la clase obrera. El primer paso son los despidos
producto del resultado de los conflictos de 1959. Los despidos son siempre
selectivos. La patronal despide siempre en primer lugar a los activistas o
a los que sin serlo son capaces de defender una situación propia o de sus
compañeros. En segundo lugar, a aquellos trabajadores que acompañan
los reclamos. La mayoría de los despedidos eran delegados e integrantes
de las Comisiones Internas. Estas organizaciones de base eran reconoci-
127 Entre 1955 y 1964 pasaron por el Ministerio de Economía y/o el Banco Central los
representantes de los grandes grupos económicos que fijaron las políticas del Estado:
Alvaro Alsogaray, grupo Indo; Roberto Alemann, grupos Sociedad Comercial del Pla-
ta, CIBA, La Agraria; Carlos Coll Benegas, grupos ITT, Roberts; Jorge Webe, Banco de
Crédito Rural; Federico Pinedo, grupo La Agraria; Eustaquio Mendez Delfino, grupos
Shaw, La Agraria; Luis Otero Monsegur, Banco Francés del Río de La Plata y José
Alfredo Martínez de Hoz, grupos Acindar y Brown Bovero. ( Asborno p.72).
128 Entre 1955 y 1968 se registra la presencia de 220 miembros de las Fuerzas Arma-
das en retiro o actividad ocupando cargos ejecutivos en diversas empresas privadas.
Se cuentan 47 Generales de Brigada, 29 Coroneles, 23 Contraalmirantes, 18 Tenien-
tes Coroneles, 17 Generales de División, 16 Brigadieres,14 Capitanes de Navío, 12 Co-
modoros, 8 Vicealmirantes, 7 Capitanes de Fragata, 4 Brigadieres Mayores, 3 Capita-
nes, 3 Tenientes Generales, 3 Brigadieres Generales, 3 Vicecomodoros, 3 Tenientes de
Navío, 2 Capitanes de Corbeta, 2 Comandantes, 1 General y 1 Almirante. El reparto
por armas indicaba que el 57% correspondía al Ejército; 26 % a la Marina y el 17 %
a la Aeronáutica. Cumplían funciones de Presidentes, Vicepresidentes, Directores o
Gerentes en empresas como: Ingenio Ledesma S.A., Banco de Intercambio Regional,
Siam Di Tella S.A., Italo Argentina de Electricidad, Dow Chemical Argentina, Iram
Walter, IKA, PASA, Isaura, Mellor–Goodwin, Swift, Perkins, Fiat Concord, Astarsa,
Bunge y Born, Deltec, Borgward, Deutsche Bank, Fiat Argentina, Coca Cola entre
las más poderosas. (García Lupo, Rogelio “Los Generales de Negocios” Bs.As. 1968 en
Asborno p.77)
196
das y respetadas por ser el instrumento eficaz para defender las condicio-
nes de trabajo dentro de fábrica. La pérdida de esa eficacia es vital para
los objetivos patronales.
En mayo de 1960, Galileo Puente, ministro de Trabajo de Frondizi
decía “…me encontré con anarquía, abusos y todo tipo de atropellos por
parte de los obreros. Los empresarios habían perdido el control de sus fá-
bricas; las comisiones internas manejaban todo: Aquellos que debían obe-
decer en realidad estaban dando las órdenes….los empresarios deben
por lo tanto retomar el control de las fábricas.” También se jactaba
de que en la tabacalera Piccardo: “Me vino a ver el gerente de personal,
haciéndome saber mil tropelías que hacía la comisión interna (…) Según
mis instrucciones los delegados fueron echados. Vinieron al Ministerio y
yo también los eché, porque allí no estamos para proteger a sinvergüenzas.
Muy pronto los obreros sanos empezaron a golpear las puertas de la fá-
brica para entrar. La empresa entonces empezó a seleccionar: ‘ este entra,
este no’ y así de 800 obreros, 500 fueron retomados y doscientos malan-
dras quedaron afuera.” También se jactaba que: “En Ducilo, Alpargatas y
Good Year ya se ha depurado el personal de los malandras y todos viven
felices. “(James 167). Los “ malandras” eran las comisiones internas y
delegados de esas empresas.
Este es el marco en el que se firman los convenios colectivos desde
fines de 1959 y durante 1960. En ellos los sindicatos debieron aceptar
la eliminación de los “obstáculos específicos a la productividad ” y la re-
definición y limitación de las atribuciones de las comisiones internas y
cuerpos de delegados.
Sin embargo, la victoria para las patronales no fue rápida ni sencilla.
En la industria textil las negociaciones por el nuevo convenio se inicia-
ron en julio de 1959. En enero del año siguiente, el sindicato declaró el
trabajo a reglamento. La respuesta patronal fueron numerosos despidos
que incluyeron a las comisiones internas de las principales fábricas con
el respaldo público del ministro Puente. El sindicato suspendió la medida
luego que la policía desalojó a los obreros que habían ocupado la planta
de Alpargatas. El aumento de ritmos de producción se impuso de hecho
y fueron finalmente legalizados en el convenio firmado a principios de
1961.129 El artículo 3º establecía que “Los empresarios dirigirán y organi-
zarán el trabajo en sus establecimientos (…) teniendo en cuenta la obten-
ción de niveles óptimos de producción.”
En la industria metalúrgica el convenio firmado en julio de 1960 fijó
importantes límites a las tareas de los delegados en el interior de la plan-
ta. Su artículo 83 establecía los sistemas de premios y bonificaciones no
eran materia del convenio y que la UOM y/o los delegados no podían
oponerse a la revisión de los esquemas de producción existentes pues “es
129 Para ver lo que significaba cotidianamente para los trabajadores: en la sección
cardas de Alpargatas, en 1948 un obrero atendía 20 cardas, 30 en 1958 y luego del
convenio de 1961 el número se elevó a 60. En la sección sisal, de 15 obreros se pasó a
11; 4 obreros fueron eliminados por los “toma tiempos”. Todos estos cambios fueron
hechos sin ninguna innovación tecnológica (James 191). (Ver también testimonio de
A. Fernández en Cap.IV p.163)
197
evidente que si no se adaptan los sistemas de pagos, los métodos de traba-
jo y de renovación de equipos nunca se logrará el objetivo principal de dar
incentivos a fin de optimizar la producción” (James 341).
En la industria frigorífica el convenio recién fue firmado en 1964 y
establecía en su artículo 12: “A fin de mejorar la eficiencia y la calidad
de la producción, el empresario tiene el derecho de exigir a sus obreros, en
todas la etapas de la producción, la calidad requerida, fijar la producción
por hora/hombre de cada operación, fijar la velocidad con que debe ope-
rar el equipo, introducir nuevas maquinarias y técnicas siempre que sea
necesario y modificar la planta existente.”
Con estas disposiciones, en los convenios de estas tres industrias que
tomamos como referencia, la fijación de los ritmos de pasaba ser exclusi-
va atribución de la patronal.
Los nuevos convenios también establecían la autoridad total de la
empresa para desplazar a un trabajador o varios de una sección a otra o
dentro de una misma sección a diferentes tareas, sin tener en cuenta la
calificación del obrero. Esto tenía gran importancia para los avances pa-
tronales. Atacaba la detallada calificación de tareas que se incorporó con
los convenios de 1946/48 donde las escalas salariales se establecían según
los diferentes niveles de calificación. Aunque las nuevas tecnologías ten-
dieran a bajarlas la defensa de las categorías seguían siendo un instru-
mento obrero para resistir los intentos de lograr mayor “productividad”.
En materia de extracción de plusvalía, el resultado de estos conve-
nios fue un claro triunfo patronal. Tomando como base 100 en 1950, la
productividad hora en la industria metalúrgica fue de 114.1 en 1956 y
150,3 en 1961; en la textil subió a 127,6 en 1956 y a 130,2 en 1961. En
la industria en general aumentó a 113.8 en 1956 y a 141,2 en 1962.
Este aumento en la explotación no se operó sin una contrapartida.
Como señala el testimonio anterior de Mario, la desocupación, inflación
y la eficacia de las “listas negras” permitieron que el conjunto de los tra-
bajadores aceptasen los incrementos en la productividad a cambio de una
serie de beneficios económicos que significaban aumentos concretos en el
salario de bolsillo. Los nuevos convenios por primera vez desde 1950/51
actualizaron beneficios como: asignaciones familiares, beneficios por ma-
ternidad, asignaciones por antigüedad, licencias por casamiento. Estos
convenios los firmaba la dirección sindical negociando punto por punto en
el ministerio de Trabajo. La negociación quedaba fuera de la competencia
de los cuerpos de delegados y comisiones internas. Por lo tanto, fuera del
lugar de trabajo. La capacidad de negociación de las direcciones sindica-
les no se vio afectada por aceptar las nuevas condiciones de producción.
El control que precisaban las patronales estaba dirigido a modificar las
relaciones de fuerza al interior de las fábricas (James 349).
Este avance de las patronales en los lugares de trabajo que se produ-
ce con los despidos selectivos, no quiere decir que el conjunto de la clase
obrera no tuviese como referencia a la estructura sindical para la defensa
de sus derechos. Al menos hasta pasada la primera mitad de la década
del 60 como veremos.
A fines de 1960 comienza el proceso que culminará con la devolución
198
de la CGT y será otro importante paso en el fortalecimiento de la estruc-
tura sindical. En octubre, las 62 Organizaciones y los Independientes lle-
gan a un acuerdo para formar la denominada “Comisión de los 20” inte-
grada en partes iguales por ambos sectores. La distribución de las cuatro
secretarías se hizo en partes iguales. Por la “rama gremial” peronista fue-
ron designados dos textiles Andrés Framini y Juan Carlos Laholaberry
y dos metalúrgicos Augusto Vandor y Rosendo García. Por los indepen-
dientes, fueron designados los representantes de la Unión Ferroviaria y
de los gráficos. La heterogeneidad objetiva de la clase obrera no ha roto
todavía la unidad a nivel de las conducciones sindicales. Coinciden en la
búsqueda de la institucionalización los que luego disputarán, entre ellos,
la hegemonía política dentro del sindicalismo.
Que el conjunto del movimiento obrero y el conjunto de los trabaja-
dores mantuviesen sus expectativas y/o esperanzas con diferentes grados
de convicción en la legalidad prometida, no significó la paz. En junio de
1961, esta Comisión de los 20, ya a cargo de la CGT, declaró el estado de
alerta. Sin resultados concretos en las reuniones con el presidente, se
declaró un paro general de 24 horas el 18 de julio y otro en octubre pocos
días antes de que se iniciara la huelga ferroviaria en contra de la “racio-
nalización” de la empresa.
En el marco de la política desarrollista era fundamental el desarrollo
de la industria automovilística en consonancia con las necesidades de
reconversión de la industria norteamericana.130 Así se instalaron varias
plantas automotrices y planificó el desarrollo de una red caminera nacio-
nal que compitiera y reemplazara al tren. Esto implicaba disciplinar a
una fracción del movimiento obrero que había demostrado incluso duran-
te el peronismo, su independencia como fracción de clase.
El Ministerio de Obras y Servicios Públicos (MOSP), a través de su
ministro Acevedo, implementara el plan de reestructuración ferroviaria,
también conocido como Plan Larkin. 131 Para ello se dicta el Decreto Nº
4061/61, que fijaba la congelación del déficit ferroviario. Se pretendía re-
ducir la red ferrocarrilera al 40% de los 45.000 kms existentes en ese
momento. El decreto, además, establecía que todo aumento salarial re-
clamado por las organizaciones del riel sería compensado con aumento
de tarifas o reducción de gastos, esto es, recorte de los ramales conside-
rados antieconómicos por el gobierno. El artículo 5 del decreto establecía
la privatización de diferentes servicios (comedor, confitería, limpieza de
vagones, reparación y construcción de vías y vagones etc.). El artículo 9
planteaba que era necesario “agilizar las labores modificando el regla-
mento laboral” incrementando una hora diaria a la jornada laboral. En
palabras de Frondizi, “la baja productividad de los agentes ferroviarios
obedece a la superabundancia de personal… la eliminación de personal
130 Según el Ministro de Economía Alemann, la producción automotriz pasó de 27.034
unidades en 1958, a 89.338 en 1960 y 83.274 en 1961. Las empresas beneficiadas eran
Acindar, General Motors, General Electric y Fiat. (Scodeller opus cit.)
131 Acevedo era presidente de Acindar y estrechamente vinculado al Banco Mundial.
Larkin era un general de Estados Unidos que tenía a su cargo la Comisión encargada del
estudio de la cuestión ferrocarrilera en Argentina, conformada por expertos del FMI.
199
excedente es una necesidad impostergable para enjugar el déficit actual
así como el único camino para valorizar el trabajo de quienes permanez-
can en la función.” (Scodeller).
A nivel nacional, el día 31 de octubre tanto la Unión Ferroviaria
como La Fraternidad, declaran un paro por tiempo indeterminado, que
se prolongará por 42 días, contra el Decreto 4061/61 y la modificación del
reglamento de trabajo. El paro contó con la total adhesión de los trabaja-
dores y se llevaron adelante asambleas, manifestaciones, actos públicos,
piquetes y numerosos atentados contra vagones y vías. La solidaridad de
clase se mantuvo a lo largo de todo el conflicto, expresada de distintas
maneras (declaraciones, rifas, bailes, comedores, donaciones de jornales,
ropa, comida y medicamentos, bonos contribución, etc.) y por diversos ac-
tores (trabajadores de otros gremios, comisiones de solidaridad, familias,
vecinos, almaceneros).
La CGT llevó adelante un paro de 72 horas, entre el 7 y el 9 de noviem-
bre, que contó a nivel nacional, entre el 80% y el 100 % de acatamiento.
El gobierno realizó allanamientos a sedes gremiales y casas de obreros,
numerosas detenciones, apeló a la existencia de divisiones internas para
romper el paro, y se realizaban falsos anuncios a fin de desinformar –al
punto que La Fraternidad llamó a realizar un boicot al diario Clarín por
su actitud “antiobrera”–. Ninguna de estas medidas tuvo efecto sobre el
alto acatamiento que registraba la medida de fuerza. En cambio, sí actuó
como elemento disciplinador, la propuesta de optar por el retiro volunta-
rio con indemnización, resultando ésta aceptada por un gran número de
trabajadores por lo que, aunque fuese parcialmente, el Plan Larkin logró
implementarse.132
Finalmente se llegará a un acuerdo el 10 de diciembre (Decreto Nº
11.578/61) que aceptaba la mayoría de las demandas obreras. 133
Con la huelga ferroviaria la cantidad de trabajadores en huelga du-
rante 1961 bajó a 500.000 contra los 1.500.000 del año anterior. En un
momento en que la actividad industrial afrontaba un período recesivo,
las huelgas tendían a perder eficacia como forma de lucha. Si por un
lado el crecimiento de la desocupación replegaba a los trabajadores, por
132 Alrededor 54.000 trabajadores dejan de pertenecer a EFEA en total pero por dis-
tintos motivos (cesantes no reincorporados, jubilación forzosa e indemnización). Esto
representa el 72 % de los trabajadores “sobrantes” de los cuales el gobierno pretendían
prescindir. Un gran número de éstos eran obreros de talleres. (Scodeller)
133 El acuerdo establecía: 1) la participación obrera en el Directorio de EFEA; 2) se
suspendían las modificaciones al reglamento de trabajo y a los convenios laborales de
ambos gremios momentáneamente; 3) el nuevo Directorio de EFEA consideraría modi-
ficaciones al reglamento de trabajo y a los escalafones; 4) el Directorio debía encarar el
reacondicionamiento de los talleres y servicios auxiliares, disponiendo su reactivación,
sistematización y otro destino; 5) continuaría en vigencia el régimen de indemnizacio-
nes; 6) se estudiaría la situación de las líneas y ramales clausurados, disponiendo su
rehabilitación en casos de necesidad, y cuando no respondan a razones de inactividad
o antieconomicidad; 7) quedaban en libertad todos los detenidos a raíz del conflicto; 8)
quedaban sin efecto las sanciones al personal ferroviario; 9) EFEA prestaría el 80% de
los sueldos no percibidos, que deberían ser reintegrados en 18 cuotas; 10) se estableció
un aumento del 20% aproximadamente.
200
el otro crecía el papel político del sindicalismo en el contexto del modelo
desarrollista. A mediados del año, la Comisión de los 20 había designado,
por primera vez desde 1955, la delegación obrera a la reunión de la Orga-
nización Internacional del Trabajo (La formaban entre otros José Alonso
y Augusto Vandor).
Frondizi movilizaba militarmente a los ferroviarios, calificaba a su
movimiento como “insurreccional y ajeno a la cuestión gremial y movido
por influencias extrañas” y lo vinculaba con “la huelga subversiva del 19
de enero de 1959.” Pero, al mismo tiempo prometía a la Comisión de los 20
autorizar la realización del congreso para normalizar definitivamente la
CGT para diciembre. Ya tampoco las huelgas que no afectaban los pivotes
del desarrollismo eran declaradas automáticamente ilegales.
A fines del año el peronismo se presentó dividido en las elecciones
provinciales realizadas en Santa Fe entre un sector que contó con el apo-
yo del Partido Socialista Argentino de Vanguardia y un nuevo Partido
Laborista que sería expresión de sectores ligados a Vandor. (P.Ramos
p.135). Esto permitió el triunfo de la UCRI. También el oficialismo triun-
fó en Catamarca y los conservadores en Mendoza. En febrero de 1961,
Alfredo Palacios también ganó las elecciones para senador en la Capital
Federal contra los votos en blanco.
En marzo de 1962 debían realizarse elecciones en las principales
provincias. Para Frondizi, permitir a los peronistas presentar sus pro-
pios candidatos era una apuesta arriesgada. Si al peronismo no le iba
bien –como podía suponerse por los resultados de Santa Fe, Mendoza y
Catamarca– su propuesta “integracionista” sería ya invencible. Los plan-
teos militares, basados en el argumento del peligro “castro–comunismo–
peronista”, el principal obstáculo para su permanencia en el gobierno del
Estado, estarían superados
Por otro lado, en el peronismo se cumplían los vaticinios de Cooke;
estimulados por el gobierno, surgían tendencias neoperonistas de todo
tipo. Con seguridad, preocupado por la unidad del movimiento y por no
perder su control, Perón anunció en enero que quería compartir la fórmu-
la con Andrés Framini. Luego, el 11 de febrero, en una carta planteó que
solo quedaba la abstención. Los diferentes neoperonismos favorecían esta
posición. Les convenía avanzar progresivamente hacia posiciones institu-
cionales en alianzas con el frigerismo y otros sectores políticos similares.
Desde el comienzo, las 62 Organizaciones se habían pronunciado
por la concurrencia con candidatos peronistas. El 10 de enero se realizó
una reunión convocada por la CGT Auténtica y las 62 Organizaciones. Se
aprobó por unanimidad que se designara como candidato a gobernador de
la provincia de Buenos Aires a un sindicalista. La provincia se dividió en
7 zonas; en cada una de ellas se realizarían reuniones organizadas por las
62 para elegir a los candidatos. Al mismo tiempo, se emitió una declaración
donde se rechazaba la candidatura del ex ministro Atilio Bramuglia que
era mencionado como posible candidato de los sectores neoperonistas.
Como le había dicho Cooke a Perón, las 62 Organizaciones eran el
único poder político efectivo dentro del peronismo. La lista de candidatos
en Buenos Aires se formó con seis sindicalistas, cuatro de distintos sec-
201
tores políticos y dos que designaría Perón . En la capital, las 62 Organi-
zaciones organizaron su lista sin hacer acuerdos con ningún otro sector.
Estaban en ella Sebastián Borro, Jorge Di Pascuale, Eustaquio Tolosa
portuario, Rolando García del caucho y Paulino Niembro metalúrgico.
La decisión del sindicalismo peronista quedó clara cuando al publi-
carse la carta de Perón de febrero, Framini no interrumpió su campaña
electoral. Luego, una delegación compuesta por Vandor, Alonso, Olmos y
Roberto García viajó a Madrid y volvió con la información de que Perón
había aceptado la posición de concurrir planteada por el sindicalismo.
La participación electoral servía al movimiento sindical peronista
para establecer relaciones de fuerza tanto dentro del peronismo como en
el sistema político nacional. Los objetivos de las 62 Organizaciones y el
“sector” político estaban definidos desde meses antes. En mayo de 1961,
Iturbe, como secretario del Consejo había declarado: “el peronismo aban-
dona definitivamente la táctica del voto en blanco y votará positivamente
en las próximas elecciones. En caso de no poder hacerlo por sus propios
candidatos, lo hará por aquellas agrupaciones cuyos postulados contem-
plen la defensa de la justicia social, la soberanía política y la indepen-
dencia económica.” Esta posición dejaba la puerta abierta a cualquier
acuerdo con Frigerio o cualquier otra variante.
Amado Olmos respondió el 13 de julio: “Nosotros no pretendemos
un partido de clase, que sería, en última instancia la negación del justi-
cialismo, pero sí exigimos la hegemonía en la conducción táctica
del partido. No pueden sobrevivir en la dirección los mariscales
de la derrota. Es necesario aniquilar a los viejos exponentes de sectores
sociales que no han alcanzado aún a comprender lo revolucionario y tras-
cendental del peronismo.(…) El peronismo es el vehículo revolucionario
de esa Argentina que se nutre en las grandes masas laboriosas y en
los cabezas negras: esa es su grandeza y su vigencia (…) Nosotros
salvamos las banderas históricas cuando toda una clase de dirigentes las
habían abandonado. Ese es nuestro mérito histórico. Entendemos que un
gran debate ideológico en el seno del movimiento se aproxima.”
(resaltado RC Galasso 896).134 Todo un programa de acción política. La
confrontación con las fracciones burguesas y pequeño burguesas de la
alianza popular estaba planteada. El movimiento obrero se proponía la
dirección del conjunto del peronismo con claras definiciones. El debate
ideológico que preveía Olmos, dejará su estado latente o de ser solo ex-
presión de voces aisladas y se desarrollará en el conjunto del peronismo
(movimiento obrero incluido) como parte de la lucha de clases librada en
su interior. El 18 de marzo de 1962 se realizan las elecciones en Buenos
Aires donde triunfa ampliamente la fórmula Framini Anglada 135 Es el fin
de Frondizi. Diez días más tarde era destituido por los militares.
134 Según el diario La Razón del 27 de julio estas declaraciones provocaron quejas en
el Consejo Justicialista y se habló de sancionar a Olmos.
135 En la provincia de Bs.As. el peronismo se presenta con las boletas de la Unión
Popular que triunfa por amplio margen con 1.197.073 votos; UCRI 764297; UCRP
636.126. En la Capital Federal la UCRI triunfa con 459.510 contra 423.957 de Unión
Popular y 352.404 de la UCRP. (doc. Indec)
202
El desarrollismo no pudo sintetizar políticamente en su, “Frente Na-
cional”, los intereses del capital nacional, la rentabilidad de la fracción
agraria y la tasa de ganancia exigida por un capital extranjero cada vez
más dominante, con las demandas de la clase obrera. Una clase que a tra-
vés del movimiento sindical se proponía como organizadora y dirección de
la totalidad de la alianza peronista. Dicho en pocas palabras, no pudo re-
solver el “problema peronista”. Así, el intento más elaborado de impulsar
el desarrollo capitalista desde las instituciones del Estado liberal llegaba
a su límite. Para el retorno a los intentos neodesarrollistas de hoy, la
sociedad argentina tendría que pasar por la reorganización encabezada
por Videla y compañía.
El Vandorismo
El origen del Vandorismo como estrategia política y sindical se co-
rresponde con las profundas transformaciones que se producen en el capi-
talismo de nuestro país y por ende en la clase obrera a partir de 1958. 1)
Fragmentación salarial (que no es fragmentación política); 2) Ruptura de
la relación entre activistas de base (sindicales y políticos) con el conjunto
de la clase obrera, ruptura en la que comienzan a coincidir las patrona-
les y la dirigencia sindical. 3) Dureza represiva de la clase dominante.
Estos son los elementos que, interrelacionados, llevan a una situación de
repliegue del conjunto de la clase obrera y están presentes en su surgi-
miento durante la década del 60. Como dijimos, lo entendemos igual que
a su opuesto, el antivandorismo, o la “lealtad” o el “Framinismo”, como
diferentes estrategias surgidas dentro del peronismo para dar dirección
política a los trabajadores y al conjunto de ese movimiento. Estrategias
sustentadas en una clase obrera donde se superponen diferentes situacio-
nes objetivas y complejos alineamientos políticos e ideológicos. La mirada
sobre esta realidad no puede reducirse a una confrontación entre “leales
y traidores.” Aunque la “lealtad”y la “traición” fueron caminos diferentes
–muchas veces superpuestos–, que se vincularon a distintos alineamien-
tos políticos y, en su desarrollo hasta 1973/75, en proyectos opuestos de
organización social.
El objetivo del sector dirigido por Vandor, de convertirse, desde la
dirección del movimiento sindical, en conducción de la totalidad del pero-
nismo, era ya explícito. Apenas un mes después de anuladas las eleccio-
nes, el periódico Descartes dirigido por Miguel Gazzera, dirigente de las
62 Organizaciones, afirmaba en su editorial: “las 62 organizaciones han
desempeñado el más definitivo papel de liderazgo (…) Después de 1955
fue el Movimiento Obrero el que adoptó las iniciativas de lucha contra
el gobierno (…) Augusto Vandor, ayudado por Miguel Gazzera , tendrá
la enorme responsabilidad de asumir la conducción máxima del movi-
miento: En su figura quedará sintetizada la dominación adquirida por la
dirección sindical en asuntos políticos.” (James p. 237).
También tiene claras sus diferencias con el sector que lidera Frami-
ni que, el 9 de julio, reunido en Huerta Grande, aprobaría un programa
203
definidamente socializante. No solo no participa de la redacción de ese
programa. Según informa la prensa, siete días antes, Matera, Vandor
y otro dirigente se entrevistan con el embajador norteamericano. En su
informe, el embajador asegura que dirigentes como el Dr. Antonio Cafie-
ro trabajan contra la posición de Framini. Matera, por su parte, sugiere
al embajador que Estados Unidos establezca relación directa con Perón
(Galasso 917)
Derrocado Frondizi, el partido militar no ha logrado una estrategia
común frente al “problema peronista”. Todavía en busca de su unidad,
ubica como presidente a José María Guido, titular del Senado que estará
a cargo del Poder Ejecutivo hasta octubre de 1963.
Durante 1962, vuelven a presentarse los límites del proceso de sus-
titución de importaciones. Retoma la iniciativa, la fracción burguesa
agroexportadora. Entonces, el estímulo a las exportaciones se buscó con
una nueva devaluación. Para superar los déficits de la balanza de pagos,
el flamante gobierno aplicó un plan de ajuste similar al de 1959. Conce-
bido y ejecutado por el nuevamente ministro Alvaro Alsogaray, tuvo los
efectos conocidos. A saber: recesión en la actividad industrial, reducción
del mercado interno y restricción del crédito y el gasto públicos. Para los
asalariados: limitaciones para los sueldos, pagos con bonos a los emplea-
dos públicos, aumento de las tarifas de servicios públicos y fuerte aumen-
to del desempleo (en junio fueron despedidos o suspendidos alrededor de
40.000 metalúrgicos (James 224).
Al mismo tiempo, el poder ejecutivo, mediante el decreto 8946, redu-
ce a pura formalidad el derecho de huelga y retira la personería gremial
a textiles, gráficos, empleados de comercio y músicos (Calello Vandoris-
mo… p.67).
En este marco de ofensiva del capital, el Movimiento Obrero recupe-
ra la CGT; entre fines de enero y principios de febrero de 1963 se realizó
el Congreso Ordinario destinado a normalizarla definitivamente. En la
declaración aprobada en el mismo Congreso la nueva dirección de la cen-
tral obrera se denunciaba: “Las detenciones, los allanamientos, (…) el re-
tiro de personerías (…) las leyes perdieron toda su vigencia, aún aquellos
como los de la jornada horaria, trabajo de mujeres y menores, insalubres,
ley de pago, por enfermedad y descanso semanales, por la simple resolu-
ción del Ministerio de Trabajo que borró de un plumazo el esfuerzo de 50
años amasado con sangre y sacrificio por parte de los trabajadores y los
sindicatos argentinos. Denunciaba, además, “la miseria y la desocupa-
ción” en que estaba “sumido el pueblo trabajador.” En el terreno político
denunciaba la nueva burla a la posibilidad a elegir y ser elegido y las
proscripciones políticas.
La nueva dirección de la CGT, –la primera reconocida legalmente des-
de 1955–, inicia en mayo un Plan de Lucha, contra la política implemen-
tada por el nuevo ministro José Alfredo Martinez de Hoz, previsto hasta
octubre de 1965. Este se concretará en cinco etapas diferenciadas crono-
lógicamente y por el tipo de medidas a ejecutar. Se inicia con una semana
de protesta entre el 27 y 31 de mayo que culmina con un paro general. Se
llevaron a cabo marchas, paros sorpresivos, volanteadas, concentraciones
204
frente a locales sindicales y actos callejeros donde se reclamaba por las de-
mandas de la CGT. En junio, el Comité Central Confederal decidió llevar
a cabo la segunda etapa del Plan de Lucha con reivindicaciones económi-
cas y democráticas. En un petitorio de 12 puntos, entregados al presidente
Guido a mediados de junio, se retomaban las demandas económicas pen-
dientes de los programas de enero y mayo. Entre las reivindicaciones po-
líticas, figuraban el levantamiento del Plan Conintes, el Estado de Sitio,
la anulación del decreto 788/63 de Seguridad del Estado y el 3740/63 que
permitía al Estado intervenir en la administración de los fondos sindica-
les y el mencionado 8946/62 que anulaba el derecho de huelga.
Frente el avance del movimiento sindical y de la posibilidad de elec-
ciones, Perón designa, en septiembre de 1962, como su delegado personal
a Raúl Matera, un representante del neo–peronismo sin fuerza propia.
Matera es el encargado de negociar la participación peronista en las elec-
ciones fijadas para el 7 de julio del año siguiente. Se conformó el “Frente
Nacional y Popular” que proclamó la fórmula formada por el conservador
Vicente Solano Lima y el frondicista Carlos Silvestre Begnis. Proscripta
la fórmula por los militares, las 62 Organizaciones, con el acuerdo de Pe-
rón se pronunciaron por el voto en blanco.
El 7 de julio se llevaron a cabo los comicios. Los gana Illia con el 25 %
de los votos emitidos gracias a proscripción del peronismo. El único dato
destacable era que había superado a los votos en blanco. Los resultados
fueron: UCRP 2.441.064; en blanco 1.884.600; UCRI 1593.000. UDELPA
(Aramburu) 726.861. (doc.Indec 5886 donde no figuran votos en blanco).
Con el apoyo de Aramburu en el Colegio Electoral , Arturo Illia queda
elegido presidente.
En agosto, las 62 Organizaciones con la firma de representantes de
todas las futuras tendencias (Vandor, Eyheralde, Gazzera y Loholaberry)
emiten un documento donde denuncian el carácter proscriptivo de la con-
vocatoria electoral y la ilegitimidad del triunfo radical y por lo tanto del
futuro gobierno del Estado.
En esta nueva violación de su propia legalidad por parte de la cla-
se dominante aparecen aspectos sustantivos para el proceso político que
se dará en el movimiento obrero y en el conjunto del peronismo. 1) Los
peronistas definitivamente ya no pueden confiar en las promesas de las
Fuerzas Armadas. En la lucha interna del ejército entre la fracción azul
“legalista” y la colorada “no legalista” triunfa la azul. Luego aplica la
fórmula proscriptiva de la colorada. 2) La complicidad con la proscripción
de aquellos que ya muchos llamaban la “partidocracia liberal”. La UCRP
hace caso omiso del compromiso tomado en la Asamblea de la Civilidad
de no participar en los comicios si el peronismo era proscripto. Balbín lo
justifica con la verba de su partido: “La UCRP irá llorando a buscar las
urnas”. 3) El oportunismo de dirigentes del “sector político” peronista.
Matera intenta una alianza con el demócrata cristiano Sueldo que final-
mente también es proscripta por los militares.
Este el contexto en que surge el Vandorismo; insistimos: entendido
como estrategia política que disputará con Perón la conducción de la
totalidad del Movimiento Peronista. Estrategia que busca la alianza con
205
fracciones de la burguesía industrial. Sustentada en las expectativas
políticas y reivindicativas de los sectores mayoritarios de la clase
obrera. Los alcances de estas expectativas son los que permite la
capacidad de presionar desde la movilización obrera y al mismo
tiempo fijar los límites de esa movilización para luego negociarla
con los diferentes gobiernos del Estado y con el mismo Perón. A
modo de sustento de esta afirmación: durante todo el mes julio de 1963
(en el marco del Plan de Lucha), el gremio metalúrgico lleva adelante
una huelga por la demora de las patronales en la firma del nuevo con-
venio. Con salarios entre un 30 y un 40 % por debajo de los de 1948, el
sindicato acepta que la discusión se centre solo en el salario. Queda de
lado la situación de los desocupados por la recesión. También acepta las
imposiciones patronales acerca del aumento de los nuevos ritmos de pro-
ducción. En este conflicto, Vandor define los alcances y los límites
de su práctica sindical. Defensa con fuerza del salario de bolsillo
a los trabajadores ocupados, por un lado. Por el otro, aceptación
de las condiciones patronales y de la fragmentación de la clase
obrera; en este caso entre ocupados y desocupados.
Al mismo tiempo, con la firma de los nuevos convenios, la estructura
sindical comienza a fortalecerse económicamente, al recibir fondos desti-
nados a obras sociales y otros rubros.
Durante 1963, Vandor se habría reunido con Aramburu y con dife-
rentes jefes militares cercanos a Onganía. Con la intención de ponerle
freno, en octubre, Perón designa una Junta Reorganizadora de su movi-
miento dirigida por Framini e integrada por reconocidos críticos del líder
metalúrgico. Poco después, Vandor retira a la UOM de todos los organis-
mos representativos del peronismo. Perón cede y nombra a Alberto Itur-
be, hombre de paja de Vandor, como su delegado personal (Gurucharri
p.70/71).
El Vandorismo ya despliega su estrategia, tiene relación con
la embajada de Estados Unidos, conversa con militares – en cami-
no a su unidad como Partido Militar– pone límites a la moviliza-
ción de los trabajadores y logra ponerle condiciones a Perón.
Un activo protagonista político de la Resistencia y del antivandorismo,
desde 1959, nos da una síntesis de la realidad del movimiento obrero en
los primeros años de la década del 60. “A partir de 1959 toda la estructura
Vandorista se queda con el Movimiento Obrero y tiene que ver con el fra-
caso de las huelgas grandes: textiles, metalúrgicos especialmente (…) Las
agrupaciones sindicales las manejaba el Vandorismo. No se veía a los
sindicatos ocupados por sectores claudicantes. El salario no era de
hambre y el obrero peronista tenía odio de clase, percibía el odio
de clase de parte de la oligarquía, pero no era clasista. Hasta ese
momento (1964/65 RC) el Vandorismo le bancaba las reivindicacio-
nes. Que Vandor le pegara al activismo con las patronales era una
cosa pero lo “grueso” de los laburantes se mantenía bajo la con-
ducción del Vandorismo. No se visualizaba al aparato sindical del
Movimiento como claudicante y te hablo de los que empezábamos
a militar. (…) La estructura sindical había crecido y había hecho
206
desaparecer a las comisiones internas o las había hecho solidarias
con su poder” (Juan Romero entrevista resaltado RC)
El testimonio de Juan aporta para fundamentar nuestra hipótesis
acerca de la necesidad complejizar la mirada sobre la relación entre la es-
trategia vandorista y el conjunto de la clase obrera. Sin negar su compro-
miso con las patronales y su defensa de los intereses del capital, no verla
solo como la relación entre una base siempre combativa y una dirección
que siempre frena sus luchas. Sí asociada a las reales condiciones políti-
cas de la mayoría de los trabajadores. Para el conjunto de la clase obrera,
el intento de Vandor de establecer alianza con la burguesía industrial,
remite a la recomposición del frente de clases de 1945. Que este intento se
enfrente en la década el 60 con nuevas condiciones que lo harán inviable,
nos marca una imposibilidad objetiva. No las expectativas –a nivel políti-
co– de realizarla, de los sectores mayoritarios de la clase obrera.
Lo explicaba con sencillez un metalúrgico y ex delegado el día pos-
terior al tiroteo en la confitería La Real, en mayo de 1966136: “El Lobo,
(Vandor) el finado Rosendo (García) y los otros muchachos no te creas todo
lo que se dice… alguno agarró para el lado de los burros y el puterío pero
quieren hacer peronismo. Quién le va a discutir a Cabo el peronismo
si era el apoyo de Evita y estuvo siempre en la pelea. Ahora está difícil…
cambió el país; a las empresas, las apoyan los militares, que lo van a
echar a este, (Illia RC) y la quieren toda para ellas… antes siempre se
conseguían beneficios en el convenio. Ahora quieren aplastar al sindica-
lismo.” (Mario resaltado RC).
El nuevo presidente asume el 12 de octubre. El 6 de diciembre, la
CGT le presenta un petitorio donde solicita un salario mínimo, vital y
móvil, aumento de las jubilaciones, eliminación de las leyes represivas,
amnistía amplia para todos los delitos de origen político o social, control
del costo de vida y esclarecimiento de la desaparición del delegado meta-
lúrgico Felipe Vallese, ocurrido en agosto del año anterior.
Frente a un gobierno del Estado, a todas luces ilegítimo, el Movi-
miento Obrero impulsa su propia legalidad. Luego de denunciar la falta
de respuesta a su petitorio, la CGT inicia, en el marco de la segunda eta-
pa de su Plan de Lucha, la ocupación de fábricas.
Entre el 18 de mayo y el 24 de junio de 1964, se lleva a cabo la ocu-
pación de alrededor de 11.000 establecimientos con una participación de
3.900.000 trabajadores, el 75 % del total de asalariados del país, según el
Censo Nacional de Población de 1960.
En algunos casos las ocupaciones se realizaron con toma de rehenes
y en otros hubo una violenta represión como en Volcán y Philips, en Capi-
136 El 13 de mayo de 1966 un grupo encabezado por Domingo Blajakis y Raimundo
Villlaflor (delegado metalúrgico en la huelga de 1956, hijo de Aníbal, primo de Osvaldo
y de Azucena –fundadora de Madres de Plaza de Mayo– co-fundador de CGTA y luego
dirigente de las FAP hoy detenido–desaparecido) se encontró en esa confitería con Van-
dor acompañado, entre otros, por Armando Cabo y Rosendo García. El grupo de Vandor
disparó sus armas y murieron Blajakis, Juan Zalazar, compañeros de Villaflor, y García.
Rodolfo Walsh en su investigación ¿“Quién mató a Rosendo?” demostró que todos los
disparos salieron del grupo de Vandor y que el grupo de Villaflor estaba desarmado.
207
tal, donde la policía derrumbó los portones con tanquetas para desalojar
las fábricas. La prensa del 24 de junio, informa del cumplimiento de los
paros dispuestos por la CGT por parte de los trabajadores ferroviarios.
También de la ocupación de los talleres del ferrocarril San Martín, en
Junín, en la que participaron alrededor de 2.400 trabajadores. En las
sedes de ENTEL se cumplieron los paros de una hora por turno durante
la cual se clausuraban los edificios.(“La Razón”24/6/64)
Las ocupaciones estuvieron planificadas y organizadas desde la se-
cretaría gremial de interior a cargo de Avelino Fernández. Desde esta
secretaría no solo se llevó adelante el Plan de Lucha, se organizaron 95
regionales en todo el país
En el marco de este avance de la lucha obrera a nivel nacional se da
la lucha por darle direccionalidad a la misma. La lucha política al interior
del peronismo ya no sólo se da entre el movimiento sindical y los sectores
no obreros del movimiento. Al interior de las 62 Organizaciones, se da la
confrontación entre el Vandorismo y lo que ya se identifica como Frami-
nismo. Desde abril, la puja por la dirección de las 62 Organizaciones se
resuelve a favor del sector dirigido por Vandor, donde todavía militaban
Amado Olmos, José Alonso y Avelino Fernández. La votación con el gru-
po dirigido por Framini había resultado concluyente: la lista victoriosa
había obtenido 61 votos contra 28 de la oposición. Los sindicatos de las
ramas de mayor concentración de capital y donde sus trabajadores ha-
bían atravesado el período recesivo en mejores condiciones salariales, se
alineaban con el Vandorismo. Lo contrario sucedía en los alineados con
Framini.
