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Cuenta la leyenda que a Mariátegui, alguien lo increpó en un foro

político, diciéndole:
“La revolución es una quimera, no vale la pena gastar fuerzas en ella,
todo es vano...”
La respuesta de Mariátegui se limitó a este poema...

“La revolución es un niño que persigue a una mariposa,


no importa si la atrapa...
en el intento
se yergue el humano
y apunta al infinito”
Dedicado a Wilhem Reich,
quien buceando en las abismos del alma encontró a la política.

Al ánima de Taguapire, que me deparó mi primera revolución...

Este libro cabalga en los hombros de muchos pensadores y


luchadores revolucionarios. No pretende ser original, más allá del aporte,
pequeño, de la experiencia de los autores.
Al final se anotan los clásicos que deben ser leídos para una mejor
comprensión de lo aquí planteado.
De los clásicos es todo el mérito y nuestras las fallas.

PROLOGO

Me toca a mí, como secretario general de la Esperanza Patriótica


prologar este libro en su segunda edición. La primera edición no llegó a
los lectores, sin embargo, demostró que los libros enmudecidos, rasgan el
silencio, buscan la claridad, despejan su camino, con murmullos
atronadores.

No era nuestra primera intención buscar un prologista en las filas de


nuestro partido, a ello nos obligan una serie de inconvenientes que nos
colocaron en la disyuntiva de hacerlo como la única manera de imprimir
el libro en los plazos que nos imponía la imprenta.
Queremos reconocer la paciencia de Edilio Peña, prologista de la
primera edición, que se vio arrastrado a la incomodidad de no
verdistribuido su brillante trabajo, y le agradecemos por entender que la
política de estos días procelosos nos desconcierta en sus meandros

La historia de este libro es sorprendente. Comienzan sus adversidades


aun antes de ser conocido por los lectores. Es quizá (no conocemos otro
caso), el único libro que es execrado por uno de sus autores.
¿Por qué este libro es meritorio de persecución? Este libro tiene
varias virtudes, que explican la cacería: Habla de lo que pocos quieren
hablar en estos días de políticos ataráxicos, de poetas metálicos, de
hipocresías manifiestas y verdades enterradas. Habla de la Revolución,
así, con mayúscula y sin apellidos. De esa Revolución que hace temblar a
los expoliadores y sonreír a los desposeídos.

Habla del amor humano, esencia de la Revolución verdadera, ilusión


de milenios, anhelo distraído, impostergable tierra prometida. Pero
además dota al amor de instrumentos políticos y económicos para su
comprensión y su arribo. Supera el sísifo de la utopía, tira al hombre del
manto soñoliento del estrategisismo, y lo lanza, con armas poderosas a la
toma del cielo por asalto. Libera de su calabozo de olvido a los
pensadores Revolucionarios y los convoca a estandartes de la lucha final
de la humanidad. Además, y esto es monstruoso, preocupante y
patognomónico, se le persigue por la dedicatoria a Wilhelm. Reich. Al
psiquiatra Austriaco, a casi medio siglo de su muerte, y a casi un siglo de
sus publicaciones, no le perdonan su genialidad para mostrar el camino
de la liberación del hombre. Los enemigos de la humanidad siguen allí,
agazapados, expectantes ante el mínimo rayo de luz para cegarlo.
No hay duda, el libro tiene bien ganado su sitio en la lista de libros
proscritos por lo mediocres guardianes de los abismos.

Eso nos enorgullece.


Baltazar Melendez
SITUACIÓN GEOPOLÌTICA MUNDIAL, IDEOLOGÍA, Y
TAREAS REVOLUCIONARIAS.

La muerte del Che Guevara en Bolivia, más de veinte años antes de


la caída del muro de Berlín, marca para nosotros el develamiento de un
mundo que se venía gestando en las entrañas del llamado socialismo real,
y que hoy, ha devenido en la globalización de la dominación.
Nos encontramos en un mundo donde las contradicciones inmanentes
al capitalismo se encuentran transitoriamente aletargadas, lo que produce
una ilusión de monolitismo que descorazona a los incautos y fatiga los
afanes. Aunado a esto, la abrumadora superioridad militar de los Estados
Unidos y sus aliados, que se arrogan el papel de gendarmes del planeta; si
además, sumamos la manipulación de los “medios de desinformación”,
encontramos un escenario donde cualquier deseo de salirse de la
unanimidad mundial es visto, hoy más que nunca, como una quimera.
Podemos decir, que nunca en la historia de la humanidad, una
ideología había sido tan dominante, avasallante, global, como la ideología
de muerte que sustenta al capitalismo.
Hoy encontramos un mundo postrado ante el dios dinero, ante el altar
del dios del norte.
En este escenario no hay oposiciones contundentes. Y lo peor, no
hay una ideología que cohesione, una cosmovisión alternativa que
justifique, que dé sentido, que dote de esperanza a la resistencia.
Nos enfrentamos a un monstruo unánime, que vive afuera y dentro de
nosotros mismos.

Sin embargo, la esperanza nos guía.


Estamos seguros que emergerán las contradicciones, que las crisis
entrarán en escena, que las grietas del sistema se ahondarán, y en ese
momento debemos estar preparados para continuar presentando batallas
en la larga lucha del hombre por su redención.
Contribuir a la esperanza son las intenciones de este trabajo.

EL TÉRMINO REVOLUCIÓN

Es un recurso frecuentemente usado para desvirtuar el valor, el


peso de una palabra, extender su significado hasta trivializarlo. Este
recurso ha sido utilizado contra la palabra “Revolución”, y hoy la
encontramos convertida en una palabreja que sirve para significar, desde
la introducción de un nuevo cosmético al mercado, hasta la aparición de
un aparato que permite fabricar espaguetis en la propia casa. El mismo
mecanismo ha sido utilizado con la palabra Amor, parece que el sistema
social desvirtúa lo que más teme.
Por eso es necesario rescatar el contenido de la palabra Revolución,
para de esta forma acercarnos a una teoría y una práctica que permita
vigorizar el desgastado vocablo. Y seguramente el reencontrarnos con la
luminosidad de una sola palabra será suficiente para que todo el lenguaje
vuelva a adquirir el brillo que alguna vez nos hizo humanos.

Nosotros entendemos por Revolución un proceso, violento,


minoritario y organizado, en el cual se sustituye un sistema de
dominación por otro. Es decir, un sector social y el sistema de
dominación que ejerce sobre el resto de la sociedad, es sustituido por
otro sector social que a su vez impone un nuevo sistema de
dominación. Trayendo como consecuencias ineludibles: un cambio
en las relaciones económicas de la sociedad, un cambio en las
relaciones de propiedad, un cambio en las relaciones humanas y la
instauración de una nueva estructura psicológica en extensos sectores
de la población.

Es un proceso. Ya que se gesta en el seno de la vieja sociedad,


donde van apareciendo rasgos que prefiguran a la futura sociedad, estos
rasgos poco a poco entran en contradicción con el ordenamiento social, y
se tornan políticos cuando la solución a la contradicción depende de la
modificación del Estado.

Es un proceso, violento. En una sociedad dividida en clases, la


violencia entre los dos bloques, el que ostenta el poder y el que lo padece,
es cotidiana, siempre está presente, es la evidencia de las contradicciones
de los intereses de clases, los focos de tensión son diarios e
innumerables, el accionar del Estado lleva en todas sus acciones el signo
de la violencia, esa es su esencia, y para ello cuenta con todo un aparato
represivo. Además esta violencia la aplican, con especial esmero, en
contra de los disidentes, persiguen a las organizaciones, cercan las
opiniones, mantienen bajo una falsa atmósfera de libertad una férrea
censura. Los premios, la valorización, la libertad, son para sus adeptos. El
desprestigio, la calumnia, el olvido, la violencia, en sus variadas formas,
para sus adversarios.
En el momento en que las contradicciones de la sociedad no acepten
otra solución que la modificación radical de las relaciones sociales y por
ende del Estado, cuando las contradicciones se agudizan... hay un instante
que puede durar horas (golpe de Estado), días (Insurrección), años
(guerra prolongada), instante en que los dos aparatos coercitivos: el del
viejo Estado y el del Estado naciente chocan con violencia. Esto es
necesariamente así, un sector social no es desalojado de la conducción de
su Estado sin una dosis de violencia. Las veces que esta ley histórica ha
sido ignorada por los revolucionarios, la consecuencia ha sido
paradójicamente más sufrimientos y más violencia.
Es un proceso, violento, minoritario. Si una sociedad está sometida
al control económico, político, militar de un sector, que domina al resto,
justo es pensar que ejerza también un control ideológico, que se traduce
en una estructura psíquica, en una moral, en una cultura, que juntos
conforman un poderoso sistema de dominación.
La conciencia de la insurgencia es una tarea laboriosa, que implica
un gran esfuerzo de imaginación y de autoanálisis, que sólo se da en
sectores minoritarios de la población, estos sectores tienen como tarea
política romper el cerco ideológico y conducir al resto de la población en
la tarea de la sustitución de un Estado por otro.
Detrás del concepto que sustentan las clases dominantes de que
“la mayoría siempre tiene la razón” hay una trampa. Si ellos tienen todo
el aparato ideológico a su servicio, tienen años sembrando en la población
los valores, las referencias, la estructura psíquica que los favorece, lógico
es que planteen este axioma.
Ellos controlan el pensamiento de las grandes mayorías, pero su
control no es absoluto, siempre hay pequeños sectores que toman
conciencia, por eso desprestigian, y desprecian la minoría, y esta trampa
es la base de su filiación por las elecciones. El engaño queda descubierto
cuando pierden momentáneamente el control de la mayoría, entonces,
sus planteamientos son otros, y hacen uso del aparato coercitivo. El caso
venezolano es muy ilustrativo: cuando se vieron desplazados en el
corazón del pueblo por el Comandante Chavez, perdieron la sindéresis,
sus más conspicuos patriarcas, tal es el caso del ex presidente Caldera,
violaron las reglas del juego por ellos mismos impuestas.
Es un proceso, violento, minoritario y organizado. El bloque de
dominación tiene a su servicio a todo un Estado, el cual coordina la
energía empleada en mantener al sistema, que hila finamente sus acciones
defensivas, que organiza la perpetuación del mismo. Clara está la
necesidad de organizar la insurgencia contra ese Estado y contra el
sistema de dominación. El espontaneísmo es una candidez que conduce a
derrotas infinitas.
Sin organización no hay revolución factible.

