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    Un artista del mundo flotante
    Un artista del mundo flotante
    Un artista del mundo flotante
    Ebook237 pages5 hours

    Un artista del mundo flotante

    By Kazuo Ishiguro

    4/5

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    About this ebook

    La Segunda Guerra Mundial ha terminado y Japón comienza a levantarse de entre sus cenizas. En los meses que van desde octubre de 1948 a junio de 1950 —el tiempo que media entre el comienzo de las negociaciones para casar a una hija y el matrimonio—, Masuji Ono, un anciano pintor, recuerda su vida y reflexiona sobre su carrera artística, en un intento por comprender una realidad cada día más ajena.

    «No sé de ningún colega que pintara su autorretrato con absoluta honestidad», declara Ono, y la pintura que va trazando de sí mismo y de su época es una versión susceptible de múltiples y contradictorias interpretaciones, una trama compleja de instantes perfectos y decisiones erróneas, de heroísmos y traiciones. Los triunfos del pasado de Ono quizá son ahora —como insinúan sus hijas, que esconden sus cuadros— aquello de lo que debería avergonzarse. Ono eligió abandonar las tradiciones pictóricas de sus maestros, los pintores del mundo flotante de los barrios de placer, donde las cosas más bellas se construyen en la noche y se desvanecen en la mañana, para dedicarse a loar un presente más heroico y menos fugaz. Y ahora, el imperio militar que pintó no es más que otro mundo flotante, desvanecido para siempre en la mañana del Japón «democrático» de la posguerra...

    LanguageEspañol
    PublisherEditorial Anagrama
    Release dateNov 1, 1989
    ISBN9788433942388
    Un artista del mundo flotante
    Author

    Kazuo Ishiguro

    Kazuo Ishiguro nació en Nagasaki en 1954, pero se trasladó a Inglaterra en 1960. Es autor de ocho novelas –Pálida luz en las colinas (Premio Winifred Holtby), Un artista del mundo flotante (Premio Whitbread), Los restos del día (Premio Booker), Los inconsolables (Premio Cheltenham), Cuando fuimos huérfanos, Nunca me abandones (Premio Novela Europea Casino de Santiago), El gigante enterrado y Klara y el Sol– y un libro de relatos –Nocturnos–, obras extraordinarias que Anagrama ha publicado en castellano. En 2017 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura.

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    Reviews for Un artista del mundo flotante

    4/5

    934 ratings64 reviews

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    • 4/5
      This book takes place in post-WWII Japan, with many flashbacks to pre-WWII. The focus is on a small family: a widowed father and his two adult daughters. The aging, widowed father Ono is the narrator of the book and everything takes place from his point of view.

      The tension in this book is largely between the older and youngest of the three generations. There is self-recrimination (and some suicides) on the part of the older generation feeling responsible for a failed war. And an interesting mix of anger and optimism with the youngest generation, who were too young to fight in the war, but old enough to have their lives impacted. There is also a middle generation, those who fought in the war. This generation is glaringly missing in the book, largely lost to war and represented by Ono's dead son who died in combat.

      Throughout the story, we are often taken down memory lane by Ono. As he travels around "the city" (presumably Tokyo, but could be any large city in Japan) we hear of new apartments and new factories being built. We also get his memories of what used to be in these same places, but which is usually reduced to rubble either by bombs during the war or by bulldozers after the war. Ono is clearly nostalgic, but trying to see the good in new things emerging.

      I really enjoyed this book. When I think of Japan, I think of either WWII from movies and documentaries, or modern industrial Japan starting in the 1970s. I have never considered what Japan of the late 40s early 50s would have felt like and this was an interesting look at life immediately following the war.
    • 4/5
      Lovely book about an old artist both avoiding and coming to grips with history, perception, memory, and responsibility.
    • 4/5
      Ishiguro's writing is filled with such nuance in the way it reflects personality and history, books like this one come to life with their own odd echo of the past. In many ways, reading this one reminded me of first encountering his Remains of the Day, though I think I appreciated this more after having read the other. Ishiguro's shifts in structure and memory within this one are ever more careful and aware as the book goes on, and although I cannot say I enjoyed it as much as I've enjoyed Ishiguro's other works, I'm glad I finally got around to reading it.
    • 3/5
      I find myself puzzled by this author - he is clearly very talented, and has produced a number of highly successful novels, but I have some qualms. The writing in this book (and in the two others I have read) is so precise and accurate, that it is almost clinical. I think I miss some form of authorial fun and excitement.But having said that, I enjoyed this book. The intro tells me that it his only book set in Japan, which is a shame - I would love to see more insights from this almost-outsider of the country.I think I need to read more Ishiguro to see if I am quibbling over his lack of emotion.
    • 4/5
      Reason Read: Alpha KI. Nobel Prize, 1001, ROOT This is set in Japan, post WWII and it features four generations. The narrator and protagonist is Masuji Ono. He is an old man and he is the one telling the story so there is the problem with memory but Ono became an artist though his father wanted him to follow in the business. As an artist he was good, but he used his art as propaganda for imperialism and at the point of the story. He does not talk much about his art and states "they are packed away". His daughters aand grandson are also part of the story. His one daughter is married and she is more traditional, taking a backseat approach with her father rather than directly confrontational. His other daughter is attempting to marry and there is the process of getting the marriage arranged. His grandson is a headstrong boy and it is a very nice part of the book to see the interaction between grandpa and grandson. I enjoyed the story though not as much as The Remains of the Day which remains my favorite but I like stories that feature older people and especially enjoyed a look at Japan post war and through the generations.
    • 4/5
      Set in Japan in 1948-1950, Matsuji Ono is a retired artist who was well-known and respected in his heyday. He is encountering a time of massive change after Japan’s defeat in WWII, where American influence is increasing and those that embraced Japanese nationalism are eschewed. The story tells of his career as an artist, his relationship with his family, and his self-deceptions.

