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Es la ciencia que tiene como objetivo el estudio de sucesos del pasado, tradicionalmente de la
humanidad, y como método, el propio de las ciencias sociales/humanas, así como el de las
ciencias naturales en un marco de interdisciplinariedad. Se trata de la disciplina que estudia y
narra cronológicamente los acontecimientos pasados. Se denomina también «historia» al
periodo que transcurre desde la aparición de la escritura hasta la actualidad.
Jesús de Nazaret
También llamado Cristo, Jesucristo o simplemente Jesús (provincia de Judea, Imperio romano;
ca. 4 a. C.-Jerusalén, Imperio romano; 30-33 d. C.), fue un predicador y líder religioso judío del
siglo I. Es la figura central del cristianismo y una de las más influyentes de la historia.
Las fuentes de la historicidad de Jesús son fuentes principalmente cristianas, pero hay
menciones en fuentes no cristianas que también son relevantes.
Las fuentes no cristianas que se utilizan para estudiar y establecer la historicidad de Jesús
incluyen las fuentes judías como Josefo, y las fuentes romanas, como Tácito. Estas fuentes se
comparan con las fuentes cristianas, como las cartas paulinas y los evangelios sinópticos. Estas
fuentes suelen ser independientes entre sí (por ejemplo, las fuentes judías no recurren a
fuentes romanas), y las similitudes y diferencias entre ellas se utilizan en el proceso de
autenticación.
Las fuentes cristianas, como los libros del Nuevo Testamento en la Biblia cristiana, incluyen
historias detalladas acerca de Jesús, pero los estudiosos difieren sobre la historicidad de
episodios específicos descritos en los relatos bíblicos de Jesús.
Los únicos dos eventos sujetos al «reconocimiento casi universal» son que Jesús fue bautizado
por Juan el Bautista y que fue crucificado por orden del prefecto romano Poncio Pilato.
FLAVIO JOSEFO
Los escritos del historiador-pensador romano-judío del siglo I Flavio Josefo incluyen referencias
a Jesús y los orígenes del cristianismo. Las Antigüedades judías de Josefo, escritas alrededor de
93 a 94 d. C., incluye referencias a Jesús en los libros 18 y 20. Podemos destacar el pasaje
sobre Jacobo en el libro 20 que es utilizado por los estudiosos para apoyar la existencia de
Jesús; el Testimonium Flavianum en el libro 18, para su crucifixión.
El testimonio de Flavio
Testimonio Flaviano:
Por este tiempo apareció Jesús, un hombre sabio, si es que es correcto llamarlo hombre, ya que
fue un hacedor de milagros impactantes, un maestro para los hombres que reciben la verdad
con gozo, y atrajo hacia Él a muchos judíos y a muchos gentiles, además. Era el Cristo. Y
cuando Pilato, frente a la denuncia de aquellos que son los principales entre nosotros, lo había
condenado a la Cruz, aquellos que lo habían amado primero no le abandonaron ya que se les
apareció vivo nuevamente al tercer día, habiendo los santos profetas predicho esto y otras mil
maravillas sobre Él. Y la tribu de los cristianos, llamados así por Él, no ha cesado de crecer
hasta este día. —Flavio Josefo, Antigüedades judías, libro 18, capítulo 3.
Juan el Bautista
Algunos judíos creyeron que el ejército de Herodes había perecido por la ira de Dios, sufriendo
el condigno castigo por haber muerto a Juan, llamado el Bautista. Herodes lo hizo matar, a
pesar de ser un hombre justo que predicaba la práctica de la virtud, incitando a vivir con
justicia mutua y con piedad hacia Dios, para así poder recibir el bautismo. Era con esta
condición que Dios consideraba agradable el bautismo; se servían de él no para hacerse
perdonar ciertas faltas, sino para purificar el cuerpo, con tal que previamente el alma hubiera
sido purificada por la rectitud. Hombres de todos lados se habían reunido con él, pues se
entusiasmaban al oírlo hablar. Sin embargo, Herodes, temeroso de que su gran autoridad
indujera a los súbditos a rebelarse, pues el pueblo parecía estar dispuesto a seguir sus
consejos, consideró más seguro, antes de que surgiera alguna novedad, quitarlo de en medio,
de lo contrario quizá tendría que arrepentirse más tarde, si se produjera alguna conjuración. Es
así como por estas sospechas de Herodes fue encarcelado y enviado a la fortaleza de
Maqueronte, de la que hemos hablado antes, y allí fue muerto. Los judíos creían que en
venganza de su muerte fue derrotado el ejército de Herodes, queriendo Dios castigarlo. —
Flavio Josefo, Antigüedades judías, libro 18, capítulo 5.35 Para el texto griego.