Es un proceso, violento, minoritario y organizado, en el cual se


sustituye un sistema de dominación por otro. Hasta ahora todas las
revoluciones han sido la sustitución de un sistema de dominación por
otro, que continuaba con la explotación del hombre por el hombre,
únicamente se trocaba una clase dominante por otra clase dominante. En
esta revolución se plantea la sustitución de un sistema de dominación de
una minoría por un sistema de dominación de la hasta ahora mayoría
explotada. Sistema de dominación que tiene carácter transitorio y que
tiende a su extinción. Al abolir la propiedad individual de lo colectivo, se
elimina las bases económicas de la explotación y se establece los
fundamentos para un cambio en la psiquis de la humanidad y la
sustitución definitiva de las sociedades basadas en el egoísmo por la
sociedad basada en el amor.

Esta definición, sirve de norte y brújula a este trabajo.

¿Es necesaria una Revolución?


Esta pregunta es la primera que surge al pensar en la Revolución.
La respuesta que demos va a condicionar la pasión con que se asuma el
hecho revolucionario, y sin duda, determinará la conducta que a través de
su vida adopte el revolucionario.

Si respondemos desde una visión puramente material, la pasión


será en ultima instancia endeble, fácilmente fracturable por espejismos
de bonanzas, por tanto dejará de ser pasión, y la conducta que se asuma
será similar a la de tantos revolucionarios de juventud, que no resisten las
tentaciones del poder, y de lo material, y no entendiendo su papel
trascendental, se pasan al campo de la reacción. Si por el contrario, se
entiende que la necesidad de la revolución tiene sus raíces en lo más
profundo del alma humana, obtendremos hombres con una pasión y una
conducta inquebrantable.

Tradicionalmente el hecho revolucionario se había convertido en


un problema técnico, desprovisto de alma, reducido a planes estratégicos,
a flexibilidades tácticas, a contundencias operativas. Y el hombre, inicio
y fin de toda revolución, se había olvidado, reducido a una simple
categoría, en cuanto miembro de una clase social.
Empecemos pues, por el principio, por el hombre como objeto y
actor revolucionario. Y veamos a la revolución como una poesía.
EL HOMBRE COMO HECHO REVOLUCIONARIO

Es imprescindible, para el hecho revolucionario, entender el alma


humana, tener un concepto de sus necesidades, de la influencia del medio
en su expresión como individuo, de su enfermedad y de su salud. De las
cosas que la hacen feliz. De su esencia. en definitiva, de las
características que conforman el núcleo de la condición humana.
Es allí, en el alma, donde se gana o se pierde la batalla por la
redención del hombre.
Una de las muchas perversiones de la teoría revolucionaria, y que
no pocos errores provocó, es haber considerado al hombre como un
simple componente de una clase; surge esta desviación de una lectura
obtusa de los clásicos. El dogma postergó la imprescindible comprensión
de la estructura psíquica humana, y evitó de esta manera ganar batallas en
el alma, que es en definitiva donde la guerra revolucionaria se decide.
El desprecio de los revolucionarios triunfantes por el estudio de la
psiquis queda bien ilustrado, con el concepto que tenía, León Trotsky del
psicoanálisis, del paso más importante que en el conocimiento del alma
humana ha dado Occidente; él se expresaba así del descubrimiento de
Freud :“ingenioso y divertido a ratos, aunque más arbitrario y
caprichoso que ameno casi siempre”.
Justo es decirlo, hubo pensadores -a uno de ellos dedicamos este
libro, que desde las catacumbas y dedicamos este libro- que desde las
catacumbas y muchas veces al precio de su vida, construyeron un
pensamiento que hoy sirve de apoyo a la comprensión del alma humana y
a su reconciliación con el hecho revolucionario.
Veamos una visión, inspirado en Freud, Reich, Fromm, Russell, y
por supuesto, Marx, de algunos planteamientos sobre la condición
humana que nos interesan para construir un concepto integral de la
revolución.
LA CONDICION HUMANA

Cuando el animal se pensó a si mismo se hizo humano. En ese


instante fracturó la relación armónica natural con sus semejantes y con su
entorno, y se estableció el desequilibrio, la contradicción que caracteriza
a la aventura humana. Saberse parte de la naturaleza y al mismo tiempo,
al pensarla, trascenderla. Ser un animal y ser también otra cosa, estar
sometido a leyes y sin embargo tener la capacidad de violarlas, tener una
programación genética y hacer de cada vida una aventura inédita e
irrepetible. Cuando el hombre tomó conciencia de sí mismo fue
expulsado del paraíso y comenzó a transitar el camino infinito de
establecer nuevas relaciones con sus semejantes y con su entorno. La
historia del hombre es la historia del tránsito por este camino; podemos
resumir oyendo a Fromm:

“ La necesidad de encontrar soluciones siempre nuevas para las


contradicciones de su existencia, de encontrar formas cada vez más
elevadas de unidad con la naturaleza, con sus prójimos y consigo mismo,
es la fuente de todas las fuerzas psíquicas que mueven al hombre, de
todas sus pasiones, afectos y ansiedades”

De la esencia de la condición humana emanan sus necesidades.


El hombre se debate entre sus necesidades en cuanto animal: comer,
dormir, sexo, etc.; y sus necesidades propiamente humanas, esto es,
establecer nuevas relaciones.
Satisfacer sólo las necesidades animales, descuidando las
necesidades inéditas de su condición humana, es condenarlo a la prisión
de los instintos y a la insanidad mental; el hombre no puede vivir con la
mera satisfacción de las necesidades animales, porque se convierte en un
fragmento de sus posibilidades, en un ser vaciado de su condición, en
tristeza.
El desasosiego propio de la condición humana, que surge de la
conciencia de saberse animal que ha perdido para siempre su vieja
relación armónica con la naturaleza, de la conciencia de su gran
capacidad y al mismo tiempo de su pequeñez, de la conciencia de su
transitoriedad, de su muerte, de su soledad, crea una necesidad
fundamental de la cual depende la calidad de su existencia: La necesidad
de establecer nuevas relaciones con su entorno y consigo mismo.
El hombre al desligarse de la naturaleza, comienza un proceso de
individualización que lo sumerge en un estado de soledad, de
incertidumbre, en un desasosiego, que necesariamente tiene que superar.
El hombre a medida que conquista su libertad se adentra en una soledad
que lo abrasa.
No es posible que el hombre regrese a su pasado animal, tiene que
buscar en nuevas relaciones la armonía perdida. Sólo allí está su salud
espiritual. Muchas teorías nostálgicas plantean destruir todo y volver al
pasado, procurando así restituir las viejas relaciones, no se percatan que
el regreso sólo es posible a costa de perder la condición humana.
De la manera como se resuelva la contradicción entre la libertad,
que posibilita el crecimiento de la condición humana, y la incertidumbre,
que conduce a la soledad, de cómo se satisfagan las fundamentales
necesidades humanas, depende el futuro de la especie. Si se resuelve
estableciendo relaciones insanas, tipo sadomasoquista, o de sumisión-
poder, que no respetan la individualidad, sino por el contrario la
enajenan, tendremos individuos insanos y formas de organización social
pervertidas. Los revolucionarios debemos encontrar soluciones que
permitan alcanzar una organización social que libere las potencialidades
integrales del ser humano, soluciones que permitan establecer relaciones
que, respetando la integridad del individuo, lo liberen de la angustia de la
soledad.
La respuesta está en el amor, única forma de relacionarse que
garantiza, que respeta la individualidad, siendo el único camino hacia la
felicidad y la salud.
El amor es el sentimiento fundamental para los revolucionarios, sin
amor no hay revolución.
No es posible amar a una sola persona, se ama en lo amado, a la vida
toda, desde una flor hasta la humanidad entera, de no ser así estamos
confundiendo el amor con una relación enfermiza.
Los revolucionarios auténticos, como Cristo, o el Ché Guevara,
tenían al amor como centro de su evangelio,

donde se desarrolló.
Una práctica y una teoría revolucionaria basada en el amor,
necesariamente tiene una relación sana con la vida, con el individuo,
comprende el internacionalismo, practica la solidaridad y
simultáneamente aúpa el desarrollo integral de la individualidad.
Resuelve el dilema de establecer nuevas relaciones sin perder nuestro
carácter humano.
Después de revisar estas nociones sobre la condición humana,
estamos dotados de elementos que nos permitan analizar el tipo de
elaciones que se establece en esta sociedad, para exponer el tipo de
relaciones que proponemos los revolucionarios, qué debemos hacer para
alcanzarlas, lo que se opone a este cambio, qué tipo de instrumento
organizativo es necesario, y cómo la imaginación fractura el
determinismo social.
Comencemos, pues, nuestro estudio de la sociedad actual.
Relaciones humanas en la sociedad capitalista

Antes de analizar las relaciones humanas en la sociedad capitalista


debemos proveernos de un instrumento teórico que nos sirva de guía en
este estudio. Para ello apoyémonos en los hombros de Marx, no nos dé
vergüenza, que es así, apoyándose en los pensadores anteriores, como se
ha construido el monumental edificio que es el pensamiento humano.
Oigamos al maestro Marx.

“ El modo como los hombres producen sus medios de vida depende,


ante todo, de la naturaleza misma de los medios de vida con que se
encuentran y que se trata de reproducir. Este modo de producción no
debe considerars esolamente en cuanto es la reproducción de la
existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo
de vida de los mismos. Tal y como los individuos manifiestan su vida así
son. Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con
lo que produce como con el modo cómo producen. Lo que los individuos
son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción”.
(La Ideología Alemana) - (Subrayado nuestro).
El mismo Marx en la “Contribución a la crítica de la economía
política” abunda en la idea anterior y dice:

“ El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, sirvió


de hilo conductor a mis estudios, puede resumirse así: en la producción
social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones
necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción
que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas
productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción
forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual
se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden
determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la
vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual
en general.”

Provistos del conocimiento anterior, podemos intentar escudriñar


las bases del funcionamiento del Sistema Capitalista.
Uno de los teóricos más importantes de la economía capitalista Adán
Smith, considerado el padre de la economía moderna, nos puede ayudar
en este empeño.
Smith, Adam (1723-1790), economista y filósofo británico, cuyo
famoso tratado Investigaciones sobre la naturaleza y causas de la riqueza
de las naciones, más conocida por su nombre abreviado de La riqueza de
las naciones (1776), constituyó el primer intento de analizar los
determinantes del capital y el desarrollo histórico de la industria y el
comercio entre los países europeos, lo que permitió crear la base de la
moderna ciencia de la economía.
En La riqueza de las naciones, Smith realizó un profundo análisis
de los procesos de creación y distribución de la riqueza y demostró que la
fuente fundamental de todos los ingresos, y la forma en que se distribuye
la riqueza, estriban en la diferenciación entre la renta, los salarios y los
beneficios o ganancias. La tesis central de este escrito es que la mejor
forma de emplear el capital en la producción y distribución de la riqueza
es aquella en la que no interviene el gobierno, es decir, en condiciones de
laissez-faire y de librecambio. Según Smith, la producción y el
intercambio de bienes aumenta, y por lo tanto también se eleva el nivel de
vida de la población, si el empresario privado, tanto industrial como
comercial, puede actuar en libertad mediante una regulación y un control
gubernamental mínimos. Para defender este concepto de un
gobierno no intervencionista, Smith estableció el principio de la “mano
invisible”:
“todos los individuos, al buscar satisfacer sus propios intereses, es
decir al actuar de la manera más egoísta posible, son conducidos por una
‘mano invisible’ para alcanzar el mejor objetivo social posible. Por ello,
cualquier interferencia en la competencia entre los individuos por parte
del gobierno será perjudicial”.