      Ono is the narrator of the story and, similar to Remains of the Day, the reader gradually gains a fuller picture of his character, which differs from what Ono presents of himself. Ono tends to avoid conflict and deny the way the world has changed. He longs to return to “the good old days” and still relates to the pre-war social and political milieu. He is concerned with his status and influence, and it will become increasingly apparent that his memories may differ from the facts.

      Themes include conflict avoidance, differences in generations, the desire for a meaningful life, and how memories are altered over time to conform to one’s self-concept. This book will appeal to readers that enjoy deep character studies, or quiet, reflective stories. I find I am increasingly drawn to this type narrative and plan to read more of Ishiguro’s catalogue.
    • 4/5
      Beautiful, slow and floaty like so many Ishiguro.
    • 5/5
      Set in postwar Japan, this novel examines the life and career of an artist. His past is interpreted through the present, as he thinks back (or discusses) events in the past and their impact on the present. He is an unreliable narrator, and the interplay between his perceptions of himself and others' perceptions of him is one of the most fascinating aspects of the book -- not all mysteries are resolved, but then that is true of life. Japan in the immediate postwar era was undergoing a massive rethinking of its culture, and that is reflected in the novel. The prose is beautiful, the descriptions compelling, and the tone quite marvellous. In addition, this provides many examples of a traditional culture that was at that point starting to fade away. Wonderful book.
    • 4/5
      Limpid, restrained, careful prose. An older narrator of some esteem looking back, aware of missteps, or of feelings misread but only gradually recognising their import. An outlook blinkered in some ways, but still with an aura of stateliness and poise. Not a lot of action, but just enough nostalgic self-revealing, self-revaluing development to retain the reader’s interest. The thing is, this is exactly the same approach, style, and atmosphere as…”The Remains of the Day”. The sensibility of that book could hardly be more English, but here Ishuguro shows he can work with or within the Japanese mindset too. It’s impressive but it’s basically the same piece of work. “Floating World” evidently was written first, but one suspects many readers now, like me, will have already read “Remains” and thus experience this book as a reprise. An elegant one for sure, but still a familiar treatment. “But again I have drifted” (p151) the narrator admits at one point. Well indeed.
    • 3/5
      I'm at pain to ask how Ishiguro ever got a Noble prize for literature?. If the powers that be wanted to give a Japanese writer the prize , they should have looked no further than Haruki Murakami. In fact Ishiguro does't even see himself as Japanese but British.Maybe i could not follow the plot, because I was "reading" the audio version where it was difficult to distinguish the various characters, but I found this work tedious and boring.
    • 4/5
      Ono's reflections - like our own ruminations - swing from self-congratulatory to increasingly self-critical, an arc made more profound against the backdrop of war and ultimate cultural upheaval. Ishiguro walks us patiently through both the ruins and the renaissance.
    • 4/5
      A mournful novel set in Japan after World War II. The narrator is an aging artist who looking back over the events of his life with a sense of loss and guilt. During the war, he abandoned a pursuit of an artistic ideal and became involved in producing propaganda and informing upon unpatriotic activities. Now as an aged man, after the crushing defeat of his country, he is reckoning with the change in how his work is perceived. He is also struggling with his own regrets about his actions. The changing of the world around him is a constant theme. His grandson is obsessed with American pop culture and is uninterested in his own cultural heritage. Moreover, the neighborhood businesses are also changing in a way that is upsetting to the narrator. Much of his mental and emotional struggle is subtext and this book must be read with a careful and thoughtful eye to fully understand it. However, even the most casual of readers will be unable to escape the pervasive sense of sadness, regret and defeat that this novel exudes.
    • 4/5
      Someone wrote about this novel:

      "Page after page of mind numbing detail”…...except that it is not.

      After years of reading various translations of Japanese books one that that becomes not only obvious but central to everything is that Japanese society is highly stratified and ritualistic. So what appears to be page after page of mind numbing detail is in reality the lines that connects one thing or person to another and it also denotes the position or value of that thing or person to the other. Each single detail has a significance greater than its mass to the Japanese but seems trivial to us

      Like a maze of interconnected lines intersecting at angles and on planes which if they could be seen in 3D would show the relationships and relative positions of each of the characters. I particularly liked one line that pretty much summed up just how different their culture is to ours. it goes like this when one person is describing the painting style of his teacher:

      “And Mori-san made extensive use of the traditional device of of expressing emotion through the textiles which the woman holds or wears rather than the expression on her face.”

