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« C.

w T j» ^ PEDRO KROPOTKINE

El Apoyo Mutuo
CñPITULO SEXTO

LA AYUDA MUTUA
EN LA CIUDAD MEDIOEVAL
(CONTINUACION)

Colección: SOCIOLOGICA

WOUÍCTUD
&

PEDRO KROPOTKINE

EL APOYO MUTUO
CAPÍTULO s e x t o

LA AYUDA MUTUA EN LA CIUDAD MEDIOEVAL


(CONTINUACION)

CUADERNILLOS «INQUIETUD»
N° 18
de Difusión Cultural

Colección: SOCIOLOGICA Primera Edición


Bitéeeióñ Postal
tJüÄdeiDllldö "tVQtHETUiy^
Casilla 20
'Tiipüsa - Öoilvlä
CAPITULO V i

LA AYUDA MUTUA EN LA CIUDAD MEDIOEVAL


(Continuación)
Semejanzas y diferencias entre las ciudades medioevales.—
Guildas de oficios: atributos del Estado en cada una de
ellas>—Relaciones de la ciudad con los campesinos: tenta-
tivas de libertarlos. — Los señores feudales. —Resultados
obtenidos por la ciudad de la Edad Media: en el campo
de las aites y en el campo de la instrucción.— Causas de
la decadencia

AS CIUDADES medioeva- y cada una de ellas, tomada en

L les no estaban organiza-


das según un plano traza-
do de antemano por voluntad de
particular, cambia su fisonomía
de siglo en siglo. Sin embargo,
si echamos un vistazo amplio
algún legislador extraño a la po- sobre tedas las ciudades de Eu-
blación Cada una de estas ciu- ropa, las diferencias locales y
dades era f r u t o del crecimiento nacionales desaparecen y nos
natural, en el sentido pleno de sorprendemos por la similitud
la palabra: era el resultado, en asombrosa que existe entre to-
constante variación, de la lucha das ellas, a pesar de que cada
entre diferentes fuerzas, que se una de ellas se desarrolló por M
a j u s t a b a n m u t u a m e n t e una y misma, independientemente de
otra vez, de conformidad con la las o t r a s y en condiciones dife-
fuerza viva de cada una de ellas rentes. Cualquiera pequeña ciu-
y también según las alternativas dad del Norte de Escocia, po-
de la lucha y según el apoyo que blada por t r a b a j a d o r e s y pesca-
hallaban en el medio que las dores pobres, o las ricas ciuda-
circundaba. Debido a e s t o no des de Flandesi, con su comercio
se hallarán dos ciudades cuya mundial, con su lujo, amor a
organización interna y cuyo des- los placeres y con su vida ani-
tino histórico f u e r a n idénticos; mada; una ciudad italiana enri-
"220 — PEDRO KROPOTKINE

quecida por sus relaciones con la ciudad, ordenanzas, documen-


Oriente y que elaboró dentro de tos, son las mismas; y los mo-
su3 muros un gusto artístico re- numentos arquitectónicos, ya
finado y una civilización refina- sean d3 estilo gótico, romano o
da>. y, por último, una ciudad bizantino, expresan las mismas
pobre, de la región pantanoso- aspiraciones y loa mismos idea-
lacUstrc de Rusia, dedicada prin- les; estaban concebidos para ex-
cipalmente a la agricultura, pa- presar el mismo pensamiento y
recería que poco tienen de común s t construían del mismo moro.
entre &í. Y sin embargo, las li- Muchas disimilitudes son sim-
neas dominantes de su organi- plemente el resultado de las di-
zación y el espíritu de que es- ferencias de edad de dos ciuda-
t á n impregnadas, asombran por des, y esas disimilitudes entre
BU semejanza familiar. ciudades de la misma fegión,
P o r doquier hallamos las mis- por ejemplo, Fsltof y Novgorod,
m a s federaciones de pequeñas Florencia y Roma, que tenían un
comunas o parroquias o guildas; carácter real, se repiten en dis-
loa mismos "suburbios" alrede- tintas partes de Europa. La uni-
dor de la "ciudad" madre; la dad do la idea dominante y las
misma asamblea popular; los razones idénticas del nacimien-
mismos signos exteriores de in- to allanan las diferencias apa-
dependencia; el sello, el estan- recidas como resultado del cli-
darte, etc. El protector (defen- ma, de la posición geográfica,
sor) de la ciudad, b a j o distin- de la riqueza, del lenguaje y de
t a s denominaciones y distintos la religión. He aquí por qué po-
ropajes, representa a una mis- demos hablar de la ciudad me-
m a autoridad defendiendo ios dioeval en general como de una
mismos intereses; el abasteci- fas-s plenamente definida de Ja
miento de víveres, el trabajo, el civilización; y a pesar de que
comercio, están organizados en son de desear en grado superla-
las mismas líneas generales; los tivo lan investigaciones que se-
conflictos interiores y exterio- ñalen las particularidades loca-
res nacen de los mismos moti- les e individuales de las ciuda-
vos; m á s aun, las mismas con- des, podemos, no -obstante, se-
signas desplegadas d u r a n t e es- ñalar los rasgos principales del
tos conflictos y h a s t a las fórmu- desarrollo que eran comunes a
las utilizadas en los anales de todas ellas (241).

241 L a literatura sobre el t e m a que t r a t a m o s es enorme. Pero,


no existe todavía obra alguna que considere, la ciudad medioe-
val en conjunto. P a r a laa comunas f r a n c e s a s siguen siendo
EL APOYO M L'ITO

No cabe duda alguna de que >a cualquier altercado sostenido por


protección que habitual y univer- dos clanes, a causa de una ven-,
salmente se. acordaba al mer- ganza de sangre, el mercado sé
cado, ya desde las primeras épo- ponía siempre bajo la protec-
cas bárbaras, desempeñó un pa- ción especial. de: :todos los - cla-
pel importante; a pesar de ao nes. También jera inviolable* con
mo el lugar de veneración reli-
ser exclu&ivo, en la obra de la
giosa b a j o cuya sombra se or-
liberación de las ciudades me-
ganizaba generalmente. - E n t r e
dioevales. Los bárbaros del pe-
los kabilas, el mercado h a s t a
riodo antiguo no conocían el co-
ahora es anaya, lo mismo que el
mercio dentro de sus comunas sendero por el cual las muje-
aldeanas; comerciaban sólamen- res a c a r r e a n el a g u a de los po-
te con lo& extranjeros, en cier- zos; no era posible aparecer a r -
tos lugares determinados y cier- mado en el mercado ni en el sen-
tos días fijados de antemano. Y dero, r i siquiera d u r a n t e las
p a r a que el extranjero pudiera guerfras Intertribales. E n Ta éjk>-
presentarse en el lugar de true- ca medioeval, el mercadó goza-
que, sin riesgo de ser rhuerto en ba por lo coxiún exactamente de

clásicas h a s t a ahora las o t r a s de Agustín Thierry, L e t t r é s y


C jriS'dération s yur i'hiítoir, 1 ele F r a n c e ; un excelente complemento
ea el libro de Luchaire, Communes françaises» escrita en el mis-
mo sentido. P a r a las ciudades de Italia pueden 'indicarse las si-
guientes: el excelente t r a b a j o de Sismandi (Histoire d39 répu-
, bttqu s italiennes du moyen âge» Paris, 1826, 16 t o m o s - L e o
y B^tta, Historia de Italia, de la que existe traducción france-
sa, (3 grandes tomos); Ferrari, Révolutions d'Italie y Hegel,
Geschichte d : r Städteverfassung in Italien. E s t a s obras cons-1
tituyen las f u e n t e s principales de los testimonios comunes so-
bre las ciudades de Italia en general, P a r a Alemania tenemos.
M a u r e r , St&dtever fassiing, Barthold, Geschichte das deuts-
. « oen St&dte, y de la? obras recientes, el excelente t r a b a j o de He-
: gel, S t á d t e und Gildsn d r germanischen Völker (2 tomos,
Leipzig, 1891) y Dr. Otto Kallsen, Die deutsehoii Städte* in
M ttclalter (2 tomos, Halle, 1891); y también Janssen, GesdU-
< ehte des d ütSche Volkes (5 tomos, 1886). Esperamos quo 1»
última de las obras citadas por nosotros s e r á traducida a l ruso
(la ti'aducción francesa apareció en el año 1892). P a r a Bélgi-
c a se puede c i t a r : A. Wauters, Les libertés comunales (Brujas,
1869-78, 3 temos), y p a r a Rusia: los t r a b a j o s de -Bielaief, Kofr-
tomarof y Sergievich. F i n a l m e n t e par*a I n g l a t e r r a tenemos
una excelente obra sobre l a s ciudades en la producción
»efi r a J. R. Green, T o t m Lále In t r e Fifteenh Centory (2 to-
mos, Londres, 1894). Además existe u n a g r a n cantidad de-his-
torias locales bien conocida«, y a l g u n a s excelentes obraa-gphr«
"222 — PEDRO KROPOTKINE

cualquier altercado sostenido por era huésped y hasta usaba este


la misma protección (242). L a nombre; en el mercado era in-
venganza tribal, nunca debía violable. H a s t a el barón feudal
proseguirse h a s t a la plaza don- que sin escrúpulos despojaba a
de se reunía el pueblo con pro- loa comerciantes en el camino
pósitos de comerciar, y, del mis- real, t r a t a b a con respeto al
mo modo, en determinado radio Welchblld, la señal de la asam-
alrededor de esta plaza; y si en blea popular, es decir la pértiga
la a b i g a r r a d a multitud de ven- que se elevaba en la plaza del
dedores y compradores se pro- mercado, en cuyo tope se halla-
ducía alguna riña, era menester ban las a r m a s reales o u n guan-
someterla al examen de aquellos te de caballero, o la imagen del
b a j o cuya protección se encon- santo local, o simplemente Ta
traba el mercado, es decir al tri- cruz, según estuviera el C e r c a -
bunal de la comuna, o al juez do b a j o la protección del rey,
del obispado, del señor feudal o de la asamblea popular, viéche,
del rey. El e x t r a n j e r o que se o da la iglesia local (243).
presentara con fines comerciales Es fá.iñl comprenden: de qué

historia general y económica, las que cito t a n a menudo en el


presente capitulo y en el anterior. La riqueza de la literatura
s e limita, sin emb rgo principalmente a investigaciones aisladas, a
veces excelentes iobre la hls o ia de ciudades aisladas, especialmen-
te de IES italianas y d é l a s alemanas; o de las guildas, de la cuestión
agraria, de los principios económicos de aquella época; luego
de las uniones, liga* cr.tro ciudades (Har.sa, uniones de laa
ciudades italiar as, un lenes del Fhin, etc.), y por último, del
art© comunal. U n a increíble abundancia, de noticias están con-
tenidas en los. t r a b a j o s d? esta s s g u r d a categoría, de las cuales
en la presente obra --te citan s51o los m á s importantes. En ge-
neral, r i l ó la e x t r e m a anormalidad de las condiciones de las
imivers'dades rusas puede explicar el que h a s t a ahora se haya
prestado en ellas t a n poca atención a este vasto campo de la
v:da de la humanidad.
242 Kulischer, en un excelente ensayo sobre el comercio primiti-
vo (ZB.'tschrlft f ú r VolkerpsycJsologle, tomo X, 380), señala 4
también que, según Herodoto, los argipeanos eran considerados
inviolables debido a que, en su territorio, se realizaba el comer-
cio, er,tre los escitas y las tribus del norte. !En sus territorios sa
considéra'ba sagrado r l fugitivo, y los vecinos a menudo loa in-
vitaban a ser f u s árbitros (Véase apéndice)
24^ Recientemente han surgido algunas discusiones sobre el
We'chW'd y h a s t a ahora permanecen sin resolver (Véase
ZóTVfl .Alterthúm r d - s d^ atochen Relch i n d R e c h t 9 , n t , 29:
Kallsen, I, 316). Las explicaciones antedichas m e parecen lad
EL APOYO MUTUO 223

modo el potfer judicial propia, ciudad, por medio de sus apo-


de la ciudad, pudo originarse en derados, no obstante la guilda
el poder judicial especial del comercial se. convjurtió, paulati-
marcado, cuando este poder f u é namente, en un género de cor-
cedido, de buen grado o no, a la poración privilegiada. Llena de
ciudad misma. E s comprensible, celo, no admitió en sus filas a
también, que tal origen de las la población advenediza, que
libertades urbanao, cuyas hue- pronto comenzó a afluir a laá
llas se pueden seguir en muchos ciudades libres y todas las ven-
casos, imprimió su sello inevita- t a j a s derivadas del comercio las
blemente a su desarrollo ulte- conservaban en beneficio de uhafi
rior. Dió el predominio a la par- pocas "familias" (les familles,
te comercial de la comuna. Los los staroyiby, viejos habitantes)
burgue&as que poseían en aque- que eran Ciudadanos cuando Id
llos tiempos una casa en la ciu- ciudad proclamó su independen-
dad y que eran copropietarios cia. De tal modo, evidentemente,
de las tierras de ella, muy a amenazaba el peligro del surgid
menudo organizaban entonces miento de una oligarquía comer-
una guilda comercial, la cual te- cial. Pero, y a en el siglo X, y
nía en sus manos también el co- aún m á s en loó Siglos XI y XII,
mercio de la ciudad, y a pesar los' oh'cjios principales también
de que al principio cada ciuda- se organizaban en guildas, qué
dano, pobre o rico, podía in- en la mayoría de los casos po-
gresar en la guilda comercial, dían limitar las tendencias oli-
y hasta el comercio mismo era gárquicas de los comercian-
efectuado en interés de toda la tes (244).