Esta teoría es la base de lo que hoy conocemos como economía de


mercado, capitalismo, o modernamente, neoliberalismo. Es fácil
comprender qué tipo de relaciones sociales surgirán de una economía
basada en el egoísmo. No pueden ser otras que relaciones egoístas,
antagónicas por su propia naturaleza al amor y por lo tanto enfermizas.
El capitalismo ha creado un mundo en el cual la expansión de los
negocios, la codicia, el afán de lucro desmedido, están por encima del
bienestar general, donde el dinero y el lucro han adquirido vida propia y
se han convertido en demonios que ahora gobiernan la vida de la sociedad
y han convertido al hombre en una mercancía, en un ser sin
individualidad, enajenado, un ser que percibe al mundo, se relaciona con
él pasivamente, transfiriendo sus propias facultades humanas a los objetos
y al dinero, el trabajo deja de ser una expresión de las facultades del
hombre, y se convierte, adquiere una existencia separada, el trabajo y su
producto son extraños al hombre, por lo tanto al realizarlo siente
malestar, en lugar de bienestar. Vale la pena resaltar aquí, que la lucha
estratégica de los revolucionarios es por modificar las condiciones de
producción capitalistas que hacen del trabajador un ser enajenado,
un infeliz.
En otras palabras, la lucha del revolucionario es la lucha por la
felicidad humana. Por la conquista del ocio creador.

¿QUÉ SOCIEDAD PROPONEN LOS REVOLUCIONARIOS?

En cualquier discusión, en la que se plantee esta interrogante,


surge de inmediato la réplica de que la sociedad por nosotros soñada, no
ha existido nunca; a continuación viene, como apoyándose en este piso
que suponen firme, una andanada de disparates que conforman el arsenal
teórico de los que defienden el sistema de explotación. Uno de sus más
queridos argumentos es la tesis de que el hombre es egoísta por
naturaleza y por lo tanto el sistema social que le corresponde es el
capitalista, ya que éste es un sistema en sintonía con su naturaleza. En
otros escritos hemos refutado esta patraña, baste aquí recordar que el
medio influye de manera determinante en la expresión del carácter y por
ende en la conducta individual y social.
Nuestra concepción de la sociedad futura, tiene que partir de
nuestra concepción del hombre, siendo así, soñamos con una
organización social que permita que el hombre establezca relaciones de
amor con sus semejantes y con su entorno. Basada en un sistema de
producción y consumo que facilite una relación directa del hombre con su
trabajo y con el producto de éste. Así empezaremos la sanación.
En resumen una sociedad donde el hombre produzca en forma
asociada, no competitiva, racionalmente, no de manera enajenada. Una
sociedad donde la principal ocupación, en palabras del maestro Marx:

“ sea la vida y no la producción de los medios de vida. Cuando el


hombre haya construido una forma racional, desenajenada de
sociedad, tendrá la oportunidad de comenzar lo que es el fin de la vida:
El despliegue de las fuerzas humanas que se considera como el fin en
sí, el verdadero reino de la libertad. Es decir una sociedad donde el
hombre esté libre de la pobreza material, de la pobreza espiritual”.

La sociedad que sueña Bertrand Russell, y nosotros junto a él,


merecen ser resaltada, porque es una lección de amor y de esperanza:

“ El mundo que tenemos que buscar es un mundo en el cual el


espíritu creador esté vivo, en el cual la vida sea una aventura llena de
alegría y de esperanza, basada más en el impulso de construir que en el
deseo de guardar lo que poseamos y de apoderarnos de lo que poseen
los demás. Tiene que ser un mundo en el cual el cariño pueda obrar
libremente, el amor esté purgado del instinto de la dominación; la
crueldad y la envidia hayan sido disipadas por la alegría y el desarrollo
ilimitado de todos los instintos constructivos de vida que la llenen de
delicias espirituales. Un mundo así es posible; espera solamente que los
hombres quieran crearlo”.
SEGUNDA PARTE.

PROBLEMAS EN EL CAMINO HACIA LA NUEVA SOCIEDAD.


Aparato defensivo del sistema de dominación

Para analizar el aparato defensivo del sistema de dominación,


debemos fijar nuestra atención en los fenómenos sociales y políticos en
los cuales este aparato ha salido victorioso, y a partir de allí disecar su
estructura orgánica y su funcionamiento.
La derrota del ensayo Soviético, el respaldo de masas que obtuvo el
fascismo, el apoyo mayoritario a Fujimori, el respaldo a los cuarenta años
del pacto de Punto Fijo en Venezuela, las dificultades para construir
poderosos partidos revolucionarios en América Latina, son hechos que
nos servirán de soporte para intentar un análisis de las barreras contra las
que se estrellan nuestros esfuerzos.
Un dato persistente llama la atención cuando estudiamos la historia:
¿por qué condiciones objetivas de penuria económica, de pobreza de la
población, de explotación profunda de los trabajadores, no desembocan
en situaciones revolucionarias, sino en situaciones reaccionarias, en
regímenes de fuerza, o en democracias corruptas?. De aquí surge una
pregunta:
¿Cuál es la relación entre las condiciones objetivas y la formación de
las condiciones subjetivas?
O lo que es lo mismo, qué relación hay entre la conciencia social y el
ser social. La respuesta del marxismo dogmático a estas interrogantes ha
sido determinante en los extravíos del rumbo revolucionario.

Es una simplificación torpe pensar que existe una relación lineal


entre la ubicación económica de un individuo y su conciencia social, o
entre la situación objetiva de explotación de una clase y su conciencia.
Un individuo está expuesto a la ideología dominante y además a la
ideología que emana de su situación en la producción, de aquí surge una
contradicción en el pensar y actuar de los individuos, produciendo una
angustiosa estructura caracteriológica específica,1 que es reproductora de
una sociedad dada. Esta estructura, se instala en el inconsciente desde la
primera infancia y tiene marcados rasgos conservadores, es decir
evoluciona muy lentamente con respecto a la situación social. Y en
palabras del Maestro Marx:

“Las ideas de las clases dominantes son en cada época las ideas
dominantes, es decir que la clase que tiene el poder material dominante
en la sociedad tiene también el poder ideológico dominante. La clase
que dispone de los medios de producción materiales dispone al mismo
tiempo de los medios de producción ideológicos, de tal modo que las
ideas de aquellos que carecen de los medios de producción están
sometidas a la clase dominante. Las ideas dominantes no son sino la
expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, son esas
mismas relaciones materiales bajo la forma de ideas, o sea la expresión
de las relaciones que hacen de una clase la clase dominante; en otras
palabras, son las ideas de su dominación”.

Es comprensible, entonces, que la principal barrera que se opone a


la liberación no es la represión policial, no es la fuerza bruta, sino por el
contrario, el dominio ideológico, que en definitiva se expresa como un
carácter, como una conducta, que impide que los desposeídos tomen
conciencia de sí, y desarrollen una estructura caracterológica alternativa a
la dominación.

Estudiemos cómo es qué se instala en el individuo esta dominación


ideológica y cómo funciona. Con este fin es útil repasar algunos
conceptos básicos de los descubrimientos de Sigmund Freud, lo que
facilitará la comprensión del asunto.
Intentemos resumir los descubrimientos de Freud, que más nos
interesan para nuestro propósito:
Postuló el principio del determinismo psicológico, dice este
principio, que en la mente nada ocurre por casualidad. Cada fenómeno
psíquico está determinado por aquellos que le precedieron.

Propuso además que la conciencia es un atributo excepcional


de los procesos psiquicos. Podemos sintetizar esta propuesta diciendo
que de acuerdo al psicoanálisis los procesos inconscientes son de una
gran frecuencia e importancia en el funcionamiento mental normal y
patológico, de una importancia aun mayor que los procesos conscientes.
¿Qué repercusiones tienen estos descubrimientos psicológicos en la
elaboración de una teoría revolucionaria?
Debemos preguntarnos junto a Reich
¿por qué motivo sociológico la sociedad suprime y el individuo
reprime la sexualidad?
Si extendemos el término sexualidad a toda la relación amorosa, a
toda relación sana, comprenderemos que, al reprimir la sexualidad, se
suprime el amor primario, el que aparece en el niño en sus primeros años,
el amor a sí mismo. Aplastando el sentimiento amoroso en sus orígenes
se crea una estructura de carácter en el niño propicia a la dominación,
porque está alejada del sentimiento amoroso, recordemos que éste es el
fundamento de todo impulso revolucionario. Es sobre esta psiquis que
pueden actuar e instalarse con facilidad las demás formas de dominación
ideológica.

Veamos algunos elementos, que aportados por Reich, nos ayudarán


a entender el asunto:

“Si examinamos la historia de la supresión de la sexualidad y el


origen de la represión sexual, hallaremos que no nacen con el
desarrollo cultural, que no son prerequisitos para el nacimiento de la
cultura, sino que han comenzado a formarse relativamente tarde, con
la instauración del patriarcado autoritario y el inicio de la división de
clases. Los intereses sexuales de todos los hombres comienzan a servir
a los intereses de beneficio económico de una minoría; este hecho ha
ido adoptando una forma organizativa fija bajo la forma del
matrimonio y de la familia patriarcal.”

Las estructuras socioeconómicas y su reproducción estructural en


la psiquis tienen lugar en los primeros cinco años de vida, corresponde a
las iglesias, la televisión, la escuela, el deporte, etc. perpetuar esa función.
Esta forma de represión es más eficaz que cualquier otra, ya que se instala
en el inconsciente, y se opone, por lo tanto, a la rebelión desde el
inconsciente y por eso es difícil de detectar.
Vemos pues, que los sistemas de defensa del orden capitalista están
instalados en el inconsciente y por lo tanto llevan a los dominados a
actuar en contra de sus intereses materiales, es así como se explica que
los depauperados no hagan la revolución, voten por los partidos que los
explotan, apoyen a dictadores que los avasallan.
Ahora nos interesa saber, para seguir avanzando en nuestro
análisis, cómo se manifiesta esta estructura caracterológica en las
relaciones humanas, cómo aparece en la vida concreta y como favorece al
sistema de dominación. Podemos apreciar varias formas de conductas,
fácilmente identificables cómo pilares conductuales de la dominación.
Vamos a referir, sólo a manera de ilustración algunas de ellas,
pretendiendo con esto abrir la discusión que enriquezca estos tópicos: El
miedo a la libertad, los modos de valorización, conductas exhibicionistas.

