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UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR

INSTITUTO PEDAGÓGICO DE MATURÍN “ANTONIO LIRA ALCALÁ”


DOCTORADO EN EDUCACIÓN
MATURÍN ESTADO MONAGAS

ENSAYO
DOS MIRADAS A LA EDUCACIÓN: Kant y Montaigne

Cuando tenemos que comentar o escribir sobre de la historia de algún hecho importante
y de las corrientes impetuosas de aguas que éste haya podido generar en un momento
determinado es natural que hagamos siempre retrospección de los destrozos que se
generaron, por hablar en términos drásticos de aquel hecho… pero también dejamos
espacios en nuestra memoria de lo que pudo ser ventajoso o provechoso y que es para
mi entender es lo más edificante para comentar.

Como seres humanos siempre estamos apresurados a hablar de lo que negativamente


sucede o acontece en nuestras vidas, y a veces no dejamos espacio en nuestra memoria
para almacenar lo que positivamente percibimos de aquello y el para qué serviría.
Nuestras mentes se debaten siempre entre pensamientos buenos y malos, edificantes o
destructivos, pero lo más sensato es que podamos elegir de lo bueno lo mejor y de lo
malo lo esencial. Nunca dejamos de pensar, nuestra mente es un campo de batalla que
por naturaleza nos conduce a accionar, a hablar, a pensar. Así describo en términos
fotográficos e ilustrativos a esta tarea fundamental que desde la creación se hizo
necesaria y vivificante al ser más importante de la creación: El hombre.

Según la Filosofía, el ser humano, considerado como individuo, es una unidad


indivisible, dotada de alma y espíritu, cuya mente funciona de manera
racional: tiene conciencia de sí mismo, capacidad para reflexionar sobre su propia
existencia, sobre su pasado, su presente, y sobre aquello que proyecta en su futuro, así
como para discernir entre aquello que en una escala de valores se le presenta como lo
bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, o lo justo y lo injusto. Frente a esta
definición de hombre podemos hallar los principios humanos que resaltan en la
creación de este ser. El carácter racional que se describe aquí del hombre nos involucra
a un campo filosófico de difícil entendimiento el cual es conocido como la ilustración
de Inmanuel Kant, en el que trataremos de fotografiar los preceptos históricos de esta
visión sobre el hombre y su entorno.

Esta primera mirada nos acerca a fuentes primarias que han determinado la existencia
del hombre y la formación de éste en sociedad las cuales pueden entenderse como la
ilustración la cual fue definida como un movimiento histórico de valor e
independencia que usó el hombre de servirse de su propio entendimiento. Es decir, es la
incapacidad que prevalece en el hombre de servirse de su propio entendimiento sin que
intervenga la visión o dirección del otro. En este sentido, el hombre es definido como
un ser minusválido el cual Kant lo enuncia como minoría de edad para referirse a
aquella actitud del hombre que lo mantiene entrampado en un pensamiento mecánico y
racionalista. Kant parte de que el hombre, según su naturaleza, es un conjunto de
disposiciones originales el cual lo considera como un ser viviente, humano, racional,
moral ético y social. Esta es la estructura radical que constituye al hombre y que pone
de manifiesto una dualidad de dimensiones: La empírico - sensible, es decir conseguir
sus propios fines egoístas. Lo ético - social, es decir, la dimensión moral en el que se
establece que la razón es la que gobierna la vida de éste. En este orden de reflexión, la
razón tiene como raíz una razón que no es un medio condicionado a alcanzar
determinados objetivos, sino que es ella misma un fin incondicionado: es la práctica de
la razón la que legisla la vida humana según el respeto a la ley moral (ley de la libertad).