m á s verosímiles, pero naturalmente -deben ser verificadas me-


diar t e ulteriores exámenes. E s evidente también qué (emplean-
d o el término escocés) la mercet croas, es decir la "cruz del
mercado" o "crua del comercio", debió haber sido el emblema
de la jurirdiccióñ eclesiástica; pero ta hallamos tanto eti las
ciud des episcopales como allí dondé la asamblea popular era
soberana.
244 Con respecto a todas las cuestiones relativas á la guilda co-
mercial, véase la obra' exhaustiva ds Cli. Grosst, The Gulíd Mer-
chant (Oxford, 1890, 2 tomos) y también las notas de la se-
fiora de Green en Town U f o in t h e F l í W n t h Century, t . n ;
capitulo V, VIII, X; *ambién el examen de esta cuestión he-
cho por A. Doren "n F o r s c h u ^ e n . t. XII, de Schmoller. s i K i
consideraciones indicadas en el capitulo precedente (según las
cua es el comercio principio era comunal) son c o r r e c t a ,
entorces está permitido enunciar la hipótesis dé que la gtfilda
224 — PÉDKO KFOrOTRINE

* La giiílda de artesanos dé de la cantería, de la arquitectu-


aquellos tiempos, generalmente^ ra, etc., hacia que todos los que
vendía por s i m i s m a los produc- estaban en el poder, en las re-
t o s que s u s miembros elabora- públicas libres de aquella . épo-
ban y compraban, en común las ca, t r a t a r a n cpn profundo res-
m a t e r i a s p r i m a s p a r a ellos, y peto personal al artesano-artista.
de esto modo sus miembros eran
a l mismo tiempo t a n t o comer- En general, ¿el t r a b a j o ma-
ciantes como artesanos. Debido nual tx> consideraba en los "mis-
a esto, el predominio alcanzado terios (artlell,. guildas) medio-
por las viejas guildas d s arte- evales como un, deber piadoso
sanos desdo el principio mismo hacia _ los conciudadanos, como
de la vida libre de las ciudades, una función (Amt) social; t a n
filó a,l t r a b a j o dfel artesano aque- honorable como cualquier otra.
lla elevada posición' que ocupó La idsa de ''justicia" con res-
posteriormente en la ciudad. E n pecto a la comuna y de "verdad"
realidad, en la ciudad medioe- con rc.pecto al productor y al
val, el t r a b a j o del artesano no consumid i»?, q u e nos parecería
e r a signo do posición social in- tan extraña en nuestra época,
ferior; por lo contrario, no só- entonces impregnaba todo el
l o conservaba huellas del pro- proceso de producción y true-
fundo respeto con que s e le que. El t r a b a j o del curtidor, cal-
t r a t a b a antes, en la comuna al- derero, zapatero, debía ser "Jus-
deana, sino que el rápido desa- to", concienzudo, escribían en-
rrollo do la habilidad artística, tonces; > La. msdera, el cuero o
en la producción de tod©3 los los hilos utilizados por los ar-
oficios: de la joyería, del tejido, tesanos, debían ser "honestos";

mercantil e r a u n a corporación a la que se confiaba la realiza-


ción del c.mercio en interés de la ciudad entera* y sólo p a u -
latir a m e n t é se transformó esta corporación en una guilda de
r mercaderes que comerciaíba en su propio beriffeio. Al m i a ñ o
tiempo, los. comercian tés aventureros (merchant a í v ñ ñ t n r e r s )
da Inglaterra, los povólnikl (comerciantes y colonizadores li-
bres) de Novgorod, y los m?rcat3 pergonati (comerciantes per-
sor ales) de las ciudades italianas, aparecerían ante tal expli-
cación como personas a las que se fes había permitido abrir a
su propio riesgo nuevos mercados en Oriente y nuevas r a m a s
de comercio p a r a su beneficio personal. En general,: s e debe
observar que el origen de la ciudad medioeval no puede ser
, atribuido a ün determinado f a c t o r aislado. F u é el resultado de
varias f u e r z a s que a c t u a b a n en diferentes grados y las cuales
Indicado,. ; .,, . J
El, APOYO MUTUO 225 —

el pan drbía ser amasado "a da oficio era cuestión de amor


conciencia", etc. Transportado propio no ofrecer mercancías de
este lenguaje a nuestra vida mo- calidad inferior; los defectos
dorra, aparecerá artificioso y técnicos de la mercancía o adul-
afectado; pero entonces era teraciones afectaban a toda la
completamente n a t u r a l y estaba comuna, pues, según las palabras
desprovisto de toda afectación, de una ordenanza, "destruyen
puesto que el artesano medioe- la confianza pública" (245). De
val no producía para un com- tal modo, la producción e r a un
prador que no conocía, no arro- deber social y estaba puesta ba-
jaba sus mercaderías en un mer- jo el control de toda la amitas
cado desconocido; antes que —de toda la hermandad— de-
n a d a producía p a r a su propia bido a lo cual el t r a b a j o manual,
guilda, que al principio vendía mientras existieren las ciudades
ella misma, en su c á m a r a de libres, no podía descender a la
tejedores, de cerrajeros, etc., la posición inferior a la cual, a me-
mercadería elaborada por los nudo, llega ahora.
hermanos de la guilda; p a r a una
hermandad de hombres en la que L a diferencia entre el maes-
todos se conocían, en la que t r o y el aprerdiz, o entre el
todos conocían la técnica del ofi- m a e s t r o y el medio oficial (com-
cio y al establecer el precio al p&yne, Geseíle) ha existido ya
producto, cada uno podía apre- desde la época misma del esta-
ciar la habilidad puesta en la blecimiento de las ciudades me-
producción ds "un objeto deter- dioevales libres; pero al princi-
minado y el t r a b a j o empleado pio esta diferencia era sólo di-
en él. Ademáa, no era un pro- ferencia de edad y de grado de
ductor aislado que ofrecía a la habilidad y no de autoridad y
comuna la mercancía p a r a la riqueza. Después de haber esta-
compra, la. ofrecía la guilda; la do siete años como aprendiz y
comuna misma, a su vez, ofre- de habor demostrado su conoci-
cía a la hermandad de las co- miento y capacidad en u n de-
rmínas c o n f e ^ r a J a s aquellas terminado oficio por medio de
mercancías que eran exporta- una obra hecha especialmente,
das por ella y poi cuya calidad el aprendiz se convertía en
respondía ante ella?. maestro a su vez. Y solamente
b a s t a n t e m á s tarde, en el siglo
Con tal organización, p a r a ca- XVI, cuando la autoridad real

245 Janssen, Geschichte des deutschen Volkes, I, 315; Gramich,


Wlirzburg; y en general cualquier colección de ordenanzas.
"226 — PEDRO KROPOTKINE

ya había destruido la organiza- lo que se p a g a b a co-


ción de la ciudad y do los arte- múnmente en toda Europa, en la
sanos, se podía llegar a maestro prim-era mitad del siglo XIX.
simplemente por herencia o en Thorold Rogers hizo conocer es-
virtud de la riqueza. Pero ésta te hecho en grado suficiente, a
y a era la época de la decaden- los lectores ingleses (246); paro
cia general de la industria y del es menester decir lo mismo de la
a r t e de la Edad Media. Europa continental, como lo de-
En el primer período, flore- muestran Jas investigaciones de
ciente, de las ciudades medioe- Falke y Schonberg, y también
vales no había en ellas mucho muchas indicaciones ocasionales.
lugar p a r a el t r a b a j o alquilado Aún en el siglo • XV, el albañil,
y p a r a los alquiladores indivi- carpintero o herrero, recibía sn
duales. El t r a b a j o de los tejedo-
Amiens un salario diario a,razón
res, armeros, herreros, pana-
de cuatro sois, que correspon-
deros, etc., efectuábase p a r a la
dían a 48 libras de pan o a una
guilda y la ciudad; y cuando en
octava parte de un buey peque-
los oficios de la construcción sé
ño (boíivaxd). En Sajonia, el
alquilaban artesanos extraños,
éstos t r a b a j a b a n como corpora- salario de u n deselle (medio
ción temporal (como se observa oficial) en el oficio de la cons-
también en la época presente en trucción era tal que, expresán-
los artieli rusos) cuyo t r a b a j o se donos con las palabras de Falke,
pagaba a todo el artiél, en blo- el obrero podía comprar con r-u
que. El t r a b a j o p a r a un patrón sueldo de seis días, tres ovejas
individual empezó a extenderse y un par de botas (247). Lasi
más tarde; pero también en es- ofrendas de los obreros (GeaeKe)
t a s circunstancias se pagaba .»1 en los distintos templos son
t r a b a j a d o r mejor de lo que pe también testimonios de BU rela-
paga ahora, aún en Inglaterra, tivo bienestar, sin hablar ya de
y considerablemente mejor de las ofrendas suntuosas de alg'u-

246 Thorold Rogers, Six centuries of Wages, y Ths Economjcal


Interpretation of History.
247 Falke, Gesch'chttcho Statistik, I, 373-393 y II, 66 citado en
Gs^chichte, de Janssen, I, 399; J. D. Biavignac en Comptes efc
dépenses 03 'Ta construction du clocher de Saint Nicolas a Fri-
bourg en Suisse, llega a. una conclusión semejante. Para
Amiens, véase Da Calonne, Vie Municipale, pá<?;. 99 y apéndice.
P a r a la apreciación completa y p a r a la representación gráfica
del salario medioeval en Inglaterra, con traducción al valor del
pan y de la carne, véase el excelente artículo y la tabla de cife-
v a s de G. Steffen èn la revista Nineteenth Century, año 1891,.
EL APOYO MUTUO ¿27 —

ñas guildas de "artesanos y de cido con la aplicación y el tra-


sus gastos para las festividades b a j o ajeno, pues las leyes de-
y sus procesiones pomposas ben ser un escudo p a r a l a de-
(248). Realmente, cuanto m á s fensa de la aplicación y del tra-
estudiamos las ciudades medioe- bajo" (249). Y entre todas las
vales, t a n t o m á s nos convence- charlas modernas sobre la jor-
mos que nunca el t r a b a j o ha si- nada de ocho horas de trabajo,
do t a n bien pagado y ha gozado no sería inoportuno recordar !a
del respeto general como en la ordenanza de Fernando I, rela-
época en que la vida de las ciu- tiva a las minas imperiales de
dades libres se hallaba en su carbón; según esta ordenanza,
punto máximo de desarrollo. se establece la jornada de traba-
Más aún. No sólo muchas aspi- jo del minero en ocho horas "co-
raciones de nuestros radicales mo se ha hecho desde antiguo"
modernos habían sido realizadas (wie vor Alters herkommen),
ya en la Edad Media, sino que y que estaba completamente
hasta mucho de lo que ahora se prohibido t r a b a j a r después del
considera utópico se aceptaba mediodía del sábado. Una jor-
entonces como algo completa- nada de t r a b a j o m á s larga era
mente natural. Se burlan de nos- muy rara, dice Janssen, mien-
otros cuaildo decimos que el tra- t r a s que se daban con b a s t a n t e
b a j o debe ser agradable, pero, frecuencia las m á s cortas. Se-
según las palabras de la orde- gún las palabras de Rogers, en
nanza de la Edad Media de Ku- Inglaterra, en el siglo XV, ''los
ttenberg, "cada uno debe hallar trabajadores trabajaban sola-
placer en su t r a b a j o y nadie de- mente 48 h o r a s por semana"
be, pasando el tiempo en hol- (250). El semiferiado del sába-
ganza (mit nichts tftmi), apro- do, que consideramos u n a con-
piarse de lo que ha sido produ- quista moderna, en realidad era