El miedo a la libertad.

El miedo a aventurarse en el hermoso camino de establecer nuevas


relaciones enriquecedoras, capacitadoras, reafirmadoras del “Yo”. Es un
tópico psicológico que ha sido estudiado profusamente por los psicólogos
sociales, pues es fundamental para entender el comportamiento de las
grandes masas, y por lo tanto para entender su participación en la política.
Estos estudios constituyen un eje maestro de nuestro planteamiento, no
podía ser de otra manera, ya que sin una modificación de la estructura
psíquica no es posible conseguir que los individuos tengan una voluntad,
un pensamiento auténticamente propios, condición previa a la
construcción de sistemas sociales con más libertad.

Para un estudio del comportamiento humano frente a la libertad,


debemos recordar una premisa que ya hemos mencionado en este trabajo:

El carácter de los hombres, y por lo tanto su conducta amorosa,


su odio, sus placeres, sus miedos, sus anhelos de sumisión etc, todo ello
es resultante de los procesos sociales.

Por una parte el hombre es producto de su historia, pero por otra, y


aquí nos diferenciamos de los que, producto de un dogmatismo, ven al
hombre atrapado en el determinismo de las leyes de la evolución social
(materialismo histórico), el hombre crea su propia historia. Es decir, las
condiciones materiales determinan el carácter social, y éste a su vez
influye en las condiciones materiales y se hace parte de ellas. El carácter
dialéctico de la formación del carácter, determinado y determinando las
condiciones materiales, es lo que posibilita el rompimiento de una
estructura social y el aparecimiento de nuevas estructuras, es decir
posibilita la revolución, y coloca al hombre en el centro de los cambios.

En la sociedad capitalista el hombre vive una ilusión de libertad,


una enajenación que lo hace cada vez más solitario, ya que transforma las
relaciones humanas en relaciones mercantiles; los hombres o son
consumidores y vendedores, y por lo tanto se relacionan con
desconfianza, o son compradores y vendedores de trabajo, por lo tanto se
relacionan con indiferencia.

Entre mercancías, que eso es el hombre del capitalismo, no puede


haber solidaridad, no es posible una relación amorosa, todo está basado
en el egoísmo producto de la defensa de insanos intereses individuales. El
hombre que, por obra y gracia del capitalismo, se transformó en una
mercancía, sólo puede percibirse a sí mismo como una mercancía, sólo
puede ver a sus semejantes y a su entorno como mercancías y así se
relaciona con ellos.

La soledad de un hombre aplastado por la maquinaria productiva y


de comercio que él mismo creó, es el signo de estos tiempos.

Todo incremento de la libertad lleva consigo un incremento de la


incertidumbre, del desasosiego, de la soledad. El hombre pierde su
protección y se aventura en un mundo desconocido, no controlado, así es
cuando el hombre abandona al útero, fue así en el Génesis, cuando el
hombre es expulsado del paraíso después de haber adquirido conciencia.

El hombre tiene frente a la libertad dos caminos: Establecer nuevas


relaciones que respeten su individualidad, su integridad, su derecho a
crecer. O por el contrario establecer relaciones que fácilmente le
devuelvan el sosiego perdido pero a costa de su “Yo”. En otras palabras
puede establecer, o relaciones
El miedo a la libertad.

El miedo a aventurarse en el hermoso camino de establecer nuevas


relaciones enriquecedoras, capacitadoras, reafirmadoras del “Yo”. Es un
tópico psicológico que ha sido estudiado profusamente por los psicólogos
sociales, pues es fundamental para entender el comportamiento de las
grandes masas, y por lo tanto para entender su participación en la política.
Estos estudios constituyen un eje maestro de nuestro planteamiento, no
podía ser de otra manera, ya que sin una modificación de la estructura
psíquica no es posible conseguir que los individuos tengan una voluntad,
un pensamiento auténticamente propios, condición previa a la
construcción de sistemas sociales con más libertad.

Para un estudio del comportamiento humano frente a la libertad,


debemos recordar una premisa que ya hemos mencionado en este trabajo:

El carácter de los hombres, y por lo tanto su conducta amorosa,


su odio, sus placeres, sus miedos, sus anhelos de sumisión etc, todo ello
es resultante de los procesos sociales.

Por una parte el hombre es producto de su historia, pero por otra, y


aquí nos diferenciamos de los que, producto de un dogmatismo, ven al
hombre atrapado en el determinismo de las leyes de la evolución social
(materialismo histórico), el hombre crea su propia historia. Es decir, las
condiciones materiales determinan el carácter social, y éste a su vez
influye en las condiciones materiales y se hace parte de ellas. El carácter
dialéctico de la formación del carácter, determinado y determinando las
condiciones materiales, es lo que posibilita el rompimiento de una
estructura social y el aparecimiento de nuevas estructuras, es decir
posibilita la revolución, y coloca al hombre en el centro de los cambios.

En la sociedad capitalista el hombre vive una ilusión de libertad,


una enajenación que lo hace cada vez más solitario, ya que transforma las
relaciones humanas en relaciones mercantiles; los hombres o son
consumidores y vendedores, y por lo tanto se relacionan con
desconfianza, o son compradores y vendedores de trabajo, por lo tanto se
relacionan con indiferencia.

Entre mercancías, que eso es el hombre del capitalismo, no puede


haber solidaridad, no es posible una relación amorosa, todo está basado
en el egoísmo producto de la defensa de insanos intereses individuales. El
hombre que, por obra y gracia del capitalismo, se transformó en una
mercancía, sólo puede percibirse a sí mismo como una mercancía, sólo
puede ver a sus semejantes y a su entorno como mercancías y así se
relaciona con ellos.

La soledad de un hombre aplastado por la maquinaria productiva y


de comercio que él mismo creó, es el signo de estos tiempos.

Todo incremento de la libertad lleva consigo un incremento de la


incertidumbre, del desasosiego, de la soledad. El hombre pierde su
protección y se aventura en un mundo desconocido, no controlado, así es
cuando el hombre abandona al útero, fue así en el Génesis, cuando el
hombre es expulsado del paraíso después de haber adquirido conciencia.

El hombre tiene frente a la libertad dos caminos: Establecer nuevas


relaciones que respeten su individualidad, su integridad, su derecho a
crecer. O por el contrario establecer relaciones que fácilmente le
devuelvan el sosiego perdido pero a costa de su “Yo”. En otras palabras
puede establecer, o relaciones amorosas, o relaciones basadas en el
egoísmo, por supuesto y de acuerdo a lo hasta aquí discutido, tanto en el
capitalismo como en el experimento Soviético priman las relaciones
surgidas del egoísmo.
Es importante, en este punto, hacer algunas precisiones sobre los
términos sano e insano. Socialmente una persona sana es aquella que está
adaptada a la sociedad y actúa reproduciéndola. Ahora bien, desde la
visión individual una persona es sana cuando alcanza un grado máximo
de expansión de sus posibilidades físicas y espirituales. La sociedad ideal,
sería aquella donde las metas individuales y las sociales están en sintonía.
En la práctica existe una brecha entre estos dos objetivos. El Estado,
además de la representación de la lucha de clases es representación de la
contradicción entre lo individual y lo colectivo. Podemos concluir que
una sociedad enferma es aquella que no ofrece las condiciones para que
un individuo expanda al máximo su personalidad y establezca relaciones
amorosas, en resumen que no alcance grados elevados de bienestar y
felicidad. El capitalismo, es una sociedad enferma, esto es aceptado por
densas corrientes de la psiquiatría. Lo que no significa que no tenga
individuos adaptados, que no presentan síntomas o que los ignoran,
surgiendo un concepto de sanidad basado en el consenso: si todos lo
padecen no es enfermedad.

Estados Unidos, paradigma de la sociedad capitalista, es el país que


relativamente consume más ansiolíticos, y más drogas, en el mundo,
además de ser una de las sociedades más violentas a todos los niveles. Sin
embargo estos indicativos no son considerados por la mayoría como
señales de graves y generalizadas enfermedades. No obstante esto, los
Estados Unidos tienen la osadía de presentarse como la sociedad modelo
para el universo.

Es conveniente, para la claridad de la exposición, comentar el


significado de los términos amor y egoísmo, lo que nos ayudará a
entender mejor las relaciones basadas en el amor, o las relaciones
basadas en el egoísmo, que el hombre de esta época establece.
Relación amorosa.

Para estudiar esta relación convoquemos a Fromm en nuestra


ayuda, uno de los estudiosos de este tema.
Lo primero que él apunta, es que el amor es una respuesta madura al
problema de la existencia, es decir, unión a condición de preservar la
propia integridad, el amor es un sentimiento que lo capacita a uno para
superar su aislamiento y al mismo tiempo mantener su integridad, de esta
manera podemos establecer unas relaciones sanas, con nuestros
semejantes y con nuestro entorno. El amor es fundamentalmente dar, más
allá de lo material, dar de lo que está vivo en uno. Frente al dar podemos
encontrar varias actitudes, que se relacionan con el desarrollo psíquico y
espiritual de las personas. Las influenciadas por el carácter mercantil
están dispuestas a dar, pero sólo a cambio de recibir, ellos únicamente
pueden vivir la vida dentro del marco del intercambio mercantil. Otras
personas, ven el dar como un sacrificio, se mutilan dando. El dar que
sustenta el amor, es por el contrario, un realizarse en el dar, no como una
privación sino como una expresión y expansión de la vida. En todas las
religiones el dar, el amor como principio rector de la vida es fundamental,
aunque a veces se manifiesten distorsiones: el martirio de los católicos,
el celibato y sus consecuencias, el fundamentalismo Islámico, etc.