      Different enough? Trying to understand simple things in another culture is difficult enough so how can we begin to approach the subtleties of another culture when we may not even begin to perceive anything in the first place. I recently read someone saying (of a different novel):

      "I can say this story definitely unfolds in a very Japanese style. Methodical, systematic, carefully, calmly, quietly...these are all words that come to mind.”

      or this:

      "I am referring to the sense of order and duty that pervades Japanese culture."

      Personally I find that time gets blurred both in and out of the novel, a bit like you are reading in another space entirely and the matter at hand is a bit like peeling onions, as it becomes clearer so it becomes less substantial. Such are most Japanese stories.

      As to the story itself, it is about the changes that happened to Japanese society after the war and how one man (the artist) first of all finds the changes then finds his way through those changes. A sad yet soft tale.
    • 5/5
      What a subtle and elegant book. I have, until now, thought of Ishiguro in the British tradition, what with all the scrupulous decorum and grand hopes. I suppose that is the danger of reading an author out of order. This book was very Japanese in the mono no aware way. This is not to say Ishiguro is not so very British, but rather that he is able to write more than one kind of book well, a rare and wonderful talent.
    • 4/5
      A retired artist in post-war Japan recalls his career and his life in a kind of monologue. The book is filled with subtle interactions between characters. It documents a change in society between post- and pre-war Japan. The narrator questions his role in the war years, regrets some actions but owns his past.
    • 3/5
      I generally enjoyed Kazuo Ishiguro's "An Artist of the Floating World" though I will say my enjoyment was tempered a bit because I had previously read Ishiguro's "Remains of the Day," which has a lot of similarities, aside from the setting. I couldn't help but compare the two, and I liked "Remains of the Day" a bit better. In this novel, Masuji Ono, a Japanese artist flits between past and present as he attempts to reconcile his work during World War II with the Japan he sees years later. There is a lot reserve in the conversations with his family and friends, as well as some unreliability in the narration to contend with as you read along.The story was definitely interesting, though the pacing was a bit slow. If you're only going to read one Ishiguro novel, I would pick "Remains of the Day" over this, but this certainly a good read in its own right.
    • 4/5
      An Artist of the Floating World by Kazuo Ishiguro is a deceptively simple story, that presents a knowledge of Japanese sensitivities by an essentially British author. The story takes place in the years just after the defeat of Japan. Americans have occupied the country and popular attitudes have changed. The opinion of the citizens of Japan is that those who influenced or led Japan to it’s disastrous defeat are traitors. Many approve the decision of former leaders to commit suicide to appease their guilt.The book is told in the form of four conversations, but it becomes clear that Masuji Ono is an unreliable narrator, he excuses himself for having hazy memories and overlooks many of his implied faults but it becomes clear that he turned from his art to become influential in presenting propaganda for Japanese imperialism and the war effort. He seems unable to accept responsibility for his past actions and seemingly fails to recognize that his previous actions are having an effect on his family today.Although the book is an easy read, the writing was quite reserved and contained. I felt that the author considered every word and phrase carefully before adding it. Personally I would have preferred a little more passion and emotion in his interpretation of issues of guilt and responsibility. This was my first book by this author and I find his writing quite intriguing so I am looking forward to reading more of his creative work.
    • 4/5
      I really love Ishiguro's writing. He writes simply but beautifully and there are always multiple layers and interpretations of his work. This book is no different. Ono, the very unreliable first-person narrator, is musing on his life in the aftermath of WWII Japan. He slowly reveals some of his actions during the war and seems to not be able to admit to his mistakes and also not be able to understand if he or those around him should/do judge his actions harshly. Some may not like the ambiguity that the reader is left with, but I thought the open-ended nature made me consider the book and the time period more intensely than I would if everything had been answered.
    • 4/5
      An artist of the floating world is a pretty languid book: it deals with an ageing painter, Ono, who spends most of his time thinking about his past and feeling abstractly confused about the present, particularly about why his family and his former friends keep their emotional distance. His past is Imperial Japan before and during the second World War, when he was a talented mid-level artist working in the system and supporting his country. The present is a post-war, American-dominated Japan eager to do away with its past, actively establishing a new self-image that rejects and de-emphasizes uncomfortable elements of the old one. Ono, as supporter of the status-quo, did rather well for himself in Imperial times; his former friends and students, who sometimes chose more counter-cultural paths, generally did not. Ono, of course, fails to see where he went wrong: he never did anything wrong, never engaged in objectionable behaviour; he merely fit into society and its expectations of him, and is now vaguely annoyed at people who seem to blame him for having earned a comfortable living and a fêted career. Having retired, he no longer needs to worry about things like a roof over his head (he managed to find a lovely traditional villa that was sold dirt cheap after the war), establishing a career, or finding a spouse. And so, from his comfortable position, he’s benignly oblivious to how he comes across to others. I read this book surprisingly quickly: it flows along quite speedily, as large sections of the book consist of the narrator reminiscing meanderingly, and fairly pleasantly, about episodes of his past. Incidents in the present, interactions with his family, and visits to former friends are quite transparently occasions where Ono’s unthinking acceptance clashes with others’ perspectives. Ishiguro has an engaging way with words, and the prose offers no obstacles. An artist of the floating world is a straightforward, guileless, smooth read.
    • 2/5
      Japanese artist who was favored during WWII is an outcast after the war.
    • 4/5