y su Studier ofver lonsystemets historia i England, Estocolmo,


1895.
248 P a r a t r a e r aunque sea un caso de los muchos que se encuen-
t r a n en las obras de Schonberg y Falke, citaré, por ejemplo,
que 16 trabajadores zapateros (Schusterknechte) de la ciudad
de Xantem Rhin, ofrecieron para la erección de un retablo y
de un altar en la iglesia 75 gulden por subscripción y 12 gul-
den d? la c a j a común, y el valor del dinero entonces, según las
investigaciones m á s fidedignas, sobrepasaban en diez veces su
valor actual.
249 Transcrito por Janssen. 1. c., I, 343.
250 Thorold Rogers, The Economical I n t e r p r e t a r o n of History,
Londres, 1891, página 303.
"228 — PEDRO KROPOTKINE

una antigua institución medio- su oficio, p a r a determ nar el pl;.1.-


eval; era ese el día de baño de zo de aprendizaje, el salario, la
una p a r t e considerable de los condición del viaje por &u país,
miembros de la comuna, y los q u e se consideraba entonces
jueves después del mediodía lo obligatorio para todo t r a b a j a d o r
era p a r a los m e d i o oficiales .que había terminado su aprendi-
(Gesalle) (251).. Y a pesar de zaje, etc. En el año 1572, las
que en aquella época no exis- ciudades que porteneC'an a ¿a
tían aún los comedores escola- liga hanseática formalmente re-
res —probablemente porque no conocían a los artesanos el de-
enviaban hambrientos los niños recho de reunirse periód¡raméa-
a la escuela— se había estable- te en asamblea y adoptar cual-
cido en diversas ciudades el dis- quier género de resoluciones,
tribuir dinero a los niños p a r í siempre que estas ultimas -no se
el baño, si este gasto constituía opusieran a las ordenanzas do
una c a r g a p a r a sus padres. las ciudades, que determinaban
la calidad de las mercancías. E s
E n cuanto a los congresos de s a t i d o que tai es congresos de
trabajadores, eran u n fenómeno trabajadores, en parte interna-
corriente en la Edad Media. E n cionales (como la misma Han-
algunas p a r t e s de Alemania, lo3 sa), eran convocados por le* pa-
artesanos de un mistno oficio, raderos, fundidores, curtidores,
pero que pertenecían a diferen- herreros, espaderos, toneleros
tes comunas, generalmente se (252).
reunían todos los r.ños p a r a re-
s o l v e r las cuestiones relativas a La organización de las guil-

251 Janssen, 1. c. Véase también Dr. Alv/in Schultz, Deutsches


Löben im XIV, und ,'JÇV. Jahrhundert, edición popular, Wien,
1892, pág:' 67 y siguientes. E n París, la duración de la jornada
de t r a b a j o e r a de siete a ccho horas, en invierno, y hasta ca-
torce horas en verano, en ciertos oficios; en otros era de ocho
a rueve hDrás en invierro y de diez a doce en verano. Los
sábados y los otros veinticinco días (jours d? commu.1 d3 vile,
foire) todos los t r a b a j e s terminaban a las c u a t r o p. m. Y los
domingos y otros t r e i n t a días feriados no se t r a b a j a b a nada.
E n gereral, se concluye que el t r a b a j a d o r de la Edad Media
t r a b a j a b a menoa que el t r a b a j a d o r moderno. (E. Martin Saint
Lefln, Histoire â s s corporations, pág. 121). ,
252 W. Sticda. HanN'sclr j Vereibarungsn iïôor städtisches Gewer-
b e ím X W . und XV. Tihrhund^rt e i Hansisch-; c'l'^htsyat-
tcr, J a h r g a n g , 1886, pág. 121; Schonberg, W i r t s c h a f t l i c h e Be-
deutung der Ziiuftx; y también en p a r t e Roscher.
EL A Í O Y O MUTUO

das requería, naturalmente, una konlets, no e r a una corporación


supervisión cuidadosa de ellas de ciudadanos puestos b a j o el
sobre los artesanos, y p a r a es- control de los funcionarios del
te fin se designaban jurados es- del Estado; era una confedera^
peciales. E s notable, sin e m - ción de todos los hombres uni-
bargo, el hecho de que mientras dos p a r a una determinada pro-
las ciudades llevaban u n a vida ducción y en su composición en-
libre, no se oían quejas sobre t r a b a n compradores jurados de
supervisión; mientras que cuan- m a t e r i a s primas, vendedores d»
do el E s t a d o intervino y confis- mercancías m a n u f a c t u r a d a s , y
có la propiedad de las guildas y m a e s t r o s artesianos, medio ofi-
violó su independencia en bene- ciales, compaynes y aprendices*
ficio de su propia burocracia, las P a r a la organización, interna de
quejas se hicieron simplemente una determinada producción, la
innumerables (253). P o r otra asamblea de todas estas personas
parte, el enorme progreso en el e r a soberana, mientras no afec-
campo de todas las artes, aican- t a r a a las o t r a s guildas, en cuyo
zado b a j o el sistema de la guil- caso el asunto se sometía a
da medioeval, es la mejor de- consideración de la guilda de
mostración -de que este sistema las guildas, es decir de la ciu-
no e r a un obstáculo p a r a el des- dad. A p a r t e de las funciones re-
arrollo de la iniciativa personal cién indicadas, la guilda repret
(254). El hecho es que la guil- sentaba aún algo más. Tenia su
da medioeval, como la parro- jurisdicción propia, es decir el
quia medioeval, la ulltaa o el derecho propio de justicia en sus

263 Véanse las observaciones, profundamente eenttdás de Toül-


min Smith sobre el despojo de las guildas por los -reyes, en la
introducción de la señora Smith a Engltsh Guilda. En Fran-,
cia inicióse análogo despojo y destrucción de la jurisdicción,
propia de la guilda en el año 1382 (Fagnier, 1. c. pág. 52-54).
254 Adam Smith y sus contemporáneos sabían bien qué era pre-
cisamente lo que condenaban cuando escribían Contra la in-r
tromislón del E s t a d o en el comercio y contra los monopolios co-
merciales creados por el Estado, P o r desgracia, sus continuar,
dores, con u n a superficialidad deplorable, mezclaron en un mismo
montón las guildas medioevales y lá intromisión del Estado,
sin hacer distinción entre el edicto de Versalles y la ordenan-
za de u n a guilda. Apenas es necesario decir que los eccmoínis-
t a s que han estudiado seriamente e s t a materia, como Schon-
berg (el redactor del bien conocido curso de Economía Políti-
ca) . r u n c a cayeron en semejante error, Pero, h a s t a épocas^
m u y recientes, l a s disputas difusas del tipo arriba indicado p a - '
"230 — PEDRO KROPOTKINE

ftüunt03, y su propia f u e r z a a r - rus~ administrada según las or-


mada; tenia sus asambleas ge- d s r a r z a a municipales de Catali-
nerales o viéche, propias tradi- na II. La aldehuela france&a y
ciones d s lucha, gloria e inde- la ciudad rusa tienen también
pendencia, y su relaciones pro- su alcalde electo, como lo tenían
pias con las otra3 guildas del Florercía y Brujas, y la ciudad
mismo oficio u ocupación de rusr. h a s t a tonía las corporacio-
otra3 ciudades. E n ur.a palabra, nes do adur.ras; pero la diferen-
llevaba una yida orgánica plena, cia entro ellos es toda la dife-
quo provenia de que a b r a z a b a rencia que existe entre Floren-
en su conjunto la vida toda de cia, pov u r a parte, y cualquier
esta unión. Cuando la ciudad era eldehuela do Fontenay-lss Oi&es,
convocada a las urnas, la guilda en Francia, o Tsarevokokshaisk,
m a r c h a b a como u n a compañía por otra; o bien entre el d¿ix ve-
reparada (Schaar), equipada neciano y rl alcalde d s aldea
con las a r m a s que le pertene- moderno, quo se inclina ante el
cían (y en una época m á s avan- escribiente del señor subprefec-
zada, con sus cañones propios, t.\ ;
adornados amorosamenté por la
guilda) b a j o el mando da los je- Las guildas do la Edad Media
fes elegidos por ella misma. En estaban, en condición do soste-
una palabra, la guilda e r a la ner su ir.dependencia; y cuando
misma unidad independiente, e r a m á 3 tarde, especialmente en el
la federación, como 16 era la re- Siglo catorce, debido a varias
pública do Uri o Ginebra, cin- razones que indicaremos en se-
cuenta afior. atrás, en la confe- guida, la antigua vida de la ciu-
deración suiza. Por esta razón, dad empezó a sufrir profundos
comparar las guildas con los sin- cambioo, entonces los oficios
dicatos modernos, o las uniones m á s jóvenes demostraron ser lo
profesionales, despojados de to- b a s a n t e f u e r t e s p a r a conquis-
d ^ i loq atributos de la soberanía tarse, a su vez, la parte que les
del Estado y reducidos al cum- correspondía en la dirección de
plimiento de dos ,© tres funciones los asuntos de la ciudad. Las
secundarias, os- t a n irrazonable m a s a s organizadas en guildas
como comparar FJorercia o Bru- "menores" se rebelaron p a r a
jan con. cualquier c o m u r a aldea- a r r a n c a r el poJer de manos de
na f r a n c e s a que a r r a s t r a una 1?, oligarquía creciente, y en Ta
vida desgraciada, b a j o la opre- mayoría de los casos obtuvieron
sión áA prefecto y del córti^o éxito, y entonces abrieron u n a
napoleónico, o con u n á ciudad nueva era de florecimiento de
EL APOYO MUTUO 2S1 —

las ciudades libres. Verdad es entonces su recompensa. Se In-


que, en algunas ciudades, la re- fundió a las ciudades una ola da
belión d s las guildas menores vida nueva, que halló también su
f u é ahogada en sangre, y enton- expresión en magníficos monu-
ces se decapitó sin piedad a los mentos arquitectónicos nuevos y
trabajadores, como sucedió en el en un nuevo periodo de prospe-
año 1306 en P a r í s y en 1371 en ridad, en el progreso repentino
Colonia. E n esos casos, las li- de la técnica y de los Inventos,
bertades urbanas, después de ta- y en el nuevo movimiento inte-
les derrotas se encaminaron ha- lectual que condujo pronto a la
cia . ía decadencia, y la ciudad época del Renacimiento y de la
cayó cajo el yugo del poder cen- R e f o r m a (256).
tral. Pero en la mayoría de l a s
ciudades existían f u e r z a s vita- L a vida de la ciudad medioe-
les suficlent«s como p a r a salir val e r a una serie completa de
de la lucha renovadas y con luchas que tenían que librar los
energías nuevas. Un nuevo pe- burgueses p a r a obtener la liber-
ríodo de renovación juvenil f u é tad y conservarla. Verdad ea

ÍG5 Tin Fiorerei*., la* <*:<~te ' ' a r t e s menores" hicieron su revolu-
ción en los años 1270-82, y la descripción detallada de sus re-
sultados se puede hallar en la obra d e P e r r e r s (H'stoire de
Florence, París, 1877, 3 tornos), y en especial en el t r a b a l o de
G r ò Capp ni, Storia della. R públlca di Firenze, 2* edición,
1876 I, 58-80 (traducida al a l e m á n ) ; en Lyon, al contrario,
cuando en í l año 1402, ee inició un movimiento igual, f u é so-
focado y los artesanos perdieron el derecho a elegir sus pro-
pios jueers. En Rostcck, un movimiento similar se originó en
el rfio 3313; en Zurlch r n 3336; en B e r r a en 1363; en Brauns-
chr™'g en 1374 y en año s i r u i e r t e en H a m b u r g o ; en Líí-
beck en 1376-84, etc. Véase, S?hmoller. S t r a s s b u r g znr Z?it
Z .^ftkampf \ y su S t r a s s b u ' g ' s B'üth^; B-3nt~1.no Arh*¡l-
te-g'lden de* Gegenwart, 2 tomos. Lelpzier, 1871-72; E . Bain,
Merchant and C r a f t Crulrts, Ab*rd^en, 1887, p á g i r a 20-47, 75
e f c. r u a n t o a las opiniones de Gross sobre li. misma lucha
en Inglaterra, v é a r s * la« ob^enraciones de la s^flora de Green
e - su Town Life In t h e F - f t ^ e n t h Century, II, 190-217; y t a m -
bién e* capítulo sobr" la cuestión ob-era y en general todo es-
t e volumen, extraordinariamente interesarte, de la otr-a ci-
t a d a . La-, opiniones de B r e n t a r o sobre la lucha de los artesa-
roa r y p u e s t a s p r c f e r e r t f m e r t e m los p á r r a f o s I H y TV de
su p.ns^vo Sota"» K h ' s t ^ - K v d ^ r r - ' V ^ ' a **"VHts. Fín-
pl'rh fln'ld da Toulmin Smith, siguen Herido c ó s i c a s p a r a est«
c u e - l í * - : las búsquedas posteriores l a s confirmaron u n a y
o t r a ve*.
283 — PEDRO KROPOTKINE

