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Blanchot sobre Des Forêts, “La palabra vana”, en La risa de los dioses, Taurus, Madrid,

1976.

“El movimiento que lo arrastra, una especie de violencia burlona, un furor, una potencia
de estrago y rabia, el esfuerzo para realizar la abertura. Por ese movimiento designaba
Georges Bataille las obras novelescas con que le hubiera gustado entretenerse. Cito lo
que ha escrito sobre ello: ‘El relato que revela las posibilidades de la vida no llama
forzadamente, pero reclama un momento de rabia, sin el cual su autor estaría ciego para
esas posibilidades excesivas. Lo creo: sólo la prueba sofocante, imposible, da al autor el
medio de lograr la visión lejana, esperada por un lector cansado de los cercanos límites
impuestos por las convenciones. ¿Cómo entretenernos con libros a los que,
sensiblemente, el autor no ha sido forzado?’ El poder de revelación de la obra de Louis-
René des Forêts está unido a esta coacción que el autor sufrió para escribirlo, donde
algo imposible ha venido a él y que nosotros acogemos a nuestra vez en ocasiones como
una llamada exigente y obligatoria, pero a veces también (ahí está el misterio y el
escándalo de lo escrito) como la venida de una alegría, la afirmación de una dicha,
desolada y arrebatadora.”

“Lo que viene a obsesionarnos no es tal o cual figura irreal (que prolonga más allá de la
vida el simulacro de la vida), es la irrealidad de todas las figuras, irrealidad tan extensa
que afecta tanto al narrador como al lector y, finalmente, al autor en sus relaciones con
todos aquellos a quienes les podría hablar. (...) Sin embargo, cuando todo ha
desaparecido tras una despedida amarga, queda un libro, huella que no se borra,
recompensa y castigo del hombre que ha querido hablar en vano.”

“Casi no existe obra que, mediante las sutilezas de una técnica sutil, acertase mejor a
introducir, a título de personaje, al lector de esos relatos en los relatos mismos; hay en
ellos tendida una trampa donde aquél se engancha, caiga o no. Pienso, sobre todo, en el
texto titulado En un espejo. (...) El lector del conjunto no puede mantenerse a distancia,
aunque no fuera más que porque le es preciso decidir sobre el sentido de lo que ve “en
el espejo”, y lo que ve es, además, lo que desea, lo que le repugna ver allí, su
propensión al rechazo mismo.”
“De ahí, en el curso de estos relatos, no obstante poco extensos, una inversión constante
de perspectivas que los prolonga indefinida aunque irrealmente, como si todo fuera
visto – oído – por una existencia virtual sobre cuya identidad uno no puede opinar,
puesto que no tiene casi identidad y escapa en todo caso a aquél mismo, el narrador, que
podría recuperarse en ella. De ahí también – particularmente en Una memoria
demencial – la distancia que se ahonda sin cesar, y al mismo tiempo se suprime, entre lo
que fue, la tentativa por recordarlo, la decisión de fijarlo por escrito, y después, a cada
uno de esos niveles, el desdoblamiento de los diversos actos en otra realidad, realidad
segunda, que se puede decir meramente negativa, aunque decisiva.”

“Todos esos textos, separados y como únicos, forman un conjunto trabado donde está
presente el tema de la infancia; es decir, de la imposibilidad de hablar. Pero un rasgo me
llama la atención, y quisiera decir por qué me parece decisivo: cómo hay tantas palabras
obstinadas en no ser más que palabras, discurso que agota sus recursos contra sí mismo,
cómo esa extensión verbal le da cabida de repente a algo que ya no habla sino que se ve,
un lugar, un rostro, la espera de una evidencia, el escenario aún vacío de una acción que
no será nada más que el vacío manifestado. (...) Lugares reducidos, circunscriptos y de
ningún modo excepcionales, pero tales que sólo una inmensa visión podría dar idea de
su medida. Algo infinito se ha abierto, para siempre inmóvil y silencioso. Es como si el
vacío de las palabras vacías, habiéndose vuelto de alguna forma visible, diera lugar al
vacío de un lugar vacío y produjera el claro entre nubes. Momento prodigioso, sin
prodigios, equivalente espectral del silencio y quizá de la muerte, no siendo ésta sino la
pura visibilidad de lo que escapa a toda aprehensión, así pues a todo alcance, silencio,
palabra y muerte por un instante reconciliados (comprometidos) en el canto.”

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