En Antigüedades judías (libro 18, capítulo 5, 2) Josefo se refiere a la pena de prisión y la
muerte de Juan el Bautista por orden de Herodes Antipas, el gobernante de Galilea y Perea. El
contexto de esta referencia es la derrota de Herodes Antipas en el 36 d. C., en su conflicto con
Aretas IV de Nabatea, que los judíos de la época atribuyeron a la desgracia provocada por la
ejecución injusta de Juan por parte de Herodes.
Casi todos los estudiosos modernos consideran este pasaje auténtico en su totalidad, aunque
un pequeño número de autores lo han cuestionado.
Mientras tanto, si bien los evangelios y Josefo se refieren a Herodes Antipas matando a Juan el
Bautista, difieren en los detalles y el motivo. Los evangelios presentan esto como consecuencia
del matrimonio de Herodes Antipas y Herodías en desafío de la ley judía (Mateo 14:4, Marcos
6:18); Josefo se refiere a ello como una medida preventiva de Herodes para sofocar un posible
levantamiento.
Informado el César de la muerte de Festo, envió a Albino como procurador de Judea. El rey
privó del pontificado a José, y lo concedió a Ananías hijo de Ananías. Según se dice, el anciano
Ananías fue un hombre de muchísima suerte; tuvo cinco hijos, y dio la casualidad de que los
cinco obtuvieran el sumo sacerdocio de Dios, siendo el primero que por mucho tiempo disfrutó
de esta dignidad. Tal caso no se dio anteriormente con ningún otro sumo sacerdote. El joven
Ananías que, como dijimos, recibió el sumo sacerdocio, era hombre de carácter severo y
notable valor. Pertenecía a la secta de los saduceos que comparados con los demás judíos son
inflexibles en sus puntos de vista, como antes indicamos. Siendo Ananías de este carácter,
aprovechándose de la oportunidad, pues Festo había fallecido y Albino todavía estaba en
camino, reunió al Sanedrín. Llamó a juicio al hermano de Jesús, quien era llamado Cristo, cuyo
nombre era Jacobo, y con él hizo comparecer a varios otros. Los acusó de ser infractores a la
ley y los condenó a ser apedreados. Pero los habitantes de la ciudad, más moderados y afectos
a la ley, se indignaron. A escondidas enviaron mensajeros al rey, pidiéndole que por carta
exhortara a Ananías a que, en adelante, no hiciera tales cosas, pues lo realizado no estaba
bien. Algunos de ellos fueron a encontrar a Albino, que venía de Alejandría; le pidieron que no
permitiera que Ananías, sin su consentimiento, convocara al Sanedrín. Albino, convencido,
envió una carta a Ananías, en la cual lleno de indignación le anunciaba que tomaría venganza
con él. Luego el rey Agripa, habiéndole quitado el sumo sacerdocio, que ejerció durante tres
meses, nombró a Jesús hijo de Damneo sumo sacerdote. —Flavio Josefo, Antigüedades judías,
libro 20, capítulo 9.
El pasaje de Josefo sobre Jacobo da fe de la existencia de Jesús como una persona histórica y
que algunos de sus contemporáneos lo consideraban el Mesías.
Según Bart Ehrman, el pasaje de Josefo acerca de Jesús fue alterado por un escriba
cristiano, incluyendo la referencia a Jesús como el Mesías.
Un número de variaciones existen entre las declaraciones de Josefo con respecto a las
muertes de Jacobo y los relatos del Nuevo Testamento. Los estudiosos suelen
considerar estas variaciones como indicios de que los pasajes de Josefo no son
interpolaciones, ya que un interpolador cristiano habría sido más propenso a haberlos
hecho corresponder a las tradiciones cristianas.
La parte clave del pasaje dice lo siguiente (traducción del latín por A. J. Church y W. J. Brodribb,
1876):
En consecuencia, para deshacerse de los rumores, Nerón culpó e infligió las torturas más
exquisitas a una clase odiada por sus abominaciones, quienes eran llamados cristianos por el
populacho. Cristo, de quien el nombre tuvo su origen, sufrió la pena máxima durante el reinado
de Tiberio a manos de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilato, y la superstición muy
maliciosa, de este modo sofocada por el momento, de nuevo estalló no solamente en Judea, la
primera fuente del mal, sino incluso en Roma, donde todas las cosas espantosas y vergonzosas
de todas partes del mundo confluyen y se popularizan. En consecuencia, el arresto se hizo en
primer lugar a quienes se declararon culpables; a continuación, por su información, una
inmensa multitud fue condenada, no tanto por el delito de incendiar de la ciudad como por su
odio contra la humanidad.