que d u r a n t e esta dura lucha se un oasis fortificado en un país


desarrolló la r a z a de los ciuda- hundido en la sumisión feudal,
danos, f u e r t e y tenaz; verdad y tuvo que a f i r m a r con la fuer-
e s que esta lucha creó el amor y za d3 las a r m a s su derecho a la
la adoración por la ciudad natal vids.
y que los grandes hechos reali-
zados por las> contarías medioe- Debido a las razones expues-
vales. estaban inspirados precisa- t a s brevemente en el capítulo
m e n t e por este amor. Pero los que precede, toda comuna aldea-
sacrificios que tuvieron que ha- n a cayó gradualmente bajo el
cer las comunas en las luchas yugo de algún señor laico o clé-
por la libertad eran, sin embar- rigo. La casa de tal señor poco
go, m u y duros, y la lucha soste- a poco se transformó en casti-
nida por la o comunas introdujo llo, y sus hermanos de a r m a s se
f u e n t e s de profundas disensiones convirtieron entonces en lsü peor
en su vida interior misma. Muy clase de vagabundos mercena-
pocas ciudades consiguieron gra- rios, siempre dispuestos a des-
cias al concurso de circunstan- p o j a r a los campesinos. A más
cias favorables, alcanzar la li- de la bárschina, es decir de los
b e r t a d inmediatamente, y en ia t r e s días semanales que los cam-
mayoría de los casos la perdie- pesinos debían t r a b a j a r p a r a el
ron con la misma facilidad. La señor, imponíanles ahora todo
en,orme mayoría de las ciudades género de contribuciones por to-
hubo >. de • luchar durante, cincuen- do: por el derecho da sembrar y
t á y cien años, y a veces más, cosechar, por el derecho de es-
p a r a ' alcanzar el primer recono- t a r triste o de alegrarse, por
cimiento. de sus derechos a u n a derecho de vivir, casarse y mo-
vida libre, y otro siglo más, an- rir. Paro lo peor de todo era que
t e s de que consiguieran a f i r m a r constantemente los despojaban
su libertad sobre u n a base sóli- los hombres armados que perte-
d a : las C a r t a s del siglo X I I fue- necían a las mesnadas de los te-
ron solamente los primeros pa- rratenientes feudales vecinos,
sos hacia la libertad (25S). E n quienes miraban a los campesi-
realidad, la ciudad medioeval era nos como si f u e r a n familiares

256 Cito sólo un ejemplo: Cambra! realizó &u primera revolución


en el año 907 y después de tres o cuatro nuevas revueltas obtuvo
la C a r t a en el año 1076. E s t a C a r t a f u é retirada dos veces (eií
1107 y 1138) y dos veces f u é concedida nuevamente (en 1127
" " y 1180). E n general, hubo que luchar 223 años antes dé que
> füér'a conquistada la independencia. Lvon tuvo que luchar des-
de «1 año 1195 h a s t a 1320. Y asi en todas partes.
EL APOYO MTJTTJO 233 5 -

del señor, y por ello, si estalla- m e n t s de Kouan, t. I., 117, cita-


ba entre sus señores u n a g u e r r a do por Luchaire, pág. 24). U n a
tribal por venganza de sangre, c a r t a sometida a la f i r m a dpi
ejercían su venganza sobre sus rey Roberto no es menos carac-
campesinos, sus ganados y sus terística. Lo obligaron a decir
sembrados. Además, todos los en ella: "No robaré bueyes ni
prados, todos los campos, todos otro o animales. No m e apodera-
los ríos y caminos, todo alrede- ré de los comerciantes ni lea
dor de la ciudad y todo hombre quitaré su dinero, ni les impon-
asentado sobre la tierra, estaban dré rescate. Desde la Anuncia-
bajo la autoridad de algún se- ción h a s t a el día de Todos los
ñoi' feudal. Santo no m e apoderaré, en jpa
El odio de los burgueses con- prados, de caballos, yeguas ni
t r a los terratenientes feudales potros. No incendiaré los moli-
halló u n a expresión m u y precisa nos y no robaré la h a r i n a . . , . No
en algunas Cartas que obliga- prestaré protección a los ladro-
ron a l i r m a r a sus ex-señores. nes", etc. (Pfister publicó este
Enrique V, por ejemplo, debió doctvmento, reproducido también
f i r m a r en la Carta acordada a la por Luchaire). La caijta ^'otor-
ciudad de Speier en el año 1111 g a d a " por el obispo de Besan-
que lloraba a los burgueses de zon, Hugues, a la ciudad que-se
"la ley horrible e indigna de l a había rebelado contra él, en la
posesión de inanomuerta, por la cual debió enumerar todas las
cual la ciudad f u é llevada a la calamidades causadas por rrus
miseria m á s profunda (von dera derefchos a la posesión feudal,
Scheusslichen uíid nichtswurdi- no es menos característica (257).
gen Gesetze, welches gemein Bu- Se podrían citar, muchos otros
del genannt w i r d . . . Kallsen, T. ejemplos. .
I. 397). E n la coutume, es de-
cir ordenanza de la ciudad de Conservar la libertad entre J a
Bayona, existen tales líneas: "El arbitrariedad de los b a r o n e s feu-
pueblo es anterior al señor. E l dales que las rodeaban hubiera
pueblo, que sobrepasa por s u nú- sido -imposible, y por esto 1 las
mero a las otras clases, desean- ciudades libres se vieron obliga-
do la paz, creó a los señores das a iniciar una guerra fuera
p a r a f r e n a r y reprimir a los po- de sus muros. L o s burgueses, .co-
derosos", etc. (Gíry, • EtabUsse- menzaron a enviar sus hombrea

257 Véi. n e Tu^tey. Etndes sur fe d?o"t M :nV:ípal.. . en Franche-


C m t é er, M ^ m i r " ' ; d 1"> Skw/été d'énralation de Monte bé liard,
2" serie, tomo II, 129 y siguientes.
"234 — PEDRO KROPOTKINE

p a r a levantar a las aldeas con- dio con éxito, a pesar de las in-
t r a lea terratenientes y dirigir geniosas máquinas agresivas y
la i n s u r r e c c i ó n ; acep- la tenacidad do los burgueses
taron a las a l d ^ s en f a que los sitiaban. Algunas ciuda-
organización de sus corporacio- des, como por ejemplo Florencia,
nes; y por último iniciaron la Bolonia, y muchas o t r a s en
g u e r r a directa contra la noble- Francia, Alemania y Bohemia,
. za. E n Italia, donde la tierra es- consiguieron liberar a las aldeas
t a b a densamente poblada de OMG las rodeaban, y la recom-
castillos feudales, la g u e r r a asu- pensa de sus esfuerzos f u é una
mió proporciones heroicas y era notable prosperidad y tranquili-
librada por a m b a s p a r t e s con dad. Pero aun en e s t a s ciudades,
e x t r e m a dureza. Florencia tuvo y m á s aun en Jas ciudades * menos
que sostener durante setenta y poderosas o menos emprendedo-
siete años enteros g u e r r a s san- ras, loe comerciantes y los arte-
grientas p a r a liberar su contado sanos, agotados por la g u e r r a y
(es decir su provincia) de los comprendiendo falsamente sus
nobles; pero, cuando la lucha propios intereses, concertaron ta
so terminó victoriosamente (en paz con los barones, vendiéndo-
el año 1181), hubo que empezar l e ^ por asi decirlo, los campesi-
do nuevo. L a nobleza reunió sus no?. Obligaron al barón a pres-
f u e r z a s y formó sus propias li- t a r juramento do lealtad a ia
g a s en contraposición a las li- ciudad; su castillo fué derruido
g a s de lar» ciudades, y recibió el h a s t a los cimientos y él dió su
apovo creciente ya sea de p a r - conformidad para construir una
t e del emperador, o del papa, y casa y vivir en la ciudad, donde
prolongó la g u e r r a aún 130 años SÍ convirtió entonces en conciu-
más. Lo mismo sucedió en la re- dadano (com-bourgeois, conccl-
glón de Roma, en Lombardía, en tadlno), pero en cambio conser-
la región de Génova, por toda vó la mayoría de sus derechos
Italia. sobre los campesinos, quienes de
tal modo recibieron sólo un ali-
Prodigios de valor, audacia y vio parcial de la c a r g a servil
tenacidad fueron realizados por que pesaba sobre ellos. Los bur-
tos burgueses d u r a n t e e s t a s gueses no comprendieron que
guerras. Pero el arco y las se- les e r a menester dar iguales de-
gures de g u e r r a de los artesa- rechos d^ ciudadanía al campe-
nos de las ciudades no siempre sino, en quien tenían que con-
Sa impusieron a los caballeros f i a r en materia de aprovisiona-
vestidos de armaduras, y mu- miento de productos alimenti-
chos castillos resistieron el ase- cios p a r a la ciudad; y debido a
El, APOYO MUTUO 235 —

esta incomprensión entre la ciu- lo que permitió que se forma-


dad y la aldea se abrió entre ra entro los historiadores la teo-
ellos desda cr.tor.ces un p r o f u n - ría qus estuvo en boga h a s t a
da abismo. Un algunas ocasio- tiempos ' recientes, y según la
nes, los campesinos solamente cual las ciudades perdieron &u
cambiaron el2 aeüoi^a, puesto libertad debido a la*' envidia re-
que la ciudad compraba los de- ciproca y a la lucha entre s i
rechos al barón y los vendía en Sostenían ésta teoría especial-
parto a suc propios ciudadanos mento los historiadores imperia-
(253). La servidumbre se man- listas, poro f u é sacudida fuer-
tuvo de tal modo; y sólo consi- temente por las recientes inves-
derablemente m á s tardé, al ri- tigaciones. E s indudable que en
*al del siglo trece, la revolución Italia las ciudades lucharon en-
de loo oficios menores le puso tro sí con animosidad ob&tinada;
fin; pero, habiendo dec-truído la pero en ninguna parte, f u e r a de
servidumbre personal, esta revo- Italia, adquirieron tales propor-
lución, al mismo tiempo, quita- ciones las guerras intestinas de
ba no pocas veces al campesino lan ciudades; y r en la misma
sus tierras (259). Apenas es ne- Italia, ia3 guerras urbanas, es-
cesario a g r e g a r que las ciuda- pecialmente en el período anti-
des sintieron pronto en carne guo, tuvieron sus causas espe-
propia las consecuencias f a t a l e s ciales, Fueron (como lo han de-
d^ tal política miope: la aldea mostrado ya Si&mondl y Ferra-
se convirtió en enemiga de la ri) la prolongación de la lucha
ciudad. c o n t r a los castillos, la prolon-
gación inevitable de la lucha del
La g u e r r a contra los casti- principio del municipio libre y
llos tuvo todavía una consecuen- federativo en contra del feuda-
cia perniciosa m á s : a r r o j ó a las lismo, del imperialismo y del pa-
ciudades a guerras prolongadas, pado, e s decir en contra de los

253 Según parece, esto sucedía a menudo en Italia. E n Suiza, Ber-


r a llegó h a s t a comprar las ciudades de Thun y Burgdorf.
259 A"i p^r 10 m e r o s r* p ^ d u j o en las ciudades de Toscana (Flo-
rencia, Lucca, Siena, Bologna, etc.), de las cuales h a n sido me-
jor estud áda^ Jas relaciones entre las ciudades y los campesi-
nos. (Véa?e Luch'tPky, "La esclavitud y los esclavos rusos en
Florencia", en Informar 1 d^ l a Universidad de Kief, del año 1885;
p a r a esta obra Luchitskv utilizó 1.a obra de Rnmohr, "Urspning
d r Bs»}tz*os!gkfrifc d^r CMonien in Toscana, 1830). Pero, en ge-
neral, toda la cue r tión d* lap Telacln^oq entre las ciudades y los
campesinos exige un estudio m á s cuidadoso.
250 — PEDRO KROPOTRINE

partidarios do la servidumbre, rras estaban en su apogeo (261),


apoyados unos por el emperador y la ligereza con que se concer-
germano y otros por el papa. taban las alianzas entre las ciu-
Muchas ciudades que s e habían dades, dan una idea aún m á s
liberado sólo en p a r t e del poder fiel de la lucha de las ciudades
del obispo, del señor feüdal o y socava m á s aún la teoría arri-
del emperador, fueron a r r a s t r a - ba citada. Y en los años 1130 -
das por la f u e r z a a la lucha con- 1150 empezaron a formarse po-
t r a las ciudades libres, por los derosas alianzas o ligas de ciu-
nobles, el emperador y la igle- dades; y transcurridos algunos
sia, cuya política tendía a no años, cuando Federico Barbarro-
permitir que las ciudades se j a atacó a Italia, y, apoyado por
unieran, y á a r m a r l a s u n a con- la nobleza y a l g u n a s ciudades
t r a la o t r a . condiciones retardadas, marchó contra Mi-
especiales (que parcialmente t e lán, el entusiasmo del pueblo se
habían reflejado también sobre despertó con f u e r z a en muchas
Alemania) explican por qué las ciudades, bajo la influencia de
Ciudades italianas, de l a s cuales . los predicadores populares, Cre-
algunas buscaron el apoyo del mona, Piacenza, Eresela, Torto •
e m p e r a d o r paj-a luchar na y otras se lanzaron al resca-
contra el p a p a ; o t r a s la de la te; los estandartes de las guil-
iglesia p a r a luchar contra el em- das de Verona, Padua, Vicenza
perador, pronto se dividieron en y Trevisso. flameaban j u n t a s en
dos campos, gibelinos y gllelfos, el campamento de las ciudades,
y por qué la m i s m a división contra los estandartes del empe-
apareció también dentro de ca- rador y de la nobleza. El año
da ciudad ,(260). siguiente se formó la alianza
lombarda, y sesenta años des-
El enorme progreso económi- pués vemos ya que esta liga f e
co alcanzado por la' mayoría de fortificó con las alianzas de m u -
las ciudades italianas justamen- chas o t r a s ciudades y constitu-
t e en la época en que estas gue- yó una organización durable qtse