El vandorismo había alcanzado la conducción del movimiento obrero
sindical en los días previos al lanzamiento de las ocupaciones de fábricas.
Que su dirección de las grandes movilizaciones de mayo y junio de 1964
estuviese dirigida sólo a obtener mayor capacidad de negociación con las
patronales y el Estado, no afectaba su prestigio. Tampoco le impedía,
hasta 1965, realizar las asambleas del gremio en la cancha de Atlanta
llena y festejar el día del trabajador metalúrgico en el Luna Park colmado
de trabajadores y sus familias agradecidos al gremio que organizaba la
celebración. También podía confrontar exitosamente fuera de su gremio
con sus opositores. Un ejemplo: en noviembre de 1963 sectores del MRP
forman la lista Verde en la Federación de la Carne y logran el aval explí-
cito de Perón. Realizadas las elecciones donde no hay denuncias de frau-
de, la lista Verde sale tercera detrás de dos listas provandoristas.
Esto lo comprendió Olmos que no rompió con Vandor hasta casi dos
años después, cuando su relación con las patronales ya se había convertido
en complicidad abierta, aún para las reivindicaciones básicas del conjun-
to de los metalúrgicos. Tampoco delegados de base de los gremios enrola-
dos en el Framinismo visualizaban como proyectos políticos diferenciados
a ambos sectores gremiales. Sirva como fundamento de esta afirmación lo
sucedido en dos gremios no vandoristas. En el momento más alto de las
ocupaciones de fábricas, 200 o 300 obreras de la fábrica textil Campomar
de Valentín Alsina, al grito de “queremos a Perón”, hicieron retroceder a
la policía hasta la plaza de esa localidad; el punto de reunión establecido
208
por la CGT. Para una de sus delegadas que encabezaba la marcha, hasta
la plaza no paramos porque eso fue lo que dijo la CGT y Framini era un
gran dirigente, un negro bárbaro que no afloja. En su opinión, las dife-
rencias en la CGT y las 62 Organizaciones, que no desconocía, eran
problemas entre dirigentes que se arreglarían si no aflojamos y vuelve el
peronismo (testimonio a RC). También los ferroviarios (cuya entidad gre-
mial la Unión Ferroviaria, venía de una tradición sindical ajena a ambos
sectores de las 62 Organizaciones, y no estaba enrolada en ninguno de
ellos), continuaban con paros parciales en todo el país luego de la huelga
de 1961; ocuparon los talleres de Junín, Bs. As y cumplieron con los paros
dispuestos por la CGT, mientras la UF realizaba gestiones conciliadoras
entre el gobierno y la CGT.137 La clase obrera peronista ocupaba sus
lugares de trabajo, se movilizaba y paraba por sus reivindicaciones
laborales y políticas (el fin de la proscripción de Perón). Al margen de
las tendencias políticas que confrontaban al interior del movimiento
sindical. Ni uno era visualizado por todos como “traidor” ni los otros
representaban una alternativa superadora de lo que denunciaban.
Los postulados de los programas de La Falda en 1957 y de Huerta
Grande en 1962, no se habían encarnado en una política de masas en
condiciones de vincular la lucha reivindicativa con sus propuestas. En
otras palabras, para el conjunto de la clase obrera el “peronismo seguía
siendo uno” y no tenía, para la defensa de sus reivindicaciones laborales
y políticas, una propuesta política que superara la ofrecida por las 62
Organizaciones, donde ya el sector Vandorista había iniciado la pelea por
la dirección.
Los “leales” inician su camino 1962–1966
La corriente antivandorista conocida como la “lealtad” o también
como “Framinismo” es el espacio desde donde surgirá lo que más tarde se
constituirá como Corriente o Tendencia Revolucionaria Peronista.
La primera expresión política masiva de diferenciación interna den-
tro de la alianza peronista son los 769.337 votos en blanco, a pesar de
la orden del Líder. Comenzará a surgir más allá de algunos sectores de
la militancia, la “lealtad” al “verdadero” o “auténtico” peronismo como
identidad política. Diversa y también contradictoria en sus formulaciones
será también, como nos dicen los testimonios anteriores (página dicio-
cho), identidad de clase en muchos militantes.
Dijimos que estas diferencias no responden a visiones políticas opues-
tas. Y que están dadas por el progresivo rechazo de tipo moral a los “trai-
dores” del “auténtico” peronismo. Esto hay precisarlo. Este rechazo moral
137 En Junín el principal dirigente era el “Turco” Ale, peronista que se mantenía al
margen de la puja Vandorismo–Framinismo y estaba enfrentado con Lorenzo Pepe (vi-
cepresidente de la UF y partidario de la conciliación con el gobierno); la ocupación se
realiza en cumplimiento de lo dispuesto por la CGT. Participará luego del Movimiento
de Recuperación Ferroviario formado en Córdoba con militantes de la Resistencia que
más tarde se alinearán con la derecha peronista. (Juan Carlos Cena)
209
es solo el punto de partida de posicionamientos políticos donde la unidad
del peronismo y el reconocimiento del liderazgo de Perón están fuera de
toda discusión y lo seguirá estando para la mayoría (Como vimos, la or-
den de acatar lo establecido en el pacto y votar a Frondizi, en la mayoría,
solo podía ser cuestionada negando su autenticidad)
Sin embargo, la reivindicación intransigente de los objetivos funda-
cionales del peronismo original tiene y tendrá contenidos políticos cada
vez más precisos. Se inicia un complejo y hasta contradictorio proceso de
yuxtaposición de rupturas y continuidades con los postulados del peronis-
mo original sobre el que reelaborará la experiencia del peronismo– dentro
y fuera del gobierno de Estado– y la figura del mismo Perón. Tanto la
“lealtad” como la “traición” tomarán diferentes contenidos según el mo-
mento político, el nivel de confrontación con el poder del Estado y cual sea
el sector del activismo. Así, traidores, Frondicismo, Vandorismo, serán
luego conceptualizados por muchos como imperialismo, dependencia, oli-
garquía, burguesía, burocracia, clase dominante etc.
Pero todavía los análisis y las advertencias a su jefe, del mayor Al-
berte, de Cooke o de César Marcos, eran incorporados solo por los más
comprometidos con la Resistencia. Los programas producidos por las 62
Organizaciones y reivindicados por esa militancia expresaban un endu-
recimiento en la resistencia al régimen de dominación; pero no se habían
traducido en una construcción política y organizativa que los convirtiese
en orientadores de un movimiento de masas que superase el péndulo del
Líder. En los más importantes intentos de la Resistencia en el período, y
en la intensa actividad de sabotaje del período convivían todavía futuros
“leales” y “traidores”.
Como dice un protagonista de todas las etapas de esta corriente: “éra-
mos antioligarcas pero hasta 1969 en la práctica lo veíamos todo como
una cuestión entre leales y traidores. Recién en el 68 ya con la CGT de los
Argentinos lo vimos como una cuestión entre clases. (Jorge Vázquez )
Esto no niega que en el marco de la resistencia obrera al nuevo avance
del capital, el futuro antivandorismo comienza a diferenciarse dentro del
movimiento sindical. En junio de 1962, Framini enfrenta un intento de
varios dirigentes de la Comisión de los 20 de impulsar un pacto social con
la UIA y la CGE y lanza el slogan “no hay tregua contra el hambre”. El 26,
Dante Viel, histórico militante sindical de la Resistencia declaraba desde
el diario “Democracia”, dirigido por el médico Mario Valotta, “Nosotros
los peronistas, no giramos a la izquierda, como se está diciendo, fuimos,
somos y seremos izquierda en la medida que esta calificación signifique
la autodeterminación de los pueblos, comercio con quién más nos con-
venga , la tierra convertida en bien de trabajo, justa retribución para los
trabajadores, nacionalización del Banco Central, fomento a la industria,
igualdad y gobierno del pueblo y para el pueblo, decisiva participación de
los trabajadores en el quehacer nacional.” Si Viel no se apartaba de los
postulados clásicos del peronismo original, Framini era categórico y no
dejaba lugar a dudas. El 30, en el mismo diario, declaraba: “El sistema
capitalista está en crisis y nada ni nadie lo puede salvar (…)Es necesaria
la total transformación de la estructura económica: nacionalización de
210
bancos, del comercio exterior, de la siderurgia, electricidad y frigoríficos,
petróleo, control obrero sobre la producción y expropiar a la oligarquía sin
ningún tipo de compensación.(…) Con el capitalismo no hay solución al-
guna: es un sistema que pertenece al pasado y nosotros debemos marchar
hacia el porvenir.”(Galasso, Perón...917/8)
Propuestas que avanzaban claramente sobre lo postulado y lo rea-
lizado por el peronismo en el gobierno del Estado y no realizables en el
marco de una eventual alianza con las fracciones monopólicas de la bur-
guesía.
Años más tarde, Framini reivindicaba al programa como: “un en-
cuentro con los principios doctrinarios y filosóficos del peronismo”, im-
pulsado por el propio Perón. “Eso que se llamó vuelco a la izquierda, se
inicia con una conversación con Perón donde nos da las directivas para
retomar los principios básicos del movimiento revolucionario peronista.”
Relata que para esto se reunió con sus asesores de las elecciones de 1962,
entre ellos Manolo Busetta y con compañeros del cuadro más combativo
de las 62 Organizaciones, Amado Olmos, Di Pascuale, De Luca y otros;
(…) para retomar una posición firme y fuerte de enfrentamiento a la oli-
garquía y el imperialismo” Aunque reconoce: “que muchos se sintieron
molestos por el séptimo artículo que establecía la expropiación de la tierra
sin indemnización, pues les parecía demasiado extremista, más marxista
que nacional.” También admite que al plenario donde se aprobó este pro-
grama “del grupo vandorista no fue casi nadie y de los pocos que
fueron ninguno se animó a hacer objeción alguna (…) No estaban
quizá las grandes organizaciones pero, numéricamente, la cantidad de
gremios que participó fue muy grande la mayor parte de los trabaja-
dores pertenecientes a las grandes organizaciones (UOM, SMATA
etc) permanecieron ignorantes de la significación del programa
de Huerta Grande.” En el mismo reportaje se autodefine como: “esa
especie de anticuerpo que creaba Perón cuando quería impedir que
alguno volara demasiado alto: era el anticuerpo del vandorismo” (Calello
Vandorismo… 54/6 resaltado RC).
Framini sintetiza las condiciones en que inician su camino los di-
ferentes sectores de la militancia antivandorista. En primer lugar: este
programa definidamente antioligárquico, antiimperialista y socializante
iene escasa llegada al conjunto de los trabajadores; y además está enten-
dido como instrumento (“anticuerpo”) de la política pendular utilizada por
Perón para mantener el control de su movimiento. Política que desconoce
o deja de lado las confrontaciones de clase al interior del peronismo.
Como protagonista directo, Juan Romero analiza los alcances y los
límites del antivandorismo en sus orígenes: “Recién en 1962 nace el
antivandorismo, es fuerte en los barrios, no hay una estructura-
ción organizativa solo ‘gestos’ de lucha, agitación.
A partir del 55 con el desbande general de los sectores políticos se de-
rrumba toda la estructura partidaria. Los punteros eran mediadores con
el poder estatal en las épocas de esplendor. Cuando llega la Fusiladora se
van todos, lo que queda para toda la base peronista es que son cago-
nes, traidores Los primeros grupitos de la Juventud Peronista que apa-
211
recen en los barrios somos los hijos de los laburantes peronistas (…habla
de Vandorismo párrafo ya citado) La militancia era un sector, grupos,
no dirigentes de la clase obrera. La militancia del frigorífico (se refie-
re al Lisandro de la Torre) había producido militantes para el peronismo
combativo. Gustavo Rearte, Eduardo Salvide, “el perro” Rulli, Brito Lima.
El único que venía de un sindicato era Gustavo que era secretario ge-
neral de Jaboneros, además era el único que pensaba. Los demás eran jefes
de grupitos barriales. Y para decir la verdad, el único que movilizaba era
el Comando de Organización; los demás eran grupos de 5,10 o como mucho
15 militantes. En el 64 se hace un plenario de Juventud en el sindicato del
Calzado, el C. de O. lleva 500 pibes, Cacho El Kadri eran él y 2 más. En la
mesa de ese congreso estaban quienes fueron militantes del PB y están des-
aparecidos (Miguel Ángel Sosa) y quienes estuvieron en el palco tiroteando
a la gente el 20 de junio. Los grupos de juventud eran parte de algún sindi-
cato. Cuando algunos de ellos rompen con los sindicatos, se forman
los grupos que se proponen como organizaciones. En el 64 recién se
empiezan a separar las listas; la verde era la “Framinista” (que juntaba a
todo el antivandorismo). Hasta ese momento todos los grupos (menos
Gustavo) eran bancados por el vandorismo. La estructura sindical
había crecido y había hecho desaparecer a las Comisiones Internas
o las había hecho solidarias con su poder.
Adentro del MRP empieza la discusión acerca de que política
es el ‘antivandorismo’.
Vandor era para muchos de nosotros una versión moderna del Labo-
rismo de 1945, de confrontación con Perón sin sacar los pies del plato del
sistema.” ( resaltado RC).
La Lista Marrón telefónica es un modelo para entender al antivando-
rismo en todas sus variantes hasta la década del 90. En 1963, la agrupa-
ción formada luego de la huelga de 1957, se divide y se forma la agrupa-
ción Lista Celeste alineada con el vandorismo. Para uno de los militantes
y dirigentes de la lista y del sindicato las diferencias estaban dadas por
el: “macartismo de los que rompieron….eran anticomunistas con todo,
para ellos todos los ‘zurdos’ eran gorilas. Pero la diferencia importante
era por su desacuerdo con las prácticas democráticas en el sindi-
cato. Se querían manejar con la patota. Pero en cuanto a la defensa de
ENTEL como empresa estatal y empresa nacional había acuerdo
completo. Había uno su principal dirigente (menciona un nombre) que
veía ‘zurdos’ por todos lados pero a la hora de defender el convenio era un
‘león’. Siempre les ganamos porque teníamos un reconocimiento por los
delegados en todos los edificios y estábamos siempre encima de los proble-
mas de los compañeros.” (Jorge Vazquez ).
Corbata también dirigente de la Marrón, para explicar las prácticas de-
mocráticas y la activa vida política que existía en el gremio telefónico hasta
la década del 90, mencionaba en primer lugar, las sucesivas reincorporacio-
nes que se logran desde la huelga de 1957 hasta 1973. “Cada reincorpora-
ción aparecían todos los ‘monstruos’ de nuevo y muchos volvían a ser delega-
dos y seguían con el chamuyo político. Todos los del PB éramos o habíamos
sido delegados (…) Además el sindicato tenía la bolsa de trabajo con el 50%
212
de las vacantes y se respetaba al que le tocaba.(…)El que entraba le debía el
laburo a un sindicato peruca donde todas las listas defendían la empresa na-
cional(…) cualquier problema se iba al delegado y al sindicato. Si había que
conversar con los jefes se conversaba y si había que pelearlos se los peleaba
pero al compañero se le revolvía el problema sí o sí… lógico si tenía razón.”
En un gremio que fue baluarte del peronismo antiburocrático y ejem-
plo de práctica democrática, la diferencia frente al conjunto de los traba-
jadores entre uno y otro sector está dada por la legitimidad de los delega-
dos de base y del sindicato como referentes para resolver los problemas
cotidianos en el trabajo. Después venía el chamuyo político. Esta tarea
sindical se politiza rápidamente; no solo el sindicato era peronis-
ta, la empresa había sido nacionalizada por el gobierno peronista
y numerosos beneficios laborales y salariales estaban unidos a
la condición de empresa estatal. Entender esta vinculación es-
tructural entre la defensa del modelo de desarrollo peronista y
las reivindicaciones de los telefónicos no era solo posibilidad del
activismo; tenía una base objetiva para el conjunto de los tele-
fónicos. Es lo que permite la conformación de un nacionalismo
antimonopólico con fuerte contenido de clase. La transmisión de la
experiencia a través de la continuidad de la militancia de base y la legiti-
midad de los delegados y comisiones internas para la defensa reivindica-
tiva cotidiana, es lo que se rompió en los principales gremios industriales
que comienza a controlar el vandorismo.
En el momento de mayor confrontación con las patronales, el de las
ocupaciones de fábricas, se constituye el Movimiento Revolucionario Pe-
ronista que va a nuclear a diferentes y heterogéneos sectores identifica-
dos con el antivandorismo desde diversas posiciones. “En el 63 se forma el
MRP, en la mesa sindical estaban Baluch de la UOM de La Matanza, De
Luca de Navales, el secretario de prensa de FOTIA, Juan Eyheralde del
Calzado, Jorge Di Pascuale de Farmacia y Gustavo Rearte que ya había
dejado el sindicato.”(Juan Romero). El testimonio de otro de los fundado-
res, Gonzalo Chaves, aporta los nombres de Juan Salar Secretario Gene-
ral de los Ceramistas, Flotildo Rojas enfermero, dirigente de ATE, Miguel
Angel Garaycochea del sindicato de canillitas, Benito Romano y el Gordo
Villalba de la FOTIA y otros de la Juventud Peronista de La Plata y dife-
rentes grupos de la militancia política y de los estudiantes secundarios y
de de la Juventud Peronista donde él se incluye. Chaves (p. 39 y 92) sinte-
tiza con precisión la contradicción central del MRP “Esta contradicción
del MRP – ser una herramienta para la lucha interna o una pro-
puesta hacia la sociedad– es lo que define sus limitaciones y sus
virtudes. Esta claridad política de uno de sus fundadores no es una des-
calificación138. Es una autocrítica que ubica con precisión la contradicción
138 Precisamente está lejos de la descalificación hecha por el investigador Daniel Ja-
mes que hablando de la trayectoria de Sebastián Borro dice que termina “en la farsa
del MRP y todo por la lealtad a un hombre. Tal vez esa trayectoria pueda ser tomada
como el poco apropiado epitafio para toda una generación de militantes.”(p277 opus
cit.). En realidad el epitafio para muchos de los integrantes del MRP que participaron
de propuestas políticas que lo superaron en la construcción política sin negarlo como
213
del MRP y del conjunto de las agrupaciones políticas de esta corriente/
tendencia o al menos a la gran mayoría de ellas. En manos de Perón era
un instrumento para frenar el avance y las pretensiones de Vandor. Esto
no significa que para muchos de los militantes que participaron de este
intento no haya significado un avance en su búsqueda de constituirse en
una opción política para los sectores populares peronistas. Esta será la
principal contradicción que enfrentará –hasta 1973– la militancia que
busca construir una opción política superadora del péndulo peronista y
ha incorporado una visión de clase del peronismo.
El programa del MRP –redactado, según todos los testimonios, por
Gustavo Rearte, salido de la cárcel pocos meses antes–, en sus conside-
randos propone “reiniciar la lucha por la reconquista del poder”. Plantea
“que la lucha será larga y la revolución no terminará con la toma del
poder.” Caracteriza como responsables del “nefasto golpe reaccionario de
1955”, a la “traición de la burguesía y de la burocracia del Movimiento
que impidió la profundización constante de la acción transformadora que
impulsaba Perón y que trabó la construcción del instrumento defensivo
del pueblo: las milicias armadas por las que tanto bregó Evita.(…). La
debilidad de la línea revolucionaria, producto de la defección de la buro-
cracia conciliadora, obligó al Movimiento a pactar con la burguesía (…)”
y llevó a la “falsa opción de 1958.” Define a la clase trabajadora como
“la base esencial del peronismo y a los trabajadores como la vanguardia
del pueblo.” Luego plantea “Que para que el Movimiento pueda cumplir
el rol de conducción, de aglutinador, que la clase trabajadora le impone
debe desprenderse de los elementos burgueses y reformistas que lo frenan
y superarse (…) incorporar los elementos ideológicos que le permitan pe-
netrar profundamente en las contradicciones de la sociedad y forjar un
programa revolucionario mínimo que contemple las necesidades de todo
el pueblo.” (Baschetti p.319/22).
Aparece la contradicción interna del peronismo formulada explícita-
mente. Sin nombrarlos están presentes y sintetizados todos los análisis
y las advertencias, de los militantes y pensadores antiimperialistas y so-
cialistas del peronismo. Los diferentes intereses de clase que com-
ponen la alianza popular ya no son denunciados como traidores
al “auténtico” peronismo sino señalados en su carácter de cla-
se como responsables de la situación posterior a 1955. Propone la
construcción de una organización revolucionaria de la clase obrera para
dirigir al conjunto del Movimiento ya que la burguesía ha demostrado su
incapacidad para sostener la continuidad del peronismo original.
El programa no se queda en el análisis; postula: “De hoy en adelante
sabremos utilizar la lucha armada como método supremo de la acción po-
lítica.” Así se propone la formación de las Fuerzas Armadas Peronistas.
raíz (entre ellas JRP, FPL, CGTA, OP 17, FAP, Montoneros, JTP, PB, FR 17 ) fue el
terrorismo de Estado a partir de 1975. Seguramente porque la “posibilidad revolucio-
naria” de que hablaba Borro estaba clara para la “oligarquía” y las “clases parásitas”
asociadas al“imperialismo” (.p.278). Esto dicho sin las comillas que usa James en el
texto; tal vez para no quedar asociado a conceptos como imperialismo, oligarquía, cla-
ses parásitas y posibilidad revolucionaria.
214
Propósito que no llega a concretarse139. Un programa y una propuesta de
objetivos irreconciliables con la política pendular de Perón y mucho me-
nos con las aspiraciones de Vandor.
Estas propuestas aparecen en el momento de alza de la movilización
obrera con las ocupaciones de fábricas; cuando convergen entre sí los pri-
meros grupos de la Juventud que rompen o se alejan de los sindicatos y
que se proponen como organizaciones políticas.
Juventud Peronista
Los primeros pasos en la constitución de grupos de JP son posteriores
a septiembre de 1955. Como dice Jorge Vazquez, “hasta 1955 la JP era un
sello yo no la conocí, no existió; siendo joven el único lugar que encontré
para militar era la ALN (…).” Una brevísima reseña de la JP y solo en la
Capital Federal nos remite a su origen en 1957. Ese año, en la casa del
ya asesinado general Juan José Valle, se constituye el comando Valle de
la JP que lo forman su hija Susana, Gustavo Rearte y Tuli Ferrari. Este
grupo confluye luego con el denominado Comando Centro. En 1959, en
una reunión en el sindicato de Farmacia se forma la primera mesa ejecu-
tiva al año siguiente se forma una segunda mesa donde están el hermano
de Gustavo Rearte, Envar El Kadri, Jorge Rulli y Alberto Brito Lima. Ya
1960, estos militantes realizan un operativo comando contra un puesto
de guardia de la aeronáutica. El grupo estaba compuesto entre otros por
Envar Cacho El Kadri. Jorge Rulli, Felipe Vallese y Gustavo Rearte el
autor del plan (Chaves p.86).
Relata Corbata: “Como nosotros, los del barrio Evita de Caseros,
cualquier grupo de pibes que hacía quilombo por el Viejo era Juventud
Peronista del barrio. Hubo mucho por abajo. Ya cuando cambia la carac-
terística de lo que era la Resistencia para convertirse en la recuperación
sindical sin abandonar el “candombe”, aparecen los jefes de la JP y se
empieza a organizar. Los que no tenían esa aspiración de ser jefes toman
otros rumbos o ya dejan. Yo entré a teléfonos y seguí allí.”
Jorge coincide con Corbata en que “los más personalistas se convier-
ten en referentes.” Define la actividad de la Juventud en la que participa
desde los inicios del MJP como de “ayuda a las agrupaciones sindicales de
139 La existencia real de las FAP no se ha podido comprobar hasta 1967/68. Según
el testimonio de Jorge Rulli citado en los trabajos de Marcelo Raimundo y el libro de
Eduardo Pérez y Eduardo Duhalde “De Taco Ralo a la Alternativa Independiente”,
existió esa organización a partir de 1964. Los testimonios de Amanda Peralta (presa
en Taco Ralo en 1968) y de Pata y Sergio ex–integrantes del MNRT y de las FAP
urbanas no coinciden con el de Rulli. Peralta dijo textualmente: “Rulli en Europa me
cuestionó que le robamos el nombre. Pérez tomó su versión para el libro. Yo no tenía
ninguna noticia de la existencia de esa organización. Creo que estuvo en los planes pero
no existió”. Pata: califica de fantasía el origen en 1964.Sergio admite que puede haber
existido algún grupo pero no una organización estable. Bere, otro ex–integrante de la
FAP urbana y en esos años militante de la JP, dice haber visto pintadas del “Comando
Sosa Molina FAP” en 1964 o 65, pero descreía de la existencia real de esa organización.
(testimonios).
215
las 62 Organizaciones para la recuperación de los gremios. Como contra
partida teníamos lugares para reunirnos y recursos para a hacer volan-
tes y los periódicos. En 1961, había una mesa de juventud en Telefónicos
donde estaba hasta Brito Lima, poco a poco nos fuimos separando. Noso-
tros (el MJP) hicimos un congreso donde vinieron compañeros de varias
ciudades” y refuta el relato de Juan Romero de que el MJP eran Cacho El
Kadri y dos más. “Desde entonces sacábamos el ‘Trinchera’. Parábamos
en el sindicato de la construcción, ahí tuvimos un muerto por parte de
los comunistas que quisieron tomar el sindicato a los tiros. Con la UOM
Cacho decía que había que ‘usar’ al Vandorismo. Nos ayudaban a sacar
el periódico. A Lorenzo Miguel (tesorero) le llevamos la mitad a cambio
de lo que nos daba para sacarlo. Un día vimos en su despacho todos los
periódicos amontonados y le dijimos que eran para repartirlo. Nos dijo:
‘Me putean en el diario y quieren que los reparta. Se los pago y hago lo que
quiero’. Esa clase de relación teníamos.”
En octubre de 1963, se realiza el primer Congreso Nacional de la Ju-
ventud Peronista con representantes de 14 provincias y la Capital Federal,
que emite un documento aprobado por unanimidad por todos los delegados.
En él se solidariza con la “tónica revolucionaria impuesta al Movimiento
por el Cuadrunvirato”. (Este era el órgano de “conducción táctica” nombra-
do por Perón con figuras del Framinismo opuestas a Vandor). Desestimaba
“la salida electoral por considerarla sin fuerzas suficientes para el logro
de la Revolución Peronista” Denunciaba al gobierno por haber surgido del
fraude y la proscripción. Reivindicaba las luchas populares desde la Sema-
na Trágica de 1919. Exigía el “retorno incondicional de Perón, la restitución
de los restos de Evita, derogación de las leyes represivas y amplia amnistía
para todos los presos políticos y sociales.” Levantaba un programa con to-
das las realizaciones del peronismo original además de la “expropiación sin
indemnización para la oligarquía terrateniente.” En el plano internacional
proponía la “solidaridad activa con los pueblos del mundo que luchan por
su liberación.”(Baschetti p. 295/8).
En la reivindicación del peronismo y su obra de gobierno coincidían
todos. La identificación de la oligarquía como el enemigo principal del
modelo peronista de desarrollo lleva a identificarla con la burguesía en
general. Así se diluye la visión de la burguesía como clase, algunos de
cuyos sectores participan del peronismo.
Ya después de este congreso relata Jorge que “existían dos bloques.
Uno eran Dardo Cabo (hijo de Armando RC) y Brito Lima. El otro el
MNRT que había formado la JP Bs.As con el MJP y la JRP que se forma
un poco después.(…) Ya durante el año del retorno (1964 RC) Dardo Cabo
y Brito Lima agarran a trompadas y una vez tiros a los “comunistas in-
filtrados” . Brito Lima había sido separado de la Mesa Ejecutiva de la JP
por su anticomunismo. Cuestionaba la solidaridad con Argelia y Cuba.
Nosotros lo de Argelia lo sacamos en el “Trinchera” desde el principio.
Con el vandorismo es difícil contarlo con la visión de ese momento ahora.
En 1964 hacemos un congreso del MJP puteábamos a Vandor pero depen-
díamos de él en los recursos para hacerlo. Cuando fracasa la “Operación
Retorno” (diciembre 1964 RC) planificamos el secuestro de un integrante
216
de la Comisión Retorno. Descartamos a Vandor y Framini por ser sin-
dicalistas, a Parodi por ser mujer y por descarte elegimos a Iturbe. Nos
pasamos un día esperando que saliera con todo preparado, asesorados
por Ciro Ahumada. Nos fracasa porque estaban enterados de todo. Van-
dor lo llama a Cacho (Envar El Kadri RC) y le dice: ‘déjense de joder que
sabemos todo.’ Ya después de eso en el 65 Edgardo Lombardi140 rompe con
nosotros por que cuestiona esta relación de pretendido ‘uso’ a Vandor.”
Este relato nos confirma el de Juan Romero cuando afirma que en
1966 todos los grupos de JP menos Gustavo eran sostenidos por Vandor.
El final de una etapa
El año 1964 termina con un paro de 48 horas los días 17 y 18 de di-
ciembre y la advertencia de la CGT de llevar adelante un paro por tiempo
indeterminado. La declaración cegetista denunciaba la “miseria, desocu-
pación, crisis financiera y económica, hipoteca internacional ” y acusaba
al gobierno de “incapaz”. La dirigencia de la central obrera y de las 62
Organizaciones se reubicaba frente a las bases obreras que venían de pro-
tagonizar las etapas más duras del Plan de Lucha con las ocupaciones de
fábricas. También frente a las bases peronistas luego del fracaso del opera-
tivo Retorno. El sindicalismo, ya hegemonizado por el vandorismo, parecía
haber llegado al límite de su estrategia de presionar con las ocupaciones
de fábricas para luego negociar con los diferentes poderes del Estado. No
era así. Había avanzado para lograr la máxima reivindicación política del
movimiento mayoritario. Fracasado el retorno, podía ofrecer la com-
plicidad del gobierno radical con la dictadura brasileña como la
causa única y suficiente del fracaso. Al mismo tiempo, el gobierno
que había impedido el retorno del Líder popular era también el
enemigo de los sindicatos. La estrategia de los Radicales del Pueblo te-
nía un solo objetivo fragmentar al movimiento sindical. Para esto contaban
con el sector sindical de los Independientes. Esto fracasa en el congreso de
la CGT realizado en enero cuando los Independientes: Luz y Fuerza, la
Unión Ferroviaria, Marítimos y Papeleros desconocieran las órdenes de su
sector y participaron del congreso. La misma estrategia radical los había
unido. El decreto 969/66 del presidente Illia no solo prohibía la actividad
política de los sindicatos, un ataque directo a las 62 Organizaciones pero-
nistastambien facultaba a las seccionales sindicales a manejar los aportes
de los afiliados y ejercer los controles contables y financieros sin rendir
cuenta a la dirección nacional del gremio. Se otorgaba personería gremial a
las seccionales para que pudiesen negociar convenios con las patronales de
su jurisdicción. También establecía el derecho de separarse del sindicato
existente tanto por jurisdicción territorial como profesional dentro de una
misma industria. (Este decreto fue el instrumento jurídico utilizado por
140 Edgardo Lombardi militante de la JP desde sus inicios. Al romper con el MJP
milita en la JRP. En 1968, participa del Congreso del Peronismo revolucionario desde
la JRP. Luego continúa su militancia en el MR 17. Secuestrado en septiembre de 1976,
permanece desaparecido.
217
Onganía para su política sindical).
Demostrada su capacidad de dirigir y acotar la movilización obrera
y recompuesta la unidad en la CGT, el vandorismo no tenía nada que te-
mer. Se preparó para la instancia política institucional que se avecinaba.
Las elecciones legislativas de marzo de 1965.
¿Corría peligro su dirección de esta instancia por los límites que ha-
bía puesto a las movilizaciones obreras? Para que ello ocurriera debería
existir una propuesta superadora al interior del movimiento popular.
Esto no sucedía.
En octubre del año anterior, Perón, ante la ofensiva de Vandor había
desautorizado rápidamente al MRP. Aunque envía otra carta donde los ins-
ta a permanecer en posición de “lealtad en rebeldía”, esto provoca algunas
deserciones. Rearte viaja a Madrid y obtiene la venia de Perón para coninuar
con su práctica. A su vuelta forma la JRP. Enseguida, como relata Juan Ro-
mero: “Adentro del MRP empieza la discusión acerca de qué política
es el ‘antivandorismo’ El primer debate sobre esta política es qué hacer
frente a las elecciones parlamentarias previstas para marzo de 1965.
Rearte, junto con Chaves y otros militantes plantean el voto en blanco.
Esto lleva a la división entre este grupo y los partidarios de la concurrencia.
Entre ellos, “Gordo” Villalba y Benito Romano dirigentes de la FOTIA que
son elegidos diputados. Las elecciones se realizan el 14 de marzo. Triunfa el
peronismo y en particular la estructura sindical hegemonizada por el vando-
rismo que había dirigido la confección de las listas e impone al jefe del blo-
que141. Al respecto dice Chaves: “Esa vez no nos fue bien porque la mayoría
de los compañeros votaron los candidatos que mal o bien representaban
al peronismo.” El peronismo seguía siendo uno. Para la gran mayo-
ría de los peronistas, no existía una contradicción entre el empuje
logrado en las ocupaciones de fábrica y los límites de la política
vandorista. Incluso en las movilizaciones de neto contenido político, las
agrupaciones identificadas con el MRP, no se diferenciaban del resto del pe-
ronismo. En una multitudinaria marcha contra el envío de tropas a Santo
Domingo participaron desde el C de O hasta el MRP. Contaba Corbata: “Ahí
estuvimos todos.142 Alentado por este panorama, la ofensiva de Vandor se for-
talece. Tiene un objetivo: la dirección del peronismo y un enemigo inmediato
el gobierno radical. Motivos para la confrontación no escaseaban.
El 17 de octubre de 1965 el Partido Justicialista convoca a una con-
centración en Parque Patricios. Previamente autorizada, luego el gobier-
no la prohibe con el pretexto del clima turbulento provocado por la pre-
sencia de la esposa de Perón en el país y es duramente reprimida con un
141 El peronismo (con la sigla de UP en Capital y 3 provincias) obtuvo 2.848.000;
UCRP 2.600.000; MID Frondizi 587.000; UCRI Alende 411000. A los votos del peronis-
mo hay que sumarle 607.378 de los peronistas “disidentes con la conducción”. De esta
manera obtiene 52 diputados nacionales, contra los 70 del radicalismo.
142 Corbata relataba: Hubo dos muertos. Los comunistas mataron primero a un mu-
chacho del C de O y después ellos a un comunista. Pero los comunistas apuntaban y
tiraban contra todos los peronistas. Esa la ví bien porque las balas me pasaron cerca y
yo no tiraba contra nadie. Casi me matan a mí porque estaba cerca del muchacho y lo
quise auxiliar. No pudieron porque tenían mala puntería.
218
saldo de 1.500 detenidos. En el marco del Plan de Lucha, el 21 de octubre,
la CGT convoca a un paro por 24 horas con concentraciones en las prin-
cipales plazas del país. En la plaza de Morón, es asesinado por la policía
el trabajador bancario y militante de la Federación Juvenil Comunista,
Néstor Méndez. En la plaza de San Justo, son también asesinados los
obreros metalúrgicos José Gabriel Mussi y Ángel Norberto Retamar.
Dos días después, en un plenario de las 62 Organizaciones en el gre-
mio de Barraqueros de Avellaneda, se aprueba la necesidad de llevar
a cabo “la institucionalización inmediata del movimiento en un limpio
proceso democrático”. La organización del peronismo en una estructura
política institucionalizada era claro que limitaría el papel de Perón.
En la contraofensiva contra Vandor, Perón designa a su mujer como
“Comando Superior Delegado para la Unidad y Solidaridad del Peronismo”.
El 18 de enero de 1966 los gremios antivandoristas publican una solicita-
da bajo el título “De Pie Junto a Perón” donde afirman: “Nadie que se diga pe-
ronista puede afirmar que ahora hay que enfrentar a Peón para salvar a Perón.
(…) Y mucho menos nadie tiene el derecho de de utilizar el nombre de las 62
Organizaciones (…)En las guerras de liberación como la nuestra, al jefe no se lo
discute se lo acata.(…) reafirmamos nuestro acatamiento incondicional a Perón
y sus directivas, y reconocemos como única delegada en el país a la compañera
Isabel Martínez de Perón.(…)” Firman el documento alrededor de 20 sindicatos
encabezados por José Alonso de FONIVA, Olmos de Sanidad, Framini de Tex-
tiles, Di Pascuale de Farmacia, De Luca de Navales, Eyheralde de Calzado,
FOTIA. En marzo, las 62 Organizaciones antivandoristas realizan un plena-
rio en Tucumán con la participación de 1.300 delegados. Chaves relata: “Los
del MRP somos uno de los mayores impulsores de encuentro sindical–político
‘De pie junto a Perón’. Viajamos Tucumán junto a Gustavo (Rearte RC) para
organizar el encuentro, él está en la primera línea. La jornada convoca a las
fuerzas políticas y gremiales combativas; José Alonso del sindicato del vestido
preside la reunión realizada en marzo del 66, el Plenario reafirma el carácter
revolucionario del peronismo y va a constituir uno de los hitos más importantes
en la lucha contra el vandorismo.” (Chaves p.94).
Detrás de José Alonso, un declarado simpatizante de Primo de Ri-
vera y Francisco Franco se encolumnaron los militantes del MRP, los
sectores ligados a Cooke, numerosas agrupaciones sindicales y políticas
antiburocráticas y políticos conservadores preocupados por la suprema-
cía del vandorismo. Juan Romero da su testimonio sobre este momento:
“Había de todo en los dos lados; algunos que estaban con nosotros (el
sector Villalón RC) se volvieron al vandorismo, asustados de algunos per-
sonajes que teníamos en el MRP.(…) Con los Planes de Lucha del 64/65 se
produce un desgaste, había habido represión y muertos; Mussi( laburante
de la SIAM), Retamar y Mendez.
Se da un período de reflexión y de reflujo de la militancia que da pie a
toda la peronización de los sectores medios y el auge del Cookismo en esos
sectores medios.” Esto lo veremos más adelante.
En ese marco la república parlamentaria dirigida por los herederos de
Sabattini muestra sus límites como el espacio para el logro de las reivindi-
caciones económicas y políticas que tomaron forma de Plan de Lucha. El
219
presidente de rostro amable y vida austera había impedido el retorno del Lí-
der popular y mantenía su proscripción incumpliendo todos los compromisos
de la Asamblea de la Civilidad. Había trabajadores muertos, (en diciembre
durante las protestas por cierre de ingenios en Tucumán, la policía asesinó
al obrero del Ingenio Bella Vista, Camilo Gonzalez) cientos de detenidos por
manifestar, alrededor de 120 dirigentes procesados con auto de prisión. Se
había quitado la personería gremial a los sindicatos más combativos (Asocia-
ción Obrera Textil, Empleados de Farmacia, Unión de Trabajadores Gastro-
nómicos) y la inflación achicaba los salarios, aunque el PBI creciera más del
8 % en un año. Los trabajadores y el pueblo peronista tenían derecho
a no ver motivos para la defensa del gobierno radical.
Por otra parte, el débil intento de poner límites a los laboratorios me-
dicinales regulando el precio de los medicamentos, la decisión de anular
los contratos petroleros, el congelamiento de los arrendamientos agríco-
las, la ley del salario mínimo (que no cumplía con las demandas obreras)
y la ley de mejora de las indemnizaciones por despido, convierten al siste-
ma institucional en “ineficiente” para los intereses de las fracciones más
poderosas de la burguesía local y trasnacional. Como si esto fuera poco
las Fuerzas Armadas querían enviar tropas de ocupación para ayudar a
Estados Unidos en su crimen contra la República Dominicana. Illia justi-
ficó la intervención. Sin embargo, luego de la manifestación multitudina-
ria mencionada antes no autorizó la expedición militar. Como con cierta
ironía dijo Cooke: “El Dr. Illia cayó por defender con dignidad su escaso
programa, que no nos incluía (a los peronistas RC).
En ese momento, a ninguna clase o fracción de clase fundamental de
nuestra sociedad el sistema institucional le resultaba útil para la defensa
de sus intereses. En este contexto se produce el golpe de Estado que des-
aloja al Radicalismo del Pueblo del gobierno del Estado.
Las Fuerzas Armadas ya constituidas como Partido Militar ocupa-
rán el gobierno del Estado sin ninguna mediación. Entonces, el proceso
de ilegitimidad política del poder de clase iniciado en 1955 se convertirá
en una crisis de poder inédita en nuestra historia nacional.