Tácito fue un senador romano patriótico y sus escritos no muestran simpatía alguna
hacia los cristianos.
Andreas Köstenberger y, por separado, Robert E. Van Voorst señalan que el tono del
pasaje hacia los cristianos es demasiado negativo para haber sido escrito por un
escriba cristiano, una conclusión compartida por John P. Meier. Robert E. Van Voorst
afirma que «de todos los escritores romanos, Tácito nos da la información más precisa
acerca de Cristo».
John Dominic Crossan considera el pasaje importante para establecer que Jesús existió
y fue crucificado, y afirma: «Que él [Jesús] fue crucificado es tan seguro como
cualquier otra cosa histórica jamás puede ser, ya que tanto Josefo y Tácito [...] están
de acuerdo con los relatos cristianos por lo menos ese hecho básico».
Bart Ehrman afirma: «El reporte de Tácito confirma lo que sabemos por otras fuentes:
que Jesús fue ejecutado por orden del gobernador romano de Judea, Poncio Pilato, en
algún momento durante el reinado de Tiberio».
Eddy y Boyd afirman que actualmente está «firmemente establecido» que Tácito
proporciona una confirmación no cristiana de la crucifixión de Jesús.
Si bien la mayoría de los expertos consideran que es genuino, unos pocos estudiosos
cuestionan la autenticidad del pasaje dado que Tácito nació 25 años después de la muerte de
Jesús. Algunos estudiosos han debatido sobre el valor histórico del pasaje dado que Tácito no
revela la fuente de su información.
Gerd Theissen y Annette Merz argumentan que Tácito en ocasiones se habría basado en las
obras históricas anteriores ahora perdidas para nosotros, y que puede haber utilizado fuentes
oficiales desde un archivo romano en este caso; sin embargo, si Tácito hubiera sido copiado de
una fuente oficial, algunos estudiosos esperan que hubiera etiquetado a Pilato correctamente
como un prefecto en lugar de un procurador.
Theissen y Merz afirman que Tácito nos da una descripción de los prejuicios generalizados
sobre los cristianos y algunos detalles precisos sobre «Christus» y el cristianismo, cuya fuente
aún no está clara. Sin embargo, Paul R. Eddy ha señalado que, dado su cargo como senador,
Tácito también tuvo la posibilidad de haber tenido acceso a los documentos oficiales de la
época romana y no necesitaba de otras fuentes.
Michael Martin señala que la autenticidad de este pasaje de los Anales también ha
sido disputada debido a que Tácito no habría utilizado la palabra «mesías» en un
documento romano auténtico. A su vez, Weaver declara que Tácito habló de la
persecución de los cristianos, pero ningún otro autor cristiano escribió de esta
persecución durante cien años. Hotema afirma que este pasaje no fue citado por
cualquier padre de la Iglesia hasta el siglo XV, aunque el pasaje habría sido muy útil
para ellos en su obra; y que el pasaje se refiere a los cristianos en Roma siendo una
multitud, mientras que en ese momento la congregación cristiana en Roma en realidad
habría sido muy pequeña.
Los estudiosos también han debatido la cuestión de los rumores en la referencia por Tácito.
Charles Guignebert argumentó que «En tanto que exista esa posibilidad [de que Tácito
se limitara a hacer eco de lo que los cristianos mismos decían], el pasaje sigue siendo
bastante inútil».
R.T. France afirma que el pasaje de Tácito es, como mucho, el autor simplemente
repitiendo lo que había escuchado a través de los cristianos.
Algunos estudiosos consideran que la línea «Cristo, el autor de este nombre, fue
ejecutado por el procurador Poncio Pilato en el reinado de Tiberio» es una
interpolación cristiana, y que Tácito escribió sobre los Chrestianos, no cristianos.
William L. Portier ha señalado que la consistencia en las referencias de Tácito, Josefo y las
cartas al emperador Trajano de Plinio el Joven reafirman la validez de los tres registros.