200 Las generalizaciones de F e r r a r i a menudo son demasiado teó-


ricas p a r a ser siempre correctas; pero sus, opiniones sobre el
papel de la nobleza en las guerras civiles están basadas en u n a
m a s a de hechos fidedignos.
261 Solamente las ciudades que apoyaban obstinadamente l a cau-
sa de los barontes, como, por ejemplo, Pisa o Verona, perdieron
por e s t a s guerras. P a r a muchas ciudades que combatían al lado
, de los barones, la d e r r o t a e r a el principio de la liberación y del
progreso. .
El. APOYO MUTUO * 237 —

guardaba la mitad de sus fon- t r e los barones, las ciudades de


dos de guerra en Génova y la Westfalia formaron una liga
otra mitad en Venecia (262). contra los caballeros, y uno de
E n Tose ana, Florencia encabe- los puntos del pacto e r a la obli-
zaba otra liga poderosa, la de gación de no dar nunca présta-
Toscana., a la que pertenecían mo de dinero al caballero que
Lucca, Bologna, Pistoia y o t r a s continuara ocultando mercancías
ciudades, y la cual desempeñó robadas (263). E n los tiempos
un papel importante en la derro- en que "los caballeros y la no-
ta^ de la nobleza de Italia cen- bleza vivían de la r a p i ñ a y ma-
tral. Ligas m á s reducidas eran taban a quienes querían", como
en aquella misma época el fe- dice la queja de W o r m s (Worm-
nómeno m á s corriente. De tal ser Zorn). las ciudades- del Rhin
modo, es indudable que a pesar (Mainz, Colonia, Speier, Stras-
de que existía rivalidad entre las sbourg y Basel) tomaron l a ini-
ciudades, y no era difícil sem- ciativa de f o r m a r u n a liga pa-
b l a r Ja discordia, entre ellas, es- ra perseguir a los saqueadores y
t a rivalidad no impedía a las mantener la * paz; pronto contó
ciudades unirse p a r a la defensa con sesenta ciudades que habían
común de su libertad. Solamen- ingresado en la alianza. Más
te m á s tarde, cuando cada una tarde, la liga de las ciudades de
de las ciudades se convirtió en Suabia, dlviAda en t r e s "circu-
v n pequeño Estado, empezaron ios de paz" (Augsburg, Cons-
entre ellas las guerras, como su- t a n z a y Ulm) perseguía el mis-
elde siempre que los Estados co- mo objeto. Y a pesar de que es-
mienzan a luchar entre sí por tas alianzas fueron r o t a s (264),
el predominio o por las colonias. se prolongaron el tiempo sufi-
ciente como p a r a demostrar que
Ligas semejantes se forma- mientras los pretendidos pacifi-
ron. con el mismo fin, en Ale- c a d o r e s — l o s reyes, emperado-
mania. Cuando, b a j o los herede- res y la Iglesia^— f o m e n t a b a n la
ros de Conrado, el país se con- discordia, y ellos mismos eran
virtió en un campo de intermi- impotentes contra los rapaces
nables g u e r r a s de venganza en- caballeros, tí impulso p a r a el

282 Ferrari, n , 18, 104, y siguientes; Leo y Bota, I, 432.


263 John Falke. Dto H a n s a ais Deutsche See-und Handelsmatch.
Berlín, 1863, página 31, 35.
264 Respecto a Aquisgrán y Colonia, existen indicios directos de
que no fueron sino los obispos de e s t a s dos ciudades —uno de
ellos "sobornado" por los enemigos— quienes abrieron las puer-
t a s de l a ciudad.
233 — PEDRO SBOPOTEINE

eotablecimicnto de la paz y la el modelo de la C a r t a de Laon


unión provino de las ciudades. y Soissons, y como sus tierras
Las ciudades —y no los empe- lindaban, so apoyaban mutua-
radores— fueron los verdaderos mente vn sus guerras de libera-
creadores de l a unión nació- ción. E n general, Luchaire opi-
nal (265). r a que m u c h a s de tales uniones
formaron en F r a n c i a en los
Alianzas similares, mejor di- siglos X H y XIII, pero en la
cha federaciones,
con fines se- mayoría de los casos se han per-
mejantes, se organizaron t a m - dido lan noticias documentales
bién e n t r e las aldeas y ahora cobro ollaí/. Naturalmente, no cs-
que Luchaire ha llamado la aten- tar.do protegidas por nrtirot;, co-
ción sobre esté fenómeno es de frío las Ciudades, las ur.ior.es aJ-
esperar .ouc pronto conoceremos deanas fueron fácilmente des-
m á s detalles dé estas f e d e r a d o - traídas por I03 reyeo y barones,
neo. Sabemos
que las aldeao se pero bajo a l g u n a s condiciones
unieron en pequeñas ligas en el favorables, cuando hallaron apo-
dlstrito (contado) de Florencia; yr> i e n i' a s uniones ds las ciuda-
también en los distritos someti- d e S i 0 protección en sus monta-
dos a Novgorod y F&kof. En fiaa, semejantes repúblicas cam-
c u a n t o a Francia, existe el tes- pesir.aa se hicieron irdeperdien-
timonio positivo de la federación tes. como ocurrió en la Con fe»
do diecisiete aldeas campesinas deración Suiza (266).
que h a existido en el Laonnais
d u r a n t e casi cien a ñ o s ( h a s t a > En cuanto a las uniones con-
el a ñ o 1256) y que ha luchado cortadas per las ciudades con
obstinadamente por su indepen- fines especiales, eran un fenó-
dencia. Además, en las vecinda- mero m u y corriente. Las reía-
des de la ciudad de Laon e?ds- clones establecidas en el perío-
tian t r e s repúblicas campesinas do d e liberación, cuando las ciu-
qué tenían c a r t a s juradas, según dades se copiaban m u t u a m e n t e
265 Véanse los hechos (aurque no siempre acompañados por con-
clusiones correctas en Nitzch, m , 133 y siguientes'; también
Kalssen, I, 458, etc.
£66 Sobre la C c m u r a del LaonnaN que, ha^-a las investigaciones
de MelleVille (HSstolre de la Commune d» Laonnais. París, 1853)
e r a confundida con la comuna de la ciudad de Laon, véase Lu-
chaire, pág. 75 y siguientes. Sobre las a r t i e u a s puf Idas caftroe-
sina*. y las uniones siguientes, vénse R. WiPman. Dle landllch*»
Schüsjgttden W*M3tphalleits en Keltschrlft f ü r KxfltuTge*chiche,
' ruftva serie, t. HI, c i t en Henne-am Rhyn, K n l t u r g ^ c h ' c h t ^ , JU
' 249.
El, APOYO MUTUO 239 —

las cartas, no se interrumpieron sores de la g r a n federación co-


posteriormente, A veces, cuan- mercial de la H a n s a flamenca,
do los scajrfnl de cualquier ciu- y, m á s tarde, de la g r a n Hansa
dad alemana debían pronunciar germánica del Norte, en la cuál
una sentencia, en un caso p a r a ingresaron la soberana Novgo-
ellos nuevo y complejo, y decla- rod y algunas ciudades polacas.
raban que no podían hallar la L a historia de estas dos vasta»
resolución (des Urthellea nicht uniones es interesante en grado
weUtj zu sein), enviaban dele- sumo e instructiva, pero se re-
gados a o t r a ciudad con el fin querirían muchas páginas para
do buscar u n a solución oportu- relatar su vida compleja y mul-
na. Lo mismo sucedía también tiforme. Observaré, solamente,
en Francia (2G7). Sabemos t a m - que gracias a las Uniones han-
bién que Forlì y Ravenna n a t u - Beáticas y a las ligas de l a s ciu-
ralizaban recíprocamente a sus dades italianas, las ciudades de
ciudadanos y les daban plenos la E d a d Media hicieron m á s por
derechos en a m b a s ciudades. el desarrollo de las relaciones in-
ternacionales, de la navegación
Someter u n a disputa surgida m a r í t i m a y de los descubrimien-
entre dos ciudades, o dentro de tos marítimos, que todos los Es-
la ciudad, a la resolución de tados de los primeros diecisie-
o t r a comuna, a la que invitaban te siglos de nuestra era.
a a c t u a r en calidad de àrbitro,
estaba también en el espíritu de Resumiendo lo dicho, l a s li-
la época (268). E n cuanto a los g a s y las uniones entre peque«
pactos comerciales entre las ciu- ñ a s unidades territoriales, lo
dades. eran cosa m u y corriente mismo que entre los hombres
(269). L a s uniones p a r a la regu- que se unían con fines comunes
lación de la producción y la de- en sus guildas correspondientes,
terminación del volumen de los y también las federaciones en-
toneles utilizados en el comer- t r e s las ciudades y grupos de
cío d e Tinos, l a s " u n i o n e s de los ciudades, constituyó la esencia
a renqueras", etc., fueron precur- m i s m a de l a vida y del pena»-

267 Luchaire, pág. 149.


268 Dos ciudades t a n importantes como Mainz y W o r m s resolvie-
ron un conflicto político surgido e n t r e ellas con a y u d a de media-
dores. E x a c t a m e n t e lo mismo, después de u n a g u e r r a civil qu«
estalló en Abb ~ vi lie, Amiens actuó en el año 1231 en calidad de
mediador ( L u c h a r e , 149) etc.
S69 Véase, p o r ejemplo, W. Stleda, Hanslscba Vereinbarungen, L
c.. 114.
"240 — PEDRO KROPOTKINE

miento do todo este período. Los tir la. violencia de los reinos e
primer os cinco siglo s del segun- imperios' nacientes. Pero no pe-
do milenio de rwestra era (has- recieron debido a la enemistad
t a el XVI) pueden ser conside- recíproca, y sus errores no fue-
rados, de tal modo, una colosal ren la consecuencia del desarro-
tentativa, de asegurar la ayuda llo insuficiente del espíritu fede-
m u t u a y el apoyo mutuo nn = rativo entre ellos.
g r a n escala, sobre los principios
de la unión y de la colaboración, L a nueva dirección tomada
llevados a través de todas las por la vida humana en la ciudad
manifestaciones de la vida hu-r de la Edad Media tuvo enormes
mana, y en todos los grados po- consecuencias en el desarrollo
sibles. E s t e ir.tentó f u é corona- d»; toda la civilización. A co-
do por el éxito en. grado consi- mienzos del siglo XI, las cuida-
derable. Unió a los hombres, an- das de Eluropa. constituían sola-
tes divididos, les aseguró una mente pequeños grupos de mise-
libertad considerable, decuplicó rables* chozas, que se refugia-
sus fuerzas. En aquella época en ban alrededor de iglesias b a j a s
qtie "multitud de todas clases de y deformes, cuyos constructores
influencias creaban en los hom- apenas si sabían trazar un arco.
bres la tendencia a aislarse de Los oficios, que se reducían prin-
los otros en su célula, y existía cipalmente a la tejeduría y a. la
tal abundancia de causas de dis- forja, se hallaban en estado em-
cordia, es consolador ver y ob- brionario; la ciencia encontraba
servar que las ciudades disemi- refugio sólo en algunos monas-
n a d a s por toda Europa tuvieran terios. Pero trescientos cincuen-
t a n t o en común y que con tal ta años m á s tarde el aspecto
presteza se unieran p a r a la per- mismo de Europa cambió por
secución d e t a n numerosos ob- completa. L a tiei^ra estaba ya
jetivos comunes. Verdad es que, sembírada de ricas ciudades, y
al final de scuentas, no resistie- estas ciudades hallábanse rodea-
ron ante enemigos poderosos. das por muros dilatados y es-
Practicaban ampliamente todos pesos que se hallaban adornados
los principios de ayuda mutua, por torres y puertas ostentosas,
pero, sin embargo, separándose cada una de las cuales consti-
de los campesinos . labradores, tuía una obra de arte. Catedra-
aplicaron estos principios a 'a les concebidas en estilo grandio-
vida de una m a n e r a que no fué so, y cubiertas por numerosos
suficientemente amplia, y priva- ornamentos decorativos, eleva-
das del apoyo de loa eampesiroft ban a lan nubes sus altos cam-
las ciudades no pudieron resis- panarios y 'en su arquitectura
El, APOYO MUTUO 241 —