220
Capítulo VI
De la resistencia a la disputa del poder
Los arcángeles blindados
Vimos que desde 1955, se da una activa participación de numerosos je-
fes militares en los negocios de empresas privadas. Esta participación con
los negocios del capital más poderoso no les impide una relativa autonomía
del sistema institucional. Autonomía que es cada vez mayor a medida que
aumenta el deterioro de las instituciones específicamente políticas y coloca
en el primer plano del protagonismo político a las Fuerzas Armadas, en
particular al Ejército. Sin embargo, lograr la unidad necesaria para confor-
marse como Partido Militar no fue tarea de un día. El primer paso hacia
ese objetivo fueron los fusilamientos de 1956 y la baja de cientos de oficia-
les y suboficiales peronistas o sospechosos de simpatizar con el peronismo
en las tres armas. A partir de entonces se suceden, dentro del Ejército,
las luchas entre “legalistas” azules, y colorados “golpistas”. Estas faccio-
nes están formadas por la pertenencia a diferentes armas con intereses
corporativos específicos y a diferentes estrategias sobre cómo resolver el
“problema peronista”. Esto quiere decir: cómo institucionalizar las
reivindicaciones obreras y populares sin recomponer el modelo
de desarrollo impulsado por el peronismo en el gobierno. Los desig-
nados como azules, ligados a los sectores de la gran burguesía industrial
y terrateniente por origen social e intereses y pertenecientes al arma más
poderosa, la caballería, en 1966 demuestran capacidad de negociación con
sectores peronistas. El 18 de marzo se reúnen en el Sindicato de Luz y
Fuerza con Vandor, Rosendo García, Paulino Niembro y otros dirigentes.
El principal oficial que participa es el general Alejandro A. Lanusse. Según
el relato de Sebastián Borro (empleado de limpieza del sindicato en ese
momento), las reuniones fueron más de una.
Los colorados eran por origen social, expresión de la pequeña burgue-
sía agraria y urbana. Ligados a los Radicales del Pueblo, herederos del
antiperonismo visceral de la “Pampa Gringa” y pertenecientes mayorita-
riamente a las armas de infantería o artillería.
Es un general del sector colorado el que define, en mayo de 1962, la
cuestión de las “fronteras ideológicas” afirmando: “Existen fronteras in-
ternas que debemos defender en plena guerra fría.” (Gral. Loza. La Nación
24/6/62 en Rouquié p.214).
221
 La tesis de las “fronteras ideológicas” internas impulsada desde el
Pentágono para defensa del “mundo libre” es aceptada sin reservas por
los militares argentinos. Este será el marco donde construirán su unidad.
Es el punto donde se disuelven los colores y convergen las diferentes es-
trategias frente al comunismo y el peronismo. Además, daba justificación
doctrinaria a las prácticas extraprofesionales, en general acompañadas
de buenos negocios.
Comunismo igual a convulsión social. De allí a la ecuación comunis-
mo igual a clase obrera; clase obrera igual a peronismo. Dicho de otra
manera: revancha de los “cabecitas” que quieren volver al 45, es igual a
comunismo. No por elemental y rústico este razonamiento castrense era
incorrecto. El enemigo comunista con que el Pentágono estaba unificando
a los ejércitos americanos era, en la Argentina de la década del 60, la
clase obrera y los sectores populares peronistas.
Ya en 1964, el ex azul Juan Carlos Onganía sentaba las bases de la
doctrina de unidad de los militares argentinos, durante la 5ª Conferencia
de los Ejércitos Americanos realizada en West Point (EEUU). La doctrina
Onganía señalaba que las funciones de las Fuerzas Armadas “no podían
reducirse al simple respeto de la obediencia constitucional”. Incluía en-
tre los objetivos militares “preservar los valores morales y espirituales
de la civilización cristiana”. Señalaba que la obediencia constitucional
cesa inmediatamente “Si se produce al amparo de ideologías exóticas un
desborde de autoridad que signifique la conculcación de los principios
básicos del sistema republicano de gobierno o un violento trastocamiento
del equilibrio e independencia de poderes. La ciega sumisión al poder es-
tablecido ya no es admisible”. (Rouquié p.231)
La autonomía relativa que, como aparato del Estado, las Fuerzas Ar-
madas mantienen respecto de las instituciones específicamente políticas,
es lo que les permite convertirse en reaseguro de la dominación de clase
cuando estas instituciones han perdido legitimidad. Son así, el último
recurso de una poderosa burguesía incapaz de representarse a sí misma
para alcanzar su expresión política. (B. Balvé. Lucha…p.192) En 1966,
a diferencia de 1945, no son una fracción neutralista del ejército
que articula una alianza entre la clase obrera y la burguesía na-
cional. Son las tres Fuerzas, respaldadas por la doctrina y los me-
dios materiales del imperio norteamericano, constituidas como
partido de las fracciones más poderosas de la burguesía local y
extranjera.
En junio de 1966, el Partido Militar toma el poder y la clase domi-
nante lo ejerce sin ninguna mediación. Como en 1930 y 1955, los dueños
el poder económico ocupaban en forma directa el gobierno de Estado. Sin
embargo, la pérdida de legitimidad de las instituciones liberales debía
ser suplida en el plano de la justificación ideológica del poder. La desca-
lificación del liberalismo y la construcción de una nueva legitimidad en
ese plano fue realizada por un discurso tecnocrático y “modernizador”
a tono con la sociología funcionalista norteamericana, acompañado por
el integrismo católico de numerosos funcionarios143. Como escribiera Co-
143 José Manuel Saravia (h) (sobrino del primer ministro del Interior) un activo par-
222
oke, a dos meses del golpe, analizando a los “arcángeles blindados, en
un verdadero ensayo de teoría política “Este gobierno es una mezcla de
lo peor que tiene este sistema: del liberalismo aplica el libre cambio y la
libre empresa; del fascismo y variantes feudales diversas, el autoritaris-
mo, las jerarquías consideradas como de orden divino; del cristianismo,
la moralina ultramontana, el clericalismo, la utilización reaccionaria de
los sentimiento religiosos para sostener todo lo que es orden establecido,
autoridad de cualquier índole.(…) Van a modernizar el país con una mez-
cla del siglo XII, siglo XIX y occidentalismo tecnológico. El país tendría
maquinaria, capital monopólico, eficacia, productividad, patriarcalismo,
jerarquías inconmovibles, beatería, orden, monotonía, censura, patriote-
rismo, recato en el vestir, puritanismo, uniformidad. (Informe a…p.120)
El gobierno militar comienza por articular una política de partici-
pación de las conducciones sindicales. Éstas aceptan encantadas; baste
recordar la corbata de Vandor en la Casa Rosada cuando asume Onganía
y las declaraciones de otros jerarcas sindicales: “nos encontramos en el
momento expectante del despegue”. (José Alonso, jefe de las 62 Organiza-
ciones “De pie junto a Perón”). “Nadie tiene derecho a frustrar esta espe-
ranza” expresaba en una declaración el Sindicato de Luz y Fuerza.
Algunos elementos para este optimismo existieron al inicio del nuevo
régimen. Fue designado secretario de Trabajo Rubens San Sebastián que
ya mantenía con las cúpulas sindicales una fluida relación. Se devolvió la
personería que los radicales habían quitado a seis sindicatos, entre ellos
la Federación de Empleados de Farmacia. Quedaron sin efecto las medi-
das que había implementado el gobierno radical para fragmentar al mo-
vimiento sindical. Entre ellos el odiado decreto 969/66 que establecía un
fuerte control sobre las finanzas gremiales. Augurando buenos tiempos
para la relación entre los sindicatos y el nuevo gobierno, Vandor firmó el
nuevo convenio de su gremio en la Casa Rosada con la presencia de On-
ganía y numerosos funcionarios. Hasta el diario La Nación se alarmaba y
calificaba de “inusitado” este acto para la firma de un convenio laboral.
ticipante de los Cursillos de Cristiandad, era profesor de sociología en la Universidad
Católica del Salvador y de la Escuela Superior de Guerra, donde junto a Juan Pichon
Rivière en sus clases a los jefes militares exaltaban la “organización de los intere-
ses profesionales y el paternalismo del estanciero contra el individualismo subversivo
de la sociedad liberal”, tenían un fondo común de antiparlamentarismo rejuvenecido
salpicado con algo de tecnocracia industrialista. Mariano Grondona ofrecía desde la
revista Primera Plana “Los tres modelos Franco, De Gaulle, Castello Branco” y presen-
taba a Onganía “como un nuevo Moisés”. El Instituto para el Desarrollo de Ejecutivos
de la Argentina (IDEA) enseñaba los métodos y los valores de las Business Schools
norteamericanas a empresarios y militares. En su consejo de administración estaba
un representante de Fabricaciones Militares y estuvo presidida por el presidente de
la filial local de Duperial y la integraban directores de General Electric, IBM, Shell,
Monsanto, City Bank, Esso y Bunge y Born. El presidente delegado era el sociólogo
José Enrique Miguens redactor de los comunicados de Campo de Mayo durante el
enfrentamiento entre militares “azules” y “colorados”. La revista católica Ulises, en
julio de 1966, los definía como “Tecnócratas de sacristía, espiritualidad provinciana
y modernismo norteamericano”. La totalidad de los ocho ministerios fue ocupada por
directivos y propietarios de las más importantes empresas locales y extranjeras y un
terrateniente (Rouquié pp.233/34/45/46/59/60/61).
223
 Cooke en su “Informe a las bases” de septiembre señalaba: “algunos
datos objetivos que grupos vinculados al golpe exageran. En primer térmi-
no la inusitada omisión de toda referencia agraviante al peronismo en los
documentos de la Junta Revolucionaria y en las palabras del general On-
ganía”. Menciona también que el “trato que se dispensó a los sindicatos,
que no condice ni con los antecedentes ni con los juicios reiteradamente
expuestos por las Fuerzas Armadas a través de los años. La presencia ra-
diante de los jerarcas sindicales peronistas en los actos de toma de pose-
sión del mando del presidente Onganía y de sus ministros, la devolución
de la personería a sindicatos privados de ella por el gobierno depuesto,
la atención que se prestó a los planteos de los sindicatos, la participación
que se anunció tendrían en organismos económico–sociales del Estado,
indicaban una conducta que ya se había insinuado durante los trámites
conspirativos” (p.8).
La ilusión de una alianza con sectores de la burguesía industrial que
alentaban los jefes sindicales, duró poco. En agosto, Onganía firmó la ley
16.936 que establecía el arbitraje obligatorio entre obreros y patrones. Esta
medida anulaba de hecho el derecho de huelga y dejaba la puerta abierta
para los despidos sin indemnización ante cualquier protesta gremial. En
octubre, se produjo el hecho que ya no dejaba lugar a dudas sobre el rumbo
del nuevo gobierno. Se anunció un plan de “racionalización” y “saneamien-
to” de los puertos con el declarado objetivo de lograr puertos “baratos y
limpios”. Esto significaba la eliminación drástica de numerosas conquis-
tas de los trabajadores portuarios vigentes desde 1946. El Sindicato Unido
Portuarios Argentinos (SUPA) declaró la huelga y durante dos meses el
puerto de Buenos Aires estuvo parado. Se registraron numerosos inciden-
tes y enfrentamientos en el puerto de Buenos Aires.144 El 19, el sindicato
fue intervenido y su secretario general, Eustaquio Tolosa, detenido en una
asamblea multitudinaria y encarcelado en el penal de Villa Devoto. Final-
mente los trabajadores llegaron a un acuerdo sobre el jornal mínimo y el
funcionamiento de una bolsa de trabajo y la fiscalización a partir de una
comisión tripartita. Sin embargo, al finalizar el conflicto los trabajadores
no estaban en condiciones de hacer cumplir los acuerdos.
A principios de noviembre, Vandor declaraba “al fin se le vio la pata
a la sota”. Mientras se elegía un nuevo Consejo Directivo de la CGT, las
62 De pie se retiraban del congreso y un grupo de trabajadores portuarios
intentaba ocupar el edificio reclamando solidaridad con su lucha.
El primer ministro de Economía, Jorge Salimei, titular del grupo lo-
cal Sasetru, cuya designación alentaba un entendimiento con la burguesía
nacional, renunció. En su reemplazo, ocupó la cartera Adalbert Krieger
Vasena, integrante de la familia Vasena de la Semana Trágica de 1919 y
ex ministro de Hacienda de Aramburu. Un hombre del capital financiero
trasnacional, vinculado a todas las corporaciones agrupadas en ADELA
(Atlantic Community Group for the Development of Latin America).
En marzo de 1967, el nuevo ministro lanzó un plan de estabilización
144 Durante enfrentamiento en la zona de Retiro los portuarios fueron curados y re-
fugiados en el Policlínico Ferroviario y ocultados en los galpones del los ferrocarriles
San Martín y Belgrano por los ferroviarios.
224
cuyas principales medidas fueron: una devaluación del 40%; la libera-
ción total del mercado cambiario; la fijación de derechos aduaneros a las
exportaciones no industriales con lo que neutralizaba el beneficio de la
devaluación para el sector agroexportador, una rebaja del 50% de las ba-
rreras aduaneras. Para los asalariados: congelamiento obligatorio de los
salarios por 20 meses y se derogó la ley 14.250 de convenciones colectivas
de trabajo. Del paraíso de libertad económica prometido quedaban exclui-
dos expresamente los salarios.
Una nueva ley petrolera terminó con los intentos nacionalistas del
gobierno radical. Se restablecieron las condiciones favorables para las
compañías extranjeras establecidas durante el gobierno de Frondizi. Se
eliminaron el congelamiento de los alquileres comerciales y las prórrogas
de las aparcerías y los arrendamientos rurales.
Esta política inició una importante transferencia de empresas nacio-
nales a manos extranjeras. En esta etapa, el capital monopolista se convir-
tió en dominante dentro del bloque de poder. Numerosas empresas loca-
les pasaron a participar como accionistas del grupo ADELA con lo que se
registra la presencia conjunta de capitalistas locales y extranjeros en los
directorios de las empresas, asociaciones industriales, foros e institutos de
investigación y planificación, lo que aumenta los compromisos y la ligazón
con el patrón de acumulación regido por el capital trasnacional.145
El resultado fue el inicio de una recesión selectiva. Este proceso afec-
tó, por supuesto, a los trabajadores y también a la pequeña y mediana
industria y a muchas de las economías regionales. Mientras se expandían
las grandes empresas trasnacionales y el PBI crecía, miles de empresas
iban a la quiebra. Entre 1966 y 1973, 11.600 empresas, del agro, la in-
dustria y el comercio, se declararon en quiebra. (Cullen monografía Los
debates…p.7)
Antes de hacer conocer su plan, Krieger Vasena continuó la ofensiva
contra los trabajadores. Anunció la “racionalización” de los ferrocarriles.
Los trabajadores ferroviarios fueron militarizados. A través del decreto
5324 pasaron a tener grado militar y depender del ministerio de Defensa.
Fueron intervenidos la Unión Ferroviaria y La Fraternidad. El gobierno
apela al personal de dirección (carneros orgánicos siempre) los que, por
primera vez, se niegan a romper la huelga.146
El régimen también avanzó en el desmantelamiento de la industria
azucarera tucumana. Esto se realiza en beneficio de la industria jujeña,
145 Algunas de estas empresas locales fueron: Astra, Loma Negra, Banco del Interior
y Buenos Aires, Perez Companc, Frigoríficos Argentinos (ex Wilson), Bunge y Born,
Techint, Celulosa Argentina, y Torquinst y Cía. (Asborno p.78)
146 Los gremios de Personal de Dirección y Señaleros había sido formados durante el
gobierno de Frondizi con el objetivo de dividir a los trabajadores. Habían sido utiliza-
dos en todos los conflictos como rompehuelgas. En una asamblea nacional, realizada
en Rosario, se decide “no interferir” en el conflicto. El negarse a conducir llevó a que
44 trabajadores profesionales fueran despedidos. Uno de ellos se suicidó luego de ser
intimado a manejar una locomotora y negarse a hacerlo. Luego, integrantes de todos
los gremios formaron las Comisiones Clandestinas Ferroviarias que retoman los mé-
todos de organización y lucha de la Resistencia (Juan Carlos Cena).
225
más concentrada por la presencia de capitales extranjeros y donde los
hermanos Alvaro y Julio Alsogaray tenían inversiones. Además, Jujuy
era una provincia sin pequeños cañeros con sus reclamos específicos y
con menor experiencia de lucha obrera lo que se traducía en el nivel de
organización gremial y política.
En 1965, Tucumán tenía 27 ingenios; en 1968, quedaban 17 y dos
tercios de su población emigrarían en los años siguientes. En la resis-
tencia a este plan, los obreros del ingenio Bella Vista son violentamente
reprimidos. Es asesinada por la policía, la trabajadora y cocinera de la
olla popular, Hilda Guerrero de Molina y heridos gravemente otros dos
trabajadores.
La ofensiva anti obrera no se había detenido a pesar de un paro gene-
ral realizado el 14 de noviembre. Entonces, frente al anuncio del plan de
Krieger Vasena, la CGT anunció un nuevo paro para el 1º de marzo que
sería continuado con un plan de lucha. El paro tuvo acatamiento total en
la industria y altos índices en los transportes y servicios. Pese a la con-
tundencia de la protesta, el gobierno respondió quitando la personería a
los sindicatos metalúrgico, textil, telefónico, de empleados de farmacia y
la FOTIA. El 15 de marzo fue intervenida la Unión Ferroviaria –a quien
ya le habían congelado los fondos lo mismo que a la FOTIA– y cesan-
teados sus dirigentes. También se repuso el decreto 969/66 de Illia y se
suspendió la ley 14.250 de convenciones colectivas de Trabajo hasta el 31
de diciembre de 1968.
Frente a esto, la CGT canceló la realización del plan de lucha anun-
ciado. Se produce lo que relataba un protagonista: “El desgaste a nivel
masivo del Vandorismo se da con el ‘arrugue’ frente a Onganía en el 67.
(Juan Romero)
El “desgaste” tiene expresiones concretas. En mayo de 1967, Vandor
después de diez años de dirigir el sindicato metalúrgico, se encuentra con
dos listas opositoras que le disputan la conducción. Rubens San Sebas-
tián, Secretario de Trabajo, suspende las elecciones y decreta la prórroga
de los mandatos de la conducción Vandorista. Rodolfo Walsh lo denunció
en el diario de la CGT de los Argentinos de esta manera: “Y se quedó ele-
gido (Vandor) por el Secretario del gobierno elegido por nadie.
Ahora había que ajustar la deteriorada maquinaria. Las grandes em-
presas metalúrgicas despiden uno por uno a los enemigos conocidos de
Vandor. La General Electric echa a 5 candidatos de la lista gris además
de 56 obreros de su planta de Santo Domingo y 70 (incluso 12 delegados)
de su planta Carlos Berg. La Phillips completa un millar de despidos: no
queda ningún delegado, o que haya sido delegado en los tiempos más re-
motos. Tamet, de la banca Torquinst cesantea a 47 candidatos opositores,
Camea a 150. Despidos masivos de trabajadores antivandoristas sacuden
a Ascensores Electra, BTB, Fanal, Saccol, Volcán, Deador, Pedriel, Ma-
nuel Royo, Silvania y Sabaza.
Los grises y los rosados desaparecen del mapa (...) antivandorismo
equivale a perder el trabajo. En marzo de 1968 Vandor ha recuperado su
confianza y cree que puede dar elecciones.(...) Como por milagro resurge
la oposición, las listas rosa y gris se unifican en la Capital, presentan sus
226
104 candidatos y las 750 firmas de aval. Vandor (...) compra directamente
a 6 candidatos de la lista gris, que se reúnen, ‘expulsan’ a los demás y
publican una solicitada bajo el título ‘Procedemos así porque no somos
comunistas’. Pero esta vez la maniobra fracasa.
Capital, con 60.000 afiliados, era la seccional más importante. Seten-
ta y dos horas antes era evidente que la gris arrasaba. ‘Ganábamos por
muerte y desolación’, dice un dirigente. El vandorismo emplea un último
recurso: hace impugnar la lista por la junta electoral. La protesta oposito-
ra se derivó al Secretario San Sebastián, que todavía lo está pensando.
La lista gris ordenó entonces no votar. En la Capital 57.500 trabaja-
dores sobre 60.000 cumplieron a orden. El vandorismo obtuvo apenas
2.500 votos el cuatro por ciento del gremio (...)
Falta aún elegir los cuerpos de delegados. Se hacen algunas eleccio-
nes maravillosas,con sobres abiertos que entraban de a tres en las urnas,
carnets falsos, voto cantado y urnas cambiadas. En la fábrica de envases
Centenera, Bunge y Born facilita el triunfo de sus amigos despidiendo a
40 activistas opositores. (...) Igual que en 1955 el gremio está intervenido.
Sólo que el interventor es ahora el secretario general de la UOM.” ( diario
CGT en Cuaderno 1943/68…p.20/21)
Los procedimientos que denuncia Walsh no son nuevos para el van-
dorismo. La diferencia en 1967/68, es que ya no están dirigidos solo con-
tra grupos de activistas que al ser despedidos quedaban aislados de sus
bases, a las que se les podía garantizar reivindicaciones económicas. Para
mantener su poder, Vandor debe generalizar la represión contra
los trabajadores (las cifras de Capital son elocuentes por sí solas) y no
tiene nada que ofrecer a cambio: ni a los trabajadores, ni al Esta-
do que le ha hecho esos favores.
El vandorismo ha fracasado en la disputa con Perón por la conduc-
ción del Movimiento Peronista y la clase obrera comenzará a buscar ca-
minos que no lo tienen como intermediario ante los patrones y el Estado.
Es el final de la estrategia de alianza con sectores de la burguesía indus-
trial en la etapa. Solo el pacto social de 1973 le devolverá al vandorismo
el protagonismo con Rucci, pero ya dependiendo exclusivamente del peso
político de Perón.
Como en 1955 la clase obrera enfrentaba la ofensiva del capital. Sin
embargo en 1966 había dos diferencias fundamentales:
1. La clase obrera no estaba sola, otras fracciones sociales y po-
líticas sufrían el proceso de concentración económica y la proscripción
política.
2. Las posibilidades reales de realizar una política distribu-
tiva no existían por el propio proceso de acumulación de capital.
Entonces las estrategias integracionistas o los sistemas electorales con
proscripción habían terminado con represión y pérdida de conquistas
para los trabajadores y otras fracciones populares.
227
El “cambio de carácter” de las luchas populares
La crisis orgánica
El problema del poder se coloca a la orden
del día de los sectores populares
Beba Balvé
“Supimos, con una dirección adecuada –que Tos-
co en esto era un maestro– sumar a todas las fuerzas
del movimiento obrero e incluso, centros vecinales y al
estudiantado (...) al frente de la CGT de Córdoba esta-
ba Elpidio Torres, Secretario General del SMATA que
se decía él mismo el “Vandor cordobés” y teníamos que
concretar la unidad para que realmente fuera un he-
cho...porque si hubieran participado solamente los tra-
bajadores y los estudiantes más combativos, la gente
de izquierda... no hubiera sido el Cordobazo. Hubiera
sido una lucha, importante, (...) pero no hubiera sido el
Cordobazo”
Jorge Canelles, dirigente del gremio de la cons-
trucción protagonista del “Cordobazo”
El éxito o el fracaso de una política depende de las posibilidades rea-
les de llevarla a cabo. Sólo podremos entender el final de la estrategia
vandorista, de alianza con la burguesía industrial, si se la analiza desde
esta perspectiva. Hemos visto que en 1945 existieron las condiciones para
una alianza entre parte del capital y el trabajo. También que a partir de
1966/67, el proceso de acumulación inherente al propio desarrollo capi-
talista margina de los beneficios que se obtienen a la mayoría de la clase
obrera, reduce a nada el poder de negociación de los sindicatos y proscribe
al movimiento político que la representa. Por su parte la burguesía indus-
trial nacional, se aleja de la alianza con el movimiento obrero. Como men-
cionamos más adelante. Su capa más concentrada intentará, con escaso
éxito, su estrategia de diferenciación del capital extranjero.
Lo cierto es que ya no existen las ni condiciones objetivas ni las
condiciones políticas para reproducir la alianza peronista. Ya sea con el
proyecto de Vandor o a través del mismo Perón. El peronismo no puede
resolver el sostenimiento de la alianza entre el capital industrial y el
trabajo pues está atravesado por la misma contradicción de clase y han
fracasado el intento “integracionista” del desarrollismo y el sistema elec-
toral con proscripción del peronismo. Tampoco ha prosperado el intento
de convertir a la estructura sindical en la fuerza que exprese sus intere-
ses en el seno de la clase obrera. En la coyuntura de 1968/69 se produce
lo que ha sido caracterizado por Balvé como un “cambio de carácter” de
las luchas iniciadas en 1955. Muy sintéticamente esto quiere decir que
los reclamos al Estado por mejores condiciones como asalaria-
dos y el fin de la proscripción del peronismo y de otros sectores
228
políticos comienzan a plantearse como un cambio en la relación
entre las clases, por fuera de las instituciones de un Estado que al
estar sustentado sólo por su fuerza represiva, ha perdido la capacidad de
institucionalizar esas demandas.
Las demandas por sus reivindicaciones llevan a cada vez más fraccio-
nes de la clase obrera y los sectores populares, a la confrontación directa
con el poder militarizado que ha perdido los velos que podían ocultar o
mediatizar su carácter de instrumento del capital. “Hacia 1969, no hay
sector social ni grupo político o ideológico a excepción de las organizacio-
nes económico–corporativas de la oligarquía financiera, que no se haya
sentido afectado directa o indirectamente o violentado, por alguna ins-
tancia de la fuerza material del Estado, fundamentalmente en su aspecto
armado”. (Balvé El 69…p.165.
A diferencia de 1955, el frente de la clase dominante pierde la base
social indispensable que requiere la hegemonía de toda clase social; los
que Gramsci llama los grupos “aliados” o “auxiliares”: estudiantes, profe-
sionales, sectores medios urbanos y rurales, grupos religiosos vinculados
a los sectores populares. Entonces, la confrontación entre las dos clases
fundamentales en el sistema capitalista se produce en un contexto donde
se dan las condiciones objetivas para el surgimiento de la conciencia de
sus intereses estratégicos por parte de la clase obrera.
Esta situación es lo que Gramsci llama una crisis orgánica. Esto es:
la crisis de hegemonía al interior de las clases dominantes se convierte en
una crisis que atañe al conjunto de la sociedad. Así la define Mónica Peral-
ta Ramos: “Esta crisis es una crisis de ‘autoridad’ del conjunto de las clases
dominantes que dejan de tener la dirección de las clases subordinadas las
cuales comienzan a escindirse de la ideología tradicional (...) la coyuntura
de fines de la década del 60 se particulariza por la irrupción de una crisis
orgánica puesta de manifiesto por el accionar de las clases subordinadas en
general y la clase obrera en particular, en términos de fuerza política (...) Se
habla de ‘crisis de autoridad’ y esto es justamente la crisis de hegemonía o
‘crisis del estado en su conjunto’(Gramsci). Se produce una crisis del estado
porque en distintos niveles y con distinto grado de organicidad se cuestiona
violentamente la dominación burguesa’ ( pp 183,207).
Esta crisis orgánica termina de abrirse paso a partir de los movi-
mientos con características insurreccionales que conocemos como los
“azos”. De estos movimientos hay numerosos trabajos desde diferentes
perspectivas políticas y teóricas. Sólo nos interesa destacar los elementos
que aparecen en la frase que colocamos en el epígrafe. En primer lugar:
de ellos participan los variados alineamientos políticos que atra-
viesan a la clase obrera. En segundo lugar, que en coincidencia
con las luchas obreras, se da la participación de diferentes secto-
res sociales y políticos no proletarios. Agustín Tosco, en 1974, defi-
nía al SMATA cordobés, dirigido por Elpidio Torres, (autodefinido como
el “Vandor cordobés”) como uno de los pilares fundamentales del Cordo-
bazo” (Cena,...p.195). Al mismo tiempo Américo M. González, vocal de la
Comisión Directiva del Sindicato dirigido por Tosco, decía en 1999: “El
Cordobazo se dio porque apoyó la clase media, comerciantes, profe-
229
sionales, todos lo apoyaron porque nadie quería seguir con la dic-
tadura de Onganía ni de Caballero, el gobernador de Córdoba, que
ponía en práctica ‘un plan piloto’,según Onganía del corporativismo(...)
Ahí se unió todo el mundo y no fue siguiendo a un partido político, se si-
guió a una bandera que es la azul y blanca.. Ahí se dio lo que pregonaba
Tosco de la unidad, la unidad en la lucha.” (Cena ... p.106)
Las agitaciones estudiantiles en Córdoba, Rosario y Corrientes, con
su saldo de asesinatos; las movilizaciones de los Centros Vecinales con-
tra el aumento de impuestos; la movilización de Colegios Profesionales
llevan al enfrentamiento con la legalidad del sistema de dominación a
cada vez más amplias fracciones de la pequeña burguesía urbana y rural.
La confrontación con el poder del Estado se ha convertido en nacional y
la clase obrera tiene la posibilidad de encabezarla. Todos los testimonios
y análisis de Tosco, de sus principales compañeros y de trabajadores re-
copilados por Juan Carlos Cena coinciden en estos aspectos.147 Con esta
situación de crisis orgánica se dan las condiciones objetivas para que se
constituya una nueva alianza social opuesta al bloque dominante que ha
quedado reducido al poder económico y militar. Que se den estas condi-
ciones, no implica que mecánicamente surja y se concrete una voluntad
política organizada en el mismo sentido. En otras palabras: que se den
las condiciones subjetivas.
En esta situación de crisis orgánica existen continuidades y
rupturas con la etapa anterior.
¿Cuál es el alcance de estas rupturas y continuidades con el proceso abier-
to en 1955, para el conjunto de las clases subordinadas? Esta es la pregunta
básica para analizar la etapa 1968/69–73 y las posibilidades objetivas que
tenían las propuestas políticas que surgieron y se construyeron en esos años.
Completando la pregunta anterior: ¿Se trata de una insurrección que
barre con la historia anterior a 1969? o ¿Se trata de un cambio en la me-
todología de lucha para lograr objetivos invariables desde 1955? Ambas
alternativas se han planteado y se plantean hasta hoy como respuestas.
Recapitulemos en breve síntesis estas rupturas y continuidades:
Rupturas: como vimos, dadas por el fracaso en la coyuntura de la
estrategia del vandorismo de alianza con una fracción de la burguesía
y de los intentos de recomponer el sistema institucional manteniendo
la proscripción del peronismo. Esta falta de posibilidad objetiva de
concretar estrategias de alianza con fracciones de la clase domi-
nante lleva a que la lucha de la clase obrera contra su doble pros-
cripción (social y política) esté planteada en una confrontación
con las patronales y el Estado no mediada institucionalmente.
147 Tosco afirma que había radicales y peronistas entre los francotiradores. Felipe Al-
berti relata que en la organización previa (que incluyó la prueba de eficacia de bombas
molotov) coincidieron las dos CGT cordobesas. Testimonio de trabajadores citados por
Mónica Gordillo en la compilación de Juan Carlos Cena (opus. cit pp. 299-321) desta-
can el carácter de protesta política contra la dictadura y la decidida colaboración de
vecinas y vecinos. Canelles, por su parte, destaca la importancia de la lucha antidic-
tatorial que permitió ampliar la base social del movimiento y también hace referencia
al contexto internacional.
230
Estos fracasos comienzan a dejar un saldo común: la ausencia de
expectativa en las estrategias integracionistas de la clase dominante. La
alianza con fracciones de la burguesía ya no les resulta a los trabajadores
un respaldo para sus reivindicaciones económicas y políticas. Esto im-
pulsará el proceso de constitución de una conciencia de clase surgida de
estas diferentes confrontaciones que, sin negarlas, estará más allá de las
identidades políticas
Continuidades: Los derechos políticos y sociales de los trabajadores
siguen vedados por la proscripción de la fuerza política mayoritaria y lo
seguirán estando hasta 1973. Esta reivindicación democrática (a la
que, con el gobierno de Onganía, se suman otros sectores sociales) sigue
pendiente y es la que continúa ligando a los trabajadores con las
fracciones burguesas del peronismo. Es también, la que a partir de
1966/67 confiere a las luchas de la clase obrera un carácter general uni-
ficador y le permite la convergencia con otras fracciones sociales y políti-
cas. Amplias fracciones de la pequeña burguesía e incluso de la burguesía
nacional, encontraron en la lucha contra la proscripción del peronismo su
punto de encuentro con los trabajadores. Esto da a las luchas de la clase
obrera un contenido nacional, en un doble sentido; ampliando su
espacio social, y unificando reivindicaciones económicas, sociales
y políticas. Convertirse en clase nacional es la condición necesaria para
construir la fuerza política hegemónica que conduzca al conjunto de las
fracciones populares tras sus objetivos estratégicos. Esto se da en el mo-
mento en que la alianza peronista original llega al máximo punto de
crisis desde 1955, lo que plantea otro problema nada sencillo de resolver: la
recomposición de una alianza eficaz para construir una fuerza hegemónica
implica resignificar los contenidos originales de 1945. Esto es: constituir
una nueva alianza popular sobre nuevos contenidos de clase y con
propuestas superadoras de los límites demostrados en 1955.
Entonces ahora la pregunta que se plantea es:
En la etapa 1968/73, ¿se construyó un nuevo sistema político hege-
mónico a partir de esta situación objetiva? Los trabajadores, ¿lograron
construir una fuerza política que les permitiera constituirse en la con-
ducción ético–política de las clases subalternas o los “grupos auxiliares”
(Gramsci), impusieron su propia dinámica de radicalización?
Reseñaremos muy esquemáticamente cuáles fueron los sectores mili-
tantes que confluyeron en las propuestas políticas que se construyeron a
partir de esta realidad. Para volver luego con la misma pregunta.
La CGT de los Argentinos
Luego del levantamiento del Plan de Lucha, la CGT queda vacante por
renuncia de su Consejo Directivo. Se forma una denominada “Comisión de
los 20” (igual que en 1961) que convoca a un Congreso Normalizador.
El Congreso comienza a sesionar en marzo de 1968 con el nombre
de Amado Olmos, muerto meses antes en un accidente automovilístico
nunca investigado.
231
 Apenas iniciado el Congreso, los sectores vandorista y “participacio-
nistas” plantean que no se puede admitir a los gremios intervenidos por
el gobierno militar. Este es el primer debate que marca la ruptura con la
estrategia vandorista. Gira alrededor del respeto o no de la legalidad im-
puesta por la clase dominante. Aunque no se precisaba de los sindicatos
intervenidos para lograr el quórum necesario, los sectores del Movi-
miento Obrero no comprometidos con la dictadura imponen ya
su propia legalidad: serán los trabajadores quienes determinen
la legitimidad de quienes estén habilitados para elegir la nueva
conducción de la CGT.
Resulta electo secretario general Raimundo Ongaro, un peronista
con fuerte influencia del cristianismo tercermundista. Tras él, se alinea-
ron los sectores combativos del peronismo: la Unión Ferroviaria enca-
bezada por el radical Scipione, la izquierda pluralista encabezada por
Agustín Tosco, los sindicatos intervenidos y el nucleamiento de las 62
de Pie junto a Perón. Los principales sindicatos industriales siguieron
a Vandor y se retiraron del Congreso en un intento fallido de dejarlo sin
quórum. Los principales eran la UOM, SMATA, Luz y Fuerza (excepto la
seccional Córdoba), Construcción y Petroleros. Desconocieron las resolu-
ciones tomadas y formaron una CGT paralela que ubicaron en el edificio
de la calle Azopardo.
Mientras sesionaba el Congreso, circularon versiones sobre su inmi-
nente intervención. A esto hacía referencia Ongaro en su primer discurso
ante los delegados del Congreso, tras haber sido designado. En ese dis-
curso anticipó la intervención de la central y la persecución a que serían
sometidos sus dirigentes y militantes. Todos los poderosos se van a unir,
todos los que son poderosos o cómplices de los poderosos. Nosotros hemos
dicho que preferimos honra sin sindicatos que sindicatos sin honra.(Colom
opus cit). Esta última frase se convirtió en una consigna de la nueva CGT
y prefiguró el rumbo que tomaría. La conformación del Consejo Directivo
nos indica que fracciones del Movimiento obrero sindicalizado participan
de ella. Raimundo Ongaro Gráficos; Amancio Pafundi UPCN; Enrique
Coronel Fraternidad; Pedro Avellaneda ATE; Julio Guillán FOETRA; Be-
nito Romano FOTIA; Ricardo De Luca Obreros Navales; y Antonio Scipio-
ne Unión Ferroviaria. Los vocales pertenecían a los gremios de UTA, Gas
del Estado, Ceramistas, empleados textiles, viajantes, marina mercante,
edificios de renta, calzado, jaboneros y carboneros.
El 1º de mayo de 1968, la CGT de los Argentinos (como pasó a deno-
minarse para diferenciarse de la formada por vandoristas y “participa-
cionistas”) dio a conocer su programa. El conocido como “Programa del
Primero de Mayo” llamaba a los trabajadores y al pueblo a luchar contra
la dictadura, la oligarquía y el imperialismo. Sostiene que la propiedad
solo debe existir en función social, propone el control obrero de la produc-
ción, la nacionalización de los sectores básicos de la economía (comercio
exterior, bancos, petróleo, electricidad, siderurgia, frigoríficos) el desco-
nocimiento de la deuda contraída a espaldas del pueblo, la expulsión de
los monopolios, la reforma agraria y el acceso de los obreros a todos los
niveles de la educación.
232
Proponía un “sindicalismo integral”, entendiendo por tal “a un sindi-
calismo que se proyecte hacia el control del poder.”
La nueva CGT cuestionaba lo que Agustín Tosco llamaba el: el sin-
dicalismo puro, el sindicalismo específico que quieren imponernos las
patronales para que reduzcamos nuestra acción a discutir una cláusula
del contrato colectivo de trabajo, a esta altura del proceso de liberación,
levantar las banderas del sindicalismo específico, es una traición a la Pa-
tria. Porque no hay posibilidad alguna de que la clase trabajadora pueda
tener un adecuado nivel de vida, mientras el país está sometido y está
expoliado por los grandes monopolios (Colom p.10).
Convocaba a unirse a las luchas de la clase obrera a los empresarios
nacionales; a los pequeños comerciantes e industriales; a los universita-
rios, intelectuales y artistas; a los religiosos de todas las creencias; a los
estudiantes les recordaba el asesinato de Pampillón y el de Vallese; a los
militares les decía: “nadie les ha dicho que deben ser los guardianes de
una clase”. Se trataba de una convocatoria sin barreras partidarias, “una
de las características salientes de la CGTA”. También llamaba a combatir
a la que caracterizaba sin dudas como burocracia sindical: “Las direccio-
nes indignas deben ser barridas desde las bases” (Colom p.11).
Con esta convocatoria y este programa, la CGTA creció durante 1968.
A partir del 1º de mayo se sumaron las seccionales de Rosario, Salta, Tu-
cumán, La Plata, Villa Mercedes (San Luis), Santa Fe, La Matanza, Rufi-
no, Mar de Plata, San Juan, Tres Arroyos, Olavarria San Martín, Cañada
de Gómez, Carhué, Villa María, Bahía Blanca, Punta Alta y Lomas de
Zamora. También se suma el Sindicato de Publicidad. En abril, el parti-
cipacionista Cavalli, perdía 10 de las 38 seccionales del SUPE. El mismo
mes, el vandorismo perdería 37 de los 50 gremios cordobeses y 29 gremios
de Mendoza. Señalamos estos detalles del crecimiento de CGTA porque
desmiente a investigadores que atribuyen el éxito de su vinculación con
los diferentes sectores convocados a su “escasísimo peso en el movimiento
obrero” (Sigal en Colom p.12).
La ausencia de los grandes gremios industriales no significó la au-
sencia de su presencia en varias de las organizaciones de base de esas
ramas industriales. Ya en abril de 1968 se realizó la primera reunión con
delegados y activistas metalúrgicos, textiles, del vestido y otros gremios.
Estas reuniones continuaron periódicamente. En agosto, 3.000 trabaja-
dores del SMATA cordobés hicieron conocer su adhesión a CGTA y pidie-
ron una asamblea del gremio para decidir. Ese mismo mes se comenzó a
organizar coordinadoras zonales.