A pesar de la importancia del amor para la vida, no existe en la


llamada ciencia argumentos que sustenten su valor, se comprende, una
ciencia que surge de una sociedad del egoísmo, de la muerte, tiene que
ignorar al amor, este no es objeto de estudio de la ciencia oficial. No
obstante, recientemente ha surgido una postura amorosa frente a la
adquisición de conocimientos, antagónica a la ciencia del egoísmo, y
aunque está todavía incipiente, ya señala el camino que recorrerá la
humanidad cuando se libere de las cadenas. El profesor Delfín Viera,
padre de este nuevo enfoque de la ciencia, que comienza con un nuevo
enfoque de la Biología, propone una manera de conocer la vida,
diferente y contrastante con la ciencia de la Biología oficial, ésta ultima
calificada por él de ciencia tanatológica, porque sólo se relaciona con su
objeto de estudio a través de la muerte. El profesor Viera, denomina a
este nuevo cuerpo de ideas La Bioerótica, (del griego Bios, vida y
Erótica, amor): se trata de entender la vida amándola y no
destruyéndola. En el desarrollo de sus estudios él ha encontrado un
conocimiento que nos interesa, para fundamentar desde la ciencia, la
estrecha relación entre vida y amor. Plantea Viera, que el axioma central
que surge de la visión Bioerótica de la Ecología, es:
“La suerte de las partes depende de la suerte del todo, y a su
vez, la suerte del todo depende de la suerte de las partes”

Sencilla proposición que se opone por completo a la visión de vida


que surge del pensamiento egoísta. Este nuevo conocimiento proporciona
una base sólida a la necesidad de relaciones basadas en dar y en el amor,
no es posible ser felices si nuestro entorno no es feliz, de nada sirven las
riquezas materiales si estamos rodeados de pobres, en resumen, la suerte
de cada uno de nosotros depende de la suerte del todo, esto se cumple en
la Biología, o mejor en la Bioerótica, y en la vida en general, en el
individuo, en la pareja, en la familia, en una ciudad, en un país, en el
ecosistema, en el mundo todo. Si no hay una armonía entre las partes del
todo, si no hay equilibrio, se desatan unas fuerzas que producen el
malestar del todo y pueden llegar a destruirlo. De esta forma podemos
entender que formamos parte y somos el mundo.

Cuando un anciano desprende una flor de cerezo en el Japón, un


indio yanomami se ve afectado para bien o para mal por ese
acontecimiento remoto.
Ahora entendemos que el dar a nuestros semejantes y a nuestro
entorno es la única forma de nutrirnos a nosotros mismos.
Con los aportes del profesor Viera el amor suma a su base
espiritual una base científica.

Masoquismo.

Consiste en intentar buscar la fuerza perdida del “Yo” fusionándose


con algo exterior. Las formas masoquistas se presentan como una
disminución severa de la autoestima, una tendencia a establecer
relaciones donde un ser exterior a él tome el control de su vida,
liberándolo de la responsabilidad de conducirse en un mundo que teme,
que no comprende. Muchas veces esta dependencia de tipo masoquista
puede ser confundida con amor o lealtad. Recordemos esto cuando, más
adelante hablemos del partido.

El caracter sádico

por su parte, presenta varias gradaciones, desde el dominar a los


otros transformándolos en meros instrumentos de sus deseos, hasta las
formas más destructivas que hacen un daño evidente, podríamos
denominarlas formas vampíricas, pasando por la tendencia a hacer sufrir
a los demás de las más variadas formas físicas o psíquicas. El sadismo
cuando no es tan explosivo puede pasar como una forma de amor, de una
exagerada preocupación por el prójimo, recordemos la relación de los
misioneros con los indios.

Puede parecer paradójico, pero los dos tipos de comportamiento,


como lo habíamos dicho, se necesitan uno al otro, el masoquista es
evidente que abdicó su “Yo” en la personalidad del sádico, y aunque
parezca raro el sádico necesita del masoquista para demostrar su poder,
para intentar acallar su soledad en el dominio de un ser extraño al cual le
puede dar todo, pero a costa de gobernar su “Yo”. Los dos tratan de
compensar su soledad, evadiendo el ejercicio de su libertad. Los
individuos oscilan entre estas dos manifestaciones, entre el papel activo y
pasivo del fenómeno de abdicar al “Yo”, de perder la individualidad.

En resumen, el sistema produce los obstáculos para el desarrollo


pleno de la personalidad, induciendo la formación de caracteres
patológicos, que, al mismo tiempo lo protegen; este rasgo lo vamos a
observar en el estudio de todas las conductas defensivas del sistema. Por
supuesto, que este tipo de carácter tiene implicaciones en la política, en
el capítulo del partido ahondaremos un poco más en estos aspectos.

Otro aspecto conductual importante para el análisis político, es el


que se desprende del hecho de la transformación del hombre en una
mercancía. Cuando el hombre se transforma en una mercancía, en virtud
de tener que vender su fuerza de trabajo para poder subsistir, comienza a
comportarse como lo que es ahora, una mercancía. Todo el
comportamiento de un producto en el mercado se encarna en él. Necesita
de publicidad, de ocultar sus defectos, de maximizar sus virtudes,
necesita competir con los otros hombres que en tanto mercancía son sus
enemigos, necesita desprestigiar a los otros hombres, que en el mercado
son su competencia. Asimila la crueldad propia del mercado. Como
consecuencia establecerá relaciones de rivalidad, de falta de solidaridad,
no puede haber solidaridad entre comerciantes y mucho menos entre
mercancías. Ahora tiene precio, como una mercancía vale por lo que
tiene, por lo material que es capaz de ofrecer, ahora tiene valor de
cambio. Existe en cuanto mercancía es. Ha perdido su condición humana
y no puede establecer relaciones sanas; la amistad, la relación amorosa, la
relación entre hijos y padres, todo se ha transformado en una relación
entre mercancías, regidas por las implacables leyes del mercado.

Un aspecto de la conducta que es muy importante de estudiar en


este tema de los mecanismos de defensa del sistema, son los mecanismos
generadores de prestigio y su incidencia en los procesos electorales,
mecanismos seudolibertarios que tanto gustan a los defensores del
sistema de dominación.

Estudiando los primeros y más generales mecanismos sociales de


defensa de un sistema, los más arraigados, los que aparecen muy
temprano en el núcleo mismo de la personalidad y, responsables de
generar una conducta coherente con el sistema, que garantice su
legitimidad y perpetuidad, nos topamos con los sistemas de valorización
social. Estos constituyen unos de los obstáculos más sutiles y formidables
para cualquier pretensión de cambio. Estudiemos, entonces éste
importante tópico.

La sociedad es, fatalmente, una sinfonía interpretada a dúo por el


enigmático vuelo individual, y por la necesidad colectiva. El Estado es el
encargado de armonizar este sutil concierto. Más allá de la dominación de
unas clases sobre otras, el Estado también representa la fina cuerda donde
se equilibran los sentimientos individuales y el alma colectiva. Si el
balancín se inclina hacia lo colectivo, tenemos un Estado totalitario. Si
por el contrario se inclina hacia lo individual, el anarquismo devorará a
esa organización social. Mientras exista Estado, la libertad será una
tensión entre los intereses individuales y los sociales y, por otro lado,
entre las clases dominatrices y el resto de la sociedad.

De esta manera, la prédica de la libertad absoluta, es un


encubrimiento que evita la insurgencia, o es una ilusión que enmascara la
realidad y extravía los afanes.
Se presenta la democracia como el imperio de la libertad
absoluta, donde el consenso sustituye las tensiones sociales. Las
elecciones se exhiben como el punto culminante de la democracia, como
la cúspide de la libertad, cuando en realidad son la operación de
escamoteo ideológico más importante de este siglo. Por medio del
ilusionismo democrático se consigue convertir un estado hegemónico y
totalitario, en un reino de la libertad absoluta.
En esta trampa del prestidigitador democrático han caído eximios
pensadores y excelentes y bien intencionados luchadores sociales, esta
situación ha confundido a muchos hombres de buena fe, que han creído
que con la democracia llegó el reino de la libertad.

Los que disientan son perseguidos, execrados, no les es permitido


subir al escenario.
Analicemos un poco las elecciones y tratemos de descubrir que
oculta la manga del demócrata.
Estamos en un sistema social que pretende la libertad absoluta como
su piedra angular, sin embargo necesita ejercer una gran represión para
mantener su funcionamiento y su dominio. Esta contradicción tiene su
fundamento en la teoría económica que sustenta el actual sistema: el
neoliberalismo, que propugna y necesita una gran libertad en el
comercio, y una disciplina esclavizante y represiva en la producción. Es
decir una licencia plena en el intercambio de mercancía que les permita
manipular y obtener el máximo de ganancias, y paralelamente, una gran
represión en el proceso productivo que les facilite conseguir que la fuerza
de trabajo sea la más barata posible, sin costos en prestaciones, en
jubilaciones ni en los llamados gastos sociales. O lo que es peor una
producción sin mano de obra, lanzando a los antiguos trabajadores a la
miseria y el desempleo. Esta contradicción origina, necesariamente, una
doble moral y, por supuesto necesariamente genera un doble discurso, un
brutal engaño y una hipocresía que caracterizan a todo el sistema.

Es en las elecciones momento estelar y purificación principal del


sistema, donde y cuando se manifiestan con mas fuerza todas las
contradicciones, la mentira y la hipocresía. Pero es entonces cuando el
sistema se maquilla mejor, usando todo su poder de disimulo y
distracción. El beneficio que cosecha bien vale el riesgo que corre,
después de las elecciones disfruta de un pueblo enajenado y embrutecido.
Hasta ahora, y a esto han contribuido los opositores del sistema con su
estulticia, las elecciones le han resultado un excelente mecanismo de
embelecamiento.

Ahora bien, los más importantes dispositivos de seguridad que


tiene el sistema depredador, son las escalas de valorización de los
candidatos, y esto es válido para cualquier elección. La selección de los
candidatos se hace de acuerdo a su valor social, y el valor, el prestigio de
los candidatos está dado, suministrado, por la escala de valores que
impone el sistema. Sencillo e infalible mecanismo de protección. Sólo se
valora socialmente lo que apuntala al sistema, lo que lo cuestiona es
rechazado. En el caso de las elecciones estas válvulas de seguridad
funcionan a la perfección. Los candidatos deben tener prestigio, valor
social. Deducción: quien no convenga a los depredadores no es ungido, lo
detectan y lo abominan. Los mecanismos psíquicos que aquí funcionan se
forman en los primeros años de vida de la persona y son reforzados en la
escuela, por la televisión, y otra serie de mecanismos que forman el
aparato de dominación ideológico, todo esto va tejiendo poco a poco una
fina red de dominación que los depredadores llaman descaradamente
“proceso de socialización.”
Una revolución tiene que sustituir los valores de valorización
social, los cuales no sólo operan en el caso de las elecciones, sino en
cualquier escogencia de dirigentes, en cualquier ámbito.
Por otra parte, si estudiamos el proceso de las elecciones desde el
ángulo del elector encontramos una operación de castración y
enajenación masiva. Entendiendo como enajenación: “experimentar al
mundo y a uno mismo pasiva, receptivamente, como sujeto separado del
objeto”

Se pretende que las elecciones son una oportunidad para que el


elector manifieste su voluntad, se dice: “el voto es tu opinión, el pueblo
manifiesta su voluntad en las elecciones.” En realidad, tal y como se
presentan las elecciones, el elector en el momento de depositar su voto lo
diluye en la masa de todos los votos, perdiendo su mismidad y la
posibilidad de reconocerse y reconocer a sus semejantes como actores
políticos, impidiendo así cualquier acción colectiva, que es esencial para
un verdadero cambio. Las grandes hazañas sociales y políticas de este
continente, Washington y Bolívar, no hubiesen sido posibles si hubiese
mediado una elección.