se manifestaba tal audacia de las pérdidas sufridas por Euro-


imaginación y tal pureza de for- pa cuando cayeron sus ciuda-
ma, que vanamente nos esfor- des libres, pueden ser plenamen-
zamos en a l e a r z a r en la época te apreciadas, si se compara el
presente. Los oficios y las ar- PÍTIO diecisiete con el catorce o
t e s se elevaron a tal perfección hasta con él trece. E n el siglo
que aun ahora apenas podemos dieciocho desapareció el bienes-
decir que las hemos superado en tar que distir.^ifa a Escocia,
mucho, si no colocamos la velo- Alemania,. las llanuras de Italia.
cidad de la fabricación por en- Los caminos decayeron, las ciu-
cima del talento inventivo del dades se despoblaron, el trabajo,
t r a b a j a d o r y do la terminación libre se convirtió en esclavitud,
de su trabajo. Las naves de las la3 a r t e s so marchitaron, y hf.r,-
ciudades libres surcaban en to- t a el comercio decayó (270).
d a s direcciones el m a r Medite-
rráneo norte y sur; un esfuerzo Si t r a s las ciudades medioe-
m á s y cruzarían el océano. En vales no hubiera quedado monu-
v a s t a s extensiones, el bienestar mento escrito algxino, por }os
ocupó el lugar de la miseria an- cuales se pudiera juzgar el es-
terior; &e desarrolló y se exten- plendor de su vida, si hubieran
dió la educación. quedado tra^ ellas solamente loa
moraimentos de su a r t e arquitec-
Junto con esto se elaboró rl tónico, que hallamos dispersos
método científico de investiga- por toda Europa, de Escocia a
ción —positivo y natural en lu- Italia, y de Gerona, en É&paña,
g a r de la escolástica anterior-— hasta Breslau en el territorio
y fueron establecidas las bases eslavo, aun entonces podríamos
de la mecátiica y de las ciencias decir que la época de las ciuda-
físicas. Más aun; estaban prepa- des independientes fué la del
rados todos fiquellos inventos máximo florecimiento del inte-
mecánicos de que tanto se enor- lecto humano durante todos. los
gullece el siglo XIX. Tales fue- siglos del cristianismo, h a s t a el
ron los cambios mágicos que se fin del siglo XVIII. Mirando, por
habían producido en Europa un ejemplo, el cuadro medioeval qv.g
menos de cuatrocientos años. Y representa Nurcnberg con áus

210 Véase Cosmo Innes, E a r l y Scottish History, y Scotland lrt¡


Middle Ages; cit. por Rev. Denton, 1. o., pág, 8, 69; Lamp-.'techt
D e u t s c h e wlrthstehaftUche Leben ln Mitt^lalte.r, examinado pcif
Schmoller en su JahrbueK, t. XII; Sismondi, Tableau d?> ra«?1-*
culturo toscane, pág. 226 y siguientes, Los dominios de Flo-
rencia libre podían reconocerse en seguida por su prosperidad.:
Mi — PEDRO KKOPOTKDre

decer.an de torres y elevados arter, la arquitectura —arte so-


campanarios que llevaban en si cial por excelencia— alcanzara
cada una el sello del a r t e crea- en esta época el má& elevado des-
dor libre, apenas podemos Una- arrollo. Y realmente, t a l desa-
pinar que sólo trescientos años r-nllo de la arquitectura f u é po-
antes Nurenberg era únicamen- sible sólo como resultado de la
te un montón de chozas mise- sociabilidad altamente desarro-
rables. llada en la vida de entonces.

Lo mic<mo con respecto a to- L a arquitectura medioeval al-


dar» las ciudades libres de la ear zó tal grandeza no sólo por-
Edad Media, sin excepción. Y que era el desarrollo natural de
nuestro asombro a u m e n t a a me- un oficio artístico, como insis-
dida que observamos en detalle tid sobre esto justamente Rus-
la arquitectura y los ornatos de ki"; r o solamente porque cada
cada una de las innúmeras igle- edificio y cada ornato arquitec-
s i a ^ campanarios, puertas de tónico fueron concebidos por
las ciudades y casas consistoria- hombres que conocían por ia ex-
les, diseminados por toda Euro- periencia de si:s propias m a r o s
pa, empezando por Inglaterra, cuáles efectos artísticos pueden
Holanda, Bélgica. Francia e I t a - producir la piedra, el hierro, el
lia, y llegando, en el Este, has- bronce o simplemente las vig/>s
t a Bohemia y h a s t a las ciuda- y el cemento mezclado con gui-
des de la Galitzia polaca, ahora jarros; n o sólo porque cada mo-
muertas. No solamente Italia numento era el resultado de la
—madre del arte—, sino toda experiencia colectiva reunida,
Europa, e&taba repleta de seme- acumulada en cada a r t e u oficio,
jantes monumentos. E s extraor- la arquitectura medieval era
dinariamente significativo, ade- grande porque era la expresión
más, el hecho de que todas las de Una gran idea (271). Como

171 John E n n e t t (Slx estto.ya, Londres. 1891) escribió algunas pá-


ginas excelentes sobre este aspecto de la arquitectura medioe-
TaL WilHs, en Su apéndice a Hlstory of Inductivos Sciences. dr>
Whewe l (I, 261-232) señaló la belleza de las relaciones mecá-
nicas en la construcción medioeval. «'Maduró —dice— una cons-
trucción decorativa nueva que n o contradecía y que no contro-
laba la construcción mecánica, sino aue cooperaba y armoniza-
ba con ella. Cada parte, cada moldura, se convierte en soporte
d>l peso, y gracias al aumento del r ú m e r o de soportes que
aoovan mu*u*>merte, y la o r r e p p o r d i e r t e distribución del peso,
' «1 o1o se deleita con la solides de la estructura, no obstar-te to
| fragilidad apareóte de las finas partes separadas". E s difícil c&-
E l , APOYO MUTUO 243 —

el a r t o griego, surgió de l a con- jeto glorificar l a s g r a n d e v a s de


cepción de la f r a t e r n i d a d y uni- la ciudad victoriosa; e n c a m a b a
dad a l e n t a d a s p o r l a ciudad. P o - y espiritualizaba la unión de los
céis u n a audacia que pudo ssr oficios; e r a la expresión del sen-
lograda sólo m e r c e d a la lucha t i m i e n t o de c a d a ciudadano, que
a t r e v i d a do l a s ciudades c o n t r a ETJ enorgullecía do s u ciudad,
eun» opresores y vencedores; res- puesto que e r a su propia crea-
p i r a b a energía, porque t o d a la ción. N o r a r a m e n t e o c u r r í a t a m -
vida de la ciudad e s t a b a impreg- bién que la ciudad, habiendo
nad?. do energía. L a c a t e d r a l o realizado con éxito la segur.da
la casa consistorial de l a ciudad revolución do loo oficios meno-
e n c a m a b a , simbolizaba, el o r g a - res, comenzaba a construir u n a
nismo -en el cual c a d a albañil y n u e v a c a t e d r a l con. objeto de
picapedrero e r a n Constructores. e x p r e s a r la unión r u e v a , más
El edificio medieval n u n c a cons- p r o f u n d a y m á s amplia, que ha-
t i t u í a el designio de un indivi- bía a p a r e c i d a en su vida.
duo, p a r a cuya realización t r a -
b a j a b a n miles d? esclavos, des- L a s c a t e d r a l e s y c a s a s con-
empeñando un t r a b a j o determi- sistoriales de la E d a d Media
nado p o r u n a idea, a j e n a i t o d a la tienen un r a s g o asombroso m á s .
ciudafl t o m a b a p a r t e en su cons- Los recursos efectivos con que
t r u c c i ó n . , E l alto c a m p a n a r i o l a s ciudades empezaron ous
e r a p a r t e do u n g r a n edificio, v-n g r a n d e s construcciones, solían
el que p a l p i t a b a la vida de ;ía ser, en la m a y o r í a d e los casos,
ciudad; no e s t a b a colocado so- C' i nproporoior. acLamcnte reduci-
bre u n a p l a t a f o r m a que no te- dos. L a c a t e d r a l de Colonia, por
n í a certido, como la t o r r e Eif- ejemplo, f u é iniciada con un des-
fel de P a r í s ; r o era_ u n a cons- embolso a n u a l de 500 m a r c o s en
trucción falsa, d o piedra, erigi- t o t a l ; u n a donación de 100 m a r -
da con objeto de o c u l t a r la feal- cos se inscribió como dádiva
dad de la a r m a z ó n de hierro que important<y ' ( 2 7 2 ) h a s t a cuan-
lo servía dé base, como f u é he- do la o b r a se a p r o x i m a b a a su
cho r e c i e n t e m e n t e en el T o w e r fin, el g a s t o a n u a l a ; t i n a s al-
Bridge, Lor-dres. Com,o la Acró- c a n z a b a a < 5.000 .marcos y n u n -
polis de Atenas, la c a t e d r a l de c a sobrepasó loa 14.000. La ca-
la Ciudad m e d i e v a l t e n í a por ob- t e d r a l de Basilea f u é construi-

r á eterizar m e j o r rl E-rte surgido de la vida social, de, u n a ciudad.


272 Dr. L. E n e n , D * T I M Koln. »O'ip CSnsfcm-t'on u n 3 A n v
t a l t n n g , Colonia, 1871. O b r a m u y i n s t r u c t i v a . U n a o b r a igual,
m u y i n t e r e s a n t e , existe .también sobre l a c a t e d r a l de Baúilea.
344 — PEDRO KROPOTKINE

da con los mismos Insignifican- las catedrales de Laon o de Saint


tes medios. Pero cada corpora- Ouen apenas ceden a la catedral
ción ofrendaba p a r a su monu- de Reims. a la casa consistorial
mento común su p a r t e de pie- de Bremen o el campanario del
dra, de t r a b a j o y de genio de- Concejo popular de Breslau.
corativo. Cada guilda expresaba "Ninguna obra debe ser comen-
en ese monumento sus opiniones zada por la comuna si no ha si-
politicar. refiriendo, en la piedra do concebida en consonancia con
o el bronce, la historia de la ciu- el g r a n corazón de la comuna,
dad, glorificando IOF principios formado por los corazones de
de Libe tad, Igualdad y F r a t e r - todos sus ciudadanos, unidos >tn
nidad (273), ensalzando a los una sola voluntad común" —ta-
aliados de la ciudad y condenan- les eran las palabras del Conse-
do al f u e g o eterno a sus enemi- jo de la ciudad en Florencia; y
gos. Y cada gullda expresaba su estje espíritu se manifiesta en
amor al monumento común or- todas las obras comunales que
nándolo ricamente con ventanas están destinadas a la utilidad
y vitrales, pinturas, "con puer- pública, como por ejemplo, en
t a s de jgle&ía dignas de ser las los canales, las terrazas, lo«
puertas del cielo" —según la ex- plantíos de viñedos y f r u t a l e s
presión de Miguel Angel—- o con alrededor de Florencia, o en los
ornatos de piedra en todos los canales de regadío que atravesa-
m á s pequeños rincones de la ban las llanuras de Lombardía,
construcción (274). Las peque- en el puerto y en el acueducto
ñas tludades y hasta las m á s de Génova, y, en suma, en to
pequeñas parroquias (275) riva- das las construcciones comuna-
lizaban en este género de traba- les que se emprendían en casi
jos con las grandes ciudades, y todas las ciudades (276).