FUENTES RELEVANTES
Plinio el Joven
Plinio el Joven, gobernador romano de Bithynia et Pontus (ahora en la actual Turquía) escribió
una carta al emperador Trajano alrededor del año 112 d. C. y le pidió consejo sobre cómo
tratar con los cristianos. La carta (Epistulae X.96) detalla un relato de cómo Plinio realizó juicios
de presuntos cristianos que comparecieron ante él como resultado de denuncias anónimas y
pide orientación del Emperador en la forma en que deben ser tratados.
La carta de Plinio es el registro pagano más antiguo para referirse a los primeros cristianos y
proporciona una descripción fundamental del proceso administrativo romano y sus problemas.
El crítico del Nuevo Testamento Hermann Detering ha cuestionado la autenticidad del libro 10,
una posición que no ha encontrado aceptación dentro de la comunidad académica
mayoritaria.
Suetonio
El historiador romano Suetonio hizo mención de los primeros cristianos y su líder en su obra
Vidas de los Doce Césares. Las referencias aparecen en Claudio 25 y Nerón 16, que describen la
vida de los emperadores romanos Claudio y Nerón. El pasaje Nerón 16 se refiere a los abusos
cometidos por Nerón y menciona cómo se infligieron castigos a los cristianos, lo que por lo
general se fecha a alrededor del año 64. Este pasaje muestra el claro desprecio de Suetonio
para los cristianos, el mismo desprecio expresado por Tácito y Plinio el Joven en sus escritos,
pero no se refiere a Jesús mismo.
El pasaje de Claudio puede incluir una referencia a Jesús, pero es objeto de debate entre los
estudiosos. En Claudio 25, Suetonio se refiere a la expulsión de los judíos por Claudio y afirma:
Dado que los judíos constantemente hicieron disturbios por instigación de Cresto, él los expulsó
de Roma.
El Talmud
El Talmud (hebreo: [ תַּ לְמּודtalmūd], «instrucción, enseñanza») es una obra que recoge
principalmente las discusiones rabínicas sobre leyes judías, tradiciones, costumbres,
narraciones y dichos, parábolas, historias y leyendas. Es un inmenso código civil y religioso,
elaborado entre el siglo III y el V por eruditos hebreos de Babilonia y Eretz Israel.
Existen dos conocidas versiones del Talmud: el Talmud de Jerusalén (Talmud Yerushalmi), que
se redactó en la entonces recién creada provincia romana llamada Filistea, y el Talmud de
Babilonia (Talmud Bablí), que fue redactado en la región de Babilonia, en Mesopotamia.
Ambas versiones fueron redactadas a lo largo de muchos siglos por generaciones de eruditos
provenientes de muchas academias rabínicas establecidas desde la Antigüedad.
El Talmud de Babilonia en algunos casos incluye posibles referencias a Jesús utilizando los
términos «Ieshu», «Ieshu ha-Notzri», «ben Stada» y «ben Panthera». Algunas de estas
referencias probablemente se remontan al período tanaítico (70-200 d. C.). En algunos casos,
no está claro si las referencias son a Jesús u otras personas, y los eruditos siguen debatiendo su
valor histórico, y exactamente qué referencias, en su caso, puede ser sobre Jesús.
Van Voorst afirma que si bien la cuestión de quién se hace referencia en varios puntos
en el Talmud sigue siendo objeto de debate entre los estudiosos, en el caso de
Sanedrín 43a (generalmente se considera la referencia más importante para Jesús en
la literatura rabínica), Jesús puede ser confirmado como el tema del pasaje, no solo de
la propia referencia, sino también por el contexto que lo rodea, y no hay duda de que
se refiere a la muerte de Jesús de Nazaret.
El pasaje refleja la hostilidad hacia Jesús entre los rabinos e incluye este texto:
Peter Schäfer establece que no puede haber ninguna duda de que la narrativa de la
ejecución de Jesús en el Talmud se refiere a Jesús de Nazaret, pero afirma que la
literatura rabínica en cuestión no es tanaítica sino del período amoraico posterior y
podría haber dibujado sobre los evangelios cristianos, y puede haber sido escrito
como respuesta a ellos.
Bart Ehrman y, por separado, Mark Allan Powell afirman que, dado que las referencias
del Talmud son muy tardías, no pueden dar ninguna información histórica fiable sobre
las enseñanzas y acciones de Jesús durante su vida.
Andreas Köstenberger señala que la conclusión general que se puede extraer de las
referencias en el Talmud es que Jesús fue un personaje histórico cuya existencia nunca
fue negada por la tradición judía, que en su lugar se centró en desacreditarlo.