      Writing a review of a Kazuo Ishiguro book is like reading a Kazuo Ishiguro book: it's the same thing as the last time. What can I say different in this review? It's mostly the same: Ishiguro is a brilliant author with a gorgeous understanding of the language; he drops that displaced unreliable narrator right into the middle of your living room to win your affection and confuse the hell out of you; then he pulls the thread holding everything together and it all crumples. It always works, sometimes better than others. This is my fifth outing with Ishiguro and it's always similar. Each time, the primary departure from the previous story is a variation in time and place.What makes An Artist of the Floating World different? Well, in this one the time and place is post-WWII Japan. The story centers on Ono, an imperialist who is trying to find his place in a Japan dominated by the politics and culture of its American occupiers. The story has obviously wonderful dynamics and Ishiguro's outsider status—he hadn't seen Japan since he was five years old—lends emotional strength and believability to the plight of Ono.How does it compare to other works of Ishiguro's? This one falls right in the middle for me. It has a much more interesting and well-built story than the author's first and his most recent, A Pale View of the Hills and The Buried Giant respectively. Also, Ono's narrative is thoroughly engaging. The novel does not, however, have nearly the emotional weight that Ishiguro's two most famous novel have. The Remains of the Day and Never Let Me Go both carry such an unexpected punch that I found it difficult to distance myself from them afterwards. Ono's unreliability is established so early and mentioned so frequently that I think it's hard for the reader to ever fall completely under his spell. In the end, you're not quite sure what the truth is. With Remains...'s Stevens and Never Let Me Go's Kathy, the truth was painfully clear to everyone but the narrators themselves. An Artist of the Floating World lacks this subtle brutality, but it is still a wonderful story that effectively addresses the changing views of Japanese art and culture during reconstruction.
    • 4/5
      The plummy accent of the audio book narrator was a little off-putting at the beginning, but it actually fits really well with Ono's haughty demeanor and obstinate obtuseness toward his daughters' views. The way Ishiguro weaves the present and past of the novel flows easily at the beginning of each flashback, but is then jarring when Ono reverts to the present, mimicking reverie exquisitely. The actual plot and themes of the novel, generational differences, possible past misdeeds, and patriotism, are handled with a realism that gives them a universality beyond the setting of Japan just after WWII.
    • 4/5
      The gradual revelation of a retired artist's life in postwar Japan. The reader comes to understand his strained relationships with family and former friends and colleagues. So self-unaware.
    • 4/5
      Ishiguro is one of the true champions of the English language. Few modern writers can produce more beautiful fiction and see the beauty in smaller things than he does. In An Artist of the Floating World he introduces us for the first time to his country of birth, Japan, It is hard to believe Ishiguro has lived most of his life away from Japan, because in this book one can smell and see and hear and feel Japan in every page. All characters feel like real people. Masuji Ono tells the story, as he wants it to be told, the story of dealing with loss, going from being the victor to being the loser. The novel is set right after World War II, during the Allied occupation after the capitulation. It is touching, funny and gentle, although a bit slow and lingering at times.
    • 3/5
      Very disappointing. Annoying style of storytelling giving the reader small bits of information in a very artificial way. The unreliable narrators thoughts meander through his memories which as he continues to stress may be confused. Rather predictable as well. Monotonous as the type of narrative repeats itself over and over again. The intermezzos with the grandson are all too sweet and pleasing.
    • 4/5
      I picked this up because I loved his near-future novel of clones being harvested for body parts! (Never Let Me Go).
      Although very well done, I didn't like this book as much.
      Told in the first person, the narrator, Ono, is an elderly man who, we learn, came to success and recognition as a patriotic artist during WWII. However, now that the war is over, the tides of opinion have turned, and now many that were considered to be patriots are now called traitors.
      Since we only see the narrator's perspective on things, it is hard to tell how accurate his perceptions are. His daughters are shown to claim to disagree with him - but are they merely being polite? Is Ono as important as he thinks he is? (Although he keeps claiming to be humble, he certainly is not).
      It's an interesting study in character and cultural attitudes, but there's not much more of a story than 'Will his daughter get married, or will the family reject the match due to Ono's reputation?
    • 4/5
      An oddly disheartening look at an artist who played a role in Japan's war effort during the second world war, the consequences for him post-war, his family and his colleagues. Ishiguro is a powerful writer and despair/anomie is his medium here...
    • 5/5
      Author Kazuo Ishiguri presents two perspectives of his artistic protagonist's life: To Misuji Ono, there was his heroic rebellion against his father to become a painter rather than enter into commerce. His principled abandonment of his teacher and mentor to use his art to support the undertrodden. His dutiful contribution to Imperialist Japan's war efforts, earning him rightful accolades. As learned through his interaction with others, his full-throated support for Japan's burgeoning WWII propaganda machine has yielded a forced retirement and loss of prestige. In the aftermath of the World War II, Ono's wife and son are dead. His one daughter is the subject of intense marriage negotiations with attendant investigation into the family's character. His other daughter is judiciously urging "certain precautionary measures." In all, Japan and its youth is moving on, blaming its elders for the ravages war has wrought.In Misuji Ono's voice -- filled with pride, wistfulness, precision and self-importance -- we find hints of Mr. Stevens in "The Remains of the Day." To those looking for action packed thrills, look elsewhere. For those seeking an exquisitely written character study of interior depth, look no further.
    • 5/5
      A subtle and fascinating portrait of a person whose times have left him behind.
    • 4/5
      First time through, I gave this book three stars. Recently, though, I reread it and decided it was a better book than I had originally thought .... Just the fact that I felt compelled to reread it in itself gave it a positive bump in my estimation. A full-on three-star book, in general, does not demand that it be reread, nor does it give the kinds of rewards on rereading that this book gave me.