278 E i t a s t r e s e s t a t u a s ae hallan entre los ornamentos exteriores


de la Catedral de N o t r e Dame de P a r i s junto con asombrosa«
"quimeras" e interesantes caricaturas escultóricas de monjes y
moa jas.
274 El a r t e medioeval, como el griego, no conocía esos estableci-
mientos de antigüedades que llamamos "Galerías Nacionales"
o "Museos". Se pintaba un cuadro, se esculpía una estatua, se
fundían los ornamentos de bronce p a r a colocarlos en el l u g a r
apropiado de u n monumento -de arte cofnunal. L a obra de a r t e
vivía allí; era una p a r t e de un conjunto, daba unidad a la im-
presión producida por el todo.
275 Véase J. E n n e t t Second E w a y . pág. 361.
176 Sifmond«. IV, 172; XVI, 356. El gran canal "Naviglio gran-
de" que proveía a g u a del Twsino, fué comenzado en el afio 1178,
El, APOYO MUTUO 245 —

" Todas las a r t e s tenían el mis- cibimos e! pergamino y el papel,


mo éxito en las ciudades medio- la imprenta y el grabado, el vi-
vales, y nuestras adquisiciones drio perfeccionado y el acero, Ja
actuale3 en este campo, en la pólvora, el reloj, el telescopio, la
mayoría de los casos, no son brújula marítima, el calendario
n a d a m á s que l a prolongación reformado, el sistema decimal,
de lo que había crecido entonces. el álgebra, la trigonometría, la
El bienestar de las ciudades fla- química, el contrapunto (descu-
mencas se f u n d a b a en la fabri- brimiento que equivale a una
cación de lo3 finos tejidos de nueva creación de la música):
lana. Florencia, a comienzos del hemos heredado todo esto de
siglo XIV, h a s t a la epidemia fíe aquella época que t a n desprecia-
la '«muerte negra", fabricaba da tivamente llamamos "periodo de
70.000 a 100.000 piezas de lana, estancamiento" (278).
que se avaluaban en 1.200.000
florines oro (277). E l cincelado Verdad ea que, como observó
de metales preciosos, el a r t e de Whewell, ninguno de estos des-
la fundición, la f o r j a artística cubrimientos introdujo un prin-
del hierro, fueron creación de las cipio nuevo; pero la ciencia me-
guildan medioevales (misterios), dioeval alcanzó algo m á s que el
que alcanzaron en sus respecti- descubrimiento real de nuevos
vos dominios todo cuánto se po- principios. Preparó el descubri-
día lograr mediante el t r a b a j o miento de todos aquellos nuevos
manual, sin recurrir a la ayuda principios que conocemos actual-
de un motor mecánico poderoso; mente en, el dominio de las cien-
por medio del t r a b a j o m a n u a l y cias mecánicas-, enseñó al inves-
la inventiva, pues, sirviéndose tigador a observar los hechos y
de las palabras de Whewell, "re- extraer conclusiones. Entonces

es decir después de la conquista de la independencia y fué con-


cluido en el aiglo XIII. Sobre la decadencia siguiente véase el
4
mismo Siunondi, XVI, 355.
277 E n el año 133É, en las escuelas florentinas» p r i m a r i a s estudia-
ban de 8 a 10.000 niños y niñas; de 1.000 a 1,200 niños estudia-
ban en ríete escuelas secundarias y de 550 a 600 estudiaban en
c u a t r o urivertidade£>. En sus t r e i n t a hospitales había m á s de
I.000 camas, p a r a una población de 90.000 hombres (Capponi,
II, 219 y siguientes). Investigadores autorizados han demos-
t r a d o m á s d* u n a vez que, hablando en general, la educación
ocupaba en aqua.'la época u n nivel m á s elevado de lo que gene-
ralmente se suponía. Tal observación, sin duda alguna, es jus-
t a por ejemplo con respecto a la democrática Nurenberg.
s
278 Whewell, I l story of Inductive Sciences, t. I, pág. 252.
Z46 — PEDUO KROPOTKINE

es creó la ciencia inductiva, y tiva y aquella enorme energía in-


a pesar de que no había capta- telectual y moral que posee aho-
do aún plenamente el sentido y ra y que e& l a mejor garantía
la f u e r z a de la inducción, echó de que la civilización europea
las bases tanto de la mecánica podrá rechazar toda nueva inva-
como do la física. Franeis Ba- sión de Oriente.
con, Galileo y Copérnico, fueron
descendientes directos de Roger Pero, ¿ por qué • estos centros
Bacon y Miguel Scott, como la de civilización que t r a t a r o n ue
máquina de vapor f u é el produc- hallar respuestas a las exigen-
to directo de las investigaciones cias de la naturaleza humana y
sobre la presión atmosférica rea- que se distinguieron por tal ple-
lizadas en las universidades ita- nitud de vida,' no pudieron pro-
lianas y de educación matemá- longar su existencia? ¿ P o r qué
tica y técnica que distinguían a en el siglo XVI fueron atacadas
Nurenberg, do debilidad senil, y por qué des-
pués de haber rechazado t a n t a »
Pero, ¿es necesario, en ver- invasiones exteriores y de hab¿r
dad, extenderse y demostrar el sabido extraer tina nueva ener-
progreso de las ciencias y de las gia aun de sus discordias inte-
u r t e s en las ciudades de la Edad riores, estas ciudades, al final
Media? ¿No b a s t a mencionar de cuentas, cayeron víctimas de
simplemente las catjedrales, en los ataques exteriores y de las
el campo de las artes, y la len- disensiones intestinas ?
g u a italiana y el poema de Dan-
te, en el dominio del pensamien- Diferentes causas provocaron
to, para dar en seguida la medi- esta caída, algunas de las cua-
da de lo que creó la ciudad me- les tuvieron su raíz en el pasa-
dioeval durante los cuatro siglos do lejano, mientras que las otras
de su existencia? fueron el resultado de errores
*
cometidos por las ciudades mis-
No cabe duda alguna de que mas. El impulso en este sentido
las ciudades medioevales pres- f u é dado primeramente por las
taron un servicio inmenso a la t r e s invasiones de Europa: la
civilización europea. Impidieron mogol a Rusia, en el siglo XIII,
que Europa cayera en los esta- la turca a la península balcá-
dos teocráticos y despóticos que nica y a los eslavos del Este, rm
Be crearon en la antigüedad en el siglo XV, y la invasión de los
Asia: diéronle variedad de mani- moros a España y Sur de F r a n -
festaciones vivientes, seguridad cia desde el siglo IX h a s t a el
en* sí misma; f u e r z a de Inicia- XH. Detener estas invasiones
El, APOYO MUTUO 247 —

f u é m u y difícil; y se consiguió Madrid. Moscú, que se convirtie-


a r r o j a r a los mogoles, turcos y ron en centros de grandes Esta-
moros, que se habían afirmado dos. se hallaban justamente en
en diferentes lugares de Europa, tales condiciones; y con ayuda
solamente cuando en España y del t r a b a j o servil se creó aquí
Francia, Austria y Polonia, en la ciudad real fortificada, a Ja
Ucrania y en Rusia, los peque- cual atraía, mediante una dis-
ños y débiles kny&ziá, condes, tribución generosa de aldeas
principes, etc., sometidos por los "para alimentarse", a los com-
m á s f u e r t e s de ellos, comenza- pañeros de hazañas, y también
ron a f o r m a r estados capaces á los comerciantes que gozaban
de mover ejércitos numerosos de la protección que él ofrecía
contra los conquistadores orien- al comercio.
tales.
Así se orearon,( m i e n t r a s pe
De tal modo, a fines del siglo hallaban aún en condición em-
XV, en Europa comenzó a sur- brionaria, los f u t u r o s estados,
gir una serie de pequeños esta- que comenzaron gradualmente a
dos, formados según el modelo absorber a otros centros igua-
romano antiguo. En cada país y les. Los jurisconsultos, educa-
en cada dominio, cualquiera i e dos en el estudio del derecho
los señores feudales que fueva romano, afluían de buen grado
máo astuto que los otros, m á s a tales ciudades; una raza da
inclinado a la codicia y a me- hombres, tenaz y ambiciosa,
nudo menos escrupuloso que su surgida de entre los burgueses y
vecino, lograba adquirir en pro- que odiaba por igual la altivez
piedad personal patrimonios m á s de los feudales y la manifesta-
ricos, con mayor cantidad de ción de lo que llamaban iniqui-
campesinos, y también reunir en dad de los campesinos. Ya las
torno de si mayor cantidad de f o r m a s mi&mas de la comuna al-
caballeros y mesnaderos y acu- deana, desconocidas en sus có-
mular m á s dinero en sus arca'á. digos, los mismos principios del
Un barón, rey o ltreyaz, general- federalismo, les eran odiosos, co-
mente escogía como residencia, mo herencia de los bárbaros. Su
no una ciudad administrada por ideal era el cesarismo, apoyado
el consejo popular, sino un gru- por la ficción del consenso po-
po de aldeas, d« posición geo- pular y —especialmente— por la
g r á f i c a ventajo&a, que no se f u e r z a de las a r m a s ; y t r a b a j a -
habían familiarizado aún con la ban celosamente p a r a aquellos
vida libre de la ciudad; Parid, en quienes confiaban para la
248 — PEDRO KROPÖTKUaS

realización de este ideal (279). ros —por las cuales los campe-
sinos hubieron de pagar tan ra-
La iglesia cristiana, que an- ro—• depositaron entonces tf.s
tes se había rebelado contra el esperanzas en el rey, el empe-
derecho romano y que ahora se rador, el gran laiyaz; y ayudán-
había convertido en su aliada, doles a de&truir el poder de los
t r a b a j a b a en el mismo sentido. señores feudales:, al mismo tiem-
Pue&to que la tentativa d.e foí - po les ayudaron a establecer el
m a r un imperio teocrático en Estado centralizado. P o r último,
Europa, b a j o la supremacía del las guerras que tuvieron que
Papa, no fué coronada por el sostener durante dos siglos con-
éxito, los obispos m á s inteligen- tra los mogolea y los turcos, y
tes y ambiciosos comenzaron a la guerra s a n t a contra lo& mo-
ofrecer entonces apoyo a los que ros en España, y del mismo mo-
consideraban capaceD de recons- do también aquellas guerras te-
tituir el poder ds los reyes de rribles quo pronto comenzaron
Israel y el de los emperadores dentro de cada pueblo entre I >9
de Constantinopla. La iglesia centros crecientes de soberanía:
investía los gobernantes que sur- lie de F r a n c e y Borgogne, Es-
gían, con su santidad; los coro- cocia e Inglaterra, Inglaterra y
naba como representantes de Francia, Lituania y Polonia, Mos-
Dios sobre la tierra; ponía a su cú y Tver, etc., condujeron, fi-
servicio la erudición y el talento nalmente, a lo mismo. Surgís-
de estadista de sus servidores; ron estados poderosos y las ciu-
les t r a í a sus bendiciones y sus dades tuvieron que entablar lu-
maldiciones, SUE> riquezas y fa cha no sólo con las federaciones,
simpatía que ella conservaba en- débilmente unidas entre sí, de
t r e los pobres. Los campesinos, Ion barones feudales o knyaziá,
a los cuales las ciudades no pu- sino con centros fuertemente or-
dieron o no quisieron liberar, ganizados que tenían a su dis-
viendo a loa burgueses impoten- posición ejércitos enteros de
tes p a r a poner fin a las guerras siervos.
interminables entre los caballe-
Lo peor de todo era, sin em-

279 Véanse las excelentes consideraciones sobre la esencia del de-


recho romano hschas por L. Ranke en su Weltgeschichte, t. IV,
parte 2, pág. 20-31; y también las observaciones de Sismondi so-
bre el papel de los legistas en el desarrollo del poder real (His-
toire des Francais, P a r i s (1826, VIII. £5-99). El odio popular
contra esos W lse Doktoren und Beufcel8Clne?d?r des Volks se
\ expresó con todo vigor en el siglo XVI, en los sermones del mo-
} vimiento primitivo de la Reforma.
Eli APOTO MUTUO 249