-Thallus
Thallus, del cual se sabe muy poco y que ninguno de sus escritos sobrevivió, escribió una
Historia a mediados o finales del siglo I, a la que se refiere Eusebio. Sexto Julio Africano,
escribiendo c. 221, vincula una referencia en el tercer libro de la Historia para el período de la
oscuridad que se describe en los relatos de la crucifixión en tres de los Evangelios.
No se sabe si Thallus hizo mención alguna de los relatos de la crucifixión; si lo hizo, sería la
referencia no canónica más antigua a un episodio del evangelio, pero su utilidad en la
determinación de la historicidad de Jesús es incierta.
El cronólogo cristiano del siglo IX Jorge Sincelo cita a Sexto Julio Africano escribiendo en
referencia a la oscuridad mencionada en los evangelios sinópticos durante la muerte de Jesús:
En todo el mundo hubo una oscuridad terrible, y las rocas se partieron por un terremoto, y
muchos lugares en Judea y otros lugares quedaron destruidos.
Thallus, en el tercer libro de sus historias, explica la oscuridad como un eclipse de Sol, lo cual
me parece irrazonable.
Los eruditos modernos consideran la oscuridad como una creación literaria en lugar
de un acontecimiento histórico.
Julio Africano luego pasa a señalar que un eclipse no puede ocurrir durante la Pascua,
cuando la luna está llena y, por tanto, diametralmente opuesta al Sol.
Mara bar-Serapión
Mara (hijo de Serapión) fue un filósofo estoico de la provincia romana de Siria. En algún
momento entre el 73 d. C. y el siglo III, Mara escribió una carta a su hijo (también llamado
Serapión) que puede contener una temprana referencia no cristiana de la crucifixión de Jesús.
El comienzo de la carta deja claro que está escrito al hijo del autor: «Mara, hijo de Serapión, a
mi hijo Serapión, saludos». El pasaje clave es el siguiente:
¿Qué más podemos decir, cuando los sabios están forzosamente arrastrados por tiranos, su
sabiduría es capturada por los insultos, y sus mentes están oprimidas y sin defensa? ¿Qué
ventaja obtuvieron los atenienses cuando mataron a Sócrates? Carestía y destrucción les
cayeron encima como un juicio por su crimen. ¿Qué ventaja obtuvieron los hombres de Samo
cuando quemaron vivo a Pitágoras? En un instante su tierra fue cubierta por la arena. ¿Qué
ventaja obtuvieron los judíos cuando condenaron a muerte a su rey sabio? Después de aquel
hecho su reino fue abolido. Dios, de manera justa, vengó aquellos tres hombres sabios: los
atenienses murieron de hambre; los habitantes de Samo fueron arrollados por el mar; los
judíos, destruidos y expulsados de su país, viven en la dispersión total. Pero Sócrates no murió
definitivamente: continuó viviendo en la enseñanza de Platón. Pitágoras no murió: continuó
viviendo en la estatua de Juno. Ni tampoco el rey sabio murió verdaderamente: continuó
viviendo en la «nueva ley» que había dado.
En este pasaje, el autor explica que cuando los sabios están oprimidos, no solamente triunfan
en la sabiduría al final, sino que Dios castiga a sus opresores.
El contexto de la carta es que los romanos habían destruido la ciudad de Mara en una guerra,
tomándolo prisionero junto con otros. La carta fue escrita desde la prisión para animar al hijo
del autor a perseguir la sabiduría. Toma la forma de una serie de preguntas retóricas que
preguntan acerca de los beneficios de perseguir a los sabios.
La carta no incluye temas cristianos y se supone que el autor es un pagano. Algunos estudiosos
ven la referencia a la ejecución del «rey sabio» de los judíos como una temprana referencia no
cristiana a Jesús. Los criterios que apoyan el origen no cristiano de la carta incluyen la
observación de que «rey de los judíos» no era un título cristiano, y que la premisa de la carta
que Jesús sigue vivo a través de las enseñanzas que él promulgó está en contraste con la
concepción cristiana de que Jesús sigue viviendo a través de su resurrección.
Estudiosos como Robert Van Voorst ven pocas dudas de que la referencia a la
ejecución del «rey de los judíos» se trata de la muerte de Jesús.
Craig A. Evans, ven menos valor en la carta, dada su fecha incierta, y la posible
ambigüedad en la referencia.
Bruce Chilton dice que la referencia de Bar-Serapión al «rey de los judíos» puede estar
relacionada con la inscripción sobre la cruz de la crucifixión de Jesús, al igual que en el
Evangelio de Marcos (Marcos 15:26 “Y el título escrito de su causa era: EL REY DE LOS
JUDÍOS”).