El acto de votación crea un monstruo, un gobierno, que le es ajeno


a los electores, que les usurpa la voluntad y los ignora. El votante
mientras más vota, menos gobierna. Además no percibe que él creó, dio
vida al monstruo, al contrario desmemoriza el hecho de su creación.
Parece un acto de hechizo hipnótico, la voluntad queda con el gobierno y
el votante despojado de todo acto volitivo. Las elecciones son un acto de
pasividad voluntaria, entrena al individuo para ser extraño a sí mismo y a
sus semejantes, el voto es un acto aislado que impide cualquier acción
colectiva, por lo tanto protege al sistema.

Es muy importante resaltar la reciente experiencia vivida en


Venezuela con el proceso Bolivariano liderizado por el Comandante
Chavez. Este proceso social, que ha sido calificado por el Comandante
Fidel Castro de “milagro político”, ha logrado aprovechar la etapa donde
el sistema corre más riesgos, donde es más vulnerable: las elecciones,
para fracturar el juego diabólico planteado por las clases depredadoras. El
comandante Chavez, apoyado en las capas más olvidadas de la población
consiguió imponer nuevos sistemas de valorización que lo han llevado a
la Presidencia, y ha iniciado un proceso inédito en Venezuela, de elección
de una asamblea constituyente con métodos populares de consulta

Hasta aquí hemos presentado alguno de los aspectos psicológicos


de la dominación, nuestra intención es sembrar la inquietud, recalcamos,
que los mecanismos de dominación más poderosos están instalados en el
inconsciente de los individuos y desde allí emergen conductas
evidenciables que hacen posible un sistema de dominación. Es decir la
dominación habita en el alma del dominado, y es allí donde se debe
escenificar una verdadera revolución.

Pretendemos solamente ilustrar este hecho, los caracteres aquí


presentados son aproximaciones que solo tienen la intención de clarificar
el concepto expuesto.
Mención especial, porque nos toca muy de cerca, merece la clase
media.

LA CONDUCTA DE LA CLASE MEDIA Y SU RELACIÓN


CON EL SISTEMA DE DOMINACIÓN

La clase media tienen una importancia social inmensa como


difusora de las conductas de dominación. Ella es generadora de opinión,
por su peso en los medios de comunicación, en las artes, en las
profesiones liberales.
En virtud de su lugar en la producción, por la tradición familiar, de
familia autoritaria que arrastra, por el miedo a depauperarse, es una clase
con características psicológicas y de conductas muy peculiares, ya que
asimila muy bien los rasgos de carácter propios de las clases dominante.
Los rasgos de conducta de la clase media los podemos resumir así:
Inconstancia, individualismo, carencia de sentimiento de solidaridad,
miedo a la adversidad y al cambio, conducta servil con los jefes y
despótica con los subordinados, superfluamente consumidora, desleal,
cultivadora de la imagen y de los valores de la clase dominante,
buscadora de espejismos simbólicos con los cuales pretende alcanzar un
status que le es esquivo, despreciativa hacia las demás clases incluyendo
a la suya, desculturizada, tendencia al heroísmo fácil y sin sacrificio.
Lábil frente al halago y el homenaje superficial, alta incidencia del
carácter sadomasoquista.
Al mismo tiempo, esta clase es la que tiene más acceso mental y
económico al estudio, a la reflexión, a la imaginación. Es por eso que de
allí surgen cuadros e ideas revolucionarias. Paradójicamente es de esta
clase de donde emergen los hombres destinados a crear conciencia
revolucionaria en el resto de la población; en nuestro país ha sido así.
Reflexionar sobre esta, nuestra clase, es un imperativo histórico.

En Venezuela, desde el 23 de Enero de 1958 hasta nuestro 1999, la


clase media ha jugado un papel principal en la elaboración de la teoría y
práctica revolucionaria, y un papel protagónico en el fracaso de la opción
revolucionaria.

Es útil entender los mecanismos psicológicos y la conducta de esta


capa social, para comprender cómo ha defendido al sistema, la ayuda que
le ha prestado con la estampida ideológica por ella aupada y los
obstáculos que ha puesto a la organización de la vanguardia.

EL ESTADO, SU EXTINCIÓN.

En la sección anterior estudiamos las manifestaciones de la


dominación en el alma humana. Vamos ahora a estudiar las
manifestaciones de la dominación en las relaciones de los grupos
sociales.
Es el Estado, su estructura, su dinámica, reflejo fiel de las tensiones
que ocurren en una época y sociedad determinada.

¿Qué es el Estado?
Los revolucionarios deben tener una comprensión cabal del Estado.
El Estado, ese poderoso aparato de coordinación, administración y
sobre todo de coerción. Que es reflejo de la lucha de clases que se
desarrolla en el seno de la sociedad. Que es instrumento de la
dominación de una clase sobre el resto de la sociedad, y garante de la
perpetuación del sistema; merece nuestro estudio.
De la actitud frente al Estado, de la concepción de su futuro, en
definitiva, de la teoría del Estado que compartamos, depende el tipo de
organización, de práctica política y, en definitiva nuestro éxito como
revolucionarios.
Un tema clave es el de la extinción del Estado. Mucho se ha
discutido en torno a este asunto.
La extinción del Estado y la manera como ésta debe darse ocupa un
sitio de gran importancia en la discusión revolucionaria. Precisemos,
ayudados por los clásicos, algunos elementos para entrar con buen pie en
esta crucial discusión.
Sólo abordaremos aquí los aspectos necesarios para dar
continuidad a nuestro razonamiento, al final del libro se podrá encontrar
la bibliografía necesaria para ahondar en el tema.
La esencia del Estado es, repetimos: un grupo especial de hombres
que sólo se ocupan de gobernar y para ello poseen un aparato coercitivo.
Es una máquina para mantener el dominio de una clase sobre otra. Ya
con estos elementos podemos aproximarnos al tema del estado en la
revolución, o al Estado revolucionario. Fundamentalmente existen dos
posiciones teóricas y un antecedente histórico frente a este problema. Los
anarquistas, los revolucionarios, y la experiencia Soviética. Veamos:

El pensamiento anarquista universal: Es una teoría que se opone a


toda forma de Estado, por considerarlo una autoridad impuesta. Postulan
que la libertad se debe buscar por el camino directo de la abolición de
toda imposición de control de la comunidad sobre el individuo, están en
contra de la propiedad privada, y no creen en la etapa de transición.
Practican una rebelión radical contra la autoridad, lo que les genera
simpatía, sueñan con una sociedad libre, que describen con gran belleza,
su literatura se asienta en los mejores sueños y anhelos del ser humano y
despierta fogosas adhesiones. En la práctica, y esto es comprensible,
caen, y éste es el caso venezolano, en actitudes disolventes de la
organización, sea ésta del tipo que sea. Efectúan, sin constancia, trabajo
social aislado, que los lleva a coincidir con las estructuras
gubernamentales que se ocupan de estas áreas. En la práctica política, lo
que es paradójico, son inofensivos, sus luchas son fácilmente asimilables
por el Estado opresor.

Es pertinente ilustrar, con las palabras del revolucionario peruano


Jose Carlos Mariátegui, la imprescindible relación con la realidad que
deben mantener los revolucionarios, luchando contra la tentación de alzar
el vuelo altísimo e innocuo que la imaginación impulsa, o conteniendo la
seducción paralizante que la comodidad aconseja:

“La humanidad no persigue nunca quimeras insensatas ni


inalcanzables; la humanidad corre tras de aquellos ideales cuya
realización presiente cercana, presiente madura y presiente posible. Con
la humanidad acontece lo mismo que con el individuo. El individuo no
anhela nunca una cosa absolutamente imposible. Anhela siempre una
cosa relativamente posible, una cosa relativamente alcanzable. Un
hombre de una aldea, a menos que se trate de un loco, no sueña jamás con
el amor de una princesa ni de una multimillonaria lejana y desconocida,
sueña en cambio con el amor de la muchacha aldeana a quien él puede
conseguir. Al niño que sigue a la mariposa puede ocurrirle que no la
aprese, que no la coja jamás; pero para que corra tras de ella es
indispensable que la crea o que la sienta relativamente a su alcance. Si la
mariposa va muy lejos, si su vuelo es muy rápido, el niño renuncia a su
imposible conquista. La misma es la actitud de la humanidad ante el
ideal. Un ideal caprichoso , una utopía imposible, por bellos que sean, no
conmueven nunca a las muchedumbres. Las muchedumbres se emocionan
y se apasionan ante aquella teoría que constituye una meta probable; ante
aquella doctrina que se basa en la posibilidad; ante aquella doctrina que
no es sino la revelación de una nueva realidad en marcha, de una nueva
realidad en camino”

Hermosas palabras, que recuerdan a los revolucionarios la


necesidad de alzar el vuelo, pero siempre con los pies en la tierra. Y que
justifican por sí solas el titulo de este libro.

No podemos dejar a los anarquistas internacionales, sin


reconocerles un mérito inmenso: han dotado al movimiento
revolucionario de una pasión y un instinto que son invalorables. Sus
planteamientos son un canto a la rebelión, pero su rebelión es ineficaz
para la hermosa tarea de trascender al sistema de dominación

En la acera opuesta, los clásicos revolucionarios plantean la


sustitución del Estado actual, por un Estado revolucionario que conduzca
una etapa de transición, en la cual se extinguirá.

Engels en “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”


nos dice:

“Ha habido sociedades que funcionaban sin él (el Estado) y en


las que no había ni rastros de Estado ni de poder Estatal”
Importante aseveración, el Estado surge con el aparecimiento de
las clases sociales. Y más adelante continúa:
“las clases desaparecerán de un modo tan inevitable como
surgieron en su día. Con la desaparición de las clases desaparecerá
inevitablemente el Estado. La sociedad reorganizando de un modo
nuevo la producción sobre la base de una asociación libre de
productores iguales, enviará toda la maquina del Estado al lugar que
entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades, junto a la
rueca y al hacha de bronce”

Lenin, por su parte, nos ilustra sobre la etapa de transición:

“Partiendo de esta democracia capitalista – inevitablemente


estrecha, que repudia bajo cuerda a los pobres y que es, por tanto, una
democracia profundamente hipócrita y mentirosa – el desarrollo
progresivo no discurre de un modo sencillo, directo y tranquilo ‘hacia
una democracia cada vez mayor ’ como quieren hacernos creer los
profesores liberales y los oportunistas pequeñoburgueses. No, el
desarrollo progresivo, es decir el desarrollo hacia el comunismo, pasa
a través de la dictadura del proletariado, y no puede ser de otro modo,
porque no hay fuerza ni camino distinto para romper la resistencia de
los explotadores capitalistas”.