bargo, que los centros crecien- dividió en "burgueses" o "comu-


tes de la monarquía hallaron nerpa" y en "residentes" o *'ha-
apoyo en las disensiones qua sur- # bitantea" (280). El comercio, que
gian dentro de las ciudades mis- tenía antes carácter, comunal, se
mas, U n a g r a n idoa, sin duda, convirtió ahora en -privilegio de
constit lía la base de la ciudad las familias de los c o m e r c i a n t e
medioeval, pero f u é comprendí- y artesanos: de la guilda mer-
d a con. insuficiente amplitud. Lia cantil y do algunas guildas dfl
a y u d a y el apoyo m u t u o no pue- los llamados "viejos oficios"; y
den ser limitados por las fron- el paso siguiente - -la transición
tc?~án de u n a asociación pequa- al comercio ^personal o a los pri-
f a ; -deben extenderse a , todo i»j vilegios de las compañías capi-
circundartc, de lo- contrario lo talistas opresoras —de loa
circundante absorbe a la asocia- t r u s t s — so hizo inevitable,
ción; y en este respecto, el ciu- ,
d¿d»no medioeval, dssdo el prin- La misma división surgió t a m -
cipio mismo, cometió un error bién entre la ciudad, en el sen-
ero" m e . E n lugar d-3 considerar tido propio de la palabra, y las
a loa campesinos y artesanos aldeas que la rodeaban. Las co-
tjue se reunían b a j o la protección muñas medievales trataron, pue9,
de. sus muros, como colaborado- de liberar a los campesinos; pe-
res que podían a p o r t a r su p a r t e ro, sua g u e r r a s contra los feu-
er. la obra de creación de la ciu- dales, poco a poco, se convirtió-
dad —lo que h a n hecho en roa- ron, como se ha dicho antes,
11 dad—, / ' í o s familias" de los m á s bien en guerras por liberar
viejos burgueses se apresuraron la ciudad misma del poder de loa
a eepararsa n e t a m e n t e de los . feudales que por liberar a los
nuevos inmigrantes. A los pri- campesinos. Entonces las ciuda-
meros,. es decir a los fundado- des dejaron a los feudales sus
r e s de la ciudad, se les dejaba derechos sobre loa campesinos,
¡todos los beneficios del comer- con la condición <5e que no cau-
cho comunal de ella, y el iisi: • r.arían m á s daño a la ciudad y
f ' n c t o de sus tierras, y a loa se hicieron "conciudadanos". Pfv-
síígundos no se les d e j a b a m á s ro la nobleza "adoptada" por la
que el derecho de manifestar Ii- ciudad, y que había trasladada
brómente la habilidad de sus ma- su residen", ia al interior del re-
nos. La ciudad, de tal modo, fié cinto de la ciudad, introdujo sus
280 Brentano apreció plenamente. los efectos desastrosos de la lu-
cha entre los "viejos but-guesea y los forasteros"; Miaskovsky,
en ÍU ebra sobre las ¿árnicas? r u r a l e s suizas, señaló el miaano
fenómeno en la historia de las comunas aldeanas.
250 — PEDRO KROPOTRINE

viejas guerras familiares en los F l error m á s grande y m á s


límites de ella. No se conforma- fatal cometido por la mayoría
ba con la idea de que los nobles * de las ciudades fué también el
debían someterse at tribunal de basar E-OS riquezas en el comer-
simples artesanos y ccmercian- cio y la industria, junto con un
tes, y continuó librando en lag trato despectivo hacia la agricul-
calles do jas ciudades sus viejas tura. De tal modo, repitieron el
guerras tribalea por venganza error cometido y a lina vez por
d2 sangre. En cada ciudad exis- l¿s ciudades de la antigua Gre-
tían SUD Colonnas y Orsínis, sus cia y debido al cual cayeron en
Mon teneos y Capuüetcw, sus los mismos crímenes (281). Pe-
O v*rs totees y Wises. Extrayendo ro. el distancíamíento entre las
mayores rentas de las posesiones ciudades y l a tierra las arrastró
ouo consiguieron conservar, los necesariamente a una política
señores feudales se rodearon de hostil hacia las clases agrícolas,
numerosos clientes e introduje- que se hizo especialmente visi-
ron hábitor» y costumbres feuda- ble en Inglatrra durante Eduar-
les en la vida -de la ciudad mis- do I I I (282), en Francia durante
ma. Citando en las cí»rtades co- las jarquerfes (las grarde£> rebe-
menzó a surgir el descontento liones campesinas), en Bohemia,
entre la3 clases artesanas contra en las guerras hussitas y en Ale-
las v i e j a j guildas y familias, los mania durante la guerra de los
feudales comenzaron a ofrecer a campesinos del siglo XVI.
ambas partes sus espadas y sus
numeroso?? servidores para resol- Por otra parte, la política co-
ver, po:4 medio de la guerra, los mercial arrastró también a las
conflictcn aue surgían, en lugar autoridades populares urbanas a
de dar al descontento una salida empresas lejanas, y desarrolló
pacífica valiéndose de los me- la pasión por enriquecerse con
dios qu~i hasta entonces habíá las colonias. Siíi^ieron las co-
hallado siempre, ein recurrir a lonias fundadas por las repúbli-
las armas. cas italianas, en el sureste, en
Asia Menor y a orillas del Mar

JUH El comercio de esclavos apresados en Oriente se prolongó sin


interrupción en la« república«? italianas lja&ta el sigM XV. Vé**«
Cibrarío Delki srh'avltú e del servaggto, 2 tomos, Milán, 1868;.
prof. Luchitsky. La esclavitud y los esclavos rusos en Florencia,
en los siglos XIV y XV, en las Memorias del año 1865, áe IB
Universidad de Kief.
t S S J. R- Green, Bistory of tbe English People, Londres, 1878, 1,
45S.
EL APOYO MUTUO 351 -

Negro, por los alemanes en el las instituciones comunales, que


Este, en tierras eslavas, y por era m á s profunda que las res>-
los eslavos, es decir por Novgo- tantes. La historia de las ciuda-
rod y Pskof, en el lejano noreste. des medioevales constituye uno
Entonces f u é necesario mante- de los ejemplos m á s asombrosos
n e r ejércitos de mercenarios pa- do la poderosa influencia de lan
r a las g u e r r a s coloniales, y lue- Ideas y de los principios funda-
go esos mercenarios f u e r o n uti- méntale:) .reconocidos por ¿os
lizados también p a r a oprimir a nombres, sobre el destino de ja
lo3 mismos burgueses. Merced a humanidad. Del mismo modo
esto, ciudades enteras comenza- nos enseña también que ante un
ron a concertar empréstitos en cambio radical en las ideas do-
tales proporciones, que pronto minantes de la sociedad, se pro-
tuvieron üna influencia profun- ducen resultados completamente
damento desmoralizadora sobre nuevos que encauzan la vida en
loa ciudadanos; las ciudades se una nueva dirección. La f e en
convirtieron en t r i b u t a r i a s y no sus f u e r z a s y en el federalismo:
r a r a m e n t e en instrumentos obe- el reconocimiento de la libertad
dientes en manos de algunos de y de l a administración propia a
sus capitalistas. Asumir el po- cada grupo separado y, en ge-
der f u é cosa m u y ventajosa y neral, la estructura del cuerpo
las disensiones internas se des- político de lo simple a lo com-
arrollaron en mayores propor- plejo, tales fueron los pensamien-
ciones en cada elección, durante tos dominantes del siglo XI. P e -
las cuales la política colonial ro desde aquella época, las con-
desempeñaba un papel impor- cepciones sufrieron un cambia
t a n t e en interés de u n a s pocas completo. Los eruditos juriscon-
familias. La división entre ricos sultos (legistas") que habían es-
y pobres, entre los hombres "me- tudiado derecho romano y los
jores" y "peores", se extendió prelados do la Iglesia, estrecha-
m á s y más, y en el siglo XVI m e n t e unidos desde la época d»
el poder real halló en cada ciu- Inocencio III, lograron paralizar
dad aliados y colaboradores dis- la idea —la antigua idea griega
puestos, a veces e n t r e "las f a - de la libertad y de la federa-
milias" que luchaban por el po- ción— que predominaba en la
der, y m u y a menudo también época de la liberación de las ciu-
entre los pobres, a quienes pro- dades y existía primeramente
metfan apaciguar a los ricos. en la fundación de e s t a s repú-
blicas.
Sin embargo, existía todavía
una razón jde la decadencia de Durante dos o tres siglos, los
252 — PEDRO KROPÖTKINE

Jurisconsultos y el clero comen- Y en esta nueva dirección de l a s


t a r o n a enseñar deí.de el pùlpi- mentes, y en e&ta nueva f e en la
to, desde la c á t e d r a UIUve?ota- f u e r z a da.un gobernante único, el
ria y en los tribunales, que la s3-!- antiguo principio federal perdió
yación d e los h o m b i e s se encuen- su fuerza, y j u n t o con él m u r i ó
t r a én un estado f u e r t e m e n t e también el gen lo creador da las
centralizado, sometido al peder masas. L a idea r o m a n a venció
semidivino üe uno o de unos po- y cti tales circunstancias los es-
cos (2 ; que u n h o m b r e pue- t a d o s militare« centralizados ha-
de y ¿abe ser el salvador de l a llaron en las ciudades u n a presa
sociedad, y en nombre de la sal- FÁCÍL. . . -*
vación pública puedo realizar
cualquier a c t o de violencia: que- L a Florencia del siglp XV
m a r a los hombres e n las hogue- c o n s t i t u y e . é l modelo típico de
ras, m a t a r l o s con m u e r t e l e n t a s e m e j a n t o cambio. Anteriormen-
en medio de t o r t u r a s indescrip- te, la revolución p o p u l a r solía
tibles), burnir provincias e n t e r a s el comienzo do im progreso
en la r iseria m á s abyecta. Y" no nt«evo y mátí grande. P e r o en-
escatimaron el dar lecciones vi- t e r e n , cuando el pueblo, redu-
suales m g r a n escala, y con una cido a la desesperación, se re-
cruelda 1 . inaudita se daban es- beló, y a rio poseía el espíritu
t a s lee i o r e s donde quiera que Constructivo y creador, y el mo-
pudiese llegar la e s p a d a del rey vimiento popular no produjo idea
o la hoguera de l a Iglesia. De^ nueva alguna. En lucrar d e los
bido a e s t a s lecciones y a los anteriores cuatrocientos repre-
ejemplos correspondientes, cons- s e n t a n t e s ante el consejo popu-
t a n t e m e r te repetidos e inculca- lar se introdujeron en ella cíen.
dos por la f u e r z a en la concien- P e r o e s t a revolución en los n ú -
cia pública l»ajo el signo de la meros no cOndujo a nada. E l
fe, del poder y de lo que se con- descontento popular crecía y
sideraba ciencia, la m e n t e mis- crecía, y siguió u n a serle d e
ma de loa hombres comenzó a nuevas revuelta?. Entonces se
adquirir u n a h u e v a forma. Los buscó la salvación en el "tira-
ciudadanos comenzaron a encon- ña", quo recurrió a la m a s a c r e
t r a r que ningún J o d e r puede ser de loa rebeldes, pero la desinte-
desmedido, ningún asesinato len- gración del organismo comunal
t o demasiado cruel, - cuando se prosiguió, Y* cuando, después de
trata de la ''seguridad pública". u n a nueva revuelta, el pueblo

283 Vépss las teorías exouesta«* por Io* jurisconsultos de Bologna


y a en el congrego de Roncaglia, en el año 1158. (
El, APOYO MUTUO 253 —

florentino solicitó consejo a su Y sin embargo la corriente de


f a volito, Jerónimo Savonarola, ayuda y apoyo m u t u o no se apa-
el monjo respondió: "Oh, pueblo gó en las masas, y continuó flu-
mío, tú sabes que no puedo in- yendo aún después de esta de-
tervenir en los asuntos del esta- rrota de las ciudades l i b r e s .
d o . . . Purifica t u alma, y si en Pronto siiTgió de nuevo con fuer-
tal" disposición de mente refor- za poderosa en respuesta al lla-
mas la ciudad, entonces tú, pue- mado libertario de los prime-
blo de Florencia, debes comen- ros propagandistas de la Refor-
zar la reforma de toda Italia". ma, y siguió viviendo aún des-
So quemaron las m á s c a r a s que pués de que l a s masas, que ha-
so ponían durante los paseos en blan sufrido de nuevo el fraca-
carnaval y los libros tentadores; so en su tentativa de construir
ee promulgó una ley de ayuda a u n a nueva vida, inspirada p e r
los pobres y otra dirigida contra una religión reformada, caye-
loa usureros, pero la democracia ron bajo el poder de la monar-
da Florencia quedó donde esta- quía. Fluye hoy todavía y bus-
ba. El antiguo espíritu creador ca los caminos p a r a una nueva
había desaparecido. Debido a la expresión que no será ya el es-
excesiva confianza en el gobier- tado, ni la ciudad medioeval, ni
no, los florentinos cesaron de la comuna aldeana de los bár-
confiar en sí mismos; y demos- baros, ni la organización tribal
t r a r o n ser impotentes p a r a re- de los salvajes, sino que, proce-
l a v a r su vida. El estado no tu- diendo de todas estas formas,
vo m á s que avanzar y destruir será m á s perfecta que ellas, por
cua últimas libertades. Y así lo su profundidad y por l a ampli-
hizo. tud de sus principios humanos.
Próximo Cuadernillo INQUIETUD N°. 21

Colección: SOCIOLOGICA

EL APOYO MUTUO
CAPITULO vn

LA AYUDA MUTUA EN LA SOCIEDAD MODERNA

Las revueltas populares al principio de] período estatal.— Las


Instituciones de ayuda m u t u a en el presente.— L a comuna, aldea-
n a : su lucha contra el Estado que t r a í a de destruirla«— Hábitos
conservados desde el período de la comuna aldeana y mantenido»
e n las aldeas h a s t a el presente.— Suiza, Francia, Alemania, Rusia.
CUADERNILLOS «INQUIETUD*
de Difusión Cultural

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