Van Voorst afirma que el paralelismo establecido entre el tratamiento injusto de los
tres hombres, y la destrucción de Atenas y Samos conduce a la conclusión de que Bar-
Serapión vio la destrucción de Jerusalén como castigo por el rechazo judío de Jesús.
Los críticos de esta interpretación, sin embargo, sostienen que, a diferencia de las
referencias a Sócrates y Pitágoras, bar-Serapión no menciona explícitamente a Jesús
por su nombre, haciendo de este modo la identidad real del «rey sabio» en la carta sea
menos segura.
La carta fue escrita después de la anexión de Samosata por los romanos, en el 72 d. C., pero
antes del siglo III. La mayoría de los estudiosos datan la carta poco después del año 73,
durante el siglo I.
Luciano de Samosata
Los textos de Luciano también dan cuenta del odio y la repulsión que generaban los cristianos
en su época, como cuando relata la vida y la muerte de algunos adeptos de esa nueva religión.
Sin embargo, dada la naturaleza del texto como sátira, Luciano pudo haber
embellecido las historias que escuchó y su narrativa no puede tener un alto grado de
confiabilidad histórica.
Osuario de Jacobo
Existe una caja de sepultura de piedra caliza del siglo I, conocida como el osario de Jacobo, con
la inscripción en arameo «Jacobo, hijo de José, hermano de Jesús».
FUENTES CRISTIANAS
Epístolas paulinas
El registro más antiguo sobreviviente escrito por un cristiano primitivo es una breve carta de
Pablo: la Primera Epístola a los Tesalonicenses, que apareció unos 25 años después de la
muerte de Jesús.
En el contexto de las fuentes cristianas, incluso si son ignorados todos los otros textos, las
epístolas paulinas pueden proporcionar alguna información acerca de Jesús. Esta información
no incluye una narración de la vida de Jesús, y se refiere a su existencia como persona, pero
añade algunos elementos específicos, aparte de su muerte por crucifixión. Esta información
proviene de las cartas de Pablo, cuya autenticidad no se discute. Pablo no era un compañero
de Jesús y afirma que su información proviene del Espíritu Santo adquirido después de su
muerte. De las trece cartas que llevan el nombre de Pablo, siete son consideradas auténticas
por casi todos los estudiosos, y las demás en general se consideran pseudoepigráficas.
La autenticidad de estas cartas es aceptada por casi todos los estudiosos, y han sido
referenciadas e interpretadas por autores primitivos como Orígenes y Eusebio.
Puesto que las epístolas paulinas son generalmente fechadas entre 50 y 60 d. C., son los
primeros textos cristianos sobrevivientes que incluyen información acerca de Jesús. Estas
cartas fueron escritas aproximadamente de veinte a treinta años después del período de
tiempo generalmente aceptado de la muerte de Jesús, alrededor del año 30-36. Las cartas
fueron escritas durante un tiempo cuando Pablo registró encuentros con los discípulos de
Jesús; por ejemplo, Gálatas 1:18 afirma que varios años después de su conversión Pablo fue a
Jerusalén y se quedó con el apóstol Pedro durante quince días. Durante este tiempo, Pablo
discute la naturaleza del mensaje de Jesús con su hermano Jacobo, sobre la importancia de
adherirse a las restricciones de alimentos kosher y la circuncisión, características importantes
de la determinación de la identidad judía.
Las cartas paulinas no tenían la intención de ofrecer una narración de la vida de Jesús, sino que
fueron escritas como exposiciones de las enseñanzas cristianas. En opinión de Pablo, la vida
terrenal de Jesús era de una importancia menor que la teología de su muerte y resurrección,
un tema que impregna los escritos paulinos. Sin embargo, las cartas paulinas indican
claramente que, para Pablo, Jesús era una persona real (nacido de una mujer, como en Gálatas
4:4) que tenía discípulos (1 Corintios 15:5), que fue crucificado (como en 1 Corintios 2:2 y
Gálatas 3:1), y que resucitó de los muertos (1 Corintios 15:20, Romanos 1:4, 6:5, Filipenses
3:10-11). Y las cartas reflejan el concepto general dentro de la Iglesia cristiana primitiva gentil:
que Jesús existió, fue crucificado y resucitó de entre los muertos.
Los Evangelios
Varios libros, memorias y relatos fueron escritos acerca de Jesús por los primeros cristianos.