A la convocatoria a las fuerzas políticas se sumaron partidos pros-
criptos que abarcaron hasta sectores del radicalismo. El 1º de mayo, el
lanzamiento de la Central en el Sport Club de Córdoba, es presidido por
Ongaro y Tosco y en la tribuna está el ex presidente Illia. Ese mismo mes
se convocó a actos y movilizaciones en Buenos Aires, Córdoba, Rosario,
San Justo y Tucumán que dejaron un saldo de 700 detenidos. El 28 de
junio, para repudiar el segundo aniversario del golpe se reiteró la con-
vocatoria a movilizaciones que se realizaron en Buenos Aires, Córdoba,
Rosario, Tucumán, Berisso, La Plata, Santa Fe, Corrientes, Resistencia,
233
Santiago del Estero, San Juan, Salta y Jujuy. En Córdoba, donde estuvo
Ongaro, los manifestantes (obreros y estudiantes) ocuparon 30 manzanas
de la ciudad y rechazaron a la policía desde las 9 de la noche hasta las 3
de la mañana. En Rosario, sucedió algo similar y los detenidos se conta-
ron por centenares. En 1970, Ongaro se refirió a estos episodios como el
primer “Cordobazo”.
Jerónimo Remorino, recién designado delegado de Perón, retiró el
apoyo partidario a estos actos. Esta declaración fue aplaudida por Vandor
y Frigerio (Colom p.16). Una vez más, como desde 1959, la dirección local
del peronismo se apartaba de las luchas de los trabajadores.
La CGTA sufrió la deserción de muchos gremios, luego de la recon-
ciliación de Vandor con Perón y la desautorización expresa que éste le
hiciera. Algunos lo hicieron con el argumento de la disciplina partidaria.
El caso del gremio Telefónico nos lleva, una vez más, a la necesidad de
complejizar la mirada en la dirección que hemos propuesto cuando re-
pasamos los conflictos durante el gobierno de Frondizi. La dirección del
gremio y de la agrupación Lista Marrón convocan a una asamblea para
resolver la continuidad o no en la CGTA. Los que dirigían la asamblea
proponen permanecer en la Central. Jorge Vázquez, en ese momento Se-
cretario Adjunto de la Agrupación, relata: “Con Guillán presidimos
la asamblea. Estábamos por seguir en CGTA. Pero por votación
democrática los compañeros deciden que hay que retirarse. Fue
al revés de lo que cualquiera pudiera pensar. Muchos de buena fe
decían: ‘si Perón lo manda…’. Otros por oportunismo para ver si ligaban
algo pero no eran la mayoría. Guillán en la asamblea de la agrupación
llegó a decir: “Aunque sea una orden de Perón no la puedo aceptar” En la
votación, sin trampas, perdimos. Guillán, después, quiso juntar a todos
los combativos en la CGT Azopardo. Un grupo chico seguimos, a título
individual en CGTA, pero por eso nadie nos echó de los cargos en el sindi-
cato ni en la Agrupación”. (destacado RC)
Perón nunca abandonó su propuesta de la Comunidad Organiza-
da a través de un Pacto Social. Vandor impulsó siempre una política de
presión–negociación con los diferentes bloques de poder para lograr una
alianza con la burguesía industrial. En momentos en que el desarrollo ca-
pitalista hace inviables ambas propuestas, los trabajadores de un gremio
con probada práctica democrática votan alejarse de la Central Sindical
que propone romper con estas políticas. En este caso vemos que la lucha
de clases y los diferentes alineamientos políticos atraviesan a la clase
obrera. Esto significa poner en cuestión las visiones simplistas y tan di-
fundidas de bases obreras siempre dispuestas a combatir y direcciones
sindicales siempre dispuestas a frenar sus luchas. No implica negar la
complicidad de Vandor con las patronales en contra de los trabajadores
ni la ausencia de dirección de las luchas obreras por parte del peronis-
mo. Esta ausencia que se verifica nuevamente desde el 25 de septiembre
cuando se inicia la huelga petrolera de la destilería YPF de Ensenada.148
148 El Secretario General del gremio en huelga fue Carlos Ennio “Gringo” Pierini.
Entre abril de 1945 y 1949 fue Secretario General del SUPE de Florencio Varela.
Luego Secretario Adjunto del Secretario Nacional del SUPE. Activo militante de la
234
El 29, el gobierno le quita la personería al Sindicato de Obreros y Em-
pleados de YPF y al de la Flota Petrolera del Estado. El 6 de octubre
los interviene. De esta manera cualquier negociación queda en manos de
Cavalli titular de la Federación que a poco de iniciada la huelga la había
declarado “inoportuna”. La CGTA se convirtió en el sostén sindical, mate-
rial y político de la huelga. La convirtió en cuestión nacional y extendió la
protesta a Mendoza y otras zonas petroleras del país. Mientras la huelga
continuaba y se extendía, Perón había propuesto la unidad del movimien-
to obrero a través de las 62 Organizaciones. Acatando la orden del Líder,
como dijimos, varios gremios abandonan la CGTA.
Aparecen entonces las limitaciones de propuestas políticas realiza-
das por la Central sindical al conjunto de las fracciones sociales y políti-
cas enfrentadas y/o agredidas por la dictadura. Exitosas desde el punto
de vista de la convocatoria, no podían ser efectivamente realizadas desde
la estructura sindical. Tampoco sin haber definido una orientación políti-
ca que superara el juego pendular de Perón.149
Desde esta convicción, en este momento se planteó la continuidad
política del programa y de la convocatoria de la Central Obrera. Para
ello algunos militantes propusieron el debate acerca de la necesidad de
constituir un organismo político que construyera propuestas para la clase
obrera y el conjunto de la sociedad. El intento de debate interno sobre
esta propuesta fue boicoteado expresamente por Ongaro y quedó trun-
co.150 Al no poder avanzar por este camino el activismo se dispersó en
diferentes propuestas.
Ni las condiciones objetivas de la relación entre las clases, ni las po-
sibilidades de un peronismo único, de expresar los intereses de los traba-
Resistencia Peronista y entre 1956 y 1959 Secretario Adjunto de la CGT Auténtica.
Participante de los congresos que aprobaron los programas de La Falda y Huerta
Grande. Fue asesinado por la Triple A, el 7 de agosto de 1974 a los 53 años, luego de
ser secuestrado de su domicilio.
149 Yolanda Colom atribuye el final de CGTA a la pérdida del respaldo de Perón y
las diferencias entre Ongaro y Tosco acerca del rol del “sindicalismo de liberación”.
Dice que “en el discurso de Ongaro, fuertemente influido por el Peronismo de Base y
las Fuerzas Armadas Peronistas, el sindicato parece confundirse con el partido y es así
entre otras causas porque el peronismo revolucionario no podía plantearse la construc-
ción de un partido sin renunciar a su identidad peronista”. Para Colom las diferencias
entre Ongaro y Tosco acerca del rol del “sindicalismo de liberación” consistían en que
Tosco proponía que la democratización del movimiento obrero era el paso previo a
cualquier participación significativa de la clase en un proyecto independiente y de los
planteos de Ongaro se sacaba como conclusión lógica: la dilución del rol gremial para
acceder a otro tipo de lucha (Colom pp. 22/23).
150 Justo, activo militante en la gestación y desarrollo de CGTA, relató que al plan-
tear esa propuesta, Ongaro lo excluyó de su círculo de confianza y comenzó a descali-
ficarlo entre los militantes diciendo que quería “dividir a los compañeros para formar
un grupo político”. Justo atribuía esta conducta divisionista de Ongaro a su “persona-
lismo” y al afán de poder personal. La consideraba causa importante de la dispersión
del activismo y el agotamiento de la CGTA. Luego este militante se incorporó a las
FAP y fue fundador del PB de Córdoba y organizador de los Congresos Nacionales de
esta agrupación.
235
jadores; eran similares en 1964 y 1969. Sin embargo la experiencia de la
CGTA puede parangonarse a la del MRP en un aspecto. Las propuestas
políticas construidas desde el peronismo a partir de 1969 son tributarias
de ambas.
Radicalización y peronización de fracciones de la pequeña
burguesía
…la pequeña burguesía revolucionaria debe ser
capaz de suicidarse como clase, para resucitar en la
condición de trabajador revolucionario, totalmente
identificado con las aspiraciones más profundas del
pueblo al que pertenece. Esta alternativa –traicionar
a la revolución o suicidarse como clase– representa el
dilema de la pequeña burguesía en el cuadro general
de la lucha por la liberación nacional.
Amílcar Cabral 151
Las ortodoxias más nefastas; la comunista y la ca-
tólica, están perdiendo prestigio y seguidores. Es bueno
para la vida, pero van a venir épocas movidas y peli-
grosas; las santas inquisiciones siempre defendieron lo
suyo a sangre y fuego.
Juan Beláustegui152 en 1966
El proceso de radicalización de importantes fracciones de la pequeña
burguesía tiene gran importancia para analizar la constitución de las
fuerzas políticas y en particular la de organizaciones político–militares
que comienzan a formarse a partir de 1966/68.
Este es un proceso que se inicia a principios de la década del 60 y se
amplia y profundiza a partir de la crisis orgánica de 1968/69. Sus vertien-
tes principales son:
1) Las transformaciones producidas en el cristianismo latinoameri-
cano al calor de la Teología de la Liberación.
151 Amilcar Cabral (1924–1973) Nacido en Guinea Bisseau, ingeniero agrónomo y es-
critor. Educado en Portugal. En 1956 formó el Partido Africano para la Independencia
de Guinea y Cabo Verde del que fue Secretario General. Desde 1962 dirigió la guerra
con la ocupación colonial portuguesa. Con ayuda, militar, sanitaria y productiva de
Cuba organizó zonas liberadas en la mayor parte del territorio de Guinea. El 1º de
enero de 1973 – nueve meses antes de declararse la independencia – fue asesinado por
un grupo de sus compañeros sobornados por los portugueses. En 1966 participó como
miembro fundador de la I Conferencia Tricontinental en la Habana. De su discurso en
esa oportunidad extraemos este párrafo.
152 Juan Beláustegui, militante de origen cristiano sin militancia confesional. Participó
de la formación de una cooperativa de ex hacheros y ex contratistas de la compañía
inglesa La Forestal en Fortín Olmos norte de Santa Fe, a mediados de la década del 60.
Más tarde se integró a Montoneros. Según información periodística murió en un com-
bate en 1975. Era un lector voraz de Mao Tse Tung, Fidel Castro, Teihlard de Chardin,
Jacques Maritain, Sartre y otros en una “mezcla” que reivindicaba con fervor.
236
2) La denominada “nueva izquierda”, formada por la militancia pro-
veniente del desencanto con los partidos de la izquierda tradicional.
3) Las rupturas producidas en el nacionalismo conservador por quie-
nes adoptan posiciones antiimperialistas y solidarias con los procesos de
descolonización.
Este es un proceso que abarca no solo a los sectores que adhieren al
peronismo.153
El Cristianismo Tercermundista
La emoción del revolucionario….es una emoción
religiosa. Las motivaciones religiosas se han mudado
del cielo a la tierra. Ya no son divinas, sino humanas
y sociales.
José Carlos Mariátegui, 1925.
En enero de 1959, mientras Fidel Castro y sus compañeros entraban
en La Habana, en Roma el Papa Juan XXIII hacía su primer llamado a
lo que sería el Concilio Vaticano II. La “apertura hacia el mundo” impul-
sada por la jerarquía de la Iglesia Católica proponía un “aggiornamiento”
que hiciese permeable a la “influencia externa”las costumbres eclesiásti-
cas. En sus niveles institucionales podía ser un simple reacomodamiento
frente a la realidad, basado en la plasticidad ideológica que le ha permi-
tido atravesar dos mil años de historia, desde el Imperio Romano hasta
hoy.
Lo que nos interesa es reseñar las transformaciones que se produje-
ron en el cristianismo latinoamericano y de nuestro país, superando las
estructuras institucionales de la Iglesia Católica. Esta transformación
del cristianismo, tanto católico como luterano, fue la que llevó a muchos
militantes de ese origen a fuertes compromisos con el trabajo social como
punto de partida para la militancia política.
En marzo de 1962, el presbítero Carlos Mugica en un sermón en la
parroquia del Socorro en el corazón del barrio norte de la ciudad de Bue-
nos Aires, lamentaba la “tristeza del pueblo argentino” frente a la anula-
ción de las elecciones en la provincia de Buenos Aires. El Plan de Lucha
153 Muchos militantes optaron por numerosas y variadas opciones políticas de la iz-
quierda. Algunas de la cuales se propusieron desarrollar la lucha armada. Sólo como
ejemplo: uno de los principales dirigentes del ERP, Benito Urteaga, era, hasta el gol-
pe de estado de Onganía, asesor de su padre diputado radical y se vuelca a la lucha
armada a partir de ese momento. Muchos militantes de origen radical y cristiano
se incorporaron a esa agrupación guerrillera. Para el conocimiento y el análisis de
la práctica del PRT –ERP puede leerse “Hombres y Mujeres del PRT–ERP” de Luis
Mattini Ediciones de la Campana, La Plata 1996; “La lucha armada en la estrategia
del PRT–ERP” de Irma Antognazzi en “Del Rosariazo a la democracia del ‘ 83” editado
por la Escuela de Historia de Rosario, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad
Nacional de Rosario 1995; el testimonio de Pedro Cazes Camarero en “Los ‘70 vistos
desde los 90”, edición del Centro de Estudios José Carlos Mariátegui Bs. As.1994 y
“Todo o nada” de María Seoane Editorial Planeta Bolsillo Bs. As.1991
237
de la CGT comienza a dividir las aguas en los católicos argentinos. En
julio de 1965, mientras el arzobispo Caggiano lo condenaba, en Valentín
Alsina el cura obrero Francisco Huidobro encabezaba una huelga en la
fábrica en la que era delegado que culminó con su despido y el de la ma-
yoría de los trabajadores. Huidobro, un ex minero francés, formaba parte
de la experiencia de curas obreros que había iniciado el obispo Jerónimo
Podestá en la diócesis de Avellaneda, la de mayor población obrera del
mundo. Al mismo tiempo, otro ex seminarista participaba de la ocupación
de la fábrica Pirelli en la localidad bonaerense de Bella Vista.
Luego del Concilio Vaticano II (10/1962-12/1965) este proceso de defi-
niciones se acelera. En Mendoza, 27 sacerdotes reclaman públicamente a
las autoridades de su Diócesis la puesta en práctica de las nuevas normas
establecidas por el Concilio. En Córdoba, tres sacerdotes mantuvieron
una fuerte polémica pública con el obispo Castellanos a raíz de su conde-
na a las movilizaciones obreras.
En 1966, se formó el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mun-
do que hace de “la opción por los pobres” el lema que orienta su práctica.
Según el testimonio de Miguel Ramondetti, uno de sus fundadores, a poco
de iniciado ya se repartían en todo el país alrededor de 500 boletines con
información y reflexiones sobre la realidad. A tono con los documentos del
CELAM que decían que La búsqueda cristiana de justicia es una exigen-
cia de la enseñanza bíblica, en 1969 ya declaraban que no participarían
de ningún acto oficial porque no queremos seguir traicionando a quienes
quisieron construir una patria ‘justa, libre y soberana’. (Boletín Mariate-
gui).
Se podría plantear que el proceso de crisis de poder que se da en la
Argentina de los 60 se puede ver también en la Iglesia. Cuestionamiento
de las autoridades y de la representatividad y a partir de la dificultad de
encontrar lugar en los canales tradicionales de participación política: la
participación en organizaciones sociales (barriales, sindicales) que toman
la cuestión social y la política como prácticas radicales para instaurar un
orden nuevo. ( Lenci p.181).
Los valores éticos de solidaridad social de sectores cristianos comien-
zan a articularse alrededor de una identificación con el peronismo como
identidad popular. Una peronización ligada a la militancia sindical y ba-
rrial del peronismo y a sectores provenientes del MRP, Cooke y la CGTA.
Además, con nuevas problemáticas: la liberación, la violencia, la cons-
trucción de una sociedad y un hombre nuevo (en 1965 se había publicado
en Uruguay el “Hombre Nuevo” del Che Guevara y en febrero de 1966
había muerto en combate el sacerdote colombiano Camilo Torres). Los
valores transindividuales son un primer terreno común donde las utopías
religiosas de un mundo posible pero todavía no realizado, se encuentran
con las utopías sociales.
En muchos, esta práctica comienza a fundamentarse alrededor de
un pensamiento influido por el marxismo. Se produce lo que Michel Löwy
ha llamado “profundo trastocamiento ético religioso” (p.56). Aparece así
en estos sectores, muchos de los cuales no han tenido ni tienen una mili-
tancia confesional, “un anticapitalismo mucho más radical, intransigente
238
y categórico, puesto que incluye la dimensión de la repugnancia moral,
más que la de muchos partidos comunistas latinoamericanos, que todavía
creen en las virtudes progresistas de la burguesía industrial y del papel
“antifeudal” histórico del desarrollo industrial (capitalista) (pp100/101).
Se da lo que plantea María Laura Lenci, un proceso de resignificacio-
nes convergentes del peronismo y del cristianismo que lleva a la
coincidencia de muchos cristianos con los sectores de base del pe-
ronismo más intransigentes frente a la dictadura y a los jerarcas
políticos y sindicales. Proceso que tiene una gran importancia frente
a la realidad de la dictadura de los “arcángeles blindados”. La cuestio-
na en su núcleo de legitimación ideológica: la defensa de los valores del
Occidente Cristiano. El credo evangélico ya no era solo el fundamento
del poder militar de los monopolios. Para muchos laicos y sacerdotes era
el fundamento ético de un cuestionamiento radical al orden capitalista.
Cuestionamiento que avanza a medida que la confrontación social se agu-
diza. En 1970, en la huelga del Chocón, uno de los delegados es el cura
obrero Pascual Rodríguez, y el obispo De Nevares niega al general Onga-
nía el uso de la Catedral por haber reprimido a los obreros.
Cada sector de la militancia cristiana llega a este proceso desde su
propia experiencia de clase, política e ideológica. Como dice uno de nues-
tros testimonios: El cristianismo de un ex seminarista como Gerardo Fe-
rrari, que estaba por ser elegido delegado en la fábrica textil donde traba-
jaba no puede compararse con el catolicismo del integralismo universitario
de Santa Fe o Córdoba, integrista, o de la Juventud Estudiantil Católica
de Buenos Aires que se parecían a Tacuara, de donde surgieron los Mon-
toneros originales (Raúl). Este testimonio proviene de un protagonista
directo de los debates de la época lo que explica la carga subjetiva que
expresa. Sin embargo, señala algo que tendrá importancia en las opcio-
nes políticas posteriores: no puede uniformizarse esta peronización
de sectores cristianos. Existen diferentes visiones y experiencias
dentro del cristianismo que van a tener relación también con di-
ferentes visiones del peronismo y de la sociedad. Así los militantes
con una práctica en el mundo obrero y sindical –sin militancia confesio-
nal o que no participan en grupos políticos formados casi exclusivamente
por católicos– serán los que incorporarán con mayor facilidad una visión
crítica de la realidad social, incluido el peronismo.
Los sectores provenientes de una militancia confesional y que orga-
nizan sus propios espacios políticos mantendrán, en general, una visión
idealista o más ingenua.
Uno de los cuadros políticos más lúcidos de la clase dominante sinte-
tiza la composición ideológica de este nuevo actor político en los días pre-
vios al Rosariazo: “Era (…) una oposición juvenil que trataba de sumar a
todos los sectores que se oponían al sistema liberal y, sobretodo, al sistema
económico liberal. Esa oposición juvenil no entendía como antagónicos al
catolicismo y al marxismo. Por cierto, radicales, socialistas, peronistas
ortodoxos, liberales y comunistas de la línea oficial también participaban
de las manifestaciones que se venían realizando. Pero a esta oposición
tradicional y previsible se sumaban dos matices novedosos: un ca-
239
tolicismo izquierdizado y peronizado, que en muchos casos había
surgido del nacionalismo clásico”. (Lanusse, Alejandro A. p 21 resal-
tado RC)
La “Nueva Izquierda”
El socialismo, o sea la lucha por transformar el
orden social (…) se formó en la cabeza de políticos y
revolucionarios, no ya de fríos y acompasados sabios de
biblioteca.
José Carlos Mariátegui 1925
Los partidos de la izquierda tradicional habían demostrado, como
afirmara Cooke con cierta ironía, “una asombrosa capacidad para repetir
una y otra vez los mismos errores”. El triunfo de la Revolución Cubana, el
auge de los movimientos anticoloniales en el África y la persistencia de
los vietnamitas en su enfrentamiento con la brutalidad imperialista, ago-
taron la paciencia de muchos militantes con esos errores y, confluyendo
con jóvenes recién llegados a la militancia política, conformaron lo que se
conoció como “nueva izquierda.”
Uno de estos grupos es el formado por estudiantes secundarios y uni-
versitarios que se alejan del Partido Socialista. Bajo la influencia teórica
y política de Silvio Frondizi, forman el Movimiento de Izquierda Revolu-
cionaria MIR–PRAXIS. Su formación teórica se nutre de marxistas como
Antonio Gramsci, Antonio Labriola y Henri Lefebvre; cultores de un mar-
xismo que busca restituir la unidad entre la teoría y la práctica y enfren-
tado a los determinismos que niegan o disminuyen el rol de los sujetos
en la historia. Un marxismo que Lefebvre definía como humanista que se
nutre de filósofos como Jean Paul Sartre y de humanistas cristianos como
Ives Calvet , el “personalista” Emmanuel Mounier y el sacerdote Teilhard
de Chardin quién con su concepción evolucionista de la historia cuestio-
naba el inmovilismo filosófico que sustenta al dogma católico. Muchos de
estos pensadores eran compartidos con los sectores cristianos tercermun-
dista con los que también se compartirán las opciones militantes. Como
relata un activo protagonista de esta corriente: “Me cautivaba eso de la
‘nueva izquierda’, ‘el nuevo humanismo’, el ‘nuevo hombre’ y la ‘democra-
cia directa’ de que hablaba siempre Silvio (Frondizi)…esas ideas hacían
estragos. La muchachada politizada, que era mucha, las bebía como agua
fresca. Por otra parte coincidíamos en estos planteos con compañeros de
formación cristiana, socialista o simplemente existencialista, más por in-
tuición que por filosofía”. (Lewinger p.212). Algunos de estos militantes
intentan, a mediados de la década del 60, la formación del “Tercer Movi-
miento Histórico” superador del yrigoyenismo y del peronismo.
También al Partido Comunista, la realidad le cuestionaba sus dog-
mas. Sus visiones “etapistas” para llegar al socialismo y su culto al rol
progresista de las burguesías no se verificaban ni en los centros capitalis-
tas ni en el denominado Tercer Mundo. Ni China, ni Cuba, ni Vietnam,
ni Argelia eran países capitalistas desarrollados. Las democracias orga-
240
nizadas por las burguesías europeas eran potencias coloniales. Francia
arrojaba napalm sobre las aldeas argelinas; Bélgica había asesinado a
Lumumba y provocaba masacres en el Congo y los comunistas europeos
no lo habían impedido. Sobre todo Cuba impactaba en nuestro país. Los
que habían sido definidos por los comunistas argentinos como “aventure-
ros pequeño–burgueses”, tomaban el poder y se proclamaban socialistas.
En este marco nacional y mundial se producen en el PC numerosas
rupturas. De la dirigida por el sociólogo Juan Carlos Portantiero en la
que participa Roberto Quieto se forma Vanguardia Revolucionaria que
llega a dirigir el sindicato de prensa de Buenos Aires.
El peronismo post 55 permitía nuevas visiones sobre el movimiento
popular. Era el “fenómeno maldito del país burgués” que impedía su esta-
bilidad política como la había definido Cooke que, al mismo tiempo, via-
jaba a Cuba y participaba de la OLAS. Esto ya llevó a muchos militantes
de la “nueva izquierda” a una revalorización del peronismo. Carlos Olme-
do, – según los testimonios– el militante con mayor formación teórica de
esta corriente, decía: “desde una perspectiva materialista histórica, una
fuerza o movimiento debe juzgarse primero por su composición social y su
práctica política y recién en última instancia por la lectura ideológica que
tenga de sus propios actos”. Definía a la ideología como “la conciencia que
los hombres han logrado de su propia realidad”. Cuestionaba “la concep-
ción pretendidamente leninista de la “ importación” de la ideología comu-
nista o socialista en el seno de las masas” y consideraba “La experiencia
peronista podría definirse –decía Olmedo– como aquella experiencia que
impide absolutamente a un trabajador concebir un hecho reivindicativo
despojado de su significación política. Lo que genera conciencia no es sólo
la miseria, sino la compresión de que esa miseria es una injusticia.
Y esa es quizás la contribución más importante que el peronismo
ha dado a nuestro pueblo”. (Lewinger pp.107/109).
Desde esta perspectiva teórica y política la militancia de la “nueva
izquierda” y del cristianismo tercermundista confluirá con la militancia
ya conformada como peronismo revolucionario.
El Nacionalismo antiimperialista MNRT
Lo nuestro era Peronismo y Revolución Cubana
“ Pata”
De las diferentes vertientes del nacionalismo anticolonialista y an-
tiimperialista hemos considerado solo a la que participa activamente de
las propuestas surgidas del peronismo antivandorista. Es la surgida de la
ruptura con el grupo Tacuara que se constituye como Movimiento Nacio-
nalista Revolucionario Tacuara. Para caracterizar a este sector de la mi-
litancia seguimos el relato de “Pata” uno de sus protagonistas. “En 1963
ya habíamos sido expulsados de Tacuara original. Expulsan a un grupo
de 25 compañeros, más o menos. Fuimos expulsados por marxistas, por
peronistas, por “troskistas”. En Tacuara hay dos sectores que van hacia
241
el peronismo: uno es el de Dardo Cabo154 que forma el MNA Movimiento
Nueva Argentina. El se va de Tacuara.(…) Nosotros seguimos, pero no
éramos tan peronistas como Dardo. No éramos peronistas. Éramos clase
media que recién empezaba a vislumbrar el peronismo. Así que, por un
lado el peronismo, por el otro la Revolución Cubana, hace que Joe (Bax-
ter) que era un poco el vocero del grupo, comenzara a plantear posiciones
antiimperialistas a favor de la lucha armada, entonces, lisa y llanamente,
nos echan a la mierda. Por troskistas, marxistas, todas esas boludeces.
No éramos marxistas, lo nuestro era Revolución Cubana y pe-
ronismo. Veníamos participando en los intentos de golpe de estado, el 11
de infantería en Rosario en 1960.(…), Nos separamos ese grupo de 25 tipos.
En esta fracción había un sector más radicalizado que éramos nosotros y
otro que estaba más por la lucha política.(…) En este momento nosotros
planteamos: participar dentro del peronismo y la lucha armada, la acción
directa. Nos vinculamos al MRP que nace en ese momento a través de
Villalón. (…) queríamos sacar el diario toda una utopía grande…éramos
todos pendejos entre 18 y 24 años. En ese ínterin, que va de mediados del
63 a marzo del 64, nos metemos de lleno en el MRP. Gustavo Rearte
es un tipo que influencia mucho en nosotros. Teníamos contacto con
él desde antes, desde que estábamos en Tacuara.(...)
Algunos de este grupo, sostenidos por el MRP, viajan a China donde
se forman teóricamente. En China es donde definitivamente entramos a
ver el marxismo, porque la concepción de la escuela de los chinos era for-
mar cuadros. Allí te metían en una academia y allí veías toda la revolu-
ción china, leías los libros del presidente Mao, analizaban todas las cosas
y te daban una formación más bien estratégica.(…) Lo del marxismo lo
podíamos hablar con Gustavo con (menciona un nombre) y otros del
MRP no. Con Cuba nunca tuvimos relación. No nos dieron bola..
Este sector de la militancia, fueron apenas un puñado de militan-
tes. Su influencia cualitativa estuvo dada por su aporte de elementos de
análisis teórico–político y su experiencia organizativa en las diferentes
propuestas en que participaron.
Desde el peronismo se inicia la disputa por el poder
A mediados de 1968 estaba constituída la CGTA. El mayor Bernardo
Alberte había renunciado como Secretario General del Movimiento Pero-
nista al ser desmentido por el Delegado de Perón en Montevideo. Ante el
avance de los sectores enfrentados con la dictadura, Perón vuelve a apo-
yar al vandorismo y descalifica a la CGTA. Cuarenta días después de su
renuncia, Alberte le escribe a Perón: referente al Congreso normalizador
de la CGT. Creo que esa hubiera sido la oportunidad de librar a ud.
154 Hijo de Armando, dirigente gremial histórico del peronismo pre y post 55. Par-
ticipó del “Operativo Cóndor” que aterrizó en las islas Malvinas en 1964, militante y
dirigente de la JP desde inicios de la década del 60. Se integró a los Montoneros, fue
director de la revista “El Descamisado”. Estando detenido fue asesinado por la última
dictadura.
242
y al Movimiento de todos los dirigentes traidores que constituye-
ron la tradicional conducción del movimiento obrero, millonaria
y entreguista, que se atrevió a disputarle a ud. la conducción política del
Peronismo. De todo ello y de algunas otras cosas, alguna vez tendremos
oportunidad de hablar. Yo lo deseo y considero que ud. lo necesita
imprescindiblemente (Gurucharri p.230 resaltado RC). El punto de in-
flexión que significaba el Congreso de la CGT se producía también en el
“ala política” del peronismo. Lo dice una estrecha colaboradora de Alber-
te, designada por Perón en la Rama Femenina: Fue un punto de inflexión
que abre toda una brecha en el movimiento.(…) Otro gallo hubiera
cantado si a una CGT así (habla de la CGTA) se hubiera sumado
todo el movimiento político que nosotros estábamos organizando. La-
mentable…la conducción del Movimiento no pensó así y nos vimos
obligados a renunciar. (Mabel Di Leo en Gurucharri p.228 resaltado
RC). Es cierto que otro gallo hubiera cantado si el Movimiento Peronista
hubiese apoyado a la CGTA pero era un camino que excedía los límites de
una estrategia de alianza con la burguesía industrial. La reconciliación
de Perón con Vandor señala cual es su concepción del Pacto Social que
quiere impulsar. Por esto a este momento lo destacamos como un punto
de inflexión en el proceso que llega hasta el 20 de junio de 1973.
Perón ordena la unidad sindical en las 62 Organizaciones, y designa
como “conducción táctica” a un ex activista de la Resistencia, Jorge Da-
niel Paladino. En ese contexto, Alberte trabaja junto con Gustavo Rearte
para la unidad de los sectores combativos del peronismo. Tiempo después
“explicaría los objetivos de su militancia: era de vital e irrenunciable obli-
gación estructurar la tendencia revolucionaria del peronismo, de manera
de poder continuar la etapa que podría quedar trunca cuando se
agotaran las posibilidades de la CGT de los Argentinos”. (Guru-
charri p.245 RC).
El 18 y 19 de agosto de 1968 en los Sindicatos de Farmacia y Telefó-
nicos, se realiza el primer Plenario del Peronismo Revolucionario. El do-
cumento de convocatoria cuenta con la pluma de Rearte y anuncia e inicia
debates que se darán en ese espacio y continúan pendientes. “Debe recha-
zarse toda ilusión idealista de contar con las masas como acto reflejo por
la sola presencia de un grupo armado”. Dice Gurucharri, uno de los parti-
cipantes: “la idea, un tanto confusa aún, era crear una especie de partido
de la izquierda peronista, aunque esas palabras no se usaran.” (p.246) Se
decide sacar un periódico que llevará el nombre de “Con Todo” y dirigirá
Bernardo Alberte y en el que participan integrantes del grupo Camilo
Torres. Al mismo tiempo, el delegado Paladino se reúne con el Bloque de
Agrupaciones Peronistas de la CGTA para trasmitir la orden de Perón:
la unidad del sindicalismo peronista. Esto abre el debate. Los sucesores
de Olmos en el sindicato de la Sanidad están dispuestos a conversar.
Los telefónicos están en la discusión interna que reseñamos (pág.230). El
resto se niega a la unidad y propone una serie de condiciones que luego
sintetizará el diario de la GGTA.
El 19 de septiembre muere John William Cooke y es apresado en
Taco Ralo, Tucumán, un grupo que, constituido como Destacamento Mon-
243
tonero 17 de octubre de las Fuerzas Armadas Peronistas, intentaba ini-
ciar la guerrilla rural.
Ese mismo día, el diario de CGTA publica sus “Condiciones para la
Unidad”. En ellas se reconoce la necesidad de una sola CGT que es re-
clamada por las bases y, desde la cárcel, por Eustaquio Tolosa. Pero se
señala que no se la necesita para avalar la destrucción de las conquistas
obreras y sí “para oponerse a la entrega, luchar por el aumento del 40%,
exigir la libertad de Tolosa, terminar con la desocupación, apoyar a los
estudiantes en sus justas demandas, respaldar a la villas miserias frente
al despotismo policial, pelear por los jubilados, expulsar a los monopolios,
encabezar el avance del pueblo hacia la reconquista del poder. El gobierno
busca unir en la sumisión. Los trabajadores quieren coincidir en la resis-
tencia. Obedeciendo a esa lógica evidente, la CGT e los Argentinos pro-
clama: NO HAY UNIDAD SIN LUCHA” y termina: “La unidad tiene su
origen en las bases, y su fuente de acción en el programa que solo excluye
a traidores y delincuentes”.
No se trataba solo de un diferendo entre grupos de activistas
políticos. Pocos días después, la CGTA declaraba la huelga en solidari-
dad con los trabajadores petroleros que se cumplió con alto acatamiento
en Córdoba, San Nicolás, Rosario y Tucumán. Sus regionales encabeza-
ron movilizaciones contra la dictadura, por la defensa de los trabajadores
tucumanos, y en las huelgas de los obreros de Citröen y Fabril Finan-
ciera. La represión y los despidos habían sido la respuesta a la huelga
de cuatro meses de los obreros petroleros de Ensenada, los obreros de la
industria del azúcar continuaban defendiendo su fuente de trabajo y las
ollas populares se extendían desde Tucumán hasta los viñateros de la bu-
cólica Cafayate. 1969 no se iniciará más calmo. El 14 de enero los obreros
gráficos de Fabril Financiera inician una huelga que se prolongará por
cuatro meses. En abril son reprimidos los obreros de Villa Quinteros en
Tucumán y el pueblo movilizado de Villa Ocampo en Santa Fe. En mayo,
paran los obreros ferroviarios de Tafí Viejo en Tucumán y los obreros del
Frigorífico Swift en Rosario. En el marco de una creciente conflictividad
y politización de las demandas que llevará a los “azos”, la unidad del
Acuerdo Social que buscaba el vandorismo ya no era posible y la política
de los “participacionistas”ya se había convertido en abierta complicidad
con los órganos representativos del imperialismo norteamericano.155
Los sectores que ya se definen como Peronismo Revolucionario toman
abierto partido en el debate sobre la unidad peronista. Desde las páginas
de “Con todo” se difundían los conflictos y se reivindicaba la condición de
peronistas de los apresados en Taco Ralo y se denuncia la intención de
155 El sector denominado “Nueva Corriente de Opinión” o “Participacionistas” son
liderados por Luz y Fuerza (el gremio más importante de este sector) en cuya sede se
realizan las reuniones para negociar el apoyo sindical al golpe de 1966. En 1968 ad-
hieren a la CGT de Azopardo sin participar de ella. En mayo de 1969 Luz y Fuerza se
retira y la dirección queda en manos de Rogelio Coria de la UOCRA. (Senen González
opus.cit.)El 27 de marzo de 1969, Ramón Elorza, sindicalista gastronómico del sector,
le pide cien mil dólares a la AFL–CIO órgano sindical organizado por el gobierno de
Estados Unidos por “haber reducido la CGT de Ongaro a cero.” (Cena El Cordobazo…
p.330)
244
“establecer un Peronismo a la medida de Borda (ministro de del Interior
de Onganía, ex elector de Perón) o sea del gobierno o si se prefiere de los
monopolios norteamericanos.
Con una convocatoria mucho más amplia que el Congreso clandesti-
no de agosto, se convoca a un congreso nacional para oponerse a la unidad
con el vandorismo. El congreso se realiza el 9 de enero, en un recreo sin-
dical en Córdoba y concurren alrededor de 150 delegados provenientes de
todos los puntos del país.
Alberte propone un documento elaborado con Alicia Eguren y los
militantes del grupo Camilo Torres que inicia la polémica. El documen-
to propone “hacer algo más que una justa caracterización de las
formas de traición más evidente”. Propone discutir “la estrategia y
la táctica revolucionarias necesarias para la toma del poder y e imponer
y crear el Estado Socialista–Peronista”. Analiza la estrategia mundial
del imperialismo. Critica en duros términos la política de coexistencia:
“Nosotros (el movimiento) hemos entrado en la política de coexistencia
pacífica con el enemigo”. Propone “armar las ideas y la estrategia de la
guerra prolongada”. Para esto “una minoría armada del pueblo debe ac-
tuar y producir acontecimientos político–militares que haga reaccionar a
las grandes masas y que consiga la incorporación del pueblo como ejérci-
to, como Pueblo en Armas”. Reivindica la concepción de que una “minoría
armada” con un “programa insurreccional siempre logra que el pueblo se
convierta en el sujeto de la historia”. Descalifica con dureza las críticas al
foquismo como encubridoras de la decisión de no participar de la lucha
armada o de indecisiones “especuladoras y oportunistas”. Con el tono del
Che Guevara en su etapa boliviana afirma que la “posibilidad de la gue-
rra solo se puede demostrar haciéndola” y reivindica las posibilidades de
“las minorías armadas”. Propone una visión de clase del peronismo: “La
experiencia peronista nos ha permitido comprobar que (las burguesías
nacionales) le temen más a la revolución popular que a los sufrimientos
bajo la opresión y el dominio despótico del imperialismo…” El documento
termina: “Proclamamos que el objetivo del Peronismo Revolucionario es la
toma revolucionaria del poder y a la lucha armada como el procedimiento
que permitirá alcanzar tal objetivo”. Levanta la “unidad para la lucha”
y proclama a Perón como “nuestro único jefe, nuestro único líder, el con-
ductor bajo cuya única dirección luchamos”. Se proclama la conducción
de Perón luego que este ha descalificado a la CGTA. Este documento fue
cuestionado en el Congreso por los sindicalistas del MRP que los conside-
raron “tardo guevarista y foquista” (Gurucharri p.252) coincidiendo con
el categórico testimonio de Juan Romero: “La primera discusión sobre
qué política es la que queremos, la tenemos con la posición que trae Cooke
influido por la Revolución Cubana, sobre el foquismo. En el M.R.P. pen-
sábamos en la lucha armada como la autodefensa de un poder que se está
construyendo. No queríamos la lucha armada sin política, al revés de la
propuesta cubana, queríamos mucha política primero. Éramos antigue-
varistas. Después lo que pasó con el Che nos dio la razón, fue a morir en
Bolivia con 10 muchachos y malvendido por el P.C. boliviano. Habíamos
asistido a la caída de De la Puente Uceda en Perú, de Douglas Bravo en
245
Venezuela, de los brasileros de Acción Popular. Pienso que la O.L.A.S. solo
servía para escrachar a la militancia. En el 68/69, el debate es anterior
al del 64/65 se pierde todo el avance que se había dado hasta el 66.
Ni se discute qué política darse. La discusión es: lucha armada sí o lucha
armada no, y la lucha armada era igual a foco estilo Bolivia. Lós únicos que
recogen algo de ese debate de los 60 son los muchachos de las FAP”(RC)
No solo los testimonios coincidentes de dos protagonistas nos confir-
man la existencia del debate. A pocos días del Congreso, un sector de mili-
tantes sindicales y políticos forma el “Bloque de Agrupaciones Gremiales y
Organizaciones Políticas Peronistas”; en su mesa nacional provisoria figu-
ra Jorge Di Pascuale como Secretario General y Susana Valle y Miguel Án-
gel Garaycochea.156 En el carácter antioligárquico y antiimperialista de la
lucha que propone, coincide con el documento anterior. Reivindica también
la unidad el torno a Perón y el liderazgo de este. Plantea como su objetivo
una “revolución nacional en lo político y socialista en lo económico”. Sus
diferencias se aprecian en otros aspectos. Cuando reivindica al Congreso
como orientado “en el pensamiento de unidad desde las bases ya que sin
la compresión y participación activa del pueblo trabajador, no puede cons-
truírse un camino de liberación”. Y cuando dice que “con la CGTA comien-
za a reflejarse en el campo sindical el proceso de la lealtad histórica a las
banderas peronistas (…) las formas de lucha las extraemos desde nuestra
experiencia en el seno del pueblo, y desde él, desde sus posibilidades concre-
tas y de su inmensa fuerza creadora, haremos posible el logro de la lucha
superior y generalizada (…) en el marco de las ricas experiencias acumula-
das por el Movimiento Peronista…. Al plantear la unidad del peronismo en
Perón sostiene que nos hemos planteado la tarea fundamental de triunfar
sobre los explotadores, aún si ellos están infiltrados en nuestro movimien-
to”. (Baschetti 583/85). La concepción de vanguardia partir de la cual se
pueda iniciar un proceso de lucha social está confrontada con el énfasis en
la experiencia surgida de las propias luchas del Movimiento Peronista en
conjunto. Asimismo, la concepción de “infiltrados” que atribuye a los explo-
tadores parte de considerar al peronismo en su conjunto como provisto de
un contenido antiimperialista consecuente.
