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La filosofía siempre es de utilidad para la Teología, en este sentido, la Teología ha

tenido y continúa siempre teniendo necesidad de ella. Así, el quehacer teológico


presupone y exige, cuando profundiza en los Misterios divinos, una razón educada y
formada conceptual y argumentativamente (Cf. Fides et ratio, 77). Teniendo como telón
de fondo estas palabras de la Fides et ratio, vamos ahora, a partir del contenido del
capítulo XIX: “Dios, Verdad primordial”, del libro Misterio de Dios Uno y Trino de
Lucas Francisco Mateo-Seco, a tratar de explicar algunas cuestiones presentes en este
capítulo:

La relación entre la verdad del ser y la inteligencia.

Lo primero que hay que afirmar es que la verdad del ser de las cosas y el que sean
inteligibles depende en primer lugar de la coincidencia con la idea arquetipo que las ha
creado. Y esto es lo que hace que las cosas puedan ser entendidas por otras inteligencias
que no las han creado. Ahora bien, en Dios, que es quien ha diseñado las cosas,
creándolas, la relación del ser a la inteligencia es perfecta, y la verdad del ser de una
cosa encuentra su fundamento y origen en Dios -Verdad increada-, que la ha creado. En
definitiva, la verdad del ser deriva de una Inteligencia que es la de Dios, y así está
abierta toda otra inteligencia creada por Dios. Por eso se habla de una relación esencial
a la inteligencia que las ha hecho, o sea la de Dios; y una relación accidental a las
inteligencias que las conocen.

La fuente originaria de la inteligibilidad de los seres.

El que los seres sean inteligible es debido, en primer lugar, a que existe un Ser
Supremo que le corresponde ser la Verdad Suprema y la infinita inteligibilidad, es decir,
ese ser supremo, que nosotros llamamos Dios, es la fuente originaria de la
inteligibilidad de los seres, pues Dios es el que las ha hecho, y en Él está la idea
arquetipo que le ha dado su origen y su inteligibilidad. Por lo tanto, la inteligibilidad
que poseen los seres deriva de la Inteligencia del que las ha creado, Dios; y a partir de
eso, puede ser entendida por cualquier otra inteligencia creada.

Las criaturas, expresivas del misterio de Dios.

Solo Dios puede conocer con su Inteligencia perfectamente el ser de las cosas, pues
Él es su creador y Él es el que las conoce perfectamente. Incluso en el caso de los seres
con inteligencia (el hombre), Dios los conoce mejor de lo que se conocen a sí mismo.
Ahora bien, el hombre es un ser inteligente, porque Dios le ha dado esa capacidad, sin
embargo, a él no le es fácil, y a veces imposible, aprehender perfectamente el sentido de
las cosas y de los acontecimientos, en este sentido, las criaturas expresan o participan
del misterio de Dios. En definitiva, las criaturas expresan el misterio de Dios porque en
ellas está presente la huella de su Creador, Dios, que es Misterio para toda otra
inteligencia.

¿Se puede decir en algún sentido que el hombre es la medida de la verdad de la


realidad?

No se puede decir tal razonamiento, porque la verdad de la realidad no deriva de la


inteligencia del hombre a la cosa, como si solo lo conocido por el hombre fuese
verdadero. Este planteamiento conduciría al más radical subjetivismo. Más bien, hay
que afirmar que la medida de la verdad de la realidad es Dios, porque Él ha creado todo
cuanto existe mediante su inteligencia, y en este sentido, reflejan la verdad existente en
Su Inteligencia. Así, el hombre puede comprender con su inteligencia -a imagen y
semejanza de la de Dios-, pero no es él la medida de la verdad de la realidad. En
definitiva, solo Dios que es Verdad subsistente y Verdad primigenia, es el origen, la
medida y fin de la verdad de toda realidad, pues la verdad está antes que nada en Su
Inteligencia.

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