Los más famosos son los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Se cree que todos,
excepto uno, fueron escritos dentro de 50 a 70 años desde la muerte de Jesús; considerándose
al Evangelio de Marcos como el más antiguo, y al Evangelio de Juan como el último en ser
escrito.
Los cuatro evangelios canónicos, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, son las principales fuentes para
la biografía de la vida de Jesús, las enseñanzas y las acciones que se le atribuyen. Tres de ellos,
a saber, Mateo, Marcos y Lucas son conocidos como los Evangelios sinópticos, dado que
muestran un alto grado de similitud en el contenido, la disposición narrativa, el lenguaje y la
estructura de párrafos. La presentación en el cuarto evangelio canónico, es decir, Juan, se
diferencia de estos tres en que tiene más de un carácter temático en lugar de un formato
narrativo. Los estudiosos en general están de acuerdo que no es posible encontrar ninguna
relación literaria directa entre los evangelios sinópticos y el Evangelio de Juan.
Bart Ehrman, Robert Eisenman y otros críticos de los puntos de vista tradicionales
cristianos, en la evaluación de los problemas involucrados en la realización de la
investigación histórica de Jesús, dicen que los Evangelios están llenos de discrepancias,
fueron escritos décadas después de la muerte de Jesús, por autores que no habían
sido testigos de eventos de su vida. Pasan a decir que no fueron escritos por testigos
oculares que fueron contemporáneos con los acontecimientos que se narran. Fueron
escritos por personas que no lo conocieron o vieron algo que hizo o no escucharon
nada de lo que enseñó, personas que hablaban una lengua diferente a Jesús.
Los relatos que produjeron no son desinteresados; son narraciones producidas por los
cristianos que realmente creían en Jesús, y no eran inmunes a las historias inclinadas a la luz de
sus prejuicios.
Eusebio de Cesarea
Dos posibles fuentes patrísticas que pueden referirse a encuentros de testigos oculares con
Jesús son las primeras referencias de Papías y Cuadrado, informadas por Eusebio de Cesarea
en el siglo IV.
Y si se daba el caso de venir alguno de los que habían seguido a los ancianos, yo trataba de
discernir los discursos de los ancianos: qué había dicho Andrés, qué Pedro, qué Felipe, qué
Tomás o Santiago, o qué Juan o Mateo o cualquier otro de los discípulos del Señor; igualmente,
lo que dice Aristión y el anciano Juan, discípulos del Señor.
Richard Bauckham afirma que, mientras Papías estaba recolectando su información (c.
90), Aristón y Juan el Anciano (quienes habían sido discípulos de Jesús) estaban aún
con vida y enseñando en Asia menor, Papías reunió la información de las personas que
los habían conocido. Sin embargo, la identidad exacta de «el anciano Juan» terminó en
el debate sobre la autoría del Evangelio de Juan, y los estudiosos tienen opiniones
diferentes sobre eso.
Jack Finegan afirma que Eusebio pudo haber entendido mal lo que escribió Papías, y el anciano
Juan puede ser una persona diferente del autor del cuarto evangelio, sin embargo, siendo
todavía discípulo de Jesús. Gary Burge, por el contrario, considera una confusión por parte de
Eusebio, y considera al anciano Juan como una persona diferente al apóstol Juan.
Pero los hechos de nuestro Salvador se hallaban siempre presentes porque eran verdaderos, los
que habían sido sanados y los que se levantaron de los muertos no solamente fueron vistos al
ser sanados o resucitados, sino que algunos sobrevivieron, durante los días de nuestro
Salvador, y una vez que Él había partido permanecieron el tiempo suficiente, de modo que
algunos de ellos incluso han llegado hasta nuestros días.
Por «nuestro Salvador» Cuadrado se refiere a Jesús, y su carta fue muy probablemente escrita
antes del año 124.
Bauckham señala que con «nuestros días» puede referirse a sus primeros años, en
lugar de cuando escribió (117-124), lo que sería una referencia contemporánea con
Papías. Bauckham señala también que la importancia de la declaración atribuida a
Cuadrado es que enfatiza el carácter de «testigo ocular» de los testimonios a la
interacción con Jesús. Estas «declaraciones de testigo ocular» abundan en ciertos
escritos cristianos tempranos, en particular en evangelios y cartas apócrifos, que
utilizaban la seudoepigrafía con el fin de darles credibilidad.