En enero de 1969, aparecen ya las dos grandes cuestiones de de-
bate entre las fuerzas políticas del peronismo que reivindicaban los con-
tenidos de los programas del MRP y de CGTA. Son: la caracterización
156 Susana Valle, hija del general asesinado en junio de 1956. Miguel “Gordo” Ga-
raycochea, casado, dirigente del gremio de canillitas. Miembro fundador del MRP en
1964 y posteriormente junto a su esposa Irma Delgado (delegada de los “laboratorios
Lazar”), integrante de la columna norte de Montoneros. Ambos fueron desaparecidos
el 20/04/76. Irma era hija de Irma Lizaso, desaparecida junto a su marido y pertene-
ciente a una familia que personifica la represión de las luchas populares desde 1955.
Carlos Lizaso de 21 años, hermano de irma fue asesinado el 9 de junio de 1956 en los
basurales de José León Suarez. Era hermano de Miguel que fue director de la revista
“El Peronista” clausurada en junio de 1974, y murió resistiendo su detención. Otro
hermano, Jorge “Nono” Lizaso, fue secuestrado junto a su esposa y ambos están des-
aparecidos. Todos eran integrantes de Montoneros. El mayor de los hermanos, Arnal-
do; fue miembro de la Agrupación del Peronismo Auténtico y del Consejo Superior del
Peronismo Montonero. Falleció en 1996. (Chaves “Los del 73...” p.100)
246
del Movimiento Peronista y la concepción acerca de cuál es la
práctica que hará posible la construcción de un movimiento de
masas que pueda avanzar hacia los objetivos que se proponen.
La postura que proponía a la práctica como el único criterio de verdad
podía ser criticada por simplista pero el marco nacional e internacional
le aportaba argumentos de peso. En nuestro país, el gran capital avan-
zaba sólo sostenido por la fuerza represiva con que respondía a todas las
formas de resistencia popular. Los conflictos que hemos reseñado rápida-
mente aportan a percibir cuál era el clima de lucha social en la coyuntura
en que surgen fuerzas políticas nacidas de la convergencia de la mili-
tancia proveniente de todas las vertientes de lo que hemos definido
como peronización de las capas medias y la surgida de la tendencia
o corriente del peronismo que ya se define como revolucionaria.
Fuerzas políticas que nacen como dijimos en el momento de mayor
crisis, desde 1955, de la alianza peronista. En esta parte del trabajo solo
pretendemos aportar algunos elementos para el análisis de las dos prin-
cipales propuestas políticas surgida a partir de su nacimiento.157
El punto de partida de estas propuestas es el debate iniciado entre
las posiciones aparecidas en ocasión del Congreso de enero 1969. Dos son
los ejes de ese debate. 1) la caracterización del peronismo y de su Líder.
2) como llegar adelante la estrategia de guerra para disputar el poder del
Estado a la clase dominante.
¿Como llega el activismo ya definido como Peronismo Revoluciona-
rio? ¿Logró una síntesis política?
El testimonio de dos protagonistas nos aporta elementos para abrir
el debate. “Con los Planes de Lucha del 64/65 se produce un desgaste, ha-
bía habido represión y muertos: Mussi, (laburante de la SIAM), Retamar
y Méndez. Se da un período como de reflexión y de reflujo de la militancia
que da pie a toda la peronización de los sectores medios y el auge del Coo-
kismo en esos sectores medios. (Juan Romero).
Respecto al rol de Perón, escribía Cooke cuatro años antes: “Perón,
indiscutido líder de las masas, es un símbolo al que cada uno car-
ga con su propia ideología, con sus propios intereses y luego lo
agita como fetiche tribal. Cuanto más desoladora es la realidad
nacional, más el pueblo se aferra a Perón, objetiva allí lo que la
circunstancia inmediata no le ofrece, expresa en esa adhesión una rebel-
día que no encuentra formas aptas de canalizarse para una lucha a más
alto nivel. Perón, a esta altura capitaliza las carencias del país, crece
como mito a medida que más ineficaz es como conductor del pro-
ceso revolucionario (…) nos sería mucho más cómodo abandonar
157 El período 1969/75 merece una investigación rigurosa y detallada de las luchas
populares y de la concreción en construcciones políticas surgidas de las diferentes
resignificaciones del peronismo. Estamos en la tarea de recopilar los variados trabajos
monográficos existentes y en nuestra propia investigación sobre hechos y procesos
poco o nada conocidos. Cuando culminemos esta tarea, será el contenido de la segunda
parte de este trabajo. Como planteamos en la introducción, en esta parte del trabajo
solo proponemos algunos elementos parciales, que consideramos significativos, de las
propuestas políticas surgidas desde el peronismo que se propone, disputar el poder a
la clase dominante.
247
este terreno de contradicciones y equívocos a medias y ganar en
tranquilidad espiritual” (Gurucharri p.251). No está resuelto el rol del
líder popular en la construcción de una política de masas. Gurucharri lo
plantea con toda claridad. “En el 68 no sabíamos que hacer con Perón y no
pudimos articular una política. Vino entonces todo el avance de los Mon-
tos que eran el nivel medio del peronismo, no se resolvió la inexistencia
de una organización revolucionaria que, desde la experiencia de
las masas, expresara sus intereses a nivel nacional. (entrevista re-
saltado RC).
Hasta 1968/69 las masas obreras habían demostrado, en la defensa
de sus reivindicaciones, un nivel de conciencia que no se había traduci-
do en la construcción de una organización política autónoma. “Éramos
clasistas y antiimperialistas sin saberlo”(Jorge Vazquez). Pondremos en
discusión algunos elementos de las propuestas que avanzaron en superar
esa carencia.
248
Capítulo VII
Movimientistas y Alternativistas
Algunos elementos para un debate pendiente
A partir de 1968/69, estuvo puesto en cuestión el poder de las clases
dominantes; con un nivel de enfrentamiento intolerable para el sistema
de dominación e inédito en nuestra historia nacional. Sin embargo, este
nivel de enfrentamiento no garantiza por sí solo la construcción de un
sistema hegemónico que permita a una de las clases fundamentales de
la sociedad convertirse en la conducción ético–política del conjunto de
las clases y sectores subalternos. ¿Se logró esta construcción? Esta
pregunta orientó nuestro trabajo pero la respuesta no está en estas lí-
neas. Creemos que debe servir para orientar debates y tareas presentes
y futuras.
Ya desde 1966/67 la proscripción política de las mayorías, como re-
quisito para el avance del capital, estaba sustentada sólo en las armas del
Estado. Esto crea las condiciones para un cuestionamiento integral al sis-
tema de dominación planteado en términos político–militares. Entonces,
luego de la desintegración de la CGTA, las propuestas construidas por el
activismo peronista antiimperialista y partidario del socialismo, estuvie-
ron desarrolladas dentro, en la periferia o bajo la influencia de las organi-
zaciones político–militares que reivindicaban esa identidad política. Dos
son las organizaciones que agruparon y sintetizaron en sus propuestas a
las diferentes vertientes de esta militancia. Montoneros y las Fuerzas Ar-
madas Peronistas (FAP). Sólo el sector de militantes agrupado en torno a
Gustavo Rearte no se integra a ellas. Aunque su influencia se hace sentir
en ambas pues varios de sus compañeros del MRP y JRP participan en
esas propuestas.
Nos encontramos con organizaciones construidas por la confluencia
de la militancia proveniente de diversas experiencias políticas y sociales
y diferentes orígenes de clase. Cómo se sintetizaron o no estas diferentes
experiencias y contenidos es y seguirá siendo un debate abierto. Nues-
tra investigación– todavía parcial– ha estado y está centrada en cómo se
planteaba la cuestión del poder o qué clase de poder construyeron esas
fuerzas políticas. “Hoy sabemos que el poder es una dimensión de todas
las relaciones sociales que se forma, se constituye, y se realiza en los en-
frentamientos. No es un atributo inamovible, ahistórico (...) Imaginar la
249
lucha de clases como grandes combates frontales entre burguesía
y proletariado es una falacia: tales batallas son históricamente excep-
cionales. Lo cotidiano, en cambio, son los infinitos espacios de confronta-
ción de clases a los que asistimos permanentemente, y donde cada clase
va constituyendo o perdiendo territorio...” (Izaguirre Inés “Los desapare-
cidos... pp.13,28,.29 resaltado RC). Partiendo de esta concepción de que
el poder se construye en el mismo proceso cotidiano de la lucha política
que disputa el poder estatal a la clase dominante, nuestro análisis estará
centrado en cómo construyeron poder esas fuerzas políticas, y cuál es el
estado de construcción real de ese poder con que llegaron al 20 de junio
de 1973, y los debates, explicitados o no, acerca de las cuestiones cen-
trales para una estrategia popular.
Este punto es central para analizar la relación de una fuerza política
y los trabajadores a quienes interpelan con su propuesta. Disponemos de
fuentes documentales y testimoniales. Como ya dijimos, en las primeras,
aparecen las propuestas como se elaboraron, lo que no siempre coincide
con su concreción. Los testimonios están atravesados por el carácter se-
lectivo (conciente o no) de la memoria y por valoraciones subjetivas de los
protagonistas, pero aportan aspectos poco conocidos de cómo se llevaron
a la práctica los postulados que se planteaban.
En nuestra tarea contamos con ambos tipos de fuentes pero hasta
este momento hemos priorizado las testimoniales
Solo plantearemos algunos de los ejes más generales del debate que
acompaña a esta militancia en su construcción política teniendo en cuen-
ta dos etapas. La que va desde su gestación entre 1967/69 hasta 1971 y
desde 1971, cuando la clase dominante retoma la iniciativa política, has-
ta el 20 de junio de 1973.
Fuerzas Armadas Peronistas
Esta fue la primera de la Organizaciones político–militares peronis-
tas. Se organiza a partir de 1967158. Se la conoce públicamente cuando
un grupo: el “Destacamento Montonero 17 de Octubre” que se propone
desarrollar la guerrilla rural es detenido en Taco Ralo, Tucumán. Sus in-
tegrantes permanecen detenidos hasta el 25 de mayo de 1973. Al mismo
tiempo se constituye un grupo preparado para las acciones guerrilleras
urbanas. Siguiendo la evolución de ambos grupos y el testimonio de dos
de los integrantes del grupo urbano, uno de ellos miembro de la dirección
158 Como ya dijimos (cap.5 p.215 nota 139): la existencia real de unas FAP organiza-
das en 1964/66 dentro del MRP la desmienten tres fuentes testimoniales de protago-
nistas directos y no hemos verificado la existencia de fuentes documentales más allá
de la intención expresada en el programa del MRP de que el pueblo debe constituir
“sus propias fuerzas armadas y las milicias obreras” (Baschetti p. 322). Por el estado
de nuestra investigación solo podemos decir que en esos años podría haber existido un
pequeño grupo surgido de la Juventud Peronista identificado con esa sigla pero que no
llegaron a integrarse al proceso político de las FAP urbanas.
250
desde la gestación de la organización hasta 1974 y el otro desde 1971 a
1972, podemos afirmar que bajo la misma sigla se desarrollaron dos pro-
cesos políticos diferentes. “Hubo dos FAP, una la que se organiza para la
guerrilla rural y cae en Taco Ralo, y otra la “P” urbana, éramos diferentes.
Lo sabía desde el principio y lo que pasó después me dio la razón” (Pata).
Su antiguo compañero cita esta afirmación y la amplía. Hablando del
grupo rural dice: “Su propuesta en el ‘pre–Taco’ (1967/8) era la identidad
peronista en bloque, identificando Movimiento Peronista con revolución y
revolución con los procesos de Cuba, Argelia, China y Vietnam sin mayo-
res precisiones. En esto coincidíamos todos. (…) Los acuerdos eran el re-
conocimiento de un peronismo genéricamente combativo y en desarrollar
la lucha armada. Visto desde hoy y con todo lo que pasó puede ser muy
elemental ese nivel de acuerdos pero era el que teníamos no más”. (Raúl)
Respecto a las diferencias que ambos militantes señalan en los orígenes
para afirmar la existencia de dos FAP: “Era el momento en que surgía la
CGT de los Argentinos, había grandes huelgas en todas las ciudades del
país. También grandes luchas en Tucumán, pero ninguno de los ‘ruralis-
tas’ hablaba de eso. Todo se reducía a cuestiones técnico–militares o geo-
gráficas y eso a mí me parecía alejado de la realidad. Algunos de nosotros
que veníamos de una práctica de Juventud Peronista barrial charlamos
con otros compañeros de la JP más ligados a sindicatos combativos la
posibilidad de organizar comandos urbanos ligados a los conflictos obre-
ros. Cuando varios de esos compañeros fueron detenidos esta propuesta
que era muy embrionaria, solo conversaciones, quedó abortada” (Raúl).
La propuesta que podía superar a la de instalar un foco rural con acuer-
dos políticos mínimos era, hasta ese momento, vincularse a los conflictos
obreros desde la acción guerrillera urbana.
Después de la detención del grupo rural, la única vinculación entre
ambos grupos es un militante de la base operativa de Tucumán que, al
quedar prófugo se integra al grupo urbano. “El tenía poco que ver con la
concepción movimientista del MJP, venía de un peronismo influido
por el “entrismo” (como se lo llamó) de grupos troskistas como “Palabra
Obrera”. La visión de este compañero que formó parte de la dirección tuvo
su importancia en las primeras definiciones políticas junto con la dispo-
sición de la mayoría de no aceptar una visión acrítica del peronismo. La
discusión política que existía era bastante escasa, la práctica organizativa
cotidiana absorbía toda la atención. Sin embargo, después de Taco apare-
ció una breve definición política en un documento que llamamos ¿Porqué
somos peronistas? o sea que teníamos que explicar ya cual era
nuestro peronismo. En este documento, que era de dos carillas, sino
recuerdo mal el peronismo aparece definido como una ‘clara identidad de
clase’ me acuerdo textual. Era ya un peronismo atravesado, de la manera
que fuera, por una visión de clase lo que anunciaba futuras divisiones que
no aparecieron con fuerza entre nosotros porque el debate político, en ese
momento, no era algo central. (Raúl resaltado RC).
Ya con este breve relato aparece la primera caracterización política:
“movimientistas.” La ruptura del peronismo, como unidad indiferenciada,
es la primera definición política que avanza en el sentido de las propues-
251
tas del peronismo revolucionario en sus dos vertientes: la nacida de los
escritos de Cooke y la que provenía del MRP. El documento159 define al
peronismo original como un “movimiento nacionalista integrado por
sectores de la burguesía nacional y del ejército y de la clase trabajadora”.
Señala, además, lo que trajo las primeras diferencias internas y llevó en
su desarrollo a la primera división de la organización: “la dirección del
Movimiento permanece en manos de sectores de la burguesía nacional y de
la burocracia sindical y política (…) Hoy que la burguesía es incapaz
de encabezar ningún proceso histórico revolucionario, hoy que el
proceso se presenta bajo los términos inseparables de la Revolución Social
y la Liberación Nacional, es innegable la vigencia histórica del pero-
nismo como expresión de la clase trabajadora” (destacado RC).
Las diferencias políticas aparecen con esta caracterización de clase
del peronismo. Aunque resulta difícil reconstruir con testimonios los tér-
minos de la discusión todos reconocen algo en común. La discusión se sin-
tetizaba en torno a la jefatura o no de Perón. “La línea divisoria entre los
dos grupos en que se dividió la organización era el reconocimiento o no de
liderazgo de Perón para una estrategia revolucionaria. Para resumírtelo,
si vos pensabas que Perón podía ser el jefe de las FAP estabas de un lado,
si pensabas que no, estabas del otro”. (Raúl).
A mediados de 1970, ya planteada la discusión interna en la organi-
zación, se elabora un reportaje (según los testimonios, los entrevistados,
habrían participado en la elaboración de las preguntas) luego publicado
en la revista “Cristianismo y Revolución” como “Las 12 preguntas a las
FAP”. Interrogados sobre qué clase de retorno propugnan, responden: “El
retorno de Perón es, entonces, una consigna revolucionaria porque es la
mayor y más clara identificación de clase de nuestro pueblo y porque está
supeditado a la derrota total de la oligarquía por el pueblo en armas”. La
existencia de sectores con planteos reformistas dentro del peronismo “se
debe a que desde su origen integraron el peronismo sectores de la burgue-
sía nacional. (…) Nuestra tarea política fundamental en este momento es
tratar de incorporar a las luchas reivindicativas métodos simila-
res a los de la guerra revolucionaria” (nº25 septiembre 1970). Esta
última tarea a encarar traerá nuevas discusiones donde está planteada
la cuestión de cómo se construye una política. Lo retomaremos.
Esta caracterización del peronismo como un movimiento compuesto
por sectores de la burguesía nacional y el definirlo como identidad de cla-
se de los trabajadores es lo que lleva a la ruptura de las FAP. Uno de los
militantes analiza este dato: “Esto del peronismo como identidad de clase
era el punto de partida que teníamos del peronismo El problema para los
muchachos que se fueron a los Montos, no era tanto que dijéramos que
Luder o Cafiero eran burgueses (eso era idiota negarlo) sino que aparecie-
ra un análisis de clase porque, aunque dijéramos que el peronismo
era un movimiento de liberación nacional y social, ese análisis lo
159 Los documentos de las FAP pueden encontrarse en el libro “De taco Ralo a la
Alternativa Independiente” “Historia Documental de las FAP” de Eduardo L.Duhalde
y Eduardo Pérez una recopilación documental completa, acompañada de un relato
descriptivo de los diferentes momentos de esta organización.
252
negaba”. (Raul resaltado RC). Agrega que uno de los disidentes, en la
década del 80, siendo funcionario justicialista, hablaba de ese documento
como una “troskada”.
Producida la ruptura la cuestión a definir era cuál es la política a
seguir. Uno de los protagonistas del debate nos dice: “Los compañeros que
se habían ido no eran todos universitarios rosqueros, algunos era amigos
y compañeros muy queridos. Yo lloré con alguno cuando se fueron. Si nos
habíamos separado de ellos, ya no se trataba sólo de ser peronistas y
tener decisión de luchar. Ellos tenían esas condiciones y se iban a otro
lado .La cuestión ahora es ver para donde íbamos nosotros160. (Raúl). En
la búsqueda de esta política, se elabora un documento que va a funda-
mentar la propuesta de esta organización para, explícitamente, recupe-
rar la experiencia del MRP y de la CGTA como parte de la lucha de los
trabajadores desde 1955.
Montoneros
Es conocido el origen y la composición de su grupo original. En él con-
vergen los militantes provenientes de los Comandos Camilo Torres con
los del Integralismo de Córdoba y luego de Santa Fe, agrupación donde
confluían militantes peronistas y social–cristianos.
Ignacio Vélez, integrante de grupo cordobés original, hace un preciso
relato de los orígenes del grupo. Para esta breve síntesis tomamos este
relato que tiene un nivel de reflexión y análisis hoy casi inexistente. En
primer lugar, nos ubica en su origen político–ideológico y el de sus compa-
ñeros en el “diálogo católico–marxista (detonado por la presencia en Cór-
doba de Conrado Eggers Land ) (…) y las lecturas de Theillard de Char-
din, cuya filosofía cristiana planteaba la marcha del universo y el hombre
hacia la hominización. En nuestra interpretación, esta se asemejaba al
hombre nuevo guevarista, y nos acercaba al testimonio de lucha y entrega
más cercano a nuestra formación ideológica cuyo ejemplo era el sacerdote
revolucionario colombiano Camilo Torres, muerto en combate.(…)El golpe
de Onganía significó para nosotros, como lo dijo John William Cooke, que
la oligarquía y el imperialismo habían jugado la última carta(…)
Éramos concientes que la oligarquía no se iba a suicidar; que había que
derrotarla, que la violencia era el único camino(…) que no podíamos per-
der más tiempo. Que a un ejército se lo derrota con otro ejército y que el
ejército liberador debía ser el verdadero ejército popular sanmartiniano.
Que para constituirlo había que instalar la vanguardia, el foco guerri-
llero que convocara (traccionara) al conjunto del pueblo a través
160 Las diferencias con lo planteado en el “Por qué somos….” y “Las 12 preguntas…”
surgieron en el destacamento universitario. Allí se elaboraron las críticas y las con-
testaciones a los planteos de los “clasistas”. Por ello la referencia de Raul. Según su
relato, el referente de quienes cuestionaban el contenido de esos documentos, durante
la década del 90 fue asesor de la bancada menemista en la Cámara de Senadores y otro
de ellos, es hoy importante ejecutivo de una multinacional.
253
de la propaganda armada.(…)
Durante los años anteriores –1964 hasta finales de 1966– habíamos
hecho el tránsito del nacionalismo popular a la izquierda peronista que
luchaba por el socialismo. Algunos: militaban en el integralismo cordobés
(que venía de un origen democristiano y estaba haciendo el paso al pero-
nismo como buena parte de los sectores medios), otros profundizaban su
compromiso cristiano siempre cerca del integralismo.
La experiencia del Movimiento Universitario Cristo Obrero (MUCO)
culminó a fines de 1966(…) Nosotros un grupo minoritario exaltando
la lucha armada y la necesidad de montar el aparato militar to-
mamos el camino foquista.”(destacado RC). Luego relata la relación
con Cristianismo y Revolución y con Cooke y Alicia Eguren.
Los subtítulos de su relato explican por sí solos las ideas fuerza del
camino de estos militantes. Cuanto peor mejor –Mejor que decir
es hacer– El deber de todo cristiano es hacer la revolución– La
construcción del foco– Los elegidos– El nacionalismo popular– El
cristianismo y sus mandatos. Los soldados de Cristo o del Che– El
peronismo– Nuestro rol dentro del peronismo. El Elitismo–Lucha
armada y Perón. – El foco condiciona la construcción política– El
debate interno también se militarizó
De cuando dejan su vida política pública para organizar el apara-
to militar dice:”se solidificó la conciencia de cada uno de nosotros que
éramos los elegidos con el sacrificio de nuestras propias vidas estábamos
construyendo la posibilidad real de construir el poder armado que derro-
taría al brazo armado del imperialismo. Era el mesianismo en todo su
esplendor (…) nos tocaba cumplir la misión de Cristo. (…) Imitación
a Cristo o imitación al Che(…) el Cordobazo nos pasó de lado (…)
Otro tanto ocurría con el proceso de CGTA(…) teníamos la convic-
ción de que nosotros éramos quienes, al desarrollar las condiciones para
atacar el centro del poder enemigo, los convocaríamos, y supongo que no
exagero si digo que los conduciríamos a la victoria. Algo así como que ‘la
clase obrera y el pueblo’ estaban esperando nuestro grito de combate ex-
presados en hechos para plegarse a nosotros.
Sin duda era una concepción absolutamente idealizada aunque tam-
bién es necesario reconocer que, lamentablemente, en gran parte se convir-
tió en realidad”. (Montoneros: los grupos originarios En Lucha Armada
año 2 nº 1 destacado RC).
Estos componentes básicos de la ideología de los militantes origina-
les de Montoneros que analiza Vélez nos muestran una subjetividad in-
dividual y colectiva que luego se expresará en una lógica de construcción
política, traducida en métodos de organización, atribución de responsabi-
lidades o mandos, formas de relación con diferentes instancias de la vida
social y política .
Para ellos, el peronismo era el ‘hecho maldito del país burgués’ (Co-
oke). La antinomia peronismo–antiperonismo era “la forma en que en
nuestro país dependiente se expresaba la lucha de clases. Era uno de los
polos de pueblo–antipueblo o ‘imperialismo–nación’ (…) No podíamos me-
nos que reconocer el profundo sentido clasista que tenía el grito de ¡Viva
254
Perón, carajo! Con que los sectores más humildes y combativos de nuestro
pueblo provocaban y desafiaban a las clases poderosas y sus guardianes”.
Luego de un preciso reconocimiento y reivindicación de las luchas del
peronismo desde 1955. Dice que “Nuestro origen externo nos exigía veces
genuflexiones exageradas con tal que no se nos señalara como infiltra-
dos”. Vuelve sobre el folklore: lo sentíamos con simpatía y lo vivíamos
con alegría. Pero nosotros éramos los elegidos (…) estábamos para
ganarnos la conducción táctica del movimiento. Para eso éramos
la vanguardia que llevaba adelante el máximo nivel de lucha po-
lítica, la lucha armada.(…) estábamos convencidos de que la lucha
armada nos aseguraba la conducción táctica de esa guerra inte-
gral de la cual Perón era el conductor estratégico. Señala, en este
aspecto, un elemento para entender los vaivenes de la política posterior
de Montoneros: por momentos pasamos de ser la ‘vanguardia’ o
‘conducción táctica’ a ser simplemente el brazo armado del movi-
miento (Idem p.22)..
La concepción movimientista, como dice Vélez, acorde con la visión
de Perón de las “formaciones especiales”, aparece en los primeros docu-
mentos; en particular, en la carta que los Montoneros envían al mayor
Alberte. En ella, le expresan: nuestra coincidencia, que ud, señala, de que
los cuadros revolucionarios asuman la dirección del movimiento para des-
truir la imagen de un peronismo conciliador, dialoguista u oficialista, que
los traidores y el Régimen tratan de imponer.(…) Reivindican el programa
del MRP y el de enero de 1969, afirmando que esta línea programática
impone una tarea y una responsabilidad a todo el peronismo combatiente:
cumplirla; y que aquellos que se mueven dentro de los marcos de la conci-
liación con el Régimen ya dejaron de pertenecer al Movimiento.
Por lo tanto creemos que es inexacto hablar de un peronis-
mo revolucionario, ya que para nosotros hay una sola clase de
peronismo: el que es leal a Perón, su doctrina y a su pueblo. Esta
lealtad determina su condición revolucionaria y liberadora... Por
supuesto que no ignoramos los distintos matices y grados de conciencia
con que esa lealtad se expresa. Tampoco dejamos de percibir las diferentes
posibilidades de desarrollo político y organizativo que los diferentes fren-
tes del Movimiento, y las diversas estrategias que desde esos frentes
se formulan para el logro de los objetivos comunes. Perón o muerte.
(Gurucharri 274/5).
Años más tarde, un militante del PB definía al “movimientismo” en
términos que parecían responder a este documento: para la mayoría de
los compañeros (habla de los trabajadores telefónicos) todo el peronismo
era igual. Era complicado porque los laburantes te daban una mano por-
que estabas peleando por la vuelta del Viejo. Les explicabas que un pero-
nismo sí y otro no. Había muchos que entendían las diferencias unos más,
otros menos, pero en general la gente veía a todos como perucas. A nivel
masivo no se entendía pero en realidad el análisis era correcto. Dentro del
peronismo hay de todo, patrones, laburantes. Son diferentes rumbos Hay
que distinguirlo sino te terminan jodiendo. Después, qué haces con eso
en la práctica, es otro problema. Nosotros hicimos varias macanas.
255
(…)Pero los muchachos de los Montos ni siquiera te reconocían las
diferencias. Como la mayoría de la gente no veía las diferencias
para ellos no existían. Todo era uso “táctico” que iba para el mis-
mo lado (Corbata resaltado RC).
En el primer aniversario del Cordobazo y el día del ejército, secues-
tran de su casa al ex dictador Aramburu. La historia volvía a los orígenes
del terror de Estado. Luego lo juzgaron por traidor a la patria y el asesi-
nato de 27 argentinos y le dieron muerte. El “Aramburazo” se conectó con
los sentimientos más profundos del pueblo peronista. Los fusilamientos
con una ley marcial aplicada retrospectivamente y la desaparición de los
restos mortales de Evita no eran fáciles de olvidar para millones de pe-
ronistas. Además de las pérdidas en las condiciones de vida y de trabajo,
acumuladas en 15 años de proscripción. La enorme repercusión del hecho
a nivel nacional no les impidió estar a punto de desaparecer a consecuen-
cia de esta acción y de otra espectacular: la toma de la localidad de La
Calera en Córdoba. Entre mayo y septiembre de 1970, la clandestinidad,
la prisión y la muerte de sus principales militantes los colocaron al borde
la extinción. Los salvó el refugio que les brindaron las FAP y la simpatía
popular que habían despertado sus acciones. Alrededor de 3.000 personas
participaron del sepelio del montonero Emilio Maza en Córdoba, y espon-
táneamente se organizaron colectas para los detenidos.
A fines de 1970 en un documento publicado en “Cristianismo y Re-
volución” se presentaban como: parte de la síntesis final de un proceso
histórico con ciento sesenta años de historia. Su visión de la historia plan-
teaba el conflicto entre dos fuerzas: Por un lado la oligarquía liberal, cla-
ramente antinacional y vende patria; por otro, la del pueblo, identificada
con la defensa de sus intereses que son los intereses de la nación contra
los intereses imperialistas de cada situación histórica”. Esta corriente
nacional–popular nacida en las luchas del ejército sanmartiniano y de
las montoneras gauchas del siglo pasado, en las heroicas luchas de los
inmigrantes que dieron su vida por la formación de los sindicatos y en
el sindicalismo yrigoyenista. El peronismo era definido como: “la única
expresión de unidad nacional en 160 años”. Explicaban el golpe del 55:..
el poder era compartido por los enemigos del pueblo y los traidores. Pero
aquella contrarrevolución purificó nuestras filas, dejando compuesto el
Movimiento casi exclusivamente por fuerzas populares.
Desde esta concepción del peronismo, que expresa el nivel medio y
masivo de los sectores populares peronistas con que iniciaron su práctica;
enfrentarán la coyuntura que se iniciará con recuperación de la inicia-
tiva política por parte del Partido Militar y la respuesta de Perón a esa
iniciativa.
Fuerzas Armadas Revolucionarias
Esta organización se forma partir de la confluencia de grupos prove-
nientes de la “Nueva Izquierda”. Uno encabezado por Arturo Lewinger
que provenía del grupo PRAXIS que se preparan para integrase al pro-
256
yecto guerrillero del Che Guevara. Otro encabezado por Carlos Olmedo y
por militantes provenientes de la ruptura con el Partido Comunista. Ol-
medo sostuvo con militantes del ERP presos en Córdoba una polémica de
alto nivel teórico acerca de la naturaleza del peronismo. En ella cuestiona
la idea del marxismo como “bandera política universal” con sólida funda-
mentación extraída de los clásicos de esta teoría (Marx, Engels, Lenin).
Sintetizar un trabajo de gran riqueza teórica no es posible sin falsear-
lo. Tomaremos solo los aspectos que refieren directamente al peronismo.
En este punto, Olmedo critica a los integrantes del ERP identificar su-
perficialmente ideología con movimiento político. Así como rechazamos la
idea del marxismo como una bandera política universal, abstracta, recha-
zamos la idea del peronismo como ideología, y, más precisamente, como la
califican los compañeros de ideología burguesa.(…) El Movimiento Pero-
nista es un fenómeno sumamente complejo, y dentro de él se incluyen nu-
merosas variantes, con concepciones ideológicas y políticas radicalmente
distintas. A los compañeros esto no les interesa en lo más mínimo. (…)
Esta identificación del Movimiento Peronista con la ideología burguesa,
no es sino una manera de afirmar que el Movimiento Peronista no ha sido
capaz de producir otra cosa que el Justicialismo, la teoría de la coexisten-
cia del Capital y el Trabajo como producto ideológico(…) La posición an-
terior implica la deliberada ignorancia de que el Movimiento Peronista ha
generado en su seno las organizaciones Peronistas Revolucionarias, que
encaran las tareas actuales de la liberación nacional con la vista puesta
en el socialismo.(…). Luego de una fundada explicación acerca de la rela-
ción entre la ideología burguesa que sustenta la mayoría del pueblo, como
producto histórico de la situación de explotación material y espiritual y
la conciencia empírica de la clase obrera; sostiene que el problema no se
soluciona echándole la culpa al Movimiento Peronista como si el pueblo
estuviese al margen de las leyes de la sociedad capitalista, y su ideología
no estuviese determinada por su ubicación social.(…)
Analizando la composición del Movimiento Peronista lo define como:
Esencialmente policlasista, (…) cuando decimos policlasista, decimos que
en él participaron, siendo sus columnas fundamentales, la burguesía na-
cional, nacida al amparo de circunstancias y leyes favorables, y la clase
trabajadora, surgida como consecuencia del desarrollo capitalista del país
y de su burguesía autóctona. Producto de la excepcional coyuntura histó-
rica (…) la expresión política de esta alianza de clases nacionales el Mo-
vimiento Peronista, tiene en ese momento una concepción doctrinaria que,
como idea central, levanta la coexistencia armónica entre el Capital y el
Trabajo(…) La coexistencia del capital y del trabajo era la idea dominante
del momento, surgida de las condiciones económicas y políticas existentes.
La doctrina justicialista no es sino el reflejo de una situación existente de
hecho.(…) Más adelante, argumentando sobre las consecuencias políticas
de las concepciones que está rebatiendo sostiene: es la experiencia del
Pueblo lo que determina qué es lo que está vigente y qué es lo que no está,
y ése (remarcado en el original RC) es el punto de partida para cualquier
tarea política revolucionaria: La vanguardia (hoy inexistente) surgirá en
el momento en que el Pueblo adhiera a una lucha constante y total contra
257
el sistema ( algo que hoy NO ocurre) y él mismo se encargará de formarla y
alimentarla. En las conclusiones termina advirtiendo sobre nuestra capa-
cidad teórica pobre y sobre la notable indiferencia de los militantes sobre
todo lo que sea teoría.(…) No se puede imaginar que sólo la lucha militar
hará que nuestras posiciones sean comprendidas y asimiladas por el Pue-
blo: los fierros pesan pero no piensan. (Militancia…año 1–nº 4 pp.35/49).
Las FAR inician, desde su constitución, un proceso de convergencia
con las FAP que se interrumpe con la muerte de Olmedo en 1971. Este
proceso es alentado por algunos militantes de esta organización y visto
con alguna reserva por otros, a partir de que aparecen reparos desde las
FAR a la propuesta del PB como un obstáculo posible a la construcción
del ejército (Raúl). Este debate lo retomaremos en seguida. En 1973, las
FAR se integran a los Montoneros en un proceso del que veremos algunos
aspectos.
El bloque dominante recupera la iniciativa : el Gran Acuerdo
Nacional
En 1966 el ejército había asumido el poder político para resolver una
crisis en el seno de las clases dominantes e impulsar el avance del capital.
En 1970, ha fracasado en su intento de convertir a los jerarcas sindica-
les en la fuerza política capaz de controlar a la clase obrera. Además, el
proceso de concentración económica y la represión que lo acompaña le ha
hecho perder, como aliados, a grandes sectores de la pequeña burguesía
urbana y rural.
Las resonancias de los “Rosariazos” y el “Cordobazo”, se hacían sen-
tir. Meses después en el Chocón, con la detención de los delegados y la
ocupación del lugar por la gendarmería termina la huelga. En Córdoba,
son ocupadas ocho fábricas automotrices reclamando la renovación del
convenio. A pesar de la vigencia de la pena de muerte para actos de terro-
rismo y secuestro de personas, las acciones guerrilleras se desarrollaban
con continuidad. El secuestro y la muerte del ex presidente Aramburu, a
manos de los Montoneros, por su responsabilidad en los fusilamientos de
1956, había despertado una ola de simpatías en la masa peronista hacia
“los muchachos que peleaban por la vuelta de Perón”. El Líder, en carta a
Carlos Maguid, condenado por ese hecho el 20 de febrero de 1971, decía:
En la historia de los pueblos, se viven épocas en que el verdadero honor
se refugia en las cárceles. Nuestra obligación para con ustedes constituye
un deber de conciencia, que ningún peronista podrá olvidar. La guerra
revolucionaria en que estamos empeñados contra la canalla dictatorial,
se intensificará cada día y no hemos de parar hasta liberar a la Patria y
devolver la soberanía que ha de hacer al Pueblo dueño de su destino.(....)
Ya llegará un día que hemos de liberarlos y ofrecerles la reivindicación
que los héroes merecen. (Anzorena p.148)
Perón hostigaba al Partido Militar, utilizando la lucha guerri-
llera y la agitación social y la guerrilla se desarrollaba coincidien-
258
do con la máxima reivindicación democrática de los trabajadores:
el retorno de su Líder a la patria y al gobierno del que había sido despla-
zado por la violencia militar. Esto lleva al Partido Militar a reformular
su proyecto de poder.
Lanusse (conviene insistir), el cuadro político más lúcido de la bur-
guesía, percibe con claridad la nueva situación. Dice en sus memorias,
citando a Talleyrand, ...se puede hacer cualquier cosa con las ba-
yonetas excepto sentarse en ellas y continúa: La legitimidad de la
autoridad (que no es, necesariamente, una legitimidad formal) constituye
en última instancia, la única garantía posible de unidad de las Fuerzas
Armadas (...). Cita al filósofo católico Jacques Maritain: ... las reservas
morales y espirituales no son un instrumento en manos de los poseedo-
res de la autoridad: son el poder mismo. Para ganar una guerra, –en
fin– y, más, para hacer perdurable el triunfo no solamente es importante
tener más y mejores tanques o cañones sino que también es importante
tener razón (pp.42/45 resaltado RC). En otras palabras, para ganar la
guerra contra la movilización popular y las organizaciones político–mi-
litares debía restablecerse la legitimidad de la dominación dando cauce
institucional a las demandas políticas y sociales de los trabajadores y
sectores populares.
El derrocamiento de Onganía en 1970, será explicado por la Junta de
Comandantes en jefe debido a la carencia de una definición sobre la sali-
da política de la revolución con la participación de la ciudadanía cuando
fueran alcanzados los objetivos de la misma (Comunicado nº 7)
Lanusse continua analizando la situación con una claridad que con-
viene destacar para analizar lo sucedido hasta 1973: Lo cierto es que la
subversión podía operar en forma relativamente cómoda, porque no esta-
ba aislada. La estructura del sindicalismo moderado, cuyo apoyo
buscaba abiertamente el gobierno del general Onganía, se negaba
a seguir respaldando el proceso Esta oposición (…) derivaba de la en-
crucijada en que se encontraban los dirigentes, presionados desde abajo,
ante las dificultades económico–sociales por una parte y la falta de toda
posible canalización política por la otra (pp. 50,51 resaltado RC).
En buen romance, reconoce que la jerarquía sindical no podía ser el
instrumento del bloque dominante para controlar a la clase obrera movili-
zada contra su proscripción social y política, y amplios sectores de la peque-
ña burguesía habían desaparecido como base de apoyo político de la clase
dominante. Funciones que habían cumplido en 1955 y cumplirán en 1976.
Otros sectores políticos exhortan a adecuar el proyecto de poder a la
nueva situación de la lucha de clases: la “Hora del Pueblo”. En setiembre
de 1970 se reúnen Tróccoli y Carranza por el radicalismo y Gómez Mora-
les y Cafiero por el peronismo, convocados por Marcelo Sánchez Sorondo
en el Círculo del Plata.
En octubre llega Paladino desde Madrid y declara que el peronismo
debe entenderse con los partidos “populares” y en particular con el radica-
lismo. En noviembre nace la “Hora del Pueblo”con un documento público
donde se critica duramente la desnacionalización de la economía y la falta
de representatividad política de los que ejercen el mando en el país.
259
 En el verano de 1971, se produce el “segundo Cordobazo” o “Vibora-
zo” y puebladas en Casilda (Santa Fé), Orán (Salta), y Cipolletti (Río Ne-
gro). Las acciones guerrilleras continuaban y se intensificaban. Vecinos,
estudiantes, sacerdotes “tercermundistas” y obreros encuadrados en sus
sindicatos, confluían en movilizaciones cada vez más violentas contra la
dictadura.
Lanusse asume el gobierno en marzo y el 1º de mayo anuncia el Gran
Acuerdo Nacional (GAN). Porque: Sin estabilidad política (…) no será
factible ninguna estabilidad económica de acuerdo a las características
de nuestra tradición, de nuestra historia de nuestra realidad actual. Tam-
bién aclara que esta propuesta no se agota en un anunciado acto electoral
(P.Ramos p.219).
La “Hora del Pueblo” es una voz coincidente con la CGE, que durante
la presidencia de Levingston en 1970 –reemplazante de Onganía– con
Ferrer en el ministerio de Economía –a través del “Compre Nacional”– se
hace cargo de las reivindicaciones de las fracciones del capital local ame-
nazadas por el proceso de concentración del capital y reclama la apertura
hacia la institucionalización de los conflictos y la inserción de sus máxi-
mos dirigentes en las estructuras del Estado.