Para Kant, el hombre es un ser autónomo que expresa su autonomía a través de la razón
de la libertad, para poder ser autónomo el hombre debe usar su razón
independientemente y debe ser libre.
Para Kant, el hombre es concebido como un ser dotado de razón, capaz de conocer la
realidad por medio de dicha capacidad, un ser emancipado de un ser superior,
secularizado, libre de las ataduras de la ignorancia. Nuestro conocimiento está
determinado por unas estructuras a priori no conocemos las cosas tal y como son en sí
mismas, nosotros conocemos las cosas mediatizadas por nuestro sistema de
conocimiento. No vemos el mundo, vemos nuestro mundo y nos proyectamos en
nuestro conocimiento de las cosas. Pero ¿cómo romper con esta actitud de confort y de
dependencia que ha esclavizado al hombre durante años? Pues, es a través de la
voluntad natural del hombre de esforzarse a pensar por sí mismo, a razonar con libertad
y dominio sobre lo que es capaz de establecer con sus ideas, las cuales emanan de su
incesante pensamiento. La palabra de Dios dice “porque cuál es su pensamiento en su
corazón, tal es él”. (proverbios 23:7) Esto significa que el hombre por naturaleza tiende
siempre a pensar mal y en consecuencia también su corazón estará gobernado por tal
pensamiento y eso limitará siempre su proceso de formación y de relación con los
demás. Por lo tanto, la educación es requerida para frenar los malos hábitos,
costumbres y malos pensamientos que están arraigados en las mentes del ser humano.
La educación, según Kant, es un arte cuya pretensión central es la búsqueda de la
perfección humana. Esta cuenta con dos partes constitutivas: la disciplina, que tiene
como función la represión de la animalidad, de lo instintivo; y, la instrucción, que es la
parte positiva de la educación y consiste en la transmisión de conocimiento de una
generación a otra.
Educarse, de acuerdo a la perspectiva kantiana, le resulta indispensable al ser humano
por tres razones: Primero, porque “únicamente por la educación el hombre llega a ser
hombre” (Kant: 31), antes de ella un individuo de la especie se encuentra sumido en una
condición que no es la propiamente humana. Esto nos conduce a la idea de que el ser
humano se encuentra en una situación de desigualdad frente a los otros animales, pues
lo que le caracteriza como especie no lo adquiere plenamente por vía genética sino que
lo logra educándose. Segundo, porque esa desigualdad se traduce en una debilidad
relativa, “el hombre es la única criatura que ha de ser educada” (Kant: 29), la educación
queda planteada también como una salvaguarda que faculta al ser humano para
defenderse en la realidad, le ofrece las herramientas que desde el punto de vista
instintivo le son limitadas. Tercero, porque esas facultades alcanzadas por medio de la
educación no sólo son herramientas para su subsistencia, sino que, al mismo tiempo, son
el gran secreto de la perfección de la naturaleza humana (Kant: 32).
Hasta aquí la educación aparecería como una necesidad, no obstante, Kant se ocupa de
subrayar que también es una responsabilidad; este aspecto está vinculado con algo que
se ha expresado líneas arriba, en la educación yace la posibilidad de la perfección
humana, de la dicha futura de la especie, de una condición ideal que puede ser planteada
como destino. Si esto es así el ser humano ha de intentar alcanzar su destino y por tanto
debe construir un concepto de él que se coloque como fin del proceso educativo; es
decir, la especie humana tendría un deber moral ineludible educarse para buscar su
destino (Kant: 33-34).
Pero, el ser humano no puede obrar aisladamente para el cumplimiento de esta labor,
“No son los individuos, sino la especie humana quien debe llegar aquí – a su destino -”
(Kant: 34). Esto conduce a Kant a percibir la educación como un arte que ha de ser
perfeccionado por muchas generaciones, y, que por tanto, avanza poco a poco. Una
generación trasmite el conocimiento y la experiencia a otra, y esta, en la medida de sus
posibilidades, los aumenta para trasmitirlos a una nueva. La educación se encuentra
vinculada entonces a los avances y retrocesos propios de la humanidad, del ser humano
como especie. Aunque, esto no implica que los individuos no puedan y deban buscar
educarse por sí mismos, pero si, que el ideal de educación es construido social e
históricamente.
Para este filósofo, ese destino ideal, esa realidad posible, ha de marcar tanto al acto
educativo que llega a considerar que las nuevas generaciones deben educarse de acuerdo
a ese futuro anhelado: “No se debe educar a los niños conforme al presente, sino
conforme a un estado mejor, posible en lo futuro, de la especie humana; es decir,
conforme a la idea de humanidad y de su completo destino. Este principio es de la
mayor importancia.” (Kant: 36). De tal manera, la educación tendría que pensarse y
partir de dos principios básicos para Kant, el cosmopolitismo o la universalidad y la
idea de búsqueda de un futuro mejor para la humanidad.
Por los múltiples compromisos morales que desde esta perspectiva se vinculan a la
actividad educativa, Kant sostiene que quienes deben ocuparse de la organización de las
escuelas deben ser los conocedores más ilustrados, “personas de sentimientos bastantes
grandes para interesarse por un mundo mejor, y capaces de concebir la idea de un estado
futuro perfecto.” (Kant: 37). Si se suma esto al hecho de que advierte la necesidad de
convertir la pedagogía en ciencia, se puede decir que Kant piensa la educación como
una de las más altas labores humanas.
Una labor que no carece de dificultad, pues, como desde el comienzo del texto insinúa
su autor, la educación está marcada por un juego dialéctico que goza de una enorme
complejidad; en ella se debe conciliar una legítima coacción, la sumisión del individuo,
con la facultad de servirse de su voluntad. Por ello Kant entiende que: “Al hombre se le
puede adiestrar, amaestrar, instruir mecánicamente o realmente ilustrarle. (…) Sin
embargo, no basta con el adiestramiento; lo que importa, sobre todo, es que el niño
aprenda a pensar.” (Kant: 39) Y, si este es el fin inicial de educar sin duda el filósofo
alemán está pensando en que la educación es una herramienta indispensable para la
libertad.