Una serie de textos cristianos posteriores, que por lo general datan del siglo II o
posteriormente, existen como apócrifos del Nuevo Testamento, entre los que los evangelios
gnósticos han sido de reciente e importante interés entre los estudiosos. El descubrimiento de
la biblioteca de Nag Hammadi en 1945 creó una cantidad significativa de interés académico y
muchos eruditos modernos han estudiado los evangelios gnósticos y escrito sobre ellos.
Los Manuscritos de Nag Hammadi o la Biblioteca de Nag Hammadi son una colección de
textos, en su mayor parte adscritos al Cristianismo Gnóstico Primitivo, descubiertos cerca de la
localidad de Nag Hammadi, a unos 100 km de Luxor, en el Alto Egipto, en diciembre de 1945.
Doce códices de papiro encuadernados en piel, y los restos de un décimo tercero,
cuidadosamente guardados en una jarra de cerámica sellada y escondidos en unas grutas
próximas (en el macizo montañoso de Jabal al-Tarif), fueron encontrados casualmente por un
campesino llamado Muhammad Alí al-Samman.
Fueron escritos en copto entre los siglos III y IV d.C. El más conocido de los manuscritos, el
Evangelio de Tomás, contiene traducciones de textos que ya estaban presentes en el Papiro 1
de Oxirrinco, fechado en el año 250.
El hallazgo de los manuscritos de Nag Hammadi en 1945 constituye, junto con los Manuscritos
de Qumrán, el más grande descubrimiento de textos antiguos de la Edad Contemporánea.
Sin embargo, la tendencia entre los estudiosos del siglo XXI ha sido aceptar que, si bien los
evangelios gnósticos pueden arrojar luz sobre la evolución de las creencias cristianas
primitivas, ofrecen muy poco para contribuir al estudio de la historicidad de Jesús, ya que
fueron escritos muy tardíamente, por lo general consisten en dichos (en lugar de narrativas,
similares a los documentos hipotéticos Q), su autenticidad y autoría siguen siendo
cuestionables, y varias partes de ellos dependen de los componentes del Nuevo Testamento.
El foco de la investigación moderna del Jesús histórico ha estado ausente de los escritos
gnósticos y dirigiéndose hacia la comparación de las fuentes judías, grecorromanas y cristianas
canónicas.
El Apócrifo de Juan (parte de la biblioteca de Nag Hammadi) El Libro Secreto de Juan también
Evangelio Apócrifo de Juan es un texto de enseñanzas gnósticas del siglo II, al cual se le ha
dado un contexto cristiano. Describe una aparición de Jesús de Nazareth en la cual le da
información privada al apóstol Juan después de que Cristo ascendiera al cielo.
Trata principalmente sobre las enseñanzas posteriores de la ascensión de Jesús en una visión,
no una narrativa de su vida.
Bart Ehrman afirma que los escritos gnósticos del Evangelio de Tomás (parte de la biblioteca de
Nag Hammadi) tienen muy poco valor en la investigación histórica de Jesús, porque el autor de
ese evangelio no da ninguna importancia a las experiencias físicas de Jesús (por ejemplo, su
crucifixión) o la existencia física de los creyentes, y solo está interesado en las enseñanzas
secretas de Jesús en lugar de los eventos físicos.
Estas son las palabras secretas que Jesús el Viviente dijo y [que] escribió Dídimo Judas Tomás.
Algunos estudiosos, como Eduardo Arnal, sostienen que el Evangelio de Tomás sigue
siendo útil para la comprensión de cómo fueron transmitidas las enseñanzas de Jesús
entre los primeros cristianos, y arroja luz sobre el desarrollo del cristianismo primitivo.
Hay coincidencia entre los dichos de Jesús en los textos apócrifos y escritos cristianos
canónicos, y los que no están presentes en los textos canónicos son llamados Ágrafa.
Hay por lo menos 225 ágrafa pero la mayoría de los estudiosos que los han estudiado han
llegado a conclusiones negativas sobre la autenticidad de la mayoría de ellos y ven poco valor
en su uso para la investigación histórica de Jesús.
Robert Van Voorst señala que la gran mayoría de la ágrafa son sin duda no auténticos. Los
eruditos difieren en el número de auténticos ágrafa, algunos estiman que tan solo 7 son
auténticos, otros tantos como 18 e inclusive más de 200, haciéndolos de poca utilidad por
completo.
Mientras que la investigación sobre los textos apócrifos continúa, la opinión científica general
sostiene que tienen poco que ofrecer al estudio de la historicidad de Jesús, dado que a
menudo son de origen incierto, y casi siempre documentos tardíos de valor inferior.