Por su parte las fracciones más poderosas de la burguesía industrial
se pronuncian a través de la Unión Industrial Argentina (UIA). La cor-
poración empresaria expresa sus recelos frente a la convocatoria, habla
de la casi completa subordinación del poder a criterios teñidos de irracio-
nalismo económico fruto de la demagogia y actitudes seudo nacionalistas
(La Nación 24–11–71). Propone “profundizar la revolución”, esto es conti-
nuar y completar la política iniciada en el 66, combatiendo los cuestiona-
mientos que surgen con más represión.
Pero las FFAA, obligadas por la realidad, piensan distinto. Lanusse
precisa que: el tramo que el país empieza a transitar requiere de los sec-
tores en común de una fórmula mínima –también común– que facilite el
avance social, económico y político. De lo contrario se correrá el riesgo
de que todo se venga abajo. (...) Si cada uno tira para su lado ése será
el mejor modo de estrangular a la nación (La Nación 5–5–72). Si esto
ocurre, los intereses de todas las fracciones del capital están en riesgo. El
poder económico de la fracción más poderosa de la clase dominante, no es
suficiente para “capear el temporal”.
Hay que buscar una propuesta política que recomponga la legitimidad
del poder. Los objetivos que se propone la estrategia del GAN implican
que todas las fracciones de la clase dominante replieguen sus intereses
inmediatos para recomponer la hegemonía burguesa sobre el conjunto de
la sociedad. Es designado ministro del Interior Arturo Mor–Roig, ex pre-
sidente del Senado durante la “ineficiente”presidencia de Illia y comienza
la búsqueda de la “salida” política.
Este cambio de situación pone en evidencia que se ha producido una
modificación en la relación de fuerzas políticas entre las clases (...) Se tra-
ta de encontrar formas de dominación que permitan destruir las
fuerzas políticas que intentan expresar los intereses obreros, des-
movilizar al movimiento obrero, aislarlo de sus aliados potencia-
260
les neutralizando la radicalización de las fracciones pequeñas de
la burguesía, de las capas asalariadas y de la pequeña burguesía
en general ( P. Ramos p.209 destacado RC).
Si se busca desmovilizar al movimiento obrero será necesario integrar
al peronismo al sistema institucional; la fuerza política con la que la clase
obrera está identificada y a través de la cual resiste su proscripción. Hay
que evitar que esta resistencia se convierta en una estrategia inde-
pendiente que se proponga modificar las relaciones de poder entre
las clases. Para esto hay que integrar al peronismo al sistema de
dominación ya que en su interior , como vimos, se desarrollaban
fuerzas orgánicas que intentan expresar los intereses de las masas
obreras. Esto deja abierta la posibilidad concreta de la ruptura ideológica y
política de las bases obreras con las fracciones burguesas del movimiento.
El objetivo del GAN frente a un peronismo sacudido por la lucha de
clases en el cual se desarrolla ya una tendencia revolucionaria, asu-
mida como tal, es impulsar la integración de este movimiento al siste-
ma institucional. Esta integración supone, en primer lugar, participación
electoral a condición de aceptar la negociación con el bloque dominante.
Esto implica no solo que el peronismo acepte las condiciones del
GAN sino que, en su interior, logren el control las fuerzas que
expresan los intereses de la clase dominante. Estas fuerzas están
constituidas por la burocracia política que impulsa la “Hora del Pueblo”,
alentada por Perón, como una de sus tácticas, y por los jerarcas sindi-
cales. Junto a esta exhortación al GAN y a la conciliación de las luchas
sociales, el gobierno militar desarrolla una política represiva de carácter
selectivo (a partir del 16 de setiembre de 1970 el promedio de secuestros
y desapariciones fue de uno cada 18 días) con el objetivo de destruir los
núcleos orgánicos que a nivel político y sindical trabajaban para realizar
los intereses estratégicos de la clase obrera y sectores populares.
En síntesis: hasta 1970/ 71 los sectores más lúcidos de la clase domi-
nante han tomado debida cuenta del agravamiento de la crisis y buscan
construir una estrategia que restituya la legitimidad de la dominación.
Analizaremos ahora las respuestas que se construyen desde aquellas
fuerzas que intentan expresar los intereses obreros y populares.
Como desde 1955, frente a todas las propuestas integracionistas, con
la iniciativa política del Partido Militar, vuelven a aparecer diferentes
propuestas políticas dentro del Movimiento Peronista. Solo trataremos
algunos elementos de las que se construyen desde el ya definido como
peronismo revolucionario.
Las organizaciones político–militares habían elaborado sus propues-
tas estratégicas pensando a la dictadura de los “arcángeles blindados”
como la última etapa de la hegemonía de las clases dominantes en cuyo
marco las proyectadas ‘salidas políticas’ aparecían solo como maniobras
distractivas. (Flaskamp p.68). La apuesta de Lanusse, era mucho más
que una maniobra distractiva. Involucraba y ponía en cuestión a todo
el peronismo y al mismo Perón. La iniciativa de la fracción liberal de la
clase dominante no había terminado con la muerte de Aramburu. Volvía
con una audacia no imaginable cuatro o cinco años antes. En la búsqueda
261
de alternativas para darle respuesta van a construirse las diferentes pro-
puestas de las organizaciones político– militares.
La Alternativa Independiente
He marchado detrás de los obreros lúcidos
y no me arrepiento
Ellos saben lo que ellos quieren
y yo quiero lo que ellos quieren
Raúl Gónzalez Tuñon161
“La luna con gatillo”
A partir de 1971, con el surgimiento del GAN, comienza en las FAP
urbana una discusión interna que lleva al lanzamiento de una propuesta
denominada la “Alternativa Independiente de la clase obrera y el pueblo
peronista”. Uno de los protagonistas de la propuesta la califica como el
intento de construir una organización independiente de los trabajadores y
el pueblo peronista a partir de una organización guerrillera peronista, no
sé si era posible pero ese fue el camino que quisimos hacer (Raúl) .
Luego de la separación de los militantes que emigran hacia Monto-
neros, en las FAP se da un debate interno que produce un documento que
será la primera fundamentación de la futura propuesta. Conocido como
Documento Político Nº 1, en él se define al peronismo como movimiento de
liberación. Habla de la ruptura del frente peronista hacia 1953 y dos ten-
dencias que se comienzan a perfilar desde entonces. Una que exige la pro-
fundización del proceso, y la otra que confía en la continuación del mismo
por idénticos cauces. El predominio de la tendencia conciliadora lleva, en
1955, a la pérdida del poder. En esta cuestión de la reconquista del poder
el documento plantea: El general Perón llegó al poder por vía democráti-
ca. El problema de la reconquista del mismo planteado a partir de 1955,
es algo inesperado para lo cual ni Perón ni el Pueblo estaban preparados
(Duhalde…p.189). La “preparación” de Perón está relacionada con
la “preparación” del pueblo. Se termina con el fetichismo del Lí-
der que denunciaba Cooke. En el doble aspecto de este fetichismo;
tanto el de atribuirle una capacidad omnímoda e infalible para la
resolución de todas las situaciones, como en sentido negativo: el
de colocar las limitaciones políticas y estratégicas del peronismo
en las decisiones personales del Líder. Osvaldo Villaflor, lo plantea
así: el rol de Perón sintetiza por un lado las contradicciones entre las dis-
cusiones de la militancia montonera y las del PB por un lado, y por otro las
161 Esta poesía es la preferida de Raúl, uno de los testimoniantes que aportó a la re-
construcción de este debate. Recitaba estos versos cada vez que debía hacer un esfuer-
zo para recordar los documentos de su organización o las discusiones en las que había
participado. Alejado hace años de la militancia política, fue invitado a participar en
este trabajo a lo que se negó reiteradamente. Excepto para contar lo que pasó porque
puede ser útil.
262
cuestiones que hacen a lo que un compañero, dirigente gremial, llamaba el
‘estado real de la clase’, a partir de lo cual se debe elaborar cualquier estra-
tegia política de poder. (Ver anexo testimonial).
El documento plantea también lo que determinará la práctica de la
organización y principal diferencia con las propuestas “movimientistas”.
No será objetivo principal de nuestra actividad en el movimiento,
la modificación de las actuales estructuras político–sindicales, que
consideramos fruto de las reales limitaciones de las luchas populares en esta
etapa, sino la modificación cualitativa por la base que traerá como
consecuencia natural la modificación de aquellas estructuras para
adaptarse al mayor nivel de enfrentamiento”. (destacado RC).
La ampliación de este documento propone que ante la situación de
encontrarnos exigidos de plantear una alternativa político–organizativa
para el conjunto del Movimiento (…) es necesario tener una visión clara
del Movimiento, de los sectores que lo componen y los intereses que repre-
sentan. Se caracteriza al Peronismo como formado por una Tendencia
Conciliadora expresión en el seno del movimiento de la influencia polí-
tica e ideológica de la burguesía; La Corriente Combativa con críticas
genéricas a la tendencia conciliadora (…) estos sectores confluyen a dar
una respuesta superestructural a la tendencia conciliadora; La Tenden-
cia Revolucionaria Expresión consecuente de la profundización de la
práctica de la clase obrera. Respecto de Perón plantea que su política
refleja el estado de la contradicción interna del Movimiento (en-
tre Tendencia Conciliadora y Revolucionaria) En ella se integra desde la
relación con La hora del Pueblo hasta el aliento a nuestro accionar. (…)
La modificación de su política estará condicionada dialécticamente al de-
sarrollo que siga la contradicción interna del Movimiento ( resaltado RC).
De este análisis surge la propuesta de la “Alternativa Independiente de
la clase obrera y el pueblo peronista.”.
Esta propuesta, donde queda superada la visión de los burócratas y los
reformistas como “traidores” al “auténtico” peronismo es la que lleva a la
división de la mesa tripartita que mantenían FAR, Montoneros y FAP.
Así lo explica Osvaldo Villaflor. Su recuerdo del contenido del docu-
mento coincide con lo central del texto. Esto nos aporta credibilidad sobre
su testimonio acerca de los términos del debate:162
En este documento redactado por nosotros y propuesto a la discusión
de las OAP formulamos lo que llamamos la contradicción fundamental
del movimiento peronista. La definíamos como la contradicción entre la
Tendencia Revolucionaria y la Tendencia Conciliadora. A la primera
la definíamos como el activismo que intentaba expresar las necesidades
políticas y organizativas de la clase obrera y el pueblo peronista; aquí
ubicábamos a las OAP y a las agrupaciones políticas y gremiales antibu-
rocráticas y antiimperialistas. A la segunda la caracterizábamos como la
burocracia política y sindical del peronismo aliada a la oligarquía y al
imperialismo; en este polo ubicábamos a los Luder, los Cafiero, los Paladi-
162 La serie de entrevistas y conversaciones con Villaflor fueron realizadas varios
años antes de la publicación de la reseña documental de las FAP. Hasta el momento
en que se quitó la vida (1992) no había vuelto a leer los documentos.
263
no, los Matera. En medio de estos polos que calificábamos de antagónicos,
ubicábamos una corriente combativa que reivindicando los objetivos ge-
nerales del movimiento peronista, carecía de una estrategia que expresara
a la clase obrera y al pueblo peronista y se limitaba a la denuncia a los
“traidores del movimiento”.
Estos dos polos de la contradicción fundamental del peronismo es
centralmente la causa de la ruptura entre las FAP y los Montoneros y
la imposibilidad de elaborar una estrategia común. Ellos admitían con
algunas reservas este análisis pero había dos cuestiones básicas que im-
pedían elaborar una política común: como se resolvería esa contradicción
del peronismo y el rol de Perón. (...) Explícitamente ya definíamos que
Perón no podía ser el conductor de una estrategia revolucionaria.(…) La
mayoría de los que lanzamos la “Alternativa” habíamos roto con una vi-
sión esencialista y movimientista. No éramos movimientistas y tampoco
éramos ya Cookistas en el sentido de considerar al peronismo una
unidad a la que había que dotar de teoría y organización revolu-
cionaria. (destacado RC).
Con el reconocimiento de que dentro de la identidad política del pe-
ronismo existían intereses de clase opuestos y diferentes, estos militantes
inician la construcción del Peronismo de Base, entendido como una or-
ganización independiente de los trabajadores surgida de la recuperación
que hiciese la clase obrera de la experiencia de sus luchas en el marco del
peronismo.
Villaflor dice: Empezó un baile mucho más complicado que la discu-
sión con los compañeros que se fueron a los Montos. ¿Cual era el signi-
ficado de la política que llamamos de superficie? ¿Que era el PB
para nosotros , un apéndice político–militar o una agrupación
política autónoma? (destacado RC)
Con este “baile” se abre un debate de una gran riqueza política a cerca
del alcance de la propuesta del PB. Este debate trasciende a esta organiza-
ción. Aparecen planteadas cuestiones centrales que hacen a la relación de
las organizaciones político–militares con sus frentes de “superficie.” Esto
es, con las fracciones de la clase obrera y los sectores populares con quienes
se relacionan a través de su propuesta FAP que la formulamos como la contradicción entre los postulados de la
(...) se da una discusión muy polarizada al interior de las FAP y con
la dirección de las FAR. No era esta una discusión teórica, pero sí una
discusión cuya resolución determinaba prácticas cotidianas concretas (...)
por ejemplo el desarrollo de esos frentes fabriles, gremiales, barriales, es-
tudiantiles, profesionales. ¿Que tenía por objetivo? ¿Funcionar como caja
de resonancia de los hechos que producían las organizaciones militares?
¿Ser el aparato propagandístico de una organización militar que conti-
nuaba con su misma dinámica de funcionamiento, de entrenamiento y
formación de cuadros militares, con los mismos criterios de asignación
de responsabilidades? ¿O se jerarquizaban otros aspectos de la actividad
política? (...) la dirección de las FAR (...) planteaba sus dudas acerca de
la “Alternativa Independiente” y del PB pues decían que no era la más
eficaz para la construcción del ejército, y en esto, creo que tenían razón
(...) su lucidez los llevaba a descubrir que había algo en la propuesta de
264
la organización desde abajo del PB que cuestionaba centralmente a toda
la estrategia foquista que por lo menos hasta el 70 o 71 llevaron adelante
las O.A.P
La gestación del Peronismo de Base se da entre enero de 1970 y julio
de 1971 cuando se realiza en Córdoba un Congreso donde participan mili-
tantes provenientes de la desintegración de CGTA y varias agrupaciones
participantes del Congreso del Peronismo Revolucionario.
En noviembre, las FAP en una acción militar contra la guardia de un
alto jefe del ejército, lanzan la propuesta de la “Alternativa independien-
te”.
El comunicado de esta acción se conoció como el documento de la
“Alternativa”. En él se hace una apretada síntesis de las luchas de la
clase obrera peronista. Se define a la burocracia sindical y política del
Peronismo como cómplice de la dictadura militar y le pone nombre y ape-
llido. (...) la complicidad criminal de los traidores de nuestro Movimiento
con el proyecto imperialista, no es casual ni nos sorprende. El forcejeo de
Paladino o el que venga en la mesa donde se cocina el fraude, la compe-
tencia entre Miguel y Rucci para jugar el aparato sindical, ya sea tras la
consolidación del GAN o un golpe desarrollista de recambio, las trenzas
de Jorge Antonio para inventar militares peruanistas que nos vengan a
salvar, no obedecen como algunos chantas nos quieren hacer creer,
a la diversidad táctica que debe tener el pueblo peronista frente al
régimen. Son, en cambio, la expresión consecuente en el Movimiento de la
política y la ideología de las clases dominantes (Duhalde… p.230 resal-
tado RC). Otro protagonista dice: La Alternativa produce un quilombo
bárbaro en toda la militancia, significaba cuestionar al Movimiento
como una cosa única ( Juan Alfonso resaltado RC).
Al mismo tiempo (en las FAP) se conforma una nueva dirección de
la regional de Buenos Aires y se forma una dirección nacional. En el de-
bate para concretar las designaciones aparece formulada, por parte de
los redactores del comunicado anterior, la contradicción principal de la
organización. Junto con la contradicción del movimiento peronista –de
la que te hablé– habíamos elaborado la contradicción principal de las
Guerra Popular Prolongada para la toma del poder y la construcción del
socialismo y la práctica foquista que en ese momento estaba desarrollando
la organización. El interrogante que quedaba planteado es claro, ¿qué era
lo que veníamos haciendo hasta ese momento? (Osvaldo Villaflor).
Esta propuesta de la “Alternativa Independiente” significa el fin de
la confluencia de las OAP pero no significa que los “Alternativistas” tu-
viesen resuelta su política. 1973 nos encuentra en pelotas, con el re-
torno del Viejo no sabíamos que hacer homogéneamente. El otro
quilombo fue con la violencia. Las agrupaciones frente a un conflicto
tenían su propia dinámica; en un conflicto en teléfonos había más de 100
compañeros participando, llegó la tecnología guerrillera y cagó todo. Con
un solo hecho violento el conflicto se ganó pero la participación fue nula y
la agrupación prácticamente se disolvió. Dos o tres se integraron al apara-
to y punto final a todo el laburo en el frente (Juan Alfonso resaltado RC).
265
 La discusión interna sobre el “foquismo” produce una nueva ruptura
en las FAP, donde partir de este momento se da un proceso que ha sido
caracterizado como “ideologista” o de “refugio en las bases”.163 No es una
cuestión menor la que aparece. El mismo protagonista la define de esta
manera: En el 74 yo era delegado y me lo cuestionaban. Tenía como línea
construir la “Agrupación Obrera”; debía ser un grupo de pocos compañeros
clandestino o semiclandestino dentro de la fábrica que excluía el estado de
muchos compañeros (núcleo duro se decía). Yo pienso que era más por
militarismo que por ideologismo; hacían falta grupos cerrados y clan-
destinos para llevar adelante el militarismo fabril. El cuestionamiento
al rol de los “fierros” y la demanda de una política de masas es muy fuerte
en el 74/75 cuando caigo en cana y sigue en la cárcel (En Bagley fue el pri-
mer triunfo del método FAP–PB en Buenos Aires, fue un conflicto grosso
que empieza por salarios y condiciones de trabajo; la patronal despide y
cambia el eje. Con un secuestro se resuelve el conflicto y lo que yo llamo el
‘Baglismo’ se impone en el PB de Buenos Aires (...) La fórmula del ‘Baglis-
mo’ era ‘conflicto y opereta’ (llama opereta a las operaciones militares)
(Juan Alfonso). Otros testimonios (Pichi delegado general de una fábrica
textil del gran Buenos Aires y Pigua, delegado de un frigorífico, ambos
militantes del PB) coincidieron con el testimonio de Alfonso en señalar
que los niveles de enfrentamiento armado no estaban acompañados de
una “construcción que fuera creciendo poco a poco” (Pichi).
Otro protagonista sintetiza la cuestión en términos que exceden esta
breve reseña. En esta discusión sobre el foquismo estaba puesta en cues-
tión una concepción de la vanguardia, de la estrategia guerrillera como
forma de acumular poder que involucraba a todas las organizaciones gue-
rrilleras. En las FAP por lo menos llegó a discutirse. (O.Villaflor).
Esta propuesta del PB, ha sido caracterizada con razón como “fe-
derativa” (Raimundo p.9). En todos los testimonios (los citados por este
autor y los que hemos recogido), aparecen los motivos políticos de esta
característica. Es una organización a construir que no es “tu” orga-
nización. Se nos acusaba de basistas porque nosotros decíamos que la
organización debía representar la forma de construcción que era accesible
al pueblo.(…) Eso te modificaba toda tu práctica, toda tu visión de cómo
te parabas frente a la realidad. Porque vos sacas un volante o participas
de un conflicto, o haces una acción armada y tenés que estar verificando
permanente si acertaste o no, como lo tomaron aportamos, no aportamos,
una discusión permanente sobre qué es lo que estamos haciendo. Quien
tiene la posición del partido de la clase ese problema ya lo tiene
resuelto: En última instancia es una concepción casi religiosa. Es
decir, reemplazan a Dios y ponen a la herramienta científica, o a
163 Raúl relata en su testimonio: Cacho El Kadri, al salir de la cárcel, me hablaba
pestes del ideologismo y del internismo de los “alternativistas”; me terminó las críticas
diciendo: ‘además negaban a Perón y a la lucha armada’. Por eso hay que separar la
paja del trigo, y ver detrás del vidrio: si poner en tela de juicio la práctica foquista y
afirmar que una estrategia que expresara los intereses de los trabajadores debía ser
independiente de la política pendular de Perón, era ser ideologista, yo era ideologista y
a mucha honra. (entrevista)
266
la clase obrera, por lo que son concepciones que se justifican a sí
mismas. Las acciones están justificadas en sí mismas (Guillermo ex
militante de las FAP en Raimundo…p.8 resaltado RC).
Juan Alfonso se refiere a estas cuestiones: Se construía a partir de
cada realidad porque la Alternativa la teníamos escrita pero nada
más. Cuando salió la Alternativa, en O.P. 17 se fueron 400 o 500 mili-
tantes. Quedamos los 20 originales. Todos los militantes estudiantiles se
van a los Montos. En los barrios no queda casi nada. Todo se vuelca a las
agrupaciones fabriles más fuertes textiles, metalúrgicas y de mecánicos.
Sumados al PB la construcción fue fábrica por fábrica, frente por frente.
Cada agrupación tenía su propia dinámica. Fue una política de cuadros
no de masas. Los Montos tuvieron una política de masas, no sé si brillan-
te, pero la tuvieron. En las FAP no hubo una política de masas. Pero ¡Ojo!
Eso de que nos “refugiamos en las bases”… en las fábricas teníamos base.
Yo en una fábrica de 700 laburantes (metalúrgica Flamini de San Martín
donde era delegado) vendía 150 “Con Todo” (órgano del PB) los vendía, no
los regalaba ni tiraba en el baño. Siempre se respetó al que representaba
a un frente, eso fue bueno. Por ejemplo, en el acto del 1º de mayo del 74
( que hicimos sin pelearnos con Perón) no pudo hablar Ortega Peña
porque no se representaba más que a él. Le teníamos mucha desconfianza
a los jetones que chapeaban a costa del laburo ajeno. (...). Pero no tuvimos
una política de conjunto”. Otro militante, que fue dirigente gráfico, es ca-
tegórico: “No pudimos construir una política que vinculara un frente con
otro o que sumara más allá de las agrupaciones, que trascendiera lo
específico de cada frente. Éramos el PO (Partido Obrero) con escopeta.
No tuvimos tiempo de mejorar eso; la burguesía sabía que tenía
que pegar rápido y lo hizo (Bere resaltado RC).
Las agrupaciones del PB tuvieron diferentes orígenes y se desarrolla-
ron según su realidad particular. Unas fueron surgiendo de la adhesión
de agrupaciones de base, fabriles, sindicales y barriales. Otras, fueron
impulsadas desde la estructura militar, muchas a través de la “proletari-
zación” de militantes. La organización federativa no fue sólo regional. Los
diferentes orígenes marcaron diferentes prácticas y rumbos políticos que
siguieron a las divisiones de las FAP. Cuando se produce la división de
fines de 1972 las agrupaciones de base que siguen a los que son separados
lo hacen prevenidos del foquismo obrero. La fórmula definida por un mi-
litante como: ya se veía venir la fórmula ’conflicto y opereta’ .En gráficos
donde había compañeros proletarizados esto se dio. Conflicto y pedir al
aparato militar que intervenga. (Juan Alfonso).
Otro militante aporta en este mismo sentido: a mi no me cuestiona-
ban el ideologismo (…) sino el ‘basismo’ o el ‘democratismo’ porque había
dicho, y lo cumplía en mis responsabilidades, que quienes decidían el en-
frentamiento en un frente eran los compañeros de ese frente y no el aparato
militar. Y había dicho que no se podían inventar conflictos para satisfacer
las necesidades del aparato militar (Raúl).
En la decisiva coyuntura del retorno de Perón esta militancia no
había logrado una propuesta común, lo que quedó evidenciado en los
diferentes fraccionamientos que sufrió. Desde 1974, cuando impulsa la
267
propuesta del “Poder Obrero”, los testimonios con diferentes énfasis nos
hablan de la dificultad de ubicar la lucha armada guerrillera en la pro-
puesta que impulsaban. No tenían todavía resuelto lo que postulaban en
su “documento Nº 1” tratar de incorporar a las luchas reivindicativas mé-
todos similares a los de la guerra revolucionaria (De Taco Ralo... p.34).
La Juventud Peronista
Perón conduciendo, las bases combatiendo
Consigna Montonera
La “Hora del Pueblo” era, para los Montoneros una maniobra táctica
destinada a mantener al régimen en la mesa de negociaciones mientras
el Movimiento profundizase niveles organizativos y sus métodos de lucha
para emprender las próximas etapas de la guerra y consideraban que Pa-
ladino confundía la táctica con la estrategia. (Cristianismo y Revolución
nº 30).
Según el testimonio de Osvaldo Villaflor testigo y protagonista de
los debates entre las FAP y los Montoneros Los Montoneros medio a re-
gañadientes , pero aceptaban esa contradicción que formulábamos: ( se
refiere a la caracterización del peronismo como un movimiento dividi-
do entre una Tendencia Conciliadora y una Tendencia Revolucionaria,
expresiones de los intereses de la clase dominante y de la clase obrera
respectivamente) la contradicción insalvable reconocida por ambas orga-
nizaciones es que ellos planteaban (coherentes con su visión del peronismo
como movimiento de liberación y de Perón como conductor estratégico de
su lucha) que la forma de resolverla era ocupar la superestructura política
y gremial del peronismo. Erigirse en lo que en la terminología justicialista
se llamaba en vida de Perón, el Comando Táctico del Movimiento. (...)
Cuando lanzan la propuesta de la Juventud Peronista la entienden como
la ‘cuarta rama’.
A fines de 1971, Perón designa a Cámpora como su delegado, lo que
parece demostrar que su juego pendular se vuelca hacia el ala radicaliza-
da de sus seguidores.
Durante el primer semestre de 1972 se desarrollan una serie de mo-
vilizaciones caracterizadas por fuertes enfrentamientos con la represión
y una creciente politización de diferentes sectores sociales. En abril se
produce el Mendozazo, con un saldo de 2 muertos, más de 500 detenidos
y una concentración de 30.000 personas donde participan obreros, docen-
tes y vecinos. Se producen movilizaciones obreras y estudiantiles en Tafí
Viejo, Tucumán, en General Roca, Río Negro y en Malargüe una remota
villa del sur mendocino.
La creciente movilización obrera y popular y el accionar de las orga-
nizaciones guerrilleras llevan a un retroceso objetivo del Partido Militar.
Los Montoneros se convierten en la expresión mayoritaria del hostiga-
miento a la dictadura. Su efectividad en la movilización agitativa está
dada por el reconocimiento incondicional del liderazgo de Perón y el sos-
268
tener su retorno como bandera innegociable. Esta capacidad de movilizar
a las bases peronistas combativas se potencia a medida que la dictadura
busca una “salida” política y Perón la hostiga con el ala radicalizada de
su Movimiento.
Su primera propuesta política es el lanzamiento de la Juventud Pe-
ronista como “Cuarta Rama” del Movimiento Peronista. (las tres origi-
nales son: Política, Gremial y Femenina). En junio de 1972 se realiza el
proceso de reunificación de los diversos grupos de Juventud Peronista
en una estructura nacional conformada por siete regionales, con una di-
rección nacional, encabezada por Rodolfo Galimberti, quien había sido
designado por Perón representante de la juventud en el Consejo Superior
Justicialista. (Anzorena p.214).
Esta estructura pasó a denominarse Juventud Peronista Regionales.
Integra en una estructura centralizada a todos los grupos barriales que
venían agitando con la consigna del “Luche y Vuelve” desde un año atrás.
Su propuesta convocó masivamente a los sectores de base del peronismo
combativo. Centró su práctica en la movilización con base territorial y
el apoyo propagandístico como la prolongación de “superficie” de las or-
ganizaciones armadas peronistas. A partir de la segunda mitad del año,
producida ya la ruptura de las OAP, sólo de FAR y Montoneros.
El 9 de julio, en el acto de lanzamiento de la Regional 2 de Santa Fe
ante la presencia de más de 2.000 jóvenes se lee un documento que decía:
Esta Coordinadora de JP no se organiza para hacer hermosas declaracio-
nes ni pacíficos actos (…) La unidad en que estamos empeñados contem-
pla un aspecto táctico, que significa dotar a Perón de una herramienta de
guerra (…). La estrategia de la Guerra Revolucionaria se entiende con el
enfrentamiento integral entre el pueblo organizado y sus enemigos. En-
frentamiento que comprenda todas las formas de lucha, violentas y no
violentas, en todos los ámbitos, en la fábrica, en el barrio, en la univer-
sidad, en la calle y en el cual todo peronista tiene un lugar de combate
con un solo objetivo: contribuir a la construcción del Ejército Peronista.
(Anzorena, p.215)
El 28 de julio, la JP Regionales realiza un acto en la cancha de Nueva
Chicago en el barrio de Mataderos. Se leyeron comunicados de las orga-
nizaciones Montoneros, FAR y Descamisados. El cierre del acto fue un
combativo discurso de Cámpora.
En agosto el ERP, las FAR y Montoneros organizan la fuga del penal
de Rawson. El hecho termina con la fuga a Chile de seis de los máximos
jefes guerrilleros y con el asesinato a mansalva, en una base de la mari-
na, de 16 de los prisioneros que no logran fugar.164 La masacre de Trelew
164 El 7 de julio Lanusse había puesto plazo hasta el 25 de agosto para que Perón
volviese al país y presentara su candidatura. Según el testimonio de Delfina, mili-
tante de las FAP, prisionera en Rawson, en el penal se dio una discusión que es poco
conocida entre las organizaciones armadas: “el ERP estaba convencido de que Perón
iba a volver y la fuga era para impedir que hubiera elecciones. Querían a toda
costa que participáramos de la fuga las y los peronistas. Para ellos era muy importante
que las organizaciones peronistas participaran firmando. Por la fecha del 25 de agosto
debieron acelerar la fuga. Tuvimos dos meses de discusiones que fueron muy ricas (…)
Yo las recuerdo como muy provechosas. Con las peronistas hubo discusiones sobre
269
desató una ola de indignación muy generalizada y aumentó la simpatía
popular hacia los guerrilleros. El Justicialismo brindó su sede central
para el velorio de tres de los muertos, dos de los cuales pertenecían al
ERP. La Policía Federal interrumpió la ceremonia fúnebre derribando la
puerta del local con una tanqueta y secuestró los cadáveres.
La magnitud de estos hechos polarizó aún más la confrontación entre
el gobierno militar y el peronismo. Se produce la ruptura de las negocia-
ciones entre Lanusse y Perón.
En un mensaje con motivo del 17 de octubre, Perón afirma su deci-
sión de volver al país. El 2 de noviembre, Cámpora designa como Secre-
tario General del Movimiento Justicialista a Juan Manuel Abal Medina,
hermano del fundador de Montoneros. “Su apellido despierta en el Mo-
vimiento los ecos más emocionantes”. Las palabras de Cámpora, al de-
signarlo sonaban como música celestial a los oídos de muchos militantes
montoneros. Uno de ellos hacia fin de año supo decir: “ya en el Movimien-
to después del Viejo estamos nosotros” (José L. Nell).
Luego de su primer retorno, Perón designa a Cámpora como el can-
didato presidencial, lo que desata las iras de los jerarcas sindicales que
apostaban por Antonio Cafiero. Esto fortalece la alianza del “Tío” con las
huestes juveniles. Así se potencia campaña del “Luche y Vuelve”. Con la
consigna de “Cámpora al gobierno–Perón al Poder” y gran radicalización
de las consignas, las tareas para la campaña electoral del FREJULI se
convierten en el centro de la actividad JP/Montoneros. estrategia de Perón” y lograr el “trasvasamiento generacional sin fractu-
Montoneros, FAR y Descamisados ya en proceso de integración “ha-
bían unificado sus posiciones y supeditado su accionar al conjunto del
Movimiento bajo la conducción del General Perón” (Anzorena p.229). Así
su capacidad de accionar militar y su condición de protagonistas casi ex-
el foquismo (en esa quedé aislada) y con el ERP sobre el peronismo que fueron
encarnizadas. Parecía que odiaban más al peronismo que a los milicos. No sa-
lían de la definición de “Bonapartismo sui generis” Desde la concepción del “guerrillero
heroico”, (una idea que salió de las discusiones no me acuerdo de quién pero que ellas,
(el ERP), aceptaban como buena) extremizaban la situación y querían provocar un
hecho que despertara a las masas a las que consideraban cautivas de Perón. Lo mismo
adentro, agudizaban las contradicciones con los guardias y las autoridades siempre.
Había criterios de fondo diferentes sobre quién es el sujeto de una revolución.
Y de lo que era estar en cana. Para nosotros la lucha principal era la que ha-
cía el pueblo afuera. Nos llegó un mensaje de que la organización (FAP) no operaba
con el ERP por diferencias políticas y que la libertad de fuga no se negaba a nadie; que
decidiéramos nosotros. Decidimos que participe un compañero que estaba muy jodido
judicialmente. Como no había acuerdo político, por solidaridad de presos lo ubicaron
en el último grupo para salir (destacado RC).
Los testimonios no son claros sobre como y por qué deciden las FAP no participar. Pata
dice que: “la relación con las otras orgas. ya estaba jodida y no nos invitaron”. Osvaldo
Villaflor menciona discusiones sobre la participación o no de las FAP que no profundi-
zamos en las entrevistas. A Raúl le parece que se discutió acordando no participar si
aparecía la propuesta de participar en algo por parte del ERP pero no recuerda si la
propuesta llegó o no. Sí manifiesta críticas muy duras a los que se fueron en el avión.
“Dejaron a pie a sus propios compañeros (…) no podían explicar cómo a tres años de
haber comenzado a operar, sus organizaciones tenían a sus direcciones presas y tenían
que hacer si o sí esa operación a cualquier precio para salvar su continuidad.” (Testi-
monio).
270
clusivos de la movilización pre–electoral, se orientan a la negociación con
la superestructura del Justicialismo. Los máximos dirigentes se reúnen
con Perón y participan directamente en la designación del 25% de los
cargos que les corresponden como “Cuarta Rama”.
La coincidencia entre la política de Perón y los Montoneros crece a
medida que se radicaliza la campaña electoral. En febrero, el gobierno
propone al FREJULI cinco puntos que planteaba la relación entre el fu-
turo gobierno constitucional y las Fuerzas Armadas. Entre ellos se pro-
ponía descartar la aplicación de “amnistías indiscriminadas”. Este do-
cumento fue rechazado por el Secretario General del Justicialismo, Abal
Medina: “El único pacto de garantías que tenemos es con los explotados de
esta tierra y con los mártires de nuestro movimiento– cuya sangre no será
negociada– para acabar con el imperialismo y el capitalismo” (Anzorena
p.235).
Luego de las elecciones del 11 de marzo, comenzaron la organización
y los actos de lanzamiento de la nueva estructura. La Juventud Univer-
sitaria Peronista (JUP), la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), la
agrupación femenina Eva Perón. El 28 de abril lanzan su propuesta para
el Movimiento Obrero. La Juventud Trabajadora Peronista (JTP), en un
acto frente a 8.000 personas se presenta como “una rama autónoma no
dependiente de la Juventud Peronista” y se fija como objetivo de la agru-
pación “llegar a la dirección de los gremios para ponerlos al servicio de la
rar las estructuras actuales”. (Cullen .. 1968/71 Taller…).
El 8 de junio, se firma el Pacto Social entre la CGE y la CGT primer
paso de la política de Perón. Volvía la estrategia de alianza con la burgue-
sía industrial del Vandorismo. Ahora, ante el desprestigio de los jerarcas
sindicales, dependiendo exclusivamente del peso político de Perón. 165
Con la llegada de Cámpora al gobierno, los Montoneros se proponen
superar la actividad barrial–agitativa de la campaña electoral. Y vuelcan
la mayor parte de sus esfuerzos militantes hacia los trabajadores. Agru-
paciones y activistas en conflicto con las jerarquías sindicales adhieren a
la nueva agrupación en busca de apoyo y lo reciben.
Con el “Devotazo” se había roto una de las condiciones puestas por
el gobierno militar para llegar a las elecciones. Se demostraba que el sis-
tema institucional era vulnerable frente a la movilización. En creciente
clima de agitación y ocupaciones de lugares de trabajo se llega al 20 de
junio fecha del retorno definitivo de Perón al país. Ese día se produce el
ataque a campo abierto contra los dos o tres millones de personas que
esperaban a su Líder.
165 José Rucci era el hombre para la estrategia de Perón. El 21 de enero, una Asam-
blea de 6.700 obreros de SOMISA en San Nicolás había decidido retirarse de la UOM
en repudio a la dirigencia. San Nicolás era la seccional donde había sido enviado como
interventor por Vandor en la década del 60 y SOMISA era la empresa que se conside-
raba el bastión de Rucci, aunque nunca hubiese trabajado en ella.
271

Ezeiza– El Peronismo la subversión y el orden
Lo sucedido el 20 de junio de 1973 en Ezeiza, ¿fue una confrontación
interna del peronismo? ¿Una disputa por el palco entre Montoneros y bu-
rocracia sindical y política? Estas son las explicaciones más difundidas.
En primer lugar, los Montoneros no iban a ocupar el palco. Pocos
días antes se hizo una reunión entre dos integrantes de las FAP 17 de
octubre y dos de Montoneros. Los jefes Montoneros, ante el pedido de que
no se entorpeciese lo que debía ser una fiesta popular aseguraron que
solo querían ‘entornar’ a Perón colocarse en la primera fila frente al palco
porque a Perón lo trajo la juventud y el Viejo lo debe saber y Fueron ad-
vertidos del casi seguro ataque desde el palco que se estaba preparando
y advertidos de que no se podía usar al pueblo de bosque ante un enfren-
tamiento armado. Respondieron que no iba a haber ningún ataque y
que iban a entrar por un lugar donde no hubiera gente y 4 o 5 chabones
no nos van a parar, los reducimos y seguimos.(José L. Nell). Según
el testimonio no hubo acuerdo. Los Montoneros preveían la posibilidad
de heridos por alguna escaramuza menor pero de ninguna manera un
ataque abierto.166
La confrontación entre las patotas de la Juventud Sindical
Peronista y las agrupaciones de los Montoneros no fue la que
provoca el ataque desde el palco. Un militante de todas las etapas
de la Resistencia, que marchaba con la columna Sur de Montoneros, re-
lataba:: “a los muchachos de la JSP los encontramos antes del palco, los
pechamos y pasamos. Hubo algunos ‘tirones’ pero pasamos. Si a algunos
yo los conocía del barrio y de la fábrica. El asunto bravo vino después”.167
166 Según el testimonio de David Ramos, él y Envar El Kadri participaron por las
FAP 17 y Dardo Cabo y José Luis Nell por Montoneros haciendo de nexo entre ambos
Carlos Caride. La reunión duró entre 3 y 4 horas. La idea era parar el intento de ellos
de copar el palco. No se llegó a acuerdo ninguno, respondían que no iban a copar el
palco y descartaban un ataque Solo colocarse frente al palco. Ante otra advertencia de
que en sindicatos como SMATA se acumulaban armas para un ataque Nell lo desechó
y atribuyó el aviso a una visión negativa sobre los compañeros que están en los sindi-
catos más fuertes. (Relato de Lucía Cullen, esposa de Nell, en 1973).
David Ramos y Envar Cacho El Kadri eran integrantes del grupo detenido en Taco
Ralo. El Kadri militante histórico de la JP desde 1959 y líder del MJP, hasta 1968,
formó las FAP “17 de octubre” al salir de la cárcel por sus diferencias políticas con los
“alternativistas”.
Carlos Caride otro militante histórico de la JP desde 1959/60, fue amigo y compañero
de El Kadri, actuó siempre en forma independiente identificado con las FAP. Según
pintadas callejeras murió en un enfrentamiento integrado a los Montoneros.
José Luis Nell fue militante del MNRT, de los Tupamaros y de Montoneros, quedó
totalmente paralítico a causa de un tiro en la cabeza recibido en la concentración de
Ezeiza. Se suicidó en 1974.
Dardo Cabo (ver datos en página 242)
167 Roberto Miguelez militante sindical y de todos los intentos de la Resistencia Pero-
nista. Habitante de Lanús, estuvo estrechamente vinculado a la columna Sur de Mon-
toneros. Marchaba junto a José Luis Nell y Lucía Cullen en el frente de la columna.
Falleció hace pocos años luego de ser concejal por el Partido Justicialista.