En otro orden del pensamiento, destacaremos también la visión del Filósofo Montaigne,
como una segunda mirada a la Educación y su relación con el ser humano. Si una
vocación tuvo Montaigne fue la del maestro, sin pedagogías ni instrucción,
como buen humanista, entiende que la finalidad de la educación es la persona, su
relación consigo misma y su desarrollo pleno. Y como considera que a partir de cierta
edad, el adulto, inmerso en la lucha por la vida y la fortuna, poco puede aprender, fija su
atención en la primera edad, cuando es maleable y curioso el niño, al que se acerca «con
respeto, con sagrado temblor, pues conoce la delicadeza de lo tierno.
Esta visión de Educar constituye la dirección más sensata de los acercamientos hechos
por muchos filósofos quienes han tratado de ignorar la esencia del ser humano, es decir,
su inigualable naturaleza y formación carnal y espiritual. Esto implica entonces una
concepción de la educación vinculada con el entender con propósito, con metas, con
direcciones que no pueden ser manipuladas ni establecidas por el otro, sino que es una
práctica de autogestión de ideas, de saberes, de experiencias la cual podemos definir en
palabras similares como educar es:
●Oír al otro
●Dicernir la palabra y buscar el sentido y sustancia de la misma
●Cambiar conductas
●Liberar almas de las ideas ajenas y de la autoridad que ejerce quien instruye
●Enseñar la palabra con sabiduría
●Aprovechar el entendimiento que ve y escucha
●Desechar el entendimiento cobarde y darle la libertad que le pertenece
Para Montaigne, la Educación no es más que la herramienta poderosa provista de
conocimiento, entendimiento y sabiduría para dirigir situaciones adversas que
continuamente vive el ser humano, Es decir, es sacar del estado de confort emocional a
los hijos en el proceso de formación para que puedan enfrentar las aflicciones de este
mundo.
Por tanto, la educación te permite extender la visión, romper las limitaciones y
prosperar con talentos y dones naturales, certificados por tus pensamientos los cuales
deben ser buenos y edificantes. Pues, ¿qué provecho tiene sacar conocimiento de la
marcha de los astros, si tienes siempre una mentalidad de muerte y servidumbre?
En reflexiones finales, los pensamientos son el motor fundamental de tu crecimiento
intelectual. La filosofía se ha afanado en develar un razonamiento fortalecido en la
razón, en la lógica, en la verdad. El problema es definir ¿qué es la verdad? Hay muchas
cosas que fueron colocadas al hombre desde su creación y que su mala mayordomía le
hicieron perderse de la verdad. Es cuestionable mantener una teoría que sea sustentada
en bases espirituales y no carnales. Pues, el mundo es tangible, observable y
descriptible. Y siempre buscaremos dar razonamientos impregnados de conocimientos
humanos y no de sabias ideas que vienen de lo alto, del creador, quien también dio la
inteligencia, sabiduría y conocimiento al hombre para hacerlo entender cómo y por qué
fue hecho y puesto en la humanidad.
Finalmente podemos decir que la palabra educar conduce al reconocimiento del otro a
fin de encaminar su debilidad e imperfección, es un proceso lleno de sabiduría que te
produce un gozo interior constante y te genera serenidad y calma. Un acto tan
importante como educar amerita colocar como prioridad al otro, amarlo y hacer que tu
naturaleza carnal pueda morir ante las circunstancias y puedas elevar tu espiritualidad a
hacer sin destruir, a edificar sin corromper. Indistintamente de las miradas y visiones
que se han destacado en este ensayo, apoyándonos en las ideas de Kant y Montaigne, es
importante establecer las ideas que proyectaron a estos pensadores de la educación
como fuentes intelectuales valiosas para los procesos de formación actuales. Vemos
como la obra de Kant se hace compleja por la forma de ilustrar los conocimientos de
progreso e igualdad. Expresamente señala que al progreso no puede atenderse sólo
desde la perspectiva del Estado, sino que tiene que entenderse en cuanto aplicable a
todos y cada uno de todos los seres humanos. Montaigne por su parte, exaltó a la
educación como un hecho de libertad de pensamiento, de aprender con las experiencias
y vivencias. La educación nos permite reflexionar sobre la acción humana, y nos
conduce a intentar responder a la pregunta sobre cómo se debe vivir. Por tanto, su
contenido es eminentemente práctico y sirve a quien la aborda a formar el juicio, que es
el instrumento que debe servir al individuo a construir su vida.
Bibliografía consultada

Montaigne, Michel de (1994) Ensayos, traducción de María Dolores Picazo y


Almudena Montojo, Barcelona: Altaya.

Inmanuel Kant: ¿Qué es la ilustración? (1784), Roberto Aramayo (tr.) Madrid: Alianza,


2009, pp.81-93.

Inmanuel Kant. Crítica de la razón pura. (2003) biblioteca Virtual Universal

Kant, I. (2004). Crítica de la razón práctica. (A. Zozaya, Trad.) Madrid: Mestas


Ediciones.

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