Engels, precisa el punto:


“mientras el proletariado necesite todavía el Estado, no lo necesitará
en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan
pronto como pueda hablarse de libertad, el Estado, como tal dejará de
existir”

Lenin remata diciendo:


“Sólo en la sociedad comunista, cuando se haya roto ya
definitivamente la resistencia de los capitalistas, cuando hayan
desaparecido los capitalistas, cuando no haya clases (es decir cuando no
haya diferencias entre los miembros de la sociedad por su relación hacia
los medios sociales de producción), sólo entonces desaparecerá el
Estado y podrá hablarse de libertad. Sólo entonces será posible y se hará
realidad una democracia verdaderamente completa, una democracia
que, verdaderamente, no implique ninguna restricción. Y sólo entonces
el estado comenzará a extinguirse, por la sencilla razón de que los
hombres liberados de la esclavitud capitalista, de los innumerables
horrores, bestialidades, absurdos y vilezas de la explotación capitalista,
se habituarán poco a poco a observar las reglas elementales de
convivencia, conocidas a lo largo de los siglos y repetidas desde hace
miles de años en todos los preceptos, a observarlas sin violencia, sin
coacción, sin subordinación, sin ese aparato especial de coacción que se
llama Estado”.

Claramente percibimos que es necesaria una etapa de transición y


que en esta etapa se mantiene un Estado que es muy coercitivo, con los
restos de la antigua dominación que aún sobreviven a la revolución. Los
clásicos la llamaban Dictadura del Proletariado, nosotros preferimos
llamarla Democracia Popular.

Estudiemos ahora un interrogante que nos interesa muchísimo, ya


que es la primera experiencia humana en el camino de construir una
sociedad sin explotación.
La pregunta es: Por qué en la Unión Soviética el Estado no se
extinguió, ni siquiera tendía a la extinción, por el contrario se fortaleció.
Y qué proponemos nosotros, qué medidas, con relación al partido, al
Estado y al gobierno debemos tomar para no perder el rumbo.
Es opinión de los clásicos, que cuanto mayor es la participación de
todo el pueblo en el ejercicio de las funciones del poder estatal, tanto
menos necesitará de ese poder. Por lo tanto, la extinción del Estado, el
desarrollo hacia el autogobierno ha de medirse según el grado de la
paulatina eliminación de las organizaciones independizadas y situadas por
encima de la sociedad, y según el grado de inclusión de la masa, de la
mayoría de la población, en la administración, es decir, de autogobierno
de la sociedad. La discusión se centra en si es posible que la población
tenga la capacidad para extinguir el Estado. Hay quienes piensan que el
hombre sin coerción no funciona, no trabaja, cae en la holgazanería.

Los líderes de la revolución Soviética pensaron que la revolución


había que hacerla con el humano del capitalismo o no se hacía, pensar lo
contrario era posponerla indefinidamente, aceptaban que los hombres del
capitalismo necesitaban la subordinación, pero decían: si la subordinación
a los funcionarios es rotada, y además estos funcionarios están a la orden
directa del colectivo, esto será un buen comienzo en el camino de la
extinción de la burocracia que caracteriza al Estado opresor.
Sin embargo, el intento Revolucionario Soviético, que es uno de
los más hermosos esfuerzos del hombre por redimirse, devino en la
formación de un Estado poderosamente opresor, largo sería el relato de
este extravío, penosa la narración de las atrocidades, y lamentable el
aplastamiento del pensamiento que allí sucedió

En este trabajo nos interesa detectar el punto crucial donde el


camino hizo inflexión y se perdió el rumbo. Ningún proceso
revolucionario tiene perspectivas de triunfar si descuida la estructura
psicológica, deformada del hombre del capitalismo. Sin un trabajo en el
alma humana no es posible moldear al hombre del futuro, sin este trabajo,
el miedo de las masas a la libertad reproducirá indefectiblemente el
sistema de dominación.
He aquí, planteado uno de los puntos cruciales en el camino
revolucionario:
Para hacer la revolución posible tenemos que trabajar con nosotros,
con los seres humanos del capitalismo, egoístas, intrigantes, sumisos,
desconfiados, conformistas, crueles, en resumen llenos de las conductas
que apuntalan el sistema que queremos erradicar. No existen otros seres
humanos, o hacemos la revolución con los hijos del capitalismo o la
condenamos a ser un mero ensayo de la imaginación. Ese es el enigma
que hay que resolver.

Por lo tanto, es necesario un Estado de transición, que debe tener


un aparato coercitivo para reprimir los restos del aparato capitalista y
además controlar dentro de nosotros mismos los rasgos profundos de la
estructura psicológica autoritaria, sádico- masoquista, conformista, etc.,
que traemos del viejo sistema. Debe también el Estado revolucionario
modificar la estructura económica, modificar la forma de producir y de
consumir, modificar las relaciones entre los seres humanos, que son,
como hemos visto anteriormente, el soporte de las formas psicológicas
autoritarias.

En resumen, el nuevo Estado debe conducir el parto de la nueva


sociedad.
El desafío es enorme, se trata sin duda, de construir, a partir de lo
que tenemos, de lo que existe, un hombre nuevo que se rija por normas
morales surgidas de profundos sentimientos de amor.
Y por si esto fuera poco, debemos construir un aparato
organizativo. Para que este aparato sea efectivo tiene que tener una
disciplina y una efectividad militar mayores que las del monstruo con el
que nos enfrentamos. Aquí nos aparece una contradicción por un lado
buscamos la libertad y por el otro debemos tener un instrumento basado
en la autoridad, ¿cómo resolver este dilema? En el capítulo dedicado al
partido discutiremos este punto.
Asimismo, y de vital importancia, las acciones políticas que
desarrollemos deben ser la marca de la sociedad de futuro. El tipo de
acción política marca un rumbo, que en algunos casos sólo se percibe
mucho tiempo después de efectuada.
Como hemos visto, los peligros, las posibilidades de que en la
etapa de transición se extravíe el camino son muchas. No podía ser de
otra manera, estamos luchando contra la última línea de defensa de la
explotación humana, todas las anteriores revoluciones, que constituyeron
grandes pasos de la humanidad, eran avances que sólo modificaban la
explotación del hombre por el hombre, aunque la humanidad avanzaba
en el largo camino hacia su redención siempre el hombre continuaba
siendo lobo del hombre. Al vencer en esta última batalla, lo que es
indefectible, estaremos abriendo las puertas de una nueva era para la
especie humana, saldremos definitivamente de la gran noche de la
explotación de los seres humanos, nos reencontraremos con la naturaleza
y con nuestros semejantes, el hombre volverá a ser un ser integrado.
Recurramos al poeta Octavio Paz para que nos imagine esa nueva era:

“Una sociedad donde el trabajo se transformaría poco a poco en


arte; la producción de cosas sería también la creación de obras. Y a
medida que la conciencia determinase a la existencia, todos seriamos
poetas porque nuestros actos serían creaciones. La noche que es un
“eterno poema” sería una realidad cotidiana y a pleno sol”

EL PARTIDO.

Esa asociación de hombres libres comprometidos con la causa del


amor...
Es de vital importancia, para la necesaria tarea de establecer una
sociedad donde el hombre se encuentre consigo mismo, que
confeccionemos una filosofía de la organización que se corresponda con
el pensamiento expuesto en este trabajo.
Ahora, después de la experiencia del partido de Lenin, que sirvió
perfectamente para dirigir la toma del poder, pero no tuvo éxito en la
tarea de construir una sociedad que se diferenciara sustancialmente de la
sociedad que creía superada, los revolucionarios estamos frente al reto de
construir una organización que no solo dirija la toma del poder, sino que
además, por encima de todo, de cualquier otra cosa conduzca la etapa de
transición hacia la extinción del autoritarismo.
Perfil del Nuevo Partido

El nuevo partido debe ser una asociación de hombres libres


compromisados con la causa del amor. Debe ser una escuela, un santuario
de sanación que permita la formación de hombres cuya conducta
obedezca más a una sociedad de amor que a ésta sociedad del egoísmo.
El partido está por construirse a sí mismo.

En esa tarea, que es una con la tarea de hacer la revolución, debe


construirse poderoso y al mismo tiempo ir dando nacimiento a las formas
que lo extinguirán, y extinguiendo las maneras que lo perpetuarán. El
partido es una de las claves para no extraviar el camino. Es una
formación de hombres que cambian activamente, que toman cuenta de su
transformación y al transformarse, transforman la realidad, y hacen
caminos para la transformación del resto de la sociedad. En él debe surgir
una nueva condición de militante, de autoridad, de acción política, una
nueva condición de disciplina. Espulguemos estos importantes tópicos,
con la intención de emprender la construcción de la Esperanza.

La condición de militante.

Los militantes somos nosotros, formados y bombardeados por la


moral del sistema que queremos sustituir. Instrumentos de cambio y, al
mismo tiempo agentes conservadores.Todo esto se expresa en nuestra
conducta, que ya sabemos dirigida por un inconsciente horneado por el
sistema, pero susceptible de transformación por nosotros mismos y por el
grupo. Debemos prestigiar en el militante las conductas, la moral que sea
reflejo de la nueva sociedad, esto es conductas basadas en una relación
amorosa, que desarrollen el crecimiento integral del individuo, la
coherencia en todos sus actos, el partido debe valorizar al individuo por
su “ser” humano, no por su posición en la producción ni por su “tener” en
cuanto mercancia.

Nos reconocemos una contradicción entre lo viejo y lo nuevo,


hombres en proceso de transformación no dogmática, los errores son
parte del camino, se debe evaluar al ser humano como una totalidad
contradictoria.

Acción Política
La acción política debe ser táctica y estratégicamente política, esto
parece un perogrullo, sin embargo veremos que hay acciones que se
confunden con la política y tienden a extraviar los esfuerzos.
Es en la acción que los hombres se moldean, es decir, la acción no
está desligada de la formación, de la educación, por el contrario son
reflejo del que la ejecuta y al mismo tiempo lo determinan. La acción es
el barro donde se moldea el partido y el hombre nuevo. Aquí es muy
pertinente el dicho Bíblico:
“por los frutos losconoceréis”

Nuestra acción política tiene varias aristas. Es efectuada por hombres


formados en la sociedad que pretenden renovar, por eso tienen un pie en
la vieja sociedad y un pie en el futuro, deben vivir en la contradicción de
pertenecer al pasado y al mismo tiempo ser parteros de lo nuevo, son el
escenario donde las fuerzas del mañana y las del ayer chocan, viven el
vértigo del que rompe con la cáscara de su tiempo. Nada les resulta fácil,
en la aventura de alcanzar al futuro viven la zozobra de no
comprenderse y de ser incomprendidos. Moran en dos mundos. Su
accionar lo determina su peculiar situación. Deben soñar con el futuro y
al mismo tiempo desenvolverse en una sociedad que los persigue y los
reprime.