    Book preview

    Un artista del mundo flotante - Ángel Luis Hernández Francés

    Índice

    Portada

    Octubre, 1948

    Abril, 1949

    Noviembre, 1949

    Junio, 1950

    Notas

    Créditos

    A mis padres

    Octubre, 1948

    Si un día de sol toman ustedes el sendero que sube del puentecillo de madera, aún llamado por estos alrededores «el Puente de las Vacilaciones», no tendrán que andar mucho hasta ver, entre las copas de dos árboles ginkgo, el tejado de mi casa. Aunque no ocupara una posición tan dominante en la colina, la casa sobresaldría igualmente entre todas las demás. Así, al subir por el sendero, lo normal es preguntarse quién es el acaudalado propietario de tal mansión.

    Y sin embargo no soy, ni jamás lo he sido, un hombre acaudalado. El aire imponente de la casa se explica diciendo que fue construida por el anterior propietario, el gran Akira Sugimura. Naturalmente, es posible que no conozcan ustedes esta ciudad y, en tal caso, el nombre de Akira Sugimura no les sonará de nada. Pero si preguntan ustedes a cualquiera que viviese aquí antes de la guerra, sabrán que durante más o menos treinta años Sugimura fue uno de los hombres más respetados e influyentes de la ciudad.

    Así pues, cuando lleguen a lo alto de la colina y se detengan a mirar los hermosos cedros que flanquean la entrada, el amplio espacio que albergan los muros del jardín y el tejado, de una gran elegancia, con su cumbrera bellamente esculpida dominando el paisaje, quizá se pregunten ustedes cómo, siendo un hombre de modestos recursos, conseguí adquirir una propiedad semejante.

    La verdad es que compré la casa por un precio simbólico, una cantidad que en aquella época no era, probablemente, ni la mitad del verdadero valor de la propiedad, y todo gracias a un procedimiento de lo más curioso –algunos hasta dirían absurdo– que la familia Sugimura utilizó durante la venta.

    Los hechos ocurrieron hará unos quince años. Por aquellos días, mi situación económica parecía mejorar mes a mes y mi esposa empezó a presionarme para que buscara otra casa. Como mujer previsora que era, argumentaba la importancia de tener una casa acorde con nuestra posición, no por vanidad, sino por el bien de nuestras hijas, pensando en sus futuros matrimonios. La idea no era descabellada, pero dado que Setsuko, nuestra hija mayor, tenía sólo catorce o quince años, no consideré el asunto demasiado urgente. No obstante, durante cerca de un año, cada vez que oía que alguna casa interesante estaba en venta, me informaba. Fue uno de mis alumnos quien me hizo saber que iban a vender la casa de Akira Sugimura, muerto hacía un año. La sugerencia de que comprara semejante casa me pareció ridícula, pero la atribuí al exagerado respeto que mis alumnos sentían por mí. De todas formas, pedí información y obtuve una respuesta inesperada.

    Una tarde recibí la visita de dos altivas damas de cabello gris. Resultaron ser las hijas de Akira Sugimura, y cuando expresé mi sorpresa por el hecho de que familia tan distinguida me confiriera una atención tan personal, la mayor de las hermanas me dijo fríamente que no habían venido sólo por cortesía. Durante los meses anteriores habían recibido muchas propuestas referentes a la casa de su difunto padre, pero al final la familia había decidido rechazarlas todas excepto cuatro, seleccionando cuidadosamente a estos cuatro candidatos según su reputación y sus buenas costumbres.

    –Para nosotras –prosiguió–, lo importante es que la casa que construyó nuestro padre pase a ser propiedad de alguien que él mismo hubiera aceptado y estimado digno de ella. Como es natural, las circunstancias nos obligan a considerar también el aspecto económico, pero esto es algo absolutamente secundario. Con todo, hemos tenido que fijar un precio.