272
Después de la JSP estaban los mercenarios franceses contratados por
Ciro Ahumada, que disparaban sus poderosas metralletas gritando en su
idioma y los tres mil hombres de “personal de seguridad” contratados por
Osinde. Éste ya le había garantizado al gobierno militar en retirada que
el peronismo “no seguiría un rumbo revolucionario” (Verbitsky p.53).
Hizo falta dinero y tiempo para organizar la represión. Entonces:
¿Quiénes habían financiado y organizado esta poderosa fuerza mili-
tar? ¿Los que ya pensaban en 1976 y buscaban demoler el Pacto So-
cial o, los que querían garantizarlo disciplinando a la clase obrera?
La pregunta no es ociosa. Su respuesta aporta para la comprensión de los
alineamientos sociales en las luchas obreras de 1975 y posteriores.
Desde 1968 la lucha social venía en ascenso y la clase obrera tenía la
iniciativa. La realización de las elecciones y la firma del Pacto Social no
habían detenido ni amenguado la movilización popular. El retorno de Pe-
rón mucho menos. El Pacto había pasado sin demasiada trascendencia;
los otros eran triunfos populares y los triunfos alientan por más.
El Pacto Social del Peronismo Original había llegado a su límite con
el Congreso de la Productividad. En 1973, el desarrollo capitalista y el
avance de las luchas obreras contra el avance del capital lo demuestran
inviable.
Mientras la movilización popular y la lucha guerrillera fueron coinci-
dentes con la política de Perón, su nombre era el nombre común de todas
las clases que albergaba su movimiento y muchas políticas diferentes y
aún antagónicas, podían crecer bajo su amparo. La conciliación de intere-
ses opuestos se realizaba en torno a la figura del Líder y bajo el reconoci-
miento de su conducción política.
El 20 de junio estalla la batalla de clases que el peronismo ocultaba
en su interior; el nombre único de Perón cobró múltiples significados. Era
al mismo tiempo la “subversión” y el orden capitalista.
Para el conjunto del pueblo peronista este retorno significaba el re-
torno a las condiciones de vida y de trabajo rotas en 1955. Los millones
de personas que fueron a recibir a su Líder iban a buscar cada uno de
ellos a su Perón. Pero ninguna iba a aceptar menos que eso. Por ello su
reivindicación era subversiva para esa etapa del capitalismo.
Era también el orden de al menos un parte del capital; el Pacto Social
para intentar su posibilidad debía poner coto a la movilización. La opción
de Perón fue clara en defensa de su propuesta que nunca abandonó. El
21 de junio advertía: Los que ingenuamente piensan que pueden copar
nuestro movimiento o tomar el poder que el pueblo ha reconquistado, se
equivocan. También anunciaba. A los enemigos embozados y encubiertos o
disimulados les aconsejo que cesen en sus intentos porque cuando los pue-
blos agotan su paciencia suelen hacer tronar el escarmiento”. Al iniciar
el camino del disciplinamiento a la movilización popular el Líder
iniciaba el ataque a su propio proyecto.
Ser la representación mayoritaria de las bases peronistas moviliza-
das es lo que permite a los Montoneros negociar con Perón. Estaban dis-
puestos a ubicarse en la política del Pacto Social pero al mismo tiempo
se nutrían de la clase obrera y las fracciones populares movilizadas, que
273
tenían exigencias que rebasaban a esta propuesta.
Esta contradicción entre representar a la “subversión” y pretender el
orden inviable de la “Reconstrucción Nacional”, será la contradicción que
acompañará su práctica a partir de entonces. La primera de estas contra-
dicciones es su explicación de que el ataque estuvo dirigido a impedir el
encuentro del Líder con su pueblo. Es tan ingenua como su incapacidad
de percibir que fuerzas se ponían en juego con el Retorno era desconocer o
negar que la lucha de clases atravesaba al peronismo, incluido su Líder.
Estaban dispuestos a la “lealtad” más absoluta, las “genuflexiones
exageradas” (Vélez) para encuadrase en la política del Pacto Social. Esto
no podía resolver la contradicción. No la pudo resolver el peronismo en
1955; ni su dirección, ni los trabajadores. Tampoco el vandorismo más
adelante. Disputar la conducción del peronismo tratando de avanzar en
el control de su superestructura los llevará a reproducir en su seno las
formas y las técnicas del poder establecido, antes que generar su cuestio-
namiento y desarrollar variantes alternativas de práctica y participación
política. (Calveiro Política y... p.135).168
¿ Cómo se resolvía esa contradicción entre ser la representación ma-
yoritaria de la movilización popular y al mismo tiempo encuadrarse en la
política del Pacto Social y la obediencia ciega a la política de Perón ?
Esto implicaba replantearse por completo una política que los lleva-
ba a plantear la liberación nacional y social en el seno de una alianza (la
peronista) que contenía en su interior intereses de clase antagónicos y
estaba por lo tanto objetivamente perimida para tareas de esa enverga-
dura. Dice Flaskamp: “Varios factores confluyeron para que no se siguiera
este camino. Uno de los elementos centrales fue la persistencia de FAR y
Montoneros de la concepción de guerra que trababa la capacidad de ma-
niobra. Otro fue la voluntad de poder: esas organizaciones habían alcan-
zado, precisamente en el papel de vanguardias armadas, un poder político
al que no querían renunciar, ni aceptaban verlo disminuido por imposi-
ción de necesidades tácticas”.(p.82). Poder y guerra. En tres años, una
organización formada por un grupo de jóvenes –con las características
ideológicas que sintetizaba con lucidez Ignacio Vélez– se había convertido
en interlocutora del Líder más importante del siglo XX en Argentina. Ha-
168 Vélez menciona la negociación de la dirección Montonera con la UOM para el
levantamiento de una “huelga fabril que impulsaban compañeros de la JTP a cambio
de uno o dos lugares en una lista de diputados”. La Gallega, militante de zona sur e
integrante de la columna montonera hasta el 1974, relató que en el momento de con-
cretarse la unidad entre FAR y Montoneros “se sube de nivel a un montón de gente sin
nivel político para nada ni nivel militar para nada Y ¿Cual era el criterio? Lo que se
había acordado entre las dos organizaciones era que se definían los puestos de mando
según la gente que tuviese cada organización en una zona Para decir yo tengo 50 en
esta base vos tenés 30 yo políticamente mando. Yo en este territorio tengo 50
personas de este nivel y vos en este territorio tenés 25 de ese nivel. . Entonces
se crean Unidades Básicas de Combate pre–UBR (…). Gente sin preparación militar
un engorde para negociar mejor con las FAR para cagarlos Lo importante era
tener territorio ocupado por nosotros (énfasis).” Nosotros somos los dueños de este
territorio y tenemos gente aquí. Entonces el puesto nº 1 es nuestro. Nosotros
vamos a dirigir acá(…)
274
bía sumado a su causa a gran parte de la mejor militancia producida por
las luchas del peronismo antiburocrático y antiimperialista. Como dice
Osvaldo Villaflor de las propuestas de las FAP y Montoneros: “nos faltó el
tiempo para un proceso de proletarización ideológica, no en el sentido de
irse a trabajar a una fábrica, sino de construir un nuevo tipo de práctica
política y un nuevo tipo de militante acorde con esa práctica”.
Si faltó tiempo o decisión política o ambas cosas, para ese proceso es
un debate abierto. Lo cierto es que el debate acerca de la lucha armada se
resolvió a favor de hegemonía de la elite armada (Villaflor). Quiere decir:
del militarismo externo e interno. Este debate fragmentado e inconcluso
aparece en los testimonios de “Alternativistas” y “Movimientistas”. La
mayoría lo asocia con la disputa por el poder al interior de una organiza-
ción. Acompañado de un progresivo reemplazo de la política por la acción
militar. Militarismo en la política hacia los trabajadores con acciones de
envergadura que fortalecen económicamente a la estructura militar pero
que tienen consecuencias negativas para los trabajadores y los militantes
obreros en su trabajo político Militarismo decidido desde la estructura
militar, que está apoyado, como plantean los testimonios por los sectores
pequeño -burgueses (estudiantiles), que adhieren a su propuesta.169.
169 Hugo militante de la JTP, del norte del gran Rosario dice: “Existió siempre la con-
tradicción entre la militancia de la lucha armada y la experiencia de los obreros en las
distintas Comisiones Internas de las fábricas y sacar compañeros de los frentes para el
aparato militar(…) En mi frente gremial se construyó la JTP en un planteo de alianza
con el PB y fuerzas de izquierda; entonces se diluía el proyecto montonero solo se
aceptaba el apoyo militar frente a la violencia de las patronales si era consensuada con
el quehacer gremial. A nivel estudiantil no era lo mismo los estudiantes se prendían
en el Montonerismo(…) Con la militancia obrera de base se da un doble juego
a medida que se comprometen con la estructura militar se alejan de la base.
Para reproducir sus condiciones de existencia y de militancia dependen cada vez más
del aparato militar.(…)
Se convierten en “empleados” de la organización. El presidente de la Comisión Interna
de Sulfacid se clandestinizó y se exilió en España con sus diez hijos, participa de la
“contraofensiva” y lo desaparecen solo por la dependencia económica con la organiza-
ción, porque tenía grandes diferencias con eso.
De pasar a ser apoyo a la lucha en fábrica, frente a la ofensiva de las patotas
de la burocracia y las patronales, fue instalada una práctica que tenía su
propia dinámica.. Cuando se hizo el secuestro de los Born nadie sabía nada,
fue muy provocativo para la empresa, provocó una bronca de clase muy grande y
una gran represión territorial. Los militantes de la zona no conocían nada y tuvieron
que bancarse las consecuencias represivas. La “Chancha” López presidente de la C.I.
de Sulfacid se clandestinizó y no pudo tener más vínculos con sus bases, que le cues-
tionaban el hecho. (...) Además los Montos querían peronizar a una clase obrera joven
formada en la lucha gremial con una gran heterogeneidad y que no venía de la expe-
riencia peronista clásica.(...)
No creo que se trate de una oposición por el origen social aunque como te dije los es-
tudiantes se prendían mucho en el “montonerismo”…la fascinación con lo militar. Las
prácticas se dialectizan: el origen de grupo social no prefigura todo pero se instaló
una práctica y no se pudo dirimir el debate que fue permanente.
Raúl Magario miembro de la conducción de Montoneros, refiriéndose al secuestro de un
directivo de Mercedes Benz dice: la política la fijaba la conducción nacional no era nece-
sario consultar, no era necesario coordinar. Para varios de los delegados el secuestro
provocó confusión se pensó que era una provocación de SMATA y la empresa. (Película
275
 Militarismo que unido a la puja por la superestructura del Movi-
miento Peronista lleva a la degradación de los objetivos políticos postula-
dos. A prácticas que emparentan a sus responsables con las del enemigo
que están combatiendo. Solo pueden calificarse así la adopción de con-
ductas represivas con los militantes que plantean diferencias políticas,
y el desprecio por la vida que demuestran los “cálculos de guerra” de su
principal jefe (Calveiro “Poder…p.141) y el abandono en manos de la re-
presión de cientos o miles de militantes.170
“Milagros no hay” de Gabriela Weber y debate con delegados de Mercedes Benz en Cá-
tedra DDHH de la facultad de Filosofía y Letras U.B.A.). Pichi militante del PB y ex
secretario de la Comisión Interna de una fábrica textil del gran Bs.As. en sus críticas
a las FAP coincide con las críticas que hacen militantes de la JTP, dice: no se respetó el
crecimiento paso a paso, se resolvía una Operación y yo después tenía que poner la cara
en la asamblea. No quiere decir que los compañeros no simpatizaran con lo que
se hacía, sino que después había que seguir y te quedabas solo.
Raúl vincula el debate por el foquismo directamente con la puja de poder al interior
de las FAP y reivindica el respeto para con los compañeros de un frente sobre las de-
cisiones. Y como vimos antes relata que fue acusado de “basista” y democratista” por
esto. Algo similar dice Lewinger cuando relata su discusión con Horacio Mendizábal
de la conducción de Montoneros sobre la desconfianza de éste a la autonomía de los
diferentes grupos de “milicianos que desarrollaban trabajos de base porque “veía en
ella el riesgo de la disolución de la estructura de Montoneros”. (p.221). Muñe,
militante de la JTP ferroviaria del partido de San Martín en el gran Buenos Aires, es
más categórico en la visión de clase: Cuando como grupo barrial de JP nos integramos
a los Montos se desarmó todo. Mandaron un jefe (oficial) que venía de la universidad,
era el que “bajaba” lo que había que hacer a lo que no era controlado por la orga,
le cortaban las patas .La política la planteaban ellos.(…)A mí como trabajaba en el
ferrocarril me mandaron a formar la lista Naranja que no tenía diferencias con la
agrupación en que yo estaba pero lo tenían que controlar ellos. Desde el principio me
pareció raro que no había laburantes que fueran oficiales. Mi conclusión es que la
estructura era clasista muy pocos laburantes eran oficiales, solo los que venían de
una estructura sindical con poder (nombra aquí a un dirigente de la UOM) los labu-
rantes eran los milicianos y los aspirantes .(Cuaderno 1968/71 Taller) Este testimonio
coincide plenamente con el testimonio de un militante de Rosario Las autoridades de
la JTP eran oficiales mayores u oficiales primeros, salvo algún caso, suponete el negro
Aguirre que era un personaje en ATE( …) estaba en Montoneros pero lo respetaban en
algunos criterios personales. (Aguila, Viano p.186)
170 Gregorio Goyo Levenson, militante comunista. En 1945 se suma al peronismo. En
la década del 70 participa con sus hijos y su esposa en las FAR y luego en Montoneros.
Ambos hijos murieron en combate y ella está desaparecida. Como tesorero del Movi-
miento Peronista Montonero en el exilio relata su experiencia con Roberto Perdía al
que le solicita ayuda económica para la madre, la esposa y los hijos de los hermanos
Bettanin muertos en la Argentina y que venían de ser torturadas. “ Mirá –me dijo
mientras masticaba una lapicera de fibra– cuando se resolvió pasar a la clandestinidad
éramos concientes de que quedaban muchos compañeros desprovistos de se-
guridad (…)” Dice que llegaron pedidos de millares de pesos. Entonces dimos marcha
atrás en nuestro proyecto y no financiamos nada (…) nos hubiéramos quedado
sin fondos para hacer política, y por otro lado hubiéramos tenido a muchos
de esos cinco mil militantes que se hubiesen trasladado al exterior rompien-
do las pelotas en el exilio” Yo le contesté: “¿cuántos de los hoy figuran en
las listas de muertos y desaparecidos estarían con vida entre nosotros? Con
esto, terminó mi conversación con Perdía.(opus cit.p.209). Este desprecio por la vida
de sus compañeros demuestra la misma degradación moral que la de Firmenich con
276
Flaskamp coincide que el sector estudiantil fue donde se apoyó la
conducción nacional de Montoneros cuando profundizó su desplazamien-
to hacia posiciones vanguardistas. Y en particular señala que de ese sec-
tor fueron los militantes de origen cristiano los que se plegaron incon-
dicionalmente al verticalismo dogmático cuando se asume el marxismo
como método de análisis o aceptan participar del más crudo militarismo
(pp.136/37/67.).Esto abona las reflexiones de Vélez acerca de la ideología
de estos militantes.
Hemos planteado algunos elementos para el debate sobre las pro-
puestas de las organizaciones político–militares peronistas hasta el re-
torno definitivo de Perón al país. Entendemos que en ellas convergen los
distintos sectores de la militancia surgida del peronismo pos–55 y la que
se reconoció en este Movimiento.
La expresión mayoritaria la “movimientista”, parte de un principio
correcto: la existencia de contradicciones en el seno del capital y las rea-
les expectativas de la gran mayoría del pueblo peronista en la reproduc-
ción de la alianza peronista. Expectativa personificada en el retorno de
Perón. Pero ignora o no considera las transformaciones del capitalismo
en nuestro país. Esto indica que más allá de las expectativas presentes
en las mayorías populares, en 1973 esta alianza es irrealizable. Sin este
reconocimiento que debió ser el punto de partida de cualquier propuesta
política, los Montoneros intentaron plantear la liberación nacional y so-
cial desde una alianza de clases objetivamente incapacitada para estas
tareas.
Rubén Dri171 lo definía en marzo del 74 como la “ilusión movimientis-
ta” de esta manera: “El sueño movimientista del momento atendiendo a
la vejez del Líder, es heredar al movimiento con sus estructuras actuales,
y en este sentido entra en puja con los sectores burocráticos y burgueses
que anhelan lo mismo. En este anhelo se manifiesta con claridad el encu-
brimiento de la lucha de clases. En efecto, si creemos que los intereses de
la clase obrera son incompatibles con los de la burguesía y la burocracia,
lo correcto no es plantear la herencia de un movimiento liderado precisa-
mente por la burocracia y la burguesía y estructurado de acuerdo a sus
intereses....” (Militancia...Nº 36, 7/3/74 p.22)
La fracción “alternativista” intenta expresar concientemente los in-
tereses de los trabajadores y se propone construir su independencia po-
lítica. Su límite principal es haber resuelto en forma negativa su debate
sus “cálculos de guerra” y cuando afirma que la “estrategia no era salvar gente”. (Re-
vista “ 3 puntos” 14/11/2002.) También relata la Gallega: Cuando planteé diferencias
“bajaron” la orden de que tenía que irme del barrio donde ellos habían llegado por mí.
Los compañeros tenían órdenes de usar las armas para sacarme. (…) Me convocaron
a una reunión y me querían llevar para un “juicio” y me tuve que ir apoyada por dos
compañeros armados. Estaba perseguida por la AAA y por mis ex compañeros. Carlos
relata que uno de sus compañeros, mientras organizaba la JP Lealtad fue “detenido”
durante dos días y “zafó” con una falsa autocrítica.
171 Rubén Dri. Teólogo y filósofo. Ex integrante del Movimiento de Sacerdotes para el
Tercer Mundo y ex militante del Peronismo de Base. Profesor universitario y autor de
numerosos libros de filosofía.
277
acerca de la práctica “foquista”, es decir, la ubicación de la lucha armada
guerrillera en su propuesta hacia los trabajadores. Ese debate la acom-
paño hasta el final y no le permitió convertir en una política superadora
del “movimientismo” su análisis de la lucha de clases dentro del peronis-
mo. De hecho en las construcciones políticas más avanzadas coincidieron
militantes de ambas corrientes. Un protagonista lo sintetizó así: No hubo
una práctica sindical, ni tampoco política diferente a lo que veníamos
haciendo sí sirvió, (la propuesta del PB) para entender lo que estábamos
haciendo y lo que podíamos hacer. (Jorge Vazquez)
En ambas propuestas hasta la breve síntesis que hemos presentado
podemos afirmar un desfasaje entre el nivel de enfrentamiento propuesto
por el activismo ligado a la lucha armada y el nivel de construcción real
de sus respectivas propuestas.
Para avanzar sobre estas reflexiones, se debería analizar la situación
de las diferentes fracciones de la clase obrera, del movimiento sindical y
del peronismo en el momento del 20 de junio de 1973. También la ubica-
ción política de las diferentes fracciones de la burguesía.
Todo esto no lo hemos tratado en el período 1968 – 1973 porque es
una tarea que recién estamos iniciando.
Breve síntesis final
Como decimos en la introducción este trabajo, se inició con una in-
vestigación sobre los sucesos del 20 de junio de 1973. Fue ése, el momento
histórico en que se dirimía cómo sería la sociedad argentina de hoy, cuan-
do existían condiciones reales para que la revolución social, propuesta
hasta entonces por minorías, no fuese una apuesta a lo imposible y se
convirtiera en opción para las mayorías.
Sintetizar en una visión de conjunto los elementos del pasado que
están en nuestro presente no es tarea sencilla. Requiere superar las visio-
nes fragmentadas y monográficas de nuestra historia que, intencionada-
mente o no, ocultan o falsifican sus conflictos centrales. Hay que totalizar
no por la mera yuxtaposición de datos o testimonios sino por la interpre-
tación y por la relación de causalidad que se establezca entre ellos.
Este objetivo nos llevó a indagar sobre las condiciones sociales y
políticas anteriores al surgimiento de la alianza peronista relacionando
diferentes aspectos de la realidad: la situación internacional, la crisis de
la nación oligárquica y de manera especial, el fraccionamiento de la bur-
guesía local; los cambios en la composición de la clase obrera, la situación
del movimiento obrero organizado frente a los diferentes gobiernos del
Estado y la práctica de los partidos políticos que decían representar a la
clase obrera o pretendían hacerlo. Así pudimos precisar las nuevas rela-
ciones de fuerza existentes al interior de nuestra sociedad y el contenido
de las alianzas que se enfrentan en 1945.
Este era un paso previo imprescindible. Pero comprender la racio-
nalidad de la participación de la clase obrera y los sectores populares
278
en el peronismo requirió analizar su gestación, su desarrollo y su crisis.
Indagar en las bases del Pacto Social de 1945, en las modificaciones que
el desarrollo capitalista produce en la burguesía nacional y en los límites
del movimiento popular y los de su dirección frente a la ofensiva de las
fracciones más poderosas del capital y la potencia imperial hegemónica.
Cuando desaparecen las condiciones que le dieron origen, se produce
la fractura estructural de la alianza popular y su violento desalojo del
gobierno del Estado. Esta fractura no significa que su recomposición no
sea el objetivo de la gran mayoría de los trabajadores y sectores populares
durante toda la etapa histórica que abarcan estas páginas.
En soledad, la clase obrera inicia su resistencia contra los intentos
del gran capital de recrear la organización nacional anterior a 1945. Esta
resistencia nace de la reivindicación y/o resignificación de la Nación Pe-
ronista y la defensa de las condiciones de vida y de trabajo logradas con
su modelo de desarrollo.
Se inicia un período histórico en que las diferentes fracciones de la
clase dominante fracasan en sucesivos intentos para recomponer la legi-
timidad de su poder.
En un contexto de proscripción sostenida por una creciente violencia
represiva, el peronismo original no encuentra respuestas para defender
sus objetivos iniciales. Las exigencias del desarrollo capitalista hacían
imposible la reproducción de su pacto fundacional. Entonces, por un lado,
surgen de su seno quienes le dieron nuevos contenidos al preguntarse
por sus logros y por sus límites y al impulsar nuevas prácticas. Ya no
se trataba de un retorno acrítico a los orígenes. Surgían respuestas que
transformaban la lealtad inicial en propuestas enfrentadas al sistema de
dominación y a las relaciones sociales capitalistas.
Por otro lado, del peronismo original también nacieron estrategias
que buscaban adecuar las demandas obreras y populares a los intereses
del capital. El vandorismo, que fue de aquéllas, la más sólida gracias a
sus fuertes raíces en la clase obrera, proponía la alianza con las fraccio-
nes más poderosas de la burguesía industrial Su fracaso se produce al
mismo tiempo en que numerosos sectores no obreros son amenazados
por la concentración económica y/o alcanzados por la proscripción social
y política. Los trabajadores ya no están solos en su resistencia. Unos y
otros hallaron su punto de encuentro en las luchas por el retorno al poder
del peronismo y su Líder. De esta convergencia surgirán nuevas y hete-
rogéneas fuerzas políticas que enfrentarán la proscripción popular y se
propondrán estrategias políticas radicalmente transformadoras en sus
objetivos y sus métodos. Se gestan nuevas alianzas que ya no se plantean,
ni la situación objetiva les permite hacerlo, alianzas con sectores de las
clases dominantes. La lucha política está objetivamente planteada como
un cambio en las relaciones de poder.
Lo que estuvo en juego a partir de 1968/ 69 no fue un rayo aparecido
en un cielo sereno hasta entonces. Las fuerzas políticas que se proponían
otra organización social no fueron producto de la voluntad subjetiva de
grupos de militantes, como proponen algunas visiones con diferentes con-
tenidos ideológicos y políticos. Fueron el resultado de un proceso ascen-
279
dente de luchas sociales desde 1955.
Nuestra sociedad actual es resultado de la confrontación entre fuer-
zas sociales y políticas que se proponían diferentes modelos de organiza-
ción nacional. En esta confrontación fue puesto efectivamente en cuestión
el poder de nuestra clase dominante con un nivel de antagonismo intole-
rable para su sistema de dominación. Aquélla respondió como lo que es:
una clase poderosa que construyó su espacio nacional durante el siglo
XIX a través de tres genocidios: el de los pueblos originarios, el del pueblo
paraguayo y el de quienes se opusieron a su modelo de nación. Durante el
siglo XX lo defendió y fortaleció de la misma manera; aplicando el terror
cada vez que fue racionalmente necesario para sus intereses.
En la fortaleza política y la decisión terrorista de nuestra clase do-
minante hay que buscar en primer lugar la derrota de los proyectos po-
pulares. Pero este es un punto de partida que no alcanza para aprehen-
der su profundidad y la magnitud del retroceso que ha sufrido nuestra
sociedad.
Hablar de derrota no explica nada sino podemos comprender qué o
quiénes fueron derrotados. Hay que explicar cómo y hasta dónde lograron
avanzar las fuerzas políticas surgidas en las décadas del ’60 y ‘70, en la
construcción de un sujeto político que superó en contenidos y propuestas
los límites demostrados por el peronismo original en 1955, al poner en
cuestión no sólo el poder de la clase dominante sino su propio orden ca-
pitalista
Hay que indagar sobre los objetivos que proponían las fuerzas que
fueron derrotadas y las prácticas de los sujetos individuales y colectivos
que personificaron esas políticas. Precisar los alcances y limitaciones de
esas prácticas: ¿hasta donde lograron construir una nueva concepción
del poder o hasta donde reprodujeron aquél que cuestionaban? Es una
tarea pendiente que exige el esfuerzo de evitar las idealizaciones. Pero
evitarlas no implica a desconocer una realidad que existe más allá de las
opiniones y valoraciones. Las relaciones de fuerzas implantadas al inte-
rior de nuestra sociedad han sido impuestas por los triunfadores de una
batalla política e ideológica donde fueron derrotados proyectos políticos
que pretendían otra organización social y tenían otra concepción de la
política, diferentes a las que hoy son hegemónicas.
De esto último solo hemos planteado algunos elementos para pre-
sentar el problema.
Desde esta perspectiva, en la segunda parte de este trabajo reto-
maremos y desarrollaremos el análisis del período 1969-75. Será en dos
partes. La primera, desde el momento que caracterizamos como de crisis
orgánica hasta la primera expresión política masiva de la fractura de la
alianza peronista, el 20 de junio de 1973. La segunda: desde ese momento
hasta1975/76.
Plantear elementos para un análisis y un debate que permita cons-
truir un conocimiento fértil para el futuro ha sido el objetivo de estas
páginas y es el de las próximas.
.
ANEXO TESTIMONIAL
Eduardo “Corbata” Corbalán
Testimonio:
Peronismo pre y post 1955 en una historia de vida:
Eduardo Corbalán “Corbata” militante de la Resistencia, del gremio
telefónico y del Peronismo de Base.
“Yo conocí el submarino a los cinco años en el Instituto Saturnino
Alzaga Unzué. Te agarraban de las patas y te metían en al agua de ca-
beza. Te cagaban a palos, a cachetadas y trompadas. Las celadoras y las
monjas apagaban las luces y pasaban envueltas en una sábana, era un
fantasma que llamaban “Misia Pepa” para que nadie se levantara. Te me-
tían el terror desde pendejo. Cuando vinimos de Tucumán mi vieja pidió
un lugar para vivir en la Sociedad de Beneficencia. No podía haber varo-
nes de ninguna edad en la casa que la pusieron, entonces fuimos a parar
al reformatorio con mi hermano, por negros y por pobres. Como te digo te
cagaban a palos por mearte, salí tartamudo.
Nos llevaban a fiestas parroquiales en las iglesias del Pilar y del So-
corro. Había una tarima y pasaban las familias, mientras las viejas las
relojeaban sentadas una anunciaba:”ahora pasa la familia tal....que el
marido la abandonó”. Anotaban en un cuaderno, le daban azúcar, yer-
ba, fideos y pasaba otra por la tarima. Esto te deja cosas que después
vas a entroncar con la política. Las cosas que no parecen van a
ser políticas, después nadie me tenía que explicar lo que era la
oligarquía. La otra cara era Evita; fui con mi vieja, estaba sola ella,
nos hicieron sentar me sirvieron leche y sandwiches. Con vergüenza le
preguntaba Eva a mi vieja: “ ¿Tiene esto? ¿Tiene esto otro? Al final
le dio la mano y unos pesos sin que nadie se enterara. Sentía el dolor de
la gente y daba con vergüenza, a mí nadie me lo contó; era un pibe y medí
cuenta. Antes del 55 viví las dos cosas.
A los 13 años trabajaba de repartidor en el Correo, las zonas de las
mejores propinas eran la de los conventillos y los hoteles de los más bajo
de Palermo, de las bodegas de Pacífico. Te daban mate comida y no menos
de 0,50 de aquél tiempo; iba a las zonas bacanas de Palermo y la muca-
mas te recibían con cara de asco y te ibas sin propina. Todo eso se tra-
duce después a la política (...) (...)Fuimos con mi vieja y mis hermanas
a esperarlo a Perón a la explanada del Ministerio de Guerra (era un día
patrio) para pedirle por una casa ,mi hermana que tenía linda letra había
escrito una carta. Me le escapé a los granaderos y a la custodia (tenía 10
años) le acerqué a Perón la carta que había escrito mi hermana; me dijo:
“Que querés hijo”. Me acarició la cabeza y se guardó la carta. A los tres
meses la llamaron a mi vieja y le dieron a elegir entre diferentes barrios
una casa que se pagaba según lo que ganaba la familia. Fuimos al barrio
Evita de Caseros; de allí salieron todas las tendencias del peronismo. Pero
así como crecen las criaturas tienen que crecer los pueblos. Para
que haya un proceso revolucionario tiene que haber un crecimien-
to; yo tuve suerte crecí junto con el peronismo.
El 31 de agosto se corre la bola que Perón renuncia. Me meto en un
camión y voy a la Plaza de Mayo. Un paisano, bien paisano el hombre, te-
nía un palo en la mano y lloraba, me quedó que gritaba:”Es la oligarquía,
vuelve ,vuelve la oligarquía”.Perón dijo me acuerdo todavía:”Hablarán de
diferentes razones de libertad, de justicia, de religión, son pretextos; hay
un solo motivo quieren retrotraer la situación a antes de 1943.”
El bombardeo a Plaza de Mayo yo lo veo desde la Plaza, era el
mediodía ...los omníbus quemados. Cadáveres decapitados Bom-
bardear a las 12 del mediodía un día laboral y época escolar.....
me acordé del reformatorio.
El pueblo es todo, no hay que idealizarlo, cuando lo voltearon a Perón
uno decía:”vamos, vamos” y la gente se prendía e iba a la Plaza con palos
y fierros y algún chumbo. Vi que varios entraron a una armería; unos iban
con chumbos para la Plaza de Mayo; otros agarraban una caña u otra
cosa y se iban para Retiro. Como fue después en el peronismo, unos pelean
y otros usufructúan. No me lo contó nadie lo que pasó. Yo estaba en Co-
rrientes y Paseo Colón pasó un avión Gloster rasante y ametrallando, yo
me metí de cabeza en el hotel “Justin”(o algo así), me llevé otra sorpresa,
había alfombras en el baño. Después que salí unos se volvían y otros se-
guían para la Plaza. Eso fue en junio. En el barrio Evita de Caseros vela-
mos a cuatro que eran portuarios, los habían matado cerca de la Plaza.
El gobierno daba guita a los afectados; algunos del barrio se quema-
ron con un fierro y fueron a cobrar; otros se quemaron con un calentador.
Después de la caída del gobierno, en mi casa mi vieja y todas las
viejas lloraban y le ponían velas a Evita y a todos los santos. Yo hasta
ahí ninguna militancia, trabajaba en el Policlínico Evita de San Martín.
Tenía un kilombo en la cabeza; en mi casa lloraban y en el Policlínico los
médicos decían:”cayó la tiranía”.¿Si estudiaste tanto, tenés título, viajaste
a Europa, alguna razón no tendrían?.Hubo un momento de incertidum-
bre;...además antes había de todo: en la Fundación los administradores
eran suboficiales retirados gorilas por haber participado en el levanta-
miento del 51.
Los médicos festejaban el 55. Solo tres médicos se mantuvieron, tu-
vieron las pelotas de decir que eran peronistas. Los de abajo: los choferes,
las enfermeras, los peones del lavadero, del laboratorio los camilleros se
callaban.
El 23 de setiembre festejaron un montón de gente en Congreso llenos
de coches y de gente.”El histrión sangriento” decían (los discursos me que-
daron).
Iba mi casa y mi vieja lloraba, escuché de nuevo la palabra oligar-
quía como en la Plaza.
Después en el Policlínico empezaron a quemar las frazadas.
¿Porqué quemaban las frazadas y todo? ¿Eso no era para la gente?
Tiraron ropa, pulmotores. Se acabaron las dietólogas para la co-
mida de los enfermos. Sacaron los ómnibus que llevaban la gente
al hospital sin pagar nada y los llevaron al barrio de oficiales de
Campo de Mayo para llevar a los militares y sus familias al cine
con los mismos choferes. Ahí empecé a enganchar lo de antes sobre
quién era la oligarquía.
Cuando empezaron los “caños” de la Resistencia, me acuerdo de un
médico de cirugía: Felix Berna que fue médico del seleccionado de fútbol,
venía del quirófano a las puteadas, decía:”Negro hijo de puta se muere y
sigue gritando, se está muriendo y no deja de gritar,”viva Perón””. Era un
muchacho que le había explotado el caño que llevaba y le había reventado
todas las tripas. Se murió el muchacho.
Un viejo, Tacheret, nos empezó a juntar en el sótano. Traía los do-
cumentos de César Marcos y discutíamos. Se va formar un grupito que
colaboró con el movimiento de Valle en el 56. Trajeron a la morgue del
hospital a los cadáveres de los basurales de León Suárez. Cerramos la
morgue ,sacamos las planchas de los compañeros muertos y se hizo un
responso. No conocíamos a ninguno, ni hacía falta conocerlos eran “cum-
pas”. Ahí cada uno reafirmó la voluntad de continuar. Yo tenía 16 años.
No era una militancia marxista – leninista era del pueblo, había de todo:
atorrantes, gente de laburo etc.
283

CUADERNOS DE DEBATE
Año 2, Nº4
GUERRILLA, PERONISMO
Y CLASE OBRERA
JOSE OSVALDO VILLAFLOR
DIRIGENTE SINDICAL Y MILITANTE EN UNA
ORGANIZACION POLITICO – MILITAR DE LOS ‘70
José Osvaldo Villaflor, fue obrero gráfico, delegado y dirigente de su
gremio y de la CGT de los Argentinos a fines de la década de los 60. Formó
parte de las FAP y participó activamente en la formación del Peronismo
de Base (PB). Estuvo encarcelado y posteriormente exiliado. Retornó al
país en 1983. En la década del 80 participó de diferentes intentos políti-
cos y fue candidato a diputado nacional por el Frente del Pueblo (Frepu).
Sobrino de Aníbal, pertenece a una familia de militantes que ha sufrido
de manera muy cruel la represión, tres de sus primos ( la inicial impul-
sora de las Madres de Plaza de Mayo: Azucena Villaflor de Devincentis,
Raimundo (ver pág. 207 llamada 136) y Josefina militante del PB), están
hoy desaparecidos, como así también dos de sus sobrinos. Este reportaje
fue realizado en el mes de enero de 1992 y publicado en el nª 2 de la pu-
blicación del Centro de Estudios José Carlos Mariátegui; en julio de ese
mismo año el compañero Villaflor se quitó la vida. Este hecho trágico nos
ha eximido del compromiso que habíamos asumido de mantener en el
anonimato su testimonio.
De los testimonios recogidos este nos parece de particular valor para
reconstruir los debates sobre las propuestas construídas desde fines de la
década del 60 por Alternativistas y Movimientistas.
Pregunta: Se ha escrito y hablado mucho acerca del origen de la
lucha armada en nuestro país. Una de las explicaciones más difundidas
284
es la de que fue producto de la radicalización de los jóvenes provenientes
de las clases media y alta privados de sus canales institucionales de par-
ticipación política por el “onganiato”.
Entrevistado: Hubo encendidas discusiones acerca de esta cuestión
en aquella época, incluso algunos adherimos a esa posición que señalas.
Yo he reflexionado mucho al ver en boca de intelectuales al servicio de la
democracia alfonsinista esta explicación de la guerrilla como la expresión
política de los hijos de la clase media. Se ha dicho de todo, he escuchado
a psicólogos autoconsiderados progresistas hablar de las “pulsiones” de
muerte de las víctimas de la represión. Todo lo que he escuchado o leído
apunta, deliberadamente o no, a despolitizar el análisis, a perpetuar el
inmovilismo producto del terror de la última dictadura. Hay que evitar
las idealizaciones, en las que también se cae si querés hacer un estudio
crítico pero la realidad fue muy compleja. Hubo una importante moviliza-
ción obrera y popular que signó la práctica de la guerrilla peronista. En-
tonces el quiebre producido por el terrorismo de Estado debe ser salvado
no despolitizando el análisis sino todo lo contrario, ceo que lo más impor-
tante es retomar las cuestiones políticas y estratégicas que se discutían
en aquel momento. No podemos analizar la política de los Montoneros por
Firmenich, ni la teoría foquista de las FAR por la conducta de algunos
de sus líderes, ni la desintegración de las FAP porque algunos de sus ex
miembros este empleado en la SIDE, en todo caso hay que rastrear en
las limitaciones de esas políticas porqué generaron personajes tan pare-
cidos al enemigo. Poner el eje en ellos puede servir para los que adhieran
a la teoría de los dos demonios, tan útil para un proyecto liberal o para
justificar inconsecuencias pero no explica nada de lo que pasó. Los que
convergemos en la segunda mitad de la década del 60 en la formación de
las FAP estamos signado por el gtan hecho revolucionario que significó la
Revolución Cubana por un lado, y por otro por esa gran epopeya que fue
la guerra de Vietnam, donde un ejército de campesinos alimentados con
puñados de arroz estaba derrotando al imperio más poderoso del siglo.
Hoy hay muchas películas sobre Rambo pero en aquel momento ya se
veía venir lo que sucedió a posteriori, los norteamericanos huyendo de
Vietnam colgados de los helicópteros. De cualquier manera en la guerri-
lla peronista hay que precisar bien la incidencia de los factores externos
porque sino vamos a ver un cubano o un comunista detrás de cada cosa
que se hacía.
Estos factores externos se vinculan en nuestra realidad nacional, con
un peronismo no institucionalizado que al decir de Cooke era el “gigan-
te invertebrado y miope” que impedía la institucionalización política de
país. Cooke fue muy importante en esto, vinculó a grupos de la juventud
peronista, del cristianismo tercermundista y de la izquierda que se acer-
caba al peronismo con el pensamiento y la experiencia de la Revolución
Cubana. Además planteaba con insistencia la necesidad dotar al peronis-
mo de teoría y organización revolucionaria.
Para que todo esto fuera posible nos encontrábamos en una situación
muy diferente a la actual. Todos los partidos políticos liberales habían
consentido el fusilamiento de militares constitucionalistas y de trabajado-
285
res que los acompañaban en 1956. El intento integracionista de Frondizi
había terminado en golpe de estado después de haber tenido que movili-
zar y juzgar militarmente a obreros ferroviarios y empleados bancarios
y haber utilizado tanques de guerra para desocupar al Lisandro ocupado
sus obreros que oponían a la privatización. Illia había sido elegido con el
25 % de los votos gracias ala proscripción del peronismo a pesar de todas
los acuerdo firmados por el radicalismo de que no iba a presentarse si se
mantenían las proscripciones de cualquier tipo. Encima en 1964 impide
el retorno de Perón que había organizado el aparato político y sindical del
vandorismo.
Las grandes movilizaciones obreras de la CGT y su plan de lucha
en 1965 terminan negociadas por la burocracia. Onganía había venido
a quedarse por veinte años y el “Perón vuelve” aparecía en la mayoría
de las manifestaciones obreras que se le oponían. Hasta en las canchas
de fútbol aparecía la marcha peronista y el grito de “viva Perón” ante la
represión policial.
La partidocracia liberal –como la llamábamos– había demostrado su
impotencia para canalizar demandas populares políticas o económicas.
La burocracia política y sindical del peronismo había demostrado que
solo le interesaba negociar con la clase dominante las movilizaciones que
ella mismo impulsaba.