Existen dos posiciones frente a la acción, que se desprenden del


mismo planteamiento amoroso.

La primera es una visión táctica, que propugna acciones tácticas, de


trabajo puntual, con sectores reducidos de la sociedad a los cuales se les
va organizando, concientizando con la visión amorosa, es una labor muy
importante, pero al carecer de una visión estratégica es fácilmente
absorbible por el sistema, o en el mejor de los casos tolerable, ya que se
hace crónica y no lo pone en peligro, el sistema puede seguir adelante con
estos quistes, que soporta, y en la mayoría de los casos absorbe, un
ejemplo de ello son las comunidades “Amish. Según la Enciclopedia
Encarta, los Amish son una agrupación norteamericana protestante de
origen menonita. La comunidad de los amish ha mantenido en el tiempo
su propio modo de vida, conservador y muy característico. Se basa en una
economía agraria, dentro de la que no se incluyen las influencias de la
sociedad industrializada de hoy en día

El nombre de los amish se lo deben al obispo menonita suizo Jakob


Amman, quien en su momento luchó por mantener una estricta disciplina
dentro de la Iglesia, so pena de excomunión. Durante el siglo XVIII, los
amish fueron víctimas de persecuciones en toda Europa, por lo que se
vieron forzados a emigrar a Pennsylvania, Estados Unidos. Sus
descendientes reciben el nombre de Holandeses de Pennsylvania. Desde
allí la comunidad se dispersó por el estado de Ohio, y por otros estados
del medio oeste norteamericano, Canadá y el norte de México

La rama amish más conservadora recibe el nombre de Vieja Orden


Amish. Se visten de un modo extremadamente sencillo, utilizando
corchetes en vez de botones. Viajan en coches tirados por caballos en vez
de utilizar vehículos, y todos los hombres adultos llevan barba. Los
servicios religiosos se celebran en los hogares; el lavado de los pies se
practica unido al servicio de la comunión; como forma de mantener la
disciplina, todo aquel que no cumpla con ella es despreciado, y el
matrimonio con personas extrañas a la comunidad está absolutamente
condenado. Existen también otros grupos amish menos estrictos en
cuanto a su disciplina, y están menos distanciados del resto del mundo.
Todos comparten las prácticas de creyentes, el bautismo y generalmente
no toman parte de los asuntos civiles del país, tales como el votar, servir a
las fuerzas armadas, y así sucesivamente. Es probable que el número total
de miembros no supere los 50.000 que permanecen desde hace casi 400
años en Pennsylvania.

No obstante éste tipo de acciones tácticas, tienen el mérito de servir


de ejemplo y de referencia, de reserva de salud moral. Esta posición se
confunde a veces con la labor de los rescatadores de las tradiciones de los
pueblos, que es una labor completamente pasiva, ya que tiene como
principio no intervenir en las comunidades estudiadas, limitándose sólo a
registrar las conductas sin hacer juicios de valor sobre el origen de ellas,
por supuesto que esta última conducta, sin restarle valor, es la que está
más alejada de ser una acción política.

La otra visión es una visión estratégica, que sólo apunta a tareas


superestratégicas que, por supuesto, nunca efectúa, sus partidarios no
tienen posición sobre lo cotidiano, constituye una evasión al futuro y una
añoranza del pasado remoto. Cuando las circunstancias los apremian a
tomar posiciones tácticas se evidencia su incoherencia, y no pocas veces
coinciden con los sectores más reaccionarios de la sociedad.

La posición correcta es una adecuada combinación de la táctica y la


estrategia. La estrategia, que es el objetivo global, condiciona la táctica,
pero las dos son complementarias y se influyen mutuamente, en el
accionar revolucionario. Una táctica sin estrategia es una vorágine ciega,
una estrategia sin táctica, es una lucidez ineficaz.

La estrategia revolucionaria, en esta etapa, tiene como objetivo


coordinar, profundizar, y defender los cambios que nos lleven hacia la
sociedad del amor, está claro que nuestro objetivo final no es el poder
político, éste es solamente un instrumento necesario e imprescindible en
el camino hacia la sociedad que queremos. Sin poder político, los
cambios carecen de profundidad estratégica, debemos puntualizar que no
sólo hablamos del gobierno, se trata de una actitud. Podemos, estar
haciendo una labor en un pueblito apartado de los Andes, rescatando las
tradiciones de las parteras y organizando una cooperativa, y allí podemos
tener una visión de poder estratégica y construir rasgos de poder a esa
escala, y si tenemos, desde ese pueblito, una visión y una actitud
universal y formas de coordinación, organizativa y política, nacionales e
internacionales, estamos en el camino correcto, estamos dotando a la
táctica de un ámbito estratégico.

Queda abierta a la imaginación de los hombres nuevos planificar


acciones políticas que con gran audacia nos acerquen como seres
humanos a la sociedad del amor.

Lamentablemente las acciones se realizan en una sociedad


perversa, y esta contradicción nos obliga a acciones que encarnan esta
contradicción, lo importante es entender que estamos haciendo
concesiones a la sociedad, a las conductas que queremos superar.

Esquema organizativo.

En el partido conviven dos instancias organizativas, que


representan los dos términos de una dualidad de poder, que también está
presente en el Estado.

En un extremo la instancia deliberativa, resaltamos que esta palabra


proviene de una forma antigua de la palabra “liberar”, que a su vez
proviene del latín “liberare”. La instancia deliberativa, que es la suma de
todos los militantes, representa la libertad, y es la instancia fundamental
y perenne, no tiene intermisión. En el otro extremo encontramos la
instancia ejecutiva, que representa la constricción de la libertad,
representa el polo represivo, es la que se encarga de poner en práctica las
orientaciones, las resoluciones de la instancia deliberativa. La instancia
ejecutiva, a medida que el proceso revolucionario se vaya desarrollando,
debe ir cada vez más delegando funciones en la instancia deliberativa, de
ésta manera sus funciones ejecutivas, en tanto represión, se irán
extinguiendo, hasta al final quedarse con funciones puramente
administrativas y coordinadoras.

Las instancias ejecutivas y deliberativas, deben ser nacionales,


locales etc y también, y fundamental internacionales, éste es un
requerimiento que surge del planteamiento filosófico de la revolución y
del mundo globalizado, que repetimos, es una ventaja para el Capital,
pero también una ventaja y una esperanza para la Revolución Humana,
que hoy, o es internacional o no es.

Aclarar el concepto de autoridad es un punto importante en la


formación de un partido. Ya vimos que gravita sobre nosotros una
tentación sadomasoquista que surge de las entrañas mismas del monstruo,
y que tiene su habitáculo natural en el ejercicio de la autoridad. Por otra
parte, para el correcto funcionamiento de un conglomerado humano es
necesario el ejercicio de la autoridad.
Es imperativo desmenuzar el concepto de autoridad, conocer su
dinámica, para así aplicarla sin desmedro de nuestros objetivos
estratégicos.

La autoridad es un rasgo de las relaciones interpersonales, no existe


autoridad fuera de la relación interpersonal, no es un rasgo individual. Se
refiere a aventajamiento de una persona sobre otras. Y ya aquí nos
topamos dos tipos de autoridad que presentan, a su vez, dos dinámicas
diferentes.

Autoridad del amor.

Sería un buen ejemplo de ella la autoridad que una madre sana ejerce
con su hijo. Analicemos: la madre en virtud de su experiencia, del mayor
conocimiento aventaja al niño y ejerce una autoridad sobre él. Pero, esta
autoridad es una autoridad de dos polos que tienen el mismo interés
general, y tiene como característica fundamental que el aventajamiento, el
conocimiento fluye de un polo a otro, es decir, el ejercicio de este tipo
de autoridad contribuye a su extinción. Al final encontramos a iguales
marchando por el mismo camino. Por otro lado, y esto es muy
importante para nosotros, la autoridad no genera ningún tipo de
privilegio, al contrario, en muchos casos genera sacrificios.
El segundo tipo de autoridad es la autoridad del egoísmo.

Autoridad del egoísmo

Un buen ejemplo de esta autoridad es la que ejerce un patrón sobre


un obrero. Sus intereses son antagónicos, el patrón se apropia del tiempo,
de la energía, le niega el crecimiento, lo vampiriza, no hay transmisión de
conocimientos, el aventajamiento tiende a profundizarse. Este tipo de
autoridad genera privilegios que tienden a perpetuarse. Los que ejercen
este tipo de autoridad tienden a establecer relaciones sadomasoquistas.

Hasta aquí hemos hablado de autoridades, que se originan en el


exterior del individuo. Ahora bien, existe la autoridad alojada en el
interior, es la llamada conciencia o “Superego”, ésta es la autoridad más
peligrosa pues la persona la percibe como suya, cuando en realidad es
exterior sólo que alojada en el interior, es la que sirve más al sistema;
obvio: es más difícil que alguien se rebele contra sí mismo.
Esta autoridad, es vehiculada en la tierna infancia por los padres y
por sus sustitutos. Se internaliza un poco más tarde transformándose en
una moral interna, que puede ir modificándose, consolidándose durante
toda la vida y que es activada porcircunstancias que nos remiten a la
moral sembrada en la infancia; por supuesto todo esto es inconsciente. La
represión sufrida en la niñez nos acompaña toda la vida, en forma de
“voces de la conciencia”. Podemos decir que el Estado opresor tiene su
análogo en el alma del oprimido. De esta manera es posible que nos
manipulen mediante creencias y convicciones instaladas allí, en el
inconsciente, a las cuales aceptamos irremediablemente. Algunos de
estos recursos de manipulación nos serán muy familiares: “está
científicamente comprobado” significa para nosotros: refrendado por un
Dios. “Lo dijo el periódico o salió en la televisión” santa palabra; ese
axioma de que “trabajar mucho nos hace un buen ciudadano”, o aquel de
que “robar nos hace una mala persona”, o este otro de que “debemos
obedecer a los padres y a los maestros”, que fácilmente se desplaza a:
“obedecer las indicaciones de los superiores”, “nos hace buenos
ciudadanos”, y como consecuencia somos aceptados por nuestros
semejantes.

No debemos olvidar que el carácter sadomasoquista, que está en


nuestro inconsciente, es uno de los obstáculos más formidables para la
formación de una organización de hombres libres que intenten
relacionarse respetando su individualidad y que al mismo tiempo
pretendan hacer una revolución que no sea atrapada en la etapa de
transición. Si no somos capaces de minimizar en cada uno de nosotros y
del colectivo los rasgos del carácter que sirven de soporte y defensa al
sistema de explotación lo único que podemos hacer es caminar en
círculo.
EPILOGO

Cuentan,
que el niño de Mariátegui,
un día atrapó a la mariposa
en su mano la observó con atención,
le dio un beso y...
le devolvió la libertad.

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