    En ese momento, la hermana menor, que apenas había hablado, me ofreció un sobre y las dos se quedaron observándome con expresión severa mientras lo abría. Dentro del sobre había una hoja de papel en blanco donde no aparecía más que una cifra escrita elegantemente con un pincel. Estuve a punto de manifestar mi asombro ante un precio tan bajo, pero al ver las caras que tenía frente a mí, me di cuenta de que una discusión de tipo financiero sería considerada de mal gusto. La mayor de las hermanas se limitó a decir:

    –No redundará en beneficio de ninguno de ustedes intentar rivalizar haciendo una oferta mejor. No tenemos ningún interés en recibir una cantidad mayor que la del precio fijado. Lo que tenemos intención de hacer a partir de ahora es, podríamos decir, una subasta de prestigio.

    Me explicó que habían venido en persona para pedirme formalmente en nombre de la familia Sugimura que me sometiera, naturalmente junto a los otros tres candidatos, a una investigación más minuciosa de mis antecedentes y mis referencias, para que la familia pudiese así elegir al comprador apropiado.

    Se trataba de un procedimiento fuera de lo común, pero no tuve nada que objetar. Después de todo, era como cuando se negocia un matrimonio. En realidad, me sentía halagado por el hecho de que aquella familia antigua y profundamente conservadora me considerara un candidato digno. Después de darles mi consentimiento para que llevasen a cabo la investigación y expresarles mi agradecimiento, la menor de las hermanas me dirigió la palabra por primera vez:

    –Nuestro padre era un hombre cultivado, señor Ono. Tenía gran respeto por los artistas y, por supuesto, conocía su obra.

    Durante los días que siguieron hice algunas investigaciones por mi cuenta y descubrí que las palabras de la menor de las hermanas eran ciertas. Akira Sugimura había sido un gran entusiasta del arte y, en numerosas ocasiones, había financiado exposiciones. También escuché algunos rumores interesantes: al parecer, una parte importante de la familia Sugimura se había opuesto rotundamente a la venta de la casa, suscitándose discusiones desagradables. Al final, necesidades económicas habían motivado que la venta fuese inevitable, y los extraños procedimientos que caracterizaban la operación daban fe del compromiso alcanzado con aquellos miembros de la familia que no deseaban que la casa pasara a manos ajenas. No se podía negar que semejante proceder revelaba cierta altivez, pero personalmente aceptaba los sentimientos de una familia con tan ilustre historia. Mi esposa, en cambio, no aceptó de muy buen grado la idea de someternos a una investigación.

    –Pero ¿quiénes se han creído que son? –protestó–. Deberíamos decirles que ya no queremos tener nada que ver con ellos.

    –A mí no me parece mal –respondí–. ¿Tenemos acaso algo que ocultar? Bien es verdad que no provengo de una familia rica, pero no hay duda de que los Sugimura ya lo saben, lo cual, como ves, no les impide seguir considerándonos candidatos dignos. Déjales que investiguen, sólo encontrarán cosas a nuestro favor. –Y creí conveniente añadir–: En cualquier caso, están haciendo lo mismo que harían si estuviésemos negociando con ellos un matrimonio. Tenemos que ir acostumbrándonos a este tipo de cosas.

    Por otra parte, lo de la «subasta de prestigio», como lo llamaba la hija mayor, me parecía un método admirable. Me pregunto incluso por qué no se resuelven las cosas más a menudo por este procedimiento. ¿No es acaso mucho más honroso tener en cuenta la conducta moral y la reputación de una persona que el tamaño de su cartera? Aún recuerdo la profunda satisfacción que sentí al enterarme de que los Sugimura, tras una investigación meticulosa, me habían considerado el comprador más digno de la casa que tanto apreciaban. Y ciertamente, valía la pena haber sufrido alguna que otra molestia por semejante mansión. Si por fuera resulta imponente, su interior está construido con maderas nobles, finísimas, seleccionadas por la belleza de sus fibras. Una vez instalados en ella, la casa nos pareció el lugar ideal para descansar y vivir tranquilos.

    Sin embargo, la altivez de los Sugimura (algunos de ellos ni siquiera se molestaron en ocultar su hostilidad hacia nosotros) fue manifiesta durante la transacción. Un comprador menos comprensivo se habría ofendido y habría renunciado a proseguir el trato. Incluso años después, cuando me encontraba por casualidad con algún miembro de la familia, en lugar de charlar cortésmente, se quedaba plantado en medio de la calle preguntándome por el estado de la casa y por cualquier modificación que hubiese hecho.

    Actualmente apenas oigo hablar de los Sugimura. No obstante, poco después de la rendición vino a verme la menor de las dos hermanas con las que había tratado la venta. Los años de guerra la habían convertido en una anciana delgada y achacosa. Como era característico en la familia, hizo escasos esfuerzos por ocultar que su preocupación residía en saber qué suerte había corrido la casa durante la guerra, sin preocuparle sus habitantes. Cuando le hablé de mi esposa y de Kenji me expresó su condolencia con frases lo más concisas posible e inmediatamente me acosó a preguntas a propósito de los daños causados por la bomba. Al principio, esta actitud me dispuso contra ella, pero pronto empecé a notar que sus ojos vagaban involuntariamente por la habitación y que sus ceremoniosas y medidas frases quedaban interrumpidas por pausas abruptas. Fue entonces cuando advertí la ola de emoción que la invadía al encontrarse de nuevo en la casa. En ese momento caí en la cuenta de que la mayoría de los familiares que tenía en la época de la venta estarían muertos; empezó a darme lástima y me ofrecí a mostrársela.