Con las experiencias socialistas de Cuba y China, el socialismo deja-
ba de ser para nosotros una cuestión europea. En Cuba se discutía sobre
los estímulos morales para la construcción del socialismo y la Revolución
China se nos apareció como otro gran modelo opuesto al soviético que,
en general, no teníamos demasiado en cuenta. En suma, el tercer mun-
do podía resolver los problemas estructurales de sus sociedades a través
del socialismo y el imperialismo no regalaba esa posibilidad. Desde hoy
puede decirse que faltó un análisis más riguroso de la situación nacional
para orientar nuestra práctica; pero toda la riqueza de esta realidad es la
que se oculta –intencionalmente o no– con la fórmula “radicalización de
los jóvenes de la clase media” o con la mera explicación de que la guerrilla
peronista fue una salida para los pequeños burgueses que se quedaron
sin universidad en el 66. En todo caso habrá que desmenuzar la práctica
de cada organización que es lo que define el carácter de clase de una po-
lítica y no hacer una relación mecánica y empobrecedora entre el origen
social de algunos protagonistas y esa práctica.
Pregunta: Hablemos del peronismo. ¿Cuál era la concepción que
tenían de ese movimiento en aquel momento? Si la política significaba
cuestionar el poder a la clase dominante ¿Qué rol jugaba Perón en esa
estrategia de poder?
Entrevistado: La concepción acerca del peronismo y de Perón fue el
primero y más importante de los ejes que dividieron a las organizaciones
peronistas (OAP). El otro fue la discusión a cerca del foquismo y la lucha
armada.
Surgidos a la vida política en ese contexto que te describía, de gran
radicalización de las propuestas políticas, en nuestro imaginario de jóve-
nes peronistas el peronismo estaba asimilado a los movimiento de libera-
ción nacional y Perón a los líderes antiimperialistas no socialistas, como
por ejemplo los argelinos. Aun así en la formación de las FAP convergen
compañeros que no éramos absolutamente acríticos de Perón y el pero-
nismo.
En el documento fundacional “¿Porqué somos peronistas?” planteába-
mos el retorno de Perón como una bandera revolucionaria que sólo podía
darse en el marco de la toma del poder por el pueblo peronista movilizado
a través de la Guerra Popular, pero ya hablábamos del peronismo como
identidad de clase, no como algo etéreo. En definiciones posteriores como
“Las doce preguntas de las FAP”, hablábamos de los sectores reformistas
del movimiento peronista. En el documento que lleva al lanzamiento de
la “Alternativa” superamos explícitamente esta visión de que los burócra-
tas y los reformistas son traidores al peronismo. En este documento re-
dactado por nosotros y propuesto a la discusión de las OAP, formulamos
lo que llamamos la contradicción fundamental del movimiento peronista.
La definíamos como la contradicción entre la tendencia revolucionaria y
la tendencia conciliadora. A la primera la definíamos como el activismo
que intentaba expresar las necesidades políticas y organizativas de la
clase obrera y el pueblo peronista, aquí ubicábamos a las OAP y a las
agrupaciones políticas y gremiales antiburocráticas y antiimperialistas.
A la segunda la caracterizábamos como la burocracia política y sindical
del peronismo aliada a la oligarquía y el imperialismo; en este polo ubi-
cábamos a los Luder, los Cafiero, los Paladino, los Matera. En medio de
estos polos que calificábamos como antagónicos, ubicábamos una corrien-
te combativa que reivindicando los objetivos generales del movimiento
peronista, carecía de una estrategia que expresara a la clase obrera y al
pueblo peron ista y se limitaba a la denuncia a los “traidores del movi-
miento”.
Estos dos polos de la contradicción fundamental del peronismo es
centralmente la causa de la ruptura entre las FAP y los Montoneros y
la imposibilidad de elaborar una estrategia común. Ellos admitían con
algunas reservas este análisis pero había dos cuestiones básicas que im-
pedían elaborar una política común; como se resolvería esa contradicción
del peronismo y el rol de Perón. Esto último era algo todavía no discutido
pero a partir de esta concepción del peronismo, nadie en las FAP se plan-
teaba que Perón iba a ser el conductor estratégico de la Guerra Popular
Prolongada (GPP) que nos proponíamos. Ya los comunicados se firmaban
“Por el retorno del pueblo y Perón al Poder”, reconociendo el retorno de
Perón como bandera en la medida que coincidiera con el retorno del pue-
blo al poder. Esta es la gran diferencia con los compañeros que se separan
de las FAP y se integran en los Montoneros, e incluso con los compañeros
que habían sido apresados en Taco Ralo. Explícitamente ya definíamos
que Perón no podía ser el conductor de una política revolucionaria.
Hasta ese momento la cuestión se resolvía en cuanto que había una
herramienta que elabora y ejecuta una estrategia de GPP, esta herra-
mienta era la organización político– militar germen del ejército popular,
por supuesto para nosotros las FAP. En este desarrollo estratégico, pen-
287
sábamos, podía haber alianzas tácticas; y en esta cuestión de alianzas
con sectores no revolucionarios ubicábamos el rol de Perón. Por ahí hacía-
mos una comparación entre Sun–Yat–Sen y el movimiento nacionalista
chino antijaponés y Perón y el movimiento peronista sin olvidar que los
comunistas chinos habían roto con el Kuomintang para desarrollar su es-
trategia. Pero te repito, era un tema no discutido a fondo, un tema con el
que no nos podíamos meter con facilidad. Sobre todo un tema que cuando
se inicia el trabajo en los frentes de masas que en ese momento llamá-
bamos de “superficie”, se vuelve mucho más complejo pues aparecen las
diferentes visiones y experiencias de los compañeros provenientes de
esos frentes.
A partir de la “Alternativa” aparecen también los primeros y fuertes
cuestionamientos al carácter no peronista de la propuesta de las FAP.
Se acercaban militantes provenientes de la izquierda – incluso algunos
separados del ERP– y nos decían:” ustedes no son peronistas” respondía-
mos con vehemencia defendiendo nuestro carácter de peronistas. Esto
nos lleva a la cuestión de ¿que es el peronismo? Lo cierto es que esta
visión de que el peronismo era un movimiento que cobijaba en su seno
clases sociales antagónicas nos lleva a despegarnos de una visión esen-
cialista y filosófica del peronismo. Leíamos a Mao y no la “Comunidad
Organizada” de Perón.
La mayoría de los que lanzamos la “Alternativa Independiente” (AI)
y la propuesta del PB, más allá de otras diferencias acerca del foquismo,
habíamos roto con una visión esencialista y movimientista. No éramos
movimientistas y tampoco éramos ya Cookistas en el sentido de consi-
derar al peronismo como una unidad a la que había que dotar de teoría
y organización revolucionaria. Empezábamos a ser clasistas –tal vez en
forma demasiado esquemática– nos separábamos necesariamente de Pe-
rón, esto dicho por alguien que se considera peronista es medio compli-
cado. Era más complicado antes de Menem, antes de la coyuntura de la
democracia liberal, antes de Luder, afirmar que había dos peronismos
y que los traidores de la visión movimientista de los Montoneros eran
también peronistas. Decíamos que eran y son peronistas y no traidores a
nadie Luder, Cafiero, Menem. Diferenciábamos a este peronismo que ya
llamábamos burgués de la experiencia de la clase obrera y el pueblo pe-
ronista. En el volante con el que lanzábamos la “Alternativa”hablábamos
de la experiencia de la clase obrera peronista diferenciándola de otras
experiencias ajenas dentro del mismo peronismo.
Hoy hablar del rol que jugó Perón en aquella coyuntura y del aleja-
miento de ese peronismo que llamo filosófico parece más fácil a partir de
Lopez Rega, del isabelismo y del rol estratégico del menemismo en esta
etapa del capitalismo en la Argentina. En aquel momento esta cuestión
del rol de Perón para nuestra experiencia de jóvenes peronistas era muy
difícil de encarar, aunque empezábamos a elaborar posiciones en muchos
otros temas complicados.
¿Cuál fue el rol de Perón en la represión de la Triple A o anterior?
¿La represión empezó con la muerte de Perón? ¿Quién nombró a Villar y
Margaride jefes de policía? ¿Quién designó a Isabel y Lopez Rega? Estas
288
preguntas muchos militantes peronistas antiburocráticos y antiimperia-
listas no se animaban a hacérselas. Para muchos compañeros sigue sien-
do un tema irresuelto aún después de todo lo que ha pasado.
La famosa teoría del cerco, que elaboró el oportunismo de los Mon-
toneros, ninguno de los que participamos en el lanzamiento del PB por
lo menos en papeles de cierta responsabilidad política podíamos suscri-
birla. No considerábamos a Perón fuera de la lucha de clases, fuera de la
realidad social, y por lo tanto lo hacíamos responsable de sus actos polí-
ticos. Hoy está muy claro – dicho en términos de aquella época– como se
resolvió la contradicción interna del peronismo, pero en aquel momento
la cuestión de Perón no estaba resuelta y muchos militantes que se acer-
caban al PB lo planteaban como un problema serio.
Creo que la figura o el rol de Perón sintetiza por un lado las contra-
dicciones entre las discusiones de la militancia montonera y las del PB
por un lado, y por otro las cuestiones que hacen a lo que un compañe-
ro, dirigente gremial, llamaba “el estado real de la clase”, a partir del
cual se debe elaborar cualquier estrategia política de poder. Así como
no teníamos resueltas cuestiones importantes al estado real de la clase,
como por ejemplo el rol de la recuperación democrática de los sindicatos,
tampoco teníamos resuelta esta cuestión tan cara a los obreros peronis-
tas con los que nos vinculábamos cada vez más estrechamente. Además,
en esas dudas y esas contradicciones estábamos involucrados personal y
directamente pues habíamos surgido a la vida política en el peronismo y
participábamos también de esa ambivalencia básica que tiene o tuvo este
movimiento político entre la potencialidad de su base social y los límites
de sus estructuras y postulados políticos.
Reconocer esta ambivalencia en que se había formado la clase obrera
peronista nos llevó a caracterizarla como dependiente de políticas que
no eran las suyas y si la clase obrera había participado en forma depen-
diente de políticas ajenas, básicamente había participado en políticas que
había diseñado Perón y habían sido ejecutadas por la burocracia, por lo
tanto Perón no podía ser el líder de una clase obrera independiente ni de
la organización revolucionaria de la clase obrera y el pueblo peronista.
Este es muy sintéticamente dicho, el estado de la discusión entre noso-
tros cuando nos proponemos la construcción del PB. Otra cuestión era
llevarlo a la práctica y convertirlo en realidad política.
Pregunta: Mencionaste a las diferencias acerca de cómo debía re-
solverse la contradicción entre la “tendencia conciliadora” y la “tendencia
revolucionaria” como una de las cuestiones que impedía una estrategia
común con los Montoneros y hablaste de oportunismo para definir sus in-
tentos de explicación o justificación de algunas de las políticas de Perón.
Podríamos volver sobre eso.
Entrevistado: Los Montoneros, medio a regañadientes pero acep-
taban esa contradicción que formulábamos; la diferencia insalvable reco-
nocida por ambas organizaciones es que ellos planteaban ¿coherentes con
su visión del peronismo como movimiento de liberación y de Perón como
conductor estratégico de su lucha) que la forma de resolverla era ocupar
289
la superestructura política y gremial del peronismo. Erigirse en lo que
en la terminología justicialista se llamaba en vida de Perón el Comando
Táctico del Movimiento.
Lo de oportunistas no es para mí una calificación moral, es la conse-
cuencia de sus limitaciones ideológicas y políticas para hacer un análisis
riguroso de la realidad del peronismo y de la lucha armada con las ne-
cesidades de los trabajadores. Les faltó lo que nosotros llamábamos en
aquella época el “eje clasista”, creo que un análisis político riguroso debe
pasar por una ubicación frente a las clases sociales. Si no caes en el co-
yunturalismo y el oportunismo político. Esta carencia los llevó a ir detrás
de la coyuntura electoral que se avecinaba y de los vaivenes de la política
de Perón, a no tener una política autónoma de la burocracia ya que dis-
putaban en el mismo terreno la conducción de las 62 organizaciones, del
Partido Justicialista y de todas las instancias orgánicas del peronismo.
Cuando lanzan la propuesta de la Juventud Peronista la entienden como
la “cuarta rama” de un Movimiento Peronista hegemonizado por lo más
reaccionario que produjo el peronismo. Y se quedan sin respuesta frente
a un Perón que apoyaba sin dudas a la burocracia, por no haber tenido
una caracterización correcta de quién era el enemigo al que le disputaban
el poder.
Para nosotros la forma de resolver la contradicción del peronismo
era el desarrollo de la “tendencia revolucionaria”, decíamos que había
que transformar esa tendencia en organización. ¿Como se hacía? Aquí
empezaban otro tipo de problemas.
La prescindencia de las estructuras orgánicas del justicialismo era
aceptada en general en las FAP. Pero ¿Qué significaba la independencia
política de los trabajadores peronistas? ¿Cuál era el significado de la po-
lítica que llamábamos de “superficie”? ¿Qué era el PB para nosotros, un
apéndice político – militar o una agrupación política autónoma?
Alrededor de estas preguntas, de muchas otras y de lo que conversa-
mos brevemente acera del origen de la guerrilla, es que aparecen las fuer-
tes discusiones acerca del foquismo y el significado de la lucha armada en
relación a las luchas por los movimientos de base.
Pregunta: Retomemos la discusión acerca de la lucha armada y si
vinculación con los frentes de masas. Mencionaste al foquismo y la teoría
foquista, tratando de precisar esa concepción ¿podríamos pensarla como
la fractura o como la falta de mediaciones políticas y organizativas entre
lo que se consideraba el “núcleo armado” y las diferentes instancias de
lucha social?
Entrevistado: Por ahí nos acercamos a la cuestión, no es casual
que la discusión sobre el foquismo apareció luego del lanzamiento de la
propuesta del PB y fue la discusión donde estuvieron todas las preguntas
acerca del trabajo de “superficie”, de que entendíamos por GPP y en que
etapa de esa guerra nos encontrábamos. La cuestión que enfrentábamos
era ¿ como se construye esa famosa alternativa independiente que tanto
ruido había hecho entre la militancia peronista antiburocrática y antiim-
perialista?
290
Junto con la contradicción del movimiento peronista – de la que te
hablé– habíamos elaborado la contradicción principal de las FAP que la
formulamos como la contradicción entre los postulados de GPP para la
toma del poder y la construcción del socialismo y la práctica foquista que
en ese momento estaba desarrollando la organización. El interrogante
que quedaba planteado es claro, ¿qué era lo que veníamos haciendo hasta
ese momento? En líneas generales aparecieron frente a este planteo ¿Qué
en realidad surgió de un reducido grupo de compañeros? Dos valoracio-
nes o interpretaciones de esta contradicción que habíamos formulado. La
primera era de los que sosteníamos que existía un quiebre, una fractura,
como decías entre los postulados de GPP y nuestra práctica foquista. La
segunda era la posición de los compañeros que sostenían que la práctica
foquista había sido simplemente una etapa de asentamiento infraestruc-
tural logístico, de formación de combatientes, que debía superarse pasan-
do a otra etapa de mayor presencia política tal vez reformulando algunas
cuestiones pero sin ver contradicciones entre una etapa y otra.
Entre estas dos posiciones muy genéricamente resumidas se da una
discusión muy polarizada al interior de las FAP y con la dirección de
las FAR. No era esta una discusión teórica, pero sí una discusión cuya
resolución determinaba prácticas concretas. Determinaba, por ejemplo,
si el reclutamiento individual (de los amigos, parientes, compañeros de
trabajo o estudio? Que “querían hacer algo”, así como te digo “querían
hacer algo”, era suficiente para el desarrollo de la lucha armada o este re-
clutamiento debía hacerse a partir del desarrollo político en los frentes de
base, fabriles, barriales, estudiantiles. Este es un punto importante pero
hay otros; por ejemplo el desarrollo de estos frentes Fabrés, gremiales,
barriales, estudiantiles, profesionales. ¿Qué tenía por objetivo? ¿Funcio-
nar como caja de resonancia de los hechos que producían las organiza-
ciones militares? ¿Ser el aparato propagandístico de una organización
militar que continuaba con su misma dinámica de funcionamiento, de
entrenamiento y formación de cuadros militares, con los mismos criterios
de asignación de responsabilidades? ¿O se jerarquizaban otros aspectos
de la actividad política? Era una discusión que definía quién era el res-
ponsable de un frente de los que llamábamos de “superficie”. ¿Debía ser
aquel compañero que, como decíamos entonces, “había integrado los pla-
nos de la práctica”? Es decir que había participado en acciones militares,
que había demostrado condiciones psicológicas para la actividad militar,
o debía ser el compañero con una inserción natural en ese frente, con ex-
periencia en los problemas concretos de esa realidad y con capacidad para
el manejo de otro tipo de cuestiones políticas y no necesariamente técnico
militares. Se definía en esta discusión como se construía la organización
revolucionaria de la clase obrera peronista o esta ya era la FAP y no ha-
bía que construir nada nuevo.
Pregunta: Tal vez aunque sea en forma subyacente, estarían pre-
sentes en una u otra posición diferentes visiones acerca del rol de una
vanguardia o de su relación con los procesos de masas.
Entrevistado: En aquel momento yo no recuerdo que se haya plan-
291
teado el rol de la vanguardia y su visión de cómo construirla en términos
teóricos. Pero si vos decías que la política de un frente de masas debía de-
finirla el grupo intermedio (GI) Que era el segundo escalón en la estruc-
tura de la organización, o por el contrario, planteabas que la dirección de
este frente debía estar en manos del destacamento militar ( que era el
primer escalón organizativo? Cuyas actividad principal era la búsqueda
de objetivos militares para garantizarse la práctica que le había dado ori-
gen, estabas como vos decías, respondiendo a una u otra visión de cómo
se construye una vanguardia y como se vincula esta con el conjunto de las
masas. En otros términos como se vincula la lucha reivindicativa con la
lucha política o cuando el grado del enfrentamiento político o social exige
o permite la utilización de la acción militar.
En aquel momento recuerdo la discusión que fue muy polarizada
acerca de quién dirigía o sea una cuestión de poder, de cual era la prác-
tica que debía orientar y subordinar tras de sí a las otras prácticas. S la
organización era solo una pirámide en cuyo vértice superior estaban los
destacamentos militares que le habían dado origen, formados por los más
eficaces en hacer la política a tiros, y en su base estaban aquellos que
representaban a las organizaciones de base y que debían, como decíamos
en aquella época: “integrar los planos de la práctica” para ascender en
esa pirámide.
Estos temas se discutían mucho con la dirección de las FAR, ellos
planteaban que su coincidencia política acerca del peronismo y de Perón
eran mayores con nosotros (FAP) que con los Montoneros (con los que se
terminan uniendo) pero planteaban sus dudas acerca de la Alternativa
Independiente (AI) y del PB pues decían que no era a su juicio la más
eficaz para la construcción del ejército, y en esto creo que tenían razón.
Esto que te digo, que es central para discutir la cuestión del foquismo lo
planteaba Olmedo que era un hombre de una gran preparación teórica
marxista y estaba considerado por un escritor inglés que leí como el ma-
yor teórico de la guerrilla peronista y creo que lo fue. Pero su lucidez lo
llevaba a descubrir que había algo en la propuesta de la organización
desde abajo del PB que cuestionaba centralmente a toda la estrategia
foquista que por lo menos hasta el 70 o 71 llevaron adelante las OAP.
Decía Olmedo, creo que con razón, que nuestra propuesta relegaba la
formación del ejército. Fue la claridad de esta gente, de estos militantes
de las FAR, que tenían una elaboración muy sólida de la teoría del foco
como irradiador de conciencia revolucionaria, lo que llevó la discusión al
interior de las FAP, ya que algunos no teníamos claro en ese momento
que la propuesta de la AI abría discusiones cuyo resultado no estaba claro
y de hecho no lo estuvo.
Nuestra propuesta al proponerse recuperar las diferentes formas de
lucha que se había dado la clase peronista a partir de 1955 ubicaba en
un contexto mucho más amplio a la lucha armada surgida en la segunda
mitad de la década del 60 y por eso mismo, talvez, la relativizaba como
directora y aglutinadora de esas luchas. El volante con que se fundamen-
tó y lanzó la AI, no hablaba de la guerrilla latinoamericana, no hablaba
de la desgraciada experiencia del Che en Bolivia, con la que había estado
292
a punto de converger el grupo fundador de las FAR; ellos estaban muy
compenetrados con la concepción del foco tal como la había desarrollado
en su pensamiento y en su práctica el Che en Bolivia, planteaban la uni-
dad a partir del desarrollo de planes operacionales conjuntos como único
requisito además del reconocimiento del peronismo como experiencia de
los sectores populares argentinos. En el esquema guerrillero la forma de
acumular era golpear militarmente, el Che no reclutó a militantes obre-
ros sindicales para que articularan su lucha con la de los trabajadores
mineros sino para que combatieran. ¿Pero que pasa cuando los grupos
de “superficie” que en cualquier organización militar de este tipo cum-
plen funciones de apoyo logístico y propagandístico, comienzan a esta-
blecer y proponer sus propias pautas de acción? En una estrategia de
este tipo quedaba asociada, en la práctica, el nivel de violencia ejercida
por el grupo militar con el nivel político y organizativo de las masas muy
genéricamente definidas. En esa concepción no había espacio para que
las agrupaciones de base fueran las que definieran una línea política y
mucho menos una línea operacional.
No sabría decirte cual era la concepción de la vanguardia que estaba
presente, pero todos asimilábamos el más alto nivel de conciencia revo-
lucionaria con la participación en el nivel más alto de enfrentamiento
militar. Está claro este es el más insolente y el que en su metodología
aparecía como el más cuestionador para el poder y suponía mayores ries-
gos personales para sus protagonistas. Sin entrar a discutir esto que debe
hacerse con mucha prudencia y con gran respeto y no en pocas palabras,
pues hubo quienes dejaron su vida y años de libertad y militancia para
no vivir en la mierda en que estamos hoy, la cuestión política básica es
¿quién define que hacer frente a un conflicto fabril? Por ejemplo: ¿Qué ni-
vel de enfrentamiento del conjunto se corresponde con la aplicación de la
violencia y que grado de violencia es lícito aplicar políticamente? Lo que
define esto es un problema político fundamental y un problema de poder
concreto al interior de una organización.
Los que teníamos una visión más crítica de la práctica que veníamos
desarrollando – que podemos llamar foquista como en aquel momento–
no teníamos la claridad con te estoy contando ahora –sea mucha o poca–
simplemente veíamos la necesidad de respeto a esta nueva realidad que
se abría, que era la de los frentes de masas. Aparecían problemas muy
concretos, si los compañeros de una agrupación fabril o sindical participa-
ban o no de la recuperación sindical, si los compañeros de un frente barrial
se vinculaban o no con los poderes públicos y si lo hacían de que manera,
muchas cuestiones cotidianas a través de cuya resolución se construye
una línea política en los hechos y no solo en palabras o papeles.
Esta discusión, que implicaba discutir el sentido de la lucha armada
desde las necesidades de los trabajadores, tuvo muchas aristas, el punto
en el que teníamos acuerdo total en las FAP era acerca de la relación que
debía existir entre la operatividad militar y la etapa de la guerra en que
nos creíamos encontrar, teníamos claro que el desarrollo de los hechos
militares debía tener relación con la construcción de una propuesta po-
lítica. Este acuerdo se expresó por ultima vez en la tristemente fuga del
293
penal de Rawson que terminó con la masacre de Trelew en 1972, las FAR
y el ERP, impulsoras de esa operación de fuga, propusieron a todas las
organizaciones que tenían presos en el penal participar. Esto se discutió
mucho y se coincidió totalmente en no participar pues era una operación
que no tenía relación con la propuesta que nos proponíamos desarrollar.
Algunos compañeros poniendo más énfasis en los aspectos técnicos mili-
tares de la operación, otros resaltando las necesidades en los frentes de
base pero se coincidió. Este fue el hecho que marcó la ruptura con el pro-
ceso de unificación de las OAP a través de la acción militar que proponía
la dirección de las FAR. En esto ellos tuvieron una gran coherencia en
su práctica de desarrollo del foco como irradiador de conciencia política,
bueno, no sé si de conciencia política o de conciencia ideológica revolucio-
naria, si entendemos a esto último como una visión general de la sociedad
en que se vive y un cuestionamiento al poder de esa sociedad. Te aclaro
esto porque salvo algunos cuadros de dirección, los militantes de las FAR
tenían una visión política bastante ingenua y simplista que tal vez expli-
que el paso tan rápido y en bloque de una izquierda tradicional “gorila”,
diría, a un peronismo acrítico como el de los Montoneros.
Pregunta: En las OAP más allá de sus diferencias, aparecía la ela-
boración de estrategias de poder acompañadas por un importante debate
político e incluso teórico. Más allá de las cuestiones que quedaron irre-
sueltas, la lucha armada no aparecía como un a mera metodología
sino ligada a propuestas políticas que basadas en visiones de la
realidad, compartibles o no, generaron prácticas no solo milita-
res e incorporaron a través de esas propuestas a militantes con
gran experiencia gremial o política.
Entrevistado: Empezando por lo que no pudimos resolver, creo que
estuvo presente en esa discusión acerca del foquismo y la vinculación del
activismo más conciente con el conjunto de los trabajadores. Esto no fue
solo un problema del PB en aquella época, es un problema de la izquierda
de hoy, como se vincula el activismo con el conjunto. Todo esto nos lleva
a como se construye una estrategia política de toma del poder, no solo
como se discute en cuanto a cuestión teórica, sino como se convierte en
realidad política una organización revolucionaria de la clase obrera. ¿La
diseñan un grupo de intelectuales lúcidos que elaboran los parámetros
a los que debe ajustarse cada militante obrero que se acerque a ellos, o
se va construyendo a partir de síntesis cada vez más superadoras de las
distintas prácticas? Yo no se cual es la receta, tal vez no exista, lo cual
sería muy bueno, pero es un tema con el que se deben haber enfrentado
todas las organizaciones revolucionarias del mundo.
Lo que me parece que no hubo por parte de la mayoría de la militan-
cia que reivindicó a la FAP como organizadora del PB y mucho menos
por supuesto por parte de los Montoneros, fue la decisión política de re-
lativizar una determinada práctica de comprender que la clase obrera y
el pueblo peronista y no una determinada organización que con todo su
esfuerzo y su sacrificio militante era una parte de esa gran experiencia.
Esto no era para nada sencillo, pues implicaba dar vuelta esa pirámi-
294
de de la que hablé, implicaba preguntarse que roles individuales debían
subsumirse, integrase o fusionarse en un proceso que quedaba abierto.
En este sentido si creo que hubo un problema de hegemonía de la “elite
armada”.
El clasismo puro de algunos sectores de izquierda que todavía buscan
a los obreros de San Petersburgo no se da en la realidad, pero lo que nos
faltó fue el tiempo para un proceso de proletarización ideológica, no en el
sentido de irse a trabajar a una fábrica, sino de construir un nuevo tipo
de práctica política y un nuevo tipo de militante acorde con esa práctica.
Esto marcó la construcción de las propuestas de la JP, de los Montoneros
y también del PB, alrededor de las cuales se nucleó gran parte del activis-
mo antiburocrático y antiimperialista del peronismo. La práctica guerri-
llera provocó una desvinculación del conjunto (no diferente a otras prác-
ticas generadas por el activismo) que tiene un aspecto positivo (que era
muy reivindicado por compañeros de extracción obrera) que es el de poder
alejarse de la realidad inmediata y pensarla, sistematizarla y orientar
una política que vaya más allá de las reivindicaciones inmediatas. Este
es el aspecto que muchos militantes de gran experiencia en frentes de
masas reivindicaban de su práctica militar. Se sentían actuando sobre la
realidad política insertos en una estrategia totalizadora y vinculados con
militantes que provenían de otras experiencias.
Ahora bien, esta compleja cuestión de mantener la orientación estra-
tégica que no tiene como objetivo la política liberal de “ocupar espacios”,
no las reivindicaciones inmediatas solamente, sino la construcción de una
organización autónoma de la clase obrera. Todo este difícil equilibrio en-
tre las diferentes instancias políticas y organizativas y el mantenimiento
de la claridad ideológica y estratégica, se enfrenta con multitud de cues-
tiones que en algún momento quedan obviadas por esta sola realidad, tal
vez más sencilla, que es la organización de la lucha armada.
Creo que a fines de los ´60 con la dictadura de Onganía, con la crisis
de la participación política tradicional, existió un salto (no un salto al
vacío como dirían los políticos liberales hoy) sino una salto en aquella
incapacidad nuestra de resolver toda esta serie de complejos problemas
políticos y estratégicos que comenzamos a resolver sobre la marcha.
La militancia antiburocrática y antivandorista del peronis-
mo que se vinculó con la lucha armada, busco en ésta resolver los
diferentes límites con que se había encontrado. Los límites de la
práctica en un movimiento liderado por Perón, los límites de la estructu-
ra sindical como forma de organización, incluso de ese sindicalismo que
con un discurso combativo, antimonopólico y anticapitalista no había su-
perado los límites de la práctica sindical clásica vandorista de la presión
– negociación.
Importantes cuestiones aparecen tratando de resolverse espontá-
neamente con el método de la lucha armada como superadora e integra-
dora en una estrategia de poder, de otras prácticas que habían demos-
trado sus limitaciones. En este sentido, la teoría del foco (creo que fue
nefasta en la Argentina) se apoyaba en algo cierto, en las limitaciones
de otras prácticas si de tomar el poder se trataba y eso era la po-
295
lítica para nosotros.
Por otra parte es cierto lo que decís, la lucha armada por lo menos
desde el 71, viene con propuestas que generan movilizaciones po-
pulares en diferentes sectores y promueven formas de organiza-
ción no militares en grupos populares y obreros en un importan-
te proceso de movilización.
Por esto creo que hay un complejo cruce de cuestiones: compañeros
de extracción obrera con gran experiencia política y gremial que reivin-
dicaban (y mucho) a la lucha armada y otros que habiendo participado
mucho en ella la cuestionaban con más firmeza.
296
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Centro de Estudios José Carlos Mariátegui, “Jornadas para la Recupera-
ción de la Memoria Colectiva” (Viñas, David, Bayer, Osvaldo, Dri, Rubén,
Borro, Sebastián, Ramondetti, Miguel, Corbalán, Eduardo, El Kadri, En-
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Civitillo, Viviana, Cullen, Rafael “Clase y Nación en América Latina”. Po-
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en las XI Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia Tucumán
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en el III Encuentro Argentino - Chileno de Estudios Históricos. Bs.As.
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Colom, Yolanda, Cullen, Rafael “El peronismo en las décadas de los 60 y
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Facultad de FF y LL agosto 2000.
Colom, Yolanda, Cullen, Rafael “Ezeiza la contraofensiva de la derecha
Notas introductorias para el análisis de la confrontación del 20 de junio
de 1973”. Ponencia presentada en las VII Jornadas interescuelas / Depar-
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Nicolás Casullo” en Contrabando política sin fronteras Paraná septiem-
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Cullen, Rafael (coordinador) “Clase Obrera y Peronismo1943-1968 “Cua-
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Cullen, Rafael (coordinador)“Clase obrera y Peronismo 1968 -1971” Las
propuestas de las organizaciones político - militares, Cuaderno de Debate
Taller de Historia desde abajo s/d.
Cullen, Rafael “Los debates sobre el peronismo y la lucha armada en el
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Kohan, Néstor “Antonio Gramsci y la filosofía de la praxis”. En diario
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La Plata 2ª semestre de 1998.
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Raimundo, Marcelo “La política armada en el peronismo: 1955-1966”
Centro de Investigación Socio-Históricas Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación Universidad de La Plata 2º semestre de 1998.
Scodeller, Gabriela “Conflictos sindicales durante el frondicismo en Men-
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las XI Jornadas Interescuelas de Historia Tucumán 19-21 septiembre
2007.
Vélez Carreras, Ignacio “Montoneros los grupos originarios” en Lucha
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Siglas utilizadas
ALN Alianza Libertadora Nacionalista
ANT Asociación Nacional del Trabajo
AOT Asociación Obrera Textil
APEDEFA Asociación Personal de Dirección de Ferrocarriles Argentinos
ARP Acción Revolucionaria Peronista
ATE Asociación Trabajadores del Estado
CACIP Corporación Argentina de Comercio Industria y Producción
CAP Corporación Argentina de Productores de Carne
CCC Comité Central Confederal
CCSP Consejo Coordinador y Supervisor del Peronismo
C de O Comando de Organización
301
CGE Confederación General Económica
CGTA CGT de los Argentinos
COFADE Comisión Familiares Detenidos
CONINTES Conmoción Interna del Estado
COR Comando de Operaciones Revolucionarias
CRP Corriente Revolucionaria Peronista
EOF El Obrero ferroviario
FAP Fuerzas Armadas Peronistas
FAP 17 Fuerzas Armadas Peronistas 17 de octubre
FAR Fuerzas Armadas Revolucionarias
FOETRA Federación Obreros y Empleados Telefónicos Rep. Argentina
FOET Federación Obreros y Empleados Telefónicos
FOIC Federación Obrera de la Industria de la Carne
FONIVA Federación Obrera de la Industria del Vestido
FORJA Fuerza Orientadora de la Joven Argentina
FOTIA Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera
FPL Frente Peronista de Liberación
GAN Gran Acuerdo Nacional
IAPI Instituto Argentino para el Intercambio
JP Juventud Peronista
JRP Juventud Revolucionaria Peronista
JTP Juventud Trabajadora Peronista
MNRT Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara
MRP Movimiento Revolucionario Peronista
MR 17 Movimiento Revolucionario 17 de octubre
MTP Movimiento Todos por la Patria
OAP Organizaciones Armadas Peronistas
OP 17 Organización Peronista 17 de octubre
PB Peronismo de Base
PC Partido Comunista
PDP Partido Demócrata Progresista
PL Partido Laborista
PS Partido Socialista
PURN Partido Único de la Revolución Nacional
TRP Tendencia Revolucionaria Peronista
SAIC Sindicato Autónomo de la Industria de la Carne
SMATA Sindicato Mecánicos Automotores Argentinos
SOA Sindicato Obrero de la Alimentación
STP Secretaría de Trabajo y Previsión
SUPA Sindicato Único Portuarios Argentinos
SUPE Sindicato Único Petroleros del Estado
UF Unión Ferroviaria
UOCRA Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina
UIA Unión Industrial Argentina
UOM Unión Obrera Metalúrgica
USA Unión Sindical Argentina
UTA Unión Tranviarios Automotor
302
Entrevistas
(las siglas corresponden a las agrupaciones a las que perteneció o
en las que participó cada entrevistado)
Alfonzo, Juan (1990 ) JP, OP 17, delegado gremial, PB, FAP
Borro, Sebastián (1983 y sucesivas hasta 1997) UOM Dirigente sindical
Frigorífico Lisandro de la Torre, Resistencia Peronista, Agrupación
Peronismo Histórico
Bere (2000,2004) C de O, JP, FAP, dirigente sindical
Carlos (2000) Montoneros, JTP
Carlos (2000) MJP, FAP, Montoneros
Cena, Juan Carlos (2007) Resistencia, Unión Ferroviaria, APEDEFA
Delfina (2003) FAP
Gallega (2004) Agrupación Evita, JP, Montoneros
Gurucharri, Eduardo (2000) Resistencia Peronista, MRP, JRP, MR 17
Hugo (2002) JTP, Montoneros
José (2004) Resistencia JP Dirigente sindical MTP
Mario (1966-1974) delegado y UOM Avellaneda
Mena, Reinaldo (2007) Resistencia gremio Telefónico PB
Muñe (2002) JP, militante gremial, Montoneros
Pascual (2004) FAP, dirigente sindical
Pata: (2002) Tacuara , MNRT, Tupamaros, FAP
Paz, José (2000) Militante y dirigente sindical
Pichi (2000) delegado gremial PB
Pigua (2000) delegado gremial, PB, FAP
Raúl (2000) JP, FAP, PB (publicada en Cuaderno de debate del Taller de
Historia desde Abajo
Romero, Juan (2001) C de O, JP, MRP, PB17 (publicada en Cuaderno de
Debate del Taller de Historia desde Abajo)
Romero “Toto” Resistencia dirigente ferroviario.
Tete (2006) JP.
Vazquez Jorge (2006 y sucesivas) ALN, Resistencia, JP, MJP, Lista Ma-
rrón Telefónica, Sindicato Telefónico, CGTA, PB.
Villaflor, Aníbal (1983) USA, dirigente sindical.
Villaflor, Osvaldo (1988) dirigente sindicato Gráfico, CGTA, PB.
FAP (publicada en “Peronismo clase obrera” Boletín de la agrupación
José Carlos Mariátegui 1994)
Testimonios
Borro, Sebastián en “Los 70 en los 90 1as. Jornadas para la Recupe-
ración de la Memoria Colectiva” Centro de Estudios José Carlos Mariá-
tegui Bs.As. 1994
Cravero, José en página Web “Crónica de una pasión” de Carlos del
Frade
Fernández, Avelino en video realizado por Vito Dileo Delegado gre-
mial, Resistencia Peronista, UOM, CGT Agrupación Peronismo Histórico
Magario, Raúl Montoneros, en película “Milagros no hay” de
303
 Romero, “Toto” en video “los Resistentes”
Weber Gabriela e Integrantes de la Comisión Interna de Mercedes
Benz Argentina, en presentación de película citada
Marino, Francisco Sindicalista Secretario General de ATE en 1950
en curso de Historia del Movimiento Obrero en ATE octubre 2005.
Perelman Angel en “Cuarenta años de peronismo” opus citada.
Aclaraciones sobre temas puntuales
Cullen Lucía 1973 FAP, Montoneros, Montoneros “Lealtad”
Justo 1995 CGTA, FAP, PB, Partido Justicialista
Miguelez Roberto 2000 Resistencia, JTP,sindicato Partido Justicialista
Peralta Amanda 2004 ARP, FAP, FAP 17 de octubre
Ramos, David 2000 ARP, FAP, FAP17 de octubre
Sergio 2004 Tacuara, MNRT , Tupamaros, FAP
Revistas
Con Todo (2ª época) Lucha Armada año 1 nº 2 y nº4
Cristianismo y Revolución Militancia Peronista para la Liberación
El Descamisado
El Peronista
Frente Obrero
Diarios
La Opinión
Clarín
La Nación
INDICE
Primera parte
Capítulo I
1930–1943: Las relaciones de fuerzas previas al peronismo........17
¿Justo y pinedo antecesores del peronismo?
Los trabajadores en la década del 30
Comunistas y socialistas
Capítulo II
Junio de 1943 – febrero de 1946:
Nace el peronismo original ..........................................................45
Un partido militar para la alianza peronista
La clase obrera y el peronismo original
Los sindicatos “paralelos”
Pacto social o represion: nace el peronismo original
El 17 de octubre: los trabajadores definen la relacion de fuerzas
El movimiento obrero intenta su independencia politica. El parti-
do laborista
Capítulo III
El gobierno del peronismo original .............................................99
Los “tironeos” por la hegemonia en el peronismo
El “cuello de botella” en el modelo peronista
El cambio de rumbo: conciliacion y “depuracion interna”
El intento de un nuevo pacto social
Segunda parte

Capítulo IV
Fin del peronismo original .........................................................143
El terrorismo de estado
La respuesta peronista y la ofensiva final
El peronismo post–55
La ofensiva del capital
La Resistencia
Los resistentes buscan su camino
El movimiento obrero peronista le da programa a la resistencia
Capítulo V
Desarrollismo “Frente Nacional”–monopolios y tanques...........181
Las condiciones del capital para el pacto social desarrollista

304 305
 El Vandorismo
Los “leales” inician su camino 1962 – 1966
Juventud Peronista
El final de una etapa

Capítulo VI
De la resistencia a la disputa por el poder ...............................221
Los arcángeles blindados
El cambio de “carácter“ de las luchas populares
La crisis orgánica
La CGT de los Argentinos
Radicalizacion y peronizacion de fracciones de la pequeña bur-
guesia
El cristanismo tercermundista
La nueva izquierda
El nacionalismo antiimperialista.
Desde el peronismo se inicia la disputa por el poder

Capítulo VII
Movimientistas y Alternativistas ...............................................249
Algunos elementos para un debate pendiente
Fuerzas Armadas Peronistas
Montoneros
Fuerzas Armadas Revolucinarias
El bloque dominante recupera a inicativa el gran acuerdo nacio-
nal (G.A.N.)
La Alternativa Independiente
La Juventud Peronista
Ezeiza: el Peronismo subversión y orden

Anexo testimonial

Eduardo “corbata”Corbalán ......................................................283

Osvaldo Villaflor ..........................................................................287

Bibliografía ..................................................................................301

Siglas utilizadas ..........................................................................305

306 307
308