    La casa no había escapado a los daños de la guerra. Akira Sugimura le había añadido un ala por el lado este que comprendía tres amplias habitaciones comunicadas con el cuerpo principal de la casa por un largo corredor, que daba a uno de los lados del jardín. El corredor se destacaba por su longitud, y se llegó a insinuar que Sugimura había mandado construir el corredor y el ala este con el fin de mantener a sus padres a cierta distancia. El corredor era, en cualquier caso, una de las partes más atrayentes de la casa. Por las tardes el juego de luces y sombras se proyectaba en su interior y al pasar por él se tenía la impresión de estar caminando por un túnel de árboles. Esta parte había sido justamente la más afectada por la bomba, y conforme íbamos examinando los daños desde el jardín, vi que la señorita Sugimura estaba a punto de llorar. En aquellos momentos ya había dejado de sentir mi anterior irritación contra la anciana, de modo que la tranquilicé lo mejor que pude diciéndole que repararía los daños en cuanto tuviese ocasión y que la casa volvería a quedar como su padre la había construido.

    Cuando le hice la promesa, aún no tenía idea de la penuria en que vivíamos. Durante mucho tiempo después de la rendición, a veces había que esperar varias semanas para obtener determinados tipos de madera o un surtido de clavos. Dadas las circunstancias, me vi obligado a centrarme en el cuerpo principal de la casa, que tampoco había escapado a los daños, razón por la cual la reparación del jardín y del ala este progresa con mucha lentitud. Hasta ahora he hecho lo que he podido para evitar que sigan deteriorándose; sin embargo, aún no es posible volver a abrir esa parte de la casa. Además, al quedarnos solos Noriko y yo, la necesidad de ampliar nuestro espacio vital no resulta apremiante.

    Si hoy los condujera a la parte trasera de la casa y corriera la pesada mampara para permitirles contemplar los restos del corredor ajardinado de Sugimura, podrían hacerse una idea de lo pintoresco que fue en otro tiempo pero, sin duda, también repararían en las telarañas y en las manchas de moho que no he podido quitar, así como en los boquetes del techo, que sólo unas telas enceradas resguardan de la intemperie. A veces, a primera hora de la mañana corro la mampara para contemplar la luz del sol que se filtra por las telas enceradas, formando columnas de variados colores, y que pone de manifiesto nubes de polvo suspendidas en el aire, como si el techo se hubiese acabado de derrumbar en aquel instante.

    Además del corredor y del ala este, la parte más seriamente dañada era la terraza. A mi familia, y especialmente a mis dos hijas, siempre les ha gustado mucho sentarse fuera para charlar y contemplar el jardín; por eso, cuando Setsuko, mi hija casada, vino a hacernos una visita después de la rendición, no me sorprendió que se entristeciera al ver el estado de la terraza. Por aquella época ya había reparado los daños más graves, pero los tablones del suelo aún seguían abombados y agrietados en el extremo de la terraza donde el impacto de la explosión había sido más fuerte. El tejado también estaba afectado, por lo que cuando llovía teníamos que llenar el suelo con recipientes para recoger el agua de las goteras.

    Durante el pasado año, no obstante, pude hacer importantes progresos, de modo que cuando Setsuko vino a visitarnos de nuevo, el mes pasado, la terraza estaba más o menos restaurada. Noriko se había tomado unos días de permiso para atender a su hermana y, como hacía muy buen tiempo, las dos se pasaron muchas horas afuera como en otras épocas. Yo solía acompañarlas a menudo y, a veces, nos parecía haber vuelto a años atrás, cuando aprovechando los días de sol la familia se reunía en la terraza para conversar tranquilamente, casi siempre de temas sin importancia. Cierto día del mes pasado –probablemente a la mañana siguiente de la llegada de Setsuko–, después de haber desayunado los tres en la terraza, Noriko dijo:

    –Me alegra mucho que por fin hayas venido, Setsuko. Así me quitarás a padre un poco de encima.

    –Noriko, realmente...

    Su hermana mayor se movió incómoda en el cojín.

    –Ahora que padre se ha jubilado hay que estar constantemente pendiente de él –prosiguió Noriko sonriendo con malicia–. Hay que tenerlo ocupado; si no, se deprime.

    –Realmente... –Setsuko sonrió nerviosa, después se volvió hacia el jardín suspirando–. El arce parece haberse recuperado del todo. Tiene un aspecto espléndido.

    –Se nota que Setsuko no sabe cómo se encuentra usted ahora, padre. Aún le ve como el tirano que estaba siempre dando órdenes. En los últimos tiempos es usted mucho más benévolo, ¿verdad?

    Yo me reí para hacerle comprender a Setsuko que su hermana no hablaba con mala intención, pero siguió sintiéndose incómoda. Noriko se volvió hacia ella y añadió:

    –Necesita que lo cuiden muchísimo más. Se pasa el día deprimido dando vueltas por la casa.

    –No le hagas caso –intervine yo–. Si me pasara el día deprimido, ¿quién habría hecho todas estas reparaciones?

    –Sí –dijo Setsuko, volviéndose hacia mí sonriente–. La casa tiene un aspecto espléndido. Habrá trabajado usted mucho, padre.

    –Hizo venir a unos hombres que le ayudaron en las tareas difíciles –dijo Noriko–. Créeme, Setsuko. Padre ha cambiado mucho. Ya no hay que tenerle miedo. Ahora es mucho más amable y hogareño.

    –Realmente, Noriko...

    –De vez en cuando hasta hace la comida. ¿No es increíble? Últimamente cocina mucho mejor.

    –Noriko, creo que ya está bien por hoy –dijo Setsuko, conciliadora.

    –¿No es cierto, padre? Ha hecho usted muchos progresos.

    Yo volví a sonreír y meneé la cabeza, cansado. Recuerdo que en ese preciso momento Noriko se volvió hacia el jardín y, entornando los ojos por el sol, dijo:

    –No puede estar pendiente de que yo venga a hacerle la comida una vez que me haya casado. Ya tendré bastante con mis cosas.

    Setsuko, que hasta ese momento había mantenido la mirada perdida con expresión preocupada, después de oír a su hermana se volvió hacia mí con breve gesto interrogante, pero enseguida apartó los ojos sintiéndose obligada a devolverle la sonrisa a su hermana. Sin embargo, una profunda intranquilidad se había apoderado ya de Setsuko, y fue para ella un alivio que su hijo pasara corriendo frente a nosotros permitiéndonos así cambiar de tema.

    –Por favor, Ichiro, estate quieto –le gritó.

    Sin duda, Ichiro, acostumbrado al reducido piso de sus padres, estaba fascinado por la amplitud de espacio que había en nuestra casa. De todas formas no parecía compartir el placer de estar sentados en la terraza y prefería recorrerla de un extremo a otro, patinando incluso sobre los pulidos tablones del suelo. Estuvo varias veces a punto de volcar la bandeja del té. Los ruegos de su madre para que se sentase habían sido inútiles. También esa vez su madre le había dicho que cogiese un cojín y se sentara, pero prefirió quedarse malhumorado al fondo de la terraza.

    –Vamos, Ichiro –le grité–, ya estoy cansado de hablar sólo con mujeres. Ven a sentarte a mi lado, hablaremos de cosas de hombres.

    Se acercó enseguida. Puso un cojín a mi lado y, al sentarse, adoptó una postura muy digna, con las manos en las caderas y los hombros bien echados hacia atrás.

    –Oji –me dijo muy serio–, quiero preguntarle algo.

    –¿Qué quieres saber, Ichiro?

    –Quiero que me hable del monstruo.

    –¿El monstruo?

    –¿Es un monstruo prehistórico?

    –¿Prehistórico? ¿Ya conoces esas palabras? ¡Qué chico más listo!

    Al parecer, el cumplido hizo que Ichiro olvidara los buenos modales, porque se echó hacia atrás y empezó a lanzar vigorosas pataletas al aire.

    –¡Ichiro! –le riñó Setsuko en voz baja–. ¡Qué modales son ésos, y delante de tu abuelo! ¡Siéntate bien!

    La única respuesta de Ichiro fue ir bajando los pies poco a poco hasta dejarlos inertes en el suelo. Después cruzó los brazos sobre el pecho y cerró los ojos.

    –Oji –dijo con voz dormida–, ¿es un monstruo prehistórico?

    –Pero ¿de qué monstruo me hablas, Ichiro?

    –Discúlpele, por favor –dijo Setsuko con una sonrisa nerviosa–. Ayer, al llegar a la estación, vio el cartel anunciador de una película. Estuvo incomodando al taxista con un montón de preguntas. Ojalá hubiera visto yo el cartel.

    –Oji, el monstruo ¿es prehistórico? ¡Dígame sí o no! ¡Quiero una respuesta!

    –¡Ichiro!

    Su madre lo miraba horrorizada.

    –No sabría decirte, Ichiro. Creo que tendremos que ver la película para saberlo.

    –¿Y cuándo vamos a ver la película?

    –Hum..., mejor que hables con tu madre. Quizá sea una película demasiado aterradora para un niño, nunca se sabe.

    Mi intención no había sido provocar a mi nieto. Sin embargo, el efecto de mis palabras fue asombroso. Volvió a sentarse y me gritó con rabia:

    –¡Cómo se atreve! ¡Qué quiere decir!

    –¡Ichiro! –exclamó Setsuko consternada. Pero Ichiro siguió mirándome furioso y su madre tuvo que levantarse del cojín para acercarse a nosotros–. ¡Ichiro! –le susurró sacudiéndole el brazo–, ¡deja de mirar a tu abuelo de esa forma!

    Volvió a tumbarse de

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